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NAVIDAD: EL NACIMIENTO DEL HOMBRE COMO DIOS

(Neville - 13 de diciembre de 1968)

“En el principio era la Palabra, y la Palabra era con


Dios y la Palabra era Dios. La Palabra se hizo carne y
habita en nosotros.” (Juan,1) Nuestro nacimiento físico
es la encarnación de Dios, pues encarnación significa
la asunción por un ser divino de la forma humana o
animal. Cuando tú naciste tu pequeña forma humana
fue asumida por Dios. La Navidad marca la partida de la
encarnación de Dios y tu nacimiento como Dios.
Hay dos nacimientos: uno cuando Dios asume tu forma
humana y el otro cuando tú asumes la forma divina
¡como Dios! El primer nacimiento es desde abajo,
mientras el segundo nacimiento – llamado Navidad – es
desde arriba. Cada niño nacido de mujer es Dios
encarnado, o el niño no podría ser consciente de que él
es. Su conciencia es la encarnación de Dios. El mundo,
no sabiendo esto, celebra el evento equivocado; pues
la Navidad es cuando el hombre se hace consciente de
ser Dios. Hay unas cuantas paradojas que perturban a
mucha gente. Todas ellas son citas efectivas o
interpretaciones de una cita:
“Ya no os hablaré en imágenes, sino os hablaré
abiertamente del Padre.”
“Salí del Padre y vine al mundo. De nuevo dejo el
mundo y voy al Padre.”
“Yo y mi Padre somos uno.”
“Yo voy al Padre, pues el Padre es más grande que
Yo.”
“Cuando me veis, habéis visto al Padre.”
“Aquel que llamáis Dios, es mi Padre, pero yo conozco
a mi Padre y vosotros no conocéis a vuestro Dios.”
“Muéstranos al Padre. Si me conocierais no lo
pediríais, pues nadie puede conocerme en el verdadero
sentido y no conocer a Dios, pues Él y yo somos
inseparables.”
¿Quién es el padre que es uno con su hijo, y sin
embargo es mayor que él? ¿Puede ser él el hijo de Dios
y sin embargo Dios Padre? ¿Y cómo puedo yo saber
que yo y mi Padre somos uno? Tratemos de resolver
estas extrañas contradicciones.
En el último capítulo del Libro de la Revelación, Dios
dice: “Yo soy la raíz y la descendencia de David, la
brillante estrella de la mañana.” Dios es la raíz, la
fuente, la causa de toda vida. Él es el padre de David, ¡y
sin embargo su descendencia!
Como la fuente, Dios es el padre de David, llamado
Jesse o YO SOY. Como la descendencia, David es
llamado el hijo de Dios. El profeta Samuel habló a
David diciendo: “Dios declaró que cuando tus días se
hayan cumplido y yazcas con tus padres, yo resucitaré
a tu hijo detrás de tí que saldrá de tu cuerpo. Yo seré
su padre y él será mi hijo.” (Samuel II,7)
Aquí vemos que la raíz y la descendencia son una. Yo
(la raíz de David) soy la causa de toda vida. A pesar de
eso yo vengo de David, le reconozco y digo: “Tú eres
mi hijo, hoy te he engendrado.”
Como Dios Padre, asumo las limitaciones de la carne; y
utilizando uno que es un hombre según mi corazón y
hará toda mi voluntad, me vuelvo consciente de ser un
hombre rico, un hombre pobre, un mendigo y un
ladrón, hasta que David me revele como su padre. “Yo
vine a hacer la voluntad de mi Padre, sin embargo yo
soy el Padre, pues Dios Padre y el Hijo de Dios es un
solo YO SOY.”
Sólo hay Dios en el mundo. Como el Padre, Dios creó
una obra perfecta. Como el Hijo, Dios hace todos los
papeles. Como el Hijo, Dios está restringido en sus
actividades. Pero cuando el drama haya terminado,
Dios deja el mundo del César – grandemente
expandido – y regresa a sí mismo, al Padre.
Como el Hijo, Dios sufre. Pregunta a una persona quién
está sufriendo y él responderá: ¡Yo soy! Ese es el
Padre, que se ha encarnado asumiendo la forma
humana. Cuando la representación se termine para él,
Dios dejará el mundo como el Hijo, para regresar al
reino de los cielos como el Padre. En nuestro misterio
este acontecimiento es llamado Navidad. Tu entrada en
este mundo es la encarnación de Dios. Su partida
ocurre cuando su promesa a sí mismo esté cumplida
en tí y tú experimentes una maravillosa serie de
acontecimientos místicos.
