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La cultura en el
siglo XXI

Objetivos

 Contextualizar de forma adecuada a la cultura en el siglo XXI.


 Conocer que agentes intervienen en el proceso cultural.
 Interiorizar el concepto de gestión cultural y sus características.
 Reconocer políticas culturales aplicadas en la actualidad.
 Identificar el concepto de realidad social como punto de partida
de una intervención.
Glosario

Análisis Acto de separar las partes de un elemento para estudiar su naturaleza, función
o significado. Se realiza con el propósito de estudiar, ponderar, valorar y concluir algo
respecto de un objeto o persona.

Contexto Espacio y tiempo en el que se produce un hecho, evento o situación.

Contextualización Acto mediante el que se tiene en cuenta el contexto de una


situación, un evento o un hecho, ya sea público o privado.

Gestión Asunción y ejercicio de responsabilidades sobre un proceso (es decir, sobre un


conjunto de actividades), que incluye la preocupación por la disposición de los recursos
y estructuras necesarias para que se produzca y la coordinación de sus actividades (e
interacciones correspondientes).

Política Actividad, arte, doctrina, opinión, cortesía o diplomacia que tiende o tienden a la
búsqueda, el ejercicio, la modificación, el mantenimiento, la preservación o la
desaparición del poder público.

Realidad Todo que describe y que permite existir al ser humano, pues está presente en
un mundo que existe y es palpable. Conjunto de cosas reales pertenecientes a un todo.
Se puede percibir como la afirmación de algo que no se ve. Se emplea bastante en la
comunicación, pues concreta la determinación de algo que es real.

La cultura siempre ha estado ligada a la historia del ser humano. Desde la Antigüedad, las
primeras civilizaciones se esforzaban por transmitir de generación en generación todos los
valores, leyendas e historia de su cultura para preservarla a lo largo del tiempo.

Aunque esta transmisión cultural se hacía por parte de todos los elementos humanos de
una civilización, con el paso del tiempo este saber se fue especializando y se encargaron
de transmitir la cultura personas que velaban por ella y evitaban que la historia borrara su
paso por el tiempo.

Dentro del campo de la animación sociocultural y turística, ha sido necesario valorar la


figura profesional de un trabajador para encajar su campo de acción dentro de unas
políticas culturales que cada país se esfuerza por fomentar como algo importante dentro de
su identidad nacional.

A lo largo de este capítulo se realizará un breve pero intenso recorrido por diversos
conceptos relacionados con la cultura para comprender de dónde viene el hombre y hacia
dónde se dirige.

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1.1. Contextualización
La cultura es el fundamento para el desarrollo integral de cualquier sociedad. La cultura
define las sociedades, forma su identidad, fomenta el respeto y la tolerancia entre los
pueblos, crea puestos de trabajo y mejora la vida de las personas. Es una forma de incluir
y entender a los demás, ayuda a preservar el patrimonio, da sentido al futuro y empodera a
las personas.

1.1.1. Definición de cultura

Uno de los primeros significados del término cultura era "cultivo" o "cuidado" Ya el romano
Catón empleó el término para referirse al campo ("agricultura"). Usando la idea de "cultivo
de la tierra" o agricultura, Cicerón utilizó la metáfora de cultura animi, es decir, "cultivo del
alma", que acerca al lector al sentido que, en la actualidad, posee el término en las lenguas
occidentales. Sin embargo, el sentido más característico del término en la época clásica se
refería al campo.

Esta interpretación del término latino siguió vigente hasta el siglo XVIII. A lo largo de la
Edad Media, la cultura tuvo connotaciones agrarias, pero en el siglo XVIII tomó una
significación que será corroborada con el nacimiento de las ciencias sociales en el siglo
XIX, cuando este concepto pasa a tener otro significado, aunque inspirado en su primitiva
concepción de " cultivo del alma" o "cultivo del espíritu"

Durante la Ilustración, particularmente Rousseau en grandes obras como el Emilio (1762),


se utilizó el concepto de cultura como educación del individuo. Igualmente a principios del
siglo XIX en Los discursos a la nación alemana Fichte utilizaría con este sentido el término
(bildung, "educación"), que relaciona la formación individual con su pertenencia a una
comunidad (en el ejemplo, con la nación alemana).

Hasta ese momento, la cultura tuvo una dimensión básicamente subjetiva, entendida como
cultivo de un individuo o del conjunto de individuos que forman un pueblo. Antes del siglo
XVIII, ese fue el único significado de la cultura. Sin embargo, poco a poco, de esta
significación subjetiva de cultura se pasó a otra más objetiva que ya se anticipaba en el
siglo XVIII como civilización en el ámbito francés, y como kultur en el ámbito alemán.

El término civilización remite al refinamiento y a la educación del individuo, y posee un sentido de progreso
que se adelanta al evolucionismo los individuos más refinados son los habitantes de la ciudad, de la civitas.

El vocablo alemán kultur se refiere al conjunto de atributos que caracterizan a una


comunidad como producto del paso del tiempo o como una formación histórica que se
convierte en espíritu nacional o Volkeeist. Es un concepto más parecido al actual y, con
algunas modificaciones, será objeto de estudio por parte de las ciencias sociales del siglo
XIX. Poco a poco, en Alemania se fue forjando la necesidad de conocer la cultura del
pueblo, Volkskunde, en sus múltiples dimensiones: lengua, creencias, costumbres,
tradiciones, etc.

1.1.2. Evolución del término cultura

En 1871, Edward Burnett Tylor acuñó una de las definiciones más clásicas de cultura con
el sentido que tiene hoy. En su obra Cultura primitiva, afirmó que "la cultura o civilización,

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en un sentido etnográfico amplio, es ese todo complejo que incluye el conocimiento, las
creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y
capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una sociedad"

Franz Boas afirma que cada cultura es el resultado de unas condiciones naturales e
históricas que, sin embargo, no son determinantes. Su idea sobre la cultura se encuentra
en la siguiente definición: "puede definirse la cultura como la totalidad de las reacciones y
de las actividades mentales y físicas que caracterizan la conducta de los individuos
componentes de un grupo social, colectiva e individualmente, en relación con su ambiente
natural, a otros grupos, a los miembros del mismo grupo, y de cada individuo hacia sí
mismo. También incluye a los productos de estas actividades y su función en la vida de los
grupos"

Ruth Benedict se centra en la condición selectiva de la cultura al entender que esta se


ajusta a una elección entre las innumerables posibilidades que se le ofrecen, dando lugar a
que cada cultura presente un perfil determinado y singular. Ella introduce los conceptos
asociados de pauta de cultura y de rasgo cultural, obedeciendo este último concepto a
cada una de las unidades que, en su conjunto, conforman la pauta de cultura. Todas ellas
constituyen el eje de las culturas en torno al que se ordenan los principios más relevantes
de las mismas.

Clyde Kluckhohn distingue entre pautas evidentes, que se refieren a normas específicas
del comportamiento, y configuraciones, principios ocultos que rigen la cultura entendida de
manera abstracta (1952: 388-433). La importancia por la que se adquieren estos principios
le conduce a preconizar una concepción global de la cultura que es necesario comprender.
La cultura consiste en patrones de comportamiento explícitos e implícitos, adquiridos y
transmitidos mediante símbolos, que constituyen unos logros distintivos de los grupos
humanos, incluyendo su plasmación en utensilios. El núcleo esencial de la cultura se
compone de ideas tradicionales (es decir, obtenidas y seleccionadas históricamente) y
sobre todo, de sus valores asociados.

Diversas personas consideraron la cultura como descripción de una identidad particular,


como expresión de lo que diferencia a un pueblo de otros, y la denominaron etnografía.

Para Alfred Kroeber, los fenómenos culturales responden a una lógica propia según la cual
el individuo se halla incapacitado para intervenir, pues se encuentra fuera del alcance de
toda su voluntad. Es decir, el sujeto no construye el proyecto por sí mismo, sino que le es
dado a través de la herencia social.

Leslie White atiende de una forma más exhaustiva a la cultura universal que a la propia
cultura en particular, y destaca una combinación autónoma de los distintos rasgos que la
componen hasta el extremo de subrayar la profunda influencia que ejerce la cultura sobre
la conducta individual del hombre y su impotencia para controlarla. Sin embargo, junto con
su demostrada defensa de la cualidad suprabiológica o supraorgánica de la cultura, se
halla otra defensa no menos acusada del sometimiento de los distintos componentes que
tiene la cultura respecto al factor tecnológico.

Para Bronislaw Malinowski, la cultura responde a unas necesidades elementales en el


hombre -alimentación, reproducción, etc.-, dando lugar a una especie de medio secundario
cuyos imperativos resultan tan apremiantes como las necesidades naturales. Según
señala, la cultura de los seres humanos está inevitablemente unida a la necesidad, siendo
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esta última la que conduce a la organización, que, a su vez, precisa de unas instituciones.
En cualquier cultura, todas las grandes necesidades del ser humano (refugio, alimento,
instinto sexual, etc.) se resuelven mediante la existencia de las correspondientes
instituciones.

1.1.3. La cultura en la actualidad

El núcleo de la cultura incluye normas, valores y creencias. Complementariamente,


también puede tener expresiones tangibles que integran la que se conoce como cultural
material. No cabe duda de que cualquier artefacto o construcción material es producto de
unas ideas. Las sociedades consiguen innovaciones materiales gracias a que se producen
cambios en las ideas.

