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expresarse y de pensar; se indaga cuál es la que tiene mejor sentido dentro del
contexto. (2) La probabilidad de transcripción, que estudia las variantes desde el
punto de vista de los copistas. Conociendo la tendencia de los escribas y los
clásicos errores de copia, se estudia cuál variante explica mejor el origen de las
otras variantes, pero que a la vez no puede ser explicada por ellas.
Mediante el uso de evidencia intrínseca y transcripcional, Westcott y Hort
procuraron determinar la modalidad y la confiabilidad de diferentes manuscritos. Si
un manuscrito en la mayoría de los casos tiene un texto confiable, puede suponerse
que es un buen manuscrito. Por lo tanto, haciendo el primer proceso, se puede
formar una opinión del valor comparativo de los diversos manuscritos. Un
manuscrito que tiene un texto superior en pasajes en los cuales se lo puede probar,
probablemente también tendrá un buen texto en pasajes donde la evidencia interna
es incierta. En base a este razonamiento, Westcott y Hort llegaron a la conclusión
de que el Códice Vaticano y el Códice Sinaítico son los mejores MSS del NT. Luego
dividieron los manuscritos en familias, y llegaron a la conclusión de que todos
podían ubicarse en cuatro principales tipos de texto: (1) Texto sirio: el tipo de texto
encontrado en la mayoría de los MSS en minúscula, los unciales más nuevos y
muchas de las versiones más nuevas, y las citas de los Padres posteriores de la
iglesia. (2) Texto neutral: el tipo de texto encontrado en el Códice Vaticano (B),
Códice Sinaítico ( !), L, T, 33, la versión Bohaírica y algunos otros manuscritos.
Westcott y Hort denominaron neutral a este tipo de texto orque
pensaron que tenía menos corrupción posterior y se acercaba, por lo tanto, más a
los autógrafos. (3) Texto alejandrino: Westcott y Hort colocaron el tipo de texto
encontrado en el códice 53, las versiones cópticas y los padres alejandrinos en una
categoría aparte. Difiere del neutral más en el lenguaje que en esencia. (4) Texto
occidental: este nombre se aplica a un pequeño grupo de manuscritos
representados principalmente por el Códice Beza (D) y el Códice Claromontano (D),
unos pocos MSS en minúscula, las antiguas versiones latinas, la versión curetonia
siríaca y casi todos los padres de los siglos II y III. Este texto, muy antiguo y muy
diseminado, se caracteriza por alteraciones y expansiones.
El trabajo de Westcott y Hort tuvo una definida influencia sobre las traducciones
protestantes que le siguieron. También tuvo mucha influencia en la preparación de
las ediciones críticas del NT griego de Nestlé y de las Sociedades Bíblicas. Westcott
y Hort finalmente lograron destruir la dominación del textw receptus, a pesar de que
algunos eruditos lo defendieron.
limitado del lenguaje humano. Este artículo repasa brevemente la historia y los
diferentes métodos de la alta rítica; pero no intenta agotar el tema porque no es
posible hacerlo dentro de los límites de un artículo, ni tampoco es necesario, pues
muchas teorías críticas del pasado han sido abandonadas por los eruditos o están
en proceso de sufrir cambios radicales. En primer lugar, se estudiará la alta crítica
del AT, luego se abordará la alta crítica del NT.
inspiración divina (2 Esdras 14: 19-48). Ireneo (m. c. 230 d. C.) aceptó esta teoría.
A fines del siglo cuarto, Jerónimo, el traductor de la Biblia al latín, puso en duda la
autenticidad del relato de 2 Esdras; al mismo tiempo expresó dudas de que Moisés
hubiera sido el autor del Pentateuco.
b. Desde la Reforma hasta el siglo XVIII. Los reformadores fueron firmes reyentes
en la inspiración de la Biblia. Aceptaron las Escrituras como la única guía para la fe
y la vida de los cristianos, y consideraban que Moisés había sido el autor del
Pentateuco. El único que expresó dudas en cuanto a esto fue Andreas Karlstad. En
su obra De canonis scripturis (1520) afirmó que el relato de la muerte de Moisés
(Deut. 34: 5-12) tiene el mismo estilo de la narración anterior, y que como Moisés
no pudo haber escrito el relato de su propia muerte, la sección anterior también tuvo
que ser escrita por otra persona. Algunos autores católicos hicieron declaraciones
más tajantes que la de Karlstad. En 1574 el abogado Andreas Masius sugirió que el
Pentateuco había sido recopilado por Esdras teniendo como base documentos
antiguos. El jesuita español Benedicto Pereira (1594) aceptaba que mucho del
Pentateuco había sido escrito por Moisés, pero afirmaba que también podía
detectarse la obra de manos posteriores. El racionalista 151Richard Simon (1678)
decía que el Pentateuco mostraba un complejo desarrollo literario desde Moisés
hasta Esdras, y negó la inspiración de algunas partes. Las obras de Masius y Simon
eran tan radicales que se las colocó en el Index de obras prohibidas.
Entre los eruditos protestantes del siglo XVII hubo algunos que rompieron con la
tradicional aceptación de Moisés como autor del Pentateuco. Thomas Hobbes
(1651) sostenía que Moisés "escribió todo lo que allí se dice que escribió",
sugiriendo de esta manera que las secciones que no se atribuyen específicamente
a Moisés pudieran haber sido escritas por otros. El erudito reformado Isaac de la
Peyrére (1655) intentó demostrar que Moisés incorporó en el Pentateuco
documentos de autores premosaicos. Jean Le Clerc (1685) decía que debido a que
tanto los samaritanos como los judíos tenían Gén. 1-11, estos capítulos tuvieron
que haber sido escritos por un autor israelita que vivió en Babilonia después de la
caída de Samaria (722 a. C.), pero antes del exilio de los judíos (597 a. C.).
c. La crítica del siglo XVIII. Como parte de la época de la "ilustración" se fue
desarrollando una nueva norma filosófica. Se aceptó el racionalismo, y con éste la
insistencia en que la razón debía ser el árbitro final en cuanto a la verdad. El
racionalismo reaccionó contra el sobrenaturalismo, lo cual llevó a muchos a negar
que hubiera un canon bíblico divinamente inspirado. Mucha de la crítica tenía que
ver con el uso de varios nombres para la Divinidad, lo cual parecía sugerir diferentes
autores. El pastor luterano alemán H. B. Witter escribió en 1711 un comentario del
Génesis, en el cual señaló que el nombre que se le daba a Dios era diferente en
Gén. 1 y Gén. 2 ('Elohim y Yahweh, respectivamente). Aunque fue el precursor de
la "hipótesis documental", su obra tuvo poca influencia en el pensamiento posterior
debido a que no fue redescubierta sino hasta el siglo XX. El médico francés Jean
Astruc publicó en 1753 en forma anónima sus Conjeturas en cuanto a la
composición de Génesis. Llegó a la conclusión de que Moisés había utilizado dos
fuentes, ya que en una parte se empleaba para Dios el nombre Elohim, mientras
que en la otra se usaba el nombre Yahweh. A la primera
llamó A; a la segunda, B. La teoría de Astruc fue la base de toda la crítica posterior
de las fuentes.
