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ANÁLISIS DEL PERIPLO DEL HÉROE EN LA VORÁGINE DE JOSÉ

EUSTASIO RIVERA A LA LUZ DE LOS CONCEPTOS DE JOSEPH

CAMPBELL EN EL HÉROE DE LAS MIL CARAS.

Por César Castrillón Aroca

Al iniciar la lectura de la Vorágine de José Eustasio Rivera, resalta la intención

del autor de darle no sólo verosimilitud a la novela, sino validez histórica,

pretende ir más allá de la ficción; quiere erigirse como testimonio y biografía

(Todo ojos, todo oídos). Esta es una intención que el mito cumple porque el

mito es una historia real, no ficción, mas para quien no es vívido o real,

tampoco es mito. La Vorágine también lo cumple por ser testimonio de una

realidad vivida por miles de personas. El prólogo es entonces la antesala de

esta especie de polifonía, que es la Vorágine, porque en ella confluyen un

variado tipo de voces (El Pipa, Helí Mesa, Clemente Silva y Esteban Ramírez),

que en mayor o menor medida están mediadas por la voz del narrador

protagonista, Arturo Cova. Con este presupuesto de validez histórica, de

falibilidad, se inicia la lectura, aunque no todos los lectores parten de él.

A continuación se analizara la estructura del monomito en esta obra (Partida-

Iniciación-Regreso).

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Lo primero que tenemos es el mundo cotidiano de los dos protagonistas de la

historia. Este se ubica en la Bogotá de finales del siglo XIX, una sociedad

católica y conservadora, donde perviven aún muchas costumbres coloniales y

hay una marcada diferencia de clases sociales. Arturo Cova es un joven poeta,

pobre, inicialmente inmune a los sentimientos amorosos, pero que sueña con el

amor ideal, un amor sagrado que encendiera el fuego del espíritu. Siempre

buscó esa cadena sin encontrarla, ya hastiado de aventuras y sin esperanza

conoce a Alicia, joven perteneciente a la clase alta santafereña. Ellos no se

enamoran ni piensan casarse, ella, en secreto, está comprometida con un

primo; pero en esos días sus parientes y el cura quieren obligarla a casarse

con un viejo terrateniente, ella se niega y es expulsada de su hogar. Entonces

se lanza en brazos de Cova, a quien amenazan con mandarlo a la cárcel.

Alicia es el detonante del llamado a la aventura; las dos situaciones anteriores

(expulsión del hogar para Alicia y riesgo de ir a la cárcel para Cova) determinan

para él la llamada a la aventura: impulsado por un sentimiento donde se mezcla

la caridad, la solidaridad, el amor y la libertad, le propone a Alicia huir. Así

comienza la aventura del héroe hacia los llanos de Casanare y hacia la selva

amazónica, con una multiplicidad de pruebas físicas, psicológicas y

cognoscitivas.

Todo este periplo, desde la salida de Bogotá pasando por los llanos de

Casanare, hasta internarse en la selva del Vichada, corresponde al primer

momento de la estructura del monomito: la partida. El inicio de la aventura del

héroe, o a veces antihéroe, Arturo Cova, es también una huida mágica, no roba

el fuego ni el agua de la fuente de la eterna juventud, pero rapta a una joven

mujer de la sociedad Santafereña, arriesgando su libertad y su vida. Aunque el

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relato no cuenta cómo los consiguen, su huida comienza a caballo; éstos en un

lugar extenso, expuesto al sol canicular, como el llano, son una necesaria

ayuda sobrenatural. Cova experimenta dudas que lo hacen pensar en una

posible negativa al llamado después de algunas reflexiones sobre la falta de

amor por Alicia y sus propios sueños de grandeza truncos, pero las lágrimas de

Alicia vuelven a despertar ese ánimo caritativo de no desampararla; he aquí

una prueba psicológica ya que renuncia a parte de sí, a sus sueños personales,

aunque también busque en el fondo su propia libertad.

Conocen en el camino hacia Casanare a un hombre llamado Pepe Morillo,

alias el Pipa, quien llega en nombre de la ley a apresarlos por falsificación de

monedas. Cova le dice que va de intendente a Villavicencio y él les pide una

firma para demostrar a su jefe que hizo la diligencia, los acompaña todo un día

y parte de la noche, porque antes del nuevo día se marcha robándose el

caballo de Cova.

De pronto, como una manifestación mágica, aparece don Rafo, al pie de una

fogata. Rafo, que significa faro o luz (Sklodowska, 1997), constituye una ayuda

sobrenatural, es un guía protector que no solo los llevará por los caminos del

Casanare, sino que también será su heraldo consejero. Había hecho parte del

mundo cotidiano de Cova, previo a la aventura. Supo en Villavicencio, donde

vivía, del peligro que corría el hijo de su antiguo compañero, el padre de Cova,

y fue a buscarlo con todo lo necesario para llevar a éste y a su compañera

hasta la hacienda de un cliente suyo en el Casanare, a donde regresaría por

ellos después de un viaje de negocios a Arauca ya que era comerciante.