Como Pablo, yo rezo para que aquellos que creen en mi
mensaje de salvación sepan que es verdadero; que el
nombre que yo les di para Dios no es mera poesía, sino
un hecho – que tú eres el Padre. Os he dicho qué
sucedió en mí. Les aseguro saber que es verdad. Estoy
seguro de que mi partida acelerará la marcha para
aquellos que han oído, aceptado y creído en mis
palabras.
Ahora, un caballero escribió diciendo: “Me quedé
dormido y soñé que estaba leyendo el periódico,
mirando un anuncio a toda página de Wester Airlines.
Estaban anunciando su nuevo sistema P.D., que
eliminaría toda la congestión de pasajeros cuando
aborden el avión. Súbitamente la página se volvió
animada y yo estoy en la imagen, sonriendo de oreja a
oreja mientras despierto.” En su carta se preguntaba
por qué las iniciales P.D. Él pensaba que la D podría
ser de “departure” (partida), pero no podía entender la
P, aunque él utilizaba la palabra “plan” a lo largo de
toda su carta.
Todo contiene dentro de sí mismo la capacidad de
significación simbólica. Este caballero está en
publicidad tan naturalmente que en el sueño está
mirando un anuncio. En este mundo moderno tenemos
aeroplanos que llevan al hombre desde la tierra a los
cielos y los traen de vuelta de nuevo. Pero este es un
plan de transporte.
En el Libro de Efesios leemos: “Él nos ha dado a
conocer el misterio de su voluntad en toda sabiduría y
penetración de acuerdo con su propósito que él
establece como un plan en Cristo por la plenitud del
tiempo para unir todas las cosas en él, las cosas en el
cielo y las cosas en la tierra.”
Mi amigo lo llamó partida. Esto no significa
necesariamente que él se vaya esta noche o en los
próximos cuarenta años. Para mí como intérprete del
sueño, significa que él ha terminado el viaje. Como
Pablo, el tiempo para su partida ha llegado. Él ha
luchado bien. Ha terminado la carrera y conservado la
fe. Desde entonces está preparada para él la corona de
la justicia. Esta corona no es algo lleno de joyas, sino
la corona de la victoria. Sólo cuando uno ha terminado
la carrera le puede ser dada la corona. Él ha luchado su
propia batalla consigo mismo, y ha vencido. Su vuelo a
los cielos es un plan que irrumpirá, haciéndole partir de
este mundo del César para experimentar
personalmente la Navidad. La Navidad no es la
encarnación de Dios, sino la partida del hombre como
Dios; pues Dios se convirtió en Hombre para que el
Hombre pueda convertirse en Dios. En el sueño de mi
amigo, él tomó las imágenes del siglo veinte, y puesto
que todo contiene dentro de sí la capacidad de
significado simbólico, un aeroplano simboliza lo que
lleva hacia los cielos. Está destinado a subir por
encima de la tierra. La “P” es el plan de partida que
comienza con un nacimiento espiritual, seguido por la
revelación de la verdadera identidad del hombre.
No hay modo de saber quién eres tú realmente hasta
que el Hijo de Dios lo revela, pues “Nadie sabe quién es
el Hijo excepto el Padre, y nadie sabe quién es el Padre
excepto el Hijo y aquel a quien el Hijo elije revelársele.”
El Hijo debe elegir revelarse a tí, pues sólo entonces tú
sabes que eres Dios Padre. Yo soy el camino. Yo soy la
verdad. Yo soy la luz. Nadie llega a la conciencia de ser
el Padre excepto por el plan de Dios. La dieta no lo
hará. Vestir ciertas ropas, invernar en algún lugar
llamado sagrado, o ser un sacerdote y subir de rango
no lo hará. Hay sólo un camino al Padre, y ¡Yo – todo
imaginación – soy el camino! Mi amigo es un hombre
felizmente casado con tres hijos, sin embargo está tan
hambriento de la verdad; así que yo digo: Padre, deja
que la verdad de mis palabras sea conocida, que él y
todos aquellos que creen en mis palabras sepan que el
amor con el que Tú me has amado, puede estar en
ellos, y yo en ellos. Un día tú descubrirás que Dios – el
Padre que se convirtió en tí – ha completado su obra. Y
debido a que él era Dios cuando se convirtió en tí,
cuando su obra esté completada, tú te volverás
consciente de que eres Dios. Hay sólo un camino para
saber esto como un hecho, y es cuando el hijo de Dios,
David, está ante tí y te revela como su padre. Entonces
el templo del Dios Vivo – que es espíritu – es dividido
en dos, y tú asciendes al cielo como una serpiente
incandescente. Y finalmente, el símbolo del Espíritu
Santo en forma de una paloma desciende, y –
vistiéndote con Él mismo – una vez más te envía de
nuevo a este mundo, para contar tu historia a aquellos
que escuchen.
