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EN EL DEPARTAMENTO
DEL CESAR:
CRÓNICAS BIOGRÁFICAS
Autoras
Claudia Mosquera Rosero-Labbé
Sandra Guerrero Barriga
Lucía Eufemia Meneses Lucumí
Con la colaboración de
Rosa Sheinekan Castillo Duarte,
Juanita Porras Sepúlveda
y Rolysbeth Manjarrez Ortiz
Autoras
Claudia Mosquera Rosero-Labbé
Sandra Guerrero Barriga
Lucía Eufemia Meneses Lucumí
Con la colaboración de
Rosa Sheinekan Castillo Duarte,
La Paz (Cesar), Juanita Porras Sepúlveda
2022
y Rolysbeth Manjarrez Ortiz
Personas emblemáticas en el Departamento del Cesar: Ficha de catalogación
crónicas biográficas
© 2022, Universidad Nacional de Colombia
Catalogación en la publicación
Sede de La Paz, Cesar
Universidad Nacional de Colombia
© Autores
Ángela Gabriela Quiroz Ricaurte ISBN (impresión bajo demanda): 1. Reportajes -- Crónicas periodísticas
Realizadora de cine y audiovisuales 978-958-505-005-1 -- La Paz (Cesar, Colombia) 2. Entrevistas en
Equipo fotográfico del proyecto etnología -- La Paz -- Cesar -- Colombia 3.
Prohibida la reproducción total o parcial por Capital social 4. Historias de vida -- Biografías
Rosa Sheinekan Castillo Duarte
cualquier medio sin la autorización escrita del -- La Paz -- Cesar -- Colombia 5. Laboratorios
Edición y postproducción educativos regionales – Investigaciones -- La Paz
titular de los derechos patrimoniales.
de los videos biográficos -- Cesar -- Colombia. I. Mosquera Rosero-Labbé,
Impreso y hecho en Bogotá D. C., Colombia. Claudia., II. Guerrero Barriga, III. Meneses
Lucumí, Lucia Eufemia, IV. Ana Lucía Barrera
Este libro es de distribución gratuita y está González, profesional de apoyo, V. César Alegría
prohibida su comercialización. Vallejo (Antropólogo visual), retratos. VI.
Ángela Gabriela Quiroz, Realizadora de cine y
audiovisuales Equipo fotográfico del proyecto,
VII. Rosa Sheinekan Castillo Duarte, Edición y
postproducción de los videos biográficos.
CDD-23 331.086016
La Paz (Cesar),
2022
TABLA DE CONTENIDO
Elvis Montero
HACEDORES DE LO PÚBLICO 137
Encauzar trayectorias de vida con las danzas
folclóricas caribeñas 69 Alba Luz Luque
Cuidadora del bosque y de la salud pública 139
Eugenio Arce Mejía
Juegos de cultura en Curumaní 77 Beatriz Elena Mejía Vizcaíno
Pintar el Cesar con el arcoíris de la diversidad 149
Eder Noriega RECIBIDORES DE LEGADOS FAMILIARES 263
Grafía ciudadana en La Paz 155
Ananin Florez Carrillo
Jorge Eliécer Pianeta Cuando el alma huele a café 265
Un colono santandereano caficultor en Pueblo Bello 163
Ovidio Granados
Linis Poleth Zuleta Rojas El cirujano de los acordeones 271
Sororidad y lucha feminista 169
Kenedy Plata
Rodolfo Quintero Romero ‘Por mis venas corre sangre cafetera’ 279
Una vida al servicio del cambio sociocultural en Valledupar 175
Enna Linares Duarte
Sara Beatriz Díaz Romero La nieta que hila sueños con los tejidos de la abuela 283
La innovadora pedagógica en el aula 181
María Josefa Ramos Gómez
Simón Martínez Ubarnez Manos que tejen futuro 289
Gestor de la educación en el Cesar 189
Rosendo Chica
Vicente Baños Galvis El campo con aroma a empresa 295
Regionalizar la UPC y otros valiosos logros 197
CULTORES DE LAS LETRAS 303
RAÍCES ANCESTRALES 205
William Jiménez
Dabinson Restrepo Fernández Inspirar versos cesarenses 305
Las resistencias del pueblo Yukpa 207
José Agustín Ramírez Suárez
Arodis Arias, Andrés Araújo y Enosh Arias Florecer con versos a Chimichagua 313
con El Mochilón de la Sierra
Martha Lucía Navarro Bentham
Comunicar la cosmovisión kankuama 213
Amar la poesía y la enseñanza 319
Leandro Carrillo
Andrés Camacho García
El milagro de sanar con plantas 219
Oda histórica a Curumaní 329
Leonor Zalabata
Carlos César Silva Araújo
Encarnar la lucha por la dignidad y autonomía arhuaca 225
Una pluma promisoria para el derecho
Miguel Ángel Robles Torres y la literatura 335
Cultivar café en conexión con la madre tierra 233
Efraín Gutiérrez
Olinda Maestre Arias Una vida como abogado y escritor 343
La construcción de un liderazgo femenino kankuamo 239
Jahel Peralta
Souldes Enrique Maestre Montero Al son de la literatura caribeña 349
Entre libros, repisas y trabajo comunitario 247
Luis Alberto Murgas Guerra
Yonder Francisco Mindiola Martínez El arte de escribir y ante todo leer 355
Cuidador del legado ceremonial del chicote 255
Oswaldo Aguilar Mejía Francisco Javier Rodríguez
El profesor escritor de La Jagua de Ibirico 361 Entre colmenas, polen y miel 461
Pedro Facundo Olivella Solano Emilce María Pérez Mier
Entre sentencias, poemas y culturas 367 La taruya y sus múltiples vidas en la Fundación Manatí 467
Hermes Murgas
VIVIR EL ARTE 375 Soñar un eje cafetero turístico en la Serranía
Amado Villafañe Chaparro del Perijá 475
Luces, cámara y cosmovisión indígena 377 Johenny Dangond
Benjamín Eduardo Guzmán Maestre La mujer innovadora del cacao manaurero 483
Un amor por la música clásica 383 Jorge Luis Ramírez Reyes
Camilo Ochoa Familia que trabaja unida, permanece unida 489
Artes escénicas con sentido social 389 Gustavo Valderrama Rojas
Carlos Alberto Gutiérrez La tradición local en el vino de corozo 495
Convertir muros en lienzo 397 Luz Mery Torres
Deiler Díaz Arzuaga Chocolate artesanal con valor agregado 501
Hablar con el cuerpo desde el teatro en Valledupar 403 María Victoria Saade
José Gómez Maestre Potenciar sistemas agroforestales y ganadería sostenible 505
Cuando la música narra y las letras suenan 411 Mamo Luis Guillermo Izquierdo Torres
Manuel Andrés Sierra Márquez Liderazgo panelero, ambiental y espiritual 513
La voz de ‘Manito Johnson’ 421 Orlidia Jiménez Chico
Hernán Iguarán Crear aromas y sensaciones en la piel
Pinceladas vividas 427 desde la memoria afro 521
Marcela Martínez
HACEDORES DEL BIEN COMÚN 537
Congelar el tiempo en una foto 445
Adela Otárola
EMPRENDER UN SUEÑO 451 Cuidadora de la salud comunitaria 539
La Guajira
Atlántico
Magdalena
Cesar
Sucre
Casanare
Chocó Boyacá
Caldas
Risaralda Cundinamarca Vichada
Quindío
Bogotá D.C.
Huila Guainía
Cauca
Guaviare
Nariño
Amazonas
INTRODUCCIÓN
EL CAPITAL SOCIAL Y
COMUNITARIO CESARENSE
E
ste libro es el resultado de muchos viajes, de encuentros intencionados, de entrevis-
tas biográficas y de varios diálogos pausados que tuvieron lugar a lo largo y ancho
de las complejas y fascinantes geografías humanas, físicas, ambientales y culturales
que conforman el poco conocido y en ocasiones estereotipado Departamento del
Cesar. Este trabajo de terreno lo realizamos entre marzo y diciembre del año 2021.
Las personas que usted encontrará en este libro son consideradas por otras perso-
nas como inspiradoras, ejemplos de vida y de persistencia, y por ello aparecen aquí.
Algunas llegaron al departamento a muy corta edad y echaron aquí hondas raíces
identitarias; otras nacieron aquí, pero sus padres y madres arribaron hace más de
medio siglo en calidad de desplazados durante el periodo conocido en Colombia
como La Violencia, provenientes de los departamentos de Magdalena, Bolívar, Toli-
ma, Antioquia, Norte de Santander y Santander, principalmente. Muchas nacieron en
el Magdalena Grande y en el año de 1967 despertaron siendo cesarenses, mientras
que otras tantas nacieron en el nuevo departamento fundado en 1967, pero sus
madres y padres eran originarios del sur de La Guajira, que con el norte del Cesar
conforman un área cultural común.
Las semblanzas de estas personas son la historia de la demografía departa-
mental, de las migraciones, de los vínculos culturales con los otros departamentos
caribeños y con los departamentos circunvecinos; son evidencia de la pujanza y la
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
influencia de las personas que construyen sociedad desde abajo, todos los días y
en los espacios adonde no llegan los grandes reflectores mediáticos tampoco el
lado bondadoso del Estado. Por ello propiciamos estos encuentros, pues sus vidas
y trasegares nos hablan de un departamento vibrante, y lo es, porque sus habitantes
realizan pequeñas gestas que se vuelven grandiosas cuando impactan de manera po-
sitiva el entorno, el barrio, el municipio, el corregimiento, la vereda en la que viven.
Descubrir sus vidas por medio de estas semblanzas es una buena forma de conocer
desde otros ángulos a la sociedad cesarense contemporánea.
Este libro que hoy les presentamos consta de 18 capítulos en los que se
agrupan, por ejes temáticos, 118 semblanzas. El primer capítulo lo denominamos
“Aguzadoras del paladar” y en él encontramos a mujeres cesarenses que deleitan el
paladar con la gastronomía. Mientras otros duermen, ellas inician el arte de cocinar
en los albores de la madrugada; sus manos ágiles mezclan ingredientes, mientras
sus ojos vislumbran la autonomía económica que aseguran. Estas semblanzas tienen
en común una receta única, un horno de barro, un tinto y el toque secreto de amor y
alegría, la sazón, el punto que solo ellas tienen. Almojábanas, amasijos y otras deli-
cias son parte de este capítulo, sobre una actividad que demuestra el arduo trabajo
de la mujer cesarense.
En “Sembradores de cultura”, el segundo capítulo, agrupamos a aquellos líde-
res y lideresas que están convencidos de que la cultura es fundamental en sus comu-
nidades y que trabajan por su rescate y promoción. Velan por las danzas folclóricas
caribeñas, la música, el teatro, los juegos tradicionales y todo tipo de expresiones
artísticas que son patrimonio cultural local y ancestral. Estas mujeres y hombres han
dedicado su vida a sembrar cultura en sus pueblos y, como resultado, han cosechado
la alegría de acercar a nuevas generaciones y encauzar sus proyectos de vida, así que
su gestión, por supuesto, también es social.
El tercer capítulo lo titulamos “Al servicio de las naturalezas” y en él se agru-
pan un conjunto de semblanzas de personas que agencian el deseo de cuidar el
[ 14 ]
INTRODUCCIÓN
[ 15 ]
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 16 ]
INTRODUCCIÓN
[ 17 ]
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 18 ]
INTRODUCCIÓN
diversidad de flora y fauna, al tiempo que acompañan trayectorias vitales que na-
rran la vida familiar y comunitaria de décadas pasadas y que son reflejo de cambios
y transformaciones. Estas oralituras territoriales son la esencia viva de la memoria
que se niega a desaparecer y se recoge en estas páginas.
De esta manera, cada persona entrevistada en esta obra es entrañable y la
sumatoria de todas estas vidas hace parte del capital social que posee el Departa-
mento del Cesar.
Agradezco a la profesional de apoyo Ana Lucía Barrera González su compro-
miso con el Laboratorio de Paz Territorial el cual se expresó en el impecable apo-
yo administrativo y la organización rigurosa del trabajo de campo en un escenario
institucional en desarrollo y en medio de la pandemia del Covid-19, al antropólogo
visual César Alegría Vallejo y a Ángela Gabriela Quiroz, realizadora de cine y audio-
visuales, por el extraordinario profesionalismo en la toma de las fotografías de cada
persona aquí presente. A mi esposo Michel Maurice Gabriel Labbé, porque con él
he aprendido a sentir la vida de los demás de manera genuina por medio del arte
de entrevistar. Deseo reconocer a Jorge Luis Montes Mejía y a Carlos Alberto Torres
Ramírez por la impecable conducción a lugares de difícil acceso en las complejas
geografías del Cesar; a la coordinadora de operaciones Yorleny Carreño Vera de la
empresa Transcar.
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Organizaciones de la Sociedad Civil en el Cesar:
[ 20 ] visiones de futuro sobre el territorio
AGUZADORAS
DEL PALADAR
Organizaciones de la Sociedad Civil en el Cesar:
[ 22 ] visiones de futuro sobre el territorio
S
on las dos de la mañana en el municipio de San Diego, al norte del Cesar, y Ana María
González ya se levantó para comenzar a amasar los bollos de mazorca que deleitarán
a muchas personas, no solo de este departamento, sino de otras regiones del país.
Son entre 300 y 400 bollos que prepara cada día desde hace quince años, cuando
montó su microempresa familiar.
El punto de la masa, el sabor preciso y delicioso del bollo se lo da ella. Hace
magia con la masa, después de que su esposo “repilla” el maíz, que el día anterior
ha quedado pelado. Entonces se muele y ella entra en acción: en una ponchera
comienza a amasar, con un toque de sal y otro de azúcar. No puede quedar ni muy
salada ni muy dulce. Dice que así es como les gusta a los clientes. “Cuando la masa
está algo dura, se le echa un poco de agua caliente para ponerla suavecita”, expli-
ca, mientras recuerda que antes a los bollos no había necesidad de echarle azúcar,
porque traían ese dulcecito natural. “Ahora son desabridos, porque son esos que
llaman híbridos”, dice Ana.
Luego de que las manos de Ana dejan la masa lista, viene el cocimiento, que
dura como una hora y media. Hacia las seis de la mañana sale la primera tanda de
bollos, que se entrega a los vendedores, varios de los cuales los llevan a Valledupar,
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
a La Guajira y otras ciudades del Caribe, donde son apetecidos. No hay que olvidar-
se de la hoja que envuelve el bollo. Esta debe ser fresca y la segunda que se abre,
después de que se pela la mazorca. Esta es la más tierna, la más fresca y le da un
buen sabor al bollo, apunta Ana. La que sobra se regala para que coma el ganado.
Tampoco se guardan, porque se ponen feas y no sirven.
Dice que antes se ponían a secar para envolver bollo limpio, pero ahora tam-
bién se usan frescas para este tipo de bollo. Diariamente, Ana María usa entre seis o
siete bultos de maíz que vienen de Ocaña, Manaure, San José o Medialuna. Los com-
pra cada dos o tres días, a veces de contado y otras a crédito. Son proveedores fijos
los que la abastecen de su materia prima: el maíz. Con ella también trabajan una de
sus hijas y un vecino, los encargados de envolver los bollos, amarrarlos y cocinarlos.
Esta mujer, madre de cinco hijos, asegura que aprendió a hacer bollos con
solo ver cómo los hacía la señora María Contreras, con quien trabajó varios años.
Ella vendía sus bollos, tenía unos 28 años y salía todos los días con un cochecito
adaptado para meter allí el producto. Un día se convenció de que ella también sería
capaz de hacer los bollos y lo intentó. Desde entonces es conocida en toda la región
como una de las mejores. Los primeros bollos que hizo los comenzó a vender en un
parque, al lado de una señora que vendía arepas de queso. Allí llegaba mucha gente
y vendía muchos bollos, pero para Ana María no era suficiente y tuvo una idea que
resultó genial. Se puso a la orilla de la carretera con una mesita. “Fui la primera
golondrina allí”, dice recordando esa época.
Luego llegaron más vendedores y ella, junto a sus hijos, decidió que debía
identificar los suyos, darles una identidad, para que la gente supiera cuáles eran los
bollos que estaban comiéndose. Se mandó a hacer unos suéteres con el distintivo
“Los Bollos de Ana” y las ventas se dispararon. Ahora se dedica más a hacer los bo-
llos y algunas tardes va a ese mismo lugar donde comenzó a venderlos, si le quedan,
porque la mayoría se los compran los vendedores y son encargados por algunos de
sus clientes. A veces se lleva algunas libras de queso para vender picado con bollo.
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Ana María González Guerra
Después de que termina de hacer los bollos, hacia las tres o cuatro de la tar-
de, se va a la vía a venderlos. Afirma que termina cansada, pero que hacer bollos la
relaja. Amasar, envolver y luego ir a venderlos es toda su vida. “El día que no hago
bollos, amanezco con las dolencias. Cuando estoy vendiendo o amasando, no me da
nada”. Antes se iba hasta Valledupar, no solo con bollos de mazorca, sino con bollos
de yuca, limpios, pasteles, almojábanas, cachapas o arepitas de maíz, suero, chicha,
entre otras cosas. Todo lo llevaba en un coche para bebé y recorría varios barrios,
donde ya la conocían y la esperaban. Eran unos 200 bollos diarios los que vendía en
esa época. Regresaba a San Diego sin nada, más encargos y el producto de la venta.
Ahora también hace de vez en cuando bollo limpio, cuando se los encargan, o
bollos de maduro, bollo de yuca y arepas. Es una experta exponente de la culinaria
tradicional de la zona. El bollo de maduro lo hace esporádicamente, ya que debe
conseguir la hoja de bijao y llevarlos donde un señor amigo que tiene un horno de
barro tradicional de leña. Allí se asan los bollos con el vapor que queda después de
que se apagan las brasas. Su fuerte es el bollo de mazorca, porque puede comerse
en el desayuno, en el almuerzo, como pasaboca y en la cena. A cualquier hora del
día es bueno y por eso no hay horario para comprarlo. “Los bollos míos los buscan a
toda hora, vienen los carros, la gente a cualquier hora y preguntan es por la señora
Ana. Me dicen que el día que no consiguen les hace falta”, manifiesta orgullosa.
Ana María expresa agradecimiento con la vida, porque dice que con la venta
de bollos ha logrado sostener a su familia y educar a sus hijos. El mayor ya es abo-
gado, otra estudió Salud Ocupacional y la otra es enfermera. Los dos menores están
en secundaria. También construyó su casa con la ayuda de un subsidio. Primero
tenía solo dos cuartos y poco a poco la fue arreglando a su gusto. “Esto ha sido una
bendición para mi familia”. Para Ana María, esto es el progreso: ver el fruto de su
trabajo consolidado en sus hijos, en sus bienes y en la alegría que le da estar al lado
de su familia, sin afanes y sin grandes preocupaciones. Su mayor anhelo es que la
microempresa no se acabe, aunque ella ya no esté. Dice que su hija ya aprendió a
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Ana María González Guerra
darles el punto a los bollos y que eso es suficiente para mantener viva la tradición
de los bollos de mazorca en su familia.
Siempre deseó que la niñez de sus hijos no fuera como la de ella y lo logró.
Los ha cuidado, amado y educado con mucho amor y dedicación. Ana María fue una
niña trabajadora desde muy pequeña y cuando rememora esa época se nota algo de
tristeza en su rostro. A los ocho años ya estaba vendiendo yuca en la calle, en una
ponchera que ponía en su pequeña cabeza, casi sin poderla sostener. Su padre había
dejado a su mamá y le tocaba ayudarla. “Pasé mucho trabajo”, asegura. Cuando su
papá vivía, era jornalero y quemaba carbón. Eso también tenía que ir a proponerlo
de casa en casa o en los restaurantes donde hacían arepas o asaban carne y luego ir
a llevarlo para venderlo. Si le pedían dos o tres sacos, Ana María los llevaba. Fueron
tiempos muy duros. Cuando llegó a la edad de 10 años, se la llevó una señora del
sector de Medialuna con la promesa de que le iba a dar estudios y todo lo que ne-
cesitara. Todo lo contrario, Ana María solo recibió órdenes, malos tratos y muchos
oficios, demasiados para su corta edad. No le quedaba tiempo para estudiar y la
levantaban temprano a hacer los quehaceres, por lo que cuando llegaba al colegio
ya habían cerrado el portón por donde ingresaban los estudiantes. Tenía que barrer,
cocinar, lavar la ropa de toda la familia, con la advertencia de que, si no lo hacía, le
quitaban lo que le habían dado, que tampoco era mucho, quizás un par de zapatos
o algún vestido. “Yo decía que algún día tendré lo que hoy no tengo”, recuerda Ana
María, más tranquila, por el momento feliz que vive actualmente. Lo que deseaba
en aquel entonces lo tiene ahora: su ropa, sus zapatos, su casa, una bella familia y,
más que todo, mucho afecto.
En esa casa se sentía atrapada. Por eso, a una edad muy joven, a los 14 años,
conoció a su esposo y se casó. Sentía que no había otra salida a la situación. El tra-
bajo no terminó, pues se fueron a una finca y ahí también le tocaba muy duro. Debía
hacer comida para todos los trabajadores y jornaleros que recogían algodón. Eran
unas 20 o 25 personas las que debía atender, y terminaba los días muy cansada. Esta
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
situación duró hasta que Ana María tomó una trascendental decisión. Ella no quería
que sus hijos, tres que tenía en el momento, se criaran sin estudiar, ni que tuvieran
que casarse temprano, como lo hizo ella. Así que se fue para el casco urbano de San
Diego. “Lo que yo fui, mis hijos no lo iban a vivir; yo sufrí mucho y no quería que ellos
también sufrieran”, expresa con determinación. En el pueblo se puso a trabajar como
empleada doméstica, sus hijos entraron al colegio y comenzó prácticamente una
vida nueva. Luego vinieron sus otros dos hijos. Fueron inesperados, pero igualmente
amados. “Yo decía que no iba a parir más y el médico me dijo que no me cuidara,
porque no me venía la menstruación, pero, cuando vine a ver, salí embarazada”.
Nació la niña menor y luego vino el quinto, con el que no sintió nada. Se dio cuenta
de que se hallaba en estado a los tres meses.
Es feliz con sus hijos, con lo que ha logrado, y su mayor alegría es que su
producción se venda todos los días. Eso la hace sentir muy satisfecha y orgullosa.
También que sus hijos estén sanos y ella tampoco tenga graves problemas de salud
y pueda seguir haciendo muchos bollos durante un largo tiempo. Su satisfacción
también es por el gran aporte que hace con su trabajo a la gastronomía y la cultura
locales. La producción de Los Bollos de Ana siempre es resaltada cuando hay festi-
vales, ferias o eventos. Ana María es reconocida por su sazón y eso la hace también
muy feliz. Quienes llegan a San Diego de otras partes del país también admiran
y disfrutan de sus bollos. Todo esto es felicidad para Ana, quien ya no tiene que
caminar las calles de Valledupar con un cochecito para vender los bollos, ni llevar
carbón en su cabeza, tampoco cocinar para otros, ni mucho menos mendigar amor.
Ana ya lo tiene todo.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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NUBIA OJEDA
LA REINA DE LA PANOCHA
EN EL CONTENTO
D
esde los diez años de edad, Nubia Ojeda está elaborando panochas, queques y biz-
cochuelos con recetas originales y aprendidas de su madre, Lorenza Lleras, a quien
se las enseñó también su mamá. Ella vive en El Contento, vereda del municipio
de Gamarra, Departamento del Cesar, un lugar que considera tranquilo, seguro y
bastante sano. Allí nació hace 52 años, cuando este territorio pertenecía al Depar-
tamento del Magdalena, hasta que conformó el Cesar cuando ella tenía unos 15
años. “No me acuerdo muy bien cómo fue ese cambio, porque yo estaba bastante
joven, pero sí sé que antes se vivía mejor por acá, a pesar de que no había luz, pero
sí mucho pescado y alimentos: la gente no pasaba hambre”, relata Nubia, y agrega
que había abundancia, porque en las fincas se cultivaba bastante, pero los dueños
de esos terrenos se fueron envejeciendo y murieron, por lo que pasaron a manos de
sus hijos, quienes, en su mayoría, no se interesaron por el trabajo del campo. “Todo
era barato, se hacía un mercado bueno con poca plata. Ahora todo se va en dos libras
de arroz y aceite, no alcanza para nada”. En una de esas tierras vivía su abuelo, un
ganadero conservador que vivió la violencia política con los liberales y, cuando había
enfrentamientos, prestaba su finca como refugio de los atacantes, según le relataron
familiares que vivieron en esa época.
La vereda El Contento está en medio de un río y una ciénaga, por eso el pesca-
do no puede faltar en la mesa de Nubia, aunque ella reconoce que antes se pescaba
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
mucho más y que poco a poco ha ido mermando la pesca por cuenta de fenómenos
naturales como inundaciones y crecientes súbitas. “Estamos bien: rodeados de agua,
y aunque a veces hemos sufrido con las inundaciones, hemos podido salir adelante.
Por ejemplo, en el 2010 todo esto se hundió y tuvimos que alzar nuestras cosas e
irnos a vivir como dos meses a La Muralla, para poder resguardarnos. Pero ahora
estamos bien: de aquí podemos salir a Gamarra, a Bodega, a Mosquito, en chalupa,
en moto o en carro”.
Nubia estudió hasta tercero de primaria y se casó a los 14 años de edad. Tuvo
cuatro hijas, una de las cuales la ayuda a preparar los productos todos los días desde
muy temprano en la mañana. “Los ingredientes que utilizo son los mismos que para
el pan: azúcar, harina, mantequilla, huevo y queso. Se hacen las bolas y se arma la
panocha. Para el queque se usa queso, coco, panela, huevo, bicarbonato y anís en
grano, y para el bizcochuelo, queso, mantequilla y azúcar”, nos explica Nubia.
Desde que le enseñó su mamá a hacerlas, no le ha cambiado nada, porque
dice que así le gustan a la gente y quedan mucho más sabrosas que otras que se
elaboran en diferentes regiones del Caribe, donde “quedan como duras”. Esa misma
receta es la que aprendieron otras cinco mujeres que elaboran los productos en El
Contento. “Cuando eran pela´s [adolescentes] iban a la casa para que mi mamá les
enseñara. Eso era cuando vivíamos a la orilla del río, y ahí aprendimos cómo se ha-
cían”. Agrega que la panocha contentera se ha caracterizado por ser suave y mucho
más sabrosa que otras y por eso son muchas las personas que llegan hasta la vereda
a comprarlas. Las panochas, los queques y los bizcochuelos los cocina en un horno
artesanal que tiene en el patio de su casa y fue construido por uno de sus hermanos
y uno de sus nietos. “Ya se han construido como cuatro hornos de estos, porque se
deterioran y se caen, pero a mí no me gusta cocinar con gas, porque no sale el mismo
sabor en los productos; con leña quedan mucho más ricos”, sentencia.
Todos los días trabaja, menos los domingos, que es cuando descansa, aunque
a veces le toca, por los pedidos que le hacen desde Gamarra y Aguachica, donde
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Nubia Ojeda
tiene varias proveedoras, que se llevan entre 50 y 100 panochas y queques aproxi-
madamente. “Las que quedan se venden aquí a gente que pasa en moto o en carro y
saben que aquí hay; entonces vienen a buscarlas. Siempre tenemos nuestros clientes
fijos y otros esporádicos. Aunque ahora es posible que les baje un poco el tamaño,
porque todos los productos que se usan para su elaboración han subido de precio
y casi no es rentable”.
Nubia asegura que con la venta de las panochas, los queques y los bizcochue-
los ha podido sostenerse y aportar a los gastos del hogar, mientras que sus hijas se
fueron para Santa Marta y allá trabajaron y se pagaron sus estudios. “Una de ellas
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 36 ]
ANA FELICIA
NARVÁEZ PÉREZ
LA ‘CHERCHA’ DE EL PASO
L
a alegría es su característica principal y una carretilla, su inseparable compañera.
Ella es Ana Felicia Narváez Pérez, quien alegra las calles del municipio de El Paso,
Cesar, cuando vende la mazorca, el bollo de mazorca y el pescado. Le dicen que es
“la plebe”, pero a todos les encanta la manera cómo Ana se las ha ingeniado para
atraer a sus clientes y vender todo al final de cada día. “Cuando salgo en la carretilla
voy con alegría. No me gusta andar aburrida y voy cantando”. Su canto no es común,
sino picante y jocoso, algo que llama la atención de todo el que la ve por las calles
de la población.
Canta Ana y finaliza con una risotada, esa con la cual conquista a los compra-
dores. “A veces voy callada y me preguntan qué llevo, para que les cante y les diga
las plebedades. Jajajajá”. Reconoce que son groserías, pero asegura que es lo que le
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
gusta a la gente y por eso mismo le piden que las cante, solo para divertirse con las
curiosas coplas de Ana.
Llevo el coroncoro para el caldito, para que se le pare más rápido el gallito.
Llevo la mojarra lora, para coger fuerza en las bolas.
Llevo la yuca, la harinosa que le rompió el culo y que se lo cosa.
Llevo el bollo de mazorca caliente para las viejas que no tienen diente.
Llevo caliente el bollo, para coger fuerza en el hoyo.
Llevo la mazorca cocía, para meterla de noche y sacarla de día.
Cuando la ven pasar, la llaman, la sientan para conversar con ella y se con-
tagian con su alegría. “A mí me dicen que no hay un día que amanezca de mal hu-
mor; siempre estoy contenta y positiva”, manifiesta Ana. Además, estar en la calle
vendiendo es su estado natural. Le gusta caminar con la carretilla llena de pescado,
yuca y bollos. Por eso cuando no tiene productos o no le llega pescado y no puede
salir a vender, le cambia el ánimo, se siente mal y busca algo que hacer. “Es la única
manera en que me sienta mal, pero se me pasa haciendo algún oficio en la casa,
porque lo que me gusta es salir a la calle a vender”. Dice que necesita la calle para
relajarse y estar contenta, pero cuando se queda en su casa no se puede quedar
sentada mucho tiempo, algo tiene que hacer, y agrega: “me da cosquilla en los pies.
Cuando almuerzo, me reposo una media hora y me levanto de una a hacer oficios”.
Sus hijas piensan en el día que, por alguna razón, no pueda salir o se lo prohíban por
cualquier condición médica y dicen que ese día sufrirá mucho.
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Ana Felicia Narváez Pérez
Ana explica que lleva 35 años vendiendo. Primero cargaba una ponchera en la
cabeza, pero su esposo le mandó a hacer la carretilla, de la que no se separa nunca.
Ahí lleva el bagre, la doncella, el coroncoro, el bocachico, la mojarra y el comelón.
A cada uno de esos pescados le saca su copla picaresca.
Así es como vende Ana, y dice que regresa a su casa sin nada, porque todo
se lo compran. Claro que tiene sus clientes, a quienes les fía y le pagan quincenal o
mensualmente. Cuando va por las calles de esta linda población del Cesar, la detie-
nen los taxistas o conductores para que les cante y reírse de sus ocurrencias. Incluso
otras vendedoras también disfrutan los cantos de Ana. Ella les dice que hay que
gozar la vida, que coman bien, que se echen un “polvo” y se tomen sus cervecitas,
porque cuando se mueran no se van a llevar nada.
Diariamente se gasta cinco o seis sacos de mazorcas que se las traen de San
Alberto y vende entre 120 y 200 bollos de mazorca y 40 mazorcas cocidas. Las
prefiere de ese municipio, porque son de mejor calidad. “El maíz viene grande y
parejo o, como dicen, ‘engranadito’; en cambio, otras vienen muy peladas o con
granos pequeños y la gente me reclama”. El pescado dice que viene de El Banco,
Magdalena, porque es más grande que el que se encuentra en otros lugares y así lo
prefieren los clientes.
Ella se levanta muy temprano para hacer los bollos, cocinar las mazorcas y
preparar todo para salir. Afirma que su esposo le ayuda bastante en la preparación,
en el aseo o lavando los chismes. Son como un equipo, pero a Ana nunca le ha gus-
tado depender de él. “Siempre me ha gustado trabajar; eso me enseñó mi mamá:
a hacer los bollos y a ser independiente”. Claro que su compañero, en el mes de
diciembre, siempre se va a una pequeña finca que tienen, a sembrar patilla, la cual
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Ana Felicia Narváez Pérez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 42 ]
A
sus 64 años, Dormelina Zambrano Martínez es la reina de las galletas, las almojá-
banas y las panochas, consideradas por muchos como las mejores de toda la región.
Estos deliciosos bizcochos los encontramos en la vereda Villa Alexandra, municipio
de Astrea, Cesar. Allí tiene su negocio esta mujer de manos talentosas, quien llegó
a esta región proveniente de El Banco, Magdalena, donde nació un 17 de junio de
1957. Ella no sabe por qué muchas personas le dicen que sus productos son los
mejores que han probado, pero sí tiene claro que los hace con mucha dedicación y
amor. Antes de explicar cómo los prepara, recuerda cuando llegó a estas tierras junto
a su esposo, inicialmente a invadir unos terrenos buscando una mejor vida para su
familia. “Por aquí había puras montañas, había mucha selva, árboles grandes, y mi
esposo se dedicó con otros compañeros a trabajar para ubicarnos”, asegura Dorme-
lina, quien en esa época, hace unos 40 años, ya tenía sus cinco hijos.
Su suegro tenía una finca en Sabana del Paso y muchos se ubicaron allá, otros
en unas tierras que eran de un señor que vivía en Barranquilla. Alguien lideró la inva-
sión y comenzaron a construir sus ranchos, en total 18 personas, de las cuales dos
eran mujeres. Sin embargo, al mes de estar allí, llegaron las autoridades y los des-
alojaron, destruyeron los ranchitos y otros los quemaron, incluyendo el que había
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
construido el esposo de Dormelina, que estaba entre los invasores. Cuenta que se
tuvo que ir a vivir adonde un compañero y se puso a sembrar maíz y yuca, pero el
grupo seguía con la idea de volver a meterse en las tierras y así lo hicieron.
Nuevamente los denunciaron y les tumbaron las casas improvisadas que ha-
bían instalado allí. “Eso fue muy duro, porque fuimos atropellados por el dueño de
los terrenos y, además, algunos fueron detenidos, hombres y mujeres”. Finalmente,
comenzaron conversaciones con el propietario de las tierras, a través de uno de sus
hijos, y acudieron al entonces Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora)
para solucionar la problemática. Allí les informaron que no podían hacer nada, por-
que el señor debía varios millones en impuestos, por lo que no se podía negociar.
Entonces se quedaron y no los volvieron a molestar.
Algún tiempo después, cuando ya existía el Instituto Colombiano de Desarro-
llo Rural (Incoder), llegó un hermano del dueño y les informó que podían tramitar
sus papeles de propiedad para legalizar los predios. “Eso fue hace unos seis o siete
años y desde entonces muchos han sacado sus títulos, aunque nosotros no los tene-
mos, porque no hemos tenido recursos para pagar un abogado”. Actualmente siguen
allí en un terreno que mide unas 18 hectáreas y donde, además de dedicarse a la
panadería, también tienen sembrados de plátano y de caña y crían algunos animales
que les han encomendado.
Cuando ya lograron estabilizarse, Dormelina empezó a preparar cocadas,
confites y pasteles. De eso vivían y de lo que pudiera hacer su esposo trabajando en
algunas fincas. Desde que era pequeña sabía hacer esas delicias. “Le aprendí a mi
mamá y a mi abuela. Me sentaba al lado y me ponía hacer lo mismo que ellas hacían.
A veces se me quemaban las cosas, me pasaba de panela, hasta que logré el punto
de cada cosa”. Después pasó a las galletas, las almojábanas y las panochas. Hacía
pocas y las sacaba hasta el municipio de Arjona a venderlas.
Así estuvo hasta que llegó el día de su suerte. “Una vez estaba parada espe-
rando al carro lechero para que me llevara y paró una camioneta de un señor llamado
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Dormelina Zambrano
Jorge y me preguntó qué llevaba para vender y le di a probar. Me dijo que eso estaba
muy sabroso y cuando vine a ver paró un taxi y otro carro más y así fui vendiendo
todo ahí en ese lugar”, explica con entusiasmo. Le dio gracias a Dios, porque ase-
gura que fue él quien le mostró el lugar donde debía ubicarse para que su negocio
tuviera éxito. Y poco a poco fue aumentando la producción: pasó de usar tres libras
de harina de trigo hasta llegar a unas diez.
Eso que le gustó tanto a aquel señor Dormelina lo sigue preparando y cada
vez son más las personas que se vuelven seguidoras de sus almojábanas, sus pano-
chas y sus galletas. “Hay personas que me piden las recetas y yo se las doy, pero
no les quedan igual. Incluso una muchacha vino hasta aquí y trajo todo para que
le dijera cómo es, pero tampoco les quedaron iguales”. Dormelina ha conquistado
muchos clientes, que van constantemente a comprarle y muchas veces a hacerle
pedidos grandes, hasta de $70.000 pesos en productos. Las temporadas más pro-
ductivas son las de diciembre, en las que ha llegado a hacer una arroba de maíz. Las
personas las solicitan para las festividades de ese mes. Ya son 25 años los que lleva
al frente de su negocio, con el cual ha sostenido a su familia, ha dado estudios a sus
hijos y sigue apoyándolos.
Dormelina sabe que el toque especial de los productos se lo dan sus manos,
pero también afirma que no se le deben negar ingredientes, y es por eso que mucha
gente prefiere lo que ella prepara. Explica que para hacer las galletas usa azúcar,
leche, cuajada, queso, soda, mantequilla y anís en grano. El cortado –especie de un
pudín o torta– lleva leche, cuajada, requesón, mantequilla, soda y anís en grano,
mientras que la panocha se saca de la galleta y la almojábana se hace con el maíz
molido: “El maíz se muele dos veces con buen queso; antes era con panela y ahora
es con azúcar. También lleva soda”. El maíz lo deja de dos a tres días en agua, luego
lo muele para sacarle la harina y lo vuelve a moler. Cuando está en remojo, le va
cambiando el agua constantemente, para que no coja mal olor. Cada uno de los in-
gredientes los compra en buenas cantidades, para que le duren. Por ejemplo, el anís
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Dormelina Zambrano
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JUDITH GONZÁLEZ
O ‘LULE’
EL SAZÓN CRIOLLO QUE
ENCANTÓ A SAN DIEGO Y OTRAS
TIERRAS
J
udith González es de origen guajiro, pero desde muy pequeña vive en el municipio
de San Diego, Cesar, donde casi nadie sabe que se llama así, ya que la conocen como
“Lule”, el mismo nombre que tiene su restaurante. Es un negocio exitoso, donde
ofrece la comida tradicional que tanto les gusta a sus clientes, con una sazón muy
especial, única y apetecida por muchas personas. Lo tiene hace quince años, des-
pués de haber cerrado la tienda que atendió durante 34 años. “Uno de mis hijos se
enfermó y en su honor puse el restaurante. Él me decía que todo me quedaba rico,
que hasta una tajada me quedaba rica”. Inicialmente hacía arepas, empanadas y
pasteles, pero cada día tenía que aumentar la producción, porque todo se vendía y
no le quedaba nada. Entonces se decidió a poner las mesas y a vender comidas. “Aquí
vendo de todo, no hay ‘hueso’”, afirma entre risas, convencida de que su comida es
deliciosa y por eso el restaurante es próspero. Se levanta muy temprano a las cinco
de la mañana y de desayuno se hace arroz de cerdo, arepas rellenas, empanadas,
chicharrones, arepa de huevo, entre otros platos. El restaurante cierra a las 5:00 de
la tarde.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Judith González o ‘Lule’
que tiene para que a todos les guste su comida, dice que, aparte de la sazón guajira,
deben ser sus manos y el amor que le pone a todo lo que hace. “Muchas personas
han venido preguntando por las recetas y yo se las doy, pero, aunque las siguen al
pie de la letra, no les quedan igual. Eso pasó con un médico que mandó a su esposa
para que aprendiera a hacer sancocho y yo le expliqué todo. Poco después vino el
señor a decirme que seguiría viniendo a comer el mío, porque su esposa no dio chi-
cle”. Hay clientes que le dicen que sus manos son benditas, porque se han atrevido a
preparar las comidas, tal cual como ella lo hace, y no les quedan igual. No usa nada
que sea artificial, todos los condimentos son naturales, para que la comida tenga
ese toque criollo que tanto gusta. “Uso el achiote en pepita, tengo mi piedra para
pangar el ajo y todo es hecho de la manera tradicional. Por eso la gente prueba la
comida y queda siendo cliente fijo”.
Actualmente, maneja diez empleados, entre meseros y cocineros, todos con
mucha experiencia, aunque siempre atentos a sus indicaciones. Las verduras se las
llevan por pedido desde Valledupar, las carnes se las compra a su esposo, que es
ganadero, y el chivo se lo llevan de la sierra, mientras que el cerdo lo compra en San
Diego. “Este restaurante lo conocen hasta en otros países. Una vez un señor que
vive en Valledupar, pero que es de San Diego, que se llama Luis Mariano Murgas,
me dijo que en Miami le preguntaron por mi restaurante. Fue algo que me llenó de
satisfacción, porque es indicio de que se hacen las cosas con mucho amor”. Cuando
hay festival el restaurante se llena de turistas que llegan de muchas partes del país e
incluso la llaman para que les prepare las comidas a los artistas que se presentan en
el evento. Igualmente sucede en las temporadas de vacaciones, diciembre, enero y
febrero, que son meses buenos para la venta. “Aquí pueden encontrar comida todos
los días del año, menos el 1 de enero y el Viernes Santo, que son los únicos dos días
en los que no trabajo”. Otro aspecto que destaca Judith de su éxito en el restauran-
te es la atención que les brinda a sus clientes. “La amabilidad es muy importante.
Por eso yo a mis clientes los atiendo con mucho cariño, los trato muy bien y eso les
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
gusta, pero además garantizo que vuelvan. Es un trato dulce y suave, como el que
acostumbraba mi mamá también a dar”.
Judith tiene seis hijos, uno de los cuales vive en Suiza y también le gusta la
cocina. Es administrador de empresas, pero ha heredado la sazón de su madre y
varios colombianos que viven en ese país le encargan sus comidas. “A él le gusta
mucho y cuando era pequeño me acompañaba en la cocina. Yo le pedía que me
picara algo, mientras iba haciendo otra cosa y así iba viendo todos los pasos que
yo hacía para la preparación de las comidas”. Su sazón tiene mucha fama y muchos
clientes adivinan que es guajira por eso, como el día que llegaron unos fonsequeros
al lugar y preguntaron por la dueña del lugar, ya que querían conocerla. “Cuando
iban a pagar me mandaron a llamar. Fui allá y me preguntaron que de dónde era y
les dije que de San Diego, pero no quedaron conformes porque decían que esa sazón
no era de aquí. Entonces les revelé que era guajira y dijeron que ellos sabían por la
sazón”. También llegan muchos clientes que le ofrecen poner una sucursal en otro
municipio o en otra ciudad para hacer una sociedad, pero ella dice que así no puede
funcionar, porque ella debe estar allí presente para dar las indicaciones necesarias
con el fin de que la comida quede como les gusta a los clientes. “No acepto, porque
entonces el restaurante nada más tendrá el nombre, pero no la sazón, y la gente no
va a ir como aquí”.
Judith piensa que cuando falte el restaurante se cerrará, aunque tiene la es-
peranza de que su hijo pueda y quiera ponerse al frente, para seguir con la tradición
culinaria de su familia. “Esta ha sido una experiencia muy bonita: he conocido mucha
gente y he criado a mis hijos con este negocio, y aquí seguiré hasta que Dios lo per-
mita”. Le gustaría que la recordaran por ser una mujer trabajadora, cariñosa y amable
con todo el mundo y que nunca cambió su forma de ser por nada.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MALVIS ZEQUEIRA
MANTENER VIVA LA TRADICIÓN
FAMILIAR Y LOCAL DE LAS
ALMOJÁBANAS
D
esde los 17 años Malvis Zequeira está haciendo y vendiendo almojábanas en el
municipio de La Paz, Cesar. Las almojábanas que elabora, consideradas “el segundo
pan del mundo”, como las calificó un cliente, son de las más apetecidas. Aprendió
a hacerlas viendo a su mamá cuando era niña y la ayudaba, pero eso era como una
diversión para ella, así que los recuerdos de esa época son muy lindos. “Mi mamá era
Manuela María Gómez y fue una mujer muy buena. Era mamá y papá para nosotros”,
relata describiendo a su madre, a quien le ayudaba a moler el maíz, a amasar y a
partir las almojábanas. Poco a poco fue aprendiendo el oficio, el cual lleva 35 años
ejerciendo, lo que la convierte en una insignia de la almojábana en esta población.
La señora Malvis tuvo una infancia muy bella, en un barrio sano, donde todo
mundo se conocía y se ayudaba. “Había dos o tres casitas y salíamos a jugar en medio
de los árboles a coger chicharras, pero si veíamos algunos pedazos de leña tirados,
los cogíamos y los echábamos al hombro para llevarlos a la casa”. Las mujeres eran
las únicas que hacían almojábanas, mientras los hombres salían a trabajar tirando
machete, pescando o cazando animales en el monte.
Cuando ya aprendió todo lo que debe saber sobre la elaboración de este deli-
cioso producto, comenzó por su cuenta a hacerlo y a venderlo. “Tenía unos 17 años
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
cuando inicié y estoy muy orgullosa de esa herencia que me dejó mi mamá”, quien
salía desde las 6:00 de la mañana con su plato en la cabeza, llegaba a la plaza, se
iba para Valledupar, se bajaba en la terminal de transporte y se instalaba en el Pa-
lacio de Justicia. “Ella caminaba mucho, casi toda la ciudad, porque también iba a
algunos barrios, donde la querían bastante. El día que no iba la extrañaban y a ella
también le hacía falta salir a vender sus almojábanas”. En ese tiempo, mientras su
mamá amasaba, le pedía una miguita de masa y armaba su propia almojábana. Le
divertía hacerlo, sin pensar que años después este se convertiría en el oficio que le ha
permitido sostener a su familia, criar a sus hijos y sentirse orgullosa de lo que hace.
Rememora Malvis: “Yo me decidí a hacer las almojábanas un día que mi mamá
tuvo que viajar a Barranquilla y la situación se puso difícil. Dos amigas venían a
ayudarme y me emocioné, porque por fin iba a vender las almojábanas que hiciera”.
Dice que el primer día se levantó a la 1:00 de la madrugada, pero, aunque intentó,
no pudo hacerlas, sabía todos los pasos, pero no tenía tanta práctica. A pesar de
la emoción que sentía, fueron sus amigas quienes tuvieron que hacerlas. “Ellas se
turnaban para ayudarme, pero llegó el día en que me decidí a formar las roscas, que
era el proceso en el que no estaba muy segura”. Armó sus primeras almojábanas y
salió a venderlas. Fue el paso que le faltaba dar para graduarse de almojabanera de
La Paz. “Para mí ser una almojabanera es lo más valioso que tiene La Paz, porque
nos destacamos en el trabajo; no nos da pena decirlo, al contrario, nos sentimos
orgullosas de ser unas personas luchadoras, trabajadoras y echadas para adelante”.
Describe a La Paz como un pueblo muy unido, donde no hay diferencias de
clases y donde todos se ayudan. “Aquí todos nos colaboramos, ricos y pobres, nos
visitamos y dialogamos como con un familiar”, anota. Incluso entre quienes venden
almojábanas hay una gran unión y colaboración, valores que han permanecido en
el tiempo. Malvis dice que antes se iba para Valledupar, caminaba por el centro, la
galería –o plaza de mercado–, los bancos, y ahora lleva unos 20 años vendiendo
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Malvis Zequeira
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
sí, pero que también se dedicarán al oficio”. Esto le da algo de esperanza y satisfac-
ción, porque sabe que lo que aprendió de su mamá y lo que ella ahora les enseña a
sus hijos y nietos permanecerá en el tiempo. Le da mucha alegría y satisfacción lo
que hace, así que, cuando no puede trabajar en sus manjares, le hace mucha falta y
se siente mal. Durante la pandemia del covid-19 tuvo que estar encerrada durante
dos meses, lo que fue casi una tortura para ella: “desde que estaba pequeña vengo
haciendo esto y ya estoy acostumbrada”.
Además, vender las almojábanas la emociona, pues conoce mucha gente, ha
hecho muchos amigos valiosos y puede manejar su propio dinero. “Eso es muy im-
portante, porque uno no tiene que depender del hombre para comprarse algo. Si lo
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Malvis Zequeira
vio, le gustó, se lo puede comprar”. Malvis le pone mucho amor a todo lo que hace
y considera que eso hace parte del éxito que tiene con su producto. “Yo me levanto
con mucho ánimo, con amor, porque, si uno no tiene amor por su trabajo, las cosas
no le salen bien”. No siente cansancio, a pesar de las largas jornadas de trabajo: su
cuerpo ya está acostumbrado, por lo que nunca se ha quejado, ni lo hará. “Mi esposo
me colabora mucho, me pone mi pocillo de tinto, que no puede faltar cuando estoy
amasando, y todo eso me da más ánimo”. Sin embargo, dice que los almojonaberos
deben cuidarse mucho la salud, porque, además de ser una jornada extenuante,
demoran varias horas calentándose y luego salen a coger sol y a la lluvia a vender el
producto. “Nos hemos acostumbrado a tomar vitaminas, porque es un trabajo duro
y peligroso”. Muchas de las almojobaneras que han fallecido ha sido por problemas
del corazón o trombosis, como le pasó a su mamá. Ella también ha tenido dificulta-
des de salud y por eso se cuida bastante. “Un día me acaloré, luego salí a vender en
medio de una llovizna y después me dio una parálisis facial, de la cual me recuperé
satisfactoriamente”. Y aunque dice que por todas estas circunstancias son muchas
las personas que valoran su trabajo, hay algunas que no lo hacen. Pero ella sí lo
aprecia, así que lo realiza con mucha dedicación y lo seguirá haciendo hasta que las
fuerzas se lo permitan.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MARÍA CRISTINA
MÁRQUEZ MORALES
UNA VIDA SABROSA ENTRE
ALMOJÁBANAS
A
unque la señora María Cristina Márquez Morales dejó de elaborar sus almojába-
nas hace unos diez años, es mucha la gente que las recuerda, tanto a ella como
a la almojábana que hacía, porque han sido consideradas entre las mejores de su
municipio. Su relato comienza afirmando con mucho orgullo que nació en La Paz,
Departamento del Cesar, y que es nieta de Cristina Márquez, la persona que la crió
desde los dos años de edad, cuando su madre falleció. “Ella hacía almojábanas y yo
la miraba todos los días. Fue así como aprendí a hacerlas, nadie me enseñó, yo sola
aprendí con solo verla”, asegura, con ese hablar pausado pero firme de sus 86 años
de edad. Y a sus 10 años, ya comenzó a ayudar a su abuela a vender las almojábanas.
“Fue una etapa muy feliz: mi abuela me cuidaba mucho, me quería bastante y los
sábados y domingos me llevaba al teatro en Valledupar para ver películas”. Cuenta
que de La Paz salía un camión lleno de personas para la capital del Cesar a ver alguna
película. Ella tenía unos 12 o 13 años. Después ya en su pueblo abrieron un teatro
y su abuela la siguió llevando.
Así fue creciendo, en medio del amor de su abuela, el negocio de las almojá-
banas y las travesuras con sus amigas, con quienes iban al río a buscar agua. Con su
abuela también aprendió a remendar ropa y a torcer tabaco. “Ella hacía pantalones
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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María Cristina Márquez Morales
caminá’. Y venían y me compraban”, dice entre risas. Así duró 40 años, durante los
cuales fue adquiriendo prestigio y el respeto de sus clientes y de todo el pueblo de
La Paz. Pero no solo era reconocida por las almojábanas, sino por ser una señora
elegante y amable, pero especialmente por su alegría, que reflejaba todo el tiempo.
Al respecto, relata con desparpajo: “yo viví mi vida sabrosa, nunca estaba amargada,
siempre feliz y cantando”, y agrega: “me gustaba mucho ponerme collares, pulseras,
anillos, y todavía me encanta”. También le gusta adornarse la cabeza con flores de
todos los colores y goza cuando la elogian por su alegría y su elegancia. “Ahora me
siento en la puerta de la casa, con mis collares, y me dicen que aún estoy bonita y
elegante”.
Dice que dejó de hacer almojábanas porque se enfermó de las rodillas. Le
dolían las piernas y tuvo que abandonar el trabajo, pero mucha gente la recuerda
y aún se las piden. Todo lo que tiene María Cristina, según afirma, se lo ha dado
la venta de la almojábana, y aún sigue recibiendo ingresos por su labor. Y cuando
decidió separarse de su marido, después de 32 años, porque este la maltrataba, en-
tonces se dedicó a trabajar para construir su propia casa, “que es lo más grande que
he conseguido con la venta de las almojábanas”. En esto la ayudó un exalcalde de
La Paz, el “Muñe” Cote, con quien tenía mucha confianza. “Un día me lo encontré y
le pregunté qué me iba a regalar de aguinaldo y me dijo: ‘lo que tú quieras’ y le dije
que después le decía. Otro día me lo encontré cerca de la alcaldía y ahí sí le dije que
necesitaba un lote”. El alcalde, también padre de uno de sus nietos, efectivamente
se lo consiguió y fue allí donde empezó a construir su casa, con ayuda de uno de sus
hijos, que es albañil. “Una comadre mía me dijo que yo no era capaz y me propuse
demostrarle que sí. Cuando hice la sala, mi dormitorio y un corredor, la traje para
mostrarle que sí podía construir mi casa a punta de almojábanas, y lo que me dijo
fue que yo si era fregá”.
También cuenta con una pensión que le otorgó la administración municipal de
La Paz en 2017, de la cual fue beneficiaria por ser una de las representantes icónicas
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
de la almojábana en la población. Afirma que desde que las vendía y hasta la fecha
la han estado invitando a eventos en colegios, instituciones y la alcaldía y que ha
recibido innumerables reconocimientos y premios, que la hacen sentir satisfecha
con todo lo que ha hecho en su vida. Se declara, además, orgullosa: “el orgullo me
arrastra, la persona que se ponga brava conmigo, si no me habla, yo no le hablo”.
Incluso dejó de hablarle durante 30 años a su esposo, quien se murió sin perdonarlo.
Los carnavales y el baile también le gustaban mucho y le siguen gustando.
“Me encapuchaba con mis amigas y nos íbamos a los salones a bailar. Yo me gocé mi
vida y conocí Barranquilla, Santa Marta, Caracas, Chiriguaná, La Junta, por todo eso
anduve”. Ahora vive con dos de sus hijos: Rafael y Germán, una nuera y un nieto, y
[ 64 ]
María Cristina Márquez Morales
los demás hijos viven en La Paz, pero tiene nietos y bisnietos en Bogotá y en Cali.
Vive feliz y satisfecha con lo que ha logrado, sobre todo con el respeto que le tiene
la gente, no solo de La Paz, sino de otras partes del Cesar, donde sus almojábanas
tienen fama de ser las mejores de la región. También montó tres graneros, pero
no pudo con ellos, porque no tenía quién la ayudara, y siguió solo con la venta de
almojábanas.
En estos momentos en que descansa le encantan recordar aquellos tiempos
cuando sus hijos le ayudaban a moler el maíz y trabajaban en familia para elaborar
las almojábanas. La señora María Cristina, quien es toda una autoridad en el tema,
asegura que las que elaboran hoy en día no son como las de antes. “Ahora las hacen
diferentes: les niegan algunos ingredientes y al rato ya están duras; en cambio las
mías podían durar muchas horas y seguían suavecitas”.
En consecuencia, pasará mucho tiempo o quizás no llegue nunca el día en que
se vuelvan a hacer almojábanas como las de María Cristina Márquez Morales, quien
será recordada como una de las mejores exponentes de la cultura almojabanera de
La Paz.
[ 65 ]
SEMBRADORES
DE CULTURA
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ELVIS MONTERO
ENCAUZAR TRAYECTORIAS
DE VIDA CON LAS DANZAS
FOLCLÓRICAS CARIBEÑAS
T
rabajar de corazón, sin esperar nada a cambio, ni recompensa ni dinero, solo la satis-
facción de ver a los niños felices y a los padres orgullosos de ellos, es la consigna de
la profesora de El Pilón Elvis del Pilar Montero Lanao, un nombre por el que pocos la
conocen; solo es la “Profe” a la que todos acuden y en la que confían. Tiene 57 años,
es docente, gestora cultural y, sobre todo, dueña de una gran vocación de servicio.
Este camino en las artes lo comenzó hace 25 años, cuando dejó de vender seguros de
vida para una compañía aseguradora en el Banco Central Hipotecario, para dedicarse
a lo que más le apasiona: formar niños y jóvenes. Desde ese entonces comenzó una
fantástica carrera cultural que le ha dejado muchas satisfacciones, aunque también
ha habido obstáculos, esos que siempre aparecen, pero que no han frustrado nin-
guno de sus propósitos. Niños de mi Barrio es el nombre de su fundación y el lugar
de ensayos, donde se tejen sueños y se acumulan bellas experiencias, en el patio de
su casa del barrio El Carmen de Valledupar. Allí se conjugan la sonrisa y el talento
de sus pupilos con las enseñanzas pacientes de la profe. Elvis explica que, a pesar
de todos los fenómenos adversos que se presentan en ese sector de la capital del
Cesar, se siente orgullosa de vivir allí, en el lugar donde nació y fue criada junto a
sus nueve hermanos.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 70 ]
Elvis Montero
en ir de casa en casa a buscarlos, a pedir permiso, a explicarles a los padres para qué
los requiere. Hace todas las funciones, ensaya, dirige, coordina, busca apoyos, en
una labor titánica, cuya recompensa es la felicidad de sus alumnos.
Para la señora Elvis lo más importante es que los niños estén ocupados en
algo, para alejarlos de los peligros que hay en la calle y de las tentaciones que los
puedan llevar por un camino espinoso y de difícil retorno. Por ese motivo los acoge
en su casa, los apoya, les da consejos y, en especial, les brinda todo el amor que
tiene para dar, el cual es inmenso. Asegura que muchos de los que llegan a su patio
evidencian falta de cariño, así que, cuando ella detecta esta carencia, se vuelca a
brindárselo. Nació para esto y su misión en la vida es enseñar y servir. Igualmente,
tiene a su cargo algunos niños venezolanos y han acudido a ella incluso con pro-
blemas de salud, pero, como nada le queda grande, de inmediato busca ayuda para
solucionar cualquier dificultad. Incluso llegan niños que no saben leer ni escribir y
dedica algún tiempo a instruirlos.
Esta lideresa y gestora cultural opina que la cultura no es nada más danza,
teatro o pintura, sino que es un conjunto de situaciones y costumbres que se deben
cultivar en los niños. Su método se basa principalmente en la motivación. Incentiva
enseñando lo bonito que es bailar, que es estar en una presentación donde todos los
aplauden y se sienten importantes, pero además provocar el orgullo en sus padres.
Por ello, hace todo lo posible para buscar eventos y presentaciones en las cuales
puedan mostrar lo que han aprendido. Para los vestuarios realiza actividades con
el fin de recoger fondos y mandar a hacer los vestidos, ya que la mayoría de esas
presentaciones no son pagas, y las entidades públicas solo les brindan la logística,
el refrigerio y los transportes. Porque el objetivo de la profe no es cobrar, sino hacer
felices a sus niños. En Valledupar es muy conocida y la llaman cuando necesitan el
grupo de danza, la tambobanda o el coro navideño.
Aunque Elvis no recibió educación formal, tiene certificación de gestora cultu-
ral por la Casa de la Cultura y el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), ha asistido
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Elvis Montero
dónde viene ese baile, por qué se baila así y cómo se debe interpretar. Esta es una
prioridad en su enseñanza. Como toda experta, sin embargo, aprendió de otros.
Fue dedicada en ese sentido. Duraba horas viendo videos, investigando, leyendo
y aprendiendo cada detalle de los bailes tradicionales. Es una gran conocedora del
folclor caribe, y aunque actualmente no tiene empleo formal, sí percibe algún re-
curso por montar coreografías con otros grupos de danza o con el alquiler de los
vestuarios. También está trabajando con niños pequeños de manera virtual a través
del programa “Aprendiendo más”, que se transmite los sábados en la tarde a través
de alguna de las aplicaciones virtuales, con todo lo que han realizado sus alumnos
durante la semana.
La Seño Elvis se siente orgullosa de lo que ha hecho hasta ahora y se da por
bien servida y satisfecha con lo que ha logrado. Ama el baile y la cultura, pero los
ama más cuando ve que sus alumnos van por la vida aplicando lo que aprendieron,
ya convertidos en personas de bien. Siente gran satisfacción, pues algunos traba-
jan como docentes, otros tienen diferentes oficios y sus hogares e hijos. Cuando
los encuentra, los abraza con mucha nostalgia, recordando el granito de arena que
puso para la formación de esa persona. Y aunque Elvis no ha recibido grandes reco-
nocimientos por parte de autoridades locales o nacionales, a pesar de todo lo que
ha hecho, para ella el mayor reconocimiento es el de Dios y el de sus estudiantes,
quienes son los que más le agradecen. Eso le da mucha alegría y habla con amor
de quienes han pasado por su patio recordando emocionada los momentos vividos
junto a sus alumnos.
También considera una recompensa lo que han logrado sus hijos. El mayor es
licenciado en Arte y Folclor, al segundo le gusta la música, el teatro y el baile, mien-
tras que la tercera está en la universidad. Todos han crecido en el ambiente cultural
y están vinculados de una u otra forma a todas sus actividades. La nostalgia la invade
a veces, porque algunos de los niños que han pasado por la fundación han fallecido o
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
no han tomado buenos rumbos, pero asegura que la mayoría de los que han pasado
por su patio se encuentran estudiando, trabajando o también difundiendo el folclor.
La profe del barrio El Carmen tiene un gran sueño y es crear una escuela
cultural donde se enseñen muchas cosas al mismo tiempo. Dice tener ya algunos
padrinos que van a respaldar el proyecto. Igualmente está pensando en abrir un co-
medor comunitario para personas que lo necesiten y paralelamente está aspirando
a ser parte otra vez de la junta de acción comunal.
Otro de sus planes es hacer un mural para embellecer algunos sectores del
barrio, que serán adornados con la ayuda de los padres y los niños. Todo esto es-
pera iniciarlo muy pronto, con la ayuda de quienes siempre la han apoyado: sus
hermanos, su madre, sus hijos y la comunidad. La profe Elvis quiere llegar a los 90
años enseñando, con sus niños formados y llevando una vida feliz, y desea seguir
sirviendo a la comunidad, esa que tanto la necesita y a la que tanto ha ayudado.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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EUGENIO ARCE MEJÍA
JUEGOS DE CULTURA
EN CURUMANÍ
E
l reconocido gestor social Eugenio Arce Mejía nació hace 42 años en el barrio La Trini,
escenario de eventos históricos, pues allí se fundó el municipio de Curumaní. Según
él mismo relata, “cuando se presentó la violencia de partidos políticos y la muerte
de Gaitán, el pueblo sufrió una incursión desde Pailitas, ya que aquí sus habitantes
eran conservadores y allá liberales. Entonces invadieron este territorio con el fin
de generar hechos violentos, pero como la población estaba al tanto de lo que iba
a ocurrir, se resguardó en una hacienda que queda a un kilómetro, por la vereda La
Morrocoya, en la Serranía del Perijá”. Así, adultos, niños, ancianos y mujeres salie-
ron despavoridos y solo quedaron dos personas en el pueblo, ya que llegaron con
armas y maquinarias. Es algo que nadie olvida en el pueblo, dice Eugenio, cuya casa
de nacimiento aún se conserva.
El líder ha tenido un gran recorrido cultural que comenzó a muy temprana
edad, desde que era un estudiante. Su primaria la adelantó en la Escuela Mixta
San José, hoy Colegio San José, donde se vivían muchos momentos de amistad, de
compartir y de inocencia. “Las meriendas eran guineo, mango o guayaba, que eran
las frutas que se cultivaban aquí. Hacíamos rondas y juegos, sin importarnos cómo
íbamos vestidos, ni nada más que jugar”. Destaca que en esa época prevalecían dos
valores muy importantes: la hermandad y el respeto a los mayores: “cualquier per-
sona mayor estaba autorizada para castigarnos, así no fuera nuestro papá o mamá
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
y, si uno ponía la queja, se llevaba otro castigo con una correa o una chancla”. El
bachillerato lo cursó en el Colegio Camilo Torres Restrepo, el único que existía en el
pueblo, y aunque no fue un estudiante excelente, sí se caracterizó por ser aplicado,
respetuoso y muy comprometido con las actividades.
En su casa también asumió un gran compromiso, luego de quedar huérfano de
papá. “Quedamos a cargo de mi mamá y de nuestra familia paterna, pero, como yo
era el mayor, sentí que debía poner más de mi parte para salir adelante”. La muerte
paterna se produjo cuando tenía nueve años de edad y eso fue algo que marcó su
vida definitivamente. Por esa misma época un tío suyo aspiró al concejo de Curumaní
y comenzó su roce con los políticos, la inquietud por participar en actividades y el
proceso de liderazgo, que ahora ejerce con éxito. Comenzó a interesarse por eventos
como los carnavales, las ferias y las fiestas patronales, atento sobre todo a las per-
sonas que estaban detrás de la organización. Entonces empezó a hacer parte de los
eventos, no en cargos directivos, pero sí ayudando en lo que fuera, siempre apren-
diendo y acumulando experiencias sobre el tema cultural, que es su gran pasión.
En Curumaní hay varias festividades importantes, las fiestas patronales de la
Santísima Trinidad, el Festival de Juegos y Rondas Infantiles, la Semana de la Biblia
y la fiesta de la municipalidad. Cuenta Eugenio que en ese entonces en las fiestas
patronales se quemaba un castillo y se organizaba la “vaca loca”, que consiste en
que una persona se mete en un armazón, al que se le prende pólvora, hasta que
sale corriendo por toda la plaza persiguiendo a las personas, que deben correr para
resguardarse y no ser alcanzadas. Su primera participación en firme se dio el año
1992, cuando hizo parte del equipo logístico del carnaval. De ahí pasó al festival,
del cual fue seis veces presidente, con grandes aportes en lo cultural y lo folclórico.
Dentro de la organización estaba el doctor Alaín Cárcamo, con quien trabajó
intensamente para consolidar los eventos. Debido a su popularidad, este se lanzó
a la alcaldía y ganó las elecciones de 2007. Un mes después de que se había po-
sesionado llamó a Eugenio para que conformara su gabinete, específicamente de
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Eugenio Arce Mejía
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Cultural Atenas, que era muy competitivo en danza y se llevaba los primeros lugares
en los concursos a los que iba Eugenio. “Gracias a esos jóvenes tenemos aquí nues-
tra máxima expresión cultural, en la que se les da participación a los jóvenes que
hacen parte de los diferentes procesos de la Casa de Cultura o de las fundaciones
del sector privado”.
En cuanto al sector cultural del Cesar, Eugenio opina que ha mejorado en los
últimos años, al contar con una Secretaría de Cultura y Turismo departamental, dedi-
cada a este tema. “Ahí vemos que la institucionalidad se dio cuenta de que había que
darle la importancia que se merece el sector cultural, que va agarrado de la mano
del turismo. Esto permite que se le aporte económicamente”. Aunque considera
[ 80 ]
Eugenio Arce Mejía
que es un sector algo difícil, dice que tiene muchos colegas que sí logran vivir de la
cultura, que son expertos en formular proyectos ante el Ministerio de Cultura, ante
una organización no gubernamental (ONG) o de cooperación internacional, con lo
que se pueden jalonar recursos que son invertidos en cultura para beneficio de los
territorios y sus habitantes. Ve mucho futuro en la cultura, pero piensa que hay que
dedicarle tiempo y que esta debe ser dirigida por personas que tengan pasión por
el arte, además de preparación. “No basta ser gestor; debemos formarnos, tener las
herramientas necesarias que nos van a llevar al éxito”.
Durante la pandemia de covid-19, la cultura en Curumaní no se detuvo. Eu-
genio cuenta que tuvieron que reinventarse y hacer uso de la virtualidad y las he-
rramientas digitales para poder llegar a la población, sobre todo infantil y juvenil:
“Contamos con un canal a través del cual los instructores daban sus clases de danza
o de cómo ejecutar un instrumento. También se hacían visitas personalizadas a la
casa de los estudiantes, y la Coordinación de Cultura les prestó los instrumentos a
los jóvenes, para que practicaran en sus casas y mandaran videos que se difundían a
través de las redes sociales”. De esta manera no se interrumpió la dinámica cultural
en el municipio y los estudiantes pudieron seguir recibiendo las clases.
El gestor cultural piensa que la mejor manera de seguir incentivando en jó-
venes y niños el amor hacia la cultural es conservar los espacios que ya existen y
abrir otros, para seguir creciendo en la dinámica artística y cultural del municipio.
“Siempre he tenido la inquietud de crear bancos de memoria oral con personas que
conocen de las tradiciones, para que futuras generaciones puedan conocerlas”. Final-
mente, a Eugenio le gustaría que lo recordaran como una persona servicial, amante
de la cultura de Curumaní, gestor cultural que no dio todo lo que debió dar, pero sí
puso los primeros granitos de arena para que se conservara y transmitiera la cultura
en esta población del Cesar.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MELFI CAMPO
UNA VIDA DEDICADA A LA
FORMACIÓN INTEGRAL DE LOS
Y LAS JÓVENES MANAUREROS
D
etrás de las más interesantes actividades culturales y literarias que se realizan en la
Institución Educativa Normal Superior de Manaure, Cesar, está la docente Melfi Cam-
po. Algunas han sido toda una hazaña, en la que ha estado ella demostrando toda su
capacidad de gestión y, sobre todo, de motivación. Melfi recuerda la fecha exacta en
la que llegó al colegio: el 14 de junio de 1994, día en que inició esta misión educativa
que le ha garantizado un cúmulo de experiencias satisfactorias. En su hogar desde
muy pequeña le enseñaron a ser bondadosa, servicial y humilde, pero también tuvo
un paso por algunos colegios privados en lugares apartados del Caribe colombiano,
en los que refrendó su gran sensibilidad hacia los más vulnerables. Estuvo incluso en
el colegio Juan Pablo Sexto, el cual se arruinó, porque sus dueños aceptaban a niños
de escasos recursos y no les exigían el pago de las matrículas o mensualidades.
Su formación superior en Lenguas Modernas la adelantó en la Universidad
del Atlántico, pero está capacitada para trabajar en otras áreas y eso la ha ayudado
mucho en todo lo que ha logrado hasta ahora. Arrancó a trabajar con los muchachos
de undécimo grado, muchos más altos que ella. Este fue un aprendizaje interesante
que le regaló una emoción gigante, al ver esa primera promoción formada por ella.
Pronto se dio cuenta de que debía abrirse un poco más y no ceñirse solamente a los
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
aspectos académicos ni ser tan rígida, y muy rápidamente logró superar algunos
inconvenientes, lo cual le permitió crecer mucho profesionalmente. Al mismo tiem-
po, se vinculó a la Red Colombiana de Maestros, una gran puerta para la educación
crítica y propositiva, y allí lleva ya 28 años. “Me ayuda a ver mi ejercicio docente
menos restrictivo, menos normativo, y a ampliar mis horizontes, a leer el mundo
críticamente con los estudiantes y a valorar más los intereses de ellos para ponerlos
en consonancia con los intereses que yo necesitaba como docente”.
El primero de los proyectos que se gestó bajo su liderazgo en la Normal fue
Prensa Escuela, en el que se vincularon los procesos de lectura y escritura con la
prensa impresa local. Hicieron un convenio con el periódico El Pilón, que les facili-
taba los ejemplares para trabajar el lenguaje acerca de la realidad mostrada en sus
artículos. La idea era que los estudiantes analizaran cómo se registraban los hechos
y cómo los veían ellos. Era una forma de interacción entre la vida académica y la
vida real. Lo más interesante que sucedió fue que algunos estudiantes tuvieron la
oportunidad de publicar sus propias producciones en el periódico. Fue algo muy
emocionante, tanto para Melfi como para sus pupilos, quienes se sintieron orgu-
llosos de lo logrado en cerca de dos años de muchas actividades, intercambio de
conocimientos y experiencias, donde conocieron todo el proceso de elaboración de
un periódico, desde la recolección de la información hasta su impresión, y todo lo
que se vivía en una sala de redacción: cómo cuajan las noticias, cuál es el trabajo de
un caricaturista, cuáles son los intereses de un redactor deportivo, entre muchas
cosas. Sin embargo, la docente tenía claro que la prensa no siempre tiene la verdad
absoluta y era una insistencia suya transmitirles esto a los estudiantes, para que fue-
ran más críticos, para que miraran el mundo y la realidad desde varias perspectivas,
de otros medios y la suya propia.
Nació entonces el periódico mural, donde los jóvenes comenzaron a plasmar
sus propias notas, sus historias, sus opiniones y sus puntos de vista, en todas las
secciones que los estudiantes creyeron necesarias, en las que escribían y plasmaban
[ 84 ]
Melfi Campo
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Pablo Neruda, para los más grandecitos. Cada año, empezando por pequeños recita-
les internos, el proceso dio paso a la fusión entre el teatro y la poesía, con la ayuda
de algunos escritores, poetas y profesores de arte locales.
Hasta el 2016 esa fue la apuesta literaria, y el año siguiente aplicaron a una
convocatoria del Ministerio de Cultura para crear la Escuela Taller de Formación Li-
teraria, donde se incluyeron la narrativa centrada en el cuento y la novela. Con los
recursos obtenidos, dice Melfi, se pudieron contratar escritores para dictar las ca-
pacitaciones en estas áreas. Los estudiantes iban avanzando hasta llegar a construir
sus producciones. Lograron también financiación para un segundo gran proyecto: el
Festival de la Poesía de Manaure, un evento hermoso en el que se mostraban todas
[ 86 ]
Melfi Campo
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
refrendarlos, los docentes detectaron que los estudiantes hablaban del tema con
base en rumores divulgados por redes sociales. Ante esta situación, junto a la rectora
Yamile Jaramillo, la docente analizó con preocupación esta situación en el colegio,
teniendo en cuenta que la misión que tienen es la de formar maestros capaces de
tomar posiciones argumentadas, a partir de una lectura crítica.
Nació así el proyecto “Un canto de esperanza, una apuesta de paz” el año
2017, y se creó un seminario de narrativas del conflicto y de paz que fue incorporado
en el plan de estudios. Se estudiaron los Acuerdos de Paz y los alumnos comenzaron
a cambiar su posición al respecto. Se hizo un bello trabajo de campo en el Espacio
Territorial de Reincorporación y Capacitación de Tierra Grata, donde escucharon a
los excombatientes y tuvieron la oportunidad de hacerles preguntas y confrontar-
los. Fue una realidad a la que tuvieron acceso y que los hizo analizar de una manera
distinta el tema de los Acuerdos de Paz firmados con las antiguas Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP). Algo bien determinan-
te resultó de esto y se establecieron como punto clave las afectaciones que había
tenido la naturaleza durante el conflicto armado.
Se decidió entonces que los que se graduaban debían hacer una práctica en
diferentes contextos donde pudieran trabajar el tema. Así fue como todos los alum-
nos fueron a un lugar diferente del Departamento del Cesar y trajeron unos trabajos
muy buenos e interesantes, como el de Elkin Galán, quien compartió con la Comu-
nidad Yukpa. Con ese trabajo se reveló la falta de pedagogía por parte del Gobierno
nacional, ya que no conocían los acuerdos ni todo lo que sucedía a su alrededor. Las
estudiantes Yesli Fontalvo y Diana Rincón recibieron un reconocimiento por parte de
la Agencia Nacional de Reincorporación a su investigación, cuyo tema central fueron
los niños que nacieron en un Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación y
los que llegaron en el marco de la desmovilización de los excombatientes. En total,
fueron once las ponencias que se realizaron, algunas de ellas divulgadas en varias
universidades del país. Esto les abrió las puertas en el Instituto Colombo-Alemán
[ 88 ]
Melfi Campo
para la Paz Capaz, entidad que acompaña a las instituciones educativas que inves-
tigan sobre el tema de la paz.
La Normal participó asimismo con dos estudiantes en una convocatoria en
la que se planteaban cinco caminos para escoger. El elegido fue el de las aves de
Manaure en el marco del conflicto armado y los Acuerdos de Paz. Tuvo mucho que
ver el hecho de que ese año 2019, cuando se inició la sensibilización, se conoció la
noticia de que en el municipio habían sido reconocidas dos nuevas especies de ave,
gracias al Global Day. Se buscaba establecer cómo el conflicto había afectado a las
aves y, en general, a la naturaleza, y qué había pasado con ellas desde la firma de
los Acuerdos de Paz. Se entrevistó a unas 30 personas y, entre los hechos irrefuta-
bles que se encontraron, fue que las bonanzas amapolera y marimbera tuvieron un
impacto negativo en el medio ambiente, en lo social y en lo cultural. También hubo
afectación con la llegada de los grupos armados guerrilleros y paramilitares. El resul-
tado fueron varias ponencias y artículos que se publicaron en la web, con hermosas
fotos y videos de entrevistas a biólogos, algunos de los cuales fueron víctimas de
la violencia y ahora pajarean con excombatientes de Tierra Grata. La gran apuesta
consiste en crear un espacio en Manaure donde hacer reconocimiento y memoria del
conflicto, según Melfi, no para quedarse con la historia, sino para poder interpretar
lo que sucedió y evitar su repetición.
Al finalizar la entrevista, Melfi expresa que con estas actividades se ha sentido
viva y dice que su labor como docente tiene sentido. Ha aprendido muchas lecciones
con estas apuestas, que son pequeñas, pero significativas. También ha conocido
todo el potencial artístico que hay en Manaure, sobre todo el de los estudiantes de
la Normal. Para Melfi hay mucho por hacer, pero la creatividad y el talento están ahí
presentes, esperando el apoyo y el impulso que pueda dárseles. Ella está dispuesta
a seguir haciéndolo, poniendo en práctica todo lo que aprendió en su hogar, en el
barrio Cerrito de Barranquilla, donde sus padres, de origen campesino, le dieron
ejemplo de sensibilidad, de ayuda, de cooperación y de pensamiento crítico.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 90 ]
M
iguel Picón Sánchez nació en el municipio de Río de Oro, Cesar, donde es gestor cul-
tural, vigía del patrimonio y secretario de la Casa de la Cultura Luis Antonio Sánchez
Rizo, tres actividades diferentes pero relacionadas entre sí. Estudió licenciatura en
Ciencias Sociales en la Universidad de Pamplona y fue docente durante 25 años en
los municipios de La Gloria y San Alberto, si bien lo cultural siempre ha estado en
su vida, desde que era un adolescente. En el año 1980 fue de los organizadores del
primer carnaval de Río de Oro, una de las manifestaciones folclóricas y culturales
más importantes del municipio, que se ha convertido en una vitrina para el trabajo
artesanal de carrozas, vestidos de fantasía, máscaras y disfraces.
Cuando terminó su carrera universitaria, se vinculó al magisterio, participando
igualmente en actividades culturales en las instituciones educativas donde impartió
clases. Hace ocho años está pensionado y está en su tierra natal, totalmente dedica-
do a las actividades culturales. Para Miguel la cultura es algo que está vivo, que no es
inmóvil y que está en continuo cambio, a pesar de que las raíces se deben mantener,
según conceptúa. Opina que hay cosas que desaparecerán con el tiempo, porque así
ha de ser, atendiendo a las nuevas dinámicas sociales, pero hay otras que sí deben
permanecer e incluso fortalecerse. Por eso, en su labor como gestor social está el
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 92 ]
Miguel Picón Sánchez
una glorieta y que se usaba para izar la bandera, la cual tenía una connotación his-
tórica, porque existía hace mucho tiempo y fue hecha con ladrillo mezclado con cal.
Esa glorieta tuvo un cambio y se le puso una placa en homenaje a la paz y, de un
momento a otro, llegaron a remodelar el parque y arrasaron con la glorieta y con el
monumento. Durante los trabajos, el parque fue cerrado y no se sabía lo que estaban
haciendo. Hubo críticas, porque se acabó con un valor histórico y no había quién
defendiera el monumento.
También habla de su trabajo en la Casa de la Cultura de Río de Oro, donde
promueve exposiciones temáticas y eventos y participa activamente de las activida-
des del Seis de Enero y el carnaval que se realiza en febrero, como en otras ciudades
del mundo. Dice que durante todo el año se realizan actividades de distintas índole,
como el Mes de la Poesía, que llegó a su sexto año. Trabaja generalmente con niños
y jóvenes, en los colegios y en los barrios de zonas vulnerables de la población, con
el fin de brindarles espacios creativos y diferentes. Cuentan igualmente con una
revista, como órgano de difusión, en la que se publican los poemas que ganan en el
concurso y los artículos relacionados con el quehacer cultural de Río de Oro.
Sobre la fiesta del Seis de Enero, el profesor nos explica que ese día se con-
memora una leyenda que habla de una señora que estaba lavando a la orilla del
río en una zona donde merodeaba un jaguar y que tenía en vilo la tranquilidad del
pueblo. Cuando le salió el jaguar, la defendió una perrita que estaba con ella. Des-
pués pasó un cazador e hizo un tiro al aire para espantar al animal, y luego vino un
grupo de negros, dirigidos por un amo, a cazarlo. Explica el docente que en el relato,
sociológicamente, se evidencian dos clases sociales y se hace alusión a los negros
que hacen parte del pasado histórico de Río de Oro. La música característica es un
paseo, resultado de una mezcla de porro y fandango con un toque campesino. Ese
es el preámbulo del carnaval, fiesta que se realiza en el pueblo desde 1900, cuando
los hombres salían a jugar solos, porque las mujeres no podían salir, y luego bus-
caban como meterse a las casas, para tirarles cosas a esas mujeres. Luego se iban a
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
la orilla del río hacia las seis de la tarde, a tirarse barro y bañarse, para salir limpios
hacia sus casas.
Precisa Miguel que antes el carnaval estuvo influenciado por el de Barranqui-
lla, pero a partir de los años ochenta dio un giro y se volvió más organizado, con la
escogencia de una reina, que sale en su carroza seguida de una comparsa. Las carro-
zas merecen ser destacadas, según el docente, porque son unos trabajos fastuosos,
con un gran derroche de fantasía, que las convierten en algo colosal, con flores y
figuras de animales. En el centro va la reina con un vestido de fantasía suntuoso,
mientras que en la noche de coronación se viste de gala. Infortunadamente se ha
creído que la cultura de Río de Oro es solamente carnaval y Seis de Enero, lo que ha
impedido que se destaquen otras expresiones artísticas, como danza, pintura, teatro
y música. Para Miguel, hay que hacer énfasis en que las instituciones educativas,
especialmente las universidades, sí se están encargando de enseñar a los estudiantes
los aspectos culturales de los pueblos, lo que permite que durante todo el año haya
manifestaciones vivas y eventos alusivos.
En esos momentos acude mucha gente a alquilar o comprar elementos de las
carrozas, los vestuarios y máscaras. Pero indudablemente el Seis de Enero es cuando
llega mucha gente de afuera a ver las exposiciones y el trabajo de los artesanos, lo
que demuestra que valoran y reconocen el esfuerzo que hacen. En el momento de la
entrevista, se desarrollaba un taller con el Ministerio de Cultura y el apoyo de la ad-
ministración municipal, para despertar en los niños el interés por todo lo relacionado
con la leyenda del Seis de Enero, el verseo, la danza, la musicalidad y la coreografía
básica, de modo que se vayan enamorando de esta tradición.
Sin embargo, siente que aún hace falta implementar políticas para trabajar
el verdadero valor del arte y convencer a quienes tienen sus talleres de que podrían
vivir de su oficio, si llegan a ser más sólidos. Una ventaja es que los niños y jóvenes
sí se vinculan a la festividad, aunque muchos lo ven como algo temporal o como un
pasatiempo, no como una posible fuente de ingresos con los que subsistir o como
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Miguel Picón Sánchez
un proyecto de vida. Destaca que las fiestas son incluyentes y no hay diferencias de
edad, condición, estrato o sexo, lo que las convierte en una celebración vinculante
donde se junta todo el mundo. Para el futuro le gustaría que se sigan respetando las
raíces vivencialmente. Desearía igualmente que hubiera más auge turístico, aunque
cree que para llegar a eso se deberían mejorar algunas cosas.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 96 ]
N
elson Álvarez tiene claro qué es Pueblo Bello. Para él, es “la tierra donde nace el
sol”. Este artista plástico ha vivido en diferentes partes del país, pero tras años de
estudio ha regresado a su pueblo. Además de dedicar su obra a temas indigenistas,
Nelson fue director de la Casa de la Cultura de Pueblo Bello, donde dirigió proyectos
enfocados a la promoción musical y cultural para los niños, tanto mestizos como
indígenas, y a la recuperación de la memoria histórica del municipio.
Desde pequeño fue “un enamorado del arte, sin saberlo”. Nelson recuerda que
dibujaba a sus compañeros y profesores y que se dedicaba a estudiar la incidencia de
la luz en el espacio. “Empecé a vivir en un mundo que no entendía”, cuenta Nelson,
pues no existía el arte ni los movimientos artísticos en el Pueblo Bello de su infancia,
y solía tener problemas con su padre, porque dejaba a un lado el estudio por hacer
bocetos y dibujar caricaturas. Sin embargo, recibió su apoyo cuando vio los resultados
de su trabajo artístico. También contó con su madre y su profesor de Ciencias Socia-
les, Milton Martínez, quien lo impulsó a seguir adelante hasta su muerte.
Nelson recuerda que, como todo el mundo, cogía café. Pero cuando terminó
su contrato en la granja experimental de la Federación de Cafeteros decidió comprar
colores, témperas y vinilos, materiales básicos, y en 1993 se lanzó a “una aventura
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
que no ha tenido fin”. Nelson se dedicó a pintar y desde entonces no ha hecho otra
cosa. Hacía collage con musgos y elementos que encontraba en los ríos, y como no
había quién pintara en el pueblo, y su trabajo estaba muy relacionado con la región,
halló compradores para sus obras desde el inicio. A los dos años, realizó bodegones
con elementos precolombinos y mochilas indígenas que fueron comprados y envia-
dos a Estados Unidos.
Para seguir creciendo como artista, decidió partir de Pueblo Bello. Vivió en
Valledupar, Santa Marta, Barranquilla y Bogotá. Cada uno de estos lugares marcó un
momento de aprendizaje en su carrera. En Valledupar recibió consejos de su amigo
pintor, Hernán Ivorán, y pudo observar sus obras. Este siempre ha sido un ejercicio
importante para su proceso. Su trabajo se ha enriquecido con la observación y la
visita a galerías, por ejemplo, lo que le permite llenarse de colores y de información.
En esa época también se encontró con libros sobre las obras indigenistas de pintores
mexicanos, como Jesús de la Helguera y Alfredo Rodríguez. En Barranquilla, Nelson
aprendió sobre el folclor, y la música le brindó nuevas herramientas para pintar.
En Bogotá se encontró con las “cerradas de puerta más tremendas” y con críticas
agudas y profundas. La capital se convirtió entonces en una clase de anatomía, pues
Nelson se dedicó a su estudio durante seis años a partir de las obras de Rafael y Da
Vinci. Esto le permitió soltarse, de maneras que no esperaba. Aún hoy, sigue ven-
diendo sus obras a críticos que conoció en Bogotá en aquella época.
Luego de estas peripecias, regresó a su pueblo, aun cuando a muchos les
parecía una locura. Pueblo Bello es para Nelson un municipio pleno de diversidad
cultural, de gente campesina que valora la palabra y de población indígena que con-
serva el territorio. Piensa que actualmente existe una mayor compenetración con
las poblaciones indígenas, aun cuando su visión sea diferente, ya que han logrado
que ellos residan no solo en sus asentamientos sino en el pueblo. Este artista plás-
tico se siente afortunado de vivir en un territorio que alimenta su arte a través del
tema indigenista, que “no tiene fin”. Además de ser un pueblo agrícola en el que se
[ 98 ]
Nelson José Álvarez
cultiva café y donde los habitantes siembran en sus patios, considera que tiene gran
potencial turístico para el avistamiento de aves y flores.
Como director de la Casa de la Cultura, Nelson promovió el turismo a través de una
exposición artística en el centro comercial Guatapurí, para dar a conocer el municipio. Eran
fotografías de paisajes, de flora y de fauna, de los indígenas, y muestras culturales en las
que las indígenas explicaban su práctica de tejido. Nelson también contribuyó a la preser-
vación de la memoria histórica de Pueblo Bello por medio de la recolección y exposición de
fotografías sobre los personajes más emblemáticos del municipio, y promovió la tradición
musical con clases de música para niños. Recuerda que durante su tiempo como director
de la Casa de la Cultura invitó a los niños indígenas a entrar a la escuela de música, gracias
a lo cual pudo conocer de primera mano el talento musical de muchos niños. Para Nelson
es necesario que se apoye a los niños en lo que les gusta, ya que así pueden florecer.
Para este artista plástico, el futuro del territorio está en la educación y la
cultura. Considera que es necesario que las universidades lleguen a Pueblo Bello y
que los jóvenes tengan la oportunidad de educarse en su territorio. También cree
que hay que darle importancia al tema indígena, aprender de su cultura y de las di-
ferentes culturas que convergen en Pueblo Bello, pues hay que reconocer el aporte
de quienes han migrado a él. Para Nelson el verdadero poder está en la cultura y no
en el dinero, y también considera necesario pensar en la conservación de la natura-
leza, para que haya futuro, no solo en Pueblo Bello, sino en el mundo: “Si aquí viene
alguien y yo le vendo, y construye una mansión, ¿a mí de qué me sirve que me tapen
el paisaje? A esa torre no le van a salir árboles ni raíces ni hojas”.
Nelson construye la paz en Pueblo Bello a través del arte y la cultura. Su
trabajo como artista promueve el diálogo intercultural y especialmente la considera-
ción de los indígenas y sus cosmogonías en la tradición artística. Durante su tiempo
en la Casa de la Cultura trabajó por la educación de los jóvenes, la recuperación de
la memoria histórica y el cuidado de la naturaleza por medio del ecoturismo. Así,
Nelson genera oportunidades para su municipio, con base en el arte.
[ 99 ]
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 100 ]
Nelson José Álvarez
AL SERVICIO DE
LAS NATURALEZAS
[ 101 ]
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 102 ]
AMARILYS ESTHER
LLANOS NAVARRO
MÁS ALLÁ DEL EXTRACTIVISMO,
LA LUCHA POR UN AMBIENTE
SANO EN EL CESAR
A
marilys Llanos sueña con un Cesar que potencie su vocación agroproductiva, donde
el campo garantice la seguridad y soberanía alimentarias de los habitantes y la sos-
tenibilidad ambiental del territorio. Sueña con un Cesar en el que los jóvenes resig-
nifiquen el ser campesino y en el que la ciudadanía sea parte activa de las decisiones
que se toman y nos afectan. Para Amarilys Llanos el camino hacia ese futuro es un
proceso largo que implica deconstruir estructuras mentales y luchar contra una
realidad de empobrecimiento y deficiencias en educación. Para cumplir este sueño,
la lucha de Amarilys tiene un objetivo claro: acabar con la dependencia económica
del departamento basada en el extractivismo. “El modelo extractivista ha sido un
fracaso, visto desde la óptica de las comunidades; tanto las entidades públicas como
las empresas privadas muestran mucho flujo de dinero sobre el papel –equilibrio de
la regla fiscal, entrada de divisas–, pero todo ese lenguaje económico formal, que
reportan como un gran éxito para el país, no tiene traducción social. En las comuni-
dades no se ve ese 2% que alimenta el carbón al PIB nacional. En las comunidades lo
que hay es empobrecimiento, falta de acueductos y agua potable, malnutrición, no
[ 103 ]
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 104 ]
Amarilys Esther Llanos Navarro
cultural y articularse con otras comunidades, que permita procesos sólidos: “las
comunidades han sido el mayor aprendizaje de mi vida: me dieron otra perspectiva,
otra visión de la vida”.
La experiencia con las comunidades la ha llevado a entender la importancia
de la acción política para el crecimiento del territorio. Ha aprendido que no hay
que verlas como víctimas, sino como determinadoras de la transformación de su
realidad, y para eso el conocimiento es fundamental: “en el trabajo con las comu-
nidades se hace énfasis en su formación, en llevar elementos, ideas, alternativas,
para que imaginen algo distinto a ese círculo de miseria al que el mismo sistema
los ha condenado”. En ese sentido, ella misma se encarga de que el conocimiento
formal y técnico sea accesible, de forma tal que esta información alimente procesos
de resistencia. Se trata de abrir espacios en los que sea posible generar proyectos
organizativos en los que los procesos sean liderados por la misma comunidad. Es
por esta razón que el método de extracción de petróleo y gas por fractura de la ro-
cas (fracking) es una propuesta totalmente contraria a lo que busca Amarilys, pues
prolonga la dependencia económica de un modelo de extracción que afectará a largo
plazo las posibilidades de sostenimiento y empoderamiento de las comunidades.
“Este modelo extractivo corresponde a una política minero-energética impuesta que
se decide desde un escritorio en Bogotá, y las comunidades no tenemos derecho a
decir que no la queremos; las comunidades no tienen derecho a expresarse, a decir
cuál es el proyecto de departamento y de vida que quieren. Es la negación absoluta
de la posibilidad de decir qué queremos y cómo lograr, y eso viola la autonomía
territorial y soberanía popular”.
Para Amarilys, el Cesar tiene la riqueza natural suficiente como para garan-
tizar la seguridad y soberanía alimentarias de los habitantes, pero el extractivismo
niega esa posibilidad y de esa forma prolonga y aumenta el empobrecimiento. Los
campesinos están perdiendo sus tierras o sus esperanzas de sostenerse a partir de
ella; nuestros jóvenes ya no sueñan con ser campesinos, porque esa posibilidad es
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
ahora mismo sinónimo de pobreza. “Las comunidades enseñan de una manera es-
pecial, desde la vivencia y saberes ancestrales, los cuales tienen tanto valor, que a
veces uno queda callada ante su riqueza. En esas veredas tan escondidas, hasta de
los mapas, se encuentra gente tan valiosa, pero tan invisible y anónima que no tiene
ninguna posibilidad ni alternativa para proyectar ese valor”. Es el valor de las comu-
nidades y la indiferencia del Estado lo que motiva aún más a Amarilys a rechazar el
modelo extractivista que ahora se proponen extender con el fracking y la explotación
de gas metano en el Cesar. Además, el deterioro ambiental es alarmante; según
Amarilys estamos “en una carrera contra el tiempo para adecuar políticas públicas
y cambiar hábitos de consumo”. Es por esto que las organizaciones ambientales han
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Amarilys Esther Llanos Navarro
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Amarilys Esther Llanos Navarro
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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L
os esposos Fernanda Rodríguez y Carlos Collantes trabajan por un objetivo común:
implementar una agricultura y ganadería ecológica que permita la preservación y
el cuidado del medio ambiente y el suelo. Ellos viven en la finca El Tesoro, vereda
Mahoma, del corregimiento del mismo nombre, en el municipio de Gamarra, Cesar.
Allí han instalado toda la infraestructura para desarrollar esta iniciativa, que nació
de la Corporación Obusinga, donde fueron voluntarios de un proyecto de autonomía
y soberanía alimentarias. El proyecto lo llaman Agrogan Finca Integral. Fueron ges-
tores sociales durante varios años, en los que aprendieron muchas cosas del conoci-
miento ancestral, trabajaron en el rescate de las semillas nativas y se empaparon de
los saberes que se aplicaban en la agricultura hace muchos años. Realizaron muchas
actividades, como expediciones por el río Magdalena, y participaron en eventos y
encuentros en varias partes del país, enriqueciendo así el conocimiento que hoy
tienen y que aplican en su finca. “Conocimos a muchas personas en corregimientos
y veredas y también nos dimos cuenta de que había una riqueza cultural y ancestral
que estábamos desconociendo y que ha sido de gran ayuda para nuestro propósito”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Carlos asegura que trabajó con mucho cariño y recordando siempre a su ma-
dre, quien tenía una huerta grande donde sembraba plátano, yuca, frijol y varias
frutas. Pudieron además conocer que existía, por ejemplo, la panocha contentera, la
uvita de lata y otros productos que han ido desapareciendo del panorama por dife-
rentes circunstancias. Estuvieron en contacto con muchas personas que comparten
su deseo de rescatar todo este conocimiento para preservar el tema alimentario con
una agricultura totalmente orgánica, en la que no se use ningún tipo de químicos.
Fernanda se define como una mujer profesional y campesina emprendedora que
quiere aplicar al campo su conocimiento de administradora de empresas para que
sea sostenible con una baja inversión. Quiere compartir la experiencia con el mayor
número de personas posibles para explicarles que el campo es rentable y tiene futu-
ro. Carlos, por su parte, es ocañero y se crió en el sur del Cesar. Está convencido de
que la agricultura ecológica funciona y puede ser posible masificarla en la zona. Es
técnico en Sistemas, operador de maquinaria pesada y diseñador gráfico y en estos
momentos es un gestor de la lucha por lo tradicional.
Ambos afirman que la escasez de alimentos durante la pandemia los ha impre-
sionado, por lo que ahora más que nunca están enfocados en el manejo sostenible
y ecológico de su finca. Allí llevan a cabo una “ganadería regenerativa” mejorando
la labor de pastoreo, sembrando árboles como cercas vivas, maderables y de frutas
exóticas, con el fin de crear un corredor para la fauna silvestre que se encuentra en
la zona. Carlos explica que a través de esta práctica “el ganado va a estar en un am-
biente relajado, con buena alimentación, compuesta por pastos nativos, con buena
sombra, para un mejor manejo del estrés calórico dejando atrás el potrero a campo
abierto”. Explica Fernanda que de esta manera el ganado está mejor, pues el animal
cambia su estado corporal y es mucho más grueso, hay mayor producción de leche
y sus crías nacen con mayor proporción en carne. “Al ganado se le da agua limpia
que viene de un acueducto veredal que se alimenta de una quebrada y se le realiza
baño orgánico con extracto de plantas, reemplazando la fumigación con químicos,
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Fernanda Rodríguez y Carlos Collantes
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
“A raíz de ese evento se creó una red de semillas en la que participan incluso per-
sonas de otros países. Podemos tener semillas de ahuyama, maíz, calabaza, frijol y
otros alimentos”, afirma Carlos. Adicionalmente, han logrado crear microorganismos
para hacer bioestimulantes o biofertilizantes para los cultivos. “Fuimos al bosque
que está aquí cerca, capturamos microorganismos de montaña en los troncos blan-
cos y hojarascas, realizamos el proceso de filtrado y fermentado para obtenerlos”,
añade Fernanda. Esos microorganismos se mezclan con estiércol, ceniza, harina de
roca, suero o melaza. Esto ayuda a tener una buena actividad microbacteriana que
permite proteger tanto las plantas como el suelo y lograr una buena recuperación.
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Fernanda Rodríguez y Carlos Collantes
Los esposos han ido aprendiendo poco a poco cada proceso, pero desean
compartir los conocimientos con otras personas para que puedan aplicarlos en sus
parcelas. El sueño que tienen es el de tener una biofábrica en la finca, una huerta
donde se puedan vender canastas familiares con alimentos limpios a los hogares de
la zona. Sin embargo, dicen que para esto se necesita una gran infraestructura que
requiere de recursos que no poseen en el momento. También quieren generar una
red de huertas en el municipio, enseñar a las personas a tener sus patios productivos
con alimentos orgánicos. Igualmente, que la finca se convierta en un plan piloto
para convertirla en un aula a la que asistan estudiantes de la región y aprendan de
todos los procesos. “El suelo del Departamento del Cesar es muy compacto y ha
sido duramente maltratado, por lo que es un trabajo muy arduo recuperarlo, pero
en espacios pequeños, en huertas, se lo puede hacer más rápidamente con estas
prácticas”, explica la pareja.