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Don Rafo les indica y previene sobre quién es el Pipa: El más astuto de los

salteadores (Rivera, 1984, p. 17); les indica el lenguaje de la región y sus

secretos: Ya sabíamos qué era una «mata», un «caño», un «zural» y por fin

Alicia conoció los venados (Ibíd., p. 18); les anuncia posibles peligros:

Partiendo una rama, me incliné para barrer con ella las vegetaciones acuáticas,

pero don Rafo me detuvo, rápido como el grito de Alicia. Había emergido

bostezando para atraparme una serpiente «güío»… (Ibíd., 19).

Sin embargo después de escuchar los consejos de don Rafo sobre los

cuidados para Alicia (que estaba en cinta) y sus opiniones sobre las

posibilidades de un matrimonio y posible futuro próspero, que en últimas

buscaban convencer a Cova de un pronto regreso a Bogotá (negativa al

llamado), éste confiesa el motivo, que no es el amor, por el cual permanece

con Alicia: mi idiosincrasia caballeresca me empujará hasta el sacrificio, por

una dama que no es la mía, por una amor que no conozco (Ibíd., p. 21). En el

siguiente discurso Cova se reconoce a sí mismo como un ser hastiado de

placeres que ha visto desvanecer sus sueños. Esta figura del hastío y la

muerte de los ideales, fundada por Baudelaire y su Spleen de París, caracteriza

a los poetas simbolistas modernos, para quienes la única alternativa es el viaje:

…sont ceux-là seuls qui partent / Pour partir… (Baudelaire, 1991, p. 484); Fuir!

là-bas fuir!... (Mallarmé, 1995, p. 100). Cova lo hará vivencial, no bajo las

lámparas del cuarto que iluminan engañosos mapas. Hay en él entonces una

mezcla de hastío, libertad y sacrificio. Así continúan la aventura y llegan a la

hacienda La Maporita.

Luego de conocer a la niña Griselda, patrona de la hacienda o hato, a la mulata

Sebastiana y su hijo Correa, Cova enfrenta una prueba de valentía. Ya antes lo

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había hecho al defender a Alicia del General Gámez y Roca, que quería

aprovecharse de la situación de los fugitivos para abusar de ella. Cova

reaccionó con violencia y se deshizo de él; entonces don Rafo celebró su

arrojo, Cova era el hombre para Casanare (Rivera, 1984, p. 16). Esto da a

entender que el lugar a donde han llegado es un territorio salvaje, donde el más

fuerte triunfa sobre el más débil, Cova parece comprenderlo rápidamente, y por

ello en esta nueva ocasión, en la Maporita, sale en defensa de don Rafo, quien

ha sido amenazado por uno de los peones de Narciso Barrera, el enganchador

y traficante de indios y colonos, que ha enviado a sus hombres para que quiten

a don Rafo la mercancía que vende. Cova y el peón no llegan al enfrentamiento

físico, pero aquél sienta un precedente necesario para demostrar fortaleza de

voluntad, arrojo, valentía. Hay por lo tanto aquí una prueba física y psicológica.

Barrera desde entonces se constituye en el principal opositor o contrincante del

héroe Cova, algo así como un monstruo que inicialmente se pone la máscara

del progreso para cautivar a las gentes del llano en general y a las mujeres de

La Maporita en particular, con el ánimo de llevarlos a las caucherías de la

selva para venderlos como esclavos. Barrera cautiva a las mujeres con

baratijas y prendas de vestir que vende a crédito para generar deudas a su

favor; y a los hombres los cautiva con alcohol. También usaba unas fotografías,

novedad en esos lugares, de los edificios donde operaban las caucherías y

vivían los dueños y capataces de las mismas: lo ha trastornado todo, decía

Sebastiana de él (Ibíd, p. 32).

En ese momento Cova conoce a un personaje que será vital en la obra y que

con su nombre también revela su personalidad: Fidel Franco, el dueño de La

Maporita, marido de Griselda, un antioqueño que como Cova huye con su

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mujer hacia el Casanare, ya que un juez lo extorsiona por la muerte de un

capitán del ejército de quien se dice fue muerto por Franco mientras prestaba el

servicio militar en Arauca por defender a su mujer; la verdad era que ella

misma había sido la autora material del hecho una noche en que el capitán

había intentado forzarla. En toda la narración Fidel demuestra ser un hombre

leal y sincero, como su nombre lo dice, y de cierta manera es un espejo donde

Cova se mira y se cuestiona.