Este caballero tuvo un maravilloso sueño. Él puede
algún día diseñar un plan que Wester Airlines utilice
para facilitar la congestión de abordaje, pero ese no fue
el mensaje del sueño. Él está partiendo de este mundo
del César. Habiendo ya tenido estas experiencias, las
ha olvidado. Pero recordará y sabrá que cuando llegue
el momento para que él parta de esta pequeña sección
de tiempo, no será restituído a la vida, sino que entrará
en la Nueva Era. Siendo uno con el cuerpo de Dios, no
conocerá restricciones, sólo la completa libertad de ser
Dios Padre. Habiendo entrado en el mundo, Dios el
Padre de toda vida se encarnó en tu cuerpo de carne y
hueso como el Hijo. Cuando la obra de Dios esté
completa, Él partirá de este cuerpo y regresará a su
cuerpo celestial como el Padre, redimiéndote. Este es
el camino a la redención, y no hay otro camino.
Aunque las palabras “Yo y mi Padre somos uno, sin
embargo mi Padre es más grande que Yo” parecen ser
contradictorias, son verdad. Cuando Yo – la conciencia
– asumo la limitación de la carne, soy consciente de la
limitación. Encontrándome en la forma de un esclavo,
me vuelvo obediente hasta la muerte en la cruz llamada
Hombre, donde permanezco como Dios, restringido por
mi encarnación. Entonces un plan predeterminado
irrumpe y me libera de mi auto-encarcelamiento, y
regreso al ser que yo era – pero ahora mejorado a
causa de mi auto-impuesta restricción. Entonces yo
puedo decir con Pablo: “He luchado bien. He finalizado
la carrera. He conservado la fe. Ahora está preparada
para mí la hoja de laurel – la corona de la justicia.”
Recuerdo una historia contada de Charles William Eliot,
a quien – cuando se retiró como presidente de la
Universidad de Harvard – le fue dado un regalo por un
viejo amigo de Boston, que él atesoraba en gran
medida. Su amigo le envió un envoltorio que contenía
una sola hoja de laurel. Su mensaje era claro. Se le
estaba diciendo que fue victorioso. Cada uno
finalmente recibirá esa corona de la justicia, como la
misma corona le es dada a todos los que llegan al final
del viaje. Saliendo de la conciencia de ser Dios Padre,
tú vienes al mundo, haciéndote consciente de ser
Hombre. Estás predestinado a regresar a la conciencia
de ser Dios Padre una vez más. Ésta es la historia del
Hombre. Dios viene al mundo asumiendo la forma
humana. Él se encarna en el nacimiento de un niño a
fin de que respire. Mientras está aquí, Dios pasa a
través de un literal infierno, porque su vida no termina
con la tumba. Haciendo su salida de este mundo de
muerte, Dios es devuelto a la vida para continuar el
viaje; para morir y ser devuelto una vez más, una y otra
vez, hasta que encuentra esta serie de acontecimientos
sobrenaturales que llevan a Dios a su casa – en
Navidad. La Navidad marca el nacimiento del hombre
como Dios, no el nacimiento de Dios como hombre.
Hay toda la diferencia del mundo. Mateo y Lucas
cuentan la historia del nacimiento, no como un niño
pequeño físico, sino como una señal del nacimiento de
un individuo como Dios, pues Dios ha nacido ese día
en la ciudad de David. Cuando Dios haya nacido en tí
será en la ciudad de David. En ese momento tú naces
como Dios. Y desde entonces crecerás en estatura.
Crecerás a favor del Padre porque tú sabrás que eres
uno con él. Continuarás estando encarnado, sin
embargo, hasta el momento en que expreses tu último
aliento. Entonces descubrirás que tú eres la vida
misma, pues habrás entrado en el cuerpo único,
Espíritu único, Señor único, Dios y Padre único de
todo. Una vez la individualidad se difundió en todo,
como se nos dice en el Salmo 82: “Yo digo, 'Sois
dioses, hijos del Altísimo, todos vosotros; no obstante,
moriréis como hombres y caeréis como cualquier
hombre, oh príncipes.'” Aquí está esta difusión
universal del único YO SOY. Tú dices, yo soy. Yo digo,
yo soy. Nosotros decimos, yo soy. Ese es el ser único
que cayó, encarnándose convirtiéndose en Hombre.
No me importa qué se ha contado sobre el camino de
Buda o Confucio; yo te he contado el único camino de
vuelta al Padre. Mi testimonio no está basado en una
teoría, sino en mi propia experiencia personal, y te digo
una verdad: hay sólo un camino ¡Yo soy el camino!
