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EMILIANO ZAPATA (1879) Mexicano

El burgués, no conforme con poseer grandes tesoros de los que a


nadie participa, en su insaciable codicia, roba el producto de su trabajo
al obrero y al peón, despoja al indio de su pequeña propiedad y no
satisfecho aun, lo insulta y golpea haciendo alarde del apoyo que le
prestan los tribunales, porque el juez, única esperanza del débil,
hallase también al servicio del canalla. Los enemigos de la patria y de
las libertades de los pueblos, siempre han llamado bandidos a los que
se sacrifican por las causas nobles de ellos

El Cuartel General a mi cargo, siempre deseoso de encarrilar a los


pueblos por el sendero de la libertad, del bienestar y del progreso y
procurando siempre arrancarles la venda del obscurantismo y del error
que pudiera extraviarlos y hacerlos caer una vez más entre las férreas
cadenas de la esclavitud y de la más degradante miseria, hoy ha
estimado de su deber dirigirse a todos los habitantes de todas las
poblaciones que actualmente asumen una actitud hostil a la
revolución, con el fin de persuadirlos a que depongan esa conducta y
francamente se unan a la causa popular, desligándose en absoluto del
vandálico y nefasto bando carrancista. El movimiento revolucionario se
ha iniciado y ha sostenídose, a no dudar, para bien de la clase humilde
del país, y ésta ya ha saboreado los frutos que trae consigo la
revolución. Por otra parte, las autoridades municipales y el vecindario
de cada localidad, están en la obligación de no confundir la mala
conducta de algún falso revolucionario con la del Cuartel General,
transformando un asunto personal en cuestión relacionada con los
intereses de la revolución; porque si es cierto que hay jefes
desordenados e intemperantes, el Cuartel General en nada interviene
a su favor, procediendo, al contrario, incontinenti, a reprimir cualquier
atentado contra personas o intereses, estimando que un pueblo está
en su derecho para obrar con energía respecto de algún militar
abusivo, pero no así a oponerse al curso de la propia revolución.
En cambio, la revolución ha hecho promesas concretas, y las clases
humildes han comprobado con la experiencia, que se hacen efectivos
esos procedimientos. La revolución reparte tierras a los campesinos, y
procura mejorar la condición de los obreros citadinos; nadie
desconoce esta gran verdad. En la región ocupada por la revolución
no existen haciendas ni latifundios, porque el Cuartel General ha
llevado a cabo su fraccionamiento en favor de los necesitados, aparte
de la devolución de sus ejidos y fundos legales, hecha a las
poblaciones y demás comunidades vecinales.

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