presentarse para realizar un diagnóstico. En el caso del TDAH, existen dos sistemas de clasificación que comprenden unos criterios diagnósticos específicos según han establecido la American Psychiatric Association (APA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Con estas clasificaciones, lo que se pretende es establecer las condiciones y síntomas que se deben dar en los pacientes para poder realizar un diagnóstico. La última versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), el DSM-V, vio por primera vez la luz, en Mayo de 2013 en el Congreso Anual de la APA (Asociación Americana de Psiquiatría) en San Francisco, USA. La versión traducida al castellano se editó en el año 2014 por la Editorial Médica Panamaericana. Esta última revisión del manual incluye cambios significativos cualitativos y cuantitativos con respecto a la última versión de 1994 (DSM-IV) y la revisión de ésta en 2000 (DSM-IV-TR). Con respecto al Trastorno por déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) los cambios que han quedado oficialmente registrados han sido los siguientes: Desaparece el capítulo específico de "trastornos del niño y del adolescente", ya que se considera que la patología psiquiátrica tiene una continuidad desde la infancia a la edad adulta. En el DSM-V se contempla el diagnóstico de TDAH en adultos incluyendo entre los criterios diagnósticos indicaciones específicas para edades adultas. Se retrasa la edad de aparición para el diagnóstico de TDAH (ahora los síntomas deben aparecer antes de los 12 años, en vez de antes de los 7 años), Los signos del trastorno pueden ser mínimos o estar ausentes cuando el individuo recibe recompensas frecuentes por comportamientos apropiados, está bajo supervisión, ante actividades especialmente interesantes, etc. Prevalencia: el TDAH ocurre en la mayoría de las culturas en aproximadamente el 5% de los niños y el 2,5% de los adultos. CIE-10 A continuación se detallan los criterios diagnósticos para el trastorno hipercinético según la CIE-10: Déficit de atención 1.Frecuente incapacidad para prestar atención a los detalles junto a errores por descuido en las labores escolares y en otras actividades. 2.Frecuente incapacidad para mantener la atención en las tareas o en el juego. 3.A menudo aparenta no escuchar lo que se le dice. 4.Imposibilidad persistente para cumplimentar las tareas escolares asignadas u otras misiones. 5.Disminución de la capacidad para organizar tareas y actividades. 6.A menudo evita o se siente marcadamente incómodo ante tareas como los deberes escolares, que requieren un esfuerzo mental mantenido. 7.A menudo pierde objetos necesarios para unas tareas o actividades, como material escolar, libros, etc. 8.Fácilmente se distrae ante estímulos externos. 9.Con frecuencia es olvidadizo en el curso de las actividades diarias. Hiperactividad 1.Con frecuencia muestra inquietud con movimientos de manos o pies, o removiéndose en su asiento. 2.Abandona el asiento en el aula o en otras situaciones en las que se espera que permanezca sentado. 3.A menudo corretea o trepa en exceso en situaciones inapropiadas. 4.Inadecuadamente ruidoso en el juego o tiene dificultades para entretenerse tranquilamente en actividades lúdicas. 5.Persistentemente exhibe un patrón de actividad excesiva que no es modificable sustancialmente por los requerimientos del entorno social. Impulsividad 1.Con frecuencia hace exclamaciones o responde antes de que se le hagan las preguntas completas. 2.A menudo es incapaz de guardar turno en las colas o en otras situaciones en grupo. 3.A menudo interrumpe o se entromete en los asuntos de otros. 