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Institución Educativa Sergio Camargo. Miraflores 2020.

Grado noveno
Asignatura: Lengua Castellana. Tema: Interpretación y comprensión lectora
DBA: Analiza el lenguaje literario como una manifestación artística que permite crear
Ficciones y expresar pensamientos o emociones.
Actividad número 2. Ejercicio de comprensión lectora.
Modo de envío. Correo electrónico: maresperanza.2000@gmail.com
Indicaciones. Lee cuidadosamente la información relacionada con la obra La Vorágine y los
fragmentos que encuentras a continuación y desarrolla el ejercicio.

‘La Vorágine’ de José Eustasio Rivera

La vorágine es una novela escrita por el autor colombiano José Eustasio Rivera. Fue publicada en 1924, y
es considerada la obra maestra de Rivera y un clásico de la literatura colombiana y latinoamericana. La
novela es una obra de denuncia social sobre la violencia y la situación de explotación que se vivió en la
selva amazónica como consecuencia de la fiebre del caucho entre finales del siglo XIX e inicios del siglo
XX. La novela está escrita en un estilo que revela influencias tanto del romanticismo como del
modernismo, como lo muestra la siguiente frase con que inicia el libro: Antes que me hubiera apasionado
por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia.

Resumen de la novela. La vorágine contiene un prólogo, un epílogo y está dividida en tres partes. La


mayor parte de la novela es narrada por el personaje principal, Arturo Cova, un poeta que decide huir con
su amante Alicia hacia Casanare.

Algunos de los temas que sobresalen son:

La naturaleza de los llanos colombo-venezolanos y la selva amazónica, y su influencia en el carácter de


sus personajes.

La denuncia social de la violencia y explotación de los caucheros a muchas personas, en su mayoría


colombianas, representativas de todas las etnias, géneros y regiones (indios, mujeres, blancos, negros,
niños, mestizos, mulatos).

Los romances malogrados.

Resumen completo de la novela.

Prólogo: (Escrito colocado al comienzo de una obra en el que se hacen comentarios sobre la obra o su
autor, o se introduce en su lectura; a menudo está realizado por una persona distinta del autor).

Fue escrito por José Eustasio Rivera y está dirigido al ministro de Colombia. El autor hace referencia a las
situaciones de los caucheros colombianos, y a los manuscritos de Arturo Cova, "criticando" su estilo lleno
de regionalismos.

Primera parte.
Arturo Cova nos cuenta su historia y la de Alicia. Alicia estaba condenada a casarse con un terrateniente
viejo pero rico. Ella decide tener un amorío con Arturo Cova, un poeta culto, mujeriego y pobre,
esperando que esto logre salvarla del matrimonio. Pero el prometido de Alicia condena a la cárcel a
Arturo, y la pareja de amantes decide huir al Casanare. Allí encuentran a los amigos que los acogen y
ayudan: don Rafo, y la pareja de Griselda y Fidel Franco.

Franco, quien tiene una fundación, la empeña con la promesa de que Zubieta, el dueño de un gran hato
con mucho ganado, le venda 1000 reses en rebaja, pero a cambio debe cogerlas. Esto resulta ser una
mentira de Zubieta con el objeto de quitarse de encima a Barrera, un cauchero que prometía oro y riquezas
buscando convencer a todos de que lo siguieran en la explotación del caucho. Entre estas personas se
encuentra Griselda, a quien Barrera buscaba convencer con dulces promesas y regalos.

Griselda y Alicia, quienes solían salir solas, muchas veces encontraban a Barrera. Arturo explota en celos
ante la posibilidad de que Alicia le sea infiel con Barrera, se emborracha y decide huir al hato de Zubieta.
Allí se enfrenta con Barrera, quien le pega un tiro en el hombro. Arturo sale junto con el mulato Correa
tras de Franco a coger los toros, pero a su regreso descubre que Barrera ha mandado asesinar a Zubieta.
Barrera trae a un juez corrupto, y obliga a los demás obreros a ser testigos de que el crimen fue cometido
por Arturo y Franco. Ambos descubren que Griselda y Alicia los han abandonado. Estallan en cólera,
locura y euforia, incendian los llanos y huyen:

Fragmento: La devoradora falange iba dejando fogatas en los llanos ennegrecidos, sobre cuerpos de
animales achicharrados, y en toda la curva del horizonte los troncos de las palmeras ardían como cirios
enormes. El traquido de los arbustos, el ululante coro de las sierpes y de las fieras, el tropel de los
ganados pavóricos, el amargo olor a carnes quemadas, agasajáronme la soberbia; y sentí deleite por todo
lo que moría a la zaga de mi ilusión (...).

