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CAPÍTULO I
Claudio Rama
Entre estos últimos análisis podemos destacar los de Mc Luhan sintetizados en la famosa
frase "el medio es el mensaje".1 Algunas investigaciones han establecido vínculos e
interdependencias entre la forma en que se originan los hechos culturales y sus contenidos
mismos. Sin embargo, es conveniente hacer una clara distinción meto dológ ica entre la
"for ma" y el "cont enido " para lograr una mejor aprehensión y comprensión de los
fenómenos culturales desde nuevas perspectivas que permitirán, sin lugar a dudas,
enriquecer la propia producción cultural y nuestra visión de la cultura como relación social.
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Mientras que las investigaciones sobre los "contenidos" se encauzaron hacia las lecturas
estéticas, filosóficas, textuales, psicológicas, narr ativas, etc., las ref erid as a las
"fo rmas" lo hici ero n, entr e otras, hada las consideraciones econ ómic as, legales,
tecnológi cas, organizac ionales, autor ales o labor ales bajo las cuale s se ge nera- la
producción cultural. El estudio (le las "formas" implica, asimismo, un abordaje distinto
desde la perspectiva de los criterios me to do ló gi co s de tr ab aj o, lo s in st ru me nt al es
té cn ic os y la s interrelaciones con otras disciplinas.
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consid erar a la producción cultural como una expresión de sociedades concretas en sus
múltiples determinaciones.
El abordaje de los fenómenos culturales desde las "formas" hizo posible el desarrollo de
metodologías propias de análisis y disciplinas muy variadas. Algunas de ellas más
cercanas al hecho cultural, como la antropología, la sociología cultural o la lingüística,
otras, mas distantes y recientes en el tiempo, como la economía cultural, la gestión
cultural, el derecho cultural o la tecnología de la cultura. No obstante, las diferencias
entre las diver sas disc iplinas que se orientan haci a el análisis de las "formas" no
radican simplemen te en si los conte nidos simbólico s están prese n tes en mayor o
menor medida en el objeto de estudio, sino también en la exis tenc ia de dive rsas
conc epci ones para examin ar el hech o cult ura l, por cuanto existe una relación
dire cta entr e el punt o de vista que se adopte y el tipo de abordaje .teórico-
metodológico que se seleccione para su análisis.
La cultura, más allá de constituirse como un acto creativo (cultura bellas artes), de expresar
a una sociedad (cultura antropológica) y de encerrar una realidad económica (cultura
producción mercant il), es un a re la ci ón so ci al en tr e ho mb re s. No es só lo un a
ex pr es ió n de ho mb re s y so ci ed ad es , si no de toda cultura específica implica,
expresa y contiene una determinada forma de las re la ci on es en tr e lo s ho mb re s.
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a. Los paradigmas económicos tradicionales
Has ta aqu í hem os vis to que las dif ere nte s con cep cio nes sob re la cu lt ura
re quiere n abor daj es div er so s para co mp re nde r los fe nó me no s es pe cí fi co s. Si n
em ba rg o, el an ál is is de la cu lt ur a co mo pr odu cci ón mer can ti l sim bólic a no
pu ede realiza rse des de los presupuestos clásicos.
Los par adi gma s tr adi cio nales no log ran exp lic ar la com ple ji dad y la s
ca ra ct er ísti ca s pr op ia s de lo s fe nóme no s cu lt ur al es mo der nos des de el pun to de
vis ta eco nóm ico . Muc hos inv est iga dor es, corn o Luis Stolovich, han obse rvad o esta
difi culta d: "La valor izaci ón de la pro duc ció n cul tur al ofrec e pro ble mas des de el
pun to de vis ta teór ico que exig en un trat amie nto no conve ncional. Las
part icula rida des de gran par te de la pro ducció n de bie nes y ser vicios cul tur ale s,
as í cóm o la es pecialid ad de la dema nda, dete rminan reg las de fo rmac ión y de
val or que no enc uad ran ade cua dam ent e en los mar cos teóricos existentes".3
El inst rume ntal marxist a no se ajus ta al análisi s cult ural econ ó mico, en la medida en
que define el valor en el ámbito del trabajo concre to o so ci al me nt e ne ce sari o;
mi entr as qu e en la pr oduc ci ón cultural, corno vamos a analizar, el valor se determina
casi exclusivame nt e de sd e el la ci o de la de ma nd a y to rn a en cu en ta fa ct or es
co rn o la su bj et ivi dad de los gu st os y mo das. En ot ra opor tu nidad analiza rno s
que Mar x sup one que el tra baj o es el úni co gener ado r de valo r, axioma que como
tal no se fun dame nta, pero que consti tuye la plataforma sobre la cual se acopla otro
supuesto básico al ta me nt e com pl ej o: qu e la ga na nc ia to ta l es id én ti c a a la
pl us va lí a total o, dich o en otros término s, que el trabaj o expr opi ado es la única
fue nte de ganan cia . Sobre amb os sup ues tos Mar x des arr olla su so lu ci ón al
pr ob le ma de la tr an sf or ma ci ón de lo s va lo re s en pr ec io s, la cu al nu nc a pu do
ve ri fi ca rs e ya qu e no ti en e se nt id o transf orm ar el val or —una cat egor ía de la
cual no podemo s te ner ni ng un a ma ni fe st ac ió n — en pr ec io s de pr od uc ci ón , un
co nc ep to dominado por los procesos mercantiles.
