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VARIACIONES SOBRE LA DEFINICIÓN DE LA MAGIA

(una exploración guiada por Roberto Calasso)

¿Qué es la magia? ¿La intención, el lenguaje, la ciencia de dirigir el


pensamiento, la naturaleza, el fuego en el agua, el sacrificio? La
magia en su acepción más profunda y sencilla es ser.

Magia es una de las palabras con una mayor variedad de significados, usada y
abusada para significar aquella acción o fuerza no del todo entendida que
seduce, transforma o crea sin hacer patente su sistema operativo. En Pijama
Surf hemos intentado explorar las diferentes acepciones y hasta dimensiones
que la magia evoca. Desde un compilado, casi un glosario de la magia, con
definiciones dentro del ocultismo, la filosofía y el tecnochamanismo, hasta una
serie de recorridos de la teoría mágica de Aleister Crowley, ligada a la voluntad y
a la intención, entre otras.

Ahora es el turno de internarnos al grimorio de la mano de Roberto Calasso,


el escritor italiano que, como nadie en nuestra época, ha regresado los dioses al
bosque de la literatura, con la más alta escritura conjurando los antiguos
sacrificios y arquetipos a reaparecer en la mente colectiva, relumbrantes frutos
poéticos (esas manzanas doradas de la primavera y el inframundo). Uno no
pensaría en Calasso como una autoridad en ocultismo; pero su erudición y su
capacidad de sintetizar conceptos en una narrativa que borra las fronteras entre
la realidad y la ficción, lo convierten en una de las voces más serias para
hablarnos de la magia.

El tema de la magia es elusivo pero recurrente en la obra de Calasso. En La


Ruina de Kasch, esa enigmática obra sobre el sacrificio, el capitalismo, la
diplomacia y la magia ritual, Calasso esboza una notable demarcación del
territorio encantado de la realidad: ciencia y magia (algo que nos recuerda un
poco la idea de Erik Davis de que la magia es el inconsciente de la tecnología)

La división entre los seres platónicos y aristotélicos puede formularse también


de otra manera, con una discriminación tal vez aún más precisa: los seres se
dividen entre quienes piensan que el mundo se rige por la magia y quienes no lo
piensan. Entre los que no lo piensan, muchos tienen el vicio de creer que la
magia es una ilusoria práctica operativa (por otra parte, interesante pródomo de
la ciencia). Pero Wittgenstein lo ha aclarado: no es mágico cómo es el mundo,
sino que lo sea.

Puede ser un poco difícil de asimilar la profundidad de lo que señala


Wittgenstein en el Tractatus 6.44, y a la vez nos remite a la más pura
simplicidad --a lo divino ininteligible (a lo que no necesitamos entender: ser).
La magia no está en la aparatosidad, ni siquiera en el ritual: la magia es
identidad con la naturaleza (una naturaleza que, siguiendo a Sir Thomas
Browne, es el artificio de la divinidad, es por esto que la tecnología es también
arte natural). El acto mágico de la creación imbuye todo el universo, como una
esencia diseminada en cada átomo: la totalidad en cada parte. Lo mágico es que
el mundo sea, es este el secreto del asombro y del reconocimiento (que une al
unicornio con las estrellas). Y acaso esto es una invitación a vivir la magia
cotidiana. No es necesario en este sentido diseñar una práctica operativa, sino
más bien ceder a la operación mágica que nos atraviesa, y que es el mundo en sí.
Calasso cita a Cieszkowski "el pensamiento es un momento constitutivo de la
voluntad, ya que la voluntad y la acción son precisamente el pensamiento que
regresa el ser". Aquí, en esta voluntad (que hace eco de Schopenhauer) nos
entrelazamos con la visión mágica de Crowley. En Magick in Theory and
Practice se dice: “la Magia es la Ciencia de entenderse a sí mismo y las propias
condiciones. Es el Arte de aplicar ese entendimiento a la acción" y "todo acto
intencional es un acto mágico". El voluntarismo alemán, el ocultismo británico y
la arcana mundial coinciden en que querer es originalmente hacer (no hay
distinción, en un principio la voz que designa el rayo la aparición del rayo y el
dios son lo mismo) --puesto que el mundo es magia.

El mundo es magia como el mundo es ilusión. En su libro sobre mitología de la


India, Calasso cita un texto védico en el que Shiva señala: "Maia es magia".
Maia, palabra con la misma raíz que “materia” y que significa también “ilusión”,
la ilusión de este mundo material (que desemboca en el moderno concepto de
Matrix). Al mismo tiempo Maia es la madre de Buda, el que despierta (un
despertar que ocurre quizás ante la conciencia de que la materia no sólo es
ilusoria, es mágica). De nuevo esta analogía entre la magia y el maia es
enigmática. No es que la magia sea un ilusionismo menor, un sistema de trucos
dignos de encantadores de serpientes, sino que el universo entero es una ilusión,
(que el mundo sea) es magia. Es mágico también asumirse como un ser ilusorio,
como una entidad onírica que atraviesa dimensiones espectrales,
caleidoscópicas e impermanentes --pero sin esperar una trascendencia hacia
una dimensión absoluta. "Al universo le gusta jugar", escribió Hakim Bey, en
realidad el universo es juego, en el sentido, por antonomasia, en que una ilusión
es un juego. Por otro lado, esto nos remite al principio védico, gnóstico y
hermético de que el mundo es mente: la materia es Maia. Y entonces la máxima
realidad es también la de las imágenes e ideas constantemente cambiantes. No
es baladí que los aqueos y los troyanos se hayan batido en guerras intestinas por
una imagen, un simulacro o una nube (Helena), puesto que el mundo, como
sospechaba Platón, es solamente una imagen proyectada desde la eternidad.

