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ENGUITA
ganzl912
t a perspectiva
sociológica
Una aproximación a los fundamento
del análisis social
C O L E C C I Ó N S E M I L L A Y S U R C O
SERIE DE SOCIOLOGÍA
1202099
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RGV
ganzl912
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través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.
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ÍNDICE
[9 ]
ganzl912
INTRODUCCIÓN
V
racterística de las ciencias sociales y, por tanto, de la sociología,
con especial atención, por tanto, al problema de la reflexividad y
a los sesgos producidos por la no consideración de cualquiera de
sus aspectos, lo que supone abordar también, en los^términos
más generales, el problema del método de investigación. En el
séptimo capítulo se retoma el viejo debate de la aplicabilidad de
los métodos de las ciencias naturales a las ciencias sociales, con •
un recorrido por la Methodenstreit y la dicotomía entre explica
ción y comprensión, para desembocar en la crítica de la falsa
disyuntiva entre técnicas cuantitativas y cualitativas. En el octa
vo y último se aborda la relación entre el sociólogo y el cambio
social y el papel de los valores e intereses en ella.
v
1. CAPITALISMO, SOCIALISMO
Y SOCIOLOGÍA
1Gouldner, 1970.
2Nisbet, 1966.
3Brunschwig, 1927; Nisbet, 1953, 1969; Giner, 1974, 1979.
4Martindale, 1960: 529.
[15]
16 LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
9 Brunschwig, 1927.
10Bramson, 1961.
n Engels, 1845; Durkheim, 1897; Weber, 1908.
18 LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
3SIbáñez, 1985:94.
■
’<>V.g. Colletti. 1975.
CAPITALISMO, SOCIALISMO Y SOCIOLOGÍA 29
37 Bell. 1976: 73
2. CONCEPTO, OBJETO Y ÁMBITO *
1Davis, 1949: 3.
2 Caplow, 1971: 3.
3Goldthorpe, 1968: 17.
4lnkeles, 1968: 2.
5 Giddens, 1982: 41.
6Chinoy, 1961: 13.
[33]
34 LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
[51]
52 LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
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*
4. INDIVIDUO, SOCIEDAD Y REALIDAD
otro en algún grado, y sólo en algún grado. Es, pues, una pre
gunta sobre la reciprocidad de tal proceso constitutivo. Éste es el
núcleo del interrogante sobre la relación individuo-sociedad.
El problema de la producción de lo social, en realidad, sólo
tiene sentido si se plantea como la producción de algo objetivo,
que no se agota en el acto que lo produce. La acción social webe-
riana, por ejemplo, subraya su carácter individual a costa de ne
garle cualquier eficacia: una acción sólo puede producir otra
acción, o el concepto se traicionaría a sí mismo. (Luego veremos,
sin embargo, cómo tiene que presuponer, paradójicamente, un
plano social distinto, aunque implícito: la cultura.) El individua
lista metodológico, sencillamente, no puede dar cuenta de ello.
Véase, por ejemplo, este pasaje de un weberiano vehemente:
«Las “estructuras” son una forma de hablar de los patrones de lo
que [las personas reales] hacen en grupos. Si prestamos atención
a lo que sucede en todo momento a nuestro alrededor, no es difí
cil recordar que las “organizaciones”, las “clases” o las “socieda
des” nunca hacen nada. Cualquier explicación causal debe des
cender en última instancia a las acciones de individuos reales»8.
Cuando un terrorista asesina a alguien, efectivamente, la justicia
de su país, si es que se precia, lo responsabilizará y condenará in
dividualmente. Pero el asesino bien podría argumentar que no fue
él, sino su brazo, su mano o incluso su dedo índice quien tiró del
gatillo, si ése fue el caso. Ciertamente sólo disparó su brazo, con
la colaboración activa de sus ojos, sus piernas, su columna verte
bral... y ante la indiferencia de su otro brazo, su nariz, su bazo...
La justicia responderá, sin embargo, que la unidad de percepción
y decisión, y por tanto responsable, era la persona, no ninguna de
sus extremidades particulares. Pero esta convención, necesaria
para el funcionamiento de la justicia tal como nosotros la enten
demos, no es la única manera posible de ver el acto. El islam, por
ejemplo, corta el brazo al ladrón, y no puede considerarse una
medida preventiva si no corta también el otro, luego de alguna
manera considera responsable al brazo mismo. Los clanes gita
nos o las familias sicilianas no se vengan sobre los individuos
que les ofenden, sino sobre los otros clanes o familias a los que
pertenecen. Si volvemos al acto en el que el terrorista T mató al
2* Marx, 1867:1/1,8.