Desde 1880, la conjunción de muchas innovaciones posibilitó que, en la década de 1930,


se transmitieran imágenes por televisión, fruto de muchas ideas que habían ido
eclosionando en el seno de las sociedades occidentales. Ahora bien, la televisión modificó
la cultura occidental, empezando por las costumbres familiares.

La cultura material se refiere al mundo de los objetos y es tangible, mientras que la cultura
no material es intangible. Esta última, dotada de una gran amplitud, contiene la idea de la
percepción del mundo y de todo aquello que conforma a una sociedad. En un mundo tan
globalizado como el nuestro, los préstamos culturales -procedentes de otras culturas-
ocupan una parte cada vez mayor.

Las normas se pueden describir como reglas que regulan la conducta de los miembros de
la sociedad. Existen muchos tipos de normas; algunas son comunes a muchas sociedades,
pero otras son específicas. También hay reglas que están presentes en todos los ámbitos
de la cultura, de modo que son, al mismo tiempo, reglas morales, religiosas, legales, etc.

Los valores de una sociedad son modelos culturalmente definidos por los que las personas
que integran una cultura realizan evaluaciones en una escala que va de lo deseable a lo
que carece de valor. Muchos de estos valores se interiorizan desde que se nace en el seno
de una cultura determinada y el individuo apenas tiene conciencia de la importancia de los
mismos. La importancia de los valores de una sociedad es extraordinaria: guían los
comportamientos individuales y colectivos y, por eso, resultan insalvables en la vida
cotidiana.

La cultura también se compone de creencias, formadas, a su vez, por enunciados


específicos acerca del mundo y de las cosas, no verificables, que se consideran ciertos.
Las creencias y la ideología son las dos dimensiones fundamentales de la cultura
inmaterial. Las creencias en lo sobrenatural son comunes a todas las culturas y se
presentan bajo diversas formas, siendo las esenciales la magia y la religión, las cuales
suelen ir unidas. Por otro lado, son fuentes motrices de los valores, pues orientan las
valoraciones modélicas de las sociedades, y trascienden las creencias propias.

En las modernas sociedades occidentales es frecuente que normas, valores y creencias


entren en conflicto, dado que son sociedades en permanente cambio y que, de forma
constante, incorporan elementos de otras culturas. Los procesos de cambio provocan crisis
generales dentro de las culturas; por ejemplo, en las sociedades tradicionales, la
coherencia de unas normas, valores y creencias suele ser acusada. En todo caso,

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cualquier cultura añade una serie de cambios generados internamente o tomados de otras
culturas.

Las variaciones en las culturas se producen por la suma de modificaciones individuales de


las conductas. En culturas muy dinámicas, como las occidentales, los cambios suelen ser
constantes. Sin embargo, estas culturas controlan los cambios que se producen mediante
el establecimiento de diversas limitaciones. Las normas no legales, de índole tradicional,
actúan como limitadoras de los cambios. A veces, estas limitaciones son directas, en otros
casos, indirectas. Mientras que las limitaciones directas dicen de manera más o menos
explícita qué se debe o no hacer, las limitaciones indirectas sugieren implícitamente una
actitud

1.2. Agentes
En un sentido amplio del término, la gestión cultural entiende por agentes aquellos actores
que intervienen o pueden intervenir en la articulación de las políticas culturales. Así, en la
Conferencia de México de la Unesco (1982), se definieron las políticas culturales como un
conjunto de prácticas sociales de diferentes sectores de una sociedad. Néstor García
Canclini (1987) afirmó que las políticas culturales son el "conjunto de intervenciones
realizadas por el Estado, las instituciones civiles y grupos comunitarios organizados"

1.2.1. Los agentes culturales de actuación

La participación en la vida cultural de la comunidad es uno de los derechos fundamentales


de las personas, reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948),
y también establecido en la Constitución Española y en los distintos Estatutos de
Autonomía. Pero para que este derecho sea una realidad efectiva y próxima a todos los
miembros depende de las distintas prácticas e intervenciones culturales que se desarrollen
para ella y que, en el marco de una democracia, no pueden entenderse sino desde la
presencia y actuación de agentes provenientes de los distintos sectores de acción
sociocultural y económica, es decir:

 La Administración Pública.
 El sector privado.
 El sector comunitario -denominado tercer sector-.

Estos tres agentes han de intervenir en la planificación y desarrollo de actuaciones que den
respuestas ajustadas a las necesidades v demandas expresadas v latentes de un contexto
determinado en el ámbito de la cultura.

1.2.2. Política cultural y agentes culturales

Una política cultural no puede ponerse en marcha, o no existe, si no es a través de unos


actores concretos, los agentes, quienes se relacionan con su realidad territorial y asumen
algunas responsabilidades en el conjunto de los objetivos que les propone la propia
política. Por dicha razón, los agentes cambian y evolucionan según las variables
espacio/territorio-tiempo/evolución-contexto (próximo y global), representando un factor
determinante en la consolidación de la intervención social en un campo concreto.
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La pluralidad de instancias y de los agentes se convierte en un elemento fundamental de
las políticas culturales públicas, que encuentran en esta diversidad de actores los factores
para tensión y estímulo al servicio del interés general. En este sentido, el plan de acción
sobre las políticas culturales para el desarrollo de la Unesco entendía como imprescindible
la participación de la ciudadanía en la vida cultural para conseguir una sociedad más
democrática.

Diversos autores, como Pierre Muller (1990), se refieren a ellos como mediadores, ya que
construyen la referencia de una política, es decir, crean las imágenes conceptuales que
determinan una percepción del problema, la necesidad o el interés que aportan y las
propuestas y soluciones apropiadas a cada situación. Michel Bassand los considera
"portadores del murmullo cotidiano" a los que hay que considerar en todas las políticas
culturales.

Estos agentes o mediadores aportan su acción para consolidar una actividad social,
pudiendo representar, dentro de un contexto, un potencial democrático importante. Por
esta razón, el papel de los agentes culturales en el diseño de una política cultural es un
elemento esencial en toda la implementación y en la aplicación de sus contenidos.

De esta forma, en los procesos de análisis y evaluación de políticas culturales territoriales


se relaciona la existencia de un variado tejido de agentes como una de las principales
condiciones de desarrollo social, cultural y económico que se reflejan en los siguientes
indicadores:

a) La existencia de un cuadro de agentes distribuido por el territorio con diferentes


niveles de actividad y especialización.
b) El nivel de consolidación y estructuración social de esos agentes a partir de las
formas jurídicas de cada país o de cada realidad territorial.
c) La capacidad crítica e intelectual y la competencia para aportar su dimensión a la
búsqueda de soluciones y de acuerdos a los problemas de su entorno.
d) La capacidad de relación y estructuración organizadora que les permita ser
interlocutores con los órganos de decisión, así como la posibilidad de establecer
redes de cooperación sectorial y territorial.

La lectura del marco normativo de cada país presenta una panorámica desde la que se puede observar y
analizar qué papel tienen, o pueden tener, los grandes agentes.

Los agentes culturales se estructuran según la reglamentación y la legislación de cada


Estado o de las organizaciones supraestatales, y de acuerdo con sus propias finalidades.
De esta manera, la forma en la que se organiza un Estado y su desarrollo legislativo crean
unas especificidades y diferencias de posicionamiento de las funciones de los agentes en
cada país.

En la planificación y desarrollo de las políticas culturales deben intervenir los tres agentes
desde una posición de equilibrio. Ello permite asegurar la existencia de una verdadera
democracia cultural ajustada a una perspectiva que relacione los procesos, experiencias,
creaciones y distribuciones culturales globales con todos los que tengan por contexto el
ámbito territorial de que se trate

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Esta participación en las políticas culturales tiene que facilitar el disfrute de la cultura, tanto
mediante el acceso a manifestaciones y productos culturales ya elaborados, como a través
de la promoción de la participación social o comunitaria en la vivencia creativa de la
cultura, así como en la vivencia de la diversidad de identidades culturales.

En este sentido, es importante adoptar una perspectiva glocalizadora capaz de dar las
respuestas y ofertas adecuadas a las necesidades, intereses y demandas específicas del
contexto de actuación y su mejora.

La importancia de que exista tal equilibrio de fuer-zas, influencias y poderes radica en


impedir que aparezcan monopolios de intereses y desajustes en las respuestas a
necesidades y demandas de los diferentes contextos y colectivos, y también en garantizar
que los intereses sociales se hagan compatibles con los económicos, abriendo espacios a
la creación propia y vías para un desarrollo proporcionado entre producción territorial y
consumo cultural.

Las formas, modalidades y condiciones en que cada uno de estos agentes interviene o
desarrolla sus actuaciones y propuestas son variadas y en parte vienen definidas por los
aspectos siguientes:

 Por el tipo de rentabilidad que buscan con sus actuaciones, ya sea económica o
social.
 Por la relación de los agentes con los procesos de creación, producción, distribución
y consumo de los productos culturales.
 Por su compromiso con el entorno en que se insertan.

Cabe además apuntar que, para conseguirlo, las administraciones públicas están
desarrollando e implementando acciones de igualdad de género mediante las cuales
garantizar los derechos de las mujeres, entre otros, a participar en la vida pública v política
de cualquier estado.
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Estas acciones se plantean desde una perspectiva glocalizadora con un trabajo en red
desde niveles internacionales hasta ámbitos locales. Y es en los ámbitos locales donde la
animación cultural se convierte en una estrategia de intervención que apoye planes de
equidad de género.

