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Biografía

Francis Fukuyama nació en el barrio Hyde Park de Chicago. Su


abuelo paterno huyó de la guerra ruso-japonesa en 1905 y abrió una
tienda en la costa oeste antes de ser enviado a un campo de detención
durante la Segunda Guerra Mundial, tras el ataque a Pearl Harbor. El
padre de Fukuyama evitó el campo de detención al ganar una beca
para ir a la Universidad en Nebraska. Luego se mudó a la Universidad
de Chicago, donde conoció a la madre de Fukuyama. Francis creció
en Manhattan como hijo único, tuvo poco contacto con la cultura
japonesa y no aprendió japonés. Con todo, es un amante de la comida
japonesa.

Previamente a mudarse a la Universidad de Stanford como Oliver


Nomellini Senior Fellow en el Freeman Spogli Institute for International
Studies (FSI), residente en FSI's Center on Democracy, Development,
and the Rule of Law, Fukuyama enseñó en la Paul H. Nitze School of
Advanced International Studies (SAIS) de la Universidad Johns
Hopkins y en la Escuela de Políticas Pública de la Universidad de
George Mason. Asimismo, trabajó como miembro del Consejo
Presidencial sobre Bioética durante el período 2001-2004.

Francis Fukuyama recibió su título de grado en estudios Clásicos de


Universidad de Cornell, y su doctorado (Ph.D.) en Ciencias Políticas
de Harvard. Fue miembro del Departamento de Ciencias Políticas en
la Corporación RAND, y del equipo de Planeamiento Político del
Departamento de Estado, en Estados Unidos.

El Dr. Fukuyama es director del consejo editorial de The American


Interest, el cual ayudó a fundar en 2005. Asimismo es profesor titular
(senior fellow) en Johns Hopkins SAIS Foreign Policy Institute, y
profesor titular no residente (non-resident fellow) en el Carnegie
Endowment for International Peace y el Center for Global
Development. Ha sido declarado doctor honorífico por Connecticut
College, Doane College, Universidad de Doshisha (Japón), Universidad
de Kansai (Japón), Universidad de Aarhus (Dinamarca) y Pardee Rand
Graduate School.

Fukuyama es miembro del Consejo Ejecutivo de la Rand Corporation,


del Consejo Directivo de National Endowment for Democracy, y del
consejo asesor para Journal of Democracy, el Inter-American
Dialogue, y The New America Foundation. Es miembro de la American
Political Science Association (APSA), el Council on Foreign Relations,
y el Pacific Council for International Affairs. Está casado con Laura
Holmgren y tiene tres hijos.

El fin de la Historia y el último hombre

Fukuyama es conocido sobre todo por haber escrito el controvertido


libro El fin de la Historia y el último hombre (1992), en el que defiende
la teoría de que la historia humana como lucha entre ideologías ha
concluido, ha dado inicio a un mundo basado en la política y
economía de libre mercado que se ha impuesto a lo que el autor
denomina utopías tras el fin de la Guerra Fría.

Inspirándose en Hegel, idealista alemán, y en alguno de sus exégetas


del siglo XX, como Alexandre Kojève, afirma que el motor de la
historia es el deseo de reconocimiento, el thymos platónico, y que éste
se ha paralizado en la actualidad con lo que Fukuyama califica el
fracaso del régimen comunista, que demuestra que la única opción
viable es el liberalismo democrático, constituyendo así en el llamado
pensamiento único: las ideologías ya no son necesarias y han sido
sustituidas por la Economía. Estados Unidos sería así la única
realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases.
Pero esto no significa que ya no sucederán más cosas a través de la
historia: ésta va generalmente determinada por la ciencia, la cual no
ha encontrado todavía sus límites. En la actualidad sería el turno de
la biología, y los descubrimientos que se hagan en esta ciencia
determinarán el futuro.

Miembro fundador del proyecto para el nuevo siglo americano[editar]

Fukuyama fue el impulsor del llamado Proyecto para el Nuevo Siglo


Americano, expuesto durante la presidencia de Bill Clinton y
considerado como uno de los núcleos de pensamiento de los
neoconservadores, especialmente en política exterior. Fue uno de los
firmantes fundacionales junto con Cheney, Wolfowitz, Rumsfeld o
Lewis Scooter Libby, muchos de ellos de una importancia vital
durante el gobierno del presidente republicano George W. Bush.

En 1998, Fukuyama firmó, junto a algunos de los anteriores y a otros


como Robert Kagan, Richard Perle, William Kristol o John Bolton, una
carta al presidente demócrata Clinton a favor de una segunda guerra
contra Irak, que después fructificaría en la Segunda Guerra del Golfo
por parte del nuevo gobierno republicano.

En uno de sus últimos libros, La construcción del Estado. Hacia un


nuevo orden mundial en el siglo XXI (2004), describe cómo la mayoría
de los países se están adaptando a la democracia liberal,
fusionándola con algunas de las costumbres locales. Examina
algunas posibles fórmulas para que la evolución de esta nueva
política y economía no sea un fracaso. Defiende, pues, el
fortalecimiento de las instituciones estatales en los países pobres
como principal reto estratégico de las democracias en el siglo XXI.

Abandono de la corriente neoconservadora


Durante los años posteriores, se va mostrando más crítico con la
nueva política exterior y se va distanciando. En un reciente artículo
del periódico británico The Guardian, donde habla de su próximo libro
After the Neocons: America at the Crossroads ("Después de los
Neocons: América en una encrucijada"), se desmarca finalmente con
críticas muy duras a la corriente neocon: "Neoconservatism has
evolved into something I can no longer support" ("El
neoconservadurismo ha evolucionado en algo que ya no puedo
apoyar"). Su fuerte discrepancia radica en el unilateralismo que está
practicando la política estadounidense y en la acción política de
Oriente Medio.

En una entrevista de 2018 para New Statesman, cuando se le


preguntó sobre sus puntos de vista sobre el resurgimiento de la
política socialista en los Estados Unidos y el Reino Unido, respondió:

"Todo depende de lo que entiendas por socialismo. La propiedad de


los medios de producción, excepto en áreas donde se requiere
claramente, como los servicios públicos, no creo que eso vaya a
funcionar. Si te refieres a programas redistributivos que intentan
corregir este gran desequilibrio tanto en los ingresos como en la
riqueza que ha surgido entonces, sí, creo que no solo puede regresar,
sino que debería regresar. Este período extendido, que comenzó con
Reagan y Thatcher, en el que se estableció un cierto conjunto de ideas
sobre los beneficios de los mercados no regulados, en muchos
sentidos tuvo un efecto desastroso".

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