En estos momentos tienen una dificultad y es que las tierras que fueron ad-
judicadas en el año 1993 a través del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria
(Incora) y entre las cuales está su finca, están siendo reclamadas por sus antiguos
dueños en el marco del proceso de restitución de tierras. Son 24 parcelas que están
en conflicto y tienen limitaciones, por lo que sus actuales propietarios no pueden
acceder a créditos ni venderlas, hasta que no se aclare esta situación por parte del
Estado. “Esto nos está afectando, porque nosotros adquirimos esta tierra y la hemos
trabajado durante mucho tiempo de forma legal”. Y tales problemas les ha impedido
también participar de algunos proyectos que se han desarrollado para estos territo-
rios. A pesar de esto, siguen trabajando fuertemente, porque consideran que lo que
tienen es un tesoro, donde pueden encontrar todo lo que necesitan para alimentarse
y vivir dignamente, con alimentos sanos y limpios de químicos. “Todo lo que nos ha
pasado es bien bonito y enriquecedor”, manifiestan.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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JOSÉ LUIS ROPERO
AL SON DEL CANTO DE LAS AVES
E
l mundo de las aves es apasionante y observar lo que hacen o escuchar su canto lo
es aún más. Así piensa José Luis Ropero, un pajarero o guía local de avistamiento de
aves en Valledupar, quien nunca pensó que este sería su oficio, el que ejerce de ma-
nera permanente en esta región del país. Inició compartiendo con amigos ligados al
cuidado de la naturaleza y a las aves, conociendo un poco de su mundo y realizando
algunos cursos orientados por profesionales en el tema. Poco a poco se fue aden-
trando en ese mundo mágico de las aves, hasta saber cómo identificarlas, conocer
cada uno de los cantos, su aspecto físico y sus hábitats naturales. Cuando pensó que
sería un pasatiempo, comenzaron a llamarlo para ser guía de algunas agencias de
turismo, así que hoy este es su trabajo, algo que lo apasiona y lo sostiene económi-
camente. También le ha permitido conocer muchas personas de varias regiones del
país afines al ambientalismo, la naturaleza, la ecología y a sus intereses. Es buscado
igualmente por particulares, empresas, instituciones y otros observadores de aves
que vienen de otros lugares para conocer las aves que habitan en la Serranía del
Perijá, en la Sierra Nevada de Santa Marta y en otros ecosistemas del Cesar.
Desde el 2010, trabaja con organizaciones ambientales y en el área de re-
creación, pero ya en el 2015 se consolidó su labor como guía en el avistamiento
de aves. Comenzó colaborando con la Escuela Ambiental del Cesar y en la Reserva
Natural Los Tananeos, cuyo territorio, donde predomina el bosque tropical seco,
alberga unas 200 aves, incluidas especies endémicas y vulnerables. Estando en Los
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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José Luis Ropero
necesitan un gran impulso para volver a emerger, sería bueno apoyar este tipo de
emprendimientos, porque benefician directamente al turismo. Para él ha significado
ese desarrollo personal, pero también lo ve como una linda vocación, en la que vive
maravillado con ver a las aves en su hábitat natural, libres y sin estar enjauladas.
Cree que hay grandes oportunidades en su oficio y está convencido de que, si crece
el avistamiento de aves en el Cesar, sería algo de gran impacto social y económico.
Adicional a la actividad de observar aves, José Luis deja claro que hay que prac-
ticar la conservación de esos hábitats de estos maravillosos animales, pues, si no hay
ecosistemas sanos, no hay aves. Sabe que, en ese sentido, hay varias problemáticas en
el Cesar, donde se pierden los hábitats por tala de árboles, por quemas u omisión en
el trabajo de la autoridad ambiental, pero también por falta de conciencia en la ciuda-
danía. También hay muchas capturas de pájaros para tenerlos como mascotas, y eso
afecta negativamente la posibilidad de que se puedan observar grandes poblaciones de
aves. Aunque reconoce que la Corporación Autónoma Regional del Cesar (Corpocesar)
viene realizando en los últimos años varias iniciativas para la conservación de algunas
zonas específicas, por ejemplo, el parque Sabana Rubí, que abarca el norte del depar-
tamento y parte del sur de La Guajira. Ya fue declarado parque nacional y es uno de los
lugares propicios para el avistamiento de aves de diferentes especies. Allí se realizó
un trabajo con las comunidades, se puso señalización y otra serie de actividades que,
al parecer, no fueron suficientes, porque poco después se desataron varios incendios
devastadores que afectaron los frailejones y los hábitats de las aves y otros anima-
les. Para él, esto fue muy extraño y quizás estuvo involucrada la mano del hombre.
Preocupado, indica que ello evidencia que no es suficiente lo que se está haciendo.
Algo se está omitiendo. Continuamente también se realiza recuperación de la fauna
silvestre, la cual es trasladada a los centros especializados para su rehabilitación, y
hay liberaciones en las reservas naturales apropiadas para aves, mamíferos y reptiles.
Ser pajarero también incluye la conservación de los ecosistemas por donde
se mueven las aves, ya sean urbanos o rurales. Se siente satisfecho cada vez que
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
termina una jornada de avistamiento, cuando ya escucha a las aves marcharse del
lugar donde se realiza la actividad, al revisar las notas y la información recolectada,
incluyendo la especie y su comportamiento. Sabe que todo eso significa mucho para
las aves, para la conservación de sus hábitats y para el cuidado de la naturaleza. Ahí
es donde está la máxima pasión que siente por el pajareo. También siente que este
trabajo no solo es de unos pocos: es de todos, de la comunidad, con la que se deben
concertar las acciones que se necesitan. Opina que el Estado puede tomar medidas,
pero son las personas quienes garantizan su éxito o su fracaso.
José Luis se deja embelesar por los pájaros, los atrapamoscas, las pangaras,
los carpinteros y los colibríes, que son algunas de las 500 especies de aves que se
pueden avistar en el Cesar. También hay aves llamativas, como las guacamayas, los
periquitos, el chamicero del Perijá y el tapaculo. Unas son comunes, otras no tanto,
pero para él todas son bellas. Los trogonidos, el pinzón alidorado y los tucanes
también están en su lista personal de avistamiento. Cada una de ellas necesita un
lugar sano para vivir y para reproducirse y, a la vez, el hábitat las necesita a ellas.
Igual pueden verse en el casco urbano, en un parque, en un jardín, en la plaza o en
el bosque. Donde hay un árbol o plantas, puede haber un ave.
Al salir al avistamiento, José Luis y sus acompañantes tienen una expectativa,
pero siempre hay alguna sorpresa y se encuentran con especies que nunca antes
habían visto. Ese es otro de los placeres del pajareo. Afirma que en Valledupar hay
aves migratorias y otras residentes, en total son cerca de cien las especies que se
han visto en esta capital. Por ejemplo, dice José Luis, en Ecoparque Los Besotes,
donde el bosque seco se conserva muy bien, o en la reserva de la sociedad civil Río
de Janeiro, se pueden avistar muchas y variadas aves. El pajarero añade que la Sierra
Nevada de Santa Marta es otro de los hogares de las aves y un lugar importante para
la biodiversidad del mundo.
Las veredas Casa Grande, Montaña Negra, Sabana Rubia y Tierra Grata son
lugares con buena conservación del bosque seco, propicios para los avistamientos.
[ 120 ]
José Luis Ropero
Hacia el centro de Valledupar, dice José Luis que hay varios ecosistemas acuáticos
donde se pueden avistar aves totalmente diferentes. Los playones del Cesar y la cié-
naga de la Zapatosa son visitados continuamente por los pajareros y cada pedacito
del Cesar tiene su encanto y su dinámica especial, que ofrece muchas posibilidades
diferentes de relacionarse con la naturaleza. En el agua permanecen los patos y las
garzas, en el piedemonte de la sierra está el gorrión de pico azul, la rosita canora,
los colibríes, el barbudito, entre otros. Pero, anota José Luis, siempre hay riesgos y
las zonas son muy sensibles, ya que por allí han pasado toda clase de fenómenos
ilícitos que han afectado la biodiversidad. El narcotráfico, el tráfico de madera ile-
gal, las quemas y la conversión de muchos predios en potreros improductivos son
situaciones que amenazan continuamente la pérdida de hábitat. No se muestra en
desacuerdo con que los campesinos cultiven la tierra, pero dice que pueden hacerlo
sin talar todo para señalar una propiedad. José Luis participó en el proceso de pro-
tección de la reserva natural de Los Tananeos. Explica que, cuando los propietarios
del predio tuvieron el interés de protegerlo y que fuera avalado por la instituciona-
lidad, se encontró que la reserva de la sociedad civil era una figura que lo permitía.
Entonces se inició todo el trámite con Parques Nacionales y se elaboró un proyecto
de conservación que fuera sostenible a largo plazo.
Aunque José Luis vive en la ciudad y se ha criado en el ambiente urbano, la
vida le ha permitido estar en estos procesos de protección de la naturaleza y ejercer
una actividad que le apasiona. Las aves le ganaron al Derecho, carrera que estudió
durante varios semestres. También ha hecho varios cursos en el Servicio Nacional
de Aprendizaje (Sena) en interpretación de la naturaleza y guianza. Es destacable
también su participación en la transformación que ha tenido la vereda Tierra Grata,
la cual empezó como un campamento de posguerra, donde se instalaron los ex-
combatientes y ahora es una comunidad campesina, como cualquier otra, donde
hay familias y la comunidad se ha apersonado de su conservación. Allí también se
practica el avistamiento de aves a través del operador local de turismo.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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José Luis Ropero
Badillo Travels, Vallenatour, Servitour del Caribe, Tierra Grata Ecotours, entre otras
que ofrecen el avistamiento de aves.
José Luis admira a otros pajareros, reconoce que son mucho más experimen-
tados que él y que les ha aprendido mucho de lo que hoy sabe. Todos participan en
el Globlal Big Day, un evento que cada año se realiza en el mundo y que abre una
puerta a nuestra biodiversidad. Algunos de sus referentes son Vicente Gaviria, sal-
vadoreño, pajarero y ambientalista; José Luis Pushaina de La Guajira; Jhony Salazar,
Gabriel Utria y Tomás Darío Gutiérrez, entre otros. Nuestro guía de avistamiento ase-
gura que básicamente los pajareros son ambientalistas, es decir, personas que van al
campo a generar impactos positivos y no a hacer daño ni a destruir. La conservación
de la biodiversidad, para José Luis, va de la mano de su trabajo. Es una persona sen-
cilla y dice que este oficio ha sacado lo mejor de él. Espera continuar muchos años
más mostrando las aves del Cesar a la mayor cantidad de personas posibles.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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LIBERNEL
GARCÍA VERGEL
SER PROFE Y ACTIVISTA
AMBIENTAL
C
uando niño, Libernel García Vergel vendía cilantro, platanitos, lotería y bolis en el
corregimiento de Media Luna, municipio de San Diego, Cesar. Hoy es un respetado
docente pensionado y un líder ambiental que trabaja arduamente por generar un
cambio orientado a cuidar el medio ambiente y las hermosas tierras que lo rodean.
Nació allí en 1969, después de que sus padres llegaran procedentes de Ábrego,
Norte de Santander, huyendo de la violencia política que azotó a esa región del país
hace unos 55 años. Primero se ubicaron en el municipio de Manaure y luego se fue-
ron para Media Luna, donde compraron un terreno ubicado en la salida del pueblo.
“Éramos gente humilde y sencilla y nos inculcaron mucho el valor del trabajo, por
parte de mis abuelos y mis padres, y la bondad que viene de mi abuela, para quien
era importante compartir con los demás y tenía la filosofía de que es mejor dar que
recibir”. En esa época, las familias eran muy unidas, incluyendo la suya, una costum-
bre muy arraigada que, según piensa, es propia de los santandereanos llegados a
estos territorios. “Mi abuela murió de 95 años hace unos meses y antes había falle-
cido mi abuelo de 92 años, pero seguimos con la unidad familiar, así ellos no estén”.
También recuerda mucho las fiestas patronales de la Virgen del Carmen y el
Festival Folclórico del Aguacate, “que era una fiesta que se hacía porque aquí éramos
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Libernel García Vergel
que su tío faltó, quiso seguir su legado y actualmente tienen una Mesa Ambiental
Zonal de la Serranía del Perijá, la cual se ha conformado con mucho riesgo, porque
ha habido choques con la comunidad. “Lo importante es que ya nos reconocen en
varias partes y en la Corpocesar [Corporación Autónoma Regional del Cesar], con
quien queremos trabajar articuladamente”. De esa mesa hace parte un grupo de
personas de la zona que tienen el mismo objetivo de concientizar a las personas en
el cuidado del medio ambiente como un compromiso de todos y mostrando que, si
no se cuida, más tarde se pueden lamentar.
Considera que una de las claves es demostrar con hechos que esto se puede
lograr y, sobre todo, dar ejemplo a los niños y jóvenes. Dice que anteriormente se
realizaban muchas actividades, como, por ejemplo, recorridos por el río para realizar
limpieza, entre otras, pero todo cambió cuando arreció el conflicto armado en la
zona. “Nos tocó muy duro la violencia. Ya no podíamos salir con los muchachos y
era un riesgo trabajar el tema ambiental, porque lo veían a uno como un enemigo.
También hubo temor de hacer parte de la junta de acción comunal de uno de los
dos barrios que había en Media Luna”. El peligro venía de cualquiera de los actores
armados, guerrilla o paramilitares. “Cuando estábamos en clases y llegaban, yo les
decía: o se alejan ustedes o me voy yo para informar a la secretaría, porque era po-
sible que me tildaran de ser colaborador. La situación había que sortearla de forma
prudente e inteligente, trabajar de una forma neutral, sin acosarlos ni apoyarlos”.
Según asegura, las cosas han cambiado mucho con la desmovilización de los
grupos armados: ya la gente ha comprado fincas y terrenos, se puede subir a las
veredas más alejadas y se respira cierta paz. Libernel espera que esto siga así. No
obstante, “el gobierno no ha cumplido con algunos compromisos, lo que hace prever
que puedan resurgir algunas manifestaciones de violencia”. Lo que sí lamenta es que
el colegio tenga una modalidad agropecuaria y tiene una finca con 104 hectáreas que
no se aprovechan en su totalidad. “Esta la manejan algunos profesores técnicos, pero
no se ha sabido explotar, se ha descuidado esa parte, cuando antes los muchachos
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
hacían ahí sus prácticas y, como eran hijos de campesinos, lo que aprendían lo apli-
caban en las fincas de sus padres”.
Para Libernel el liderazgo no nace, sino que se hace afrontando las actuacio-
nes, aunque considera que también hay que tener algún talento para eso y que este
viene desde la niñez y se va formando a través del tiempo con las experiencias y las
iniciativas. “Cuando mueren líderes, estos motivan a que nazcan otros; por ejemplo,
una motivación para mí fue mi tío. Seguí mucho su pensamiento y su querer”. Así,
desde ya el docente piensa en el futuro y aspira a que un día no muy lejano haya
mucha zona agrícola en Media Luna, donde se produzca toda clase de alimentos,
y no solo café, sino árboles frutales, cacao, yuca, plátano, papa, maíz, malanga,
[ 128 ]
Libernel García Vergel
entre otros. Piensa que estas tierras son muy productivas y ya hay muchos jóvenes
profesionales que podrían quedarse allí trabajando. “Aspiramos a desarrollarnos de
una mejor forma para que la inversión se quede aquí, porque hemos sido azotados
duramente por la violencia y por el abandono del Estado”.
Dice que, por ejemplo, hay una sola cancha que deben compartir los casi ocho
mil habitantes que tiene el pueblo. “Nos turnamos para usarla, entre los jóvenes,
las mujeres, los niños, los adultos y quienes practican fútbol, voleibol o básquet”.
Se lamenta, pues también hay mucha juventud perdida en la drogadicción, jóvenes
y niños que no tienen cómo pasar el tiempo libre o cómo practicar un deporte.
Quiere más inversión por parte del Gobierno y que se potencie la parte agrícola. El
docente se declara creyente y asiste a una iglesia pentecostal desde que terminó la
secundaria, cuando sintió una experiencia más espiritual cercana a Dios. “Gracias a
eso es que estoy aquí, porque, si no hubiera tenido temor de Dios, qué me hubiera
pasado”. Narra que un día, cuando iba para un culto, un grupo guerrillero lo invitó
a que entrara a un partido de fútbol con ellos, pero él se negó y siguió su rumbo,
“lo que no sucedió con otros compañeros docentes o ambientalistas que murieron
inocentemente, porque se acercaron mucho a esos grupos”.
A Libernel lo respetan mucho en Media Luna y él cree que es porque también
profesa un gran respeto por cada una de las personas que conoce: “hay que tener
empatía, practicar una convivencia tranquila y perseverar en el ejemplo”. Quiere
ser recordado como un hombre que le sirvió a Media Luna, un pueblo que le sabe a
campo, a aire limpio, a paz y a tranquilidad; un pueblo que quiere que sea convertido
muy pronto en municipio.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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C
omo una familia describe Liceth Carolina Costa Redondo la Red de Ambiente del
municipio de Manaure, a la cual pertenece desde su fundación en 2017. Ella, por su
parte, se ve como una joven honesta, sencilla, muy cariñosa, sobre todo con ánimo
incesante de ayudar a su tierra natal y con espíritu colaborador. “Me gusta el com-
pañerismo, ayudar a la comunidad; me declaro creativa y siempre estoy tratando de
aportar mi granito de arena para el mejoramiento de nuestra sociedad”. La ambienta-
lista asegura que los jóvenes que hacen parte de la Red, de edades entre los 13 y 28
años, son defensores del medio ambiente muy dedicados que están trabajando sin
ninguna motivación económica. “Ellos disfrutan de cada experiencia que se realiza,
y aunque la mayoría estudia o trabaja, nos une las ganas de cambiar el mundo y de
conservar nuestros valiosos recursos naturales”.
Los principios de la Red son específicos y, según Liceth, cada uno de sus
miembros los considera importantes. Así, la honestidad, la solidaridad y la respon-
sabilidad son esenciales para seguir creciendo a nivel local, departamental e incluso
nacional. Es un voluntariado, pero quienes están en la Red disponen del tiempo
libre para participar en las diversas actividades que organizan, como recolección de
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Liceth Carolina Costa Redondo
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Liceth Carolina Costa Redondo
Otras cosas que le gustaría emprender a gran escala son la conservación de las
cuencas hídricas, la reforestación, acabar con la tala de árboles, realizar compensa-
ción ambiental y el reciclaje, para recaudar fondos. En estos momentos la Red está
trabajando a nivel regional para presentar un proyecto sobre siembra de árboles y
están esperando a ver el impulso que tiene para establecer qué sigue más adelante.
En su opinión, mañana habrá más movimientos juveniles, porque dice que hay más
jóvenes liderando cosas a nivel deportivo, ambiental, artístico y en otros aspectos.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Liceth Carolina Costa Redondo
HACEDORES
DE LO PÚBLICO
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ALBA LUZ LUQUE
CUIDADORA DEL BOSQUE
Y DE LA SALUD PÚBLICA
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
lo que para Alba Luz construyó su identidad: “de alguna forma yo siento que tengo
sangre indígena, me identifico con los kankuamos y lo digo con orgullo”.
Después vino la ciudad. A los cinco años, Alba Luz se mudó con sus padres a
Valledupar para estudiar la primaria en el colegio de monjas de la Sagrada Familia.
Cuando iba a iniciar el bachillerato, su padre la envió al internado de La Presentación
en Medellín. Con el tiempo encontraría cartas escritas de su mano a los 11 años y
dirigidas a su madre en las que contaba lo difícil que era estar en Antioquia. Dos años
antes de terminar la secundaria llegó al colegio Sans Façon, dirigido por monjas de
La Presentación. Era uno de los mejores colegios de Bogotá. El propósito de su padre
era que su hija se preparara para entrar a la universidad, y aunque fueron tiempos
difíciles, Alba Luz agradece su decisión.
En esa época tenía gran interés por la historia y la medicina. Ávida lectora,
ya con ocho años subrayaba las palabras que no conocía de El Quijote de la Mancha.
Al terminar la secundaria, Alba Luz se decidió por Medicina y después de tres años
de estudio en la Universidad Javeriana decidió cambiar de profesión: “dije: no es mi
carrera, no quiero tener contacto tan directo con el sufrimiento de las personas. Me
afectaba ese contacto con pacientes”. Fue así como llegó a la Escuela de Bacteriolo-
gía de la universidad jesuita. Al terminar Bacteriología se casó y viajó. “Estando en
Estados Unidos, decidí estudiar lo que soy. Soy inmunohematóloga, me gusta tra-
bajar con todo lo que tiene que ver con transfusión sanguínea y bancos de sangre”.
Alba Luz vivió diez años en Houston, Texas, y Phoenix, Arizona.
A su regreso a Colombia trabajó con Rodrigo Gutiérrez y Gilma Vélez en el
Laboratorio Gutiérrez Vélez, que para ese entonces era el mejor de Bogotá. “Yo entro
como especialista de algo que no había. Por eso te digo que lo que me tocó fue una
casualidad que te da la vida: llegar a un país que estaba en pañales en la inmunohe-
matología y los bancos de sangre”. Trabajando en el laboratorio conoció a un alto
funcionario de la Cruz Roja y, por medio de él, concertó una cita con el presidente
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Alba Luz Luque
de la institución. Alba Luz recuerda que visitó el Banco de Sangre de la Cruz Roja,
pues aquel le había ofrecido la dirección de esa dependencia. Era un “banquito”,
una casa en la avenida Caracas con calle 42, y había una sola nevera para almacenar
sangre, sin congeladores ni instrumentos para preparar o separar componentes. Alba
Luz decidió que solo tomaría el trabajo si los patrocinadores del Banco de Sangre
garantizaban los equipos, los materiales y la gente necesaria para transformarlo. Ahí
empezó un trabajo pionero de salud pública, muy necesario en Colombia.
En esa época, recuerda Alba Luz, la sangre era un negocio en el país. La gente
vendía su sangre en centros de plasmaféresis, de esa sangre procesaban el plasma y
lo exportaban a Estados Unidos para sacar derivados: “esa era una práctica que había
por todo el sur de Bogotá, había de esas cosas que se llamaban Bancos de Sangre”.
Fue a partir de esa problemática que Alba Luz y su equipo iniciaron la campaña de
donación voluntaria de sangre en Colombia y promovieron la reglamentación del
uso de la sangre: “este país no tenía una ley de sangre, no había una reglamenta-
ción”. Ante la situación, Alba Luz fue una de las integrantes del comité encargado
de redactar un decreto dedicado exclusivamente a regular lo relativo a la sangre,
con el claro propósito de prohibir su comercialización y la exportación de plasma, y
de promulgar la donación como un hecho altruista y voluntario: “no se paga por la
sangre: el que la dona, la dona, pero no se puede cobrar”.
Una comisión, compuesta por representantes de las asociaciones médicas, de
la Iglesia, de la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina (Ascofame), del
Comité Nacional de Ética Médica y de la Cruz Roja, a la que Alba Luz representaba, se
reunía cada quince días en el Ministerio de Salud para discutir sobre la normativa y
el texto del decreto. “Fue un comité muy nutrido, de personas que conocían el tema
y que estaban preparadas para aportar al país una ley de sangre que reglamentara
el caos que había”. Finalmente, el presidente Julio César Turbay aprobó el Decreto
616 de 11 de marzo de 1981, “Por el cual se reglamenta parcialmente el Título IX
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Alba Luz Luque
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Alba Luz Luque
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la ciudad y el río está cerrada. “En Europa las ciudades están abiertas a los ríos, y los
ríos son de cierta forma el todo de esas ciudades. El río ejerce una función social”.
Esta pasión por la recuperación de la historia y lo natural se manifiesta en la
casa de Alba Luz Luque. “Esta casa es un santuario de la memoria de mis padres. Está
restaurada, pero ahí está”. Además de la casa, Alba Luz ha conservado su finca como
un bosque, del que se benefician los habitantes de pueblos vecinos, como el Jabo
y Guacoche y distintas especies animales y vegetales. “Para mí el bosque es todo.
Yo gozo de mis algarrobillos, voy y me montó en un caballo y paseo por debajo de
esos algarrobillos, oigo a mis monos aulladores y eso me da una alegría inmensa, me
satisface”. Alba Luz decidió que no quería hacer de su tierra un espacio altamente
productivo, sino convertirla en la reserva Bosque de Jacob Moisés Luque. “Ese sen-
tido del verde, de la fauna y de la flora siempre ha estado en mí”, dice Alba Luz, pero
también viene de su padre, un hombre que pensaba en poblar los alrededores de las
fuentes de agua con árboles, y de su madre, quien amaba las flores y los jardines.
En una época, la reserva acogía un palmar de más de cien hectáreas de la especie
Copernicia tectorum, estudiada por el profesor Orlando Rangel y alumnos del Instituto
de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia. “Ese ecosistema tiene
una labor enorme, por la fruta, que es un alimento tremendo para aves y para otras
especies”. La Universidad Nacional de Colombia encontró en el palmar 125 especies
de aves, algunas provenientes del Cono Sur, que venían al palmar con el propósito de
hibernar. “Tú entrabas al Palmar y tú sentías un fresco… y sentías ese revolotear de
las aves. Era una fantasía… Lo quemaron nueve incendios, y yo quedé de cama: no
daba ni para levantarme”. A pesar de que instituciones como la Universidad Nacional
de Colombia iniciaron procesos y denuncias por la destrucción del palmar, la Fiscalía
los archivó. Ahora, el bosque fue nombrado Reserva de la Sociedad Civil gracias al
programa de Riqueza Natural de Estados Unidos, que nos ayudó con el trámite ante
Parques Naturales del MinAmbiente. Con esto esperamos garantizar su protección.
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Alba Luz Luque
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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BEATRIZ ELENA
MEJÍA VIZCAÍNO
PINTAR EL CESAR CON EL
ARCOÍRIS DE LA DIVERSIDAD
B
eatriz Elena Mejía Vizcaíno es abogada y ejerce su profesión, pero lo que le ha brin-
dado más satisfacciones a su vida personal y profesional es el liderazgo que ejerce
a favor de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales
(LGBTI), a través del colectivo Paz Diversa y Afirmativa, tanto en el municipio de La
Paz como en Valledupar. Es egresada de la Universidad Popular del Cesar y desde
que estaba en el colegio se destacó como lideresa, pero de marchas y causas estu-
diantiles. Ese liderazgo quedó en pausa durante muchos años y renació hace poco
para defender a la comunidad a la cual pertenece.
Beatriz recuerda que llegó a La Paz por amor. “Conocí a mi pareja en Valle-
dupar y me propuso irme para allá y no lo pensé mucho. Trabajaba en un banco,
pero me di cuenta de que el sector me necesitaba y renuncié, aunque no me querían
dejar ir”. Comenzó a reunirse con los chicos semanalmente y en cada encuentro se
daba cuenta de que necesitaban un liderazgo o una persona que los defendiera y
representara. Tomó las banderas y decidió comenzar a trabajar por la población. Le
tocó empezar de cero, comenzando por la escogencia del nombre del colectivo. “Le
pusimos Paz Diversa y Afirmativa haciendo alusión al proceso de paz, para que haya
una verdadera inclusión, porque, sin eso, no hay paz”.
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Beatriz Elena Mejía Vizcaíno
gran triunfo que dará paso a la Ruta del Arcoiris, con el fin de llegar a los territorios
donde los miembros de esta población están siendo amenazados y se han vulnerado
sus derechos, al punto que tienen miedo de ser visibles. “El objetivo es empoderar
a todas las poblaciones, ya que hay un liderazgo rezagado en aquellas donde aún
se presentan amenazas y violencia”, afirma Beatriz, quien es la presidenta de esta
alianza.
Otro gran logro para Paz Diversa y Afirmativa es ser la única organización
que a nivel departamental presentó un informe sobre víctimas de violencia ante la
Justicia Especial para la Paz (JEP). Beatriz explica que para este proceso recibieron
el apoyo de Caribe Afirmativo, ya que ellos tienen reconocimiento y experiencia en
este tipo de informes. “Nos vimos en la necesidad de mostrar lo que ha pasado y
está pasando en el departamento, porque hemos sido muy golpeados. Por ejemplo,
en los años 1997, 1998, 1999, hasta el 2004, fuimos muy violentados; hubo varios
muertos, pasquines amenazantes y discriminación”. Ya dos de esos informes reposan
en la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, organismo complementario de
la JEP, con los cuales esperan que se sepa todo lo sucedido en el Cesar. Con mucha
tristeza manifiesta que fue testigo viviente de esa violencia, pero que esta, gracias a
todas las acciones que han implementado, ha disminuido considerablemente.
A partir del 2021 también serán parte de la propuesta Ruta del Cimarronaje,
un proceso colectivo que conforman más de 200 organizaciones sociales del Cari-
be colombiano, que trabajan de manera articulada con la Comisión de la Verdad.
Serán los representantes del sector LGBTI para la Costa Atlántica, en este espacio
que considera muy importante. Igualmente han firmado el “Pacto por la verdad”
en el Magdalena y están en la construcción de un pacto para la búsqueda de perso-
nas desaparecidas. “Nos hemos comprometido con la sociedad en la búsqueda de
la verdad y aquellas víctimas que posiblemente desaparecieron por su orientación
sexual. Aunque hay familias que tienen miedo, hay un trabajo psicosocial con ellos
para ayudarlos”, precisa.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Lograron igualmente realizar por primera vez una marcha del orgullo gay en
Valledupar y que esta llegara a la plaza pública. Con tantas restricciones que han sa-
lido al paso, para Beatriz esto ha sido una gran victoria. “Antes no podíamos siquiera
poner música y con esto pudimos mostrarnos, decir que existimos, que resistimos y
vamos a seguir”, manifestó la lideresa, quien añadió que para esta actividad tuvieron
el apoyo de la Fundación Matices.
Cuenta Beatriz que la administración municipal de Valledupar las ha apoyado
con la gestión de proyectos productivos que van a beneficiar a unas diez mujeres
lesbianas para que puedan obtener sus recursos de alguna actividad económica, y
en La Paz se ha tratado de gestionar algo similar, pero ha habido inconvenientes por
la pandemia. “Lo primero que haremos allá es la caracterización de la población.
Hasta el momento tenemos 25 integrantes, pero sé que hay más, porque no he-
mos llegado a los corregimientos y las veredas para identificarlos”. Beatriz destaca
que la organización hizo parte del proceso de modificación de la política pública de
género del Departamento del Cesar, la cual fue aprobada en la Asamblea, aunque
nunca fue sancionada por el gobernador de turno. Están apoderados de esa causa
para exigir que esta política se implemente y que además se replique en cada uno
de los municipios del Cesar. “Uno de ellos ya lo aprobó: es El Paso, y eso es un gran
triunfo para nosotros”.
Para Beatriz todo lo que hace ha significado un crecimiento profesional, por-
que ha aprendido mucho en el plano jurídico: cómo trabajan los gobiernos con los
sectores vulnerables, cómo es de verdad la defensa de los derechos humanos, no en
un estrado, sino sin remuneración. “Esto es muy importante para mí; esto se lo debía
a mi población LGBTI, lo que pude haber hecho hace diez años atrás lo he hecho en
estos últimos cinco o seis años”. También ha significado un crecimiento personal
por la satisfacción de ayudar a su gente. Igualmente, a nivel organizacional ha sido
una ganancia, ya que Paz Diversa ha sido reconocida por organismos internacionales
como una organización constructora de paz.
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Beatriz Elena Mejía Vizcaíno
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EDER NORIEGA
GRAFÍA CIUDADANA EN LA PAZ
D
e todos los proyectos y gestiones realizadas por el comunicador gráfico Eder Norie-
ga, son dos las que lo hacen sentir más orgulloso, porque han sido determinantes
para el desarrollo social y cultural del municipio de La Paz, en el Departamento del
Cesar. Ese sentir lo lleva en su corazón y nace de la necesidad de servir a esta, que
es su tierra natal, un valor que le enseñaron sus padres: un albañil y una comercian-
te. “Pienso que la mayor preparación que puede tener una persona en cualquier
profesión es aquella que lo capacita para servir; si no está preparada para eso, no
sirve”. El primero de esos proyectos fue el de lograr que la cultura almojabanera
fuera declarada Patrimonio Cultural e Inmaterial del departamento, a través de la
Ordenanza 190 del 28 de marzo de 2019 emitida por la Asamblea del Cesar. En esta
iniciativa se destaca la almojábana como producto y se exaltan las manifestaciones
culturales derivadas de ella, que es lo más representativo del municipio de La Paz.
Eder, quien tiene una empresa en la que elabora páginas web para artistas y
escritores, explica que fueron muchas las razones por las cuales decidió liderar esta
gestión y que lo motivaron a luchar hasta lograrlo. “La almojábana es un patrimonio
de nuestro municipio que ha venido en decadencia y el gobierno no le ha prestado
mucha atención a esto, por lo que era necesario hacer algo para salvarla”. En primer
lugar, la migración de venezolanos ha afectado de manera determinante la cultura
almojabanera, porque muchos la están produciendo, pero sin los estándares de ca-
lidad que aplican los almojonaberos tradicionales.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Dice que incluso se han intentado varias estrategias para sacar adelante el
gremio, como la instalación del monumento en honor a esta tradición, la construc-
ción de la casa de los almojabaneros en el barrio Fray Joaquín, donde vive la mayoría
de ellos, y la creación de la puya almojabanera. “Nada de eso ha servido para darle
el valor que tiene esta cultura en nuestro pueblo y sacarla adelante”. También se
intentó impulsarla a nivel internacional con la elaboración de unas cajitas para ven-
derlas, pero eso, según Eder, quedó en nada.
Así que el también escritor procedió a investigar en el Ministerio de Cultura
las directrices y todo lo que se debía hacer para demostrar que la cultura almoja-
banera debía ser elevada a patrimonio cultural e inmaterial. Descubrió con alegría
que la normatividad permite que cualquier ciudadano pueda hacer la postulación
para lograrlo, y así lo hizo ante Roberto Ahumada, quien era el jefe de Cultura de
la Gobernación del Cesar. Eso fue en diciembre de 2018, día en que fue radicada
la iniciativa, en la que quedó como postulante principal. Hizo una defensa fuerte
del proyecto para llamar la atención de todas las instancias involucradas respecto
de lo que estaba pasando con la cultura almojabanera en La Paz y lograr que esta
fuera protegida. “El propósito de la declaratoria es la conservación y protección, así
como el fomento de dicha cultura a través de las generaciones venideras. También
conminar a las autoridades para que se elabore el plan de salvaguardia, se realice un
festival de la almojábana y se construya un museo folclórico”, precisó Eder.
El 24 de abril de 2019, día en que se sancionó la ordenanza, fue declarado
como el Día de la Cultura en el municipio de La Paz y queda pendiente el plan de
salvaguardia, el cual, según Eder, no ha sido posible elaborarlo. “He presentado el
proyecto que necesita recursos por $190 millones de pesos, pero les ha parecido
costoso y se han presentado varios impases que no han permitido su trámite”. Dice
que no ha habido voluntad ni interés en sacar adelante esta iniciativa y por eso él ha
decidido hacerlo poco a poco, con ayuda del gremio. Según explica, se necesita hacer
una caracterización de todos los almojabaneros que existen, hacer un censo de los
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Eder Noriega
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
eso se estancó el proyecto. Afirma Eder que la solución era buscar a las personas a
las que el Estado nunca les compró sus predios e invitarlas a que vendieran, para
que se sumaran al proyecto y lograr la construcción de esta importante vía. “Cuando
había entendido todo el problema, me di cuenta de que tenía todas las herramientas
para avanzar y busqué al señor Miguel Villazón, quien me confirmó que no le habían
comprado sus predios”, aseguró.
Estuvo haciendo gestiones durante un año, logró que varios funcionarios
del nivel nacional apoyaran y que los dueños de los predios se unieran al proyecto
para que se lograra por fin la construcción de esta carretera. “Lo que no se logró
en 30 años, lo hice yo en una conversación de 30 minutos y todo mundo quedó
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Eder Noriega
sorprendido, sobre todo los que divulgaban la mentira”. También se logró que la
obra se incluyera en el Plan de Desarrollo departamental, como un proyecto priori-
tario, algo que considera un milagro de Dios. “Cuando ya veo que el trabajo va avan-
zado, me doy cuenta de que viene la aventura más grande y es tratar de convencer
a la población de que esto es posible”.
Hizo una primera convocatoria, pero lo que recibió fue un rechazo generaliza-
do y fue tildado de loco, pero siguió avanzando, porque es un hombre perseverante
y atrevido. Al mes hizo otra convocatoria en el recinto del Concejo Municipal para
darle un carácter institucional al tema y esta vez tuvo más acogida. Luego convocó
a los ciudadanos en el puente a una reunión con la asistencia de funcionarios de In-
vías. La prensa se unió a la campaña y nació la voluntad política para sacar adelante
el proyecto. “Gracias a esta gestión se destinaron $101.000 millones de pesos y las
obras por fin comenzaron en marzo de 2021”, cuenta con satisfacción.
Ahora tiene un nuevo propósito y es lograr que esta vía sea incluida en una
ruta del folclor y convertirla en un área de desarrollo naranja, para impulsar las
industrias creativas, tanto de La Paz como del Cesar. “Por ejemplo, me gustaría ver
un monumento en el puente, algo turístico que atraiga a muchas personas de otras
partes del país, y también una serie de esculturas y un hermoso jardín”, afirma ilu-
sionado. Y así como se propuso sacar adelante aquellas iniciativas, dice que también
lo hará con esta.
Eder tiene otro rol importante en su vida y es el de escritor, pero además edita
y publica libros de otros autores. Nos cuenta que desde que estaba en secundaria
escribía cuentos, pero su primer libro fue La técnica vocal hablada y cantada, un texto
científico que ha servido como material de consulta en los colegios y universidades,
porque se convirtió en un gran aporte al desarrollo de la voz. Estudió publicidad y
cuanto terminó su carrera se interesó mucho por la comunicación gráfica, especial-
mente por la forma como el ser humano escribe. Así comenzó una investigación
que cataloga como interesante. “Publiqué un documento donde acuño el término
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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Eder Noriega
el Estado tampoco les brinda mucha ayuda. No hay apoyo técnico ni financiero para
que puedan mejorar la calidad del producto o, por ejemplo, que logren un registro
del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) o mon-
ten una empresa. Por eso piensa que lo que debe cambiar es la manera de pensar de
los ciudadanos, ya que “el sentir de un pueblo es mucho mayor que todos los colores
políticos”. A los jóvenes les aconseja que estudien, que sean osados y que se lancen a
hacer cosas grandes, porque siendo perseverantes lo pueden lograr. Mientras tanto,
él seguirá ayudando a La Paz, investigando, escribiendo, gestionando y liderando
acciones para sacar adelante la cultura, el folclor y la tradición de su pueblo.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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JORGE ELIÉCER
PIANETA
UN COLONO SANTANDEREANO
CAFICULTOR EN PUEBLO BELLO
J
Jorge Eliécer Pianeta es un campesino de 87 años de edad, cuya memoria no le falla,
cuando se trata de momentos históricos de Colombia. Tiene presente la fecha y hora
en la que mataron a Jorge Eliécer Gaitán. Dice que fue el 9 de abril de 1948 a la 1:14
de la tarde, un hecho que desató la violencia en gran parte del interior del país. Lo re-
cuerda muy bien, porque fue una de las causas por las cuales salió de su tierra natal,
en Norte de Santander, para ser uno de los colonizadores de la vereda Cuesta Plata,
en el municipio de Pueblo Bello, Departamento del Cesar. Su papá tenía una finca en
Ayacucho y la tuvieron que abandonar, dejando atrás todo lo que había construido.
“Aquí llegamos por causa de la violencia, cuando el presidente era Mariano Ospina
Pérez, quien gobernó entre 1946 y 1950, y los liberales sufrieron una persecución
causando grandes estragos en muchas partes del país, como Tolima, Cauca, el Valle,
Antioquia y los Santanderes, que fueron los más afectados”, rememora. Dice Jorge
Eliécer que todo mundo decía que había paz en la Costa Atlántica y que lo más re-
comendable era irse hacia esas tierras. Cuando llegó ese territorio era el Magdalena
Grande y luego ya en 1967 fue creado el Departamento del Cesar. Recuerda que su
primer gobernador fue Alfonso López Michelsen.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Jorge Eliécer Pianeta
Jorge Eliécer relata que se vino solo, porque su esposa le advirtió que ella
solo se trasladaba hasta que tuviera un lugar propio donde vivir. Por eso luchó al
menos siete años hasta que lo logró y pudo reunir a su familia. Lamentablemente,
su esposa, una mujer luchadora, murió hace poco. Con nostalgia recuerda que entre
todos se ayudaban, vivieron experiencias únicas y fueron saliendo adelante con sus
cultivos. El primer año sembró dos hectáreas y al segundo año ya pudo sembrar tres
más. Con lo del primer año pudo comprar la casa, cuyo terreno le costó $80.000
pesos, y un señor le hizo la casa en $22.000. Fue la inversión más importante de su
vida, porque le permitió estar de nuevo al lado de su compañera. A la par que fueron
estabilizándose, trabajaban por la vereda, hasta que lograron organizar una escuela
y un restaurante escolar. Recuerda que la profesora era la señora Gilma Peñaranda.
Cuando ya inició en firme la producción de café, contaban con un agente de
compra, que era el señor Rafael Rondón, de Alma Café. El kilo de café en esa época
lo vendían a $7 pesos. Después se organizaron en una cooperativa y, a medida que
iba creciendo la producción de café, se constituyó el Comité Departamental de Ca-
feteros del Cesar y La Guajira. Consiguieron con la Federación Nacional de Cafeteros
la construcción de un colegio en Cuesta Plata, la dotación del mismo y la atención
en salud para las veredas de la zona. “La situación de los caficultores fue mejorando.
La Federación nos ayudaba y nos impulsaba”. Aclara que todos eran campesinos: los
que migraron, los que ya estaban allí y los indígenas, todos unidos por un mismo
fin, luchando por la misma causa, lo que fue satisfactorio y beneficioso. También
pudieron constituir comités veredales, para que cada quien velara por las necesida-
des de las veredas de la zona. Él hizo parte de los impulsores para la creación del
Comité Municipal de Pueblo Bello, algo que lo hace sentir orgulloso, pero además
hizo parte del Comité Departamental durante quince años. “Se nombraron ingenie-
ros agrónomos y técnicos que nos iban enseñando técnicas nuevas para sembrar y,
sobre todo, cómo producir el café orgánico, que es el mejor pago”. Don Jorge Eliécer
también fue clave para que Pueblo Bello se convirtiera en municipio, en el año 1997.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Jorge Eliécer Pianeta
una avioneta piloteada por unos muchachos barranquilleros que tenían unos amo-
ríos acá y venían a visitar a sus novias”.
El futuro para Jorge Eliécer es un poco incierto y no sabe qué pasará con los
cultivos de café de la zona. “Nosotros los caficultores estamos pensando en la reno-
vación generacional, porque hay muchos padres que dicen que no van a poner a tirar
machete a sus hijos, quieren que estudien, pero yo pienso que pueden hacerlo, sin
desligarse de estas tierras, que tengan participación y sigan con el cultivo de café”.
Tiene, por tanto, el propósito de estimular a los hijos de los caficultores para que se
mantengan pendientes de los cafetales, aunque trabajen en otros oficios. “Pueblo
Bello es el paraíso” y no se puede dejar perder todo el trabajo que ellos han hecho y
todo lo que han logrado hasta ahora. “Aquí estamos muy bien, no tenemos hambre,
no padecemos como en otras partes del país. Duele que haya disminuido la produc-
ción de plátano, porque antes esto era una despensa de Valledupar, y no queremos
que eso pase con el café”. Inclusive, según afirma don Jorge, la Federación está in-
cluyendo programas para la siembra de otros productos que puedan complementar
el café y que no dependan solamente del grano.
El señor Jorge Eliécer reconoce que uno de los errores que han cometido du-
rante este tiempo es la deforestación y por esto también tiene este objetivo de lograr
reforestar la zona, generando conciencia en los que viven allí. “Debemos conservar
las cinco fuentes de agua que hay por aquí, eso es vital para nuestra supervivencia”,
anota. Asegura que lo único que ha hecho es devolverle a Pueblo Bello todo lo que
le ha brindado para poder estar allí con su familia y poder criar a sus hijos, nietos y
bisnietos.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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LINIS POLETH
ZULETA ROJAS
SORORIDAD Y LUCHA
FEMINISTA
E
l viaje de Linis Poleth Zuleta por el feminismo ha sido un proceso de aprendizaje y
autodescubrimiento en el que ha comprendido el valor del discurso cuando conduce
la acción. “De nada sirve hablar del feminismo, si no lo estás aplicando. Sabes que
la cosa cambia cuando las mujeres de tu familia empiezan a cambiar y no aceptan
el maltrato”. Durante un viaje de intercambio a la Universidad Veracruzana en Mé-
xico, Linis Poleth se involucró en el feminismo. En México conoció un estilo de vida
distinto al de las mujeres valduparenses. Las mexicanas eran independientes econó-
micamente y adelantaban procesos de liderazgo a través de colectivos feministas.
Linis participó entonces en conversatorios sobre los derechos de las mujeres y se
dedicó a estudiar sobre el movimiento feminista. Aunque no fue hasta ese año de
intercambio en el que se concretaron ideas en torno al feminismo, Linis se pregun-
taba desde antes cuál era el lugar que se le asignaba en el mundo y cuál era el lugar
que ella quería ocupar. Recuerda que en los trabajos en grupo de la universidad se le
asignaban roles secundarios, mientras que los hombres recibían la vocería. También
fue gracias a los espacios académicos como pudo conocer a mujeres líderes y parti-
cipar en procesos de liderazgo, como el diplomado en Gestión Social y Liderazgo en
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Bogotá y las visitas al Congreso de la República para debatir con jóvenes de distintas
universidades sobre proyectos de ley.
Cuando volvió a Colombia, Linis decidió que quería generar espacios de apren-
dizaje sobre el feminismo en su ciudad. Encontró una oportunidad a través de la
radio: entró al programa Hablemos de derecho y creó la sección “Hablemos con las so-
roras”, donde entrevistaban a mujeres de distintas profesiones y oficios y hablaban
sobre medio ambiente, economía, planes de desarrollo nacional; también hablaban
sobre feminismo, sobre el piropo callejero en Valledupar y sobre la violencia sexual.
El programa estaba dividido en tres secciones: iniciaban con una noticia relevante
sobre una mujer en el mundo, luego explicaban una palabra desconocida, como pa-
triarcado, machismo o sexismo, y cerraban con un minuto de silencio o nombrando a
las mujeres que habían sido víctimas de feminicidio en Valledupar. “En cada progra-
ma teníamos una invitada. Cuando no teníamos, buscábamos sentencias o proyectos
de ley que involucraran a las mujeres. Hablamos de la comisión que pretendía crear
el servicio militar obligatorio para mujeres. Hablamos de lo que Martha Lucía Ra-
mírez aportaba a las mujeres como senadora y como vicepresidenta, y también sobre
las pocas funciones que tenía, las críticas que recibía”. “Hablemos con las sororas”
condujo a Linis Poleth a construir una crítica más sana de las mujeres y a involucrar
a representantes de diversos partidos políticos, tanto para criticar su trabajo como
para reconocer sus aciertos. Uno de los aprendizajes más importantes en este cami-
no del feminismo ha sido entender que son diversas las perspectivas y las experien-
cias de la mujer y que merecen ser escuchadas para encontrar soluciones concretas.
Con ánimo de seguir escuchando lo que tenían para decir las mujeres, Linis
Poleth creó junto con algunas compañeras el Colectivo Tinto Morado (CTM), un
espacio feminista para compartir las experiencias de las mujeres valduparenses a
través de entrevistas y textos. “El colectivo abrió muchas puertas, me ayudó a co-
nocer los diversos conceptos de feminismo y se abrieron oportunidades de viajes y
entrevistas”. El CTM creó un blog para que las mujeres escribieran artículos sobre
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Linis Poleth Zuleta Rojas
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Linis Poleth Zuleta Rojas
otras mujeres y en ella puedan hablar de sus logros y sus experiencias de violencia
y lucha. La bitácora no busca excluir ni privilegiar una forma específica de ser mujer;
al contrario, quiere abarcar la mayor cantidad posible de experiencias. El propósito
es demostrar el valor de las mujeres que realizan todo tipo de oficios y profesiones
para aportar a la disminución de la violencia simbólica en la ciudad de Valledupar. La
idea de Linis Poleth es que sea un libro abierto, que le permita a la institucionalidad
reconocer qué es lo que hacen las mujeres y cómo pueden ayudarlas. Para eso, Las
Amigas de Poleth busca mujeres comprometidas que aporten con su conocimiento
y experiencia.
A través de su labor como feminista y futura abogada, Linis Poleth Zuleta res-
cata valores como la equidad, el respeto y la tolerancia; además promueve acciones,
como la creación de comunidad, el autodescubrimiento y la reflexión crítica. Para
Linis Poleth los valores que ha adquirido provienen de su familia, que ha sido funda-
mental en su proceso de crecimiento profesional. Si piensa en el futuro, se imagina
un Cesar que reconozca el valor de la mujer. Cree que para ello es importante crear
alianzas, hacer visibles a las mujeres líderes y disminuir las brechas de género que
impiden que las mujeres lleguen al espacio público. Para lograr esto, Linis Poleth
cree en el valor del diálogo y el debate para concretar soluciones y para generar
conocimiento y unidad.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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RODOLFO
QUINTERO ROMERO
UNA VIDA AL SERVICIO
DEL CAMBIO SOCIOCULTURAL
EN VALLEDUPAR
E
l ingeniero agrónomo y activista político Rodolfo Quintero Romero es un hombre
singular en el Departamento del Cesar y su capital, Valledupar. A través de su lide-
razgo se han llevado a cabo proyectos y procesos en esta región, que han permitido
avanzar en su desarrollo social, político, ambiental, cultural y educativo. Rodolfo es
un hombre de razones y emociones profundas. Cada paso que da y cada meta que
alcanza produce en él toda clase de sentimientos que van desde la alegría hasta el
orgullo cívico. Uno de sus logros más importantes fue liderar la campaña para traer
la Universidad Nacional al Cesar. Un largo proceso que demoró al menos diez años
y que se volvió una obsesión para él y otros egresados que persistieron en este pro-
pósito. Desde el principio tuvo claro que esta tarea tenía que llevarse a cabo colec-
tivamente, es decir, con el concurso de muchos y variados sectores de la sociedad.
La idea era replicar la estrategia exitosa de los años sesenta, cuando se creó el
Departamento del Cesar, con un objetivo común que convocara a todos, más allá de
las diferencias ideológicas y políticas. Con esa concepción amplia y plural, se inició
el proceso, al que se unieron muchas y diversas personas con esa misma motivación:
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Rodolfo Quintero Romero
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Rodolfo Quintero Romero
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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SARA BEATRIZ
DÍAZ ROMERO
LA INNOVADORA PEDAGÓGICA
EN EL AULA
L
a docente Sara Beatriz Díaz Romero ha liderado varios procesos de innovación pe-
dagógica en el municipio de La Jagua del Pilar, que han resultado exitosos para
la comunidad educativa. En su larga trayectoria ha pasado por diversos cargos e
instituciones que le han permitido condensar experiencias significativas para el de-
sarrollo de su profesión. Aunque nació en el municipio de Becerril, Cesar, a los ocho
años sus padres se la llevaron para San Juan del Cesar, en La Guajira. Allí estudió su
primaria y la secundaria, pero de ahí en adelante tuvo que luchar para poder seguir
estudiando en la universidad, ya que en su hogar los recursos económicos escasea-
ban. Su madre lavaba y planchaba y su padre era un político conservador que trabajó
durante algunos años como inspector de policía. Ambos estaban convencidos de que
solo estudiando se podía salir adelante y por eso la impulsaron a hacerlo.
Una de sus hermanas le enseñó a leer y a escribir, así que, cuando la pusieron
en el colegio, la pasaron de inmediato a tercero de primaria. El bachillerato lo hizo
en el colegio de monjas El Carmelo. De San Juan se fue para Calabacito, una peque-
ña población, también de La Guajira, donde su hermana trabajaba en una empresa
minera. Allí comenzó a trabajar entregando herramientas de trabajo y llevando la re-
lación de todos los elementos que usaban unos 280 hombres en la mina. A pesar de
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
que era mayor de edad, no había sacado la cédula. Pero eso no era impedimento para
trabajar, hasta que se presentó una situación en la empresa con unos gemelos que
se intercambiaban para entrar y salir del trabajo. Desde ese momento comenzaron
a pedir la cédula original y, como ella no la tenía, fue despedida. Decidió irse a Va-
lledupar, donde hizo un curso de Español Técnico, Secretariado Ejecutivo y Gerencia.
A su regreso a Becerril, fue nombrada directora de la Casa de la Cultura, por
intermedio de su cuñado, que era concejal. En su gestión, se montó la primera es-
cuela de música, la cual sigue funcionando, y se logró la entrega de instrumentos
musicales por parte del Ministerio de Cultura para la banda local. De ahí salió a causa
de los acuerdos políticos usuales al nombrar funcionarios en las entidades públicas.
Posteriormente, trabajó ocho meses en una empresa minera, en la que aprendió a
manejar casi todos los puestos. Y cuando ya la iban a incluir en la nómina fija, se
registró un ataque guerrillero en el que se quemaron varias máquinas de la compa-
ñía, por lo que hubo una millonaria pérdida que provocó la salida de un grupo de
empleados, entre los que estaba Sara.
En 1991, llegó entonces una licencia de dos meses como docente en una
pequeña escuela en la que daba clases debajo de un palo de mango, para evitar que
los estudiantes cruzaran una carretera muy transitada. Aún no era licenciada, pero
empezó con su labor y gestión, para poder construir la escuela del otro lado de la
vía. Entonces realizaron la que llamaron “marcha del bloque”, se gestionaron ayudas
en varias partes y se consiguió la mano de obra con los padres y la junta de acción
comunal. Cuando tuvieron todo esto, fueron a donde el alcalde para que les ayudara
con el techo y el cemento. Inicialmente se construyeron tres salones y dos baños
en los que se empezaron a dar clases de una manera más digna. A pesar de todo lo
gestionado, a Sara se le acabó el contrato y quedó otra vez cesante.
Llegó una oportunidad en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
(ICBF), donde hizo parte de una terna de la cual se iba a escoger una jardinera,
y aunque no tenía muchas opciones de ser escogida, logró el puesto. Consiguió
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Sara Beatriz Díaz Romero
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Sara Beatriz Díaz Romero
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SIMÓN MARTÍNEZ
UBARNEZ
GESTOR DE LA EDUCACIÓN
EN EL CESAR
S
imón Martínez Ubarnez es una de esas personas con una gran trayectoria que han
aportado al desarrollo de su región, pero que no se les ha dado el reconocimiento
que se merecen. Nació en el corregimiento de Rincón Hondo, municipio de Chiri-
guaná, Departamento del Cesar, en un hogar de padres campesinos, con muy poco
nivel de formación, pero que, a pesar de eso, propiciaron un ambiente académico
para que sus hijos pudieran estudiar más allá del grado segundo de primaria al que
ellos llegaron y pudieran convertirse en profesionales. Así fue y Simón se convirtió,
no solo en un profesional, sino en uno de los principales gestores del desarrollo
educativo del municipio y del departamento.
Cuenta Simón que, así como sus padres, fueron muchos los líderes de la co-
munidad los que pensaron que las nuevas generaciones debían tener las oportuni-
dades que ellos no tuvieron y, por lo tanto, fueron enviando a sus hijos a estudiar
a otras ciudades, ya que en la población no había un colegio con bachillerato. Fue
así como comenzó a presentarse una migración de jóvenes con fines académicos
e incluso de familias enteras hacia ciudades como Santa Marta, Valledupar, Oca-
ña, Bucaramanga, Cartagena y hacia la cabecera municipal de Chiriguaná, donde
pudieran seguir sus estudios de secundaria. Asegura Simón que eso provocó una
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Simón Martínez Ubarnez
jefe de la división de educación media, quien le comentó que había una propuesta
nueva del Ministerio de Educación para la creación de colegios cooperativos, gestio-
nados por la misma comunidad a través de la creación de una cooperativa y con la
cooperación de las alcaldías y gobernaciones. Inmediatamente se inició este proceso
y poco después se fundó la Cooperativa Especializada de Educación, el ministerio
nombró dos profesores, el municipio hizo sus aportes para un catedrático y el de-
partamento también ayudó. Además del colegio de Rincón Hondo, se crearon otros
cuatro colegios en todo el Cesar. La Secretaría de Educación departamental cono-
ció la gestión de Simón y le pidió ayuda para la creación de otros colegios con ese
modelo, llegando a completar 26 en total, ubicados en corregimientos y cabeceras
municipales. Fue asesor en muchos de ellos y gestor de todo ese avance educativo
en el departamento.
Recuerda que en esa época funcionaba en Chiriguaná el Instituto Caldas, un
colegio privado fundado por el maestro Juan Mejía Gómez, quien estudió en la nor-
mal de Santa Marta y se casó con una mujer de estatus económico alto, quien lo
apoyó en todo. Ese colegio ofrecía una formación integral, de tal manera que muchos
de sus estudiantes se destacaban cuando iban a otros colegios a terminar su secun-
daria. Tenía una formación humanística y sólida en valores. Para Simón eso fue una
especie de estímulo generacional que marcó a muchos jóvenes, que incluso pudieron
estudiar en el internado que se creó. La gestión del maestro Mejía Gómez fue tan
determinante e importante que el Colegio Nacional de Bachillerato de Chiriguaná
lleva su nombre.
En 1977 Simón regresó otra vez a Bogotá, ahora sí para concluir sus estudios
de licenciatura y maestría. Estando en la capital, Simón fue docente en la Universi-
dad Buenaventura, en la Facultad de Educación de la Universidad Libre y director de
investigación, pero además era docente del distrito. Fue entonces convocado para
trabajar en la Universidad Popular del Cesar (UPC), pero no aceptó. Sin embargo,
se regresó a Valledupar, ya que su madre estaba delicada de salud y fue nombrado
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Simón Martínez Ubarnez
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Tecnología, desde donde promovió muchas cosas para el Caribe. Volvió en 1999,
cuando fue nombrado en la Universidad de Santander como docente y luego como
director del centro de investigación. En el 2002, cuando salió de allí, ya se había
vinculado como catedrático en la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP),
pero se fue para la Universidad de Pamplona, donde se iba a abrir el programa de
Filosofía y se ganó el concurso. En el 2003 renuncia a su cargo, lo nombran en la
Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), sigue en la ESAP y vuelve a
vincularse a la UPC. Cuando abrieron la convocatoria para el cargo de subdirector
regional del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), se inscribió y se lo ganó, pero
solo duró siete meses en el cargo, porque, según explica, no tenía identidad ideo-
lógica con la dirección de la entidad y por no asistir a una reunión política con el
expresidente Álvaro Uribe. A pesar de eso, ya había cumplido con las metas del año
y había logrado muchas cosas a través de su gestión.
Simón ya era reconocido, tanto en el Cesar como en otros departamentos, por
sus conocimientos, su formación y trayectoria. Por eso lo llamaron de la Universi-
dad Andina, donde ayudó a montar nuevos programas de ingenierías. También fue
secretario de Gobierno en el mandato departamental de Cristian Moreno en el año
2008. Logró traer el programa de Desarrollo y Paz para los municipios del Cesar que
no estaban incluidos. Poco después, en la Universidad de Zulia, de Venezuela, inició
el doctorado en Ciencias Políticas, el cual terminó, pero no se ha podido graduar,
por el cierre de la frontera.
Asegura que su formación le ha permitido vincularse a varias iniciativas y per-
tenecer a la Red Colombo Venezolana de Estudios de Fronteras, a la Red Latinoame-
ricana de Estudios de Frontera, a algunas organizaciones, asociaciones, a la Sociedad
Iberoamericana de Argumentación, a la Asociación Iberoamericana del Derecho y,
sobre todo, proyectarse académicamente. Con su gestión también se logró traer la
sede de la Universidad Nacional al municipio de La Paz. Simón estuvo al frente de
todo el proceso, hasta que se logró un acuerdo con el gobierno departamental.
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Simón Martínez Ubarnez
El docente ha publicado varios libros, aunque asegura que es más lo que está
inédito. Su primera obra fue Herramientas para escribir un ensayo, la cual fue adop-
tada por el Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación (Icfes) y fue
el reglamento del Premio Nacional de Ensayos Carlos Lleras Restrepo. También ha
publicado Ética pública y participación ciudadana; Socioantropología; Orígenes del Cesar
y sus municipios, Territorio y ley, e Ilustres desconocidos, entre otros libros.
En cuanto al futuro, el docente Simón Martínez no es muy optimista. Dice
que este es de incertidumbre, porque el grado de corrupción de la dirigencia actual
hace ver un panorama no tan positivo. Asegura que la presencia del Estado central
es solamente en función de mantener ciertos espacios de poder político, pero no
para mirar hacia el futuro. Además, agrega que hay carencia de liderazgo y que, con
las bonanzas que ha habido, no se sembró nada para el futuro. A pesar de todo su
recorrido, Simón Martínez nunca se ha desprendido de Rincón Hondo. Allí están
enterrados sus padres y sus hermanos, cuyas tumbas va a visitar con frecuencia,
manteniendo un vínculo permanente con el pueblo.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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VICENTE
BAÑOS GALVIS
REGIONALIZAR LA UPC
Y OTROS VALIOSOS LOGROS
L
icenciado en Filosofía e Historia de la Universidad de Antioquia, Vicente Baños Gal-
vis fue el primer rector de tendencia liberal que tuvo la Universidad Popular del
Cesar (UPC), cargo que asumió en el marco de una huelga estudiantil y después de
haber sido señalado falsamente de ser guerrillero. Nació y vive en el municipio de
Aguachica, Departamento del Cesar, donde ahora es porcicultor, una actividad que
lo tiene muy contento.
Narra con entusiasmo cómo llegó a la rectoría y la insólita anécdota sobre su
acto de posesión ante el entonces ministro de Educación en Bogotá. Inicia el relato
explicando que en el año 1987 contaba con un amigo, Anuar Yaver Cortés, un diri-
gente liberal que en esa época era el secretario de Planeación departamental y quien
era muy cercano al ministro Carlos Arturo Marulanda. Vicente estaba en Medellín
estudiando, pero su amigo le propuso que se regresara a Valledupar para vincularlo
a la UPC. En ese momento los estudiantes tenían una huelga que duró como año y
medio, porque querían sacar al rector Carlos Morón Cuello, el cual era conservador,
al igual que todos los anteriores, desde 1976, cuando se fundó el alma mater.
Venía de ser líder estudiantil, tenía unos 30 años y, cuando llegó, se invo-
lucró al movimiento de los manifestantes, el cual tuvo éxito, porque cambiaron al
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rector por un amigo del ministro de Educación, que había venido de Alemania y se
fue a festejar a Bogotá, pero tuvo un grave accidente en el que perdió la vida y la
universidad quedó sin rector. Fue en ese momento cuando Vicente logró el nombra-
miento como el nuevo rector de la UPC, con la ayuda de su amigo Anuar, quien era
el representante del presidente en el Consejo Superior y quien había pasado a ser
el director de Corpocesar.
Esto no fue tan fácil, porque había una lucha política para que nombraran a
otro de los candidatos. Finalmente fue escogido Vicente, quien poco después reci-
bió la llamada de la secretaría del Ministerio para su posesión, aunque fue aplazada
misteriosamente y sin ninguna explicación. Pasaron varios días y nuevamente lo
llamaron para que fuera a posesionarse a Bogotá y antes de posesionarse, el minis-
tro le confesó que había recibido una carta de un grupo de profesores en la que le
advertían que él era un comandante guerrillero. El ministro también le reveló que
lo había mandado a investigar y que no había encontrado ningún indicio de que esto
fuera verdad, así que procedió a posesionarlo, no sin antes darle los nombres de
quienes habían enviado la carta. Según Vicente, eso fue un ataque al hecho de que
él, siendo liberal, hubiera sido nombrado como rector de una institución que hasta
el momento había sido dirigida por conservadores.
Cuenta que comenzó un trabajo bien fuerte y que afortunadamente le fue
muy bien. En ese momento la universidad tenía cuatro programas solamente: Li-
cenciatura en Matemáticas, Administración, Enfermería y Contaduría, y no había
más de mil estudiantes. Comenzó a luchar para iniciar posgrados y a construir una
sala de informática, ya que los estudiantes aprendían con un teclado pintado en un
tablero, algo que le parecía insólito, sobre todo después de ver el salón bien dotado
que tenían en la Universidad de Antioquia. Ese fue uno de sus logros, junto con la
instalación de un salón de informática y la capacitación de los docentes. Durante
su rectoría se creó asimismo la biblioteca, se montaron otros dos programas, In-
geniería Agroindustrial e Ingeniería de Alimentos y comenzó la construcción de la
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Vicente Baños Galvis
nueva sede. Junto a otros rectores de universidades del Caribe, forjó la Asociación
de Instituciones de Educación Superior (Asiesca). Aunque todo marchaba bien y
tenía buenas relaciones con la dirigencia política, seguían las reacciones por su nom-
bramiento, no solo por ser liberal, sino porque no venía de ninguna de las familias
tradicionales del Cesar. Pero todo fue cambiando con la transformación que iba
teniendo la universidad, física y académicamente.
Uno de esos logros fue gestionar la graduación de unos 1.500 estudiantes que
no habían podido hacerlo, porque no lograban hacer su tesis. El problema investi-
gativo era evidente y por eso programó unos seminarios, resolviendo así esta difi-
cultad. Después de eso, la primera tanda de graduados era de 300 egresados, para
los que no había salón o auditorio en Valledupar que pudiera albergarlos. Comenzó
entonces una lucha para lograr llevar la universidad con una sede en Aguachica.
Nuevamente su amigo Anuar Yaver lo ayudó y se abrió en un local alquilado en el
año 1996. Y como se había hecho amigo de Jesús Gómez, un funcionario de MinE-
ducación encargado de los recursos destinados a las universidades públicas, logró
que lo ayudara en la compra del terreno en el que ahora está la institución. Igual-
mente consiguió que cada año se destinaran recursos que se giran a la UPC, con los
cuales se construyeron diez aulas de clase. Se inició con Administración de Empre-
sas, Contaduría, Ingeniería de Sistemas, Ingeniería Agroindustrial y una Tecnología
Agropecuaria. Todo eso fue en el período comprendido entre 1996 y el 2001. Luego
salió de la rectoría y volvió cinco años después, en el 2006, hasta el 2009. Volvió
a salir y asumió la rectoría nuevamente en el 2011. Durante los años que estuvo al
frente de la universidad se montó la Facultad de Ingeniería Ambiental y Economía.
Vivió épocas muy fuertes, porque la guerrilla dominaba esos territorios, y
aunque nunca tuvo problemas con ese grupo armado, sí hubo algunas situaciones
tensas, como el día que fue entrevistado por funcionarios del ya desaparecido De-
partamento Administrativo de Seguridad (DAS), porque los estudiantes se habían to-
mado la universidad. Le tocó hablar con ellos para que desocuparan las instalaciones
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
y él mismo los llevó hasta sus casas. Cuando salió de la rectoría, mataron a dos de
esos muchachos, que eran líderes. Durante muchos años Aguachica fue epicentro
de la violencia, que llegó por el sur del Departamento de Bolívar y el Catatumbo,
ejercida sobre todo por el ELN y, pasado un tiempo, por los paramilitares. Aguachica
fue el escenario de una de las tantas masacres perpetradas por los paramilitares. El
hecho ocurrió en 1993, cuando un grupo de esos actores armados llegó al corregi-
miento El Limoncito, donde asesinó a cuatro campesinos y desapareció a otros dos.
Cinco de las víctimas pertenecían a una misma familia.
Con Vicente nunca se metieron directamente, pero la muerte lo tocó muy
de cerca, con el asesinato de su amigo Luis Fernando Rincón, quien promoviera la
primera consulta popular por la paz en 1995, lo que puso a Aguachica como un
modelo de paz en el país. Lo mataron en el año 2000, después de haber asistido a
una reunión con las Autodefensas Unidas de Colombia, cuando era candidato por
segunda vez a la alcaldía de esta población del Cesar y a pesar de que le habían di-
cho que le respetarían su vida. A esa reunión fue Vicente por petición de su amigo.
Cuenta que para alejar a los estudiantes de los grupos armados se realizaban
actividades en la universidad, en las que participaban los de undécimo grado, que
enviaban desde las instituciones educativas. Vicente también participó activamente
en el programa Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, que lideró el padre Fran-
cisco de Roux en Barrancabermeja y en el que estaba incluido el sur del Cesar, con
cinco municipios: La Gloria, Gamarra, Aguachica, San Martín y San Alberto. Él era el
coordinador de esta zona. Explica que este era apoyado por la Unión Europea, que
estaba financiando generosamente los proyectos que se presentaban. Fueron cuatro
años que estuvo en el programa, después que salió por primera vez de la rectoría
de la universidad.
Había una red de mujeres, de jóvenes, de pescadores y de la sociedad civil, a
las cuales les financiaron varios proyectos, de los que no queda nada en la actuali-
dad, solamente un proyecto cafetero en el que se implementó una marca de café.
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Vicente Baños Galvis
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entre otros, cuya economía se basa en el río, es decir, de pescadores, cuya vida es
muy diferente a la de un montañero. Por último, están los municipios que se ubican
a la orilla de los corredores viales que se construyeron en la segunda mitad del siglo
XX, como San Martín, Aguachica, Pelaya, Pailitas, Bosconia, San Alberto, Becerril, La
Jagua, Codazzi, San Diego, Curumaní, entre otros. También con vidas muy diferentes
a las de los dos anteriores, según afirma. Son cabeceras municipales y culturas con
una vida activa y dinámica las 24 horas del día, porque están sobre las vías que les
permiten una movilidad permanente. A su parecer, esto no significa que algunos
municipios no tengan territorios en zonas montañosas con una diversidad climática
y una riqueza en el campo, que, según dice, no ha sido completamente explotada,
por la dificultad para sacar los productos, debido a la falta de vías terciarias en buen
estado. Tal como lo entiende Vicente, esta visión del departamento y de la región no
ha sido tenida en cuenta por ningún mandatario, y aunque en alguna oportunidad
trató de exponerla, no fue posible que tuviera eco.
Otro gran problema del Cesar, según el académico, son los clanes políticos,
pues se han apropiado de las administraciones, y aunque se conformaron hace mu-
chísimos años, persisten hoy en día. Como indica, esto ha hecho que ellos crean
que son los que gobiernan el departamento y, por ejemplo, no tengan en cuenta a
nadie del sur para conformar los gabinetes, a pesar de que hay personas capacitadas
para hacerlo. Y son estos grupos políticos los que se han repartido los recursos de
regalías.
Vicente Baños estuvo presente en el proyecto de apertura en el Cesar de la
Universidad Nacional de Colombia y explica que inicialmente la intención era que
estuviera en Aguachica, pero no se pudo, porque la gobernación hizo todo lo posible
para que quedara en La Paz. Posterior a eso, presentó un proyecto de ley para la
creación de la Universidad de Investigación Social con la cual sustituir la Universi-
dad Popular y sacudirse del “látigo que tienen con el sur” y tener una universidad
autónoma que no esté sometida al vaivén político de Valledupar, como lo está la
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Vicente Baños Galvis
Popular. Ese proyecto fue tumbado en segundo debate, precisamente por los con-
gresistas del Cesar.
A pesar de todo, Vicente piensa que en un futuro muy cercano el Cesar dará
un vuelco político y que las movilizaciones que se realizaron recientemente se van
a reflejar en estos resultados. Para el exrector, en el Cesar, como a nivel nacional,
las administraciones han sido un desastre y espera que venga el cambio que muchos
quieren para superar la crisis económica en la que está el país. Quiere que los gobier-
nos tengan una mirada diferente aerca del campo, que se ayude a los campesinos,
que están capacitados para producir granjas de todo tipo, pero con una buena asis-
tencia técnica. Los jóvenes están entusiasmados, pero cuando se gradúan les toca
quedarse cruzados de brazos, porque no consiguen empleo.
Mientras tanto, sigue en su finca desde donde investiga el origen de la palabra
Aguachica, cómo fue su poblamiento y cómo se convirtió en el epicentro del nar-
cotráfico. Igualmente intenta entender por qué no ha habido un liderazgo capaz de
solucionar problemas tan básicos como el suministro de agua potable a la población,
con barrios que permanecen entre veinte y treinta días sin el servicio de agua, a pesar
de que hay formas de solucionar este problema. Anota que la Universidad Nacional
realizó un estudio para un proyecto, pero nunca se concretó.
Su sueño es que en un futuro los jóvenes puedan ser líderes positivos y se
vayan desligando de esa cultura del enriquecimiento fácil y pasen a la de la ética y
la moral. Dice que hacerles entender esto es un trabajo duro, porque debe tener sus
cimientos en el hogar, luego de la escuela primaria y secundaria, hasta que, cuando
llegan a la universidad, ya tengan su imaginario de lo que van a hacer en un futuro.
Afortunadamente, en su hogar, a pesar de que su papá era analfabeto, su mamá sí
los obligaba a estudiar. Ella llegó hasta segundo de primaria, pero entendía la im-
portancia de que se capacitaran. Precisa que su papá era “riano” y su mamá, de la
montaña, por lo que en su hogar se podía desayunar, por ejemplo, una arepa ocañera
con queso, con huevo o con hígado y en el almuerzo comer un sancocho de fríjol.
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RAÍCES ANCESTRALES
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DABINSON RESTREPO
FERNÁNDEZ
LAS RESISTENCIAS
DEL PUEBLO YUKPA
D
abinson Restrepo Fernández es miembro de la etnia yukpa, asentada en la Serranía
del Perijá, en jurisdicción del municipio de Becerril, Cesar, desde donde ha demostra-
do su capacidad de liderazgo, principalmente en defensa de su territorio. Hace parte
del Resguardo Sokorpa, comunidad San Genaro, y a sus 31 años su vida es una prue-
ba de que puede enfrentar cualquier reto y cualquier misión que se le encomiende
y mostrarse orgulloso de la propia identidad cultural. Fue inquieto desde muy niño,
cuando escuchaba los relatos de su abuela María Montecristo, fallecida hace cinco
años, sobre la creación del pueblo yukpa, el mundo, la naturaleza, la madre tierra y
el cuidado que debía tener del medio ambiente.
Según cuenta Dabinson, el pueblo vivía de la cacería, la pesca y la agricultura,
pero fueron invadidos por los colonos o “guapias”, como los llaman, quienes los engaña-
ron cambiándoles las tierras por cualquier objeto y provocando múltiples problemáticas,
como la tala de árboles, la desviación de las cuencas y la deforestación. “La historia cuenta
que nosotros nunca fuimos de un solo sitio, siempre caminábamos de acuerdo a las fe-
chas, bajábamos al río a pescar y salíamos, pero volvíamos al territorio, que nunca abando-
nábamos”. Dice que, producto de esa incursión, hubo enfrentamientos, pero mientras los
colonos españoles los atacaron con armas, ellos se defendían con las palotillas o flechas.
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Dabinson Restrepo Fernández
llegar a Becerril y se preocupaba por el pueblo, así como de hacer las paces con los
habitantes del municipio, que estaban en discordia con los miembros de la etnia.
Consideraba importante que se llegara a unos acuerdos para vivir en paz”, explica.
Su liderazgo lo fue mostrando desde muy joven, cuando fue representante de los
jóvenes del resguardo a sus doce años. Después fue guardia indígena, secretario
del cabildo, cabildo encargado y ahora preside la Fundación Unidad Social Jóvenes
Yukpas, que nació de un conversatorio con varios jóvenes. “Ahí surgió esta idea de
organizarnos para trabajar por los jóvenes del resguardo. Hicimos la primera reu-
nión con un grupo de ellos y gustó mucho la idea”. Uno de los temas en los que se
enfocaron fue el de la cultura, para poder, no solo rescatar muchas tradiciones que
se han ido extinguiendo, sino continuar con aquellas que aún se practican. Los jóve-
nes comenzaron a hacer mochilas, la paletilla, y a practicar deportes tradicionales.
Aunque no tienen ningún reconocimiento jurídico, cuentan con todo el apo-
yo de los cabildos y han sido invitados a eventos donde son reconocidos como los
representantes de los jóvenes yukpas. “Hemos trabajado todo lo relacionado con
nuestra cultura, la innovación y la renovación, sin olvidar lo ancestral, porque no
nos podemos salir de ese marco cultural”, anota el líder indígena. Iniciaron con siete
jóvenes y ahora son unos 600, pertenecientes a las 16 comunidades que hacen parte
del resguardo. No cuentan con recursos, pero cuando realizan alguna actividad o
asisten a algún evento gestionan toda la ayuda necesaria para brindarles la logística,
uniformes y todo lo necesario.
Uno de los objetivos de la fundación es mantener las tradiciones y Dabinson
tiene eso muy claro. Por eso se enfocan en enseñarles a los jóvenes a usar bien las
redes sociales, a divulgar el conocimiento ancestral y a publicar lo positivo de la etnia.
“La tecnología nos afecta, pero, si sabemos usarla, podemos sacarle provecho. Ade-
más, acá en el resguardo hacemos seguimiento y acompañamiento, para evitar que
los jóvenes le den mal uso”. Una de las estrategias que se utilizan es llevar a los niños
a las asambleas, para que desde muy temprano conozcan el proceso organizativo del
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Dabinson Restrepo Fernández
que solo falta un toque final. Pero él considera que todos son trabajadores de la tie-
rra y deben enfrentar unidos al Estado. “Ellos son estratégicos, nos ponen a pelear,
pero nosotros no deberíamos entrar en conflicto y más bien trabajar unidos”. Afirma
que, al igual que ellos, los campesinos han estado abandonados, no tienen vías para
sacar sus productos, no hay un puesto de salud y las escuelas están abandonadas,
lo que evidencia el abandono del Estado.
Para el futuro desea que la fundación crezca, con su sede propia, su secretaria
y su oficina y que se convierta en el centro de desarrollo cultural del resguardo, para
que cuando alguien llegue allí pueda apreciar los trabajos de los jóvenes y conocer
todo sobre su cultura. No quiere que la violencia los siga afectando, como sucedió
en el pasado. Incluso él fue víctima de los grupos armados, que quisieron reclutarlo.
“Me tuve que ir, porque me estaban buscando, pero me escondí en la casa de una do-
cente. Eso sucedió con varios jóvenes del resguardo y con toda la etnia, a la que acu-
saban de estar de uno o de otro lado, pero esos grupos no pudieron con nosotros”.
Quieren igualmente seguir realizando el Festival de la Paletilla, el cual nació
por idea del señor Tomas David Hinojosa, quien promovió el fin del conflicto entre los
yukpas y el pueblo de Becerril. “Desde entonces hicieron las paces y decidieron hacer
el festival, para el disfrute de todos. Es decir, fue creado para unir dos culturas”. En
el marco del festival, se realiza la llamada “mudanza folclórica”, basada en una vieja
tradición, en la cual las familias se mudaban alzando toda la casa de palma. La acti-
vidad se realiza uno de los días del festival en el que se simula la tradición, en medio
del baile y del jolgorio de todo el pueblo, que danza al son de las bandas papayeras.
Dabinson afirma que también seguirán luchando en contra la discriminación
que sufren, defendiendo fuertemente lo que consideran suyo y evitando que se use
el territorio para la explotación de los recursos naturales. “No nos vendemos por
cualquier cosa, aquí seguimos firmes, cuidando la tierra, cultivando los productos
tradicionales y defendiendo nuestra cultura”. Dice que lo más importante es que los
pueblos indígenas no dejen de existir.
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ARODIS ARIAS,
ANDRÉS ARAÚJO
Y ENOSH ARIAS
CON EL MOCHILÓN
DE LA SIERRA
COMUNICAR LA COSMOVISIÓN
KANKUAMA
T
odo lo que sucede dentro del pueblo kankuamo, sus historias, sus saberes, la labor
de líderes y lideresas, de los mayores y sus prácticas ancestrales, se divulga a través
del proceso comunicativo llamado El Mochilón de la Sierra. Su director es Enosh
Arias, un joven comunicador indígena, quien es hace parte de la Misión Comunicati-
va Intercultural de este pueblo indígena y está al frente de todo lo que se produce,
como el programa “Voces Kankuamas”, “El Mochilón TV” y el programa “Puntadas y
Saberes”, el cual es presentado por su mama Arodis Marina Arias, también integran-
te de este proceso. Los programas se transmiten por la emisora Tayrona Estéreo, se
divulgan a través de las diferentes redes sociales y algunos de ellos se convierten en
podcasts, otra alternativa en la que han incursionado.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Enosh cuenta que El Mochilón de la Sierra nació hace cuatro años como pro-
ducto de una capacitación que recibieron sus integrantes en Barranquilla, en la que
aprendieron la utilización de varias herramientas tecnológicas y comunicativas, a
través de las cuales podrían dar a conocer todo lo que encierra la cultura kankuama.
Junto a Andrés Araújo decidió comenzar a aplicar todo lo aprendido para la difusión
de las expresiones artísticas, los saberes, los conocimientos de los mayores y su
sabiduría ancestral, con el fin de que todo esto quedara en archivos multimedia que
pudieran ser consultados por cualquier persona desde diferentes partes del mundo.
“Entrevistamos a los mayores, los músicos, artesanos, danzantes y autoridades de
las comunidades del pueblo kankuamo, completando hasta la fecha 14 capítulos que
han tenido buena aceptación interna y reconocimientos a nivel nacional”.
Su mamá Arodis explica que es un trabajo que ha sido bien recibido, incluso
por los mayores, y que se han convertido en un referente en el fortalecimiento cul-
tural, que es el enfoque que han querido impregnarle. Ella nos explica que el nombre
Mochilón fue escogido porque para el kankuamo esta es una mochila de fique más
grande de lo normal, en la que se pueden meter muchas cosas para atesorarlas,
porque son muy valiosas y no quieren perderlas. Dice que la iniciativa nace también
de la preocupación que tenían, en el sentido de que todo ese conocimiento ancestral
se podía estar perdiendo y no había ninguna evidencia que quedara para las futuras
generaciones. “Estos jóvenes son inspiración porque se han puesto al frente de esta
preocupación enmochilando el conocimiento para ellos y las nuevas generaciones”.
Recuerda el período de violencia fuerte que vivió el pueblo kankuamo, cuyas
costumbres se diluyeron entre las incursiones y el hostigamiento de los grupos ar-
mados. Según la joven madre, esa costumbre de los abuelos de levantarse temprano
a hacer el café o el aguapanela con jengibre, mientras les narraban las historias,
mitos y leyendas a los nietos, se fue perdiendo, porque las reuniones eran mal vis-
tas por esos actores armados, que desconocían por completo la importancia de
las reuniones familiares, pensando, quizás, que estaban conspirando contra ellos.
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Arodis Arias, Andrés Araújo y Enosh Arias con El Mochilón de la Sierra
“Vino entonces la fractura familiar con la incursión de muchos de esos nietos en los
grupos armados y la muerte apresurada de los abuelos, quienes no soportaron el
sufrimiento que les produjeron las muertes de sus hijos y la ausencia de sus nietos”.
Con base en esto, El Mochilón de la Sierra ha sido fundamental para recoger
todo lo que se ha vivido a través de los años y que han evidenciado que el pue-
blo kankuamo está lleno de gente resiliente y fuerte. El otro integrante del pro-
ceso comunicativo es Andrés Araújo, quien precisa que el trabajo lo comenzaron
cacharreando con un pequeño celular, con el que se grababan narrando historias
y armando cortos capítulos que después se fueron convirtiendo en documentales.
“Nos fuimos perfeccionando poco a poco en el uso de las tecnologías, averiguando,
buscando en internet, a través de tutoriales, para dejar plasmadas todas esas histo-
rias y experiencias de nuestros mayores y poder seguir recordándolos en el futuro,
tanto nosotros como las nuevas generaciones”.
Tanto a él como a Enosh los mueve la pasión por su pueblo, por todo lo que
han vivido al lado de sus familias, por las experiencias compartidas y los lugares
especiales, como “El mango de la paja”, donde se reunían los mayores a conversar
y a compartir hasta la comida. Enosh afirma que tuvo una gran influencia de su
papá, quien fue el director de Colombia Nativa, un programa del Canal Capital, de
Bogotá, sobre los pueblos indígenas. “También estuvo vinculado a Compartel y fue
cuando comenzamos a introducirnos en el mundo del Internet, indagando y averi-
guando muchas cosas”. Destaca los logros que han obtenido, como la participación
en un festival de Argentina, el premio de fotografía del Centro Nacional de Memoria
Histórica y la participación en la convocatoria de cultura Filminuto sobre el ayer y
hoy de las danzas tradicionales en Valledupar, entre otros. “Hemos participado en
muchos otros espacios, lo cual consideramos importante, porque estamos siendo
reconocidos por este trabajo con el que queremos dejar a nuestro pueblo indígena
por lo alto”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Arodis Arias, Andrés Araújo y Enosh Arias con El Mochilón de la Sierra
un proceso de formación, para que sean estos niños y jóvenes los que en un futuro
también enseñen a las nuevas generaciones.
Enosh cree que en el futuro tendrán un territorio próspero, en el que sigan
unidos, preocupándose por los problemas y las dificultades del otro y en el que se
proteja la naturaleza, como lo han venido haciendo hasta ahora. Mientras tanto,
sueña con que se valore mucho más a los mayores y su conocimiento ancestral,
que las nuevas generaciones se apropien de su cultura y no la dejen morir. “Yo vivo
soñando con la finca de mi abuelo, el viejo Chema, que tiene 96 años, y con todo
lo que viví allá, cuando lo ayudaba a moler y cuando la gente se acercaba a pedirle
guarapo o bañarse en el río Guamito. No quiero que esas vivencias se pierdan y, por
el contrario, quiero dejarlas grabadas para las nuevas generaciones”. Por ejemplo,
quiere que en 20 ó 30 años todo lo que hagan sea un material de consulta para
quienes quieran saber cómo vivían los miembros de la etnia, las costumbres que
tenían, cómo sembraban con base en los movimientos de la luna, sus danzas, la
música, sus alimentos y materias propias y el trabajo colectivo que los caracteriza.
Para Andrés lo importante es que en el futuro se pueda vivir como en tiempos pa-
sados, donde las familias eran mucho más unidas que ahora. Quiere que haya más
facilidades de estudio para los jóvenes, que haya posibilidades de empleo y que su
gente siga siendo alegre.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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LEANDRO CARRILLO
EL MILAGRO DE SANAR
CON PLANTAS
L
eandro Carillo es indígena kankuamo y un gran conocedor de las plantas medicina-
les, con las que cura, no solamente los males físicos, sino los espirituales. Es el re-
presentante de los médicos tradicionales del Resguardo Kankuamo en La Mina, uno
de los corregimientos de la ciudad de Valledupar, en el Cesar, donde hay alrededor de
50 de ellos agrupados por especialidades. Según explica el líder indígena, la forma-
ción que tiene en plantas curativas viene de sus padres, principalmente de su papá,
quien era médico tradicional, además de músico, y de su mamá, quien era rezandera.
Tiene 60 años y desde los ocho comenzó a escudriñar y a aprender lo que
hacían sus padres y cómo usaban cada planta para curar diferentes enfermedades y
males. Nació allí, en La Mina, donde creció con muchas dificultades, sobre todo para
acceder a la educación y al transporte. Recuerda que para ir hasta Valledupar tenían
que madrugar a las 3:00 de la mañana para tomar el único carro que viajaba desde
Atánquez y recorrer durante tres horas un camino deteriorado, y que al regreso eran
otras tres horas. Junto a su padre hacía este recorrido constantemente, porque lo
mandaban a buscar para que curara a alguien, para hacer alguna diligencia o a com-
prar víveres. Agrega que también era muy complicado el acceso a la salud occidental
y por eso los médicos tradicionales tenían tanta importancia en las comunidades,
sobre todo en las rurales y más dispersas.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Leandro Carrillo
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Leandro Carrillo
Como consejo manifiesta que uno de los principios que se deben practicar es
el de la unión, al igual que la armonía, tanto en los hogares como en la comunidad,
para evitar correr riesgos innecesarios. Quiere que la organización indígena kankua-
ma se mantenga firme en su posición con respecto a las intenciones de algunas
empresas que quieren explotar los recursos naturales en la zona y que los líderes
no se dejen provocar por grupos politiqueros que están tratando de desestabilizar
a la comunidad. Recuerda que la etnia tiene su gobierno propio y ninguna autoridad
o entidad tiene la potestad para decirles cómo arreglar los problemas o cómo hacer
las cosas.
Espera seguir ejerciendo su labor como médico tradicional y que sus ense-
ñanzas permanezcan en el tiempo, para lo cual también las transmite a través de
un programa de radio en el que explica los principios de la medicina propia, de las
especialidades y de la articulación con la medicina occidental, pero, sobre todo,
pide que a sus prácticas les den el valor que se merecen. También seguirá cultivando
sus plantas, queriéndolas y hablándoles, porque es el lugar donde es más feliz. Y
si a alguna se le parte una hoja, la acaricia, la consuela y le habla, para que se cure
rápidamente. Esa es su felicidad.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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LEONOR ZALABATA
ENCARNAR LA LUCHA POR
LA DIGNIDAD Y AUTONOMÍA
ARHUACA
L
eonor Zalabata es una defensora de los derechos humanos que pertenece al pueblo
arhuaco, habitantes de la Sierra Nevada de Santa Marta, y una mujer que encarna
las luchas en búsqueda de la dignidad y de la autonomía de su etnia. Nació en el
sector Yerua, en 1954, y afirma que fue criada por el territorio y la comunidad a la
que pertenecían sus padres, con una amplia libertad, en una época en la que esa re-
gión tuvo una gran influencia de la misión capuchina, cuya presencia duró 67 años.
Recuerda que “era una estructura política cristiana dentro de la cual trasladaban
a los niños arhuacos a un centro para que fueran ‘civilizados’. Prácticamente eran
raptados y llevados a Nabusímake y de allá salían sin hablar el idioma arhuaco, con
pocas costumbres y sin muchos valores culturales. Luego los casaban y los ubicaban
con unas familias distintas”. Cuenta Leonor que muchos de los niños que sufrieron
esos traslados cuando recuperaron su libertad también lo hicieron con su identidad
y retomaron las tradiciones, la lengua y las costumbres arhuacas, que habían estado
como pausadas en sus vidas. “Creo que es una cuestión de genética que llevamos
muy adentro de nosotros, porque al crecer volvieron a sus tierras y recuperaron su
cultura y valores”, anota Leonor, quien iba creciendo con la intención de defender
el territorio y esas tradiciones propias de su etnia.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Hacia el año 1960, cuando sus padres debían decidir si la enviaban a la misión
capuchina en Nabusímake o a una escuela pública en el municipio de Pueblo Bello,
optaron por esto último, ya que su padre era de esa región, al igual que todos sus
ancestros, pero también porque no estaban de acuerdo con ese desprendimiento de
los niños de sus familias ni de su cultura. “Lo que sí fue muy importante para mí fue
haber conocido a toda la familia, la vinculación estrecha permanente que hicieron
mis padres con la Sierra, con el territorio; todo eso lo siembra uno y esa vinculación
fue siempre hasta el día de hoy”. Durante su vida ha aprendido que la tradición del
conocimiento oral sigue siendo fundamental y que el pueblo arhuaco siempre fue
gobernado por autoridades propias. Nunca perdieron la capacidad de autogober-
narse ni el ejercicio de la justicia como una forma de estabilidad política y social.
Por eso, comenzaron a hacer resistencia frente a la misión capuchina, y Leo-
nor fue clave en este proceso, ya que, según afirma, fueron amenazados por ese
poder dentro de su propio territorio, lo que conllevó la reacción para restablecer el
orden y su identidad como arhuacos. “La conciencia que uno tiene por la identidad
lo reflejó mucho mi suegro, que era de familia tradicional, en donde bailaban los
rituales, donde se practicaba el ejercicio espiritual para la producción del territorio,
que tenía que ver con el desarrollo social y económico de un pueblo que se mantenía
milenariamente con esos valores”. Agrega que esa conciencia es lo que hace posi-
ble que se reconozcan los valores del otro y que se puede convivir en la diferencia,
sin tener que inmiscuirse en la cultura o tradiciones del otro. “Como ellos llegan
imponiéndose, porque no fueron invitados, y vinieron para aislar a las personas, lo
consideramos una agresividad, y empieza una oposición a partir de la realidad que
vivíamos. Pedimos profesores, pero enviaron unos misioneros que desconocieron
todo lo que teníamos”.
Según Leonor esto generó un conflicto dentro del pueblo arhuaco, hasta que
en los años ochenta comenzaron a regir los convenios de la educación indígena, lue-
go que el Ministerio de Educación entendiera la posición de los indígenas y sentara
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Leonor Zalabata
las bases para tener una educación intercultural en Colombia. La misión capuchina,
sin embargo, seguía ahí, pero los arhuacos decidieron en asamblea cerrar todas las
escuelas, a pesar de que tenían contratos por tres años más y a los profesores se les
pagaba sin trabajar. También se realizó la toma, como protesta pacífica, para presio-
nar su salida e impedir que el obispo de la época saliera del territorio, atravesando
un tronco al vehículo en el que se movilizaba, por lo que le tocó quedarse. Eso hizo
que fueran acusados de secuestro y el Ejército llegó al lugar para averiguar qué esta-
ba pasando, pero, cuenta Leonor, “el cabildo gobernador de entonces, Napoleón To-
rres, había enviado un telegrama al presidente Belisario [Betancur] y a sus ministros
informándoles de la toma, y eso se les mostró a las autoridades. También vieron que
el obispo estaba muy tranquilo descansando y los militares decidieron retirarse”.
Piensa Leonor que la misión capuchina abusó de su poder, desconoció la au-
toridad indígena, no respetó las diferencias, ni su cultura, y por eso se dio la lucha
para que salieran de la zona y se retomaran así todas sus tradiciones. “A partir de allí
comenzamos a trabajar un programa bilingüe intercultural que tuviera como base el
desarrollo propio de los pueblos indígenas. Era un piloto con la Secretaría de Edu-
cación departamental, que sería el reemplazo de lo que venía haciendo la misión”.
Luego del cierre de las escuelas y de la toma, explica la lideresa, se realizaron varias
asambleas y se decidió en ellas que irían a Bogotá a solucionar definitivamente el
problema, ya que la iglesia católica se había comprometido con que la misión se iría
en 1982 y no lo había hecho. Viajaron a la capital un total de 64 arhuacos, quienes
recibieron la solidaridad de organizaciones, sindicatos y de la primera comisionada
de paz del país, Socorro Ramírez, quien les abrió las puertas para un diálogo directo
con el presidente Betancur, siendo funcionaria del gobierno.
A partir de ese encuentro se organizó una reunión de alto nivel en Nabusí-
make con funcionarios del orden nacional, local y departamental, autoridades tra-
dicionales y la comunidad, que concluyó con la decisión de convertir el territorio en
resguardo indígena y la salida definitiva de la misión capuchina. En ese encuentro, la
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Leonor Zalabata
intervención de Leonor fue clave y definitiva, porque se dio cuando llegó un punto
en que muchos arhuacos hablaban a favor de la misión y se mostraban de acuerdo
con su presencia en el pueblo. “Me dijeron que me tocaba hablar, porque ninguna
mujer lo había hecho y lo hice espontáneamente, porque no estaba programada mi
intervención, pero lo hice durante media hora, en la que los reté diciéndoles que,
siendo protectores de la humanidad, como se consideraban, por qué habían actuado
así irrespetando la cultura arhuaca, pero que además podíamos llevar al mundo lo
que estaba pasando allí. Creo que ahí hubo un cambio y eso ayudó mucho”.
Al otro día, el mamo Juan Marcos Pérez invitó a un ejercicio espiritual a todos
los asistentes, representantes de la iglesia, del gobierno e indígenas, a quienes les
fue explicando por todo el camino el significado de los árboles, pero, sobre todo, qué
representaban para nosotros. “Cuando llegaron a una piedra, les dijo que esa había
estado ahí toda la vida para indicarnos muchas cosas, pero lo más importante que
les dijo es que nadie les puede enseñar eso a los niños, sino los mismos miembros
de su etnia”. Fueron varios los ejercicios que realizaron con el mamo durante aproxi-
madamente una hora, en la cual explicó que esa era la educación que se necesitaba y
que, si estaban en capacidad de desarrollarla, podían seguir, pero, sino, debían irse.
Las dos intervenciones, la de Leonor y la del mamo, fueron determinantes, y a las
nueve de la mañana de ese día ya se había decidido la salida de la misión capuchina
de manera definitiva.
Otra participación destacada de Leonor Zalabata fue cuando formó parte de
la delegación del Grupo Nacional de Trabajo por los Derechos de los Pueblos Indí-
genas de la Asamblea Constituyente de 1991, en reemplazo de Napoleón Torres,
quien no pudo asistir por asuntos familiares. “Acepté ese reto. Estuve en las mesas
de trabajo, donde se diseñaron los programas y planes en defensa de la autonomía
de las autoridades del pueblo arhuaco”. A finales de los años noventa y antes de
que se declarara la nueva Constitución, fue asesinado Napoleón junto con otros
líderes indígenas, y los mamos decidieron que había que cerrar la comunidad, por
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Leonor Zalabata
nuestras propias convicciones, incluso con la vida”. Para Leonor es triste ver que
la sociedad, entre más lejos estén los pueblos indígenas, se interesa más por ellos,
pero si están cerca se crea más odio, más alejamiento. “Nosotros tenemos tierras,
medio ambiente y formas propias de autogobierno y parece que eso les molestara,
o porque luchamos contra la colonización de los territorios impidiendo que lleguen
a interrumpir nuestras formas sencillas de ser”.
La lideresa y defensora de derechos humanos señala que, para el futuro, el
pueblo arhuaco tiene que mantener la unidad como grupo humano, porque este
es el bastón para sostener su identidad, y dice que el diálogo debe prevalecer ante
cualquier situación, para no agotar las fuerzas de una familia, de un colectivo, de un
pueblo o de un país. “Los mamos kogui, wiwa y arhuacos tienen su propia misión
y es cuidar la madre tierra y la Sierra Nevada de Santa Marta. De ellos dependen
muchas decisiones de distinta índole y por eso se consultan y deciden de quién es
la competencia y quién tiene la capacidad espiritual, política o geográfica”. Pero, en
general, enseña que lo más importante es mantener la sabiduría, defender la tierra
y resguardar la cultura e identidad de cada uno de estos pueblos indígenas del país.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MIGUEL ÁNGEL
ROBLES TORRES
CULTIVAR CAFÉ EN CONEXIÓN
CON LA MADRE TIERRA
M
iguel Ángel Robles Torres es indígena arhuaco residente en la comunidad de Cura-
catá, en Nabusímake, jurisdicción del municipio de Pueblo Bello, donde desde muy
pequeño comenzó a sembrar el café junto a su papá. “Me gustaba trabajar con él
sembrando y ahí fui aprendiendo todos los cuidados que se deben tener para que las
plantas crezcan y haya una buena cosecha, porque esta era una tradición familiar que
pasó de generación en generación”, afirma entusiasmado al hablar del tema. Su pri-
mera mata de café la sembró en esa finca de su padre y, como esta, muchas otras aún
permanecen en ese terreno dando sus frutos, año tras año. En esa comunidad nació y
se crió hasta los 22 años de edad, cuando se casó y se fue con su compañera hacia la
zona oriental, el año 1971, específicamente a la comunidad de Donachui, de donde
procedía la familia de su compañera. Para 2012, su esposa enfermó gravemente y
falleció, por lo que volvió a su tierra. Estando allí pudo trabajar sembrando yuca,
caña y café, y también se desempeñó como enfermero y odontólogo atendiendo a
los miembros de esa comunidad, en la que convivían indígenas arhuacos y koguis.