Segunda parte

Arturo Cova, Franco, Correa y el Pipa huyen al Vichada. Allí encuentran diferentes tribus indígenas. Están
los aborígenes del bohío, descritos como dóciles, astutos y desconfiados, quienes los aprovisionan para el
viaje. Luego encuentran a la tribu nómada de los guahibos. Son descritos como una tribu ingenua,
supersticiosa y rudimentaria. Arturo y sus camaradas son bienvenidos por la tribu, la cual los despide con
una gran fiesta al ritmo de tambores, bailes y chicha fermentada.

Al reanudar el viaje, casualmente encuentran a Helí Mesa, quien había estado bajo el mando de Fidel
Franco cuando todavía era parte del ejército. Helí contó cómo fue engañado por Barrera y cómo este
había traicionado a todos los hombres y mujeres que lo seguían. Les había hecho entregar todas sus
posesiones y los dejó como esclavos bajo el dominio de dos de sus camaradas. Los encadenaron y
lanzaron un bebé a los caimanes. En medio de estos abusos, Helí aprovecha para escaparse junto con dos
indios maipireños. Los fugitivos deciden continuar hacia el Vaupés, buscando vengarse de Barrera. Los
maipireños perecen en una de las fuertes cascadas del río. El Pipa se fuga con los indios guahibos.

En el Guaviare encuentran al anciano cauchero Clemente Silva. El anciano, que se encuentra muy
enfermo, tiene sus piernas llenas de llagas, y, entre las llagas, gusanos. Ha sufrido todo tipo de maltratos
durante 16 años. Su espalda está cubierta de las cicatrices de los latigazos. El anciano cuenta que es
originario de Pasto, y salió en búsqueda de su hijo de 12 años, quien había huido con los caucheros. Luego
de haberlo estado buscando por ocho años, durante los cuales él mismo fue cauchero y esclavo, lo
encuentra ya enterrado.
Tercera parte

Cova y sus compañeros continúan su camino junto con Clemente Silva. Se proponen recoger los huesos
del hijo de Silva, los cuales fueron decomisados por el Cayeno, para luego continuar con su venganza.
Clemente Silva continúa narrando cómo cambió de dueño de cauchero en cauchero. Silva buscó quedarse
cerca a la tumba de su hijo, en las selvas brasileras, hasta que pudiera exhumar sus huesos. En este tiempo
duró perdido dos meses en la selva, durante los cuales perdió la razón y sus compañeros perecieron.

Cova y sus compañeros llegan a ver a la madona, Zoraida Ayram, la cual pide que "traicionen" a Cayeno
en nombre de una deuda que este tiene con ella. Allí encuentran a Ramiro Estébanez, un antiguo amigo de
Cova, y al Váquiro, quienes presenciaron la masacre de San Fernando del Atabapo, bajo el dominio del
coronel Funes. Cova, para ganar el favor y la confianza de la madona, se hace su amante. Cova y sus
compañeros encuentran a Griselda, quien fue adquirida por la madona, y trae noticias de Alicia. Asegura
que Alicia siempre fue fiel a Arturo, y aún sigue como esclava de Barrera. Arturo finalmente logra
reencontrarse con Alicia, y luchando vence a Barrera. Alicia da a luz a un sietemesino, hijo de Arturo, y
temiendo que el recién nacido se contagie de alguna peste, todos huyen a la selva.

Epílogo: (parte final de un discurso o de una obra literaria en la que se ofrece un resumen general de su
contenido). Es el fragmento de una carta que el cónsul de Manaos dirige al ministro de Colombia y que da
cuenta de la suerte de Cova y sus compañeros con esta frase: Ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!

Contexto histórico de la novela

Ruta de la fiebre del caucho. El autor pertenece a la generación del centenario, la cual tenía cómo
preocupación reflexionar sobre el establecimiento político, cultural y limítrofe de Colombia como nación.
En el clima del momento estaban en boga los problemas fronterizos. Muchos territorios fueron cedidos a
los países vecinos a principios del siglo XX.

Las fronteras y los territorios en los que predominaba la selva, en los que era difícil penetrar, fueron
abandonados por el gobierno. Estos incluían todos los departamentos parte de la región de Amazonas:
Caquetá, Guainía, Guaviare, Putumayo, Vaupés, Meta, Vichada y Amazonas. El abandono permitía que
prosperara la corrupción, las guerrillas y la explotación por parte de nacionales y extranjeros.