El erudito alemán J. G. Eichhorn escribió en su Introducción, de 1780-1783, que
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Moisés había tomado la fuente "elohista" -en la cual se emplea el nombre 'Elohim-,
y la fuente "yahvista" -en la cual se usa el nombre Yahweh-, y luego había redactado
el libro de Génesis. Más tarde Eichhorn negó que Moisés hubiera escrito parte
alguna del Pentateuco. Dijo, además, que había otras fuentes fragmentarias, y
sugirió que algunos redactores las habrían usado para recopilar y redactar los libros
de Génesis, Éxodo y Levítico. El siguiente escritor que optó por esta forma de
pensar fue K. D. Ilgen, en cuyos escritos sobre Génesis (1798) hace notar 17
diferentes documentos supuestamente redactados por tres autores diferentes, a
quienes llamó: el "primer elohista" (E1), el "segundo elohista" (E2) y
el "jahvista" (J). Ilgen atribuyó a su "segundo elohista" partes del texto bíblico que
Astruc había atribuido a la fuente "yahvista". En este momento comenzaron a surgir
las diferencias de opinión entre los críticos.
Los autores mencionados se limitaron a la crítica de Génesis. El sacerdote escocés
Alexander Geddes extendió su estudio a todo el Pentateuco. En 1792 señaló las
inconsecuencias de la "antigua hipótesis documental" e insistió en que los primeros
cinco libros de la Biblia habían sido recopilados en tiempos de Salomón, teniéndose
como base un gran número de documentos fragmentarios de diverso valor histórico
y literario. J. S. Vater, alemán, preparó bajo la influencia de Geddes, una obra en
tres tomos, en la cual presentó una "hipótesis fragmentaria" (1802-1805). Postuló
que las leyes habían sido coleccionadas en tiempos de Salomón, pero que el
Pentateuco 152 no había tomado forma final hasta la caída de Jerusalén (586 a.
C.). La obra de Vater influyó en W M. L. De Wette, quien propuso en 1806 y 1807
la "hipótesis fragmentaria". Consideraba que Génesis y Éxodo constituían una
epopeya teológico, que Levítico era una colección muy tardía de leyes, y que
Números era un suplemento de asuntos misceláneas. De Wette afirmó que muchas
de las condiciones culturales y religiosas descritas en el Pentateuco existieron más
tarde, en los tiempos de los reyes de Israel y Judá; e insistió que esto era prueba
suficiente de que los primeros cinco libros bíblicos no pudieron haber sido escritos
antes del tiempo de la monarquía.
d. Crítica de fuentes en el siglo XIX. Durante la primera mitad del siglo XIX, otros
eruditos que propusieron hipótesis para explicar la recopilación del Pentateuco,
recibieron una fuerte influencia de quienes propiciaban la idea del progreso, la
filosofía precursora de la teoría de la evolución. Esta idea, junto con el racionalismo
del siglo anterior, fue responsable en gran medida por el rumbo que tomó la crítica
de las fuentes. Una teoría que tuvo mucha aceptación fue la de J. E George (1835),
quien afirmaba que algunas partes del Pentateuco reflejaban la "edad de los mitos",
mientras que otras partes reflejaban el siguiente paso en el desarrollo de los seres
humanos: "la edad de los poetas y profetas". Según George, las secciones más
recientes provenían de la "edad de la razón".
En 1853 H. Hupfeld, de Alemania, propuso la "nueva hipótesis documental" para
explicar el origen del Pentateuco. En armonía con lo que había propuesto Ilgen,
Hupfeld veía en el texto tres fuentes: la elohista, la elohista posterior, y la yahvista.
Lo original de la teoría de Hupfeld era la postulación de la existencia de un redactor
(R) que habría combinado las tres fuentes. K. H. Graf, profesor de hebreo, publicó
en 1866 una ampliación de la teoría de Hupfeld, en la cual fijaba la fecha de la fuente
yahvista (J) y segunda elohista (E) antes de la preparación de
Deuteronomio, que, según pensaba, se habría escrito en tiempos de Josías (621 a.
C.). Su gran logro fue convencer a los eruditos de que la fuente elohista era la última
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de todas, y que no había existido antes del tiempo de Esdras. Esta parte, decía Graf,
había sido escrita por un sacerdote después del exilio. A su vez, Abrahán Kuenen,
teólogo holandés, escribió en forma persuasiva, entre 1861 y 1865, sosteniendo que
la fuente sacerdotal (P), que contenía las tradiciones y la teología de los sacerdotes,
era la más reciente, y podía fecharse después del exilio. Con este fondo histórico,
Julio Wellhausen llevó la crítica de las fuentes a su madurez con la publicación de
varios artículos sobre la composición del hexateuco (1876-1877). Wellhausen tuvo
la capacidad de presentar sus ideas de un modo cautivante; también tuvo alumnos
y sucesores, quienes hicieron su parte para que la teoría de Kuenen-Graf-
Wellhausen llegara a ser la explicación más aceptada del origen del Pentateuco, y
fuera enseñada en universidades europeas y americanas. Esta teoría es, en
esencia, la siguiente: El autor yahvista (J), ciudadano del reino del sur, de Judá,
redactó sus materiales, entre los cuales están los relatos patriarcales desde
Abrahán hasta el Éxodo, a mediados del siglo IX a. C. El autor elohista (E), quien
vivió en el reino del norte, de Israel, escribió su narración un siglo más tarde, Estos
dos relatos fueron luego unidos para formar un libro, JE, por un redactor (RJE),
alrededor del año 650 a. C. En el año 621 se escribió el libro de Deuteronomio (D),
aunque no tenía entonces la forma en que lo conocemos hoy Este libro fue revisado
por otro redactor (RD) alrededor del año 550 a. C. Entre 500 y 450 a. C. un escritor
sacerdotal (P) escribió las partes religiosas y legales del Pentateuco, las cuales
fueron entonces incorporadas a los otros libros supuestamente escritos por Moisés,
por otro redactor (RP), quien completó la redacción del Pentateuco alrededor del
año 400 a. C. 153 e. Crítica del siglo XX. A comienzos del siglo XX la hipótesis
documental estaba bien arraigada entre los eruditos. No sólo se enseñaba en las
aulas, sino también se proclamaba desde el púlpito. Sin embargo, la teoría de
Kuenen-Graf-Wellhausen ha sufrido desde entonces muchas y diversas
modificaciones. La fuente yahvista se ha subdividido en dos o tres, cada una
abarcando un período diferente. La E también ha sido dividida en E1 y E2 y la fuente
P ha sido dividida en "código de santidad" (Lev. 17-26) y un "suplemento". Estas
subdivisiones se hicieron porque los eruditos descubrieron aparentes diferencias en
el material atribuido a las diversas fuentes de la teoría original: J, E, P y D. Además,
los ruditos no han concordado en cuanto a la secuencia de producción de los
diferentes segmentos, ni tampoco en cuanto a la fecha de cada una. Es difícil que
haya siquiera dos autores que concuerden en la fecha cuando los diferentes autores
redactaron sus materiales. El único punto en el cual han concordado es en decir
que Moisés no escribió el Pentateuco. Algunos críticos, insatisfechos con las
soluciones propuestas por la hipótesis de las fuentes, rechazaron partes de ella. Por
ejemplo: Volz y Rudolph (1933) y S. Mowinckel (1964) afirman que E es sólo una
nueva edición de J o una redacción de J basada en variantes. Martin Noth(1972) no
niega la existencia de E, pero considera que es tan fragmentaria que es poco lo que
se puede saber de sus características. En 1976 H. H. Schmid afirmó que el
documento J muestra afinidades con Deuteronomio y los profetas posteriores, por
lo cual insistió en que debía fecharse en el siglo VII a. C. R. Rentdorff (1977) dijo
que no existía el documento E, y puso en duda la existencia de J. También señaló
las inconsecuencias de los argumentos en favor de las tradicionales cuatro fuentes
principales. S. R. Kulling (1964) estudió los pasajes asignados a P en Génesis, e
insistió que todos debían fecharse en el segundo milenio a. C. Si bien muchos
eruditos en la Biblia han adoptado la hipótesis documental, en alguna de sus
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diversas formas, siempre ha habido eruditos respetados que han mantenido que el
Pentateuco constituye una unidad literaria o que fue escrito por Moisés, o bien
ambas cosas. Entre ellos se cuentan los siguientes: E. J. Young (1950), P. J.
