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¡LLORA POR TI MISMO!

por el Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles


Sábado por la Noche, 24 de Marzo del 2018

“No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas”


(Lucas 23:28).

Ilustra la escena en tu mente. Jesús ha sido cruelmente azotado.


Ahora el gobernador Romano, Pilato, envía a Jesús lejos con un grupo de
soldados – por la calle, hacia el lugar de la crucifixión. Viendo que Jesús
estaba agotado y casi muerto por los golpes que había recibido, por temor
de que Él muriera en el camino antes de que lo crucificaran, los soldados
llamaron a un hombre de entre la multitud, y lo obligaron a ayudar a Jesús
a cargar la Cruz.
Una gran multitud de personas siguen a Jesús. Se compone de
aquellos que unos minutos antes habían gritado “¡Crucifícale!
¡Crucifícale!” Ahora otros se les han unido a ellos. En medio de esta
multitud está Jesús, Su ropa empapada de Sangre por el azotamiento,
sangre corriendo por Su rostro a causa de la corona de espinas en Su
cabeza. “De tal manera fue desfigurado” (Isaías 52:14), “que apenas podía
ser reconocido” (traducción de Ryrie Study Bible, nota sobre Isaías 52:14).
Y ahora Jesús está siendo llevado a la vergonzosa muerte de crucifixión.
En la multitud que le sigue se hallan rostros de los sacerdotes
regocijándose, y los Fariseos que quieren verlo muerto. Allí también están
los crueles soldados Romanos, tan endurecidos por tantas ejecuciones
similares, que no expresan ninguna simpatía por Él. Y allí está la multitud
vociferante de los que siendo sobornados por los sacerdotes piden a gritos
Su crucifixión. Sin embargo, en esta multitud salvaje hay algunas mujeres.
Ellas siguen adelante de los demás, y vienen justo detrás de Jesús. Ellas
comienzan a gritar y llorar por Él, como estando en el funeral de un amigo
o pariente.
La gran multitud no le pone atención a las mujeres. Sin embargo su
amargo llanto y sus rostros llenos de lágrimas llaman la atención de Jesús.
Él para, y volviéndose hacia ellas, dice:

“No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas”


(Lucas 23:28).

Ese verso naturalmente se divide en dos puntos.

I. Primero, “no lloréis por mí”.

Algunos comentaristas dicen que estas mujeres eran lloradoras


profesionales. Pero dudo de que tengan razón. Si se les hubiese pagado
para “llorar” por Él, Jesús lo hubiera sabido, “porque él sabía lo que había
en el hombre” (Juan 2:25). Pero, en lugar de llamarlas hipócritas, Jesús
dijo: “No lloréis por mí”. Puesto que Jesús conoce nuestros corazones, Él
sabía que ellas realmente sí estaban llorando por Él.
Otro comentarista dice que “sus lamentaciones es de piedad excesiva
para Jesús…ese sentimentalismo es completamente infructuoso”. ¡Me
parece que este comentario no hace sentido! Bueno, ¡claro que estas
mujeres lloraban al ver a Jesús en tal agonía! Me daría vergüenza llamar
las lágrimas de esas buenas mujeres, “piedad excesiva” o
“sentimentalismo”. Me parece más extraño que eran las únicas que
lloraban. Muchos en la multitud habían sido sanados por el Salvador.
Otros habían sido alimentados por Él – y todos ellos sabían que Él era
inocente. Si tú hubieras visto a alguien ser tratado de la forma en que lo
trataron a Él, ¡yo esperaría que sintieras lagrimas brotar en tus ojos!
Esta emoción se llama “pathos” – lo que despierta sentimientos de
lástima, pesar, simpatía y compasión. Estas mujeres tenían verdadero
dolor y compasión por Jesús en Su sufrimiento cuando ellas “lloraban [por
él] y hacían lamentación por Él” (Lucas 23:27). Los principales sacerdotes
no sintieron lástima por Jesús en Su sufrimiento. Ellos incluso se burlaron
de Él después de que Él fue clavado a la Cruz (Mateo 27:41). Los soldados
Romanos no mostraron ninguna piedad por Jesús cuando lo golpearon en
la cabeza y le escupieron en la cara. Eran de corazón duro, indiferentes,
insensibles y crueles.
Pero estas mujeres lloraban y se lamentaban por Jesús en camino a la
Cruz. Y creo que deben ser elogiadas por tales sentimientos de piedad. Y es
algo bueno cuando la gente siente dolor por Jesús en la hora de Su
sufrimiento y vergüenza. Como Frederick Faber lo dijo:

Venid conmigo a llorar;


Al lado del Señor llegad;
Veníos, juntos lamentad:
Crucificado es Jesús.

