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Indice
1. Introducción
2. La capitalización, paradigma del nuevo modelo de estado [II]
3. La capitalización, paradigma del nuevo modelo de estado [III]
4. Conclusiones
1. Introducción
La primera pregunta que se hacen los ciudadanos de nuevas generaciones, es ¿qué es la
capitalización? ¿qué significa para nuestro país? ¿cómo contribuirá a la edificación de la Bolivia del
nuevo tiempo?
Capitalización es un paradigma/respuesta a un modelo de Estado liquidado. Surge a partir de la
situación de quiebra institucional –y en muchos casos financiera- de empresas públicas estatales, y por
la marcada incapacidad del Estado en liderar la Nación por rumbos de la modernidad.
En ese momento, determinado no habían respuestas a la situación de emergencia de las empresas del
Estado. Si bien habían cumplido un primer rol de integradoras y articuladoras del desarrollo territorial de
la Nación, por otro lado se relegaron a tal punto que eran cargas insoportables para el Estado que –
entrada ya la década del noventa- recibía los ventarrones de un nuevo modelo comercial, económico,
político, social y de integración regional y subregional: la globalización y los mecanismos impuestos por
capitalismos a gran escala que no hubieran permitido, de todos modos, la subsistencia de empresas
estatales tal y como se las conocía/concebía antes de la capitalización.
En esa nueva lógica la falta de capitales del Estado, cuyas arcas se habían agotado prácticamente tras
serios procesos no-responsables de “modernización” y “privatización” de empresas estatales,
imposibilitaba a que sea el propio Estado el que responda a la crisis de ENDE, LAB, ENFE, YPFB y
ENTEL.
En el lado privado nacional, de igual forma, los siempre mal apoyados empresarios no podían hacerse
cargo de esas empresas estatales que si bien es cierto prometían rentabilidad a largo plazo, exigían la
inyección inmediata de dineros frescos no sólo para rehabilitarlas y relanzarlas como competidoras en el
mercado interno, sino para hacerlas atractivas a ojos de empresarios extranjeros interesados en
inversiones en rubros emergentes: exploración de hidrocarburos, comercio de aeronavegación y
telecomunicaciones.
Por tanto: ni el Estado ni los privados podían, en ese momento, y en un escenario de desesperación
nacional tras un manejo discrecional del aparato estatal que ahogaba a Bolivia y la constreñía a
encerrarse en un siglo XX amargo y atrasado, dar respuestas técnico/políticas a una realidad concreta:
el aparato estatal productivo y de servicios estaba a puertas de su propia muerte.
La capitalización surge, entonces, como el paradigma que en el siglo XXI rescata las otrora poderosas
empresas estatales nacionales y las convierte en eficientes, eficaces y altamente competitivas empresas
de servicios al ciudadano administradas con modelos de gerencia de fuerte liderazgo sinérgico y
proactivo.
Lógicamente de no haberse puesto en marcha la capitalización y al gozar los capitales extranjeros de
suficiente racionalidad y movilidad jamás hubieran dirigido sus inversiones a empresas estatales en
condiciones deficitarias. Ni menos invertir en empresas sin posibilidad de rentabilidad mediata.
Para entender y aprehender el proceso de capitalización en Bolivia es necesario, comprender el entorno
social, político y particularmente económico en el que se encontraba la República antes de la
capitalización.
La crisis del aparato productivo boliviano junto al agotamiento de su modelo agrícola de explotación,
además de la virtual quiebra del sistema de mono-producción de minerales no competitivos para
mercados internacionales, y sin que existiera la posibilidad de diversificarlos, configuraron un escenario
con indicadores macroeconómicos en negativo. Acorralando de esta forma cualquier iniciativa que no
parta por una profunda reforma del propio Estado.
A ello se sumó la crisis del sistema privado de producción, por la paralización del aparato institucional
estatal que fungía como principal demandante de bienes y servicios. La reforma al Estado introducida en
1993 redujo fundamentalmente la concepción de Estado prebendal/consumidor, dando así los primeros
pasos de lo que años más tarde –hacia fines de 1995- se consolidaría como Estado normador y
regulador.