“Allá vivían muchas familias de los dos grupos indígenas y a todos los atendía por
igual, a todos los que requerían de mis servicios”. Los principios básicos y parte del
conocimiento para ejercer estas funciones los adquirió en la Sierra Nevada de Santa
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Marta y otra parte en el municipio de San Pedro, Antioquia, donde tuvo la oportuni-
dad de estudiar con un médico muy cercano a las comunidades indígenas, quien le
permitió obtener un certificado que lo autorizaba para ejercer. Cuando regresó a su
tierra natal, lo primero que hizo fue construir otra vivienda para vivir con su nueva
esposa, con la que se casó en el 2013 y la otra vivienda que tenía se las dejó a los
hijos de su primer matrimonio. “La casa es muy sagrada para la pareja y cuando los
hijos vienen se hace otra casa que debe estar cerca del matrimonio”, explica Miguel
Ángel.
Inició entonces a sembrar maíz, arracacha, frijol, yuca, guineo y una parte de
café, que resembró, porque ya había unas matas en ese lugar, de la variedad arábi-
go, que estaban abandonadas. Precisa que la resiembra se da cada año y consiste
en introducir una mata en los espacios que haya para completar, sin dejar vacíos
entre una y otra planta. Puede ser del mismo café o de otro producto. “Esas eran
unas plantas que mandó a sembrar hace muchos años un personero de Valledupar,
quien le entregó a cada indígena 30 matas, y de ahí fue regándose y ampliándose el
cultivo”. Comenzó ensayando y probando, pero cada vez ha ido aprendido mucho
más de las variedades, de las nuevas formas de limpiar, de cortar, de componer y
cuidar el cultivo de café, aunque venía con el conocimiento adquirido, producto de
trabajar con su padre. Inicialmente vendía su café a quien le ofreciera el mejor pre-
cio en Pueblo Bello o ahí mismo en su finca, hasta donde llegaban los clientes, pero
logró vincularse a una asociación a través de la cual se pudo comercializar mejor el
producto.
Actualmente hace parte de la Asociación de Productores Orgánicos de la Sie-
rra Nevada (Asoprosin), donde ha recibido capacitaciones sobre en siembra de café
orgánico, cómo se abona, cómo se debe tratar, lo que no se debe hacer, al igual
que algunos incentivos que le han permitido salir adelante con su cultivo. En la
organización hay unos treinta socios, aunque también existen en la zona otras aso-
ciaciones como Anei y Asoarhuaco, que también agrupan un número importante de
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Miguel Ángel Robles Torres
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Miguel Ángel Robles Torres
lo que se cultivaba; sin embargo, actualmente a veces entre los vecinos se comparte
cualquier cosa. Aunque todo es plata ahora”.
El agricultor indígena, fruto de una mezcla de las etnias arhuaca y wayúu,
afirma que los mamos también le han aconsejado cómo debe ser el proceso del cul-
tivo, cómo se debe limpiar, no solo el café, sino cómo debe limpiarse él de manera
espiritual, para que todo le salga bien. “Esta es una tradición, porque ellos son la
fuerza espiritual de nosotros, y uno tiene que obedecer a los mamos. Hay unos que
son los mayores, los principales, y otros que están apenas en formación. Ellos hacen
parte de la comunidad, también cultivan café y otros productos, tienen sus casas,
sus familias”, anota el agricultor. Aunque también ha tenido la ayuda de técnicos
que le ha proporcionado su asociación para cumplir con los requisitos de un cultivo
orgánico, como el que él tiene de café. En el cultivo del café también ayudan las
mujeres, no solo en la recolección, sino en la siembra, la limpieza y la comercializa-
ción del grano, aunque combinan esta actividad con el tejido de las mochilas y las
artesanías, para generar recursos y ayudar a la economía del hogar.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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OLINDA
MAESTRE ARIAS
LA CONSTRUCCIÓN DE UN
LIDERAZGO FEMENINO
KANKUAMO
D
urante 22 años la lideresa de la etnia kankuama, Olinda Maestre Arias, estuvo des-
plazada de su territorio, en La Mina, corregimiento de la ciudad de Valledupar. La
cruel incursión de los grupos armados y una bomba que le pusieron a la casa de su
mamá la hicieron dejar todo atrás para irse a Maicao, en La Guajira, con su esposo y
cinco de sus siete hijos. En las calles de la población fronteriza vendían agua, tinto
y jugos. Su esposo además vendía chance, por lo que tuvieron una oportunidad de
jugar un premio de $50.000 pesos, que se ganaron con unas boletas que les rega-
laron. Consiguieron un lote en $35.000 y con los $15.000 restantes construyeron
una pieza donde dormían los siete miembros de la familia. Poco después pudieron
construir otra pieza y fue cuando Olinda tuvo a sus dos últimas hijas. Hasta que
nuevamente la violencia, esta vez en Maicao, los obligó a abandonar lo que habían
logrado construir en este municipio de La Guajira. Según Olinda, estaban asesinando
jóvenes y no quería esa suerte para ninguno de sus hijos. Llegaron de vuelta a La
Mina, donde no encontraron nada, pero uno de sus hermanos se había ido y dijo que
no volvía, por lo que les vendió una pequeña casa en $1.000.000 pesos. Era algo
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
pequeño, con solo dos cuartos, pero con tesón y amor fueron levantándola, hasta
lograr tener su hogar bien construido. Para sobrevivir comenzaron a sembrar guineo,
yuca, batata, ahuyama, entre otros alimentos.
Pasaron varios años y muchas cosas, la mayoría positivas, y hoy la lideresa es
la cabildo menor de La Mina, un puesto que se ganó trabajando fuertemente por su
comunidad y como un reconocimiento a su liderazgo. Recuerda que, recién llegada
a La Mina, conoció a una señora a la que le habían asesinado a cinco hermanos y al
papá, pero que fue quien la impulsó a matricularse para terminar el bachillerato.
Olinda le hizo caso, y aunque tenía muchos años que no estudiaba, comenzó a asistir
a las clases, las cuales le iban gustando cada vez más. Logró graduarse de bachille-
rato y después la misma señora la inscribió en una escuela de derecho propio en
Atánquez. Allí reaprendió muchas cosas de la etnia que se le habían olvidado, como
la cultura, las costumbres y los elementos que los caracterizan. Cuando terminó la
escuela de derecho propio, se vinculó a la coordinadora de mujeres de la comuni-
dad, como tesorera, pero hubo un episodio lamentable. La violencia nuevamente
irrumpió en la zona y asesinaron a una de las lideresas. La persona que estaba de
coordinadora pasó a otra coordinación y Olinda quedó encargada.
Para ella trabajar con las mujeres fue muy bonito. Aprendió mucho de cada
una y lograron muchas cosas para salir adelante; principalmente se avanzó bastan-
te en el tema del liderazgo femenino. Cuando estuvo ahí se logró implementar el
programa Plan Semilla, a través del cual donaron lana e hilos a las mujeres para que
tejieran sus mochilas. También se llevaron a cabo los denominados “patios pro-
ductivos”, en los que participaron muchas mujeres cabeza de hogar. De ahí pasó a
ser mayora y comenzó el proceso para llegar a ocupar el puesto de cabildo menor.
Se hicieron las consultas, en las que estuvo acompañada por 27 mayores. Así salió
elegida el 12 de agosto de 2019 y se posesionó el 11 de octubre de ese mismo año,
con un proceso de empalme con la administración anterior en el transcurso de esos
tres meses hubo.
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Olinda Maestre Arias
Para Olinda esta fue una recompensa al trabajo realizado, pero también sig-
nificó una gran responsabilidad con la comunidad. Dice que no ha sido fácil y que le
ha tocado duro, pero asegura que hace las cosas con muchas ganas y amor. También
la han ayudado las directrices, los consejos y todo el componente tradicional de la
etnia, a través del cual se orienta respecto de cómo debe ser su función y comporta-
miento. Tuvo que adquirir asimismo los conocimientos para aplicar la justicia, saber
cómo se debe aconsejar a las personas que tienen problemas y respecto de cada
una de sus responsabilidades como cabildo menor. A ella le consultan casi todo lo
que sucede en el resguardo, es la autoridad principal, la que otorga permisos y la
que tiene que lidiar con las problemáticas que se presentan. También ha sido duro
viajar a reuniones en lugares lejanos, pasando por los cerros, atender medios y tomar
decisiones importantes.
Olinda precisa que el resguardo tiene un gobernador, 54 mayores y un cabil-
do, el cual tiene sus comisiones de derechos humanos, de educación, salud, jóvenes,
de territorio, de buen vivir, comunicación y de mujeres. Para ella lo más importante
es la unidad con la que se trabaja en la comunidad, esa que viene de la ley de origen,
que es de donde nace la esencia de ser kankuamo. También explica que tienen cinco
kankuruas, que son edificaciones redondas con techo de paja donde entran a armoni-
zar, a limpiarse y a pedir a sus padres espirituales que los liberen, los protejan y los
mantengan sanos. Como de los 54 mayores son más las mujeres que los hombres,
Olinda tiene una explicación. Dice que cuando la época violenta, la mayoría de los
hombres fueron asesinados y los que quedaban no podían salir a trabajar. Eran las
mujeres quienes salían a comprar la lana para hacer las mochilas. En esa cotidia-
nidad, los hombres tuvieron que ponerse a tejer también para ayudar al sosteni-
miento del hogar. Ya no les interesaba el campo, porque era peligroso, y por eso la
producción bajó mucho. Hoy, cuando la violencia se ha calmado sustancialmente, se
volvió a sembrar en La Mina, hay más trabajo y, a medida que va pasando el tiempo,
muchas de las personas que salieron desplazadas han ido regresando.
[ 241 ]
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 242 ]
Olinda Maestre Arias
Olinda, a sus 62 años, espera que La Mina siga avanzando y puedan resca-
tarse los valores que un día se perdieron. Rememora las épocas en que llegó a esta
comunidad, proveniente de El Pantano, que fue donde nació. Había muy pocas casas
y todas eran de bahareque, de barro y de paja. También recuerda que había mucha
confianza entre la gente y con el forastero, por lo que no había temor. Durante su
niñez se vivía del trueque entre vecinos de la vereda o de otros pueblos. Si uno te-
nía un producto o cultivaba algo, lo cambiaba por otro que tenía el vecino, y así se
mantenían. Nadie pasaba hambre, todo se compartía y había abundancia. En la finca
de sus padres se sembraba maíz, fríjol, guandul, guineo, ñame y batata. El pueblo
creció mucho e iba avanzando, pero llegó la época violenta. Muchas personas fueron
asesinadas: jóvenes, profesionales, campesinos e indígenas. Hubo un gran desplaza-
miento hacia las capitales del Caribe y al interior del país. Llegó el hambre y la des-
confianza. Fueron las mujeres las que sostuvieron a la comunidad por muchos años
y, según Olinda, quizás de ahí parte el gran liderazgo que poseen en la actualidad.
Una consecuencia lamentable para la lideresa fue la gran cantidad de niños y
jóvenes que quedaron huérfanos, que se criaron con resentimiento y que desviaron
su rumbo. Por eso, lo que más desea para el futuro es que sigan fortaleciéndose
valores como el compañerismo, la unión y que el pueblo siga resistiendo sin de-
jar de lado sus tradiciones. Hay mucho futuro, sobre todo de parte de las mujeres
kankuamas, que están despertando. Hay muchas empoderadas y liderando procesos
importantes dentro de la comunidad. Por ejemplo, existe una organización interna
de mujeres que tiene representantes en cada comunidad del resguardo, a través de
la cual muchas se han beneficiado con iniciativas y apoyo. Olinda anota que ahora
mismo hay abiertos dos cursos: uno de modistería y otro de panadería, gestionados
por la esposa del gobernador del resguardo, una muchacha joven muy activa. Sin
embargo, opina que se debe apoyar más a los jóvenes con proyectos dirigidos especí-
ficamente a ellos y con el fin de que también nazcan liderazgos. Para ellos se realizan
[ 243 ]
muchas actividades, con el fin de motivarlos a que se involucren en los procesos de
la comunidad y no se olviden de sus tradiciones.
Esta recuperación de sus costumbres ha ido avanzando poco a poco y hay
varios libros que se han editado sobre el tema. También se está trabajando en la
elaboración de un diccionario para los niños, para recuperar la lengua kankuama,
que prácticamente se perdió, por la mezcla de culturas que se dio después del des-
plazamiento. La lideresa kankuama aconseja a los jóvenes de su comunidad que
aprovechen las enseñanzas que reciben, que inviten a otros a vincularse a las ac-
tividades y que salgan adelante, para que no tengan que arrepentirse más tarde.
Pide que se sientan orgullosos de su etnia, de ser kankuamos, como ella se siente,
orgullosa de llevar su manta blanca, que representa la pureza del kankuamo, que
refleja su cultura.
Aun con todo lo que ha vivido, es feliz junto a sus hijos y sus 32 nietos, recor-
dando siempre al hijo que perdió en un accidente de tránsito hace siete años, cuando
iba en moto y una vaca se le atravesó en el camino. En dos años se le termina su pe-
ríodo en el cabildo y espera seguir trabajando por la comunidad, ya en otro espacio,
quizás no dentro del gobierno, pero sí ejerciendo su liderazgo, el cual es respetado
y reconocido en el resguardo.
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 246 ]
SOULDES ENRIQUE
MAESTRE MONTERO
ENTRE LIBROS, REPISAS
Y TRABAJO COMUNITARIO
E
n el resguardo indígena kankuamo del corregimiento de Atánquez, jurisdicción de
Valledupar, vive Souldes Maestre Montero, un bibliotecario que ha sido catalogado
como uno de los mejores del país. Su lucha se centra en generar en los niños de su
comunidad el amor por la lectura. La biblioteca pública kankuaka, donde labora, fue
reconocida con el Premio Nacional de Bibliotecas Públicas Daniel Samper Ortega, en
un concurso en el que participaron unas 200 bibliotecas de todo el país. La iniciativa la
lidera desde hace siete años con el apoyo de las autoridades del resguardo. A través de
ella también busca afianzar las raíces indígenas y hacerlas visibles en el resto del país.
Souldes cree que este espíritu de colaboración y su deseo de siempre ayudar
a la comunidad proviene de su padre, quien fue líder comunitario y docente, pero
también de su madre, quien durante 30 años ha sido madre comunitaria. Recuerda
que su niñez fue muy libre, corriendo por la Sierra, disfrutando esos bellos paisajes
sonoros y ambientales y escuchando las historias de sus abuelos. También rememora
que fue su padre quien lo acercó al libro desde muy temprana edad, lo cual le per-
mite gozar de una sensación única cuando vuelve a leer aquellas letras que conoció
en su niñez. “Eso es como una teletransportación y merece la pena que muchas
personas más puedan acceder a libros y tener esa misma sensación”. Reconoce que
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
los problemas físicos, en la vista y las rodillas, que tuvo cuando niño también lo em-
pujaron a refugiarse en los libros y le enseñaron a observar detenidamente todo. Sin
embargo, fue una época feliz, que se cambió abruptamente hacia su adolescencia,
cuando vivió muy de cerca el conflicto armado que sufrió la comunidad kankuama.
“Dar clases era una odisea. No sabía si era una pesadilla o si había un futuro
para nosotros como estudiantes o si estábamos estudiando para coger un fusil. El
pueblo kankuamo sufrió todo tipo de violencia y cada veinte días teníamos que dar
el pésame donde alguno de mis amigos o familiares. Me cuentan mis tíos que les
tocó irse para que no los reclutaran, había intervenciones del Ejército, granadas cerca
del colegio y helicópteros a toda hora”, narra Souldes. Fue una época de falencias,
restricciones y muchas preocupaciones, en la que quien tenía un cuaderno era afor-
tunado, porque hasta para eso había restricciones.
“Tengo muchos amigos que les tocó agarrar las armas, una situación que rom-
pió el tejido social de nuestra comunidad y nos marcó enormemente, pero también
se dio un proceso de resiliencia con los intentos de salir adelante para garantizarle
un futuro a las generaciones próximas”. Destaca que fueron muchos los valores
que les han permitido renacer como comunidad, especialmente la solidaridad, y el
comprender la sabiduría ancestral que ordena proteger la Sierra.
Precisamente por el conflicto armado, no se había podido armar la biblioteca
que había donado el Ministerio de Cultura. En la comunidad estaban los estantes y
los libros, los cuales se los iban a llevar después de una visita que harían funcionarios
del Ministerio al territorio. “Mi tío Daniel me avisó y junto con un par de jóvenes
decidimos armarla, organizamos los libros, después que averiguamos cómo se hacía,
y eso lo mostramos a los que vinieron del Ministerio, quienes se dieron cuenta de
que había sido armada recientemente”. A pesar de eso, permitieron que la biblio-
teca se quedara, con el compromiso de que se utilizara como debía ser antes de un
año. Dice Souldes que había una asamblea en ese momento donde se congregaban
unas 600 personas, las cuales obviamente tampoco estaban de acuerdo con que se
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Souldes Enrique Maestre Montero
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Souldes Enrique Maestre Montero
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procesos que lideré, por lo que hice, y no como persona. Creo que soy parte de algo
y deseo que se recuerde todo lo que se logró”. Añade que el libro es una oportunidad
de conocer a otro, de sentir, y la literatura puede ser la llave para comenzar a mirar
mejor el panorama y evitar los conflictos. Además, considera que es un eje sanador
y una oportunidad de crear empatía, lo cual se debe aprovechar para construir una
sociedad mejor.
Su lucha interna ahora es por no haber terminado la carrera de Sociología en
la universidad. “Me criaron para que me graduara, porque así sería alguien de bien,
pero mi papá y mi abuelo, por ejemplo, no sabían leer y eran alguien en la vida”.
Seguirá trabajando y enseñando a los niños con el ejemplo para motivarlos, no solo
a leer, sino a ser solidarios. “Si yo quiero que un niño lea, que me vea leyendo; si
quiero que ayude a la comunidad, que me vea ayudando. Es así como se enseña”,
asegura. No se considera líder, pero sí una persona con una gran responsabilidad
con la comunidad y los niños. “Siento que hay mucho por hacer para cargar con esa
palabra, pero sí estoy convencido de que, para formar líderes, se deben potenciar las
habilidades de cada quien y brindarle entornos seguros”, enfatiza Souldes.
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YONDER FRANCISCO
MINDIOLA MARTÍNEZ
CUIDADOR DEL LEGADO
CEREMONIAL DEL CHICOTE
E
l chicote es el canto de la naturaleza. Los sonidos que producen las maracas, el ca-
rrizo macho y el carrizo hembra recuerdan a las aves, al viento, a la tierra y al agua.
Esta es una tradición ancestral de música y danza de agradecimiento a la madre na-
turaleza que pertenece a los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta: los koguis,
los arhuacos, los wiwas y los kankuamos. Para el pueblo kankuamo, el chicote es un
legado ancestral y ceremonial, porque se toca en ritos sagrados como el bautizo, el
matrimonio o la muerte y porque les permite conservar una identidad que ha estado
en peligro. Los kankuamos son uno de los cuatro cimientos de ese corazón natural
que es la Sierra Nevada y su identidad hace parte de la tarea de ser guardianes de
este territorio ancestral.
Lo que diferencia al chicote kankuamo son sus sones, que así se les llama a
las letras que acompañan las melodías. Anteriormente, esta música ancestral era
completamente instrumental, pero con el paso del tiempo el pueblo kankuamo in-
corporó la palabra. Yonder Francisco Mindiola Martínez aprendió a cantar el chicote
kankuamo entonando los sones de chicote que alguna vez encontró en unos casetes.
Se los aprendía de memoria y se ponía a cantar. Su padre Adel, escuchando a su
hijo cantar mientras trabajaba, le dijo que su canto venía de familia, pues su abuelo
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Juvenal Mindiola también era cantante del chicote. El canto vino de su abuelo y los
instrumentos vinieron de su tío Fasbel Simón, quien le enseñó a tocar la caja y las
maracas.
A través del chicote y de la palabra, Yonder Francisco conserva la identidad y la
memoria del pueblo kankuamo. Es un hombre que cree firmemente en la importan-
cia de recuperar las tradiciones indígenas para preservar el futuro de los kankuamos
y anhela que nunca se deje de tocar el chicote ni se acaben las casas de paja que
caracterizan el territorio. Yonder nos cuenta que el chicote es el padre de la gaita, y
los instrumentos que lo conforman son un par de maracas, un carrizo macho y un
carrizo hembra. Los carrizos son flautas de caña que se diferencian según si el carrizo
es macho y solo tiene un orificio o el carrizo es hembra y tiene cinco. A diferencia
del chicote, la gaita se compone de un carrizo, dos maracas, un tambor y una voz.
Para Yonder, es el pueblo kankuamo quien ha perfeccionado el chicote a partir
de las letras, y es exclusivo de los kankuamos que a las maracas y los carrizos los
acompañe la voz. Para uso ceremonial se recurre al chicote instrumental, mientras
que los rituales de bautizo, matrimonio y muerte son especiales y dignos de me-
lodías únicas para cada ocasión, porque hacen parte del plan de vida del pueblo
kankuamo. También se tocan sones para la ceremonia de recolección de cosechas,
para construir un camino, para pedirle permiso a la naturaleza por cada árbol que se
corta y perdón al pájaro que va a perder su nido. El pueblo kankuamo es consciente
de que en cada árbol convergen toda una serie de vidas animales y vegetales que
deben ser respetadas y por eso el chicote se convierte en una forma de cantar a la
naturaleza y agradecerle. Para Yonder, es una música más melancólica que la gaita:
“cuando se toca el chicote parece que se transporta algo sagrado”.
En la actualidad, el chicote también se usa para los festejos y las serenatas. En
Atánquez se entona para serenatear a las madres y a la Virgen del Carmen. Yonder
recuerda que se levantaba a la madrugada cuando llegaba su padre y su hermana
tocando el chicote después de las serenatas y fue en esos momentos cuando decidió
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Yonder Francisco Mindiola Martínez
aprender a tocar los instrumentos. Hoy se comparte esta música tradicional con los
más jóvenes. Hay niños danzantes del chicote como Juan Sebastián Mestre y Esme-
raldo Ramos, y músicos como Wilman José Talco, aprendiz del chicote y la gaita, y
su hijo Yonder, que está empezando a tocar el carrizo. “Lo importante es que hay
semillitas. Daría nostalgia o tristeza que los músicos fueran solo los veteranos, pero
hay muchachos que tienen esa inquietud por la música y son los que pueden seguir
cultivándola”.
Yonder vive en la finca La Travesía, una tierra que ha pertenecido durante
dos generaciones a su familia. Esta era la casa de Otoniel Mindiola, hermano de su
abuelo Juvenal Mindiola. En la parte inferior de la finca, donde se encuentra la casa,
cultiva ñame, yuca, arracacha, filo, plátano, guamo, machete, hayo, mango, naran-
jo, mandarina y guandú, y en la parte de arriba cultiva café, aguacate, arracacha,
malanga, plátano, filo, frijol y caña. Gracias a la finca, puede dedicarse a la venta de
café en blanco y cuenta con el apoyo de la Asociación de Producción de Indígenas
Kankuamos (Asoprokan) para que sus cultivos reciban asistencia técnica.
Antiguamente en Atánquez la mayoría de las casas eran de paja. Yonder hoy
conserva esa tradición viviendo en una, pues cree que hace parte de la identidad
kankuama. Además de las casas, Yonder recuerda que el Atánquez de su niñez era
una despensa agrícola de clima favorable y los mayores sembraban de acuerdo con
un calendario preciso. La siembra se realizaba en marzo, para que en los meses de
lluvia: abril y mayo, los cultivos recibieran agua en pleno crecimiento. En esa época
los indígenas trabajaban en las parcelas y la comida era abundante. Yonder salía con
su hermano a la roza a recoger el aguacate maduro y eran cantidades tan copiosas
que los cerdos se criaban a punta de esta fruta. “Atánquez floreció en ese tiempo”,
cuenta Yonder. De los pueblos vecinos, de San Juan, llegaba un señor llamado Isaías
dos o tres veces a la semana y llenaba su carro de comida para llevarla a su pueblo.
En el resguardo también se producía panela, alfandoque y chirrinchi. El chi-
rrinchi se realiza con la transformación de la panela en alambiques y hace parte de la
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agroindustria del pueblo kankuamo. “Por aquí se molía la panela, una parte se usaba
para sacar el chinchirri y de aquí iban los burros cargando las canecas de chirrinchi
y panela para Atánquez”. Además de estos productos, se creaban artesanías con el
maguey, una especie de suculenta de la que se extrae a mano una fibra, con tabla
y macana, para tejer carrieles y chinchorro. Estas fibras también se tinturaban de
forma natural con la corteza de un árbol llamado cascarillo. Al árbol se le extraía la
corteza, esta se trituraba y se hervía. Luego se retiraba del fuego y se sumergía la
fibra con limón y sal para que el color se fijara. “Yo dormía en los chinchorros teji-
dos por mi abuelo y la mochila que usaba la tejía mi mamá o mi abuela con fique”.
Yonder recuerda que en esa época los hombres no tejían mochilas y para obtener
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Yonder Francisco Mindiola Martínez
otras fibras, como la lana, realizaban intercambios con los arhuacos, quienes tienen
tierras para la cría de ovejas. En cambio, la tierra de los kankuamos cría gallinas,
patos, piscos y cerdos.
Yonder también recuerda que en su niñez solo los barrios de la alta sociedad
tenían luz eléctrica. Estos eran barrios ubicados cerca de la plaza, en la parte inferior
del pueblo. Allí nació el gran músico Pedro García, el mastólogo Juan Carlos Min-
diola y el que para Yonder es el filósofo más importante de Latinoamérica: Rafael
Carrillo Luque. En los barrios de la parte superior estaban los campesinos, que eran
dueños de las tierras, y fue allí donde nació Yonder el 25 de junio de 1978. “La gente
poco bajaba al pueblo; solo iban a vender a la plaza. Del pueblo se traía el arroz, el
aceite y el pescado, que era lo que no se producía en el barrio de arriba”. Tiempo
después, durante su adolescencia, Yonder conoció el poporo. Era 1996 y trabajaba
con el pueblo de los arhuacos para pagar los derechos de grado del colegio. Allí se
hizo amigo de Wilson –“nos encolegamos”– y por medio de él conoció el poporo.
Wilson lo invitó a probar y luego le regaló un poporo a Yonder. Desde entonces, él
poporea. Esta es una tradición reciente para los kankuamos, pues con los capuchinos
la práctica fue santanizada y hasta se la consideraba vergonzosa, así que algunas
personas debían poporear a escondidas. Poco a poco se fue multiplicando el hábito
hasta convertirse en una actividad normal.
Atánquez era y es un pueblo de gente buena, honesta y solidaria, que en ese
entonces estaba conectada con la naturaleza y con la comunidad. Cuenta Yonder
que para llamar a los trabajadores hacían sonar el cacho –todavía lo hacen– y cuando
sonaba a horas poco habituales los habitantes sabían que algo pasaba, que alguien
estaba enfermo. Cuando algún vecino necesitaba recursos, los kankuamos pedían
colaboraciones por altavoz, una costumbre que aún se mantiene. Para Yonder era
un pueblo pacífico y trabajador, pero ya no es lo mismo. Entre todos los factores, la
violencia ha sido lo que más ha dejado secuelas: muchos pobladores se desplazaron
o vendieron sus tierras debido a la presencia y las exigencias de grupos armados
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Yonder Francisco Mindiola Martínez
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Yonder Francisco Mindiola Martínez
RECIBIDORES DE
LEGADOS FAMILIARES
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ANANIN FLOREZ
CARRILLO
CUANDO EL ALMA HUELE A CAFÉ
A
nanin Florez Carrillo hace parte de una nueva generación de cafeteros del Cesar,
la nueva ola, en la que están incluidas las mujeres, las que no solo se dedican a las
labores del hogar, sino que labran la tierra, lavan los granos, los secan y venden
el café. Son muchas y son lideresas, pero Ananin es de las pioneras, la que lideró
la creación de la primera organización de mujeres cafeteras de Codazzi, municipio
del Cesar. Recuerda que después de un viaje a Bogotá, donde participó en una feria
internacional de productores de café, regresó con la idea. Eso fue en el año 2016 y
el evento era, precisamente, para fortalecer el programa de equidad de género. Allí
compartió con muchas mujeres, conoció sus culturas y todo lo que habían logrado,
por eso una de sus conclusiones personales fue que los departamentos del Caribe
estaban rezagados en organización gremial.
Ananin representaba a los departamentos del Cesar, La Guajira y el sur de
Bolívar, pero sintió algo de pena al enfrentarse a otras mujeres asistentes, quienes
llegaron con iniciativas bien elaboradas y organizadas. La pena y la tristeza las con-
virtió en impulso para formar la asociación. Llegó emocionada, con muchas ganas
de trabajar y buscando aliadas para lograrlo. La primera convocatoria se dio el 12 de
diciembre de 2018 y fue hermoso para Ananin confirmar la presencia de 125 muje-
res, quienes expresaron sus necesidades, pero también la necesidad de agremiarse y
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Ananin Florez Carrillo
Su padre también la llevaba a vender el café, “andaba con él como una garra-
pata”, dice entre risas. Fue creciendo en medio de ese ambiente cafetero en el que
se movía su padre, a quien considera un hombre guerrero que dejó un gran pilar para
sus hijos. Lo recuerda en medio de lágrimas, con mucha tristeza y amor, porque dice
que todo lo que tiene y sabe se lo debe a él y a su madre. Cuando él murió, Ananin
tomó fuerzas y nunca se dejó abatir, para impedir que la finca decayera y los cafeta-
les murieran. Ella sabía que su papá amaba la finca, que a su vez se la dejó su abuelo,
un hombre igualmente trabajador que llegó a ese territorio en busca de fortuna y
huyendo de la violencia política en Santander, con tres hermanos, buscando tierra
plana y agua. Lo logró, porque la finca está en medio de dos caños y es perfecta para
el cultivo. Marcó el territorio y fue por su familia, entre los que estaba el papá de
Ananin, que apenas tenía seis años de edad.
Eran 56 hectáreas conformadas por varios ranchitos y mucho monte. Las con-
diciones eran críticas, porque eran ocho hijos los que tenían que mantener. Cuenta
Ananin que no tenían ropa y con la misma tela su abuela tenía que hacer los pañales
de los hijos más pequeños. A pesar de la situación, la finca fue creciendo y se convir-
tió en una de las más productivas de la zona, dando entre 9 y 10 kilos de café. Tuvie-
ron también la fortuna de tener una buena relación con los indígenas yukpas, que se
encuentran en esa área. Ananin dice que su abuelo los ayudó mucho y que incluso
ahora los descendientes de aquellas familias le agradecen a la suya por esa ayuda.
Ese amor por el café pasó a la generación de su padre y ahora a la de Ananin,
quien espera trasmitírselas a sus hijos. Quiere que sientan esa pasión de ver las hojas
verdes del café y después apreciar los frutos rojos. Además, opina que la siembra de
café en la zona es un gran aporte a la economía local. De esta actividad dependen
muchas personas, no solo los dueños del café. Está el recolector, el que seca, el que
vende, las cooperativas, los depósitos, las tiendas y almacenes. Así que cuando hay
buena cosecha, todos ganan, pero cuando es mala, las ventas se van a pique. Esto es
lo que quiere enseñarles a sus hijos, a que amen esta herencia, que estudien, que se
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
llenen de conocimiento para que sepan administrarla y fortalecerla. Por eso cuando
llegan a la finca, no solo lo hacen para descansar y pasear, sino que se ponen las
botas, caminan los cafetales, aprenden, conocen y aprecian todo el trabajo que hace
su madre. Su esposo también la ayuda mucho. Dice que él era comerciante y poco
a poco se fue involucrando en la caficultura, hasta que en la actualidad saca muy
buenos productos. En la finca también tienen cultivos de plátano, maíz y frijol, ya
sea para el autoconsumo o para vender a algunos clientes. Hay árboles de carbonero
o guamos que se utilizan para proteger las matas de café y regular los rayos de sol,
para crear un microclima dentro de los lotes de café.
A pesar de las ganas y del amor al café, Ananin asegura que hacen falta mu-
chas cosas para que la producción sea perfecta y más productiva. Vías, electrificación
y saneamiento básico son algunas de las carencias que tienen los finqueros de la
zona. Tampoco hay una buena conectividad, situación que los mantiene incomu-
nicados y desactualizados con todo lo que pasa a su alrededor en lo que referente
al negocio del café. Para llamar o buscar algo en internet deben situarse en sitios
específicos del área de la finca, hecho que les ha impedido acceder a proyectos o
programas ofrecidos para los productores cafeteros. Se han perdido muchas oportu-
nidades por esta razón. Para Ananin, gran parte de esta responsabilidad recae en los
gobiernos locales, y dice que son ellos quienes deben conocer estas problemáticas
y brindar soluciones. Indica que no es posible que un mandatario desconozca el
potencial que tiene su municipio en la producción de café. Esta es la diferencia con
el eje cafetero, donde sí cuentan con buenas vías y, sobre todo, promoción. Añade
que hacen falta eventos, programas e iniciativas que fortalezcan este propósito.
Por ejemplo, alguna vez, estando estudiando en el Servicio Nacional de Aprendizaje
(SENA), realizaron una feria del café que tuvo mucho éxito. Al respecto opina que,
así como hay ferias ganaderas, festival de la guitarra o festival vallenato, también
debe haber un festival del café, donde se promocionen los productores locales. En
su análisis, muy personal, el municipio de Codazzi es más cafetero que minero.
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Ananin Florez Carrillo
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OVIDIO GRANADOS
EL CIRUJANO DE
LOS ACORDEONES
O
vidio Raúl Granados nació y creció en medio de una familia ligada al folclor vallenato.
Las parrandas eran parte de su niñez y el acordeón un instrumento que llegó a su
vida para quedarse. Su apellido es dueño de una de las más afamadas dinastías del
vallenato. Su familia es la que más coronas de reyes vallenatos tiene y ya cuentan
con un rey de reyes. Ovidio no es cantante, ni acordeonero, pero sin él un conjunto
vallenato no podría ofrecer las lindas melodías de este ritmo musical. Tiene 56 años
y 35 arreglando acordeones de los más destacados músicos de la región Caribe. Na-
ció en el corregimiento de Mariangola, al norte del Cesar. “El oficio lo aprendí de mi
papá y de mi hermano mayor”. Desde entonces se ha encargado de conservar este
legado, que le ha permitido viajar por muchos países y sostener a su familia. Cuando
habla del tema, lo hace con entusiasmo y precisa que la afinación del instrumento
es lo más importante y para eso quien lo arregla debe tener buen oído. Y él lo tiene:
cuando escucha una sola nota, inmediatamente se da cuenta si ese acordeón nece-
sita arreglo o afinación.
“Hay que cambiarle la lengüeta o los pitos, porque se parten”, explica. En sus
inicios viajaba con los conjuntos y agrupaciones vallenatas. En medio de las tandas
musicales, aplicaba su toque mágico al acordeón, en medio del bullicio y la algarabía
del baile. Aún en ese ambiente, Ovidio era capaz de identificar el sonido del pito
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Ovidio Granados
tranquilo en su casa y sus hijos no dejan que trabaje. “Es un trabajo muy desgastan-
te, hay que estar con la cabeza agachada todo el tiempo y ya él no puede”, asegura su
hijo, el segundo que tuvo de doce hermanos. Dos de ellos fueron técnicos. El mayor,
muerto en el accidente aéreo donde también falleció Juancho Rois, y él, Ovidio, que
cuenta con una gran trayectoria. Los reyes de la familia son Hugo Carlos, Juan José
y Almes, hermano del maestro. Las correrías musicales de Ovidio han sido muchas,
al lado de los grandes, como los Hermanos Zuleta, Jorge Oñate, Peter Manjarrés,
Los Diablitos, Miguel Morales, Iván Villazón, entre otros. Desde los 14 o 15 años
ya estaba trabajando en la agrupación de Rafael Salas y Armando Moscote, también
tuvo una temporada con Los Pechichones. Con los que más ha durado son Iván Vi-
llazón y Miguel Morales. “La agrupación en ese tiempo era como una hermandad,
algo muy bonito”, dice.
Los acordeones de Sergio Luis Rodríguez, cuando acompañaba a Peter Manja-
rrés, también pasaron por sus manos durante al menos quince años. Emiliano Zuleta
dice que lo terminó de criar. Cuando trabajó con él era muy especial con Ovidio. “No
me soltaba, me enseñó muchas cosas de la vida, lo que podía hacer y lo que no, me
enseñó a manejar la plata, a tener orden”. El trabajo era duro, se trasnochaba y al
día siguiente temprano debía volver a revisar los acordeones para que, en la noche,
el acordeonero los encontrara listos para la presentación. Casi no dormía, pero era
feliz entre fuelles, pitos, afinadores y partes de acordeones.
Así como es apasionado con su trabajo, lo es con sus derechos. “Con Los Betos
duré tres días y con Oñate una semana, solo seis bailes”. Era determinante al tomar
estas decisiones, porque no le querían pagar lo ofrecido. Alguna vez se bajó de un
bus cuando iban hacia una presentación. No pensó en más nada, sino en su digni-
dad y en el valor que tiene su labor. Estando con Chiche Martínez y Miguel Herrera,
también abandonó el barco. Reclamaba sus derechos con mucha vehemencia, pero
sus compañeros no lo apoyaban. Estando con Peter Manjarrés sufrió un accidente
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Ovidio Granados
junto a otros músicos cuando venían de Bucaramanga. “Casi nos matamos”. Las ya
conocidas ausencias de Diomedes Díaz en los conciertos también eran un riesgo. O
no le pagaban o las personas se alteraban y los agredían. La amistad era un requisito
indispensable para continuar en una agrupación. Con Miguel Morales, por ejemplo,
eran muy amigos e incluso dormían en la misma habitación de los hoteles cuando
viajaban.
Los riesgos a los que se exponía trabajando con las agrupaciones vallenatas
no eran rentables para Ovidio, quien ahora trabaja en la tranquilidad de su casa,
donde, sin embargo, estuvo un tiempo trasnochando, como si estuviera en un baile
o una parranda. Ese hábito permaneció así varios meses, hasta que lo fue cambiando
poco a poco. Eso sí, la música siempre lo acompaña. Es una costumbre que no ha
podido abandonar. Al trabajar tiene que escuchar las notas de un acordeón a fondo.
Así se siente a gusto y rememora su niñez con las parrandas que se armaban y su
papá arreglaba acordeones. Su taller es paso obligado de músicos y acordeoneros.
Cada día arregla entre dos o tres instrumentos. Es el más solicitado. ¡Claro! ¡Es el
más experto! Sabe identificar las notas altas, las bajas, las desafinadas y las afinadas.
Ovidio usa el afinador solo para cerciorarse de que el acordeón quedó bien, pero su
oído es el que le da la pauta. Todo lo hace con calma, esa que aprendió a cultivar,
ya que era desesperado. “Cuando cogí el primer acordeón para arreglarlo, casi lo
rompo. Me desesperé: no tenía paciencia”.
La música la lleva en la sangre y si al crecer fue aprendiendo a amar el folclor,
es muy difícil desprenderlo de su vida. Claro que Ovidio intentó hacer otra cosa,
pero la vida lo devolvía a un acordeón. Tocó guacharaca y cursó tres semestres de
Zootecnia. Cuando se vio dificultoso para cumplir con el estudio, lo dejó, a pesar
de que era buen estudiante. Su cuerpo no le daba después de llegar de un toque
amanecido. De pelao también recogió algodón y vendió periódicos, se presentó en
varios festivales y estudiaba. Su mamá era la encargada de sus tareas y de que fuera
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
al colegio, aunque, cuando comenzó a ganar plata, quería dejarlo. Ella insistió en
que siguiera y es que, en esa época, los músicos eran considerados parranderos,
bebedores e irresponsables.
Lo que sí era importante para ellos, era el acordeón, por eso los técnicos eran
importantes en una agrupación. Ahora no tanto. Emiliano Zuleta prefería no viajar,
si no iba el técnico. Ovidio dice que, antes de salir, preguntaba por él. Recuerda
que Colacho Mendoza también era muy delicado con sus acordeones. No solo los
mandaban a arreglar, sino que les hacía revisiones periódicas. El puesto de técnico
era fijo. Ahora no. “El amor al instrumento se ha acabado”, sentencia Ovidio. Las
agrupaciones, según él, no tienen presupuesto y los acordeoneros se interesan cada
vez menos por tener sus acordeones “al pelo”. Los mantienen al límite y van donde
Ovidio cuando el aparato no da más. Muchos los alquilan o solo tienen en el acor-
deón uno o dos tonos. “Antes tenían todos los tonos”. Los artistas llegan donde él
cuando van a una presentación y aparecen a la siguiente y no es algo representativo,
como una revisión general.
Todo esto le hace pensar a Ovidio que el oficio no tiene mucho futuro, porque
ya no quieren pagar lo que vale su trabajo y no hay muchos jóvenes que quieran
dedicarse a esto. El amor al vallenato, al folclor y al acordeón se ha perdido. No hay
oído que trabaje sin el afinador, no arreglan un acordeón en medio de un toque, no
se atreven, son escasos quienes lo hacen. A esto se le añade que son muy demora-
dos. Ovidio puede hacer un arreglo en dos o tres días, mientras que hay unos que se
demoran entre 15 y 20 días en el mismo arreglo. Por eso es apetecido y porque está
disponible casi a cualquier hora del día. Esto lo hace sentir orgulloso, aunque no re-
ciba otra recompensa diferente a un pago. “Son pocos los que llaman agradeciendo”.
Le gusta su trabajo, le da satisfacción cuando llegan a buscarlo en su casa,
donde ahora tiene más tiempo para compartir con su familia, esa que sufría su au-
sencia durante los largos viajes junto a las agrupaciones vallenatas. Siente que no
disfrutó a sus hijas y que ahora está recuperando todo ese tiempo en el que no
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Ovidio Granados
estuvo presente. Todos los mediodías atiende a sus padres, almuerza con ellos y se
sienta a conversar de diversos temas, en los que no puede faltar la música vallenata.
En estos momentos no se arrepiente de haber tomado el camino que su corazón le
indicaba, no de seguir los pasos de su abuelo, quien era campesino, sino de hacer
parte del bello folclor vallenato, ese mundo mágico y alegre que no dimensionaba
cuando era niño.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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KENEDY PLATA
‘POR MIS VENAS CORRE
SANGRE CAFETERA’
K
enedy lleva el café y el campo en la sangre. Es un caficultor de Pueblo Bello que
trabaja en la Asociación de Productos Orgánicos de la Sierra Nevada de Santa Mar-
ta, desde la que se encarga de la producción y comercialización de café orgánico a
nivel nacional e internacional. Aunque creció en Valledupar, parte de su infancia
transcurrió en el campo. Sus padres, campesinos santandereanos, se asentaron en
Tierras Nuevas, una vereda de la región Azúcar Buena, en el corregimiento de La
Mesa. Kenedy recuerda que acompañaba a su padre en las labores del campo y en
esa época aprendió a hacer los germinadores y a sembrar las plántulas, y fue también
cuando nació su amor por el café y por el medio ambiente. Esta pasión por el café
viene asimismo de sus ancestros y se ha transmitido de generación en generación,
pues tanto sus padres como sus abuelos fueron cafeteros. De ellos también aprendió
a conservar la naturaleza. Su padre respetaba los árboles y el agua, y sus abuelos no
permitían que se cortaran árboles ni se cazaran animales en su finca, aun cuando esa
era la costumbre del campo. El café y la conservación de la naturaleza son los dos
pilares de la labor de Kenedy y están reflejados en el café orgánico, que produce en
alianza con los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta.
El café orgánico es aquel que se produce sin la ayuda de sustancias quími-
cas. Esto contribuye al cuidado de los suelos, ya que sufren de erosión por el uso
de pesticidas y herbicidas; además, aporta a la salud de los consumidores. Para
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Kenedy Plata
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ENNA LINARES DUARTE
LA NIETA QUE HILA SUEÑOS
CON LOS TEJIDOS DE LA ABUELA
L
a joven Enna Margarita Linares Duarte es dueña de una hermosa tradición del mu-
nicipio de Chimichagua y, lo más importante, está dispuesta a continuarla, para que
no se extinga. Ella es la nieta de María Concepción Flores, una de las más destaca-
das artesanas de esa población del Departamento del Cesar. Tiene 20 años y, según
afirma, su niñez fue genial junto a su abuela, viajando a las ferias, exposiciones y
eventos. A la mamá de su padre, desde que tiene uso de razón, la vio tejer las ma-
ravillosas esteras de Chimichagua, que exhiben en diferentes partes del país sus
clientes e incluso en otros países adonde ha enviado muchos de sus productos. “Fue
muy lindo crecer a su lado, fue una fuente de inspiración para mí. Aprendí muchas
cosas y fue muy genial viajar, conocer todos los artesanos compañeros de ella y estar
en esas ferias”. Dice que nadie la enseñó a tejer, aprendió sola, viendo a su abuela
y a los demás artesanos que visitan cotidianamente su casa. “Es hermoso ver cómo
lo hacen, metiendo pajita por pajita y luego ver el resultado, algo bello y grande”,
cuenta emocionada al hablar del tema. Describe la casa de su abuela, que era muy
pequeña y tenía un cuartico donde dormían las dos y otra de sus hermanas, pero,
eso sí, el taller sí era bien grande, con telares por todas partes, y todos los materiales
que usaba para tejer las esteras.
La abuela era la presidenta hasta hace poco de la Asociación de Artesanas de
Chimichagua Asoarchi, conformada por artesanas que trabajan la palma de estera
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Enna Linares Duarte
constante”, asegura Enna y rememora entre risas varias anécdotas que han tenido en
estas jornadas feriales. “La primera vez que fui a una feria nos dieron un escritorio y
yo dormía abajo con mi hermana, precisamente en una de las esteras de mi abuela,
mientras ella atendía el stand”. Es de los recuerdos más lindos que tiene de Bogotá,
aunque hubo una vez que también se perdieron, porque se fueron para el hotel y al
regresar a la feria tomaron la buseta que no era y llegaron hasta el estacionamiento.
“Esa vez mi abuela temblaba de miedo, pero pudimos regresar muy rápido”.
La tradición de tejer con palma estera se remonta a la época colonial, cuando
Chimichagua estaba ocupado por los nativos del grupo chimila, quienes comenzaron
a usar el tejido como método de comunicación a través de los diferentes diseños,
formas y colores. Enna explica que algunos de esos colores se sacan con productos
naturales de manera manual. “Por ejemplo, el negro lo podemos sacar de la bija,
la cual hay que cocinarla con la palma, esperar a que se seque, enterrarla en barro,
sacarla y lavarla. Esto tiene un valor extra, y cuando alguien va a comprar la de co-
lor negro se le aclara por qué es más costosa”. Explica, además, que en Bogotá las
preferencias se inclinan por los colores muy naturales, mientras que en Valledupar,
Medellín y otras ciudades sí piden colores más llamativos. Sin embargo, observa que
lo que diferencia una artesana de otra son los acabados de cada producto y reconoce
que los de la asociación que ahora dirige su abuela son muy buenos. Ellos venden las
esteritas y hay otras personas que se han ideado accesorios con ellas, como carteras,
sombreros o abanicos.
La joven Enna desde ya piensa en el futuro, y aunque es estudiante de Inge-
niería Eléctrica, está convencida de que en algún momento podría tomar las riendas
de la asociación que ahora dirige su abuela. “Me gustaría tener un taller bien grande,
traer a los artesanos y organizarlos, también fortalecer las redes sociales, para poder
vender los productos en otros países, y le apostaría a producir la materia prima,
porque esta se está acabando”. Dice que la ganadería está acabando con la palma
y es necesario que los artesanos puedan contar con sus cultivos, para poder seguir
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
produciendo. Su abuela tiene dos hectáreas de pura palma, pero anota que se ne-
cesitan muchas más. Ella cree firmemente que viene algo grande para los artesanos
de Chimichagua y en algún momento podrán seguir dando a conocer esta hermosa
tradición en todo el mundo. Reconoce, sin embargo, que hace falta mucho apoyo
institucional y que hay disparidad de precios, que muchas veces no es beneficioso
para los creadores. “Sería bueno que todos los artesanos se unieran y que no hubiera
varias asociaciones, sino una en la que se luche por unos objetivos comunes; pero
hay muchas diferencias, sobre todo en la calidad de los productos. Los de mi abuela
tienen unos estándares muy altos, mientras que otros son bajos”, asegura.
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Enna Linares Duarte
Quisiera contar con un sitio web para exportar las esteras a otros países,
porque dice que son los extranjeros quienes más reconocen el trabajo y la calidad
de las artesanías. Enna resalta que hay algo muy positivo y es que los artesanos es-
tán enseñándoles a sus hijos y nietos el oficio, es decir, que la tradición seguirá por
muchos años más. “A veces pienso que se podría acabar, pero conozco muchos niños
y jóvenes que ya saben hacer las esteras, porque lo han aprendido de sus padres, y
eso va a garantizar la permanencia en el tiempo de esta bella tradición”. Y mientras
sueña con estos proyectos, sigue estudiando y acompañando a su abuela a las ferias
y eventos, donde ella misma también ha conocido muchos artesanos de diferentes
partes del país y emprendedores que están en la misma sintonía: creando y luchando
para dar a conocer sus productos.
Ella, su hermana y sus primas han sido las acompañantes permanentes de su
abuela y se turnan para ir a cada una de las ferias. “Si una va a Bogotá, la otra va a
Medellín y así nos vamos turnando”, explica Enna, pues sabe que esta cultura, he-
rencia de sus antepasados chimilas, no se puede acabar, y por ello le da un valor muy
importante al arte de tejer, ese que ha pasado de generación en generación. Seguirá
acompañando a su abuela, viéndola tejer, bromeando con los demás artesanos y
pensando en ese futuro cercano en el que quizás tenga que ser la que continúe con la
asociación para seguir impulsando la labor artesanal del municipio de Chimichagua.
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MARÍA JOSEFA
RAMOS GÓMEZ
MANOS QUE TEJEN FUTURO
C
uando era una niña, a la artesana indígena María Josefa Ramos Gómez le daba mucha
pereza tejer y prefería que le dieran “rula” o la mandaran al río con un bulto de ropa
para lavar, oficio que la hacía feliz. Lo que nunca se imaginó en aquel entonces es
que se convertiría en una de las mejores artesanas que tiene el municipio de Pueblo
Bello, Departamento del Cesar, donde reside con su familia, siendo la mayor de diez
hermanos. “Cuando me mandaban a hilar la lana, cogía la que estaba debajo de los
bancos, que ya estaba lista, y mostraba esa, porque no me gustaba hacerlo. Comencé
a tejer cuando me casé y formé mi hogar”. Lo que sí le encantaba era estar en los
sembrados de caña y piña que tenían sus padres, ayudando a sembrar, a cuidar las
plantas y a estar pendiente de las cosechas.
María Josefa es una mezcla de etnias y de culturas: su mamá era kankuama
y su papá arhuaco, lo cual se refleja en su hermoso trabajo, que tiene un toque de
ambos grupos indígenas. Cuando comenzó a tejer en firme, le dio duro, porque como
nunca había practicado, no tenía la agilidad para avanzar en el tejido; sin embargo,
cuando lo logró, el resultado fue el mejor y sus mochilas son de las más solicitadas
en la región. Primero comenzó a hacer las de un solo color, luego le fue introducien-
do las rayas y siguió con los dibujos, al punto que se volvió toda una experta y hace
una mochila bien diseñada en unos ochos días. Ha diseñado muchas imágenes en
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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María Josefa Ramos Gómez
que encontró y una rueda que tenía un hueco, por donde metió un palo y comenzó
a hilar. “La rueda es el mundo en el que vivimos y el palo es el eje alrededor del
cual gira este mundo. Ese es el significado del proceso para elaborar una mochila”,
precisa María Josefa.
Sin embargo, dice que ya no se están haciendo muchas mochilas de forma
tradicional y ahora se elaboran más que todo para comercializarlas, teniendo en
cuenta lo que piden los clientes, las imágenes que desean y los colores que les gus-
tan. Tampoco se usa exclusivamente la lana, porque ahora son elaboradas en fique,
lana acrílica e incluso en nylon de varios colores, según añade la artesana, a quien
también le hubiera gustado graduarse de enfermera, pero no contó con los recursos
para terminar los estudios. “La mochila se volvió popular, creo yo, porque el expre-
sidente Alfonso López comenzó a usarla y a llevarla a la capital del país. Entonces
mucha gente la vio como atractiva para usarla, aunque también es porque aquí viene
mucho extranjero de varios países y se llevan su mochila”.
Calcula María Josefa que una mochila bien hecha se elabora en un mes, apro-
ximadamente, y por ella se pueden pedir entre $800.000 y $1.000.000 de pesos.
Aunque a veces los que más ganan son los intermediarios, que les compran las mo-
chilas en muchas ocasiones a precio de costo y las venden bien caras en otro lado.
Ahora son muchos los indígenas que se han dedicado a tejer e incluso los jóvenes,
muchos de los cuales se han capacitado, no solo en las puntadas, sino en recama-
do, que es lo más innovador en mochilas que hay en el momento, cuyo proceso se
demora entre dos y tres días. “Creo que la mochila se salió de lo tradicional y se
teje por una expectativa comercial y de negocio, por la necesidad de los indígenas
artesanos que deben ganarse la vida, y si alguien se las pide de alguna manera, se
hace tal y como la desean”.
María Josefa no pertenece a ninguna asociación, desde que estuvo en una y
pasó algunas dificultades. Según asegura, los presidentes o presidentas de algunas
de estas organizaciones tienen negocios con los productos de sus asociados, por los
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
cuales cobran comisiones. “Por ejemplo, si uno tiene unos niños en la casa esperando
algo de comida y hay deudas, pero tiene unas mochilas y las lleva donde la presi-
denta de alguna asociación, le pagan la mochila muchas veces a precio de costo y la
revenden, dándole un manejo muy feo”. Afirma la artesana que en algunas ocasiones
solo les dan el material para recamado, por el que les pagan cincuenta mil pesos,
y otro tanto por las mochilas, que venden por casi $1.000.000 de pesos, de modo
que se ganan un porcentaje enorme, sin tener cuenta el trabajo que lleva tejer cada
mochila. “Es el intermediario el que se sigue lucrando del negocio, mientras que las
artesanas sufrimos con un pago mínimo por las mochilas. Así se ha vivido por años,
y no hay autoridad que detenga esta situación”.
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María Josefa Ramos Gómez
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ROSENDO CHICA
EL CAMPO CON AROMA
A EMPRESA
A
Rosendo Chica le dicen “El Costeño” porque nació en uno de los municipios más
lindos del Cesar, Pueblo Bello, aunque sus ancestros son del Departamento de An-
tioquia. Desde la finca La Secreta, ubicada en la vereda Cuesta Plata, nos cuenta
que su papá Rosendo Chica Montoya, antioqueño de pura cepa, emigró de esas
tierras huyéndole a la violencia. Primero llegó al Tolima y luego tomó rumbo hacia
la Costa, más exactamente al Magdalena, y posteriormente a Pueblo Bello, en 1956.
“En esos tiempos la violencia estaba en su apogeo entre liberales y conservadores,
había muchos muertos por política y mi papá, al ver esa situación, salió de su tierra
a conseguir una mejor vida, para él y su familia”, explica Rosendo.
Junto a Jorge Eliécer Pianeta, Ismael León, Álvaro Characa, Nando Lemus,
José Hernández y unos hermanos que les decían “Los Mariachis”, don Rosendo fun-
dó la vereda Cuesta Plata, donde empezaron a sembrar café de manera artesanal.
“Antes mi papá había sido administrador de una finca en la vereda Costa Rica; era
panelera y había unos 60 obreros. Mi mamá los atendía mientras mi papá trabajaba.
Allí duraron varios años”.
En ese lugar nació Rosendo, el hijo, en el año 1964, pero poco después sus
padres compraron el terreno en Cuesta Plata. “Primero le compró una parte al señor
“Nando” Lemus, luego un familiar, que tenía la otra mitad, se la vendió”. Todo esto
sucedía, a pesar de que eran terrenos baldíos, pero las personas que habían llegado
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
de otras partes del país ya los tenían demarcados. Dice Rosendo que en 1984, por
medio del entonces Incora, legalizaron las tierras. “Ellos iban y venían al terreno
que compraron; luego ya sí se establecieron aquí. Mientras tanto a mí me llevaron
a Pueblo Bello donde una tía que tenía un restaurante para que pudiera estudiar”.
Según recuerda Rosendo, por allá llegaban muchos gringos que iban para la Sierra
y los capuchinos encargados de la escuela. Sin embargo, extrañaba mucho a sus
padres y la finca, por eso se volaba de las clases y se iba para Cuesta Plata. Tal como
lo narra, esperaba a los arrieros cuando pasaban los domingos y estos lo dejaban en
un punto a las cinco de la mañana, desde donde tenía que caminar hasta la vereda, a
la que llegaba casi a las ocho de la mañana. “Les decía a mis padres que en el colegio
habían dicho que no teníamos clases, pero cuando averiguaban que eso no era cierto,
me pegaban”, cuenta entre risas.
Así estuvo dos años, hasta que su familia se fue a vivir al pueblo y siguió sus
estudios sin muchos contratiempos. Su papá pasaba la semana en la finca y bajaba
los sábados para regresar el domingo. Las vacaciones de Rosendo y sus hermanos
eran en la finca, donde se ponían a limpiar el café, a ayudar a cuidar los cultivos de
arracacha y yuca que tenía su padre.
“Éramos felices entre los cultivos, pero si cortábamos una mata, el regaño
era bien grande”.
En esas temporadas vacacionales Rosendo le fue cogiendo amor al campo y
nació una pasión grande por el café, ese que veía crecer año tras año y luego florecer.
Además, cuando estaba en séptimo grado, no pudo seguir estudiando, pues su padre
enfermó gravemente y no había quién se hiciera cargo de la finca. Entonces tuvo que
tomar las riendas y se puso al frente de todo el trabajo. El jovencito, que tan solo
contaba con 15 años de edad, cumplió su papel a carta cabal. Logró mantener la
finca bien organizada, claro, con las indicaciones que le iba dando su papá y bajo la
supervisión de su mamá, que todos los días cogía un caballo y subía a darle vuelta
para luego regresar a cuidar a su esposo. “Quería que mi papá estuviera orgulloso de
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Rosendo Chica
mí. Deseaba respaldarlo en esos momentos y además no quería dejar acabar la finca
por la que tanto había luchado”, expresa Rosendo, quien tuvo que dejar a un lado
sus deseos de ser médico veterinario. Hasta que después, en el año 1983, cuando su
padre murió, quedó totalmente al frente de la finca, pues ya había aprendido cómo
debía manejarse.
Rosendo afirma que en esa época la lucha era dura, porque no tenían los
apoyos que ahora tienen con la Federación Nacional de Cafeteros y tampoco había
estabilidad en los precios del café. Relata lo siguiente: “me acuerdo que hubo una
bonanza cafetera cuando el gobierno de Alfonso López Michelsen, porque los con-
trabandistas lo pedían mucho. Era simultánea con la bonanza marimbera. Algunos
caficultores le echaban tierra al café para que pesara más y ellos lo compraban sin
revisarlo. Creo que era para revolverlo con la marihuana y poder sacarla del país”.
El café iba creciendo rápidamente y la gente se olvidó de otros cultivos. “Le tenían
amor, porque era el único cultivo que respaldaban con préstamos, al que le tenían
confianza”.
A los 20 años se casó con su novia, quien nació en Pueblo Bello, pero de
padres santandereanos. Así eran muchos de los habitantes del pueblo, costeños
nacidos allí, pero hijos de esa ola de migrantes que llegó a estos territorios para
huir de la violencia en el interior del país. Rosendo recuerda que hubo una época
en la que había enfrentamientos entre cachacos y costeños. “Muchos no gustaban
de los que habían llegado y había una frontera, los de arriba eran los costeños y los
de abajo, los cachacos. Hubo hasta muertes por esa discordia, porque si cruzaban
la frontera los cogían a palo o a plomo”. Según explica, eso cambió un poco con la
llegada de la guerrilla en los años ochenta: “hicieron un lanzamiento, pusieron una
tarima donde habló el comandante Adán Izquierdo, quien dejó muy claro que, si
seguía ese problema, ellos se iban a encargar”. Agrega que así fue, porque mataron
a Francisco Villazón, un patriarca de la zona que estaba incumpliendo lo que habían
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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Rosendo Chica
se fue para Bucaramanga, donde puso la denuncia ante las autoridades para que le
brindaran ayuda como desplazado. Mientras estaba en ese proceso, el muchacho
que le estaba cuidando la finca fue secuestrado por la guerrilla. Era un joven de 17
años de edad que había terminado su bachillerato, y aunque se pagó el rescate que
pedían, no cumplieron con la liberación y fue asesinado. Su cuerpo lo dejaron en la
entrada del sector de Aguas Blancas, dos meses después de haber sido secuestrado.
La víctima era de Cartago, Valle del Cauca, hasta donde tuvo que llevar su cadáver
para que fuera sepultado por su familia. “A pesar del compromiso que la guerrilla
había pactado con la Cruz Roja, no cumplió”, afirma con tristeza.
A Bucaramanga llegó casi sin nada, pero encontró un ángel, una señora que
le dio en arriendo una casa, en la que duró diez años. Eso fue en agosto de 2002,
tres meses después de que saliera del Cesar. Mientras él estaba en el proceso de
estabilizarse, la finca estaba sola y seguía produciendo, pero todo iba a medias.
Tuvo varios administradores, pero se iban por la violencia, el mismo motivo que lo
expulsó a él. “Fue una época muy dura y dramática. Por allá se veía cómo llevaban
los muertos después de los enfrentamientos con la guerrilla. Los traían de otras
partes para hacerlos pasar como guerrilleros”.
Solo hasta el año 2007 pudo regresar a su tierra y a su finca, cuando comenzó
el proceso de desmovilización de los paramilitares. Llegó muy asustado, primero a
Valledupar, ya que él sabía que encabezada una lista de personas que estaban en la
mira de los alzados en armas. “Decían que conmigo no había arreglo, es decir, que
diera lo que diera, me iban a matar, porque yo me les enfrenté cuando mataron a
mi hermano y quisieron apoderarse de sus fincas, su casa y su tienda”. Estando en
Valledupar, después de su retorno, murió en una unidad de cuidados intensivos el
comandante 35 que operaba en la zona y la situación se calmó un poco.
En la capital cesarense estuvo aproximadamente un año, compró unos taxis
con lo que vendió en Bucaramanga, pero después volvió a lo suyo, al campo, a Pue-
blo Bello, donde tenía su finca. Ya todo estaba más tranquilo y se normalizó aún
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
más con el proceso de paz firmado con la guerrilla de las Farc. Todo lo vivido por
Rosendo le dejó una gran enseñanza: “que se debe valorar lo poco que la vida nos da,
la ciudad es muy difícil para uno, como campesino que solo sabe sembrar la tierra
y vender animales”. Y aunque mucha gente lo ayudó, también sufrió el rechazo y la
discriminación cuando se enteraban que era desplazado. Entre lágrimas recuerda
los momentos vividos fuera de su tierra y de su hogar, pensó que nunca iba a poder
volver. Por eso lo que vive ahora lo cuida mucho y, sobre todo, lo disfruta.
Ya estando en Pueblo Bello, al frente de su finca, comenzó a trabajar duro en
el cultivo del café y logró ser representante de los caficultores en eventos y con-
gresos. Está gozando de los beneficios que le ofrece la Federación, los cuales le han
permitido crecer bastante. Su finca es una de las más grandes de la zona: tiene 230
mil árboles sembrados de la variedad Castillo General y va a sembrar 70 mil más
de Cenicafé uno. La calidad de su café es excelente, vive pendiente de cada planta,
de los granos, en fin, de todo el proceso. Afirma que las nuevas variedades son más
productivas y, si son bien manejadas, se vuelven muy rentables. “Para mí el negocio
del café se vuelve mejor cuando el primer árbol tiene unos seis o siete años y se deja
tres ‘chupones’, lo que uno llama la zoca. De ese árbol que uno zoquea le saca otros
más. Es decir, que la segunda y tercera plantación es más productiva”. Agrega que
las plantas de antes duraban 20 años y daban más café, pero ocupaban más espacio.
Donde metía 2.500, ahora puede meter ocho o nueve mil. Además, cada dos años
hace análisis de suelo y, según los resultados, aplica la fertilización. Rosendo dice
que el cultivo del café lo cuida con el sembrado de guamo, con lo cual cumple con
su cuota de reforestación.
Rosendo espera que toda esta lucha que tuvo que librar por su finca y su
cafetal sea un incentivo para que sus hijos continúen con el legado. “Yo les estoy
enseñando todo, pero no les veo verraquera para estar en el campo, no los veo en
la tierra; de pronto sí estudiando para seguir el negocio y en otros campos”. En su
sabiduría, califica su café como el mejor del mundo y quisiera que su finca en diez
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Rosendo Chica
años sea parte del sector turístico. “Quiero verla renovada, con buenas instalaciones,
bien productiva y que sea visitada por muchos turistas, así como en el eje cafetero,
y demostrar que aquí se siembra café de calidad, porque mucha gente piensa que
aquí solo hay minería”. Para eso es que sigue trabajando duro desde las seis de la
mañana hasta bien entrada la tarde. “Yo me levanto y salgo a consentir a mis matas,
les hablo, las organizo, las acaricio mientras les digo: venga mi niña, mi nena, voy a
acomodarla. Le quito los chupones malos para que se vean bonitas y les coqueteo
como si fueran unas mujeres, eso las hace crecer”. Es un amor muy grande el que
siente por ellas, el que le inspiró su papá, el mismo amor que siente por Pueblo
Bello, una tierra que le duele y defiende.
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Rosendo Chica
CULTORES
DE LAS LETRAS
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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WILLIAM JIMÉNEZ
INSPIRAR VERSOS CESARENSES
E
l poeta William Jiménez no leía mucho cuando era niño, a pesar de que su padre,
el periodista deportivo Guillermo Jiménez, le regalaba muchos libros y le insistía
en que los leyera. Fue una gran herencia la que le dejó después de haber fallecido,
aunque reconoce que se dio cuenta mucho tiempo después. “Siempre me decía que
eso era lo único que me iba a dejar y fue como una premonición, porque ahora la
literatura hace parte de mi vida”. Los libros estaban ahí esperando que William los
abriera, pero él estaba dedicado a otras cosas propias de su edad adolescente, aun-
que sí tenía mucha sensibilidad ante algunas cosas o situaciones, y aunque quería
expresarlas, no encontraba cómo. “Sentía un gusto muy particular por las luciérna-
gas. Una noche las vi y me impactaron y sentí la necesidad de contar lo que sentía,
pero no pude. También me gustaban los fenómenos de la naturaleza y en general
todas las aves”.
También tiene muchos recuerdos de su madre, quien fue la primera persona
que le enseñó a escribir, de tal manera que, cuando entró al jardín infantil, ya sabía
las vocales. Ella le enseñaba jugando, un recuerdo que quedó plasmado muchos
años después en un texto que escribió titulado Lo desnudo del volcán y que hace parte
de la Colección Claros del Bosque, publicada por Terrear Ediciones, del cual es su
coordinador editorial. William es además promotor de lectura y de escritura creativa
con niños y jóvenes. Ha publicado libros de poemas como Épica de la sangre y Sed
plural y ha participado en muchas antologías en Latinoamérica. La editorial Terrear
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Ediciones contiene las colecciones de poesía: Claros del bosque y Plaquetas de poesía y
la colección de narrativa: Errancia, en la que participan escritores del Cesar y de otras
regiones del Caribe. También ha participado en diversos encuentros y festivales de
poesía a nivel nacional y de la región Caribe colombiana. Igualmente se publica una
revista de arte y literatura llamada Terredades que trae cuentos, poemas, traduccio-
nes, entrevistas, entre otros temas culturales.
Esta amplia y hermosa trayectoria de William comenzó mucho después de
que dejara pasar aquellos libros que le regalaba su papá. Primero lo cautivó la lectu-
ra. “En mi juventud me dedicaba al fútbol y pensaba que esa iba a ser mi vida, pero
en mi casa hubo dificultades económicas y tuve que buscar un empleo”. William
vivía con sus abuelos y comenzó a trabajar cuidando unos almacenes y un hotel de
noche. Para no aburrirse, llevaba algunos libros para leer. Recuerda el libro de Gusta-
vo Adolfo Bécquer y sintió una conexión con esos poemas, a los que describe como
románticos, pero muy oscuros. “Me llevaban a indagar el porqué de cada verso, cada
frase y el significado de lo que escribía”, anota el poeta. En ese momento su gusto
por la lectura permanecía oculto, teniendo en cuenta el contexto en el que estaba,
donde los jóvenes se dedicaban a otras cosas y donde hablar de cuentos, poesías y
novelas era extraño.
Entre los varios libros con los que se deleitaba leyendo estaban, por ejem-
plo, La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne o El túnel de Ernesto Sábato. “Fue
como una revelación, porque sentía muchas veces esa cierta náusea frente a la vida,
desesperanza por los contextos difíciles y violentos. Entonces me sentí identificado
con el personaje de El Túnel. En el colegio hice una exposición, leí un fragmento tal
y como estaba en el libro y la profesora me reclamó, porque decía groserías, y me
di cuenta que ella no lo había leído”. Ese panorama cambió cuando entró a la Uni-
versidad Popular del Cesar y encontró allí otras personas con sus mismos intereses.
Entonces se fue motivando cada vez más, derribó el muro que había levantado, al
no poder expresar lo que sentía, y comenzó a escribir.
[ 306 ]
William Jiménez
Otro hecho determinante fue que conoció las bibliotecas de la ciudad, a las
que antes no había ido. Allí pasaba casi todo el día leyendo y conoció a otras perso-
nas afines a sus gustos. Con ellos conformó un grupo para compartir textos, libros y
hablar o debatir de literatura. William dice que los primeros cuentos que escribió no
tuvieron ninguna trascendencia y los destruyó. Poco después se inclinó más por la
poesía. “Me gustó mucho más la poesía, aunque tuve varios intentos en la narrativa,
pero creo que no tengo la capacidad de escribir toda una historia”.
Comenzó a inspirarse para poder escribir. El poeta cesarense afirma que lo
inspiran las injusticias, el amor, la alegría, lo erótico y los cuerpos, pero lo que más
lo mueve es la rabia. “Por ejemplo, cuando escribí Lo desnudo del volcán, fue una
época en la que leía mucho sobre las víctimas del conflicto, las masacre ocurridas
en varias partes del Caribe, como la de El Salado o la de Bahía Portete. Sentía náusea
por todo lo que ocurrió”. Fue tal el impacto que eso le generó que tuvo pesadillas
y sufrió angustia, “porque nuestro cuerpo es algo sagrado, y en esos hechos fueron
desmembrados o fueron atacados como política de violencia”. Las sensaciones que
sintió por esos episodios contra hombres y mujeres le causaron mucha rabia y lo
inspiraron a escribir mucho. Nunca pensó en hacer un libro, sino en liberarse y des-
pejar los demonios que habían crecido en su interior.
Eran tiempos difíciles y violentos, en los que no se podía salir de noche, por
los toques de queda en la ciudad, debido a la presencia de grupos paramilitares que
hacían circular cada cierto tiempo panfletos amenazantes. Como respuesta a esta
situación escribió varios contrapanfletos que después desechó. “La creación tiene
mucho que ver con la rabia, la cólera, es una rabia que construye. Eso lo veo como un
factor que me da fuerza para escribir con ganas, con vida, con sangre, con vitalidad,
contrario a lo que sucedería si escribo como algo planificado”.
William describe la poesía y el arte como la expresión precisa para alejar a la
muerte y al dolor, a partir del placer o de un goce erótico, y agrega “la palabra nos
sirve para alejar la muerte, es como un refugio o una casa donde uno pueda habitar
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
y encontrar un amparo”. Dice que también lo mueve la esperanza de que las cosas
puedan cambiar o que los lectores tomen algo de conciencia de la situación. Con-
sidera que el arte puede contribuir enormemente a mejorar todo. “Pienso que la
resistencia también es esperanza”. Indica que la literatura siempre ha intentado dar
respuesta a las violencias vividas: “eso genera que se construya un relato que pueda
generar una conciencia colectiva para que esos hechos no se repitan, pero que estén
presentes a través del arte”. Sin embargo, dice que esa expresión artística hay que
hacerla descarnadamente, para que se estremezca el sentir de los lectores.
Según su opinión, en el Cesar las manifestaciones del arte casi siempre han
respondido al contexto, a la situación que se está viviendo, porque los artistas
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William Jiménez
también han sufrido por los violentos. “A pesar de todas las dificultades culturales
y el difícil acceso a libros, hay artistas que construyen obras y que dan respuesta
a estas situaciones”, asegura, convencido de que con esto aportan mucho a la so-
ciedad. Afirma que la música de tambora, algunos cantos vallenatos y la literatura
han hecho referencia a la violencia y a sus víctimas. Pone como ejemplo el libro de
Manuel Zapata Olivella Fábulas de Tamalameque y el trabajo de su hija, quien es poeta
y tiene una fuerte tradición afro, “de la cual se habla muy poco en el Cesar”.
También considera importante el trabajo de Clemencia Tariffa, de Codazzi,
dueña de una poesía erótica y una voz bastante descarnada desde la mujer. Otros
que destaca son Luis Alejandro Álvarez de Chiriguaná; Luis Misar, exponente de una
poesía filosófica y sarcástica; Diomedes Daza, un poeta de la resistencia de Patillal
que fue asesinado; Beto Murgas; el novelista Alfonso Sánchez Baute; Luis Barrios
Caballote y Miguel Barrios Payares de El Copey, entre otros. “Hay mucha gente
trabajando. A otros les ha tocado irse y algunos fueron asesinados”, asegura. Igual-
mente, reseña al poeta Félix Molina, de Valledupar, y a Luis Mario Araújo y María
Mercedes González.
Le gustaría que Valledupar se pudiera constituir como una ciudad literaria o
cultural, donde haya ferias del libro, librerías y que el acceso a la cultura sea mucho
más fácil. También ha sido complicado sacar adelante la editorial Terrear, que nació
en 2016. “Es difícil hacerlo sin recursos, aunque aplicamos varias estrategias para
recoger dinero entre los amigos y mantenerla”. Precisamente ella nace respondien-
do a la falta de espacios para los escritores y por eso también nació la revista que
se publica desde hace algún tiempo. Se explica: “aquí los escritores, para publicar,
tienen que sacarlos ellos mismos con sus recursos. En la editorial tienen un espacio
para publicar sus libros de una forma más o menos estética, con los estándares de
publicaciones, con una buena portada y una buena letra. Muchas veces se busca
una institución o persona que haga donaciones, se hacen preventas, ofertas o se
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
busca que los lectores se vuelvan socios. Dice que todo se hace con el fin de que se
publiquen las obras de los autores.
Les ha ido bien con estas estrategias y se han publicado varios libros que se
han logrado poner en librerías de Bogotá. Han publicado las colecciones de poesía:
Claros del bosque y Plaquetas de Poesía y la colección de narrativa Errancia; el libro
Desde la luz preguntan por nosotros, de Juan Vicente Medina, de Sucre; El álbum de la
infancia, de Félix Molina; Vértice de oración, del joven poeta Luiser Suárez Ospino; El
oscuro sendero del ombligo, de Luis Alberto Murgas; Ha sido en el destello, de Adriana
Molina de Fonseca; Cuerpo que canta, de Ariel Zambrano; Dónde están los salvajes,
de Miguel Barrios, entre otros. El nombre de la editorial Terrear viene de un poeta
portugués de nombre Antonio Ramos y significa “arar la tierra para que quede lista
y dispuesta para que se siembre la semilla y germine”.
Igualmente considera importantes los talleres que se realizan, en los que se
puede cambiar la vida a un niño o a un joven, mostrarle otro universo o un cami-
no distinto, para que aprovechen la sensibilidad que poseen. Cuando trabajó en la
Normal Superior de Manaure se realizaban no pocos talleres y dice con orgullo que
muchos de esos niños se han preocupado por estudiar y han mostrado interés por
el arte y lo cultural. En cuanto al futuro, William asegura que es difícil predecirlo,
pero tiene gran esperanza, porque ahora hay más escritores y poetas con presencia
nacional, que han participado en concursos de peso y han obtenido grandes reco-
nocimientos. “Creo que hay buenas voces que pueden dialogar a nivel nacional con
cualquier poesía o narrativa y lo más probable es que lleguen a una posición cultural
interesante”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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JOSÉ AGUSTÍN
RAMÍREZ SUÁREZ
FLORECER CON VERSOS
A CHIMICHAGUA
C
himichagua es el escenario predilecto de la poesía y los cuentos de José Agustín
Ramírez. Su palabra se alimenta del territorio y la memoria, de los ríos, la ciénaga y
los recuerdos de las experiencias propias y de quienes le rodean. El Chimichagua de
su infancia era un pueblo sin pavimentación ni luz artificial: solo contaban con una
planta eléctrica que funcionaba por horas. En ese entonces había un puerto en la
ciénaga y un pozo lleno de historias míticas. Al puerto llegaban barcos de El Banco,
Magdalena, traficando alimentos. Después de intercambiar los alimentos, el barco
partía del puerto lleno de panela y pescado. Chimichagua estaba ocupada en ese
entonces por haciendas ganaderas y haciendas agrícolas en las que se cultivaba caña.
También abundaba el pescado, el maíz y el ajonjolí y el ganado deambulaba por las
calles para ir hacia las fincas. Agustín tuvo una infancia grata, jugando por las calles
de tierra. Pero de esa época de abundancia no queda rastro, lo que ahora ve en su
pueblo es escasez. La ciénaga también ha sufrido el declive. Han desaparecido peces,
como el coroncoro y el bagre, y ha perdido profundidad a causa de los sedimentos.
Este lugar ha sido tan importante a lo largo de su existencia que ha quedado en sus
poemas la tristeza que le causa su olvido.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Imponente y majestuosa,
de gran belleza natural,
es la ciénaga de Zapatosa,
serena, apacible y señorial.
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José Agustín Ramírez Suárez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
lo llevó a escribir. Su primer libro se titula Brotes de realidad y fantasía, una colección
de poemas de corte romántico, hechos de verso y rima, publicada en el 2002. A
Agustín lo inspira conservar para un tiempo posterior lo que ha vivido, lo que ha
visto y lo que le ha contado. Piensa que “se escribe para la posteridad”. Este libro
también significó un gran sacrificio: la edición fue autogestionada y de este proceso
logró publicar 1.000 ejemplares, muchos de los cuales se regalaron y otros tantos
se vendieron. Para Agustín ha sido satisfactorio saber que otros lo leen. A veces,
las gentes del municipio y los estudiantes le expresan su gusto por los poemas que
escribe y por algunos en especial, como el poema “Reversión”. Su libro ha llegado a
países como Estados Unidos y Venezuela, gracias a la compra de familiares y amigos,
y es leído por estudiantes gracias a su hermana, quien divulga su trabajo durante
sus clases de lengua.
Poemas didácticos y cuentos es el segundo libro de Agustín, del cual se impri-
mieron 500 ejemplares gracias al apoyo de la Alcaldía Municipal de Chimichagua.
Allí hay poemas sobre temas variados y cuentos de la región. “Son anécdotas hechas
cuentos”. Entre ellos, hay una historia sobre la desobediencia en la que Agustín narra
una de sus experiencias de infancia. En una ocasión, no escuchó las instrucciones
de su abuelo y tuvo que caminar desde la finca hacia el pueblo de noche. Fue un
recorrido lleno de apariciones y sucesos extraños que quedaron en su memoria y
luego pasaron a la posteridad en el papel.
Los habitantes de Chimichagua le preguntan a Agustín por qué no sigue es-
cribiendo. La falta de apoyo a la literatura por parte de las instituciones lo ha hecho
declinar del oficio. Sin embargo, a través de su trabajo como maestro transmitió
durante años el valor de la literatura. Para Agustín, leer es un modo de explorar,
adquirir vocabulario y aprender a expresarse. El proceso de enseñar a leer es lento
y permanente: es necesario que los estudiantes reciban textos que les interesen,
pero que a la vez sean sencillos y cortos, para subir de nivel progresivamente. Es
un trabajo en el que hay que insistir y acompañar al estudiante. Entre sus pupilos
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José Agustín Ramírez Suárez
hay quienes han seguido el camino de la escritura: “aquí hay estudiantes que fueron
mis alumnos y que ya son escritores también. Hay uno que es revolucionario de la
ortografía, él puede escribir queso con k y dice que suena a queso”. Aún hoy, en su
retiro, recibe a los estudiantes que necesitan de su asesoría y algunos pasan a salu-
darlo cuando llegan de visita al pueblo. Agustín se siente realizado como docente
y como persona, porque cree que hizo la tarea. Además, es un hombre reconocido.
En Chimichagua han agradecido su dedicación de más de cuarenta años con un re-
conocimiento público por su aporte a la educación.
A través de su labor, Agustín rescata valores como el servicio, la autogestión,
la responsabilidad y la generosidad. Cree que valores de antes como la honestidad,
el amor por los demás y la caridad se pueden recuperar a través del ejemplo y del
diálogo. Este un proceso que empieza de manera individual y progresivamente pasa
a lo colectivo. Para Agustín, el futuro de la literatura a nivel local y nacional es in-
cierto. Cree que a la juventud no le gusta leer ni escribir y que el uso lenguaje se ha
deteriorado a causa de las redes sociales. A Chimichagua también lo ve con un futuro
incierto: cree que la ciénaga va a secarse en algún momento, si no recibe el cuidado
de las autoridades y los habitantes. Considera que es necesario que haya mayor
conciencia sobre la necesidad de proteger este ecosistema y que además se debe
apoyar a quienes dependen de él, como los pescadores, con trabajos alternativos,
mientras se recupera el entorno. Para Agustín hay soluciones, pero no hay apoyo
estatal. El Chimichagua de su infancia ha quedado atrás: la agricultura ha desapare-
cido, los campesinos han muerto y los hijos no quieren continuar la labor. Y no hay
posibilidades en el futuro, si la situación no cambia.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MARTHA LUCÍA
NAVARRO BENTHAM
AMAR LA POESÍA
Y LA ENSEÑANZA
E
l corazón de la escritora Martha Lucía Navarro Bentham es campesino y eso se refleja
en sus bellos poemas, donde la naturaleza aparece como su tema favorito. Nació
y creció en Chimichagua, Cesar, un municipio de pescadores, donde resuenan las
tamboras y la cumbia es el ritmo que más bailan. Es poeta por pasión, pero también
es docente por vocación y gestora y promotora de cultura. Todo conjugado la hace
una persona muy valiosa para la cultura cesarense. Se encuentra hace 25 años en
Valledupar, después de vivir los primeros años de su vida en la finca de sus padres,
un tiempo enmarcado en la música folclórica influenciada por El Banco, Magdalena,
población cercana a su lugar de nacimiento. Llegó a la capital del Cesar para seguir
sus estudios superiores y porque contrajo matrimonio. Fueron sus dos motivaciones
para dejar Chimichagua. En el pueblo comenzó su amor por los libros y por la lectura.
Su padre fue un campesino que llevaba las finanzas de la finca y también escribía y
leía mucho: a su alrededor siempre había lápices, cuadernos y hojas, como esperan-
do ser llenados por las letras de Martha, quien pasó mucho tiempo al lado de su pa-
dre, en especial cuando estaba muy enfermo y su movilidad se veía limitada debido
a la artritis que sufría. Esto le permitía estar mucho tiempo en la casa escribiendo y
leyendo, en un entorno que influyó mucho en la docente, la última de 18 hermanos.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Cuando nació, su papá ya era mayor, pero pudo disfrutarlo varios años, en
los que vivía fascinada con el ejemplo que le daba. Al entrar al colegio estaba ávida
de aprender a leer y a escribir, quería explorarlo todo, comerse los libros y, sobre
todo, saber qué era lo que tanto escribía y leía su papá. Sus primeros escritos fueron
cuentos de brujas. “Eso era lo que le escuchaba a mi abuela”. Y ahí arrancó su carrera
literaria, que ha sido exitosa. La imaginación comenzó a fortalecerse y las libretas se
convirtieron en sus mejores amigas. Allí escribía cuentos y más cuentos, con diferen-
tes protagonistas, coleccionando palabras, escenas y anécdotas. “No guardé nada
de eso, pero me imagino que estaban muy mal escritos”. Sus historias eran diversas,
algunas cotidianas y otras bastante creativas, transformadas de algunas ideas que
había escrito previamente.
La poesía estaba allí, latente, haciéndole un guiño, que aceptó cuando entró a
la universidad. Le gustaba más escribir poemas que cuentos, porque eran más cortos
y más fáciles de aprender. Escribió sus primeros versos, todos con rima, y poco a
poco fueron fluyendo las ideas, alimentadas también en talleres, encuentros y even-
tos, no solo de poesía, sino de literatura, que le han servido para mejorar y afinar su
talento y plasmarlo en varias revistas especializadas. Cuando se le pregunta por los
temas que la inspiran a escribir, responde que no hay ninguno vedado. “Me puede
inspirar cualquier cosa: una filita de hormigas, que para muchas personas puede
pasar desapercibida, para mí puede ser la idea principal de un cuento”. Animales,
plantas y todo lo relacionado con la naturaleza hace parte de su producción. Los
olores, el ser humano, personajes de su infancia y adolescencia, su familia, en fin, son
protagonistas en sus poemas y escritos. Recientemente las letras de algunas puyas
y música folclórica la han cautivado y el resultado han sido unos textos poéticos
hermosos en los que aún sigue trabajando. En ellos está inmersa su inclinación por
esos ritmos tradicionales de la zona donde nació, en los que retumba una tambora,
un guache o una flauta de millo. Hablando del tema, dice “es mi parte de pueblo,
mi parte rural, esa que me gusta mucho; es mi parte bucólica, porque siento que
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Martha Lucía Navarro Bentham
puedo hablar de eso con propiedad, porque aún no me he dejado absorber del todo
de lo citadino”.
Entre sus poemas más queridos está “Celestino”. Lo quiere mucho, porque
ha sido publicado en varias revistas y hace parte de una transición en su manera de
escribir. Pasó de ser algo cortante, a ser más estética, a usar muchas más palabras.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Martha Lucía Navarro Bentham
maternal, el cordón umbilical que la une a cada una de ellas. Son poemas más perso-
nales. Hay poemas para su mamá, sus tías, su hermana, abuela, su hija y sus sobrinas.
Este se titula “Hortensia”.
Martha considera que sus poemas son de carácter social y que hablar de per-
sonajes, ya los hace sociales, al visibilizar personas y plasmar sus historias anónimas
o conocidas.
Su faceta como gestora cultural también es prolífica. Noches de Arte es un
espacio semanal que lidera hace cuatro años y que se lleva a cabo en el bar cultural
Tlön, que tuvo un alto por la pandemia, pero que se está reactivando poco a poco de
manera virtual y presencial. Es un escenario al que pueden ir toda clase de artistas,
reconocidos, anónimos, cantantes, poetas, escritores, cineastas, bailarines, esculto-
res o pintores, entre otros. Allí exponen sus obras, sus trabajos y pueden interactuar
con el público, en el que también hay artistas. Es una tertulia cultural que ha servido
para ir construyendo redes y que permite visibilizar a quienes están iniciando en su
andar artístico. “Muchos nos han sorprendido, tienen un trabajo interesante y aquí
han encontrado el espacio propicio para darlo a conocer”, precisa la docente y poeta.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Noches de Arte nació después de haber asistido a varios eventos del bar, donde se
realizaban los martes de literatura. Martha comenzó a organizar algunos recitales
por pedido de los propietarios. Allí conversaba con los amigos artistas, estudiantes
universitarios o de secundaria, amantes de la literatura, de la poesía, y poco a poco
el sitio se fue convirtiendo en el lugar ideal para gozar de todas estas expresiones
culturales.
Posteriormente fue contratada por un mes para realizar los miércoles de poe-
sía. Hubo presentación de libros de jóvenes artistas y de escritores con gran bagaje
y reconocimiento. La acogida fue impresionante, según refiere Martha. Por eso, al
concluir el mes, llegó a un acuerdo con el bar para manejar un espacio similar en
el que tuviera libertad de escoger a los participantes y llenar el corazón de muchas
personas ávidas de estas expresiones. Puso entonces su alma y corazón en el evento,
donde se realizaron muchas actividades, incluso con niños y jóvenes, con personajes
de gran trayectoria que vinieron de otros países, como Argentina y Venezuela.
Sin embargo, llegó la pandemia y hubo que suspender toda actividad pro-
gramada. La poeta se tomó un tiempo de descanso, que aprovechó para replantear
algunas cosas, hacer cambios y mejorar otras. Noches de Arte, sin embargo, sigue
teniendo las puertas abiertas para quienes quieran asistir y mucho más para quie-
nes deseen mostrar sus creaciones y trabajos. Funciona como una plataforma local
que les permite a los artistas darse a conocer. Esta es la parte espontánea, pero hay
toda una planificación detrás de este hermoso evento, con espacios especiales para
mujeres, para niños y para diversos sectores de la sociedad.
La idea fue de Martha, pero destaca la ayuda de Eduardo Santos, que la ha
apoyado en publicidad y comunicación, a través de su programa en Maravilla Esté-
reo, quien además es poeta y amante de la cultura. También reconoce el gran res-
paldo de la administración del bar cultural. “Es algo muy bonito, porque todas las
personas que van aportan, aconsejan o sugieren cosas, es como una red de amigos,
es un espacio de todos”.
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Martha Lucía Navarro Bentham
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
acompañar, nos tienen la confianza para que nosotros la llevemos a los concursos.
Con ella hemos llegado más allá y es lo que queremos con otros jóvenes”. Es el fruto
de su trabajo, ese que realiza con amor y que ha llevado a Reina a ganarse el primer
puesto en un concurso de Comfacesar y a ser la mejor en el Festival Internacional y
Encuentro Nacional de Declamadores en Codazzi, Cesar.
Los proyectos de Martha también van más allá. Quiere publicar una revista
cultural con base en Noches de Arte, quiere que Valledupar reverdezca cultural-
mente, que todas las manifestaciones artísticas tengan la misma relevancia que el
vallenato, que no se encasille a la ciudad en un solo género o expresión cultural.
Planea retomar algunos eventos que se realizaban en el pasado y que se han perdido
en el tiempo y el desinterés. Festivales de literatura, de cine, son sus anhelos para
esta capital. “Me gustaría que Valledupar sea una gran capital cultural, pues tiene
el potencial para serlo y para hacerlo”. Como docente desea organizar un festival
intercolegial y como poetisa, a finales de año, espera publicar los textos que viene
preparando hace algún tiempo. Su liderazgo está a disposición de todos estos pla-
nes, para los que tiene las puertas abiertas y las ganas de hacerlos realidad.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ANDRÉS CAMACHO
GARCÍA
ODA HISTÓRICA A CURUMANÍ
A
ndrés Camacho García, el escritor y creador del museo-biblioteca del municipio de
Curumaní, Cesar, recuerda su niñez con mucha nostalgia y alegría. Rememora cuan-
do jugaba descalzo al fútbol con la vejiga urinaria del cerdo, la cual usaban como
balón, y cuando se bañaba en las calles bajo la lluvia. También la metra, el trompo,
las cometas y los paseos a la quebrada. Su niñez fue tan larga que usó pantalones
cortos hasta los 18 años de edad, pero a la vez también se acostumbró a trabajar
desde muy temprano. Afirma que las familias eran unidas, se vivía fuertemente la
fraternidad entre vecinos y existía el trueque, es decir, el que cazaba un animal lo
repartía y el que cultivaba hacía lo mismo. Nació en esa población en el año 1949,
una época convulsionada, aunque dice que casi toda la historia ha sido así, pero con
diferentes matices. Su padre nació en Chiriguaná y era campesino, mientras que su
madre era empleada doméstica. Nos relata que a Curumaní llegó en 1917 el señor
Euclides Cárcamo, quien se puede catalogar como el primer industrial que comen-
zó a generar empleo entre la población. Montó una trilladora para procesar arroz
y maíz, pero, como no se manejaba dinero, hacía el trueque de los productos que
eran enviados a El Banco, Magdalena, con cacao y manteca de cerdo, y de allá traía
telas, así como otros elementos.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Andrés Camacho García
de lejos uniformados. Esto, a pesar de que fue candidato a la alcaldía en tres opor-
tunidades en esa época convulsionada. Relata que una vez fueron citados a una
reunión, le hicieron una pregunta, él respondió que todo estaba en su programa de
gobierno y eso fue todo. Claro que se cuidó mucho en sus relaciones, fue precavido
y prudente durante sus actividades. En ese contexto, una migración forzosa afectó
duramente la economía del pueblo y fue mucha la gente del campo la que salió hacia
las ciudades huyéndoles a los violentos.
Entre los años 2001 y 2007 se fue para Cúcuta y allá montó un negocio de
montallantas, pero después trabajó en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA)
como instructor, cargo que le permitió conocer 25 municipios de Norte de Santan-
der. De allí salió para Barranquilla, adonde Joaquín Amarís, alguien que fue como un
padre para él y posteriormente lo envió a Valledupar. En la capital cesarense se alojó
en la vivienda de Alfonso Restrepo Arias, médico que también le brindó su ayuda.
Como no tenía muchas cosas que hacer, se dedicó a leer mucho en la biblioteca
departamental, hasta que un amigo le ofreció trabajar dictando talleres de creación
literaria. Recorrió varios municipios y en el 2007 se trasladó de nuevo a su pueblo
natal. Como había acordado con su novia que el primero que llegara al pueblo con
los recursos para comprar lo necesario para casarse lo tenía que hacer, le tocó a él
comprar todo y se casó.
Comenzó a escribir, aunque el amor por las letras había nacido años atrás,
cuando el rector Orlando Ramírez leyó un párrafo de Platero y yo y eso lo impactó
mucho, al punto que se leyó el libro varias veces. Se encendió la chispa desde ese
momento, pero sus primeros pinitos en la escritura fueron cuando estuvo en Chi-
nácota, donde fundó un periódico mural que elaboraba él solo. El proyecto se ter-
minó cuando el rector de la institución le llamó la atención por un contenido sobre
la muerte del sacerdote y guerrillero Camilo Torres. Andrés no lo quiso cambiar y
prefirió cerrar el periódico. Estando en Montería se reunía de manera esporádica con
un grupo de escritores que conformaban el grupo El Túnel.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Su primer libro fue un cuento de ciencia ficción titulado “El perro y el pre-
sidente”, sobre la toma de la embajada de República Dominicana por parte de la
guerrilla del M-19. Relata que en el cuento un perro entra a la oficina del presidente
y le aconseja que, para liberar a los rehenes, tiene que elevar el edificio de la em-
bajada con unos equipos y fibras invisibles y resistentes. La narración termina con
la liberación de las personas que estaban secuestradas, después que el presidente
siguiera los consejos del perro.
Andrés cuenta que, al llegar a Curumaní, una profesora le solicitó que escri-
biera algo que le estaban exigiendo en la universidad. Así lo hizo y, cuando la docen-
te regresó después de haberlo presentado, le contó que la habían felicitado, pues
era un trabajo muy bueno. Ese escrito Andrés lo siguió ampliando con entrevistas e
investigación y se convirtió en el libro titulado Curumaní, protagonistas de su historia.
Fueron muchas las personas que elogiaron ese libro, pero recuerda la opinión del
filósofo y catedrático Simón Martínez Urbánez, quien lo había invitado a que dic-
tara una charla. Le dijo que era muy valioso y que lo ajustara, para que pudiera ser
publicado. Eso se logró y el libro salió al mercado. Otros libros suyos son Nueve de
abril; Semblanzas e impronta de Curumaní; Curumaní, creencias, costumbres y leyendas; y
Curumaní, así nació mi pueblo.
Explica que el municipio es el centro de sus textos y que para él es importante
dar a conocer la historia tal como fue, primero en el lugar que lo vio nacer, para que
quede plasmada y pueda ser consultada por las futuras generaciones. Recuerda al
historiador Bernardo Tovar, quien decía que había que hacer énfasis primero en la
historia local y regional, porque así se va conformando la verdadera historia nacio-
nal. Además, juzga que la historia nuestra ha sido escrita a complacencia de quien la
manda a hacer, por eso cree que es su deber escribirla, tal como la vivió o como se la
cuentan las personas que la vivieron. A pesar de los libros que ha escrito y el énfasis
en la historia de Curumaní, no considera que sea un historiador, sino un ciudadano
[ 332 ]
Andrés Camacho García
preocupado por que se conozcan aquellas cosas a las cuales ha tenido acceso y cómo
sucedieron, sin tener un apego a la mentira.
Su otra actividad es la del museo, que inició cuando visitó en Hacarí, Norte de
Santander, uno que le pareció muy escuálido y pensó que acá en el Caribe había mu-
chas cosas que mostrar y con las cuales se podría armar todo un museo. Y comenzó
a trabajar en el proyecto, buscando por todos lados los elementos que le gustaría
exhibir, como máquinas de escribir, radios, teléfonos, planchas, discos, romanas para
pesar, piedras indígenas para moler maíz y libros, entre otras. Unas fueron regaladas,
otras compradas y algunas donadas. Tiene pensado organizar todo y rotular cada
elemento y mostrarlo de una manera más atractiva al público.
Andrés piensa que en Curumaní hay mucho futuro, porque es un pueblo que
ha enfrentado muchos problemas y no se ha achicado; en cambio, ha crecido y segui-
rá creciendo. Lo ideal es que los ciudadanos sepan elegir bien a las personas que los
representan en todas las instancias y entender que todos somos parte de la política,
porque, si lo dejamos en manos de otros, que sea por conciencia propia y no porque
otro nos lo diga. Para él la educación es fundamental, pero ve que algunos líderes
de este sector se han dejado permear por la corrupción y han perdido credibilidad.
Aunque, agrega, así pasa con otros gremios, que están en crisis por esta situación.
Como lo percibe, los pueblos se están quedando sin patrimonio público, y eso suce-
de cuando los ciudadanos no somos conscientes de lo que estamos haciendo. Cree
que es importante incentivar a los jóvenes a leer, a estudiar y a que participen en los
distintos espacios organizativos. Es una tarea grande, pero hay que hacerla. Hace
hincapié en los talleres literarios y recalca nuevamente que se debe conocer primero
la historia local y luego conocer los procesos históricos de otros lugares.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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CARLOS CÉSAR
SILVA ARAÚJO
UNA PLUMA PROMISORIA PARA
EL DERECHO Y LA LITERATURA
C
uando estaba en el colegio, Carlos César Silva Araújo era considerado un “bicho
raro”, debido a sus inquietudes literarias, que comenzaron bien temprano, cuando
estaba en secundaria. Tiene 34 años y, aunque nació en Valledupar, se crió en La
Paz, donde estudió primaria en el colegio San Francisco de Asís y bachillerato en el
San José, una institución fundada por las hermanas misioneras de la Madre Laura.
De esa época recuerda que en recreo se iba para la biblioteca a leer, pero quedaba
insatisfecho, y por eso en las tardes, durante su tiempo libre, entraba a la biblioteca
municipal a seguir leyendo y a escribir. La pasión por la literatura comenzaba a nacer
y no había con quien compartirla, aunque un día se atrevió a hacerlo con sus amigos,
para montar con ellos una obra de teatro de la novela que había escrito en un cua-
derno cuadriculado y que le había puesto por nombre El cabaret del río muerto, en una
de cuyas escenas aparece un hombre masturbándose mientras observa a una mujer
que se bañaba en el río. En ese colegio, que era católico, no iban a permitir eso y, por
lo tanto, cuando las monjas se enteraron no dejaron que se hiciera la presentación.
