Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. INTRODUCCIÓN
2. DISCURSO ESTÉTICO
2.1. EL BIEN ES BELLO, LO BELLO ES BIEN
2.2. LA LITERATURA IMITA LA REALIDAD
2.3. LA ESTÉTICA DEL ARTE POR EL ARTE
2.4. LA LITERATURA COMO FICCIÓN
2.5. LA LITERATURA COMO FORMA DE CONOCIMIENTO
2.6. LA LITERATURA COMO FORMA DE EVASIÓN
2.7. LA LITERATURA COMO PROTESTA. LA LITERATURA COMPROMETIDA
3. DISCURSO LINGÜÍSTICO
3.1. LA RETÓRICA
3.2. DESVÍO Y TEORÍA DEL ESTILO
3.2.1. FORMALISMO RUSO
3.2.2. LA ESTILÍSTICA IDEALISTA O GENÉTICA
3.2.3. LA ESTILÍSTICA GENERATIVA
3.3. LA TEORÍA DE LA CONNOTACIÓN
4. DISCURSO SOCIAL
4.1. LA SEMIÓTICA
4.2. LA PRAGMÁTICA
4.3. LA ESTÉTICA DE LA RECEPCIÓN
4.4. LITERATURA Y CIENCIAS SOCIALES
4.4.1. SOCIOLOGÍA DE LA LITERATURA
4.4.2. UNA TEORÍA EMPÍRICA DE LA LITERATURA
5. RECURSOS EXPRESIVOS DE LA LITERATURA
6. CONCLUSIONES
7. BIBLIOGRAFÍA
1. INTRODUCCIÓN
El término literatura deriva del latín LITTERATURA, cuya raíz es LITTERA (‘letra escrita’). Tal vocablo no
pasó a las lenguas europeas hasta el siglo XV, y hasta el XVIII se empleó para designar cualquier tipo de obra
escrita (fuera esta filosófica, histórica, teológica…), además de las que hoy consideraríamos como
propiamente “literarias”. Fue el alemán G. Lessing quien inauguró, para algunos, la significación
contemporánea del término en su obra Cartas sobre la literatura más reciente (Briefe die neuste Literatur
betreffend), pero suele considerarse la obra de Madame de Staël, De la littérature considerée dans ses raports
avec les institutions sociales (1800) como el inicio de la concepción actual. En cualquier caso, como ocurre
con cualquier definición, esta ha cambiado según el contexto y el momento histórico, como muestra la enorme
polisemia del vocablo, entre cuyas acepciones se encuentran: la producción literaria de una época («literatura
romántica»); la producción literaria de un país («literatura argentina»); conjunto de obras que pertenecen a un
género («literatura dramática»), o bibliografía existente sobre un tema determinado («sobre la guerra existe
mucha literatura»). Sin embargo, en términos simplificados, cabe definir la literatura como «el producto hecho
con el lenguaje que en cada contexto y momento histórico es considerado artístico». En este sentido, tan
literario sería El Quijote como las coplas que se cantan en una romería.
En todo caso, las perspectivas desde las que se ha abordado el estudio de la literatura han sido muy
diversas. Puntos de vista estéticos, sociológicos y psicoanalíticos no han faltado a lo largo de la historia para
dar cuenta de su especificidad. Quizás el privilegiado haya sido el lingüístico, pues la literatura es también un
objeto verbal, pero también hay que considerarla en sus dimensiones social (en cuanto que es un proceso de
comunicación sujeto a unas coordenadas espacio-temporales) y estético (pues se considera incluido en la
categoría de arte).
2. DISCURSO ESTÉTICO
Cuando uno lee una novela o escucha narrar una leyenda espera algo distinto a cuando se lee un manual
de historia o una receta. Ese algo está configurado, en gran medida, por la especial configuración del lenguaje
que lo hace bello. Afirmar la capacidad que reconocemos al texto literario de comunicar la belleza a través de
la palabra es trasladar el problema a otra esfera, no menos complicada: la estética. Y es que el discurso
literario se caracteriza por el predominio de la función poética, que expresa belleza en el lenguaje, y la forma
del lenguaje se convierte en el objeto de la comunicación. En su función de comunicación no lleva a nada que
esté fuera del discurso tradicional, es su función estética lo que lo diferencia de los otros textos. Por lo tanto,
cualquier estudio de la definición de literatura como discurso estético ha de ser, pues, necesariamente
diacrónico, ya que en cada momento de la historia los criterios para considerar «bella» tal o cual producción
(y, por lo tanto, literaria) han diferido notoriamente. En cualquier caso, la función estética de la literatura se
haya ya presente en la Epistula ad Pisones de Horacio: «aut prodesse volunt aut delectare poetae».