80 LA PERSPECTIVA SOCIOLOGICA
42Pareto, 1916.
43 Elster, 1979, 1982, 1983.
^H om ans, 1961; Blau, 1964.
45 Winch, 1958: 94.
^B ourdieu, 1980: 192.
84 LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
5. ARMONÍA, CONTRADICCIÓN
Y CONFLICTO
[87]
88 LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
f.
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ARMONÍA, CONTRADICCIÓN Y CONFLICTO 89
20Coser, 1956.
21 Marx y Engels, 1848: 72.
22 Marx, 1859: 37.
ARMONÍA, CONTRADICCIÓN Y CONFLICTO 93
44 Weber. 1922:1.44-45.
-í| 45Michels, 1914.
46 Weber, 1922: II, 710.
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I
102 LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
1Ibáñez, 1985: 3.
2 Giddens, 1987: 21.
[105]
106 LA PERSPECTIVA SOCIOLOGICA
l7Schutz, 1959.
18 Garfínkel, 1967.
19Goffman, 1956.
20 Collins, 1975: 7-8.
21 Bachelard. 1938: 23.
22 Castells e Ipola, 1973: 175-176.
SUJETO, OBJETO Y REFLEXIVIDAD 111
\
do nos lleva a la cuestión de su génesis, y es cuando entra enjue
go la sociología de la sociología, o la sociología del conocimien
to aplicada al conocimiento de la sociología. La pertinéncia de la
epistemología no necesita ser subrayada en el contexto de una
discusión sobre la sociología, pero la de la sociología de la socio
logía sí, pues todavía hoy son válidas observaciones que cuentan
ya con decenios de antigüedad: «los intelectuales dedicados a las
ciencias sociales han estado tan ocupados en el examen de la
conducta de los demás, que olvidaron en gran medida estudiar
sus problemas, su situación y su conducta propios»23, evitando
así «examinar nuestras propias creencias como ahora examina
mos las de los demás»24. Aquí también es posible la opción uni
lateral, que conduce alternativamente al formalismo y al relativis
mo. El primero, la variante del teoricismo para la que preferimos
reservar en exclusiva el nombre de formalismo, ignora que el su
jeto de conocimiento es también objeto y lo contempla exclusiva
mente como un despliegue del pensamiento, tomando «las cosas
de la lógica por la lógica de las cosas»25. El segundo cree poder
prescindir del problema de la validez, o de la objetividad del co
nocimiento (sea cual sea el criterio de ésta, que todavía no vamos
a abordar) tomando el atajo de su imputación al interés, de la ar
gumentación ad hominem.
Esta última vía tiene un particular interés, pues conduce a una
paradoja de difícil resolución. Como se ha dicho, las explicacio
nes sociológicas son «infecciosas», y una vez que se empiezan a
usar «se hace muy difícil librarse uno mismo de las explicacio
nes elaboradas para la posición de los demás»26. La sociología
parece condenada a convertirse más tarde o más temprano en so
ciología del conocimiento, y ésta en sociología de la sociología
(lo que podría interpretarse como una forma de terminar mirán
dose el ombligo, pero también como una actitud de autovigilan-
cia). Una vez que hemos mostrado, o creído mostrar, que otras
interpretaciones han resultado erróneas, o que fueron determina
das por factores extracientíficos, ¿qué confianza podemos ya te-
Epistem ología
Os
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Valores sociales
Os
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38 Labov. 1969.
i9Ome, 1962.
40 Rosentha), 1966.
41 Pérez Agote, 1989: 98.
42 Bourdieu, 1982: 17.
43 Marx y Engels, 1845: 668.
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LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
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118
7. NATURALEZA, SOCIEDAD
Y MÉTODO
[125]
126 LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
te, sin contar con el hombre, pero hace la historia a través del
hombre, por lo cual ésta nos es comprensible de forma íntima18.
