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PENADES Y PAVIA

CAPÍTULO 4: EL SESGO PARTIDISTA DEL SISTEMA ELECTORAL


¿Cuáles son las consecuencias políticas de que la magnitud electoral media en España sea
tan variable, con provincias de muchos y pocos escaños? ¿Cómo de inclinado está el terreno
de juego? ¿Podemos aprender algo sobre dónde funciona mejor para nivelarlo?

El sesgo conservados del sistema electoral es algo hasta ahora bien conocido, también el
sesgo a favor de los dos partidos ya consolidados, siendo también un sesgo hacia opiniones
políticas centralizadas.

En la opinión pública suele expresarse en forma de queja porque “no todos los votos cuentan
lo mismo”. Esto esconde dos cuestiones: el prorrateo de escaños entre las provincias tiene
resultados muy desiguales y que este efecto, siendo muy importante, lo es menos que la
desigualdad que se produce por la simple disparidad en el número de escaños. También suele
lanzar la caña en el debate de no todos los votos valen lo mismo.

Lo que sí es muy importante es no confundir la igualdad del voto, que se viola cuando, en
condiciones iguales, los mismos votos tienen un valor distinto; y la proporcionalidad, que se
violan todos los sistemas electorales del universo mundo, en mayor o menor medida.

La provincia es una malla que impide el cambio institucional hacia un sistema equitativo Sin
sesgo partidista. Si se pudieran hacer que todas las circunscripciones fueran iguales, los
problemas desaparecerían. La otra alternativa es disolver la malla en una mayor
proporcionalidad, con un distrito único o con unos escaños compensatorios que vuelvan
irrelevantes las provincias. Por muy tentadora que resulte esta idea, es una alternativa peor.

El sesgo partidista: la inclinación de la cancha

Consideramos como iguales a dos partidos si reciben la misma cantidad total de votos, con la
misma implantación territorial. Sí, en ese caso, reciben un número significativamente distinto
de escaños, decimos que la asignación de escaños está sesgada.

este tipo de sesgo, llamado partidista, debe diferenciarse del sesgo mayoritario. La desviación
de la proporcionalidad debería de verse a que los partidos mayores tengan más
representación relativa que el resto. Otra cosa muy distinta es cuando se da el caso de un
partido específico que siempre aprovecha mejor sus votos y obtiene más escaños que un
competidor en iguales condiciones. Hay un margen de casualidad pero si la ventaja es grande
o reiterada, se trata de sesgo partidista.

Crear la confusión es el hecho de que cuanto más proporcional es un sistema, en promedio,


es más difícil que se le pueda achacar sesgo partidista y, cuanto más mayoritario, hay más
oportunidades para dicho sesgo. En todo caso, el sesgo que nos preocupa a nosotros es el
que tiene lugar porque el sistema es mayoritario en algunos lugares y proporcional en otros.

Es difícil observar en la práctica a dos partidos iguales. No obstante, a veces si se observan


casos de inversión en los que un partido con menos votos obtiene más escaños que un
competidor directo en los mismos distritos. En el Congreso aún no ha ocurrido, pero si en
2008 en el Senado y en 1999 en las elecciones el Parlament de Cataluña.

Experimento: parten de una situación simulada en


la que los partidos empatan en votos. Cuatro
partidos en primera línea, la desigualdad en el
reparto de escaños tiene un doble eje. Por un lado,
los votantes del PP salen relativamente mejor
parados que los del PSOE, y por otro, ambos
partidos consolidados salen ganando con respecto
a los emergentes. Las diferencias son lo bastante
grandes como para descartar que sea una
casualidad y no un sesgo partidista. Tanto podemos como ciudadanos les costará más que
sus rivales más antiguos ser tratados como verdaderos insider del sistema electoral. la
antigüedad lo es todo en españa.

¿Por qué se observa este sesgo? Porque tanto el PP como el PSOE, pero sobre todo el
primero, obtienen relativamente más votos donde los votos tienen un mayor valor: en las
provincias menos pobladas, normalmente más rurales y de Interior. En otras palabras, unos
partidos son más eficientes que otros a la hora de lograr sus escaños. Esa eficiencia puede
tener causas institucionales o causas que se derivan de la mera suerte. Solo en el segundo
caso podríamos no hablar de sesgo. las causas institucionales son, fundamentalmente, dos:
el tamaño variable de la magnitud electoral, y el prorrateo desigual de los escaños. Además,
la eficiencia depende de la tasa de participación, del número y tamaño de partidos que
concurren en cada distrito y en la distribución exacta de votos. las dos primeras fuerzas
impulsoras del sesgo están controladas por el sistema electoral y pueden modificarse
cambiando la legislación. las restantes no pueden controlarse aunque sí agravarse con el
salamandreo o gerrymandering. En nuestro país, las causas institucionales del sesgo partidista
están atadas a la división de España en provincias Comunidad de representación. No pueden
manipularse, para hacerse peor de lo que ya son, pero tampoco pueden mejorarse.