3. DISCURSO LINGÜÍSTICO
La constitución de la Teoría Literaria actual nace en el momento en que se especifica un objeto propio, el
lenguaje literario, y la ambición de explicar el modo de ser de la literatura en tanto que lenguaje. Los
hablantes de un idioma tienen la posibilidad de relacionarse entre sí por medio de la lengua común o estándar,
aceptada por todos como vehículo normal de comunicación. Aparte de esta modalidad lingüística, en
determinados campos de la ciencia y de la cultura existen los denominados «lenguajes especiales», como es el
caso del literario, que presentan unas características peculiares. Es en los niveles fónico, sintáctico y semántico
donde se perciben con más claridad las diferencias que separan el lenguaje literario de los demás lenguajes
especiales y de la lengua de uso cotidiano. El poeta, al crear una obra de arte verbal, moldea el lenguaje e
inventa, si es preciso, nuevas formas de expresión para poder interpretar las múltiples sensaciones, emociones
y sentimientos surgidos en contacto con una realidad cambiante. Partiendo de esa realidad, y transmutándola
por la fantasía, el escritor crea un mundo de ficción dotándolo de una existencia autónoma en la esfera del
arte. En la configuración de ese universo ficcional juega un papel clave el lenguaje poético, que, para lograr
una mayor capacidad expresiva, puede alterar o ampliar, en ocasiones, el funcionamiento normal de ciertas
estructuras fono-prosódicas y morfo-sintácticas del idioma, y de la correspondencia semántica habitual. Por lo
tanto, lo que aleja el discurso literario del habla cotidiana parte del concepto de literariedad.
3.1. La retórica
La retórica nació en la Antigüedad griega como ciencia del discurso oratorio, pero perdió pronto esta
especificidad para alcanzar, ya con el siglo I de nuestra era, a todos los procedimientos de expresión figurada
o de ornato verbal propios del lenguaje, especialmente los del lenguaje literario. El corpus de la retórica
clásica estaba compuesto de cinco partes: inventio, dispositio, elocutio, memoria y actio. Las tres primeras se
ocupaban de la construcción del enunciado, mientras que las dos últimas lo hacían del acto de enunciación.
Con el tiempo, la retórica se centró en la elocutio, abordando los mecanismos, figuras y tropos que hacen del
literario un lenguaje especial, por ello no es extraño que a la altura de 1970 Todorov habla de una retórica
clásica asimilada a la elocutio y censure lo que denomina una visión pragmática. Sin embargo, para lector
actual, la retórica todavía queda mucho más reducida: ha pasado a ser un inventario de procedimientos de
adorno verbal; perdido su cuadro teórico inicial, ha pasado a constituirse en una taxonomía de figuras más o
menos ordenadas.
La elocución clásica estudio los estilos, las cualidades, las virtudes del lenguaje expresivo que
fundamentalmente se agrupaban en dos: una virtud gramatical –la corrección (puritas)– y tres virtudes retóricas –
la claridad (perspicuitas), la belleza (ornatus) y el decoro–. Para los clásicos, lo que hacía que el lenguaje fuese
bello eran las figuras, como adorno superpuesto y específico del discurso oratorio, distinto del discurso normal.
La neorretórica estructuralista heredó esta tradición y ha continuado reflexionando desde los años setenta
sobre los recursos expresivos de la literatura. Entre las marcas que permiten al lector identificar una obra como
literaria destacan las textuales, es decir, aquellas que provienen de una peculiar manipulación en la forma del
lenguaje. Fruto de esta dicotomía, la retórica ha elaborado desde antiguo otras oposiciones binarias: figuras
gramaticales/figuras retóricas; denotación/connotación; figuras de dicción/figuras de pensamiento, etc.
