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Me moriré en París con aguacero, "Los heraldos negros"

Cómo has cambiado, pelona un día del cual tengo ya el recuerdo.


Nicomedes Santa Cruz Me moriré en París -y no me corro-
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Cómo has cambiado, pelona, Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
cisco de carbonería. la resaca de todo lo sufrido
Te has vuelto una negra mona Jueves será, porque hoy, jueves, que proso se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
con tanta huachafería. estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
Te cambiaste las chancletas
por zapatos taco aguja,
con todo mi camino, a verme solo. en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
y tu cabeza de bruja Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
la amarraste con peinetas. o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Por no engordar sigues dietas César Vallejo ha muerto, le pegaban
y estás flaca y hocicona. todos sin que él les haga nada;
Imitando a tu patrona le daban duro con un palo y duro Son las caídas hondas de los Cristos del alma
has aprendido a fumar. de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Hasta en el modo de andar Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
cómo has cambiado, pelona. también con una soga; son testigos de algún pan que en la puerta del horno se nos
los días jueves y los huesos húmeros, quema.
Usas reloj de pulsera la soledad, la lluvia, los caminos…
y no sabes ver la hora.
Cuando un negro te enamora Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
le tiras con la cartera. cuando por sobre el hombro nos llama una
¡Qué...! ¿También usas polvera? Tristitia palmada;
permite que me sonría
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
¿Qué polvos se pone usía?:
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
¿ocre? ¿rosado? ¿rachel? Abraham Valdelomar
o le pones a tu piel
cisco de carbonería. Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola,
Te pintaste hasta el meñique se deslizó en la paz de una aldea lejana,
porque un blanco te miró entre el manso rumor con que muere una ola “Blasón» José Santos Chocano
«¡Francica, botá frifró
y el tañer doloroso de una vieja campana.
que son comé venarique...!»
Perdona que te critique,
Soy el cantor de América autóctono y salvaje:
y si me río, perdona. mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Dábame el mar la nota de su melancolía;
Antes eras tan pintona Mi verso no se mece colgado de un ramaje
el cielo, la serena quietud de su belleza;
con tu traje de percala con vaivén pausado de hamaca tropical…
los besos de mi madre, una dulce alegría,
y hoy, por dártela de mala
te has vuelto una negra mona. y la muerte del sol, una vaga tristeza.
Cuando me siento inca, le rindo vasallaje
Deja ese estilo bellaco, al Sol, que me da el cetro de su poder real;
En la mañana azul, al despertar, sentía cuando me siento hispano y evoco el coloniaje
vuelve a ser la misma de antes.
Menos polvos, menos guantes,
el canto de las olas como una melodía parecen mis estrofas trompetas de cristal.
menos humo de tabaco. y luego el soplo denso, perfumado, del mar,
Vuelve con tu negro flaco
Mi fantasía viene de un abolengo moro:
que te adora todavía y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;
Y si no, la policía los Andes son de plata, pero el león, de oro,
te va a llevar de la jeta
mi padre era callado y mi madre era triste y las dos castas fundo con épico fragor.
por dártela de coqueta y la alegría nadie me la supo enseñar.
con tanta huachafería. La sangre es española e incaico es el latido;
y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador.

Piedra negra sobre piedra blanca

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