4.Con frecuencia habla en exceso sin contenerse ante las situaciones sociales. La CIE-10 establece que para realizar el diagnóstico de TDAH, el paciente cumpla: 6 de los síntomas descritos en el apartado “Déficit de Atención” 3 de los síntomas descritos en el apartado “Hiperactividad” 1 de los síntomas descritos en el apartado “Impulsividad” Estos síntomas deben además estar presentes antes de los 7 años y darse en dos o más aspectos de la vida del niño (escolar, familiar, social), y afectar negativamente a su calidad de vida. Tampoco se considerará el diagnóstico de Trastorno Hipercinético si cumple los criterios de: trastorno generalizado del desarrollo, episodio depresivo o trastorno de ansiedad. Comparación entre DSM-5 y CIE-10 Tienen 18 síntomas descritos implican la presencia de síntomas durante más de 6 meses. Requieren que los síntomas afecten a varios ámbitos de la vida del niño. Consideran que debe haber un deterioro funcional causado por el trastorno. Coinciden en que la sintomatología no pueda explicarse por otro trastorno. DSM-5 Los síntomas deben estar presentes antes de los 12 años. No tienen por qué darse los 3 síntomas en el paciente. El TDAH puede coexistir con alteraciones de ansiedad y/o estados de ánimo comórbidos. CIE-10 Los síntomas deben estar presentes antes de los 7 años. Deben estar presentes los 3 síntomas en el paciente. La ansiedad u otros trastornos del estado del ánimo excluyen el diagnóstico del trastorno hipercinético. Teniendo en cuenta estas diferencias, se constata que los criterios de diagnóstico del Trastorno Hipercinético por el CIE-10 son más restrictivos que los criterios diagnósticos del DSM-5 para el TDAH. El CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades Mentales de la OMS). Según esta, es necesaria la existencia simultánea de los 3 síntomas: déficit de atención, hiperactividad e impulsividad, constituyendo el cuadro clínico de: “alteración de la actividad y de la atención”. Reconoce además, una categoría separada: “el trastorno hiperquinético de la conducta”, cuando coinciden además de los 3 síntomas, una alteración de la conducta. De este modo con el CIE-10, al ser los criterios más restrictivos, se diagnostican menos pacientes que con el DSM-5. En el DSM-5 existe la posibilidad, no contemplada en la CIE- 10, de que un niño, con el tipo inatento, pueda no tener ningún síntoma de hiperactividad/impulsividad. Por ello, si se siguen los criterios CIE-10, es más probable que los niños con el tipo inatento queden por debajo del umbral diagnóstico y su trastorno quede sin detectar, produciéndose así un falso negativo (menor sensibilidad y mayor especificidad). Por otro lado, al usar criterios DSM-5 es más probable diagnosticar las formas de hiperactividad e inatención leves en el niño (teóricamente “normales” para la edad) como TDAH, con mayor riesgo de obtener falsos positivos en el diagnóstico (menor especificidad y mayor sensibilidad). Actualmente, se acepta al trastorno hipercinético CIE-10 como una forma muy grave del DSM. CIE 11: 6A05 Trastorno por hiperactividad con déficit de la atención Descripción El trastorno por déficit de atención con hiperactividad se caracteriza por un patrón persistente (al menos 6 meses) de falta de atención y / o hiperactividad-impulsividad que tiene un impacto negativo directo en el funcionamiento académico, ocupacional o social. Existe evidencia de síntomas importantes de falta de atención y / o hiperactividad- impulsividad antes de los 12 años, típicamente en la niñez temprana o media, aunque algunas personas pueden recibir atención clínica más tarde. El grado de inatención e hiperactividad-impulsividad está fuera de los límites de variación normal esperada para la edad y el nivel de funcionamiento intelectual. La falta de atención se refiere a una dificultad significativa para mantener la atención en tareas que no proporcionan un alto nivel de estimulación o recompensas frecuentes, distracción y problemas de organización. La hiperactividad se refiere a una actividad motora excesiva y dificultades para permanecer quieto, más evidente en situaciones estructuradas que requieren autocontrol conductual. La impulsividad es una tendencia a actuar en respuesta a estímulos inmediatos, sin deliberación ni consideración de los riesgos y consecuencias. El equilibrio relativo y las manifestaciones específicas de las características de falta de atención e hiperactividad-impulsiva varían de un individuo a otro y pueden cambiar a lo largo del desarrollo. Para que se pueda hacer un diagnóstico, las manifestaciones de falta de atención y / o hiperactividad-impulsividad deben ser evidentes en múltiples situaciones o entornos (por ejemplo, hogar, escuela, trabajo, con amigos o familiares), pero es probable que varíen