Wiseman (1 95 7), U. Cassuto (1 96 l), G. L. Archer, jr. (1 964), y R. K. Harrison (1
969).
Además, el uso de varios nombres para referirse a un mismo dios era común e la
antigüedad. Se conocen ejemplos de esta costumbre en las literaturas ugarítica,
egipcia y babilónico del segundo milenio a. C.
Por lo tanto, queda vindicada la posición conservadora que afirma que los nombres
divinos se intercambiaban libremente en el AT.
Es verdad que cada autor tiene un estilo peculiar, pero también es cierto que u autor
puede usar una variedad de estilos para alcanzar metas específicas: logra variedad
o énfasis, o para hacer frente a una situación nueva y diferente. En cuanto al uso
de dos nombres (Israel/Jacob, Jetro/Reuel, Horeb/Sinaí, ismaelitas/madianitas),
puede decirse que otros pueblos del antiguo Cercano Oriente usaron dos o más
nombres para referirse a la misma persona, nación o localidad. La información
obtenida de las literaturas mesopotámicas, ugarítica, hitita y egipcia, indica que este
tipo de variación no demuestra la existencia de
fuentes o estratos independientes.
d. Origen babilónico del relato del diluvio. La publicación del relato babilónico del
diluvio, en 1872, produjo una polémica en cuanto a la dependencia literaria del relato
de Génesis de la epopeya de Gilgamés. Los que creían en el relato bíblico se
alegraron mucho cuando supieron que los pueblos de la antigüedad habían sabido
del diluvio. Pero algunos eruditos afirmaron que el relato bíblico del diluvio se había
originado en la narración babilónico.
Sostenían que los judíos habían conocido el relato del diluvio durante el exilio
babilónico, y lo habían depurado de los rasgos politeístas e inmorales para hacerlo
armonizar con la religión judía. Consideraron que el hallazgo de la epopeya de
Gilgamés, con su relato acerca del diluvio, constituía una prueba del origen
postexílico del relato de Génesis. Además,vaticinaron que los relatos de la creación
y de la torre de Babel también habían sido tomados de las leyendas babilónicas
durante el período del exilio. Las semejanzas que hay entre los relatos del diluvio
que se encuentran en Génesis y en Babilonia, son evidentes; sin embargo,estos
parecidos no prueban que el autor de Génesis tomó su relato de los babilonios.
Además, hay grandes diferencias entre las dos narraciones.
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del éxodo, cuando Moisés escribió el Pentateuco. Sin embargo, estas tablillas
estaban escritas en cuneiforme y no en hebreo. En 1904 y 1905, Flinders Petrie
descubrió en las minas de cobre de la península de Sinaí numerosas inscripciones
en una escritura hasta entonces desconocida; pero cuando fueron descifradas se
comprobó que estaban escritas en el hebreo alfabético más antiguo que alguna vez
se hubiera conocido, grabado en piedra por mineros cananeos o edomitas en los
siglos XV o XVI a. C., antes del tiempo de Moisés. Desde entonces se han
encontrado numerosas inscripciones de la misma escritura protosemítica en Laquis,
Tell el Hesi, Siquem, Meguido,Bet-semes y otros sitios de Palestina. Esta evidencia
del segundo milenio a. C. indica que la escritura alfabética cananea, casi idéntica a
la hebrea, estaba ampliamente difundida en tiempos de Moisés. Este
descubrimiento dejó sin argumentos a los críticos, quienes en parte basaban su
teoría de que el Pentateuco se había escrito tardíamente, en la suposición de que
la escritura hebrea no se conocía en el tiempo de Moisés.
f. El uso de arameísmos en el Pentateuco. Se afirmaba que las palabras y las
construcciones arameas demostraban que el Pentateuco se había escrito en una
fecha tardía, porque este idioma no se había hablado durante el segundo milenio a.
C. Cuando se criticaba la paternidad literaria mosaica del Pentateuco, la inscripción
aramea más antigua era del siglo VIII o IX a. C. Además, no había información
extrabíblica en cuanto a la existencia de los arameos durante el período patriarcal.
En Lev. 7: 35 aparece la palabra mishjah, "medida", considerada como arameísmo.
Esta palabra fechaba al documento P, en el cual aparecía, en
el período persa. Esta palabra aparece en el diccionario acadio, y probablemente
entró al hebreo por vía del acadio y no del arameo. Es difícil encontrar en el
Pentateuco un legítimo arameísmo. Por otra parte, hay evidencia de que el arameo
era un idioma bien conocido mucho antes de la fecha que se le asignaba. Una carta
de Ugarit, del siglo XIII a. C., contiene dos veces la frase "mi hijo". En la tercera línea
aparece escrito en arameo: bari en la línea 16 aparece en hebreo: beni. Esto
demuestra que existían las formas arameas de algunas palabras y que se usaban
junto con las hebreas. Este mismo intercambio de ben y bar aparece en Sal. 2: 7,
12. Los arameísmos aparecen en una inscripción acadia de Naramsin (siglo XXIII
a. C.), y más tarde durante la primera dinastía de Babdonia.
g. Anacronismos, especialmente en el período patriarcal. Durante el siglo XIX,
cuando aún no había mucha evidencia arqueológica en cuanto a los tiempos de los
patriarcas, 157 los críticos de las fuentes afirmaron que las condiciones descritas
en el Génesis eran las que habían existido en el primer milenio a. C., o sea cuando
supuestamente los autores bíblicos escribieron el libro de Génesis. Como los
eruditos afirmaban que la sociedad patriarcal había sido muy sencilla, no podían
aceptar la existencia de códigos legales, de una organización social o de tecnología
como aparecen en el relato de Génesis. Esto les hacía fijar una fecha tardía para la
composición del libro.
Pero a medida que los descubrimientos arqueológicos se fueron multiplicando, se
vio claramente que las costumbres sociales y culturales reflejadas en el Génesis
eran exactamente las que se encontraban registradas en las tablillas y las
inscripciones de diversas partes de la antigua Mesopotamia. En vista de estos
descubrimientos, el profesor Alfredo Jeremías tuvo que admitir lo siguiente:
"El ambiente de los relatos de los patriarcas concuerda en todos los detalles con las
circunstancias de la antigua civilización oriental del período en cuestión, según dan
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(1) Antiquísima mención del hierro. La mención del hierro antes del diluvio (Gén. 4:
22) y en los tiempos de la conquista de Canaán (Deut. 3: 1l), era para los críticos
uno más de los anacronismos del relato del Pentateuco, pues se aceptaba
comúnmente que el hierro sólo había comenzado a utilizarse extensamente
alrededor del 1200 a. C. Sin embargo, se han hallado objetos de hierro en tumbas
egipcias del período predinástico (antes del 2800). También se encontró hierro
empotrado en la mampostería de la pirámide de Keops y en el templo de la pirámide
de Micerino, ambas de la cuarta dinastía (fechada por la mayoría de los egiptólogos
alrededor del año 2500 a. C.). Otros objetos de hierro aparecieron en tumbas de la
sexta, undécima y decimoctava dinastías (fechadas c. 2200, 2000, y 1500 a. C.,
respectivamente). En Mesopotamia y en Asia Menor se han descubierto objetos de
hierro procedentes del tercer milenio. Textos del tiempo de Hamurabi (siglo XVIII a.
