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El apego: apego desorganizado

¿Qué es el apego desorganizado?

En el apego desorganizado, el vínculo entre el bebé y el cuidador resulta más amenazante que en el
apego evitativo y ansioso-ambivalente, porque el cuidador es agresivo, violento, y abusa o maltrata
al niño. Las personas que tienen que proteger y cuidar son precisamente las que maltratan, de
manera que esto genera un desequilibrio interno muy fuerte. Es decir, se llama apego desorganizado
porque los cuidadores actúan de manera desorganizada: son imprevisibles e impredecibles.
Pero el bebé no puede sobrevivir sin el cuidador, de manera que tratará de mantenerse cerca de él
soportando la agresión. Para ello, desarrolla una estrategia que implica desconectarse de sentir
miedo, porque no puede hacer frente al peligro dado que es más fuerte que él. Así, el niño ante las
agresiones empezará a activarse, es decir, gritarpor ejemplo; pero puede ser que esto tenga la
consecuencia de que la agredan mas. Si ese es el caso, entonces entrará en parálisis, porque no puede
remediar el peligro, de manera que se disociará. La disociación es una pérdida de contacto con la
realidad, que tiene graves consecuencias para el desarrollo psicológico posterior del niño.
El beneficio que tiene en ese momento para su supervivencia es que le permite no sentir dolor, para
poder tolerarlo, ya que no puede parar la agresión. En este sentido, según se desarrolla el niño tratará
de mantenerse cerca del cuidador, poniéndose por encima de él para ganar control: o bien tratará
de cuidarle o bien le agredirá. Porque por un lado le temen, pero por otro quieren ganarse su amor,
de manera que intentarán controlarle con el cuidado o la agresión.
Todo ello tiene consecuencias del apego desorganizado para su desarrollo adulto, especialmente, si
no hay otras figuras cuidadoras que puedan darle apoyo y sostén. Entre ellas, como adultos, son
personas con mucha dificultad para identificar sus emociones, también para fantasear y pensar más
allá de lo que está presente, con un intenso sentimiento de confusión interna, con dificultad para
entender lo que otros pueden pensar o sentir, así como lo que ellos mismos piensan y sienten; con
menor desarrollo del lenguaje, una etiqueta personas malas o peligrosas, e incluso pueden tender a
auto-agredirse.
Como adultos, las personas con apego desorganizado han aprendido que las relaciones íntimas están
conformadas por la agresividad, de manera que anticiparán que van a ser agredidos por los demás.
De este modo, aunque lo que necesitan es seguridad, tenderán a evitar o romper las relaciones
fácilmente, o bien rechazar a los otros porque lo viven como peligroso; e incluso, a agredirles.
Además, a diferencia del resto de apegos que mantienen el respeto por el otro, en el apego
desorganizado esto no sucede así porque el respeto se aprende en la familia y los modelos que
tuvieron les enseñaron una forma de relacionarse donde no había respeto por lo que el niño sentía,
sino imposición y autoritarismo. Es decir, no había respeto por lo que necesitaba, por tener su propios
espacio, por su persona, y cruzaban sus límites.
Por ello, las personas con apego desorganizado no tienen la noción de respeto por los otros, no saben
aceptar su límite y sus derechos, y se los saltan. Por tanto, se vuelven personas inestables y poco
predecibles, como lo han sido sus cuidadores con ellos.

¿Qué aprende una persona con apego desorganizado en terapia?

Una persona con apego desorganizado necesita reparar el daño, es decir, confiar en que no le van a
agredir en las relaciones; porque así podrá desarrollar las habilidades que no desarrolló debido al
miedo. Por tanto, las personas con apego desorganizado necesitan un espacio de seguridad y
confianza que no tuvieron, en que el terapeuta va a poder ayudarle y no le va a dañar.
Con esta confianza, pueden quitarse la etiqueta de que son malos o peligrosos, y pueden aprender a
identificar sus emociones y pensamientos, y las de los demás; y emplear otros recursos para hacer
frente a los sucesos negativos que no sean la agresión, o la disociación. Además, también aprenden
a sentir una confianza básica en sí mismo y en los demás que no tuvieron, porque estaban paralizados
por el miedo. Así, podrán cambiar la imagen del mundo que tenían como algo inseguro, impredecible
y dañino; por un mundo donde ellos pueden sentirse seguros y con control de lo que puede pasar, y
pueden entender y relacionarse con los otros sin recurrir al daño.

Autora Candela Molina Gutiérrez

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