1.2.3. Funciones de los agentes culturales

Las funciones y las competencias de los agentes culturales evolucionan paralelamente a la


realidad social, y adquieren importancia según la función que se les otorga en los
planteamientos y contenidos de las políticas públicas. También pueden adquirir un
determinado protagonismo desde la perspectiva de su propia iniciativa social, y como
elementos de presión sobre las estructuras que presentan las administraciones públicas.
Por lo tanto, el papel de los agentes culturales debe considerarse un factor importante para
la construcción y significación que puede darse a las necesidades y a los problemas de la
sociedad

Aunque el entorno político y legislativo que acoja a los agentes culturales sea distinto, en
una línea u otra, estos adquieren funciones de gran importancia en el desarrollo de las
políticas sociales y culturales.

Con frecuencia, los agentes aplican su propia política sin la intervención del Estado, que
puede o no coincidir con la postura oficial de la Administración, pero, en ocasiones,
interviene con más eficacia en la realidad de su contexto. Esa relación no está exenta de
tensiones y conflictividad, algunas veces con carácter positivo.

Los agentes sociales, siempre de acuerdo con los principios, finalidades y valores a los
que opten y puedan desarrollar, adquieren un protagonismo que podría resumirse en las
siguientes funciones características:

1. Los agentes culturales analizan e interpretan la realidad social, dan respuesta a sus
problemas, demandas o necesidades, y organizan servicios para que alcancen su
bienestar.
2. Los agentes posibilitan y canalizan la participación y la incorporación de grupos y
personas a los trabajos y a la acción para su comunidad, originando un proceso
desde la privacidad y el individualismo por lo que respecta a la acción pública y
social.
3. Los agentes acumulan y crean estados de opinión sobre temas que les afectan y
generan las condiciones necesarias para difundir sus opciones, con la finalidad de
que se tenga en cuenta un tema determinado.
4. Los agentes pueden estructurar y construir las demandas de carácter social, cultural
y educativo que concentran estados individuales o grupales, y trasladarlas
colectivamente a las organizaciones y al aparato de administración del Estado.
5. Los agentes constituyen una plataforma para fomentar la auto organización de
servicios y la asunción de responsabilidades públicas por sistemas de delegación en
la prestación de servicios.
6. Los agentes ejercen una función prospectiva, pues descubren y evidencian nuevas
necesidades o problemáticas de la sociedad y despiertan una preocupación por
esos temas en los estamentos oficiales.
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7. Los agentes son una plataforma de organización de la iniciativa privada y lucrativa,
a partir del establecimiento de organizaciones propias.

La gestión cultural suele referirse a los agentes desde una perspectiva que los sitúa como
profesionales de la cultura o como figuras que se consideran más promotores que
productores. Tales consideraciones evidencian una indefinición del sector y muestran que
siguen siendo necesarias unas aproximaciones conceptuales pendientes en la definición
teórica de este campo.

1.2.4. Dificultades a las que deben enfrentarse los agentes culturales

A pesar de la potencialidad objetiva que la presencia de los agentes culturales tiene para
un determinado territorio, su existencia, complementariedad y simultaneidad no está
exenta de dificultades.

Los principales problemas que surgen al establecerse relaciones entre los agentes
culturales se deben, básicamente, a:

a) Falta de conocimiento y reconocimiento mutuo.


b) Concepciones muy primarias en relación con el papel que ejerce cada agente y su
complementariedad en el desarrollo social.
c) Existencia de un marco legislativo no acorde con la realidad actual.
d) Carencia de una definición básica de la intencionalidad que domina a las partes,
sobre todo entre la Administración Pública y el asociacionismo.
e) Poca tradición de una relación estable, de práctica de contacto y negociación, así
como existencia de unos niveles relacionales muy poco desarrollados (confusión,
dependencia, dirigismo, oposición, pasividad, desconfianza, etc.).
f) Modelos organizadores heterogéneos que muchas veces tienen baja
profesionalidad en la gerencia.
g) Ausencia de organismos e instrumentos de relación (comisiones, consejos, etc.)
tanto a nivel de participación formal como de contacto periódico más técnico y
práctico.
h) Dificultades de comunicación por el uso de algunos lenguajes heterogéneos.
i) Falta de habilidad en las partes a la hora de la negociación y la mediación.
j) Proyectos e intencionalidades poco elaborados.

En los países que poseen cierta tradición de políticas culturales, se han producido
procesos de estructuración de agentes culturales diferenciados de las acciones
gubernamentales. Cuando esas acciones se realizan desde el sector privado, su finalidad y
marco de referencia obligan a adecuarlas al mercado, a la realidad socioeconómica y a las
posibilidades del marco legal.

En el caso de los agentes culturales del tercer sector o de la sociedad civil, su


implementación se ve condicionada por sus antecedentes históricos y por la realidad
política del momento, así como por la vitalidad del tejido social, y, lo que es más
importante, por las políticas que la Administración Pública dedica a esos agentes a partir
de la cogestión, subvención o transferencia de responsabilidades.

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1.3. Gestión cultural
En este apartado se intenta llegar a una definición, con matices, de gestión cultural. Para
hacerlo, se puede describir lo existente y pasar a una gestión cultural ideal... La
complejidad de la definición de la expresión gestión cultural es obvia, pues incluso es difícil
ponerse de acuerdo sobre la palabra cultura.

1.3.1. Definición de gestión cultural e implicaciones

El término gestión cultural se puede contextualizar como la administración de los recursos


de una organización cultural con el objetivo de ofrecer un producto o servicio que llegue al
mayor número de público o consumidores, procurándoles la máxima satisfacción. A
continuación, se analizan detalladamente las implicaciones que suponen para el sector
cultural los diferentes componentes de esta definición:

1. Para la Administración: implica dirigir la economía de una persona o de una entidad.


Otra implicación, quizá más aplicable a la gestión cultural pública, consistiría en
cuidar de los intereses de una comunidad, como hace el gobierno, un ayuntamiento,
etc.
2. Respecto a los recursos: financieros, tecnológicos, comerciales, materiales
(escenografía, elementos museográficos, vestuario, instrumentos...), inmateriales
(reconocimiento artístico de cualquier artista concreto o la imagen de marca del
Cirque du Soleil, por ejemplo), pero, sobre todo, personas (artistas, técnicos o
colaboradores).
3. Para las organizaciones culturales: según su finalidad respecto a un bien cultural, se
podría realizar la siguiente clasificación de las organizaciones culturales:
 Si la finalidad de la organización es administrar la carrera de un creador, se
puede hablar de una agencia de representación o management (o de un
representante o un mánager, si es una persona física).
 Por otra parte, administrar puede relacionarse con la asignación de los
recursos para realizar la producción de una coreografía, una grabación
musical... Las empresas especialistas en este tipo de negocio son las
productoras (como una compañía de danza, una productora teatral,
cinematográfica o de televisión).
 Administrar también puede referirse a la distribución de los productos
anteriores. Esto lo hacen empresas distribuidoras, por ejemplo, una cadena
de tiendas de discos o una distribuidora de espectáculos que gestiona una o
varias compañías (o espectáculos) de teatro, música, danza.
 Administrar puede implicar la difusión de bienes o servicios culturales. Es lo
que hace un teatro mediante su programación, un cine con su cartelera, una
biblioteca, un museo, un parque natural o una empresa de guías culturales.
 Administrar también puede combinar todas (o parte de las anteriores. Algunos
ejemplos pueden ser un teatro con una compañía residente, una gran
productora cinematográfica con su propia cadena de cines o un festival que
coproduce espectáculos.

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4. Como bienes culturales: se pueden considerar como ejemplos un libro, un
espectáculo, una exposición, un espacio natural, una película de cine o de
televisión, un monumento, una canción (grabada o no)...
5. Como servicios culturales: se incluyen la visita guiada a un museo; la compra de una
entrada online, por teléfono o desde un cajero; o el diseño de una exposición, por
poner algunos ejemplos.
6. Objetivos: cuando se habla de los objetivos, hay que tener en cuenta que varían en
función de la naturaleza jurídica (pública o privada) de la organización de que se
trate:
 En el sector privado, el objetivo predominante es, en principio, la rentabilidad
(libros, discos...). Pero no siempre es así, pues a veces forma parte de una
estrategia más amplia en la que se mezclan otros factores (como la estrategia
sobre la imagen de una entidad; es el caso de empresas de ticketing en sus
inicios o fundaciones de entidades financieras). Por otro lado, las
organizaciones no gubernamentales (ONG) tienen una gran variedad de
objetivos, y ninguno de ellos es la rentabilidad.
 En las administraciones públicas, el objetivo prioritario es garantizar la calidad
y la accesibilidad de lo que se ofrece (relacionado con los derechos y los
deberes culturales). Existen, sin embargo, empresas cuyo accionariado es
mayoritariamente público en las que sus objetivos combinan tanto los de fines
sociales como los de empresas privadas.
 También existen casos mixtos (rentabilidad y accesibilidad). Por ejemplo, un
teatro con una titularidad pública gestionado por una sociedad privada.
7. Con relación a los consumidores: se considera a los ciudadanos espectadores,
lectores, visitantes, telespectadores... En este caso cabría diferenciar entre
consumidor y cliente (el cliente de una organización o proyecto cultural puede no ser
necesariamente el ciudadano).
8. Como satisfacción: se tiene en cuenta el disfrute de la experiencia con el objetivo de
maximizarlo.