La separación de los dos tipos de ciencias por su objeto sería re
tomada por Ampére, con su distinción entre ciencias cosmológi
cas y noológicas, y luego, como enseguida veremos, por Dilthey,
Windelband y Rickert. La idea de la comprensión íntima de la
historia sería también desarrollada principalmente por el trío de
autores citado, pero también antes, y de forma sustancial, por
Schleiermacher. Éste sistematizó el concepto de la hermenéuti
ca, como método interpretativo, y en su doble vertiente: gramati
cal, atenta al sentido objetivo de las palabras, y técnica, a la que
también llamó psicológica o subjetiva, a la búsqueda de la signi
ficación particular que el autor o actor da a sus expresiones o a
sus actos19. No es difícil reconocer aquí la generalización de la
interpretación legal «objetiva» y «subjetiva», o de la «letra» y el
«espíritu» de la ley; incluso la incipiente distinción entre sinta
xis y significación.
Dilthey clasificó las ciencias en ciencias de la naturaleza y
ciencias del espíritu —Geisteswissenschaften—, y éstas, a su
vez, en ciencias psicológicas o antropológicas, ciencias sociales
y ciencias culturales (una distinción que se prolonga hasta hoy,
de un modo u otro, en la triada personalidad-sociedad-cultura).
Como otros autores reduccionistas, incluido algún que otro em-
pirista (por ejemplo, J. S. Mili), creyó que la historia tenía un
fundamento psíquico, de manera que concedió a la psicología un
estatuto especial entre las ciencias del espíritu. Pero lo distintivo
de su epistemología es la afirmación de que las formas de cono
cimiento características de esos dos grupos de ciencias y corres
pondientes a distintos ámbitos tenían que ser diferentes: «Expli
camos la naturaleza y comprendemos la vida psíquica»20. Las
ciencias del espíritu se basan en el nexo de «vivencia, expresión
y comprensión»21, puesto que sólo ésta, la comprensión, puede
llevamos a la vivencia a través de su expresión. Aunque la com
prensión puede surgir inicialmente como efecto de la genialidad
dad y entre las ciencias que estudian una y otra. Por un lado, las
ciencias de la naturaleza logran resultados espectaculares en la
comprensión de las leyes generales de ésta y en su aplicación a
procesos muy parciales de actuación sobre ella, dos ámbitos en
los que se estrellan habitualmente las ciencias sociales; por otro,
las ciencias sociales se muestran tan potentes como las naturales,
o más, cuando se trata de predecir acontecimientos muy comple
jos y con un alto grado de incertidumbre, no obstante lo cual no
podemos desembarazamos de la intuición de que la meteorología
terminará por lograr buenas predicciones, pero la demoscopia ya
sólo mejorará algo las suyas. La diferencia, creo, depende de dos
cosas: primero, de la distinta relación entre lo general y lo singu
lar en uno y otro ámbito; segundo, de la ausencia o la presencia
de la libertad por la existencia o no de entes o sistemas autodeter-
minados. De esto último me ocupé en el capítulo tercero de este
texto, y no voy a volver sobre ello ahora. En cuanto a lo primero,
podría resumirse así: la enorme diversidad de la naturaleza encie
rra un reducido número de regularidades, de modo que, por un
lado, puede avanzarse con mejor ritmo en el descubrimiento de
éstas (la ciencia natural describe exhaustivamente el movimiento
de los planetas, pero no el galope de un caballo), y, por otro, pue
den manipularse para lograr singularidades de complejidad limi
tada (la ciencia natural construye con exactitud puentes, pero no
selvas); en el ámbito psicosocial, en cambio, lo singular ocupa un
lugar más prominente, puesto que encierra un mayor número y
una mayor variedad de regularidades, dado que éstas correspon
den a los sucesivos niveles de organización desde la física ele
mental hasta la cultura, y lo general, en cuanto que dispositivo
heurístico, aparece así más como resultado de la síntesis (de la
anulación recíproca o la compensación de las singularidades) que
del análisis (de su descomposición en unidades elementales).
La disyuntiva en tomo al método, en particular entre explica
ción y comprensión, trajo consigo una divergencia de actitudes
frente al conocimiento no científico, es decir, frente al sentido co
mún e individual. Para los que aspiran a importar los métodos de
la ciencia natural, o a que las ciencias sociales alcancen un grado
de certidumbre equiparable, el sentido común o individual, es de
cir, la interpretación de la realidad por los actores, es en todo ca
so un obstáculo en el camino, obstáculo que puede ser simple
mente apartado o que puede merecer a su vez un análisis
134 L A P E R S P E C T IV A S O C IO L Ó G IC A
36 Mills, 1959:83.
37Sorokin, 1956: 122ypassim .