Pero, además, una parte muy importante de la escuela crítica sigue viendo-el ámbito de la
comunicación y la cultura como espacio meramente ideológic os, de reproducc ión social
y que se expresan económicamente en forma de servicios inmateriales e improductivos.
Ese punto de vista del marxismo ortodoxo identifica sólo lo productivo con lo material.4
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Los productos culturales, en la mayor parte de los casos, no poseen un valor de uso en sí
mismos, pero sí un valor de cambio que no está establecido por sus costos de producción
directos y marginales, ni por los costos asociados al tiempo de trabajo socialmente
necesario de producción, sino por los valores que determina la demanda. Es el caso, por
ejemplo, de bienes no culturales que tienen un valor de uso y de cambio, pero que, al
perder su valor de uso por depreciación, inutilidad, vejez o rotura (como muchos bienes de
consumo), pueden adquirir, con el transcurso del tiempo, un valor de cambio determinado
por su contenido cultural —porque rep res entan una épo ca - y asu mir una nue va
cat ego ría com o ant igüedades y, por lo tant o, estar sujetos a deter minadas reglas en
el marco de la economía de la cultura.
En el caso de los bienes culturales no es posible concebir ni anal izar la transfo rmac ión
de los valo res en prec ios -eje cond uctor de la teo ría mar xis ta - pue sto que los
pre cio s se det erm ina n desde la demanda, por los gustos, modas, hilitos o
simplemente ente a partir de- estrategias de marketing. Por otra parte, los esquemas,
neoclásicos basados en los supuestos de racionalidad del consumidor de gust os
estables y de util idad marg inal en la satis facc ión del cons umo tampoco son
adec uados para comp ren der la espe cificidad del consumo cultural.
La determinación del precio de acuerdo con los supuestos neoclásicos -conocida como la
teoría de los costos de oportunidad-def ine que el val or de un bien se exp res a en la
canti dad que se debe sacrificar de ese bien para liberar los recursos necesarios que
posibiliten la obtención de una unidad más del producto a partir de la cual se logran
vent ajas compa rati vas. Esta teor ía no permite ex plic ar la for maci ón de los prec ios
de los prod uctos cultur ales en tanto éstos están determinad os por la subjetividad del
consumidor. Los consumos artísticos constitu yen una clara excepción a la teoría del
decrecimiento de la utilidad marginal.
b. La economía de la cultura
Ante la imposibilidad de explicar a partir de los paradigmas tra dic ion ale s la tot ali dad de
los fen óme nos cul tur ale s -deb ido a que, en nuestra opinión, la producción cultural es
parte de la nueva economía simbólica e inmaterial del capitalismo postardío- se ha
desarro llado en los últimos tiempos un conjunto de nuevas disciplinas para el análisis
de la cultura en lo que se dio en llamar la nueva reflexión sobre las "formas" o los objetos
culturales. En esta línea se insertan los estudios sobre legislación, administración y
cooperación cultural, y economía de la cultura. Nacen del propio desarrollo de los análisis
que indican la existencia de fuertes limitaciones cuando se res tri nge n a est udi os
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cul tur ale s pro pia men te est éti cos o de contenidos; a su vez, como vimos, son la
continuación de los de contextualizar las manifestaciones culturales.
La economía de la cultura ha sido un área poco estudiada que sólo en los últimos años
se constituyó como ámbito de reflexión de los secto res académicos ,
guber nament ales o empre sariales -en par te, por su creciente dimensión económica-.7
La cultura representa en algunos países hasta el 6% del Producto Bruto y en algunas
ciudades o region es específ icas la participación es todavía mayor, superando a una
amplia cantidad de ramas industriales y/o sectores económicos.
Asim ismo, es prec iso deter minar tamb ién si la "eco nomía de la cultura" tiene un
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lugar y un tiemp o como ámbit o de la realid ad. Si su existencia se hubiera dado en un
único lugar geográfico –por ejemplo, el sur de Italia–, no podría considerarse una teoría
del funcionami ento de la realidad y, por ende, no exist iría como disci plina, ya que
para const ituirse corno tal se presuponen su gener ali dad y global idad. Debe existir
como una realidad a escala univers al y no sólo local.
La local izaci ón de esta disc iplina en el tiem po es más impor tante aún. Si pudiéramos
afirmar que la "economía de la cultura" ha exis tido en todo tiem po y lugar, estaríam os
haci endo refe renc ia a una discip lina ahistórica de tipo cient ífico o natur al. Sin
embarg o, por defi nici ón acot amos que ell a tien e como prer requ isit o la exis te ncia de
una econom ía me rc ant il, qu e se ori gi na en el tiem po histórico de esa economía.