También se puede definir gestión como el conjunto de reglas, procedimientos y métodos


operativos que permiten poner en práctica de forma eficaz una actividad empresarial que
tiende a alcanzar unos objetivos concretos.

Características de la gestión cultural

La gestión de la cultura es como la de cualquier otro bien económico, pero incluye una
serie de especificidades que hacen de la gestión cultural una técnica con personalidad
propia. Así, una limitación desde el punto de vista del marketing es la escasa o nula
capacidad de decisión del gestor sobre el diseño (creación) del producto (el bien cultural).

Un gestor cultural, no puede (o no debe) influir sobre el producto que elabora el creador
(como, por ejemplo, cambiar el color de un cuadro o el final de una obra de teatro) porque
se venda poco. Por el contrario, esa creación suele tener viabilidad comercial según sus
habilidades como gestor. Desde el punto de vista de la gestión se puede considerar que la
cultura ofrece más retos que otros bienes, pues, aunque los gestores culturales utilicen las
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mismas técnicas de gestión que otros profesionales, pueden incidir poco o nada en las
características del producto.

La misión del gestor cultural no es modificar o hacer más comercial la obra (suele creerse),
sino encontrar el mercado adecuado para la misma, combinando adecuadamente el resto
de las variables de la gestión (precio, canal de venta, promoción.), de forma que se pueda
maximizar el beneficio derivado del intercambio entre el artista y el cliente.

Una segunda característica de la gestión cultural es la enorme diferencia dentro del uso de
las tecnologías entre los distintos ámbitos considerados culturales (por ejemplo, el sector
artístico, las industrias culturales y la industria del ocio y del entretenimiento).

El término cultura abarca numerosas actividades de distinta naturaleza. Así, existen bienes
culturales con procesos de elaboración artesanales (como una escultura o una actuación
en vivo de marionetas o de circo), mientras que otras tienen un carácter claramente
industrial (como el cine, la música grabada o la edición). Por último, la posibilidad que
ofrecen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) como internet al
permitir la digitalización de contenidos está provocando una auténtica revolución en la
creación y en los modelos de negocio de discográficas, editoriales y sociedades de
derechos de autor.

Es decir, en el mismo sector conviven actividades casi artesanales con negocios basados
en las tecnologías más modernas. Las TIC pueden aplicarse en las diferentes fases del
proceso, que va desde la creación al consumo de un bien o servicio cultural. El nivel de
aplicación de todos los avances tecnológicos influye en el tamaño de la organización
cultural, ya que condiciona la capacidad de generar y, por tanto, de disponer de recursos.

Otra especificidad del sector cultural es el alto nivel de intervención pública en el mismo, lo
que lleva a preguntarse sobre las políticas culturales públicas; qué nivel de injerencia
deben tener las administraciones públicas en el sector; qué alternativas de intervención
pública existen en la cultura; cuáles son sus efectos en aspectos como la creación y
calidad del producto cultural, distribución, consumo, precio, accesibilidad, promoción,
porcentaje de asistencia o utilización de los bienes culturales; cuál es el perfil
socioeconómico del público cultural y, por último, como incide esta intervención sobre el
profesional de la gestión cultural.

Toda política cultural ha de desarrollar unos objetivos y unas estrategias incorporando una
acción formativa dirigida a la capacitación las personas que han de desarrollar estos
objetivos. Pero la realidad de cómo se han desarrollado las políticas culturales territoriales,
evidencia que, a pesar de no contemplar su función formativa entre los objetivos de las
mismas, esta se desarrolla como fruto de un proceso complejo en el que los gestores y las
instituciones en las que ejercen su profesión tienen un papel predominante.

Los procesos de comercialización cultural, el aumento de demanda de servicios culturales


Y el desarrollo del mercado incide en el desarrollo de unas iniciativas privadas que son
muy significativas. En estos procesos se va construyendo lo que se conoce como un
encargo social a unos colectivos indefinidos que abandonan otras dedicaciones y se
profesionalizan en el sector cultural

El concepto de gestión se incorpora a nuevos sectores de la vida social como expresión de


la necesidad de dar respuesta cualificada a los nuevos retos de la sociedad. De este modo,
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se ve que cobran importancia la gestión del turismo, del medioambiente, de la calidad de
vida, etc.

Funciones de la gestión cultural

Las funciones de la gestión cultural varían, a diferencia de la animación cultural, con cada
práctica concreta de la misma. Se trata de una línea de intervención en que se presentan
tanto planteamientos propiamente gestores en la búsqueda de una mediación eficaz y
eficiente entre oferta y demanda cultural desde una política de mercado, como
planteamientos que se proponen una función de desarrollo sociocultural por encima de
rendimientos económicos -aunque, por supuesto, sin desdeñarlos-

Pero, de todas formas, la gestión cultural encuentra su verdadera función en el equilibrio


entre ambos planteamientos, es decir, en el logro de un desarrollo sociocultural en que la
oferta de productos culturales y el acceso participativo a los mismos se complementa con
una función de promoción del desarrollo económico local, de modo que la actividad y
creación cultural se convierten en actividades económicas y, por ello, en herramientas de
crecimiento socioeconómico.

De cualquier manera, como profesionales de la animación sociocultural y turística,


tendremos que asumir y desarrollar tareas correspondientes tanto a la gestión como a la
animación cultural propiamente dicha, según las exigencias de los puestos de trabajo a los
que nos incorporemos.

1.4. Políticas culturales


Según la UNESCO, se entienden las políticas culturales como «el conjunto de prácticas
sociales, conscientes y deliberadas, de intervención y no intervención, que tienen por
objeto satisfacer ciertas necesidades de la población y de la comunidad, mediante el
empleo óptimo de todos los recursos materiales y humanos de que dispone una sociedad
en un momento determinado».(2)

Desde nuestra perspectiva de trabajo, entendemos que las políticas culturales son las
líneas de actuación que guían la realización de unas intervenciones culturales y no otras,
así como la toma de decisiones en su adecuada planificación teniendo en cuenta las
necesidades, demandas e intereses de los contextos para los que se definan.

Estas líneas de actuación vendrán a definir a los colectivos y territorios de actuación, las
claves metodológicas y los diferentes recursos en los que se tendrán que apoyar los
planes, programas y proyectos culturales, para determinar un modelo propio de
intervención y las acciones a implementar por la entidad u organización cultural.

Cuando cualquier institución u organismo que trabaja en el ámbito cultural se plantea


cuáles van a ser las claves o centros de interés sobre los que se propone actuar, sus
objetivos, el carácter que tendrán sus intervenciones, quiénes serán los destinatarios
principales de sus intervenciones, qué estrategias metodológicas se pondrán en juego, qué
beneficios espera obtener -sociales y/o económicos-y qué recursos utilizará, lo que está
haciendo es definir su propia política cultural.

13
Las políticas culturales locales, dirigidas a garantizar los derechos culturales de la
ciudadanía, están estrechamente vinculadas a la construcción de la identidad personal y
colectiva. Destaca el papel que juegan estas políticas en el fortalecimiento de la cohesión
social. La reactivación de economías en fase de transformación y la empleabilidad de
capital humano joven v altamente cualificado.

1.4.1. Implicaciones de la política cultural

En España, la Constitución de 1978 otorgó al Estado central la tutela de los bienes


patrimoniales, la protección de los derechos de autor y la regulación de los medios de
comunicación en el marco de la libertad de expresión, asignando también la gestión de las
grandes instituciones culturales.

Por su parte, los gobiernos autonómicos se encargan, en sus territorios, de la regulación


de museos, áreas patrimoniales, artes plásticas y artes escénicas. Los municipios, regidos
por la Ley de Régimen Local de 1985, reciben la gestión del patrimonio local, las
infraestructuras culturales y las actividades de ocio.

El objetivo intrínseco de las políticas culturales es la satisfacción de los derechos culturales


de la ciudadanía, por lo que está surgiendo un nuevo paradigma de desarrollo de los
vínculos de la economía y la cultura que abarca aspectos económicos, culturales,
tecnológicos y sociales del desarrollo.

Las industrias culturales y creativas contribuyen a reforzar las economías locales en


declive, así como a la aparición de nuevas actividades económicas, creando yacimientos
de empleos más sostenibles y reforzando el atractivo de las regiones y las ciudades
europeas. Además, la OCDE insiste en el papel de las industrias culturales y creativas
como palanca para el desarrollo social y personal, ya que dichas industrias generan
crecimiento económico.

Por tanto, las políticas culturales, como políticas públicas orientadas a la transformación de
la realidad sobre la que se ubica un ecosistema cultural, se mueven desde el tradicional
espacio generado por la acción pública hacia su núcleo estratégico. Todo ello otorga una
mayor y creciente responsabilidad a la definición, diseño e implementación en el desarrollo
de las políticas culturales locales y regionales.