Estos fueron los primeros amagues de Carlos César a la literatura, los cuales
se fueron profundizando cuando entró a estudiar derecho en la Universidad Popular
del Cesar. Estudiaba con mucho esfuerzo y fueron muchas las veces que tuvo que
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
pedir un “chance” –un aventón– para poder trasladarse desde La Paz hasta Valledu-
par y asistir a clases, por falta de dinero, aunque algunas veces era para ahorrarse
el pasaje y guardarlo para el fin de semana. Junto a sus compañeros esperaban bajo
un palo de caucho a que alguien los llevara y, de venida, la espera era en la terminal,
donde podían estar dos y hasta tres horas esperando.
Estando en la Universidad comenzó a asistir a un taller de creación literaria
liderado por el poeta Luis Alberto Murgas y ya no se sintió tan solo: había encon-
trado con quien compartir sus intereses. El taller se realizaba todos los sábados
de 8:00 de la mañana a 12:00 del mediodía, pero muchas veces se extendía hasta
las 4:00 o 6:00 de la tarde. El encuentro terminaba en un establecimiento que se
llamaba Voces del Recuerdo, donde escuchaban boleros, rancheras, música llanera
y hablaban de todo un poco, pero especialmente de literatura. El taller le permitió
conocer escritores importantes, como Félix Molina y Miguel Barrios Payares, y otros
que llegaban a través de la Red Nacional de Talleres, como Pilar Quintana y Antonio
García. De todos aprendió y comenzó, a través de la literatura, a comprender el mun-
do, a leer bien, a hablar bien, a escribir y a tener una dimensión diferente de cómo
debe actuar y trabajar un abogado. Por eso considera que, lo que es, se lo debe más
a la literatura que al derecho.
Cuando terminó su carrera universitaria comenzó a trabajar en la Fiscalía Ge-
neral de la Nación, primero en el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) y luego en
la Unidad de Justicia Transicional. Posteriormente hizo una maestría y una especia-
lización en Derecho Público en la Universidad del Norte. Después inició su etapa
de docente de Derecho Constitucional y Filosofía del Derecho en la Universidad
de Santander, pasó a la Universidad del Área Andina a dictar cátedra de derechos
humanos, jurisdicciones especiales para la paz y jurisdicción indígena. También dio
clases en la Universidad Popular del Cesar.
Corrían los tiempos en que se estaba desarrollando el proceso de paz entre
las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno
[ 336 ]
Carlos César Silva Araújo
nacional, cuando comenzó la campaña del plebiscito por la paz, se convirtió en voce-
ro del Sí. Recorrió todo el departamento defendiendo los Acuerdos de Paz firmados,
hablando de paz e intentando convencer a las personas para que votaran. Comenzó
a ser reconocido y a tener alguna visibilidad, por lo que fue invitado a escribir una
columna en el periódico local El Pilón, donde plasmaba sus opiniones sobre política,
derecho y literatura, temas que combinaba con reseñas de películas o de libros y
fuertes críticas a la dirigencia departamental.
Sus escritos se publicaban en las revistas Panorama Cultural y Enfoque y en el
portal Las Dos Orillas y lo llamaban constantemente de los noticieros radiales para
escuchar su opinión sobre diversos temas de interés público. Estuvo en varios foros
sobre derecho constitucional, que es su especialidad, y en noticieros de televisión,
hablando sobre temas de ciudad, académicos y políticos.
Este abogado y escritor ha seguido trabajando en el ámbito literario. Hace
varios años publicó en la web su libro Cine sin crispetas, que incluye reseñas de li-
teratura y de cine. Hizo una labor de difusión y a la gente le gustó mucho. Escribió
un cuento titulado “El miedo se pudre en tu garganta”, ganador en el Concurso
Departamental de Cuentos que se realizó en el 2018. El premio llegó después de
varios intentos, en los que entendió que el triunfo llega después de una búsqueda,
más que de la recompensa, de que la obra sea reconocida por un jurado. Aunque
estaba algo resignado, siguió participando, pero quizás no estaba contando lo que
no debía contar.
Decidió entonces tratar algo de su cotidianidad como trabajador de la justi-
cia, basándose en las historias que a diario escuchaba de víctimas y victimarios que
participaban en el proceso de desmovilización de los grupos armados. El relato narra
la historia de una mujer que llega a la oficina del CTI y denuncia ante un antiguo
funcionario del desaparecido Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) que,
mientras había salido con su mamá, varios hombres armados habían llegado a la
finca de su padre y lo asesinaron, para entregarle la propiedad a alguien poderoso
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Carlos César Silva Araújo
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Carlos César Silva Araújo
vallenata, con hoteles, bares y restaurantes a su alrededor, más una serie de rutas
turísticas que recorrieran las casas de los juglares vallenatos en municipios y corre-
gimientos.
Desearía que hubiera un teatro en el centro histórico y una cinemateca, que
se fortaleciera la Filarmónica del Cesar, que se apreciaran las diferentes expresiones
de las poblaciones del Cesar, la tambora de Tamalameque, y festivales de poesía,
bibliotecas, salones de eventos, una casa de la almojábana en La Paz y una Casa del
Café en Pueblo Bello. Pero nada de esto podrá ser realidad, mientras no se cambie
la dirigencia política o esta cambie y empiece a trabajar por el bien común, aunque
dice que también se debe ser autocrítico y aceptar que, como sociedad, se ha fallado,
porque son los ciudadanos quienes eligen a esos gobernantes y muchos terminan
arrodillados a estos políticos. Sentencia que debe haber definitivamente un cambio
político y social en el Cesar, para que se trasforme la realidad actual.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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EFRAÍN GUTIÉRREZ
UNA VIDA COMO ABOGADO
Y ESCRITOR
E
l escritor y abogado Efraín Gutiérrez Aroca es uno de los hijos ilustres del municipio
de La Paz, en el Departamento del Cesar. En su vida, se ha destacado en diversos
cargos, hecho que genera orgullo entre sus coterráneos. Después de estudiar pri-
maria salió de su tierra natal a Valledupar, estudió un año en Soledad, Atlántico, y
finalmente se graduó en la capital del Cesar. Sus estudios universitarios los realizó
en la Universidad Libre de Bogotá, donde terminó Derecho. Luego se formó como
especialista en Derecho Probatorio y Administrativo. Apenas se graduó, trabajó en
el Congreso de la República, pero después volvió a Valledupar, donde lo nombraron
juez promiscuo municipal de Chimichagua, auditor interno de la Contraloría y secre-
tario de gobierno departamental. Fue gerente de valorización de Valledupar, alcalde
encargado de Codazzi y gobernador encargado del Cesar varias veces. Actualmente
está ejerciendo su profesión como abogado independiente y litigante en el área
penal, después de ser conjuez del Tribunal Superior de Valledupar.
Su inquietud por la escritura nació desde muy joven, cuando terminaba el
bachillerato y junto a un grupo de compañeros realizaron por primera vez una ex-
posición cultural en el segundo piso de la alcaldía de Valledupar. Corría el año 1970
y se expusieron obras de varios amigos, como Iván Zuleta, Erwin Daza, Alfonso
Mendoza y Rodrigo Morón, entre otros. También fiaron unos libros en una papele-
ría. En una revista que publicaron en aquella ocasión aparece el primer artículo que
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Efraín Gutiérrez
gente muy trabajadora. Hay cultivos de café, hubo una gran bonanza algodonera y
el corregimiento de San José es aún considerado como una despensa agrícola.
Recuerda que su papá tenía varias fincas y con lo que producían educó a sus
hijos, quienes estudiaron en varias partes del país. Agrega que, así como hizo su
papá, fueron muchas las familias que se preocuparon por que sus hijos estudiaran, y
hoy hay grandes profesionales pacíficos que han ocupado destacados cargos a nivel
departamental y nacional. Para él esos padres fueron un ejemplo de vida, sobre todo
las mujeres, los cuales marcaron un derrotero en el desarrollo de La Paz. También es
motivo de orgullo para Efraín la cultura almojobanera y, según cree, esta vino desde
el corregimiento de Cuestecita, en La Guajira. Destaca la labor de las almojobane-
ras, que se levantan desde la madrugada a preparar el producto y además salen a
venderlo, sin olvidar el aporte y esfuerzo de los hombres que trabajan en el monte.
En su concepto, la señora Dalinda es una de las pioneras de esta actividad, que ha
evolucionado, ya que allá las hacían con panela y en La Paz se fueron cambiando y
les incluyeron otros ingredientes.
Otra de las pioneras que reseña es la Chúa López, quien llegó de la mano de
Francisco Antonio Molina desde Venezuela, de cuyo hogar nacieron los hermanos
López. Todos llevaron como primer apellido el de la mamá, porque ella era wayuu
y en su etnia así es la tradición. En esa casa, la de los reyes López, dice Efraín, había
una parranda casi todos los días y de ahí salió el primer acordeonero: Juancito López.
A esas parrandas, que duraban entre tres y cuatro días, iban Emiliano Zuleta, Alejo
Durán y Abel Antonio Villa.
Otro hecho destacado en La Paz que nos recuerda Efraín es la presencia del
escritor Manuel Zapata Olivella, quien estuvo durante nueve años en esta población,
a la que llegó como médico rural. Para el abogado, fue él quien trajo la corriente
cultural e hizo un gran aporte, políticamente hablando, pero además llevó el valle-
nato al interior del país, donde no se conocía. Lo hizo a través de un concierto en el
Teatro Colón, el cual era un templo de la música clásica. También realizó una gira
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
de tres meses con decimeros, lo cual enriqueció el folclor local. En La Paz vive su
esposa María Pérez, con quien tuvo tres hijos y a quien todos admiran en el pueblo.
Efraín también escribió una crónica sobre Zapata Olivella, sobre todo sobre
su llegada al pueblo y su relación con la señora María. Dice que él jalonó a los me-
jores escritores hacia La Paz, uno de ellos Gabriel García Márquez, y siempre estuvo
comprometido con la causa social. Cuando ocurrió la masacre, fue el médico quien
atendía a los heridos, por ejemplo. Afirma Efraín que Zapata Olivella dejó una huella
enorme en La Paz, por su trato humanitario y el servicio a la comunidad, así como
por su defensa de las clases menos favorecidas, en especial de los negros. También
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Efraín Gutiérrez
mostró una ruta para la superación e impulsó a muchos a que se superaran y estu-
diaran. Por eso es considerado casi un dios en La Paz.
Resalta el escritor el cambio que le dio Jorge Oñate a los conjuntos musicales,
donde el cantante era el acordeonero y el compositor. Eso cambió, con “El Jilguero”,
quien grabó su primer disco con los hermanos López y separó estas dos figuras, ini-
ció un estilo totalmente diferente al que se venía presentando. La Paz es un nido de
músicos y de allí han salido también artistas e intérpretes de muchos instrumentos
musicales que se destacan en las diferentes agrupaciones vallenatas. Este es un gran
patrimonio cultural que se debe defender y, sobre todo, renovar, a medida que se
van dando pérdidas sensibles, como la de Jorge Oñate. Estos son temas que también
hacen parte de sus escritos, así como de sus vivencias de niño.
Explica que, pensando en esos recuerdos puede escribir una crónica en 20
minutos, en la que podría incluir cuando cantaba con Jorge Oñate, sus conversa-
ciones, cuando pateaba la bola con sus amigos o iban al río a bañarse desnudos y
regresaban con los ojos colorados. De esa época también recuerda un suceso insólito
y fue cuando mataron al presidente de Estados Unidos John F. Kennedy. Dice que
las madres recogieron a sus hijos y los encerraron porque pensaban que iba a ver
una guerra mundial. No pudieron salir a jugar en varios días y fue algo que lo marcó
definitivamente.
Piensa, sin embargo, que los valores de unión, solidaridad, conocimiento,
honestidad y amistad no se deben perder y hay que mantener lo raizal, la cultura
del pueblo. En ese sentido, se debe generar una cultura política honesta para volver
a creer en las instituciones en las que debe haber funcionarios probos que ejecuten
los presupuestos como debe ser, con inversiones buenas y transparentes. Efraín
prevé que en dos años tendrá listo dos o tres libros más. Ya tiene uno terminado,
pero le falta uno que otro detalle para publicarlo. Para el futuro, se imagina a La Paz
como un municipio mucho más próspero, con una economía sana, explotando sus
numerosas riquezas naturales y creciendo intelectualmente.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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JAHEL PERALTA
AL SON DE LA LITERATURA
CARIBEÑA
C
uenta la leyenda que Francisco El Hombre se encontró una noche con el Diablo. Iba
montado en su mula y tocaba el acordeón, cuando desde la oscuridad le devolvieron
la melodía. De pronto salió el Diablo y retó al juglar a un duelo de acordeones. Fran-
cisco El Hombre aceptó y venció cantando el credo al revés. Desde entonces se hizo
una figura legendaria, como el hombre que venció al mal con la música, y su legado
acompañó a los grandes juglares de la historia del vallenato. Pero esos tiempos han
pasado y los juglares han desaparecido. Ya no hay quién cuente las noticias con su
acordeón por los pueblos, “desde Manaure hasta los confines de la Ciénaga” –tal
como describe en Cien años de soledad Gabriel García Márquez– ni quien arme una
parranda, como se hacía en los viejos tiempos. Lo que no ha desaparecido son las
historias, y probablemente no desaparezcan mientras haya voces que entonen los
cuentos una y otra vez.
Hacer literatura tiene algo que ver con la música. Hay canciones que son poe-
mas de amor y crónicas de sucesos pintorescos y hay cuentos que suenan cuando se
leen, como si las palabras adquirieran el ritmo de un pueblo, la cadencia de un acen-
to. Esto pasa en el Caribe colombiano, donde la música narra y la literatura suena. A
veces la literatura nos habla de tiempos remotos y trae a la vida a los juglares, como
una melodía nostálgica del pasado que se cuela en el presente. Así, cuando alguien
narra su territorio, la memoria vive.
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En San Diego, municipio del Departamento del Cesar, nos encontramos con
un hombre que entona historias, pero no con el acordeón. Es Jahel Peralta. Su cuento
más reciente, “El último juglar”, relata la historia de Francisco Moscote, quien se ter-
cia el acordeón y decide enfrentarse a un conjunto vallenato de la nueva ola. “venía
de la región de los juglares que ya comenzaban a perderse en los confines sin límites
del olvido, rebosados por dentro de desilusiones como un pájaro que se ahoga en
una nube de espejismos que los obligaron a levantar el vuelo buscando los retazos
de la musa decapitada para remendar los estragos en que los habían convertido…”.
Jahel lee el fragmento en voz alta, tiene la cadencia musical que ha caracte-
rizado a la literatura del Caribe y, como su primera novela, La rebeldía de los mansos,
esta historia recuerda un poco el estilo de Gabriel García Márquez. Él lo sabe, y nos
cuenta que han comparado su ópera prima con Cien años de soledad, aunque no la
había leído para el momento en el que la escribió. Jahel recuerda que cuando co-
noció a Gabriel García Márquez, confirmó esa extraña similitud que comparten en
la forma de escribir: “en la Costa nada más hay una sola forma de decir las cosas”,
Jahel agrega a ese recuerdo: “no hay otro estilo para narrarnos a nosotros mismos”.
En “El último juglar” Jahel enfrenta la tradición del pasado con la del pre-
sente: un juglar, acompañado de su acordeón, su caja y su guacharaca, contra un
conjunto vallenato de la nueva ola acompañado por un grupo de coristas. El fracaso
del juglar ante una nueva generación es inminente. Sin embargo, resulta apresurado
pronosticar su desaparición, pues, a través de la palabra, la figura legendaria vive.
La obra de Jahel no solo rescata la tradición cultural, sino la memoria histórica del
país. En La rebeldía de los mansos cuenta la historia de una guerra en San Diego. La
novela nació con el relato de uno de sus vecinos sobre su participación en un en-
frentamiento de la Guerra de los Mil Días que tuvo lugar en un pueblo cercano a
San Diego llamado el Desastre. Jahel traslada este acontecimiento a su pueblo y así
empieza a escribir su novela.
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Jahel Peralta
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Jahel Peralta
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LUIS ALBERTO
MURGAS GUERRA
EL ARTE DE ESCRIBIR
Y ANTE TODO LEER
L
uis Alberto Murgas Guerra es un destacado escritor cesarense, nacido en el munici-
pio de San Diego, pero se declara ante todo un buen lector. Estudió Filosofía y Letras
y luego Teología en la Universidad Santo Tomás, ha sido profesor de secundaria y
actualmente dicta la cátedra de Literatura en la Universidad Popular del Cesar. La
lectura ha estado presente en su vida desde muy pequeño, cuando se dedicaba a
leer cuentos, infantiles y no infantiles. Estos últimos le gustaban más, ya que a los
primeros no “les encontraba mucha gracia”. Eran obras de grandes escritores que le
inspiraron para empezar a escribir sus primeros relatos, cuentos y poemas.
Fue creciendo en este ambiente de lectura y de escritura y cuando terminó la
secundaria se fue a estudiar a Barranquilla. Estando allá se enteró de la existencia
del Café Vargas Vila, un grupo de jóvenes dedicados a la literatura, que le abrió las
puertas de San Diego a los más importantes escritores del país con la realización del
Festival de la Poesía. Recuerda que, por ejemplo, en el evento estuvieron el poeta
Alfredo Silva Estrada de Venezuela y su esposa Sonia Sanoja, bailarina y creadora de
la danza contemporánea de América Latina. Igualmente, Hernando Socarrás, Manuel
Zapata Olivella, el poeta Fernando Charry Lara, David Sánchez, entre otros grandes
exponentes de la literatura. Era un festival atractivo para muchas personas que
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
llegaban de otras ciudades del Caribe a disfrutarlo. Luis Alberto dice que había expo-
siciones de artes plásticas, recitales, conciertos y otras manifestaciones artísticas. La
poesía y la literatura se llevaron a la plaza, a los colegios, la iglesia y hasta la cárcel.
Para él este fue un gran movimiento del que todavía se habla en muchos círculos.
Recuerda que hace unos 30 años hubo otros grupos literarios que nacieron
en varios municipios, como Codazzi, Aguachica y Curumaní, pero que también se
invertía mucha plata en los festivales que se realizaban, a los que ve como “reme-
do” del Festival de la Leyenda Vallenata. “Los hacían para gastarse la plata, pero se
fueron opacando y fueron resurgiendo grupos de otras expresiones artísticas, de
los cuales salieron consolidados varios escritores”. En la actualidad es tallerista de
la Red Nacional de Talleres de escritura Relata del Ministerio de Cultura, el cual se
realiza en la biblioteca Rafael Carrillo Lúquez de Valledupar, y dicta el taller Libertad
Bajo Palabra en la cárcel La Tramacúa, un programa que lidera José Zuleta, el hijo
de Estanislao Zuleta, en varias penitenciarías del país. De este taller, el cual da hace
cuatro años, nace la antología Fuga de tinta, que recopila los cuentos y poemas que
producen los reclusos. En total son 30 años los que lleva dictando talleres de crea-
ción literaria, en los que promueve la lectura y la escritura y motiva a las personas
para que descubran qué es un poema, un cuento, una novela y en qué se diferencian.
Explica que el que dicta hace énfasis en la poesía y el cuento y se ha constituido en
un modelo a seguir en otros países.
Su producción personal está compuesta por los libros Errancia del agua, Hoja
de hayo (traducido al iku o lengua arhuaca), Epifanía de la luz y Vincent Van Gogh o
Carta al rojo blanco de cuchillo. Tiene poemas poemas publicados en revistas como
Puesto de combate y Letras, así como en varias antologías. La más reciente es El oscuro
sendero del ombligo. El primero de ellos, Errancia del agua, fue escrito en su juventud y
fue producto de varios talleres a los que asistió, y Animales líricos es uno de los más
representativos.
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Luis Alberto Murgas Guerra
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
cumplir en los talleres, según Luis Alberto. Una de ellas es que no se puede rechazar
a nadie y la otra es que no se puede hablar en el taller de política ni de religión, solo
centrarse en la literatura, sea cual sea el tema del cual se vaya a escribir, ya que eso
destruye el taller, porque la moralidad no sirve para el escritor, no lo deja avanzar ni
ser grande. Para él la literatura debe tener todo lo que incluye la condición huma-
na: el amor, la muerte, lo erótico, lo sexual, la violación, porque quien habla en la
literatura no es el autor, sino el personaje, algo que se debe identificar al empezar
a leer un libro.
Para este escritor, en el Cesar hay grandes retos que enfrentar y precisamen-
te uno de ellos es que los jóvenes aprendan a leer, porque es el departamento que
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Luis Alberto Murgas Guerra
menos lee en Colombia. “El vallenato le ha hecho mucho daño a la literatura, ahora
siguen ciegamente a un cantante, se vuelven fanáticos y se convierten en una sec-
ta, pero, si viene un escritor, ni siquiera se asoman por allá”. Pone como ejemplo
otros ritmos musicales, como el porro, originario de regiones como Sucre o Córdoba,
donde hay grandes escritores y actos literarios a los que la gente va. Por todo esto
considera que la biblioteca pública juega un papel muy importante para lograr que
este panorama cambie y los gobernantes no dejen la cultura y el deporte en el lugar
más bajo de sus presupuestos.
Considera importante que se empiece a formar una sociedad lectora y más
culta, pues a través de la literatura se mejora el comportamiento de los seres huma-
nos y se los sensibiliza acerca de la barbarie que vivimos. “Se tiene que diseñar una
política cultural diferente a la de ahora, dejar de invertir solo en el vallenato, porque
lo que se está haciendo hasta hoy ha sido producto del esfuerzo personal de grupos
y personas interesadas en el tema”. Anhela la realización de un taller de literatura en
cada municipio y que se valore la producción intelectual de los escritores. Que haya
concursos, actividades y festivales de todas las manifestaciones artísticas y que cada
alcalde se comprometa a realizarlas constantemente. En este plan soñado también
incluye a las instituciones educativas, porque así desde niños aprenden a tomarle
amor a la lectura y crece la producción cultural e intelectual. Finalmente, destaca
algunos escritores cesarenses que han tenido éxito a nivel nacional e internacional,
como Luis Barros Pavajeau, Alonso Sánchez Baute y Mary Daza.
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OSWALDO AGUILAR
MEJÍA
EL PROFESOR ESCRITOR
DE LA JAGUA DE IBIRICO
O
swaldo Aguilar Mejía fue siempre reacio a estudiar. Le parecía aburridor asistir al
colegio todos los días, pero hoy es un gran escritor y docente del Departamento del
Cesar. Nació en el municipio de Astrea, pero desde los tres años su familia se trasladó
a La Jagua de Ibirico, donde es conocido y admirado. Cuenta que, cuando lo matri-
cularon en primero de primaria, el profesor Quintín Martínez Aguilar le dijo: “coja
su pupitre y váyase para tercero”. A los pocos días se puso al día con los cuadernos,
pero ocho días más tarde decidió que no iba a ir más al colegio. Luego, con un amigo
decidió matricularse en un colegio nocturno, para iniciar el bachillerato, pero tuvo
dificultades, porque le pidieron el certificado de quinto de primaria, que finalmente
consiguió con un hermano profesor en otro colegio. Hizo varios cursos en un año y
después se dio cuenta de que era posible hacer el bachillerato en un solo examen.
Así lo hizo y sacó un puntaje de 300, uno de los más altos en la época. Ya con su
título en la mano, se matriculó en la Universidad de Pamplona, de donde se graduó
en Licenciatura en Ciencias Sociales.
De esa época de la niñez, en la que no quería ir al colegio, recuerda que le
gustaba mucho más estar en la finca de sus padres trabajando. Y, aunque en el mo-
mento no lo sabía, ahora se da cuenta de que comenzó desde muy temprana edad
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
a ser un líder. También empezó a escribir canciones y a soñar con escribir un libro.
Pensaba que “si uno escribe una canción, que es una obra literaria, puedo escribir
otras cosas”. Igualmente comenzó a gustarle la política. Leía sobre el tema en los
periódicos y se sentaba con sus amigos a hacer análisis de lo que acontecía en el
pueblo y en el país. Comenzó a informarse de las problemáticas presentes y a apren-
dió a ser crítico con las carencias sociales. Uno de los temas que más le apasionaban
era el conflicto armado, que se vivía en muchas regiones del país, incluyendo el
Departamento del Cesar.
En el 2004 comenzó a escribir su novela Desterrada en su propia tierra, que de
hecho toca el tema de la violencia, específicamente el del desplazamiento que hubo
a causa de la incursión armada de los grupos ilegales, pero profundizando un poco
más en aquellas personas que tuvieron que quedarse en sus territorios porque no
tuvieron la oportunidad de dejar todo lo que habían construido para buscar una
nueva vida en otro lugar. Dice el docente que el libro es una denuncia, para llamar
la atención sobre la realidad que dejó la guerra en esta región y sobre la situación
realmente dramática que se vivía en esos hogares que no tuvieron salida, ni siquiera
para manifestar el desespero que sentían. La novela fue escrita con mucho sacrifi-
cio, noches en blanco y dificultades, hasta con cortes de la energía eléctrica, que
no le permitían avanzar tan rápidamente como hubiera querido. El texto quedó
engavetado algunos años y finalmente fue publicada en el 2011, con ayuda de la
administración municipal.
Oswaldo relata que, a la par que escribía su novela, elaboraba trabajos para
profesores y estudiantes, sobre todo de temas políticos y el Tratado de Libre Co-
mercio (TLC) con Estados Unidos, que por esa época estaba en su apogeo. Uno de
esos trabajos se lo hizo a una estudiante, quien era empleada de la alcaldía y quedó
muy agradecida, porque su profesor la felicitó y decidió quedarse con el trabajo.
Esa estudiante llegó, años más tarde, a ser alcaldesa del municipio y Oswaldo era
vecino de su guardaespaldas, con quien tuvo cercanía. En una sesión del Concejo
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Oswaldo Aguilar Mejía
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
para primaria y secundaria que sirven de base para trabajar el tema afro. Ha sido un
proceso que ha pasado por diferentes etapas, cuyos textos se han ido modificando
de manera permanente. La respuesta ha sido interesante por parte de alumnos y pro-
fesores, “porque estamos facilitando el desarrollo de un área que se volvió complica-
da”. Todo inició cuando se puso a averiguar cómo se planteaba el tema afro en esta
región y veía con desconfianza que siempre se lo abordaba desde el punto de vista
del Pacífico colombiano. “Nosotros somos territorios negros y no nos estábamos
mirando como tales, sino cómo nos dijeron, y eso me llevó a investigar el porqué”.
Comenzó a coordinar a nivel zonal un proyecto con la Universidad abierta y
a distancia (UNAD) y le dieron una guía para trabajar, la cual pudo modificar con la
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Oswaldo Aguilar Mejía
autorización de la institución. Le quedó claro entonces que la cátedra era una op-
ción para conocer el contexto y la realidad locales y, principalmente, aplicarlo en la
academia. Y es que para Oswaldo hay muchas historias que definen a la población
local como negra: por lo que come, lo que canta y lo que baila, no solo por el color
de la piel. Otro de sus propósitos es poder darles un vuelco a las formas de organi-
zación de la población afro en la región. Según dice, hay personas liderando algunos
procesos, pero no ha habido avances ni propuestas específicas que puedan permitir
que el pueblo crezca en el contexto de su historia.
El docente y escritor ve el futuro con poco optimismo, porque la situación
actual es bastante complicada, en especial en La Jagua de Ibirico, donde se han regis-
trado procesos migratorios jalonados por las dinámicas económicas, que no siempre
están ligadas al desarrollo ideal de sus habitantes. “Hay un gobierno que les entregó
a las multinacionales toda la riqueza natural que tenemos y solo somos el escenario
para la explotación, pero cuando se vayan, estos pueblos quedarán devastados, tan-
to ambiental como socialmente”. Piensa que hay situaciones que ni siquiera se han
tratado, como, por ejemplo, el hecho de que haya unas dos mil personas que vengan
de otras regiones solo a trabajar y que al municipio le toque asumir los gastos que
generan. Sin embargo, aunque piensa que este es un problema de corrupción nacio-
nal, tiene la esperanza de que todo pueda cambiar, confiando en la memoria de los
ciudadanos que tienen en sus manos el decidir quiénes van a gobernar. “Hay futuro,
siempre y cuando pensemos que esto depende solo de nosotros”. Finalmente, opina
que, a pesar de todo, La Jagua de Ibirico es un pueblo maravilloso, tranquilo y muy
organizado, en el que vale la pena vivir. Fue el pueblo que acogió a sus padres Samuel
Aguilar Novoa y Florinda Mejía, quienes llegaron de Astrea, después de haber dejado
sus lugares de nacimiento en el Magdalena.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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PEDRO FACUNDO
OLIVELLA SOLANO
ENTRE SENTENCIAS, POEMAS
Y CULTURAS
E
Entre sentencias, poemas y cultura vive Pedro Facundo Olivella Solano, escritor
nacido en San Diego, Departamento del Cesar. Vivió su niñez con muchos hermanos,
hijos de su madre, otros hijos de su padre y una hermana de padre y madre. Es hijo de
Rosmira Solano, una mujer de origen santandereano que llegó a esta región del Ca-
ribe huyendo de la violencia en los años cincuenta, y de Facundo Olivella, agricultor
y ganadero. También se crió en un ambiente propicio para la escritura y la cultura.
Gran parte de esos primeros años de su vida los vivió con un sacerdote llamado Juan
Bautista Segarra, quien vino de España, y con una profesora que dirigía las clases
en un colegio parroquial. Allí comenzó su amor por las letras, por el servicio, el hu-
manismo y la literatura. Según Pedro, ese tiempo definió lo que sería su vida futura.
Fue una época en la que se incubaron sus inquietudes literarias, las cuales
dieron sus primeros frutos en el bachillerato, cuando escribió varios artículos que
fueron publicados en el Diario Vallenato que dirigían Lolita Acosta y Gilberto Villareal,
quienes le abrieron las puertas y los estimularon bastante. Tenía 16 años y ya era un
columnista de ese medio de comunicación que circulaba en Valledupar. Redactaba
crónicas, noticias y reportajes de todo lo que sucedía en San Diego. Junto a sus
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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Pedro Facundo Olivella Solano
en Valledupar durante varios años y actualmente tiene seis años como magistrado
del Tribunal Administrativo de Córdoba.
A la par de su trabajo, ha seguido escribiendo y, sobre todo, soñando, carac-
terística que ha prevalecido a lo largo de toda su vida. Piensa siempre que las cosas
pueden ser mejores, que todo puede ser posible, y así ha emprendido y liderado
muchas causas y proyectos, siempre pensando en los demás, en hacer el bien y en
ayudar a quienes lo necesitan. Ha estado detrás de muchas cosas que se han logra-
do, no solo para San Diego, sino para el Cesar. Pedro considera que la cultura es un
factor de desarrollo y la educación es esencial para que la población pueda mejorar
sus condiciones, y es en ese propósito en el que se ha comprometido y para el cual
ha trabajado decididamente.
En su pueblo natal, junto a otras personas, ha creado una especie de circui-
to, apoyando actividades, buscando apoyos y siempre gestionando ante diferentes
instancias, institucionales o privadas. Por ejemplo, participó en todo el proceso de
reconocimiento de la comunidad indígena kankuama, una experiencia que califica
como muy gratificante, y estuvo en la administración municipal de La Jagua del
Pilar, como asesor, pero trabajando muy de cerca con la comunidad en actividades
culturales y en la organización del Festival de la Vela de Marquesote. También está
vinculado con el sur del Cesar, con los impulsores de la tambora, con la gente de
Ocaña y gestionando para eventos y procesos en toda la región.
Cuenta que en Valledupar fue uno de los impulsores para la creación de la
biblioteca pública Rafael Carrillo Luque y tuvo la oportunidad de visitar a este des-
tacado maestro y filósofo cesarense. El escritor y abogado asumió como propia la
responsabilidad de hacerle ver a la institucionalidad la importancia de la cultura,
para que las diversas expresiones culturales recibieran más apoyo. Organizó foros
con alcaldes, gobernadores y políticos de diferentes tendencias, para que le dieran
a la cultura la relevancia que puede tener en un pueblo. Pedro Facundo fue de las
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Pedro Facundo Olivella Solano
personas que estuvo detrás de la creación del Ministerio de Cultura y apoyando las
políticas culturales que de allí se derivaron.
Para él era sorprendente la manera cómo se conseguían las cosas. Ahora,
de manera reposada, rememora esos tiempos, en los que casi no era consciente de
lo que hacía, y afirma que se siente satisfecho con lo logrado. Muchas personas le
colaboraban: ganaderos, comerciantes, gente del común y también artistas y gente
destacada. Recuerda que el escritor German Castro Caicedo visitó San Diego y quedó
muy encantado con el Festival de Poesía, tanto que a los dos meses les envió ocho
cajas de libros para armar la biblioteca pública de la población. Fue él, precisamente,
uno de los que participó en la creación de esta biblioteca, una fuera de lo común,
porque sus puertas permanecían abiertas hasta la noche, en la que los estudiantes
podían llegar, no solo a leer, sino a jugar ajedrez, a conversar y a debatir.
La primera sede de la biblioteca fue en una casa que construyó su padre al
lado de la vivienda familiar. Con una sonrisa en el rostro recuerda que en esa casa
pernoctaba su padre cuando peleaba con su mamá. Dice que las dos casas estaban
comunicadas por una puerta que se sellaba cuando discutían y se volvía a abrir cuan-
do se reconciliaban. Como casi siempre estaba desocupada, se convirtió en la sede
del café literario y de la biblioteca. Ahí estuvo durante unos cinco años, luego pasó
a un lugar en la alcaldía y posteriormente compraron una sede que estuvo abierta
hasta que se disolvió el café.
La violencia tocó a San Diego y al Festival de Poesía, que se realizó por última
vez en el año 1997, después de una masacre, que fue argumento de la alcaldía para
cancelar el evento. Afirma Pedro que, como no eran muy bien vistos por la adminis-
tración, debido a su espíritu crítico, ese fue el pretexto perfecto para acabar con el
festival. Poco a poco, quienes hacían parte de los organizadores, se fueron disper-
sando, unos huyendo de la violencia y otros a estudiar a otras ciudades. Quedó un
pequeño grupo que seguía reuniéndose, escribiendo, cantando y expresándose de
diversas maneras, para no dejar morir la actividad cultural. Recuerda, por ejemplo,
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
a Libia Oñate, líder de izquierda que fue asesinada; a María Mercedes Guerra, quien
tuvo que exiliarse por amenazas; a Milciades Cantillo Acosta y Aníbal Martínez Zu-
leta, entre otros que les brindaron su apoyo decidido. Para Pedro fue una lástima
que se acabara el festival, un evento en el que participaron muchas personas y que
coincidía con la fiesta patronal.
En esos tiempos no había separación entre lo culto y lo popular, así como
escuchaban un vallenato podían gozar con un rock o una balada. Apreciaban todo
lo que significara cultura y lo que permitiera mejorar la vida espiritual y material.
Cuenta que una persona clave fue el profesor Simón Martínez, quien, desde el Ins-
tituto de Cultura y Turismo, permitió la creación de bibliotecas móviles, con las
que Carlos Guevara recorría los municipios promoviendo la lectura. El entusiasmo
era la característica principal de esos jóvenes gestores. Había un contexto que les
facilitaba las cosas y tenían mucha fe en que podían cambiar la sociedad en la que
vivían. Incluso no eran muy conscientes del peligro que corrían, a pesar de que los
señalaban. Después sí pudieron sentir el peligro real de la guerra y eso los asustó
mucho. La idea era ayudar, servir y gestionar, pero nunca pensaron en un negocio ni
en formar una empresa literaria, por ejemplo. Las actividades siempre eran gratuitas
y abiertas al público.
Como vimos, la creación literaria de Pedro inició como reportero, con notas a
través de las cuales visibilizaba problemáticas y eventos de San Diego. Eran crónicas,
noticias y reportajes que eran elaborados casi sin ninguna prevención; no obstante,
cuando ya avanzó en su formación universitaria, comenzó a investigar más a fondo
los temas. Paralelamente, la poesía seguía presente en su vida. Anota que primera la
temática era de amor, pero luego pasaron a ser sobre temas sociales, cuando empezó
a ver al mundo en el marco de la multiculturalidad de la población que lo rodeaba.
Su libro de poemas Apocalipsis rural ganó un concurso regional en los años noventa.
Según explica, en este describe cómo se iba derrumbando el mundo rural para dar
paso a lo urbano.
[ 372 ]
Pedro Facundo Olivella Solano
También publicó un libro cuyo tema es religioso y se titula El libro de Caín, don-
de plantea una relación con Dios y se pone de lado de Caín, a la vez que cuestiona la
parcialidad de Dios con Abel. Tuvo una época en la que escribió poemas pesimistas,
de soledad, de crisis y de la vida sin sentido. En ese entonces nació el libro Signos
de pez. Poco después escribió Valle del acordeón, el cual describe como un encuentro
entre todos los elementos de la cultura cesarense, aquellos que los identifica y que
les permite pensar que el paraíso terrenal está en esta región. Lo más reciente que
está escribiendo es un libro sobre el tema de la paz, sobre cómo miramos la paz y
la guerra, intentando plantear una visión neutral, sin ponerse del lado de la víctima
ni del victimario.
Pedro Olivella es muy optimista en cuanto a la creación literaria en el Cesar.
Afirma que hay mucha gente con necesidad de expresarse de distintas maneras, con
muchas cosas que decir. Considera que ahora hay muchas más oportunidades para
los escritores de publicar y no necesitan de una gran editorial para hacerlo, e incluso
lo pueden hacer a través de la web, con la ventaja de que se puede leer desde cual-
quier parte del mundo. También piensa que si la biblioteca abre espacio para que
los escritores puedan asistir a eventos y ferias internacionales, podrían tener más
posibilidades de dar a conocer sus obras. En su concepto, el Cesar tiene que abrirse
al mundo, romper el complejo de lo pueblerino y folclórico, para pasar a reconocer
que hay muchas otras cosas que se pueden mostrar. En cuanto a San Diego, afirma
que hay una nueva generación de muchachos interesados en las actividades cultu-
rales y, aunque no tienen respaldo, tienen mucho futuro.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Pedro Facundo Olivella Solano
VIVIR EL ARTE
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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AMADO VILLAFAÑE
CHAPARRO
LUCES, CÁMARA Y
COSMOVISIÓN INDÍGENA
E
n el año 2002 Amado Villafañe tuvo que desplazarse de la Sierra Nevada de Santa
Marta. Un poco antes de la posesión de Álvaro Uribe Vélez como presidente, tras
un enfrentamiento entre el ELN y el Ejército Nacional, se corrió el rumor de que
Amado era colaborador del ejército. Por ello, sin poder aclarar la situación, tuvo que
partir. Decidió entonces hacer una película y escribir un libro sobre lo que estaba
sucediendo en la Sierra. Su partida marcó el encuentro con el cine.
Amado es un indígena arahuaco, cuyo nombre tradicional es Siarimaku, que
significa “actividad de cría antes de ver la luz”. Es cineasta y fotógrafo. Entre sus
trabajos se encuentra Palabras mayores (2009), Nabusimake (2010) y Resistencia en
la Línea Negra. Nació en la cuenca del río Guatapurí el 3 de marzo de 1956. Su niñez
estuvo marcada por la abundancia de agua y de comida, en una época en la que se
sembraba según los cambios estacionales: de febrero a marzo se “socolaba” –o lim-
piaba un terreno de matas y hierbas inútiles– y en abril la lluvia mojaba los cultivos.
Había orden en el tiempo y abundancia de agua. Pero para Amado todo ha cambiado,
en lo ambiental y en lo espiritual.
Su padre, un reconocido mamo de la Sierra Nevada nacido en 1890, tenía 66
años al nacer Amado. A sus 9 años, él muere y Amado crece junto a su madre. Estudia
[ 377 ]
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Amado Villafañe Chaparro
Yosok, por medio del cual realiza productos para series como El Buen Vivir de Canal
Trece y cortos documentales para la Comisión de la Verdad.
La experiencia de Amado como cineasta lo ha llevado a entender que desea
hacer películas con un propósito de doble vía: tanto para la conservación de los
saberes de los pueblos indígenas como para que fuera de la Sierra Nevada se reco-
nozca la importancia de las poblaciones, su historia y la necesidad de contribuir a la
protección del territorio. Amado ha elegido la imagen en movimiento porque en ella
encontró un medio de comunicación acorde al tiempo en el que vive: “la sociedad ya
no escucha por los oídos sino por los ojos”. Su trabajo ha sido bien recibido a nivel
nacional e internacional. Palabras mayores (2009) alcanzó gran circulación nacional,
al ser proyectada por Cinemark antes de la presentación de películas comerciales;
Nabusimake, memoria de una independencia (2010) fue premiada en España; y Resisten-
cia en la línea negra obtuvo premios en París, Medellín y Bogotá. Su trabajo transmite
saberes sobre cómo se forma un mamo, qué significa el agua para los kankuamos,
cuál es la razón del cambio climático y por qué viven de la manera en que lo hacen
las poblaciones indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Lo más difícil de este proceso ha sido adaptarse al ritmo de montaje de oc-
cidente, un ritmo acelerado y cambiante que difiere de la cosmovisión indígena.
También fue difícil que las poblaciones aceptaran la presencia de la cámara en el
territorio, pues era un artefacto que no pertenecía a la cultura. Sin embargo, para
Amado ha sido un proceso satisfactorio. Lo motiva que las personas vean su trabajo
y que el hermano menor se acerque al pensamiento ancestral. Sus películas han sido,
además, productos colaborativos en los que ha participado parte importante de la
comunidad indígena, como los mamos. En Resistencia en la línea negra narra la historia
de los pueblos y su propia historia. Es una carta de presentación de cómo viven los
pueblos indígenas y cómo les gustaría vivir.
La comunidad es tan importante en la labor de Amado que sus películas están
registradas como propiedad colectiva del pueblo arahuaco. En documento firmado
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Amado Villafañe Chaparro
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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BENJAMÍN EDUARDO
GUZMÁN MAESTRE
UN AMOR POR LA MÚSICA
CLÁSICA
D
e la medicina a la música, es el salto que dio Benjamín Guzmán Maestre en el año
2012, cuando su corazón le señalaba ese camino, desde que a sus seis años su pa-
drino le dio de regalo un teclado de juguete de solo 30 teclas, las cuales tocaba con
uno de sus deditos. Fue su primer contacto con la música y el sentimiento perma-
neció ahí latente, hasta que salió a flote. El joven Benjamín, de 28 años de edad, es
hoy un maestro de la música clásica, lo que le ha permitido interpretar obras de su
repertorio y de grandes compositores, como Astor Piazzola.
Estudió en el Gimnasio del Norte de Valledupar y cuando terminó la secunda-
ria partió a Bogotá a estudiar Medicina, pero la pasión por la música pudo más. Aquel
dedito en el juguete pasó de ser un recuerdo lejano a ser el inicio de lo que es hoy su
carrera musical. Ya estando en tercer grado de primaria incursionaba en la música de
manera más definida y hacía parte de una preorquesta sinfónica, tocando la flauta
junto a su hermano Félix, quien también se presentó a la convocatoria. Aunque es-
tuvo varios años con la flauta, entendiendo todo lo de las notas y el pentagrama, el
piano era el instrumento que más le gustaba. En quinto grado, paralelamente a la
sinfónica, comenzó a tomar clases particulares de piano.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Una chica de ojos azules fue de gran inspiración para avanzar en el aprendi-
zaje musical. El color de esos ojos y su rostro le recordaban una obra grabada en un
teclado que tuvo. “Comencé a buscar información sobre la obra, repetía las notas
buscándolas en el teclado, hasta que terminé la primera parte, me la aprendí... y a
leer las partituras”. Recuerda que la obra le evocaba una sensación azul, la claridad
de Venus o el oleaje cristalino del mar azul, parecido al tono de los ojos de aquella
chica. Y aunque su respuesta fue la indiferencia, lo que se abrió allí fue una gran
puerta hacia una obra más densa, con melodías clásicas que relacionaba con cosas
cotidianas o sentimientos. Eso lo hizo solo, sin ayuda, pero con gran dedicación.
“Empecé a tocar el violín en la orquesta, pero me resultaba incómodo, lo veía como
antinatural, por la posición que había que tomar para alcanzar las notas”. Benjamín
seguía añorando tocar el piano.
Llegó el décimo grado y comenzó a recibir clases con el maestro Rafael Fer-
nández Padilla, gran conocedor de la música clásica, quien le enseñó teoría, técnica
y muchas cosas que nunca antes había conocido. Fueron dos años de un estricto
proceso, en el que se debía cumplir metas y memorizar contenidos teóricos, algo
duro para un adolescente que ve a sus amigos jugar y divertirse en la calle. “Eso
chocaba con lo que pasaba a mi alrededor, pero continué, disciplinado y constante”.
El joven músico hizo entonces su primera presentación, un concierto en la biblioteca
departamental, todo un logro para alguien que a su edad apenas estaba empezando
a despuntar en esto de la música clásica. Al terminar el colegio se dejó absorber por
lo que irían a estudiar sus amigos y fue cuando se decidió por Medicina, hasta que,
como vimos, la música se impuso.
Estando en la capital de la república y viéndose ante tantos libros y activi-
dades que no le llamaban la atención, tomó acaso la decisión más importante de
su vida, dejó la carrera en segundo semestre y se fue para Barranquilla a estudiar
música. Todo cambió entonces: se sentía más a gusto, ¡era feliz! Su formación fue
en la Universidad del Norte, donde una tutora cubana fue de gran influencia, y todo
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Benjamín Eduardo Guzmán Maestre
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Benjamín Eduardo Guzmán Maestre
Ernesto Lecuona, compositor de Danzas afrocubanas, las cuales mezcló con ritmos
africanos en un álbum donde el piano recrea las percusiones del tambor. Esto le trajo
la inquietud por cómo sonarían al piano aires colomboafricanos o el vallenato mis-
mo, junto con otros géneros, pero no se ha lanzado a hacer algo así. No solo Cuba,
sino todo el Caribe ha sido de gran influencia en la carrera musical de Benjamín. Su
manera de tocar y transmitir las emociones y sensaciones, todo es caribe. Hay cali-
dez y sentimiento en sus notas. El músico siente que esto le gusta al público y hay
buena receptividad, a pesar de que lo clásico es poco común en Valledupar.
Como docente también ha aprendido mucho de sus estudiantes, del contexto
en el que se mueven y de sus intereses. Dice que tiene algunos muy apasionados
con la música y otros que son obligados a tomar las clases como castigo, lo cual ve
contraproducente. Sin embargo, en general, encuentra mucho potencial, un gran
talento por explorar y por explotar en muchos chicos, que solo necesitarían algún
apoyo. En el futuro se ve siendo maestro y está seguro de que la música seguirá di-
versificándose en Valledupar, porque están surgiendo muchos proyectos atractivos
que hacen parte de una nueva generación de jóvenes con gran talento y determi-
nación. Así, a la filarmónica del Cesar se le unió la Sinfónica del Caribe, que surgió
hace poco y está creciendo muy rápido. “Es cuestión de tiempo, poco a poco habrá
una gran variedad de donde escoger”.
Lo importante, según Benjamín, es que hay bastante interés de parte de los
jóvenes en formarse en los colegios, en las academias y con clases particulares. Sin
embargo, a su juicio hay que equilibrar un poco más la inversión estatal y apoyar
los proyectos que van surgiendo, para que se conviertan en una alternativa y no
los eclipse un solo ritmo o expresión cultural. Benjamín hace parte de estas nuevas
alternativas. Es pionero y como tal siente una gran responsabilidad. Por eso seguirá
trabajando, enseñando, para dar a conocer la música clásica, y continuará formán-
dose, para crecer en su carrera musical.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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CAMILO OCHOA
ARTES ESCÉNICAS
CON SENTIDO SOCIAL
C
uando era solo un niño, Camilo Ochoa buscaba afanosamente aferrarse a algo para
estar tranquilo y a salvo. Se sentía vulnerable, desprotegido y casi siempre triste.
El arte llegó a su vida y esta se comenzó a llenar de colores y de expresiones, lo
que evitó que tomara una decisión fatal. “En esa época me sentía diferente y no
era común. Ese sentimiento se calmó un poco, pero después en la adolescencia fui
sincero conmigo y lo asumí como mi proyecto de vida. Ya no era un hobby: sería
mi forma de vivir, mi oficio, y es lo que estudio actualmente”, manifiesta el joven
artista, hablando ya sin ese temor característico de su niñez, en su casa del barrio
El Carmen de Valledupar.
Camilo, de 25 años de edad, es el protagonista de la miniserie de Telecaribe
“Vida de colores”, que cuenta la historia de Yerit, un joven artista no binario que vive
con Alma, una mujer trans con quien tiene una relación fraternal. En la obra, Alma
es víctima de un ataque, lo cual pone a prueba la fortaleza de Yerit. Es una historia
sensible e importante para la vida de Camilo y le significó convencerse de que nada
es imposible. “Estaba acostumbrado al rechazo, a no celebrar, a no expresarme, y
fui destruyendo todo eso”, asegura el joven, cuyo camino vital ha estado lleno de
altibajos y temores.
Desde siempre sintió que algo grande iba a pasar en su vida. Su corazón se
lo decía, y por eso comenzó a soñar en grande, aunque nunca pensó que iba a ser
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
protagonista de algo tan importante como esta miniserie, dirigida por el cineasta
David David. Su primer escenario fue el patio de su casa, un espacio cercano a él,
en el que comenzó a conocer cada una de las expresiones artísticas a través de su
mamá. “Ella es gestora cultural y artista empírica”, explica con nostalgia, pero con
visible amor en su voz. Su madre lo alentaba para alejarlo de las “cosas malas”, ya
que este sector de Valledupar es considerado como zona roja. Fue descubriendo
poco a poco que a través del arte podía hacer lo que quisiera, sin sentir que fuera
algo malo o avergonzarse. Iba descubriendo su talento con cada paso que daba en
el colegio, en los actos cívicos, en las obras de teatro que se organizaban y cuando
se desahogaba escribiendo sus experiencias y sentires. Fue una época de descubri-
miento de cada expresión artística que conocía: la música, la danza y la literatura,
que se fueron uniendo mientras él fue encontrando su camino.
Todo esto ocurría, a pesar que en la ciudad donde vivía no eran comunes los
espacios para los artistas ni las oportunidades para abrirse camino. Sin embargo,
supo que los artistas tienen la capacidad de manifestarse, de interpretar su contexto
ambiental, geográfico y cultural con poco apoyo. “El vallenato, por ejemplo, es una
muestra de eso, de cómo los compositores podían escribir canciones con figuras li-
terarias, en unos bellos poemas, sin haber estudiado”. Nada de eso detuvo a Camilo,
quien comenzó a ver documentales, a leer, a ver videos y a estudiar informalmente,
para ir forjándose como artista y como persona. “Necesitaba entender muchas cosas:
por qué pasó, cómo pasó, cuáles son las limitaciones de expresar el ser, sobre todo
en este contexto machista de Valledupar”. Y es que Camilo se sentía escudriñado en
su ser por las personas, por su familia, en el colegio y en el barrio, donde todos los
niños jugaban fútbol, molestaban a las niñas o se burlaban de ellas. “No me sentía
bien en esos espacios. En ese momento el arte me salvó, porque, si no, me hubiera
suicidado”. Es aquí cuando Camilo siente que pudo perder su vida y recuerda con
mucha tristeza esos momentos duros.
[ 390 ]
Camilo Ochoa
A pesar de todo lo que vivió, considera que tuvo una infancia buena, en la que
creció con los abuelos, los primos y en la que prevaleció su relación con las mujeres,
su mamá, sus tías y primas: “esto a pesar de que desde pequeño recibí mensajes muy
fuertes, que iba a dañar la familia, que no iba a servir para nada, cosas que me creí
durante mucho tiempo”. Llegó el año 2012, el momento de su graduación, y fueron
días felices, ya que también llegó la mudanza a otra casa donde Camilo tendría su
propio cuarto. Por fin podría estar consigo mismo, pensar sin sentirse vigilado y
gozar de una privacidad que le había sido esquiva. A la par inició una temporada de
introspección, y tuvo la oportunidad de escucharse, de entender lo que le pasaba, si
bien seguía el miedo de hablarle a la gente. No quería ni ir a la tienda, todo lo quería
hacer con su mamá, su único puerto seguro. Los libros y un computador eran su
única compañía. A través de la pantalla seguía viendo documentales sobre las danzas
del Caribe y aprendiendo. En algún momento, le surgió la necesidad de saber quién
era la Niña Emilia y se encontró con la entrevista del periodista Ernesto McAusland,
la cual lo impresionó. “Fue como una revelación”, afirma. La necesidad de lanzarse
y hacer algo para cumplir sus sueños estaban latentes. Cuando llegaron a Valledu-
par los productores para grabar la novela de Rafael Orozco, tenía muchas ganas de
acudir a un casting, pero nunca se atrevió. Nuevamente hubo otra oportunidad, con
la grabación de la novela de Diomedes Díaz y esta vez sí se acercó, pero solo para
conocer algo de la industria de la televisión. “Entendí que les importa mucho el físico
de los actores y no se concentraban mucho en conocer a la gente”.
En el 2016, llegó a Maderos Teatro, un espacio cultural independiente de Va-
lledupar. Descubrió muchas cosas acerca de su cuerpo, cosas que podía hacer y que
nunca pensó que lograría. También se encontró con personas afines a sus intereses.
Al año siguiente y después de un breve período de encerramiento, hizo un curso de
audiovisuales en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), más un semestre de
Psicología e intentó con Comunicación Social.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
“Logré hacer varias entrevistas, pero la más bella fue a Totó La Momposina en
un Festival de la Cumbia. Fue hermoso y me ayudó mucho a entender otras cosas.
Me percaté de que quería contar historias, entonces no me veía estando adelante,
sino atrás”, explica, con gran emoción por haber conocido a esta gran artista. Pero
la depresión llegó a su vida. Sentía inmensa tristeza por no poder lograr lo que an-
helaba, pensando que se le irían a abrir las puertas y que conseguiría un empleo en
su área. Y como nada salía, Camilo volvió al encierro, hasta que llegó el año 2019
y comenzó una gran transformación en su vida, tanto física como mental. En redes
sociales, más específicamente en clubes de fans de algunos artistas, conoció perso-
nas que se volvieron sus amigas. “Entendí que la vida te va reduciendo los espacios
[ 392 ]
Camilo Ochoa
y vas entendiendo dónde debe uno quedarse”. Sin embargo, seguía aburrido y no
lograba conseguir un empleo.
Algo pasó que lo hizo sentirse muy fuerte, algo que para muchas personas
podría ser intrascendente, pero que para Camilo fue toda una transformación: se
pintó el cabello de rubio. “Fue como si naciera otra persona, sentí que podía hacer
lo que quisiera y que sería capaz de responderle a la gente. Fue un primer impulso
para seguir construyendo mi futuro”.
La fuerza interior de Camilo siguió creciendo y su mejor momento estaba
llegando. En el 2020, contrario a lo que se podría prever por la pandemia, el artista
tuvo el mejor año de su vida. Inició con talleres de escritura en el SENA, un taller
en el Fondo Mixto de Cultura de La Guajira, y por primera vez fue al carnaval de Ba-
rranquilla, un sueño que no había podido cumplir. Allá se sintió feliz, rodeado de ar-
tistas, de color, de danza y de cultura. Participó en una convocatoria de un proyecto
llamado Mostaza, para ser la imagen de la marca de camisas, y fue elegido. “Lo hice
para mamarle gallo a una prima. Por eso fue una sorpresa cuando me avisaron”. A
partir de ahí comenzó a abrirse más a la gente, entró a un grupo de WhatsApp, para
intercambiar ideas con personas que finalmente lo acogieron y le dieron el abrazo
que necesitaba. “Fue la primera vez que hablé de la parte sensual, del arte conectado
con la naturaleza. Descubrí todo lo que estaba tocando a las puertas de mi corazón y
entendí que la gente no se molesta con que tengas una parte femenina, sino que tu
expresión de género no corresponda a tu cuerpo biológico”, expresa Camilo. Así se
sintió por primera vez cómodo en un espacio y empezó a diseñar su estilo artístico.
Todo lo que había pasado anteriormente lo consideró una siembra de lo que la vida
y el destino le tenía preparado.
Igualmente empezó a hacer las cosas abiertamente. Por eso, el 24 de diciem-
bre de 2020 se atrevió a ponerse una camisa transparente negra, tal como hubiera
querido hacer antes. Así como el día que se pintó el cabello, con este simple acto,
Camilo se sintió libre. Finalmente, y después de todo el proceso de descubrimiento
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 394 ]
Camilo Ochoa
Eran días duros en los que Camilo llegaba a la casa a llorar. Se sentía muy
presionado, incómodo con algunas escenas y, además, la situación en su casa no
era la mejor. Asimismo, era la primera vez que estaba ante tanta gente y fuera del
refugio de su cuarto. “A pesar de todo, fue muy bonito, porque el rodaje fue en su
mayoría en el corregimiento de Río Seco. El director me dio mucha libertad y el
equipo me rodeó”.
Las jornadas eran extenuantes. Salía desde las cuatro de la mañana y llegaba
en la noche. Casi no dormía, porque no lograba digerir todo lo que sucedía en las
grabaciones. Le tocaba bailar y actuar, pero, sobre todo, expresarse como siempre
quiso: “era descubrir quién soy realmente, demostrar que soy fuerte, después de
sentirme mucho tiempo alguien débil y apagado”. Para Camilo, lo más importante
de la serie es el mensaje que da a la gente que no se siente libre, que se vea reflejada
en los personajes. Según el joven, la serie ha sido un gran logro y la demostración
de que en Valledupar se pueden hacer cosas buenas. Por eso augura un gran futuro
para las artes y la cultura en su ciudad. “Los artistas debemos unirnos y mantener-
nos así. Que se sepa que hay una necesidad colectiva, para que los gobernantes
entiendan, pero no depender de ellos, sino saber que podemos abrirnos espacios
en una terraza, en un patio. No hay que esperar a que lleguen los reflectores ni los
grandes espacios”.
Ve un futuro prometedor, porque los jóvenes saben lo que quieren y tienen
claro cómo se lo van a comunicar. Además, hay muchos procesos y gente muy ta-
lentosa. Camilo Ochoa también ha logrado otro de sus objetivos en la vida: estudiar
formalmente. Lo hace en la Escuela Distrital de Artes y Tradiciones Populares de
Barranquilla, donde cursa la carrera de Técnico Laboral en Artes Escénicas.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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CARLOS ALBERTO
GUTIÉRREZ
CONVERTIR MUROS EN LIENZO
E
l arte visual y muralista tiene un gran exponente en Valledupar con Carlos Alberto
Gutiérrez, un joven que comenzó a afianzarse como artista hace varios años, después
de recorrer algunas expresiones artísticas. Según explica el artista, sus inicios se
dieron en el colegio, donde se destacaba por dibujar muy bien. Carlos es de origen
guajiro, departamento donde estudió su primaria y secundaria hasta noveno grado.
Cuando estaba en quinto de primaria, su hermana lo llevó a un colegio grande y
lo dejó en la biblioteca. Allí se robó un dibujo de unos ojos que estaba en un bloc.
“Arranqué las hojas y me las llevé para la casa donde repetí la imagen hasta que me
salió bien. Pienso que ahí comenzó la exploración individual, porque nunca tuve un
maestro”.
A pesar de eso, fue al ganar un concurso departamental de pintura, en el
2013, cuando entendió todo el talento que tenía y se motivó a seguir avanzando en
esta que es en la actualidad su carrera. En ese momento, uno de sus amigos artistas
le dijo que enviara un trabajo a la convocatoria de la gobernación. Estaba en grado
once realizando una recuperación de varias materias, cuando lo llamaron para de-
cirle que había sido ganador en la categoría de artes plásticas. “Fue una gran alegría,
porque era impresionante que me hubiera ganado ese premio con la obra que se
llamaba “La grabación del ojo”, expresó.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Llegaron otros reconocimientos y premios que le dieron más fuerza para lu-
char por su pasión. Era pintor de caballete y aún no había incursionado en el mura-
lismo. Entre los años 2016 y 2018 comenzó a conocer esta forma de expresión, que
hasta ese tiempo no era tan relevante, ya que se consideraba un dibujante. Llegó el
2019, año en el que entró a la Facultad de Bellas Artes de Valledupar, donde conoció
a varios artistas, que en esos momentos eran considerados los más influyentes en
el arte urbano de la ciudad.
Antes había intentado estudiar Ingeniería Ambiental, pero le fue mal, por lo
que entró al Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), sin dejar de dibujar y seguir
buscando y aprendiendo a través de videos en YouTube. Carlos es muy observador
y al entrar en una etapa más madura, tomó la decisión de que no quería ser un
empleado de una oficina con horario establecido, sino un artista. Estando en Bellas
Artes aprendió a definirse como artista. “Yo sabía que hacía arte y que dibujaba,
pero no sabía en qué sector me podía incluir, ni dónde podía encajar”. Allí conoció
a Chago Nativo, el líder del colectivo FKP CREW (Felices Kon Poco), al cual ingresó.
Para él este fue un hecho determinante en su trayectoria artística y se convirtió en
su entrada al muralismo y el impulso que necesitaba. Esta ha sido su gran escuela,
porque, según explica, “el arte urbano lo aprendes en la calle y viendo a los demás
artistas pintando”.
Carlos afirma que a partir de ahí comenzó a considerarse un artista callejero
y urbano, aunque nunca ha dejado de verse como un dibujante. “Le tenía miedo al
mural, no sabía cómo hacerlo, ni tenía idea de lo que debía hacer”, indica. Explica
que se realizó como una especie de ritual de ingreso, en el que no le dijeron nada,
sino que le dieron la brocha y el aerosol para que comenzara a pintar. “Hicimos una
primera toma gráfica y me dijeron que iba a participar. Esa vez hicimos una figura
de dos ojos en forma de peces que todavía está en una de las rampas del skate de
Valledupar”. Poco a poco, se fue soltando y aprendiendo muchas cosas de todos
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Carlos Alberto Gutiérrez
sus compañeros, que no solo son artistas visuales, sino intérpretes de hip-hop, ju-
gadores de baloncesto, grafiteros, raperos y músicos, entre otras expresiones del
arte urbano.
Asegura que el colectivo comenzó pintando grafitis de forma anónima sin pe-
dir permiso, pero luego pasó al muralismo moderno contemporáneo, el cual implica
la solicitud de un permiso para pintar en un espacio determinado. “Se piensa en la
idea de una manera más conceptual, investigando acerca de ese tema. Se toman
los principales elementos que se van a plasmar, se va forjando el concepto que se
quiere transmitir. En la parte técnica se escogen los colores, se hace un boceto, se
digitaliza y luego se pinta”. De FKP se han derivado otros colectivos similares, como
Pata Pinta, Lápiz con Pies, Divergente y Andariego.
A Carlos le dicen “Bege” que es como nombran al menor de la familia en La
Guajira, y aunque quiso desprenderse de ese sobrenombre, no pudo, y ahora lo co-
nocen en el gremio de esa manera. “Estando con unos amigos de la universidad, pasó
un conocido de Villanueva y me dijo “Bege”. A partir de ahí todos me comenzaron a
llamar así y de esa manera firmo mis trabajos”, declara.
El joven artista tiene claro lo que quiere expresar con sus obras. Sus temas
son definitivamente sociales y críticos, temas culturales que no generan mucha
atención, hechos olvidados, personajes anónimos a los que les hace un homenaje.
Con esto pretende mostrar una realidad que pocos conocen y sacudir a la sociedad.
“Comencé dibujando personas del común, al vendedor de mango, de yuca, al que
iba en una carretilla, al loco del barrio, al vendedor de helados o al que canta en las
calles”. Pero no solo se dedica a pintarlos, sino que se sienta con ellos, conoce sus
historias e intenta ponerse en sus zapatos. “La idea es escucharlos, porque todos
tienen algo que decir, y después visibilizarlos”. También le ha hecho un homenaje a
la cultura wayúu, a los conocimientos ancestrales de los miembros de esta etnia y
a su cosmovisión.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Cuenta que algún día hizo un dibujo de alguien que vende mangos y que,
cuando le pidió la foto, le dijo que no sabía reírse. Fue algo que lo impresionó de-
masiado y pensó en la situación que rodeaba esa confesión del vendedor. Aunque
esas historias dejan una huella en Carlos, entre las obras más relevantes destaca
“Rebusque de una 350”, en la que hace alusión al contrabando de gasolina en La
Guajira y el Cesar. “Cuando era niño tenía una tía que trabajaba en el comercio de
la gasolina y en el patio de mi casa guardaban los camiones con tanques llenos de
combustible. Es como un homenaje a tantas personas que murieron transportando
gasolina, a esas familias que perdieron a sus seres queridos y a varios de mis amigos
que perdieron a sus papás en algunos de esos hechos lamentables”. Resalta que con
esa obra hubo un enlace comunicativo con mucha gente, sobre todo con conocidos.
“Es ahí cuando te das cuenta de que la obra cumplió con su propósito de generar
una reflexión y sensaciones entre quienes la aprecian”.
También destaca un mural que hizo en el municipio de Uribia y que generó
muchas críticas, porque hacía un cuestionamiento a los miembros de la etnia que se
olvidan de su cosmovisión y que se han convertido a la iglesia católica o evangélica,
dejándose imponer algo que no hace parte de su herencia ancestral. En Valledupar
hizo un mural del Corpus Christi, danza tradicional de Atánquez, al que le dio una
perspectiva distinta, sin olvidarse de su esencia, pero que generó muchas reacciones
en contra y a favor. “La finalidad del arte urbano es esa: que el curador y el jurado
sea cualquier persona que pase por el lugar donde está el mural”.
En lo referente a la escogencia del sitio para los murales, afirma que es algo
complejo, porque si bien piden permiso para realizarlo, los dueños del predio a veces
quieren que se pinte lo que les gusta a ellos y condicionan al artista. “Uno como
artista insiste en su idea para poder plasmar lo que se ha planeado”. Según afirma
Carlos, en Valledupar hay una explosión gráfica de nuevos artistas jóvenes, que se
están interesando bastante por avanzar y aprender. “Considero que desde el festival
de muralismo que se hizo, se le prestó mucha atención a esta expresión artística.
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Carlos Alberto Gutiérrez
Vinieron artistas de afuera y hasta uno internacional, lo cual fue importante, porque
se hizo un aporte intelectual al muralismo”.
Carlos sigue aprendiendo y cuenta que hace poco llegó un artista cartagene-
ro a pintar un mural en una clínica de Valledupar, del cual aprendió muchas cosas.
Añade que “hubo una discusión sobre la falta de apoyo a los artistas locales, pero a
mí personalmente sí me aportó mucho. Por ejemplo, hizo una cuadrícula orgánica
que nunca antes había visto y estuve toda la tarde viendo el proceso para lograr
aprenderlo y eso me ha facilitado el trabajo”. Carlos ha pintado lo que ha querido,
pero muchas veces lo hace por pedido, y aunque no es lo ideal, le sirve para impulsar
sus otras obras y obtener también algunos recursos para comprar materiales.
Durante la pandemia no paró de dibujar, y como no podía salir a comprar lo
que necesitaba, hizo su propio papel con cuadernos, su propia acuarela con plantas
que tiene en su patio e hizo el empalme entre la música y el dibujo. Para el futuro, el
artista espera que el arte urbano crezca y que lleguen muchos más artistas de otras
partes del país. Desea que haya mucho más apoyo, que se valore todo lo que hacen
sin ningún tipo de tabú. “Esto es muy importante, porque a veces piensan que so-
mos vagos o consumidores de drogas y somos jóvenes sencillos que solo queremos
expresarnos de forma diferente”. Manifiesta que lo único que hacen es embellecer la
ciudad, generar reflexiones sobre situaciones reales y, sobre todo, convertir el arte
en algo democrático, con acceso para cualquier persona.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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DEILER DÍAZ ARZUAGA
HABLAR CON EL CUERPO DESDE
EL TEATRO EN VALLEDUPAR
E
l teatro en Valledupar vive sus mejores tiempos y detrás de este auge está Deiler
Díaz Arzuaga, el director de Maderos Teatro, un grupo cultural independiente. Con
44 años de edad, este maestro ha dado tumbos y volteretas por varias partes de
Colombia, hasta volver a Valledupar, ciudad que repudió en su adolescencia, pero
que ahora ama, aunque con algo de precaución. Ha hecho y ha querido hacer muchas
cosas en su vida, todo para llegar a la conclusión de que el teatro es su vida y no se
imagina haciendo otra cosa.
Nació en Valledupar en un hogar de padres oriundos de Codazzi y de San
Diego y desde niño la televisión y el cine lo atraparon. Por eso quiso ser actor. Soña-
ba con verse protagonizando alguna de esas películas de acción, de vaqueros o de
ciencia ficción, que tanto le gustaban y disfrutaba. Tuvo la fortuna de tener un tele-
visor, algo que en esa época era un lujo para cualquier hogar en la capital del Cesar.
Inicialmente era en blanco y negro, pero bastaba para que Deiler no se despegara
de la pantalla viendo toda clase de programas. Si quería ir a cine, sin embargo, sí le
tocaba reunir plata de la merienda, para ir al antiguo teatro Avenida, que quedaba
muy cerca de su casa o al teatro Cesar. Su papá lo llevaba y al finalizar la película
lo recogía. Sus preferidas eran películas mexicanas, de aventuras, de acción, donde
hubiera escenas especulares e inimaginables, que el director soñaba protagonizar.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Hasta cierta edad pensaba que todo lo que aparecía detrás de la pantalla lo
hacían los actores, pero llegó el día en que se enteró de que no todo era como se lo
imaginaba. Fue tal vez en alguna revista o en alguno de esos programas de televisión
que veía, donde hablaron de los dobles del cine. Deiler cambió inmediatamente de
opinión. Ya no quería ser actor, sino ser el doble de ese actor. Deseaba tirarse, ma-
nejar los carros, estar en las persecuciones, ser el que pelaba, el que se lanzaba de
un edificio, en fin, quería ser el que aparecía en las escenas de acción. Comenzó la
búsqueda de información sobre el tema y su inquietud lo llevó a enterarse de cómo
hacían las películas y todo lo que pasaba detrás de cámara, las escenografías, los
montajes, los efectos especiales, etc. Otra vez cambió de opinión y ya no quería ser
doble, sino estar detrás de las cámaras, aunque no tenía claro ni cómo lograrlo, ni
cómo tener más detalles de estos oficios.
Con los datos que logró conseguir y cosas que pudo aprender, comenzó a
crear. Ahí inició su carrera definitivamente y fue en la época escolar, estando en el
colegio Pablo Sexto, una institución privada en la que sus padres lo matricularon
para ver si dejaba de ser un estudiante desordenado y desaplicado. Ya lo habían
sacado del Instituto Técnico Industrial Pedro Castro Monsalve por haber perdido el
año. Tenía entre 10 y 11 años de edad en ese entonces. En lo que sí era organizado y
dedicado era en hacer obras de teatro. Las escribía, las montaba, las dirigía, escogía
a los actores y además actuaba en ellas. Cada vez que había un acto cívico, tenía que
haber una obra o representación de Deiler.
Poco después, en décimo grado, llegó el día en que uno de sus amigos lo
invitó a la Casa de la Cultura de Valledupar, donde iban a seleccionar un grupo de
jóvenes que harían parte de un grupo de teatro. Fue juicioso a la audición, recibió los
textos, se los aprendió en el patio de su casa, ubicada en el barrio Rosita Dávila, el
cual se había convertido en su escenario, y se presentó. Allí jugaba a ser actor, doble
de cine, director, camarógrafo y hasta hablaba solo. Así le tocaba, porque fue hijo
único hasta los nueve años de edad. Y así Deiler logró su primer papel, haciendo de
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Deiler Díaz Arzuaga
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Muñoz era el director de ese grupo y dictó varios talleres, a los cuales asistió juicioso
Deiler. Era el año 1995 y quedó impresionado con las clases y las obras que presen-
taron. Quería saber cómo lo hacían y, sobre todo, cómo lograban transmitir tanta
energía, contar historias a través de monólogos, sin ningún efecto, ni escenografía,
ni telón. Al hablar con ellos le dijeron que trabajaban precisamente en Cartagena,
dictando clases en Bellas Artes. Deiler vendió una bicicleta que tenía, hizo todo lo
necesario y se fue para Cartagena. Sus padres, al ver su determinación, aceptaron
y lo dejaron ir.
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Deiler Díaz Arzuaga
Comenzó a estudiar subsidiado, pero fueron tiempos muy duros, porque mu-
chas veces no tenía cómo sostenerse y hubo días en los que no comía bien. Tuvo que
ponerse a trabajar, pero no sabía en qué, hasta que fue a un bar a solicitar empleo
de barman, consciente de que no sabía nada del oficio. Al llegar, sin embargo, dijo
que sí sabía y como la propietaria tenía prisa por viajar, no le hizo la prueba. La per-
sona que quedó a cargo le enseñó todo lo que debía saber y comenzó a trabajar. Allí
estuvo como dos años.
Ya aprendiendo mucho más del teatro, el amor por este arte creció tanto que
se convirtió en uno de los mejores estudiantes. Se terminó de convencer de que este
no era un arte primario, sino, todo lo contrario, muy complejo. Y aunque le siguió
gustando el cine, ya no quería ser actor. Las clases cambiaron todo. Además, asistía
a muchos cine-clubes, seguía leyendo, aprendiendo, conociendo todo sobre el cine,
e iba también a otros eventos de la apretada agenda cultural de Cartagena. De vez
en cuando iba a su ciudad natal a visitar a sus padres y a descansar, o viajaba con el
grupo de teatro a festivales y ferias, e incluso trabajó con un grupo de títeres y de
pantomima. Cuando terminó sus estudios, se fue para Bogotá, donde buscó profe-
sionalizarse, pero no continuó con las gestiones, porque no le iban a homologar lo
que había aprendido.
Volvió a Valledupar, pero no para quedarse. Eso pensaba cada vez que llegaba.
Su idea era irse, siempre irse. Su objetivo ahora era Cuba. Regresó a Cartagena, no
le fue bien, volvió a Valledupar. Comenzó a trabajar en varias cosas que no lo hacen
sentir orgulloso y prefiere olvidar. Quería reunir el dinero para ir a Cuba, pero eso no
se dio, ya que no pudo organizar a tiempo sus papeles. Finalmente, Deiler terminó
la carrera en la Universidad del Atlántico, en Barranquilla, con el dinero que tenía
ahorrado. Dio clases a un grupo de jóvenes que conoció allá y siguió con la idea de
no volver a Valledupar. Lo que no sabía era que esa ciudad lo necesitaba y lo sigue
necesitando.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Por eso el destino lo puso de nuevo en esa capital, donde creó, con varios
amigos, primero el grupo Vacío Urbano y después la Fundación Arte Colombia. Mon-
taron varias obras y monólogos para festivales que se realizaban en los diferentes
pueblos, los que ganó muchas veces. De tal modo, poco a poco se fueron consoli-
dando y montaron una sala de teatro en una bodega ubicada en la plaza. Se llamaba
Peter Brook o Espacio Vacío, en alusión a la obra de este director. Aún no le gustaba
del todo estar en Valledupar, pero se iba amañando. En una nueva voltereta, la fun-
dación pasó a llamarse Maderos Teatro, que hoy dirige Deiler y es considerada uno
de los espacios culturales independientes más importantes de Valledupar, ganadora
de varias becas y proyectos del Ministerio de Cultura.
Eso fue en el 2001, pero al año siguiente a Deiler lo llaman para dirigir el
grupo teatral La Carreta, de la Universidad Popular del Cesar, donde estuvo hasta
el 2013, tiempo durante el cual ganó muchos reconocimientos a nivel nacional e
internacional. En el 2011 Deiler logra por fin la profesionalización, a través del pro-
grama Colombia Creativa del Gobierno nacional. Fue escogido entre 130 aspirantes,
muchos reconocidos y destacados en el ámbito teatral. A pesar de esto, Deiler piensa
que su verdadera escuela fue La Carreta, junto con todas las experiencias que ha
tenido a lo largo de su vida.
Al concluir su labor en este grupo teatral, se fue otra vez para Cartagena.
Y como regresaba cada cierto tiempo a Valledupar, sus amigos y compañeros lo
convencieron de alquilar una casa para rescatar Maderos Teatro, que reinicia como
laboratorio de creación, donde se montaban las obras y las llevaban a los festivales,
pero poco a poco fueron abriéndose las puertas al público. El éxito de la inaugu-
ración y de la primera temporada fue tal que Deiler comenzó a cambiar de opinión
sobre Valledupar y a querer quedarse para siempre. “Maderos” para él ha sido como
un refugio, y aunque han tenido grandes problemas, sobre todo económicos, no
han pensado en cerrar. Quiere mantenerse, persistir, seguir luchando día a día, por
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Deiler Díaz Arzuaga
las nuevas generaciones de jóvenes amantes del teatro. Esa es su casa, su hogar, y
lo considera un ejemplo para la región y para el país. Su sueño es seguir adelante
aprendiendo, descubriendo e indagando, pero en Valledupar, la ciudad que una vez
rechazó y ahora lo acoge, para que siga enseñando a los jóvenes y continúe apor-
tando a la cultura local. El destino lo puso ahí, en Valledupar y en Maderos, la leña
que más demora en extinguirse.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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JOSÉ GÓMEZ MAESTRE
CUANDO LA MÚSICA NARRA
Y LAS LETRAS SUENAN
J
osé Gómez Maestre es docente, ambientalista, técnico en construcción y artista,
aunque a él no le gusta ser reconocido como tal. Pero sí lo es, y la prueba es que a
cada pregunta que se le hace contesta con una de sus composiciones, algunas muy
hermosas, otras picarescas y varias picantes, pero la mayoría dedicadas a la cotidia-
nidad y a experiencias vividas. Es amoroso, amable con todo mundo, dedicado a su
familia, entregado a sus amigos y bastante respetado en La Jagua de Ibirico, su tierra
natal, a la que aterrizó después de recorrer varias regiones del país. Cuando era niño
dice que este era un pueblito muy especial, donde todo mundo se conocía y nadie se
acostaba sin hambre. “Era algo tan maravilloso oír en las casas cuando el marido le
decía a la mujer ‘mija, pon a cocinar la yuca, que yo voy a buscar el pescado al río’”,
se expresa con nostalgia. Ese pescado lo iban a buscar al río Sororia, que ahora es
un caño. Y a ese río José le hizo una canción para describir el cambio que tuvo y la
tristeza que le da verlo así, no solo a este cuerpo de agua, sino a otros que rodean
el municipio.
“Es como un diálogo con el río”, explica y comienza a cantar:
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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José Gómez Maestre
Mucha gente se enriqueció en poco tiempo. José, mientras tanto, estaba queriendo
estudiar, en medio de la rebeldía de la juventud.
Fue la época en que se interesó por el cuidado de la tierra y de los recursos
naturales, con algunos compañeros de su barrio con quienes organizó un grupo para
sembrar árboles, algunos en la llamada calle de Los Almendros y otros en el merca-
do público. La noticia se fue regando y la gente ya hablaba de los “ambientalistas”.
Era como una diversión para ellos, pero también una manera de cuidar las riquezas
naturales del lugar que los vio nacer. “Estábamos contentos y hasta se organizó
una junta directiva, aunque yo no quedé en ella”, dice entre risas, y añade que poco
después el grupo se acabó, porque “se metieron los politiqueros y eso se dañó”.
Es que la Serranía del Perijá era también muy atractiva, con tierras “vírgenes”, sin
dueño y muy aptas para el cultivo. Los únicos moradores, según José, eran los indios
“motilones”, de los cuales queda un remanente de yukpas, que están en Becerril y
otros en Codazzi, y eran los verdaderos dueños de la tierra.
Había mucha agua y José disfrutaba viendo los frondosos árboles desde su
casa. Esa época de su vida lo inspiró y compuso un tema que dice así:
Según indica, “estas tierras eran solitarias; la gente se conformaba con cerrar
un pedacito, sembrar algunas cosas o para guardar el burro o el caballo”. Agrega
que cuando empezó a darse esa gran migración, los grandes patios se redujeron,
porque las familias comenzaron a construir cuartos para alquilar. En esos patios
había sembrados de yuca, plátano, mango, limón, cebollas y hasta plantas medici-
nales, pero con la minería todo desapareció. “Ahora esos cuartos están solos y las
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
casas quedaron hecha pedacitos. Las veo con tristeza, porque vivir así es como estar
preso”, se lamenta José.
Y otros vendían parte del terreno, hasta que al final la gente quedó encerrada
en pedacitos de casa. Pero a José le gusta una casa grande, con luz y ventilación,
porque lo hace sentirse libre.
“En medio de todo, yo me siento feliz. Uno tiene vida, salud y su familia, sus
amigos, y no tiene que preocuparse de tantas cosas, porque cuando se muere, no
se lleva nada”. Recuerda también que la actividad económica agropecuaria era muy
buena. Había sembrados de muchos productos, que ahora ya no existen. “Es que
al que cultiva la tierra le dan muy duro, los insumos son muy costosos, no reciben
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José Gómez Maestre
ayuda y, a la hora de vender su producto, no les pagan lo que vale, sino lo que les
da la gana”. A esta problemática José también le compuso un tema, que se llama
“El labrador” y dice así:
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
por grupos al margen de la ley. Fue un episodio bastante triste, porque se sentía muy
a gusto con el trabajo y sus compañeros. “Me gusta enseñar, es mi vocación, y tuve
que irme después que me apuntaran con un arma. Siempre pensé que iban a pasarme
como falso positivo. Era objetivo militar de la guerrilla y del Ejército”, afirma.
También estuvo en La Guajira, más exactamente, en Nazareth, en la alta Gua-
jira, donde tuvo una relación de la que nacieron unas gemelas. Poco después fue a
Boyacá, donde vivió cerca de quince años y pudo estudiar en el Servicio Nacional
de Aprendizaje (SENA) como Técnico Profesional en Construcción, un sueño que
llevaba a cuestas hacía algún tiempo, ya que admira a los albañiles. “Las personas
se vanaglorian de tener una bonita casa, pero jamás preguntan, ¡caramba!, quién fue
el artista y despectivamente lo llaman albañil”.
Después de tanto rodar y rodar, volvió a La Jagua. Llamó a su mamá Candela-
ria Maestre Hernández, una poetisa talentosa que tiene unas hermosas creaciones, a
pesar de que no sabe leer ni escribir. Su padre, ya fallecido, es Fermín Gómez. Llegó
al pueblo con la esperanza de trabajar en algunas de las empresas mineras que tie-
nen asiento allí, pero no se le dio. Aún así, no se arrepiente y vive feliz, ayudando a
varias organizaciones sociales y brindando su apoyo a quien lo necesite. Espontáneo,
carismático y alegre, siempre está presto a aportar ideas y a resolver conflictos sin
buscar protagonismo, y eso la gente lo aprecia. Y se reafirma: “cuando uno le da la
mano a alguien, sea la forma que sea, eso vale y eso he sido yo”.
A la pregunta acerca de qué significa para él ser un hombre negro contesta
también con una canción, de la que asegura que escribió como un autorreconoci-
miento de lo que es y de lo cual se siente orgulloso. Dice así:
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José Gómez Maestre
“Ese es mi sentir: me siento feliz de ser de piel negra”, afirma. Dice que no tie-
ne nada contra los blancos, pero que hubo momentos en que guardó algo de resenti-
miento. Por ejemplo, cuando lo rechazaron en la escuela de oficiales del Ejército y le
sugirieron ser suboficial. En cuanto al futuro, José no es muy optimista. Le preocupa
profundamente, eso sí, el futuro de La Jagua de Ibirico. “La Jagua de ha convertido
en una minimetrópoli. El furor de la minería se veía como una esperanza, pero ha
llegado gente con otras costumbres y eso ha afectado las nuestras”. También cree
que este se va a convertir con el tiempo en un pueblo fantasma y está convencido
de que las construcciones que ahora se erigen como trofeos van a quedar solas.
“Quedaremos con problemas de salud irreparables. Yo, de hecho, soy uno de esos
afectados, sino que no hemos tenido el valor de demandar al Estado, como otros
compañeros, y lograr hacer una reparación colectiva”.
Cuando vivió en Boyacá no tenía problemas de salud y ahora, estando en su
pueblo, sufre de asma. “Está reconocido que esta es una afección alérgica, produc-
to de las partículas que respiramos, y la gente no le está parando bolas”, dice con
tristeza, y agrega que el problema ambiental es determinante y va a ir creciendo, al
igual que la pobreza; sin embargo, tiene una leve esperanza de que se pueda hacer
algo al respecto: “Debemos tomar conciencia y con el concurso de todos debemos
entender que Dios nos dio este pedazo de tierra para que la cuidemos, para que
vivamos bien y en paz”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Para finalizar, José lo hace como más le gusta: cantando, con un tema pica-
resco titulado “El cuchacho chicanero”, que dice así:
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MANUEL ANDRÉS
SIERRA MÁRQUEZ
LA VOZ DE ‘MANITO JOHNSON’
M
anuel Andrés Sierra Márquez fue el fundador y director de la Banda San Francisco
de Asís de La Paz, una de las grandes representaciones folclóricas de este municipio
del Cesar en la que tocaban ilustres músicos de toda la región. En la población lo
conocen como “Manito Johnson” y por su forma de cantar muy especial, con una voz
fuerte, potente y melodiosa, con la que entonó numerosas piezas musicales y la que
fue considerada como de las mejores en la Costa Atlántica en música tradicional. Tan
buena y fuerte era su voz que a veces lo buscaban de algunas agrupaciones para que
cantara y no usaban amplificación. Manuel también tocaba maracas, tumbadora y
platillo. El artista explica que ese sobrenombre tiene un doble origen. Por un lado,
viene de cuando una señora de La Paz, llamada Juana Bautista Mieles, le jugaba a
Manuel niño cantándole: “Manito uno, manito dos, manito tres”, según le contó su
mamá. De ahí en adelante lo llamaban “Manito”. Años más tarde, cuando ya había
creado la banda y estaba en el Festival del Fique, del corregimiento de La Junta, en
La Guajira, un animador de nombre Jaime Pérez Parodi comenzó a prevenir a la ban-
da, porque venía el turno de subirse a la tarima. Cuenta Manuel que en un momento
dijo “prevención para la banda de Manito Johnson” y desde entonces comenzaron
a llamarlo así.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Tiene 87 años y ya no canta como antes, aunque no olvida la letra de las can-
ciones y de aquellos temas que amenizaron fiestas, festivales y parrandas durante
mucho tiempo. Fueron años de grandes satisfacciones, de viajes, de alegrías, en los
que el artista disfrutó de lo que más ama, que es la música. Sin embargo, afirma que
los primeros años de su vida fueron muy difíciles. “De niño tenía que trabajar en los
montes ordeñando ganado en los potreros, la vida mía fue trágica, porque éramos
muy pobres, y no fue una vida sabrosa”. No tuvo oportunidad de estudiar, porque
nunca lo enviaron a una escuela. “A duras penas puedo escribir mi nombre y firmar”.
A medida que fue creciendo también fue naciendo su pasión por la música y
comenzó a explorar lo que podía hacer con su voz y con algunos instrumentos mu-
sicales. “Andaba por los montes con mi sombrero, cantando, y yo veía que a la gente
le gustaba cómo lo hacía”, anota Manito, quien inició cantando música vallenata al
lado de Miguel López y algunos otros acordeoneros de la época. Fundó varias ban-
das. Algunas sirvieron y otras no, hasta que pudo conformar la llamada San Francisco
de Asís de La Paz, con la que interpretaba porros, valses, boleros, cumbia, merengues
vallenatos, entre otros ritmos.
Según indica, en esos tiempos cada municipio tenía su banda, pero la que
dirigía se volvió bastante solicitada, tanto así que algunas bandas, cuando los iban
a contratar, decían que se trataba de esa. “Era gente avivata que cogían el nombre
de mi banda y muchas veces tuve problemas por eso, porque me reclamaban que
no había ido a tocar y en cambio había ido otra banda”. Expresa que uno de los
mejores momentos en la historia de la agrupación fue cuando fueron a grabar su
primer disco a Barranquilla. “Un día me dijeron que tenía un telegrama que venía
desde Barranquilla y lo tuve que ir a buscar a Valledupar. Nos invitaron a grabar un
disco y nos fuimos sin siquiera practicar y sin descansar, porque habíamos estado
tocando en La Guajira”. De ahí en adelante fueron muchos más los contratos que le
llovieron. Fueron a La Jagua de Ibirico, a Salamina en el Magdalena, a Candelaria en
el Atlántico, a Barrancas en La Guajira, a Valledupar y otros muchos lugares donde
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Manuel Andrés Sierra Márquez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Carlos’, ‘Arturo García’, los temas de Calixto Ochoa, Leandro Díaz y Emiliano Zuleta”.
Muchas de las letras de los porros las compuso Manuel, por ejemplo, “María Varilla”
y “El Muñeco”, que aún se escuchan y se bailan en todo el Caribe. “Los porros en
la sabana no llevaban letras. Eran porros montunos, que le llamaban, pero yo les
ponía las letras”, afirma recordando alguno de los temas. Lo que más destaca es el
tema que cantó con Silvestre Dangond, titulado “El toro negro” en uno de los tantos
eventos en los que tocó.
La voz se le fue, pero la memoria no, y siempre recuerda las correrías de su
banda y a sus compañeros, ya todos fallecidos, y esas canciones que tanto hicieron
gozar a la gente. Su legado musical no se ha detenido, ya que tiene un sobrino que
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Manuel Andrés Sierra Márquez
toca la guitarra y que empezó a tocar con la agrupación de Poncho Zuleta, pero
que ahora está con Peter Manjarrez. Tiene un primo que toca la tumbadora y otro
que es baterista. Tuvo un tío que era acordeonero y un hermano que tocaba caja y
guacharaca.
Con algo de desazón afirma que la música de antes se ha acabado, aunque
quisiera que resurgiera y se formara una banda igual a la que él dirigió y que era la
mejor de toda la región. “Aquí hay mucho talento: músicos que podrían hacerlo,
pero nadie le para bolas y es lamentable”, indica. Manuel Andrés Sierra o Manito
Johnson ya no canta, pero siempre será recordado como un gran artista de La Paz,
uno de los mejores exponentes que ha tenido este municipio en su historia musical.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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HERNÁN IGUARÁN
PINCELADAS VIVIDAS
L
a pintura lo es todo para Hernán Iguarán, un artista plástico nacido en el municipio
de La Paz, pero que vive desde muy joven en Valledupar. Dice que no quiere hacer
otra cosa en la vida, porque es lo que le gusta y es su gran pasión, desde que era
un estudiante de primaria, a pesar de las dificultades que ha tenido que enfrentar.
Para el artista, todo ha valido la pena, porque es feliz haciendo algo que le ha dado
también muchas satisfacciones.
Todo empezó estando en tercer grado de primaria, cuando comenzó a dibujar
para obtener un poco de dinero, ya que el hogar donde creció era bastante humilde
y los recursos escaseaban. Su papá era un herrero muy inteligente y su mamá ama
de casa, pero lamentablemente ella quedó sola, después que su padre comenzó a
sufrir de alcoholismo y “se volvió irresponsable”. Hernán hacía carteleras, mapas
y letreros, por lo que se fue dando a conocer su talento, no solo entre sus amigos
y compañeros, sino en otras instituciones educativas, de donde lo llamaban para
encargarle trabajos. Llegó un momento en que no daba abasto y tuvo que dejar de
recibir trabajos y se dedicó a hacer cuadros, siempre experimentando, ensayando y
creando, sin que nadie le enseñara, porque es totalmente empírico.
Participó en varios concursos de pintura, en los que casi siempre ganaba,
y comenzó a destacarse en la población. Uno de sus cuadros, donde plasmó a un
personaje femenino de La Paz muy querida que llamaban “Beba”, fue el que le dio
un vuelco a su carrera artística. Lo llevó a Valledupar, lo presentó y logró que se
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Hernán Iguarán
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
El artista extraña aquella época cuando las exposiciones tenían más sentido
y, cuando va a alguna, percibe que las personas muestran más bien apatía y poco
entusiasmo por las obras. Le atribuye eso al auge que han tenido las redes sociales,
donde se pueden exhibir los trabajos de los artistas e incluso comprar las obras. Por
ese motivo le gustaría que se realizaran muchas más exposiciones en la Casa de la
Cultura, que se volviera a hacer una en el Festival de la Leyenda Vallenata, en la que
recuerda que se invitaba a artistas de otros países. Como lo ve Hernán, la exposición
es muy importante para un artista, porque así conoce muchas personas, vende sus
cuadros y logra hacer muchos contactos.
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Hernán Iguarán
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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JORGE RINCÓN
CHAPARRO
LA SIERRA NEVADA DE SANTA
MARTA ENTONA CARRANGAS
L
a música y el café hacen parte de la vida de Jorge Rincón Chaparro, un campesino
que vive en la vereda La Nevera, corregimiento de Chimila, municipio de El Copey,
Cesar. Allí tiene su finca cafetera, con un potrerito donde hay una vaca lechera, la
mula que usa para transportarse y algunos cultivos de guineo y plátano. Vive feliz, a
pesar de todas las dificultades y tropiezos que ha tenido a lo largo de su vida. Nada
le ha impedido dejar de cultivar: ni el conflicto armado ni las carencias económicas
ni, mucho menos, las plagas. Cuando llegó a ese lugar había café sembrado, pero
dice que las matas estaban envejecidas y lo que hizo fue cortarlas, para renovarlas
y que saliera lo que llaman el chupón. Nació en Chimila en el año 1964, seis años
después de que sus padres llegaran a estas tierras provenientes de Sardinata, Norte
de Santander. Cuando arribaron solo tenían un solo hijo y luego nacieron allí los
otros cinco. “Esto era pura montaña y apenas comenzaba a formarse el pueblito,
que solo tenía unas casas, como un chorizo frente al río”.
Su padre compró la primera finca por $7.000 pesos en la vereda Los Cora-
zones, con el dinero que obtuvo de una propiedad que vendió en Sardinata. Luego
compró otra por $14.000, donde tenía sembrado arroz, yuca y maíz. Rememora
cuando era pequeño y ayudaba a su papá a sembrar el arroz, a limpiar la yuca y a
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
recoger el maíz. Jorge no podía estudiar, porque no había ninguna escuela, pero en
los años setenta llegaron al pueblo varios representantes de Radio Sutatenza con el
fin de reunir a los niños de la zona para vincularlos a un programa educativo. “Los
líderes nos daban las clases, nos mandaban libros, lápices, borradores, y estudiába-
mos con la ayuda de un auxiliar que nombraban por cada vereda o cada casa. Luego
nos revisaban las tareas y el supervisor las enviaba a Bogotá. Después teníamos
que estar pendiente de la radio, para ver si las habíamos hecho bien o mal”, explica
el campesino. Dice que lo poco que aprendió fue gracias a Radio Sutatenza y que,
de lo contrario, “ni la firma pudiera hacer”. Fueron tres años en los cuales él y sus
hermanos aprendieron lo básico: a leer y a escribir.
El café comenzó a sembrarse por allá en 1965, precisa Jorge. “Había un se-
ñor que se llamaba José Contreras, que tenía unas maticas y vendía las semillas o
las regalaba a otras personas que comenzaron a tener sus propios cultivos”. Así
fue como la zona fue pasando de ser arrocera a cafetera. Lo que sembraban, de las
variedades arábigo y Colombia, era llevado a varias cooperativas y de ahí lo traspor-
taban a Valledupar.
Del conflicto armado tiene recuerdos muy desagradables, aunque dice que
nunca tuvo dificultades con ninguno de los actores armados que estuvieron en estos
territorios. “Me acuerdo que cuando comenzaron a llegar los grupos decían cosas
bonitas y después hacían todo lo contrario. Poco después, la situación se puso bas-
tante pesada, porque no dejaban sacar la cosecha, ni que entrara ninguna clase de
producto”, asegura Jorge. Los campesinos no sabían qué hacer con lo que habían
sembrado con tanto trabajo durante tanto tiempo. Esperaban casi un año para te-
ner una cosecha y, si no se las dejaban sacar para venderla, quedaban sin saber qué
hacer. A pesar de todo, fueron persistentes y no se dejaron amilanar tan fácilmente,
pues se iban a lomo de mula a llevar los productos, para traer víveres y alimentos,
pues de hambre no se iban a dejar morir. Recuerda que uno de los grupos armados,
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Jorge Rincón Chaparro
el Ejército de Liberación Nacional (ELN), cerró las vías, y los enfrentamientos que
tenía ese grupo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Cuando llegaron los paramilitares todo se agravó, según Jorge, porque ejer-
cían un control estricto en la entrada al pueblo, montaban retenes ilegales y con-
trolando todo lo que entraba y salía. “Todo era medido. Si traíamos comida para los
obreros, nos sacaban la cuenta de cuánto habíamos comprado y para cuántos días
alcanzaba. Tampoco dejaban entrar a nadie desconocido que viniera a trabajar; si lo
hacían, había que poner el pecho por esa persona y mostrar los papeles”. Tenían que
mostrar la factura de lo comprado y al que se pasaba de la cuenta no lo dejaban pa-
sar. Jorge amaba y sigue amando la vida. Por eso siempre hizo caso. No se enfrentaba
con nadie y seguía todas las indicaciones, para evitar confrontaciones que pudieran
ponerlo en peligro. Muchos no lo hicieron y perdieron la vida o tuvieron que irse de
Chimila. Sin embargo, asegura, la gente no tiró la toalla jamás: siguieron trabajando,
cosechando y llevando el café a lomo de mula para venderlo.
Relata que estuvo un tiempo en la vereda Marquetalia de Pueblo Bello, en
una finca muy bonita donde tenía matas de cacao, otras de caña y un potrero. Allí
estuvo cuatro años y luego se regresó a Los Corazones adonde su papá, pero hace
doce años tuvo la oportunidad de comprar la finca en La Nevera, donde hay 14
parceleros, cada uno con 12 a 15 hectáreas. Los Corazones y Garupal son las más
grandes, tanto que hay una zona arriba y otra abajo. “En esta vereda hace tres años
nos atacó duro la broca, pero el invierno nos ha ayudado, porque cuando hace sol
se reproduce esa plaga; así que aquí el clima nos favorece bastante”. El sector se
encuentra alejado del casco urbano y por eso a Jorge se le dificulta el transporte del
café para venderlo, sobre todo porque no hay carretera, y todo tiene que ser a lomo
de mula, algo bastante difícil, pues son cuatro horas de camino. “Nos hace falta
ayuda del gobierno, porque todo lo que tengo lo he hecho con mi propio esfuerzo, y
aunque vivo amañado, pienso que si tuviéramos ese apoyo todo sería mejor”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Jorge trabaja fuerte para que el café de su finca sea productivo y de buena
calidad. Explica que hay que mantenerlo limpio y abonado, y principalmente cum-
plir con las exigencias del orgánico. Para lograr esto se usa la cáscara del café y
lombrices para abonar las plantas. Con eso ayudan a mantener el medio ambiente,
ganan un poco más y no tienen tanto gasto en abono. Hace ocho años está asociado
la Asociación de Productores de Café (Asoprocafé), conformada por agricultores de
café orgánico, comprometidos con la sostenibilidad del medio ambiente. A través de
esta, ha obtenido varios beneficios, como el sobreprecio por cultivar café orgánico
y la prima social para mejoramiento de vivienda.
Además del café, Jorge tiene sembrado guamo y plátano, para darle sombra
a las matas, aunque dice que también se puede sembrar maíz o fríjoles. “Todos esos
cultivos sirven para mantenerse mientras se madura el café”, pero hay que podarlos
constantemente, para que no pasmen el cafeto y pueda sacarse una buena cosecha.
