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LOS HERALDOS NEGROS PIEDRA NEGRA SOBRE PIEDRA BLANCA

(CESAR VALLEJO) (CESAR VALLEJO) MASA


Hay golpes en la vida, tan fuertes… Me moriré en París con aguacero, (CESAR VALLEJO)
¡Yo no sé! un día del cual tengo ya el recuerdo. Al fin de la batalla,
Golpes como del odio de Dios; como si Me moriré en París -y no me corro- y muerto el combatiente, vino hacia él
ante ellos, la resaca de todo lo sufrido tal vez un jueves, como es hoy, de otoño. un hombre
se empozara en el alma… ¡Yo no sé! y le dijo: «¡No mueras, te amo tánto!»
Jueves será, porque hoy, jueves, que Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Son pocos; pero son… Abren zanjas proso
oscuras estos versos, los húmeros me he puesto Se le acercaron dos y repitiéronle:
en el rostro más fiero y en el lomo más a la mala y, jamás como hoy, me he «¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
fuerte. vuelto, Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
con todo mi camino, a verme solo.
Serán tal vez los potros de bárbaros Acudieron a él veinte, cien, mil,
Atilas; César Vallejo ha muerto, le pegaban quinientos mil,
o los heraldos negros que nos manda la todos sin que él les haga nada; clamando «¡Tánto amor, y no poder
Muerte. le daban duro con un palo y duro nada contra la muerte!»
también con una soga; son testigos Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Son las caídas hondas de los Cristos del los días jueves y los huesos húmeros,
alma de alguna fe adorable que el la soledad, la lluvia, los caminos… Le rodearon millones de individuos,
Destino blasfema. con un ruego común: «¡Quédate
hermano!»
Esos golpes sangrientos son las Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
crepitaciones de algún pan que en la
puerta del horno se nos quema. Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste,
Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los emocionado;
ojos, como cuando por sobre el hombro incorporóse lentamente,
nos llama una palmada; vuelve los ojos abrazó al primer hombre; echóse a
locos, y todo lo vivido se empoza, como andar…
charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes…