El premio a la localización: sesgo y territorio

los cuatro primeros partidos tienen una distribución territorial no uniforme. El PP y el PSOE
son partidos especialmente fuertes en los distritos pequeños, Donde los escaños cuestan
menos, los perdedores desperdicia más votos y los distritos están sobrerrepresentados.
Es habitual señalar que la diferencia entre las circunscripciones más pequeñas y las más
grandes es la que va de la España más rural a la más urbana y qué, por eso, el sesgo favorable
a la localización del voto en las primeras es un sesgo que favorece al voto conservador,
aunque la raíz rural se encuentra ahora algo más de dibujada.

Otra forma de mirar la cuestión es con


respecto a la relación que guardan las
circunscripciones con la división entre el
centro y la periferia. En el interior,
excluyendo Madrid, se encuentran la
mayor parte de las provincias donde los
escaños cuestan menos porque, debido
a la magnitud electoral, los perdedores
desperdician más votos. En la periferia,
los escaños cuestan más votos incluso si hubiera un prorrateo justo, a lo que se añade que la
población está en conjunto infrarrepresentada, por lo que representar a esos territorios tiene
una penalización añadida.

La aplicación del concepto sea su partidista en el contextos no comparables: Podría parecer


que cabe hablar de sesgo en un sentido lato, en la comparación entre minorías de
implantación autonómica y partidos de implantación nacional, pero solo de una forma
dogmática, ya que no compiten por un mismo electorado.

Coda: el centralismo

En las elecciones al Congreso de los diputados, Cataluña elige 47 diputados con 5,5 millones
de electores. En esas mismas elecciones, la suma de Castilla y León, Castilla -la Mancha,
aragon y La Rioja supone la elección de 70 diputados con 5 millones. Solo las comunidades
de la meseta eligen a 53 diputados para 3,7 millones. No es un desequilibrio menor, y no
carece de consecuencias.

Las comunidades autónomas del interior son también las más centralistas
(sobrerrepresentadas), mientras que las más adversas al centralismo tienden a tener menor
representacion relativa en el congreso.
Siempre se ha dicho que el sesgo partidista del
sistema electoral es un sesgo conservador, pero
también centralista. En primer lugar porque favorece
al PP, que sigue siendo el partido preferido por los
centralistas. En segundo lugar, por qué, dentro de
cada partido, favorece la representación del interior,
donde se concentran más votantes centralistas.

Solo hay dos formas de evitar el sesgo partidista del


sistema electoral: eliminando las provincias (al menos
como entidad electoral) o volviéndolo hasta mi relevantes como sea posible en la asignación
de escaños, mediante algún tipo de sistema de compensación. Los autores se muestran más
favorables a la primera opción.

CAPÍTULO 7: LA LLAMADA DE LA PROPORCIONALIDAD

Como sabemos la magnitud electoral es el factor más importante para determinar la


proporcionalidad. Podría graduarse aumentando la magnitud electoral media: distritos iguales
de 9 escaños en lugar de 7. Sin embargo, lo cierto es que, en las democracias occidentales,
es más habitual saltar directamente a un sistema que funcione, en la práctica, como si hubiera
un solo distrito de tamaño equivalente, o casi, al conjunto de la Cámara. Un distrito único, real
o virtual.

Exponen dos simulaciones en base al sistema sueco y otro en base al alemán.

Desde el punto de vista práctico, entendemos que algunas de las reformas que se plantean
en este capítulo, especialmente las que son de inspiración sueca, podrían encajar dentro de
una lectura no demasiado conservadora de la Constitución, como una evolución del presente
sistema.