según la estructura y exigencias del entorno. Los síntomas no se explican mejor por otro trastorno mental, del comportamiento o del neurodesarrollo y no se deben al efecto de una sustancia o medicamento. CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DEL TDAH (CIE-11): INATENCIÓN/ DÉFICIT DE ATENCIÓN Dificultad para prestar atención a tareas que no proveen alto nivel de estimulación o recompensa inmediata y que requieren un esfuerzo mental sostenido; poca atención a los detalles; cometer errores por descuido en las tareas o trabajos escolares; no completar las tareas asignadas. Fácil distractibilidad por estímulos o pensamientos no relacionados con la tarea; parecen no escuchar cuando se les habla directamente; usualmente se observan ensoñadores o con su mente divagando. Pérdida de objetos útiles; olvidadizo para las tareas diarias; dificultad para recordar los pasos a seguir para completar una tarea; dificultad en la planificación y organización de las tareas escolares, trabajos u otras tareas. La inatención puede no ser evidente cuando el individuo está enganchado en tareas que proveen estimulación intensa y frecuentes recompensas. Tenemos entre CIE-11 y DSM-5 mucha similitud en la conceptualización y caracterización del TDAH, esto es muy beneficioso en cuanto conduce al mejor entendimiento en la terminología y en la definición, algo que redundará en diagnósticos precisos y mayor beneficio para el paciente. En cualquiera de los dos sistemas (DSM-5 o CIE-11) se utiliza el mismo acrónimo: TDAH. No se exige el cumplimiento de un determinado número de criterios dentro de este listado o descripción de conductas observables. La novedad que se presenta dentro de CIE-11 es que aparecen criterios aplicables para adolescentes y adultos, algo que no se había formulado previamente y a lo que ha contribuido la claridad del conocimiento en cuanto a la persistencia de las manifestaciones propias del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad en el tiempo. HIPERACTIVIDAD-IMPULSIVIDAD Actividad motriz excesiva; abandona su asiento cuando se espera que permanezca en el mismo; usualmente corre; dificultad para mantenerse sentado sin inquietarse (niños) o sensación de inquietud física, incomodidad al tener que permanecer quieto (adolescentes y adultos). Dificultad para involucrarse en actividades tranquilamente; habla mucho. Se apresura a dar respuestas o comentarios; dificultad para esperar su turno en conversaciones, juegos o en otras actividades; interrumpe o se entromete en las conversaciones o juegos de los demás. Tendencia a responder inmediatamente sin detenerse a considerar riesgos o consecuencias (actividades con riesgo de daño físico, decisión impulsivas, conducción temeraria. . El cuadro general puede presentarse de tres formas, de acuerdo a los criterios que propone CIE-11: •TDAH con predominio de inatención en la presentación. •TDAH con predominio de hiperactividad/impulsividad en la presentación. •TDAH con combinación de los síntomas-signos en su presentación EL PROCESO DIAGNÓSTICO Como se comentó anteriormente, el diagnóstico de TDAH es actualmente clínico y está basado en los criterios definidos en el DSM-5 (APA, 2013) o en la CIE-11 (Organización Mundial de la Salud, 2019). Sin embargo, es la exploración de las funciones cognitivas lo que nos va a permitir delimitar el perfil neurocognitivo de la persona. Esta evaluación neurocognitiva se centra, principalmente, en las funciones ejecutivas, el sistema atencional, la función inhibitoria y la memoria de trabajo y tiene los siguientes objetivos: Valorar el desarrollo evolutivo de las funciones cognitivas y detectar y diferenciar entre posibles retrasos significativos o no. Determinar el perfil cognitivo en el que deben establecerse puntos fuertes y débiles, fundamentalmente funciones neurocognitivas afectadas y preservadas, diferenciando entre retraso y alteración de éstas, que permita diferenciar los perfiles cognitivos asociados a las presentaciones del TDAH contribuyendo al diagnóstico diferencial. Delimitar el tipo de estrategias empleadas por la persona y la eficacia de las mismas. Conocer el grado de colaboración y de conciencia de la afectación por parte del