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I.E.

P MERCEDARIO
SAN PEDRO PASCUAL

VIA CRUCIS 2024 COMUNIDAD EDUCATIVA MERCEDARIO


“SAN PEDRO PASCUAL”

Oración para comenzar la meditación Vía Crucis. (Padre Francisco)


Señor Jesús, vamos a recorrer y a meditar sobre tu camino de dolor, no tanto
el que viviste hace siglos, sino el que sigues viviendo hoy especialmente en
los que sufren.
Tú te has identificado con nosotros, pero también, de manera especial con
todos los hombres que sufren. Todos somos víctimas del sufrimiento, pero
también somos culpables de que muchos sufran.
Ayúdanos a reconocer nuestros errores y sembrar amor en nuestro corazón.
Amén.

I E S TA C I Ó N

JESÚS ES CONDENADO A MUERTE (Jhon Medina Alvarez)

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.
Del Evangelio según San Lucas:
Pilato les habló de nuevo, porque quería liberar a Jesús, pero ellos gritaban:
«¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Entonces Pilato decidió acceder a su petición: les
dejó en libertad al que pedían, que estaba en la cárcel por disturbio y
homicidio, y les entregó a Jesús para que hicieran con él lo que quisieran
(Lc. 23,20-21.24-25).
Meditación extraída y adaptada del libro Como quieras tú de Francisco Fernández Carvajal.

REFLEXIÓN
No debemos olvidar nunca que «nuestros pecados alcanzan a Cristo mismo».
Por ellos, Jesús fue considerado como un malhechor, como el peor y el más
despreciable de los hombres. Esta consideración nos ayudará, en primer
lugar, a alejarnos de toda ocasión próxima de pecar. «Es duro leer, en los
Santos Evangelios, la pregunta de Pilato: “¿A quién quieren que suelte, a
Barrabás o a Jesús, que se llama Cristo?”. –Es más penoso oír la respuesta:
“¡A Barrabás!”.» Y más terrible todavía darme cuenta de que ¡muchas veces!,
al apartarme del camino, he dicho también “¡a Barrabás!”, y he añadido “¿a
Cristo?… ¡Crucifícalo!”». ¡Esa es también la realidad! Ahora queremos decirle,
desde el fondo de nuestra alma: ¡Queremos que reine Cristo! En primer lugar,
en nuestro corazón. ¡Así se lo decimos desde lo más íntimo de nuestro ser!
Este deseo debe manifestarse también en la preocupación santa de acercar a
muchos a Dios. Es la mayor alegría, el bien más grande que podemos
llevarles.
Oración:
Señor, has sido condenado a muerte, y muchas veces nosotros también te
hemos condenado, con nuestras acciones, equivocaciones, negaciones... Hoy
te pedimos que una vez más nos perdones y nos permitas hacerte reinar en
nuestros corazones, que podamos hacerte el lugar que mereces en nuestras
vidas. Danos de tu gracia y permítenos que crezca ese deseo de llevarte en
nosotros, para poder así, llevarte a los demás.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

I I E S TA C I Ó N

JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS (TATIANA MANCHEGO VALDIVIA))

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.
Del Evangelio según San Lucas:
Los hombres que habían detenido a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban y,
tapándole los ojos, le decían: «¡Adivina!, ¿quién te pegó?». Y le gritaban toda
clase de insultos (Lc. 22,63-65).
REFLEXIÓN
Si alguna vez estamos tristes o padecemos una gran contrariedad, miremos a
Jesús en estas escenas de la Pasión, «lleno de dolores, toda su carne hecha
pedazos por lo mucho que nos ama: tanto padecer, perseguido de unos,
escupido de otros, negado de sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie
que vuelva por Él, helado de frío, puesto en tanta soledad». Entonces, «Él nos
mirará con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará
sus dolores para consolar los nuestros». Él nos mirará… Esa mirada de Jesús
nos llega al fondo del alma. Podremos comprobar en esos instantes cómo
nuestra alma recupera enseguida la paz y la serenidad, y se llena de fuerzas
para seguir adelante.
Oración
Señor, ayúdanos a no desanimarnos ante las dificultades del caminar
cotidiano. Que podamos también nosotros tomar la cruz a cuestas como Vos.
Danos la fuerza para abrazarla y elegir el camino que nos lleve siempre al
consuelo de Tu mirada.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