Cuando desapareció el Muro de Berlín en 1989, se auguraba una nueva etapa en la


mejora del bienestar europeo, pero el contexto del crecimiento regional en Europa se ha
transformado de manera radical. La crisis de 2009 y sus tremendos impactos y
consecuencias sobre la situación del Estado de bienestar y la cohesión social han dibujado
un panorama muy desesperanzador que replantea las herramientas más tradicionales de
política económica y busca soluciones más imaginativas para enfrentarse al reto de
cimentar con mayor solidez los pilares de la competitividad europea en un mundo global.

Lo que se denominó la Estrategia de Lisboa se centró en la competitividad y la economía


del conocimiento como remedio para la gran crisis. Sin embargo, ha sido sustituida por la
Estrategia Europa 2020 con el objetivo común de construir una economía inteligente,
sostenible e integradora.

Actualmente se otorga un papel relevante a determinados sectores, como las industrias


culturales y creativas, a los que hasta ahora se había prestado poca atención.
14
1.4.2. Claves para una política cultural

Cuando una entidad, del carácter que sea, se propone definir su identidad como agente de
intervención en el ámbito cultural y, por tanto, fijar cuál va a ser su política cultural, debe
plantearse su perspectiva de trabajo respecto a las diversas claves presentes en el
panorama actual de la cultura.

Estas claves son:

 La cultura popular.
 La diversidad cultural.
 La participación ciudadana.
 Las necesidades y demandas culturales.
 El territorio de la intervención cultural.
 Los sectores y contextos de la intervención cultural.
 Los espacios para la intervención cultural equipamientos e infraestructuras.
 El enfoque glocalizador de la intervención cultural.
 La tecnificación de la intervención.
 La cultura como pilar de desarrollo comunitario.

La cultura popular

Desde hace ya varias décadas, pero cada vez con mayor fuerza, la cultura se revaloriza
socialmente como vía de promoción y desarrollo de la persona tanto en los aspectos
intelectuales como en los afectivos, emocionales, creativos y sociales, a través del disfrute
y participación activa en el conjunto de todos los procesos que se entienden como cultura
popular, como una expresión comunitaria, desarrollada desde procesos de autogestión con
el apoyo de políticas culturales oficiales.

La cultura popular está definida por los propios rasgos de identidad de cualquier
comunidad, reafirmada en la manifestación de sus tradiciones y en la conservación de su
patrimonio inmaterial y, al mismo tiempo, nos abre caminos de comprensión de la
diversidad en la confluencia y el encuentro rico de distintas comunidades.

Pero la cultura popular también se ve reafirmada en la renovación de sus expresiones


culturales mediante diferentes movimientos innovadores que se abren paso poco a poco. Y
todo ello con la implicación y participación de la propia comunidad.

La cultura popular es la cultura vivencial, la cultura próxima, expresión y manifestación


cotidiana de cada comunidad y de cada uno de sus miembros, tanto desde sus propias
peculiaridades como en su coincidencia en lugares comunes de estilos, formas, maneras
de pensar, expresarse y sentir.

Intervención y cultura popular

Y para que esta respuesta se ajuste a realidades concretas, la perspectiva que se adoptará
será la local, aunque sin descuidar las relaciones e influjos que se dan en el plano global,
bien desde distintos ámbitos de competencias administrativas, bien desde los procesos de

15
comercialización de la cultura que parten del sector privado o bien desde los flujos de
corrientes y modos culturales que se dan en el plano comunitario.

Se abren entonces las posibilidades de dinamización cultural, del carácter o sentido


dinámico de la cultura;(3) ya no se trata solo de una oferta de productos elaborados o de
un acercamiento a formas culturales de acceso restringido hasta ese momento. Se intenta
movilizar la actividad y la creatividad comunitaria desde la apertura de vías de autogestión,
autoelaboración y apropiación de la cultura.

Pero hay que insistir en que esta intervención ha de recoger y reutilizar los aspectos e
instrumentos positivos que se desarrollaron desde la línea política de la democratización
cultural, para complementar las mismas iniciativas sociales y ajustarse a demandas
existentes de acceso y disfrute a productos culturales, tanto a los elaborados por la
industria cultural como a los pertenecientes al patrimonio de la comunidad.

La diversidad cultural

En la sociedad actual, es evidente la diversidad cultural, que comprende tanto los procesos
de encuentro y convivencia cultural en un mismo territorio en forma de multiculturalidad e
interculturalidad, como la diversidad de expresiones culturales, aun bajo la presión de
procesos de globalización cultural que extienden una uniformidad de manifestaciones
culturales desde el predominio de formas culturales propias de los países y las
comunidades con mayor desarrollo económico y poder político, que ponen en peligro el
reconocimiento de las identidades culturales distintas.

La diversidad cultural es el punto de partida desde el que trabajar por el desarrollo cultural
comunitario y el logro real de una sociedad para todas las personas con todas sus
identidades, para lo cual se deben desarrollar estrategias e instrumentos efectivos para el
reconocimiento, promoción y vivencia comunitaria de las distintas culturas en cualquier
contexto, además de hacer visible a toda la sociedad su riqueza e importancia

Es necesario, por una parte, implementar intervenciones que promocionen y fortalezcan la


diversidad, las identidades culturales y, lógicamente, la interculturalidad como fundamentos
de una nueva forma de concebir nuestras realidades cultura-les, en las que conviven
manifestaciones globalizantes expandidas con gran fuerza y expresiones particulares -
aunque cada vez menos locales-.

Al mismo tiempo, esa diversidad cultural se verá fortalecida por el trabajo de intervención
en los diferentes sectores de expresión cultural, como por ejemplo el teatro, el cine o la
artesanía.

La participación ciudadana

Otro aspecto clave es la demanda manifiesta por parte de la comunidad de la vivencia


cultural de manera creativa, entendiéndola como la vivencia participativa en la cultura, en
sus manifestaciones y sus creaciones, indicadores de la identidad y vitalidad de una
comunidad y de su cohesión.

La creación cultural traspasa los círculos profesionales y se abre a la sociedad; las


contribuciones individuales o grupales de cualquier persona son valoradas como expresión
de la vivencia cultural cotidiana, no exclusiva de una minoría profesionalizada
16
Así, la sociedad exige una mayor participación en la cultura, con nuevos espacios y vías
para ello. La intervención en el ámbito cultural debe transformar su perspectiva de trabajo,
especialmente en cuanto a la definición de políticas y gestión cultural.

La clave va no reside en el producto cultural y su difusión, sino que se traslada al


significado de ese producto cultural, a su creación en su sinergia con la comunidad o, al
menos, con determinados sectores o colectivos de esta. Se define la importancia del
contexto, del territorio y de sus particularidades para poner a su servicio el encuentro y la
experiencia de la cultura.

La cultura tiene el valor de abrir un camino para el encuentro y la revitalización de la


expresión cultural, posibilitando la participación activa de cualquier persona, incentivando
la creación, promoviendo el acercamiento y disfrute de las creaciones culturales a distintas
comunidades y contribuyendo a la revitalización del imaginario colectivo.

Las políticas culturales, en el marco de una democracia participativa, han de trasladar la


toma de decisiones a las comunidades a las que se dirigen, bien ajustando de manera
eficaz y eficiente los programas y proyectos culturales a las necesidades, demandas e
intereses de contextos definidos, bien como apoyo al desarrollo de propuestas
autogestionadas o cogestionadas, llegando al modelo del desarrollo cultural comunitario
como metodología para hacer factible la utopía de la participación de todos y todas en la
cultura

Se diseñan nuevos modelos de participación en la intervención y la experiencia cultural


mediante estrategias y espacios que hasta hace bien poco eran impensables, tanto a nivel
individual como a través de agrupaciones organizadas formal y no formalmente en una
confluencia de corrientes de actuaciones v manifestaciones con intercambios, grupos de
poder que configuran un panorama complejo de intereses, demandas, necesidades,
intervenciones y manifestaciones que provienen de ámbitos y agentes diversos.

Necesidades y demandas culturales

La intervención cultural debemos entenderla como actuación sobre un determinado


territorio para dar satisfacción v respuestas ajustadas a necesidades y demandas
existentes, ya sean estas manifiestas o no.

Partir de esa realidad es un punto clave del que dependerá toda la intervención, su
significado y su validez. Por ello, a la hora de definir la política cultural de una entidad es
imprescindible plantear el grado de compromiso que se adoptará ante las necesidades y
demandas culturales que, manifiestas o no, se detecten y hay que establecer la línea a
seguir para dar una respuesta ajustada a las mismas.

Así, por ejemplo, una compañía teatral de marionetas puede plantearse una política de
intervención centrada en la oferta teatral para un público infantil desde la promoción de un
ocio creativo y el acceso a un sector cultural que pocas veces se dirige a la infancia.

Pero además de esta línea de intervención, esa misma compañía teatral podría decidir
desarrollar una política de compromiso con la comunidad v plantear también acciones de
integración social mediante talleres teatrales con grupos con necesidades específicas del
territorio en que trabajen. Y de una manera u otra, sus líneas de intervención siempre se
definen para dar respuestas a determinadas necesidades y demandas.
17
Las necesidades llamadas que podemos encontrar en nuestro ámbito son muy variadas
según los segmentos de edad de la población a la que nos dirijamos un, según el contexto
en el que llevemos a cabo nuestra acción (rural, urbano, institucionalizado) y según la
existencia de realidades vitales de características específicas.

