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Cerrar el pasado:

Dolor, elaboración y desapego

Por la Lic. Virginia Gawel *

De los temas que pueden abordarse en Psicología, posiblemente és-


te sea uno de los más complejos y difíciles. Mi anhelo es, en esta ocasión,
brindarles una introducción a un par de nociones fundamentales (que
luego desarrollaremos en la Conferencia Virtual).

Por favor, observen el siguiente dibujo:

Si tuvieran un lápiz a mano... ¿qué harían? Lo más probable es que


esa interrupción del círculo les genere algo así como un irresistible im-
pulso a cerrarlo, ¿verdad?

Desde hace décadas la Psicología le dio un nombre a esa tendencia:


Ley de Cierre. En forma innata, el psiquismo humano propende a ne-
cesitar la conclusión interna de cada evento psicológico. Y aquello que
no cerramos, conserva una carga psíquica que, desde lo inconsciente,
puede perturbar nuestra vida personal, exigiendo que ese dolor no elabo-
rado sea atendido. Esto sucede, por ejemplo, en...

- los duelos que hemos suprimido, sin permitirnos asumir su cuota de


dolor...
- aquello que no hemos devuelto, y aquello que otros no nos han de-
vuelto...
- lo que no hemos agradecido, y nos pesa en nuestro interior...
- las disculpas que no hemos pedido, y que nos pesan aún más...
- los vínculos cerrados abruptamente, sin que comprendendamos
bien por qué...
- lo que empezamos, pero dejamos sin concluir...
- los asuntos traumáticos de nuestra vida cuyo dolor hemos prefe-
rido evitar, pero que claman desde adentro ser resueltos;

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- los enojos no expresados, y que, sin darnos cuenta, transferimos
hacia otras personas de nuestro presente, o lo volcamos hacia no-
sotros mismos, autosaboteándonos el estar bien...

La lista podría ser más larga. Pero si alguno de esos ítems resuenan
en Ustedes, estoy segura de que ya ha comprendido de qué estoy ha-
blando.

Parte del pasado no resuelto puede cerrarse a través de acciones


externas muy concretas: hablar con quien sentimos que hace mucho
debimos hablar, pedir disculpas, dar las gracias aunque hayan pasado
años, pagar lo que debemos, devolver lo que no es nuestro...

Otras veces, poco o nada podemos hacer en el mundo externo:


porque ciertas personas ya no están, porque están pero acercarnos a ellas
sólo agravaría la situación, porque la vida nos ha llevado lejos... Sin
embargo, siempre es posible abordar de otro modo esas instancias no ce-
rradas: dentro nuestro.

Cuando hablamos de este tema, po-


dríamos pensar que estas ideas nacen con el
Psicoanálisis. No es así! Si indagamos en
antiguas disciplinas de Oriente, encontrare-
mos que hay prácticas bien definidas para
trabajar con los dolores del pasado. Por
nombrar una, por ejemplo, en el Budismo
Tibetano (aún encarado de un modo laico)
hay una práctica de Visualización que se
denomina “Masajear el Tiempo”; en ella,
desde un estado profundo, se abordan mo-
mentos del pasado que conserven una carga dolorosa y, así como uno
puede masajear una zona del cuerpo que está dolida, ayudarle al propio
Inconsciente a elaborar lo que aún no haya podido “digerir” por sí
mismo. Así es como el círculo se cierra. (En Oriente, el círculo cerrado
re-presenta, entre otras cosas, la totalidad, lo entero, el ciclo completado.
Y es eso lo que ilustran muchos mandalas, como el de la ilustración de
esta página.)

Este concepto tiene dos nociones que quisiera resaltar:

1) Se puede trabajar con el Inconsciente sin que el medio sea, nece-


sariamente, la “interpretación” del pasado (tal como lo hacen el
Psicoanálisis y otras escuelas). En este caso, más que interpretar,
lo que se busca es hacer contacto directo con esos componentes
psíquicos, abordándolos más allá del intelecto, en un estado de

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conciencia meditativa. O sea: no “hablar de” lo que hemos vivido,
sino ingresar donde ese registro interno está, y “masajearlo” para
que vaya doliendo cada vez menos...