Historia de la escritura de La Vorágine

La vorágine fue escrita en dos años durante los viajes que Rivera realizó con la Comisión Limítrofe
Colombo-Venezolana, en 1922, cuya función era trazar los límites en la selva entre los dos países. Las
condiciones de la comisión eran tan precarias que no contaban con mapas ni con los instrumentos
elementales para el trabajo. Por esto Rivera renunció y continuó solo. La comisión comenzó su ruta por el
río Magdalena, luego entraron por el Orinoco. Rivera continuó su viaje solo hasta que contrajo paludismo
en un caserío en Orocué, donde escribió gran parte de su novela. Allí encontró a un antiguo compañero de
comisión y decidió reintegrarse. Continuó su viaje hacia Manaos y luego de vuelta, documentando
durante su viaje la explotación de los caucheros en las selvas de Venezuela, Colombia y Brasil.

«...los que un tiempo creyeron que mi inteligencia irradiaría extraordinariamente, cual una aureola de mi
juventud; los que se olvidaron de mí apenas mi planta descendió al infortunio; los que al recordarme
alguna vez piensen en mi fracaso y se pregunten por qué no fui lo que pude haber sido, sepan que el
destino implacable me desarraigó de la prosperidad incipiente y me lanzó a las pampas, para que
ambulara, vagabundo, como los vientos, y me extinguiera como ellos, sin dejar más que ruido y
desolación».

(Fragmento de la carta de Arturo Cova)

Primera parte

Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia.
Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las
miradas cobardes. Más que el enamorado fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica.
Con todo, ambicionaba el don divino del amor ideal, que me encendiera espiritualmente, para que mi alma
destellara en mi cuerpo como la llama sobre el leño que la alimenta.

Cuando los ojos de Alicia me trajeron la desventura, había renunciado ya a la esperanza de sentir un afecto
puro. En vano mis brazos —tediosos de libertad— se tendieron ante muchas mujeres implorando para
ellos una cadena. Nadie adivinaba mi ensueño. Seguía el silencio en mi corazón.

Alicia fue un amorío fácil: se me entregó sin vacilaciones, esperanzada en el amor que buscaba en mí. Ni
siquiera pensó casarse conmigo en aquellos días en que sus parientes fraguaron la conspiración de su
matrimonio, patrocinados por el cura y resueltos a someterme por la fuerza. Ella me denunció los planes
arteros. Yo moriré sola, decía: mi desgracia se opone a tu porvenir.

Luego, cuando la arrojaron del seno de su familia y el juez le declaró a mi abogado que me hundiría en la
cárcel, le dije una noche, en su escondite, resueltamente: « ¿cómo podría desampararte? ¡Huyamos! Toma
mi suerte, pero dame el amor».

¡Y huimos!

***

Aquella noche, la primera de Casanare, tuve por confidente al insomnio.

Al través de la gasa del mosquitero, en los cielos ilímites, veía parpadear las estrellas. Los follajes de las
palmeras que nos daban abrigo enmudecían sobre nosotros. Un silencio infinito flotaba en el ámbito,
azulando la transparencia del aire. Al lado de mi «chinchorro», en su angosto catrecillo de viaje, Alicia
dormía con agitada respiración.

Mi ánima atribulada tuvo entonces reflexiones agobiadoras: ¿qué has hecho de tu propio destino? ¿qué de
esta jovencita que inmolas a tus pasiones? ¿y tus sueños de gloria, y tus ansias de triunfos y tus primicias
de celebridad? ¡insensato! El lazo que a las mujeres te une, lo anuda el hastío. Por orgullo pueril te
engañaste a sabiendas, atribuyéndole a esta criatura lo que en ninguna otra descubriste jamás, y ya sabías
que el ideal no se busca; lo lleva uno consigo mismo. Saciado el antojo, ¿qué mérito tiene el cuerpo que a
tan caro precio adquiriste? Porque el alma de Alicia no te ha pertenecido nunca, y aunque ahora recibas el
calor de su sangre y sientas su respiro cerca de tu hombro, te hallas, espiritualmente, tan lejos de ella como
de la constelación taciturna que ya se inclina sobre el horizonte.
En aquel momento me sentí pusilánime. No era que mi energía desmayara ante la responsabilidad de mis
actos, sino que empezaba a invadirme el fastidio de la manceba. Poco empeño hubiera sido el poseerla,
aun a trueque de las mayores locuras; pero ¿después de las locuras y de la posesión?...