I I I E S TA C I Ó N

JESÚS CAE BAJO EL PESO DE LA CRUZ (Miguel Pomar Curasi)

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.
Del Profeta Isaías:
«Él cargaba y soportaba nuestros dolores; nosotros lo consideramos un
castigado por Dios, golpeado y humillado. Pero él fue traspasado por
nuestras rebeliones y quebrantado por nuestros crímenes (Is. 53,4-5)
REFLEXIÓN
La voz de Isaías nos describe a Cristo desfigurado por el dolor: no hay
hermosura que atraiga las miradas, no hay en Él belleza que agrade.
Despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores, conocedor de
todos los quebrantos, ante quien se vuelve el rostro, menospreciado,
estimado en nada. Pero fue Él, ciertamente, quien tomó sobre sí nuestras
enfermedades y cargó con nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por
castigado, herido de Dios y humillado. Más Él fue traspasado por nuestras
iniquidades, y molido por nuestros pecados. El castigo salvador recayó sobre
Él y en sus llagas hemos sido curados. El más hermoso de los hijos de los
hombres perdió su belleza, quedó sin parecer ni hermosura, hecho un
gusano, para que nosotros pudiéramos resplandecer con la gracia que Él nos
ganó, para que más tarde la Iglesia apareciese gloriosa ante Él, sin mancha ni
arruga ni cosa parecida, sino santa e inmaculada.
Oración:
Jesús, el peso de la cruz te ha hecho caer. Pero tu caída no es un signo de
debilidad, sino que es un rescate de amor por nosotros, para que pudiéramos,
con Tu gracia, levantarnos del pecado. Señor, ayúdanos porque hemos caído,
ayúdanos para que podamos renunciar a todo aquello que nos aleja de Tu
amor.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
I V E S TA C I Ó N

JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE (Sunny Delgado Macedo)

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.
Del Evangelio según San Juan:
«Cuando se acabó el vino, la madre de Jesús le dijo: «Ya no tienen vino».
Pero Jesús le contestó: «Mujer, ¿qué tiene que ver eso con nosotros?
Todavía no ha llegado mi hora». Pero su madre dijo a los que servían:
«¡Hagan lo que él les diga!» (Jn. 2,3-5).
REFLEXIÓN
María contempla la soledad de su Hijo. Casi todos le han abandonado. ¡Cómo
le dolería la huida de los que hasta ese momento habían seguido a Jesús!
Como ahora, cuando contempla a los hombres que se alejan de la Cruz
donde se alcanza el triunfo sobre el pecado. Nosotros queremos compartir
esos sentimientos de María. «¡Cuánto nos duele –son palabras del Papa Juan
Pablo II– que muchos participen tan fríamente en la obra de la redención de
Cristo!». A veces, muchos cristianos dan la impresión de que la obra
redentora de la Cruz no fuera con ellos. ¡Si pudiéramos consolar a Jesús en
su soledad con nuestra fidelidad de cada día! Le pedimos a su Madre que en
medio de nuestra vida ordinaria se complete en nosotros, aunque sea de un
modo tan insuficiente, lo que falta a las tribulaciones de Cristo. Nuestro dolor
ofrecido, nuestras penas y fatigas, sirven para acompañar a Cristo en su
camino hasta la cruz.
Oración:
María, Madre de Dios y Madre nuestra, cuánto anhelamos que nuestra
fidelidad a Jesús sea como la tuya.
Te pedimos que nos enseñes a ser fieles como vos en la Cruz. Que podamos
darle un sí sin medida como el tuyo, y que podamos caminar junto a Él aún en
la dificultad y dolor.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

V E S TA C I Ó N

EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ (Seyker Montes de


Oca)
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.