C.) y las cartas
de Amarna (siglo XIV a. C.), proporcionan evidencia literaria de que el hierro se usó
en la época de los patriarcas y en el tiempo de Moisés, tanto en Mesopotamia como
en Egipto. El uso del hierro en esos tiempos antiguos indudablemente era limitado,
pues su producción era
costosa. Por otra parte, el análisis de algunos de los adornos (cuentas de collares,
etc.) de hierro, indican que este metal era de origen meteórico. Esto corroboraría el
nombre que en Sumer se le daba al hierro: "metal celestial". Según lo que se sabe
hoy, la mención del hierro
en los relatos patriarcales no es anacronismo. 158
(2) Los camellos de Abrahán. Según Gén. 24: 10, Abrahán poseía camellos. Estos,
además, aparecen en Egipto en tiempos del patriarca (Gén. 12: 16). Según Robert
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(3) Mención de los antiguos hititas. Los hititas, que aparecen ya en Gén. 15: 20 y
repetidas veces en Éxodo y Josué, no pudieron, según los críticos, haber vivido en
Palestina en ese tiempo. En verdad, era poco lo que se sabía de los hititas hasta el
siglo pasado. Pero desde entonces el conocimiento acerca de los hititas se ha
multiplicado (ver t. I, pp. 136-137). Los registros más antiguos que se conocen
escritos por los hititas, vienen de los hititas neshumli en el siglo XIX a. C.; estos
documentos hablan de los hattili, reemplazados por los hititas cuando éstos llegaron
a Anatolia a comienzos del segundo milenio a. C. A los hattili suele llamárselos
ahora protohititas. Estos fueron posiblemente los verdaderos descendientes de Het,
hijo de Canaán (Gén. 10: 15). Los procedimientos legales involucrados en la compra
de la cueva de Macpela, cuando Abrahán compró esa propiedad de los hijos de Het
(los hititas), seguían exactamente las leyes hititas (ver com. Gén. 23: 3, 11). Cada
vez se hace más claro que la mención de ese pueblo no es anacronismo.
(4) Mención de los antiguos filisteos. Los filisteos también aparecen en el relato de
Abrahán (Gén. 21: 32-34; 26: 1, 8, 14-18). La historia nos informa que los filisteos
llegaron en el siglo XII a. C. a Palestina junto con otros pueblos del mar, durante el
reinado de Ramsés III, varios siglos después de la época patriarcal. Como los
filisteos no aparecen en los registros egipcios antes del siglo XII, el hecho de que
se los mencionara en Génesis y Éxodo era considerado como evidencia de que
esos libros habían sido escritos mucho después; pero en textos alfabéticos
procedentes de Ugarit, fechados a mediados del segundo milenio a. C., dos o tres
siglos antes de la invasión de los pueblos del mar, se menciona a los filisteos. Esta
es la mención extrabíblica más antigua que se conoce. Otra evidencia de que los
filisteos estuvieron en Palestina es la existencia de alfarería cretense en las ruinas
de ciudades palestinas de la época patriarcal. Por la Biblia (Jer. 37: 4, donde Caftor
equivale a Creta; ver com. Gén. 10: 14) y también por la arqueología, se sabe que
los filisteos llegaron a Palestina procedentes de Creta. Los filisteos fueron quienes
invadieron a Creta y destruyeron la civilización minoica. Parece que los cretenses o
anúguos filisteos no eran fuertes en Palestina y por esto hicieron tratados con los
poderosos patriarcas; pero más tarde los filisteos adquirieron mucho poder y se
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constituyeron en una amenaza para los israelitas que trataban de conquistar la tierra
de Canaán (Exo. 13: 17-18; Jos. 13: 2-3).
(5) Empleo de nombres posteriores. En Gén. 14: 14 se menciona la ciudad de Dan,
llamada Lesem o Lais hasta su conquista en tiempo de los jueces (ver com. Jos.
159 19: 47; Juec. 18: 7). Por esto, se suponía que el autor tuvo que haber escrito
en una época posterior. Lo mismo podría decirse de otros nombres posteriores
como Ramesés, Hebrón, o Bet-el. No puede negarse que en el Pentateuco
aparecen topónimos que corresponden a una época posterior a la de Moisés. En
Gén. 47: 11 la tierra de Gosén es llamada "tierra de Ramesés", aunque este nombre
no le fue aplicado a la región sino cuatro siglos después de que Jacob se instaló
allí, o dos siglos después que Moisés escribió el relato. El hecho de que se empleen
nombres posteriores no es prueba, en ningún caso, de que los libros que los
contienen no fueron escritos antes. El AT nos ha llegado en copias de copias de
copias . . . Copistas posteriores simplemente pudieron haber reemplazado los
topónimos ya desconocidos con los nombres corrientes, para que los lectores
pudieran saber de qué lugares se estaba hablando.
a. Historia de la crítica de las fuentes de Isaías. Antes de que la crítica de las fuentes
se hiciera fuerte, la tradición, tanto judía como cristiana, afirmaba que Isaías era el
autor de los 66 capítulos que se le atribuían. La afirmación ambigua del Talmud,
"Ezequías su gente escribieron Isaías y Proverbios. . ." (Baba Bathra 15ª), se ha
entendido 160 como que aquellos fueron los que redactaron la colección de
profecías incorporadas en esos libros. Ibn Esdras (1092-1167 d. C.), comentador
judío, menciona que Moisés ben Samuel Ibn-Gekatilla (c. 110 d. C.) afirmaba que
Isaías 40-66 provenía del período postexílico; y algunos han pensado que Ibn
Esdras empleaba este recurso para indicar que él creía lo mismo. Sin embargo, su
manuscrito no puede usarse para afirmar esto. Por lo tanto, es evidente quehasta
el siglo XVIII tanto cristianos como judíos consideraron que Isaías había sido el autor
de todo el libro.
Pero ocurrió un cambio a fines del siglo XVIII. Después que J. S. Semler (1725 -
179l) rechazara el concepto tradicional de la inspiración bíblica, J. G. Eichhorn,
quien ayudó a establecer el método de crítica de las fuentes para el estudio del AT,
fue el primero en afirmar que los capítulos 40 al 66 del libro de Isaías fueron escritos
por un desconocido profeta en el exilio. Estas influencias se hicieron sentir en la
tercera edición del comentario de Isaías escrito por J. C. Doederlein en 1780.
Doederlein afirmó que Isaías, que vivió en el siglo VIII, no podía prever la caída de
Jerusalén, ni el exilio con más de un siglo de anticipación, ni la actuación de Ciro
unos 150 años antes de que apareciera en la escena histórica, Por esto argumentó
que autores posteriores tenían que ser los responsables de éstas y otras partes de
Isaías. Debido al clima Filosófico de la época y la insistencia de que la Biblia debía
considerarse como literatura humana, el supernaturalismo fácilmente cedió ante el
naturalismo y el racionalismo. En esta forma la posición tradicional, de que Isaías
había sido el autor de su libro, fue reemplazada por la teoría del segundo Isaías o
Deuteroisaías.