Suecia y Alemania, modelos

El sistema sueco consiste en lo siguiente: 1- los ciudadanos tienen un solo voto, pero se cuenta
en dos lugares, en la circunscripción en la que se vota y en el conjunto del país, sumado con
todos los demás votos; 2- 310 de los 349 escaños se reparten en distritos electorales que,
como en España, coinciden con divisiones administrativas y son desiguales, a través de
formula proporcional; 3- Para poder participar en el reparto de escaños en una circunscripción
hay que haber superado el 12% de los votos de la misma o el 4% del conjunto del país; 4- se
calcula el total nacional devotos y cuántos de los 349 escaños finalmente le corresponderían
a cada partido, proporcionalmente, a partir de ese total (+4% nacional); 5- si algún partido les
sobran escaños, se repite el cálculo, excluyendo a tales partidos y a sus escaños ya asignados;
6- si algún partido le faltan escaños como suele ser el caso, se añaden escaños de las listas
hasta sumar los 349; 7- las listas son flexibles y se puede hacer un voto de preferencia, que
cuentan si superan el 5% de los votos logrados por un partido (casi nunca ocurre).

Por otro lado el sistema alemán lo simplifican de la siguiente manera: 1- los ciudadanos tienen
dos votos, con 1 votan a un partido en una lista de distrito, con el otro por una persona (de
ese u otro partido) en un distrito más pequeño, donde se elige un único representante; 2- las
personas que ganan por mayoría simple en sus distritos uninominales se declaran elegidas;
3- tomando en cuenta los votos de las listas, se suman para todo el país y se decide cuál sería
la cuota de escaños que debería corresponder, proporcionalmente, a cada partido, para un
Parlamento equivalente al doble de los electos en los distritos uninominales (299 distritos
uninominales); 4- para ese paso se excluye todos los partidos que no hayan reunido el 5% de
los votos del país, o que no hayan ganado algunos escaños uninominales; 5- se llaman de las
listas a los diputados que sean necesarios para que los partidos alcancen el número que les
corresponda según el reparto nacional; 6- si a algún partido le sobran, los conserva, con lo
que el tamaño final de la Cámara se adapta y se hace más grande.

Lo que tienen en común ambos sistemas es que, con modificaciones, el cálculo del total de
escaños a percibir por los partidos se hace a partir de los votos totales del país, aunque se
vote localmente. Una importante modificación de la proporcionalidad es que se excluye a las
minorías que no superan ciertos umbrales nacionales o que no ganen escaños locales. Otra
modificación es que todos los diputados elegidos en las circunscripciones se proclaman
electos sin apelación, luego la compensación es parcial. Cuando algún partido tiene más
escaños que su cuota proporcional, o bien se aumenta el número total de escaños (Alemania)
o bien se reduce el número a repartir entre el resto (Suecia).

La principal diferencia es que los alemanes tienen dos votos mientras que los suecos 1. La
personalización del voto en Suecia se lleva a cabo señalando la preferencia por algún
candidato dentro de la lista.

Reformas aplicadas

Los autores dan el resultado de 6 procedimientos: cuatro de inspiración sueca y dos alemana,
aunque podrían ser más.

Para la simulación de los sistemas de estilo sueco, adoptan una asamblea de 350 escaños, de
la que 280 se eligen en las circunscripciones provinciales (lo que implicaría un mayor ajuste
proporcional). En segundo lugar, el prorrateo para las circunscripciones se hace utilizando el
método Webster, mientras que para dentro de las circunscripciones se utiliza Saint lagüe.

Para la simulación de los de distrito único simplemente asignamos los escaños a los partidos
de acuerdo con su total proporcional siguiendo el método D’Hondt. A los partidos de
implantación autonómica (panes) no se les aplica umbral de exclusión alguno, mientras que
para las demás minorías se aplicaría o un 5% como ocurre en Alemania o un 3% como en
España.

Los autores lo agrupan por afinidades:

1. SUECO 12.4. es el sistema que más se parece a una adaptación del modelo sueco a
España. El umbral de exclusión en una provincia es de 12% de los votos y el nacional
es el 4%. Las provincias eligen directamente a 280 escaños, y los 70 restantes de los
siguientes candidatos en esas mismas listas dependiendo de la necesidad de ajuste.
La fórmula de asignación de escaños es la misma que en Suecia.
2. UMBRAL5. Es lo más parecido a un reparto alemán, si nos olvidamos de los escaños
en exceso del partido ganador. el umbral de acceso al reparto nacional es del 5%, pero
suponemos que los partidos autonómicos pueden sortear ese umbral por haber
cumplido algún requisito de nivel local (como el haber obtenido un escaño directo).
De esta forma, se les asigna su cuota proporcional sobre el total de España. Cual sea
ese requisito queda a la imaginación del legislador.
3. SUECO 4 (D’Hondt y Sueco 4). En estas alternativas el umbral provincial se hispaniza
para reducirse hasta el 3%. En realidad es muy atrevido llamarlo sueco.
4. SUECO 3. Iguales al Sueco4 y al Umbral5, pero haciendo descender la barrera legal
de entrada al 3% de los votos del conjunto del país.