Cova tiene una pesadilla en la cual se le revela parte del futuro que vivirá en las

caucherías, es esta pesadilla intentaba matar a Barrera, seductor de Alicia,

pero no podía porque la escopeta se le transformaba en una serpiente. Al final

del sueño Cova picaba la corteza de una araucaria pensando que era un árbol

de caucho, pero realmente era Alicia transformada en una parásita. Ya al

recién salir hacia los llanos había pensado algo similar respecto a ella, de quien

decía que le estorbaba como un grillete (Ibíd., p. 8). Al día siguiente

experimenta una prueba cognoscitiva sobre la vida ruda de los llaneros cuando

el mulato Antonio Correa amansa un potro salvaje, faena que se la dedica a él.

Cova conoce personalmente a Barrera e inmediatamente descubre su ánimo

adulador e hipócrita, además siente celos por ser este un posible contrincante

en la disputa del amor, de Alicia primordialmente, pero también de Griselda, a

quien ha mirado con ojos de deseo. Efectivamente Griselda se constituye en la

mujer como tentación, ya Cova se ha identificado desde el inicio como un

hombre dado a las aventuras amorosas, como un dominador en cuestiones de

pasión; en estos momentos pasa por un desencanto respecto de Alicia y se

deja cautivar por el temperamento alegre y la coquetería de la patrona:

Confieso arrepentido, que aquella semana cometí un desaguisado. Di en

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enamorar a la niña Griselda, con éxito escandaloso. Sin embargo aquí supera

esta prueba física y psicológica pues antepone la lealtad con Franco a sus

instintos: ¿Yo, que venía de regreso de todas las voluptuosidades, iba a injuriar

el honor de una amigo, seduciendo a su esposa, que para mí no era más que

una hembra, y una hembra vulgar? (Ibíd., pp. 42-43).

Después de esto los celos de Cova con Barrera se exacerban por varias

razones: primero por la frialdad, desprecio e indiferencia que Alicia le

demuestra esos últimos días, lo cual alimenta en su mente la posibilidad de un

romance entre Barrera y ella; y también porque según Alicia, Griselda lo

considera inferior a su contrincante. Para desmentir ese rumor y reconquistar

las atenciones de Alicia, Cova se asocia con don Rafo y con Franco en un

negocio de compra y venta de ganado con el hacendado Zubieta. Las

promesas de éxito de sus socios lo llevan a concebir sueños de un futuro

próspero en Bogotá, casándose con Alicia y conformando una familia: -¡Haré lo

que ustedes quieran! – Y agregué estrechando a Alicia en mis brazos-: ¡Ese

dinero será para ti! (Ibíd, p. 44).

Estos sueños podrían constituir una prueba cognoscitiva y de madurez

psicológica, pero no lo son tanto, ya que dicha decisión está mediada por un

interés personal enmarcado en el orgullo y la competencia que entabla Cova

con su contrincante Barrera. Él mismo reconocerá más adelante esa

ambivalencia o ambigüedad que caracteriza su carácter a lo largo de casi toda

la obra: En el fondo de mi ánimo acontece lo que en las bahías: las mareas

suben y bajan con intermitencia. (Ibíd., p. 50). Mientras Franco, Rafo y Correa

parten por los llanos para llevar el ganado a la venta, Cova queda encargado

de La Maporita en medio de sus presentimientos aciagos. La partida de don

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Rafo prácticamente marca un punto de giro en la historia, ya que a partir de allí

se desencadenarán los acontecimientos que los llevarán hasta la selva y a su

trágico desenlace. Cova, resentido en su orgullo varonil se siente opacado y

menospreciado por los otros hombres que no han querido llevarlo a las faenas

del llano: ¿Imaginarían que era menos hombre que ellos? (Ibíd., p. 51).

Puede decirse que esta prueba física y psicológica, hacerse cargo de La

Maporita y las dos mujeres, no es superada por Cova, quien prefiere

entregarse al alcohol y a los celos que le produce la presencia de Barrera y que

cada vez van aumentando. Un día, ante la posible presencia del contrincante la

noche anterior por los alrededores de La Maporita y ante las intrigas que

Griselda desata sobre un perfume que el enganchador supuestamente ha

regalado a Alicia, Arturo Cova intenta llevársela por la fuerza hasta el escondite

de Barrera para asesinarlo en su presencia, pero Sebastiana y Griselda se lo

impiden y tratan de tranquilizarlo, él forcejea, se libera, golpea a Griselda y sale

borracho hacia el hato de Zubieta en busca de su enemigo.

En el hato se encuentra en un juego de dados con Barrera que termina en una

gresca donde Cova sale herido en un brazo, que el viejo Mauco,

experimentado yerbatero del lugar, le cura con tabaco. Luego con Clarita,

dueña o patrona de la casa, provocan la estampida de un ganado

perteneciente a Barrera como venganza porque éste hizo trampa en el juego,

hirió en medio de la oscuridad a Cova, también lo hacen para forzar a Zubieta a

cumplir la promesa de venta de ganado hecha a Franco.