evaluado. Diseñar intervenciones neurocognitivas significativas que contribuyan a la mejora del funcionamiento cognitivo de la persona y sean generalizables a su día a día, así como intervenciones para fomentar un mejor ajuste a nivel social, familiar y educativo que prevengan (o reparen) desajustes y sus consecuencias posteriores. LA ANAMNESIS La valoración neuropsicológica del niño con TDAH debe comenzar con la realización de una adecuada anamnesis a partir de una entrevista con los progenitores o tutores legales y con el propio menor que nos ayude a concretar los datos clínicos más relevantes. En el formato 1 se ofrece un modelo de entrevista semiestructurada que puede ser utilizada como guía durante el proceso de anamnesis dada su utilidad a la hora de realizar referencias en cuanto a la historia de desarrollo, así como a la situación clínica y funcional actual. La información recogida en la anamnesis guiará el proceso de evaluación con la formulación de hipótesis, orientación de la evaluación neuropsicológica, diagnóstico diferencial y sospecha o detección de posibles comorbilidades, entre otros. Los aspectos básicos que se deben reflejar en la anamnesis serían los siguientes: 1. Motivo de consulta: Dificultad o problemática actual. Inicio de la clínica y desarrollo, frecuencia e intensidad de los síntomas, preocupaciones actuales, interferencia en las actividades de la vida diaria. 2. Antecedentes personales: a) Embarazo y parto: incluirá todos los pormenores de la gestación y el proceso de parto que puedan ser clínicamente significativos para el motivo de consulta. b. Hitos evolutivos: tanto referidos al desarrollo motor (sedestación, gateo, marcha liberada), como cognitivo (primeras palabras, sonrisa social, atención conjunta, amistades, tipo de juego, entre otros). También pueden incluirse aspectos relativos a la autonomía como el control de esfínteres y otros referidos al temperamento y hábitos (llanto, sueño, alimentación). 3. Antecedentes familiares: de tipo neurológico o psiquiátrico de interés. 4. Entorno escolar. Hitos del aprendizaje escolar, donde podrían incluirse dificultades en la adquisición de la lectura y la escritura, el cálculo y posibles medidas de apoyo escolar o adaptaciones curriculares. 5. Organigrama familiar: miembros que componen la unidad familiar, cuidadores principales, estilos de crianza, relaciones familiares y posibles factores estresantes. 6. Otros profesionales consultados o diagnósticos previos recibidos. Pruebas complementarias realizadas e informes de otros profesionales que aporte la familia. 7. Ocio y tiempo libre: aficiones, hobbies, extraescolares. VANDERBILD BUENAS PRÁCTICAS En cualquier proceso de evaluación, es necesario tener en cuenta el estado emocional y fisiológico de la persona evaluada. En el caso de personas con TDAH, donde además la evaluación de los procesos atencionales resulta esencial, se procurará atender a una serie de recomendaciones: En el momento de la valoración el menor debe presentar un adecuado estado fisiológico, evitando momentos en los que pueda tener hambre, sueño o problemas de salud. Además, es preferible, en la medida de las posibilidades, evaluar en distintos momentos del día y en días o semanas distintas para observar posibles fluctuaciones atencionales. Igualmente, se ha de tomar en consideración la actividad cognitiva que el evaluado ha tenido que llevar a cabo durante el día, con fin de estimar el grado de fatiga que pueda presentar. La valoración cognitiva debe estar basada en la semiología y los test y baterías neuropsicológicas son pruebas complementarias a la exploración. Cuidar el momento y el lugar de la evaluación, evitando al máximo la presencia de estímulos distractores. Alternar las diferentes pruebas cognitivas para evitar el cansancio y la sobrecarga en la función, especialmente las que evalúan aspectos atencionales, inhibitorios y memoria de trabajo. Elegir tareas que evalúen claramente la función diana y que no sobrecargan otros recursos cognitivos. El rendimiento o la puntuación en las tareas es útil por cuanto nos posibilita una comparativa con la norma, sin embargo, es esencial atender a aspectos relacionados con cómo resuelve