Otro de los factores que aceleró la inserción del proceso de capitalización como instrumento económico-
político de transformación del Estado boliviano fue la galopante globalización y especialización de la
economía, devastadores en un país sin “modelos” modernos en gerencia, administración, gestión de las
finanzas y de larga tradición burocrática.
La inercia en mecanismos de integración regionales y subregionales y los obsoletos niveles de
tecnología y competencia de la información forzaron a re/pensar la marcha de la sociedad a partir de
una profunda revolución propiciada, cabalmente, por la capitalización que permitió desechar el modelo
de Estado que desde 1952, alentaba: una política de intervención estatal a la producción, anulando así
la imaginación privada y dando pié a una gama de “empresas” del Estado, manejadas con criterios
sectarios antes que técnicos.
Las economías a escala propiciadas por el paternalismo estatal configuraron un cuadro situacional
donde la economía se centraba únicamente sobre la base de producción y servicios a empresas
estatales, manejadas sin criterios de rentabilidad, mucho menos de responsabilidad.
Con la –a la larga- irreal “soltura” financiera propiciada por largos años por principales empresas del
Estado que mantuvieron por décadas a ineptos gobiernos de turno, la presión tributaria sobre la
sociedad civil decayó virtualmente a nivel “cero”, dejando de lado esa fuente principal como son los
tributos para el sostenimiento del Estado, generándose un discrecional manejo de excedentes de
entidades públicas.
En ese proceso de irresponsabilidad y dilapidación de fondos, COMIBOL e YPFB absorbieron la
insolvencia de todo el aparato estatal, lo que a llevado a una casi quiebra técnica/financiera de
COMIBOL y en el atraso en investigaciones y desarrollo de exploraciones en YPFB.
No es falso destacar un pernicioso crecimiento vegetativo de la administración pública pero sin
instrumentos de competitividad y liderazgo.
Ante la desintegración de la otrora poderosa CBF y la inviabilidad de las corporaciones de desarrollo en
los departamentos unidos a la polaridad social entre un claro planteamiento de retorno a las dictaduras,
y la incapacidad de los partidos en llevar adelante modelos de Estado que respondan requerimientos
ciudadanos de nuevo tiempo, surge el proceso de capitalización como modelo-respuesta y paradigma
del nuevo Estado boliviano
La Ley De Capitalización Varios han sido los ciudadanos que han liderado movimientos para descalificar
la Ley de Capitalización, y el proceso mismo, llegándola a tildar de “ley maldita”, cabalmente porque no
comprendían que la capitalización no significa la enajenación de empresas estatales.
La capitalización no sólo ha dado resultados en empresas sujetas al proceso, sino que ha permitido al
Estado realizar una tarea que hasta ese momento la mantenía adormilada: la recolección de tributos, y
el ajuste de las altas cotas de evasión tributaria. Lógicamente, es un proceso y como tal sujeto a
perfección. Pero antes de la capitalización era muy fácil para los gobiernos de turno echar mano de
fondos de empresas estatales sin siquiera fijarse el nivel de tributos que recaudaba, habiendo generado
un círculo vicioso que –como ya se analizó- derivó en la práctica quiebra y auto-inviabilización de las
empresas estatales y a exasperantes niveles de evasión fiscal.
La ley No 1544 sancionada por el Presidente de la República el 21 de marzo de 1994, básicamente
otorgó al Poder Ejecutivo el derecho de administrar activos de las empresas citadas como parte de una
sociedad anónima mixta.
Permitió que el Estado se quede con el 50 % de las acciones producto de las empresas sujetas al
proceso y el resto del paquete accionario las puso a la venta a interesados del mundo entero, previa
determinación en valor en libros del patrimonio de las empresas y reestructuración jurídica de las
mismas tornándolas en sociedades de economía mixta con participación accionaria libre, en donde los
propios trabajadores se convirtieron en accionistas (caso concreto de YPFB donde ex asalariados son
accionistas de empresas capitalizadas) hasta el 50 % del paquete accionario, y la emisión y venta del
resto del 50% de las acciones a inversores cuyas empresas hayan resultado seleccionadas en un
proceso de licitación internacional.