El dueño de La Maporita llega a reclamar el negocio prometido y después de

las dudas de Zubieta concretan la venta del ganado. Franco sale con sus

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vaqueros a continuar su faena, don Rafo ha seguido su camino. Después

Correa llega al hato y sale a través de los llanos con Cova, lo pone al tanto de

Alicia, Griselda y Barrera, también le relata lo que según Helí Mesa, sucedió

entre Franco, Griselda y el Capitán. Después se toparán con un juez que busca

a Cova, culpado de un asesinato que no cometió, el de Zubieta. Más tarde se

encuentran con Franco y junto al resto de hombres Cova será testigo de un

episodio patético en el cual un vaquero de Barrera llamado Millán, es

destrozado por un toro, dicho episodio es para Cova presagio de la tragedia

que vivirán en la selva. Posterior a este episodio se topan con unos indios

guahibos a quienes los llaneros matan sin misericordia arguyendo que son

como animales, junto a estos va el Pipa, quien se disculpa y explica los motivos

por los cuales robó el caballo a Cova.

Cova, Franco, Correa y el Pipa salen hacia el hato de Zubieta, donde se dan

cuenta de la muerte de éste y de la inculpación de dicho homicidio a Cova; se

percatan de la ausencia de Alicia y Griselda, quienes habían quedado de

encontrarse con ellos en dicho hato. Luego salen hacia La Maporita donde al

llegar corroboran la ausencia de las mujeres. Es entonces cuando Franco

decide quemar la casa y salir junto a los otros hacia la selva en busca las

mujeres. Con ellos llevan a Dólar y Martel, los dos perros que constituyen una

ayuda sobrenatural y unos constantes aliados en el camino de pruebas por la

selva.

Hasta aquí Cova ha pasado por una serie de experiencias y pruebas que lo han

ido transformando, pero su carácter apasionado, su temperamento impulsivo y

su espíritu ambiguo siguen casi intactos. Todo este periplo por el Casanare es

una especie de preámbulo o preparatoria para lo que será la difícil experiencia

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en la selva. El fuego que consume la casa donde el héroe abrigó sus sueños

de riqueza y paternidad simboliza la transformación o peripecia que toma el

destino en este momento, a partir del cual la aventura se recrudece y cobra su

mayor trascendencia; y a partir del cual Cova se transformará, agregando a

sus móviles vengativos contra Barrera y la propia Alicia, una intención justiciera

que busca redimir a los esclavos de las caucherías.

El inicio de la segunda parte con el aciago recuerdo e invocación a la selva

denota el viaje al interior del vientre de la ballena, aunque el camino de pruebas

ya se ha iniciado como una preparación para las pruebas más difíciles que se

dan a partir de este momento, en el cual comienza la iniciación. Al comienzo de

esta parte Cova acaricia nuevamente el regreso, con lo cual se concretaría una

negativa al llamado: Pensé entonces que don Rafo vendría de regreso a la

Maporita, y con él podríamos volver a Bogotá. (Ibíd., p. 105). Pero impulsado

por un sentimiento pesimista que lo hermana en la desventura con Franco,

decide irse con sus compañeros hacia el Vichada. Al despedirse de los

caballos que los acompañaron en los llanos, pierden esa valiosa ayuda

sobrenatural, Cova se siente sólo y añora la libertad que volverán a gozar los

caballos en las pampas.

En este momento, el Pipa, que viaja con ellos, se constituye en otra ayuda

sobrenatural, ya que es él quien los guía inicialmente. Este personaje es un

heraldo ambiguo, que se mueve entre dos mundos, el civilizado y el salvaje, es

benévolo y peligroso, ya que puede fugarse o robarles sus pertenecías en

cualquier descuido. Pipa les cuenta su historia personal y se ofrece como guía:

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- Yo –decía-, seré su lucero en estos confines, si ponen a mi cuidado la

expedición: conozco trochas, vaguadas, caminos, y en algunos caños tengo

amistades. Buscaremos a los caucheros por donde quiera, hasta el fin del

mundo… (Ibíd., p. 109).

EL móvil que a partir de este momento impulsa a Cova es la venganza. Cuando

se compara con la serpiente que muda escama (Ibíd., p. 110) corrobra ese

paso del amor al odio que siente por Alicia: ¿Cuál era la razón de sufrir por

ella?... Se iniciaba en mi voluntad una reacción casi dolorosa, en que

colaboraron el rencor y el escepticismo… No obstante, alguna ráfaga del

pasado volvía a refrescar mi ardido pecho, nostálgico de ilusiones, de ternura y

serenidad. (Ibíd., pp. 110-111).

