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”
(Mateo 27:46-49; Marcos 15: 34-37)
La cuarta palabra de Jesús nos resulta a primera vista un tanto escandalosa. ¿Cómo es posible que de la
boca de Jesús haya salido una exclamación como esta? Ahora bien, si prestamos una atención más
cercana y cordial a los sentimientos de Jesús, nos daremos cuenta de que esta exclamación nos recuerda
la oración de la víspera en el Huerto de los Olivos. De hecho, refleja el mismo dolor agonizante que
Jesús había experimentado en Getsemaní y la misma confianza con la que entonces había aceptado la
voluntad del Padre.
CONCLUSION
Esta cuarta palabra de Jesús, lejos de escandalizarnos, habría de instarnos profundamente sobre
la calidad de nuestra oración. Ni el cristiano individual ni la Iglesia entera pueden convertir la oración en
un ejercicio superficial o en un puro momento religioso. El cristiano pone en juego toda su existencia y
toda su fe. Orar es reconocer la propia situación y necesidad de Dios. Pero es, sobre todo, atreverse a
medirla con las medidas propias de Dios.