Para Jorge su café es el mejor del mundo y dice que es muy sabroso, si se prepara
bien. Trabaja con amor, y quizás por eso el aroma y el sabor de su café son exce-
lentes. Tiene varios trabajadores del interior del país, unos fijos y otros que llama
cuando los necesita para la recolección y a los que se les paga $400 pesos por cada
kilo y de acuerdo al rendimiento. “A veces los vecinos me ayudan a recolectar la
cosecha y los que vienen de afuera están aquí de manera permanente: se les da el
alojamiento y la alimentación”, describe el mecanismo de trabajo que implementa.
Con la ayuda de la Asociación ha podido construir una bodega, la zona de
alojamientos y varias marquesinas que tienen capacidad para unas 40 latas o timbos
de 14 kilos de café seco cada uno. “Lo vendo seco, porque así le cojo más ganancia.
El que compra el café verde es para ganarle; entonces mejor hago el proceso yo”.
Él mismo lo lleva en el mulo, que le costó $2.000.000 de pesos, una inversión que
considera acertada, porque así se evita pagar para que transporten el café.
Como afirmamos al principio, la música también hace parte de la vida de
Jorge, específicamente la carranga. “Desde niño me gustó y tenía la idea, pero dejé
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Jorge Rincón Chaparro
pasar la juventud y ahora que estoy más maduro quise probar para cumplir con ese
sueño”. Con su hermano comenzó a tocar la guitarra con algo de timidez, pero hace
tres años se decidió y compró los instrumentos para armar un conjunto. Comenza-
ron amenizando los bailes locales y las reuniones familiares y de amigos, pero su
hermano se fue y lo dejó. Ahora tiene el grupo con unos amigos. “La música que más
nos gusta es la de Jorge Velosa, porque aquí la mayoría de las personas viene de los
Santanderes, donde se escucha mucho eso”. Las próximas presentaciones serán en
noviembre, para las fiestas tradicionales de San Martín, donde interpretarán tam-
bién las canciones que grabó su hermano en un disco compacto, con composiciones
suyas en las que incluye temas como el café, las veredas y el campo. “La música es
muy linda, es cultura, y el que no apoya la cultura no apoya nada”, concluye Jorge.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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JUAN ZULETA
DESARMAR CHATARRA
Y ESCULPIR ARTE
J
uan Zuleta habla fuerte, es decidido y, como cuando era niño, sigue siendo inquieto,
necio y sobre todo creativo. Es uno de los artistas más sobresalientes del Depar-
tamento del Cesar, un escultor destacado, que hace maravillas con lo que otros
desechan. Lo han llamado chatarrero o reciclador, pero a él eso poco le importa. Lo
que le interesa es seguir creando y trabajar por su locura, que es la escultura. “Lo
único que ha cambiado son los años, porque sigo siendo el mismo niño de antes”.
Durante su infancia le decían el loco MacGiver, pues era capaz de desarmar un balín.
Y es que Juan en verdad desarmaba todo. Sus juguetes no duraban ocho días. Los
que llegaban en Navidad, ya no servían para año nuevo. Desmontaba las muñecas,
los carros, e inventaba juguetes nuevos, aparatos extraños, y también desarmaba
las luces de Navidad para ponérselas a un muñeco. “No recuerdo un momento de
mi vida en que no haya sido así”.
Pensaba que eso era una señal de que iba a ser científico, nunca un escultor.
Muchas veces creyeron que era un niño muy retraído, porque podía durar desde la
mañana hasta la tarde jugando entre clavos, alambres, juguetes viejos o herramien-
tas, y sus padres se sorprendían con lo que veían. Incluso llegó el momento en que lo
mandaban a arreglar algún aparato que se dañaba. Su obsesión por las herramientas
y materiales llegó a tal punto que, cuando iba a un taller, buscaba en la basura lo
que desechaban e iba acumulando hasta que algo armaba con eso. “De lo que otros
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
dejaban o botaban yo iba armando algo, y así fueron saliendo varias de mis primeras
esculturas: el barco, el muchacho tocando acordeón, la patinadora, el chico jugando
trompo, fueron obras que vendí en mi primera exposición”. Es lo suyo, su pasión, y
ahora su trabajo, ese que evidencia el gran talento que tiene, aunque le ha tocado
duro para sobresalir entre tantos buenos artistas que hay a nivel nacional. Es oriundo
de La Paz, pero salió de allí y se fue a Bogotá, donde empezó a pulirse, buscando una
profesionalización y a aprender de otros artistas. Visitó museos y tuvo la oportuni-
dad de apreciar la colección más grande de arte que existe en Colombia, con obras
de Botero, Manzur y Obregón: casi 800 obras de estos y otros artistas.
Juan Zuleta afirma que esa vena artística y el gusto por el arte viene de sus
padres, un par de docentes pensionados que toda su vida fueron gestores culturales.
Son escritores e historiadores. “La historia de La Paz la escribieron mis padres y hay
muchos escritos de ellos que están inéditos. Mi papá es pintor, compositor, cantante
y mucho tiempo trabajó con Jorge Oñate”. Su mamá también es talentosa, escribe y
casi siempre está sentada haciendo manualidades. Para Juan, ellos fueron sus maes-
tros, sus guías y el ejemplo a seguir. De ellos también heredó la disciplina, aunque
siente que se está divirtiendo cuando trabaja. “Para mí es como una terapia; cuando
desarmo y armo siento una gran satisfacción, me siento muy a gusto”. Cuando está
creando, no le gusta que lo molesten. Se concentra tanto que se olvida del tiempo
y, si le tomaran una foto, sería igual a muchas que tiene cuando era niño, sentado
desarmando cosas.
Juan estudió licenciatura en Arte y Folclor, pero nunca quiso ser docente.
Cuando trabajó en algunos colegios estando en Bogotá, no se sentía a gusto y renun-
ciaba, pues se sentía atrapado. “El profesor debe inspirar y los muchachos deben ser
libres, no imponerles qué dibujar o qué crear; por eso renunciaba: no me gusta que
me cuadriculen”. En la capital de la república fue construyendo su sueño y afinando
su estilo. Comenzó a adquirir rigor y a ponerse unos parámetros claros de cómo se
pueden lograr las cosas para sobresalir, para diferenciarse. “Yo trabajo a lo ancho,
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Juan Zuleta
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
nuevo en el Cesar. Y le cayó como anillo al dedo, dado que su labor es explorando,
buscando, ideando y proponiendo ideas. Tiene libertad y respetan sus propuestas.
Aunque dice que tener un punto de llegada que no quiere revelar, desea terminar su
días haciendo lo que le gusta, y abrirse paso, tanto en Colombia como en el mundo.
Desea ser una inspiración para otros, para los que vienen, y está a punto de
lograr una obra que ha soñado desde hace muchos años, cuando hizo la primera
escultura. “No la he logrado por plata, pero ya casi está lista”. Aspira a dejar una
enseñanza a sus tres hijos y a los jóvenes artistas. Que vean el reflejo de una persona
que logró las cosas a partir de trabajar con chatarra. También dejar como consejo que
luchen, que vivan y, si es posible, mueran por sus sueños, pues “al final nadie sale
vivo de esta tierra”. A los artistas locales les pide que se unan, que no se pongan en
contra de otros y que tengan rigor con su trabajo. “Aquí no hay colectivos, no hay un
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Juan Zuleta
horizonte, cada quien trabaja por su lado, el que ha logrado algo es porque ha salido
de aquí o se ha proyectado en otra parte”. E indica que la gran mayoría de artistas
simplemente hacen obras por encargo, y aunque eso no está mal para él, opina que
deben “tomar bandera o pelar los dientes y no sabotear a otros”.
Tampoco considera justo que el 60% de las obras que hay en el departamento
sean de artistas de otras regiones del país.
Por todo eso, no es muy optimista en cuanto al futuro del arte en el Cesar. Sin
embargo, opina que, si los artistas comienzan a trabajar fuerte, “si dejan la pereza
a un lado, pueden lograr muchas cosas. El que se metió a loco que coja carretera,
el que metió la derecha que meta la izquierda”. Asegura que en estos momentos
no podemos tener artistas tibios y no pueden quedarse esperando el apoyo de los
gobiernos. “Es uno el que tiene que iniciar, seguir e insistir, para ir por los sueños”.
En ese sentido, Juan tiene varios referentes en esta región, a quienes admira.
Le gusta mucho la obra de su amigo Gabriel Beltrán, de quien ha recibido muchos
consejos. “Es una persona de la que se puede aprender, porque es muy abierto a que
otros crezcan con sus recomendaciones”. Era tanta la admiración que incluso hubo
un momento en que su obra se parecía mucho a la de Beltrán, pero rápidamente
trató de cambiar. También admira a la familia Rayo. Piensa que Sara tiene una obra
muy chévere y maneja unos conceptos extraordinarios. A nivel local, en La Paz sien-
te admiración por Armando y Arnaldo Iguarán, a quienes considera unos pintores
prodigiosos. Igualmente hace referencia a Chicho Ruiz, pintor de Atánquez.
El escultor tiene 35 años de edad, pero insiste en que lo único diferente es la
edad, porque es y seguirá siendo un niño trabajando. Continuará intentando que su
obra permanezca en el tiempo, que siga despertando pasiones de distinta índole,
que pase algo con sus creaciones: “malo es que no pase nada con una obra; puede
ser fea o bonita, pero que despierte algo”. Reconoce que el arte es complicado, pero
dice que seguirá firme, buscando más rigor, bregando por dejar un legado importante
para La Paz, para el Cesar y para el país.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MARCELA MARTÍNEZ
CONGELAR EL TIEMPO
EN UNA FOTO
A
sus 23 años de edad, la joven fotógrafa Marcela Martínez tiene un gran propósito en
su vida y es el de hacer una reconstrucción histórica de su pueblo natal La Paz. Siente
preocupación, porque ve que no hay una memoria plasmada de todo lo que repre-
senta este municipio del Departamento del Cesar. “La Paz es un pueblo de gente con
talento y con una cultura muy rica; por eso quiero dejar esa historia en imágenes: de
sus personajes, sus lugares y todo lo representativo de aquí”. Marcela no desea que
se olviden de aquellas personas que lideran las fiestas, las mujeres que hacen las
almojábanas o los artistas que han llevado su talento en nombre de La Paz. Anhela
que todo quede en imágenes y textos, porque no quiere que este sea un pueblo con
nombre, pero sin memoria. “Un día estuve en la Casa de la Cultura de Manaure y
también visité la de Pueblo Bello y me di cuenta de que en la de mi pueblo no había
casi nada, estaba vacía; por eso pretendo llenarla con su historia”. Ese trabajo ya
lo comenzó antes de que llegara la pandemia de covid-19 a nuestras vidas. Estuvo
indagando, investigando, leyendo y recolectando fotografías de ciertos lugares, para
ver cómo se veían antes y cómo se ven ahora. Por ejemplo, en la administración
municipal pasada se hizo un concurso sobre la fotografía más antigua de La Paz y
hubo muchas que se presentaron: de la plaza, el mercado, las almojobaneras, lo que
también la motivó mucho.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Marcela Martínez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
La mecedora descompuesta
La lluvia de hojas amarillas cuando la brisa estremece las ramas
Los atardeceres dulces
El viejo pájaro carpintero en el mismo árbol, ladeando el mismo hueco
Fantasmas de mi infancia corriendo por el palo de mango
Los pasos de mi papá retumbando a las seis de la mañana
El agua panela de mi mamá
Las tablas a medio caerse de la casa de al lado
Alfonso y Miguel más viejos que nunca
Ya no me hablan, ya no sonríen, ya no juegan conmigo
Ahora los veo y solo son palos que sostienen la cerca
Cuando hace tanto eran mis amigos, imaginarios obviamente
Pero mis más fieles amigos
Estoy aquí en el mismo pueblo, en el mismo patio, en la misma mecedora
Con las mismas cosas, pero ya nada parece ser igual, ni siquiera yo.
Para el futuro, Marcela quisiera que Paz Diversa tuviera un espacio propio,
un lugar específico donde pudieran reunirse o ir a pedir ayuda de cualquier índole,
psicológica o legal, porque considera que el fortalecimiento emocional es muy im-
portante para evitar cualquier desenlace fatal, como ha sucedido en muchas ocasio-
nes. “Es importante entender qué nos pasa, por qué nos pasa y el porqué sufrimos
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Marcela Martínez
el rechazo hasta de nuestras familias, y por eso también quisiera que tuviéramos un
hogar de paso, donde puedan llegar aquellos que son aislados por sus familiares”.
Recuerda que ella misma fue excluida por sus compañeros, su familia y los docentes
del colegio donde estudiaba, cuando dio a conocer que era lesbiana. Ese día, ella
no sabía nada, solo sabía que sentía atracción hacia otras mujeres. La reacción de
las personas a su alrededor tuvo un gran impacto en ella, y dice que aún guarda la
sensación de que no pertenece a ningún lugar en este mundo. Siente un vacío; de
ahí el afán de que nadie más pase por eso. En el plano cultural, quiere ver la Casa
de la Cultura de La Paz llena de cuadros, de historia del pueblo, que no solamente
se muestre la gastronomía, sino todo lo demás que tiene. Marcela desea también
tener más fotos de su pueblo, pero es que, cuando llega, suelta la cámara y se dedica
a vivir, a disfrutar y a visitar a sus amigos. “Primero me alimento el alma y después
pongo mi ojo”. Aprendió de Jorge Luis Borges que un poema te dice algo y de Tina
Modotti que la fotografía te lo muestra; y de Salvador Dalí, que, si juntas las dos
cosas, puedes hacer el artista que te dé la gana.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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EMPRENDER UN SUEÑO
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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DAVINSON TROCONYS
UN AMOR POR LA
AGROINDUSTRIA
L
a uvita de lata, más conocida como corozo, hace parte de la vida de Davinson Tro-
conys desde que era un niño. Su abuelita, quien vivió de 103 años, sus tíos y padres
enterraban la fruta para hacer un vino artesanal, que era el que se tomaban en las
fiestas de fin de año en su natal Chiriguaná. La cosecha del mes de junio era desti-
nada a estas fiestas y la cosecha que se daba entre diciembre y febrero la guardaban
para los vinos que se tomarían a mitad de año. Era una dinámica que año tras año fue
viendo Davinson y desde entonces empezó a soñar con algo más grande. Hoy en día
es un emprendedor que hace parte de la Asociación de Productores Agroindustriales
del Centro del Cesar, a través de la cual se procesa la uvita de lata, cultivada en la
ciénaga de la Zapatosa, uno de los complejos de agua dulce más grandes de Lati-
noamérica. Esto se logró luego de una gran lucha, que sigue activa, y a una donación
que recibieron de la Unión Europea de maquinarias y equipos, no solo para vender
los productos derivados de la fruta, sino para ser representantes exitosos de esta
ecorregión del Caribe colombiano.
Como ingeniero agroindustrial, Davinson explica que todo inició cuando llegó
al territorio la Unidad de Desarrollo Económico Local y él se convirtió en el enlace
municipal de esa unidad. Se planteó un proyecto para el cultivo de 72 hectáreas
orientado a varios municipios, incluido Chiriguaná, al cual le asignaron 12 de esas
hectáreas. La Agencia montó un proyecto muy interesante, por fases. Dice Davinson
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Davinson Troconys
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Davinson Troconys
cuatro botellas de ese vino de uvita de lata para Francia y en una reunión de amigos
lo sacó. Todos quedaron impresionados, especialmente uno que también estaba en
el negocio de los vinos. Ese amigo, de nombre Nicolás, pensó que era vino Porto, y
ella le explicó que era uno que se hacía en Chiriguaná, en Colombia. A raíz de eso,
Nicolás decidió viajar hasta el pueblo para conocer de dónde salía ese vino tan ex-
quisito. Davinson lo recibió, le explicó todo el proceso que habían pasado, en qué
estado estaban y lo que deseaba para el futuro. Nicolás le dio recomendaciones
y le aconsejó con fuerza que nunca desistiera, que siguiera luchando hasta lograr
comercializar ese vino a gran escala.
A pesar de todo eso, Davinson considera que estas iniciativas productivas, con
las que se pueden generar muchos empleos, no son atractivas para los gobernantes,
quienes prefieren invertir en otras obras, como vías y edificaciones. Sí ha habido
avances y ha sido gracias a su gestión. Por ejemplo, la empresa minera Drummond,
que está en la zona, ya está consumiendo productos locales, como los peces, las aves
y los lácteos. Él lo llama una “visión compartida”, es decir, si la convocatoria está
dirigida a un sector, Davinson y su grupo de trabajo hacen lo posible para que sean
beneficiados. Así ganan todos y hay un auge económico en el pueblo.
Y es que su carrera está diseñada para lograr esto. Ser ingeniero agroindus-
trial, según explica Davinson, es ser una empresa ambulante. Menos mal que ter-
minó la carrera, pues estando en los primeros semestres quería cambiarse, pero un
profesor lo hizo desistir de esa idea. Le dijo que, al terminar no tendría que buscar
empleo, sino que tenía que aprovechar el potencial de su territorio y fomentarlo. Y
eso es lo que hace y por lo que lucha Davinson. Ser ingeniero agroindustrial quiere
decir que aprovecha la materia prima y se genera un valor agregado a la producción,
pero además de manera amigable con el medio ambiente. Es un profesional que
puede trabajar en cualquier eslabón de la cadena productiva. Davinson está enamo-
rado de su carrera y de su proyecto, sabe que va a obtener los resultados esperados
y solo espera tener el registro sanitario para poder salir a decirle al mundo que en
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Chiriguaná se hace el mejor vino, la más rica mermelada y el delicioso jugo de uvita
de lata.
Quiere dignificar el quehacer de los pescadores del complejo cenagoso de La
Zapatosa, ser ejemplo de resistencia y beneficiar al mayor número de familias de esa
villa bonita que es Chiriguaná. Para él, este es un emporio cultural y productivo, pero
además un punto de referencia en la historia de Simón Bolívar, donde María Con-
cepción Loperena le entregó 200 caballos para la campaña libertadora. También es
la cuna de grandes y destacados profesionales de todas las ramas del saber y dueña
de varios humedales importantes que hacen parte de la Zapatosa.
Todo eso le da fuerza para reivindicar la uvita de lata o corozo, esa que los
ganaderos han destruido en los últimos años para convertir las tierras en improduc-
tivas. Para Davinson, esta es una especie promisoria y muy productiva y quiere que
no sea vista como una plaga a la que hay que eliminar. No le importan los ataques
que ha recibido, las negativas, los saboteos a la infraestructura y los reveses que le
ha tocado vivir. Todo eso lo considera experiencias que lo hacen crecer cada día –a
él y a su proyecto–, amar más a la uvita de lata o corozo y desear seguir trabajando
fuertemente por sus sueños.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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FRANCISCO JAVIER
RODRÍGUEZ
ENTRE COLMENAS,
POLEN Y MIEL
U
no de los pioneros de la apicultura en el Cesar es Francisco Javier Rodríguez, quien,
con 34 años de edad, cuenta con 45 colmenas en diferentes zonas, con las cuales
produce la miel Sabanas de Ibirico, en el municipio La Jagua de Ibirico, Departamen-
to del Cesar. Es natural de esta población, pero su madre es de Norte de Santander y
su padre del Magdalena. Este oficio no es nuevo para él, pues desde que era un niño
y veía a su abuelo trabajar con las abejas, comenzó a hacer las cajas con calabazos
para capturar los enjambres de forma artesanal y obtener así algo de miel. Cuenta
que una vez logró sacar 40 litros de miel, aunque el mecanismo que usaba no era
el mejor, porque destruían las colmenas y las abejas se iban más lejos, por lo que el
próximo año no tenía forma de comenzar a trabajar otra vez. Cuando llegó a los 18
años, se fue de la finca de su abuelo, pero siguió con la idea de seguir trabajando con
las abejas. Entró a hacer un curso en el Sena, donde el director de la época, por allá
en el año 2012, le dijo que la apicultura no podía ser posible en esa zona, porque
se explotaba carbón.
Eso lo dejó frío, pero no lo amilanó ni lo hizo darse por vencido y al año si-
guiente, en el 2013, comenzó a hacer la primera captura de abejas. Como capturador,
veía una abeja y la metía en una cajita, y el primer enjambre que consiguió estaba
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Francisco Javier Rodríguez
Tenían en total unas 36 colmenas que comenzaban a dar sus frutos, cuando
se presentó un incendio descomunal que las destruyó totalmente. Solo quedaron
las bases de hierro, y la primera y la tercera colmena, que lograron resistir al fuego.
Les tocó entonces comenzar de cero, ya que se perdió todo el esfuerzo hecho has-
ta el momento. Con esperanza y optimismo, Francisco comenzó a armar otra vez
el apiario ahí mismo, en el peladero que había quedado, con algunos elementos
que tenía producto de un proyecto de fortalecimiento con la empresa Prodeco. En
esa oportunidad se apoyaron varias unidades productivas, pero ellos ya tenían una
asociación llamada Apiarios Frutos del Campo, con la que pudieron obtener algo
más de recursos. También instaló unas 20 colmenas en su casa, las cuales fueron
trasladadas poco después a otra reserva forestal, cuyo dueño los dejó trabajar allí.
Hasta la fecha, cuenta con 45 colmenas, aunque –se lamenta–, si no hubiera sufrido
con todo lo que le pasó, tendría muchas más.
Francisco trabaja con abejas meliponas y africanizadas, pero rescatadas, por-
que no inciden directamente en la genética. El propósito es el rescate y, cuando
las tienen, las ponen en cuarentena para determinar si son resistentes a las enfer-
medades. A veces se descarta alguna colmena, cuando ya es muy vieja y no tiene
capacidad de desarrollo, mientras que el enjambre demuestra ser fuerte cuando es
resistente a las intervenciones que realizan. A las que son escogidas se les cons-
truye su colmena y se les instala una marquetería, con cera para que labren y se
desarrollen. Una ventaja viene de que en la zona hay unos diez mil árboles de maíz
tostado, muy apetecido por las abejas, cuando están en la etapa de floración, así que
producen un néctar delicioso. Las colmenas que usan son las llamadas “yumbo”, que
no son las comerciales, aunque son fabricadas por ellos mismos, con medidas más
precisas, para disminuir los costos de producción y dejar menos espacio a las plagas.
También nos explica Francisco que su producción de miel es diferente de la
de la mayoría de apiarios de la zona, ya que el apicultor moderno a las abejas les
suministra azúcar disuelta en agua, para alimentarlas, y eso las enferma, mientras
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Francisco Javier Rodríguez
tener un valor agregado a su miel, que es totalmente natural, razón por la cual la
piden muchas personas, que se han convertido en sus clientes fijos.
Los meses de cosecha de la miel son diciembre, finales de enero y marzo, y a
veces llega hasta finales de abril, dependiendo del clima. Hay lotes que demoran más
que otros, llegando incluso hasta julio. Todo depende de la floración de los árboles,
que a veces comienza en noviembre, diciembre o enero. Entonces, a mediados de
noviembre, Francisco comienza a armar materiales y, cuando ya llega la “primavera”
y se da la máxima floración de los árboles, aprovecha para recolectar néctar y alma-
cenar. Nos explica que los “pies de cría” son núcleos de abejas con cuatro marcos:
dos de alimento y dos de crías nuevas y en desarrollo, que cuando cogen fuerza se
convierten en una colmena madre con diez marcos, lista para la producción. Ese
proceso demora entre seis y ocho meses. En la colmena hay una abeja reina que
tiene cinco años de vida productiva, mientras que las obreras solo tienen 90 días, y
están las nodrizas, que proveen de jalea real a la reina, para que desarrolle el órgano
reproductivo. Luego ella se aparea y guarda el semen, para poner sus huevos, de
acuerdo con el tamaño de la celda y así reproducirse.
La miel Sabanas de Ibirico llega a muchas partes del país, donde es solicitada
por sus múltiples beneficios: sirve para las heridas, para abrir el apetito, para las do-
lencias, para la fertilidad, para aclarar la voz y para muchas cosas más. Aunque a ve-
ces lo llaman “El loco de las abejas”, afirma que este es un oficio importante y nada
fácil, como la gente cree. Además, considera que las abejas están en el rango más
alto de trabajo en equipo: son coordinadas, no son egoístas y son muy solidarias.
Tiene muchos planes para el futuro. Uno de ellos es vender colmenas tecnificadas
de abejas meliponas, para que las personas las puedan tener en el patio de su casa.
Es decir, como un banco de colmenas. Ya tienen un proyecto diseñado en Aracataca,
el cual está funcionando con un cliente y va avanzando. También espera venderlas
a quienes requieran de polinización en las zonas de cultivos o donde hay potreros,
para aumentar la producción.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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EMILCE MARÍA
PÉREZ MIER
LA TARUYA Y SUS MÚLTIPLES
VIDAS EN LA FUNDACIÓN
MANATÍ
D
esde que era pequeña, Emilce María Pérez Mier se alejó de los cánones y normas
que dictaban el contexto cultural en el que se crio. Quería trabajar y mantenerse
a sí misma para no depender de nadie, y así lo hizo. Es oriunda del corregimiento
de Antequera, donde nació hace 69 años en medio de una familia bastante grande,
característica de esos tiempos, en esta población que pertenece al municipio de Ta-
malameque, Departamento del Cesar. Aunque comenzó a trabajar desde los 7 años
recogiendo palmas, cortando leña o arriando agua de los caños, su niñez la describe
como maravillosa y llena de los lindos recuerdos que constantemente vienen a su
mente. Así describe a su pueblo: “esta era una comunidad pequeña de pescadores
que trabajaban a la orilla de la ciénaga de Zapatosa. Las calles eran polvorientas y
había unos paisajes hermosos que enmarcaban las casitas de palma y barro”.
También nos indica que la tradición era que las mujeres trabajaban la palma
que los hombres iban a recoger. Así lo hacían su mamá y su abuela, quien llegó a
este lugar desde Norte de Santander. Vivían allí las familias Chávez Oviedo y Mier
Ospino, representativas de la zona y parte de sus antepasados. “Era un pueblo bello
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
y unido, porque las casas se hacían entre todos. Decían, ‘vamos a empajar la casa de
fulano’ y todos colaboraban. Se hacía desayuno o almuerzo comunitario y antes del
anochecer ya la familia tenía un techo”.Dice que los niños iban a cortar “tacanes”
para echarles a los huecos de los caminos de herradura, para poder transitarlos. Por
uno de ellos se iba hasta Tamalameque, ya sea en burro o a pie, y había que atravesar
varios pantanos. “Eso era los domingos, cuando las mujeres y los hombres iban a
vender las esteras y las escobas al pueblo y hacían el mercado. Salían desde las seis
o siete de la mañana y regresaban a las cuatro de la tarde”, indica Emilce.
En esos tiempos las esteras se vendían a 20, 30 o 50 centavos, dependiendo
del tamaño. Cada familia hacía entre seis o siete esteras semanales y en su elabo-
ración colaboraban todos los hijos. “Las familias eran numerosas: había de diez,
doce y hasta quince hijos”. También llegaban de Puerto Boca unas señoras que les
decían “boqueñas”, compraban las esteras y se la llevaban a los señores de los bar-
cos, quienes las transportaban hasta Barranquilla o Barrancabermeja. Se usaban
mucho, añade la lideresa, porque cubrían las camas llamadas catres, que eran de
cuero. Recuerda también que había mucho analfabetismo y la educación era pre-
caria, por lo que ella solo pudo llegar a segundo de primaria. No había un colegio,
sino que algunos profesores llegaban al pueblo y reunían entre 70 y 80 niños para
irles enseñando algunas cosas en el corto tiempo que permanecían allí. “No había
luz, se usaban mechones, pero éramos felices corriendo y jugando por las calles de
Antequera”, asegura.
Cuando llegó a la edad de 11 años dejó el pueblo y se fue a trabajar a Ba-
rrancabermeja, en una casa de familia, donde había tres niñas y un niño. “Allí me
enseñaron muchas cosas que no sabía y donde comencé a leer mucho, porque había
una gran biblioteca”. Lo primero que leyó fue la cartilla Alegría de Leer No. 4 de Evan-
gelista Quintana, donde encontró historias muy bonitas en las que se veía reflejada.
Aprendió mucho de la naturaleza y de urbanidad. Para ella fue maravilloso descu-
brir el mundo de los libros y se aferró a la lectura para seguir aprendiendo muchas
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Emilce MaríaPérez Mier
cosas más. También se asombró mucho cuando vio por primera vez una televisión
y buscaba detrás del aparato a los personajes. No sabía qué era eso, ni tampoco
la radio. Sus empleadores le explicaron cómo era que funcionaban. “Fue algo tan
espectacular que quedé maravillada, ya que no sabía que eso existía, porque en mi
pueblo no había ni luz”.
Allí estuvo cuatro años y cuando regresó a Antequera a la edad de 15 años, ya
veía la vida de diferente manera y tenía muchas expectativas. Quería que Antequera
fuera como la ciudad donde había estado trabajando, que tuviera luz, colegios, agua,
correo, televisión, todo de lo que había gozado en Barrancabermeja. Igualmente
comenzó a preocuparse porque sus hermanos estudiaran y los motivaba para que
lo hicieran. Eran doce en total y no habían tenido la oportunidad de hacerlo ante-
riormente, por eso comenzó a ayudarlos. Sin embargo, Emilce ya no quería quedarse
allí: deseaba conocer más, aventurarse a otras ciudades y aprender mucho. Y se fue
a Bucaramanga, donde trabajó en un restaurante durante dos años, luego de lo cual
viajó a Barranquilla y se instaló en casa de unos familiares.
Así Emilce se convirtió en una inspiración para los jóvenes de Antequera, por-
que de ahí en adelante comenzaron a salir del pueblo a trabajar en otras ciudades.
Muchas personas se fueron hacia Barranquilla, donde ella les conseguía empleo
y las ayudaba a instalarse. “Los fines de semana, cuando nos daban permiso, nos
reuníamos a conversar y a hacer planes de lo que íbamos a comprar para llevarles a
nuestras familias en diciembre”. Los viajes hasta Antequera eran en tren, porque aún
no había carretera que uniera a los pueblos del Magdalena, que ahora es el Cesar y
el Atlántico. El viaje duraba hasta tres días, porque debían esperar en Ciénaga a que
pasara el ferry. Por eso lo hacían cada año. Emilce era totalmente independiente, ga-
naba su dinero trabajando y ayudaba a su familia. Estando allá, trabajaba en la casa
de un médico y se leyó casi todos los libros de medicina que tenía en su biblioteca.
De Barranquilla tomó rumbo hacia La Guajira, donde estuvo solamen-
te un año, pero fue donde le picó la curiosidad por la política. Allí trabajó con el
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
gobernador de turno y fue conociendo cómo era ese mundo en el cual incursionó
años más tarde. Aunque le tenía pánico al matrimonio, el amor llegó a su vida en
1978 y se casó. “Como era de las hermanas mayores, me tocaba cuidar a mis herma-
nos menores, y yo decía que no quería saber más nada de pelaos. Quedé saturada”.
Emilce quería una vida diferente, salir del pueblo, buscar otros rumbos, pero su
esposo quiso quedarse en Antequera, lo cual fue muy duro para ella.
Fiel a sus principios de no seguir lo que dictaban las normas culturales, no se
quedó en su casa, sino que se puso a trabajar a la par de su esposo. “Quedarme fue
duro, pero tampoco quise ser mantenida, porque yo desde los 11 años me mantenía
sola y era independiente”. Fueron aprendiendo el uno del otro, compartiendo ideas,
aclarando lo que cada uno quería y acoplándose a la vida en pareja. “Yo le decía: ‘tú
llegas con dos manos y yo con las mías; lo que consigamos es de los dos, pero yo no
te voy a pedir nada, no estoy acostumbrada a eso”, anota la lideresa. Eran tiempos
en los que Antequera ya había crecido: tenía un teléfono de Telecom, había luz de
seis a ocho de la noche y había llegado la televisión, la cual usaban con una batería
de carro en el día. Y recuerda Emilce que hasta la vegetación cambió, porque ya no
había tantos árboles, se habían construido más fincas y los animales característicos
de la zona, como el chigüiro, se estaban extinguiendo. Muchas de las costumbres
también se fueron acabando, como el trabajo comunitario y la colaboración entre
las familias. Cada quien trabajaba en su parcela y se dedicaba a lo suyo.
Emilce tuvo cinco hijos, pero perdió uno, en uno de los momentos más duros
de su vida, cuando ya habían comprado su primera parcela, que aún conserva, en
la que cosechaban maíz, criaban cerdos y los comercializaban. El terreno le costó
$2.000.000 de pesos y con un crédito de $500.000 compró las primeras reses.
“Cuando mi hija tenía 18 años se enfermó de un cáncer, por lo que la llevamos a
Bogotá para un tratamiento, pero todo era muy costoso, ya que nos tocaba pagar
particular, porque no teníamos seguridad social. Vendimos todo y nos quedamos
sin nada. Fueron cinco meses los que duré con ella allá y finalmente falleció”. Era
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Emilce MaríaPérez Mier
la tercera de sus hijos y después de su muerte la familia tuvo que reponerse y salir
adelante.
Su objetivo era que Antequera fuera mejor, que su gente se educara, porque
“un pueblo educado, jamás será humillado” y eso se lo transmitió a sus hijos. Co-
menzó a involucrarse en la política, acompañó varias campañas, trabajaba con la
comunidad aconsejando a los votantes para que no vendieran el voto. Sin embargo,
no le fue del todo bien y se alejó un poco. Siguió trabajando junto a su esposo y la
calidad de vida de su familia fue mejorando. Sus hijos también comenzaron a traba-
jar en otras fincas palmeras, porque no quisieron seguir estudiando, y dice Emilce
que eso les dio duro, por lo que después decidieron ingresar al Servicio Nacional de
Aprendizaje (SENA) y estudiar. Después del 2004, el año en el que murió su hija, la
lideresa no encontraba en qué ocuparse, quería tener la mente concentrada en algo,
para no recordar ese episodio triste de su vida, y ahí sí se metió de lleno a la política.
En el 2011 fue elegida concejala y paralelamente trabajó en la Fundación Ma-
natí, creada para proteger el complejo cenagoso de la Zapatosa. Sacándole provecho
a la taruya o jacinto de agua, que afectaba este cuerpo de agua, se empezó a producir
a partir de esta materia prima papel, artesanías y abono orgánico. Ella pensó que las
personas de la fundación la iban a ayudar, pero no fue así, solo obtuvo el respaldo
de uno de sus fundadores, Bernardo Salazar. También pensó que el trabajo se incre-
mentaría, pero fue al contrario, porque los cuatro años que estuvo en el Concejo la
fundación se paralizó. Al terminar su período en esa corporación pública, retomó
su trabajo en la fundación, y sigue allí, luchando para que no se acabe y para seguir
ayudando a quienes la integran y a la ciénaga de la Zapatosa. “Me decepcioné de la
política: pensé que iba a ser diferente, pero todo era mentira, ahí se trabaja por un
interés económico para el bolsillo del político, no para las comunidades. Fue una
desilusión y por eso me alejé”.
Lo único que logró gestionar como concejal del partido Alianza Verde fue
que les hicieran la vía y una calle para el pueblo, pero la Fundación no consiguió
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Emilce MaríaPérez Mier
Para Emilce la vida es bella y por eso cada día quiere crecer espiritual, moral y ma-
terialmente para complementarse. “Soy muy soñadora y aprecio esto que Dios nos
dio por eso debemos de cuidarlo”. Le tiene miedo a quedarse quieta y siempre quiere
sentirse útil. “Pienso que el tiempo pasa y no me quiero dejar atrapar de este. Por
eso quiero que, cuando llegue mi hora, quede hecho algo”, puntualiza.
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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HERMES MURGAS
SOÑAR UN EJE CAFETERO
TURÍSTICO EN LA SERRANÍA
DEL PERIJÁ
E
s auxiliar contable y graduado en ideas de negocios, ha estudiado formulación y
estructuración de proyectos comunitarios y está terminando un diplomado en lo
que considera su gran pasión: el turismo. Ese es Hermes Murgas, un enamorado
de la Serranía del Perijá y de su emprendimiento Murgas Ecoturismo, ubicado en la
vereda Guamal del corregimiento San Jacinto, en el hermoso municipio de Codazzi.
Ahí nació y fue criado por sus padres. Toda su familia pertenece al lugar, y aunque
fue a estudiar a otras partes del país, regresó para quedarse.
Recuerda los días hermosos de su niñez, cuando iba a la escuela en el pueblo,
mientras los mayores se dedicaban a cultivos de pancoger. Muchos de sus amigos se
quedaron como agricultores y siguen en las fincas que heredaron, todas muy pro-
ductivas. En cambio, él salió a prepararse para regresar con otra visión del mundo,
una más empresarial y organizada, que le ha servido para alumbrar lo fascinante
de estas montañas. En esa época vivían los Marín Liñán, los Lacouture, también los
Matos, Romero, Gómez, Zuleta y Celedón. Igualmente había familias como los Ávila,
los Díaz, los Cuello, unos de apellidos Zárate, Berrío, Bautista, Angarita, Cuéllar,
Rangel, Zequeira, entre otros. Algunos nativos de la zona y otros que llegaron de
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
los Santanderes, del Tolima y de otros lugares del interior del país. Varios se fueron,
vendieron sus terrenos y ahora volvieron a comprarlos.
Su gran proyecto es organizar el Eje Cafetero del Caribe colombiano. Afirma
que Codazzi es el mayor productor de café de la Costa y hay muchas zonas cafeteras
que ameritarían denominar así esta región. Rememora la primera bonanza de café
de la región, cuando el pueblo no era municipio y pertenecía a Robles y al Magdale-
na. Poco a poco se fue colonizando, al igual que Manaure y Becerril. Muchos de los
que llegaron se instalaron en la cordillera para cultivar café, ajo, cebolla y tomate,
entre otros productos. Para Hermes, en ese tiempo la cercanía de Maicao, que era
un puerto libre, facilitaba la salida de café hacia las islas del Caribe, como Aruba,
Curazao y Haití.
El café no pagaba aranceles, no había tampoco una organización que lide-
rara su producción y venta y los mismos caficultores llevaban el producto hasta
la zona portuaria. Pero poco a poco la Federación Nacional de Cafeteros comenzó
a interesarse en el tema, a medida que iban creciendo los cultivos y aumentaban
las familias dedicadas a esta actividad. Hoy hay solo en Codazzi unas 1.500 fincas
cafeteras, pero también están en La Jagua de Ibirico, Becerril, Villanueva, Manaure,
Chiriguaná y Urumita, en La Guajira. Son alrededor de 534 las familias que viven del
cultivo de café.
Hermes explica que hay un organismo que los lidera, que es el Comité de
Cafeteros Cesar-La Guajira, con representantes a nivel municipal y departamental,
una identidad y un mecanismo de cedulación. Toda esta renovación se ha venido
dando en los últimos 30 años. Los cafeteros se han capacitado en buenas prácticas,
en investigación para combatir las plagas y en nuevas variedades. Por ejemplo, antes
cultivaban la variedad típico arábigo, que era susceptible al hongo de la roya y había
que estar fumigando, pero luego, a través de la Federación y su Centro Nacional de
Investigaciones del Café (Cenicafé), pudieron conocer una variedad resistente a la
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Hermes Murgas
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Hermes fue concejal en 2012, aunque ya lo había sido en el año 2000. En ese
momento el gobernador era Luis Alberto Monsalve, a quien le vendió muy bien la
idea, porque los recursos se lograron y la vía se terminó en el 2015. Fueron 38 kiló-
metros que impactaron positivamente a toda la zona. Su propósito al incursionar en
la política siempre estuvo claro. Gestionar progreso y buscar suplir las necesidades
de la población. Estaba seguro de que allí, dentro de alguna corporación, se necesi-
taba alguien que conociera el tema, que llegara a los entes territoriales de manera
directa con voz contundente para que volvieran su mirada hacia estos territorios que
tanto le aportan a la economía del país.
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Hermes Murgas
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Ha sido pionero en esto, pero quiere dejar un legado a muchos otros empren-
dedores, con el ánimo de que se animen y esta región se convierta en uno de las más
visitadas del país, en un destino turístico apetecido, no solo por los nacionales, sino
por los extranjeros. Murgas Ecoturismo será la puerta de entrada a la Serranía y al
Eje Cafetero del Caribe. Así quiere Hermes que quede proclamado. En esa dirección,
lo avizora en cinco años como un destino nacional y en diez años como uno mundial.
Y lo logrará, pues la perseverancia de Hermes es determinante. Quiere hacer histo-
ria, desea dejar ese legado a las nuevas generaciones y a sus tres hijos, quienes le
ayudan en el negocio cada vez que pueden, aunque tienen sus profesiones. Uno es
administrador de empresas, el otro médico veterinario y el tercero estudia Ingeniería
Agroindustrial. Los tres educados con lo que produce la Serranía del Perijá. A Hermes
nada le queda grande y lo ha demostrado, por eso es posible que muy pronto veamos
a la Serranía y al Eje Cafetero del Caribe como uno de los destinos turísticos más
importantes, no solo del país, sino del mundo.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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JOHENNY DANGOND
LA MUJER INNOVADORA
DEL CACAO MANAURERO
D
esde la finca El Tucán, ubicada a unos 960 metros sobre el nivel del mar, en la ve-
reda Casa Grande, del municipio de Manaure, en el Cesar, Johenny Dangond relata
la historia de cómo pasó de ser una psicóloga en una entidad prestadora de salud
(EPS) a emprendedora de chocolates. Asegura que todo comenzó hace unos seis
años, cuando ella y su esposo compraron la finca, para tenerla como un lugar al que
iban a pasar vacaciones y temporadas especiales, junto a sus dos hijos. Graduada de
psicología en el 2007 de la Universidad de Pamplona, Johenny explica que, como
son unos apasionados de la naturaleza y su pareja ama las aves, eran muy felices
disfrutando del paisaje tan hermoso que les brindaba el lugar.
A medida que iban organizándose y ampliando el proyecto, se dieron cuenta
de que no querían ser egoístas y debían compartir con otras personas lo que ellos
gozaban, por lo que convirtieron la finca en un hospedaje campestre para quienes
quisieran disfrutar de la naturaleza de una forma diferente. Frente a ellos tenían
un bosque de árboles de cacao que, según afirma, estaba subutilizado, porque las
plantas daban sus frutos y se perdían. No tenía ni idea de qué se podía hacer con
ellas, pero comenzó a indagar y a leer mucho sobre el tema y pudo enterarse de que
se podían hacer muchas cosas con el cacao. La iniciativa fue de su esposo, porque
ella trabajaba como psicóloga de promoción y prevención en Coomeva. El trabajo y
sus hijos le copaban todo su tiempo.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Johenny Dangond
máquinas más pequeñas al alcance de su bolsillo y con las que podrían realizar el
mismo proceso que con las máquinas industriales. Y las consiguieron mucho más
baratas, a pesar de que eran importadas desde Alemania.
Lo que había aprendido en Bogotá se podía aplicar fácilmente con estas ma-
quinarias, que eran funcionalmente iguales, solo que mucho más pequeñas y pen-
sadas para tostar el café, pero que también sirven para el cacao y funcionan como
un horno para pan. De este modo, el molino para moler el grano lo adecuaron para
triturar la semilla y su esposo encontró por internet unos chicos que hacían esas
mismas transformaciones para descascarillar el cacao y pudo diseñar su máquina
propia. Como él es ingeniero mecánico, con una aspiradora y la ayuda de un familiar
que trabaja el acero pudo construirla. Otra de las máquinas es una mezcladora de
cacao, con unas piedras que semejan a las que usaban los incas para hacer la pasta
y posteriormente elaborar los productos.
Hasta que, poco a poco, fueron aprendiendo cómo usar cada máquina y lo
que podían hacer con el cacao. Ella tomó un curso virtual de bombonería con una
chocolatier venezolana, donde aprendió lo básico, y que podía darles a cada uno de
sus productos el toque personal o que la identificara. Con un barranquillero apren-
dió a hacer bombones de chocolate pintados y a introducir los sabores autóctonos
de Manaure. Los chocolates y bombones los combina con las frutas cítricas que
produce esa tierra, con los frutos rojos, con la panela o la caña de azúcar. También
incluye almendras, uchuvas, arándanos y chocolate blanco.
La emoción iba creciendo con cada producto que se ideaba Johenny, y sus
amigos y familiares quedaban encantados cuando se los daba a probar. Así comen-
zaron a darse a conocer en la región, sobre todo por el chocolate de taza, el cual
tiene dos presentaciones, una con clavos y canela y otra tradicional. Johenny consi-
dera que aún están en pañales, porque siguen experimentando, buscando sabores,
colores, empaques diferentes y clientes. Son pasos pequeños que para ellos son
enormes, ya que en tres años es mucho lo que han avanzado.
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Johenny Dangond
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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JORGE LUIS
RAMÍREZ REYES
FAMILIA QUE TRABAJA UNIDA,
PERMANECE UNIDA
T
oda la familia de Jorge Luis Ramírez Reyes está involucrada en el negocio familiar del
cultivo de café, en la finca Los Peñones, vereda Canadá del municipio de Manaure,
en el Cesar. Él es feliz con esto, porque tiene estabilidad económica y le permite
compartir y disfrutar de todas las actividades con su esposa y sus hijos. “Hacemos
todo juntos, desde la selección de la semilla, la fertilización, la limpieza y la recogida,
que es de las cosas más satisfactorias, la que más nos llena, porque es cuando vemos
el fruto de todo el trabajo hecho”. Es un manaurero nacido un 14 de julio de 1969
en un hogar también cafetero, donde desde los abuelos estaban involucrados en la
siembra del café, en Norte de Santander inicialmente y luego en esta región. “Mi
abuela fue de las primeras chapoleras de San Gil y mi mamá también fue recolectora
de café. Ahora mi hija se está certificando como tostadora y catadora, algo que me
tiene muy orgulloso”. Tal herencia le permitió desde pequeño conocer todo el pro-
ceso, aunque sus padres nunca tuvieron finca propia, pues trabajaban en otras, su
mamá en la recolección de café y su padre como zootecnista, inyectando, vacunando
o castrando a los animales.
La finca donde ahora vive con su familia era de las más grandes que había
en esa zona 50 años atrás y sus padres y tíos trabajaron allí. “Fuimos cogiéndole
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Jorge LuisRamírez Reyes
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
explica que lo mismo pasa con los cerdos y los huevos, porque es una producción
más orgánica que le da mejor sabor y una buena textura a los productos. Además,
instituciones como la Corporación Autónoma Regional del Cesar (Corpocesar), las
Unidades Municipales de Asistencia Técnica Agropecuaria (Umata) y la alcaldía “es-
tán muy preocupadas por la producción de alimentos y la protección del agua, ya
que hay que cuidarla, porque vamos a llegar hasta el momento en que el agua será
más cara que la gasolina”.
En un futuro muy cercano, quizás en tres años, Jorge aspira a tener máxima
producción en su empresa familiar y ha pensado mucho en el agroturismo “para
mostrarle al resto del mundo lo que se puede producir aquí siendo amigables con
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Jorge LuisRamírez Reyes
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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GUSTAVO
VALDERRAMA ROJAS
LA TRADICIÓN LOCAL
EN EL VINO DE COROZO
G
ustavo Valderrama Rojas es un joven ingeniero ambiental y sanitario que retornó
hace cinco años a su tierra natal, el municipio de Becerril, en el Departamento del
Cesar, después de haber sido desplazado por la violencia, para liderar un emprendi-
miento en el que se elabora y comercializa el vino de la uvita de lata o corozo. Du-
rante el tiempo que la violencia arreció fuertemente en esta región del país, Gustavo
vivió en las ciudades de Ibagué y Bucaramanga, pero falleció su abuelo, el apoyo
de la familia, y retornaron al Cesar. Gustavo también es especialista en Gerencia de
Proyectos de Ingeniería y Magister en Gestión Ambiental, y siempre vivió cerca del
campo, porque su papá tenía una finca en La Jagua de Ibirico, donde había ganadería
y un galpón de gallinas. Allí iba en las vacaciones y aprendió a trabajar en todo: a
hacer quesos, cuajo, a cuidar los animales y también a realizar otras labores propias
del campo.
En Bucaramanga trabajó en varias partes como mesero y asistente de un es-
tanco. La carrera universitaria la hizo en la Universidad Popular del Cesar, donde
ingresó a Ingeniería Ambiental, aunque inicialmente quería estudiar Veterinaria, pero
no la dictaban en una universidad pública de la costa y su familia no tenía los recur-
sos para costear una privada. Lo que resalta de haber estudiado en esta institución
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
es que conoció a muchas personas de todo tipo: los que quieren salir adelante, los
que se sacrifican para estudiar, y también aprendió muchísimas cosas, de lo bueno
y lo malo.
Al llegar a Becerril, y en una de las ediciones del tradicional Festival de la
Paletilla, elaboró el vino a base de uvita de lata o corozo para el consumo de su
familia, pero uno de sus amigos llegó, le pidió que le vendiera un litro y les dijo a
otras personas que en la casa de Gustavo podían conseguir más licor. Ese día lle-
garon tantos compradores que se acabó todo el vino que Gustavo había preparado
para su familia, como lo hacían en cada festival y como lo habían hecho sus tíos
durante muchos años. Precisamente fue de ellos de quien aprendió todo el proceso
de su elaboración, ya que cuando estaba pequeño los ayudaba a prepararlo y se iba
dando cuenta de cada uno de los pasos para obtener el vino. En esa época, junto a
un grupo de amigos, pedían permiso en las fincas cercanas para recolectar el corozo
y, después de pasar todo el día en esa labor, regresaban con dos o tres bultos para
despeparlo, limpiarlo y prepararlo para hacer el vino. Cuando el corozo ya estaba
listo, lo echaban en una caneca, le agregaba tres kilos de azúcar y lo ponían en el
techo o los enterraban durante quince días o un mes, antes de las fiestas, para que
estuviera fermentado y en su punto para consumirlo. Muchas veces lo combinaban
con whisky o aguardiente, para que rindiera durante los días que duraba el festival.
Es un proceso similar al que ahora realiza para la producción de su vino La Cacica, en
honor al reinado de La Cacica, la Chicha y la Caciquita que se lleva a cabo durante el
festival, en el cual participaban anteriormente concursantes de la etnia yukpa, pero
al que ahora van jóvenes de los barrios del municipio. El vino de Gustavo es bien dul-
ce y rinde bastante: de una botella pueden salir dos garrafas, según afirma, a además
les gusta mucho a quienes lo han consumido, porque sienten su efecto muy rápido.
Lleva cuatro años en el proceso, mejorando la técnica, investigando y tratan-
do de perfeccionarlo, con el decidido apoyo de toda su familia, tanto en la produc-
ción como en la comercialización. El vino lo elabora en su casa de Becerril y las uvitas
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Gustavo Valderrama Rojas
las recoge en varias veredas de la zona, como la Guajirita, Estados Unidos o Manan-
tiales, de donde las trae en sacos para después seleccionarlas, sacarles las pepas,
prelavarlas y limpiarlas. Posteriormente las selecciona, las almacena en canecas y
las endulza, antes de enterrarlas o ponerlas al sol, dependiendo del sabor que quiera
obtener, porque cada uno de los procesos da un vino diferente. Personalmente, a
Gustavo le gusta más el que sale de las uvitas asoleadas y dice que es más sabroso
y el que más prefiere su clientela, por eso es la técnica que más utiliza. Enterradas
o al sol, duran unos quince días, durante los cuales Gustavo va sacando el líquido
y echándole un poco más de azúcar, según como vaya probando. El vino La Cacica
no tiene ninguna clase de aditivos, es totalmente natural y con el tiempo se pone
mucho más fuerte, pero no se daña.
Según este viticultor, si llega a cumplir su propósito de crecimiento y logra
expandirse, se podrían tecnificar los procesos de lavado y fermentación, cumplir
con todos los estándares que exige la normatividad existente y obtener así el sello
del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) para
poder llegar a exportar su vino a otros países. Gustavo es consciente de que tiene
que ir avanzando en calidad, para ser competitivo en el mercado, aunque tiene al-
gunas estrategias de marketing que ha aplicado en el Festival de la Paletilla, donde
ha vendido la botella de vino en una mochila y acompañado de un abanico. La idea
fue inspirada en la tradición de la mudanza, un evento característico del festival,
en el cual cargan un kiosco completo desde la entrada del municipio hasta la casa
indígena, en medio del desfile de mucha gente que va bailando mientras las reinas
desfilan en sus comparsas. En esa oportunidad, Gustavo vendió toda la producción
de vino y muchas de las personas que lo consumieron hablaron de su buena calidad
y sabor, lo que se convirtió en la mejor publicidad para el producto.
El joven ingeniero ambiental tiene grandes sueños con su emprendimiento,
que ve en unos años como una empresa de vinos donde se comercialicen cinco sabo-
res diferentes y una marca de whisky. Desde ya tiene en preparación la incursión en
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Gustavo Valderrama Rojas
la producción de vinos a base de maracuyá, de lulo y tamarindo, en este caso para lo-
grar un sabor agridulce que se convierta en otra opción para los clientes. Una de sus
grandes metas es tener una destilería de vinos y whisky con barriles de roble y pino
que, aunque son un poco más costosos, le dan un mejor sabor a los licores, aunque
también le gustaría probar armarlos con árboles nativos, para ver qué sabores puede
obtener. Para estos planes sabe que necesita equipos de destilación, desgranadora,
una máquina de lavado, una despulpadora, e ir avanzando en el negocio, hacerlo más
rentable y abrirle camino a otros productos que se elaboren con otros ingredientes y
se puedan comercializar. Espera que cuando llegue ese momento pueda contar tam-
bién con varios distribuidores, no solo en Valledupar, sino en otras partes del país
e incluso llegar a exportar sus licores. Adicionalmente, con la palma de corozo se
pueden hacer otras cosas, como instrumentos musicales y artesanías, y aunque dice
que su producción es baja, a largo plazo espera que haya cultivos más productivos,
porque esta palma tiene unas características especiales que le permiten soportar las
altas temperaturas del clima seco templado que se da en esta zona.
Tiene en mente también producir mermeladas y endulzantes con el corozo
y otras frutas, para diversificar el negocio y llegar a muchos más clientes. Gustavo
piensa en grande y desea con este emprendimiento poder darles la mano a jóvenes
de Becerril, con un empleo estable, y que también crezcan al lado suyo, porque está
convencido de que esto es lo que se necesita en la población. Quiere cambiar el pre-
sente, pues muchas personas, en especial los jóvenes, tienen que irse de la población
para buscar un futuro en otro lado, porque no hay fuentes de empleo disponibles
para trabajar. Muchos solo tienen la opción de trabajar en una mina o en la alcaldía,
pero para Gustavo esa situación debe cambiar, pues en Becerril están dadas todas
las condiciones para que, por ejemplo, se puedan sembrar muchos productos y co-
mercializarlos. Para él, esto es clave, y si los dirigentes miran al campo, se podrían
generar más empleo y, por supuesto, darle más movimiento a la economía local, que
ha sido golpeada duramente por la pandemia.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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LUZ MERY TORRES
CHOCOLATE ARTESANAL
CON VALOR AGREGADO
E
n la música y la literatura del Caribe colombiano las mujeres han sido un tema infal-
table. Han sido las musas de la canción, pero hay que decir, y con cierto gusto, que
en la realidad hay otras mujeres, señoras valientes que deciden emprender rumbos
diferentes a los que proclama la música y las letras. En el Departamento del Cesar,
más específicamente en Pueblo Bello, hay matronas que se dedican a cultivar la vida
en el campo. Luz Mery Torres es una de ellas. Esta mujer se dedica a la transforma-
ción del cacao de manera orgánica y con él produce cacao pulverizado y barras de
chocolate. Este fruto ofrece oportunidades en Pueblo Bello, especialmente a las
mujeres, pues, como dice Luz Mery, es la posibilidad de que las madres no dependen
de los demás, sino de ellas mismas. En busca de su propia forma de empleo, para
Luz Mery el cacao se ha convertido en la posibilidad de montar un negocio propio.
Pero este proyecto no solo se trata de alcanzar una autonomía económica, sino
ayudar a otras personas, para que también puedan mantener a sus familias. “Creo
que a veces hacemos ricos a los demás, mientras tanto, nosotros nos hacemos más
pobres”. Como lo ve y lo vive Luz Mery, el cacao te da alegría, juventud, ánimos de
trabajar, de seguir adelante: “haces feliz a mucha gente con eso, con el sabor, cuando
te dicen ‘Oye, qué delicioso, ¿esto lo hacen ustedes? Sí, eso lo hacemos las mujeres
de Pueblo Bello’”.
[ 501 ]
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Su primer contacto con el cacao fue hace 15 años, cuando trabajaba en la al-
caldía. Para ese momento había un convenio con la Federación Nacional de Cacaote-
ros (Fedecacao) para realizar capacitaciones y formar a los habitantes del municipio
sobre el fruto. Diez años después, llegaron los coreanos a Pueblo Bello para apoyar
la creación de un centro de acopio. Ahí llegó la oportunidad de aprender sobre la
fermentación y el secado. Entonces, conociendo las dificultades de empleo, surgió
la idea de crear la Asociación Transformadora de Cacao de la Sierra, que lleva apro-
ximadamente dos años de estar constituida legalmente.
El café se ha cultivado en Pueblo Bello desde que Luz Mery tiene memoria,
pero no ha sido así con el cacao. A diferencia del café, que solo se produce una vez
al año, el cacao produce dos o tres veces al año. Lo que sí comparten ambos frutos
en Pueblo Bello es que se cultivan de manera orgánica. Para Luz Mery este ha sido
un logro de mucho esfuerzo, ya que ha implicado precios de venta más elevados,
al tiempo que están contribuyendo al cuidado de la tierra y de la salud de los con-
sumidores.
La transformación de cacao que realiza la Asociación es 100% orgánica, sin
aditivos, químicos o conservantes, y se lleva a cabo por medio de un proceso artesa-
nal, que consiste en tostarlo, quitar la cáscara del cacao a mano, uno por uno, tostar
nuevamente el fruto, secarlo y molerlo a mano. Con el cacao pulverizado, que es la
presentación final de la transformación, se pueden hacer brownies, chocolatinas y
tortas. Para Luz Mery el cacao brinda felicidad y, al dedicarse a su transformación,
no solo está regalando felicidad y salud a otros, sino recuperando un fruto con una
importante tradición indígena.
El cacao se ha convertido en la posibilidad de aportar a la sostenibilidad eco-
nómica de mujeres y víctimas del conflicto armado. Sin embargo, la asociación ne-
cesita ayuda para mejorar sus procesos de producción y garantizar una estabilidad
económica para sus colaboradoras. “Tenemos las ganas de trabajar, las ganas de
salir adelante, las ganas de ayudar a los demás, pero solas no podemos”. Para Luz
[ 502 ]
Luz Mery Torres
Mery, se necesita generar alianzas con organizaciones o gestores sociales que les
enseñen a aplicar a proyectos de inversión para comprar maquinaría, como peladoras
y tostadoras, y esto les permitirá tecnificar y ampliar el proceso de producción y,
con esta, generar mayor empleo. Para esta mujer emprendedora parte fundamental
de su sueño consiste en que el cacao siga abriendo puertas para ayudar a los demás.
Luz Mery es una matrona que contribuye a la vida del municipio por medio
de un emprendimiento que brinda sustento a madres cabeza de hogar y preserva la
vida de Pueblo Bello a través de ayudas comunitarias. Su casa se ha convertido en un
hogar para niños y niñas indígenas en condiciones precarias que necesitan cuidado
de manera temporal. Mientras nos cuenta su historia, el niño que tiene en este mo-
mento bajo su cuidado se le acerca. Luz Mery acoge a los niños que no pueden ser
sostenidos por sus padres temporalmente y los impulsa a estudiar. Además, brinda
apoyo por medio de mercados y juguetes para los niños de la Sierra.
A través de su trabajo, esta matrona rescata valores como la solidaridad y la
perseverancia, y especialmente, ha descubierto lo que significa crear comunidad.
Asegura Luz Mery que el futuro de Pueblo Bello está en las redes y alianzas que se
den entre los habitantes del municipio, de manera que cada persona que aporta a
un proyecto conozca el resultado del proceso del que hizo parte. El futuro de este
municipio agrícola también está en el campo y en la autonomía de los campesinos
para emprender sus propios negocios. Cuando era pequeña, Luz Mery recuerda que
en el municipio se cultivaba caña, yuca, guineo, plátano, e insiste en que es necesario
que se siga trabajando la tierra, que se le dé “valor a lo realmente importante”. Y
para ello la consolidación de una comunidad es indispensable.
Luz Mery se ha convertido en un ejemplo para la comunidad y en la puerta a
un nuevo imaginario para la música y la literatura del Caribe que demuestre lo que
pueden y quieren hacer las mujeres del Departamento del Cesar. Es una mujer va-
liente y emprendedora, dispuesta a lograr su autonomía y la de las demás mujeres
de su municipio por medio de un fruto que brinda alegría.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MARÍA VICTORIA
SAADE
POTENCIAR SISTEMAS
AGROFORESTALES Y GANADERÍA
SOSTENIBLE
M
aría Victoria Saade es una mujer independiente, vehemente, defensora de sus princi-
pios, creencias y opiniones, que se declara adicta a dos cosas: a trabajar y a viajar. Es
conocida como “Matoya” o “Toya”, que es como le dicen sus hermanos desde niña,
para simplificar su nombre. Nació en Valledupar, pero ha vivido en muchas partes.
Esta economista de la Universidad de Antioquia con maestría de la Universidad
Nacional, es viuda y madre de dos hijos, el hombre vive en Alemania y la mujer en
Barranquilla. Ella, mientras tanto, vive sola en Valledupar, aunque considera que
en esta ciudad se lleva una carga emocional muy fuerte, porque dice que la gente
cree que a todos los que nacieron allí les tiene que gustar el acordeón y ella, por el
contrario, es bastante crítica con la letra de algunas canciones de este género. “Claro
que me gusta, pero también tengo posiciones frente a las letras y las costumbres
alrededor del vallenato”, enfatiza, al mismo tiempo que expresa “tampoco pienso
que este es el mejor lugar del mundo para vivir. Hay muchos lugares buenos, y uno
es de donde le vaya bien, pero si uno dice eso, es porque no conoce muchos lugares”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Uno de sus primeros viajes fue a la ciudad de Manizales, donde llegó a ter-
minar el bachillerato, ya que en Valledupar las instituciones educativas impartían
hasta cuarto de bachillerato y era muy normal que los padres enviaran a sus hijos a
estudiar a otras ciudades. “Salí a los doce años a seguir estudiando allá, porque mi
mamá, quien era maestra, y mi papá, tenían muy claro que debía educarme, al igual
que mis hermanos. Además, Valledupar era como una comarca que estaba aislada,
donde existía solo el colegio de las monjas, que no tenía hasta sexto, y el Loperena,
que era para hombres”. Para ella, que los padres enviaran a sus hijos a un internado
era un acto de generosidad enorme, que implicaba desprenderse de sus hijos para
que adquirieran una educación mejor. Además, se consideraba que había mejores
colegios en el interior del país y debía ser internado, por lo que su mamá se puso de
acuerdo con otras madres y encontraron el de Manizales, aunque en ese momento
esa práctica ya estaba entrando en desuso, incluso ese internado se acabó el año en
que María Victoria terminó.
En dicha institución estudió con muchas compañeras del mismo Valledupar,
del Valle del Cauca, del Eje Cafetero y hasta de Panamá, con varias de las cuales
tiene aún contacto, algunas son profesionales y otras decidieron ser amas de casa.
“En ese colegio me fue bien, aunque no era la mejor, pero me iba bien sobre todo
en matemáticas y en humanidades; sin embargo, no era buena en disciplina, y por
eso siempre estaban a punto de echarme, porque era terrible y, según las monjas,
era una estudiante que cuestionaba mucho”, cuenta Matoya. En Manizales también
encontró algo que no había en Valledupar y fue una actividad cultural, la cual dis-
frutó mucho, sobre todo el Festival del Teatro, que era un ícono nacional y al cual
las monjas les permitían asistir. “Oír a Pablo Neruda de primera voz no se te olvida
jamás, es una experiencia única que no hubiera logrado en Valledupar”.
Cuando terminó su bachillerato, en el año 1969, quería estudiar en la uni-
versidad pública y se planteó el reto de entrar a la de Antioquia a estudiar Econo-
mía, una carrera que le llamó la atención porque combinaba muchas cosas y de la
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María Victoria Saade
cual había leído datos interesantes. Allí vivió el movimiento estudiantil en toda su
plenitud, se sentía como pez en el agua, participando de manera activa en muchas
actividades, conciertos, charlas, incluso en peleas y correndillas. “Viví todo con sus
errores y ventajas, fue una época muy sabrosa que duró unos siete años, a pesar de
que no perdí ningún semestre, pero hubo varios paros que alargaron el proceso”.
Reconoce también que aprendió, mucho sobre todo de equidad, de justicia social, de
diversidad, de tolerancia, entre muchas otras cosas que llenaron su vida universitaria
y que la prepararon para su vida laboral.
Cuando ya se graduó de economista volvió a Valledupar por unos seis meses,
en los que trabajó con uno de sus hermanos, quien tenía una oficina de arquitectos
e ingenieros, los cuales se ganaron un concurso de evaluaciones de proyectos. Le
correspondió a ella hacer ese trabajo, que realizó junto a Ricardo Palmera, cuyo
hermano era socio de la oficina. Después de ese breve tiempo trabajando en la ca-
pital cesarense, se fue a Bogotá, donde comenzó a trabajar en el Banco Ganadero,
específicamente en el Centro de Estudios Ganaderos y Agropecuarios (CEGA), donde
estuvo durante doce años aprendiendo mucho de investigación económica. Estando
en la capital del país, trabajando en diversas áreas del banco, se casó con un arqui-
tecto bogotano, con quien tuvo sus dos hijos, pero falleció en un accidente. Nueva-
mente se le presenta una oportunidad de regresar a Valledupar para trabajar en una
subgerencia de la misma entidad financiera, atendiendo otras oficinas, las cuales
eran sus clientes. Cuando salió de ese cargo, trabajó algún tiempo como economista
independiente, casi siempre en el sector privado, a excepción de algunos seminarios
y varias clases en especializaciones y posgrados en la Universidad Popular del Cesar.
Llegó la oportunidad de trabajar en el sector minero y de regresar a Bogotá,
aunque iba y venía de manera constante a Valledupar, donde tenía ya establecida
su casa. Así estuvo durante diez años, hasta que logró pensionarse y actualmente
maneja una empresa agroforestal, donde lleva a cabo un proyecto de reforestación
con fines comerciales y uno de ganadería sostenible. “Es un tema bien interesante,
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 508 ]
María Victoria Saade
papá fue ganadero y tuvo un sistema similar, no tan tradicional, con el que manejó su
finca con gran eficiencia. María Victoria explica que este modelo, copiado de países
como Cuba y Brasil, es poco aplicado en el Cesar, pues solo cinco fincas lo adoptaron,
aunque cree que debería ser implementado por muchas más, para que sea masivo
el cuidado de los terrenos.
Además de trabajar –lo cual le encanta, además de haberle permitido salir
adelante con sus hijos cuando enviudó–, María Victoria también hace otras cosas que
la llenan, como, por ejemplo, participar en el proyecto de la Filarmónica del Cesar,
apoyando esta expresión cultural. “La gente tiene que tener distintas opciones y no
creer que el mundo comienza en un acordeón y termina en una guacharaca, y con
esto no estoy diciendo que nuestra cultura no me gusta. Es bonita, pero no debe
ser lo único que debemos tener como opción, porque, si creemos eso, ya se le está
haciendo daño a la sociedad, porque tiene que haber diversidad”, opina la econo-
mista. Dice que predomina tanto la música vallenata que termina anulando otras
expresiones artísticas, tan válidas como esa, la cual considera demasiado patriarcal,
e incluso las mujeres que la practican terminan haciendo lo que hacen los hombres.
Para María Victoria, es necesario que los jóvenes sepan que el mundo es más amplio,
que hay otros instrumentos, otros sonidos y otras manifestaciones, importantes
también para la cultura de un pueblo.
Como defensora del medio ambiente, María Victoria hace parte del Foro Am-
biental, una expresión de la sociedad civil que recoge opinión en defensa del medio
ambiente y pone a la gente a pensar y a discutir temas relacionados con el río, el
árbol, la montaña, el reciclaje, entre otros. Por otro lado, participó en los llamados
Diálogos Improbables, una iniciativa relacionada con la promoción, el impulso y el
acompañamiento a procesos de diálogo que el pareció muy interesante, porque, se-
gún afirma, “el gran problema de este país es que la gente no habla, no hay debates,
no hay discusiones, pero sí agresiones y plomo, eso sí. Es necesario que aquí todos
puedan pensar lo que les de la gana y no debe pasar nada por eso”. Es también una
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MAMO LUIS
GUILLERMO
IZQUIERDO TORRES
LIDERAZGO PANELERO,
AMBIENTAL Y ESPIRITUAL
E
l líder indígena de la etnia arhuaca Luis Guillermo Izquierdo Torres, conocido como el
mamo Menjavi de Pueblo Bello, es el artífice de la exportación de panela pulverizada
orgánica desde este municipio del Departamento del Cesar. Lo hace a través de la
asociación Seinekan, que beneficia a 60 familias cultivadoras de caña que llevan a
cabo este proceso de una manera tecnificada y envían al exterior unas 120 toneladas
del producto cada mes. Izquierdo hace parte del linaje busintana, de los hombres
medicina, es decir, aquellos que están relacionados con todo lo que tiene que ver
con sanación y con la medicina para el alma y el espíritu, así como con las plantas y
la investigación. Nos cuenta este líder espiritual que casi todos los productores de
la zona estaban enfocados en el monocultivo, específicamente en el café, pero se
dieron cuenta de que eso no les estaba dando rentabilidad y comenzaron a planear
la diversificación de los cultivos, para poder tener muchas más opciones de comer-
cialización. Entonces fue cuando surgió la idea de cultivar la caña para producir
panela, la cual inicialmente molían de manera tradicional, siempre conservando las
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
semillas, para ir sacando las diversas variedades de caña, en total 18, entre las que
están las blancas, las amarillosas, las negras y la piojota.
Explica que comenzaron a trabajar en trapiches de madera, “siempre bus-
cando la máxima calidad y tratando de innovar, para poder ofrecer un producto
diferente y que fuera atractivo al consumidor”. No querían sacar panela común y
corriente, por lo que pensaron en la pulverizada, y después en la saborizada con
sabores producidos allí mismo, naturales y orgánicos. Cuando se dio la primera
producción, enviaron algunas muestras a varios laboratorios internacionales y les
respondieron que el producto era de una calidad y una pureza excelente, la mejor
que habían evaluado. “Eso nos trajo mucha satisfacción, porque se evidenciaba que
estábamos haciendo un buen trabajo, como todo lo que se tiene que hacer en la
vida: comer, vestir, vender, promocionar, todo debe ser de buena calidad, y eso es
algo inherente a nuestro linaje”.
Habían encontrado la clave para ser diferentes y darle un valor agregado a un
producto que es altamente consumido en todo el país, hasta llegar en la actualidad
a ser los primeros de la región en contar con registro del Instituto Nacional de Vigi-
lancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) y los sellos: de calidad, orgánico, de
comercio justo y de exportación, sellos que garantizan un producto excelente que
se puede exportar, es amigable con el medio ambiente, no se trabaja con químicos
y se paga, en toda la cadena de producción, a un precio justo y buenas condiciones
de mercadeo, sobre todo para los productores. “Nos decidimos por la panela pulve-
rizada porque es mucho más fácil de consumir y más estética, ya que con una sola
cucharada la puede probar y no tiene que romperse un diente ni el dedo partiendo
una panela muy dura”.
Poco a poco fueron cambiando el sistema de producción y ya dejó de ser tan
artesanal, pues los pedidos iban aumentando. Entonces compraron las pailas de
acero, unos trapiches más grandes y se fueron preparando para cumplir con toda la
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Mamo Luis Guillermo Izquierdo Torres
normatividad que exigen las autoridades colombianas. Dice el mamo Luis Guillermo
que el primer ejercicio de exportación lo hicieron a través de terceros, una noticia
que trascendió a la prensa y que sorprendió a muchos en el Cesar, porque hasta ese
momento no se sabía que allí se estaba produciendo la panela pulverizada, aunque
ellos ya llevaban dos años en el proceso. Eso fue en el año 2015, aunque la pro-
ducción de panela en la comunidad tiene alrededor de quince años, según precisa
el líder indígena. “Ni los gobiernos local y departamental sabían lo que estábamos
haciendo, pero a partir de ahí nos convertimos en una especie de embajadores del
Departamento del Cesar, no solo ante Colombia, sino ante el mundo”.
Otras regiones paneleras, como los municipios de Atánquez, La Jagua de Ibi-
rico, Codazzi y González –uno de los principales productores de caña del Cesar–, co-
menzaron a llegar a Pueblo Bello para aprender de la tecnología que estaban usando,
ya que llevaban muchos años produciendo panela, pero nunca habían exportado ni
cumplían con las normas vigentes.
“Ellos aún estaban produciendo de manera muy artesanal, pero nosotros ya
habíamos superado incluso a las que se producen en el Cauca, en los Santanderes y
en Bogotá, cuyos productores comenzaron a pulverizar desde que conocieron nues-
tra experiencia”. Es de destacar que todo lo que han logrado hasta el momento en
Pueblo Bello ha sido con el esfuerzo propio de los miembros de la comunidad, quie-
nes “sacaron sus alcancías y aportaron los recursos para la compra de maquinarias,
mejoramiento de las instalaciones, capacitación del personal y herramientas para
trabajar, porque creyeron en el proyecto”. Lo mismo sucedió con la tecnología y los
procesos que se aplican, los cuales fueron investigados por los mismos productores,
quienes iban ensayando y aplicando, hasta obtener los resultados esperados. “Por
ejemplo, encontramos que en el mercado europeo exigen pruebas para detectar la
sustancia química acrilamida, porque no aceptan un producto que la tenga. Enton-
ces nosotros mismos encontramos la tecnología para detectar esta y otros metales
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
pesados, así como para evitarlos”, precisa el mamo Izquierdo. Esto significó un gran
avance, porque anteriormente el producto tenía que ir al Departamento de Boyacá,
donde tienen estos equipos, para después regresarlo al municipio, y ello generaba
un gasto significativo, que se ahorró con la adquisición de la maquinaria que se
necesita para este proceso.
A raíz de todo lo que generó la producción de panela pulverizada, algunas or-
ganizaciones internacionales comenzaron a interesarse en el tema, como la Agencia
de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid - United States Agency
for International Development), y se comenzó un inventario de todos los trapiches
[ 516 ]
Mamo Luis Guillermo Izquierdo Torres
del Cesar que arrojó que el de Pueblo Bello es el más tecnificado. “También descu-
brimos algo interesante y es que, en el municipio de González, donde hay alrededor
de 2.600 hectáreas de caña, se vende la panela al municipio de Ocaña, en el Departa-
mento de Santander, por lo que los recursos del fomento panelero no le llegan y, por
lo tanto, no se apoya al gremio, perdiéndose así una gran oportunidad de avanzar”,
explica Luis Guillermo. Se decidió entonces crear la Mesa Panelera del Cesar para
organizar al gremio panelero del departamento y apoyar a los productores, transferir
tecnología y motivarlos para que avancen en la innovación del producto.
El mamo Luis Guillermo asegura que, después de que se empezó el proceso
de exportación a través de terceros, se dio el salto para hacerlo directamente. Fue
cuando nació la asociación Seinekan, que es la comercializadora, a través de la cual
se llevan los productos a los puertos para enviarlos a otros países. Aclara que la pa-
nela que se puede exportar tiene que ser de los cultivos registrados como orgánicos,
porque hay unos a los que aún no se les ha hecho una trazabilidad y, por lo tanto, no
pueden vender su panela como orgánica; adicionalmente, para vender, han de tener
el cupo que se les otorga para exportación. Todo lo logrado ha sido producto de la
inquietud y la persistencia del mamo Luis Guillermo, una persona a la que le gusta
indagar, investigar y averiguar por sí mismo las cosas, aunque piensa que, como esto
ha crecido tanto, le tocará acudir a personal externo que tenga experiencia, para
enriquecer la producción.
Está pensando en hacer alianzas con una planta en Medellín, la cual estuvo
visitando, o con laboratorios de Suiza, para seguir innovando y hacer, por ejemplo,
melazas para los animales, incursionar en la cosmetología o en la elaboración de
biomasa, para tratar la tierra contaminada, aunque ya están elaborando fertilizantes
que envían a las plataneras de la zona bananera. Y ya están haciendo tirajes de pane-
la en cubos con sabor a maracuyá, naranja y limón, los cuales se desintegran con el
agua caliente o fría, y están pensando en sacar panela con cannabis medicinal. “Para
[ 517 ]
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
esto último ya tenemos la licencia y vamos a comenzar con las primeras plantacio-
nes, para ir haciendo las pruebas, buscando con esto generar muchos más empleos
y bienestar para nuestras comunidades”. De esta manera, agrega el mamo, se irá
acabando con el mito en torno de esta planta sagrada, que tiene muchos beneficios,
al igual que la hoja de layo, usada ya por chefs en muchas partes del mundo y con
la cual se hacen pastas, cremas, salsas y alcoholes aromatizados.
El mamo Luis Guillermo afirma que la comunidad es un refugio de vida donde
se respeta a las personas y los animales y donde la gente es cada vez más sensible.
Cree más en los valores, en la mitigación del cambio climático y en el cuidado de la
tierra. En el territorio también lidera un trabajo de reforestación con las abejas y un
jardín botánico, el cual califica de paraíso, porque es un lugar sagrado donde está
todo para disfrutar y para vivir a plenitud. “No entendía cómo algunos hermanos
blancos odian tanto la tierra y tienen un comportamiento irresponsable con ella,
pero después entendí que el hermano blanco había sido expulsado del paraíso y
tienen ese resentimiento; [pero] nosotros los mamos nunca hemos sido expulsados
y por eso contamos con este, que es el paraíso real y vigente. Por eso lo cuidamos
y lo conservamos”.
Para finalizar, el mamo Luis Guillermo hace una reflexión a partir de una ex-
periencia que vivió hace unos 30 años, cuando alguien lo llevó a conocer Bogotá y
vio un grupo de hombres armados con carros, gafas, gabardinas y metralletas. Re-
lata que le preguntó a su acompañante el motivo por el cual esas personas estaban
armadas y nerviosas, a lo cual le respondió que estaban cuidando la riqueza de la
nación, que era un dinero que estaban sacando del Banco de la República y, si alguien
intentaba robarlo, ellos estaban dispuestos a dar la vida, porque esa era su misión. El
mamo dice que en la noche se puso a meditar sobre lo que significaba la riqueza de
la nación y pensó que esas personas se iban a hacer matar por los billetes, que son
unos papeles a los que se les da valor, pero no se pueden comer, cuando da hambre.
[ 518 ]
Mamo Luis Guillermo Izquierdo Torres
Concluyó también que, si se robaban esos billetes, que tenían unos números úni-
cos, se podían anular estos seriales y se acabó el problema, porque los ladrones no
podrían usarlos, pero si se pierde una vida, una semilla, se agota un río o se muere
una fuente, esa sí sería una pérdida de la riqueza de la nación, aunque nadie esta-
ría dispuesto a dar la vida por eso. “La verdadera riqueza de la nación es la misma
existencia. Por eso hay que conservar lo que tenemos: la especie, la naturaleza y la
vida”, sentencia el mamo.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 520 ]
ORLIDIA JIMÉNEZ
CHICO
CREAR AROMAS Y SENSACIONES
EN LA PIEL DESDE LA MEMORIA
AFRO
U
na tradición familiar, que para Orlidia Jiménez Chico no tenía gran importancia, se
convirtió en lo que es hoy su emprendimiento. Esta mujer, quien nació y vive en el
municipio de Agustín Codazzi en el Cesar, recuerda que cada vez que había vacacio-
nes o en las temporadas de Semana Santa visitaba a su abuela y de allá se traía los
jaboncitos que ella producía. Su abuela vivía en Copey, donde se instaló luego de
llegar del municipio de Bayunca, en el Departamento de Bolívar. “Sus últimos años
los pasó acá con nosotros en Codazzi, donde falleció”, relata con tristeza. Recuerda
que ella hacía una mezcla para elaborar unos pequeños jabones que parecían más
bien una bola de dulce de ñame o de coco. “Los jaboncitos eran como un regalo que
nos hacía; traíamos varios, pero nunca me inquieté por saber cómo los hacía, ni que
elementos usaba. Fue después que me enteré de todos los detalles”. Esa mezcla que
usaba su abuela es el gran secreto para el éxito que han tenido sus jabones hoy en
día. Y solo hasta hace poco se enteró de qué ingredientes usaba y cómo se hacían
los jabones: “Fui a visitar a mi abuela, que ya estaba como enferma, y ese día mi tía
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
estaba haciendo unos jabones. Me traje unos recordando mi niñez y entonces pre-
gunté todo sobre el proceso de elaboración”.
Cuando llegó a Codazzi se quedó con varios jabones, pero otros se los regaló
a algunas de sus amigas, quienes quedaron encantadas y le preguntaron que de
dónde los había sacado. Fue ahí cuando Orlidia tuvo la brillante idea de ponerse a
hacer los jabones de su abuela y comercializarlos. Algunos de los ingredientes que
utiliza son matas de matarratón, de balsamina, orégano, carbón y, últimamente,
café orgánico. “Para perfeccionar la receta de mi abuela, tuve que investigar, pedir
ayuda a una sobrina que estudió laboratorio en el Servicio Nacional de Aprendizaje
(SENA) y documentarme de cómo debían ser los porcentajes de cada ingrediente y
las mezclas”, precisó. También aprendió los beneficios que aporta cada uno de estos
ingredientes al cuidado de la piel y la forma en que podría presentar sus jabones.
Los suyos ya no son como los de su abuela, en forma de bola, que parecían dulces,
sino cuadrados, y algunas veces con otras figuras, dependiendo de las fechas, como
en el día del amor y la amistad, que los hace en forma de corazones. “Hay jabones
para el acné, para cuidar la piel y de varios tamaños. Hasta el momento no ha habido
un comentario negativo ni ninguna reacción adversa al producto y eso me satisface
mucho”.
Orlidia ama sus jabones y se siente orgullosa de que produzcan beneficios
para quienes los usan: “más que un negocio, es hacer algo que me gusta y es brindar
algo que les sirva a las personas”. Evidencia de eso son los comentarios que recibe
a diario de quienes usan los jabones, a los que les puso la marca Du Savon, térmi-
no en francés para decir “de jabón”, que le gustó a Orlidia y por eso quiso ponerle
este nombre a su emprendimiento. A ella también le encantan las ventas y por eso
disfruta ofreciéndolo y explicándole a sus clientes para qué sirve cada variedad y
cada ingrediente. Tiene, por ejemplo, jabones para el acné, para exfoliar, para lavar
el rostro por las noches, para hidratar y contra los rayos UV del sol.
[ 522 ]
Orlidia Jiménez Chico
Ahora que se siente muy feliz y satisfecha con lo que ha logrado, piensa en
el pasado, cuando sus padres querían que estudiara una carrera relacionada con la
salud, pero ella no quiso y estudió Administración Financiera en la Universidad de
Santander, en Bucaramanga. Cuenta que ellos llegaron desde La Guajira y Bolívar
atraídos por el auge del algodón y el gran movimiento de la economía que se vivía
en esa época en el Cesar, específicamente en Codazzi. Su mamá tenía un almacén
y su papá vendía seguros y mercancía que traía desde Maicao, beneficiarios ambos
de esta región que se caracterizaba por ser productora. En su mente aún puede ver
pasar los grandes camiones con un sinnúmero de personas que iban a coger algodón
y los tractores manejados por personas que llegaban de muchas regiones del país. En
el colegio también se evidenciaba esa gran migración, y Orlidia recuerda que tenía
compañeros del interior del país y otras ciudades del Caribe, la mayoría dueños de
fincas y restaurantes que montaron en la época de bonanza algodonera.
Ahora, a sus 48 años de edad, esta mujer empresaria tiene muchos sueños
para su emprendimiento. Ya su producto lo conocen muchas personas de la zona,
porque lo ha presentado en ferias locales y en fiestas patronales, donde ha tenido
la oportunidad de contar con un stand. “Por ahora hemos estado en estos eventos
y en los mercados campesinos que se han organizado, donde muchas personas se
han mostrado interesadas en los jabones y donde me ha ido bien”. También cuenta
con redes sociales a través de las cuales realiza muchas ventas a personas de otras
ciudades del país. “Hemos hecho envíos a Cúcuta, Santa Marta, Arauca y a La Guajira,
donde solicitan mucho el de azufre para protegerse del sol”. Por eso espera que su
producto se conozca en toda Colombia y pueda lograr ventas , con un propósito en
mente, y es que no quiere que sus jabones dejen de ser artesanales, que conserven
esa esencia, y seguir usando los productos naturales, sobre todo los que se dan en
estos territorios. Dice que está en una fase de dar a conocer los jabones, demos-
trando lo que se puede lograr con ellos, el beneficio que producen y el servicio que
prestan para solucionar algunos problemas de piel. Orlidia planea iniciar el proceso
[ 523 ]
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Orlidia Jiménez Chico
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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YADIRA ÁLVAREZ
QUINTERO
EL PODER DE LA ‘CHIVOTERAPIA’
“
Mi vida es una búsqueda continua de conocimiento”, afirma Yadira Álvarez, una mu-
jer que ha trabajado con dedicación y cariño la tierra de Codazzi. Es una campesina
de nacimiento, pero también por elección, y una emprendedora que produce leche
y queso de cabra para el Departamento del Cesar, gracias a su emprendimiento La
Mellita. Yadira se define como ama de casa, madre de cuatro hijos y abuela de cinco
nietos, pero también como una administradora de empresas con énfasis agropecua-
rio y una ovinocapricultora.
“Ser ovinocapricultora ha sido la mejor experiencia de mi vida”, cuenta Ya-
dira. Este oficio, dedicado a la producción y consumo de leche y carne de ovinos y
caprinos, condujo a Yadira hacia lo que ella denomina su “chivo terapia”, ya que
considera que el consumo de leche de cabra tiene beneficios para la salud. Con el
emprendimiento La Mellita, Yadira promueve un producto accesible que permite que
las personas del municipio se alimenten mejor. Lo que hace no es usual, ya que la
ovinocapricultura ha sido un sector productivo copado por los hombres. Sin embar-
go, a través de su trabajo y dedicación ha demostrado el potencial y la importancia
de la mujer campesina.
El campo es un oficio que está en sus genes. Sus padres, Justo Rubén Álvarez
Mujica y Juana Francisca Quintero de Álvarez, eran campesinos dedicados al sector
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
agropecuario. Vivían en una finca ubicada en Verdecia, sector que conecta Codazzi
con El Paso, y allí sembraban algodón y cuidaban del ganado. Desde niña, su madre
le enseñó a trabajar. Recuerda que en la época de cosecha debía remendar con sus
hermanas los sacos para la recolecta del algodón. Yadira reconoce la labor de su
madre y se siente orgullosa de ser una de las “hijas de Doña Juana”, especialmente
porque le enseñó la importancia del trabajo. “Las hijas de Doña Juana hemos sido
exitosas, porque hemos sido unos grandes seres humanos, tanto en lo emocional
como en lo espiritual”.
De sus seis hermanas, ella fue la única que se dedicó al campo. A los 17 años
se casó y se convirtió en ama de casa. Sin embargo, se sentía incompleta, por lo que,
cuando sus hijos crecieron, decidió inscribirse en el programa de Administración
de Empresas de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD). Se siente
feliz y orgullosa por ser la primera en culminar la carrera en tres años. Desde ese
momento, no se ha detenido en la búsqueda de conocimiento. Cuando conoció la
ovinocapricultura, gracias a su mentor Alfonso Araújo Cotes, decidió tomar un año
sabático para visitar en compañía de su esposo varios apriscos. Estuvo en el aprisco
Villa Cabras del Tolima, en la Peñita de Bucaramanga, en Bogotá y en Montería.
Y tras un año de capacitación decidió que tenía las herramientas necesarias para
empezar. Se acercó primero a los ovinos, pero finalmente se decidió por la cabra.
Estaba enamorada de este proyecto y con el tiempo se convirtió en una cabrona,
“porque en el medio le dicen así a las personas que se dedican a la cría”, y en una
de las pocas ovinocapricultoras del Departamento de Cesar. De este amor nace su
emprendimiento, en honor a su hermana la mellita mayor.
Gracias a La Mellita recibió el premio a la mejor microempresaria del año por
la Cámara de Comercio en el 2018. La empresa aporta trabajo a seis personas del
municipio y da acceso a productos naturales por medio de la venta de leche y queso
de cabra. Yadira se ha convertido en una referente en su campo en el Cesar. Según
cuenta, los chivos la han llevado lejos. Son los hijos que Dios le mandó. Gracias a
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Yadira Álvarez Quintero
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 530 ]
YELIXSA VILLERO
RIVERA
DE FRUTAS A VINOS CON
SENTIDO EMPRESARIAL
L
a pandemia se convirtió para Yelixsa Villero Rivera en una gran oportunidad de em-
prender y de encontrar un trabajo que la apasione y le mueva todas las fibras de
su ser. Es ingeniera electrónica y tecnóloga en Mercatrónica, auditora en calidad,
profesión que ejercía en una empresa privada en una mina de carbón en el municipio
de Agustín Codazzi, Departamento del Cesar. Fueron ocho años los que estuvo allí
trabajando y olvidándose de disfrutar de muchas cosas. Cuando llegó la pandemia
a nuestro país, las directivas de la empresa decidieron suspender el contrato, con-
gelar el salario y solo pagarles la seguridad social, pero poco después la liquidaron,
al igual que a la mayoría de los empleados. Al mismo tiempo, su amigo y compadre,
Jonathan Navarro, fue despedido de su trabajo como jefe de impacto en toda Co-
lombia de una empresa hotelera, por lo que tuvo que dejar Bogotá, donde estaba su
sede, y regresarse al pueblo. Allí se reencontraron y comenzaron a pensar qué hacer
para ganarse la vida. Especialmente, pensaron en un proyecto que pudiera poner al
municipio ante los ojos de Colombia y el mundo, que lo representara y que pudiera
ser conocido por algo que no terminaban de definir.
Después de tanto analizar, Yelixsa pensó en la posibilidad de hacer un vino
especial, ese que su familia había elaborado por muchos años y que degustaba en
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
las fiestas familiares. “Queríamos algo que fuera representativo de aquí, que todo
mundo preguntara por ese producto, como, por ejemplo, las almojábanas de La Paz,
y decidimos que yo podía hacer el vino y Jonathan lo vendería, por ser experto en el
tema”. La primera decisión que tomaron fue que sería un vino totalmente artesanal y
tuviera un sentido social, para que la gente sintiera el producto como propio, que los
representara ante el mundo. Además, a través del proyecto, se tendría que ayudar a
las familias productoras del pueblo. Fue así como nació el vino Agustín de la Sierra,
hecho con frutas que se cultivan en la Serranía del Perijá.
Otra decisión que se tomó fue que el logo serían dos peces bailarina, una azul
y una rosada, que los representa a ellos como seres organizados y perfeccionistas,
que les gusta hacer las cosas bien y son meticulosos en sus movimientos, así como
esa especie de peces. Comenzaron a investigar todo lo concerniente al tema, aunque
Yelixsa era experta en hacer vino de corozo, ya que lo producían cotidianamente
en su familia. Asimismo, pensaron en el vino de maracuyá, de mango, de mora y de
otras frutas que se producen en la zona. “Teníamos claro que les compraríamos a los
pequeños productores, a las familias vulnerables, a la madre cabeza de hogar o al
señor que mantiene a sus padres, por ejemplo”. Uno de sus vendedores pertenece a
una familia de retornados colombianos de Venezuela que trabajan en una finca y el
que los transporta es un señor que maneja una ciclotaxi y es el sostén de su hogar,
conformado por su esposa, hijos y sus padres. Además de estos, el fotógrafo, el
publicista y muchos proveedores son personas del municipio de Codazzi.
Comenzaron a hacer las pruebas y lograron sacar 36 botellas en octubre de
2020, las cuales se comenzaron a vender entre familiares y amigos, casi todos por
fuera del municipio. También iniciaron a asistir a ferias y al mercado campesino,
donde conocieron varios productores, que ahora son sus proveedores. “Ha sido un
proceso difícil, pero de muchos aprendizajes, de conocer a mucha gente bonita que
nos ha ayudado y de ayudar a otros emprendedores”, afirma Yelixsa. Las primeras
botellas las mandaron a hacer en Barranquilla y tuvieron un costo alto, pero la idea
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Yelixsa Villero Rivera
era arrancar y dar a probar el producto, para saber si gustaba o no. Y el vino sí gustó,
muchas personas lo degustaron y fueron pidiendo más botellas, ya sea para con-
sumir o para regalar. “Fuimos a varias ferias y, cuando nos dimos cuenta, muchas
personas querían tener la botella de vino para algún cumpleaños, para llevarlas a
otro país como regalo y tener algo representativo del pueblo”. El vino ha llegado
a Alemania, Francia, Holanda, Argentina, Chile y Venezuela. Actualmente elaboran
vino de corozo, de mora, de maracuyá, de mango, tropical y de café biche, pero
esperan sacar cada año una edición especial con un sabor internacional, que será
siempre una sorpresa. “Las pruebas ya las hizo Jonathan, quien se encuentra en Es-
tados Unidos, y está todo listo para sacar unas cien botellas de ese sabor especial”.
Explica que cuentan con un ingeniero químico que los ha asesorado en la
fórmula, y aunque no tienen aún un registro del Instituto Nacional de Vigilancia
de Medicamentos y Alimentos (Invima), son conocedores de todas las normas al
respecto. “Cada vez que se va a sacar una crianza se hace un análisis en un labora-
torio microbiológico y medimos los niveles de alcohol con un alcoholímetro que
compramos”.
Ella es la que hace prácticamente todo el trabajo, desde el proceso de fermen-
tación hasta el licuado y el cocinado. Todo lo realiza en la noche, para hacerlo de
manera más tranquila. Su hermana le ayuda en el embotellamiento, a pasteurizar y a
poner las etiquetas. Cuentan con una encorchadora manual, una licuadora industrial,
un tanque de mil litros y ocho de 200 litros. Desde junio de 2020 están constru-
yendo la fábrica, porque actualmente todo se produce en su casa. “Allí podremos
instalar otras máquinas y también queremos tener el registro de Invima, porque eso
nos va a abrir muchas puertas en supermercados, almacenes de cadena y en otras
ciudades”. En la actualidad cuentan con distribuidores en Bogotá, Barranquilla, Cú-
cuta, Ciénaga y Valledupar, pero también los clientes se encargan de recomendarlos,
sobre todo personas de Codazzi que se encuentran en todas partes del mundo y les
piden a sus familiares que les envíen el vino.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Yelixsa Villero Rivera
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Yelixsa Villero Rivera
HACEDORES
DEL BIEN COMÚN
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ADELA OTÁROLA
CUIDADORA DE LA SALUD
COMUNITARIA
H
ace veinte años que Adela Otárola vive en La Mesa. La casa en la que nos recibe le
pertenece a ella y a su esposo. Nos cuenta que por esa época el pedazo de tierra
les costó $1.000.000 de pesos y que, de un salario de $400.000 –que recibían en
María Angola por cuidar y ordeñar las vacas de una finca–, destinaban $200.000
para pagar el lote por cuotas a un indígena Arhuaco. Adela quería tener algo propio
y su casa es el resultado de trabajar duro para cumplir su deseo. Pero no podríamos
decir que su casa es solo aquel pedazo de tierra, Adela tiene una gran casa, que es
La Mesa, y a ella se dedica, como si también le perteneciera, organizando comités de
limpieza para espacios públicos, como el parque o el cementerio, y convenciendo a
sus vecinos, con su gran temple, de que La Mesa también es su casa.
En el corregimiento la conocen como una mujer comprometida y brava, y esto
es porque ella cree en el valor de la palabra y la importancia del trato a los demás.
Es directa cuando considera que otros han incumplido su palabra, como los alcal-
des que prometen mejoras para el corregimiento, y es dura cuando recibe un trato
injusto. Su temple y su compromiso la han llevado a que los habitantes confíen en
ella y la apoyen en sus proyectos. Pero, además, Adela es reconocida por su poder
curativo. Un día un amigo llamado Farid llevó a su casa a un niño que llevaba tres
días sin dormir. “Me dijo: ‘Vieja, usted qué remedio tiene, ese pelado no nos dejó
dormir. De maldad lo metí en un tanque de agua lluvia y ni con todo eso se durmió’.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Bueno, yo le miré y era que estaba odiado, mal de ojo, le llaman a eso”. Adela lo
santiguó y lo envió para la casa. Esa noche el niño durmió.
Desde ese día se regó el cuento. Llegaban a la casa de Adela niños indígenas
de la Sierra y niños traídos desde Valledupar a los que los doctores no les detectaban
nada y por medio de oraciones y baños con plantas medicinales los curaba. “Por aquí
hubo un niño que lo mandaron a la casa, lo trajeron a morir, y yo lo levanté. Ojalá
usted lo viera. Tenía ojo seco y yo lo desahumé, lo bañé con baños compuestos, y ahí
está el pelado, ya me está haciendo segundo [de bachillerato]”. Según Adela, el ojo
seco produce desnutrición, diarrea y vomito y lo causa la transferencia de la electri-
cidad de un cuerpo a otro. El mal de ojo es similar al ojo seco, pero se introduce en
los huesos y seca a las personas. Para contrarrestar el ojo seco, por ejemplo, se des-
ahúman los niños con puya de pescado, comején y otras plantas, “después se le echa
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Adela Otárola
un baño y el cuerpo bota la baba. Esa es una baba que se le introduce al pelado en
los huesos”. Su conocimiento de las plantas medicinales se lo debe a los arhuacos. La
Mesa es una tierra que colinda con la Sierra Nevada de Santa Marta e históricamente
ha pertenecido a esta población indígena. Con ellos, ha establecido una relación
de confianza y aprecio en la que comparten de manera recíproca el conocimiento.
Además de curar el mal de ojo y el ojo seco, Adela es sobandera, oficio que aprendió
de un yerno. En La Mesa, algunas personas le dicen que es intermediaria de Dios.
Adela nació en Santa Rosa, al sur de Bolívar, un 19 de diciembre de 1995.
Desplazada por la violencia, llegó al Cesar en busca de nuevos horizontes y opor-
tunidades. Vivió tres años en María Angola, donde trabajó junto con su esposo or-
deñando vacas y cuidando una finca, y luego se establecieron en La Mesa. De este
corregimiento no se ha movido en veinte años, ni siquiera cuando La Mesa fue to-
mada por los paramilitares. Adela convivió con ellos, pero aun en esa época no dejó
de ser reconocida por su temple y carácter. Para Adela La Mesa es el hogar de gente
buena, unida y solidaria, pero considera que es un lugar olvidado, no hay proyectos
ni intenciones del Estado para que el corregimiento prospere. Ni siquiera durante
la pandemia recibieron ayudas. Sin embargo, gracias a la unión, se apoyaron entre
todos en los tiempos difíciles. También ha sido gracias a la unión como lograron con-
seguir la infraestructura de nueve casas, de las que Adela es una de las beneficiadas.