La tabla compara los resultados de estos métodos según el resultado de diciembre de 2015.
Forman los bloques A y B. El bloque C de forma los sistemas más parecidos a los modelos
nórdicos que sirven de inspiración. El bloque D incluye dos variantes de una posible
adaptación del sistema sueco al umbral del 3% provincial, que representa dos sistemas de
menor umbral.

Tanto el Sueco 12-4 como el


Umbral5 tienen los mismos
resultados: cuatro partidos
mayores y partidos con suficiente
fuerza local como para rebasar el
umbral. La sueca al menos puede
plantearse muy razonablemente
como una evolución al sistema
actual electoral

Ambos dan lugar a una


configuración del Parlamento muy
parecida a la equidad sin
provincias, aunque esta última
refuerce levemente al ganador y
penalice levemente al cuarto partido, Coincidencia que era de esperar. En equidad sin
provincias la tecnología básica es la magnitud electoral, mientras que en sueco 12-4 y umbral5
la tecnología básica son los umbrales, y ambos tienen efectos muy parecidos.

Los sistemas del grupo D son aquellos que probablemente aplicaría el legislador para seguir
manteniendo los distritos de socorro, Madrid y Barcelona, abiertos para las minorías no
necesariamente territoriales , como ocurre en el sistema actual. Diferencia en la fórmula que
se emplea en las provincias. Las reformas de este grupo son la mejor forma de conseguir un
sistema muy proporcional para casi todos los partidos, pero dando más voz que voto a los
muy pequeños: son las receta para que los nuevos partidos les retiren sus privilegios a los
dos primeros y el resto se mantenga más o menos como estaba.

Los del Grupo E Son los que preferiría Izquierda Unida pero nadie más en el sistema político
español, porque fomentaría la fragmentación y el movimiento de votos, aunque también para
aquellos que creen que la representación proporcional es el sumo bien de un sistema
electoral.
Comparación de los métodos, vindicación de equidad sin provincias

Es un curso medio entre un sistema como el actual y un sistema muy proporcional, cómo
serían sistemas de distrito único y umbrales bajos. El sistema de equidad sin provincias
obtiene, mediante una magnitud moderada, efectos semejantes a los que se obtienen con
umbrales legales elevados.

En cuanto a la desviación de la proporcionalidad, ofrece una reducción bastante considerable


(a la mitad), quedando a muy poca distancia de los indicadores para un sistema como el sueco
12-14 o el de distrito único con umbral del 5%. En cuanto a la relación de la fragmentación
parlamentaria con la fragmentación electoral, supone un término medio entre el número de
partidos del sistema actual y el que se observaría con un método muy proporcional

Conclusiones

Entonces: ¿se gana o se pierde algo en cuanto a la gobernabilidad del país con la reforma
propuesta, o con cualquier otra? La respuesta corta es que no, o que no lo sabemos. Se
producen algunos cambios en el corto plazo que podrían ayudar a la gobernabilidad con un
sistema más proporcional, pero con un resultado algo distinto la situación podría volver a
cambiar.

Los problemas de formación de Gobierno en el el futuro son imprevisibles con cualquier


sistema electoral, pero especialmente con las reformas más proporcionales puesto que
apenas tienen incentivos para que la fragmentación se modere. En general cuanto mayor sea
la fragmentación, más difícil es la formación del Gobierno.

en efecto con los sistemas más proporcionales sería viable por mayoría simple la formación
de un Gobierno de cualquiera de los dos mayores partidos, con el voto en contra de 1 de los
otros dos y la abstención del restante.

No obstante, esto no sería posible En España ya que, en el momento de este estudio,


ciudadanos se queda un poco corto de escaños. Una modesta redistribución de votos entre
el PP y ciudadanos próximas elecciones podría hacer que cualquier sistema electoral de los
considerados, incluido el actual, hiciera posible todas las combinaciones.

Para juzgar los efectos sobre la gobernabilidad se necesita algo de experiencia. El sistema de
equidad sin provincias está pensado para heredar las cualidades que, en el sistema actual,
ponen las condiciones para la gobernabilidad, que son 1 grado moderado de fragmentación
mediante el refuerzo de los grupos mayores. Las alternativas alteran esos fundamentos.
Diríamos que, desde ese punto de vista, la apuesta más segura raramente será un sistema de
acomode más fragmentación de la que ya existe, que no invite a los partidos a formar alianzas
electorales amplias, sino a buscar un nicho electoral para, después, negociar en el
Parlamento.

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