Después Cova aprenderá algunas cosas sobre el modo de vivir y costumbres

de los indígenas guahibos a donde los llevo el Pipa y quienes a su vez son una

ayuda sobrenatural por cuanto los acogen y les brindan alimento. También aquí

Cova pasa por una prueba psicológica y cognoscitiva de prudencia, puesto que

su ignorancia respecto a los indígenas lo hace preguntar cosas que no debe

sobre las mujeres y de lo cual lo previene el Pipa.

Para continuar con el viaje, Cova y sus amigos necesitan de provisiones: sal,

anzuelos, «guarales», tabacos, pólvora, fósforos, herramientas y mosquiteros.

(Ibíd., p. 112-113). Ante ello el Pipa les propone un viaje a una ciénaga donde

anida un garcero, del cual recogerán las hermosas plumas para venderlas y

cambiarlas por los bastimentos. En este viaje Cova y sus compañeros viven

una prueba de resistencia física y supervivencia por cuanto el garcero además

de la belleza de los plumajes y del paisaje está plagado de peligros como los

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caimanes, los caribes y las anguilas. La belleza y sacralidad del paisaje evoca

en el héroe su espíritu en otros tiempos, un tiempo inmaculado; además trae

sentimientos mezclados de tristeza y romanticismo, que ocultaban tras el velo

de la ilusión a Alicia, entonces como lo hicieran las bestias con los polluelos,

Cova mismo procura manchar con realismo crudo el pensamiento donde la

intrusa resurgía. (Ibíd., 115). Finalmente esta prueba logran superarla y

obtienen la valiosa ayuda sobrenatural.

De regreso a la aldea continúan las pruebas cognoscitivas sobre dichas tribus.

Se realiza un festejo donde tiene lugar una toma de yagé y una orgía, de las

cuales Cova no participa. El caso del yagé puede identificarse como una ayuda

sobrenatural, por cuanto el trance que produce dicha planta le permitirá al Pipa

saber dónde está Barrera y las mujeres; además constatará un conocimiento

previo que sobre dicho brebaje ya tiene Cova. En el caso de la orgía puede

argüirse que el héroe supera una prueba física y psicológica por cuanto se

resiste a la tentación de algunas jóvenes que lo visitan en su chinchorro

insinuándosele: Cerrando los ojos, rechacé la provocación amorosa, con

profundo deseo de libertarme de la lascivia y pedirle a la castidad su refugio

tranquilo y vigorizante. (Ibíd., p. 120).

La ayuda sobrenatural de las plumas del garcero no se concreta por cuanto los

indios que envían para hacer el negocio en Orocué son estafados con baratijas.

Así es que con algunos alimentos salen en la canoa hacia el Vichada Cova,

Franco, Correa, el Pipa y dos indios guahibos. En esta travesía deben soportar

duras pruebas físicas: … con el agua a la cintura seguíamos el derrotero de los

baquianos, bañada en sudor la frente y húmedas las maletas que portábamos a

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la espalda, famélicos, macilentos, pernoctando en altiplanos de breña

inhóspita, sin hoguera, sin lecho, sin protección. (Ibíd., 122).

Posteriormente ante la soledad y la desilusión Cova padece una prueba

psicológica. Las duras condiciones físicas, la fiebre inoculada por los zancudos,

los recuerdos dolorosos de Alicia y de Barrera lo hacen acariciar la posibilidad

del suicidio, pero como una ayuda sobrenatural llega también el recuerdo de la

trágica muerte de Millán y Cova desiste acobardado.

Sin embargo este impulso trágico no lo abandona aún. Entonces piensa en

liberar a sus compañeros del tortuoso camino y el final inevitable dándoles

muerte por su propia mano. Pero otra vez recibe una ayuda sobrenatural:

cuando parece decidido a hacerlo en medio de la oscuridad palpa a Franco,

quien percibe su toque, se percata de su fiebre de cuarenta grados y con

ternura paternal lo disuade.

Ya casi perdidos se percatan en la oscuridad de la presencia de una canoa que

costea el río, el Pipa va de espía y trae información. Ellos sigilosamente se

acercan y cogen por sorpresa a los tres tripulantes. El jefe es nada menos que

Helí Mesa, amigo de Franco en los tiempos del ejército en Arauca, quien en

ese momento huye de los hombres de Barrera. Helí también es una ayuda

sobrenatural pues les provee alimento, otra embarcación y esperanzas de

consumar la venganza, ya que les da el testimonio de que las mujeres iban con

Barrera hacia Yaguanarí, en el Rio Negro. Algo importante por señalar es que a

partir de aquí los móviles vengativos se van matizando con la búsqueda de

justicia para los oprimidos; la fuga de Mesa ha sido por vengar el asesinato de

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un niño indígena de brazos a quien uno de los hombres de Barrera arrojo a los

caimanes, Helí lo mató y huyó por el río.