El futuro de este lugar que tanto ama Adela está en los jóvenes y en las
oportunidades y recursos que les brinden para estudiar. Su hija es una de las tantas
jóvenes que quieren sacar adelante su carrera, pero resulta difícil, cuando no cuen-
tan con los recursos económicos ni con apoyos por parte del Estado para garantizar
educación pública y de calidad. Por medio de su labor en esa gran casa que es La
Mesa, Adela rescata valores como la solidaridad, la sinceridad y el compromiso. Ella
es una líder para los habitantes del corregimiento por su capacidad de organizar y
encaminar proyectos para el mejoramiento del territorio. Pero también es una mujer
reconocida por su sabiduría con las plantas y por haber salvado la vida de los niños.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ALEJANDRO ARROYO
DUQUE
‘PORTAR LA 10’ POR LA CULTURA
DEPORTIVA
E
l deporte le ha dado todo a Alejandro Arroyo Duque, nacido en La Gloria, con trayec-
toria, tanto laboral como deportiva, en el municipio de San Alberto, Departamento
del Cesar. A esa población llegó a los 23 años para jugar un partido en Indupalma,
empresa pionera en la agroindustria de la palma de aceite, y se quedó 46 años tra-
bajando allí, hasta que salió pensionado. En el colegio José Miguel Uribe de La Gloria
hizo hasta cuarto de bachillerato y fue escogido para jugar en la selección de fútbol
del Cesar, por lo que lo llevaron al colegio Loperena de Valledupar y jugó en repre-
sentación del departamento durante dos años. Debido a su talento y condiciones
se ganó el puesto en el equipo, ya que había llegado muchos días después de que
los demás jugadores habían comenzado el entrenamiento. Al principio sufrió algún
rechazo por eso, pero resistió y le fue muy bien.
Estuvo hospedado en la casa de Alberto Baute Pavajau, presidente de Colde-
portes de la época. Fue a los juegos nacionales de 1974 en Neiva, como capitán de
campo, y a los de 1975 en Pereira. “Esto me sirvió mucho, porque mi mamá no me
dejaba solo nunca y hasta dormía con ella. Es más, usé pantalones cortos hasta los
14 años y viajar me dio la oportunidad de conocer mucha gente y abrirme al mun-
do”. Es decir, perdió la pena, porque también señala que era muy penoso en esos
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
años. Cuando terminó el bachillerato, su familia no tenía plata con que enviarlo a la
universidad, entonces hizo varios cursos deportivos, luego de lo cual fue lo llamaron
de Indupalma a jugar una final de fútbol. “El partido era entre los contratistas y los
de oficina, con los que yo jugaba; con un empate éramos campeones y lo logramos.
Al día siguiente me fui con una platica que me dieron, pero después me fueron a
buscar otra vez”. Como había peleado con la novia de ese entonces, se fue de in-
mediato y se quedó. Allá comenzó a gustarle el ambiente, la gente y el trabajo en
la empresa, donde se desempeñaba en el laboratorio, por lo que a veces le tocaba
ir a las plantaciones.
Organizó algunos campeonatos internos entre dependencias, con el aval de
la gerencia, que proporcionaba los uniformes y toda la logística. Esta era una de las
empresas más grandes de la región y contaba con unos 1.200 empleados. “Alguna
vez me llamaron de Bucaramanga para jugar profesionalmente, pero no quise. Me
faltó una guía o alguien que me aconsejara sobre lo que debía hacer. Ahora, aunque
estoy satisfecho de lo que he logrado, tengo algo de frustración, por no haber podi-
do llegar al profesionalismo”. En la empresa le encomendaron realizar unos juegos
internos en los que habría 14 disciplinas, pero él no sabía nada de computadores, así
que le pusieron como compañero a un muchacho que iba digitando todo lo que él le
dictaba. Los juegos fueron un éxito y lo felicitaron por eso. “Me fui dando a conocer
mucho más en la empresa y en el pueblo”.
Poco antes de salir de la empresa, tuvo un problema de salud, por lo que
no pudo seguir jugando más. Ya tenía unos 40 años y entonces comenzó a formar
equipos de fútbol y escuelas para enseñar a otros este deporte, sobre todo a niños
y jóvenes. Con un amigo conformó un club y lo invitaron a la Liga de Santander,
hasta donde se fue con unos amigos entrenadores. Con la selección sub 11 quedó
campeón y con la sub 13 fueron subcampeones. “Muchos de esos muchachos fue-
ron jugadores de la selección de San Alberto e incluso uno de ellos llegó hasta el
River de Argentina. Era Lenin Retamoza, quien fue a Bucaramanga conmigo y estuvo
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Alejandro Arroyo Duque
mejor colocado que Falcao, pero no tuvo mucho apoyo”. También recuerda a Adolfo
León Holguín y a Roberto Mosquera, arquero del Cúcuta Deportivo y del Envigado
Fútbol Club.
Para Alejandro el deporte es clave para evitar que los jóvenes sean tentados
por problemáticas como la drogadicción y el alcohol e incluso evita el abuso sexual.
Además, considera que se potencian valores como el respeto a las otras personas,
el sentido de pertenencia y la disciplina. Debido a su trayectoria y reconocimiento,
fue escogido para manejar el programa Fútbol por la Paz a nivel nacional, dentro
del cual tuvo que organizar un torneo con 500 equipos. “Fue una gran experiencia,
porque hubo hasta equipo de paramilitares y de guerrilleros. Una vez fui a Medellín
a un partido al que llegaron, pusieron las armas en una esquina, jugaron y después
las cogieron y se fueron. Fue algo importante, porque se demostró que a través del
deporte se pueden implementar procesos de reconciliación y, por lo tanto, llegar a la
paz”. Por esa labor Alejandro fue premiado varias veces, una en Bogotá y otra en Cali.
El amor por el fútbol viene de familia, ya que casi todos en ella lo juegan. Sus
primos y tíos fueron jugadores de fútbol y cuando estaban en La Gloria lo hacían
juntos en la cancha del pueblo. Sin embargo, su padre no jugaba, era caletero, es
decir, manejaba una carreta en la que transportaba bultos de comida, y su mamá era
ama de casa. Durante su niñez vivió momentos duros, en los que a veces no había
nada que comer. “Me tocaba ir a la orilla del río a pescar un barbul para desayunar”.
En Indupalma incursionó en el periodismo, y aunque no redactaba del todo bien,
hizo un trabajo destacado. “El periódico se llamaba Amanecer Indupalmero y lo man-
daba por correo con todas las noticias de lo que ocurría dentro de la compañía, en
el municipio y en el país. Lo comencé, porque veía la cartelera llena de papeles con
mucha información que quizás no leían”. Se volvió tan popular que los empleados
le mandaban información de cumpleaños, de partidos, de acontecimientos y even-
tos, mientras que él conseguía lo demás. Esta vez sí recibió una capacitación para el
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
manejo del computador y logró hacerlo él mismo durante 18 años. Afirma que a las
nueve de la mañana ya estaba en los correos de todo el personal.
Esa experiencia la presentaron en un congreso de Fedepalma y fue muy aplau-
dida, según refiere Alejandro, quien se considera una persona noble que ayuda a
todo el que lo necesite. “Me gustaría que me recordaran por ser una persona que
no es egoísta, que no niego un consejo o una recomendación”. Igualmente, espera
que lo recuerden por todo lo que hizo a favor del deporte, por las obras sociales y
por las actividades que organizó. En la empresa y en todo San Alberto es conocido
como “El Cacha Arroyo”, un apodo que le puso su abuelo, quien le decía desde que
nació “El Cachita”, pero cuando creció cambió. San Alberto le dio todo: allá se casó
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Alejandro Arroyo Duque
y tuvo cuatro hijos. Es donde se siente feliz y donde “puedo salir sin plata, porque
me fían”. Actualmente dirige un grupo de pensionados con los que realiza diversas
actividades. “A esta edad uno tiene que mantenerse ocupado, realizar actividad física
y entretenerse en algo”.
Alejandro espera que los gobernantes del Cesar apoyen más el deporte, que
se voltee la mirada hacia este sector, que podría ser determinante en la formación
de los niños y jóvenes. “Aquí es una cosa el centro, el norte y el sur. Por eso espero
que se mire hacia este sector del departamento, ya que el deporte hoy en día es
una opción de vida, desde que haya disciplina y apoyo para salir adelante”, anota.
Considera que hay que implementar procesos a largo plazo y no solo eventos cada
cierto tiempo, y que se debe brindar apoyo a los jóvenes talentosos, muchos de los
cuales han tenido que dejar atrás sus sueños por falta de un respaldo efectivo, sobre
todo en esta región, que fue duramente golpeada por la violencia. Alejandro piensa
igualmente que se deben construir escenarios deportivos para que los jóvenes pue-
dan practicar el deporte que más les guste.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ALICIA ROMERO
UNA VIDA EN GUACOCHITO
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
—¿Qué recuerda usted de esa época de su infancia, qué recuerda de ese Gua-
cochito?
—Guacochito era puro monte, pero era bonito.
—¿Qué tenía?
—Frescura, fruta. Uno no compraba arroz, plátano. Eso no lo compraba uno
antes, eso lo producía el mismo caserío en las socolas que hacían, que era donde
sembraban.
Alicia señala la casa donde su papá cultivaba. Allí tenían también un chiquero
de chivos y cerdos, con comida suficiente para toda la familia. Nos cuenta que el que
no tenía comida para todo el año no debía preocuparse, porque estaba el vecino, el
compañero, el hermano, el compadre. En esa época el pueblo producía yuca, guineo,
plátano, leche: “uno no compraba leche, hasta los mismos dueños de la finca le da-
ban a uno la leche”. También se vivía del pescado, la iguana, la tortuga morrocoy y
el conejo. “Yo tengo mis años que no veo un conejo. Uno sembraba ahí y tenía que
poner trampas, porque se lo comía el conejo. Ya no se ve eso”.
—O sea que era un territorio que producía lo que necesitaba para comer.
—Claro, y ahora no lo hay, no produce casi nada.
—¿Y qué pasó, por qué no se produce?
—Porque todo ha cambiado. La gente, en vez de sembrar, deja pasto para los
animales. Ahora es raro ver una rosa de guineo o de plátano, por aquí ya no lo hay.
Alicia conoce los cambios de Guacochito, porque ha vivido allí la mayor parte
de su vida. Nació en este corregimiento el 10 de noviembre de 1937, allí se casó y
tuvo doce hijos. De la época de su infancia recuerda la abundancia de comida y la
unión de las familias, casi todas de apellido Romero. En su adolescencia se dedicó a
labores domésticas, como el lavado y el planchado. Recuerda que los lunes y martes
se rayaba la yuca para el almidón, los miércoles las mujeres se iban a lavar, el jueves
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Alicia Romero
echaban la ropa en el almidón y el viernes y el sábado era para planchar. Cuando fue
madre vivió tranquila, porque hubiera o no trabajo era posible darles de comer a los
hijos: “si no tenía leche para hacer el alimento, la vecina mandaba ollas de leche”.
En esa época las mujeres se dedicaban a diversos oficios: vendían arepas y
hacían jabón de potasa y de monte, jabones para vender que se preparaban con cebo
y ceniza. Su abuela Ramona Romero y sus tías hacían tinajas, ollas, cazuelas y jarras;
“en esa época no había platos de peltre ni de vidrio, era puro palo y barro”. Además
de las labores domésticas, las mujeres se dedicaban a hacer tabaco y al algodón. El
tabaco se cultivaba en los patios, luego se secaba, se lavaba y se abría para venderlo
por libras: “yo hacía hasta dos libras de tabaco y lo mandaba a vender en las tien-
das”. En esa época se usaban los “chavos”, que era como llamaban a los centavos, y
una libra de tabaco costaba aproximadamente cuatro o cinco chavos, que alcanzaban
para la sal y el café en bulto. Alicia también se dedicó a coger algodón y a limpiarlo
con machete. “El algodón lo sembraban los ricos. Después del algodón cultivaron
ajonjolí, arroz y millo. Había diferentes cultivos que les permitían a los habitantes
trabajar y tener para comer”.
Otra forma de abundancia en Guacochito eran las fiestas. En esa época se
bailaba el merengue acompañado por flautas, “después olvidaron la flauta y cogie-
ron la guitarra; después de la guitarra cogieron los acordeones”. Al corregimiento
llegaba un carnaval y “debajo de cualquier palo [árbol]” ponían el salón para bailar.
Los palos eran coposos, recuerda Alicia, y el merengue se bailaba al son de la caja,
la guacharaca y la guitarra, pues en esa época había más guitarra que acordeón. Des-
pués llegó el conjunto vallenato. Venían de Guacoche, Villanueva, La Paz, Valledupar
o eran del pueblo. “La fiesta alegraba al pueblo y a la gente”. Además de la comida
y las fiestas, uno de los grandes baluartes de Guacochito era el río.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
—El río antes era bonito, cogía por ahí mismo, cerquitica de las casas. Pero se
voltió en el 54, 55, se fue lejos, está lejos ahora y está feo.
—¿Y qué tenía antes, por qué era bonito?
—Porque corría bastante, había buena agua y hacía playones bonitos. Yo por
lo menos iba a coger agua y me echaba hasta cinco baños… me quedaba acostada
en los playones disfrutando… el río era muy rico.
En esa época no había que pedir permiso para ir al río, no era de nadie. Y era
un símbolo de abundancia para el pueblo, porque, además de ser copioso, traía
peces. Alicia recuerda que utilizaban el bejuco para ensartar los peces, y aun hoy
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Alicia Romero
conserva en su casa un árbol conocido como bejuco de pescado. Pero las cosas
fueron cambiando, el tiempo cambió. Ahora la comida no abunda como antes. Sin
embargo, Alicia cree que Guacochito está avanzando. “La gente tiene más educación,
hay más estudiados. Antes era raro el que supiera escribir”. Antes no había más que
ocho o diez casas, estaba la de Leonidas Romero, Antonio Romero, Sofía Romero,
Lucía Romero, Evaristo Mendoza, Lorenza Romero y Ramona Romero; ahora Guaco-
chito está creciendo, lo que le falta es más gente y más fuerza para hacer las cosas.
Sin duda, Alicia ha sido una de las mujeres que ha contribuido al avance de Guaco-
chito con su trabajo duro, pero también es una figura histórica para el corregimiento,
que le recuerda a las nuevas generaciones los valores de antes y la importancia de
crear comunidad.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MIGUEL ÁVILA DÍAZ
CONSTRUCTOR DE PAZ
DESDE EL SACERDOCIO
E
n su trayectoria como sacerdote y docente, el padre Miguel Ávila Díaz ha estado al
frente de situaciones muy difíciles, pero también ha vivido otras gratificantes y her-
mosas que permanecen en sus recuerdos. Nació en Cúcuta, pero, por circunstancias
especiales de sus padres, gran parte de su vida ha transcurrido en el municipio de
La Jagua de Ibirico, Departamento del Cesar, y hace desde seis años es el párroco
de la iglesia San Francisco de Asís del municipio de La Paz. Su primaria la estudió en
La Jagua y gran parte de su bachillerato en Cúcuta, y logró su nombramiento como
docente, después de haber cursado Pedagogía en la Normal de Río de Oro. Comenzó
su labor de profesor en las veredas de La Jagua, en un ambiente campesino, entre
cultivadores de café y en pleno auge del conflicto armado en el país, el cual también
se manifestaba fuertemente en esta región.
Cuenta el padre que las familias de la zona eran sencillas, compuestas por
gente amable y trabajadora que sufrió mucho con esta situación. Los niños asistían a
la escuela de enero a septiembre, porque en ese mes era la recogida del café y ellos
ayudaban a sus padres en esa labor. Las clases se impartían a través del programa
Escuela Nueva, dentro del cual se atendían todos los grados. Estuvo allí entre los
años 1994 y 1997, los cuales califica de maravillosos, porque los estudiantes eran
muy estudiosos y respetuosos, además que los padres de familia eran muy cercanos
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
a la escuela. Paralelamente, se vivía la tensión entre los grupos armados, cuya pre-
sencia se evidenciaba en los letreros y paredes pintadas con mensajes amenazantes.
Según el padre, hubo muchas muertes y desapariciones de gente conocida y
muy cercana, lo cual generó mucho temor entre la población. “Nosotros nos limitá-
bamos a nuestra labor educativa. Éramos muy prudentes y nos mostrábamos impar-
ciales, esquivando a uno y otro grupo, para que no nos señalaran de ser ayudantes
de algún bando”. Era una zona de difícil acceso, bastante alejada, a la que tenían
que llegar después de dos horas de camino a pie. “Eran cuatro veredas las que aten-
díamos varios profesores que nos íbamos los lunes, llegábamos hasta una estación
en carro y luego nos tocaba caminar hasta la escuela. Bajábamos los viernes, y ahí sí
nos tocaba todo el trayecto a pie, pues no había carro, por lo que eran entre cuatro
y cinco horas caminando”.
Estando en ese cargo, un amigo le propuso asistir al seminario, al cual entró
después de un largo período de discernimiento, para definir si esa era su vocación o
no, o si en verdad era el llamado del Señor. Tenía 27 años en ese entonces y estaba
estudiando filosofía en la Universidad Santo Tomás, en la modalidad a distancia,
para ascender en el escalafón. El discernimiento vocacional era en el municipio de
Pueblo Bello, donde pudo analizar todo lo que había pasado con su vida hasta el
momento y si de verdad quería entrar al sacerdocio. “Hacía año y medio que había
terminado con mi novia y antes había asistido a grupos de estudio bíblicos donde
había sentido el llamado. Entonces tenía la inquietud, que pudo ser resuelta con ese
análisis”. Finalmente, entró al seminario Juan Pablo II, de la Diócesis de Valledupar
y, después de cinco años, fue ordenado diácono y enviado un año a Pueblo Bello,
luego de lo cual fue elevado a presbítero.
“En Pueblo Bello la experiencia fue maravillosa, a pesar de todas las difi-
cultades que se vivieron en esa época violenta”. Recuerda que el primer día que
fue a recibir la iglesia de manos del seminarista que estaba a cargo, una incursión
de la guerrilla le impidió salir de la iglesia durante ocho horas, en las cuales solo
[ 556 ]
Miguel Ávila Díaz
escuchaban las ráfagas, los tiros y las bombas. “Allí no había párroco y el seminarista
saliente me estaba entregando y mostrando todo, cuando oímos los tiros y el albo-
roto. Eran las tres de la tarde, cuando se presentó la confrontación, acerca del cual
después nos enteramos que consistió en un bombardeo a la estación de policía”. Al
día siguiente, comenzó de lleno su misión visitando las familias para darles algo de
tranquilidad, ya que había un temor generalizado en el pueblo.
Le tocó fungir como seminarista, diácono, sacerdote, orientador y ayudante
de las personas que iban hasta la iglesia buscando consuelo. “Llegaba gente pidiendo
ayuda para enterrar a los hijos que acababan de matar o contándome que se los ha-
bían llevado para la guerrilla. Por ejemplo, un miércoles de ceniza, hacia las diez de
la mañana, se metieron tres o cuatro carros con estacas y se bajó un grupo de unifor-
mados de las autodefensas para amenazar a la población. Un compañero sacerdote
muy valientemente les habló fuerte, les dijo que eso no estaba bien y les habló del
amor de Dios, pero le contestaron que se retirara, que ya lo habían escuchado”.
Ellos también sentían mucho miedo, sobre todo de decir cosas que podrían
ser malinterpretadas por los grupos armados. “Nosotros también tenemos nuestros
grupos de apoyo, donde nos desahogamos y hablamos de nuestras dudas y proble-
mas y de las dificultades y los momentos de tensión. Esa comunidad nos ayuda, nos
sostiene con la oración. Contamos, además, con la gracia del señor, sin pretender
ser superhombres o héroes”. A pesar de todo eso, para él la experiencia fue muy
bella y muy gratificante, al estar en contacto con las comunidades indígenas a las
que visitaba constantemente para administrar los sacramentos, eso sí, siempre res-
petando la tradición ancestral. “Eran tres las fechas que no se podían dejar pasar:
el 20 de enero, la fiesta de San Sebastián; el 24 de junio, la de San Juan Bautista, y
el 15 de agosto, la de la asunción de la Virgen. Esos días había eucaristías, bautizos
y confirmaciones”.
Después de esos tres años en Pueblo Bello, la diócesis lo envió a Roma, donde
estudió catequesis y ciencias de la educación. “Fueron tres años llenos de grandes
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Miguel Ávila Díaz
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
con hijos, hermanos, tíos, etc.”. La experiencia fue divulgada, sobre todo en sectores
que aún abrigaban alguna resistencia al proceso de reinserción, pero dice el padre
que las personas se fueron concientizando tanto que, en una campaña que hicieron
para recoger elementos de aseo para los excombatientes, hubo una respuesta masi-
va que evidenció las ganas de reconciliación que tenía el pueblo de La Paz. “Me llevé
un grupo de esas personas para que los entregaran, como signo de acercamiento, y
fue todo un éxito”.
Otro de los fenómenos que tuvo que enfrentar el sacerdote fue el de la mi-
gración venezolana desde el año 2017, cuando comenzaron a llegar los hermanos
del vecino país al municipio. “Un día prediqué sobre la acogida que debíamos dar-
les a los venezolanos, y poco después llegó un señor con su familia a la iglesia a
recordarme esas palabras, por lo que lo dejamos dormir allí por esa noche, pero
finalmente estuvo siete meses, en los cuales muchas personas lo ayudaron, e incluso
una vez le regalaron $700.000 pesos, algo increíble”. Para ayudar, el padre organizó
la realización de un censo a partir del cual establecer cuántos migrantes había en
la población, el cual arrojó que había 1.050 personas. Ese censo se lo entregó a
una periodista que había llegado del periódico de la Conferencia Episcopal Italiana
a conocer el campamento de Tierra Grata, donde estaban los reinsertados. De la
colecta que adelantan anualmente allá les enviaron $10.000.000 de pesos, con
los que comenzaron a tocar otras puertas, y aunque no se abrieron, en una visita a
la zona del entonces canciller Carlos Holmes Trujillo se consiguió que el Programa
Mundial de Alimentos instalara un comedor y se entregaran mil raciones diarias,
entre desayunos y almuerzos. “Con este programa y la entrega de bolsas de mer-
cados del Programa Mundial de Alimentos y Usaid [Agencia de los Estados Unidos
para el Desarrollo Internacional], pudimos disminuir notoriamente la mendicidad
de los venezolanos”.
Dice que sentía mucha empatía por los migrantes, ya que él mismo sufrió una
situación similar cuando vivió en Venezuela a la edad de trece años. “El sufrimiento
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Miguel Ávila Díaz
que ha vivido la gente de La Paz con el conflicto armado les ha permitido también
ser sensibles al sufrimiento del otro y ser solidarios con quienes necesitan ayuda”.
En estos momentos está trabajando en el Banco de Alimentos, a través de Pastoral
Social, para proveer alimentos a bajo costo a las familias vulnerables. “Es la primera
vez que el Banco llega a Valledupar, y para comenzar a trabajar hicimos un censo
con voluntarios para establecer a quiénes se les iba a vender estos alimentos en la
parroquia”.
El padre ve el futuro con muchísima esperanza y quiere seguir trabajando y
aportar su granito de arena, necesario para que los procesos avancen. Está conven-
cido que en Colombia se va a cristalizar un proceso de reconciliación que nos lleve a
la paz plena. Considera importante que se promuevan los valores entre los jóvenes,
se apoyen los emprendimientos y se abra un abanico de oportunidades para ellos.
“Desde la iglesia estamos aportando con el reforzamiento de las familias, que es
donde se reciben los primeros valores, y hasta el momento tenemos buenos resul-
tados”, asegura. El padre no se considera un líder y dice que solo realiza el trabajo
que le corresponde.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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KARINE LÓPEZ
BECERRA
VOCACIÓN DE SERVICIO Y
LIDERAZGO COMUNITARIO
E
l Edén no es un paraíso, es un asentamiento de Valledupar con múltiples problemas,
pero que tiene como su ángel y protectora a Karine López Becerra, cuya bandera es
el servicio a la comunidad, esa que tanto la necesita y que al mismo tiempo le brinda
muchas alegrías. Llegó a este sector hace seis años y de inmediato pudo detectar
que quienes viven allí necesitan de su ayuda, la que siempre está dispuesta a ofrecer.
Esa es una urbanización a medio terminar, cuyas viviendas fueron adjudicadas a un
grupo de personas que no quisieron recibirlas. Karine, madre soltera de dos niñas,
llegó a El Edén porque donde vivía antes tenía una tienda, pero comenzó a padecer
de problemas económicos y no tenía recursos para seguir pagando el arriendo y los
servicios. La lideresa relata que a los quince días de haberse mudado sufrió la pri-
mera inundación registrada en El Edén, pero luego hubo otra y cada día la situación
se ponía más difícil, y cada vez que esto pasaba las familias perdían sus enseres
y electrodomésticos. Ella afirma que era una situación lamentable que provocaba
una tristeza colectiva, no solo generada por las inundaciones, sino también por el
abandono en el que se encuentran por parte de las autoridades locales. Por este
motivo, vio la necesidad de hacer algo para ayudar a mejorar y mitigar los efectos
que causaban las lluvias en El Edén.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Las familias se fueron volviendo más y más vulnerables: no les quedaba nada
cuando llovía y sentían temor cuando veían los nubarrones formarse. Nadie quería
que lloviera y solo les quedaba rezar para que esas nubes se fueran disipando, pero
muchas veces ni eso funcionaba.
Entonces nació Construyendo Sueños, una asociación integrada por cinco
mujeres, quienes se dedican a ayudar a las personas que habitan en El Edén. Karine
es una de ellas y tiene claro que esta es una misión gratificante, enriquecedora y
prioritaria en su vida. Ella, junto a sus compañeras, se dedica a gestionar ayudas para
quienes más las necesitan. Con su gestión se han logrado muchas cosas para este
sector de la capital cesarense, con el fin de mitigar las inundaciones, la problemática
más grave que sufren. Según la explicación que da Karine, estas inundaciones son
provocadas por la acequia Las Mercedes que ingresa por un puente al barrio y se
convierte en un gran arroyo cuando el agua viene con gran presión, porque recoge
todas las aguas lluvias de otros sectores. Tocar las puertas del Estado no ha sido
fácil, pero muchas veces se las han ingeniado para lograr el acompañamiento o la
ayuda que requieren, como hace unos dos años, cuando se tomaron la vía al muni-
cipio de Bosconia, después de haber sufrido dos inundaciones en las que volvieron
a perder todo. Precisa que fue la única vez que el trabajo se hizo completo, porque
ahora mandan las máquinas, pero por tramos, y eso no lo considera una solución
definitiva a este problema.
Lo que han solicitado es que se canalice la acequia por donde corren las aguas,
luego de que se construyeran varias avenidas en Valledupar. Según Karine, a esto se
le agrega que el alcantarillado del barrio quedó pequeño para la comunidad, ya que
el proyecto no se culminó. Esto provoca que las aguas residuales también inunden
las calles cuando llueve, así sea levemente. También para esto las mujeres de la
asociación comenzaron a gestionar ayuda con la Empresa de Servicios Públicos de
Valledupar (Emdupar), que llega a El Edén a limpiar las alcantarillas cada vez que se
lo solicitan. Antes de que pudieran lograr esto, los niños se enfermaban demasiado,
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Karine López Becerra
sobre todo de la piel, por el rebosamiento de las alcantarillas, según afirma Karine.
Las mujeres de la asociación también han estado documentándose sobre las causas
de esta problemática. Recibieron capacitación sobre manejo del riesgo y de cómo
gestionar la ayuda necesaria para disminuir los efectos de las inundaciones. Anota
Karine que ha acudido, junto a sus compañeras, a la alcaldía y a la gobernación, pero
que no ha sido fácil obtener la ayuda que necesitan. Sin embargo, esto no la detiene
para brindar ayuda a las familias vulnerables de El Edén.
El trabajo que realiza Karine junto a las otras mujeres no para. Comienza
desde temprano y hasta altas horas de la noche. Es intenso y valeroso, pero agrade-
cido. En el sector del asentamiento hay alrededor de 280 familias en las cuales hay
unos 550 niños y jóvenes, muchos de los cuales tienen dificultades para estudiar
y acceder a los servicios de salud. Karine, quien se gana la vida con una fotocopia-
dora y sacando impresiones, tiene una gran prioridad y es que los niños puedan
salir adelante, que estudien y poder romper así las barreras de la desigualdad. Los
niños de El Edén han recibido equipos escolares, lápices, cuadernos, maletines y
otros elementos, gracias a la gestión de Karine y la asociación, quien no se cansa de
buscar intensamente ayuda para facilitar su ingreso a las instituciones educativas y
de brindarles las herramientas con las que puedan realizar sus labores académicas.
El año pasado en la época de aislamiento por la pandemia, cuando las clases
eran virtuales, Karine acogió a unos siete menores, quienes hacían y aún hacen las
tareas en su tablet. Muchas veces esta labor se torna difícil porque todos deben
atender a los docentes al mismo tiempo o porque se le acaba la batería y se apaga
la tablet. Ella les ayuda con las labores, con las guías y las diferentes actividades,
para que no paren el proceso educativo. Todos estudian en la Institución Educativa
Nelson Mandela que se encuentra en el sector. A su cargo tiene los niños de una
mamá desplazada por la violencia, otra que es madre cabeza de hogar y varias que
están en estado de extrema vulnerabilidad. Para ella es doloroso verlos luchar contra
todas las adversidades y por eso brinda su ayuda desinteresada. Cuenta, con mucha
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
tristeza, que una vez pasó toda la mañana explicándole una clase a unos niños, pero
ella notaba que no lograban captar nada, no entendían lo que se les decía y eso la
preocupó, por lo que le preguntó a la mamá qué pasaba. No sabía qué pensar, se
imaginaba lo peor y sentía que no estaba dando lo suficiente. Fue muy triste para
ella saber que los niños no habían comido nada en todo el día y por eso estaban
así. La mamá le reveló eso en medio del llanto. Lo que hizo Karine de inmediato fue
prepararles algo de comer a los niños antes de seguir con las tareas escolares.
En materia de salud también tienen sus dificultades, porque las EPS se de-
moran en dar las citas o en brindar la atención a los pacientes. Karine también ha
gestionado ayuda para estas personas con la Secretaría de Salud municipal. Afirma
que es la dependencia municipal que más le ha brindado su respaldo. Incluso tuvo
que sufrir esta problemática con una de sus hijas, quien se metió un objeto en la
nariz, mientras ella tomaba una pequeña siesta. Desesperada, la llevó a urgencias,
pero no la atendieron, porque el centro asistencial no tenía convenio con su entidad
promotora de salud (EPS). La desesperación iba en aumento, temía por la vida de
su hija, por lo que la llevó a otra clínica donde le dijeron lo mismo. Fueron cuatro
clínicas las que recorrió Karine con su hija en brazos y en todas le respondieron lo
mismo: no la atendían por falta de convenio. Cuando ya estaba entrando en pánico,
alguien la orientó y pudo encontrar un centro asistencial que atendiera a su hija,
porque ese sí tenía convenio firmado con su EPS. Esta fue una experiencia para no
olvidar nunca, en la que temió por su hija, y es una de las razones por las cuales se
afana cada vez que alguien del barrio necesita una cita, medicamentos que le son
negados por las EPS o una atención de urgencia, porque conoce la problemática
sanitaria y lo vulnerables que son ante esto.
Como ese son varios los episodios vividos por los habitantes de El Edén. En
cada uno de ellos, Karine ha intervenido y se han solucionado de manera satisfac-
toria. Su gran objetivo es lograr legalizar los predios de El Edén, ya que tienen una
orden de desalojo hace tres años que han ido postergando. Reconoce que la invasión
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Karine López Becerra
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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OSMAN TRILLOS
JÁCOME
VISIONARIO DEL TERRITORIO
Y SUS POTENCIALIDADES
AGRÍCOLAS
A
Osman Trillos Jácome sus vecinos, amigos y conocidos lo aprecian mucho y ven en
él a un líder carismático capaz de unir a una comunidad, quien, en medio de las di-
ficultades, siempre trata de sacar lo bueno de cualquier situación. Vive en el sector
de La Victoria de San Isidro, cuyo nombre real es Sabana de Lomillo, aunque nadie lo
conoce así. Le gusta ayudar a los demás, es una persona alegre y comprometida con
cada proyecto que emprende y que siempre va en busca del bien de su comunidad.
Osman tiene 36 años y opina que está en el mejor sitio del mundo, ese en el que lo
puso Dios, donde se respira paz y se producen los alimentos necesarios para suplir
las necesidades básicas de los pobladores. Dice que esta es una de las veredas más
productivas del municipio La Jagua de Ibirico y que su producto estrella es el café,
aunque también se siembra guineo, yuca, malanga, frijol, aguacate, caña, entre otros.
Creció en este ambiente, en la finca de su papá, donde se producía café, ha-
bía ganado y vivía feliz. Su padre llegó de Norte de Santander en los años 50, como
muchas otras personas, huyendo de los conflictos políticos que se presentaban en
esa época. A él y a sus hermanos les correspondía ayudar en el ordeño de las vacas,
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
buscar la leña para cocinar y salir a recoger los terneros en horas de la tarde para
traerlos al corral. Ayudaba también en el sembrado de maíz, jugar fútbol y estudiar.
Estas experiencias le han servido y han sido sus referencias para ser un gran em-
prendedor y ver oportunidades en medio de los problemas. Ya cuando cumplió 11
años de edad a su familia le tocó salir de la finca y trasladarse al casco urbano del
corregimiento.
Todo fue culpa de la violencia, una época muy dura en la que, de 120 estu-
diantes que había en la escuela, quedaron solo unos 22. Los demás hacían parte de
las familias que se desplazaron por los hechos violentos. Osman no sabía mucho
qué pasaba, pero si oía a los mayores hablar del terror que sentían por lo que estaba
sucediendo. Precisa que todos le tenían mucho miedo a la Policía, al Ejército, a los
funcionarios públicos, a los grupos armados, y no confiaban en nadie. Para él todo
esto constituyó un atraso para los pueblos de la zona, porque hubo muchos asesi-
natos y los dueños de finca las dejaron abandonadas. El desplazamiento fue grande.
La familia de Osman también salió de la finca, pero obedeciendo a otros factores
adicionales, como, por ejemplo, el hecho de que hermano mayor estaba estudiando
en Ocaña y los demás tenían que entrar a la secundaria, que debía ser en el pueblo.
Hacia el 2005, explica el líder campesino, hubo un retorno de las familias a
sus parcelas, porque la Policía y el Ejército se instalaron en la zona haciendo presen-
cia permanente. Sin embargo, la violencia no cesaba, aunque por diferentes causas y
con otros ingredientes. Hacia el 2007 hubo un estallido social de la comunidad por
la situación que se estaba viviendo en esos momentos, en los que no tenían cómo
trabajar, ni inversiones, y si las había, muchas de las personas a las que contrataban
eran de otros lugares. Hubo varios muertos y el temor nuevamente se apoderó de
los habitantes del territorio, aunque fue ahí cuando nació el Programa de Compen-
sación Forestal (PCF), producto de la Resolución 1465 de 2008 del Ministerio del
Medio Ambiente.
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Osman Trillos Jácome
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Osman Trillos Jácome
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
café Victoria de San Isidro, el cual se vende en el pueblo y en las empresas mineras
que están en el área. Para esta línea de café hubo asesoría de Prodeco y de la Aso-
ciación Betel. Tuvieron que participar en una convocatoria que se ganaron con Pros-
peridad Social y el premio consistía en $30 millones representados en maquinarias.
Osman recuerda que cuando les hicieron el primer pedido de café, que eran unas 200
libras, las bolsas no llegaron a tiempo de Bogotá, ni tampoco tenían las etiquetas,
por lo que les tocó comprar bolsas de pizza y con una plancha de pelo sellarlas. El
pedido se logró entregar a tiempo y el cliente quedó feliz.
Así, poco a poco, los productos de la zona iban avanzando para poder seguir
siendo sostenibles. Añade Osman que en el 2018 el Servicio Nacional de Aprendi-
zaje (SENA) les permitió a 30 jóvenes productores y no productores capacitarse en
la preparación de las diferentes formas de presentación del café y los métodos que
se utilizan para esto. Era algo novedoso para ellos, no tenían ni idea que un café
podría tener tanta variedad. Desde ese entonces han venido trabajando mucho. Pa-
ralelamente, entre los años 2015 y 2016 llegó el Programa de Desarrollo y Paz a la
zona proponiendo los denominados túneles comestibles, para sembrar frutas como
mango, naranja y mandarina sobre las vías. Después de que se hiciera un diagnóstico,
se concluyó que no se podía implementar el proyecto, pero sí viveros agroforestales
comunitarios para las familias de la zona.
Señala Osman que todos estos programas han servido mucho para los pro-
ductores y cultivadores de la zona, pero hace falta mucho por hacer, porque la mine-
ría deja unos impactos importantes al medio ambiente. Las entidades deben poner
las reglas claras de cómo hacen la minería y que haya inversión social para evitar otro
estallido social como el del pasado. Dice que la minería ha afectado los nacimien-
tos de agua, principalmente los que están en la parte más baja, aunque piensa que
también hay afectaciones por las talas indiscriminadas y los incendios forestales.
Sin embargo, aclara que las empresas mineras tienen cómo mitigar y compensar los
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Osman Trillos Jácome
daños y era para que en el pueblo hubiera buenas vías terciarias, viviendas dignas y
acueductos veredales.
En el 2018 se ganaron una convocatoria de la Agencia de los Estados Unidos
para el Desarrollo Internacional (Usaid) para la protección del bosque seco y lo eje-
cutaron, y ahora están implementando la segunda fase, con 121 familias. También
son beneficiarios de un proyecto de apicultura del Fondo Colombia Sostenible. Para
Osman el futuro es prometedor. Espera ver las vías terciarias pavimentadas, profe-
sionales trabajando en las veredas y más que todo ver la tierra produciendo toda
clase de alimentos. En cuanto al café, espera tener clientes internacionales, exportar
su producto y obtener muchas ganancias, para poder producir más empleos.
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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TEODOBERTO
SALCEDO CELIS
LA VALENTÍA DE PROTEGER
EL TERRITORIO
E
n medio de la época más violenta del país, un grupo de líderes defendió valiente-
mente a los habitantes del corregimiento de Chimila, ubicado en El Copey, Depar-
tamento del Cesar. Asumieron el control de la zona y no se dejaron amedrentar por
los actores del conflicto armado, que hacían parte, tanto de grupos guerrilleros
como de paramilitares. Un integrante de ese grupo de líderes era Teodoberto Salce-
do Celis, quien dice que dejaron el miedo apartado para enfrentar la situación y no
permitir que se siguiera asesinando a los pobladores. “Fue un momento crucial en
el que tomamos una difícil decisión en un esfuerzo desesperado por salvar nuestras
vidas y a la comunidad”, asegura el líder, quien precisa que en esos días acababan de
asesinar al rector de la institución educativa local. Entonces se convirtieron en los
representantes del pueblo y en los generadores de confianza, esa que estaba prácti-
camente perdida. En el caso de Teodoberto, tuvo un acercamiento muy importante
con la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia (MAPP), de la Organización
de Estados Americanos (OEA). “Los organismos internacionales nos brindaron pro-
tección y teníamos carta blanca para defender a nuestro pueblo”. Fue así como fue
ganando un espacio importante y también el respeto de uno de los grupos armados,
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Teodoberto Salcedo Celis
por estudiar, salir de cacería y esperar los diciembres para recibir regalos y comer
las delicias que se preparaban. Pero luego llegó la violencia y todo cambió, menos
los valores que le inculcaron sus padres, la formación y los principios morales, que
fueron como muros que se erigieron en contra de cualquier oferta tentativa que
pudiera presentarse. “El conflicto armado nos puso patas p´a arriba: se perdieron
todos los valores, el respeto a la vida básicamente y los homicidios se volvieron el
pan de cada día, cuando antes esos hechos eran esporádicos. Muchos jóvenes in-
gresaron a los grupos armados. Todo fue difícil y complejo”, declaró el líder, quien
trabajó como docente. Precisa que, en ese momento, las mismas circunstancias del
conflicto llevaban a que la gente, de manera sutil, estrechara los lazos con quienes
no formaban parte de este. Insiste en que era demasiado complicado que alguien
diera su opinión públicamente y que había un temor generalizado. “Por ejemplo, si
jugábamos fútbol, se hablaba de todo, menos de la violencia y de lo que sucedía.
Nos fuimos acostumbrando a no hablar de eso”.
También fueron estigmatizados. Los señalaban de guerrilleros o de paramili-
tares. Los chimileros eran vistos con algo de desconfianza en otras partes del país y,
según Teodoberto, era porque las personas no conocían la realidad de lo que se vivía
en la zona. “Sin embargo, salvamos muchas vidas con las integraciones, las charlas
familiares con las que empezamos a generar confianza y a dar pautas de cómo se
debía hacer para evitar ser señalados”. Asistían a las reuniones convocadas por los
actores armados, pero mantenían perfiles bajos y eran muy cuidadosos con lo que
decían. El liderazgo que ejercían para defender la integridad de su pueblo no era un
liderazgo impositivo con poder, sino uno en el que prevalecía el respeto a la vida, a
las diferencias y pensando en hacer cosas para el beneficio de la comunidad.
Este tipo de liderazgo caracterizó a Teodoberto desde su adolescencia. En el
colegio se involucraba en la organización de los eventos y además era animador y
presentador. Sin embargo, problemas de salud no le permitieron seguir estudiando y
tuvo que dejar el casco urbano, hacia donde se había trasladado, y volver a la vereda
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
adonde sus padres. Siguió trabajando hasta que conoció a la que hoy es su esposa,
con quien tiene cuatro hijos: un bachiller, una contadora pública, una tecnóloga en
recursos naturales y el menor, que cursa cuarto semestre de Administración de Em-
presas. Dentro de la trayectoria de Teodoberto hay que incluir que fue presidente de
la junta de acción comunal y presidente de las fiestas patronales, de campeonatos
deportivos y concejal.
Cuenta que cuando se presentó el proceso de desmovilización del Bloque
Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, el pueblo fue escogido como sitio
clave para este momento histórico del país. “La OEA pensó que no solo bastaba con
ejercer el liderazgo en la comunidad, sino que debíamos incursionar en el ámbito
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Teodoberto Salcedo Celis
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
tienen cómo vivir, nadie se acuesta sin dormir, es algo que agradecemos a la tierra,
que es bondadosa con nosotros y también por el ímpetu de sus pobladores”. En el
futuro, ve a su pueblo creciendo, a sus habitantes progresando y a los líderes traba-
jando para seguir avanzando.
Cree que hay algo muy importante que hace falta y es explotar el turismo eco-
lógico. “Aquí tenemos unas riquezas naturales que pueden ser mostradas al mundo,
pero de manera organizada, no como se está haciendo ahora, porque viene mucha
gente y las riquezas hídricas se pueden perder”. Afirma que, además del control a
esta situación, se necesitan vías de penetración, para aumentar la producción de
los alimentos y que estos puedan salir a venderse a otras poblaciones. “En estos
momentos transportar una carga de yuca sale más costoso que venderla”. También
piensa que se debe trabajar aún más en la motivación de los jóvenes, que dejen la
apatía y ofrezcan sus liderazgos al servicio de la comunidad. “A la juventud le hace
falta sentido de pertenencia, le falta valorar lo que tienen aquí: el río, las bellezas
naturales, los cultivos... les falta querer más a su pueblo”.
Teodoberto quiere que el perfil agropecuario de Chimila se enriquezca con
ayudas para los campesinos, pero, sobre todo, que se siga respirando paz. Es lo más
importante que tiene ahora, la paz, esa que llegó después de la desmovilización de
los grupos armados –a pesar de los incumplimientos del gobierno– y gracias al tra-
bajo de sus líderes, entre los que está Teodoberto, quien quiere ser recordado como
un buen esposo, un buen padre y un buen chimilero.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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WILLIAM JULIO
QUINTERO
EL DIÁCONO DOCENTE
A
ntes de ser docente, William Julio Quintero trabajó en una tienda y fue ayudante
de albañilería en su tierra natal, el corregimiento de Media Luna, municipio de San
Diego, Cesar. Eso fue en 1993, tres años después de haberse graduado de secundaria
y un año después de casarse. “En enero de ese año me dijeron que hacía falta un
docente en una vereda de nombre La Sierrita y hablé con el alcalde, quien me pidió
que hiciera un censo de los estudiantes que había”. Así lo hizo y luego procedió a
inscribir a los 15 estudiantes que encontró. Le dieron un contrato por prestación de
servicios en el que se estipulaba un sueldo de $49.000 pesos y una duración de diez
meses. Posteriormente, en el año 1995 fue asesinado un docente del colegio Rafael
Uribe de Media Luna, lo que provocó que algunos profesores renunciaran y se fueran
del pueblo. A William lo llamaron para preguntarle si quería trabajar reemplazando
a alguno de ellos y aceptó. Buscó a una docente que asumiera el cargo en la vereda
y comenzó “de una” a trabajar un 25 de septiembre de ese año.
Afirma que el trabajo tiene su altos y bajos, sobre todo en la época violenta,
en la que fue amenazado por la guerrilla más de una vez y tuvo que hablar con los
comandantes para explicarles que su interés estaba centrado solo en enseñar a los
estudiantes. Cuando llegaron los paramilitares, junto a otros docentes, tuvo que po-
ner un punto final a esos encuentros, para no ser señalados como colaboradores de
[ 585 ]
PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
la guerrilla. “En cierto modo nos dejaron quietos, porque entendieron que teníamos
otros propósitos y no nos interesa involucrarnos en esa guerra. Nuestro liderazgo
se basaba en el deporte, en la parte religiosa, en la recreación y en el cuidado del
medio ambiente”. Así que se siente orgulloso al decir que hasta la fecha llevan 1.200
egresados, muchos de ellos ya profesionales, tecnólogos o técnicos. “Es aproxima-
damente el 11%, pero estamos luchando para que este porcentaje aumente”.
Esa época violenta contrasta con la de hace muchos años, cuando era un niño
y Media Luna era un caserío que tenía solo unas 150 casas. Una de esas casas era la
de sus padres, quienes llegaron allí huyendo de la violencia en Norte de Santander.
Inicialmente se ubicaron en San José de Oriente junto a los tres hijos que ya tenían.
Los otros cuatro nacieron en Media Luna. “Este era un pueblito sin agua. Íbamos
al río a traerla en canecas. Era el río Tocaimo, el que nombra Leandro Díaz en sus
canciones”, relata con nostalgia. Las personas se dedicaban a las labores agrícolas,
a la cría de cerdos, de ganado, de chivo, al cultivo de pancoger y al del café. “Mis
padres no tenían tierra, pero trabajaban en otras fincas. Mi papá sacrificaba ganado
y después trabajó vendiendo carne”, precisa el docente.
De su juventud recuerda las noches hermosas sin luz, lo que dejaba apreciar
la belleza de la luna y las estrellas. Su casa era la de la parranda, la que servía de
anfitriona los 31 de diciembre, día que se repartía sancocho, tamales y buñuelos.
Antes de que llegara la energía, tenían una planta que se prendía de 6:00 a 9:00
de la noche y, cuando había un evento, se pedía permiso para que durara hasta las
11:00 o 12:00 de la noche. Funcionaba con aceite combustible para motores, más
conocido como ACPM, y la administraba la junta de acción comunal. Cuando ya llegó
la luz, hacia el año 1983, todo cambió, el pueblo creció y el ambiente, aunque seguía
siendo pueblerino, se notaba distinto. Lo que prevalecían eran los valores entre sus
habitantes, especialmente la amistad, el respeto por el bien ajeno y el compartir.
“Se podía dormir con la puerta abierta, no había ladrones, era como un campamento
donde se convivía y se compartía con los demás de manera muy sabrosa”. Había
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William Julio Quintero
varias familias tradicionales, como los Leal, los Quintero, los Manosalva y los Pache-
co, pero todos se conocían, se ayudaban y se buscaban para compartir.
William recuerda que había muchas fiestas, como la de la Virgen del Carmen,
del 14 al 17 de julio, y que “venía un párroco de Valledupar o de San Diego y oficiaba
una gran cantidad de bautizos y confirmaciones. Eran unas fiestas hermosas que
lideraban Ángel y Martín Montaño, junto a Ceferino Pacheco y Rosa Arias y en las
que se realizaban verbenas gratis”. En el año 1991, se inicia el Festival Folclórico del
Aguacate, que se realizaba entre junio y julio cuando salía la cosecha. “El primero
lo presidió un profesor que fue asesinado por desinformaciones de gente sin escrú-
pulos. Lo sacaron de una reunión de docentes junto a un tío de mi esposa, Ismael
Vergel Ortiz, y los paramilitares los asesinaron”. Asegura que ese festival se organizó
a causa de que Media Luna era el primer productor de aguacate del país: “De aquí
salían los martes, jueves y sábados camiones cargados de aguacate hacia Barran-
quilla, Bogotá, Santa Marta, Maicao y otras ciudades”. Se realizaban competencias,
como la del aguacate más grande, y uno año ganó uno que pesaba 4 kilos y parecía
una patilla. También había concursos de canción inédita, voz aficionada, acordeón
aficionado, entre otros. “Hoy en día no hay cultivos, gracias al glifosato, que secó
los árboles en un 90%. Había fincas que producían hasta un millón de aguacates y
ahora solo producen treinta mil”.
El festival cambió entonces de razón social y pasó a ser el Festival Folclórico
del Café, ya que Media Luna también se caracteriza por ser el primer corregimiento
productor de café, con 350 fincas cafeteras en sus territorios. A pesar de todo lo
bueno que había en el pueblo, la violencia los tocó duramente y, según el docente,
les tocó actuar por miedo y no por vocación. “Cuando hay miedo hay que bajar la
guardia, porque el que manda es el que tiene el poder, y ese era el de las armas”.
Dice que asesinaron a muchas personas sin ninguna razón aparente y registra que
muchos se fueron del pueblo y las propiedades perdieron valor. “Ahora es que están
pidiendo perdón y se acordaron que no debieron hacer eso. Reconocieron que no
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
eran dioses para quitar la vida”, anota William, al recordar que hace poco hubo un
encuentro de reconciliación con unas de las familias de Media Luna, que perdió un
hijo en un atentado con bomba a la oficina de Telecom. Los victimarios pidieron
perdón. Algunos se fueron para Venezuela a prestar dinero y allá estuvieron varios
años, y recientemente han regresado, algunos con recursos y otros sin nada, por la
situación de ese país.
La violencia, rememora el docente, impidió que en el año 1996 hubiera cere-
monia de graduación, por la toma paramilitar que hubo el 27 de octubre de ese año,
en la que asesinaron a siete personas. “Imagínese cómo queda un pueblo después
de ver morir a siete de sus hijos. Los grados eran entre la primera y segunda semana
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William Julio Quintero
de noviembre y eran como una fiesta patronal en la que participaba casi todo el
pueblo: había sancocho, asado, llanera y baile, pero ese año no hubo ánimo para
celebrarlos”. Los estudiantes también comenzaron a dejar de asistir a clases. De 270
que tenían, pasaron a 120, sobre todo después de esa incursión violenta, porque los
padres tenían miedo de enviarlos al colegio. “Había bombardeos, enfrentamientos
y aviones que pasaban en medio de las clases, y cuando llegaban las seis de la tarde
todo mundo se encerraba, aunque algunos no dormían en sus casas y se iban para el
monte”. Todo cambió con la desmovilización de los paramilitares y la llegada de la
Policía en el año 2008, después de 17 años de no estar presentes en esta población.
“Hasta la fecha hemos vivido en paz; hay problemas, pero por otras cosas”.
En el colegio todo comienza a mejorar, las matrículas aumentan y muchas
familias que se habían ido retornan. “De cinco años para acá la reactivación eco-
nómica se ha sentido. Ha habido un boom con las casas de campo y el valor de la
tierra ha subido. Por ejemplo, hay unas diez casas que se están construyendo para
vacacionar y un lote que antes valía $3.000.000 de pesos ya cuesta $15.000.000 o
$20.000.000”. Añade que ha habido una gran migración de personas que compraron
lotes de una finca heredada por unos señores que ofrecieron 3.200 lotes. Para el
docente, sin embargo, sigue siendo difícil motivar a los jóvenes a seguir estudiando,
“sobre todo porque hay un fenómeno laboral intenso, en el que el cachaco le gusta
tener plata en el bolsillo, no importa si se estudia o no. Es algo que se ha difundido
desde que nuestros padres llegaron aquí a trabajar fuertemente”. Opina que con
el ejemplo de vida que tienen los profesores han podido incidir en algo para que
los estudiantes no se queden con el mero título de bachiller. “Somos como 12 o
15 docentes que nos hemos formado iniciando de cero, con familias pobres, y que
nos hemos levantado gracias a la formación y al desempeño docente, que tenemos
una forma de vida más fácil, porque nos hemos motivado y eso lo mostramos a los
jóvenes”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
El ejemplo lo han seguido los hijos de esos profesores, ahora abogados, mé-
dicos, empresarios, ingenieros y también docentes. “Quienes estudian son los hijos
de profesionales, pero hay que inculcarles que no todo es plata”. Algunos están en
el área de salud, trabajando en el hospital, en el centro materno-infantil, y otros
laboran en la alcaldía o en la gobernación. Sin embargo, como “la proyección es muy
lenta” desean acelerarla. Igualmente, hay muchos jóvenes que se han ido a trabajar
al campo, sobre todo a sembrar café. “Media Luna me sabe a café, ese que adorna la
mitad de las vías entre octubre y diciembre para anunciar que la cosecha está lista,
y aunque urbanísticamente esto no está correcto, es nuestra tradición y hace parte
de nuestra cultura”.
William precisa que en la zona se cultiva el café pergamino y el castillo, de
muy buena calidad, e incluso hace tres años una docente dueña de una parcela se
ganó el premio como el mejor café de Colombia con esa variedad y el año pasado
otra vereda se ganó el premio como mejor café orgánico. También nos explica que
también se da maíz, plátano, yuca, malanga, tomate de árbol, mora, curuba y lulo,
“aprovechando que tenemos todos los pisos térmicos, desde 450 metros hasta
2.500 metros en la Sabana Rubia, que está poblada de fincas”.
William tiene otra faceta en su vida, que es la de diácono permanente, y expli-
ca que ya es clérigo, es decir, en el tercer nivel, después del obispo y el sacerdote en
la iglesia católica. “Esta es una figura de la iglesia que nace desde Jesús y que tiene
como fin buscar la forma de que el apostolado empiece desde los hogares, para que
la familia sea la primera iglesia, donde los valores humanos, cristianos y sociales se
puedan establecer”. Para esto estudió teología durante cuatro años y debió tener un
mínimo de diez años de estar en una comunidad, además de estar casado. Así que,
como docente y diácono, William lleva una vida sin tacha en todos de los ámbitos
sociales, pues debe ser un ejemplo para la sociedad y para los estudiantes a quienes
les da clases. Además, es deportista, practica el voleibol con algunos amigos, con
los que ha ido a otras ciudades a participar en campeonatos.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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William Julio Quintero
LIDERANZA
JUVENIL
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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DONAR PALACIO
MARTÍNEZ
CONSTRUCTOR DE SUEÑOS
JUVENILES
E
l Centro de Estudios Ciencia y Arte que está en el municipio de El Paso, Cesar, tiene
un protagonista y es Donar Palacio Martínez, cuyo lema es “Ser todo lo que quie-
res ser”. En el centro se enseñan muchas cosas: piano, teatro, baile latino, ballet,
acordeón, guitarra, bajo y además se dictan cursos de matemáticas, Excel y Word,
entre otros. Donar explica que este es un proyecto que prácticamente nació de la
necesidad: “nos dimos cuenta de que en el pueblo no había muchas cosas que hacer
los fines de semana; los jóvenes solo se dedicaban a consumir bebidas alcohóli-
cas”. Fue su motivación para emprender esta linda iniciativa que ha tenido el éxito
esperado. Quiere decir esto que era absolutamente necesario implementarla para
que niños y jóvenes pudieran aprender algunas de estas expresiones artísticas y
culturales. “Pensamos en ese lema, porque creemos que todo se puede hacer en la
vida. Muchas veces vemos cosas que pasan en otras ciudades y pensamos que no
lo podemos aplicar en la nuestra, pero sí podemos”, indica, al tiempo que se siente
satisfecho, porque ha tenido mucha acogida. Explica que los cursos se comenzaron
a dictar ante las falencias que se evidenciaban en jóvenes recién egresados de las
universidades. “Muchas veces cuando salimos nos encontramos que nos hace falta
aprender muchas cosas y se nos dificulta el trabajo. Por eso decidimos implementar
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Donar Palacio Martínez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Donar Palacio Martínez
Sin embargo, siente la necesidad de hacer muchas más cosas por su pueblo,
porque está seguro de que no debe esperar a que llegue alguien a impulsarlo o algu-
na ayuda. “Hay que tomar la iniciativa, ser líderes en las decisiones para emprender
y llevar a cabo nuestras ideas”. Y aunque el centro está funcionando muy bien, cree
que en poco tiempo se quedarán sin espacio suficiente para albergar a todos los es-
tudiantes o brindar todos los programas. Así que en un futuro bastante cercano tiene
planeado seguir avanzando, ampliar las instalaciones o buscar una nueva e incluir
otros cursos y capacitaciones. Adicionalmente, planea la creación de una cooperativa
para apoyar a estudiantes, emprendedores y agricultores o al que desee iniciar un
proyecto y que no tenga la posibilidad de buscar ayuda en otro lado.
Piensa mucho en el espacio que dejará la minería cuando se acabe y las mul-
tinacionales salgan del territorio. Para él, esta actividad les ha traído beneficios a
muchas familias, pero cree que se debe mirar mucho más allá y pensar en otras
alternativas, como la producción de alimentos, ya que considera que en El Paso hay
muchas tierras fértiles en las que se puede cultivar casi cualquier producto.
Donar dice que, como su nombre lo indica, seguirá donando su tiempo, su
talento y su profesión para ayudar y brindar oportunidades a la comunidad de El
Paso. “Ese nombre viene de un tío que se llamaba Donar Ovidio Palacio Martínez. Era
el consentido de los hermanos de mi papá y murió, pero mi mamá también le da el
significado de querer ayudar a las personas, y es lo que creo que he venido haciendo
en tantos procesos, en la fundación, en el centro, en la iglesia y en organizaciones
donde hemos ayudado a muchas personas”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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JUAN FELIPE SÁNCHEZ
GENTIL
UN REFERENTE JUVENIL ‘PILO’
J
uan Felipe Sánchez Gentil es un joven inquieto que, con tan solo 19 años de edad, ha
logrado muchas cosas importantes. Estudia dos carreras universitarias al tiempo y
tiene como filosofía de vida ayudar a los demás. Su infancia fue feliz y la mayor parte
del tiempo la pasó en la casa de su abuela, donde disfrutaba jugando con sus primos,
tíos y vecinos, de quienes aprendió muchas de las cosas que hoy aplica. Hubo mu-
chos momentos alegres, otros muy especiales, pero todos inolvidables, en los que
Juan Felipe pudo conocer de su cultura, de cómo era Valledupar antes, sus raíces y
todo lo relacionado con el oficio familiar, que es la ebanistería. Viendo a los mayo-
res aprendió cómo trabajar la madera, aunque solo lo básico, según afirma. Hacía
muchas preguntas, porque siempre ha sido muy curioso, y todas eran respondidas.
Estudió en el colegio Fundación Córdoba, que quedaba muy cerca de su casa
en el barrio Los Fundadores, y aunque solo fueron unos años los que estuvo allí
junto a sus primos, reconoce a sus compañeros, muchos de los cuales hacen parte
de su círculo de amigos actuales. De allí pasó al Cesar Pompeyo, que hace parte de
la Corporación Minuto de Dios. Ahí sí estuvo ocho años estudiando e hizo grandes
amistades como Omar Rodríguez, Natalia Acendra, Andrea Mosquera, Mariet Atnes,
Daniel Fernández y Mateo Pretel, entre otros. Con algunos de ellos comparte aún
muchas afinidades y recuerdan esos tiempos escolares, cuando se reunían los fines
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
de semana disfrutando fuera de las jornadas académicas. Eran como una familia e,
indiferentemente de lo que pasara dentro de las aulas de clase, eran muy unidos y
se ayudaban en todo. Los lazos que se forjaron en esa época fueron muy fuertes,
desde que compartían sus sueños, sus aventuras y anécdotas.
Juan Felipe rememora esos momentos de reflexión en los que aconsejaba a
sus compañeros, diciéndoles que lucharan por sus sueños, que se atrevieran a hacer
lo que les gustara, a conquistar el futuro. Quería comerse el mundo, hacer de todo
y, sobre todo, soñar con un gran futuro para su vida, ese que ha ido forjando poco a
poco, de manera firme. Cuenta que uno de los momentos más decisivos fue cuando
la tecnología llegó a su vida a través de un teléfono celular. Era el auge del momento,
lo que estaba de moda. Comenzó por experimentar a desarmar objetos y los juguetes
que le daban en Navidad, para ver cómo funcionaban y cómo se podía resolver lo
que se dañaba. Cuando llegó a quinto grado le obsequiaron su primer computador,
el cual también hizo parte de su etapa de experimentación. Un ingeniero de siste-
mas, amigo de su mamá, permanecía mucho tiempo en su casa arreglando lo que él
dañaba, hasta que aprendió viendo todo lo que hacía. Hoy en día Juan Felipe sabe
arreglar casi cualquier aparato electrónico, algo que se convirtió inicialmente en un
pasatiempo, pero que también le ha generado algunas ganancias económicas.
En el colegio también aprendía mucho y los profesores ponían especial interés
en él, al detectar que era curioso y le gustaba aprender. Era participativo en clase
y ayudaba a sus compañeros cuando tenían dificultades y le gustaba el debate con
los compañeros con intereses afines, la mayoría en torno a lo último en tecnología,
los avances en la materia y las preferencias personales. Llegó el grado de secundaria
y con él la gran pregunta por lo que estudiaría. Debido a sus notas y su magnífico
promedio, fue ganador de la beca Generación E-Excelencia y le dieron la oportunidad
de escoger cualquier universidad del país, por lo que aplicó a varias que consideraba
las mejores. Envió formularios a la Javeriana de Cali, a la Universidad del Norte de
Barranquilla, a la Pontificia Bolivariana de Medellín, entre otras.
[ 602 ]
Juan Felipe Sánchez Gentil
Quería estudiar Medicina, una carrera algo alejada de lo que muchos pensa-
ban que estudiaría. Y aunque fue admitido en todas, no pasó a esta. Juan Felipe que-
ría ser un gran neurocirujano, y así como le apasionaba conocer el funcionamiento de
los aparatos, también quería saber cómo funcionaba el cuerpo humano, el sistema
que considera el más complejo de todos. Entonces se sintió algo frustrado, porque
solo salía admitido en varias ingenierías. Lo orientó la rectora del colegio, a quien
le comentó la situación, pues le tenía mucha confianza. Ella le aseguró que sería
un ingeniero excelente debido a sus capacidades y que no lo imaginaba estudiando
Medicina.
Por fin se decidió, pero era muy poco probable que entrara a estudiar ese
semestre, ya que las notificaciones de admitido le llegaron muy tarde, casi a final
de febrero, cuando ya las clases habían iniciado. Juan Felipe no perdió la fe, esa
que profesa y radica en encontrar un propósito, confiado en que Dios lo guiará para
encontrar el camino y convencido de que podía entrar a estudiar, sin saber muy bien
cómo, pero decidido. Y así fue como entró a estudiar Ingeniería Industrial en la Uni-
versidad del Norte, después que la decana lo llamó para contarle que todo se había
solucionado e informarle que podía inscribirse, pues ya tenía su usuario y contraseña
para ingresar a la página web.
Ingresó a la universidad en época de parciales, con muchas ganas y dispuesto
a darlo todo. Cuando iba por el segundo semestre, Juan Felipe pensó que, si quería
incursionar en otros campos, como el de las energías renovables, debía ampliar sus
conocimientos. Fue así como se decidió a estudiar Ingeniería Eléctrica simultánea-
mente, homologando las materias que ya había tomado en los primeros semestres.
Según el joven, la unión de las dos carreras le permitirá ser un líder en energías
alternativas para el Cesar, donde todo está por hacer. El campo no le era ajeno,
porque había investigado y leído sobre todo lo que ha estado sucediendo en otros
países con economías más fuertes que Colombia. Se preguntaba por qué esos países
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Juan Felipe Sánchez Gentil
sueñan y están actuando, estudiando y formándose para que el futuro sea mucho
mejor que el actual.
Algunos han encontrado su rumbo y están creando emprendimientos y nego-
cios con un toque diferenciador que los hace exitosos. Como ejemplo pone algunas
tiendas de ropa o de calzado que se salen de lo común en las tendencias nacionales
y han innovado, a tal punto que se han convertido en la sensación. También conoce
amigos, como Rosa Isela Cadena, quien ofrece servicios audiovisuales y comparte
todo lo que ha aprendido para ayudar a otros a crecer. Precisa que ellos ayudan a
impulsar otros emprendimientos y a darlos a conocer a través de las redes sociales,
o capacitan a pequeños negocios y los lanzan en el mundo digital. Para él, que no
quieran competir, sino compartir sus conocimientos y lo que han aprendido en estos
años, para que otros crezcan, refleja un cambio significativo de mentalidad.
Juan Felipe también sigue creciendo, al lado de amigos y compañeros, en el
tema de las tecnologías. Trabaja con otros jóvenes graduados del Servicio Nacional
de Aprendizaje (Sena) o que son empíricos y tienen sus talleres. Ellos vieron en la
pandemia una gran oportunidad de crecer, ya que la tecnología fue clave en la época
de encerramiento. Así, aprendieron a hacer las cosas con calidad y competencia y
empezaron a mostrarse, a tener un nombre en Valledupar. El taller en el que trabajan
juntos se convirtió en una referencia, porque son puntuales, se hacen los trabajos
con esmero y tratan bien a los clientes. Es una filosofía de negocio que permite avan-
zar y crecer. El joven también fue impulsor de otro taller similar y ayudó igualmente
a unas jóvenes que venden micheladas. Explica que, a pesar de ser un producto
común, la manera como lo hacen y la forma de trabajar lo hace diferente y atractivo.
Hace poco tuvo la oportunidad de conocer a los dueños de un negocio de comida
rápida, con un toque especial que los diferencia de los demás, por lo que también los
está ayudando. Durante una salida a comer con algunos amigos, pudieron disfrutar
de un menú totalmente diferente y mucho más atractivo que el de otros negocios.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Y la mayoría de los que estudiaron con él van en esa misma dirección: quieren
siempre ver más allá de las cosas, y desean el cambio y aprender constantemente.
El joven emprendedor quiere para Valledupar un futuro donde el progreso sea el
protagonista, con muchas industrias, donde se vea el crecimiento de las personas y
haya mucho empleo. Se la imagina también como una tierra productiva en la que se
impulse el empleo agrícola de manera sostenible y donde se explote ese gran po-
tencial que tienen sus tierras. Quiere que Valledupar se llene de nuevas tecnologías,
que sea una ciudad diversificada en todos los sectores posibles, que ingrese en la
globalización en todos los aspectos y se convierta en un referente nacional.
Pero no solo sueña, sino que está trabajando para eso y afirma que son mu-
chos los jóvenes que también lo hacen y van en ese camino, que están estudiando
y que van reinventándose constantemente. Al mismo tiempo, también tiene mucha
fe, se declara cristiano y sigue las enseñanzas de la biblia. Tiene muy presente una
enseñanza que le dejó un maestro de nombre Luis Miguel Lastra y que cambió su
vida radicalmente. Fue en un momento en que se hacía muchas preguntas sobre
Dios, si existía o no. El maestro le dijo que experimentara y, si no encontraba nada, él
dejaba de creer en lo que creía y lo invitaba a buscar en qué creer. Se dio a la tarea de
buscar esa creencia y dice que Dios se le mostró como padre. Afirma que lo conoció
y su corazón se transformó.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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JOLMAR CARREÑO
GARCÍA
UNA VIDA PLETÓRICA AL
SERVICIO DEL DESARROLLO
SOCIAL EN LAS VEGAS
C
on tan solo 23 años de edad, Jolmar Carreño García tiene un gran recorrido como
líder en diferentes organizaciones de carácter social y político. Desde que nació ha
vivido en carne propia las dificultades de pertenecer a una región olvidada y con
muchas problemáticas. Su nacimiento se dio en el municipio de Curumaní, Departa-
mento del Cesar, pero solo porque en su pueblo, el corregimiento de Las Vegas, no
había un puesto de salud donde pudieran atender la cesárea de su mamá. A partir
de ahí, ha sorteado innumerables inconvenientes, que no han evitado que se supere
cada día ni que su liderazgo trascienda fronteras.
Próximo a graduarse como psicólogo en la Universidad Tecnológica de Bolí-
var, en Cartagena, fue uno de los creadores del Colectivo Juvenil Fuerza y Juventud
Las Vegas y es aspirante a la maestría en Educación con énfasis en Cognición en la
Universidad del Norte. También hace parte del Programa de Educación Nacional
para la paz (Educapaz), coordinando el nodo en Cartagena, llamado Juntos Construi-
mos Paz, y de la Mesa Nacional de Interculturaridad. Como si eso fuera poco, hace
parte de la Alianza Global de Jóvenes Políticos y de Agenda Joven, un espacio para
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
pensar en juventud y política. Adicionalmente está aspirando a ser parte del Consejo
Municipal de Juventud. A través del colectivo llegó también a la Mesa Nacional de
Educación Integral para la Sexualidad.
Como integrante de Educapaz, participó en el primer encuentro de jóvenes
que se realizó en el 2018 en Bogotá, en el que se congregaron unos 50 jóvenes de
todas partes del país para hablar de paz, uno de los temas más apasionantes para
Jolmar. Explica que cuando entró a la universidad con el programa Ser Pilo Paga se
conformó un grupo llamado Sociedad Pilo, en el que hubo varias capacitaciones que
lo hicieron reflexionar sobre su papel en la sociedad y especialmente en su pueblo.
Así, a medida que ha ido avanzando en su formación, también va creciendo la pasión
por trabajar y por desear transformar la realidad de Las Vegas, un lugar que carece de
servicios públicos, como alcantarillado, agua potable, recolección de basuras, entre
otros, lo que no permite a sus habitantes tener una buena calidad de vida.
En el 2020 cuando inició la pandemia, tuvo que radicarse nuevamente en Las
Vegas, por la suspensión de las actividades académicas. En tal situación, las ganas
de querer aportar a la solución de estas problemáticas aumentó. Nació la idea de
crear el colectivo, aunque tuvo que luchar contra el desinterés, la desmotivación y
la falta de confianza en su liderazgo. Sin embargo, dice que lo más importante fue
que tenía un objetivo claro, sabía hacia dónde quería llegar. Del colectivo hacen
parte otros jóvenes que también estudiaron en otras regiones y que regresaron a la
población, pero que además coincidieron en el objetivo que Jolmar tenía en mente.
En estos proyectos ayudó la señora Martha Castillejo, una persona que considera
visionaria y que lo alentó a convocar una primera reunión, la cual, según Jolmar, fue
muy provechosa para iniciar el trabajo.
El joven comenta que están trabajando en tres aspectos básicos: el social,
el cultural y el ambiental, cuyo gran fin es la reconstrucción del tejido social de la
comunidad de Las Vegas. Para resolver problemas y conflictos instalaron una mesa
de conversaciones con varios actores de la comunidad acompañados de la Personería
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Jolmar Carreño García
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Jolmar Carreño García
Todo hace parte del trabajo que ha venido haciendo, aunque con un poco de
temor, por lo que puedan generar sus opiniones o actividades, sobre todo teniendo
en cuenta que, aunque la situación ha mejorado, aún hay presencia de grupos al mar-
gen de la ley en la zona, que es considerada como roja. Además, también enfrenta
muchas dificultades geográficas que afectan directamente en el trabajo que realiza,
como pasa en la ciénaga de la Zapatosa, desde donde es difícil llegar hasta la cabe-
cera municipal de Valledupar, situación que hace sentirse alejados y olvidados a sus
habitantes. Es un costo económico y de tiempo que muchas veces no pueden pagar.
También lucha contra la falta de motivación en los jóvenes, el no poder acce-
der a los apoyos internacionales por la misma lejanía y por no poder cumplir con los
requisitos exigidos. Es una de las razones por las cuales no se han podido convertir
en fundación o asociación. La invitación que hace entonces es a los jóvenes, para
que analicen el entorno en el que viven y, a partir de ahí, comiencen a pensar cómo
van a aportar a una solución, sin estar dependiendo de los gobiernos, sino como
ciudadanos y líderes. A los gobernantes les pide que miren hacia el campo, hacia los
jóvenes rurales, que están trabajando y necesitan un empujón para ir más allá de
sus veredas y sus corregimientos.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MICHELL MARTÍNEZ
LA TRAVESÍA DE VELAR POR
EL EMPODERAMIENTO JUVENIL
E
l ímpetu de la juventud y la dulzura se conjugan en Michell Martínez, quien a sus 22
años es una luchadora comprometida, con muchas ganas de ayudar a su comunidad.
Ella hace parte de la Plataforma de Juventud Municipal del municipio de La Paz, De-
partamento del Cesar, ejerciendo el cargo de secretaria. Los jóvenes, sus derechos y
necesidades son su principal objetivo, por eso se capacita y para eso está trabajando
arduamente. En el mundo hay cerca de 1.800 millones de personas entre 10 y 24
años de edad consideradas el futuro de la humanidad, y aunque se las ha tildado de
apáticas, en los últimos años han despertado reclamando espacios y su papel en el
presente. Una muestra de este activismo es Michell, estudiante de Derecho que ha
estado representando a esta población en muchos espacios, como la Comunidad
Juvenil de Colombia y el Instituto Republicano Internacional, así como en organiza-
ciones juveniles creadas por ella junto otros jóvenes.
Michell ha puesto toda su capacidad al servicio de la plataforma para di-
fundir sus objetivos, para motivar a más jóvenes a participar y para que muchos
sean los beneficiados con lo que se logre. Es una apasionada por lo que hace y se
siente a gusto hablando del tema. Afirma que lo más importante es participar en
“la amplificación de esas voces, que no están en estos espacios, interpretar lo que
quieren los jóvenes, lo que necesitan, para poder trabajar en estos temas”. Piensa
que es indispensable cautivar a la mayor cantidad de jóvenes y despertar su interés
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
de modo que puedan aprovechar estas instancias y ser propiciadores del cambio
que necesitan tanto el municipio como el país. Michell también es estudiante de
gestión cultural y comunicativa y se siente muy contenta de estar trabajando desde
ya para un futuro mejor de su generación. La alegría es un rasgo que la caracteriza y
contagia a quien esté a su lado. “Es increíble la participación de los jóvenes, aunque
se necesita que muchos más se vinculen, pero somos bastantes los que nos hemos
empoderado de estos espacios para trabajar y sacar un objetivo adelante”, expresa
con mucho optimismo, otra de sus cualidades.
Desde el 2019 está inmersa en un trabajo específico y es lograr diseñar y crear
las políticas públicas para la juventud en su tierra natal, La Paz. En este municipio no
existen aún y es imperativo para Michell que esto se logre cuanto antes. Una gran
parte de la población es joven y, según ella, se necesita un derrotero para que en
el presente se le brinden a la juventud todas las oportunidades y que el futuro sea
de los jóvenes. Está segura de que esas son las instancias que necesitan los jóvenes
para empoderarse, porque son capaces de aportar en los cambios que se requiere
en La Paz, así como en el Cesar y toda Colombia. Las transformaciones que planea
junto a sus compañeros solo serán tangibles si pueden participar y eso es lo que
busca afanosamente, motivando a muchos más jóvenes. La juventud hoy en día está
llamada a generar incidencia y Michell sí que lo hace. No desea cambiar el mundo,
sería un anhelo enorme, pero sí ir transformando la realidad que en estos momentos
viven los jóvenes. Al hablar se nota su sentido de pertenencia con la Plataforma, en
la que tiene una agenda local, con acciones puntuales a favor de este sector de la
población. Quiere lograr el fortalecimiento de las organizaciones juveniles y ejercer
la veeduría y control social de la Política Pública Distrital de Juventud que se diseñe.
Ella es ejemplo de participación, como herramienta para el cambio, la paz y la
democracia. Igualmente, pretende cooperar para ayudar a los consejos municipales
de juventud, empoderar a las minorías indígenas y afro, para lo cual dice que está
trabajando fuertemente. “La línea que más se ha movido es la de difundir cuáles
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Michell Martínez
son los espacios con los que cuentan los jóvenes para participar activamente en
las decisiones que tienen que ver con ellos. Y muchos jóvenes aún no los conocen”,
explica Michell. Debido a la pandemia se están realizando charlas virtuales con el
apoyo de los entes territoriales, la estrategia del gobierno denominada Colombia
Joven y el ministerio del Interior. También es prioritario el tema educativo, el cual
considera complicado, porque hay muchos jóvenes queriendo estudiar, pero sin los
recursos suficientes para hacerlo. Su sueño es que cada uno de ellos pueda lograr
esto con el apoyo estatal.
Michell no tiene límites y está segura de que estos existen cuando “nosotros
nos los imponemos”. Afirma que su papá, quien es administrador de empresas, fue
quien la impulsó a ser más participativa en los asuntos gubernamentales. Añade
que fue él, junto con su mamá, quien le ha inculcado desde muy niña la necesidad
de servir a otros. Fue así como, después que se firmaron los Acuerdos de Paz entre
el Gobierno nacional y las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(Farc), comenzó a asistir a conferencias y cursos en los que se dio a conocer todo el
proceso para la firma de estos acuerdos. Luego conformó una organización juvenil
a través de la cual se enteró de la existencia de la plataforma y buscó integrarse. En
ella se encuentran varios jóvenes, unos estudiantes universitarios, otros graduados
ya y algunos que están cursando la secundaria, ya que en este espacio también par-
ticipan las personerías estudiantiles. Todos hacen parte de diferentes organizaciones
sociales, que tienen diversos objetivos, pero el mismo fin de servir a la comunidad.
Como precisa Michell, algunas vienen de los ámbitos ecológico, agropecuario, social,
indígena, de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI), etc.
Con su participación espera dejar un precedente de trabajo y de participación
activa por parte de los jóvenes. “Para que en el futuro sepan que sí existen espacios
donde pueden trabajar, que deben aprovecharlos para su beneficio y el de sus comu-
nidades”. Igualmente, a su parecer, esta podría ser una antesala a la participación en
procesos de elección popular y democráticos a concejos, alcaldías o gobernación. Al
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
respecto, la joven explica que actualmente se está trabajando con otras plataformas
juveniles que hacen parte del área metropolitana, como son las de los municipios
de Manaure, San Diego, Codazzi y Valledupar. “El trabajo en la plataforma me ha
enseñado que se pueden lograr muchas cosas, conocer jóvenes que se convierten
en una inspiración, encontrar amigos y personas que te pueden ayudar en el futuro
y que se puede iniciar desde joven una vida política y pública en beneficio de las
personas”, anota. Sin embargo, asegura que por ahora no le interesa participar en
alguna elección de carácter popular, aunque no descarta esta posibilidad en un fu-
turo, si se le presentara.
[ 618 ]
Michell Martínez
Se interesa más por el sentir de las comunidades que por ostentar un puesto
o un cargo de elección popular. “En estos momentos los entes tienen la capacidad de
ayudar a esas comunidades, de solucionar sus problemas, pero hay desconfianza, por
lo que ha sucedido en el pasado; entonces los jóvenes podemos acercarnos, tener
ese contacto con ellos en campo y conocer sus necesidades”, manifiesta Michell, y
agrega que visualiza el Departamento del Cesar como uno de precursores en la par-
ticipación de jóvenes que estén cambiando las formas de hacer política, buscando
la credibilidad en la población juvenil.
Los principios que rigen a Michel son los de resiliencia y humildad, los cua-
les considera pilares para el trabajo que ha venido haciendo en la plataforma. “Es
necesario que esta llama se encienda más, que los jóvenes sientan en su corazón
el querer trabajar por su territorio y país, que quieran dejar un legado para los que
vienen creciendo. Quiero ver más sensibilidad, sobre todo con los jóvenes del sector
rural, que puedan estudiar, que sus padres tengan un sustento y los puedan enviar
a las universidades”. La joven lideresa es consciente del momento que atraviesa el
país, donde el interés de los jóvenes por lo público y las comunidades ha despertado
de una manera contundente y se han hecho sentir en muchas regiones, al punto de
haber logrado cosas que nunca antes hubieran podido imaginar.
Ella sueña mucho y se imagina a los jóvenes contando con las herramientas
suficientes para trabajar, para forjar espacios y propiciar las condiciones que los
ayuden a salir adelante. Envía como mensaje a toda a la juventud de La Paz que se
atrevan a participar y, aunque no lo parezca, esto les da los suficientes elementos
para servir a la comunidad, para su vida familiar, profesional y personal y, sobre
todo, para llenar su corazón. En un futuro se ve como una profesional ejerciendo
un cargo en el que pueda servir a la comunidad, en el que se pueda relacionar con
muchas personas, ayudando a su familia y a una población que lo necesite. “Mi
aporte a la plataforma es mi energía empoderadora, mi energía de querer el cambio
y de buscar nuevos caminos para cambiar las cosas”. Quiere ampliar horizontes,
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
compartir muchas experiencias con más jóvenes y generar alianzas, para que los
proyectos que se lleven a cabo tengan el éxito esperado.
La joven activista desea igualmente abrir escenarios de encuentro, espacios
de interés común y de participación para la defensa de los intereses colectivos de la
juventud de La Paz. Espera que los jóvenes no sean llamados solo para llenar un cupo
en los eventos o para cumplir una cuota, sino que de verdad se escuche su voz y su
sentir. Este es el momento de los jóvenes, por fin ha llegado la hora de ser protago-
nistas, y Michell lo está aprovechando para construir desde lo social y lo político un
bienestar para todos. Desde niña y en su hogar ha visto la importancia de servir y es
lo que quiere hacer siempre desde donde pueda. Al buscar que la comunidad esté
bien, “así vamos a tener una vida más satisfecha”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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OBET DAVID AGUIRRE
CONSTRUCTOR DE PAZ
A CARTA CABAL
U
n cambio drástico en la vida de Obet David Aguirre y una revelación sobre sus padres
adoptivos cambiaron su vida para siempre. Su historia comienza un 23 de mayo
de 1998 en Ciénaga, Magdalena, donde nació y de donde salió desplazado por la
violencia hacia Barranquilla. En esta capital conoció a una pareja que lo adoptó a
los ocho años de edad y hace tres años vive en el Espacio Territorial de Capacitación
y Reincorporación (ETCR) de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Co-
lombia (Farc), de Tierra Grata, que está en el municipio de Manaure, en el Cesar. Allí
llegó después de enterarse de que sus padres adoptivos hacían parte de ese grupo
guerrillero y habían entrado en el proceso que generó el Acuerdo de Paz firmado
con el Gobierno nacional.
Desde los cuatro años de edad vivía en Barranquilla y llegar a esta zona rural
fue muy impactante, aunque ahora lo considera como un cambio positivo para su
vida. Creyó inicialmente que llegaba a pasar unas vacaciones en una finca y después
se dio cuenta de que era un campamento donde estarían los excombatientes para
llevar a cabo su proceso de reincorporación. Tuvo algunos sentimientos encontra-
dos, ya que estaría con quienes habían sido los causantes de su desplazamiento en el
pasado. A pesar de esto, Obet se emocionó mucho por poder estar cerca de quienes
hacían parte del acuerdo firmado y de aportar desde su conocimiento en algo para
este proceso. Lo que más le llamó la atención fue la unión y el trabajo colaborativo
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
que había entre los reinsertados. Dice que las labores cotidianas se repartían entre
todos, incluyendo las mujeres y los líderes. Además, desde que llegó siempre estu-
vieron pendientes de su bienestar y salud, especialmente ahora que sus padres se
fueron a trabajar a Bogotá en una cooperativa del partido Comunes.
Fue allí en Tierra Grata donde salió a flote el liderazgo de Obet y ahora este
joven inquieto está al frente de varias organizaciones o procesos que tienen dife-
rentes objetivos, pero con un denominador común, que es aportarle a la paz del te-
rritorio. Uno de esos procesos es Son de Paz, que nació por iniciativa de los mismos
jóvenes después que el cantante César López donara varios instrumentos al ETCR
de Tierra Grata y que contó con el apoyo de otras instituciones, como la Misión de
la ONU y el Programa de Desarrollo y Paz del Cesar. Ahí comenzó el trabajo social
de Obet, dirigido a los niños y jóvenes, un trabajo que comparte con Carlos Barbosa,
de la Fundación Construyendo Sueños hacia la Paz en la comunidad de San José de
Oriente, que está cerca a Tierra Grata.
Esa alianza fue clave y también algo complicada, porque la mayoría de la po-
blación de esa comunidad es poco creyente en el Acuerdo de Paz y muchos fueron
víctimas de las Farc, pero poco a poco se fue metiendo y generando la confianza
necesaria para realizar el trabajo que quería hacer. Una de las cosas que evidenció los
beneficios de ese proceso fue la reunión que tuvieron un policía y un excombatiente
en la Plaza del Café: dos personajes que fueron enemigos en el pasado, ahora podían
estar conversando sin ninguna prevención. Eso fue determinante para que hubiera
un cambio de opinión.
La principal conclusión a la que llegaron fue que no querían que Son de Paz
solo fuera música y por eso se ha convertido en un puente de reconciliación entre
víctimas y antiguos victimarios. También incluye un eje de teatro, otro de danza, uno
de audiovisuales y dos ejes transversales: uno ambiental y otro de recuperación de la
memoria histórica. El eje audiovisual lo van a comenzar a trabajar con la elaboración
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Obet David Aguirre
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Dentro de los valores que destaca, está la unión, la armonía con la que trabajan y el
respeto que se profesan.
Obet es abiertamente homosexual y eso lo dio a conocer a los jóvenes con
quienes trabaja, varios de los cuales han confiado en él para confesarle sus preferen-
cias sexuales, a pesar de que no se lo han dicho a sus familias, por miedo a la crítica
y a la burla. Según asegura, en este tema también hay mucha estigmatización y te-
mor, al punto que no se ha podido construir el grupo de lesbianas, gays, bisexuales,
transgénero e intersexuales (LGBTI), a pesar de que hay muchos jóvenes que podrían
integrarlo. Anota que es algo que ha intentado hacer hace algún tiempo, pero que
ha resultado complicado y que ha impedido que esta comunidad haga parte de la
construcción de las políticas públicas de género en el municipio. Cuando se estaba
realizando el proceso, no hubo quien asistiera a las reuniones, quizás por temor a
ser señalados y rechazados. El joven piensa que es lamentable que pase esto y que
esos jóvenes pierdan muchas oportunidades, por ese miedo a ser reconocidos como
miembros de la comunidad LGBTI. Un ejemplo de estos es que no pudieron acceder
a una iniciativa que planteaba ayudar a los miembros de la comunidad con un pro-
yecto productivo de 4.000.000 de pesos.
Ese es un tema que se ha venido trabajando en Tierra Grata, donde hay con-
formada una mesa de género, en la que se han tratado temáticas como las nuevas
masculinidades, la violencia y la prevención, todo con el apoyo de la Organización
Internacional para las Migraciones (OIM). Allá también hay un grupo juvenil que se
conformó con jóvenes de Manaure e hijos de excombatientes. Ya tuvieron su primera
reunión y esperan divulgar lo que hacen en otros ETCR del país. Además de la estig-
matización, lo más difícil para Obet al ejercer su liderazgo ha sido la desconfianza y
el desinterés de muchas personas con las problemáticas de la población. A pesar de
todo, cree saber cómo incentivar a más jóvenes para que participen en todos estos
espacios y que empiecen a creer en ellos mismos y a convencerse de que pueden
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Obet David Aguirre
hacer muchas cosas. Una de las claves, según afirma, es trabajar con los niños, por-
que desde pequeños se van formando para ser los líderes del futuro.
Los planes de Obet son estudiar Trabajo Social acá en Colombia, porque ama
mucho el país. Por eso rechazó hace poco un ofrecimiento de la Misión de Observa-
ción de la ONU para estudiar medicina en Cuba. También espera ganar en las elec-
ciones del Consejo Municipal de Juventud, en el que estaría durante los próximos
cuatro años. Desea seguir trabajando en Manaure, una tierra que para él es sinónimo
de tranquilidad, con un clima agradable y donde está la gente que ama.
Se imagina el futuro con más oportunidades laborales para los jóvenes y tam-
bién verlos en el poder político, porque siente que el cambio comienza desde ahí.
Afirma que muchas de las iniciativas se encuentran con trabas y obstáculos, pero, si
hay jóvenes al frente de las administraciones, podrían darse más fácilmente. Por esto
piensa que los partidos tradicionales deberían darles más oportunidad a los jóvenes
y pone como ejemplo a un joven de 23 años que hace parte del partido MAIS y está
encargado de los avales.
Todos sus sueños y deseos Obet los está forjando, por eso también está
creando la primera Red Departamental de Jóvenes Líderes, con incidencia en al me-
nos diez municipios del Cesar. Incluso ha trabajado para ayudar a jóvenes de otras
regiones. Por ejemplo, ha apoyado a un grupo de ellos que están en el corregimiento
de Palmor, municipio de Ciénaga, donde él nació, para conformar la plataforma de
juventud y poder participar en la elección de los consejos de juventud. Otro de los
sueños de Obet es ganarse el premio Nobel de Paz y ser reconocido en todo el mun-
do por el trabajo que está haciendo para construir paz. Un primer paso lo van a dar
muy pronto en Medellín, donde se reunirán con jóvenes de varias regiones del país
para un intercambio de experiencias.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Obet David Aguirre
LAS CONECTORAS
AFRODIASPÓRICAS
DE LA TAMBORA
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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DAMARIS SAYAS
GÓMEZ
CANTARLE A LA TAMBORA
PARA QUE SE ESCUCHE EN LAS
AMÉRICAS
D
amaris Sayas Gómez nació un 15 de febrero de 1980 en Tamalameque, un municipio
lleno de historias, leyendas inverosímiles y fantásticas, de gente amable, humilde y,
principalmente, pleno de folclor y tradición. En esa población, donde dicen que sale
la “Llorona loca”, Damaris creció jugando a la lleva, las escondidas, el pote quemado,
las rondas o los caballitos, en sus calles empolvadas y sin pavimentar, con sus pri-
mos y amigos. Recuerda que también jugaba a los chocoritos y a la comidita, pero los
momentos que más le gustaban eran esas noches alumbradas con solo mechones,
porque no había llegado la luz eléctrica al pueblo, en las que sus abuelas se sentaban
en la sala a echar cuentos e historias de miedo. Temblaba del temor, pero le gustaba
oír sus voces narrar cómo las brujas se convertían en animales, cómo era la historia
del “cuero arrastrao”, la de la luz corredora o la de la “puerca paría”. “La luz corredo-
ra era una bola convertida en llamas, el cuero arrastrao era un jinete sin cabeza que
iba con su caballo y llevaba amarrado a su cola un cuero hediondo a podrido y dejaba
a su paso olores fuertes y moscas”, explica Damaris, rememorando esas noches,
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
en las que después no podía dormir del temor. También se hablaba del callejón del
peligro, por donde no se podía andar de noche, pues allí las brujas asustaban.
En esas tertulias con las abuelas también se cantaba y se hablaba de la tra-
dición oral de Tamalameque. Fue cuando Damaris comenzó a entender que eso era
lo suyo, que su futuro estaba en esa tradición y que quería ser parte de ella. “Nos
arrullaban con cantos, como “La Verdolaga”, “El esposo brillante”, “Emiliano”, entre
otros, para divertirnos, pero también para que no estuviéramos en la calle”. Para
Damaris esa fue una época muy linda, en la disfrutó plenamente de su niñez, al lado
de su familia. Hasta que, a medida que fue creciendo, los juegos fueron cambiando y
los intereses tomaron otros rumbos. En la secundaria, Damaris que estudiaba en una
institución agrícola, con clases teóricas en la mañana y prácticas en la tarde. “Nos
íbamos a tirar machete, azadón o pala, sembrábamos hortalizas y nos enseñaban a
vacunar a los animales. Fueron tiempos hermosos que disfruté mucho”.
Fue por esa época cuando llegaron a su vida la tambora, la danza y el canto.
Comenzó su carrera artística en los actos del colegio y ahora es una destacada can-
tadora. Con reconocimientos, no solo a nivel nacional, sino internacional, Damaris
lucha por que esta tradición permanezca en el tiempo. “Hay que mostrar lo bonito
que es preservar nuestra tradición oral, no adoptar otros ritmos diferentes a los que
tenemos, porque eso es lo que somos y debemos defenderlo”. Por este motivo no
se ha quedado con todo ese conocimiento sobre los cantos, los bailes cantaos y la
tambora, sino que los enseña a los niños y jóvenes que se muestran inquietos por
el tema.
Según explica, primero fue bailadora y luego comenzó a cantar, cuando se
presentó en un casting para escoger a los integrantes del coro de una agrupación. Es
lo que llaman el “coro responsorial”, es decir, el que responde a lo que dice la canta-
dora. Seleccionaron varias voces, entre las que estaba la de ella, y desde entonces se
ha dedicado a esta expresión cultural que es característica de todos los municipios
de la llamada depresión momposina. Con la agrupación Los Hijos de Chaulo asistió a
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Damaris Sayas Gómez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
el currulao, las maracas o el guache. Por su historia, tiene influencia del negro por
el ritmo, de los españoles por el vestuario y de los indígenas por los instrumentos.
“Se dice que viene por el río grande la Magdalena, cuando los indígenas bailaban
en medio de sus rituales de adoración y ceremonias, en las que se realizaban ofre-
cimientos a sus dioses”.
Esta expresión cultural ha hecho de Tamalameque un territorio representa-
tivo de la tambora, siempre presente en los festivales. Entre sus gestores Damaris
menciona a Ernesto Gutiérrez, quien es cantador y tomó las riendas del grupo para
dar a conocer la tradición por toda la región. Es compositor de temas reconocidos,
como “La Zorra”, “El Mico”, “Pregonero de paz”, entre otros. Profesor inquieto por
la música, comenzó como cantante de vallenato en guitarra y luego pasó a ser un
gran exponente de la tambora. Fue alcalde de Tamalameque y compuso el himno
del pueblo, pero lo más importante es que trabajó con los niños y jóvenes para dejar
un legado de esta tradición.
Gutiérrez fue un referente para Damaris, quien hacia los 14 años pudo descu-
brir, gracias a él, que podía ser una gran cantadora. “El profesor iba a mi casa con la
guitarra para buscar melodías que me sirvieran para cantar. Aprendí mucho de él”.
Y cuando falleció, Damaris ocupó el puesto de cantadora principal en la agrupación.
Ahora recuerda que fueron juntos a muchos festivales, en los que incluso competían
entre sí. “En una ocasión cantamos un tema a San Martín de Loba y el jurado dijo que
las dos versiones estaban muy buenas, pero ganó la mía. En otro festival hasta nos
careamos y yo también le gané. Me dijo que la alumna había superado al maestro”,
recuerda con nostalgia. Luego de que se pusiera al frente del grupo, Damaris supo
que se trataba de una gran responsabilidad; sin embargo, tuvo el apoyo de toda la
agrupación, cuyos integrantes confiaron en su talento. “Me tocó aprender miles de
cantos de tamboras y me convertí en una gran motivadora para mis compañeros”.
A pesar del amor por el folclor y la tambora, Damaris hace otras cosas para
sostenerse. Es auxiliar de enfermería, auxiliar de laboratorio y estudió salud y
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Damaris Sayas Gómez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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KATERINE GÓMEZ
MACHUCA
‘CORPORALIDAD’ AL RITMO DE
LA TAMBORA
P
ara Katerine Gómez Machuca el baile lo es todo. “Cuando bailo soy otra, me siento
volando, me transformo”, manifiesta esta bailadora, cantadora y corista de la tam-
bora. Nació en Tamalameque, Cesar, hace 33 años, 20 de los cuales los ha dedicado
a difundir esta expresión cultural, poco conocida en el departamento, pero que es
motivo de orgullo para ella. Hija de este pueblo de pescadores, agricultores y ga-
naderos, hace parte de la agrupación Los Hijos de Chaulo, donde trabaja para la
difusión de la cultura de su pueblo natal. Su historia en el folclor comenzó estando
en secundaria, cuando se iba con su hermana mayor a practicar con el coreógrafo
Hernando Moreno, conocido como “Cosaco”. Poco a poco fue demostrando su ta-
lento y se fue ganando un espacio en los eventos y concursos de cada municipio de
esta región, conocida como la Depresión Momposina, compuesta por poblaciones
de los departamentos de Bolívar, Magdalena, Sucre, Córdoba y Cesar.
También comenzó a enamorarse del sonido de los tambores, del baile y de
los cinco ritmos tradicionales tambora-tambora, tambora alegre, chandé, guacherna
y berroche. Entonces pasó de los juegos infantiles, de ir a las fincas a coger icaco
y uvita de lata con sus hermanos y primos, a las giras por los pueblos cercanos y
a los ensayos nocturnos, en los que aprendió los pases, los coros y las canciones
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Katerine Gómez Machuca
cómo se baila, cómo se toca y cómo se canta y no solo los de las poblaciones del sur.
Y aunque en las poblaciones de la zona se canta y se baila la tambora, es Tamalame-
que el epicentro de esta expresión cultural y artística y el municipio inspirador para
la creación de otros festivales. En esta población está la tarima “Pacha” Gamboa,
llamada así en honor a una gran bailadora de tambora, muy conocida por su enorme
talento. A Katerine, el coreógrafo y folclorista Diógenes Arango Pino le dice que se
parece mucho a ella.
La artista hace una precisión en cuanto a la forma de representar la tambora
en los diferentes municipios y explica que “cada uno tiene su forma especial de
interpretarla: no es el mismo ritmo, el golpe es diferente y hay unos que llevan
tamborina, pero además hay diferencia en el vestuario. Cada pueblo le pone su sello
a la interpretación”. En los festivales esos detalles se conocen a través de los foros
y conversatorios en los que participan expertos, intérpretes, bailadoras, coristas y
cantadoras. Se realizan igualmente talleres para fortalecer los conocimientos, y en
los cierres se unen todos los grupos de cada uno de los municipios participantes. Los
bailes de la tambora son cantados. Cuando comienzan a tocar, los integrantes del
grupo se reúnen y bailan, se hacen ruedas de tambora con varias parejas al unísono
con los coristas.
Para Katerine, quien ha bailado con innumerables parejas, el que baile con
ella debe ser alguien que lleve bien el ritmo, que sea fuerte, que cuando tome el
sombrero y la llame, lo haga con firmeza, porte y elegancia. El ritmo que más le
gusta es la tambora-tambora, porque tiene cadencia y coqueteo entre la pareja. El
berroche, dice, tiene más movimiento y es más alegre. La Tambora tiene orígenes
afros, indígenas y algo del blanco. “Lo indígena viene de los instrumentos, lo negro
por la danza y el movimiento y de la cultura de los blancos por la vestimenta que
se utiliza”.
En los festivales califican todo: el baile, la voz, los coros y el acople de todo el
grupo, que está conformado básicamente por diez personas. Va el de la percusión, la
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
tambora, el currulao, las maracas, el cantante, la pareja de baile y los coristas. “Cada
uno de ellos es importante y muchas veces vamos más de quince personas, porque
llevamos parejas juveniles e infantiles. Entonces conformamos un grupo bastante
grande”. Los compositores de la Tambora se inspiran en todo lo que sucede a su
alrededor. Puede ser un tema nacional de moda, vivencias, cosas cotidianas o con
base en el lema que se haya escogido para un determinado festival. Katerine destaca
a Ernesto Robles como uno de los mejores compositores de tambora.
