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Oliver Hardy Dream.

…vagando por un cementerio en las costas de Antofagasta, frente a la portada,


buscando la intersección de dos puntos en el horizonte, un juego de manos, un
dedo puesto en posición horizontal le da la base al objetivo, que en el desierto
cuesta diferenciar a simple vista del cielo o también, si necesitas encontrar un
punto entre el cielo y el mar-segundo juego-puedes usar tu otra mano con el dedo
índice puesto en posición vertical sobre el dedo horizonte, y de esta manera
encontrar con mayor facilidad el punto hacia el que deseas dirigirte, incluso si eres
un buscador experimentado, puedes llegar a calcular con meridiana exactitud, la
distancia y el tiempo que te tomará a ti y a toda tu tribu, llegar al oasis del
Sinaí...si hacen el ejercicio ahora, donde sea que se encuentren, verán una cruz,
la intersección de tus dedos y el punto de unión de dos líneas...luego la historia ha
llenado de significado este simple ejercicio de orientación...quizás el sacerdote de
la tribu, después de mucho estirar los brazos hacia el horizonte para encontrar las
mágicas coordenadas, y hacérsele más pesadas las carnes, diseñó aquél
instrumento, Teknae mediante, que homologaba la esencia de su artificio manual,
o sea, fabricó una cruz, y ya podéis imaginaros al líder de una tribu, apuntando su
artilugio hacia el horizonte y ¿por qué no?, siguiendo la férrea obstinación de
nuestro juego, apuntando con esta cruz hacia el sol, hacia la luna, hacia las
palmeras, hacia las estrellas y finalmente hacia el hombre…nada que ver con el
pragmatismo de los romanos, que con dos troncos clavados y amarrados... o el
lúdico y bien dimensionado hombre de Leonardo...en fin, todo está en el hombre, y
también la resortera...crucificar a una mujer con los brazos levantados es una
crueldad muchachos...¿de ahí que lapidaron?...¿de dónde proviene esta
necesidad de castigar en el hombre?...¿Será la lapidación la muestra más
temprana del ejercicio de la democracia? Con el tiempo este instrumento de
orientación se metamorfoseó en instrumento agrario con cuerpo de hierro, usando
la idea de los romanos, la cruz como vehículo, más que como brújula, pero con el
cuerpo desaparecido...por otra parte y siguiendo en esta misma línea, está claro
que el punto de intersección de la hoz y el martillo, su sentencia, es el hombre y
también la libertad, en el sentido amplio del término, que abarca desde, la
obligación al trabajo colectivo, la falsa idea de la igualdad de los hombres y las
guerras libertarias...el hombre como vehículo y carne de una cruz hoz martillo...Y
proletarios del mundo desperdigados al igual que el pueblo judío buscando el
edén, la tierra nueva y todas aquellas fábulas maravillosas que han asesinado el
ritual pagano…ver el signo puede ser un panorama desalentador, no saber leer el
signo puede desencadenar una tragedia. Un horizonte que se aleja
irremediablemente para retornar una y otra vez...un horizonte retornable...hacia un
futuro incierto...todo horizonte posee una cualidad y una naturaleza de futuro,
queridos alumnos...Y si es que aún encontramos dos palitos para recomenzar de
nuevo con el jueguito de Lacroix. Otra cosa, y es que el desierto se presta para
estas divagaciones, es el pan Ázimo y el vino, como celebración de la liberación y
fuga de una esclavitud de 400 años en la metrópolis de Ramsés...hoy
transformados en la hostia y el vino del recuerdo de un martirio que ya suma más
de 2000 años...nuevas formas de esclavitud...la marraqueta más sabrosa esta
mañana...y así mis queridos discípulos, la humanidad avanza.

Las distintas variedades de cactus candelabro que me rodean en este peregrinar,


aúllan de alegría, ya que si aplaudieran perderían sus brazos. El sol comienza a
entrar en el mar y se ve como una bomba atómica rebobinada, con un rayo verde
al final de la escena, que más se parece a un pedo, ¡ah!, los gases solares...la
astronomía es imprecisa, y ríen los niños candelabros y desde las tumbas del
cementerio también se oyen risas y llantos que vuelan en las ráfagas de viento y
camanchancaca…como pueden ver, un paisaje cargado de emociones.

Bajando de la montaña luego del ocaso, y con toda la familia candelabro


acompañándome, llego hasta un carro cubierto de luces de pino navideño a modo
de adorno y con un cartel de neón que reza: “El Rey del Huevo Frito”, bajo el toldo
del carro, hay una sola mesa y una sola silla, de esas de color rojo de la Coca-
Cola. Me siento y escucho el terrorífico desgarro de un coro charro, que da
comienzo al corrido mexicano y del carrito baja un gordo con una cotona reluciente
y un celular parlante a modo de corbata, del que sale aquella mismísima música
infernal, que habla de pandillas, asesinatos, violaciones y policía corrupta de
Ciudad Calama.

-“Narcocorrido”-dice el mozo y me pregunta qué deseo ordenar.

-Una paila con un solo huevo frito-le digo.

-Lo siento señor, pero en este lugar solo podemos ofrecerle una paila con dos
huevos fritos y de ahí para arriba.

-No hay problema- le respondo- tráigame dos, y ¿tendría un tecito?

-Un ¿te-ci-to?- me dice estirando las sílabas y guiñándome ambos ojos en


sincronía con el cartel de neón, debe ser un tic nervioso, no creo que sea la
contraseña del lugar.

-Por favor, tráigame un tecito-le digo y le guiño un solo ojo, el derecho, pero sin
coquetería, más bien como un disparo, sincronizándome con las ráfagas de la
ranchera sicótica.

-En un segundo señor.

Y efectivamente, en menos de un segundo veo surgir a borbotones, desde la


superficie de la mesa, una paila con dos huevos que se ven como dos soles en
medio de un géiser y que también me guiñan un ojo, el izquierdo, mientras el
gordito se acerca temblando como un acróbata sobre la cuerda floja, haciendo
muy concentrado su acto de traerme mi tacita con mi tecito, lo posa sobre la mesa
con aire triunfal y saca de uno de sus bolsillos una marraqueta, la cual sopla,
mientras le pasa un pincel a modo de escobilla, por si las dudas, y me la entrega
directamente en la mano.

-Servido el señor-dice y se queda en silencio parado a mi lado con los ojos muy
abiertos, de los que caen lágrimas que brillan transparentes y multicolors, le
pregunto si pasa mucha gente por el lugar.
-Muchísima, como puede usted observar, el local luce lleno en esta hora –
responde, abarcando el entorno con su grueso brazo estirado.

Al tomar mi taza de té, advierto que el cordelito de la bolsita con la etiqueta está
amarrado a la oreja de la taza, y que no hay ninguna bolsita dentro del agua, la
que además no tiene el aspecto de estar hirviendo, pero sediento como estoy, no
me importa, tomo un sorbito para calentar mi cuerpo y ¡Qué rico que está tu tecito!
tiene gusto a aguardiente y arena, miro dentro de la taza y un sol yema de huevo
pochado, abre sus ojitos y me sonríe, y yo le sonrío de vuelta, y así ni se cuánto
tiempo. Cuando levanto la vista estoy solo, y una melancolía Oliver Hardy me
adormece mientras desaparecen las luces de neón del carrito del "Rey del huevo
Frito".

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