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Tres confesiones de un soldado cobarde.

por Dragín
Confesión Uno:

son sólo balas de salva

que no matan a nadie


una imagen me persigue veloz y rauda

una imagen me persigue


veloz y rauda
pero mi cuerpo me limita
calor que no derrite enigmas
bástese con que diga lo siguiente:

unos brazos abiertos daban permiso


la santa cruz que entrega perdón
un brillo
una mirada
un espectáculo
un flash
la piel tostada
y el contraluz de la vela
la magia
el hechizo
la fantasía
la gloria de unos pechos rebosantes de sabiduría
mi lengua aprendiz
el menear de aquel verdadero mar de luz
que nos sepultaba
nos apretaba
nos ahogaba
con la felicidad única
de quien se ha despojado del amor.
leyenda el poeta soberano

el poeta tomo sobre sus manos musicales


los bellos pechos de la mujer del otro lado
percibió su esencia y tuvo apetito de ellos
con gusto a beso lamió erecto sus pezones
sintiendo el jugo oculto y dijo:

- tus piernas entreabiertas develan


Un infinito instante cuando recostados en la pradera
Recordando nuestra infancia
buscabamos tesoros donde no los hay

mas el poeta ignoraba que aquella musa


tenía predestinado su delirio.

saciado de lo mundano
cerro sus ojos y su aliento
desde el poniente al oriente el poeta arranca
de aquella esfinge de pechos puntiagudos
rodeando la tierra grita en cada una de sus esquinas:

- ¡quiero soltar mis manos


de aquellos rayos pechos que consumen mi alma!.
diademas cuelgan de tus caderas

diademas cuelgan de tus caderas


se baten en sonoridades
he descubierto que en tu vientre
suave, tostado y plano
un Aleph se oculta del gentío
en él puedo ver al mundo todo

pero el ritmo de tu danza lo disfraza


y sólo veo
lo bello y lo sagrado

baila, oh diosa reveladora


baila odalisca del manifiesto
mueve las diademas de tus caderas
agita tus sacros pechos
danza y haz cantar al oro y la plata
tus colores rayos estelares
y tu cuerpo el universo
que sostiene el mundo que contemplo.
dame tus manos

dame tus manos y las trasformaré en palomas


solas se elevarán hacía éste mi pecho vesubiano
aleteo

imagina mi pecho como un volcán encendido


sediento de labios, hambriento de lengua
sé valiente y aterriza en mí

besa mi pecho hasta abrir sus puertas


y penetrar por ellas
verás la trasparencia del hombre
zócalo único de donde se dicta toda sentencia

abierto para ti está mi pecho emblanquecido.


CONFESIÓN NÚMERO DOS:

mi entrenamiento es débil
y mi arma pequeña
así fueron las cosas

el sol... el sol
la luna... la luna
tú... tú
nosotros... nosotros
las cárceles, las huidas, la disciplina...
el lápiz sobre el papel...
el papel sustituyendo al lápiz...
el anillo... los colores... los aromas....
las sorpresas al despertar...
los espejismos de verte entre la multitud...
los soldados que vuelven de la guerra...
el fruto en flor...
Santiago...
Parinacota...
Tijuana...
New York...
Monte Patria...
la muerte de Cristo...
las bombas de justicia...
la contaminación...
tú... yo... nosotros...
él.
estoy sentado sobre tapices grises

estoy sentado sobre tapices grises


con mucho más humo alrededor que la última vez
con las sobras de tu ternura recorriéndome
y con un sombrero tan ancho que si hubiese luz proyectaría sombras en todo mi
ser.

estoy sentado y a ciegas, sin voz ni tacto,


sólo un pensamiento aflige:
tu huida
tu maldito adiós
y el rasguño de tantas promesas pendientes.

pienso que sin ti ya todos los sueños son posibles


así es que me sumerjo en la biblioteca mocosa
a descifrar el mapa hacia El Dorado
pero solamente apareces tú,
como las infaltables del Reader’s Digest,
apareces tú
y mis quimeras se esfuman
y el futuro se desploma
y sin nada más en la imaginación
me quedo con un lápiz de oro, pero analfabeto,
en la mano derecha
y un revólver neurótico
en la izquierda.

cuando comience a quedar calvo

cuando comience a quedar calvo


cuando ya mi voz se marchite con el sol
cuando las angustias me dominen
cuando comience a irse hasta mi sombra
en fin, en mi futuro decadente, te recordaré
y por los sueños malogrados
por los disfraces que comí como certezas
por los sudores que reservé por serte fiel
por todo el tiempo que habité lejos de ti
por no haber sido el hombre que deseabas,
lloraré,
como un niño pequeño, este viejo, llorará.
pensar y no actuar

pienso en lo absurdo de tranzar dinero por vida


de menear la cola por pacaterías, de imitar
lo pasajero, de prescindir de lo esencial.