Cova al saber que Alicia está con Barrera comienza a tener pensamientos

perturbadores sobre ella, la ve como amante del enganchador y prostituida,

satisfecha de ser hermosa, de ser deseada, de ser impura. (Ibíd., 129).

Engrandecida la expedición llegan a la ranchería de Ucuné donde de manos

del cacique reciben otra ayuda sobrenatural ya que este les brinda alimentación

y discute con el Pipa el derrotero que deben seguir. Al seguir por el río y sus

vegas continúan superando las duras pruebas físicas: martirizadora

incomodidad (Ibíd., 130), falta de sal que merma el aliento, los zancudos, los

vampiros y la amenaza de los tigres.

La leyenda de la indiecita Mapiripana depara otra prueba cognoscitiva, ya que

aquí descubre el valor del silencio para que los espíritus de la selva no se

disgusten y los extravíen, como también lo previenen del peligro de la lujuria.

Además queda una frase, especie de moraleja, flotando en el ambiente:

¿Quién puede liberar al hombre de sus propios remordimientos? (Ibíd., 133).

Esta frase vendría a calar en Cova quien en sus reflexiones constantemente

recuerda su pasado, lo que no pudo ser y la fatalidad que lo persigue. Sólo por

sí mismo, a través del aprendizaje en el camino de pruebas podrá llegar a

liberarse de ellos, sin ser definitivo, pues hasta último momento un deseo de

venganza impulsa sus actos.

La salud mental de Cova empieza a resentirse producto de la fiebre, empieza a

padecer perturbadoras alucinaciones y siente temor a la locura: «Franco, dime,

por Dios, si me has oído algún disparate.» (Ibíd., 134). La crisis le da una

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pequeña tregua, pero luego viene una terrible pesadilla en la cual se cree

cataléptico. Estos dos temores, a la locura y a la muerte, típicos de una aguda

psicosis paranoica, advienen como preámbulos a la transformación que sufrirá

su ego. La pesadilla de la catalepsia era producto, según Franco, de una mala

posición al dormir.

En los torrentosos rápidos están a punto de perder la canoa y envían a dos

indios maipurenos que venían con Helí Mesa para rescatarla, pero un remolino

los traga; Franco y los otros intentan rescatarlos pero Cova trata de disuadirlos,

ante lo cual Franco lo increpa, discuten y el antioqueño termina llamándolo un

desequilibrado tan impulsivo como teatral. (Ibíd., 140). Esta admonición calará

en Cova, que hace acusaciones a Franco, quien se defiende y dice la verdad

de lo ocurrido en Arauca. Después por intermedio de Helí Mesa se reconcilian.

El Pipa y los guahibos se fugan.

La huida del Pipa en esta parte de la historia no es casual, sucede justo antes

de la aparición del nuevo guía de la expedición, el viejo Clemente Silva. Ante el

peligro que conlleva continuar sin el guía, Cova exhorta a sus compañeros a

que cada uno escoja su camino y lo dejen solo en su empresa. Esta

exhortación ocurre como resultado de todo su proceso cognoscitivo anterior, lo

cual lo ha llevado a mirarse a sí mismo y a tratar de renunciar a su propio ego.

Sin embargo los compañeros no lo desamparan. Es entonces cuando en las

riveras del Inírida encuentran al viejo Silva, quien en ese momento trabaja

como vigía de las barracas de Guaracú para el Cayeno.

En este momento Cova narrador de su propia odisea calla para escuchar junto

a sus compañeros al viejo Silva, quien relata la larga historia de sus

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desgracias, dentro de las cuales caben las desgracias de todos los caucheros

esclavizados. El relato parece operar en Cova el punto culminante de su

transformación, ha obrado una adquisición cognoscitiva trascendental: los

abusos y crímenes con los indígenas y enganchados, el silencio y la

inoperancia del Estado, el peligro de los sanguinarios patrones y capataces, el

embrujo enloquecedor de la selva, todo esto en vez de infundir temor al héroe,

sublima sus móviles vengativos y concibe la empresa de hacer justicia a los

oprimidos como se lo dice al inicio de la Tercera Parte al anciano: sus

atribulaciones no han ganado para su causa. Su redención encabeza el

programa de nuestra vida. (Ibíd., 189).

A partir de aquí Cova empieza a elucubrar un plan para llegar hasta Yaguanarí

donde estaría Barrera, Alicia y Griselda. En este plan el usaría una máscara, la

de un comerciante de goma que había perdido sus mercancías y que arribaba

a Guaracú para solicitar ayuda. Sobrevienen sus dudas ante la frase de Franco

cuando lo acusó de desequilibrado, impulsivo y teatral, pero él mismo busca

convencerse de su lucidez por medio de lo que perciben sus sentidos y de la

lógica de sus planes.