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Esto sucede porque el mercado aparece donde nace la división social del trabajo y la
producción mercantil. Es una disciplin a que requiere de productor es (creadores),
consumidores y un mercado donde éstos desarrollen su actividad,--su existencia es
inseparable del concepto de la división social del trabajo.
Par a otr os autore s como Franco ise Ben hamou se tra ta tan to de una nueva disciplina
como uno de los terrenos fecundos de la reflexión sobr e las fronter as de la cien cia y
sobr e la legitim ació n del esf uer zo por sup era r dic has fro nte ras ". 8 Par a est a aut ora
"al Pret ende r defe nder a todo prec io la espe cifi cida d de la econ omía de la cu ltu ra,
sur ge el pel igr o de encer rar la en un ghe tto ". Ell a sostiene que los elementos
característicos se reducen a "modos de forma ción de la deman da, import ancia de la
inter venció n públi ca, (y) aumento de los empleos intermitentes", que coexisten con
"tipo de organizació n, rol de los precios" que a su criterio se comport an igual a otros
sectores. Finalmente considera que "la economía de lacultu ra ha ignor ado las indus trias
cultu rales por consid erar que éstas perte necen al campo cíe la economía industrial [...]
el estudio de las industrias culturales nos conducirá a constatar la polarización del
merc ado entr e pequ eñas unid ades , a vece s efím eras , y grup os cuyas lógicas de
desarro llo con cada vez más ajenas a los sectores de la cultura".9
Por su parte, para Albert Breton "la economía de la cultura es la descripció n y análisis de
las características observables de la deman da y la oferta, así como las de su
interr elación en las diversa s industrias [...] las que, aún no siendo únicas, se combinan
por lo menos de un modo singular". 10 Según este autor, la especificidad está dada por "el
star system, el predominio de los proveedores sobre las preferencias de los consumidores
en el caso de muchas categorías de productos, el alto grado de integración Vertical, la
imposición de contratos vinculantes que se ponen de manifiesto en los clubes del libro (o
del disco) y en la distribución en paquete de películas en los cines, la import ancia de las
formas de producc ión antigu as en comparación con las nuevas, la inaccesibilidad
relativa de los productos de calidad y la inestabilidad cíclica de los productos culturales"11
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rep rod ucc ión cul tur al det erm ina qu e amb as var iables -la ec on omí a (b as ad a en
un a ra cion alidad económica) y el financiamiento (establecido en una racionalidad
admi nistra tiv a)-, deban analiza rse en conj unto a la hora del estudio de las
car act erí sti cas de las for mas en las cua les se est ructu ra la producción cultural.
Si bien la cultura es un fenómeno social, que expresa una dete rmin ada rela ción entr e
los hombr es y asum e en general un carácter estético, artístico o político, es cierto
también que formula una relación económica en tanto los productos culturales están
insertos en un contexto mercantil, que son-bienes escasos, susceptibles de apropiación
luego de satisfacer los costos en los que se incurre para ofrecerlos en el merca do y que
son adqui ridos por indivi duos que los dem and an y que est án dis pue sto s, por
múl tip les y esp ecí fic os Motivos, a sacrificar parte de sus rentas para obtenerlos.
Sin embar go, es necesario marca r las oposic iones y pregu n tars e por que es dist inta
la prod ucci ón de cual quier bien con res pecto a la de libros o discos ; qué hace
difer ente a la prestación de un supermercado con la que da una librería; la satisfacción
que proporciona un espectáculo con la obtenida en un restaurante; el servicio que brindan
la racha y la televisión respecto del que suminist ran el tran spor te o el turismo; o más
aún: qué difer ente valor agregado incorpora un trabajador manual o uno intelectual y
específicamen te -"artíst ico" e, inc lusive, qué dif eren cia hay ent re la crea ció n
intelectual y el trabajo intelectual.
Más all á de los gus tos , de la pro pia inc ert idu mbr e de tod a inversión, las
investigaciones buscan determinar cuáles son las reglas específicas desde las que se
articula la producción cultural y la construcción de marcos teóricos en la medida en que
muchos de los paradigmas no permiten explicar con integridad las características mismas del
proceso cultural. Éste es un camino teórico nuevo que se está desarrollando al mismo
tiempo que la realidad; evidencia que la cultura es un sector sui generis como ámbito de
acumulación de capitales y que su estudio requiere un abordaje teórico propio.
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CITAS
2. Un criterio similar es sostenido por Francisco Esteinou, citado por Luis Stolovich en La
cultura da trabajo, Fin de Siglo. Montevideo, 1996
9. Idem, p. 21 y ss.
11. El cultural es aún el sector más desguarnecido de datos. "Sólo recientemente un par
de universidades americanas abrieron centros de investigación en cultural economics",
expresaba Antonio Pascua li en El orden reina en 1991. A partir de 1998, la Unesco
asumió la tarea de promover un mayor nivel de información corno recomendación de la
Comisión de Cultura y Desarrollo. Resultado de ello fue el primer informe mundial sobre el
estado cte la cultura en 1998. Sin embargo, la estadística es aún muy escasa, en parte
porque el sistema de las cuentas nacionales y los censos están orientados a develar la
economía industrial y no la creciente economía simbólica de la cual es parte la cultura.
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