Aun así, en lo que respecta a las demandas culturales, una herramienta útil para su
detección y análisis son las estadísticas sobre el ámbito cultural que periódicamente se
realizan, tales como los anuarios de estadísticas culturales elaborados a nivel estatal

Anuario de estadísticas culturales


El anuario de estadísticas culturales es una publicación de periodicidad anual elaborada por la
División de Estadística del Ministerio de Cultura que recoge una selección de los resultados
estadísticos más relevantes del ámbito cultural realizado a partir de las múltiples fuentes
estadísticas.
El interés de este trabajo es facilitar una herramienta útil para un conocimiento objetivo de la
situación y evolución de la cultura en España.
El anuario se estructura en tres bloques:
* En el primero se incluyen los resultados que afectan a diferentes ámbitos: empleo y
empresas, financiación pública y privada, propiedad intelectual, comercio exterior, turismo,
enseñanza y hábitos culturales.
* En el segundo se ofrece una información más específica, referida a algunos de los siguientes
aspectos: patrimonio, museos, archivos, bibliotecas, libro, artes escénicas, música, cine y vídeo.
* Un tercer bloque, dedicado a estadísticas de síntesis, incluye un avance de los resultados de
la Cuenta Satélite de la Cultura, que trata de estimar el impacto global de la cultura en el conjunto
de la economía nacional, ofreciendo indicadores sobre su aportación al PIB español.

Fuente: Anuario de estadísticas culturales.


Secretaría de Estado de Cultura. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
http://www.mcu.es/estadisticas/MC/NAEC/index.html

A continuación, se estudiarán diferentes ejemplos de políticas culturales, tanto en España


como en otros países.

El territorio de la intervención cultural

Si hemos de prestar atención a la participación ciudadana, con su integración e implicación


en la definición de esas mismas políticas culturales, la intervención tendrá que referirse
necesariamente a un territorio, espacio marco de la ciudadanía y su participación.

Por ello, en las líneas de intervención se deberá delimitar el contexto en sus múltiples
aspectos: concreción territorial, recursos... y especialmente redes comunitarias con las que
se plantee desarrollar diferentes programas de colaboración

Todos estos aspectos territoriales cobran tal importancia que pueden por sí mismos influir
en la definición de la política cultural de una entidad con una selección sistemática de
ciertas estrategias de intervención en un contexto concreto

18
Este sería el caso, por ejemplo, de territorios en los que, detectada la existencia de una red
de grupos de aficionados al teatro mediante un análisis DAFO (análisis de debilidades,
amenazas, fortalezas y oportunidades) y el mapeo para la identificación y localización de
recursos, una entidad determine desarrollar sus líneas de intervención cultural mediante
proyectos que integren la colaboración de esos grupos de teatro y que además pretenda
abrir nuevos intereses culturales partiendo de esa realidad dada.

Sectores y contextos de la intervención cultural

En la elaboración de la identidad y política cultural habrá que especificar en qué


expresiones o manifestaciones culturales se centrarán nuestras acciones, entendiendo
cada una de ellas como un sector de intervención diferente. Artes escénicas, música, artes
plásticas, audiovisuales o patrimonio requerirán planes y propuestas diferentes.

Por otra parte, integrar nuestra actividad en un contexto rural, un contexto urbano o un
contexto institucionalizado requerirá diferentes enfoques de intervención en coherencia con
sus peculiaridades, y todo ello teniendo en cuenta el reparto de competencias en los
distintos niveles de la Administración Pública.

Espacios para la intervención cultural: equipamientos e infraestructuras

En relación con el territorio y la identificación y localización de sus recursos culturales, no


podemos dejar de prestar atención a los equipamientos e infraestructuras, espacios
propicios para la actividad cultural más próxima a la comunidad en las prácticas locales de
intervención cultural.

Museos, bibliotecas, auditorios, etc. son espacios de atención a distintos sectores


culturales, que vienen marcados por la orientación o propósitos que definen a esos mismos
centros; aunque también existen algunas infraestructuras de usos múltiples con cierta
indefinición o una falta de identidad de centro que, finalmente, pueden abrirse a diferentes
posibilidades, no siempre convertidas en realidades de acción o intervención.

Al menos en un principio, todos ellos son diseñados y desarrollados para la participación y


la acción comunitaria, en ámbitos que fomentan la apropiación del tiempo y del espacio
compartido personal y socialmente

Los espacios para la intervención cultural, espacios para el encuentro y la comunicación


grupal, para la creación, para tomar parte activa de la expresión cultural, son centros que
aportan recursos y propuestas de actividad que apoyan provectos e iniciativas de los
distintos agentes

Por esta razón, son espacios culturales que en las ciudades se ubican en los diferentes
barrios, y que en los pueblos suelen reunir toda la intervención cultural, concentrando
esfuerzos de la Administración Pública, iniciativas comunitarias, ONG, fundaciones, etc.

Sin embargo, llama la atención la integración de actividades de muy diverso orden -


actividades deportivas, cesión de sala para reuniones de asociaciones vecinales, etc.- en
centros de actividad cultural, lo que llega a relegar a un segundo plano la orientación
sociocultural base e identidad de los mismos.

19
Así pues, en algunos casos, nos estamos alejando de la práctica cultural democrática, que
necesita del apoyo de este tipo de centros, y sólo se promueven intervenciones culturales
esporádicas en el tiempo, sin la continuidad necesaria para asentar y reforzar sinergias
participativas y creativas en la comunidad.

Si, como ya se ha dicho, los equipamientos e infraestructuras culturales deben estar


orientados fundamentalmente a atender demandas, necesidades e intereses culturales de
todos los colectivos sociales y facilitar la integración y la comunicación social, es
imprescindible la puesta en marcha de políticas culturales que propongan intervenciones
de calidad en los mismos o partir de ellos aprovechando las posibilidades de acción que
ofrecen.

El enfoque glocalizador de la intervención cultural

La intervención cultural va asociada obligatoriamente a un territorio concreto con unas


singularidades concretas, pero aunque puede parecer que esta concreción territorial
simplifica la definición de nuestra intervención, esto no es así.

El panorama de la intervención cultural varía constantemente, y aunque se concreta, sí, en


cada contexto de manera diferente y única, siempre están presentes corrientes de
influencia global de tendencia unificadora en cuanto a sus rasgos más generales.

Y de igual manera que cualquier política cultural debe ajustarse a su contexto de


intervención específico, la influencia de las tendencias y fenómenos asociados a la
globalización no puede eludirse en modo alguno: movimientos migratorios, contextos
urbanos que absorben ya más población que los contextos rurales, tecnificación de las
relaciones... son realidades de las que se ha de partir.

Por otra parte, más allá de la diversidad cultural que se constata en los territorios de
intervención, se hace patente la necesidad de recursos suficientemente variados, eficaces
y eficientes para satisfacer esa realidad compleja de demandas, necesidades e intereses.

Urge entonces el desarrollo de redes de colaboración entre organizaciones e instituciones,


para el éxito de cualquier iniciativa. Difícilmente un proyecto o una propuesta podrán
materializarse solo con los recursos exclusivos de una entidad. Carece ya de sentido la
iniciativa desconectada de un contexto más amplio que el local cuando las tendencias
globalizadoras se hacen notar.

Se trata pues de integrar en las políticas culturales un enfoque glocalizador, actuando en lo


local desde planteamientos y colaboraciones que tienen presentes dinámicas y recursos
globales e implicando agentes y colectivos que, aun cuando no participan directamente de
las acciones culturales, encuentran distintos beneficios en ellas.

La tecnificación de la intervención

El desarrollo y expansión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ha


supuesto una transformación total en los medios y formas de la cultura y de la intervención
en ella.

Desde el punto de vista de la intervención, las nuevas tecnologías posibilitan el


planteamiento de líneas de actuación innovadoras con el desarrollo del trabajo en red, el
20
acceso a la información, la apertura de cauces de participación a través de Internet, etc. e
incluso el propio enfoque glocalizador.

Además, aparecen nuevas herramientas de software que facilitan procedimientos de


gestión de todo tipo, y ello contribuye a mejorar la práctica profesional en el ejercicio de
nuestras competencias gestoras.

Cultura como pilar de desarrollo comunitario

Se descubre la cultura como ámbito de desarrollo socioeconómico, definiéndose como el


cuarto pilar para el desarrollo, junto al económico, el social y el ambiental -UNESCO,
Cumbre de Johannes-burgo, 2002- por las oportunidades que ofrece como yacimiento de
empleos, herramienta para el desarrollo comunitario, la cohesión social y el bienestar
personal, así como para el desarrollo sostenible.

Todo ello requiere nuevos planteamientos y una planificación sistemática para la


transformación v mejora de las realidades locales, en la que se incorporan líneas de
trabajo de ámbitos que parecían en otra época inapropiados al hablar de cultura:
marketing, economía, servicios al cliente, gestión de la calidad, etc. se convierten en
aspectos imprescindibles a los que atender en nuestra práctica profesional.

En cuanto a los agentes de la intervención cultural, han de redefinir su papel para lograr los
objetivos que se proponen en un contexto donde las corrientes de opinión ciudadana
ganan poder en la representación de ciertas demandas e intereses y pueden llegar a
modelar tendencias en la participación y el consumo de productos culturales.

1.4.3. Ejemplos de políticas culturales

A continuación, se estudiarán diferentes ejemplos de políticas culturales, tanto en España


como en otros países.

