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MUJERES A LOS PIES DEL SEÑOR

Es muy importante que tengamos un entendimiento bíblico de lo que es ser


mujer. Si reconocemos cómo el Señor nos ha creado, entonces podremos
ejercitarnos para vivir bajo la presencia del Señor y glorificar Su nombre en
cada cosa que hagamos. Nosotras hemos sido creadas a imagen y semejanza
de Dios (Gén. 1:27-28). Nuestro valor y dignidad como personas se
fundamenta en esa realidad creativa. El Señor también nos ha creado para ser
fructíferas y multiplicarnos (Gén. 1:28). Pero no hemos sido creadas para
vivir en soledad, sino para tener una relación saludable con Dios, con otros
seres humanos y con toda la creación.

Cada ser humano es una unidad compleja de cuerpo y alma/espíritu. Como


ser volitivo, el ser humano está llamado a amar a Dios y a mostrar su lealtad
mediante la obediencia. ² Nuestro Dios nos creó a su imagen, pero Él es
infinitamente más grande que nosotros y nos creó para Su deleite y no
porque nos necesitara. Nuestro Dios es santo, eterno, inmutable,
omnipresente y omnisciente. Dios es también justo, misericordioso y nos
ama.

Dios nos creó para Su gloria. El Señor lo expresa de la siguiente manera,


«Traigan a todo el que me reconoce como su Dios, porque yo los he creado
para mi gloria. Fui yo quien los formé» (Isa. 43:7, NTV). El pastor Miguel
Núñez clarifica qué significa ser creados para Su gloria:

«Cuando Cristo tomó nuestro lugar en aquella cruz, allí mostró el verdadero
espíritu de siervo, un siervo para Su gloria no vive para sí mismo; sabe que
su voluntad, sus planes y propósitos le pertenecen a su amo».³

Como mujeres, debemos estudiar la palabra de Dios por completo para


conocer quién es nuestro Dios y quiénes somos nosotras. Uno de los pasajes
que más me ha impactado para entender mi posición delante de Dios y lo
que Él espera de mí está en la carta a los Filipenses:
«Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no consideró
que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a
sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació
como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí
mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los
criminales» (Fil. 2:5-8, NTV).

La palabra usada como «esclavo» (siervo) en el idioma original es la palabra


griega «doulos». Un esclavo es simplemente alguien que carece de libertad y
derechos propios. En este pasaje, Pablo nos exhorta a que tengamos la
actitud que tuvo Jesucristo, quien vino en plena dependencia del Padre y
estuvo dispuesto por completo a hacer Su voluntad. Así también debemos ser
nosotras como hijas del Señor. Debemos renunciar a nuestros supuestos
derechos, rendir nuestras vidas y hacer que todo esté sujeto a nuestro andar
junto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

En conclusión, hemos sido creados a imagen de Dios, pero no para vivir en


independencia, sino para vivir en obediencia y dependencia a nuestro
Creador y Señor. El propósito por el cual fuimos creados es glorificarle a Él.
Esto tiene que ver con todas las cosas de la vida, no solo con las religiosas o
espirituales. El apóstol Pablo lo dijo así, «Así que, sea que coman o beban o
cualquier otra cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Cor.
10:31, NTV). El rey David lo expresó en un cántico con las siguientes palabras:
«¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Te deseo más que cualquier cosa en
la tierra. Puede fallarme la salud y debilitarse mi espíritu, pero Dios sigue
siendo la fuerza de mi corazón; él es mío para siempre» (Sal. 73:25-26, NTV).

No importa si nuestras circunstancias son fáciles o complicadas, si estamos


pasando por períodos de abundancia o pobreza. En cada etapa de nuestras
vidas debemos seguir cumpliendo el propósito para el cual fuimos creadas.

En mi vida, he pasado y estoy pasando por momentos de dolor, pero lo más


hermoso es saber que me ha sostenido y me sostendrá mi Salvador. Pero
también tengo la seguridad de que seguiré ejercitándome para vivir
sometida a Él, viviendo cerca de mi Señor para que, en todo, pueda darle la
gloria a Dios con toda mi vida. Podemos descansar en la soberanía de Dios
y en que todo lo que nos sucede nos ayuda para bien y para el cumplimiento
de Sus propósitos en nosotros.

«Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de
quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos»
(Rom. 8:28).

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