¡Yo no sé!
LA NIÑA DE LA LÁMPARA AZUL POEMA TRISTITIA a cocachos aprendí.
(JOSÉ M. EGUREN) - Abraham Valdelomar -
En el pasadizo nebuloso Juguetón de nacimiento,
cual mágico sueño de Estambul, Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y por dedicarme al recreo
su perfil presenta destelloso sola, sacaba Diez en Aseo
la niña de la lámpara azul. se deslizó en la paz de una aldea lejana, y Once en Aprovechamiento.
entre el manso rumor con que muere una
Ágil y risueña se insinúa, ola De la Conducta ni cuento
y su llama seductora brilla, y el tañer doloroso de una vieja campana. pues, para colmo de mal
tiembla en su cabello la garúa era mi voz general
de la playa de la maravilla. Dábame el mar la nota de su melancolía ?¡chócala pa la salida!?
;el cielo, la serena quietud de su belleza; dejando a veces perdida
Con voz infantil y melodiosa los besos de mi madre, una dulce alegría, mi labor de colegial.
con fresco aroma de abedul, y la muerte del sol, una vaga tristeza.
habla de una vida milagrosa ¡Campeón en lingo y bolero!
la niña de la lámpara azul. En la mañana azul, al despertar, sentía ¡Rey del trompo con huaraca!
el canto de las olas como una melodía ¡Mago haciéndome "la vaca"
Con cálidos ojos de dulzura y luego el soplo denso, perfumado, del y en bolitas, el primero…!
y besos de amor matutino, mar, En Aritmética, Cero.
me ofrece la bella criatura y lo que él me dijera, aún en mi alma
un mágico y celeste camino. persiste; En Geografía, igual.
Doce en examen oral,
De encantación en un derroche, mi padre era callado y mi madre era triste Trece en examen escrito.
hiende leda, vaporoso tul; y la alegría nadie me la supo enseñar Si no me ?soplan? repito
y me guía a través de la noche en el Colegio Fiscal.
la niña de la lámpara azul. POEMA A COCACHOS APRENDI -
Nicomedes Santa Cruz Con esa nota mezquina
Acocachos aprendí terminé mi Quinto al tranco,
mi labor de colegial tiré el guardapolvo blanco
en el Colegio Fiscal (de costalitos de harina).
del barrio donde nací.
Y hoy, parado en una esquina
Tener primaria completa lloro el tiempo que perdí:
era raro en mi niñez los otros niños de allí
(nos sentábamos de a tres alcanzaron nombre egregio.
en una sola carpeta). Yo no aproveché el Colegio
del barrio donde nací…
Yo creo que la palmeta
la inventaron para mí,
de la vez que una rompí
me apodaron ?mano´e fierro?,
y por ser tan mataperro
LLAMADO A ALGUNOS DOCTORES---- Es el mediodía; estoy junto a las montañas
POEMA DE ARGUEDAS sagradas: la gran nieve con lampos amarillos, ¿Trabajaré siglos de años y meses para que
Dicen que no sabemos nada, que somos el con manchas rojizas, lanzan su luz a los cielos. alguien que no me conoce y a quien no
atraso, que nos han de cambiar la cabeza por conozco me corte la cabeza con una máquina
otra mejor. En esta fría tierra, siembro quinua de cien pequeña?
colores, de cien clases, de semilla poderosa.
Dicen que nuestro corazón tampoco conviene Los cien colores son también mi alma, mis No, hermanito mío. No ayudes a afilar esa
a los tiempos, que está lleno de temores, de infaltables ojos. máquina contra mí, acércate, deja que te
lágrimas, como el de la calandria, como el de conozca, mira detenidamente mi rostro, mis
un toro grande al que se degüella, que por eso Yo, aleteando amor, sacaré de tus sesos las venas, el viento que va de mi tierra a la tuya es
es impertinente. piedras idiotas que te han hundido. El sonido el mismo; el mismo viento que respiramos; la
de los precipicios que nadie alcanza, la luz de tierra en que tus máquinas, tus libros y tus flores
Dicen que algunos doctores afirman eso de la nieve rojiza, de espantado, brilla en las cuentas, baja de la mía, mejorada, amansada.
nosotros, doctores que se reproducen en cumbres. El jugo feliz de los millares de yerba,
nuestra misma tierra, que aquí engordan o que de millares de raíces que piensan y saben, Que afilen cuchillos, que hagan tronar
se vuelven amarillos. derramaré tu sangre, en la niña de tus ojos. zurriagos; que amasen barro para desfigurar
nuestros rostros; que todo eso hagan.
Que están hablando, pues: que estén El latido de miradas de gusanos que guardan
cotorreando si eso les gusta. tierra y luz; el vocerío de los insectos voladores, No tememos a la muerte, durante siglos hemos
te los enseñaré hermano, haré que los ahogado a la muerte con nuestra sangre, la
¿De qué están hechos mis sesos? ¿De qué está entiendas. Las lagrimas de las aves que cantan, hemos hecho danzar en caminos conocidos y
hecha la carne de mi corazón? su pecho que acaricia igual que la aurora, no conocidos.
haré que las sientas y las oigas.
Saca tu larga vista, tus mejores anteojos. Mira, si Sabemos que pretenden desfigurar nuestros
puedes. Ninguna maquina difícil hizo lo que se, lo que rostros con barro; mostrarnos así, desfigurados,
sufro, lo que gozar del mundo gozo. Sobre la ante nuestros hijos para que ellos nos maten.
Quinientos flores de papas distintas crecen en tierra, desde la nieve que rompe los huesos
los balcones de los abismos que tus ojos no hasta el fuego de las quebradas, delante del O sabemos bien qué ha de suceder. Que
alcanzan, sobre la tierra en que la noche y el cielo, con su voluntad y con mis fuerzas hicimos camine la muerte hacia nosotros; que vengan
oro, la plata y el día se mezclan. Esas quinientas todo eso. esos hombres a quienes no conocemos. Los
flores, son mis sesos, mi carne. esperaremos en guardia, somos hijos del padre
No huyas de mi doctor, acércate Mírame bien de todos los ríos, del padre de todas las
¿Por qué se ha detenido un instante el sol, por reconóceme. ¿Hasta cuándo he de esperarte? montañas ¿es que ya no vale nada el mundo,
qué ha desaparecido la sombra en todas Acércate a mí; levántame hasta la cabina de hermanito doctor?
partes, doctor? tu helicóptero. Yo te invitare el licor de mil
savias diferentes. No contestes que no vale. Más grande que mi
Pon en marcha tu helicóptero y sube aqui, si fuerza en miles de años aprendida; que los
puedes. Las plumas de los cóndores, de los Curaré tu fatiga que a veces te nubla como músculos de mi cuello en miles de meses; en
pequeños pájaros se han convertido en arco bala de plomo, te recrearé con la luz de las miles de años fortalecidos, es la vida, la eterna
iris y alumbran. cien flores de quinua, con la imagen de su vida mía, el mundo que no descansa, que crea
danza al soplo de los vientos; con el pequeño sin fatiga; que pare y forma como el tiempo, sin
Las cien flores de la quinua que sembré en las corazón de la calandria en que se retrata el fin y sin principio.
cumbres hierven al sol en colores, en flor se ha mundo, te refrescare con el agua limpia que
convertido la negra ala del cóndor uy de las canta y que yo arranco de la pared de los
aves pequeñas. abismos que templan con su sombra a nuestras
criaturas.

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