A) En España

Desde 1977, la política cultural española ha tenido que pasar por una fase de maduración
acelerada. El modelo actual se caracteriza por la combinación de una decidida voluntad de
apoyo del Estado a la cultura, de origen ilustrado e inspiración francesa, y por una fuerte
descentralización de las competencias del Estado en esta materia, propia del modelo
territorial implantado por la Constitución de 1978.

La voluntad de participación del Estado en la cultura es común a todos los niveles de


gobierno, tanto central como regional y local. Se caracteriza por una participación y
responsabilidad relevante del sector público, que otorga a la cultura una importancia social
muy elevada debido a una preocupación hacia la democratización del acceso a la cultura y,
en general, a una cierta desconfianza hacia la capacidad de la sociedad civil para ordenar
sus demandas y preferencias.

El modelo español de descentralización de las políticas culturales es un modelo que


concurre ente los distintos niveles de gobierno. Al gobierno central se le reserva en
exclusiva toda la protección del patrimonio frente a las exportaciones, la legislación sobre
la propiedad intelectual y las normas básicas sobre la libertad de expresión, creación y
comunicación, así como la regulación del sistema de medios de comunicación (radio,
21
televisión y prensa) por lo que se refiere a estas cuestiones. Asimismo, retiene la titularidad
de algunos grandes centros de depósito cultural como museos, archivos y bibliotecas,
aunque puedan ser gestionados por las comunidades autónomas.

Las comunidades autónomas han protagonizado un proceso de descentralización radical


dentro de las políticas culturales, en el que se pueden distinguir tres fases:

 La primera, hasta 1988, que supone la creación de estructuras de gestión y


planificación.
 Una segunda fase ligada a cierto "síndrome 92" que, en una fase económica
expansiva y junto con los eventos conmemorativos, dispara los gastos en
equipamiento y programación cultural en muchas comunidades autónomas.
 Una tercera fase, mucho más crítica en el desarrollo de las políticas, caracterizada
por unas restricciones presupuestarias de una fase económicamente recesiva.

Se puede afirmar que, a mediados de la década de 1990, se culminó este proceso de des-
centralización. A finales de esta, los municipios protagonizaron el mayor esfuerzo en una
promoción y difusión cultural. Prueba de ello son las manifestaciones culturales de las dos
ciudades europeas de la cultura en los años 2000 y 2002.

Los municipios solo están obligados a ofrecer servicio de biblioteca si superan los 5.000 habitantes.

En la práctica, la intervención de la Administración Local en el ámbito de la cultura ha


alcanzado un gran protagonismo, concentrando más del 50% del gasto público en cultura.
Es preciso distinguir, sin embargo, entre las grandes ciudades capaces de lanzarse a la
ejecución de grandes programas e infraestructuras de carácter emblemático, y los
municipios pequeños y medianos, limitados a la provisión de infraestructuras culturales
básicas (como bibliotecas) y a la celebración de fiestas patronales y otros eventos de
alcance local

El apoyo a la creación se articula como objetivo de la política cultural en torno a tres ejes
fundamentales: la normativa de protección intelectual y derechos de autor, las enseñanzas
artísticas y las medidas específicas de promoción a los creadores.

B) En otros países

Desde finales de la década de 1990, la Comisión Europea publica las convocatorias


anuales de financiación en el marco de programas como, por ejemplo, Cultura (en el
periodo 2007-2013) o Europa Creativa (en el actual periodo 2014-2020). Aunque se hayan
introducido variantes en las sucesivas fases de financiación, el apoyo suele destinarse a
iniciativas que reúnan a organizaciones culturales de al menos tres Estados miembros de
la Unión Europea, a la traducción de obras literarias de lenguas europeas a otras lenguas
de Europa y a actividades de redes permanentes de organizaciones y profesionales de la
cultura.

El programa Europa Creativa aúna las acciones en materia de cultura y audiovisual,


incorporando el apoyo a iniciativas de formación, producción y distribución en el campo del
cine y audiovisual que se habían incluido antiguamente en el programa de media.

22
Dentro del marco de las políticas de cohesión de la Unión Europea, la financiación
procedente de los fondos estructurales ha contribuido en las últimas décadas a la mejora
de las infraestructuras culturales en España: nuevos museos, bibliotecas y auditorios,
restauración de edificios y lugares de interés patrimonial… Esta aportación ha sido decisiva
para la configuración de un tejido cultural homologable y para la estructuración de políticas
de desarrollo territorial con participación de la cultura.

El Acuerdo de Asociación 2014-2020 firmado por la Comisión Europea y por el Gobierno


español incluye diversas referencias a la cultura, pero centra su atención en el patrimonio
cultural y en su potencial en forma de atracción de turismo.

1.4.4. Prioridades en la política cultural

En general, el apoyo a la creatividad dentro de la política cultural aparece con menor


rotundidad que, por ejemplo, la preservación del patrimonio. Las prioridades de nuestra
Administración central en materia de política cultural se articulan en torno a cinco
temáticas:

1. La conservación del patrimonio histórico. Es el sector prioritario en los discursos


y en las actuaciones de los gobiernos actuales. Junto a su conservación y
protección, se hace hincapié en la difusión social y el acceso al patrimonio
artístico.
2. La promoción de las artes e industrias culturales. Es una prioridad multisectorial
que concierne tanto a los sectores del cine o del libro como a las artes
escénicas. Todos los gobiernos han aprobado nuevas regulaciones aplicables a
algunos de estos sectores (ley del cine...) y han seguido una política de ayudas
públicas compatibles dentro del mercado.
3. La cooperación interministerial. Ha recibido un gran impulso como consecuencia
del tratamiento de la cultura como cuestión de Estado: la cultura es el principal
activo del país y la herramienta de cohesión nacional más eficaz. La
comunicación con todas las comunidades autónomas ha sido objeto de atención
por parte de la Administración central. Esta colaboración se ha
institucionalizado mediante estructuras de funcionamiento más o menos
continuo: Consejo de patrimonio histórico; consejo coordinador de bibliotecas;
consejo jacobeo, entre otros.
4. La proyección exterior de la lengua y la cultura. Ha recibido nuevos recursos y
han aumentado y se han diversificado los instrumentos de la acción cultural en el
exterior. Se otorga gran importancia a la difusión internacional de la lengua
española y se subraya la universalidad del legado cultural de España, así como
la vitalidad y la riqueza de su creación artística actual.
5. La renovación y el desarrollo de las grandes instituciones culturales. Ha
constituido uno de los ejes centrales de la política cultural más reciente. El
Estado centra sus inversiones en un número reducido pero creciente de
instituciones culturales de excelencia o "de cabecera" que se mantienen bajo su
titularidad y gestión, mediante distintos planes sectoriales, e intenta introducir
criterios de autonomía y eficacia en su gestión.

23
Gran parte de las competencias culturales españolas pertenecen al nivel regional de
gobierno (comunidades autónomas). Además, todos los municipios asumen una parte
predominante del esfuerzo cultural público. La Administración central tiene, por lo tanto, un
peso minoritario en la implementación de estas políticas públicas, aunque conserva una
gran influencia en la poli-tica cultural debido a todas sus atribuciones constitucionales en
materia de cultura y política exterior, así como a la titularidad dentro de las instituciones
culturales de mayor peso y proyección.

1.5. Análisis de la realidad


Analizar supone estudiar, observar y preguntar, preguntarse, reflexionar, cuestionar,
problematizar un objeto de análisis o una situación determinada para conocerla mejor, para
comprenderla y desenvolvernos mejor con o en ella.

1.5.1. Definición de realidad

Se puede definir la realidad como "una ficción con mil caras". Por un lado, tal como se
siente esa realidad a diario, interactúan en ella muchos factores (personales, colectivos,
políticos, eco-nómicos, culturales, sociales, religiosos, medioambientales...) y se aparece
como un enorme rompecabezas múltiple, fragmentado. Para complicar el conocimiento y la
comprensión, estos son tiempos de profundos y vertiginosos cambios y transformaciones
en todos los campos. El mundo está en constante cambio, es una realidad en conflicto
permanente... Por otra parte, la subjetividad, los valores, los filtros personales condicionan
las miradas al percibir la realidad.

Esa realidad en la que el hombre actúa y quiere transformar ha crecido desde su


percepción, pues ya no se limita a la calle, el pueblo o el país de cada ser humano, sino
que alcanza a todo el planeta. Lo local y lo global se cruzan, se mezclan, se confunden...
Lo que ocurre en un país lejano influye en toda vida cotidiana y viceversa. La globalización,
tal y como se practica, también implica que todas las decisiones que tomen un pequeño
grupo de personas configuran el presente y el futuro de las demás.

La revolución tecnológica, el desarrollo de los medios de comunicación masivos y de las


tecnologías de la información y la comunicación (TIC), y la eclosión de internet permiten
acceder con rapidez a una impresionante cantidad (no siempre calidad) de información
sobre el mundo, pero no es garantía de conocimiento. Existe el problema de la saturación
informativa, ya que hay tanta información disponible que es difícil distinguir y relacionar la
que es significativa, la que tiene sentido, la que sirve, la que permite comprender y actuar.
El resultado es menudo, la confusión y el bloqueo, la ignorancia.

La realidad cambia constantemente como consecuencia de interacción de personas y


colectivos, e influyen en ella a diversos factores sociales, culturales, políticos,
económicos… Por eso no cabe plantearse el conocimiento y el análisis de la realidad como
un “momento previo” a la acción o como una “foto fija”, que se toma una vez y permanece
inalterable por siempre jamás.