pienso en lo sensato de quedarme aquí sentado,


sin llamarte, solo, pensando en lo absurdo que es
pensar y no actuar.
todo creyente es un mártir

estoy entrenado para matar


para derribar montañas si es posible
y penetrar en la vágina de donde nunca saldré.

creo que en las vivencias del sur


se respira la misma idiosincrasia de mierda que acá.

no creo en las armas que tengo


mi entrenamiento es débil y mi arma pequeña
no podré – según mi alter ego – penetrar la vágina
de donde nunca saldré,
pero creo... inevitablemente creo.

todo creyente es un mártir.

me lanzo, me desvisto
(o me saco el preservativo, que es lo mismo)
y penetro sintiendo la amarga humedad de la calentura.

mareos, puntos suspensivos, espasmos


y el bendito vomito del triunfo.

soy el psicópata que quiero ser.


soy el animal que quiero ser.
el que encuentra su victoria en la derrota,
el que se despabila para morir,
el que cree, y creyente, se suicida.
un consejo de guerra

ennoblecer los estados gerenciales


resulta ser un olvido predefinido
los saludos cuasi militares
son dados ya lanzados
frente a los cuales nada se puede hacer
a estas alturas la idiotez cae al vaso
cual whisky extranjero
hay varias cosas que pedir:
la monstruosidad impuesta
un consejo de guerra (sería razonable)
etcétera...
mas quiero pedir mi baja
no sirvo para jefe
sólo sé recibir ordenes
quiero rehabilitarme
cualquier sacrificio licito es
la arena solitaria
la soledad arenosa
el sol, el llanto, mis hijos...
no hay fantasía, no hay realidad

no sigas
el teniente coronel David Santos
ya lo dijo en su comunicado de prensa
no sigas
estos días de lluvia intransigente
llaman y llaman a secar la bendita alma
pero ya lo sabes
ya lo dijo Mister Santos
no sigas
pensarás
pero tu pensamiento a ninguna parte te llevará
hazle caso
no sigas
hazle caso
las dudas son guías ciegas
nada entienden
al igual que tú
están recién conociendo
no pienses más
esto está por estallar
allí verás a los muertos caminar erguidos
y a los vivos esconderse tras los televisores
no sigas
no pienses
y detente a repetir el mantra que te salvará:

no hay fantasía, no hay realidad


sólo este poema, sólo mi verdad.
CONFESIÓN NÚMERO TRES:

desde la trinchera
la guerra es más fácil
preludio.

anoche soñé que la cuidad estallaba y yo con ella,


vi un ángel vestido de mendigo, me estiró las manos,
pero yo había perdido ambas,
un enano contó un chiste, pero nadie se rió,

yo desperté empapado de alegría:


parece que hoy va a llover.

salí de casa con sensación de asombro


no estaba lloviendo
el otoño parece primavera
el futuro parece presente
al pasar por una iglesia me persigné
saqué el walkman y me embobecí
otra vez olvidé orar antes de salir.

cesante, sin dinero, la urbe parece un cáliz maltratado


y yo ingenuo bebo de la sangre que no da redención,
me atraganto con todas las formas que toma la suerte
me absorto ante las manos bélicas que
disfrazadas de caridad me predican
no le creo a esta cuidad y a sus circunstancias
no le creo a esta cuidad de mierda
porque yo la construí.

la cuidad olvida porque, estando muerta, no resucita


olvida de alimentar a sus hijos,
y a la vez,
olvida de enterrar a los que vamos muriendo.
en eso descubro que estoy muerto
y que no he descubierto el camino al paraíso
ni al infierno, ni al purgatorio
las señaléticas de la cuidad
no indican el camino hacia a la felicidad,
sólo muestran los circuitos de un programa
que ya hemos saturado
un programa, que superpuesto sobre otros tantos,
ya no tiene nada de novedoso, ni de bondadoso.

en esto pienso cuando recuerdo el sueño:


anoche soñé que la cuidad estallaba y yo con ella
hice fuerzas para verla estallar mientras pisaba su lugar
salté para romper el pavimento
y plantar algún olivo entre los malls
grité llamando a los caballos apocalípticos
sonreí cuando me acordé del walkman
y de la estampita de la virgen que tengo en el bolsillo,
me dije:
eres el caminante que silba
con las manos en los bolsillos
mientras la vida, alejándose,
también silba con las manos en los bolsillos.

la gloria sea con aquel que no lee.