A pesar de lo iluso que podría resultar creer en la gestión de la autoridad, ya

que dentro del plan está enviar a Silva a Manaos con una carta para el cónsul

de Colombia donde se denuncian los abusos y se solicita su presencia, en

general el plan contra el Cayeno demuestra una gran adquisición de

conocimiento de Cova a lo largo de su aventura. Recuerda este pasaje el mito

de Prometeo, particularmente en Esquilo. El titán es el único que sabe cómo

ganar la guerra entre titanes y olímpicos, se los dice a sus hermanos, los

titanes, pero estos acostumbrados a usar más la fuerza que la astucia

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descreen de él y desprecian sus consejos. Entonces los olímpicos acuden al

titán, quien revela que es con engaño y no con la fuerza como se obtendrá la

victoria. Así actúa Cova, aunque al final tenga que usar la fuerza pues es

delatado por el Petardo Lesmes ante el Cayeno cuando el plan artificioso

parecía consumarse.

Pero aunque tenga mucha lógica, en el fondo siguen para Cova los móviles

vengativos, es decir, en el fondo de ese lúcido pensamiento sigue un móvil de

tipo titánico, es decir apasionado, emocional, la fuerza de los instintos. En

medio está el deseo de hacer justicia, y más en la superficie el de dejar

grabado su nombre en los caucheros y en sus amigos: El implacable Cova nos

vengó a todos y se internó por este desierto.

Inmediatamente después experimenta otra prueba física y psicológica al

padecer el embrujamiento de la selva. La emoción que domina en ese

momento a Cova es el miedo; el paisaje se le transforma como si ese complejo

disímil, esa vastedad compleja de la vida de la selva fuera un reflejo del mundo

interior lleno de temores, de seres como Alicia, que perdían el encanto edénico

para transformarse en monstruos infernales. Este pasaje evoca el Infierno de

Dante, con sus castigos terribles, sus oscuros recintos y monstruos

abominables.

Aquí habrá para el héroe una prueba cognoscitiva que le dejará la certeza de

una realidad cruda, cómo unos viven del dolor de otros, cómo la muerte no

descansa, casi imperceptible, en silencio, va carcomiendo la entraña de la vida,

cumpliéndose la mitad del ciclo que engendra la tierra, de vida renovada,

nacimiento y muerte: al pie del coloso que se derrumba, el germen que brota.

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(Ibíd., p. 195). También se hace consciente del conflicto que libra la civilización

en contra de la naturaleza; aquella es representada por el cauchero que

destruye, explota, viola y sojuzga a ésta, que es la selva.

Esta adquisición cognoscitiva que gana Cova le debe más al desequilibrio, al

inconsciente oscuro que trae su pesadilla, a los temores profundos, resortes de

creación más cercanos a las vanguardias de comienzos del siglo XX que a las

formas definidas y perfectas del modernismo y el romanticismo. Cova así lo

entiende: ¡Nada de ruiseñores enamorados, nada de jardín versallesco, nada

de panoramas sentimentales! (Ibíd., 195). En este orden de ideas, se

encuentran inmediatamente después algunas sinestesias que muestran cómo

el lenguaje de la naturaleza llega hasta el alma del hombre para enseñarle los

peligros que corre: el ojo siente, la espalda ve, la nariz explora, las piernas

calculan y la sangre clama: ¡Huyamos, huyamos! (Ibíd., 196). Además de ello

presagian los sufrimientos que Cova y sus compañeros padecerán después.

Otro motivo mítico tradicional de occidente acontece en Cova. El héroe pasa

del deseo de libertad al de hacer justicia, incluso en sus planes concibe perder

dicha libertad por algún tiempo para luego recuperarla. Esta especie de

renunciamiento al ego se hace con el fin de obtener más adelante la victoria,

algo similar a lo que le ocurre a Aquiles, cuando ante las palabras de Atenea

que lo exhorta a guardar la espada, reprime su ira para después ganar mayor

gloria. Ya Cova es consciente de que no hay cárcel peor que la selva misma.

También comprende que la mansedumbre engendra a la tiranía.

En las barracas de Guaracú se hace pasar por comerciante de caucho y con un

lenguaje adulador convence al capataz, el Váquiro. En este lugar Cova

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encontrará tres personas que serán determinantes en el desenlace de la

aventura: primero Esteban Ramírez, con quien se conoce desde Bogotá, y en

quien haya un temperamento totalmente contrario al suyo, pero también una

persona digna de confianza. Este se constituye también en una ayuda

sobrenatural pues le aporta información importante, sobre todo el relato de la

masacre de San Fernando de Atabapo, lo concerniente al Cayeno y a Zorayda

Ayram. Ramírez también le ayuda a tomar decisiones más racionales y menos

emotivas, y finalmente lo sangra cuando se le ha paralizado el lado derecho

producto del beriberi.

