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El contractualismo de Rousseau

El pensamiento de Rousseau se enmarca dentro de la Ilustración. Desarrolla y profundiza algunas de sus ideas
fundamentales, como el interés por el hombre, por el estudio de su naturaleza y de su puesto en «el orden de las cosas y
del universo», y el ejercicio de una razón autónoma y secularizada. Pero, por otra parte, Rousseau se presenta como un
crítico del excesivo optimismo ilustrado fundado en el progreso, a la par que integra razón y sentimiento.

La influencia de su obra ha sido grande e importante; especialmente, en la filosofía política. Kant percibió y señaló con
claridad su significado: «Newton fue el primero en ver el orden y la regularidad unidas a una gran simplicidad allí
donde antes de él no se encontraba más que desorden y una mal ponderada multiplicidad y, desde entonces, los cometas
caminan por vías geométricas. Rousseau fue el primero en descubrir, bajo la multiplicidad de las supuestas formas
humanas, la naturaleza recóndita del hombre».

2.3.1 Crítica de la sociedad


Rousseau parte de la denuncia de la artificialidad de la vida social y de una crítica de la civilización, interpretada
siempre, y sobre todo por la Ilustración, como progreso.

El análisis de la sociedad de su tiempo le plantea a Rousseau una cuestión apremiante: hasta qué punto el desarrollo de
la civilización y de la cultura, de las ciencias, las técnicas y las artes, comporta para el hombre un desarrollo acorde con
su naturaleza más original y propia. La respuesta a dicha cuestión es negativa:

Ni el progreso de la civilización conlleva, por sí solo, un progreso en la felicidad y en la moralidad del hombre, ni la
organización social y política permiten que el hombre llegue a ser y de hecho sea, conforme a su naturaleza, un ser
unitario (no dividido y no alienado) y libre (no encadenado y esclavo). ¿Cómo es posible esa situación si «el hombre es
naturalmente bueno»?

Al comienzo de Emilio, Rousseau escribe: «Todo está bien al salir de las manos del autor de las cosas; todo degenera en
las manos de los hombres». Y en Del contrato social: «El hombre ha nacido libre, y por doquiera está encadenado».
«Cadenas de hierro –dice en el Discurso de las ciencias y las artes– que ahogan en ellos [los hombres] el sentimiento de
su libertad original».

El problema para Rousseau no es solo cómo explicar este estado de cosas, sino también, y más urgentemente, cómo
salir de él e instaurar un orden nuevo. El problema consiste, pues, en explicar cómo desde su origen y constitución la
sociedad ha devenido deficiente e injusta, y cómo habría que reestructurar la sociedad. Y ambas cuestiones en estrecha
relación con la «naturaleza» del hombre, ya que desde esta, según Rousseau, es desde donde hay que explicar y
comprender la sociedad.

2.3.2 «Estado de naturaleza» y «estado social»


Con este propósito, Rousseau diferencia entre «estado de naturaleza» (estado natural) y «estado social», con el
fin de «distinguir lo que hay de originario y lo que hay de artificial en la naturaleza actual del hombre», pues «en
tanto no conozcamos al hombre natural es vano que pretendamos determinar la ley que ha recibido o la que
mejor conviene a su estado» (Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, prólogo):

1) El «estado de naturaleza» designa el «supuesto» estado o situación del hombre con anterioridad a su vida en
sociedad, estado en el que el hombre (el «hombre natural») sería bueno y feliz, independiente y libre, y guiado
por el sano «amor de sí».

2) Por el contrario, el «estado social» designa la real situación presente en la que, al vivir en sociedad (en
determinado orden y estructura social), el hombre se hace malo, está movido por el «amor propio» o insaciable
egoísmo (deviene «hombre artificial») y rige la injusticia, la opresión y la falta de una auténtica libertad.

El problema antes indicado se reduce, pues, a comprender el tránsito del «estado de naturaleza» al «estado
social».

Importa mucho reparar en que el «estado de naturaleza» (y los conceptos correlativos de «hombre natural»,
«libertad natural», etc.) no designa una situación fáctica y empírica, un hecho histórico que se considera con
nostalgia y al que se desearía retornar. Pues el «estado natural», escribe Rousseau en la obra antes citada, es «un
estado que no existe ya, que acaso no ha existido nunca, que probablemente no existirá jamás, y del que, sin
embargo, es necesario tener conceptos adecuados para juzgar con justeza nuestro estado presente».