El conocido erudito en lengua y escritos semíticos Wilhelm Gesenius (1786-1842)
propuso en 1819 que el segundo Isaías (cap. 40-66) no era producto de diversos
autores y fuentes, sino de un solo hombre que vivió a fines del exilio. Su opinión
predominó durante unos sesenta años. Pero desde 1878 en adelante comenzaron
a surgir algunos que pedían que se separaran los capítulos 56 al 66 de los capítulos
40 al 55. La hipótesis del tercer Isaías (o Tritoisaías), que afirma que los cap. 56 al
66 fueron escritos después del año 538 a. C. en Palestina, apareció en 1892 en un
comentario de Berhard Duhm (1847-1928). Desde entonces muchos eruditos han
dividido el libro en dos partes: 1-39 y 40-66, y otros lo han dividido en tres partes: 1-
39, 40-55 y 56-66.
Algunos críticos contemporáneos sugieren que una larga serie de autores desde el
siglo VIII hasta el III a. C., pertenecientes a la escuela de Isaías, son los
responsables de la escritura de este libro. G. Fohrer (1967) afirmó que de los 784
21
vers. de Isa. 1-39, sólo 232 (30 por ciento) pueden asignarse con cierta seguridad
a Isaías; pero en 1974 O. Kaiser indicó que los versículos escritos por Isaías eran
288 (37 por ciento). Se ve, entonces, como los críticos están en desacuerdo no sólo
en cuanto a la forma de dividir el libro, sino también en cuanto a la autenticidad de
los versículos. Esto destaca el carácter subjetivo del método empleado.
Para conseguir mayor objetividad se han hecho estudios computarizados; sin
embargo, los resultados de estos estudios todavía son contradictorios, En 1970-
1971 el erudito israelí Y. T.
Radday hizo el primer estudio computarizado de Isaías, en el cual halló evidencia
de la existencia de un primer y un segundo Isaías. En 1972 el americano L. L. Adams
preparó un análisis estadístico del libro de Isaías, y en base a sus hallazgos llegó a
la conclusión de que todo el libro había sido escrito por un solo autor. Los resultados
divergentes de estos estudios reflejan el hecho de que cualquier investigación que
se haga tiene como base un determinado modelo filosófico que se emplea para
categorizar la información obtenida. Este elemento subjetivo de la investigación es
el que limita la objetividad de los estudios computarizados.
estilo entre Isa. 1-39 y 40-66. Por otra parte, los parecidos entre Isa. 40-55 y 56-66
no son aceptados como evidencia de la mano de un solo autor. Se afirma que el
autor del tercer Isaías estaba tan empapado del segundo Isaías, que en forma
inconsciente empleó tanto el vocabulario como el estilo de esa parte del libro. Debe
señalarse que el parecido entre las dos secciones ha sido admitido por los mismos
que niegan que hayan sido escritas por un mismo autor (O. Eissfeld, The Old
Testament: An Introduction [1965], p. 346). La frase idiomática "el Santo de Israel",
que en Isaías expresa un tema central, aparece doce veces en Isa. 1-39 y trece
veces en Isa. 40-66, mientras que en el resto del AT sólo aparece seis veces. Un
extenso estudio de los parecidos entre las supuestas partes de Isaías fue publicado
por R. Margalioth (The Indivisible Isaiah [ 1964]), quien llegó a la conclusión de que
los paralelos lingüísticos y literarios entre las dos partes de Isaías son tan grandes,
que ningún otro par de libros del AT comparte el mismo fenómeno.
Algunos de los ejemplos que presenta son los siguientes:
(1) Varios títulos específicos de Dios son empleados exclusivamente en Isaías y son
iguales en ambas partes.
(2) Once epítetos diferentes aplicados a Israel son iguales en ambas partes.
(3) Once referencias a Jerusalén o Sión revelan el mismo estilo en ambas partes.
(4) Ocho diferentes frases que tienen que ver, con el retorno de los exiliados son
empleadas en forma igual en ambas partes.
(5) Veinte fórmulas introductorias se emplean en forma similar en ambas partes. (6)
Veintitrés expresiones de ánimo son comunes a ambas partes.
(7) Veintiuna expresiones de reprobación peculiares a Isaías son comunes a ambas
partes.
(8) Veintinueve expresiones referentes a castigo son empleadas en estilo idéntico
en ambas partes.
(9) Se usan 34 sinónimos típicamente de Isaías en forma similar en ambas partes.
(10) Hay 31 casos en los cuales la estructura de la oración es empleada
exclusivamente en Isaías, y su uso es igual en ambas partes.
c. Isaías, autor de los 66 capítulos. El estudio cuidadoso de la evidencia, junto con
la aceptación de la posibilidad de que haya profecía predictiva, lleva a la conclusión
de que Isaías escribió los 66 capítulos. Un autor que haya vivido en tiempos
turbulentos 163 y durante seis décadas haya ministrado a su nación, bien pudo
haberse referido a distintos asuntos en diferentes estilos. Aunque los paralelos
lingüísticos y de estilo entre Isa. 1-39 y 40-66 son mucho mayores que las
disimilitudes, hay una diferencia tanto en el enfoque como
en el contenido de las dos partes. La segunda sección, que está definidamente más
orientada hacia el futuro que la primera, bien puede haber sido escrita en el último
período de la vida del profeta, durante el reinado del impío Manasés, poco antes del
martirio de Isaías.
Como testimonio de que Isaías escribió todo el libro, se presentan los siguientes
hechos:
(1) El testimonio de los profetas antes del exilio, que reflejan, o se parecen, o toman
prestado de Isaías (cf. Isa. 47: 8 con Sof. 2: 15; Isa. 66: 20 con Sof. 3: 10; Isa. 52: 7
con Nah. l: 15; Isa. 43: 1-6 con Jer. 30: 10-15; Isa. 44: 12-15 con Jer 10: 1-16; Isa.
48: 6 con Jer 33: 3; Isa. 56: 11 con Jer 6: 15; Isa. 65: 17 con Jer. 3: 16; Isa. 66: 15
con Jer. 4: 13);
24
(2) el testimonio bíblico del NT que claramente habla de Isaías como autor de las
citas de ambas partes (ver t. IV, p.
128);
(3) la evidencia interna en cuanto al lenguaje y al estilo;
(4) la evidencia extrabíblica de las antiguas versiones, en las cuales el libro de Isaías
siempre aparece como una unidad;
(5) la evidencia que dan los manuscritos de Qumrán (1QIsª y 1QIsb), de que en el
más antiguo manuscrito de Isaías aparecen juntos todos los capítulos (ver t. IV, pp.
128-130); y
(6) la constante tradición de las comunidades judías y cristianas hasta por lo menos
el siglo XVIII.
4. Conclusión.
Un examen de la historia de la crítica de las fuentes del Pentateuco y de sus
argumentos básicos y sus presuposiciones, como también de la teoría en cuanto a
la división de Isaías, pone en evidencia que la fecha posterior asignada a algunas
partes de la Biblia sólo puede sostenerse cuando se aceptan las presuposiciones
naturalismo y racionalismo- empleadas por los críticos. Si se acepta la naturaleza
divino-humana de las Escrituras y la operación sobrenatural de Dios en la mente
humana y en la historia, entonces no habrá dificultad alguna para afirmar que
Moisés escribió el Pentateuco alrededor del siglo XV a. C., y que Isaías escribió
todos los capítulos de su libro en el siglo VIII a. C. Esto no quiere decir que las
preguntas en cuanto al origen y al desarrollo de la Biblia no se puedan examinar y
discutir, ni tampoco que ni una jota del manuscrito original haya sido cambiado
alguna vez. Sin embargo, este Comentario adopta la posición tradicional de que
Moisés fue autor del Pentateuco y que Isaías escribió los 66 capítulos del libro que
lleva su nombre.
los eruditos aceptan que los salmos tuvieron su origen en el culto israelita, hay
desacuerdo en cuanto a los tipos de géneros literarios.
