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Crepúsculo.

el rencor hacia la muerte,

la envidia de los hijos,

de su juventud,

la soledad,

la hostilidad de los hombres,

sumergirse diariamente en la incertidumbre,

agradecer cada nuevo amanecer,

procurar el ciclo antes del último sueño...

la promesa,

la desconocida posibilidad de las palabras,

el movimiento de tu lengua,

la humedad de las horas,

nuestro abrigo de carne,

el encanto irresistible de tu olor,

el dulce refugio de tu cuerpo,

la confianza,

el cariño,

la certeza,

la felicidad de amar y de haber sido amado...

aunque hoy aquél amor tenga el aroma del consuelo,

melancolía de madera seca...

nostalgia,

nostalgia del sabor de las mañanas,

del aire fresco de las calles,

del sonido de los árboles

cuando hunden sus raíces en la tierra...

asombro ante la rotunda armonía

furiosa del mar,

bajo la violenta pasión del sol

y sus tormentas de verano...


en calma,

la luna brinda sus estrellas,

incansablemente...

y tu rencor hacia la muerte,

hacia el silencio vivo de la piedra,

el insolente grito que trasciende...

confusión,

desconcierto,

la duda frente a la tarea pendiente,

el desaliento frente al infinito,

el pavor de lo desconocido,

de lo eterno,

y en el ocaso,

la insoslayable,

cruda,

traicionera esperanza,

de mantener la dignidad,

de olvidar lo que uno ha sido,

menos el coraje...

rencor hacia la muerte,

deseo,

el desesperado anhelo de ver tus ojos,

la urgencia de tu abrazo,

mientras desaparecen los míos.

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