38 Alvira et al., 1979: 76.
39Mills, 1959: 83.
NATURALEZA, SOCIEDAD Y MÉTODO V
137
terpretación (la comprensión) sería algo así como una simple ac
titud empática en relación al objeto de estudio»45, una chispa in
tuitiva ajena a cualquier rigor metodológico, «un juego de adivi
nanzas en que todo vale»46. Pero, cuando el investigador se
libera del corsé de los métodos cuantitativos no por ello queda a
solas con el objeto de investigación, pues entre ambos se interpo
ne prácticamente el lenguaje, tanto si produce datos ex novo co
mo si recoge datos ya existentes47. Por otra parte, la polémica so
bre los métodos de las ciencias naturales, en particular a partir de
la obra de Popper y, sobre todo, de Kuhn y Feyerabend, ha sido a
menudo entendida desde el campo de la sociología como una ga
rantía de que no existe criterio alguno de objetividad en la cien
cia, que todo vale tanto en lo que concierne al marco conceptual
como en lo que se refiere al método, que ningún método es in
trínsecamente mejor que otro; como una indicación de que «la
subjetividad reina sin rival en las ciencias físicas y biológicas y
que, por tanto, se concluye, también debe reinar sin oponentes en
las ciencias sociales y del comportamiento. Los sociólogos que
extraen esta conclusión gratuita, la usan como licencia para legi-
timizar una subjetividad total en la que cabe todo, ya que, como
creen haber aprendido de los filósofos, la objetividad en la cien
cia es una pura ilusión»48. No en vano Kuhn había terminado de
pergeñar su trabajo entre sociólogos, movido por la curiosidad
que le provocaba la diferencia entre los científicos sociales y los
naturales, y, para consuelo de los primeros, abría su opus mag-
num afirmando que «tanto la historia como su propia experiencia
le hacían dudar de que los practicantes de las ciencias naturales
poseyeran respuestas más firmes o permanentes que sus colegas
de las ciencias sociales» a las preguntas sobre el objeto y el mé
todo de la ciencia49. Pero, en realidad, sólo Feyerabend lanzó, en
un tono abiertamente provocador, la consigna del «todo vale»50,
síntesis en la agitación de su propaganda en tomo al «principio
45 Abel, 1958,
'"’Bergery Kellner, 1981: 84.
47Ibáñez, 1985: 226-227.
48Merton, 1976: 139.
49 Kuhn, 1962: viii.
50 Feyerabend, 1974: 22.
naturaleza , sociedad y método 139
v
de proliferación», a una «metodología pluralista», etc. (y aclaró
posteriormente que, con aquélla fórmula, bromeaba)51; o afirmó
que «la elección entre teorías» comprehensivas e inconmeñsura-
bles, o «la elección de una cosmología básica puede llega/ a ser ,
también una cuestión de gusto»52.
