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Nuestro organismo posee un mecanismo que es capaz de ir midiendo el paso del tiempo. Ese
mecanismo es lo que se conoce en biología como reloj biológico. Pero este no es un reloj
cualquiera. No tiene forma esférica, ni agujas que marquen las horas, los minutos o los
segundos. Nuestro reloj biológico está compuesto por proteínas, las cuales sirven de
intermediarias con todas las células de nuestro organismo. Son como las mensajeras que
dictan en todo momento la hora que es y lo que se tiene que hacer. Lo que hace el reloj
biológico es ordenar de manera temporal diversas actividades orgánicas. Este orden implica el
desarrollo de ciclos (que hacen que, cada cierta cantidad de horas, tengamos hambre o sueño,
por ejemplo). Las secreciones glandulares, la regulación de la temperatura del cuerpo y hasta
el funcionamiento del corazón y del cerebro, entre otros órganos, dependen del reloj biológico.