Sacamos lágrimas por Él,


Mientras soldados [y sacerdotes] mofan,
¡Oh! Cuan paciente sufre Él;
Crucificado es Jesús.
   (Traducción libre de “They Crucified Him” por Frederick W. Faber,
      1814-1863; al son de “‘Tis Midnight, and on Olive’s Brow”).

Y sin embargo Jesús se dirigió a estas mujeres que lloraban y dijo:


“No lloréis por mí” (Lucas 23:28). ¿Por qué dijo eso? El llanto era una
emoción normal. Era mucho mejor que la crueldad despiadada de la
multitud, y la burla de los soldados y los sacerdotes. Mostraba alguna
sensibilidad de corazón. Y pese a que dicha ternura de corazón es sólo una
emoción natural, a menudo es seguida por una verdadera convicción de
pecado. Yo bien recuerdo cómo cuando yo era niño se llenaban de
lágrimas mis propios ojos, cuando pensaba en el sufrimiento de Jesús. Pero
no fue sino hasta años más tarde que sentí dolor por mi pecado y vine a Él
en una conversión verdadera.
Un Domingo prediqué sobre la corona de espinas de Jesús. Después
del sermón un joven me dijo: “Siento dolor por la muerte de Jesús”. Yo le
dije que no es malo sentir pena por Su sufrimiento. Pero también le dije que
éste tipo de dolor no produce una conversión verdadera. Un sentimiento
mucho más profundo, una convicción de pecado, deben sentirse antes de
que uno sea verdaderamente nacido de nuevo. Y eso nos lleva al segundo
punto.

II. Segundo, “sino llorad por vosotras mismas”.

“No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas”


(Lucas 23:28).

Sentir pena por el sufrimiento de Jesús no es tan importante como


llorar por tus pecados – que hicieron necesario que Él sufriera y muriera
en la Cruz. Es por eso que Jesús dijo:

“...sino llorad por vosotras mismas” (Lucas 23:28).

Cuando Jesús les dijo: “llorad por vosotras mismas”, Él quiso decir
que ellas debían llorar por los pecados que habían cometido, que hicieron
necesario que Él sufriera y muriera para salvarlas. El Apóstol Pablo puso
en claro que había dos clases de lamento cuando dijo:

“…Porque la tristeza produce arrepentimiento para


salvación… pero la tristeza del mundo produce
muerte” (II Corintios 7:10).

Las mujeres que lloraban por Jesús sólo tenían “la tristeza del mundo”. Tal
dolor sólo es una emoción pasajera. No conduce a la conversión. Una
persona que sólo siente dolor por Jesús puede enorgullecerse de eso, y
pensar: “Yo estoy cerca de convertirme en un Cristiano”. Pero están muy
lejos de convertirse en un verdadero Cristiano si todo lo que sienten es
lástima. Toda lástima en relación al sufrimiento de Jesús es inútil, incluso
cuando trae lágrimas a los ojos. El Dr. Lenski dijo: “Deja que los pecadores
lloren por ellos mismos y por sus pecados, déjenlos llorar como Pedro
(Lucas 22:62); puede que sus lágrimas los conduzcan entonces a algo que
valga la pena” (traducción de R. C. H. Lenski, D.D., The Interpretation of
St. Luke’s Gospel, Augsburg Publishing House, 1946, p. 1128; nota sobre
Lucas 23:28).
¡Las lágrimas que llevan a la verdadera conversión son lágrimas de
dolor por el pecado! Un verdadero entendimiento del pecado sólo puede
venir por ver cuan lejos estás de la santidad que la ley de Dios exige. La ley
dice:

“Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de


toda tu alma, y con todas tus fuerzas”
(Deuteronomio 6:5).

¿Haz hecho eso? ¿Puedes decirte honestamente a ti mismo que has amado
a Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas? ¿Los
has hecho?
Con toda honestidad, en realidad ¡apenas piensas en Dios para nada!
¡Admítelo! Y cuando piensas en Él, no tienes verdadero amor por Él.
¡Admítelo! Dios casi nunca está en tus pensamientos cuando no estás en la
iglesia. ¡Admítelo! ¿No haz, entonces, continuamente roto el más grande de
todos los mandamientos? ¿No es cierto que haz pecado contra Dios en tu
corazón a través de tu vida? Y, ya que sí es cierto, ¡admítelo ante Dios con
dolor por tu pecado! El Catecismo Corto de Westminster dice:

Pregunta 11: ¿Nos lamentamos verdaderamente


por el pecado, sino lloramos por él?
Respuesta: Si podemos llorar fácilmente por otras
cosas, y no podemos llorar por el pecado,
la verdad de nuestro dolor es muy
cuestionable (traducción de The Shorter
Catechism of the Westminster
Confession Explained and Proved
from Scripture, por Thomas Vincent,
The Banner of Truth Trust, reimpresión
del 2004 de la edición de 1674, p. 230).