Evidentemente no es posible afirmar que los sobrescritos de los salmos hayan
formado parte de los manuscritos originales; sin embargo, son muy antiguos; ya
existían en la LXX en el siglo III o II a. C. De estos sobrescritos, 73 dicen ledawid:
"para David" o "de David". De éstos, 14 están ligados a experiencias en la vida de
David. La crítica de las formas tiende a desechar esta información como "típico
comentario judío" (Mowinckel), pues una vez que se elimina la relación histórica o
personal con David, es más fácil cambiar la fecha del salmo. En algunos casos se
les ha asignado fechas en los años del exilio. Indudablemente hay salmos de
redacción posterior (Sal. 137, por ejemplo); sin embargo los que muestran en el
sobrescrito relación con David merecen considerarse como provenientes de la
época del monarca hebreo. 166
W.E Albright ha demostrado que el Salmo 68, muchas veces fechado por los ruditos
en el período de los Macabeos (siglo II a. C.) basándose en la crítica de las formas,
tiene tantos paralelos con la literatura cananea del segundo milenio que puede
decirse que es uno de los más antiguos de la colección de himnos hebreos. Siendo
que el sobrescrito le atribuye este salmo a David, que vivió en los siglos XI y X a.
C., y las expresiones que se usan en el salmo son paralelas a las que se encuentran
en textos del siglo XIV a. C., no es difícil concluir que David utilizó expresiones
poéticas comunes en sus salmos. La crítica de las formas en los Salmos no es
simplemente una manera de describir su tipo literario, sino que está íntimamente
ligada al proceso de descubrir, describir y definir la "situación de vida" (Setz im
Leben) de cada salmo en base a las diferentes situaciones socioculturales en el
antiguo Israel y entre sus vecinos paganos. Basándose en los principios ya
enunciados -lo corto precede a lo largo y lo simple a lo complejo-, se supone que
cada relato o dicho tuvo una larga evolución. Además, se reemplaza el ambiente
bíblico con un contexto sociocultural reconstruido, cambiando así con frecuencia la
intención del mensaje del salmo.
Ver la discusión de otros problemas de la crítica de los Salmos en el t. III, pp. 623-
25, 876.
C. Crítica histórica
Una parte integral de la alta crítica es preguntar en cuanto a la validez histórica,
pero con demasiada frecuencia tales críticos han preguntado en cuanto a la
historicidad de la Biblia con más escepticismo que deseo de aprender. Algunos de
los hechos históricos registrados en la Biblia no pueden ser confirmados, ya sea
porque no existen registros extrabíblicos o porque lo ocurrido no está dentro del
alcance de la experiencia humana natural. Pero el estudioso de la Biblia debe
averiguar cuanto le sea posible acerca de estos incidentes. A veces es imposible
determinar sin duda alguna lo que ocurrió. A menudo uno debe conformarse con
una reconstrucción parcial del enigma. La información fragmentaria con frecuencia
es suficiente para establecer la probabilidad de un acontecimiento bíblico.
afirme la historicidad del éxodo, tendremos que conformarnos con una evidencia
fragmentaria, pero convincente. Se sabe que los pueblos de la antigüedad no
acostumbraban registrar aquellos acontecimientos que les eran desfavorables; por
esta razón no se menciona la muerte del primogénito del faraón ni tampoco el
desastre ocurrido al ejército egipcio en el mar Rojo. Además, casi no hay registros
de los tiempos de los reyes hicsos, quienes dominaron Egipto cuando José y sus
hermanos llegaron a esta nación, y los faraones egipcios que libertaron a su país e
la opresión de estos reyes extranjeros, dijeron poco. Fuera de una inscripción en
una tumba de un oficial del ejército que tomó parte en la guerra de liberación, no
hay información sino en relatos posteriores de carácter más bien legendario y una
lista incompleta de reyes hicsos.
Aunque el hambre de siete años que hubo en tiempos de José no aparece en los
documentos egipcios, se registra un hambre de siete años de duración en un
período anterior. Esto ayuda a creer en la veracidad del relato bíblico.
Los descubrimientos arqueológicos han comprobado que muchos detalles del
Éxodo, según se relata en la Biblia, revelan un conocimiento íntimo de la vida y de
la cultura egipcia. Ya no son válidas las dudas en cuanto a la historicidad del éxodo;
sin embargo, hay una considerable diferencia de opinión en cuanto a la fecha en
que 167 ocurrió y a la ruta que siguió Moisés. La corroboración de detalles
extrabíblicos en cuanto a la historicidad del éxodo contiene la respuesta a esta
legítima pregunta: ¿El éxodo fue un acontecimiento histórico?
2. Cronología bíblica.
La cronología bíblica ha apasionado y confundido a los estudiosos y críticos de la
Biblia durante siglos. Se han hecho preguntas muy comprensibles: ¿Cuándo ocurrió
tal cosa? ¿Es correcto el período que presenta la Biblia para tal suceso? Aún no se
han resuelto todos los interrogantes; sin embargo, los descubrimientos
arqueológicos de los últimos cien años han ayudado a confirmar ciertas fechas, y
también han ayudado a esclarecer cómo se medía el tiempo y cómo se expresaba
su medida.
La mención extrabíblica de la participación del rey Acab en la batalla de Qarqar en
el año 853 a. C., no sólo específica la identidad de este rey bíblico, sino que también
le da una fecha. El rey Jehú aparece en el obelisco negro de Salmanasar III, como
tributario del rey de Asiria. Este monumento es del año 841 a. C. Evidencias como
éstas nos dan seguridad en cuanto a la historicidad de los acontecimientos bíblicos
y también nos dan la fecha de los mismos. La declaración de que Daniel fue llevado
cautivo por Nabucodonosor en el tercer año de Joacim (Dan. 1: 1), ¿cómo puede
armonizarse con la afirmación de Jer. 25: 1-2, que el primer año de Nabucodonosor
fue el cuarto de Joacim? La arqueología ha resuelto el problema mostrando que los
reyes asirios y babilonios no contaban su primer año desde el momento en que
habían ocupado el trono, sino desde el primer día del año inmediato siguiente. El
tiempo transcurrido entre el momento de ocupar el trono y el día de Año Nuevo era
el "año de ascensión". Daniel no dijo que el primer año de Nabucodonosor
correspondía con el tercero de Joacim, sino que había sido llevado a Babilonia por
Nabucodonosor –quien aún no había comenzado su primer año de reinado, y estaba
todavía en el "año de ascensión"- en el tercer año de Joacim. Y lo que dice Jeremías
-que el primer año de Nabucodonosor correspondía al cuarto de Joacim- es también
correcto. Esta es una de las muchas veces en que la evidencia arqueológica ha
29
duda de que algunos críticos tendrán que admitir que no saben cómo el autor bíblico
podía estar tan enterado de los acontecimientos históricos.
D. Crítica de la tradición
La crítica de la tradición, o historia de la transmisión de la tradición, estudia la historia
de las diferentes unidades de texto, tales como han pasado de generación en
generación en forma oral, hasta que finalmente fueron escritas. Su propósito es
rastrear una determinada tradición hasta sus mismos orígenes, tratando de
determinar y describir la reinterpretación y restructuración del material en cada
etapa de su desarrollo en armonía con los valores, objetivos o prejuicios de los que
tuvieron que ver con su transmisión. El blanco final de la crítica de la tradición es
presentar una síntesis diacrónico de los hallazgos, junto con un cronología relativa
al desarrollo de la tradición, como también de los cambios, las alteraciones, los
añadidos y las reinterpretaciones que ocurrieron hasta que la unidad quedó fijada
en una composición escrita.