Del Evangelio según San Lucas:


Cuando se llevaban a Jesús detuvieron a un hombre de Cirene, llamado
Simón, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz para que la
llevara detrás de Jesús (Lc. 23,26).
REFLEXIÓN
Se cuenta de un alma buena que, mientras meditaba esta escena de la
Pasión, preguntó al Señor:
–¿Te puedo ayudar?
Y oyó en la intimidad de su corazón: –Cuando ayudas a tu prójimo es a mí a
quien ayudas.
Muchas ocasiones tenemos a lo largo del día para aliviar a Jesús de su cruz,
descargando a los demás de ella. Y también uniendo nuestros dolores al
sufrimiento redentor del Señor.
Oración:
Señor, danos la oportunidad de ser cireneos en tu Pasión. Danos la gracia de
reconocer como un don el compartir la cruz de los otros y experimentar así
que caminamos con Vos.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

V I E S TA C I Ó N

UNA MUJER ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS (María Alvarez Angulo)

Te adoramos Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al


mundo y a mí, pecador.
Del Evangelio según San Mateo:
«Entonces los justos le preguntarán [al Rey]: «Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o en la cárcel?». Y el
Rey les responderá: «Les aseguro que siempre que ustedes lo hicieron con
uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (Mt. 25,37-
40).
REFLEXIÓN
Una antigua tradición, recogida en una de las estaciones del Vía Crucis, habla
de una mujer que enjugó con un paño el rostro de Jesús, desfigurado por los
golpes y lleno de sangre y de sudor. Y en tres partes de aquel lienzo, dice la
tradición, quedó plasmada la figura del rostro de Jesús. Los mismos
testimonios nos han dejado el nombre de Verónica como el de esta mujer,
que sería bien conocida por los cristianos de la primitiva comunidad de
Jerusalén. Fue un regalo del Señor, muestra de su gratitud. Él lo agradece
todo y no deja sin premio ni siquiera la más pequeña muestra de amor a Él o
a quienes nos rodean. Nos recuerda también esta escena que, si buscamos
de verdad al Señor, veremos su semblante que brilla ante nosotros siempre
como una señal de esperanza y de salvación. Lo encontramos en los demás,
y, de una manera particular, en «los heridos de la vida», pues toda persona
que sufre en su cuerpo o en su espíritu es imagen viva de Cristo, que nos
invita a una actitud de respeto y de compasión eficaz. Es la imagen de Cristo
doliente camino del Calvario.
Oración:
Señor, danos la inquietud de un corazón que busca Tu rostro, y danos la
gracia de reconocerte y encontrarte en quienes caminan a nuestro lado.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

V I I E S TA C I Ó N

JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ (Jhon Marticorena Arias)

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.

Del Evangelio según San Lucas:


Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Hicieron
lotes con sus ropas y los echaron a suerte (Lc. 23,34).
REFLEXIÓN
Padre, perdónales… Son palabras del Señor que nos devolverán la
esperanza si en algún momento de nuestra vida apareciera el desánimo,
como consecuencia de nuestros errores y faltas de correspondencia a la
gracia. ¿No nos va a perdonar el Señor si sembró de perdones el Calvario,
cuando le insultaban y le hacían sufrir lo indecible? ¿No nos dará las gracias
necesarias para seguir en el camino?
Por muy duro y poco generoso que sea mi pasado, puedo decir hoy una vez
más: Ahora comienzo. Y por muchas veces que lo haya dicho, puedo repetirlo
de nuevo cada mañana. ¡Ahora comienzo de nuevo! El amor de Dios por cada
uno de nosotros no tiene límites, no se para ante ninguna barrera; sólo espera
un terreno humano honrado para dar sus frutos. Una buena tierra hecha de
sinceridad, de rectitud de intención. El amor del Señor se expresa muchas
veces en su perdón. También nuestro amor a los demás.
Oración:
Señor, incluso en tu caída, seguís pensando en nosotros. Llagado, con la cruz
a cuestas, y las palabras que te salen son de súplica por nuestras culpas. Te
pedimos que nos des la fortaleza de poder comenzar de nuevo, de dejar el
pecado y abrirnos a tu amor.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