las tareas (valoración cualitativa), intentando determinar el proceso cognitivo subyacente. Atender a los signos de disfunción (cansancio, errores por despiste, precipitación, intrusiones, dificultades de planificación, etc.), ya que la observación conductual y funcional resulta imprescindible. Diferenciar entre déficits primarios y secundarios, e incluso si los hubiera, entre diagnósticos primarios y secundarios. Controlar si se evalúa bajo los efectos de la medicación para el TDAH (es recomendable que acuda sin medicar o incluso comparar el rendimiento con/sin medicación). En el caso de la valoración de niños con sospecha de TDAH se recomienda permitir todos los descansos que sean necesarios. Distribuir la valoración en varias sesiones, para prevenir fatiga y desmotivación. En el caso de niños muy impulsivos, recordar frecuentemente que deben esperar a que se hayan sacado todos los materiales de trabajo y se le hayan proporcionado las consignas necesarias para responder o ejecutar la tarea. En el caso de menores con bajo control del impulso, pedirles que se paren y piensen antes de responder. En niños muy inquietos se puede permitir cambiar de posición (por ejemplo: hacer alguna prueba de pie, de rodillas, sentados en el suelo…). Antes de dar una instrucción asegurarnos de que nos está atendiendo. Podemos llamarle por su nombre, tocarle y pedirle luego que repita las instrucciones para asegurarnos que ha comprendido la tarea. No comenzar la prueba sin habernos asegurado de que sabe lo que hay que hacer. En los adolescentes reorientar la interacción para favorecer el buen clima y la participación. LA EXPLORACIÓN COGNITIVA A continuación, se presentan por grupos de edad las funciones cognitivas fundamentales a evaluar ante sospecha de TDAH, así como tareas tipo que ayudan a poner en marcha dicha función. Se presentan a su vez cuestionarios de evaluación de la clínica del trastorno tanto para ajustar el perfil neuropsicológico como en el establecimiento de posibles comorbilidades y/o diagnóstico diferencial. En el anexo II se proporciona una guía para la observación de aspectos cualitativos durante la exploración, así como la principal semiología de interés. A. En la primera infancia y el periodo preescolar Existe una gran controversia en cuanto a la posibilidad de diagnosticar TDAH en niños menores de 6 años ya que, a pesar de pueden existir signos de dificultades atencionales y/o un elevado nivel de actividad o de impulsividad, en esta etapa evolutiva se produce un rápido desarrollo de los recursos atencionales y de la capacidad de autocontrol, por lo que algunas de estas dificultades detectadas se resolverán con el propio desarrollo neurológico. No obstante, si bien el diagnóstico se suele posponer a la edad de 7 años, en ocasiones la severidad de la sintomatología recomienda realizar un diagnóstico orientativo con el objetivo de intervenir de forma precoz e incrementar la probabilidad de ajuste posterior (Lahey et al., 2016). Dado que las escalas existentes son poco sensibles a las particularidades de esta población, resulta esencial realizar una entrevista clínica exhaustiva que oriente el juicio clínico, tanto con los progenitores como con el profesorado y/o especialistas que atienden al niño. Algunos de los indicadores de alarma desde el nacimiento hasta la primera infancia podrían ser: Temperamento difícil, llora con facilidad y es difícil de consolar; dificultades con el sueño, presenta despertares frecuentes con elevada actividad motriz y dificultades en el inicio del sueño; inquietud motora, muestra movimientos acelerados y tropiezos frecuentes durante el gateo o la marcha libre; Elevada actividad motora con torpeza (por precipitación): caídas, choques con objetos o personas; Dificultades para mantenerse sentado cuando la situación lo requiere; Dificultades para controlar el turno en la conversación; Dificultad para mantenerse centrado en una tarea, especialmente si es monótona; Habla atropellada, en ocasiones sin relación al contexto sino por ideas que surgen de forma repentina en su mente; Problemas para aceptar las normas o demorar la recompensa; Dificultades para regular su conducta por el contexto social, como