"Arte es magia liberada de la mentira de ser verdad", dijo Teodoro Adorno, la


definición más bella del arte, según Calasso. Aquí Adorno libera al arte de una
presión irreal de lo verdadero, puesto que todo es una ilusión (magia es maia).
Sin los requisitos de crear cosas reales, todo es creable, todo está siendo creado.
De nuevo entramos en la dimensión del ilusionista, o mejor dicho del demiurgo.
Si el mundo fue creado por un demiurgo, como indica el gnosticismo, entonces
no existe la verdad, y entonces todo es posible (todo está permitido). La libertad
no se encuentra en la verdad, como dijera San Juan, es la mentira la que "os
hará libres".

En La Ruina de Kasch Calasso hace una referencia a la magia simpática que


antropólogos como James Frazer han identificado como la magia primitiva, una
magia de las correspondencias, que a la vez se liga con el principio de
entrelazamiento cuántico. Escribe Calasso:

Magia es pensamiento resonante. El sacrificio presupone esta resonancia


universal. Por ello el resultado del sacrificio es siempre incierto: una perpetua
ordalía, en la que las fuerzas se enfrentan como sonidos. Y nadie es capaz de
delimitar una fuerza, porque sus ramificaciones no tienen fin. Nadie sabe dónde
termina una fuerza, de la misma manera nadie puede seguir todos los
armónicos de un sonido.

La resonancia es la forma en la que se transmite la información a distancia


según la teoría de los campos mórficos del biólogo Rupert Sheldrake. Las
fuerzas parecen transmitirse con mayor nitidez entre ondas resonantes. Esto
finalmente nos remite a las sampad, las correspondencias originales, "aquello
que cae conjuntamente" (esa gravedad universal que agrupa a los astros en una
armonía celeste). En Ka de Calasso:

En torno suyo todo era nuevo y, al girar la mirada, podía ver aún detrás de las
manchas de la vegetación, detrás de las siluetas de las rocas, un número, una
palabra, una equivalencia: un estado de la mente que se adhería, se mezclaba
con otro estado. Como si cada estado fuese un número. Esta era la equivalencia
primera [...] y entonces vio que la vasta dispersión de todo lo que vivía, y sobre
todo moría, podía articularse en relaciones que no se deteriorasen. Lo que ve la
mente cuando establece una relación lo ve para siempre.

Entre esas correspondencias hay un magnetismo, que es el magnetismo del


amor y de la creación. En Ka, Calasso relata como existe una imagen primordial,
el fuego en el agua. Un destello ardiente en la mente, en el vacío. Una llamarada
que es una llamada. Una llamada de la diosa al dios, de la energía polar: "un
ardor que bullía fuera del cuerpo". Esta fue la aparición de Usas, la Aurora, la
divina atracción del Padre Prajapati. "El falo del Padre abría por primera vez
una senda en la oscuridad de la Aurora." Esta es la magia original, la magia que
es el mundo, el acto progenitor. La feminidad, grácil antílope que seduce a la
masculinidad, y estremece lo informe para dar a luz. "Esta es la escena que está
detrás de todas las escenas, la escena que cada escena varía, repite, deforma,
destroza, recompone, porque de esta escena en la aurora desciende el mundo".
Esta misma escena es la escena de "el mirar y el observase, una doble mirada
que es el presupuesto de toda magia", el tapas, el ardor (los ojos: la luz en el
agua): la muchacha que mira a Shiva (o a Dionisio) pasar por el bosque y lo
sigue al río en un rapto. Toda magia es también energía erótica y toda mirada
encendida es la mirada prístina del dios que vio a la diosa (y de ahí se hizo el
mundo).

El primer estado entre todos, aquel al que se vuelve entre un acontecimiento y el


siguiente, como a una última barrera, es el nacimiento del fuego desde el agua.
De Agni desde Soma. El fuego líquido... Por eso la primera forma adoptada por
el pensamiento fue la de un bracero sumergido que se expande, un resplandor
en el agua.

Por último, Calasso en su obra K., una lectura esotérica de El Castillo y El


Proceso, contrapone la definición de magia de Franz Kafka:

Es perfectamente imaginable que la magnificiencia de la vida esté dispuesta,


siempre en toda plenitud, alrededor de cada uno, pero cubierta de un velo, en
las profundidades, invisible, muy lejos. Sin embargo, está ahí, no hostil, no a
disgusto, no sorda, viene si uno la llama con la palabra correcta, por su nombre
correcto. Es la esencia de la magia, que no crea, sino llama.

Aquí tenemos la idea de que el lenguaje es esencialmente mágico, justamente


porque el mundo fue hecho con lenguaje (el Logos, el Verbo); en realidad es el
mundo el que es mágico --el mundo es lenguaje, somos código. Pero también la
idea de una seducción, de un des-cubrir, de un des-velar. Es el acto de llamar a
la diosa a desnudarse. De la revelación de los secretos, del manantial, de la
magnificencia. El dictamen de lo suscitativo: el trueno sobre el agua.

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