V I I I E S TA C I Ó N

JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN (Carola Valdivia )

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.

Del Evangelio según San Lucas:


Seguía a Jesús una gran multitud del pueblo y de mujeres que lloraban y se
lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: «¡Mujeres de
Jerusalén, no lloren por mí! Lloren más bien por ustedes y por sus
hijos» (Lc. 23,27-28).
REFLEXIÓN
Jesús se detiene un instante y, olvidándose de sus propios dolores, consuela
a aquellas mujeres compasivas. Les advierte, a la vez, sobre la ruina de la
ciudad: Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren más bien por ustedes
mismas y por sus hijos… Son las únicas palabras que conocemos del Señor
en su camino hacia el Calvario. No es su propio dolor lo que preocupa a
Jesús; son nuestras dolencias y nuestros pecados. Esas heridas más
profundas que nos hacemos a nosotros mismos cuando le ofendemos y nos
separamos de Él. No lloren por mí… ¡Qué huella tan honda dejarían estas
palabras en aquellas mujeres! Queremos que dejes en nosotros, Señor, una
señal que no podamos olvidar jamás: la seguridad de que, en el camino de
nuestra vida, siempre habrá alguien que espere una sonrisa, una palabra de
ánimo y de consuelo, un consejo que le acerque a Ti; que nuestro dolor, si
llega, nunca nos encierre en nosotros mismos.
Oración:
Señor, danos tu capacidad de olvido propio para darnos a los demás. Haz que
caminemos junto a Vos sin limitarnos, y permite que nuestra entrega se una a
la tuya.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

I X E S TA C I Ó N

JESÚS CAE POR TERCERA VEZ (Gustavo Candia Holgado)

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.

Del Evangelio según San Juan:


[Jesús dijo:] Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no
muere queda solo; pero si muere da mucho fruto. El que se apega a su vida
la perderá; el que desprecia la vida en este mundo la conservará para la vida
eterna (Jn. 12,24-25).
REFLEXIÓN
Miramos a Jesús. «¡Este es el hombre! El corazón se estremece al
contemplar la Santísima Humanidad del Señor hecha una llaga […]. » Mira a
Jesús. Cada desgarrón es un reproche; cada azote, un motivo de dolor por
tus ofensas y las mías».
¡Cómo le quería!, comentaron los judíos en Betania al ver al Maestro llorar
ante Lázaro, su amigo muerto desde hacía cuatro días. Y los ángeles, al
contemplar a Jesús en este estado tan lastimoso, pudieron exclamar: ¡Cómo
les quiere! Nos mostró su amor a través de sus múltiples padecimientos.
¡Cómo nos quiere ahora! ¡Cómo me quiere!, podemos decir, con verdad, cada
uno.
Oración:
Señor, que siempre recordemos que todo lo haces por amor a nosotros. Que
cuando nos sintamos solos, heridos o derrotados, recordemos que Vos estás
ahí, dándonos tu mano para levantarnos y seguir el camino, Tu camino.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

X E S TA C I Ó N

JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS (Gabriela Muñoz Carbajal)

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.

