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Instituto Superior Profesorado de Salta N° 6.

005
Tecnicatura en Turismo
Materia: Folklore
Profesora: Eliana Macarena Morales
Alumna Diez Gómez Daniela I.

Día Nacional del Ternero y Día de la Yerra


Instituto Superior Profesorado de Salta N° 6.005

Tecnicatura en Turísmo con Orientación en Guía de Turismo

Folklore

Daniela Isabel Diez Gómez


Instituto Superior Profesorado de Salta N° 6.005
Tecnicatura en Turismo
Materia: Folklore
Profesora: Eliana Macarena Morales
Alumna Diez Gómez Daniela I.

Día Nacional del Ternero y Día de la Yerra

Introducción

Las fiestas constituyen espacios propicios para el fortalecimiento de las identidades locales. Durante su
desarrollo se redescubren los sistemas de valores, se fortalece el tejido social comunitario e incluso se dejan
entrever las relaciones de poder existentes en la sociedad.
Durante el siglo XX, en muchas localidades del territorio argentino emergieron festividades cuyo eje central era
celebrar la producción económica local. El maíz, el ternero, la flor, el caballo criollo, el trigo, entre otros, fueron
algunos de los elementos elegidos por estas sociedades como objetos a ser celebrados durante el período
festivo.
En la región pampeana algunas de estas festividades surgieron en la segunda mitad del siglo XX. Esto pudo
deberse a las importantes transformaciones socioeconómicas que se manifestaron desde la década del
cuarenta, y que permiten hablar de un mundo rural diferente desde la primera mitad del siglo.
A mi entender, en un contexto histórico social donde el movimiento nacionalista estaba en auge, la realización
de estas celebraciones fue un intento por dotar nuevamente de significación a elementos de la tradición rural
que habían constituido las bases de la identidad local de estas comunidades.