Santiago otoñal

por la ventana de la micro el sollozar del mundo


me inunda y me desborda
junto a la tarde gris me enceguezco para escribir:
somos tontos motociclistas contra el transito
locos que perdieron la batalla contra la moral
perdieron, y solos lloran las tardes grises
yendo por el mundo como tontos motociclistas
siempre contra el transito.

me despego de la imagen insolente que a ratos,


como flashes fotográficos,
aparece en el reflejo de la ventana.

andar en micro en Santiago no es cualquier cosa


te desbandas en melancólicas reflexiones amorales
sobre todo si la tarde es gris
y comienzo de otoño
y una que otra poza de la lluvia anterior
interrumpe el paso de algún ciclista friolento
y las hojas tapizan las calles
y las sombras también son grises
y la velocidad da vergüenza
y los rostros ensimismados son más comunes
y el cuerpo no importa
porque en otoño todo puede ocultarse
sobre todo si andas en micro
a eso de las siete de la tarde
camino al centro cuando nadie va al centro
excepto alguna pareja de ladrones, otra de amantes,
uno que otro solitario
y otros tontos motociclistas contra el transito...

somos este Santiago y la alfombra de otoño


que lo cubre
somos todas las cosas pequeñas que oscurecen
a eso de las siete de la tarde
somos las criaturas que despiertan
del dormitado verano
a la fiesta de estar abrigado y
acurrucado escribiendo poesía
somos el ayer que será otro día
somos los pulmones que no logran envenenarse
con el humo que producimos
somos el acto desesperado de follarnos sin amor
somos el paisaje inquieto que asusta al pintor
somos dopados y tontos motociclistas
siempre contra el transito.
en fin,
somos el otoño, real y poético, que recién comienza.
Santiasco
...a propósito de Santiago Bizarro

la cuidad que me amamanta


es la misma que patea mi trasero
promesas. golpes. oscuridad
y las mil formas que tomaste.

es la misma ingrata pasión


con maricones semáforos
que no nos dejan ir a cien por hora.

la ingrata pasión culpable


de besarse en un confesionario
porque Santiago (Santiasco)
es tan santo como David Santos.

...y encuentras ese algo donde no debería haber nada

la cuidad nuevamente me ha vomitado


yo le vomito a ella
porque su avenida Ahumada es inhumana
la cuidad me da de amamantar
y asesina a mi madre
asesina a sus transeúntes
mientras todos somos captados
por sus cámaras de seguridad.

...y encuentras a ese alguien donde deberías estar sólo.

no sé si recordarte citadina sea lo correcto.


parodia

la luz de la vela endemonia mi rostro.


la luz del computador me lo intelectualiza.
el humo de la marihuana lo mistifica.
el calor del cielo me enoja.

las cosas todas tiradas en la habitación.


la sombra de muchas visitas
todavía corretean sonrisas en el baño.
no hay ningún sonido
salvo el ventilador del computador que trata de enfriar
sus propios pensamientos.
un calor en mi estomago.
un dolor en mi cabeza.
las uñas sucias.

la luz de la vela se ha extinguido.


abro las ventanas para que el día entre.
miro las revistas de tatuajes.
escucho los ladridos de un impaciente perro.
oigo desnudo el canto solidario de las aves
y evito rezar a destiempo.

no hay fantasías para construir.


ni llamadas telefónicas que hacer.
ni nada para comer.
ni música que vacilar.
ni atardeceres otoñales.
ni amaneceres veraniegos.
ni un tour estival que distienda los pensamientos.

olvido para qué comencé esto y relato otro cuento.


me enfurezco. me aplaudo. me leo. me observo.
me atemorizo. me sonrío. me festejo.
me emborracho. me drogo. me malentiendo.
me desenchufo. me descalifico. me torturo.
me lanzo a la parodia inocente de verme entregando
premios en televisión.
entonces.
me recito. me aplaudo. me leo. me observo.
me atemorizo. me sonrío. me festejo.
me emborracho. me drogo. me malentiendo.
me desenchufo. me descalifico. me torturo.
me lanzo a la parodia de ser bandera flameando en batalla.
me enfurezco. casi me aplaudo. casi me leo.
casi me observo.
no alcanzo a atemorizarme
cuando la luz de la vela se enciende.

los tatuajes de las revistas salen a bailar


al compás de los ladridos del perro
del canto de las aves
del ventilador del computador que trata de enfriar sus pensamientos.