Este tipo de estudio se ha venido desarrollando más o menos desde 1930, y opera
junto con la crítica de las fuentes y de las formas. La crítica de la tradición comparte
con ésta la presuposición básica de que la mayor parte del AT sufrió un proceso de
crecimiento en diferentes situaciones de la vida real. El resultado es un cuerpo de
tradiciones múltiples y acumuladas que reflejan la vida y la religión de la comunidad
en varios períodos de su historia. Este método supone que la tradición popular
puede revelar las huellas dejadas por cada generación que tuvo parte en su
preservación. Aunque los eruditos que emplean este método están de acuerdo en
que la crítica de la tradición es capaz de describir las experiencias, las
interpretaciones y las fuerzas que operaron en los pueblos de la antigüedad para
dar forma y reinterpretar la tradición durante largos períodos antes de que se fijara
por escrito, no pueden concordar en cuanto a detalles de metodología; por lo tanto,
los resultados de sus estudios con frecuencia difieren uno de otro.
La posición adoptada por este Comentario es que si bien algunas pequeñas partes
del AT podrían haber sido tradiciones que crecieron y se desarrollaron, la Biblia es
169 de origen sobrenatural y no puede entenderse de la misma manera como otros
libros. No hubo tradición alguna en la promulgación del Decálogo; éste es
sencillamente la Palabra de Dios. Reconocemos que "la Biblia es la historia más
antigua y abarcante que poseen los hombres. Nació de la fuente de verdad eterna
y una mano divina ha preservado su pureza a través de los siglos. Ilumina el lejano
pasado en el cual en vano trata de penetrar la investigación humana. Solamente en
la Palabra de Dios contemplamos el poder que puso los cimientos de la tierra y
extendió los cielos; sólo en ella hallamos un relato auténtico del origen de las
naciones; sólo en ella se da una historia de nuestra raza, libre de prejuicios u orgullo
humanos" (La educación, p. 169).
Muchos de los principios que se han aplicado en la alta crítica del AT se han
empleado también en el estudio crítico del NT. A mediados del siglo XIX surgió una
escuela radical de crítica bíblica en la Universidad de Tubinga, Alemania (por eso
es conocida como la Escuela de Tubinga). Se afirmó entonces que casi ninguna
parte del NT fue escrita por los autores cuyos nombres aparecen en los libros, se
colocó la escritura de los Evangelios en el siglo II, y se reconoció sólo las epístolas
a los Romanos, 1 y 2 Corintios y Gálatas como auténticas obras de Pablo. El
establecimiento de un texto griego digno de confianza por eruditos como
Tischendorff, Westcott y Hort (ver pp. 143-144), y un estudio crítico posterior han
hecho modificar estas conclusiones, de tal modo que ahora se reconoce que los
Evangelios fueron escritos en el siglo I, aunque no necesariamente por los autores
a quienes se les atribuyen. Hay acuerdo general en que las epístolas atribuidas a
Pablo son todas suyas, con la posible excepción -según algunos eruditos- de 1 y 2
Timoteo, Tito, y quizás también Efesios.
Al parecer, San Agustín (m. 430 d. C.) fue el primero en comentar el parecido entre
los Evangelios sinópticos. En su obra De consensus evangelistarum sugirió que
Mateo había sido el primero y que Marcos era una abreviación de Mateo. Dijo
además que Lucas era el más reciente de los Evangelios. La crítica de las fuentes
ha realizado desde el siglo pasado vigorosos intentos para resolver el problema
sinóptico: dilucidar cuál fue el primer Evangelio y cómo y por qué los otros
evangelistas lo copiaron. Se presentan a continuación cinco de las principales
hipótesis al respecto.
a. Diversas hipótesis que afirman la existencia de una sola fuente. Papías, uno de
los padres de la iglesia, escribió en el siglo II algo que es citado por Eusebio
(Historia eclesiástica iii. 39. 16): "Mateo escribió ciertamente los oráculos divinos en
lengua hebrea [arameo]; cada cual los interpretó como mejor pudo". Esto parecería
indicar que los tres evangelistas usaron como base el Evangelio de Mateo, en
arameo. A fines del siglo XVIII G. E. Lessing sugirió que los sinópticos se basaban
en un Evangelio arameo que luego se había perdido. En 1794 J. G. Eichhorn le dio
carácter científico a esta hipótesis del Evangelio original. Los eruditos suelen
rechazar hoy esta posición, porque muchos de los pasajes son de tal naturaleza
que deben haber tenido una fuente griega y no aramea.
La hipótesis de Griesbach, presentada por J. J. Griesbach en estudios publicados
entre 1780 y 1790, afirma que la secuencia es Mateo-Lucas-Marcos. Esta hipótesis
predominó entre los críticos de mediados del siglo XIX y fue apoyada por la Escuela
de Tubinga. Entre 1970 y 1980 algunos críticos adoptaron una versión modificada
de esta hipótesis.
La hipótesis de Lachmann fue publicada en 1835 por C. Lachmann, quien señaló
que Mateo y Lucas concuerdan entre sí en secuencia sólo cuando los dos tienen el
mismo orden de Marcos. Por esto afirmó que Marcos fue el primero, y sugirió la
secuencia Marcos-Mateo-Lucas. La prioridad de Marcos -el uso de Marcos como
base para Mateo y Lucas- ha sido sostenida por muchos eruditos, quienes difieren
entre sí en cuanto a los detalles de la teoría.
b. Hipótesis que afirma la existencia de dos fuentes. En 1838 H. Weisse modificó la
hipótesis de Lachmann al afirmar que había dos fuentes: Marcos y la logía
("oráculos"). Algunos han dicho que la logía equivale al documento arameo
mencionado por Papías. Como los eruditos reconocen que no pueden señalar
específicamente cuál es esta fuente, han preferido llamarla Q o Quelle, palabra
alemana que significa "fuente". Esta hipótesis ha tenido mucho apoyo, pero ha
sufrido muchas modificaciones. Es probable que sea la hipótesis de las fuentes más
ampliamente aceptada; sin embargo, no deja de tener críticos.
c. Hipótesis que afirma la existencia de cuatro fuentes. En 1924 B. H. Streeter
propuso una amplificación de la hipótesis de las dos fuentes, que podría explicar la
existencia de materiales en Mateo y Lucas que no parecen ser de Marcos ni de Q.
Identificó cuatro fuentes, las cuales pensaba que se habían originado en cuatro
centros de la antigua iglesia cristiana: Marcos, en Roma; Q, en Antioquía; L,
materiales que sólo aparecen en Lucas, de Cesarea; M, materiales que sólo
aparecen en Mateo, de Jerusalén. La hipótesis de Streeter no ha recibido general
aceptación, sin embargo, los eruditos concuerdan en que se perciben cuatro tipos
diferentes de materiales en los Evangelios sinópticos.
d. Diversas hipótesis que afirman la existencia de fuentes múltiples. Los que
aceptan la prioridad de Marcos, ya sea en la hipótesis de dos o de cuatro fuentes,
34
aún tienen 172 dificultad para explicar las concordancias menores entre Mateo y
Lucas, cuando éstas difieren de Marcos. Esto ha llevado a teorías divergentes en
cuanto a la existencia de fuentes múltiples. Algunos eruditos han sugerido una teoría
"fragmentaria", según la cual los evangelistas habrían tomado de diversos escritos
de la vida de Jesús. Se considera que Luc. l : 1 es evidencia de la existencia de
tales relatos de la vida de Jesús.