Casanare no me aterraba con sus espeluznantes leyendas. El instinto de la aventura me impelía a


desafiarlas, seguro de que saldría ileso de las pampas libérrimas y de que alguna vez, en desconocidas
ciudades, sentiría la nostalgia de los pasados peligros. Pero Alicia me estorbaba como un grillete. ¡si al
menos fuera más arriscada, menos bisoña, más ágil! La pobre salió de Bogotá en circunstancias aflictivas;
no sabía montar a caballo, el rayo del sol la congestionaba, y cuando a trechos prefería caminar a pie, yo
debía imitarla pacientemente, cabestreando las cabalgaduras.

Nunca di pruebas de mansedumbre semejante. Yendo fugitivos, avanzábamos lentamente, incapaces de


torcer la vía para esquivar el encuentro con los transeúntes, campesinos en su mayor parte, que se detenían
a nuestro paso interrogándome conmovidos: patrón, ¿por qué va llorando la niña?

Era preciso pasar la noche por Cáqueza, en previsión de que nos detuvieran las autoridades. Varias veces
intenté romper el alambre del telégrafo, enlazándolo con la soga de mi caballo; pero desistí de tal empresa
por el deseo íntimo de que alguien me capturara y, librándome de alicia, me devolviera esa libertad del
espíritu que nunca se pierde en la reclusión. Por las afueras del pueblo pasamos a prima noche, y
desviando luego hacia la vega del río, entre cañaverales ruidosos que nuestros jamelgos descogollaban al
pasar, nos guarecimos en una «enramada» donde funcionaba un trapiche. Desde lejos lo sentimos gemir, y
por el resplandor de la hornilla, donde se cocía la miel, cruzaban interminables las sombras de los bueyes
que movían el mayal y del chicuelo que los aguijaba. Unas mujeres aderezaron la cena y le dieron a Alicia
un cocimiento de yerbas para calmarle la fiebre.

Allí permanecimos una semana.

Ejercicio

1. Pregunta a tus familiares acerca de alguna historia relacionada con la búsqueda de trabajo en los
llanos orientales de Colombia. ¿Encuentras alguna relación con la historia de la obra? Regístrala.
2. Consulta Cuál es la función del Instituto Caro y Cuervo. Ahí hay un original de la obra en
mención.
3. Identifica en la novela, los temas presentes. Copia el aparte y el tema.
4. Indaga acerca de la biografía del autor y preséntala de manera creativa.
5. Revisa los términos cuyo significado desconozcas, consúltalos y registra su significado.
6. En el fragmento de la carta de Arturo Cova hay 8 palabras en negrita; copia de nuevo el
fragmento, cambiándolas por un sinónimo. Ten en cuenta el contexto.
6. En el aparte: En vano mis brazos —tediosos de libertad— se tendieron ante muchas mujeres, la
expresión entre guiones, significa:
a. El personaje se sentía muy aburrido
b. El personaje anhelaba un compromiso
c. El personaje estaba fastidiado de Alicia
d. El personaje tenía los brazos adoloridos

7. De la lectura del tercer párrafo de la primera parte de la obra se puede deducir que Alicia:
a. Estaba perdidamente enamorada de Arturo Cova
b. Anhelaba vivir aventuras al lado de Arturo Cova
c. Se fue con Arturo Cova para evitar casarse
d. Deseaba conocer los llanos orientales al lado de Arturo Cova

8. Al final del texto presentado se puede concluir que Alicia es para Arturo Cova:
a. La mujer que Arturo había anhelado para compartir su vida
b. La mujer que le permitía cumplir sus sueños de aventurero
c. La mujer que le prodigaba caricias y le hacía soñar.
d. La mujer que le impedía cumplir sus sueños de libertad.

9. Presta atención a la formulación de las tres preguntas tipo ICFES y elabora una con sus
respuestas. Marca la que consideras es la correcta.
10. El Epíteto y el símil o comparación son figuras retóricas o literarias; la primera consiste en el
uso de adjetivos innecesarios que no añaden ninguna información suplementaria: ejemplo:
verde pasto y la segunda, se utiliza para establecer una comparación entre dos cosas; los
símiles apelan a elementos de relación como “que”, “como” o “cual” Identifícalos en el
texto.
Si tienes alguna duda o inquietud en relación con las actividades propuestas, puedes llamar de lunes a
viernes, al número 3118083002
Dios te bendiga, Maresperanza.

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