Además de bailadora y cantadora, ella estudia licenciatura en matemáticas en
la Universidad de Antioquia, carrera que inició cuando se fue a vivir un tiempo a Me-
dellín donde residía su hermana. “Espero combinar las dos cosas de manera creativa
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Katerine Gómez Machuca
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ROSA EMILIA
HERNÁNDEZ
CANTADORA Y BAILADORA
ACLAMADA EN LA DEPRESIÓN
MOMPOSINA
D
esde muy pequeña, cuando comenzó a tener uso de razón, Rosa Emilia Hernández
está bailando y cantando la tambora en su tierra natal, el municipio de El Paso, Cesar.
Tuvo una gran influencia, no solo de muchas de sus familiares, sino de sus vecinos
de la calle del Majagual, donde vivían aquellas mujeres y hombres que cantaban y
bailaban al ritmo de tambora, como Antonia Silva, Emelina Maldonado, Francisca
Blanco, Emilia Melo, Concepción Melo, Aristides Bandera, Mario Manjarrez, Juana
Díaz –la mamá de Alejo Durán–, Luis Martínez, Basiliano Blanco, Hermógenes Cha-
cón y Teodomira Silva, la única que actualmente está viva y a quien recuerda como
una mujer muy briosa, alegre y que se convertía en la atracción principal donde iba a
cantar. También la tuvo de su tía Catalina Peinado, quien llegaba todos los días a su
casa a tomar el café y entraba cantando: Bolá la pluma, bolá la pluma, bolá la pluma.
Creció en medio de ese ambiente de jolgorio y tradición. Por eso, cuando oía
que habría rueda de cumbia, se escapaba para ir a bailar en medio del grupo de mu-
jeres cantadoras y bailadoras. Disfrutaba de los carnavales, los festivales, las fiestas
decembrinas y los eventos, porque era la oportunidad de poder hacer eso que tanto
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
le gustaba, que era bailar. Dice que también se hacían tamboras, como ofrecimiento
para que las cosechas fueran exitosas o para que algún enfermo sanara. La tambora
se cantaba en cualquier parte, en una esquina, en las plazas, en la puerta de la igle-
sia o en las casas, donde se reunían hombres y mujeres a cantar y a bailar. “Los que
estaban alrededor seguían el ritmo con las palmas; salía una pareja, luego la otra,
las parejas trataban de tumbar al parejo; el que quería tiraba un verso de cualquier
tema. Casi siempre era algo cotidiano y siempre estaba presente la botella de caña”,
explica la cantadora. También cantaban cuando iban a lavar a la ciénaga de San Mar-
cos o a cortar leña. Las mujeres les cantaban a los pájaros, al ambiente, al tronco,
a un árbol, a todo lo que le pudieran hacer un canto. “Llevaban panela con queso
o comida y nos poníamos a cantar cualquier cosa que se nos ocurriera”. Uno de los
temas que compuso Rosa Emilia fue “El manduco”, producto de sus recuerdos, de
cuando su mamá la llevaba a lavar la ropa al caño.
El manduco
Yo tengo la ropa sucia
y no la puedo lavar,
porque ahora tengo un problema,
no tengo con que aporrear,
porque ahora tengo un problema,
no tengo con que aporrear.
Se ha perdido mi manduco,
el manduco se perdió,
ay se perdió, se perdió,
mi manduco se perdió y se perdió,
mi manduco se perdió.
Mi vecina lo prestó y no lo ha traído más
y solo me quedan las manos,
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Rosa Emilia Hernández
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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Rosa Emilia Hernández
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MILDRETH PASOS
PABÓN
LA PRIMERA MUJER
TAMBORERA DEL CESAR
L
a primera mujer tamborera del Departamento del Cesar fue Mildreth Pasos Pabón,
quien integra la Fundación Folclórica El Chandé, del municipio de Gamarra. Cuando
ingresó al grupo todos eran hombres y la dejaban en banca, pero hubo uno de los
artistas que, al terminar el bachillerato, se fue para el Ejército y la directora de la
agrupación le pidió que se aprendiera todos los ritmos, porque le tocaba reempla-
zarlo. Afortunadamente Mildreth se los sabía por completo, ya que había practicado
bastante, durante el tiempo que esperaba esa oportunidad. En 1995 fueron a un
festival en el municipio de Tamalameque y quedó en primer lugar en la categoría de
tambora, pero le tocó irse a dormir temprano, sin poder celebrar el triunfo, porque
los tamboreros estaban inconformes, ya que una mujer les había ganado. Y así ha
sido su carrera musical, de lucha en lucha para ganarse el puesto y poder montarse
en una tarima sin que la miren con extrañeza por ser mujer. También conforma un
grupo de mujeres de Bucaramanga y dice que les ha tocado muy duro ganarse el
respeto como artistas. Agrega que, incluso en un grupo donde comparten con otros
músicos, solo se celebran los logros de los hombres y no el de ellas. Otro de esos
episodios machistas ocurrió cuando estudiaba en Río Viejo su bachillerto pedagó-
gico y se le ocurrió llevar una tambora. Tuvo que huir, porque dos de los músicos la
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Mildreth Pasos Pabón
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
permitan dar la materia de artística, para poder potenciar las expresiones culturales.
No obstante, en el colegio donde labora sí realizó una actividad llamada Valorarte,
con chicos que tenían alguna dificultad. Se realizó de manera extracurricular y tuvo
mucho éxito y buenos resultados, hasta cambiar su comportamiento. Está convenci-
da de que el arte y la cultura salvan a los jóvenes de caer en garras de alguna proble-
mática y además son un aliciente para los territorios que sufrieron con el conflicto
armado de manera intensa. Mildreth dice que, si no hubiera existido el arte, muchas
personas no hubieran podido sobrevivir o superar todo lo acontecido. Para ella el
arte ayuda a soportar el dolor, y por eso cuando un artista se muere en Gamarra,
es despedido con música y con cantos. Pone como ejemplo el caso de una artista a
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Mildreth Pasos Pabón
quien le decían “La Chehi”, quien pidió ser cremada y que sus cenizas las lanzaran
al río. Mientras eso sucedía, aquellos que ella formó en la Fundación entonaban la
canción que más le gustaba.
Para el futuro inmediato, Mildreth espera que la fundación haga una gra-
bación de sus temas, para lo cual cuentan con muchísimo material. Dice que han
grabado empíricamente, pero lo que desean es hacerlo en un estudio con todos los
recursos tecnológicos. Seguirá con la escuela, para ir avanzando en el semillero y
que los niños y jóvenes puedan ser multiplicadores de la tradición. Se continuará
realizando el Festival del Pajarito, que esta vez solo se lleva a cabo el 7 de diciembre,
buscando que sea visible a nivel nacional para que lo visiten muchas personas de
todo el país. Aunque se necesitan muchos recursos, Mildreth dice que hay planes
para conformar la ruta de la tambora, con el concurso de la institucionalidad, lo
que evitará que esta expresión cultural desaparezca. Espera lograr estos objetivos,
aunque considera que en general las artes en el Departamento del Cesar, las artes y
los artistas, están en una situación un poco difícil.
Se siente a veces cansada de tanto luchar, pero no desiste, porque sabe que
tiene una gran responsabilidad con las nuevas generaciones. Su trabajo y el de los
miembros de la fundación es gratuito, porque tienen otros oficios o profesiones con
los que se ganan la vida, pero sueña con que algún día se pueda vivir del arte. A sus
colegas les pide que no dejen atrás sus principios y no se vendan por cualquier cosa,
porque el arte tiene su valor. Mildreth piensa que se debe tener inteligencia electo-
ral para que a los puestos claves lleguen personas comprometidas con la cultura y
haya una inversión importante. Sentencia que, si se invierte en cultura y educación,
se solucionan muchos problemas, sobre todo aquellos en los que está inmersa la
juventud.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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EDELMIRA MÉNDEZ
LA ‘SEÑO MINA’
E
delmira Méndez está hace 26 años en el corregimiento de Sempegua, municipio de
Chimichagua, a donde llegó para brillar, no solo como docente, sino como lideresa
y referente de toda una generación de niños y jóvenes.
Allí todos la conocen como la Seño Mina, porque así la llamaron desde muy
niña, casi desde que nació en Altos del Rosario, una población que ahora es muni-
cipio del departamento de Bolívar, pero que antes era corregimiento de Barranco
de Loba.
“Así me llamaron siempre y cuando en mi casa me decían Edelmira, yo decía:
hice algo mal, porque me dijeron mi nombre completo. Me asustaba, porque nunca
me llamaban Edelmira. Aquí en Sempegua también cuando alguien me dice Edelmira
yo digo qué le habré dicho, porque no es normal que me digan Edelmira. Eso me
suena como a regaño, como que están enojados”, explica y se le oye emocionada
hablando de lo que fue su niñez.
Recuerda que solo había calles llenas de arenas y piedras, pero que eran per-
fectas para el derroche de cultura y tradición que siempre ha existido en esta pobla-
ción, donde mayoritariamente habita población negra, pero con una característica
especial y es que muchos tienen los ojos azules, algo que nadie puede explicar con
precisión, según nos comenta la Seño Mina.
Durante la charla agrega que “nací escuchando todo el tiempo la tambora y a
las señoras mayores cantar y cantar. Se reunían en las noches, en la oscuridad porque
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
no había luz eléctrica, entonces ponían sus mechones, y las señoras y los señores
tocaban los tambores y cantaban. También danzaban indígenas por las calles, en la
fiesta de los carnavales, era una fiesta grande en la que todo el mundo se disfrazaba,
sacaban comparsas y dramatizados”.
En Alto del Rosario sus moradores se dedicaban a la agricultura, la pesca y
la ganadería y según la Seño Mina, lo que más se sembraba era maíz, plátano, yuca,
arroz, mafufo, ñame y batata, pero también árboles frutales como mango, guayaba,
tamarindo y pomelo. “Eran unas tierras muy fértiles, donde había muchas serranías
y un cerro que le decían el de la Bruja, pero que ya no existe, porque lo destruyeron
para construir una vivienda”, precisa.
Edelmira hizo su primaria allí en el colegio María Inmaculada y el bachillerato
lo cursó en el colegio Sagrado Corazón de Jesús de Mompox, ya que en el pueblo
solo había hasta séptimo grado. “A los jóvenes de Alto del Rosario los enviaban casi
siempre para Mompox, antes que Cartagena o El Banco. Allá vivía donde la señora
Ángela Martínez, cuya familia era muy amiga de la nuestra y donde también había
vivido una tía mía hace mucho tiempo”, añade al tiempo que aclara que, aunque era
como una pensionada, siempre se sintió de la familia.
La historia de cómo llegó a ser docente es bien particular. Ella narra que cuan-
do terminó su bachillerato, se devolvió para Altos del Rosario y fue cuando su abue-
lita, Genoveva Rodríguez de Méndez, habló con su amigo Armando Villegas Centeno,
quien era el secretario de Educación de esa época y le pidió una oportunidad laboral
para ella. “El señor me dijo que me fuera para Cartagena porque iban a realizar unos
cursos de bibliotecaria y allí me nombraron en un centro piloto cuando terminó el
curso”, indica.
Cuenta la Seño Mina que posterior a eso, fue nombrada como bibliotecaria
en su pueblo natal, donde manejó unos cinco mil libros y tuvo la oportunidad de
seguirse capacitando, casi siempre en Cartagena. A pesar del buen trabajo que rea-
lizaba, la retiraron del cargo por motivos políticos y fue cuando conoció al que hoy
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Edelmira Méndez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Edelmira Méndez
“La señora de la reunión le dijo: repítame ese nombre, porque cómo es posi-
ble que tengan un nombre así en una comunidad tan grande, con un colegio y con
tantos estudiantes. Entonces nos preguntaron que había en el barrio y le contesté
que varios Hogares de Bienestar Familiar, uno de los cuales se llamaba Divino Niño.
Me dijo que hiciera las gestiones para cambiar el nombre. Así fue como comencé la
campaña para hacerlo. Apenas terminó la reunión, me encontré con otros habitan-
tes del sector y le comenté la pena que habíamos pasado, por lo que era necesario
cambiar el nombre del barrio. Las señoras estuvieron de acuerdo en que se llamara
Divino Niño”, explica la Seño Mina.
Inició entonces la cruzada para que todos conocieran el nuevo nombre del
barrio. Fue a los hogares infantiles, al colegio y a donde los vecinos para que adop-
taran este nombre. Dice que algunos todavía le dicen Rabo Pelado, porque no se
acostumbran, pero la mayoría le llama Divino Niño, sobre todo cuando ella está
presente, porque saben que se enoja.
Mina dice que, a pesar de la alegría de haber sido nombrada, la situación no
era la mejor, ya que el sueldo no era puntual y les pagaban cada año, sin embargo,
entró a estudiar en la Universidad San Buenaventura, donde las clases eran de ma-
nera semipresencial, y en las vacaciones de junio y diciembre, de manera presencial
“Fueron cinco años estudiando, pero como no había carro, ni motos, un se-
ñor me llevaba en bicicleta hasta el ramal de Candelaria. Salía a las cinco de la
mañana, me llevaban a esa parte donde cogía el bus que salía de El Banco, llegaba
a Chimichagua y estudiaba todo un día de ocho de la mañana a cinco de la tarde. El
regreso era igual, me iba en el bus que pasaba a las cinco de la tarde para El Banco,
Magdalena, me quedaba en el ramal, allá estaba el señor en la moto, en la bicicleta
esperándome, y así me venía para acá”, relata la Seño Mina.
Fue un sacrificio que valió la pena, pues recibió su grado de Licenciada en Edu-
cación Básica Primaria, aunque la profesión la ejercía desde que era una estudiante
de primaria en Altos del Rosario, según afirma. “Siempre fui una niña muy inquieta
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Edelmira Méndez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
La Seño Mina también se interesó mucho por la historia del pueblo, pero sobre
todo de averiguar por qué le decían Sempegua viejo. “Todos hablaban de Sempegua
viejo, que era más bonito, que la iglesia era mejor, que las fiestas eran más alegres,
en fin, era lo mejor. Entonces comenzamos a llevar a los alumnos hasta donde que-
daba el pueblo antes y en efecto, nos dimos cuenta que era muy bonito, hay unas
playas bellas y a veces vamos a realizar actividades allá, porque es un lugar hermoso,
con lindos paisajes”, asegura.
Su trabajo en la escuela dio muchos frutos, ya que cuando llegó solo había
grados de preescolar a quinto de primaria. Luego dice que llegó la telesecundaria,
un programa del Gobierno Nacional, por lo que se abrieron sexto y séptimo y al
siguiente año, se abrió octavo. Luego se logró abrir los grados de noveno y décimo.
“Este último lo tuvimos durante seis meses porque en mayo siempre hay
creciente y los niños estudiaron de febrero a mayo, ya que los maestros venían solo
por horas cátedra, pero después no quisieron volver, entonces los estudiantes los
pasaron para Candelaria. De ahí nunca lo hemos vuelto a intentar”, explicó.
La Seño Mina también fue clave en la conformación del Consejo Comunitario
Amada Cabas Gutiérrez el cual se hizo realidad luego de una reunión entre varias
personas de la comunidad que se animaron a trabajar por el bien de los habitantes
del pueblo. “Entre todos fuimos gestionando, consolidando la idea y trabajando para
hacerlo realidad después de muchas actividades que hicimos para recoger recursos,
como bailes y rifas”, precisa.
Se evidenció así aún mucho más sus ganas de ayudar, su carisma y su don de
servir, porque es una mujer que está donde la necesiten, dispuesta a ayudar a quien
tenga una necesidad. En el pueblo ha gestionado para construir casas, ha ayudado
a mucha gente en muchos aspectos y ha sido solidaria con quienes son menos fa-
vorecidos.
“Yo pienso que por ese lado fue que la gente comenzó a apreciarme, porque
si había un enfermo ahí estaba yo, con las compañeras de la iglesia vamos a rezarle,
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Edelmira Méndez
a conseguir los medicamentos o una cita con el médico, hacemos campañas para
ayudar a quien lo necesite. Pero también le dedicamos tiempo a la cultura, hacemos
casetas, bailes, danzas, concursos de poesías y con eso recogíamos plata para algo
que necesitáramos, como hacer el pesebre, el árbol de Navidad o para ayudar a
alguien”, explica la profesora.
Incluso ella también celebra la palabra con el permiso de la iglesia, ya que
se dieron cuenta que preparaba a los niños, a las parejas para el matrimonio y a la
catequesis.
Pero fue desde bien temprano que comenzó su liderazgo, hacia los quince
años cuando fue secretaria de la Junta de Acción Comunal, después que su papá la
obligara a ir a una reunión donde había varios señores que la escogieron en el cargo.
Incluso en la época de la violencia le tocó ir a una reunión a un pueblo que se llama
Puerto Rico, en Bolívar, a la que fueron citados por un grupo armado. Tenía tan solo
16 años de edad y comenzó a entender muchas cosas. Además, que era la consentida
del grupo porque era la menor de todos.
Nos cuenta la Seño Mina que fue en el colegio, con sus estudiantes, cuando
comenzó a incluir en sus clases la Cátedra de Estudios Afrocolombianos, la cual
conoció en una capacitación que les dieron en Bosconia, Cesar.
“Nos empapamos del tema y conocimos las cartillas donde aprendimos cómo
enseñar a nuestros alumnos todo lo relacionado con los procesos afros, desde la
época de la esclavitud con los españoles y las luchas de la población afrodescen-
diente”, precisó.
Diseño su proyecto, en el cual incluyó a los padres de familia y a la comuni-
dad, a quienes les iba explicando el porqué de muchas cosas que caracterizaban a la
población afro y la importancia de conocer el pasado.
La docente procura incluir el tema en casi todos los actos conmemorativos
de las fechas simbólicas y patrias de nuestro país, como el 20 de julio y el 7 de
agosto. “Yo les hablo de literatura negra, de música afro, de Candelario Obeso, de
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Arnaldo Palacio o de Mary Grueso. Hacemos trabajos sobre el tema con la profesora
de español, como poesías, dibujos o ensayos que se publican en el colegio”, señala.
Punto aparte merece el tema de la tambora, porque según la Seño Mina, nunca
se ha dejado de tocar, aunque se estaba perdiendo la tradición y hubo que ir a su
rescate. “En la escuela la tocamos, pero un día llegó la Fundación Natura y la Fun-
dación Alma, hicieron una reunión para escoger unas iniciativas productivas como
artesanías, patios productivos, criadero de gallinas, entre otras. Entre ellas había
una de cultura, entonces nos unimos varias personas para elaborar el proyecto con
el objetivo de rescatar la tradición de la tambora. Nos avisaron que fue aprobado y
comenzamos a trabajar con los aportes de la Fundación, con los cuales compramos
tamboras.
Buscamos a los personajes que tocaban tambora antes y descubrimos a la
señora María De Jesús Rodríguez, La Chula, quien había fallecido, pero cuya historia
estaba bastante ligada a la tambora”, relata la docente.
Con base en la historia de la señora María, la cual fue narrada por su hija,
quien también canta, decidieron que ese era el nombre que debía llevar la casa de
la cultura. “Ella cantaba bonito, le llevamos a los niños y la pusimos a cantar en la
plaza frente a toda la comunidad para que la escucharan y rescatar las canciones de
su madre. Era la primera vez que cantaba en público”, indicó.
Hace una precisión en cuanto a la tambora de Altos del Rosario y la de Sem-
pegua. Dice que son distintas, que el toque, las arengas y la forma de cantar son
diferentes.
La Seño Mina tiene tres hijas, un hijo y 22 años de casada, pero toda una vida
sirviéndole a la comunidad, ya sea en su pueblo natal, como en Sempegua, al cual le
gustaría ver con una escuela digna y grande para que los muchachos puedan realizar
sus actividades y recibir una educación de calidad.
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Edelmira Méndez
“Ellos a pesar de todas las incomodidades, con el poco internet que tiene y
los insuficientes elementos, aman a su escuela, les gusta estudiar y son muy inte-
ligentes. Yo me visiono con un megacolegio, donde los niños se sientan dignos en
sus aulas de clases, que la formación que reciban sea integral y que las instalaciones
sean las más adecuadas”, enfatizó.
Desea para el pueblo unas mejores vías, por donde los campesinos y pesca-
dores puedan sacar sus productos y no tengan que regalar su trabajo. Igualmente,
quiere que Sempegua cuente con un buen servicio de agua potable y no tengan que
irse a bañar a la ciénaga.
Son sueños que espera que se cumplan, que no se queden en sus deseos.
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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LIDERAZGOS FEMENINOS
AGRÍCOLAS
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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AÍDA LUZ MADRID
AL DULZOR DE UNA SANDÍA
H
ace 25 años, Aída Luz Madrid Gutiérrez lideró, junto a sus hermanos, un exitoso
cultivo de patillas en la vereda El Paraíso, que está en el municipio de Astrea, De-
partamento del Cesar. Las semillas que usaron para ese cultivo en la finca El Triunfo
eran venezolanas. Las trajo su papá de ese país, a donde iba constantemente. Cuenta
Aída que no supieron qué hacer con tanta patilla que salió y por eso tuvieron que
regalarla a la comunidad, pero poco después los hermanos se asociaron y cada uno
aportó un recurso para continuar con el cultivo y convertirlo en un negocio. “Nos fue
muy bien: sacamos una buena cosecha, que esa sí la vendimos. Enviamos patillas a
Cali, Bogotá, Valledupar, pero donde más enviamos fue a Cartagena”, explica Aída
Luz, quien nació un 11 de marzo de 1959. Pero solo fue un golpe de suerte, porque
después siguieron cultivando y tuvieron muchas dificultades: “No contábamos con
asesoría técnica y, además, se perdió el ánimo inicial de seguir cultivando y cada
quien quiso trabajar por aparte o cambiaron a otros cultivos, como yuca o árboles
frutales, porque no querían seguir perdiendo el capital que habían invertido”. Cuenta
Aída que la patilla salía pequeña, verrugosa y la hoja se achicharraba. El color era
muy pálido y el sabor insípido.
En ese momento, la historia de vida de Aída Luz dio un vuelco total y la llevó a
dejar su tierra por muchos años. Su relato se remonta al pasado, cuando sus abuelos
maternos eran los poseedores originales de estas tierras. Eran Enrique Gutiérrez, un
cazador, y Francisca Barraza, comadrona. En la zona no había pastos, sino montañas,
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
pero con préstamos bancarios que les otorgaron, en asocio con otros familiares, lo-
graron comprar animales y poner a producir las tierras. La violencia irrumpió sorpre-
sivamente, se disolvió esa asociación, le pagaron al banco y dividieron las ganancias.
En consecuencia, sus abuelos le entregaron una parcela a cada hijo, una de ellas para
la madre de Aída Luz. Rememora su niñez en esa finca y dice que no había vías, sino
caminos de herradura, por lo que había que transportarse en burro y además debían
ir a coger agua a un jagüey, para lavar la ropa y para el consumo, en una fuente o
vena, que aún existe y está en la finca de uno de sus hermanos.
Aída se gozó toda su niñez, pero cuando cumplió los quince años se casó y
pasó a ser una mujer de hogar. Se fue para Chimichagua y después para Valledupar,
donde estuvo unos diez años. Su esposo era un operador de máquina, aunque hacía
de todo: tirar machete, ordeñar o cualquier otro oficio. Aída Luz se separó y se fue
para Venezuela a iniciar una nueva vida. Allá estuvo dos años y regresó a Colombia,
pero esta vez se quedó en Cartagena, donde estuvo unos 20 años. Se había vuelto a
casar y era feliz. Tenía un taller de confecciones con varias máquinas industriales y
le iba muy bien, hasta que la tragedia tocó su vida. Su esposo murió en un accidente
de tránsito y quedó sola. Después del suceso estuvo dos años en Cartagena, pero
decidió volver a su pueblo natal, animada por sus familiares. Desde entonces, se ha
dedicado al campo y a revivir el cultivo de patilla que años atrás había intentado ha-
cer. “Apenas tenía tres años de haber montado mi taller, mi esposo me ayudó a com-
prar las máquinas, pero le veía mucho futuro al negocio y por eso preferí trabajar en
mi parcela”. Claro está, ella nunca abandonó por completo El Paraíso, e iba y venía
de Cartagena a ver a sus padres, sus hermanos y sus hijos, que habían quedado allí.
Ya tiene cinco años de haber retornado, tiempo durante el cual se ha dedicado
a sembrar maíz, yuca, naranjo, plátano y patilla, aunque este último sin mucho éxito.
Dice que también están comenzando con un proyecto de piscicultura y que ya tienen
los estanques listos para empezar a trabajar. Aída precisa que la finca que heredó
su mamá después se la repartieron los hijos y cada uno tiene entre 6 y 20 hectáreas
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Aída Luz Madrid
y hay unas 25 casas en la zona. Y a pesar de las ganas con la que llegó a trabajar,
no le ha tocado nada fácil: “El año pasado, cuando vimos la situación muy difícil,
conformamos una asociación confiando en que de esta manera podríamos obtener
más apoyo institucional, de la alcaldía o la gobernación”. Ella lideró la iniciativa e
inició visitando casa por casa a cada uno de sus familiares para organizar la primera
reunión. La respuesta fue muy positiva y todos acudieron al encuentro, en el que se
decidieron varias actividades para recoger fondos. “Vendimos deditos con jugo he-
cho de las mismas frutas que aquí tenemos, también vendimos empanadas, pasteles
y peto”, añade. Los recursos que recolectaron los usaron para legalizar la asociación
que lleva por nombre Asotriun, aunque habían pensado en Asoparaíso, pero ya el
nombre existía. Como ella fue la de la iniciativa, en la asamblea que realizaron fue
elegida presidenta. Anota que la idea que tenían era preparar las tierras para vol-
ver a cultivar la patilla. Así lo hicieron, pero esta vez tampoco tuvieron suerte. “La
producción no fue la que esperábamos: la patilla no salió de buena calidad, por la
falta de asesoría”, explica Aída Luz. “De $2.000.000 de pesos que invertimos, solo
sacamos $300.000. Al cultivo le cayó plaga y no creció mucho, porque llovía mucho
y donde nace la raíz la mata se ponía amarilla. La flor también se maltrató y quedó
sin fuerza”, es la explicación que da Aída Luz. Esto provocó que, las 25 personas que
conformaron inicialmente la asociación se enfriaran y solo quedaran 15. “Se fueron
porque no querían seguir perdiendo plata”.
Para Aída Luz esto solamente es un tropiezo y está en la búsqueda permanen-
te de seguir creciendo, de no dejarse abatir por las dificultades y de salir adelante
con los que quedan. Por este motivo, quieren encontrar una asesoría para conocer la
mejor técnica de sembrar la patilla y poder obtener los frutos que tuvieron aquella
vez hace 25 años. “Todo es un proceso y eso no lo entendieron quienes se salieron,
aunque pueden volver cuando quieran”. Todos los asociados son familiares de la
vereda. Ahí están sus hermanos, sobrinos, primos y hasta sus hijos. Dice que ahora
están pensando en sembrar papaya y fríjoles, pero también seguir explorando qué
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Aída Luz Madrid
más pueden hacer, para no depender de un solo cultivo. Además de las dificultades
agrícolas y económicas, Aída Luz ha tenido que sortear con cada uno de los caracte-
res de los asociados, porque es apenas normal que todos tengan modos de pensar
diferente, pero ella, con sabiduría y prudencia, ha sabido salir avante. Su objetivo
también es asociarse con otras veredas y agricultores, porque está convencida de
que unidos podrán lograr muchas más cosas y apoyo de los mandatarios. Hay mu-
chas personas que se están motivando, que están trabajando fuertemente, pero, tal
como lo ve, no se puede lograr mucho de manera individual.
Sueña mucho y busca cumplir esos sueños: “Quiero que algún día mis pro-
ductos puedan ser vendidos en el exterior a través de una plataforma en internet,
deseo tener maquinarias para tener cultivos más tecnificados y contar con jóvenes
profesionales en la asociación, que vean en el campo una fuente de ingresos. Quiero
verlos graduándose de ingenieros agrónomos y que vengan a brindarnos asesoría”.
Por eso Aída Luz sigue firme, esperando lograr cada una de estas cosas con las que
sueña, liderando el proceso, animando a otros y trabajando por hacerlas realidad.
Su liderazgo es innato y dice que también ha ido aprendiendo a través del tiempo y
con cada experiencia que le ha tocado vivir, buena o mala. “El liderazgo que más me
ha enseñado es el que ejerzo en mi hogar, porque soy madre cabeza de familia y me
ha tocado llevar las riendas de todo en mi casa”, asegura complacida.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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DELIBETH ARDILA
RAMÍREZ
SEMBRAR LA TIERRA
Y COSECHAR VIDA
D
elibeth es una mujer campesina unida a la tierra desde su nacimiento. Llegó al mun-
do un 18 de julio “en la pata de una mata de plátano” y desde ese momento no se
ha separado del campo. Se dedica al cultivo del café junto con su esposo en la finca
La Suiza, pero además se ha convertido en una lideresa de los caficultores y de las
mujeres de La Paz. Es representante municipal de los cafeteros de La Paz en el co-
mité La Paz-Manaure, hace parte de la junta de acción comunal de su vereda, de la
Asociación de Mujeres Caficultoras y de Guardianas de Paz y Ambiente.
Su rol como lideresa inicia en el 2005, cuando se convierte en representante
de las veredas Filo Machete y Alto Riecito en el programa de Familias en Acción. A
partir de ese proceso, Delibeth se dio cuenta de que, además de apoyar a sus familias
por medio de las labores del hogar, las mujeres podían contribuir al bienestar de
la comunidad. Así fue como empezó a trabajar con las familias que no estaban en
Familias en Acción y lo hizo llevando brigadas de salud al municipio para quienes no
contaban con el Sistema de Identificación de Potenciales Beneficiarios de Programas
Sociales (Sisben). Delibeth ha recibido capacitaciones por parte del British Council
sobre formulación de proyectos y liderazgo en la mujer rural, además hizo parte de
los Grupos Motor en la construcción de los Programa de Desarrollo con Enfoque
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Territorial (PDET). “Para mí es muy importante hacer parte de estos procesos, por
el aprendizaje y por lo que puedes aportar a tu comunidad”. En su concepto, lo más
importante en la formación de mujeres líderes radica en promover la vocación de
servicio a la comunidad.
Para esta campesina el campo es una oportunidad potencial para que las
mujeres realicen otras actividades, además de las del hogar. La Paz cuenta hasta la
fecha con 418 mujeres caficultoras ceduladas, entre las que se encuentran madres
cabeza de hogar, víctimas del conflicto, profesionales y esposas; cinco mujeres hacen
parte del comité La Paz-Manaure y hay una participación de las mujeres del 30% en
el departamento, mientras que el corregimiento de Delibeth, San José de Oriente,
cuenta con una concejal campesina. Para Delibeth esto es un avance y permite que
las mujeres tengan un espacio activo en la representación de procesos comunitarios,
pero además les permite ser independientes y generar sus propios recursos. La difi-
cultad de que más mujeres se unan a procesos comunitarios radica en las tradiciones
arraigadas en el departamento: muchas mujeres no desean ser independientes ni
participar en procesos, además aún se considera que quien trabaja el campo y man-
tiene económicamente a la familia es el hombre.
Como representante municipal de los cafeteros, se encarga del manejo del
presupuesto asignado por la Federación para el municipio. “Este año tuvimos un pre-
supuesto de $36.000.000 de pesos. Lo invertimos en vías, en escuelas, en tramos de
placa huellas. Siempre trabajamos con la comunidad, la comunidad es quien aporta
la mano de obra. Tenemos un presupuesto de educación que lastimosamente es muy
poco, un presupuesto en ciencia y tecnología que también es poco. Pero tratamos
de distribuirlo entre corregimientos”. Según Delibeth el municipio de La Paz cuenta
con más de 1.300 cafeteros cedulados, que son aquellos propietarios de tierras que
cuentan con mínimo media hectárea de café, lo que equivale a aproximadamente
2.500 plántulas. Para acceder a este documento, un extensionista visita la finca y,
posteriormente, el cafetero declara de manera extrajudicial que es propietario del
[ 678 ]
Delibeth Ardila Ramírez
terreno y se dedica al cultivo del café. Por medio de esta cédula, reciben asistencia
técnica para sus cultivos, beneficiaderos ecológicos y descuentos en fertilizantes,
semillas y bolsas. Por ejemplo, un kilo de semillas cuesta $32.000 pesos aproxi-
madamente, como cafeteros cedulados pueden obtenerlo por $5.000 pesos en la
Federación.
La mayoría de los cafeteros cedulados son pequeños caficultores que no solo
se dedican al cultivo del café. En La Paz siembran cultivos asociados, es decir, que
realizan una siembra intercalada de dos especies distintas en un mismo lote. Por
ejemplo, el café se cultiva con maíz, aguacate y, a veces, cilantro. Estos cultivos
asociados ocupan el 60% de la producción, pero el café sigue siendo el cultivo prin-
cipal, tanto así que La Paz se ha convertido en el tercer municipio del Departamento
del Cesar que más produce café. Entre las variedades que cultivan se encuentra las
variedades castillo, tabi y cenicafé. Como observa Delibeth, la producción agrícola
del municipio ha mejorado considerablemente: se han cultivado y renovado más
hectáreas de café.
La Paz era un gran productor de cebolla, pero debido al conflicto los cam-
pesinos se desplazaron y las fincas quedaron abandonadas. Después del gobierno
de Álvaro Uribe Vélez, cuenta Delibeth, muchas personas volvieron a sus fincas y
empezaron a cultivar nuevamente. Con el tiempo, los campesinos han aprendido a
darles más valor a sus productos y exigir condiciones más justas ante los interme-
diarios. Anteriormente se vendía al intermediario el café lavado, pero, con el tiempo,
se dieron cuenta de que perdían mucho dinero y había mayores ingresos si secaban
el café y lo vendían directamente en las cooperativas.
En la finca La Suiza Delibeth y su esposo destinan 7 hectáreas al cultivo del
café. Esta propiedad pertenece a la familia de su esposo, de manera que esta acti-
vidad se ha convertido en un trabajo familiar. Son los sobrinos y los hijos quienes
ayudan en la cosecha, apoyados por algunos obreros. Actualmente, cuentan con
35.000 plántulas sembradas y este café se comercializa en la cooperativa Caficosta,
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
que rige el precio del café en la zona, y la cooperativa particular Covallupari, que
compra grandes cantidades de café. La finca cuenta con un beneficiadero, una des-
pulpadora y una marquesina para secar el café, aunque en tiempos de lluvias deben
trasladar el grano a Valledupar o a La Paz para secarlo. El beneficiadero lo obtuvieron
gracias a un proyecto financiado por la Agencia de Desarrollo Rural (ADR), la cual
proporcionó materiales para la construcción de 45 beneficiaderos y mano de obra
calificada. Las fincas favorecidas debían aportar parte de la mano de obra y renovar
una hectárea de café a cambio. Este proyecto fue posible gracias a la Asociación de
Mujeres Cafeteras y la Asociación de Jóvenes.
El corregimiento de San José de Oriente es una tierra privilegiada. En ella se
cultiva café, aguacate, plátano, malanga, maíz, frijol y hortalizas como la cebolla, el
tomate, la lechuga y el repollo. Es una de las grandes despensas agrícolas del Cesar.
Sin embargo, el sector agropecuario y los campesinos que lo conforman necesitan
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Delibeth Ardila Ramírez
apoyo para continuar con su labor. Requieren mejores vías para transportar los pro-
ductos, ya que en tiempos de invierno el estado de los caminos no permite sacar
los alimentos del municipio y, por tanto, se pierde la producción. Por otra parte,
es necesario que reciban asistencia técnica, pues los cuidados de suelos con ferti-
lizantes, abonos y herbicidas son costosos, y muchos agricultores trabajan con las
uñas. Además, aún no hay una dinámica de producción orgánica en el municipio, de
manera que el uso frecuente de químicos daña la tierra. En La Suiza cuentan con una
huerta casera orgánica y reutilizan la pulpa de café como abono. Este es un proceso
que implica más tiempo, pero a la vez genera beneficios a largo plazo para los suelos.
“Se trata de concientizar a la gente de comer saludable y cuidar el medio ambiente.
Realmente sí le estamos haciendo un gran daño con el uso de químicos”.
Delibeth sueña con una marca de café propia que se llame Don Rubén, en
honor a su suegro, un hombre trabajador y noble. También quisiera mejorar la ca-
lidad de la producción por medio de cafés especiales y la disminución del uso de
fertilizantes y químicos. Cree que es necesario trabajar por la recuperación de la
tierra erosionada, de modo que en ella se pueda seguir cultivando y no sea necesario
extender las hectáreas de cultivo. Como lo ve, su corregimiento tiene futuro, pero
es necesario que las mujeres hagan parte de los procesos y reconozcan su potencial
para trabajar en pro de la comunidad. “Les hago un llamado a las mujeres, a que
tengan ese sentido de pertenencia por lo nuestro; podemos liderar muchos procesos
para fortalecer tanto a las comunidades como a nosotras mismas”.
A través de su labor como lideresa y campesina, Delibeth rescata valores
como la fuerza, la confianza, la empatía y la solidaridad. Como madre inculca el ser-
vicio a la comunidad y como campesina el amor por la tierra y en su papel de lideresa
incentiva a otras mujeres a hacer parte del cambio. El liderazgo es una labor valiosa,
pero difícil, que durante mucho tiempo les fue negada a las comunidades sumidas
en el conflicto. Ahora es un momento en el que puede representar una posibilidad
de crecimiento comunitario y paz.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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DEIBYS CONEO
CULTIVAR CACAO PARA EL
EMPODERAMIENTO FEMENINO
C
omo una mujer con ganas de salir adelante y demostrar que la siembra de cacao pue-
de darle otro nivel al municipio de Agustín Codazzi del Cesar se define Deibys Coneo,
la representante legal de la Asociación de Cacaoteros del Perijá (Asocope), la cual
nació en el año 2010 como resultado de la inquietud de un grupo de productores
que decidieron unirse para poder jalonar ayudas y proyectos que los beneficiaran.
Su amor por el campo y el cacao viene desde niña, cuando sus abuelos tuvieron finca
a la que iban a pasear y a pasar temporadas de vacaciones, como las de fin de año.
Sin embargo, su llegada a la asociación se dio hace poco, en un momento de su vida
en el que se sentía inconforme, porque sentía que no había hecho nada, no estaba
trabajando y tenía algunos problemas de depresión. Entonces, “en la esquina de
mi casa vivía un señor que le decían El Cachaco y me dijo que me vendía su finca,
información que le di a mi esposo cuando llegué a mi casa. Así que la compramos
y comenzamos a trabajar”. No tenía idea de que el cacao es rentable, hasta que un
día le enviaron unos kilos y los vendió a buen precio, por lo que de inmediato se
emocionó y se interesó en el tema. Luego conoció al señor Manuel Mujica, fundador
de la asociación, con quien habló sobre un proyecto que estaban iniciando en ese
momento. “Me dijo que si me afiliaba, enseguida podría ayudar con esta iniciativa,
que iba dirigida a los productores de cacao de la zona, lo cual hice de inmediato,
para poder participar”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Poco a poco se fue ganando la confianza del gremio, sobre todo después de
que recibieron los materiales del proyecto y ayudaron a organizarlos y acomodarlos,
porque estaban algo desordenados. Deibys se atrevió a lanzarse a la presidencia de
la asociación y fue escogida, por lo que su misión desde ese momento fue empezar a
trabajar para que la producción de cacao de la zona creciera y los cacaoteros también
tuvieran las herramientas para aumentar su producción. La lideresa siempre ha sido
inquieta, y con este tema más. Por eso comenzó a leer mucho, a capacitarse, a gestio-
nar y a buscar convocatorias en las que pudieran quedar beneficiados y salir adelante
con sus cultivos. “También quise acabar con el mito de que la mujer del campo es
solo la que hace los quehaceres, ya que hemos trabajado mucho por la equidad de
género y estamos convirtiéndonos en mujeres empresarias, dueñas de sus cultivos”.
Cuando consiguió la financiación de un proyecto, trabajó con una persona
que hacía parte del componente social, Sandra Rangel, de quien aprendió que no
solamente debían estar dedicados a estar cuidando el cultivo, sino que debían salir
a gestionar, a capacitarse, a aprender de todo un poco para poder avanzar. “Me
hizo ver la importancia de saber vender, de procesar el cacao y de darle un valor
agregado, transformándolo con buenas prácticas, para poder exigir un mejor precio
en el mercado”. Actualmente, De6ibys tiene en su finca cuatro hectáreas de cacao
adulto y tres hectáreas nuevas, de las cuales está esperando la primera producción,
que estará lista en un año y siete meses, ya que es un material vegetal injertado y
con los cacaos híbridos sí hay que esperar un poco más, según nos aclara. Además
de ser la presidenta de la asociación, es secretaria del Comité Intermunicipal de Ca-
caoteros, cargo en el que tiene interacción permanente con la Federación Nacional
de Cacaoteros, de la que recibe apoyo para los productores locales. Tiene ahora una
gran responsabilidad, sobre todo porque, de diez años para acá, el cacao ha tenido
un auge muy grande y ha pasado de ser un cultivo de patio, es decir, uno que no te
genera ganancias, a ser uno bastante rentable, después de la llegada de las entidades
y de la conformación de las diferentes asociaciones.
[ 684 ]
Deibys Coneo
Explica que el cacao debe sembrarse con un cultivo transitorio, como el plátano
o el guineo, no solo para brindarles la sombra que necesitan, sino para ayudarse con su
producción, mientras llega la cosecha del cacao. También lo están haciendo con árbo-
les frutales como la guayaba o con maderables como el roble y la guaima, igualmente
para dar sombra, ya que el cacao no debe estar expuesto al sol de manera permanente.
En la parcela trabajan tres personas, aparte de Deibys, quien llega los viernes en la
tarde y se va los lunes en la mañana, aunque puede ir en cualquier momento, porque
está a unos 40 minutos del casco urbano, para estar pendiente de podar, limpiar y
quitarles los chupones a las plantas. El agua de la finca la toma de un caño en actividad
permanente, que muy rara vez se queda seco; cuando eso pasa, se llenan unos tanques
en la parte alta y se utiliza el sistema de goteo y aspersión de los cultivos.
Deibys afirma que a los miembros de la asociación los une el amor por el
cacao y el empeño que le ponen para que sea tan visible como el café, que también
es uno de los cultivos que hay en la zona. “Estamos creciendo y ya hacemos parte
de un índice alto de productividad, porque estamos produciendo entre cinco y seis
toneladas de cacao en un mes de las siembras, en las veredas Mayhuza, El Pozón
–que es donde está mi finca–, Maquincal, Aguacatera, Siete de Agosto, Sicarare, La
Trementina, El Once, Ibera y la San Jacinto, entre otras”.
Ahora están trabajando fuerte en el relevo generacional a pesar de que de-
bido al conflicto armado y los actos violentos que se registraron en el pasado en
esta región, hubo abandono de tierras por parte de los campesinos. “Hay muchos
muchachos que se fueron y no les cogieron amor a sus tierras y tienen a sus padres
ya viejos, quienes no tienen la misma fuerza para trabajar. Por eso hemos estado
motivando a esos jóvenes para que trabajen en algún lote que les donen sus proge-
nitores, con semillas, asistencia técnica y material vegetal”. Y de la misma manera
se está haciendo con las mujeres, a las que se les cede un lote para que lo asistan,
lo siembren y lo cuiden, hasta volverlo productivo y pueda aportar a la economía
de sus hogares.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
La iniciativa con los hijos de los productores nació un día que les propuso
solicitar al Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) una capacitación en cosecha y
producción y un curso básico de transformación del cacao, el cual se dictó a unas
28 personas que lograron reunirse. Después han ido investigando y se ha logrado
transformar el cacao en chocolate de mesa, con algunas variaciones: con azúcar, sin
azúcar, con canela, pero de manera muy artesanal, haciendo el tostado a leña, el des-
cascarillado a mano, usando moldes de madera y con un molino que sí es eléctrico.
El producto de este proceso de capacitación e investigación se llama Chocolate Char
Artesanal del Perijá. El proceso comienza secando el cacao, después tostándolo, has-
ta que se lo descascarilla y muele, antes de cocinarlo, para después hacer la mezcla
con azúcar, canela o el ingrediente que vaya a llevar. Por último, se vacía en los mol-
des y se congela. Una persona que se encarga de comercializarlo y lo lleva una vez
a la semana a algunos sitios donde se vende, pero, dice Deibys, principalmente se
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Deibys Coneo
mueve entre los amigos y familiares de los socios. “Queremos hacer de todo, porque
me llamó la atención en una feria a la que fui, donde con el cacao hacían de todo:
maquillaje, aceites y artesanías, pero necesitamos una oportunidad o un impulso
para poder seguir el proceso de transformación”. Y agrega: “queremos seguir avan-
zando en este tema, porque es un valor agregado que nos genera más rentabilidad
y demostramos que no solamente vamos a quedarnos ahí solo cultivando, sino que
queremos crecer e incluso llegar a la exportación de nuestro producto”.
Afortunadamente se han hecho estudios de suelo en la zona y también se ha
detectado que no se dan enfermedades graves en la zona, por lo que el cacao que
se produce es muy sano y no necesita de tantos químicos para defenderlo de las
plagas. Hace dos años están trabajando en varias clases de cacao, como el aroquita,
el CCM61 y el CCHM, que es el solicitado por la Compañía Nacional de Chocolates,
que tiene su sede en Valledupar y a la que se le vende gran parte de la producción.
Actualmente están trabajando en un proyecto en alianza con dos asociaciones más
y con el apoyo del gobierno canadiense, enviando el cacao a un centro de acopio
desde donde se selecciona el que se envía a la Nacional de Chocolates.
“Para el futuro seguiré trabajando fuerte, no solo en lo del cacao, sino en
beneficio de mi comunidad, porque hago parte también de la junta directiva de mi
vereda y gracias a una gestión se está arreglando la vía por parte de la administra-
ción municipal, que nos ha apoyado mucho también con paneles solares y estufas
ecológicas”. La productora de cacao considera que este puede ser un motor de de-
sarrollo local, porque su producción se da todo el año, aunque tiene dos épocas de
cosecha, de agosto a septiembre y en marzo. Además, opina que es un cultivo en el
que no hay que invertir muchos recursos y, más que todo, requiere saber cuidarlo,
podarlo y tratarlo con mucho amor. Le gustaría ver a la asociación exportando, que
sus asociados reciban un precio justo por la producción, que todos se organicen para
cobrar lo que les corresponde y no solo para pagar los costos de la producción, pero
principalmente aspira a exportar.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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D
ora Fuentes Lúquez es indígena kankuama y ha enfrentado la violencia, la discrimina-
ción y muchas otras dificultades, que no la han desalentado; por el contrario, sigue
firme al frente de su finca, su cultivo de cacao y, desde el año 2016, de la Asocia-
ción Apramesa, como representante legal. Tiene 60 años y vive en el corregimiento
Azúcarbueno, que está en Atánquez, en el centro del resguardo kankuamo. Asegura
que esta población era la despensa agrícola de Valledupar, hasta que llegaron los
violentos y todo se acabó, pero ahora está recuperándose de la destrucción que
sufrió y ha ido mejorando cada día más, incluyendo el valor de la tierra. La lideresa
relata que, en esa época del conflicto armado, las autodefensas se “inventaron que
el cacao era el cultivo de la paz y que debíamos estar asociados, por lo que nos im-
pulsaron a hacerlo y fue cuando nació Apramesa”.
Cuenta Dora que lograron que se adjudicaran unas tierras a varios producto-
res en un sector llamado Campoalegre, pero llegó la desmovilización de ese grupo
al margen de la ley y la fundación quedó paralizada. Luego llegó el Gobierno nacio-
nal, a través del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder) y adjudicó 27
hectáreas a doce productores de la zona, luego de lo cual se empezaron a montar
proyectos productivos, pero sin que se utilizara la asociación. Poco después, en
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Dora Fuentes Lúquez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Dora Fuentes Lúquez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ELCIDA MARÍA TORRES
TORRES
LA EGRESADA DE LA
UNIVERSIDAD NACIONAL
DE COLOMBIA, CAFETERA Y
LIDERESA GREMIAL LOCAL
L
a lideresa Elcida María Torres Torres es una mujer luchadora y perseverante que ha
pasado por muchas dificultades de todo tipo, pero que las ha enfrentado todas y
se ha levantado con mucha más fuerza de cada una de ellas. Recientemente dejó
la presidencia del Comité de Cafeteros Municipal de Valledupar, cargo que ocupó
durante ocho meses y donde logró muchos avances para los productores de café de
la zona. Su objetivo siempre fue posicionar el café, mejorando la calidad, para lo cual
visitaba a los caficultores ofreciéndoles capacitaciones y enseñándoles ella misma
sobre cómo mejorar todos los procesos para la producción.
Elcida nació en la vereda Los Palmitos, jurisdicción de Valledupar, en la finca
de sus padres, herencia de su abuela paterna. Cultivando café, malanga y pancoger,
su padre la levantó a ella y a sus nueve hermanos, varios de los cuales son profesio-
nales. Sus recuerdos los describe así: “eran tiempos muy bonitos. Nos tocaba arriar
las vacas montados en un burro que no tenía sillón; entonces nos ponían un lacito
para que no nos tumbara. Siempre nos enseñaron a hacer las cosas bien y, sobre
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
todo, a estudiar”. Relata que cuando cumplió siete años la enviaron adonde una tía
en Valledupar, donde cursó los grados primero y segundo de primaria. Se fueron los
tres mayores, José Rafael, Ana Luisa y ella. Allá tenían un régimen bastante estricto,
porque su tía les exigía a los tres dedicación completa al estudio y no los dejaba jugar
hasta que no se aprendieran las lecciones. Su hermana Ana Luisa nunca se adaptó
y siempre manifestaba que quería regresarse a la finca. A Elcida no le dio tan duro,
porque era buena estudiante, así que esas exigencias le sirvieron para cogerle más
amor al estudio.
Después de esos dos años, se fueron a Pueblo Bello, a la finca de su abuela
materna Suciona Villazón Cotes. “Recuerdo que mi papá cultivaba en la parte baja y
yo hacía los oficios bien rápido para volarme con él cuando se iba para la estación,
que era donde llevaban los productos agrícolas para venderlos. Me ponía tres burros
adelante y él iba atrás”. Cuando cumplió doce años, la enviaron junto a sus herma-
nos a Pueblo Bello. Allí vivían solos y ella era la encargada de la casa, aunque a sus
padres, que se quedaron en la finca, los visitaban cada ocho días. “Mi papá me dijo
que yo mandaba y tomaba todas las decisiones. Nos levantábamos a las cuatro de
la mañana, nos dividíamos las labores y a las seis la casa quedaba limpia. Luego nos
íbamos para el colegio y a las doce hacíamos el almuerzo, para salir nuevamente a
las dos para clases, hasta las cinco de la tarde”.
Sus padres hacían énfasis en que debían estudiar, a pesar de que su mamá solo
estudió dos años y su padre nunca lo hizo. De sus hermanos, Elcida fue la primera en
graduarse de bachillerato y su deseo era estudiar veterinaria, algo que quizás nació
del contacto directo con los animales, que había tenido desde muy niña. Decidió
entonces irse para Bogotá, a pesar de que su padre quería que estudiara en Monte-
ría, que quedaba más cerca, y teniendo en cuenta que ella era quien le llevaba las
cuentas en la finca. Finalmente, se fue para la capital del país, se instaló en la casa de
un primo y comenzó la carrera de Administración Agropecuaria, aunque ella seguía
con la idea de estudiar veterinaria.
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Elcida María Torres Torres
Anota que “mis padres me advirtieron que la estadía en Bogotá resultaba muy
costosa y que pensara en mis otros hermanos. Entonces pensé que no había nada
que hacer y que tenía que devolverme a Pueblo Bello”. Elcida afirma que lloraba
todos los días, porque no lograba adaptarse y por esa advertencia que le hicieron.
Sin embargo, muy rápidamente conoció a alguien que le suministró el formulario
de inscripción en la Universidad Nacional para entrar a veterinaria. Se inscribió, y a
pesar de no estar muy optimista, en 1991 se convirtió en la primera mujer indígena
de Pueblo Bello en pasar al alma mater.
Fueron muchas personas las que la felicitaron, y se le abrieron muchas puer-
tas, luego de que entrara a estudiar a través del convenio indígena. Eran muchas las
cosas que no conocía y a las que se demoró en adaptar. “Por ejemplo, yo pensaba
que en Bogotá era como en Pueblo Bello, donde solo salía un carro a las cuatro de
la mañana y regresaba a las dos de la tarde”, explica entre risas.
Vivió en varias partes y luego se instaló en el Centro Nariño, en las residencias
que están cerca de la universidad. Al iniciar las clases, Elcida pensaba que por venir
del campo podría tener muchos más conocimientos que sus compañeros, pero muy
pronto se dio cuenta de que estaba equivocada.
“Fueron muchas las materias que no habíamos dado en el colegio o en las que
no habían profundizado mucho, y estaba perdida totalmente”. De las cuatro mate-
rias que tomaba, solo pasó una, y casi la sacan en el primer semestre. Afortunada-
mente fue inteligente y, para el segundo semestre, se acercó más a sus compañeros,
que la ayudaron a estudiar. “Había un estudiante de noveno semestre que me ofreció
ayuda y yo no la acepté; si lo hubiera hecho, no me habría ido tan mal, pero luego
lo busqué para que me ayudara”. Finalmente se graduó en 1999, pero ocurrió algo
que no se esperaba y que le impidió trabajar su tesis en Bogotá.
Como su papá tuvo un problema con otro indígena, que resultó muerto, lo
detuvieron. “Me dieron la oportunidad de trabajar desde acá y que le enviara ma-
terial a mi compañera de tesis”. Un profesor le ofreció una pasantía en los Llanos,
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
pero ella no aceptó. Entonces la hizo en una de las dos fincas del señor Jaime Murgas
Arzuaga. Luego le salió un contrato en la Corporación Colombiana de investigación
Agropecuaria (Corpoica), por seis meses, y el dueño de la finca le permitió tomarlo
y le dijo que volviera a trabajar con él después de que terminara el contrato.
Comenzó a trabajar con varios propietarios de fincas, pero comenzó a tener
problemas por cuenta de la violencia y los grupos al margen de la ley que incursio-
naban en la zona. “Creo que todo tenía que ver con lo de mi papá, quien fue juzgado
por las leyes indígenas, y solo estuvo año y medio preso. Hubo una compensación
económica, pero no lo dejaban tranquilo, porque lo señalaban de ser colaborador
con uno de esos grupos”, asegura Elcida. Expresa con nostalgia que su padre estaba
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Elcida María Torres Torres
muy orgulloso de ella, de que fuera una profesional, y era feliz cuando sus amigos
traían sus animales para que ella los atendiera. Cuando surgieron esos problemas,
consultaron a los mamos y estos les recomendaron hacer un pagamento, tradición
ancestral que consiste en pedirle perdón a la tierra por lo malo que se ha hecho y
retribuir los beneficios que se han recibido, a través de un ritual con cuencas o cha-
quiras, las cuales trituran y envuelven en un lugar específico señalado por el mamo,
el cual acompaña a la persona todo el tiempo. Elcida explica que el mamo consulta
su marunzama, que es una pequeña mochila donde tienen algo secreto y sagrado.
“Ellos saben en qué está fallando uno y qué necesita”, afirma.
Poco después sufrió otro golpe duro en su vida y fue el asesinato de su padre,
luego de lo cual su madre y sus hermanos tuvieron que salir de la finca, que quedó
totalmente desolada, porque se llevaron el ganado que había quedado allí. La finca
se convirtió en la despensa de los paramilitares, quienes se llevaron todos los ali-
mentos que tenían. En ese momento estaba trabajando en varias fincas en Codazzi,
cuyos propietarios le dieron un tiempo para que atendiera el asunto familiar. Poste-
riormente siguió con su trabajo en unas seis fincas de la zona, una de ellas propiedad
del señor Gustavo Gnecco. Estando allí ocurrió uno de los episodios más terribles
de su vida. “Un grupo de paramilitares llegó hasta la finca, acusándome de que yo
estaba sacando gente de las fincas y que era opositora de ellos. Hubo una reunión
a las dos de la tarde en la que les dije que yo no era ni su amiga ni su enemiga y que
solo iba a hacer mi trabajo”. También les explicó que ella no había sacado a nadie y
les mostró la carta de renuncia que había presentado uno de los trabajadores de la
finca. La señalaron también de que ella quería mandar más que los administradores,
ante lo cual el señor Gustavo intervino y dijo: “en mi finca, después de mí, manda
ella”. Incluso la acusaron de ser guerrillera y hasta le dijeron que caminaba como
guerrillera. Al respecto, recuerda Elcida: “yo había denunciado que los registros de
las fincas no correspondían con el número de animales que había en realidad”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Después de ese duro y difícil momento, supo que todos en la vereda sabían
que los paramilitares la iban a matar, pero que primero decidieron hacer la reunión.
Eso la aterrorizó y renunció a trabajar en todas las fincas, para irse a Bogotá, por
consejo de su familia, que se mostró satisfecha por esa decisión. “Yo estaba tan
apasionada con mi trabajo que pensaba en las fincas y en los animales y que había
dejado todo tirado, pero eso era un aviso para mí y no quise regresar”. El líder pa-
ramilitar “Jorge 40” le envió un mensaje con los ganaderos diciéndole que podía
volver y no habría ningún problema con ella. A pesar de que aún sentía miedo,
Elcida decidió regresar y después de una reunión con el nuevo comandante reinició
su trabajo en las fincas.
Todo iba bien hasta que comenzó a enfermarse mucho y luego de muchos
exámenes médicos, encontraron que tenía bronconeumonía y un derrame pleural, es
decir, tenía líquido en los pulmones. Estuvo hospitalizada dos meses, con fiebre to-
dos los días. “Quizás todo lo que había vivido me estaba afectando: lo de mi papá, la
situación con los paramilitares... y entonces, poco a poco, fui dejando de trabajar en
las fincas”. Varios meses después quedó embarazada, pero la presencia de miomas
en el útero la hizo perder la gestación. Tuvo que tomar una decisión trascendental,
que salvaría su vida, pero que la dejaría sin la posibilidad de tener hijos. Tenía 34
años y su deseo era concebir, pero se operó, lo que le desencadenó un cuadro depre-
sivo fuerte. Estuvo como diez meses en esa situación, tiempo durante el cual tuvo
que buscar ayuda psicológica. “Fue una época muy difícil, en la que no permitía que
nadie de mi familia se me acercara, e incluso tuve un intento de suicidio, que me
provocó una pérdida considerable de sangre y me dejó sin sentido durante tres días”.
Estuvo otra vez hospitalizada, esta vez fue por un mes completo, y al salir
decidió que se iba para la finca de sus padres a resolver esa situación. Ese fue como
su refugio, en el cual empezó una nueva etapa en su vida y comenzó a interesarse
por la siembra de café, hasta lograr completar una hectárea. También tenía unas
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Elcida María Torres Torres
30 vacas, con las que se sostenía económicamente. Poco a poco fue saliendo de
ese oscuro hueco en el que estaba y comenzó a interesarse cada vez más en el café.
Se independizó de la finca de su mamá, comenzó una relación amorosa y se
presentó a las elecciones cafeteras en el comité local. “Nunca pensé que iba a salir
elegida. No tenía mayores expectativas, porque no hice campaña, pero parece que
ser hija de Rafael Torres y Ana Paulina Torres y ser una profesional me favoreció.
Quizás vieron que podían estar bien representados”. Entonces comenzó a trabajar
fuertemente. Iba a las reuniones, gestionaba capacitaciones y comenzaba también
a participar en un proyecto de parcelas demostrativas para la seguridad alimentaria.
Consiguió así que el café de los productores de la zona se vendiera con base en el
factor de rendimiento, para obtener un mejor precio, y lideró la conformación de la
Asociación Productora de Mujeres Cafeteras de Valledupar.
Lo más reciente fue un curso de catación que hizo, a través del cual llevó
muestras del café que se produce en la zona y el capacitador le dijo que había un
gran potencial. Eso la tiene optimista y con muchas más ganas de trabajar por el
futuro de la caficultura. “Actualmente me siento muy tranquila en la finca: saber
que estoy trabajando en lo mío, que encontré algo que amo, además de la veterina-
ria, me tiene muy feliz”, expresa Elcida. Dice que sigue trabajando en una finca de
una señora, pero va cuando el cultivo de café se lo permite, porque esa es ahora su
prioridad. “Sembrar la matica, verla crecer, incentivar a las mujeres del campo, es
algo que me satisface mucho”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 702 ]
ROCÍO PULIDO
RODRÍGUEZ
UNA ENFERMERA
EN UN CACAOTAL
D
esde su unidad productiva, llamada El Olimpo, ubicada en la vereda Iracal, del co-
rregimiento Minas de Iracal, municipio de Pueblo Bello, Rocío Pulido Rodríguez nos
cuenta cómo pasó de trabajar en el sector salud a laborar en el campo. Tiene 47 años
y desde los cinco años llegó a Pueblo Bello. Siendo auxiliar de enfermería y técnica
en Salud Pública, en la actualidad es una de las cacaoteras más exitosas que tiene
esa zona del Departamento del Cesar. Explica que, debido a la situación laboral y
económica que sufrió trabajando en el sector salud, decidió volcar toda su energía
a la agricultura, una actividad que le ha dado muchas satisfacciones personales y
financieras.
Su mamá es de Girardot y su papá de Boquerón. Como trabajadores del cam-
po, fueron ellos quienes le inculcaron desde muy niña el amor por la tierra. Sus pa-
dres tenían cultivos de café y cacao en una finca ubicada en la vereda El Reposo, en
Pueblo Bello, la cual tuvieron que vender en la época violenta. La decisión de cultivar
el cacao la tomó en 2016, cuando sus suegros le dieron a su esposo como herencia
diez hectáreas de tierra. Junto a él y a su hermano comenzaron a trabajar, a averi-
guar, a investigar y a empaparse del tema, para lograr sacar adelante el proyecto.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Rocío Pulido Rodríguez
y se dio cuenta de que había algunas deudas pendientes, que los afiliados estaban
cansados de no obtener beneficios y, por lo tanto, se encontraban desanimados.
Rocío comenzó a trabajar y logró la firma de un convenio con Tayronaca, una asocia-
ción que agrupa a productores de café y cacao de la Sierra Nevada de Santa, la cual
promueve el intercambio comercial, tanto a nivel nacional como internacional. Con
ellos se firmó un convenio que tiene una duración de seis años, tiempo durante el
cual compran la producción de cacao, incluso para exportarla a países como Japón
y Canadá.
Rocío señala que comenzaron con capacitaciones a los cacaoteros, para tec-
nificar sus cultivos y obtener así una mayor producción y, por ende, lograr unos
mejores rendimientos que mejorarán sus condiciones de vida. No solamente se en-
focaron en la siembra de cacao, sino en cultivos alternos, para mejorar la economía
de las familias. En el centro de acopio que posee la asociación de cacaoteros de
Pueblo Bello se dictan las capacitaciones de injertos, de poda, de riego, manejo de
plagas, entre otros temas. Mientras tanto, con Tayronaca se montó un laboratorio
donde se elaboran los hongos con los que se ataca la broca que afecta los cultivos
de café y el hongo que combate la hormiga, la cual le hace daño al cacao. Al tiempo
se trabaja en la producción de abonos fungicidas que sean totalmente orgánicos, ya
que en la producción de cacao no se usa ningún tipo de químicos y cuentan con la
certificación orgánica.
Actualmente Rocío tiene 3.300 palos de cacao, ya han recogido las primeras
mazorcas y esperan la primera cosecha plena de cacao criollo o nativo. Claro, le ha
tocado invertir en la limpieza del terreno, para que no le caiga plaga, y animales
como la ardilla no se coman la fruta del cacao. Se ha dedicado también a tecnificar
la unidad productiva, preparando la tierra con materia orgánica, elaborando un cisco
de arroz, desinfectándolo para matar los microbios, llenando las bolsas con toda
la familia, hasta completar 3.500, entre otras actividades. Mientras llenaban las
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
bolsas, se recogió la mazorca y la semilla en un saco de fique. A los tres o cuatro días
ya estaba naciendo la planta, la cual se mete en las bolsas unos tres o cuatro meses.
Rocío explica que todo debe ser contado: las plantas que van en cada hectá-
rea, las bolsas, el abono, que es dos veces al año, y las podas, que se realizan cada
20 días. Se decidió por el cacao criollo porque se enferma menos, es más resistente
y tiene un mejor patrón para anclar, es decir, tiene buena raíz para agarrarse al terre-
no, mientras que los otros son injertados y se caen mucho o tienen menos tiempo
de vida. Esto a pesar de que en la Federación Nacional de Cacaoteros les sugieren
que deben injertar, porque esta variedad produce mejor, pero como asociación han
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Rocío Pulido Rodríguez
decidido cultivar el criollo o nativo, porque son muchos los clientes que lo piden
y lo pagan igual que el injertado. El riego lo realizan a través de una manguera que
conectan a una cascada, pero están cotizando para instalar tanques o albercas para
usar un sistema por goteo, que resulta menos costoso. La sombra que exige el cacao
se da con palos de aguacate, guamito y plátano o guineo, aunque a veces también
se usa zapote y guayaba.
Rocío nos explica que la fermentación del cacao también es un proceso muy
importante, porque de este depende el sabor que tendrá. Es un trabajo de seis días
que comienza con la elaboración de tres cajones de madera, uno encima del otro. En
el de arriba se echa un bulto de cacao y se deja dos días, se abre la compuerta cuando
se cumple este plazo y se deja caer al segundo, donde se mezcla y se deja dos días
más, luego de los cuales se pasa al tercer cajón, donde también se deja dos días. De
ahí sale para las marquesinas, para iniciar el secado. A veces se hace en el piso o en
las tablas. A Rocío le gusta más de esta forma, porque da mejor color. La duración
depende del clima que haga en ese momento, si hay mucho sol, puede durar solo
tres días, pero si no hay, hasta seis.
Según Rocío la recolección del cacao debe ser bien limpia. Luego se clasifican
las mazorcas, entre las más sanas y las no tanto. Las primeras se usan para exporta-
ción, porque este tiene que ser de mejor calidad, con seis días de fermentación. El
otro también lo compran, especialmente en la Nacional de Chocolates, que también
es cliente de la asociación. Algo muy importante que les han enseñado es que no se
deben contaminar las fuentes hídricas, ya que el cacao se pasa por varias albercas
con esa agua y, si está contaminada, obviamente el cacao también estará contamina-
do. La cosecha de cacao, según aclara Rocío, se da en los meses de diciembre, enero
y febrero, aunque varía por el clima, ya que, si lo permite, desde noviembre se puede
estar cosechando. La otra cosecha se da desde junio, julio y agosto, aunque a veces
comienza en mayo. También precisa que un cultivo de tres hectáreas de cacao, como
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
el que ella tiene, puede ser manejado perfectamente por una persona experta en el
tema, pero cuando ya comience a producir, tiene que haber alguien fijo al frente del
cultivo, cortando las ramas, controlando el riego, echando abono y todo lo necesario
para obtener un cacao de calidad.
Rocío anota que restan tres años del convenio firmado con Tayronaca, lue-
go de los cuales esperan seguir trabajando solos, incluso en la transformación del
cacao. En ese sentido, ya hicieron sus primeros intentos y lograron sacar bolitas,
pastillas y chocolates, que vendieron en una feria del café que se realizó en Pueblo
Bello. Allí se hizo la presentación oficial de la asociación, vendieron sus productos y
exhibieron también artesanías. En el centro de acopio abrirán las oficinas y solicita-
rán al Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) que los capacite en manipulación de
alimentos, tanto a los productores como a sus hijos, para empezar a transformar y
vender sus productos. En la feria hubo contactos con algunos clientes que requieren
del polvo del cacao, con el cual elaboran cosméticos y cremas.
Tienen muchos planes y expectativas para el futuro, sobre todo porque los
asociados se han dado cuenta de que sí vale la pena trabajar unidos en equipo y
capacitarse. Rocío asegura que la asociación ya tiene sus documentos en regla, está
más viva que nunca y seguirá creciendo para el beneficio de todos. La gran meta
es recoger su cacao y lograr exportarlo para que las ganancias les queden a ellos
mismos. En el último año compraron un lote con la prima orgánica para organizar
allí unos viveros y secar el cacao. También adquirieron un carro de segunda para
transportar el cacao en baba, es decir, el que no se ha fermentado, cuyo proceso
lo hace Tayronaca, con el fin de que quede uniforme y garantizar así la calidad del
producto. Dentro de sus planes también está el apoyar a las mujeres que hacen parte
de la asociación, para que tengan sus propias unidades productivas, y empoderarlas
de sus propios proyectos. Ya algunas tienen sus lotes propios y, según Rocío, están
mucho más limpios y bonitos. Por eso quieren sacar una marca aparte que sea solo
[ 708 ]
Rocío Pulido Rodríguez
de ellas. Tiene muchos sueños y uno de ellos es lograr que su finca se convierta en
un lugar donde los cultivadores vayan a aprender. Quiere tener unas cinco o seis
cabañas en madera y paja para una unidad modelo, también comprar sus propias
mujas para bajar el producto y no tener que alquilarlas o prestarlas. Quiere que en
cinco años haya una vía construida por la cual se pueda transportar el cacao en carro
y lograr cambiar la realidad de muchos cultivadores de la zona.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Rocío Pulido Rodríguez
REPRESENTACIÓN
POLÍTICA
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ALFONSO ARAÚJO
COTES
UNA VIDA AL SERVICIO
DEL PUEBLO
E
s abogado, especialista en derecho laboral, fue gobernador del Cesar en dos oca-
siones, diplomático, congresista y uno de los fundadores del Movimiento Revolu-
cionario Liberal (MRL), que llegó a Alfonso López Michelsen a la presidencia de la
república de Colombia. Se trata de Alfonso Araújo Cotes, nacido hace 97 años, en el
municipio de La Paz, cuando el Cesar hacía parte del Magdalena grande. Habiendo
llevado desde muy joven el don de servicio como su estilo de vida, también fue diri-
gente gremial, director del Instituto de Fomento Municipal (Insfopal) y presidente
de la Asociación de Ovinocultores del Cesar (Ovicer). Se define como un servidor
público que dedicó toda su vida a ayudar a la gente, a servir a la comunidad, a su
pueblo y a su gente, en las diferentes instancias en las que ha estado, algo que lo sa-
tisface enormemente, porque siente que ha cumplido con la misión que se propuso.
Esta vocación de servicio nace porque, según explica, La Paz era un pueblo
abandonado y prácticamente menospreciado por la dirigencia y la institucionalidad
que se manejaba desde Valledupar. “De aquí salimos los tres primeros profesionales:
un médico y dos abogados, entre los cuales estaba yo, que me instalé en Valledupar,
me introduje en esa sociedad que tenía el poder económico y electoral para lograr
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
que el pueblo no fuera mirado de manera despectiva, sino que fuera respetado y su
gente tenida en cuenta”, explica, desde su residencia en la capital cesarense.
Los otros dos profesionales eran Joaquín Calderón Oñate y Lucas Cotes Ar-
zuaga. El panorama que describe es el de un centro político que manejaba todo des-
de allá y que era muy cerrado para dejar participar a dirigentes de otros municipios.
Agrega que La Paz además era una población sin nada: ni acueducto, ni vías
y mucho menos dirigentes que pudieran gestionar lo que se necesitaba, y por eso
puso todo su empeño en cambiar esa realidad política. Araújo tenía muy claro que,
para poder lograr su propósito, debía tener recursos, los cuales obtuvo ejerciendo
su profesión. Los estudios de Derecho los realizó en la Universidad Nacional, sede
Bogotá, donde se creó el Instituto Nacional del Trabajo, en el cual hizo la especiali-
zación, que fue la primera laboral. Allí tuvo como profesores a los presidentes Carlos
Lleras Restrepo y Darío Echandía, por lo que ser abogado de ese alma mater tenía
una gran valoración.
Era una novedad que un joven de provincia estuviera allá estudiando, y aun-
que algunas veces se sentía minúsculo, tenía una gran capacidad para superar rápi-
damente ese sentimiento, pensando en las aspiraciones que tenía y en sus sueños.
“Cuando regresé al Cesar era el único especialista en Derecho Laboral y me di cuenta
de que los ricos no pagaban prestaciones a sus empleados, que se quejaban cons-
tantemente de la situación. Entonces me dediqué a ayudarlos”. Fueron tantas las
demandas que atendió y ganó que tuvo que contratar a un colega, a quien le dejó
listos mil negocios, para dedicarse a la política, ahora sí con los recursos que había
ganado.
Tenía grandes aspiraciones y muchos dirigentes de la región comenzaron a co-
nocerlo, por lo que fue invitado a hacer parte del Movimiento Revolucionario Liberal
(MRL), una disidencia del tradicional Partido Liberal colombiano. “Éramos un grupo
que no estaba de acuerdo con la forma en que se llevaba la política en el partido,
con un patrón mandando y los demás obedeciendo, donde no había oportunidades
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Alfonso Araújo Cotes
para nadie, solo para los que el jefe dijera. Era un gobierno hegemónico, que no daba
participación a los demás y nombraba a dedo, mientras que lo que queríamos era
tener candidatos que se identificaran con el pueblo, sobre todo en La Paz”. Asegura
que el municipio tenía todos los caminos cerrados y él no quería someterse a ese
régimen, sin darles chance a otros. Y los dirigentes liberales que tenían el recurso,
la relación con los altos jefes nacionales, eran los ricos, los poderosos y los dueños
de la tierra, mientras que ellos eran un grupo de insurrectos sin tanto poder, pero
con una gran capacidad intelectual.
Fue presentado entonces como miembro del movimiento en una manifesta-
ción en La Paz, donde también se anunció su candidatura a la Cámara de Represen-
tantes. Comenzó a moverse por todas partes y a buscar respaldos y también a asumir
el liderazgo del movimiento. Y salió elegido como congresista. Así presentó el primer
proyecto para la creación del Departamento del Cesar y separarlo del Magdalena,
pero la iniciativa no prosperó y desapareció del Congreso. El dirigente afirma que su
enemigo político de la época, José Ignacio Vives Echeverría, fue el responsable de
esto, porque era quien se oponía al proyecto, y pudo volverlo a presentar, porque en
ese entonces los períodos eran de solo dos años. No obstante, luego fue entregado
un segundo proyecto por José Antonio Murgas, el cual sí se aprobó y concretó la
creación del departamento en el año 1967.
Cuando terminó su primer ciclo en la Cámara, apareció Aníbal Martínez Zu-
leta como candidato y él fue desplazado; sin embargo, volvió a ser candidato y salió
elegido nuevamente. Con Aníbal tuvo una relación muy difícil al principio, debido a
este episodio, pero con el tiempo se convirtieron en amigos entrañables y lograron
tener unas relaciones muy cercanas. Incluso llegaron a realizar un programa de radio
juntos: “Diálogo de opinión”, en una emisora propiedad de Martínez.
Como logros en la Cámara de representantes, Alfonso Araújo destaca la pre-
sentación de ese primer proyecto para crear el Departamento del Cesar, el haber ges-
tionado la carretera troncal del Caribe por la cual se podía viajar desde Bogotá hasta
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Valledupar, entre otras gestiones. También llegó a ser senador de la república, donde
gestionó muchas de las vías terciarias en los pueblos del cesar. “Ya después no volví
a salir elegido, y cuando aspiré nuevamente, perdí por 42 votos que mi oponente se
comió para que yo no ganara, un hecho insólito que causó revuelo en el Cesar”. En
total, el MRL tuvo 21 congresistas, una cifra bastante importante.
Fue nombrado otra vez gobernador del Cesar, entre los años 1968 a 1970,
en las presidencias de Carlos Lleras Restrepo y Misael Pastrana Borrero, y entre los
años 1975 y 1977, en la presidencia de Alfonso López Michelsen, quien también fue
mandatario departamental. Durante el tiempo que estuvo al frente de la administra-
ción departamental se lograron muchas cosas, entre las que resalta la construcción
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Alfonso Araújo Cotes
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Alfonso Araújo Cotes
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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HERMAN VERGEL
HUELLAS DE LIDERAZGO
E
n los años cincuenta, llegó al corregimiento de Chimila, municipio de El Copey, Cesar,
una pareja de nortesantandereanos en busca de una mejor vida para su familia. En
ese hogar, el 1 de junio de 1976 nació Herman Vergel, un destacado docente y líder
de esta comunidad productora de café y luchadora. Herman recuerda que los patios
de las casas de Chimila estaban inundados de matas de café, la zona era boscosa y,
sobre todo, muchos campesinos trabajaban la tierra, la mayoría venidos de Antio-
quia, Tolima y varios lugares de la Costa Atlántica. Su vida de niño transcurría entre
asistir al colegio en el pueblo y pasar sus vacaciones en la finca, a unas dos horas en
las estribaciones de la Serranía del Perijá. Estudió en el pueblo hasta noveno grado
y después tuvo que trasladarse hasta Piedecuesta, Santander, para cursar décimo y
undécimo. Allí vivía en el seminario de los misioneros redendoristas y estudiaba en
un colegio púbico. En la institución, en la mañana educativa tenía actividades en la
granja agrícola y después las académicas. Al graduarse se retiró de la vida religiosa
y retornó al pueblo.
Llegó a Chimila hacia el año 1997, una época bastante difícil que se volvía
mucho más complicada porque no tenía empleo fijo, solo hacía algunas licencias
como docente. Mientras luchaba por obtener un nombramiento y poder así tener
un empleo fijo, asesinaron a un compañero docente de religión y lo llamaron para
reemplazarlo en el colegio Rafael Soto Fuentes, de modalidad agropecuaria. Fueron
meses de zozobra y temor, porque, según explica Herman, el colegio estaba al otro
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
lado del río y había ocasiones en que la guerrilla hostigaba al Ejército desde la otra
orilla y quedaban en medio de esa confrontación. Eran seis profesores los que en ese
momento debían enfrentar esa situación y también tenían que tratar de calmar a los
estudiantes. Los hostigamientos armados casi siempre se registraban en la mañana
y a veces tenían que esperar que terminaran para poder ir con más tranquilidad a
clases.
La comunidad educativa aprendió a vivir en medio de esa situación. Docentes
y niños se llenaban de valentía, dejaban el miedo a un lado y continuaban con sus
labores académicas. Hernán cuenta que cuando llegó los profesores habían imple-
mentado varios cultivos para enseñarles a los niños y jóvenes. Era el único espacio
y horario que tenían disponible para estas actividades, ya que después de que cum-
plían su horario todos debían irse a sus casas a encerrarse muy temprano. Afirma que
sufrieron cuando algunos de los muchachos fueron conquistados por los grupos al
margen de la ley que operaban en la zona. Eso los obligaba a incrementar la motiva-
ción en las clases, para que siguieran estudiando, claro que de manera sutil, para no
tener problemas con quienes lideraban las incursiones armadas.
Según rememora Herman, eso no era nuevo para él, porque cuando era niño
ya existían amenazas contra los maestros. Cuando estaba en primaria amenazaron
a dos maestros con un letrero gigante que pusieron en la plaza del pueblo en el que
decían que los maestros Ricardo Avendaño y Teófilo Herrera eran guerrilleros. Ese
fue el primer desplazamiento del que tuvo conocimiento. El colegio quedó sin pro-
fesores y no hubo cómo reemplazarlos. Años más tarde, siendo él docente, también
fue amenazado en tres oportunidades. A pesar de esto, ha logrado sortear cada una
de las amenazas, centrándose en su trabajo, dedicándose solo a la parte académica
y haciendo caso omiso de todo lo demás. Dentro del colegio y con sus alumnos, sí
buscó implementar alguna estrategia que se pudiera proyectar a toda la comunidad,
para que las familias se libraran del temor generalizado.
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Herman Vergel
Fue así como se idearon las semanas culturales, científicas y deportivas, cuyo
escenario era la plaza pública y participaban docentes, estudiantes, padres de familia
y la comunidad. Había concursos, competencias deportivas y exhibiciones, en las que
todos los grados debían participar activamente. Era toda una semana de eventos y
actividades que no tuvieron restricción por parte de los grupos armados, con las que
se logró algo significativo e importante: que el pueblo pudiera estar hasta las 9:00 o
10:00 de la noche fuera de sus casas. Herman afirma que esta fue la mejor estrategia
que pudieron aplicar, porque se fue generando confianza en la comunidad y el temor
poco a poco pasó a un segundo plano. Relata entre risas que, como no había recursos
para premios, tuvieron que acudir a una gran dosis de imaginación para premiar a
los ganadores de las competencias. A veces era un arroz con pollo que debían com-
partir con los perdedores o anchetas con productos locales. Lo importante fue que
se incentivó a los estudiantes y a la población a salir de la rutinaria vida que habían
impuesto los violentos.
El gran evento se realizaba cada año, a mediados del mes de agosto, y se vol-
vió un acontecimiento destacado en toda la región, al que asistían estudiantes de las
18 sedes de la institución en las veredas. Fue algo destacado, considerando que esos
niños habían durado cinco años sin maestros por cuenta de la violencia. Muchos de
los que estaban, al ser amenazados pidieron traslado, otros renunciaron y se fueron
quedando solas las escuelas. Al ver esa situación, Herman se ofreció para colaborarle
al rector de la época en la coordinación, a la vez que daba clases de filosofía.
También tenía el interés de solucionar el problema de falta de docentes, por
lo que armaron una comitiva para ir a la Gobernación del Cesar a hacer la gestión y
permitir así que esos niños retomaran su formación académica. Había niños de 14 y
15 años que no habían podido sobrepasar la primaria y era hora de que eso cambiara.
El día que decidieron viajar a Valledupar emprendieron el camino muy temprano en
la mañana, pero a mitad de la vía un grupo de paramilitares los hicieron bajar del
carro, se llevaron al rector y lo asesinaron. Fue un golpe durísimo para la institución
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
y para los demás maestros que iban en el vehículo, los cuales fueron amenazados.
Hubo un nuevo desplazamiento de docentes y el colegio se estaba quedando mu-
cho más solo, pero el secretario de Educación le ofreció a Herman que asumiera la
rectoría, porque nadie más se atrevía.
Ese año académico se perdió y hubo que refundar las escuelas, para poder
llevar a cabo un proceso de normalización. Esto sucedió entre los años 2002 y 2006,
luego de lo cual comenzaron las actividades, pero fueron condicionadas por los
actores armados. Anota Herman que la advertencia que les hacían era que, si tenían
problemas, los mataban. Era una situación bastante complicada y cruel para unos
docentes cuyo único objetivo era formar a los jóvenes del pueblo. Agrega que no solo
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Herman Vergel
eran los docentes los que se iban y se desplazaban, sino también las familias con sus
hijos, por el miedo a que fueran reclutados por la guerrilla. Entonces no había quién
diera las clases, pero tampoco quien las recibiera. A Herman lo trasladaron un año
a El Copey, pero, como su nombramiento era de Chimila, regresó y poco después
asumió como rector.
Todo el conflicto armado tuvo un impacto negativo en la zona. Según Herman,
hubo mucha desmotivación, no había oportunidades para nadie, el colegio no tenía
estabilidad, ni para los docentes ni para los alumnos y, según él, faltaba entereza
en las autoridades para estabilizar los procesos de formación. Muchos abandonaron
los estudios y nunca volvieron, porque se pusieron a trabajar para poder ayudar a
sus familias. Sin embargo, explica Herman que Chimila es un pueblo resiliente y, a
pesar de todo lo sufrido, su gente sigue adelante, el campesino sigue trabajando y
no “se le arruga” –le teme– a nada. Se muestra fuerte y luchador. Este fue uno de
los pocos corregimientos donde las gentes se mantuvieron neutrales, sobreviviendo
con lo poco que podía producir.
Cuando ya se inició el proceso de desmovilización, la comunidad decidió or-
ganizarse y él fue elegido como el representante del sector educativo. Hacía parte
de un grupo de líderes que resistieron y que estuvieron cerca del proceso, logrando
el apoyo de la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia de la Organización
de Estados Americanos (OEA). A pesar de todo el empeño que le pusieron, no pu-
dieron lograr que el Estado cumpliera con lo pactado en esos acuerdos. Fue cuando
comenzaron a planear el siguiente paso a seguir para hacerse sentir y conseguir
apoyo, porque continuaban con el mismo puesto de salud deteriorado, las aulas del
colegio destruidas y sin acueducto ni vías. No hubo reparación a tanto daño sufrido.
Decidieron entonces luchar por tener una representación política y escogieron a uno
de los líderes para que aspirara al concejo municipal, escaño que se logró en dos
oportunidades.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Herman Vergel
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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IMELDA DAZA COTES
EXILIOS, SUEÑOS DE
DEMOCRACIA Y PAZ
I
melda vivió su primer exilio cuando tenía apenas cuatro años de edad. Había nacido
en Manaure, municipio de La Paz-Robles, entonces Magdalena Grande, pero la llega-
da de desplazados santandereanos –cargados de dolor y rabia, en busca de trabajo
en tierras similares a las que habían dejado atrás– trastornó la armonía del pueblo
y la familia de Imelda decidió partir hacia Villanueva, en La Guajira, un lugar árido
que la cargaba de nostalgias al recordar la frondosidad de los árboles de Manaure,
la casa de bahareque en la que vivían y la acequia en la que se bañaba. Imelda nació
en marzo de 1948, tenía 23 días de vida cuando mataron a Jorge Eliécer Gaitán. Dice
que nunca ha visto a Colombia en paz.
En 1953 llegaron a Villanueva las monjas misioneras de la Madre Laura, que
venían del norte de La Guajira fundando escuelas para niños y niñas. Imelda entró
al colegio de las monjas junto a su hermana Elcy. Allí descubrió que le encantaba
estudiar y comprendió que el extraño lugar era su nuevo hogar. Para Imelda fue
una época de adoctrinamiento católico intenso. Se sabía de memoria el catecismo
y visitaba junto con sus compañeras del colegio femenino a los niños de los barrios
más pobres para catequizarlos. Desde ese primer contacto, Imelda empezó a dudar
de la prédica de las monjas y del cura párroco. Se hacía preguntas y preguntaba a
otros sobre el porqué de la pobreza y la desigualdad.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Imelda Daza Cotes
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Magdalena había llegado otra María Cano a subvertir el orden y era urgente que el
Incora tomara medidas”.
Frustrada por no culminar la tarea, Imelda se trasladó a Boyacá a dirigir el
censo agropecuario entre 1972 y 1973. Terminada esta labor, decidió en 1974 ins-
talarse en Valledupar. Allí trabajó como asesora de cinco alcaldes, que en esa época
eran elegidos por el gobernador y no solían durar más de un año en el cargo. En
1975 trabajó como docente en el Instituto Técnico Universitario del Cesar (Ituce),
que formaba tecnólogos en construcción, administración y actividades agropecua-
rias. La mayoría de estudiantes eran maestros de escuela que querían conseguir un
mejor trabajo y los docentes eran jóvenes profesionales de Valledupar. Allí Imelda
conoció a Ricardo Palmera Pineda, Napoleón de Armas, Raúl Bermúdez, con quienes
coincidió en puntos de vida sobre Valledupar y Colombia. A partir de las carencias
del Ituce crearon un movimiento cívico popular para elegir un concejal y un diputado
que presentara como propuesta a la alcaldía y a la gobernación un aumento en el
presupuesto del instituto. Después, inició la campaña por la creación de la Univer-
sidad Popular del Cesar (UPC).
La creación de la UPC fue un trabajo mancomunado de estudiantes y docen-
tes. Los estudiantes hacían marchas de la alcaldía a la gobernación, y viceversa,
y pintaban pasacalles y grafitis que decían “Educación superior para la juventud
del Cesar” y “Educación popular, gratuita, laica y de excelencia”. El doctor Ovidio
Palmera, padre de Ricardo Palmera, redactó el proyecto de ley y, posteriormente,
buscaron a un senador para que presentara la iniciativa ante el congreso. Imelda
recuerda que, ante la iniciativa de creación de la UPC, un líder del Partido Conser-
vador le dijo: “ahora sí nos jodimos, porque aquí no va a quedar quién limpie un
potrero ni quien ordeñe una vaca. Todos van a querer ser doctores”. A pesar de que
varios conservadores estaban en contra, el proyecto de ley fue presentado por el
senador conservador Jaime Murgas Arzuaga. Para Imelda es importante recuperar la
historia de la universidad, porque este es un logro que se suele adjudicar al Partido
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Imelda Daza Cotes
Conservador, cuando en realidad la UPC nació como una iniciativa ciudadana de es-
tudiantes y docentes que se aliaron por una educación de calidad.
Posteriormente, en los años ochenta, el movimiento cívico popular se unió al
galanismo, cuya bandera de lucha era la oposición al narcotráfico, a la corrupción y al
nepotismo, y con Galán en campaña visitaron el Magdalena, La Guajira y Barranqui-
lla. Imelda fue elegida concejal galanista y fue la primera mujer en ser presidente del
concejo municipal. Por iniciativa de la Asociación de Economistas y de la Sociedad de
Arquitectos de Valledupar, se le propuso a la alcaldía la elaboración del primer plan
de desarrollo de Valledupar y también el primer plan de ordenamiento territorial.
Tiempo después, el movimiento cívico popular decidió separarse del galanismo, de-
bido a su oposición a la unión de los liberales al movimiento, y decidieron rebautizar
el movimiento cívico popular como Causa Común. “Nuestra aparición en la política
causó un gran impacto. La derecha se sintió amenazada por una fuerza de izquierda
que emergía con berraquera”.
En esa época llega Belisario Betancur a la presidencia de Colombia. A partir
del acuerdo de cese bilateral de fuegos con las Farc-EP se crea un nuevo partido
político para que los guerrilleros se integren a la sociedad. Así nace la Unión Patrió-
tica: “si la ultraderecha no hubiera saboteado este proceso de Unión Patriótica nos
hubiéramos ahorrado treinta y dos años de guerra”. Causa Común se une entonces
a la UP y en 1986 Imelda es elegida concejal de la UP entre otros seis candidatos
electos del partido en los concejos municipales del Cesar. Creían que había llegado
un momento de cambio en Colombia.
Simultáneamente, Imelda trabajaba con Empodupar, anteriormente Acuadu-
par, empresa de Acueducto y Alcantarillado de Valledupar creada por el Instituto de
Fomento Municipal (Insfopal). Por medio de esta empresa, lograron que el Banco
Interamericano de Desarrollo financiara la ampliación del acueducto al 100% de la
ciudad y de alcantarillado al 90%. Imelda era subgerente administrativa y financiera,
y trabajaba con Jorge Araújo, subgerente técnico, y Abel Darío Giovannetti, gerente.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Era la segunda mejor empresa del país, pero tras cuatro años de trabajo fue despe-
dida y la empresa pasó a manos de políticos del departamento. Imelda procuró que
los trabajadores se organizaran en un sindicato, de manera que se opusieron a la
corrupción y privatización de la empresa. Desafortunadamente, el presidente del
sindicato, Orlando Fernández, fue asesinado en 2005 después de muchos años de
defensa de la empresa.
Tras su salida de Empodupar, Imelda trabajó tiempo completo en la UPC.
Esta se convirtió en el punto de encuentro de Causa Común. Sin embargo, el entu-
siasmo por la alianza con la UP y por la transformación de Colombia por medio del
movimiento empezó a decaer con los asesinatos de militantes del partido. El temor
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Imelda Daza Cotes
surgió con el asesinato del concejal de Becerril, Antonio Quiroz, que además era pre-
sidente del concejo. Después, todos los líderes de la UP fueron objeto de amenazas,
hostigamiento y señalamiento a causa del paro del Nororiente que se constituyó en
una Toma Campesina de la Plaza Alfonso López de Valledupar, durante la segunda
semana del mes de junio de 1987, por parte de unos 8.000 campesinos provenientes
del nororiente del país y del Cesar. La UP de Valledupar organizó la manutención de
los manifestantes y se puso a la cabeza de las negociaciones con el gobierno depar-
tamental. El Ejército, por su parte, instaló tanquetas en cada esquina de la plaza.
“Fue una experiencia extraordinaria”, los universitarios jugaban con los niños en la
plaza y promovían eventos culturales durante el paro.
Una semana después de terminada la toma campesina, fue asesinado en
Valledupar el abogado y líder cívico, presidente de Asonal Judicial, José Francisco
Ramírez Torres, militante del M-19 que había presidido las negociaciones del paro.
Un día después, en el antejardín de la casa de Imelda Daza, apareció una corona de
flores silvestres con una tarjeta en la que la invitaban a su sepelio. De igual manera,
varios de los líderes y activistas de la UP recibieron amenazas de distinto tipo. En la
ciudad se rumoraba que todos los que habían respaldado la movilización campesina
corrían riesgo.
Días después, el 20 de julio de 1987, Imelda partió hacia Bogotá. Estaba
embarazada y tenía dos hijos muy pequeños. Allí nació su hija en diciembre 1987.
En enero del siguiente año empezó a trabajar como docente en la Universidad Libre
y en el Centro de Investigación de la Financiera Eléctrica Nacional; sin embargo, las
amenazas continuaron. Esto la obligó a buscar apoyo del Comité Nacional de DD.
HH. que presidía el Dr. Alfredo Vásquez Carrizosa. También la apoyó la fundación
Foro Nacional por Colombia, y cuando las amenazas arreciaron Imelda tuvo que salir
del país. Los amigos de Foro la respaldaron para irse al Perú.
En Lima, Imelda pidió asilo político, pero se lo negaron y, por medio de una
amiga exiliada en Suecia, se enteró de la posibilidad de pedir asilo en este país.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Regresó del Perú, se reunió con sus hijos y su esposo Flavio en Bogotá y en sep-
tiembre de 1989 viajaron a Estocolmo, donde pidieron asilo político al llegar. Días
después iniciaron el proceso de trámite formal del asilo y este les fue aprobado con
residencia permanente para la familia. “El exilio es una experiencia de vida muy
dura. No es nada fácil manejar el desarraigo y las frustraciones que implica el exi-
lio”. Imelda vivió 26 años en Suecia, con su familia. Allí fue candidata al parlamento
en tres ocasiones y fue concejal socialdemócrata durante 14 años. A diferencia de
Colombia, en Suecia el pilar fundamental es la rama legislativa, de manera que no
hay alcaldes, gobernadores ni presidentes. “La gran autoridad la tienen el concejo
municipal, la asamblea departamental y el parlamento”.
Para Imelda fueron 26 años en los que soñó con el retorno, pero este fue
igual de cruel. Regresó a un país distinto, no uno mejor que el que había dejado. Su
regreso se dio gracias a un evento en el Cesar de la Unidad de Víctimas de la UP,
como acto de desagravio ante las víctimas que no habían sido reconocidas como
tales debido a la relación de la UP con la Farc-EP. Imelda se reencontró con los hijos
de sus compañeros asesinados y ante la propuesta de lanzarse como candidata a la
gobernación se instaló nuevamente en Colombia. Quería recuperar su voz en el país
y retomar la lucha que años atrás había dejado.
Desde entonces, Imelda Daza se ha reintegrado a la acción política en el país.
Recorrió gran parte del Cesar para promover su campaña a la gobernación y luego
fue enviada a la Habana durante las negociaciones con las Farc para hablar sobre los
exiliados. De allí volvió con la tarea de hacer pedagogía por la paz en Colombia. Para
Imelda, recorrer Colombia compensó los 26 años de ausencia y le permitió reafirmar
que este es un país de gente buena y trabajadora. Después, recorrió nuevamente el
Cesar apoyando la campaña por el Sí a la Paz en el plebiscito y trabajó como vocera
en el Congreso por la normativización de los Acuerdos de Paz con el movimiento Vo-
ceros de paz. Estuvo en el Parlamento Europeo hablando del proceso de paz, donde
denunció la actitud del Centro Democrático frente a los acuerdos, y fue la fórmula
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Imelda Daza Cotes
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Imelda Daza Cotes
PESCADORES
DE MI TIERRA
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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CRISTIAN OTÁLVAREZ
PESCADOR DE ILUSIONES
P
ara los pescadores del corregimiento de Costilla, jurisdicción del municipio de Ga-
marra, la ciénaga de Sahaya es su empresa y el lugar que les ha permitido trabajar y
sostener a sus familias por mucho tiempo. La ciénaga tiene unas 47 mil hectáreas y
es uno de los principales cuerpos de agua que tiene el Departamento del Cesar, aun-
que sufre una serie de problemáticas que buscan solucionar los mismos pescadores,
para seguir subsistiendo con la venta del pescado, tal como lo hacían años atrás. Los
pescadores Cristian Otalvárez, Juan Clímaco Osorio, Alcides Pedraza y Adalberto
Otalvárez, miembros de la Asociación de Pescadores Artesanales de Costilla (Aso-
pesco), cuentan que antes había muchas especies, como dorada, picúa, coroncoro,
moncholo, zapatero, mojarra y doncella, entre otras.
Sin embargo, cuando en 2010 hubo una gran inundación causada por la cre-
ciente del río Magdalena, la sedimentación llevó a que se abriera un chorro para el
municipio de Tamalameque y se cerrara el caño San Bernardino, que era el pulmón
de la ciénaga. Esto generó que en aquella población pudieran comenzar a disfrutar
de la pesca y de este lado quedaran sin oportunidades. Los pescadores refieren que
muchas zonas se taparon y quedaron destruidas y sin mangles, lo que ahuyentó al
pescado, que antes era abundante todo el año. A esto se le suma la presencia de ga-
nado vacuno y de búfalos de las haciendas cercanas, la pesca ilegal por parte de los
mismos pescadores de la zona y los cultivos de palma africana, todo lo cual afecta la
ciénaga, clasificada como uno de los humedales más importantes del departamento.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Cristian Otálvarez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 746 ]
Cristian Otálvarez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MANUEL PÉREZ PÉREZ
UNA VIDA ENTRE REDES
Y LA CIÉNAGA
C
uando Manuel Pérez Pérez fue pescador, era de los mejores del municipio de Ga-
marra, de donde es oriundo. De manera casi inexplicable, siempre pescaba gran
cantidad de peces en la ciénaga de Zahaya, uno de los mayores cuerpos de agua
que tiene el Departamento del Cesar, con cerca de 47 mil hectáreas. Nació en el
año 1940 y recuerda que en su niñez se la pasaba jugando con sus amigos trompo,
barrilete, bola, entre otros juegos tradicionales y además acompaña a su papá en
las labores del campo, en una finca que tenía en la llamada sierra del Chapetón. Su
mamá, por su parte, era ama de casa, aunque ayudaba en una pequeña tienda que
tenían, donde vendían toda clase de alimentos que ellos mismos cultivaban, como la
habichuela, el frijol, el plátano y la yuca. Al lugar donde vivían lo llamaban la sabana
de Lanza, porque aterrizaban y despegaban aviones comerciales hacia Barranquilla,
aunque el nombre del lugar es la sabana de la Icotea. “En esa época esto era del
Departamento del Magdalena y llegaban los aviones con pasajeros, aunque no me
acuerdo muy bien de qué aerolínea, y también pasaba el tren”. Después de 1967,
cuando el Cesar se separó del Magdalena y se convirtió en Departamento, Gamarra
llegó a ser el primer puerto sobre el río Magdalena, algo que fue importante para la
economía de sus habitantes.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 752 ]
Manuel Pérez Pérez
los señores Pepe Aguilar, Héctor Ramos y Juan García”. También, recuerda Manuel,
algunos pescaban con arpón y flecha, elementos que él también alcanzó a usar. A
veces avanzaban tanto que llegaban a pescar hasta las costas del municipio de Si-
mití, en el Departamento de Bolívar, hasta donde llegaban sus eficientes atarrayas.
La ciénaga de Zahaya, donde pesca Manuel, está compuesta por un conjunto
de ciénagas más pequeñas, entre las que están Cascajal, La Teresa, Palenquilla, Zu-
lia, Carolina y La Piña, entre otras, y está conectada con la ciénaga de la Zapatosa,
alimentada por los ríos Magdalena y Lebrija. También cuenta con varias islas o mo-
rros que, en tiempo de altas crecidas, han servido para que los pescadores puedan
resguardarse en cambuches, mientras baja la creciente. Alrededor de la ciénaga se
han formado varios caseríos, como Acapulco, Villa Estadio y El Prado, en los que se
han asentado algunas familias que también viven de la pesca.