Contexto histórico

El impacto producido por el desarrollo económico de fines del siglo XIX dio lugar a profundas transformaciones
en nuestro país, para 1910 la Argentina se convirtió en uno de los principales exportadores mundiales de trigo,
maíz, carne vacuna y ovina. Debido a políticas gubernamentales que promovieron el ingreso masivo de
inmigrantes, la difusión de la agricultura con el intenso cultivo de vastas tierras, el tendido de vías férreas, el
espectacular crecimiento de los puertos de ultramar y la consecuente creación de nuevas actividades laborales
y comerciales; la densidad, distribución y constitución de la población fue modificada abruptamente. Para 1914
la región costera del área pampeana contenía dos terceras partes de su total; allí la relación de los inmigrantes
respecto de los argentinos nativos era de dos a uno, en tanto que en la ciudad de Buenos Aires tres de cada
cuatro adultos eran extranjeros.
Bajo el lema “gobernar es poblar”(Juan Bautista 1852) se convocaron a grandes contingentes de inmigrantes
para lograr el acrecentamiento de las exportaciones cuya expansión era considerada sinónimo de desarrollo
económico. Se señalaron las virtudes de los inmigrantes de Europa central y septentrional a la par que
denigraban al criollos debido a su desidia y holgazaneria, puntualizando su ignorancia y carencia de
aspiraciones de progreso. Teniendo en cuenta las exitosas experiencias contemporáneas de Estados Unidos de
Norteamérica, Canadá y Australia, la élite gobernante esperaba que la llegada de los inmigrantes contribuyera
a la prosperidad económica estabilidad política y al desarrollo cultural al modernizar la sociedad.
Producto de dichas convocatorias en la década de 1870 la inmigracion comenzó a incrementarse y se aceleró
precipitadamente en las cuatro décadas subsiguientes hasta la primera guerra mundial. Sin embargo los
extranjeros no provenían de los países ‘deseables’ y ‘aptos’ sino de la cuenca mediterránea de Europa: Italia y
España.
Mientras tanto la clase dirigente, que concentraba el poder político y económico, tomó poder de las
gigantescas extensiones de fértiles llanuras pertenecientes al dominio público cuando casi no tenían valor, es
decir, dichas extensiones pasaron a manos privadas. En el momento en que la agricultura demostró la vitalidad
de esas tierras, el agricultor ya no podía ser dueño de ellas (Scobie 1968: cap. VII). Aunque existieron por parte
de autoridades provinciales y nacionales algunos esfuerzos e intentos frustrados para modificar esta política de
tierras, muy poca de la gente de la élite terrateniente apoyaron estas medidas, que claramente no les
favorecen.
Ante el escaso apoyo gubernamental para instalar en el campo a los millares de europeos que llegaban, el
grueso de ellos se radicó en las ciudades costeras, ocupándose en actividades vinculadas con los servicios o el
comercio. Muchos se afincaron en áreas rurales dedicándose a tareas agrícolas, pero el pequeño agricultor
tuvo que conformarse con la ocupación de la tierra sin tener acceso a la propiedad misma. Esto, unido a las
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rudimentarias comunicaciones, a las enormes distancias que contribuian a su aislamiento, al acoso de
funcionarios encargados de cobrar gravámenes, y a la indiferencia oficial hacia los asuntos rurales, desalentó a
los inmigrantes. Muchos de sus hijos, que constituían la primera generación nacida en el país, confluyeron
hacia las ciudades atestando sus barrios bajos y casas de inquilinatos.
El impetuoso crecimiento de las ciudades no sólo fue consecuencia de la inmigracion sino también del
desplazamiento de los nativos del interior del país, que para 1880 comienzan a abandonar el campo y
encaminarse a los centros de nucleamiento de población en busca de trabajo y bienestar. El interior,
importante por sus industrias regionales, quedo retrasado y subordinado a la hegemonia de Buenos Aires.
Los extranjeros y sus descendientes inmediatos, asentados en áreas urbanas, pronto ascendieron a la clase
media lo que alteró la estructura de la sociedad. Se insertaron como profesionales, comerciantes y pequeños
industriales, y lo más preocupante para la clase social fue que también llegaron a ocupar cargos altos en la
Iglesia y el Ejército, instituciones éstas que en la Argentina han tenido una influencia decisiva sobre el poder
político.
Ante este dilema, la clase alta empezó a generar una reacción hostil hacia los nuevos ricos, cuya competencia
constituía un peligro para el dominio económico, político y social que sustentaba. Comenzó entonces a
restringir su entrada en ambientes refinados y en las reuniones de alcurnia, mientras los intelectuales
mostraban a través de libros, folletos y periódicos una nueva imagen del inmigrante, al que ahora presentaban
como inescrupuloso y materialista. Reparaban que la mayoría de los extranjeros no eran portadores de la
aristocrática cultura europea que tanto admiraban, sino rústicos artesanos y agricultores que huían de la
pobreza y la marginación de sus países de origen.

El Movimiento Nacionalista

Este movimiento surgió ante el impacto cultural de la inmigracion que estaba destruyendo valores vernáculos
de largo arraigo en la sociedad argentina.
El gaucho se convirtió en fuente de inspiración de poetas y escritores. Presentado en sus distintas facetas en
ocasiones personificadas en varios personajes o superpuestas en uno solo; tan pronto puede ser mesurado,
valiente, sobrio en la expresión de sus emociones, amante de la libertad, hacer gala de sus sentimientos
patrióticos, rendir culto a la amistad, luchar contra las injusticias sociales como puede ser pícaro, pendenciero,
rebelde u oponerse a la autoridad.
El nacionalismo, hace de él un ideal de vida y de conducta, ensalzando sus virtudes hasta elevarlo a la categoría
de modelo, y la élite gobernante al promover sus valores justifica su continuidad en el control político.
Obras como Martín Fierro y Juan Moreira fueron recibidas por los sectores populares desencadenó reacciones
encontradas en la élite terrateniente, que oscilaba entre la atracción y el rechazo. Pero las muestras de disgusto
cedieron paso al nuevo orden gestado que favorecía sus intereses y por lo tanto, promovieron la revalorización
del gaucho.
El gaucho y su modo de vida pasaron a ser emblemas del folklore argentino al mismo tiempo que se elimina allí
de cuajo al inmigrante y todo lo asociado con él. El gaucho, menospreciado poco tiempo atrás, se convierte en
arquetipo de la nacionalidad argentina que eclipsa y excluye cualquier otro representante típico de las variadas
regiones que conforman nuestro país.
Preocupadas las autoridades gubernamentales por la avasallante cantidad de población inmigrante,
concibieron un proyecto para inculcar a través de las escuelas el sentido argentino de nacionalidad.