pienso en el calor en el estomago


y en el dolor en la cabeza.
no recuerdo si vomité o sólo fue un sueño.
pero vi salir trozos de sandía por mi boca.
el vomito de bilis en la mañana si fue verdadero.
aún siento el sabor de mis ácidos.
aún no he limpiado el fregadero.
aún no he barrido la casa
ni estirado la cama
aún no me he puesto a trabajar.
entonces.
me aplaudo. me leo. me observo. me atemorizo.
me sonrío. me festejo. me emborracho. me drogo.
me malentiendo. me desenchufo. me descalifico.
me torturo.
me lanzo a la parodia de ser un cd rayado
justo en el track que más odiaba.
me masturbé

me masturbé.
afilé los cuchillos de la carnicería.
recogí la basura
y limpié mis anteojos.

estoy listo.
pueden venir ya los ladrones, y también
las llamadas arrepentidas de medianoche.

estoy listo.
una coraza de vanidad me ha cegado;
el olor a cigarro es mi aura,
y la jaqueca constante
el calor en el estomago
y toda la caña de estos días

mis armas para no contestar el teléfono.


en los silenciosos atardeceres en soledad

en los silenciosos atardeceres en soledad


vuelo junto a las nubes del arrebol
me veo en el pasado y en el futuro;
y soy un niño disfrazado de vagabundo
un Jack Kerouac de siete años
que llora cada lunes
cuando debe cantar el himno nacional.

un idealista, un guerrillero de selva, un fanático talibán que con gusto asaltaría un avión
para estrellarlo contra el Vaticano.

un joven que mancebo escucha a The Mars Volta


respirando el humo de una macoña lasciva.

un viejo que de pura pena se puso a llorar


porque se siente decepcionado
porque se siente diferente
y que de pura pena también, se puso a escribir
creyendo así sanar la ulcera
pero en cada verso una lagrima se le escapa
porque se ve a sí mismo
porque la poesía es un espejo
un espejo y nada más
y yo un hombre apenado
un hombre apenado y nada más.
avanza

avanza por caminos inquietos y burlones


inverosímiles
rutas trazadas desde la discordia del hombre
con la naturaleza
avanza y su piel se resiste
multitud de ajenos procesos lo asaltan
mientras camina sobre la gran ballena
porque el progreso no se detiene
ni el espíritu nómada de nuestros antepasados
por eso... avanza
a pesar de torturar su minuto
con volver la mirada atrás
y sentirse como un niño avergonzado de su maldad.
no vale la pena sentarse a fumar

no vale la pena sentarse a fumar un cigarrillo


en la línea férrea
no vale la pena pensar siquiera en cabalgar
sobre una nube por valles siempre verdes
hay cosas más importantes
está la urgencia de respirar el smog cotidiano
la necesidad de responder los email
la pena de estar sin plata en el celular
oh, ¿dónde pues podré poner mis pies?
en el río millonario que baña sólo piedras
ó en el caudal agitado del Paseo Ahumada.

no vale la pena, eso dicen, estando lejos de casa


divagar en falsa poesía
no vale la pena caminar solito y asombrarse
con las aves que cruzan seguras.
CONFESIÓN NÚMERO CUATRO:

recuérdame como el soldado cobarde


que sirve para la otra guerra
ladridos toscos que salen de mi boca

ladridos toscos que salen de mi boca


vientos silenciosos que aclaman mi torso desnudo
un fuego, un ruido y el caminar del ratón
una compañía en esta, esta mi habitación.

pienso en tu boca arañada por la distancia


en la salud que empeora mi ritmo
en los tiempos ajenos que vivimos
y en las cosas que por buenos perdimos.

no sé si todo está bien


¿cómo saberlo?
una boca no alcanza para decirte
todo lo que tengo que olvidar.
pero tus manos son dos – dirás –
escríbelo,
pero mis pies también son dos – diré –
y es más fácil huir
que escribir poesía al destiempo.
cada ves que las aves cruzan sobre mi tejado

cada vez que las aves cruzan sobre mi tejado


quisiera que mis ojos fueran los tuyos
y que veas la oscuridad bajo las sabanas de mi lecho
que veas y presientas la llegada del temor
que veas esa vivacidad mía que te calienta
y esa suerte de universo en expansión
en que se han convertido mis versos
allá abajo, tirados en el suelo.
son esas cosas de la poesía

son esas cosas de la poesía


te da de pronto por transitar
te lanzas sin pasamontañas a guerrear
esquivas algunas balas
también a alguna gente
te atrincheras tras un vaso
lo llenas
lo vacías
lo vuelves a llenar
lo vuelvas a vaciar
recibes una descarga de versos ajenos
y te da a ti por escribir.

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