El «estado de naturaleza» (y sus conceptos correlativos) es, pues, un concepto o categoría sociopolítica con la cual
y desde la cual poder comprender la génesis y la condición de posibilidad de la sociedad, analizar y comprender
desde ese fundamento y génesis su estructura, y con relación a ese ideal de naturaleza y de libertad humanas
poder enjuiciar y valorar el estado presente y habilitar teóricamente la reestructuración de un nuevo orden social
que permita y realice lo que el hombre tiene que llegar a ser porque lo es por su «naturaleza».

Por consiguiente, la crítica del injusto orden social y de la cultura no significa en Rousseau el retorno a un estado
natural, anárquico (en cuanto libre orden) y de barbarie, sino la transformación de un orden social establecido
por la fuerza y vivido en heteronomía, en un orden establecido en igualdad y libertad y vivido en autonomía.

2.3.3 El contrato social


Pues bien, ¿cómo es posible pensar o establecer el tránsito del «estado natural» al «estado social»? O lo que es lo
mismo, ¿cómo determinar el origen de la sociedad y el lazo, vínculo o contrato en que se funda y desarrolla la vida
social y política? Dos explicaciones del tránsito son modélicas: la de Hobbes (1588-1679) y la de Rousseau.

En oposición a Grocio, que veía en el hombre un «instinto social» y en la sociedad la simple consecuencia de esta
«natural disposición social del hombre», tanto Hobbes como Rousseau creen que el hombre según su naturaleza, el
«hombre natural», no es social, dándose una prioridad del individuo sobre la comunidad social.

Pero las explicaciones que uno y otro ofrecen del tránsito es(*SON) distintaS, sobre la base de la idea que cada uno se
hizo de la naturaleza del hombre, del «hombre natural», y del «estado de naturaleza», así como del ideal del vínculo
social y del orden político en correspondencia con la «naturaleza» del hombre.

1) Hobbes –para quien el hombre es un lobo para el hombre («Homo homini lupus») y el «estado de naturaleza» es un
estado de violencia y guerra de todos contra todos– estima que solo una fuerza superior, y el sometimiento a ella, puede
establecer el vínculo o contrato entre los hombres.

El contrato es, pues, para Hobbes, un contrato de sumisión y de alienación, por lo que, en rigor, no se puede
considerar como un «contrato», ya que en la contratación ante y por la fuerza se carece de libertad, y en el orden social
y político así establecido se carece igualmente de ella.

2) Según Rousseau, semejante forma de contrato, impuesto por la coacción y sin libertad, niega la libertad «natural» del
hombre y no institucionaliza ni permite una adecuada libertad civil y política.

El verdadero contrato social, para Rousseau, ha de ser, pues, un contrato de libertad. Pero ello no significa, en modo
alguno, que en el orden social y político establecido por el contrato social no haya y tenga que haber sumisión y
obligatoriedad de la ley.

El carácter genuino del problema está, al contrario, precisamente en el sentido de la sumisión a la ley y en el sentido de
la libertad. En efecto, «el problema fundamental del cual el contrato social da la solución» –escribe Rousseau– es
«encontrar una forma de asociación […] por la que cada uno, uniéndose a todos, no obedezca, sin embargo, más que a
él mismo, y permanezca tan libre como antes» (Del contrato social, libro I, cap. VI).

En el contrato social rousseauniano, por el que se pasa de una libertad «natural» a una libertad «civil y política», se da
una voluntaria y libre alienación, una desposesión de lo que pertenece al «hombre natural», pero no en favor de una
voluntad individual, sino en favor de toda la comunidad, viniendo así a crear una unión social perfecta, cuya
expresión y principio rector es la voluntad general.

Los hombres no se someten sino a la ley que ellos mismos se han dado. El sometimiento a la ley lo es a ellos mismos,
que libre y racionalmente se han impuesto la ley. Con ello, los hombres han pasado de un «estado natural» y de
necesidad, a un estado basado en la razón y fruto de la libertad, estando semejante comunidad social muy por encima
del «estado de naturaleza».

«Al darse cada uno a todos los demás no se da a ninguno en particular y, como no existe ningún miembro de la
comunidad sobre el que no se gane el mismo derecho que a él se le permite sobre uno mismo, así cada uno recobra lo
que entrega en la misma medida, y recibe, al mismo tiempo, una fuerza mayor para afirmarse a sí mismo y mantenerse
en lo que es y en lo que tiene».
Rousseau, J.J. : Del contrato social, libro I, cap. VI.

En este nuevo orden social racional y libre será posible erradicar el mal moral y la injusticia y realizar la perfectibilidad
y la felicidad del hombre: su plena realización y salvación. Y ello como fruto de la acción que lleva a cabo su razón
práctica.

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