Jesús dijo:

“No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas”


(Lucas 23:28).

El Apóstol Santiago dijo:

“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se


convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza.
Humillaos delante del Señor…” (Santiago 4:9-10).
Si no te sientes adolorido, triste y quebrantado por tus pecados,
¿cómo podrás convertirte en un verdadero Cristiano? El Dr. J. Machen dijo:
“La Cristiandad... comienza con el [un] corazón quebrantado; comienza
con una conciencia del pecado” (traducción de J. Gresham Machen, Ph.D.,
Christianity and Liberalism, Eerdmans, reimpresión de 1990, de la
edición de 1923, p. 65). Jesús dijo,

“No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas”


(Lucas 23:28).

No llores por Él, porque Él fue a la Cruz a propósito, para pagar la


pena por tus pecados. Y Él fue a la Cruz gozoso, como leemos en Hebreos
12:2,

“El cual por el gozo puesto delante de él sufrió la


cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2).

Y así Jesús dice:

“No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas”


(Lucas 23:28).

No tengas lástima de Jesús, sino de ti mismo. Llora por ti mismo,


porque tus pecados traerán juicio sobre ti. Llora por ti mismo, porque has
vivido en el pecado, y sufrirás un castigo sin fin por él. Llora por ti mismo
porque has tomado tan a la ligera la salvación de tu alma. Llora por ti
mismo, porque has pensado tan poco sobre el sacrificio de Jesús por tus
pecados. Llora por ti mismo, porque has tenido:

“…por inmunda la sangre del pacto… e hiciere


[hiciste] afrenta al Espíritu de gracia” (Hebreos
10:29).

Llorad por vosotros mismos, como Charles Wesley lo hizo, quien escribió:

¿Hay clemencia aún allí?


   ¿Reservada para mí?
Puede su ira Dios callar –
   ¿Y a mi no castigar?
¿Hay clemencia aún allí?
   ¿Reservada para mí?
Mucho tiempo resistí,
   En Su cara lo provoqué,
Sus llamadas no escuché,
   Lastimándolo mil veces.
¿Hay clemencia aún allí?
   ¿Reservada para mí?
(Traducción libre de “Depth of Mercy” por Charles Wesley, 1707-
1788).

“No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas”


(Lucas 23:28),

porque si no lloras por tus propios pecados ahora, no habrá oportunidad


para que lo hagas después de la muerte.
Fue una escena terrible la que te ilustré hace un momento – Jesús
llevando Su Cruz, y las mujeres llorando, siguiéndolo a Él al lugar de la
crucifixión. Pero, ¡cuánto más terrible será el escenario de algunos de
ustedes llevando sus propios pecados bajando al Infierno de fuego! El
pecado es la cruz a la que se sujeta tu alma, y pensamientos y hábitos
pecaminosos son los clavos que te mantienen allí. ¡Tu alma está cargando
tus pecados, y ama llevarlos! ¡Vas hacia una ejecución eterna, pero te ríes
cada paso del camino! Cada paso que das te acerca más a las llamas. ¡Y, sin
embargo, hasta ahora, no has sentido miedo – ni dolor por tu pecado – ni
contrición – ni llanto! Si eso te describe, te ruego con las palabras de Jesús:

“No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas”


(Lucas 23:28).

Ahora me arrepiento,
   Deja mis pecados lamentar;
Quítame mi rebelión,
   Que Llore, crea, y no peque más…
Ahí por mi el Salvador está,
   ¿Hay clemencia aún allí?
¿Reservada para mí?
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(FIN DEL SERMÓN)


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El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
“Depth of Mercy” (por Charles Wesley, 1707-1788).

EL BOSQUEJO DE

¡LLORA POR TI MISMO!

por el Dr. R. L. Hymers, Jr.

“No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas” (Lucas 23:28).

(Isaías 52:14)

I.   Primero, “no lloréis por mi”, Lucas 23:28a; Juan 2:25;


Lucas 23:27; Mateo 27:41.
II.  Segundo, “sino llorad por vosotras mismas”, Lucas 23:28b;
II Corintios 7:10; Lucas 22:62; Deuteronomio 6:5;
Santiago 4:9-10; Hebreos 12:2; 10:29.

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