Del Evangelio según San Marcos:


[Los soldados] lo crucificaron y se repartieron su ropa por sorteo, para ver qué
se llevaba cada uno. Así se cumplió la Escritura: Se han repartido mi ropa
entre ellos y sortearon mi túnica (Mc. 15, 24).
REFLEXIÓN
Jesús ha quedado desprendido de todo en la cruz. «Es el expolio, el despojo,
la pobreza más absoluta. Nada ha quedado al Señor, sino un madero.» Para
llegar a Dios, Cristo es el camino; pero Cristo está en la Cruz, y para subir a la
Cruz hay que tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra».
Señor, a Ti te dejaron sin nada; a tus discípulos a veces no nos falta casi
nada… y nos quejamos. Si estamos cerca del Señor, desprendidos de todo,
poco nos basta para andar por la vida con la alegría de los hijos de Dios. Si
nos alejamos, nada es suficiente para llenar el corazón, siempre insatisfecho.
Los bienes materiales buscados como fin son pobres sucedáneos de la
felicidad a la que aspira lo más íntimo de nuestro ser. Muchos buscan la
felicidad por esos caminos, y el resultado es siempre el mismo: una profunda
tristeza, un gran vacío interior y, no pocas veces, un hondo desaliento.
Oración:
Señor, con esta escena queremos también nosotros despojarnos de todo
aquello que nos aleja de Tu camino. Que podamos quitar de nuestras vidas
esas ataduras y que busquemos el modo de crear una verdadera intimidad
con Vos.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
X I E S TA C I Ó N

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ (Juan Luis Acero Viera)

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.

Del Evangelio según San Lucas:


El pueblo estaba contemplando. Los jefes se burlaban y le decían: «¡Salvó a
otros! ¡Que se salve a sí mismo si este es el Mesías de Dios, el elegido!». Los
soldados también se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le
decían: «¡Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo!» (Lc. 23, 35-37).
REFLEXIÓN
Miremos despacio a Cristo en la Cruz. «Pongan los ojos en el crucificado –
aconsejaba santa Teresa–, y todo (dificultades, cansancio, escasez…) se les
hará poco». Todo se les hará poco… Todo es llevadero si estamos cerca de
Cristo en la Cruz, a quien amamos de verdad. «Amo tanto a Cristo en la Cruz,
que cada crucifijo es como un reproche cariñoso de mi Dios: …Yo sufriendo, y
tú… cobarde. Yo amándote, y tú olvidándome. Yo pidiéndote, y tú…
negándome. Yo, aquí, con gesto de Sacerdote Eterno, padeciendo todo lo
que cabe por amor tuyo… y tú te quejas ante la menor incomprensión, ante la
humillación más pequeña…».
Oración:
Señor, que podamos abrazar el dolor, las enfermedades, las contradicciones
graves, e incluso aquellas pequeñeces que a veces nos hacen perder la paz.
Que podamos ofrecerlo todo por tu amor.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

X I I E S TA C I Ó N

JESÚS MUERE EN LA CRUZ (Cindy Pauca Flores)

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.
Del Evangelio según San Lucas:
Era casi mediodía y se oscureció toda la tierra hasta media tarde, porque el
sol había dejado de brillar. La cortina del Templo se rasgó por la mitad. Y
Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «¡Padre, en tus manos entrego mi
espíritu!». Y, después de decir esto, expiró (Lc. 23, 44-46).
REFLEXIÓN
Jesús en la cruz «amaba más de lo que padecía… Y después de muerto,
consintió que una lanza abriera otra llaga, para que tú y yo encontrásemos
refugio junto a su Corazón amabilísimo». «Allí aprenderás a guardar tus
sentidos, tendrás vida interior, y ofrecerás al Padre de continuo los dolores del
Señor y los de María, para pagar por tus deudas y por todas las deudas de los
hombres». Jesús nos lo ha dado todo, hasta la última gota de su sangre. No
olvidemos nosotros que «las cosas grandes no se pagan con moneda
pequeña». Las cosas verdaderamente grandes solo pueden pagarse con
amor, ese amor que precisamente hace grande lo pequeño: un mayor
recogimiento interior, el agradecimiento frecuente al Señor por lo que quiso
sufrir por nosotros, una lectura más cuidada del santo evangelio buscando
conocer mejor la Humanidad Santísima de Jesús, un mirar con más amor el
crucifijo…
Oración:
Señor, tu muerte nos duele y entristece. Pero con ella descubrimos el gran
amor que nos tenés. Te pedimos que nos des la gracia de creer en ti y
seguirte en el momento de la necesidad y de las tinieblas. Por favor, vuelve,
Señor…
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