El análisis debe ser permanente, continuo, debe acompañar a la acción en todas sus
fases, aunque se refuerce y precise en momentos determinados (al inicio de un proceso

24
concreto, en la evaluación final de un proyecto, etc.). El análisis de la realidad no implica
un "antes", sino un "durante" que

En cualquier proceso de análisis de la realidad, hay que retroalimentar este proceso a


medida que se analiza y se incorporan datos relevantes del día a día. Antes de comenzar
con el análisis, hay que librarse de prejuicios, no confundir el sentimiento y el pensamiento
personal con lo que siente y piensa el resto del mundo, y esforzarse por ser objetivo y
analizar la realidad tal y como se muestra. Solo de esta forma se puede actuar sobre el
entorno y proponer unas acciones de transformación real.

Conocer las herramientas y técnicas adecuadas para analizar la realidad es fundamental


para implantar y transformar el medio.

1.5.2. Pautas de análisis de la realidad

Existen unas pautas que hay que tener en cuenta a la hora de aplicar el análisis de la
realidad:

1. Descripción del entorno. Descripción exhaustiva de todo lo que hay. Si se analiza un


barrio, por ejemplo, hay que identificar las características de su población, sus
instituciones, las asociaciones que inter-vienen, los recursos existentes, la historia
del barrio, las carencias económicas y sociales, etc.
2. Percepción social existente. Conocer la opinión y los valores de la gente, en
especial de las personas o colectivos a quienes se dirige la acción.
3. Análisis de la información. Toda la información analizada y obtenida de los distintos
agentes que intervienen debe ayudar a discernir las causas y los porqués de la
situación actual, aportando una explicación coherente y sencilla sobre la realidad del
entorno.
4. Alternativas. En un primer momento, tras el análisis de los datos surgen muchas 2C-
ciones y propuestas que deben considerarse. En una segunda fase, hay que
identificar los objetivos de la actuación y priorizar esas propuestas en función de la
viabilidad de implantación y la máxima repercusión en el entorno.
5. Acciones por desarrollar. Una vez seleccionadas y priorizadas todas las acciones,
deben analizarse los recursos de los que se dispone y ajustar lo que se quiere hacer
con lo que se puede hacer. El objetivo de esta fase es crear acciones o proyectos
realistas que se puedan implantar que respondan a las preguntas qué, por qué, para
qué, para quién, cómo, con quién, con qué, cuándo y dónde.

A) Necesidad del análisis

Es necesario conocer y analizar la realidad, y hay que hacerlo con todos los medios de los
que se disponga en cada caso. Al analizarla, la ausencia de recursos, tiempo o medios no
puede ser una excusa. Si se llega a esta conclusión, es preferible detenerse y revisar a
fondo el sentido de dicha acción.

El alcance y la profundidad del análisis de la realidad será más o menos amplio en función
de las necesidades (según si es una actividad pequeña o un gran proyecto, con un grupo

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reducido o con una población más amplia, en un barrio pequeño o en un territorio extenso,
etc.) y también de los medios disponibles.

La mirada puede abarcar al conjunto del entorno, el barrio, el pueblo, el territorio, la


comunidad donde viven sus destinatarios, donde se producen los problemas o situaciones
sobre los que se pretende intervenir, etc. La perspectiva puede ampliarse, analizando toda
la realidad regional, nacional, internacional... tanto de las relaciones como de los factores
de carácter global que influyen en nuestra realidad más inmediata.

También se puede centrar la atención en la situación concreta de unos grupos o colectivos


sociales (jóvenes, mujeres, ancianos, grupos en situación de exclusión, etc.) a los que se
dirige la acción. Se puede analizar un problema concreto o una situación determinada en el
entorno o que afecta a las personas con las que se trabaja (degradación medioambiental,
fracaso escolar, salud, consumo, etc.).

El análisis de la situación puede dirigirse a un aspecto concreto de su funcionamiento o a


una actuación (proyectos, estructuras de participación, relaciones entre sus miembros,
gestión de recursos, comunicación con el entorno, etc.). El auto diagnóstico asociativo, la
evaluación, etc. son formas y aplicaciones del análisis.

Cada análisis parcial referido a una situación o problemática concreta, a un colectivo de


personas o a una parte del territorio -un barrio, una zona etc.- derivados de un proyecto o
una iniciativa puntual, debe integrarse en el análisis global, en el mapa de la realidad,
cuestionando o confirmando las percepciones y conocimientos anteriores, construyendo
una nueva visión más completa y compleja que sirva para mejorar las prácticas. De este
modo el conocimiento y el análisis pasan a ser permanentes, continuos y globales y
acompañan a toda práctica organizativa.

Es importante partir de la identificación del problema, la situación, la realidad que se quiere


analizar, de modo que se puedan reconocer las fuentes de información más apropiadas,
seleccionar a los informadores más adecuados en cada caso (los que tengan una relación
más directa con la situación, el colectivo, el territorio que se va a analizar, empezando por
los más cercanos y ampliando el círculo). En este paso del análisis, la tarea con todos los
informadores consiste, fundamentalmente, en preguntar, pues la pregunta es una
herramienta esencial de conocimiento. Es difícil pregunta a otras personas si, previamente,
el agente no se lo ha preguntado a sí mismo.

B) Gestión de la información

Así pues, hay que seleccionar y elaborar las preguntas relacionadas con la situación o con
la realidad que se quiere estudiar y pensar qué se va a plantear a los informadores, o bien
qué se intentará responder consultando otras fuentes.

La realidad no se analiza para afirmar una percepción particular de las cosas o para
confirmar hipótesis previas (por importantes y necesarias que sean), sino que se analiza
para construir una nueva visión (un nuevo nivel de conocimiento) más completa y
compleja, que permita desenvolverse mejor en esa realidad. Escuchar es más que oír
educadamente, aunque esto sea imprescindible; también implica atender, recoger y
registrar todas las opiniones, informaciones y datos que se obtengan como respuesta a
todas las preguntas, se esté de acuerdo o no, e independientemente de la fuente de
información.
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Una escucha activa supone una actitud de interés, atención y respeto hacia todas las
opiniones e informaciones que se reciben, supone una disposición y una voluntad de
entender el sentido de lo que los otros comunican. Escuchar también significa leer la
documentación de la que se dispone y buscar la información que interesa, la que responde
a las preguntas planteadas, en textos, informes, estudios, estadísticas, etc. Con frecuencia,
esta tarea de lectura y de análisis debe ser un primer paso, incluso antes de preguntar,
pues ayuda a comprobar si todas las hipótesis de análisis están bien orientadas y
enfocadas. De este modo, se facilita la concreción de las preguntas.

En cualquier caso, es necesario tratar esa información con la mayor fidelidad, recogerla y
registrarla para analizarla posteriormente. Los medios utilizados para hacerlo deben ser
sencillos, fáciles de comprender y de aplicar por parte de quienes participan en la escucha,
fácilmente consultables cuando haga falta.

Se pueden utilizar diversos medios y soportes para recoger y registrar la información,


empleando y combinando distintos lenguajes y formas (fichas, fotos, videos, grabaciones,
testimonios y cuestionarios escritos, fichas estadísticas, papelógrafos, tarjetas,
memorias...).

Hay que identificar y hacer una primera clasificación de los datos que se vayan recogiendo
utilizando y combinando distintos criterios de registro: por fuentes, temas o cuestiones por
el carácter de los datos (cuantitativos, cualitativos), por tipos de soportes (documentos
escritos, gráficos, testimonios orales. ) etc., de manera que, posteriormente sea más fácil
su consulta y análisis Es importante que los criterios sean los mismos para todas las
personas que intervengan en el análisis, especialmente, a entre los que clasifican y
organizan los datos y los que han de analizarlos e interpretarlos. Cuanto mayor sea el
alcance del análisis, mayor será también el volumen, la diversidad y la complejidad de la
información recogida mediante la pregunta y la escucha.

Resumen

 El término cultura ha ido evolucionando a través del tiempo. Cada civilización ha


defendido su cultura para que esta perdure en el tiempo.

 Los agentes culturales son los profesionales encargados de defender la cultura, de


darle la importancia que merece y de hacer llegar la cultura a todos los estamentos
de la sociedad.

 La gestión cultural implica manejar de forma efectiva todo el patrimonio cultural de


una región determinada.

 Es necesario que existan unas políticas culturales que ayuden a conservar el


patrimonio cultural, tanto a nivel local como autonómico, nacional e internacional.

 El análisis de la realidad es fundamental para realizar una intervención adecuada


dentro de los aspectos culturales que rodean al trabajo dentro de la animación
sociocultural y turística.

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Proyecto
Trabajo de investigación sobre la cultura de tu localidad.

Para ello:

1. Dirígete a tu ayuntamiento y pregunta acerca de las políticas locales en relación


con la cultura y el patrimonio histórico.
2. Realiza un listado del patrimonio histórico presente en tu localidad y comprueba si
la gestión de este se realiza de forma adecuada y actualizada según la realidad
social de hoy.
3. Describe en un listado cinco propuestas sobre cómo mejorarías la intervención de
la gestión cultural de tu localidad.
4. Elabora un anuncio inventado defendiendo las políticas culturales de tu localidad.

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