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«Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes
lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos» (Rom. 8:28).
La mujer es una hermosa obra de las manos de Dios. La mujer fue idea de Dios y
fue creada por Él. En el huerto del Edén, Dios puso al hombre y a la mujer como
compañeros en la administración de la creación, pero con papeles diferentes
que fueron divinamente asignados. Eva fue creada de Adán como ayuda idónea
para él, para complementarlo, apoyarlo y colaborar en la tarea que Dios le
había encomendado.
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CREADAS PARA SER DADORAS DE VIDA
FEMINIDAD BÍBLICA
En su libro Atrévete a ser una mujer conforme al plan de Dios, Nancy DeMoss
Wolgemuth nos hace una muy buena observación acerca de nuestra realidad
como mujeres:
«Dios nos creó, y ser creación de Dios determina todo para nosotras como
mujeres. No dependemos de nuestra cultura para encontrar nuestra identidad
femenina; no consultamos nuestros sentimientos para descubrir nuestro
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propósito. Todo lo que somos y todo lo que hacemos tienen su origen en Dios.
No somos mujeres por simple casualidad; nuestro género no es accidental.
Fuimos creadas intencionada y deliberadamente. Fuimos predeterminadas y
predestinadas por un Dios lleno de sabiduría, poder y amor».⁴
Yo compartía todas las ideas del movimiento feminista antes de llegar a ser hija
del Señor, lo cual era totalmente contrario al diseño divino de la feminidad. El
mundo me había bombardeado con muchas ideas equivocadas. Quería tener
un hijo, pero no necesitaría de un padre o esposo para conseguirlo. Era
egocéntrica y dominante, pero mi vida estaba tan vacía. Hasta que llegaron
las buenas nuevas de salvación en Jesucristo, y luego de ejercitarme para la
piedad y aprender a meditar en la Palabra, fui confrontada y mi mente y mi
corazón comenzaron a ser transformados. Así pude empezar a vivir la
verdadera feminidad de acuerdo con la Biblia, la Palabra de Dios.⁵
Vivir nuestra feminidad de acuerdo con la Palabra de Dios nos exige que
desarrollemos disciplinas espirituales que nos permitan entrenarnos en nuestra
búsqueda de Dios, el crecimiento en el conocimiento de la Palabra y nuestra
comunión íntima con nuestro Señor. Bien dice Santiago, «Sed hacedores de la
palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos» (Sant. 1:22).
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