La segunda persona es la turca Ayram, quien engañada por Cova y movida por

sus intereses personales, se alía con el supuesto comerciante, ella se

constituye en la mujer tentadora, pero al contrario de la niña Griselda, con ella

la tentación se consuma. Zorayda es esa mujer fatal que como una sirena le

quita las fuerzas físicas y espirituales, contraria a Alicia que encarna a la virgen

pura; esta relación estará marcada por un sentimiento ambiguo de rechazo y

deseo a la vez.

Y el tercer personaje es Petardo Lesmes, alias el Argentino, quien se erige

como contrincante de Cova.

En esta parte tenemos una triple prueba cognoscitiva, de gran ingenio, ya que

Cova convence por medio del discurso a la turca Ayram y al Váquiro, además

enfrenta a Petardo Lesmes, a quien reconoce desde tiempo atrás y enfrenta

refiriéndole sus pasados delitos. Al superar esta prueba logra que Clemente

Silva y el mulato Correa partan rumbo a Manaos con una carta para el cónsul.

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Luego también tendrá una prueba de valentía al defender a unas mujeres de

los abusos de los caucheros.

La escritura del relato se inicia en ese lugar, precisamente en la oficia del

Cayeno. Esta será una de las últimas pruebas cognoscitivas de Cova. La

escritura del relato estará mediada por Esteban Ramírez porque es él quien se

lo sugiere.

En estos momentos sucede para él una revelación importante, luego de tener

una ligera discusión con Zorayda y buscar reconciliarse, descubre que esta

lleva los zarcillos de Griselda, se lo comunica a Franco y en ambos se

enciende nuevamente el deseo de venganza. Una de las mujeres protegidas

por Cova les muestra un embarcadero secreto por donde la turca se roba el

caucho del Cayeno que embarcan en un batelón donde una noche ven a

Griselda, descubrimiento para el cual los perros brindan su ayuda ya que la

olfatean.

Cova en otra prueba de ingenio, recibe una ayuda sobrenatural. Finge ante la

turca tener negocios con Barrera, quien puede dar garantía de su honradez;

esto lo hace con el propósito de obtener información sobre su paradero. De

esta manera logra que Ayram le revele ciertos detalles, haciendo uso de lo que

él y sus compañeros han descubierto. Luego logra concertar un encuentro con

Griselda con quien finiquita los planes para fugarse y para matar a Barrera. Ella

le cuenta detalles de lo sucedido en La Maporita durante su ausencia y de lo

ocurrido en Arauca con el capitán.

Los planes de fuga se resienten por la enfermedad de Cova y por la inquietud

del Váquiro, quien descubre la falta del caucho del Cayeno. Finalmente el

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Cayeno llega, traído por Petardo Lesmes con unos indios amarrados entre

quienes viene el Pipa, éste identifica a Cova como espía de San Fernando y un

indio corpulento le amputa los brazos por mentir, lo cual también es una ayuda

sobrenatural para Cova y sus amigos, pues este podría haber delatado sus

planes de venganza.

El Cayeno maltrata al Váquiro y a Zorayda al ver que falta su mercancía, la

turca responsabiliza a Cova y el cauchero energúmeno lo golpea. Luego lo

lleva hasta la embarcación donde supuestamente tendrían escondido el caucho

y donde espera Griselda. Franco y Mesa se hayan allí escondidos. El Cayeno

es muerto por Franco, Mesa y los perros al quedar solo. Entonces viene aquí

una nueva huida mágica por el rio: Griselda, Franco, Cova, Mesa y los perros.

Luego llegan a Yaguaraní donde Cova sorprende a Barrera desnudo y

empiezan a luchar

Consumada la venganza, acontece el encuentro con la diosa, ya que ha sido

recuperada Alicia, a quien Cova levanta como un trofeo para mostrarle a su

enemigo muerto. El hijo de Cova y Alicia nace sietemesino, es decir, después

de un proceso truncado, junto con él inician la huida que no tiene resolución en

el relato, pues al parecer terminan perdidos en la selva.

De esta manera termina la aventura del héroe Arturo Cova y sus compañeros

de desgracia. No hay un final apoteósico ni un rescate del mundo exterior por

cuanto el regreso no tiene resolución y a ciencia cierta no se sabe qué sucede

con ellos. Sin embargo la estructura del mono mito y sobre todo el periplo del

héroe pueden corroborarse en el relato.

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BIBLIOGRAFÍA

Baudelaire, C. (1991). Las flores del mal. Madrid. Editorial Cátedra.

Campbell, Joseph, (1972). El héroe de las mil caras. México. Fondo de Cultura

Económica.

Mallarmé, S. (1995). Poesía Completa. Barcelona. Editorial Río Nuevo.

Rivera, J. E (1984). La Vorágine. Bogotá. Editorial Oveja Negra.

Sklodowsha, E. (1997). Todo ojos, todo oídos: control e insubordinación en la

novela hispanoamericana (1895-1935). Atlanta. Ed. Rodopi.

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