Surgimiento de la Fiesta Nacional del Ternero y Día de la Yerra

La Fiesta Nacional del Ternero y Día de la Yerra fue celebrada por primera vez en mayo de 1969 pero el proceso
que le dio origen se remonta a un período previo. En el año 1967 se produjo una multitudinaria celebración de
la yerra en la estancia San Bernardo de los hermanos Alejandro y Ricardo Araoz, dos productores ganaderos
(criadores) de Capital Federal.
La marcación de terneros no se limitaba sólo a satisfacer una necesidad de índole económica. El período de la
yerra constituía, además, una celebración en la que se fortalecen las relaciones sociales propias del mundo
rural de la época. Fue la yerra una de las celebraciones que, a pesar de las transformaciones sufridas en el
mundo rural, perduró al menos hasta entrada la década del sesenta del siglo XX.
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La yerra se realizaba en otoño. En grupos, los peones enlazaban el pescuezo y las patas del ternero y lo
arrojaban al suelo. Al grito de “Aquí viene la yerra”, un peón empuñaba el hierro con precisión y marcaba cada
animal en los cuartos traseros. Así, la yerra se convertía en un momento de sociabilización y de intercambio
cargado de prácticas propias del mundo rural; era la ocasión en la que el patrón expresaba la generosidad de su
persona a partir del convite, de la celebración de una fiesta donde la música y la comida ocupaban el centro de
la acción, y los peones y vecinos hacían gala de sus destrezas en el baile y la jineteada.
En aquella celebración de la yerra en la estancia San Bernardo se originó la idea de que Ayacucho tuviera una
fiesta. Productores ganaderos, empresarios, figuras públicas y vecinos del sector rural del partido de Ayacucho
le dieron forma. Tras la firma de un petitorio en el cual los asistentes manifestaban su inquietud por la
realización de una fiesta que celebrara al hombre de campo, el intendente Schoo Lastra, que había sido
partícipe de la celebración por ser amigo cercano a los Araoz, fue el encargado de darle entidad.
En primera instancia, el objeto de esta celebración era rendir homenaje a la labor del hombre de campo, a
través de los elementos característicos que, según quienes conciben la fiesta. El ternero se convierte en un
objeto de celebración debido a la significación que tenía su presencia en la estancia San Bernardo. La yerra, por
su parte, era una de las expresiones más características de la ruralidad; en ella, como sostuvimos
anteriormente, el hombre de campo mostraba sus habilidades con el lazo y el caballo. Pero además era uno de
los eventos en el que se reafirmaron los vínculos entre los vecinos. Las gestiones para la realización de la fiesta
comenzaron en la gobernación de la provincia de Buenos Aires. En un primer momento, la idea de quienes
habían firmado el petitorio era crear el “Día de la Yerra y Fiesta Provincial del Ternero”.
Sin embargo, tras su paso y aceptación por el gobierno de la provincia de Buenos Aires, el 17 de mayo de 1968
se decretó desde el Poder Ejecutivo Nacional la Fiesta Nacional del Ternero y Día de la Yerra. A partir de ese
momento, un conjunto de ciudadanos interesados en la realización de la fiesta se nuclearon en una comisión
promotora y emprendieron la realización de asambleas para las cuales solicitaban la concurrencia de toda la
comunidad. El objeto de estas asambleas era conformar una comisión mayor que se encargaría de llevar
adelante la organización de la fiesta. Tras una serie de fallidas reuniones en la sede municipal, los integrantes
de la comisión promotora decidieron realizar las reuniones en diferentes clubes locales con el fin de hacer
público conocimiento a la comunidad y sumar adherentes para la celebración de la fiesta.
La cita se dio el 6 de febrero de 1969 en la sede del Club Independiente. La convocatoria estaba destinada
principalmente a las instituciones deportivas, gremiales y culturales, a las firmas consignatarias de hacienda,
productores agropecuarios y al pueblo de Ayacucho que estuviera interesado en la celebración de la fiesta. A la
asamblea concurrieron más de ochenta personas. En primera instancia, el presidente de la comisión, Ángel
Cordero, dio lectura a las diferentes gestiones desarrolladas que habían convergido en el decreto de carácter
nacional. Luego se comentaron los actos que formarían parte de la celebración del 3 y 4 de mayo.
Los asistentes a la asamblea votaron por unanimidad la realización de la fiesta y también, ante la necesidad de
creación de una comisión ejecutora, eligieron que ésta estuviera conformada por los mismos integrantes que la
comisión promotora . La fiesta se celebró por primera vez los días 3 y 4 de mayo de 1969.