X I I I E S TA C I Ó N

JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ (Henry Flores Luna)

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.

Del Evangelio según San Mateo:


Al atardecer vino un hombre rico de Arimatea llamado José, quien también se
había hecho discípulo de Jesús, y se presentó ante Pilato para pedirle el
cuerpo de Jesús. Entonces Pilato ordenó que se lo entregaran (Mt. 27, 57-
58).
REFLEXIÓN
Bajaron a Cristo de la cruz con sumo cuidado y veneración, y lo dejaron en
brazos de su Madre. Así lo ha visto la piedad popular en incontables
imágenes. Con los perfumes que había traído Nicodemo rociaron el cuerpo de
Jesús y la estancia donde lo depositaron. ¡Cómo envidiamos nosotros a José
de Arimatea, a Nicodemo y a Juan…! ¡Cómo nos gustaría haber estado
presentes para cuidar con inmensa piedad del cuerpo del Señor!: «Yo subiré
con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con
el fuego de mi amor…, lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones…,
lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho
de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor,
descansarás!»
Oración:
Jesús, ya todo ha pasado. Ahora tu cuerpo es bajado de la cruz y puesto en
brazos de tu Madre. Queremos nosotros también recibirte y guardarte en
nuestro corazón hasta que llegue el día de tu Resurrección. Danos la gracia
de prepararnos y esperarte con total fidelidad.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

X I V E S TA C I Ó N

JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO (Vicky Salas Huisa)

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al


mundo.
Del Evangelio según San Mateo:
José tomó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en
el sepulcro nuevo que él había excavado en la roca. Después hizo rodar una
gran piedra a la entrada del sepulcro y se fue (Mt 27,59-60).
REFLEXIÓN
El cuerpo de Jesús ha quedado en el sepulcro. Cuando nació no dispuso
siquiera de la cuna de un niño pobre; en su vida pública no tendrá dónde
reclinar la cabeza, y morirá desnudo de todo ropaje. Pero ahora, cuando es
entregado a los que le quieren y le siguen de cerca, la veneración, el respeto
y el amor harán que sea enterrado como un judío pudiente, con la mayor
dignidad posible. No debemos olvidar nosotros que en nuestros sagrarios está
Jesús ¡vivo!, pero tan indefenso como en la cruz, o como en el sepulcro. En la
Sagrada Eucaristía Jesús permanece entre nosotros. Allí se encuentra
verdadera, real y substancialmente presente. Es el mismo de Betania, de
Cafarnaún, del Calvario…, aunque ante nosotros aparezca bajo los signos
sacramentales del pan y del vino. Estos no nos permiten la alegría de su
visión sensible, pero nos dan la seguridad de su presencia real. No es otro,
sino que está de otra manera. Tenemos la inmensa suerte de poder tenerle
en todos los pueblos y ciudades y en todos los tiempos. Yo estaré con
ustedes siempre…, había prometido. Allí nos espera. El sagrario es el lugar
privilegiado del amor de Cristo hacia nosotros y de nosotros a Él. «La
Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más fuerte que la
muerte».
Oración:
Jesús, ayúdanos a amarte en el misterio de la Eucaristía. Que podamos
abrirnos a esa gracia de tenerte presente y real entre nosotros; y que
compartamos con el mundo la alegría y el gozo de la esperanza de saberte
vivo entre los hombres.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

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