impulsividad y problemas de conducta; Tendencia al aburrimiento y a necesitar movimiento. Para complementar la anamnesis se recomienda administrar escalas o cuestionarios adaptados a la etapa evolutiva del niño para valorar sintomatología de riesgo en el TDAH y posibles diagnósticos diferenciales. Resulta imprescindible obtener información de los diferentes ambientes en los que se desenvuelve el niño, como la familia y la escuela, para confirmar que las dificultades se dan en todos los contextos y no se circunscriben a una situación o relación particular. Tras la anamnesis y, en su caso, el análisis clínico de las escalas aplicadas se procederá a la evaluación cognitiva con pruebas específicas. El perfil cognitivo en preescolares con sospecha de TDAH incluye la aversión a la demora y dificultades en la capacidad de inhibición, memoria de trabajo y el mantenimiento atencional. Como se comentó anteriormente, es importante su detección e intervención temprana ya que los menores de 6 años que presentan déficits en estas funciones podrían no beneficiarse de la experiencia, instrucciones y corrección de los adultos. La ausencia de intervención mantiene y/o agrava los problemas de hiperactividad e impulsividad y aumenta la intensidad de conductas inatentas en el desarrollo posterior. Cuando de la evaluación se concluya que existe sintomatología compatible con TDAH, atendiendo al desarrollo evolutivo de los sistemas atencionales y ejecutivos, es recomendable el seguimiento con carácter preventivo y la puesta en marcha de pautas de intervención que refuercen las funciones cognitivas afectadas, favoreciendo así el ajuste y funcionalidad de la conducta. B. En el periodo escolar El periodo escolar, de los 6 a los 12 años, es la franja evolutiva donde mayor demanda de consultas para valoraciones de TDAH se producen, debido en parte a que las demandas académicas hacen más visibles las dificultades cognitivas características de estos niños. Resulta esencial, para un correcto diagnóstico y guía para la evaluación posterior, obtener información en entrevista clínica tanto del menor y sus padres como del tutor y otros profesores del centro que atienden al niño. Tal y como se muestra en el modelo 1 de entrevista, se valorará su historia evolutiva, antecedentes y funcionamiento en diversas áreas y contextos. Por último, se aplicarán pruebas específicas de las diferentes funciones cognitivas que pudieran estar afectadas para elaborar el perfil neuropsicológico y adaptar la intervención al mismo (tabla 3). C. En la adolescencia, juventud y etapa adulta. La adolescencia es un periodo especialmente sensible para la detección, el diagnóstico y la intervención en personas con TDAH debido a los cambios tan significativos en las redes de conexión que suceden en esta etapa evolutiva. Por otra parte, si bien la juventud y la edad adulta no entran dentro de los objetivos de este trabajo, el diagnóstico del TDAH persiste en la adolescencia y en la edad adulta con un porcentaje del 70% y el 50%, respectivamente (Barkley et al., 2011), por lo que, ante la sospecha de TDAH, se recomienda seguir las pautas del modelo de Entrevista Diagnóstica para el TDAH en adultos, DIVA 2.0 (Kooij & Francken, 2010). Si bien cada etapa evolutiva implicará ciertas particularidades en la forma en que se manifiestan las dificultades en el funcionamiento cognitivo, en cualquier caso, y tras la entrevista clínica como eje del diagnóstico, se recomienda la administración de escalas de síntomas. No se puede finalizar este apartado de exploración sin resaltar la importancia de integrar en la valoración neuropsicológica los datos obtenidos de la evaluación cualitativa y la observación. Esta información aporta aspectos esenciales del perfil cognitivo del evaluado, tipo de estrategias que emplea, posibles compensaciones, signos de disfunción u otras dificultades funcionales derivadas de los déficits cognitivos que, en ocasiones, no son sensibles a la exploración cuantitativa, máxime teniendo en cuenta que el rendimiento de este tipo de población suele ser muy variable y los resultados de las pruebas cuantitativas pueden ser dispares.
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