La celebración

Las formas que presenta la primera celebración de la Fiesta Nacional del Ternero y Día de la Yerra están
vinculadas al sentido que quienes organizaron otorgaron a la fiesta. Ese sentido se manifestó en el significado
que adquirió el objeto que es celebrado, en los distintos momentos de la celebración, en los discursos que
hablaban de la fiesta, en el lenguaje, en los símbolos, en las vestimentas que se utilizaron durante el tiempo
festivo.
La fiesta se constituye como una reafirmación identitaria de las comunidades que están en procesos de
transformación. Como sostiene Hugo Ratier (Ratier, 2004; 120) Central en estas celebraciones es la actividad
criollista, los desfiles y jineteadas, la comida típica centralizada en el proverbial asado. Funciona aquí un
circuito redistributivo corporizado en la donación de vaquillonas por los estancieros, materia prima
transformada por la baquía de los asadores vernáculos que en la alta madrugada lidian con el fuego y los
costillares, o con la vaca con cuero, de importancia quizás más ritual que alimenticia, toda una prueba de
fuerza para quienes la preparan. Esos servicios suelen no pagarse en dinero, sino con el acceso libre a la
comida.
La yerra es siempre un gran acontecimiento en el campo, es una ocasión festiva. Suele realizarse durante el
otoño, cuando todavía no han llegado los fríos fuertes pero ya se han ido los calores del verano con sus
moscas, que podrían implicar la quemadura de la marca o las heridas de la castración. El dueño de los
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animales, si su nivel económico lo permite, brindará un abundante asado para los invitados y para el personal,
generalmente acompañado de suficiente vino, para cuando haya concluido el trabajo del día. En ese asado se
incluye, como plato especial, las criadillas (los testículos) obtenidas de la reciente castración. Luego se
organizarán partidos de taba, de truco, y hasta de bochas para los más viejos. En un aparte, los guitarreros,
curados por el vino, entonan la música del país. A la noche se arma a veces un baile según la costumbre de la
zona.
La duración de la yerra dependerá de la cantidad de animales: desde un día hasta una semana o más. En la
región pampeana central de la Argentina se hace correr la voz desde unos días antes, porque siempre habrá
invitados.
El día elegido el personal se prepara desde temprano; los jinetes revisan cuidadosamente el apero de su
caballo y ajustan adecuadamente la cincha. El buen estado y funcionamiento del lazo ha sido verificado el día
anterior. Algunos gauchos, aunque haga frío, elegirán no calentar el cuerpo con una copita de caña, como otros
días, pues jinete y caballo se verán exigidos sobremanera y comprenden que necesitarán todas sus luces.
Suelen participar las autoridades municipales, y algunas veces se instituyen premios a la habilidad de los
jinetes. En zonas de profunda religiosidad el suceso es bendecido por el cura párroco, o por lo menos se rezan
oraciones y se ofrenda la yerra a un santo, generalmente el patrono del lugar. La forma de pialar y de enlazar la
res para tumbarla es propia de cada lugar, y hasta de cada establecimiento.
Tradicionalmente la marca se pone sobre el anca izquierda, lugar bien visible desde lejos; pero hoy algunos
ponen la marca en la mandíbula para no estropear el valor del cuero. La marca es exclusiva; generalmente se
diseña a partir de las iniciales del dueño o de las del establecimiento, adornadas y estilizadas de manera que no
haya confusión y que no admita una superposición de otra marca, para evitar el cuatrerismo.
En algunos sitios la celebración tiene características muy propias y pintorescas. Por ejemplo, en sitios remotos
de la provincia de Salta, en la Argentina, donde los propietarios no son grandes establecimientos sino familias
radicadas en el lugar, y que por lo tanto sus animales no son abundantes, la hierra o la marcada suele asociarse
a los festejos del carnaval y está impregnada de su colorido y sincretismo religioso. Allí, en cada res, suele
emplearse doble marca: con hierro sobre el omóplato derecho, y la de la oreja. En Ayacucho, provincia de
Buenos Aires, Argentina, tiene lugar la Fiesta Nacional del Ternero y Día de la Yerra, una de las festividades más
importantes del país que rinde homenaje al trabajador de campo y la popular Yerra anual.

