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Recurriré al DSM-V como punto de partida para indagar en el TDAH, puesto que es
un término surgido de la égida médico-científica. Voy a seguir una perspectiva foucaultiana
centrada en el concepto de problematización, basado en cuestionarse todo aquello que
damos por evidente, tornándose problemático, para lograr entender el cómo y el por qué algo
ha adquirido su status de evidencia incuestionable (Ibáñez, 1996). La problematización en
este contexto conlleva un análisis crítico que evalúe cómo fueron construidas las soluciones
al “problema”.
La sigla TDAH, significa “trastorno por déficit de atención con hiperactividad”. Por
lo tanto, el TDAH es considerado un trastorno mental. El DSM es un sistema nosológico de
clasificación basado en la descripción precisa de las distintas categorías diagnósticas a partir
de la expresión sintomatológica de los pacientes. De esta forma, el DSM no determina la
causa de los signos y síntomas a los que le pone nombre, dando lugar a una teoría circular
(explicación que utiliza diferentes palabras pero que significan lo mismo que aquello que se
pretende explicar). En este caso concreto, decir que un individuo presenta TDAH porque se
manifiestan los síntomas recogidos bajo este nombre y que presenta los síntomas porque tiene
TDAH (“El individuo se distrae fácilmente porque tiene TDAH”, es igual a “se distrae
fácilmente porque se distrae fácilmente”). Los nombres no son explicaciones, son solo
nombres. Como dice Vasen, el término trastorno supone la ilusión de nombrar con certeza
“divina”, aunque no es más que el reemplazo de otros términos ya obsoletos (como el de
neurosis), suponiendo la restauración de viejos dogmas en nuevas prosas (Vasen, 2011, p.
21).
Además de que la etiqueta “TDAH” no otorga ninguna explicación, está basada en
signos y síntomas, indicadores de anomalías orgánicas o funcionales, pero ¿Dónde está el
límite entre lo normal y lo patológico?
Puesto que el TDAH no es la causa, aquello que el DSM califica como síntomas, no
pueden serlo. De esta forma, el trastorno se construye mediante la configuración de
subjetividades. La locura parte de la construcción histórica de la desviación, según las
instituciones de control social dominantes. Desde esta perspectiva, la psiquiatría constituye
un dispositivo de control y poder mediante la expulsión de lo no-normal y la definición de lo
normal y lo anormal. Como sostiene Foucault, se crean parámetros de normalidad para
mantener el consenso y control social y por ende, se origina la subjetividad de lo anormal,
capturándose las diferentes subjetividades que se desvían de estos parámetros bajo el modelo
manicomial, es decir, bajo el nombre de “trastorno mental” (Foucault, 1967). Se trata de un
proceso mediante el cual se invalida la diferencia. El TDAH supone la configuración de la
subjetividad desatenta e hiperactiva. Estas conductas no son, en sí mismas, patológicas.
Son construcciones socioculturales debidas al proceso de medicalización.
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Aitana Medina Rodríguez
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● Con frecuencia falla en prestar la debida atención a los detalles o por descuido
se cometen errores en las tareas escolares, en el trabajo o durante otras
actividades.
● Con frecuencia tiene dificultades para mantener la atención en tareas o
actividades recreativas.
● Con frecuencia parece no escuchar cuando se le habla directamente.
● Con frecuencia no sigue las instrucciones y no termina las tareas escolares,
los quehaceres o los deberes laborales.
● Con frecuencia tiene dificultad para organizar tareas y actividades.
● Con frecuencia evita, le disgusta o se muestra poco entusiasta en iniciar tareas
que requieren un esfuerzo mental sostenido.
● Con frecuencia pierde cosas necesarias para tareas o actividades.
● Con frecuencia se distrae con facilidad por estímulos externos.
● Con frecuencia olvida las actividades cotidianas.
● Con frecuencia juguetea o golpea con las manos o los pies o se retuerce en el
asiento.
● Con frecuencia se levanta en situaciones en que se espera que permanezca
sentado.
● Con frecuencia corretea o trepa en situaciones en las que no resulta apropiado.
● Con frecuencia es incapaz de jugar o de ocuparse tranquilamente en
actividades recreativas.
● Con frecuencia está “ocupado”, actuando como si “lo impulsara un motor”.
● Con frecuencia habla excesivamente.
● Con frecuencia responde inesperadamente o antes de que se haya concluido
una pregunta.
● Con frecuencia le es difícil esperar su turno.
● Con frecuencia interrumpe o se inmiscuye con otros.
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Además de lo anterior, algunos de los síntomas han debido de estar presentes antes de
los 12 años, en dos o más contextos (criterio C), interfiriendo con el funcionamiento social,
académico o laboral (criterio D) (American Psychiatric Association, 2013).
Por último, en cuanto a estos criterios diagnósticos, es importante destacar que unos
niños son clasificados como hiperactivos, otros tienen menos atención o bien problemas de
impulsividad y otros, además de los tres caracteres básicos, presentan elementos agregados
(comorbilidad) (Bianchi, 2012). Es decir, dos individuos pueden presentar TDAH,
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Evita todas las tareas que puedan resultarle aversivas, con el fin de no estar peor. La
motivación desaparece, puesto que no puede anticipar las consecuencias positivas de atender
(no las ha vivido) y solo puede anticipar consecuencias negativas (situaciones pasadas de
fracaso en los exámenes). Anticipar consecuencias negativas provoca malestar, costando
mucho más realizar la conducta de atender.
Otra explicación puede hallarse en el miedo a ser “malo”. La actividad motora es una
respuesta adaptativa muy importante, sobre todo al enfrentarnos a una amenaza. Es decir, huir
es una conducta motora necesaria para aquellas situaciones amenazantes. Por lo tanto, cuando
un niño vive situaciones estresantes en el hogar, su conducta motora aumenta. Esta activación
provoca que su entorno califique al sujeto de “inquieto” o “nervioso” y da lugar a regañinas y
castigos frecuentes. Aquí es donde aparece dicho miedo, puesto que se supone que si castigan
a alguien es porque es malo. Los padres pueden llegar a calificar al hijo de esta manera,
causando dolor y malestar en el niño, ya que considera que no le quieren (piensa que nadie
quiere a las personas malas). Harold et. al (Harold, 2013) realizaron una investigación con
familias adoptivas (eliminando así la correlación gen-ambiente, el factor supuestamente
heredable del TDAH) revelando que (a) los comportamientos infantiles tempranos
relacionados con el TDAH indujeron respuestas parentales hostiles, y (b) tales prácticas
parentales predijeron el mantenimiento de los patrones de comportamiento de los niños años
después (Hinshaw, 2017).
Como conclusión, considero la gran tasa de prevalencia del TDAH tiene su origen en
el sistema social y político en el que vivimos, en la creación de subjetividades anormales
como forma de control y como vía para la medicalización y consumo de psicofármacos. Para
aquellos niños que presenten problemas a la hora de atender y concentrarse, lo más apropiado
desde mi punto de vista es un enfoque conductual, que involucre en las intervenciones a los
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