2) El Inconsciente tiene su propio mecanismo innato para la ela-


oración del dolor: tal como nuestro organismo físico digiere los
alimentos, excretando lo que no sirve y nutriéndonos con lo que sí,
lo que llamamos “elaboración” tendría los mismos principios, a
nivel del Inconsciente: cuando “comemos” de la vida algún evento
que impacta dolorosamente en nuestro interior, lo que nuestro In-
onsciente necesita es que, terapéuticamente, obremos, por decirlo
así, como lo haría un medicamento digestivo, ayudándole a que
él mismo haga su trabajo. Así, lo que estaba “sin digerir” (y que,
como con la comida física, repetimos, regurgitándolo permanente-
mente), puede convertirse en nutriente, excretándose lo que ya
no sirva.

Si no realizamos este procedimiento, las consecuencias son


las mismas que las que se sufre con una mala digestión constipa-
tiva: las toxinas retenidas van enfermando al cuerpo, ¿verdad?
Bien: el pasado que no “digerimos”, y cuyas toxinas psíquicas no
excretamos, termina, al paso del tiempo, intoxicando nuestra vida
emocional, produciendo síntomas de todo tipo, y desvirtuando
nuestro modo de estar en el mundo y de disfrutar de él.

Pero hay algo más: la Psicología de Occidente apenas si vislumbró


algo más que esa zona de nuestra interioridad donde están nuestros
traumas, conflictos, complejos, mandatos... Oriente, en cambio, nos dice
que, “debajo” de esa capa (por así decir), hay una “napa subterránea” no-
condicionada, que es, en verdad, nuestra real identidad, el núcleo de
nuestra individualidad. Es “otro” Inconsciente, que está constituido como
una porción del Todo (una partícula de lo
Sagrado). De modo que, además de
ayudar al Inconsciente a “digerir” los nú-
cleos dolorosos, existen prácticas para
acceder a esa napa interna, de manera
tal que ese “agua” mane hacia la super-
ficie, y, con su potencia, despeje las to-
xinas emocionales, obrando de adentro
hacia fuera.

Y así como una herida en la carne


tiene un mecanismo de auto-reparación,
que la cicatriza, nuestra interioridad está
provista de una Naturaleza Medicatriz (siguiendo el nombre que le dio

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Hipócrates a ese poder auto-reparador de la Vida). Hacer contacto directo
con el Inconsciente implica, entonces, vincularse con la inteligencia que le
es propia: se trata de aprender a escuchar a nuestro propio
Inconsciente, e inclusive a ha-blarle en su propio lenguaje.

El tema del dolor abarcaría muchos aspectos puntuales: el desa-


pego, los procesos de duelo, la necesidad de gestar perdón, la impor-
tancia de reparar lo que hemos dañado en nuestro pasado... Iremos to-
mando cada uno de estos temas, en la medida de nuestras posibilidades,
poco a poco...

Redondeando este ítem que hoy quería compartirles: abordar lo


irresuelto de nuestro pasado, ya sea a través de acciones en el mundo
externo como en el mundo interno, puede ser, por supuesto, doloroso.
Pero también es una tarea que puede dejarnos un tipo de gozo que
ninguna otra cosa en el mundo nos puede proveer. Eliminar toxinas y
nutrirse de lo que fue. Soltar lo viejo, para que lo
nuevo y fresco tenga espacio. Aprender de sí
mismo, y consigo mismo. Sé que no es fácil. Lo
sé, no sólo como terapeuta, sino desde mi propio
dolor. Y también desde ambos lugares sé que uno
puede ser su propio Ave Fénix, volviendo a re-
montar vuelo desde sus cenizas... O como la flor
de loto, antiquísimo símbolo que nos habla de
esto: una flor bella y pura, que, sin embargo, se
nutre de la podredumbre del pantano. Todos
estamos llamados a hacerlo, y sólo de nosotros depende. 

* La Lic. Virginia Gawel es Psicóloga, escritora, co-Directora del Centro


Transpersonal de Buenos Aires: www.centrotranspersonal.com.ar . La
conferencia a la que alude este texto es la del día 29 de abril de 2007 .

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