Otro de los méritos del pescador Manuel Pérez es haber creado tres asocia-
ciones de pescadores, durante el tiempo que ejerció este oficio. Según considera, el
estar unidos y agremiados es una gran ventaja para avanzar y obtener beneficios co-
lectivos que les permitan mejorar su calidad de vida. Actualmente Manuel lamenta
que las cosas hayan cambiado y que la pesca no sea como antes, que era abundante
y servía para que los pescadores pudieran mantener a sus familias. Esto debido a
los múltiples problemas que se presenta, difíciles de solucionar por parte de las
autoridades correspondientes. “Hace como doce años que dejó de ser rentable. La
sedimentación ha acabado con la ciénaga; además, las técnicas de pesca que se usan
también han afectado y el pescado se ha ido”. Esto ha acabando con el recurso:
“entre más se le saca, más se muere el pescado”, señala. La ciénaga está amenazada
asimismo por la pesca ilícita; por los cultivos de palma africana, que se han ido ex-
tendiendo; por el ganado, ya sea bovino o de búfalos, que se encuentra en las fincas
cercanas; y también por el robo de tierras por parte de algunos particulares. Dice que
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
son los mismos pescadores quienes no ha acatado las sugerencias que les han hecho
para evitar que brote pescado de la ciénaga, por ejemplo el uso del trasmallo, en vez
de la atarraya, que es la más adecuada para pescar, según las recomendaciones. Otra
problemática que describe Manuel es la desunión que existe actualmente entre los
pescadores, y es que “cada quien trabaja por su lado, y así no se pueden solucionar
los problemas que nos afectan a todos por igual”.
Recuerda la época en la que conformó las asociaciones, en la que hubo acer-
camiento entre los pescadores, trabajaban juntos por alcanzar un mismo objetivo
y no existían tantas diferencias, como en la actualidad. Por eso añora esos años.
Espera que esto cambie y en el futuro puedan unirse y trabajar por el bien común,
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Manuel Pérez Pérez
para que haya beneficios para los casi 300 pescadores artesanales que hay en esta
zona del Departamento del Cesar. Considera que todo puede mejorar, pero con unión
y el apoyo de las autoridades, del gobierno, y con la puesta en marcha de proyectos
productivos diferentes a la pesca, para que se deje descansar a la ciénaga y se pueda
dar su recuperación plena. “Para que esto vuelva a ser como antes, hay que hacer
un esfuerzo bien verraco. Se tiene que suspender la pesca y el gobierno tiene que
ayudar a los pescadores”, enfatiza Manuel, tan apreciado por su comunidad, por lo
amable y colaborador que siempre ha sido.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Manuel Pérez Pérez
TEJEDORAS DE VÍNCULOS
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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AURA ROSA MONTERO
TEJER CON MAESTRÍA
OPORTUNIDADES DE VIDA
E
n marzo de 2019 la exitosa presentadora de televisión estadounidense Oprah Win-
frey apareció en la portada de su revista O, The Oprah Magazine, con un sombrero
vueltiao y una mochila característica de la etnia kankuama. Esa bella mochila fue
diseñada, tejida y elaborada por Aura Rosa Montero Arias, una maestra artesana que
desde muy niña aprendió a tejer las mochilas tradicionales de su comunidad indíge-
na. Fue un hecho destacado que reseñaron los medios de comunicación nacionales e
internacionales y del cual la artesana se siente muy orgullosa. Ella vive en Atánquez,
es un pequeño pueblo ubicado en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa
Marta, al norte de Valledupar, en el Departamento del Cesar, más exactamente en
el Resguardo Kankuamo.
Recuerda Aura Rosa todos los detalles de su niñez, cuando junto a su familia
vivió en la finca Nueva Idea, que entregaron para vivir en una finca propia de nombre
Cabrito. “De allá salimos para el pueblo. Mi mamá criaba animales, como cerdos,
gallinas y chivos, para sostenernos, pero nunca estudié, porque antes no se preo-
cupaban por eso”. Las casas eran todas de paja y los animales andaban sueltos en
la calle y a ella le tocaba, junto a sus hermanos, ir a buscar el agua al río para usarla
en las labores del hogar. Por eso debía levantarse muy temprano, más o menos a
las 4:00 de la mañana. Mientras tanto, su papá mataba ganado que iba a buscar
a la Sierra Nevada. “Éramos trece hermanos, aunque mi mamá tuvo 16, pero tres
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Aura Rosa Montero
cortábamos en el monte, para comprarnos nuestra ropa, porque nos gustaba mucho
el lujo, estar empinchadas para el 31 de diciembre o las fiestas, porque no nos íba-
mos a dejar echar vaina de ninguno”. Ay así, vendiendo mochilas, leña y agua, se fue
gestando la gran mujer comerciante que es hoy en día.
Cuando llegó a los 15 años se fue para Pueblo Bello a trabajar en la casa de la
señora Pilinda Villazón y allá también siguió tejiendo mochilas. Era la única kankua-
ma en la zona, porque solo transitaban indígenas arhuacos, que no vendían sus
mochilas. Las mochilas de fique las vendía a $20 o $30 pesos y a donde la llevaban
sus empleadores allá llevaba sus mochilas. Con varias compañeras iba a Valledupar,
a Bosconia y a La Peña, donde su papá viajaba a ver peleas de gallos y a todas partes
llevaba a vender sus mochilas, que también llegaron a Barranquilla, a Santa Marta
y a Cartagena, algunas de fique y otras de lana, que ya empezaba a elaborar con la
de los ovejos que criaba su mamá.
Su primer concurso fue en la Casa de la Cultura, cuando tenía 18 años de
edad. “Fue una exposición donde llevé una mochila con 24 puntadas y quedé en el
primer lugar, por la calidad del producto. Me dieron un reconocimiento que fue muy
importante”. Otro concurso al que Aura se inscribió lo patrocinaba el Instituto Rosi-
ta Dávila de Valledupar, sobre empaques para las artesanías, y también se lo ganó.
“Hice unos empaques con hojas de maíz y de plátano. Elaboré unas trenzas para
empacar alfandoque, una cajita para empacar la panela y otra para dulces”, explica la
artesana. Quedó en primer lugar, pero nunca recibió el premio, alguien se quedó con
él, aunque empezó a ser reconocido su talento y la contrataron en la alcaldía para
dictar un taller a unas 20 mujeres, por el que le pagaron $150.000 pesos. Después
la contrató el Banco de la República por un mes para dictar un taller a un grupo de
niños y recibió como honorarios la suma de $200.000 pesos.
Comenzó a ser instructora en el Instituto de Capacitación Rosita Dávila de
Cuello, y estando allí llegó desde Bogotá una señora llamada Cecilia Duque, quien
le recomendó que se inscribiera en una convocatoria. “Junto a una prima que es
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
modista nos inscribimos sin saber muy bien de qué se trataba. La señora Cecilia fue
hasta Atánquez a la casa de mi mamá, me hicieron una entrevista y me incluyeron
en un libro, donde salió mi historia”. Posterior a eso, nació la Asociación de Arte-
sanos Kankuamos y Aura Rosa se convirtió en una de sus integrantes. Enseñaba a
tejer, a tinturar y a darles un buen acabado a las mochilas. Fue tres veces a la feria
de Artesanías de Colombia con la asociación y fue cuando le dieron la medalla de
Maestra de Maestras. En la celebración de los 50 años de la institución le hicieron un
homenaje y luego se independizó, así que asistía a la feria con un stand propio y no
de la asociación: “La primera vez que fui de manera independiente, vendí todo lo que
llevé de diferentes artesanos de acá. Como siempre, hice un préstamo en el banco y
las artesanas me dieron la mercancía. Cuando regresaba, les pagaba lo que vendía y
le pagaba al banco”. Aunque estuvo cuatro años sin participar, la volvieron a llamar
para darle un cupo. Era ya una maestra reconocida en el mundo de la artesanía, por
su técnica, su creatividad y por los hermosos diseños de las mochilas. Además, la
llamaron para trabajar en el Banco Agrario, en Bancolombia y como instructora en
el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA).
Este gran reconocimiento nacional de Aura Rosa también pasó al plano in-
ternacional, desde cuando Artesanías de Colombia la invitó para que se presentara
a un concurso en el que se habían inscrito unos 400 artesanos de todo el país. “De
todos esos pasamos diez y yo caí ahí, pero nos dijeron que no podíamos ir todos,
así que escogieron a cuatro para ir a una feria en Nuevo México, Estados Unidos”, al
International Folk Art Market que se realiza cada año en ese lugar. Además de ella
fueron Johana Mestre, artesana de la comunidad arhuaca de Pueblo Bello; Saúl Va-
lera, alfarero y ceramista del municipio de Ráquira, en Boyacá; y Crucelina Chocho,
del bajo San Juan, Chocó, cuyo oficio es la tejeduría en un estilo conocido weguer,
en Antioquia werregue o chuga y en Nariño y guinul. De 150 mochilas que llevó Aura
Rosa a ese evento internacional solo regresó con tres. Fue todo un éxito para ella.
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Aura Rosa Montero
En su memoria, fueron tres días en los que los asistentes pudieron apreciar cómo
elaboraba sus mochilas, lo cual fue muy llamativo.
Después de todo el reconocimiento y los premios que adquirió Aura Rosa,
quiso abrir su propio negocio, y aunque le dijeron que en Atánquez no iba a ven-
der nada, porque no era una plaza buena, ella no hizo caso y se instaló en un local
ubicado en el centro del pueblo. “Comencé con cinco mochilas que guindé en el
lugar, porque las artesanas no confiaban en que esto iba a funcionar, pero arrancó
y funcionó”, dice con entusiasmo. Le fueron llegando más mochilas, dulces, acce-
sorios, miel y otros productos que actualmente vende en su negocio. Tiene fijas
cinco mujeres que la proveen de mochilas y ella compra algunas a otros artesanos
de la zona. Paralelamente, sigue asistiendo a eventos y ferias, donde la reconocen
y le compran sus mochilas, porque saben que son de muy buena calidad. Además
de ese local, tiene otro en Valledupar, que es atendido por su hija, pero que vende
mayoritariamente por internet. Ya tiene quince años en el negocio, pero desea que
se apoye más al artesano y al comerciante independiente, considerando que muchos
están malvendiendo sus productos por la necesidad que tienen. A pesar de eso, y
aunque no le ha ido tan bien por la pandemia del covid-19, es optimista y espera
que con la reactivación económica todo mejore, tanto para ella como para los demás
artesanos de Atánquez y todo el Cesar. Mientras, ya está inscrita a una feria inter-
nacional, a la que asistirá de manera virtual y en la que deberá exhibir mochilas de
colores específicos, pero, como todos los retos anteriores, este tampoco le quedará
grande y ya se está preparando para cumplirlo.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ONILDA ISABEL
RODRÍGUEZ MENDOZA
HEBRAS PARA LA
ASOCIATIVIDAD
L
as mochilas kankuamas tejidas por la artesana Onilda Isabel Rodríguez Mendoza, en
el corregimiento de La Mina, jurisdicción de Valledupar, han sido exhibidas en mu-
chas partes del país y son usadas en muchas partes del mundo, algo que la enorgu-
llece. Junto a su hermano José y ante sus hijas Yajat y Sixta María, Onilda afirma que
comenzó a tejer a los 8 años de edad, después de aprender las primeras puntadas de
su mamá y ella a su vez aprendiera de su madre. Desde entonces ha trabajado y lu-
chado para que esta tradición ancestral se mantenga y continúe fortaleciéndose con
las nuevas generaciones. “Nuestras madres y abuelas se dedicaban a tejer, aunque
no vendían las mochilas, y hacían otros productos que se han dejado de hacer, pero
estamos en ese proceso de rescate de las costumbres de nuestros ancestros”. Se
refiere a la cuchara de palo, los achoteros, las tazas de café, entre otros elementos.
Para lograr los objetivos, Onilda siempre tuvo presente la necesidad de asociarse
con otras artesanas de la comunidad, y por eso inicialmente se conformó la Asocia-
ción de Tejedoras Kankuamas (Asoarka), con el fin de lograr la comercialización de
las artesanías, así como impulsar el mejoramiento de la calidad de la mochila y los
demás productos.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Onilda Isabel Rodríguez Mendoza
cómo se usan las plantas, las hojas, para darles variedad a las mochilas”. Esas se
venden mucho más rápido, llevan menos material y se pueden hacer de diversos
colores, según el gusto del cliente, pero siguen llevando los diseños tradicionales
inspirados en la naturaleza, en los caminos, en los animales, etc. Onilda afirma que
ha sido determinante la ayuda de Artesanías de Colombia para comercializar sus
mochilas y agrega que, gracias a esa ayuda y a la exhibición en las ferias a las que
ha ido, tiene a veces muchos pedidos. “Muchas veces nos piden 100, 200 y hasta
300 mochilas, y es cuando llamo a las artesanas para que las elaboren lo más rápido
posible y entregarlas a tiempo”.
En la asociación hay muy pocos hombres; como cinco, según dice. Uno de
ellos es su hermano, José Rodríguez Mendoza, quien es médico tradicional de la
comunidad y trabaja el totumo, con el que elabora tazas para diferentes usos y
la cuchara para servir la sopa, así como pilones y la “vieja”, un palo que tiene una
grieta que se usa para mascar la caña de azúcar. Dice que también sabe tejer, pero
no lo hace, aunque hay muchos en la comunidad que sí ayudan a sus mujeres a tejer,
porque no consiguen trabajo y aportan así a la economía familiar. “Hubo un tiempo
que nos mataban a la gente a los pies, no comíamos tranquilos, las mujeres no tejían,
por el miedo, y no podíamos salir a trabajar. Fuimos atropellados por los violentos”,
manifiesta con dolor.
Cuando se reactivó Onix, se puedo establecer lo que se gastaba en una mo-
chila y si de verdad el precio generaba alguna ganancia para la artesana. “Antes no
se hacía eso y se vendía sin saber si se ganaba o no, y eso lleva mucho trabajo que
debe ser valorado”. Explica su hermano José |que desde que se recoge el maguey,
el cual hay que cortarlo, tinturarlo, secarlo, es un proceso que lleva mucho tiempo y
trabajo, por lo que para él una mochila en $60.000 ó $70.000 pesos es muy barata.
“El trabajo de la mujer es más pesado, porque el hombre llega del campo a descansar
y ella no, eso hay que valorarlo también”, expresa.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Onilda también trabaja junto a sus hijas, una de las cuales estudió atención a
la primera infancia y la otra es mercaderista impulsadora, pero no han conseguido
trabajo y se han dedicado a la tejeduría. “Han ido a muchas ferias también y se ponen
a tejer, porque a la gente le llama la atención cómo lo hacemos; eso los entusiasma.
Además les explicamos todo el proceso que lleva la elaboración de una mochila,
para que conozcan el trabajo que lleva”. Casi siempre venden todo en las ferias,
en especial en las de ciudades diferentes a Valledupar. “Allá solo vamos a darnos a
conocer, porque no se vende mucho”, afirma. En esta capital hay una asociación de
artesanos de la cual también hace parte Onilda, sin embargo, en muchas ferias hay
una competencia desleal y algunas artesanas cobran mucho más barato que ella, lo
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Onilda Isabel Rodríguez Mendoza
que considera que no debe pasar. “Los mismos clientes nos dicen que en otro stand
consiguen a mejor precio, a pesar que cuando mandamos los documentos debemos
decir qué es lo que vamos a llevar y cuánto vamos a cobrar. No me parece que sea
correcto, porque, como dije, la mochila lleva un trabajo que se debe valorar”. Por
eso muchas veces le toca explicarle al cliente de dónde viene la mochila, qué es lo
que se hace previamente y todo el proceso que lleva. A pesar de esa competencia,
Onilda casi siempre vende lo que lleva.
Está convencida de que la tradición no se acabará por ahora, ya que el ne-
gocio va bien, las mochilas tienen mucha acogida, hay muchas personas en varias
partes del mundo que muestran interés por las artesanías y, lo más importante, los
niños y jóvenes se muestran interesados en aprender. Incluso varios de sus nietos
ya están aprendiendo a tejer. “Eso me hace sentir muy orgullosa, porque ese es el
futuro”. Esta artesana kankuama asegura que se necesitan más cultivos de maguey,
que sean exclusivos para la producción de mochilas, porque actualmente tienen que
salir a buscarlo en otras partes. También le gustaría tener un sitio en su casa donde
poder exhibir los productos y no tener que estar sacándolos y guardándolos cada
vez que alguien llega a preguntar por alguno de ellos. Sueña con ver su empresa
Onix convertida en algo grande, con una gran sede y un lugar donde mostrar todos
los productos que elaboran, como mochilas, chinchorros, individuales, portavasos,
bolsos, sombreros y hasta recordatorios para celebraciones especiales. Por ahora, se-
guirá trabajando para lograr esos sueños y que la tradición permanezca en el tiempo.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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YAMILE GUZMÁN
RANGEL
TEJEDORA DE ORGANIZACIONES
DE MUJERES
T
ejer es una tradición familiar en la casa de Yamile Guzmán Rangel. Viene de su abuela
Isidora, pasó por las manos de Juliana Restrepo, su madre, y llegó a Yamile cuando
tenía siete años. Siendo una niña, recuerda a su madre tejiendo y que en ocasiones
ella la dejaba completar el tejido de ciertas partes de la estera; otras veces, preciso
cuando Yamile quería jugar, su madre la llamaba para que se sentara en el taburete
a continuar la labor. A los nueve años, esta le armó una estelita y junto con sus dos
hermanas mayores empezó a tejer artesanías. Juliana llevaba las esteras, los tape-
tes, los canastos y las alfombras a El Banco, Magdalena, y volvía con mercado. Con
sus manos tejiendo la palma de corozo y la palma de estera, sostuvo a su familia y
al compartir el oficio con sus hijas mantuvo viva la tradición del pueblo de Chimi-
chagua. Hoy, Yamile Guzmán tiene su propio taller en La Candelaria. Allí nació un
18 de diciembre de 1974 y ha vivido toda su vida en este corregimiento del muni-
cipio de Chimichagua, su madre aún vive y se sigue desempeñando como artesana
en el taller de su hija. Tejer es un arte para todos, piensa Yamile, y por eso enseña
la labor a hombres y mujeres, a niños, jóvenes y adultos mayores. El año pasado
fue nombrada maestra a nivel nacional, pero ella se considera maestra desde hace
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
muchos años. Este oficio se ha convertido en una posibilidad económica para una
región de escasos recursos y por esa razón no ha sido egoísta con el conocimiento,
sino que ha motivado a otras personas a aprender a tejer y a generar recursos. “Es
muy satisfactorio impartir el conocimiento. Hay que pensar en otras generaciones.
Yo no digo que se vayan a quedar tejiendo, pero sí les digo que lo utilicen como un
salvavidas para los momentos de dificultad”. Yamile también ha convertido el oficio
en una actividad lúdica. Durante la pandemia, abrió un espacio para que los niños de
la comunidad tuvieran la posibilidad de aprender y realizar una actividad distinta, y
se divertían tanto que no querían que las sesiones acabaran.
Además de maestra, Yamile es lideresa de la asociación Aproarpé desde 2015.
Sin embargo, su papel como lideresa inicia el 2012 en una asociación llamada Aso-
trapar, que se conforma gracias a la ayuda de Colombia Humanitaria. A Yamile la
eligieron para liderar porque conocía el mercado y sabía tratar a las personas. Pos-
teriormente, la asociación realiza una alianza con Artesanías de Colombia, lo que
les abre la puerta a las ferias nacionales. Ya en 2015 crea su propia asociación, con-
formada por 18 personas, entre las que abundan los familiares: hay quince mujeres
y tres hombres, la mayor, su madre, tiene 72 años y la artesana menor tiene 18. El
propósito de la asociación es generar ingresos que les permitan alcanzar una auto-
nomía económica. La mayoría de las mujeres del corregimiento que no consiguen
trabajo se trasladan a la ciudad para trabajar en casas de familia. Yamile no quería
eso y la asociación se convirtió en una posibilidad de sostenimiento familiar, pero
también en una oportunidad de ingresos para otros. La asociación también les per-
mite vender directamente sus artesanías de manera que pueden conseguir mejores
precios, especialmente en las ferias nacionales. Gracias a Artesanías de Colombia
han participado en ferias de Bogotá, Medellín y Valledupar, también han recibido
apoyo para capacitaciones e ingresos económicos a partir de grandes pedidos. Estos
grandes pedidos son importantes para la comunidad porque se convierten en la
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Yamile Guzmán Rangel
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
lodo adquiere un color caramelo. Después se pone al sol una hoja madura de bija
y cuando esta adquiere un color rojo se hierve; en esa agua en alta ebullición se
sumerge la palma y el color caramelo se convierte en negro. Este procedimiento se
realiza para otros colores como el beige, pero en este caso no se utiliza la bija sino
el dividivi o la hoja de mango y se le agrega sal o alumbre, y si no es temporada de
dividivi utilizan la pulpa de totumo; para el naranja sirve el achote y para el azul y
el gris el fruto de la jagua. Las tonalidades de los colores cambian de acuerdo con
la maduración de la planta o la hoja. En el taller, Yamile ha experimentado con la
corteza de la palma y los residuos de la madera aserrada. Se trata de aprovechar
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Yamile Guzmán Rangel
la materia prima, “lo que nos da el medio”, para hacer pruebas de colores, de esta
manera también contribuyen al cuidado del medio ambiente.
Posteriormente la palma se limpia con agua para sacar los excedentes de
tintura y se deja secar. Colores naturales como el caramelo o el beige se secan al sol
y otros, que pueden perder fácilmente la tintura, se secan a la sombra. Este proceso
es importante, ya que la palma se descompone con la humedad. Mientras se secan,
están colgadas para que las tejedoras la alisen y la estiren progresivamente. Cuando
están listas, se empacan en sacos y en ciertas ocasiones se separan por colores. Así
se dejan en reserva para el momento en el que haya un pedido.
Para el proceso de armado utilizan el telar, hecho de madera y balsos o trave-
saños. Este telar tiene una fibra artificial que permite a las tejedoras apretar la palma
para crear los diseños. En el taller tienen telares pequeños de treinta por cuarenta
centímetros y suelen ser para las aprendices, los telares más utilizados son los de
4 x 5 metros. Es en estos telares donde realizan tapetes pequeños, individuales y
caminos. La asociación cuenta con un catálogo para que los clientes elijan entre
diversos diseños, pero en ocasiones han ejecutado trabajos especiales, como un
tapete de 10 x 1 metro.
Los diseños de sus artesanías nacen en el proceso, “vamos tejiendo y van
fluyendo las ideas”. También nacen de la historia que quieren contar sobre la región,
así tienen esteras con canoas que recuerdan al oficio del pescador y esteras con la
ciénaga de la Zapatosa, que recuerdan al entorno del municipio. Estas artesanías con
diseño han llegado a países como Alemania, España, Francia y Estados Unidos por
medio de las exportaciones de otras empresas. La asociación vende directamente en
espacios como las ferias, eventos que requieren una gran preparación logística y re-
cursos económicos de transporte y alimentación. Las tejedoras preparan los tapetes,
las esteras y las demás artesanías durante seis meses y a veces trabajan horas extra,
cuando tienen actividades como las tareas del hogar. En la producción de grandes
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Yamile Guzmán Rangel
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Yamile Guzmán Rangel
LA VIDA EN LA
RURALIDAD
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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ÁNGEL SEGUNDO
SIERRA CERVANTEZ
CRÓNICA DE UNA VIDA
CAMPESINA
Á
ngel Segundo Sierra Cervantez nació el primero de noviembre de 1970 en el co-
rregimiento Isabel López, de Sabanalarga, Atlántico, pero se hizo campesino en el
municipio de La Paz, Departamento del Cesar. Llegó a estas tierras, donde vivía un
familiar de su padre y trabajador de la tierra, pero sin muchos recursos para darles
educación a sus cinco hijos. “Solo hubo dos hermanos que pudieron terminar sus es-
tudios. A los demás nos tocó trabajar desde pequeños”. Inicialmente llegó a la finca
del señor Alejandro Gómez, donde limpiaba potreros, ordeñaba las vacas, sembraba
y se encargaba de otros oficios propios del campo. Dice que no sabía hacer más
nada. En el desarrollo de su labor fue conociendo a otros campesinos de la zona y
se dio cuenta de que tenían muchas necesidades, pero ninguno tenía tierras: todas
eran arrendadas para poder trabajar. “Nos cobraban entre $800.000 pesos y un mi-
llón por una hectárea de tierra para sembrar por un año y cuando terminábamos la
teníamos que entregar con pasto”. Cultivaban yuca, papaya, ahuyama, maíz, frijol,
melón, entre otros productos.
Al ver esta situación, que él mismo sufría, Ángel lideró la creación de una
asociación, para, a través de esta, lograr alguna ayuda institucional que les permi-
tiera salir adelante con su trabajo. Contactó entonces a tres personas que conocían
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
bien la región para visitar a quienes podrían hacer parte de la agremiación. “Llegué
a tener 48 compañeros, entre hombres y mujeres, pero quedamos finalmente 25;
sin embargo, dos fallecieron y ahora somos 23, que seguimos luchando con mucho
esfuerzo”. Según indica, muchos de ellos perdieron sus cultivos por culpa del verano
y quedaron sin nada, de modo que necesitan mucha ayuda.
El sitio donde están trabajando ahora lo pudieron adecuar por un apoyo que
recibieron de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Ali-
mentación (FAO), organismo que les proporcionó algunos elementos para trabajar
y capacitación para los cultivos y la cría de cerdos. “En este lugar no había nada.
Hablamos con el dueño y pudimos hacer un pozo y dos bodegas. Cada ocho días
nos reuníamos y poníamos una cuota de $5.000 pesos y así fuimos comprando los
materiales para la construcción”. Hicieron parte de una iniciativa de emprendimiento
rural en la que participaron campesinos, afros e indígenas de zonas afectadas por
el conflicto armado, por lo que pusieron toda su esperanza en lo que se estaba
desarrollando.
Dice Ángel que, lamentablemente, cuando todo parecía ir por buen camino,
apareció la pandemia y cambió el panorama. “Logramos tener hasta 200 cerdos,
pero el pozo se nos secó y no había agua. Hablamos con la alcaldía y nos envió varios
carrotanques, pero no era suficiente”. Los campesinos vieron con desesperanza que
los animales se iban muriendo poco a poco, y aunque inicialmente pensaron que
se trataba de alguna enfermedad o virus que los estaba atacando, posteriormente
se dieron cuenta de que la razón era la falta de agua. Solo se percataron de que el
pozo se había secado el día que prendieron la turbina. La FAO les había donado las
porquerizas y la alimentación y ellos compraron 30 cerdas productoras, pues, según
afirma Ángel, así sale más rentable. Lo que no calcularon es que los costos de ali-
mentación de los cerdos son muy altos y además consumen mucha agua. También
habían comprado unos enfriadores y se dividieron en grupos de trabajo para cuidar
por turnos los cultivos y los cerdos. “Estábamos seguros de que esto iba a ser un
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Ángel Segundo Sierra Cervantez
éxito y consideramos que era nuestra esperanza para nuestras familias, pero no
resultó así”.
Como la finca es arrendada, cuando se acabe el contrato deberán dejar la
estructura construida, aunque se podrán llevar los elementos que les donó la FAO.
“Ahora mismo lo que necesitamos es una ayuda, por eso le pedimos al Estado, a la
Agencia Nacional de Tierras y a la misma FAO para poder seguir trabajando y sos-
tener a nuestras familias”, expresó, preocupado por el futuro. Aún no han tenido
ninguna respuesta, por eso ve difícil la producción de alimentos en la zona. Y aunque
están dispuestos a trabajar en aquello para lo que han sido capacitados –sembrar,
criar cerdos, pollos, gallinas ponedoras, entre otras cosas–, y han recibido cursos,
no solo del organismo internacional, sino del Sena, acudieron al Banco Agrario para
obtener un crédito, pero se los negaron: “nos pusieron muchos obstáculos y hasta
la gerente nos dijo que a los desplazados no les prestaban”.
Todos los que conforman la asociación son desplazados de varias partes del
país, ya sea por los paramilitares o por la extinta guerrilla de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC). “Eso me hizo sentir muy triste, porque significa
que no tenemos derechos. La situación está tan dura que algunos compañeros han
tenido que ver a sus hijos coger malos caminos por la falta de oportunidades. A pesar
de todo, yo creo que el gobierno nos va ayudar. Aún confío en que así será”. Agrega
que les pueden donar una tierra, pues ellos son capaces de trabajarla, sobre todo
ahora que ya se está reactivando toda la economía en diversos sectores.
Cuenta Ángel que también tuvieron un cultivo de papaya, pero no les fue
muy bien, desde que dejó de llover y se presentó un verano muy intenso. Esperaban
recoger entre seis y siete toneladas cada ocho días, pero los cultivos se murieron
y las papayas quedaron pequeñas, no crecieron. “Ese cultivo también nos gusta y
queremos seguir. Cuando pudimos lograrlo, la vendíamos en Valledupar”. También
pueden cultivar maíz, ahuyama, patilla y yuca, “que son cultivos rápidos y pode-
mos vender en los mercados”. Insiste en que para lograrlo necesitan la ayuda del
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
gobierno, sobre todo con tierras, porque hay campesinos de la zona que tienen entre
30 y 40 años de estar cultivando en fincas ajenas y muchas veces pierden todos los
cultivos por el verano.
“En diciembre el río comienza a bajar y hay que esperar hasta los meses de
abril hasta noviembre para volver a cultivar. Además, la ganadería nos afecta dema-
siado”, asevera, y reconoce que no le gusta mucho la ciudad y por eso no se ha ido
de La Paz. Tienen toda la capacidad y las ganas de trabajar, pero necesitan tierras,
incluso para llevarse todo lo que les donó la FAO, un terreno donde puedan imple-
mentar un proyecto y ayudar a las 23 familias detrás de cada uno de los miembros
de la asociación. Mientras tanto, dice que están sembrando yuca en un sector donde
[ 784 ]
Ángel Segundo Sierra Cervantez
llega el agua y les ha ido bien. La venden en Valledupar, en La Paz y en San Diego,
aunque algunos vendedores van a buscarla. También han logrado venderla por bul-
tos a grandes almacenes de cadena. Es la única entrada que tienen por ahora. Hay
40 hectáreas sembradas de papaya esperando a ser reactivadas con la ayuda que
está solicitando Ángel, quien está permanentemente gestionando esa ayuda que
tanto necesitan para impulsar la economía rural en esta parte del Departamento del
Cesar. “Solo necesitamos que nos den un empujón, porque, a partir de ahí, nosotros
estamos en capacidad de sembrar muchos productos y de criar animales”, agrega
el campesino.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
[ 786 ]
ERMINDA BARROSO
PACHECO
ENCONTRAR EN EL CACAO
UN NUEVO SENTIR DE VIDA
C
uando Erminda Barroso Pacheco se pensionó, después de haber trabajado durante
muchos años en varias entidades, le afectó mucho la inactividad, pues estaba acos-
tumbrada a trabajar de tiempo completo, pero esto también se convirtió en una
motivación para convertirse en una productora de cacao en el municipio de Agustín
Codazzi, Departamento del Cesar.
Nacida en el municipio de Maicao, La Guajira, su padre era wayúu y su madre
de La Jagua de Ibirico, pero cuando se separaron se la trajeron para Agustín Codazzi
a los pocos meses de nacida. Llegó en la época de la bonanza de algodón y recuerda
que de niña jugaba en las fincas algodoneras de los amigos de su abuela materna,
quien era comadrona o partera, además de comerciante y muy conocida en toda la
región. Como en la zona no había colegios que impartieran el bachillerato, la envia-
ron a estudiar a Barranquilla y luego a Santa Marta, en la Escuela Magdalena, donde
se graduó de bachiller a los quince años de edad. Sin embargo, la situación de su
familia era muy difícil para poder seguir estudiando una carrera universitaria, así que
decidió que mejor se dedicaba a trabajar para aportar algo a la economía del hogar.
Entonces, desde muy joven, inició su vida laboral en la administración municipal de
Codazzi, donde se desempeñó como secretaria durante cinco años y luego pasó al
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Erminda Barroso Pacheco
hacían parte del proyecto, quienes inspeccionaron las parcelas para determinar en
cuáles era viable su implementación.
En la parcela de Erminda, ubicada en la vereda Duda Baja, había un problema,
porque se necesitaba hacer dos drenajes en una zona donde había un cerro, y ella se
sintió algo desanimada, ya que veía esto un poco difícil de lograr, pues la maquinaria
que se debía contratar para el trabajo era muy costosa. Eso no la detuvo y gestionó
la ayuda ante el gobierno departamental, donde le pidieron dos canecas de aceite
combustible para motores (más conocido como acpm), con el fin de suministrarle
la maquinaria, cuyo costo canceló en dos parte: la primera al iniciar el trabajo y la
totalidad al final, con la satisfacción de que ya tenía listo el terreno para poder entrar
de lleno al proyecto. Se comunicó con Socodevi y les envió un video con los drenajes
ya construidos, a lo que ellos respondieron con otra visita al terreno, para cerciorar-
se de que todo estuviera acorde con las especificaciones que le habían pedido para
poder incluirla dentro de los beneficiados.
La organización le aprobó el ingreso a la iniciativa y de ahí en adelante co-
menzó el trabajo de Erminda y su esposo, quienes junto a un trabajador iniciaron a
preparar la tierra para obtener un cultivo de cacao que pudiera ser rentable. Poco a
poco se fue enamorando de las plantas de cacao. Las veía crecer desde que estaban
muy pequeñas hasta que empezaban a dar sus frutos, en los que veía una gran espe-
ranza de cambio para su familia, para mejorar y crecer. Quería hacerlo rápido y por
eso contrató a quince personas que en ocho días tenían todo sembrado, pero no se
cercioró que el pago de ese personal no estaba incluido en el proyecto y entonces
le tocó asumirlo a ella. Eso la sorprendió, porque no conocía de estos detalles, por
la emoción y las ganas de tener todo listo para el mes de diciembre, en el cual se-
ría la inauguración de la iniciativa. Sin embargo, ese impasse también lo solucionó
rápidamente. Sembró en total las 841 matas de cacao, 841 de plátano y 120 de
maderables que le entregaron en el marco del proyecto, que tendrá una duración
de seis años y contempla cuatro parcelas demostrativas, entre las cuales está la de
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Erminda Barroso Pacheco
por goteo, que se usa en verano, aunque a veces les toca bañar planta por planta,
para evitar que sufran con el calor. Todo lo que concierne a la siembra, el cuidado de
las plantas y la cosecha es trabajo que Erminda considera motivador, por lo que se
siente muy feliz de hacer parte de este plan. Para ella es un sueño cumplido que le
ha dado la oportunidad de trabajar y ser independiente, pero, sobre todo, de aportar
al sustento de su familia, porque considera que no solo debe ser el hombre quien
tenga esta responsabilidad, sino también las mujeres, que pueden ser emprende-
doras y empresarias.
Sus planes a futuro son seguir cultivando, aumentar el número de hectáreas
de cacao en su finca y pensar más adelante en la transformación del producto, para
obtener más ingresos. Espera que en este sentido se abran más puertas y puedan
tener el apoyo en este objetivo, que no solo es suyo, sino de la mayoría de los pro-
ductores de cacao que están en la región. También espera seguir capacitándose, no
solo en el manejo del cultivo, sino en su transformación y comercialización, porque
está segura que con el conocimiento se pueden lograr muchas cosas. Tiene la inten-
ción de ir aprendiendo cada día más sobre el cacao, un cultivo que le ha dado otro
sentido a su vida y le ha proporcionado muchas satisfacciones en el poco tiempo de
estar sembrándolo.
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FELISA AVENDAÑO
AMAR Y CULTIVAR LA TIERRA
E
l relato de Felisa Avendaño sobre su vida gira alrededor del campo, su amor por la
naturaleza, los cultivos y los animales. Nació en el campo y dice que nada la hará
salir de su finca La Esperanza, ubicada en la vereda El Progreso, en Manaure, Cesar.
Sus padres llegaron a esta zona hace muchos años, cuando era muy niña, con una
ausencia de diez años, debido a la incursión de los violentos. Ahora disfruta del
regreso a su tierrita hace once años.
“Aquí había un poquito de café sembrado y otro poquito de caña. Mi papá
consiguió una vaquita, compró unas casas y las arregló. Aquí encontró sosiego des-
pués de tanto andar, pero se fue para Ocaña a traer mercado para surtir una tienda
que pensaba poner y lo mataron. Un primo lo mató y todo se acabó”, narra recordan-
do con tristeza ese episodio de su existencia. Después de sufrir también la muerte de
un hermano, tuvo que desplazarse. “Nos fuimos para González y por allá estuvimos
diez años, pero nos devolvimos a visitar y nos quedamos”, indica.
Junto a sus hijos comenzó a trabajar para recuperar la tierra. “Estoy sola
con ellos, porque mi esposo también se murió y 23 días después se fue mi mamá”,
añade Felisa. Fueron muchos los proyectos que su esposo dejó planeados. Un día
se acostaron hablando de ellos y al otro día él amaneció muerto. Estos hechos le
han dado una fortaleza que se puede detectar cuando se habla con ella. También
le enseñaron que la vida es corta y hay que vivirla, porque no sabemos cuándo nos
vamos a ir o vamos a morir.
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Felisa Avendaño
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Felisa Avendaño
Los campesinos tienen que llevar en moto los bultos de yuca, plátano y otros
productos. Felisa aclara que solo pueden transportar uno o dos y que por eso no
se cultivan otras cosas en grandes cantidades, como ají o cilantro, porque después
no tienen cómo sacarlas. A ella le toca comprar bultos de maíz para darle de comer
a las gallinas, pues no se atreve a sembrar mucho, ya que depende del tiempo, si
llueve o no, y eso sería arriesgar demasiado. “Hay un señor que sembró mil palos
de yuca y ahí está con su yuca, porque ni nadie entra a comprar, ni él puede llevarla
a ningún lado”.
“También necesitamos ayuda del gobierno para trabajar, porque todo esto es
puro esfuerzo de los campesinos. No tenemos capacitación para sembrar una buena
platanera, para sembrar frutas, como maracuyá o mandarina dulce, no hay con qué.
Por eso necesitamos mucho apoyo”, anota. En la zona también hay una junta de
acción comunal. “Yo no voy a esas reuniones, porque hablan de todo, puro bla bla y
no solucionan nada, ni hablan de algo que sirva. Mi esposo fue presidente de la junta
y conseguía ayudas, así sea bultos de harina, de granos, pero ahora es al contrario,
vienen a buscar lo que tiene uno”. Felisa espera que muy pronto el gobierno se dé
cuenta de estas problemáticas que viven los campesinos de la zona, de las carencias
que padecen y que los mire a ellos, para brindar soluciones que les permitan crecer
y comercializar sus productos. En La Esperanza trabaja junto a sus hijos y ahora
mismo no tiene jornaleros, porque no puede pagarles: “A duras penas consigo para
la comida. El colombiano trabaja es para comer, y así estamos”.
Como es adventista hace unos 20 años, se declara creyente y confía en Dios.
Todo el tiempo ora para que todo mejore y tiene esperanza de que algún gobierno
les cumpla y puedan tener una mejor calidad de vida, tener agua, tener vías y poder
aplicar buenas prácticas de cultivo.
Aunque sus orígenes y los de su familia son de Norte de Santander, Felisa se
declara costeña y, más que todo, cesarense. “He andado por muchas partes, pero
ahorita estoy acá. Sí, soy costeña, del Cesar, amo esta tierra”, asegura.
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JOEL PALOMINO
EL HOMBRE QUE CAMBIÓ
LA RED POR UN AZADÓN
E
n la parte antigua de la vereda Sempegua, Joel Palomino tiene un proyecto producti-
vo que le ha permitido pasar de ser un pescador a convertirse en un agricultor y líder
de su comunidad, ubicada en el área rural del municipio de Chimichagua, Departa-
mento del Cesar. Este fue un pueblo reubicado por las continuas inundaciones que
se registraban en las temporadas de invierno y cuyos habitantes en su mayoría se
dedicaban a la pesca en la ciénaga de la Zapatosa. Vivían con muchas carencias, sin
agua potable, sin luz eléctrica y con bastantes necesidades, en casas de bahareque
y usando mechones para poder realizar sus labores diarias.
A Joel le gustaba la agricultura y comenzó a sembrar patilla, pero cada cierto
tiempo la ciénaga le inundaba el cultivo. Entonces se le ocurrió la idea de hablar con
la junta de acción comunal para poder usar una tierra que estaba disponible y poder
sembrar allí sin ningún riesgo. En primer lugar, habló con el presidente de la junta,
Óscar Ramírez, a quien le comentó que quería tener un pedazo de tierra para sembrar,
y luego sí conversó con todos los demás miembros de la junta, quienes estuvieron
totalmente de acuerdo. Comenzaron enseguida a planear todo lo que iban a hacer, a
trazar y a medir el lugar, y a definir qué era lo que querían sembrar, que fuera posible
y, sobre todo, rentable. Se redactó un documento para que Joel recibiera la tierra
en comodato por un tiempo estipulado de nueve años, el cual se llevó a una notaría
para formalizarlo. Muy rápido lograron, a través de la Federación de Pescadores del
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Departamento del Cesar, llamar la atención de las fundaciones Alma y Natura, las cua-
les los visitaron y entrevistaron, para conocer de sus dificultades y necesidades. Los
representantes de estas organizaciones se dieron cuenta de que necesitaban mucho
apoyo e iniciaron brindándoles capacitación y talleres sobre restauración ecológica,
medio ambiente, implementación de viveros y patios productivos.
Primero llegó la Fundación Alma con el proyecto de restauración de la parte
más afectada de la ciénaga, específicamente en los playones, donde no había ni un
árbol bajo el cual disfrutar de su sombra. En la zona antes se refugiaban muchos
peces, pero los propietarios de los predios deforestaron para sembrar pastos; por lo
tanto, era necesario rescatar las especies nativas y recuperar lo que se había perdido.
El proyecto continuó con la implementación de los viveros, para recuperar plantas
como el mangle rojo, el blanco, el palo prieto, el murucutu, entre otras muy resisten-
tes de los humedales. A pesar de la presión de los ganaderos de la zona, la iniciativa
tuvo éxito, porque se sembraron 700 plantas, y aunque no todas soportaron las
inundaciones, se pudo descubrir cuáles eran las más aptas. La siembra se hizo en
el sector de El Líbano, exactamente en Las Mulas, que es la parte más alejada, y en
Vijagual, que está más cerca, por ser sitios estratégicos para los lugareños.
La idea de los patios productivos era quitarle presión a la ciénaga de la Zapa-
tosa, que cada día sufría más con la gran cantidad de personas dedicadas a la pesca
en la zona. Comenzaron a sembrar entonces hortalizas, yuca, tomate, maíz y plátano,
entre otros productos que antes tenían que salir a comprar en otras poblaciones, ya
que allí solo había el producto de la pesca que se vendía en Chiriguaná, en Aguachica,
en El Banco e incluso en Barranquilla. También se iniciaron en la cría de gallinas y
carneros, por lo que poco a poco se fue oxigenando la ciénaga y, además, las familias
comenzaron a tener otra opción con que sostenerse y darles de comer a sus hijos.
De eso ya hace dos años, luego de los cuales Joel y sus compañeros se sienten satis-
fechos con lo que han logrado, ya que la implementación de este proyecto ha sido
una bendición para sus familias. Consideran que no hubieran podido lograrlo sin el
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Joel Palomino
apoyo de la Fundación Alma, que les proporcionó la asistencia técnica con agróno-
mos, antropólogos y hasta arqueólogos, también capacitación para sembrar y hacer
abonos orgánicos para cuidar la tierra y seguir trabajando en ella.
Son 27 grupos los beneficiados que se han dedicado a la agricultura, pero
hay muchos otros pescadores que se están animando también a cultivar sus propios
alimentos. También recibieron el apoyo de la Fundación Natura, que los fortaleció
un poco más con herramientas para que cada uno de los miembros de las asocia-
ciones involucradas trabajaran en lo que más les gustara. Unos se decidieron por el
cuidado del medio ambiente, otros por cultivar, algunos por restaurar las zonas más
afectadas y también hubo quienes se dedicaron a las artesanías. Joel, como tenía su
patio productivo, se decidió por el fortalecimiento de sus cultivos y solicitó un pozo
profundo para la obtención del agua potable, paneles solares y un galpón de gallinas
ponedoras, de la cual sacan dos variedades de huevos, unos tipo purina y otros crio-
llos. El recurso otorgado a cada asociación fue de $65 millones, distribuidos entre
sus miembros, de acuerdo con la actividad que hubieran decidido adelantar. El apoyo
fue integral y con asesoramiento para construir la infraestructura, sembrar, comprar
las herramientas y comenzar a trabajar de inmediato.
La asociación de Joel es el Colectivo Familias de Sempegua y se llama así
porque reune a toda su familia y la de su esposa: padres, hermanos, primos, tíos,
suegros, hijos, cuñados y nietos, para trabajar unidos, y ha sido un total éxito. Adi-
cionalmente, tienen un estanque para criar algunas especies de pescado, como la
dorada, la cachama, el bicuro o barbul. Eso, junto con la siembra de los diferentes
productos, fue importante pues les suministró todo lo necesario para sobrevivir
sin salir de la zona, durante la temporada de pandemia, cuando debieron entrar
en cuarentena. Durante ese tiempo, los miembros de la familia se turnaban para
trabajar y realizar las distintas actividades, permaneciendo refugiados, para evitar
contagiarse con el covid-19. Incluso pudieron ser solidarios con los miembros de
otras comunidades que sufrían con la falta de alimentación.
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Joel Palomino
de vida de las familias ha mejorado muchísimo, a pesar del corto tiempo que llevan
implementando el proyecto productivo. Los playones de la ciénaga, que estaban
sobrecargados de heces del ganado, tienen otra cara y esperan que en poco tiempo
no se sufra con la escasez de peces que ha traído. Antes, en la zona se veía mucho el
bagre, el coroncoro, la dorada, las tortugas y muchas especies que han desaparecido.
Por eso Joel considera importante todo lo que se está haciendo a favor de la tierra,
el medio ambiente y las familias.
También han recibido ayuda del Proyecto Magdalena Cauca VIVE y del Pro-
grama de Pequeñas Donaciones, a través de la alcaldía y la junta de acción comunal,
con lo que consiguió la donación de una motobomba, una bomba sumergible y un
sistema de riego para los cultivos.
La ciénaga de la Zapatosa resulta peligrosa, por los fuertes vientos que se
registran en varias épocas del año e impiden la navegación de las embarcaciones
artesanales. También es fuente de muchos mitos en torno a ella, que los pescadores
se han encargado de difundir. Por ejemplo, hablan de que en la isla El Encanto sale
una mujer bañada en oro o que en la isla El Limón sale una luz brillante que te lleva
lejos del lugar donde estás. Aunque parecen historias fantásticas, Joel sí pudo ver
en alguna oportunidad esa luz, un día que salió a pescar y estaba resguardado en el
cambuche que hizo dentro de la canoa. Cuando se asomaba, veía la luz e intentaba
alcanzarla, pero, a pesar de que la veía cerquita, nunca lograba llegar a ella. Cuando
se dio cuenta, había recorrido unos 23 kilómetros y nunca llegó hasta donde estaba
la luz. Así que, hasta el momento, este un misterio para los habitantes de la región.
El futuro inmediato se prevé para Joel como exitoso, porque quiere avanzar
en el proyecto, ampliarlo y enseñar a otros a que puedan implementar iniciativas
similares. Piensa tener cochinera, criar carneros, mejorar la infraestructura, adecuar
el baño y seguir creciendo y trabajando con mucha seriedad y transparencia, también
con entusiasmo y amor, lo que ha permitido que todo lo que hace tenga éxito.
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ORACIO PABÓN PÉREZ
TODA UNA VIDA SEMBRANDO
O
racio Pabón Pérez vive en la vereda El Cinco, corregimiento José Concepción Cam-
pos Urdeales del municipio Manaure Balcón del Cesar, a donde llegó desde niño y
donde está lo más importante de su vida: su familia y sus matas de mora. Mientras
divisa las dos mil matas de la fruta que tiene sembradas, recuerda las circunstancias
en las que comenzó con este cultivo. A esa zona del Cesar llegó una organización
no gubernamental (ONG) hace varios años y le propuso a un grupo de campesinos
reunirse para hacerles una propuesta. Según Oracio, la fundación trabajaba en la
conservación de animales y muy especialmente del oso de anteojos, y la propuesta
incluía su protección. “Nos dijeron que era muy bueno cuidarlo, que no lo matá-
ramos, porque es el guardián de las aguas y muy importante para el ecosistema”,
explica este campesino natural de Ábrego, Norte de Santander. Para él fue una charla
muy larga, donde también les pidieron no hacer quemas indiscriminadas ni talar
los árboles. Ese fue el compromiso que se hicieron y a cambio recibieron una ayuda
que Oracio considera muy importante, porque fue el punto de partida para iniciar
firmemente en el negocio del cultivo de mora.
El clima de la zona es propicio y la tierra es muy fértil y eso lo sabían quienes
plantearon la iniciativa. Por eso estructuraron un proyecto para poder cumplir con
su parte de la propuesta.
Hasta ese momento venían trabajando en la mora con espina, cuyo manejo
es algo complicado, porque hay que ponerse guantes y usar otros elementos para
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Oracio Pabón Pérez
Para Oracio una gran solución para este grave problema de precios sería instalar una
despulpadora de frutas en la zona, donde se recogiera toda la fruta que se siembra
y se produjeran jugos y mermeladas para vender en grandes supermercados. Otra
razón para regular precios es que la mora es muy delicada y sufre en el transporte.
“Las vías no son las mejores y, si por algún motivo no se puede sacar, se fermenta
con los días, aunque el clima ayuda, pero cuando llega a tierra caliente se puede
dañar”. A pesar de todo eso, casi ningún comprador rechaza el producto, siempre
tiene salida y por eso su gran rentabilidad. Los mayoristas la compran, la meten en
un cuarto frío y se mantiene hasta que la venden.
Lo que también hace falta, dice Oracio, es invertir más para ampliar los cul-
tivos. “No tenemos ayuda de nadie. Lo que cosechamos apenas nos alcanza para
sostenernos, no podemos contratar jornaleros, y aunque lo que tenemos es una
gran bendición, podríamos hacer mucho más si hubiera algún apoyo”, enfatizó con
algo de tristeza. Semanalmente se está ganando entre $200.000 y $300.000 pesos
en la mora, pero además tiene otros cultivos más pequeños que le sirven para el
autoconsumo. Tiene, por ejemplo, unos 1.600 palos de lulo, pero el sostenimiento
de esta fruta es muy caro, aunque se vende muy bien. El tomate de árbol también
adorna su finca y le va muy bien con él, aunque los vientos fuertes tumban las plan-
tas. “Los árboles que tengo están sembrados hace como tres meses y pueden durar
entre uno y tres años produciendo, si se tienen bien cuidaditos”. La tierra que pisa
también es buena para cultivar fresas y uchuva, pero nadie siembra, quizás por esa
falta de apoyo que necesitan los campesinos de la zona. Agrega Oracio que estas son
tierras para la papa, la arracacha, la alverja, el cilantro, maíz, el frijol, la zanahoria,
remolacha, el repollo y otros alimentos, que cultiva de a poco para el consumo.
También tiene unos “palitos” de durazno.
Oracio insiste en que de nada vale tener estas tierras tan fértiles, si no hay
buenas vías para sacar el producto ni hay apoyo para financiar los cultivos y sí hay
mucha variación en los precios. “Con la mora siempre nos dan duro y nos iría mejor
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Oracio Pabón Pérez
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LUZ MIRIAM ALAPE
CURAR EL CUERPO Y CULTIVAR
LA TIERRA
T
odo en la vida de Luz Miriam Alape ha sido luchado. Desde los 15 años está traba-
jando la tierra. A esa edad llegó al Cesar, proveniente del municipio de Flandes, en
el Tolima, donde nació y pasó toda su infancia. “Mi papá se vino huyendo de la vio-
lencia, buscando una mejor vida para su familia”, es lo que afirma cuando recuerda
esa época de su vida. Entonces su padre compró una finca, La Floresta, en el área
rural del municipio de Tamalameque, en la que cultivaban caña, guineo, frijol, maíz,
plátano y tenía su ganado: “había mucha comida, no se pasaba trabajo, comíamos
animales del monte, pescado, todo muy sano, por eso nos criamos bien”, recuerda
Luz Miriam. Pero les tocó venderla, porque le apareció un hijo “adoptivo” a su padre
y fue así como quedaron sin nada. Según conoció más tarde, esa finca se dividió y
ahora es más pequeña.
Entonces la familia comenzó de cero a resurgir, a volver a tomar fuerza para
levantarse de ese duro golpe que tuvieron que enfrentar: “mi papá no quería que
viviéramos en algo ajeno, ni arrendado. Le gustaba lo propio y por eso luchó hasta
volver a tener su finca”. Esta vez, su tierra estaba ubicada en la vía entre el municipio
de Curumaní y la vereda Las Vegas. De nombre Villa Colón, queda exactamente en el
corregimiento de Saloa. Y volvieron a sembrar maíz, plátano, ñame y frutas, como el
mango. “Tenía de toda esa finca, nos fue muy bien”, dice Luz Miriam, quien cuenta
con 52 años de edad. Poco a poco los hijos fueron creciendo y se fueron casando.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Hasta que Luz Miriam conoció un saloero y se casó. En la finca permanece su mamá.
Allí siembra yuca, árboles maderables, como guamarillo, cedro y roble. También
guineo, yuca, frijoles, popocho, aguacate y mango.
Esta mujer, que se define como una gran trabajadora, una mujer echada
pa´lante, trabaja actualmente en una pequeña parcela que le presta el dueño de
una finca para cultivar lo que necesite y para que después se la devuelva limpia
y con paja, lista para ser utilizada en ganadería. Es un modelo de negocio que se
acostumbra en la región y que permite que los campesinos puedan cultivar la tierra
durante al menos dos años. La finca la dividen y se la alquilan a varias personas que
comparten la llave del portón de entrada. Los cultivos que pueden implementar
tienen que ser cortos. Luz Miriam precisa que, por ejemplo, si siembra yuca, que dura
entre cuatro o cinco meses, es posible que esté lista cuando se acabe el contrato y no
le alcance o tenga que seguir pagando arriendo, y eso le sale muy costoso. Ella tiene
sembrado de maíz, frijoles, sorgo, ñame, productos de raíz blanca, que le sirven para
el autoconsumo y que en algunas oportunidades vende. “El plátano no lo dejan casi
sembrar, porque creen que uno se va quedar con el terreno”, añade.
Sin embargo, Luz Miriam no se ha conformado con esto y también es benefi-
ciaria del programa de agricultura urbana o Patios Productivos de la Fundación Alma,
una iniciativa de seguridad alimentaria que les permite a las familias garantizar sus
alimentos de forma saludable. Según explica, uno de sus cuñados la invitó a una
reunión donde se explicaría el proyecto, le dieron unas cartillas y después le dijeron
que había salido beneficiada. Ahí en el patio tiene ají, yuca, mazorca, habichuela,
caña, y sus plantas medicinales, que no las deja por nada en el mundo y la acompa-
ñan hace unos 30 años.
También cría algunos animales, como pollos y patos criollos. Todo le sirve
para alimentar a su familia, pero también para vender y seguir educando a sus hijos.
Allí la ayuda su marido, quien antes era pescador y ahora ya se convirtió en todo
un agricultor. “Lo saqué del agua y ahora vive entusiasmado en el monte, cosecha
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Luz Miriam Alape
yuca, patilla y pepino. Antes no sabía nada, pero aprendió mucho conmigo”, anota.
Luz Miriam tiene también su banco de semillas, producto del intercambio que hace
con otros agricultores de la zona, tal y como se lo enseñaron en el programa de
agricultura urbana para que todos puedan diversificar sus cultivos. Dice que hay
compañeros que tienen huertas pequeñas donde hay patilla criolla, melones, habi-
chuelas y pepino.
Su otro oficio, por el cual es bastante conocida en esta zona del Departamen-
to del Cesar, es el de curandera. Esa facultad para curar a otros afirma que la descu-
brió con sus propios hijos y después de perder a una hija. “Yo dije que nunca más iba
a perder a un hijo por enfermedad y aprendí a curar con un tío, que me enseñó todo
lo que sé”, asegura. Ese fue un episodio muy duro en su vida, quizás el peor que ha
vivido, pero de ahí en adelante acude al poder de las plantas para curar cualquier mal
que presenten sus hijos o sus nietos. Ha comprobado que esta forma de atender los
males sí funciona. “Una de mis hijas sufría de asma y hoy en día corre, no se ahoga
para nada y, si le da gripa, se le pasa rápido gracias a las plantas”, indicó.
A la niña le dijo un jarabe compuesto con valeriana, verbena, guiso u oréga-
no, cebolla, ajo y sal. “Todo se calienta y se le da al paciente”. En otra oportunidad,
un vecino suyo se estaba muriendo y no lo atendieron en el puesto de salud. Se lo
llevaron a ella y le dio una de sus tomas. Se mejoró, pero le recomendó ir al médico,
para que le dijera en realidad de qué enfermedad padecía.
También es partera. Ella misma se ha atendido y a una de sus hijas, que está
embarazada, le da unos sobos para ayudarla. “No he atendido a otras mujeres, pero
si me toca recibir al muchachito, lo hago, o les puedo dar fórmulas de cómo pueden
alumbrar”, anotó. Además sabe cómo se puede curar una inflamación, con planta
de tabaco y yanten, o algún problema del hígado, con diente de león y manzanilla.
Todo lo tiene ahí, no tiene que salir a buscar ninguna planta. Si alguien la necesita,
ella solo va, las busca, las cocina y se las da o simplemente lo orienta sobre lo que
debe hacer.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Esto es algo de lo que Luz Miriam se siente muy orgullosa. Sus maticas, como
les dice a las plantas medicinales, las cuida mucho, y ella misma hace el abono orgá-
nico para echarles. Dice que es abono de tierra negra, de madera o de hojas verdes,
así como el de ganado con otras mezclas. “Las matas me enseñan cuál es el abono
que más les cae bien; yo se los echo y a los tres días ya puedo saber sí es el adecuado
o el que les sirve”. Otra de sus facultades es conocer el terreno con solo tocarlo. Ella
pone su mano en la tierra y sabe si se puede cosechar yuca, sorgo o cualquier otro
alimento. Depende de si está muy barroso o cálido.
Para el futuro, a Luz Miriam le gustaría que su patio productivo creciera mu-
cho, tenerlo más bonito y tener su casa de material para dejársela a sus hijos, ya que
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Luz Miriam Alape
está construida de barro. Para ser una cultivadora feliz, quisiera tener además unas
tres hectáreas propias, para no estar alquilando en otra finca ni tener que hacer esos
traslados tan extenuantes. “Ya me siento cansada de trabajar para otros”, asevera,
con algo de tristeza. Algo que también la pone triste es el verano, porque considera
que el agua que viene del cielo es la mejor. Según dice, esa agua les gusta más a las
matas. Luz Miriam es muy católica y por eso, cuando no llueve, se dedica a orar, para
que llueva y las plantas no sufran y los cultivos prosperen.
Tiene grandes sueños para Saloa y uno de ellos es que haya gas domicilia-
rio para la población de este corregimiento. “Sufrimos mucho cortando leña para
cocinar. Es muy duro. Por eso quisiera que este servicio llegara al pueblo”, indicó.
Desea igualmente buenas vías, alcantarillado, agua potable, muchas cosas para que
los campesinos de la zona puedan producir muchas más cosas y tengan una mejor
calidad de vida, para ellos y sus familias. Cuando se le pregunta a qué le sabe Saloa,
no duda en responder que le sabe a limón. “Porque la situación está muy difícil, la
comida está muy escasa, no hay casi pescado, las cosas están muy caras, todo es
duro de conseguir. Si uno sale con $20.000 pesos, no compra casi nada, en cambio
antes sí alcanzaba”, manifiesta con desasosiego. El sonido que más le gusta del
pueblo es de las fiestas de San Vicente, cada 5 de abril, porque es el día que ponen
la música que más le gusta: las rancheras. “Por acá no las ponen, si no es ese día de
las fiestas”, anota.
A pesar de que nació en el Tolima, Luz Miriam se declara costeña. Se casó con
Samuel Cervantes Amarís, nacido y criado en Salao. Tuvo sus hijos aquí, y aquí vive
y trabaja. “En una quema se perdieron todos mis papeles, hasta el registro civil, por
lo que tuve que sacarlos en Curumaní. Allí me hicieron un nuevo registro y la cédula
es de Chimichagua. Así que soy una costeña más”, precisa con alegría.
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EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Luz Miriam Alape
ORALITURAS
TERRITORIALES
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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EUGENIA FRANCISCA
CAMPO
LA PRIMERA PROFESORA
DE GUACOCHITO
E
ugenia Francisca Campo llegó a Guacochito con 14 años. Venía de la Jagua del Pilar
y acababa de terminar quinto de primaria. Guacochito era entonces un pueblo de
diecisiete casas de barro distanciadas entre sí que se comunicaban por caminitos
cerrados y era, además, un pueblo sin colegios; el más cercano estaba ubicado en
Guacoche, pero a muchos padres no parecía interesarles enviar a los niños a estu-
diar. Fue por esa época cuando Eugenia Francisca propuso montar una escuelita en
la casa de su abuelo, para dar clases a los niños que quisieran estudiar; ella sabía
leer, escribir y realizar las operaciones básicas y eso fue lo que enseñó a sus quince
alumnos. “Yo no me doy fama, pero yo todos los años ocupaba el primer puesto,
porque era buena en matemáticas y en escritura […]. Vea, yo no fui una profesional,
porque mi mamá no era como las de ahora. Ahora se hacen sacrificios para que su
hijo estudie”. Era tan buena que le ofrecieron una beca para continuar estudiando.
Lo único que necesitaba eran los uniformes, los zapatos, las sábanas y la pijama. Las
profesoras de la Jagua del Pilar fueron hasta la casa de Eugenia y le explicaron a su
madre que no tenía que pagar un peso ni por pensión ni por comida ni por libros.
“Mi mamá era tan pobre que, yo me acuerdo, vino aquí donde mi abuelo, que
tenía ganado, y le dijo que le ayudara. Él dijo que no, que no tenía. Y mi papá, que
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Dios lo tenga en su gloria, estaba vivo. Yo fui a donde él, no tenía obligación de nada,
porque nunca me dio nada. Él embarazó a mi mamá y enseguida la dejó. Y le dije
‘papá, yo quiero estudiar. Me dieron una beca, necesito que me ayude’. ¿Sabe qué?
me dijo ‘yo no te ayudo porque después te vas a trabajar para darle al marido’. A mí
eso me decepcionó tanto… No había opción de trabajar y estudiar. Si hubiera habido
esa opción, yo no me hubiera quedado así. Por eso hice todo lo posible para que mis
hijos estudiaran algo… a mí me duele que, por no tener un padre responsable, yo
me haya quedado así”.
La escuela de Eugenia duró tres años en Guacochito y gracias a ella en el pue-
blo se despertó el gusto por estudiar. “Había pelados de 14, más viejos que yo, que
no sabían pero ni la o”. Y aunque no quería dejar su trabajo como joven profesora
tuvo que partir hacia la Jagua porque su madre había enfermado. Cuando volvió a
Guacochito, la semilla ya estaba sembrada, los muchachos iban a Guacoche y a Va-
lledupar a estudiar. Tiempo después, Eugenia Francisca fue presidenta del colegio y
presidenta de la asociación de padres de familia, en la que se encargaba de recaudar
fondos para lo que necesitara el colegio: “Yo he servido aquí bastante, sin ningún
interés, porque yo digo que uno donde vive es donde tiene que servir”. También fue
presidenta de acción comunal y durante más de ocho años fue la recaudadora de lo
que pagaban los habitantes por sacar agua del pozo.
Eugenia Francisca también es reconocida en Guacochito porque colaboró con
la llegada del santo al pueblo. “Aquí no había santo”. En esa época Pepe Castro,
político reconocido por las habitantes de Guacochito por su labor en el pueblo, les
regaló a Fray Martín de Porres. El santo llegó un 7 de noviembre. Eugenia recuerda
que compró flores y floreros para la decoración y que también se compraron cohe-
tes y se hicieron altares. “Fue una fiesta espectacular, vino gente de todas partes”.
Tiempo después, Pepe Castro les dio $500.000 pesos para iniciar la construcción de
la iglesia. Eugenia se encargó de realizar rifas para completar el dinero, otros cola-
boraron con cemento, arena y gravilla. Estando la iglesia construida, el sacerdote les
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Eugenia Francisca Campo
propuso mandar a hacer una virgen de Guadalupe en oro. Eugenia viajó a la Jagua a
pedir colaboraciones para mandar a hacer la virgen y también que caminó por todo
Guacochito, sin nadie se negara a ayudarla. Finalmente recogió lo necesario para
que llegara la virgen de Guadalupe a Guacochito y fuera recibida por el canto de los
mariachis.
Por medio de su labor, Eugenia Francisca rescata la importancia de la educa-
ción y el servicio para el crecimiento de las comunidades. Es una mujer trabajadora
que ha sacado adelante proyectos para su comunidad y para su familia. Trabajó
ocho años en una finca para poder comprar su casa en Guacochito y crío a sus hijos
para que pudieran estudiar. Hoy puede decir que ellos tuvieron la oportunidad que
ella no tuvo. Según cree, ahora es momento de que los jóvenes sigan los pasos de
los más viejos en el servicio, que sean ellos quienes se encarguen del pueblo. Sin
embargo, piensa que no se han comprometido lo suficiente: “lo que está pasando
en este pueblo es que ya nos estamos poniendo como egoístas. Antes no era así”.
Antes, recuerda Eugenia, Guacochito era un pueblo de fincas en el que se trabajaba
con hacha y machete, en el que los habitantes se reunían en torno al único televisor
que había. Ahora no hay trabajo. Los habitantes solo tienen una porción mínima
del territorio, mientras que la mayor parte pertenece a personas de otros lugares
del país: “las tierras son de los ricos. Los pobres tienen una hectárea, porque les ha
quedado un pedacito de tierra de herencia”.
Si piensa en el futuro, Eugenia se imagina un Guacochito con agua potable.
Aunque cuentan con un acueducto, deben comprar agua para poder consumirla; ade-
más, el servicio de agua se suele ir frecuentemente. También se imagina un puesto
de salud en el que haya un médico todos los días: “aquí somos pobres y el que no
tiene carro debe pagar $30.000, $40.000 pesos para ir de urgencias a Valledupar”.
Eugenia se imagina un futuro en el que la comunidad crezca junta y la juventud re-
ciba oportunidades para estudiar y se comprometa con el pueblo.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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FIDEL MARTÍNEZ
UNA VIDA EN LAS JUNTAS
DE ACCIÓN COMUNAL
U
n experto en conformación de juntas de acción comunal, organizaciones y asocia-
ciones habita en el municipio de El Paso, Departamento del Cesar. Se trata de Fidel
Martínez, quien desde muy joven se involucró en el tema haciendo parte de grupos
estudiantiles y luego de la primera junta de acción comunal del pueblo, la cual se
conocía como la central. Primero fue vocal y luego fue el fundador de la segunda
junta de acción comunal, que estaba en el barrio Santa Bárbara, de la cual fue su
presidente por tres períodos consecutivos. Al mismo tiempo que presidía esa junta,
hizo de secretario de la primera Asociación de Juntas de Acción Comunal (Asojun-
tas), de todo el municipio, donde también fue uno de sus creadores, junto a Eleuterio
Córdoba, quien era el presidente. También permaneció allí durante tres períodos.
Eso fue hacia los años noventa, cuando ya contaba con una gran experiencia
y vastos conocimientos, por lo que fue nombrado presidente de Asocomunal, la
federación departamental de juntas. Estuvo dos períodos en la secretaría ejecutiva
de salud y como delegado ante la Confederación Nacional. “Mi labor era crear las
juntas de acción comunal, las preparaba, capacitaba a sus integrantes y las certifi-
caba, porque estaba autorizado para hacerlo”. Ya lleva 40 años en este trasegar, de
los 60 que tiene de edad, y dice que un 70% de su trabajo lo ha dedicado a las juntas
de acción comunal. En el corregimiento de La Loma hay 30 juntas, 27 de las cuales
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
fueron creadas por él, y en Cuatro Vientos hay ocho, seis creadas por él. Las que
están en las veredas todas fueron creadas con su ayuda.
Su motivación es básicamente ayudar a la comunidad, gestionar beneficios
para los moradores de los sectores, que generalmente tienen muchas necesidades
que no son atendidas por las administraciones municipales. Ha logrado capacitar
unos 480 afiliados en municipios, veredas, barrios y corregimientos para la confor-
mación de sus juntas de acción comunal. En su barrio Santa Bárbara ayudó a la cons-
trucción de las viviendas y las vías que hacen parte del sector. Eran los años ochenta,
cuando apenas había allí unas 39 casas, pero consiguió a través de la alcaldía una
hectárea de terreno para que se dividiera y se entregaran los terrenos a familias que
no tuvieran un lugar donde vivir. En total se donaron 23 solares totalmente gratis,
con los que se fue organizando el barrio, con la ventaja de que el señor Fidel era
maestro de obras y ayudó en la construcción de las viviendas. Fue un trabajo ex-
tenuante, pero gratificante para él, que incluía reuniones los fines de semana para
coordinar las actividades que se iban a realizar, como la limpieza de las calles, la
ubicación de las casas y de las vías.
Posteriormente, tuvo la oportunidad de gestionar una escuela a través del
Plan Nacional de Rehabilitación, ante cuyos funcionarios tuvo que argumentar la
necesidad que tenían los niños y jóvenes del sector, los cuales debían cruzar el río
para asistir a clases en una institución lejana. Y Fidel no solo se limitó a gestionar
programas para su barrio, sino para otras poblaciones y sectores; por ejemplo, para
Cuatro Vientos, donde se instalaron las primeras redes de acueducto, gracias a su
gestión. Igualmente, una dotación para el centro de salud, pupitres, computadores
y muchas otras cosas que beneficiaron a la comunidad. Eso hace parte de su natu-
raleza: ayudar, lo cual no siempre es reconocido, pero para él eso no es importante,
sino ver el fruto de su trabajo plasmado en las obras, elementos y barrios consolida-
dos. “Muchas veces me ha tocado sacar de mi bolsillo para hacer cosas, como, por
ejemplo, la arborización que está en la avenida del barrio. Yo lo hice y después me
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Fidel Martínez
tocaba todas las mañanas regar árbol por árbol hasta que fueron creciendo, y ahora
lo que hay es una sombra muy buena”.
Fidel también ha sido el gestor de la celebración de Santa Bárbara, la patro-
na del barrio, la segunda fiesta más importante del pueblo, después de la de San
Marcos. La fiesta se hacía cada 4 de diciembre, en una caseta comunal que estaba
en un solar de su propiedad. La comunidad colaboraba, se contrataban picós y se
construía un nicho para poner la santa, que se consiguió en una hacienda donde
había una ganadería fuerte y se celebraba igualmente su fiesta. Fidel cuenta que el
dueño de esa hacienda se mudó para el barrio y propuso que se hiciera la fiesta allí.
La primera fiesta fue con el compositor Nafer Durán y con la cabeza de la santa, pues
no había una imagen con cuerpo. Posteriormente se consiguió una más grande en
Santa Marta, pero esa se rompió en una procesión cuando esta tropezó con un perro
y se cayó. Fue reemplazada por otra imagen, y aunque la fiesta ya no se realiza, sí se
celebra su día con la tradicional eucaristía y la procesión.
Dentro de la trayectoria de Fidel se cuenta su participación como directivo
durante 16 años de la Fundación Pedazo de Acordeón, donde comenzó como vocal
y llegó a ser el fiscal. Esta fue una fundación que se creó por un resentimiento que
se generó hace 32 años en el Festival de la Leyenda Vallenata, donde se esperaba
que el rey vallenato Alejandro Durán, miembro de una de las dinastías de El Paso,
fuera escogido como rey de reyes. Todos pensaban que eso iba a ser así, porque era
merecedor de ese título, pero la decepción fue grande, cuando otro fue el escogido.
La comunidad de El Paso, como homenaje a ese gran artista, creó la fundación con
el nombre de uno de sus temas.
Fidel destaca que El Paso no solo parió artistas como Alejandro Durán. “Aquí
hay cajeros, guacharaqueros, acordeoneros, cantantes y músicos. Tenemos las dinas-
tías Daza, Martínez, Blanco y, por supuesto, la Durán”. Él mismo también se cuenta
entre los compositores de música vallenata de El Paso. Tiene unos cuatro temas que
le han grabado y quince que están inéditos. Adicional a todo esto, Fidel también fue
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Fidel Martínez
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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HANS NAEDER
LA HUELLA DE LA MIGRACIÓN
ALEMANA A PUEBLO BELLO
E
l señor Hans Naeder es un ser muy especial, noble, despreocupado y al que no le
gustan los problemas. Nació en Barranquilla, hijo de migrantes alemanes, aunque
nunca ha ido a Alemania y vive desde su adolescencia en el municipio de Pueblo
Bello, Departamento del Cesar. No le gustan las ciudades grandes, de las que dice
que lo ahogan, y prefiere estar metido en el campo, escuchando el sonido de los
pájaros, los grillos, los sapos y toda clase de animales que habitan en los bosques.
Cree tener 95 años y casi todo lo hace reír, incluso el hecho de que no se acuerde
con precisión del nombre de sus doce hijos. Recuerda sí que sus padres llegaron
a Colombia en 1914, después de la Primera Guerra Mundial, buscando una tierra
tranquila para vivir y alejarse de todo lo vivido en ese cruel evento. “Escogieron a
Colombia por la tranquilidad que había en esa época, porque toda persona que sufre
una guerra quiere dejar atrás todo eso”. Primero llegaron a Barranquilla, donde él
nació, y luego se trasladaron a Santa Marta, donde su padre trabajó como gerente
de Bavaria, una empresa que en ese entonces era propiedad de alemanes. Estando
en Santa Marta, sus padres ya tenían referencia por Pueblo Bello, por varios ciuda-
danos alemanes que habían llegado unos años antes y se habían instalado en esta
población. “Allí estaban Emilio Strauss y un dentista de apellido Hofman, también
Carabin, todos amigos de mi papá”, precisa. Antes de mudarse del todo para allá,
sus papás compraron una pequeña finca para vacacionar, a la que llamaban Berlín
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
y se iban en las temporadas a compartir con sus amigos, quienes tenían finca, ga-
nado, tiendas y cultivaban algunos productos para su manutención. Los alemanes
coincidían en la valoración de Pueblo Bello como un lugar muy tranquilo, bonito y
de clima semejante al de su tierra natal.
Contrario a él, su papá sí era un hombre de oficina y no le gustaba mucho el
campo, pero en 1939, en plena Segunda Guerra Mundial, decidió que la familia se
trasladaría totalmente para Pueblo Bello. “El gobierno colombiano estaba obligan-
do a los alemanes a irse para Cachipay, en Cundinamarca, siguiendo órdenes de los
Estados Unidos. Entonces mi papá tomó esa determinación”, aclara el señor Hans, y
anota que cuando llegaron Pueblo Bello solo tenía unas cuatro casas y no habitaba
mucha gente, solo los Villazón y los Mestre, que tenían fincas cafeteras. También
estaban en la zona los indígenas, a quienes describe como tranquilos y buena gente.
De esa época recuerda entre risas todas sus travesuras y que era, como todo niño,
enamorando a las muchachas. En su casa se hablaba alemán y el español lo fue
aprendiendo con otras personas que no eran de la familia, como las empleadas.
Desde jovencito le gustó la mecánica y aprendió viendo o preguntando, y aunque
solo estudió hasta tercero de primaria en Santa Marta, le gustaba mucho leer. “Así
fue que aprendí muchas cosas, porque leí muchos libros, era mi afición principal”.
También se dedicaba a cazar animales, como venados, guardas y ñekes con una
carabina que tenía.
Se acuerda de los enfrentamientos que hubo entre cachacos y costeños, por
la migración que hubo de santandereanos y antioqueños. “Los que estaban aquí no
querían que llegara nadie, porque decían que toda esta tierra hasta Fundación era de
ellos y hubo hasta muertos por eso”. Después tuvieron que reconocer que quienes
llegaron lo hicieron para trabajar y ganarse la vida y sostener a sus familias y no para
hacer daño. “El progreso llegó a Pueblo Bello por los que migraron hasta acá, porque
son gente pujante y trabajadora”, puntualiza. Claro que también las autoridades
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Hans Naeder
administrativas llegaron al pueblo para advertir que todos tenían el mismo derecho
de estar en estas tierras, porque todos eran colombianos.
El señor Hans nunca se casó, pero sí vivió con dos mujeres, con las que tuvo
sus hijos Elsi, Dora, Janeth, Erika y Delmis, de su primera mujer, y Gunar, Susana,
Helka, Zulmi, Ailen, Zoe y Hans, de la segunda. También tiene un hijo adoptivo, un
muchacho que crio y al que le llama “Frijolito”. “Uno quiere a la mujer, esté o no esté
casado, y aunque nunca sentí ese amor loco y apasionado, sí las quise mucho, casi
nunca nos disgustábamos. También había unos disparates por ahí”, afirma riéndose
a carcajadas. Con el fruto de su trabajo compró una finca, pero, como es descom-
plicado, no le puso nombre. Esa tierra la abandonó cuando llegaron los violentos
y comenzaron a presionar a las familias a hacer lo que ellos quisieran. “Yo dejé esa
tierra abandonada, porque no quise tener nada que ver con esa gente, no quería vivir
sujeto a que me estuvieran mandando. Eso no es conmigo”. La finca, sin embargo,
no está sola, porque él le regaló unas cinco hectáreas a su hijo adoptivo “Frijolito”,
quien vive allá con su esposa e hijos.
Hans afirma que no es muy religioso y que nunca le gustó ir mucho a misa,
aunque su mamá lo llevaba de vez en cuando. Cuenta que también fue guía turístico
y disfrutaba transportando y ayudando a los extranjeros, pero no a los nacionales.
“Los italianos, franceses, alemanes y hasta japoneses, eran personas muy buenas,
especiales con uno, lo valoran a uno, pero los turistas nacionales no. Yo tuve un
profesor amigo mío que me traía estudiantes para que los llevara a la Sierra Nevada
y pretendían que yo les cocinara y les llevara agua a la madrugada. Más nunca atendí
a estudiantes de aquí, porque uno tiene que tener dignidad y yo soy muy orgulloso”,
narra de manera vehemente. También fue un gran bailarín y dice que le gustaba
mucho el pasodoble, el bolero y el vals, pero si le ponían otra clase de ritmo bailaba
como un trompo también.
Hans es muy popular y muy querido en Pueblo Bello y argumenta que es po-
sible que se deba a que no es mezquino, ayuda a todo el mundo y no le gustan los
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
problemas. “Yo soy así, porque fue lo que me enseñó mi papá: ayudo al pobre, al rico,
al indígena, al que no es indígena, a todos, porque son seres humanos iguales, para
mí no hay ninguna diferencia”. Y aunque, según afirma, en Pueblo Bello hay mucha
gente que es egoísta y mezquina, que no le hacen un favor a nadie, quiere mucho
a este pueblo, se declara costeño y desea que siga así de tranquilo, que no cambie
mucho. “Con lo que tengo basta y sobra, si viene mucha gente, ya no sería lo mismo”.
Aunque se lamenta de que no se exploten algunos sitios hermosos de la zona, como
una pequeña cascada que queda muy cerca del casco urbano y que describe como un
paraíso. “Allí se podrían hacer unas piscinas naturales, algún balneario y casetas para
recién casados o para que las familias vengan a descansar. Pero nadie lo hace aquí”.
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Hans Naeder
Por la edad ya no puede estar recorriendo los montes, aunque quisiera, por-
que allí sería mucho más feliz. En Pueblo Bello vive rodeado de sus 12 hijos, sus 32
nietos y 5 bisnietos. Aunque el dato se lo tiene que dar una de sus hijas, porque él
no se acuerda y solo atina a expresar “!Cónchale! Son muchos, ya estoy viejo” y se
ríe. Como dijimos al principio, Hans es un hombre muy especial, que afirma no darse
mala vida por nada, y así como no lo ha hecho en vida, afirma que después de muerto
tampoco le va a interesar lo que pongan en su tumba. “No le doy importancia a eso,
si ya voy a estar muerto, ya para qué”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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MARGARITA EUGENIA
GUTIÉRREZ DE PIÑERES
LA ‘SEÑO TICO’,
ORGULLOSAMENTE PASERA
E
n el municipio de El Paso, Cesar, casi todos conocen a la popular “Seño Tico”, pero
son pocos los que saben que ella se llama Margarita Eugenia Gutiérrez de Piñeres,
una mujer amable, alegre y especialmente solidaria con sus paisanos. Ella nos cuenta
que la llaman así casi desde que nació, porque era muy pequeñita y parecía un ra-
toncito, entonces le decían “La Chiquitico”, pero después lo abreviaron y le comen-
zaron a decir “Tico”. Su nombre de pila Margarita también tiene su historia, porque
su bisabuela materna quería que se llamara María Eugenia y a su abuelo paterno le
gustaba el nombre de Rosangelina. “Yo nací chisposa y les decía ‘el que me diga esos
nombres me paga’, y para reírse me daban moneditas de $5 o $10 pesos. Una tarde
llegué a la casa de una tía, vi unas flores y pregunté cómo se llamaban, me dijeron
‘Margarita’, así que decidí que así es como me iba a llamar”, relata entre risas. Con-
tinúa explicando que, cuando fueron a bautizarla, el sacerdote preguntó cómo se
llamaba la niña y ella contestó: Margarita Eugenia, por lo que su madrina le dio un
cocotazo y le dijo: los niños no hablan. Además, le dicen “Seño” porque prepara a los
niños en la iglesia para su primera comunión y confirmación y es adicionalmente la
coordinadora general de las comunidades eclesiásticas que hay en la cabecera mu-
nicipal de El Paso, que en la actualidad son cuatro, incluyendo un grupo carismático.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
Está facultada para suplir la ausencia del sacerdote, para celebrar la palabra
de Dios y asistir a un sepelio, cuando se requiere. La Seño Tico se siente orgullosa
de realizar estas actividades, tiene un gran carisma, es extrovertida y afirma que
no le gusta negarle un favor a nadie. Agrega que desde muy niña en su casa le en-
señaron a amar a Dios y a reforzar su fe. “Mi bisabuela era muy creyente y tenía en
su alcoba un altar lleno de santos y a todos les rezaba”. Nos cuenta cómo llegó a
hacer parte de la iglesia, después de que en el pueblo tuvieran varias dificultades
con los sacerdotes que enviaban. “Aquí llegó un sacerdote de nombre Adolfo Catral
Prieto que era español, que se trajo varias monjas para hacer un colegio, pero resulta
que él se enamoró de una de las monjas, la embarazó, y la comunidad los sacó del
pueblo y quedamos sin sacerdote”, relata Margarita. Como el Paso quedó sin sacer-
dote, cuando se necesitaba, la gente iba a los pueblos aledaños, como Chiriguaná
o Caracolicito, corregimiento de El Copey. Para las fiestas patronales, un cura iba
hasta el pueblo para dar la eucaristía. Cuenta Margarita que nuevamente enviaron
a otro cura, llamado Beltrán Enrique Hinojoza Orozco, familiar de su esposo, que
también era conocido como sinvergüenza, porque enamoraba a las muchachas. “La
gente murmuraba sobre lo que hacía el sacerdote, hasta que no aguantaron más e
hicieron un memorial que llevaron a la curia y lo retiraron. Y otra vez nos quedamos
sin sacerdote”. Los fieles se volvieron reacios, no iban a misa y con las limosnas
de los pocos que iban no se reunía ni para el transporte del cura que venía de otro
municipio. Margarita continúa su relato explicando que “un día vino un seminarista
chisposo y nos dijo que conformáramos una pequeña comunidad como apoyo a la
iglesia, y así lo hicimos. Nos reunimos, nos consagramos 18 personas y comenzamos
a trabajar”. De ese grupo quedan pocas personas, porque algunas ya han fallecido,
otras se retiraron y algunas se fueron del pueblo.
La Seño Tico nació en 1959 y de su niñez recuerda lo tranquilo que era El
Paso, con sus calles polvorientas, las casas de palma y bahareque y las grandes ha-
ciendas ganaderas, en las que trabajaban la mayoría de sus habitantes. “Yo andaba
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Margarita Eugenia Gutiérrez de Piñeres
en pantaleta jugando por las calles, donde uno se tropezaba con las vacas, no había
carros, ni motos, ni bicicletas. La ropa me fastidiaba y, cuando me la ponían, me la
quitaba ahí mismo”. La casa de su mamá, quien era modista y enfermera empírica,
fue la primera de material que se construyó en el pueblo. Allí vivía junto a ella y su
hermano. “Aquí llegó un señor Luis Enrique Pumarejo Ruíz, quien era enfermero,
pero le gustaba mucho la medicina, por lo que leía mucho unos vademécums y así
recetaba a los pacientes. La gente le tenía mucha fe, a pesar de que sabían que no era
médico, pero sus medicamentos y atenciones daban resultado. Mi mamá aprendió
con él y lo ayudaba a coger una vena o a poner una inyección y se convirtió así en
enfermera. Después hizo un curso y trabajó en el puesto de salud, de donde salió
pensionada”. Cuando fue creciendo, Seño Tico se trasladó a Valledupar a vivir con
unas tías a las que ayudaba en los oficios del hogar para que le colaboraran en el
estudio. Allí estuvo varios años estudiando, luego se regresó al pueblo y cuando
entró a bachillerato fue enviada a la Normal Inmaculada de Manaure, Cesar. “Como
la situación económica no estaba muy buena, una tía que estaba estudiando en
Bogotá me consiguió un cupo en la normal de Villa Pinzón, Cundinamarca, donde
estudié hasta terminar el bachillerato, pero el último año lo perdí y no quise repe-
tirlo, por rebeldía; entonces no me gradué de normalista, porque después validé el
bachillerato normal”.
Margarita también recuerda aquellas haciendas ganaderas que había en El
Paso, una de las cuales, la Santa Bárbara de Las Cabezas era la más grande de la
región y propiedad de sus familiares. “Allí trabajaban los padres del juglar Alejo
Durán haciendo los quehaceres y él trabajó como ‘coqui’, es decir, el que preparaba
los alimentos para los trabajadores. Sin embargo, ellos eran tratados como unos
miembros más de la familia, tanto que uno de sus dueños, Jaime Gutiérrez de Piñeres
Ruiz, fue quien lo llevó al primer Festival Vallenato en Valledupar y lo defendió ante
la polémica que se armó porque no le dieron la corona a Emiliano Zuleta Baquero”.
Agrega que, después se llevó a Alejo a unas olimpiadas en México, de donde se trajo
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Margarita Eugenia Gutiérrez de Piñeres
tenían otra visión, mandaban a estudiar a sus hijos a otras ciudades, como Valledu-
par, Santa Marta, Bogotá e incluso al exterior. En 1982, Margarita se casó y quedó
embarazada de inmediato de su primer hijo y al año siguiente tuvo su segundo hijo.
Se considera negra, a pesar de que su piel es blanca, pues en El Paso impera todo lo
relacionado con la cultura negra, su comida, la música y las tradiciones. “Aquí nadie
sufría de hambre, siempre había un pedazo de bollo con queso, leche cuajá o suero;
los platos eran sin aliños, no había arroz en las casas, solo en la de personas con
plata y en la hacienda Santa Bárbara había una mesa que se llamaba ‘p´a los que
vienen’, donde se sentaba a comer todo el que llegaba. Ese es nuestro modo de ser
y nuestra cultura, la que no queremos que se acabe”.
Igualmente resalta las galguerías tradicionales, como la panocha, el queque,
la galleta pasera y las almojábanas, que aún son elaboradas por cocineras tradicio-
nales, como Cándida Hernández, Susana Angulo, Ana Julia Daza Martínez y las hijas
de Ana Emilse. En la casa de su abuela se fabricaban bolitas de cebo, tabaco, jabón
de tierra, y su tía Anita, quien era costurera, hacía bolitas de coco, caballito, pirulito,
palomitas de azúcar, bolas de tamarindo y arequipe de maíz. “Allá nos reuníamos los
nietos y bisnietos a oír las historias y a comer. Mi abuela no daba unas calillitas de
tabaco amargo para que no cogiéramos el vicio de fumar, y el método fue efectivo,
porque nos dio una borrachera horrible que más nunca lo probamos y le cogimos
fastidio al cigarrillo”. En la parte musical destaca la tambora, música que llegó pri-
mero que el vallenato y que tiene su representación principal en Juana Díaz, la mamá
de Alejo Durán, quien era una gran cantadora y murió de más de cien años de edad,
con una mente bastante lúcida. Actualmente cuentan con Rosa Hernández, una gran
cantadora y bailadora de tambora, que recogió el legado de Juana y es apoyada por
su hijo, un folclorista que trabaja por preservar esta tradición musical.
Margarita también habla de cuando la minería llegó, por el año 1986, para
transformar la vida de los paseros, tanto positiva como negativamente. “De manera
positiva, porque muchas personas se superaron, mejoraron su parte económica y
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
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Margarita Eugenia Gutiérrez de Piñeres
su calidad de vida, pero también fue negativo por la gran cantidad de personas que
llegaron con otras costumbres que generaron otros problemas, como la drogadicción
y la explotación sexual infantil”. Sin embargo, dice que aún persisten valores como
la unidad, el respeto a los mayores y la familiaridad entre las familias tradicionales,
como los Córdoba, los Trespalacios, los Martínez, los Serna, los Manjarrés, entre
otras. Hace poco, en el 2016, hubo un gran reencuentro de su numerosa familia y
se reunieron primos, tíos, abuelos y hermanos a conocerse y relacionarse. Fueron
más de cien personas de varias generaciones las que asistieron a este evento signi-
ficativo y emotivo.
Para la Seño Tico ser pasera es sentirse bendecida de haber nacido en esta
tierra, que considera hermosa, a pesar de todas las dificultades que haya tenido, y
no permite que nadie hable mal de El Paso. “Aquí me siento feliz. Todos los viejos
y parte de los nuevos me conocen, tengo lo que deseo y necesito, me siento que-
rida y respetada por mi pueblo. Por eso, si volviera a nacer, no lo dudaría y nacería
de nuevo en El Paso”, manifiesta con orgullo. Y agrega: “Cuando me preguntan de
dónde soy, respondo: soy de la tierra de Alejo Durán, !Apa! o “Sabroso”, como decía
él en sus discos”.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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ROSA PAULINA
CABANA
RELATO DE UNA VIDA
TRABAJADORA
U
na vida llena de obstáculos y trabajo duro es la que ha llevado Rosa Rosa Paulina
Cabana Guerra, quien cuenta con 71 años de edad y vive en Guacochito, uno de los
26 corregimientos del Departamento del Cesar. Sin embargo, dice que la vida de
antes era mejor que la de ahora. Así se expresa cuando rememora la tranquilidad en
la que vivía su familia, sin afanes, con seguridad y sobre todo con la alimentación
asegurada. “Antes no había robos, atracos y todos esos delitos que ahora se presen-
tan. Por ejemplo, si un día había calor, podíamos dormir en el patio y con la puerta
abierta, sin ninguna preocupación, algo que ahora no se puede hacer”. Rememora
esos tiempos cuando solo había unas cuantas casas en la zona, su papá compró una
tierra y construyó su casa junto a su esposa. “Ella le prestó un pedazo de tierra para
que hiciera su casa. Estos terrenos antes no valían casi nada, ahora es que se han
valorizado”.
Le da nostalgia recordar cómo salía con sus hermanos a coger frutas. Dice
que salían con una “guaica” o una vara con cuatro dientes y se iban con una olla o
un balde. Recolectaban iguarayas, higos, cerezas, sangretoro y manzanilla. Llegaban
con las ollas llenas de frutas, las ponían al sereno, para que se enfriaran, porque en
no tenían nevera, y luego se las comían.
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
EL DEPARTAMENTO DEL CESAR
También cogían guamacha para darles a los animales, que salían en la mañana
muy temprano a comer lo que había por el monte y regresaban en la tarde. “Comían
lo que daba la tierra”, dice Paulina.
Así fue creciendo en medio de esas aventuras que hoy añora. Estando ya adulta,
se casó y su esposo construyó una casa cerca de donde vivía su mamá. Los terrenos que
estaban a la orilla del río eran libres, nadie se podía meter ahí, eran respetados, porque
ahí llegaba el ganado, los chivos y los cerdos a beber agua. Pero poco a poco se fue
metiendo la gente y las tierras se fueron poblando. Rosa Paulina recuerda cuando iba
a lavar la ropa con otras mujeres a la orilla del río. Ahí también se bañaban y tomaban
el agua para cocinar, porque no había acueducto. Y tampoco tenía batea ni cepillo.
“Usábamos una tusa, es decir, una hoja de mazorca para restregar la mugre y después
de lavar la ropa teníamos que hervirla”. Para esto tenían que hacer un fogón con leña y
encima ponían una lata grande donde metían la ropa hasta que hirviera como una o dos
horas. Luego la sacaban, la echaban en una hoja de “trompito” y, cuando se reposaba,
la abrían en la playa para que se asoleara. Pero eso no bastaba. Después se le sacaba
el jabón y se volvía a restregar, se torcía y se abría. Aunque, dice Rosa Paulina, algunas
prendas había que dejarlas hasta dos días enjabonadas para que se les saliera el sucio.
También había que esperar a que el sol estuviera potente, porque si amanecía apagado,
no se podía asolear la ropa y tenían que tenerla guardada hasta el día siguiente.
Era un trabajo duro que demoraba hasta tres días, pero dice Rosa Paulina que
eran felices a la orilla del río echando cuentos, cantando y hasta bailando, mientras
lavaban la ropa. “Algunas de las canciones eran compuestas por nosotros, alusivas
al lavado”. Eso sí, esta debía estar lista para el sábado, cuando los hombres salían a
rumbear o las mujeres a hacer alguna visita. Luego venía la planchada, que también
era un trabajo arduo y demorado, con planchas de carbón y con la ropa almidonada.
“Teníamos que cortar dos troncos, preferiblemente de guayacán, porque dura más
el carbón. Cuando esa leña estaba bastante caliente, poníamos la plancha hasta que
se calentara y estuviera lista para planchar”, relata.
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Rosa Paulina Cabana
Luego ponían tres o cuatro sábanas encima de una mesa y ahí era donde
planchaban la ropa.
Hacer el almidón también era un proceso largo y dispendioso. Rosa Paulina
explica que “se pelaba la yuca, se rallaba y se colaba. De la agüita que botaba se iba
formando el almidón, después se le botaba el agua y se ponía al sol, en el techo, para
que se secara; se calentaba el agua y ahí se disolvía el almidón con otro poco de agua
fría; luego se meneaba, para que no se formaran grumos, y cuando ya estaba frío se
metía la ropa ahí para almidonarla”. La ropa que llevaba este proceso era la de dril,
popelina o gabardina, porque la de seda no. Ese almidón se hacía con anticipación,
de tal manera que cuando llegara el jueves o viernes y la ropa estuviera lavada, se
pudiera usar para el planchado.
A la par con los oficios del hogar, Rosa Paulina y las mujeres de la zona corta-
ban arroz, millo, maíz y cogían algodón. Eso fue como en los años 60, cuando había
una bonanza algodonera en el Cesar y las mujeres podían trabajar allí. “Llevábamos
un saco en la espalda, que se amarraba adelante, e íbamos recogiendo el algodón
y lo íbamos echando en el saco. Cuando estaba lleno y ya no podíamos cargarlo
o arrastrarlo, cogíamos otro para llenarlo”. Cada día llenaban entre dos y tres sa-
cos, dependiendo del rendimiento de cada persona. Luego los llevaban a la bodega,
donde los pesaban y les pagaban según los kilos recogidos. Cada saco lo marcaban
con sus iniciales, para que los administradores supieran a quién pertenecía y poder
pagarles. Según Rosa Paulina, este pago era semanal o quincenal, aunque a veces le
cobraban lo que había pedido en la cooperativa. “Por ejemplo, si me llevaba aceite,
arroz o granos, me iban anotando y después me lo descontaban a la semana”. Tam-
bién era un trabajo bien duro. Comenzaban desde las tres o cuatro de la mañana y
regresaban a su casa entre las ocho y las nueve de la noche, pues tenían que esperar
hasta que les pesaran el algodón recogido. “Llegábamos cansadas de esa jornada
larga y con hambre, pero teníamos que esperar a que le pesaran a todo mundo,
porque eran muchas personas las que trabajaban”. El algodón lo pesaban en una
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Rosa Paulina Cabana
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PERSONAS EMBLEMÁTICAS EN
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RUTH MARINA
MENDOZA
LA COMADRONA QUE RECIBIÓ
VIDAS EN GUACOCHITO
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mujeres y tener que enviarlas a Valledupar, pero eso solo sucedió un par de veces.
Ruth recuerda que acompañaba su oficio con plantas, como la flor de uvito, con la
que se preparaba la primera cucharadita que se les daba a los niños al nacer, para
sacarles el calor del cuerpo. Con el tiempo, decidió que no iba a partear más, que
había suficientes enfermeras y puestos de salud. “La gente me hacía caso, decían: ‘La
Ruchi’ ya no va a partear más”. Pero aun hoy la buscan cuando están muy apuradas.
A Ruth Mendoza le dicen La Ruchi, de cariño. Lleva 47 de sus 67 años viviendo
en Guacochito. Llegó con su segundo esposo a este corregimiento cuando era solo
veredas y caminitos con lamparitas de petróleo iluminando las puertas de las casas
en la noche. Había enviudado y dejaba el San Diego de su abuela para iniciar una
nueva vida. Como las demás mujeres, Ruth debió aprender a lavar en el río: “eso
sí me dio duro”. Recuerda la temperatura caliente del primer día de lavado y que
cuando volvió del río estaba quemada. “Yo dije: ‘yo me voy para San Diego. Allá hay
servicios, aquí no hay nada’. Me fui unos días, porque sufría mucho. A veces se me
caía hasta la ropa que llevaba en la ponchera sobre la cabeza, porque no sabía”. Con
el tiempo, llegaron más hijos y Ruth se amañó en Guacochito. “La gente me quiere,
¡imagínese!, me conocen, me tratan bien. De ahí me fui enamorando de las personas
y del pueblo”.
También recuerda que desde que llegó hizo amistades. “Me convidaban para
ir al río y me ayudaban a lavar. Lavábamos y llevábamos la comida para hacerla allá”.
En esa época el río era escandaloso, hasta el punto de que inundaba el pueblo. El
agua pasaba por las calles y los habitantes aprovechaban para pescar en ellas. En
1979 llegó la luz y ocho años después la gente de Guacochito, su esposo entre ellos,
empezó a sacar arena del río. La llegada de servicios como la luz y el agua les cam-
bió la vida. Hubo gestores importantes, como el profesor José Mendoza Rodríguez,
Pepe Castro, Edgardo Pupo, “El papi Cruz” y Román Sierra: “nosotros también nos
íbamos para la alcaldía con ellos. Yo decía ‘vamos a meterle el cuerpo a esto, vamos
a gestionar que nos pongan el agua, que nos pongan luz’”.
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Ruth Marina Mendoza
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Ruth Marina Mendoza
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Ruth Marina Mendoza
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Personas emblemáticas en el departamento del Cesar:
crónicas biográficas