Los inversionistas que resultaron adjudicados con el paquete del 50 % de las acciones de cada una de
las empresas estatales pagaron el capital de las acciones al contado por un valor de casi 1670 millones
de dólares que a ojos de analistas financieros constituyó el mayor flujo de dineros privados al tesoro
nacional en toda la historia de Bolivia.
El proceso de capitalización se completó cuando el 50 % de las acciones correspondientes al Estado en
cada una de las capitalizadas pasó a ser administrado directamente por un banco internacional de
inversiones, el Cititrust Limited, en tanto duró el plazo de ingreso en Bolivia de las Administradoras de
Fondos de Pensión.
Lógicamente los inversionistas internacionales recibieron la administración gerencial de cada una de las
capitalizadas, la garantía de sus inversiones para evitar que el proceso se distorsione y además el
Estado legisló un sistema de regulación sectorial [SIRESE] creando a ese efecto superintendencias de
regulación normativa en los sectores de telecomunicaciones, hidrocarburos, electricidad, transportes,
agua, recursos naturales y medio ambiente.
Ese paso significativo rompió definitivamente el esquema de Estado/empresario en Estado estrictamente
normador y regulador, garantizando tanto a inversionistas cuanto a usuarios/ciudadanos que
productos/servicios de empresas capitalizadas sean elaborados bajo la égida de la competitividad y
criterios de calidad total.
La regulación sectorial ha roto los esquemas arcaicos de una frágil “institucionalidad” gubernamental,
logrando –como efecto colateral de la capitalización- mediante la Ley 1600 de 28 de octubre de 1994
que tanto la estructura de tarifas en servicios y estándares de los mismos sean decididos con un nivel de
racionalidad técnica, en contraposición al “sistema” de caprichos y paternalismos que había en época de
subvención de tarifas.
Además, por vez primera, el rol del Estado está direccionado a la supervisión como nuevo elemento que
redunde en la confianza de inversores internacionales, y el relanzamiento del propio Estado por el que
empezó a dedicarse a lo que siempre debió haber hecho: atender a sus ciudadanos.
La capitalización incentivó también a viejas generaciones de bolivianos/as con el pago del bono solidario
[BONOSOL], un monto anual y perpetuo pagaderos a mayores de 65 años, en cantidad de 220 dólares
que en su primer pago alcanzó a cubrir la cantidad de casi un cuarto de millón de ciudadanos/as. Para la
memoria social colectiva no sólo significó una reivindicación sino un claro efecto de un proceso hasta
ese momento renovador y desconocido.
NOTA: artículo elaborado con datos de Ministerio de Capitalización 1994.
4. Conclusiones
El modelo de nuevo Estado propiciado por la capitalización ha redundado en el éxito del proceso mismo.
Se ha cumplido un caro objetivo: que inversionistas extranjeros aporten capital, tecnología y gerencia
modernos a un país que sólo podía ofrecer bienes de capital, en algunos casos obsoletos. En todo caso
la audacia del gobierno de ese momento ha podido hacer atractivas las industrias y empresas a
capitales extranjeros de manera de relanzarlos a un nuevo tiempo de investigación, desarrollo de
nuevos productos y servicios, competitividad y liderazgo en cada uno de los sectores.
La idea de la capitalización ha dado un alivio a las vacías arcas estatales sin comprometer patrimonio
nacional, re/pensando, redimensionando y revolucionando el Estado mismo y sus relaciones con la
sociedad y con capitalistas. A partir de la capitalización el Estado paternal/prebendal dio paso al
verdadero Estado moderno: normador, regulador, fiscalizador, supervisor. Se elevaron los tributos
recolectados por el Estado, se formalizaron miles de “empresarios” evasores, se consolidó una élite de
empresarios e inversionistas nacionales y extranjeros que trabajan como empresas satélite y de
servicios al rededor de las capitalizadas y se dio la mejor oportunidad al país: descubrir su verdadera
vocación productiva de país gasífero, agrícola y de servicios. A partir de la capitalización nuevos clusters
de mercados se abrren para los productos y servicios con valor agregado.