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INFECCIÓN DE LAS VÍAS URINARIAS

Las IVU constituyen un conjunto de padecimientos con muy diversos agentes etiológicos,
patogenia y localización. En términos generales pueden clasificarse en tres grupos: uretritis, cistitis
y pielonefritis. Sin embrago esta clasificación no siempre es aplicable a todos los casos, pues son
frecuentes los pacientes con infecciones que abarcan varias porciones de las vías urinarias.

El agente etiológico causante más común de las IVU es Escherichia coli, le siguen otros agentes
bacterianos, virus y algunos parásitos.

Entre los recién nacidos y los lactantes es más frecuente en los hombres, posteriormente domina
en las mujeres desde la edad escolar hasta edades avanzadas (10-15% en mayores de 60 años),
mientras que en los ancianos del sexo masculino se vuelve frecuente debido a la hipertrofia
prostática. En las mujeres embarazadas la frecuencia alcanza el 10% de este grupo, dadas las
condiciones fisiológicas y por la supresión del estado inmunitario.

No existen variaciones geográficas o estacionales de las infecciones urinarias no transmitidas por


contacto sexual. Las IVU constituyen un problema en el ambiente intrahospitalario, dada su
frecuencia y gravedad, en adultos principalmente, esto debido a los métodos de exploración
invasores (catéteres y sondas) y al incremento de patógenos resistentes a los antibióticos, así
como al incremento en la población de pacientes inmunocomprometidos.

Con respecto a la patogenia de la enfermedad, las vías urinarias normalmente son estériles (salvo
la uretra distal) gracias a una serie de mecanismos de defensa, siendo el principal, el flujo libre de
la orina en todo su trayecto y el vaciamiento completo de la vejiga. Las alteraciones anatómicas o
funcionales de las vías urinarias, como es el reflujo vésico-ureteral y los cuerpos extraños, como
cálculos y sondas, son factores que predisponen a la infección.

Los factores de virulencia de las bacterias infectantes (pilis, antígenos, adhesinas, etc) permiten su
adherencia e invasividad a las células epiteliales. En la patogenia de la pielonefritis es importante
destacar el tropismo renal de algunos serotipos de Escherichia coli. Otras estructuras como los
lipopolisacáridos propios de las Gramnegativas inducen mayor reacción inflamatoria local y
producir síntomas y signos característicos de la cistitis o la pielonefritis, además de facilitar el
ascenso o tropismo bacteriano al disminuir la peristalsis ureteral.

El tubo digestivo es el principal reservorio de bacterias potencialmente infectantes de las vías


urinarias, principalmente E. coli, la cual se encuentra en las heces. Existen numerosas causas que
favorecen la IVU, además de la obstrucción del flujo urinario, tales como la acidez de la orina, la
hiperosmolaridad renal, los traumatismos, el ayuno prolongado, el reflujo vesicouretral, la litiasis,
la disfunción vesical neurogénica, la diabetes entre otras menos frecuentes.

En la uretritis y la cistitis los cambios por lo general son de naturaleza aguda y de tipo inflamatorio,
con dilatación capilar, aumento de la permeabilidad, afluencia de leucocitos y en ocasiones
hemorragias.
En las pielonefritis agudas, las lesiones son más extensas y además de las lesiones de las mucosas
uretrales y pielocaliciales, hay edema en la médula renal, congestión, infiltración por
polimorfonucleares que puede llegar a la formación de abscesos, así como dilatación de los
túbulos, los cuales contienen leucocitos, bacterias y restos de células.

En la pielonefritis crónica, los infiltrados son predominantemente de linfocitos y de células


plasmáticas, aparece fibrosis intersticial y periglomerular y, si la enfermedad avanza, los riñones se
reducen de tamaño, se forman cicatrices irregulares que retraen los cálices y los deforman,
disminuye el grosor del parénquima, los glomérulos se hialinizan y los túbulos se atrofian y dilatan.

En la uretritis los síntomas predominantes y casi siempre exclusivos son la disuria, poliaquiuria y
más tarde hematuria.

En la cistitis, además de los síntomas anteriores, se suelen agregar otros tales como enuresis
(micción involuntaria), dolor abdominal suprapúbico y fiebre generalmente no muy alta.

En la pielonefritis pueden presentarse los mismos datos de las infecciones de vías urinarias
inferiores cuando las lesiones son extensas, pero es una situación frecuente. Los síntomas varían
con la edad, pero predominan la fiebre, escalofrío, dolor abdominal y lumbar, mal olor de la orina,
pérdida de peso y ataque en los estados generales en los casos graves.

En el lactante las pielonefritis frecuentemente se presentan como retardo en el crecimiento o


como síndrome febril prolongado sin causa evidente.

Es aconsejable investigar infección urinaria en todos los pacientes con fiebre prolongada,
detención de crecimiento, dolor lumbar, anemia de causas no conocidas y aparición de eneuresis o
cualquier trastorno de micción.

Las complicaciones mas frecuentes de las IVU son la anemia, detención del crecimiento y la
insuficiencia renal.

El diagnóstico se ha establecido principalmente en tres niveles: sindromático, etiológico y por


malformaciones o defectos de las vías urinarias. Es imprescindible practicar el examen general de
orina y el urocultivo, donde en el primero la leucocituria y la piuria son significativos (> o igual a 10
leucocitos por mililitro). La detección de nitritos urinarios es relevante debido a que los nitritos son
originados por la reducción de nitratos (de la dieta) por las bacterias gramnegativas. En general,
100,000 colonias/ml de una bacteria en un individuo sintomático establece la infección de vías
urinarias con una certeza de 80 a 85%.
INFECCIONES DE TRANSMISIÓN SEXUAL

El grupo de las infecciones de transmisión sexual (ITS) debe su nombre a la forma de transmisión
de más de 30 microorganismos patógenos bacterianos, virales y parasitarios. Desde el punto de
vista epidemiológico, el contacto sexual es su principal forma de transmisión, aunque algunos de
ellos se pueden adquirir por otra vía distinta a la sexual.

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