e. Hipótesis de la fuente aramea. Charles Cutler Torrey publicó en 1933 su teoría
de que todos los Evangelios originalmente fueron escritos en arameo. Argumentó
que hay muchas traducciones erróneas en los Evangelios en griego, que sólo
pueden corregirse si se los vuelve a traducir al arameo. Aunque la hipótesis de
Torrey atrajo mucha atención, no ha convencido a muchos eruditos, quienes han
quedado consternados por la falta de acuerdo entre los seguidores de Torrey en
cuanto a cuáles son las traducciones erróneas. Joachim Jeremías intentó en la
década de 1950 recuperar la ipssisima verba christi (las mismísimas palabras de
Cristo) reconstruyendo del griego el arameo original hablado por Jesús. M. Black
sugirió en 1967 que una fuente en la cual estaban los dichos de Jesús, ya sea en
forma escrita u oral, sirvió de fuente para los Evangelios sinópticos. Debido al
escubrimiento de cartas y documentos escritos en Galilea en tiempos del NT, hoy
hay menos entusiasmo por probar que los Evangelios originales fueron escritos en
arameo. En verdad, algunos han sugerido que Cristo mismo hablaba el griego, y
que parte de su enseñanza y de su predicación fue en griego.
3. Era totalmente natural que circularan muchos informes orales en cuanto a la vida
y la enseñanza de Jesús en la iglesia primitiva. La predicación de los apóstoles se
centraba en Cristo; por lo tanto, los informes de quienes habían estado con él deben
haber tenido amplia circulación en la iglesia. El hecho de que Pablo se refiera a un
dicho de Jesús (Hech. 20: 35) que no aparece en los Evangelios, sugiere la
existencia de tales materiales. Juan afirmó que había -pero que no registraba-
muchas otras cosas que Jesús hizo (Juan 21: 25); éstas deben haberse conservado
en forma oral o escrita. Lucas señala claramente que existían muchos documentos
(Luc. l: 1-3). Es, pues, muy probable que éstos hayan sido los materiales a los cuales
el Espíritu Santo dirigió a los evangelistas.
4. No era más que natural que aquellos que habían estado con Cristo incorporaran
recuerdos personales en su relato. Mateo fue uno de los doce; tenía una experiencia
fresca, personal. Los otros evangelistas sólo tuvieron una asociación marginal con
Jesús durante su vida terrenal; dependieron más bien de los recuerdos de otros.
36
Al comentar sobre el mismo manuscrito, Federico Kenyon dijo: "Si hay un punto en
el cual la escuela progresista sentía más confianza que en cualquier otro, era que
el cuarto Evangelio había sido escrito en una fecha posterior... Por lo tanto, causa
satisfacción hallar que precisamente en el caso del cuarto Evangelio la evidencia de
una fecha en el siglo I es sumamente convincente" (The Bible and Archaeology, p.
128). Kenyon afirmó además que la evidencia del Papiro Rylands 457 ayuda a
"confirmar la fecha tradicional de composición [del Evangelio según San Juan] en
los últimos años del primer siglo" (Our Bible and the Ancient Manuscripts [Nueva
York: Harper, 1940], p. 128). Con referencia al supuesto trasfondo y contenido
gnóstico de Juan, el profesor E. R. Goodenough, de la Universidad de Yale, afirmó
que el libro no tiene nada que sea específicamente gnóstico, como los críticos lo
habían afirmado. El descubrimiento en Nag Hamadi (alto Egipto) en 1947 de 48
tratados gnósticos, mostró que el gnosticismo del segundo siglo sostenía principios
muy diferentes a los propuestos en el Evangelio de Juan. Algunos de estos
documentos indican que las ideas teológicas de Juan, supuestamente del siglo II,
en verdad eran anteriores al tiempo del ministerio de Cristo.
No importa lo que digan los críticos en cuanto al origen del Evangelio de Juan, 175
haremos bien en no perder de vista el autotestimonio de Juan 19: 35 y 21: 24-25,
donde se recalca en forma enfática que su autor fue testigo ocular de lo ocurrido. El
hecho de que la presentación de este Evangelio sea diferente de los sinópticos sólo
destaca la manera como el Espíritu Santo obra con los autores en forma individual.
comunidad; y además, que la situación de vida real que dio nacimiento a la tradición
es determinada por fuerzas socioculturales que son las que forman la matriz
intelectual para cada unidad de tradición.
La crítica de las formas de los sinópticos nació alrededor de 1920. K. L. Schmidt
publicó un estudio en el cual afirmó que los Evangelios sinópticos eran colecciones
estilo mosaico, de episodios cortos e independientes de la vida de Jesús, los cuales
habían circulado como unidades independientes antes de haber sido escritos; pero
que pocas de estas unidades tenían alguna indicación del lugar o del tiempo de su
origen. Marcos habría proporcionado el marco de eslabones conectores y
resúmenes, y de ese modo suplió la situación en la vida de la iglesia, la cual
conservó, adaptó y amplió esos relatos para fines litúrgicos, pastorales y
misioneros. Poco más o menos en ese mismo tiempo Martín Dibelius (1883-1947)
propuso que la tradición de la iglesia primitiva fue modelada por las necesidades de
la actividad misionera. Antes de que surgiera esa necesidad en la iglesia, no había
habido Evangelios sino sólo cortos párrafos o perícopas. La iglesia no estaba
pensando en biografía ni en historia cuando compuso los Evangelios; sólo buscaba
una manera de convertir a los no creyentes. Dibelius encontró en los sinópticos una
serie de formas: paradigmas, novelas, leyendas, mitos y el relato de la pasión. El
tercero de los padres de la crítica de las formas fue Rudolf Bultmann, cuya Historia
de la tradición sinóptica se publicó en 192 l. En ésta –la más ambiciosa y
controversias de las tres obras- sistemáticamente dividió el material de los
sinópticos en apotegmas, dichos del Señor, milagros, relatos históricos y leyendas.
Bultmann expresó gran escepticismo en cuanto a la 176 confiabilidad histórica del
material evangélico, asignando la mayor parte del mismo a la imaginación creativa
de las primitivas comunidades cristianas.
Tanto Dibelius como Bultmann escribieron sobre la vida de Jesús, es decir, sobre
los "hechos" y las "palabras" de Jesús. Concordaron en que nunca podría escribirse
una biografía, puesto que las informaciones cronológicas y geográficas existentes
carecían de valor. La influencia de estos eruditos sobre la crítica de las formas aún
se deja sentir.
El norteamericano B. S. Easton presentó conferencias sobre el mismo tema en
1928. Subrayó la importancia de la tradición oral y empleó las categorías de la crítica
de las formas. Sin embargo, afirmó que el método no podía dar ninguna información
en cuanto a la veracidad de los eventos narrados. En 1933 el erudito británico V.
Taylor entró en escena, aceptando la presuposición básica de que la tradición
evangélica primero había circulado en pequeñas unidades aisladas. Queriendo
reconocer un elemento divino en los Evangelios, sin conceder que habían sido
salvaguardados en forma sobrenatural durante el período de la transmisión oral,
escribió: "Pero vemos que [los Evangelios] llegaron a existir en formas humanas,
que en su sabiduría Dios no vio necesario salvaguardarlos por medio de medidas
protectoras, sino que los dejó libres para que solos hicieran su propia conquista"
(The Formation of the Gospel Tradition, p. 2). Aun para este conservador, una parte
clave del método de la crítica de las formas era la suposición de que en el período
de su transmisión oral, la comunidad había tenido una influencia formativa sobre la
tradición.
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