Otro caballero (un artista de profesión) escribió
diciendo: “Me encontraba en el fondo de un profundo
pozo. Mirando hacia arriba veía un bello cielo azul con
pequeños cúmulos de nubes blancas que se
convirtieron en palomas, con las alas extendidas como
si flotaran. Entonces me dije: 'Esto es lo que Neville
enseña. La paloma realmente flota.'” Estoy emocionado
de que en el sueño de este hombre él recordara la
enseñanza. En el Libro del Génesis se nos dice que
cuando la inundación de la ilusión hubo terminado, la
paloma apareció trayendo de vuelta la hoja de laurel
[sic]: la ramita de la victoria. Y la paloma realmente
flota sobre el agua cristalina. Yo he visto esta gran
inundación de la ilusión como atmósfera cristalina y
ahora se que para mí, el arca, la inundación ha
terminado. El hombre es o el arca de Dios o un
fantasma de la tierra y el mar, ¡y él no es un fantasma!
El hombre es el arca de Dios, conteniendo todo dentro
de sí mismo. Recientemente un gran médico fue
preguntado sobre la gripe que se está extendiendo por
todo nuestro país. Cuestionado por dónde va el
microbio cuando la gripe remite, él respondió: “No va a
ninguna parte. Permanece en el hombre para ser
activado otra vez.” Yo digo que los estados de ánimo lo
activan. La lepra no viene de fuera. El cáncer tampoco.
Todo está dentro del hombre. Lees el periódico y
reaccionas. Esa reacción pone una sensación en
movimiento, sea cólera, frustración o irritación. Cuando
la sensación se va, ¿dónde va? Vuelve a dormir dentro
de tí, pues tú contienes el mundo y todo lo que hay en
él. Dios se convirtió en tí y, conteniéndolo todo, Dios es
absoluto. El mundo enseña que Dios es todo lo bueno
y nunca lo malo. Pero si hay mal, y Dios no es mal,
entonces Dios no es absoluto.Si tú puedes
experimentar algo que Dios no puede, entonces tú
debes ser más grande que Dios, y eso no es posible.
Cuando lees de un chico inocente que fue asesinado y
reaccionas, activas algo dentro de tí. Ello puede ser el
dolor de muela o de estómago de mañana. No sé lo que
será, pero Dios no es burlado. Cuando tú siembras una
reacción, recoges un acto, pues tú y Dios sois uno.
Dios realmente se hizo como tú eres en el momento en
que respiraste, pues el aliento y el espíritu son una y la
misma palabra en hebreo y en griego. Cuando te dieron
una palmada en el trasero, tomaste una inhalación
profunda y respiraste, Dios se encarnó en tí. Luego
atraviesas los hornos de la experiencia para llegar al
final, cuando experimentas esta serie de
acontecimientos. Ningún otro acontecimiento o
acontecimientos te llevarán de vuelta. El primer
acontecimiento es tu despertar y resurrección del
cráneo donde Dios entró. Luego, tu nacimiento como
Dios. Saliendo de tu cráneo, todo el simbolismo de las
Escrituras como es descrito en Mateo y Lucas está
ante tí. Los tres testigos están ahí, así como el niño
envuelto en pañales. Los testigos hablan sobre tí, pero
no pueden verte, ya que ahora eres espíritu. Entonces,
a causa de que nadie ha visto nunca a Dios, sino a su
único Hijo engendrado, que está en el seno del Padre,
ocurre el segundo acontecimiento, cuando el Hijo de
Dios está ante tí y te hace conocido para tí mismo.
Entonces tú, también, dirás: “Yo soy la raíz y la
descendencia de David.” Pues, saliendo del ropaje que
has vestido a lo largo de tu viaje en el mundo de
muerte, tú eres David, ¡el único Hijo engendrado de
Dios! No hay otro camino de vuelta al darse cuenta de
ser Dios Padre, pues Él literalmente se convirtió en tí
para que tú puedas convertirte en Dios. Se nos ha
dicho que Jesucristo es el Hijo de Dios, sin embargo es
él quien afirma: “Yo y mi Padre somos uno.” Él que me
envió ha visto al Padre. Afirmar ser el Hijo que es el
Padre es una paradoja; sin embargo es resuelta cuando
tú te das cuenta de que el Hijo – salido del Padre –
sigue siendo el Padre, pero está restringido por la
encarnación. Dios Padre toma en sí mismo la forma de
un esclavo, y – convirtiéndose en el Hijo – es obediente
hasta la muerte, incluso la muerte en la cruz del
Hombre. Ésta la viste Dios, mientras se mueve de un
estado a otro, a otro de lo que el mundo llama muerte,
hasta que Dios experimenta el único plan definido para
regresar a Sí mismo – el Padre. Así que la Navidad
marca, no la encarnación de Dios, sino el nacimiento
del hombre como Dios.
Ahora entremos en el silencio.

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