Los medios para materializar la finalidad de ornato asignada a esta virtud elocutiva, están constituidos por
los ricos inventarios de estructuras o artificios lingüístico-discursivos. Tales artificios están representados,
básicamente, por distintos grupos de fenómenos integrados y ordenados bajo las categorías generales
expresadas:
1) En el ámbito de la palabra:
a) Metaplasmos y otros varios artificios de naturaleza fónico-gráfica, y
b) Tropos y otros diversos fenómenos de naturaleza léxico-semántica;
2) En el ámbito de la oración:
a) Figuras: fenómenos morfo-sintácticos, semánticos y pragmáticos, restringidos normalmente a los
límites de la oración o, más precisamente, del enunciado.
b) Composición: fenómenos que afectan, por un lado, a la constitución global del discurso, sus partes y
sus distintos grados de elaboración, y, por otro lado, al orden de las palabras en la progresión del
mismo. Estos últimos fenómenos trascienden el ámbito específico de las tradicionales Figuras
Los conceptos de Metaplasmo, Figura y Tropo, considerados en su conjunto, constituyen un sistema
básico de niveles lingüísticos: fónico-gráfico, morfosintáctico y léxico-semántico, en el que se definen,
sistematizan y ordenan clases más o menos extensas y complejas de fenómenos retóricos.
El referido sistema de niveles lingüísticos se complementa con un segundo sistema de ordenación, el
formado por las cuatro categorías modificativas constitutivas de la Quadripartita ratio de Quintiliano (I, 5),
conocidas con los términos:
1) Adición (lat. Adiectio)
2) Supresión (lat. Detractio)
3) Permutación o Inversión (lat. Transmutatio)
4) Sustitución (lat. Immutatio)
Tales categorías representan un conjunto de operaciones básicas de modificación que, actuando ya sobre
la palabra, considerada aisladamente (in verbis singulis), ya sobre la "juntura de las palabras" en la unidad
oración (in verbis coniuncits), marcan precisamente la transición del dominio de la Gramática al de la Retórica.
Algunos autores consideran efectiva la diferencia entre tropo –conlleva un cambio en el significado de
una palabra– y figura –conlleva un cambio en el orden de las palabras–. No obstante, no existe consenso acerca de
esta distinción, ni siquiera entre los clásicos y, consecuentemente, algunos autores han optado por llamar figuras a
todos los procedimientos expresivos. Como es el caso de García Barrientos: «entenderemos aquí por figura
cualquier tipo de recurso o manipulación del lenguaje con fines persuasivos, expresivos o estéticos».
Atendiendo al a relación figura-lenguaje ordinario, Todorov ha distinguido entre anomalías –figuras y
tropos que infringen alguna normal o se desvían respecto a una norma del lenguaje– y figuras –intensifican,
insisten o incorporan propiedades añadidas, como la rima–. Con el objeto de evitar la extensión conceptual del
término figura, que en el esquema de Todorov se refiere tanto a la totalidad de los recursos retóricos como a una
subclase, Garrido ha propuesto sustituir los términos anomalías y figuras por licencias e intensificaciones.
Por su parte, el hispanista alemán Kurt Spang distingue seis tipos de recursos:
1- Figuras de posición: alteran la posición habitual del contexto sintáctico y métrico por ejemplo, el
hipérbaton.
2- Figuras de repetición: bien de elementos idénticos (anáfora, por ejempl), bien de elementos semejantes
(paranomasia, por ej.).
3- Figuras de ampliación: empleo de más res (pensamiento) y más verba (palabras) de los estrictamente
necesarios (por ej., el epíteto).
4- Figuras de omisión: Suprimen elementos necesarios normalmente (zeugma, por ej.).
5- Figuras de apelación: Frente al público (interrogación retórica, por ej.).
6- Tropos: sustitución de una palabra por otra de diferente significado (por ej., metáfora).
6. CONCLUSIONES
El discurso literario como discurso estético, místico y social es una manera de organizar un todo complejo que
puede –y de hecho así ha sido– ser abordado desde múltiples paradigmas, hipótesis, ideologías e intenciones. El
abordaje desde estas perspectivas de la literatura permite conocer mejor el hecho literario y con ello a los
escritores, sus mensajes, contextos, canales, códigos, lectores y, en definitiva, a nosotros mismos.
7. BIBLIOGRAFÍA
Económica.
GARCÍA BARRIENTOS, J. L. (1998). Las figuras retóricas: el lenguaje literario 2. Madrid, Arco Libros.