Poincaré se burlaba de la obsesión metodológica de la socio
logía, a la que reprochaba ser «la ciencia que cuenta con más
métodos y con menos resultados»53, y son numerosos los soció
logos que han señalado la sobreabundancia en la disciplina de
obras redundantes sobre metodología54. Hoy en día, la moda es
otra: produce ya cierto hastío leer un artículo tras otro en el que
se empieza citando a Kuhn para declarar que existen diversos
«paradigmas» e, implícitamente, que el autor no pretende ofen
der a los que sostienen otro — sobre todo si de ellos depende su
futuro profesional— (este abuso del concepto de paradigma
con la finalidad de nadar y guardar la ropa, es decir, de abrirse
un espacio nuevo sin provocar las iras de quien domina el vie
jo, es tanto más frecuente cuando más débil e incierto sea el es
tatuto científico de la disciplina: abunda especialmente, por
ejemplo, en la pedagogía). En este contexto, la interpretación
se inclina especialmente hacia una cierta despreocupación me
todológica en la que la singularidad del objeto estudiado con
vierte el proceso de investigación en irreproducible y, por tanto,
sus resultados en irrefutables, pero no impide basar en él toda
suerte de generalizaciones. Esto es particularmente cierto cuan
do el investigador se desliza hacia una suerte de metodología
clínica, basada en técnicas como la entrevista individual y co
lectiva, la observación, etc., pero sin llegar a alcanzar el grado
de saturación que proporcione la certidumbre de que ya no hay
nuevos datos que buscar, y al mismo tiempo se elaboran toda
suerte de teorías post factum, puramente admisibles y de bajo
valor probatorio, por decirlo en los términos de Merton. «La
característica que define este procedimiento es la introducción
de una interpretación después de haber hecho las observacio-
1 Bottomore, 1974: 6.
[143]
144 L A P E R S P E C T IV A S O C IO L O G IC A
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148 L A P E R S P E C T IV A S O C I O L Ó G IC A
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y se tenga plena conciencia de que afectan a intereses propios y -S-
ajenos, no se vayan a respetar las reglas básicas de la autonomía
de la investigación. Existe, pues, el riesgo de una sociología
convertida en pura retórica del poder o de los intereses secciona
les, pero no es ni más ni menos que eso: un riesgo.
En el tercer nivel, como sociología de la vida cotidiana, la so
ciología despierta al menos cierta atención de la población en
general en la medida en que ésta percibe cada vez con mayor
claridad y frecuencia, y por ello mismo con mayor ansiedad, el
i
carácter cambiante e incierto de su entorno, el derrumbamiento
%
de la seguridad y de la imagen de inalterabilidad de las institu
ciones más próximas. Esta ansiedad encuentra expresión en los
discursos recurrentes sobre «la crisis de los valores», «la deca
dencia de la familia», la «globalización», el «imperio de lo efí
mero», la «flexibilidad/precariedad» y un larguísimo etcétera
que, con independencia de su mayor o menor acierto en la des l:
cripción y explicación de procesos, situaciones o tendencias, ex
presan casi invariablemente la ruptura de viejas certezas y la
irrupción de nuevas inquietudes. En ese contexto, la demanda de
explicaciones sociológicas se extiende, aunque sea de forma va -U
ga, por el conjunto de la población, que ya no se conforma con
que se le diga en el catecismo qué y cómo es la familia o en el
código mercantil qué y cómo puede ser un banco, sino que
muestra curiosidad y receptividad ante otras realidades y otras i•
explicaciones. No se trata de que los trabajadores en paro, las -:í
del Este europeo llevó una vida más bien mortecina bajo el asfi
xiante manto del materialismo histórico. En España, una tímida
generación de sociólogos se vio diezmada y dispersada por la
guerra civil, de modo que la disciplina desapareció del mapa na
cional y de la academia por casi dos décadas, si bien luego rea
pareció bajo el impulso desarrollista de los sesenta. Debe subra
yarse que esta fa lta de química entre la sociología y las
dictaduras se debe más a la disciplina misma, es decir, a su diná
mica impersonal, que a sus practicantes, los cuales se distinguen
muy poco en este punto del resto de los mortales. Aparte del
conservadurismo general de buena parte de la sociología clásica
y del funcionalismo, en la noche europea algunos ilustres soció
logos no dudaron en tomar partido personal por la reacción na
cionalista y monárquica (Weber) o por el fascismo (Pareto, Mi-
chels), pero, incluso así, -la disciplina no perdió su dimensión
crítica: difícilmente podría considerarse Los partidos políticos
como una argumentación siquiera conservadora, y tanto la teoría
weberiana de la dominación como la paretiana de la circulación
de las elites pueden ser contempladas, respectivamente, como
una crítica de lo que existe y como una legitimación del cambio.
En España, donde algún que otro preboste luego reciclado consi
guió pasar y medrar por los últimos años del franquismo y hasta
por los sótanos del Valle de los Caídos, como decía el catecismo
Ripalda, sin romperlo ni mancharlo (pero no viceversa), otros
tuvieron que autoexiliarse o sufrieron dificultades políticas y
profesionales casi por el mero hecho de ejercer como sociólo
gos, pues describir la realidad social, simplemente, podía ya
considerarse y se consideraba como una actividad crítica28.
En todo caso, esta probable y saludable vocación crítica de la
sociología no debería entenderse unilateralmente como una ten
dencia a la oposición al poder, en singular, ni siquiera a los po
deres en plural (incluidos los de oposición en una sociedad plu
ralista), sino como una necesaria actitud distanciada y crítica
frente a cualquier discurso, representación o racionalización in
teresados, partidistas o apriorísticos de la realidad. «La tarea pri
mordial de un profesor útil —escribió Weber— es enseñar a sus
alumnos a reconocer los hechos “inconvenientes”, me refiero a
REFERENCIAS ;
[163]
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