Actualidad

La fiesta folclórica que se realiza durante el mes de marzo en el municipio de Ayacucho celebra el trabajo rural
de la localidad y rinde honor a la tradición gauchesca de la Provincia desde su primera edición organizada en
1967.

El encuentro, que dura una semana, tiene como objetivo hermanar a los hombres y mujeres de campo con los
de la ciudad a partir del despliegue de actividades tradicionalistas en diferentes lugares del pago.
Con cuatro décadas de trayectoria, el evento, que supera los cien mil espectadores por temporada, comienza
cuando se declara el “estado de yerra” y el pueblo abre simbólicamente sus tranqueras para recibir a los
concurrentes que llegan desde todo el país y también desde el exterior.
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El Certamen Nacional de Canto Folklórico, la peña, las destrezas criollas, los desfiles con sesenta delegaciones
de carrozas y carruajes antiguos, los asados en fogones, las actividades educativas y culturales, los remates y
exposiciones de terneros, son parte de las actividades que propone la fiesta.

Además, en el emblemático Patio de Tierra donde está ubicado el escenario principal es el lugar elegido por las
figuras de la música popular argentina para cantar y bailar. Ayacucho fue declarada Capital Nacional del
Ternero porque es la principal fuente productiva del distrito y a través de la fiesta, a cargo de la Asociación Civil
Fiesta Nacional del Ternero y Día de la Yerra, comparten sus tradiciones camperas.
Son miles de visitantes los que llegan hasta Ayacucho, para conocer no sólo los alcances y avances del campo
en la materia, sino también las tradiciones y festividades que acaparan la atención de la región durante una
semana entera.
Como dicen en la ciudad: “Ayacucho abre sus tranqueras” para todo aquel que quiera acercarse a pasar
excelentes momentos.
Cabe mencionar que a través de los años y las diferentes ediciones, por los escenarios de la Fiesta han pasado
los más notables artistas del folklore nacional.
Podemos nombrar a Jorge Cafrune, Horacio Guaraní, Mercedes Sosa, Los Nocheros, Soledad y el “Chaqueño”
Palavecino, entre otros tantos que por la importancia y la cantidad, difícilmente pudiéramos mencionar a todos
en esta nota.
Fueron más de 100.000 visitantes por edición los que llegaron hasta Ayacucho, año tras año, para conocer la
vida del campo, disfrutar de los grandes espectáculos, las tradiciones y como no podían faltar, para saborear los
tradicionales asados en los fogones populares.

Conclusión

Como se puede observar hoy en día la festividad del día nacional del ternero y el día de la yerra conforman un
fenómeno folklórico con gran trayectoria en la región pampeana, el cual se mantiene vigente a pesar del paso
del tiempo y que configura el comportamiento de la sociedad como también la actividad turística de la región
promoviendo e impulsando al visitante a conocer la historia, tradición y cultura propia del lugar.

Bibliografía

● Fiesta Nacional del Ternero y Día de la Yerra (Ayacucho, 1969) - La construcción de las identidades
locales en la provincia de Buenos Aires en un contexto de transformación. Villanueva, Silvana 2015
● Folklore Argentino, Tomo VI. Editorial Nova
● Voces y Costumbres del Campo Argentino - Pedro Inchauspe
● Folklore y Nacionalismo en la Argentina: Su vinculación de origen y desvinculación actual - Martha
Blache
● https://culturayespectaculos.com/fiesta-nacional-del-ternero-y-dia-de-la-yerra-2022/
● https://sobrelibrosycultura.com/fiesta-nacional-ternero/

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