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MATERIA CIENCIA POLÍTICA- CÁTEDRA FORSTER – MODALIDAD VIRTUAL – MÓDULO I

JEAN-JACQUES ROUSSEAU
(1712-1778)

EL CONTRATO SOCIAL (1762)1

PRESENTACIÓN

Ya vimos cómo se inscribe Jean Jacques Rousseau dentro de la corriente contractualista,


planteando una concepción sobre el estado de naturaleza de la humanidad que por
momentos se aleja bastante de la perspectiva de los otros dos pensadores
contractualistas, Hobbes y Locke. Ahora, pasaremos a ver qué ocurre una vez que los
hombres abandonan su condición natural. Del Contrato Social, tal como explica
Rousseau, es una aproximación a su teoría política, y donde desarrolla mejor su modelo
político y social.

Frente al pesimismo que, como vimos, atraviesa al Discurso, en el Contrato Social


Rousseau muestra destellos esperanzadores al plantear un proyecto que permita
reconstruir el vínculo político, la idea de comunidad, en una sociedad a la cual la extrema
desigualdad ha envilecido. No se encuentra en este libro la crítica impiadosa al orden
existente que vemos en el Discurso, y de hecho sus consideraciones sobre la propiedad y
sus efectos, así como sobre la vida en comunidad, parecen más optimistas que en sus
otros textos.

Finalmente, si bien suele asociarse a Rousseau con la Revolución Francesa, hay que
aclarar que no llega a vivirla: muere 11 años antes. Sin embargo, las ideas del Contrato
Social tienen fuerte pregnancia en todos los procesos revolucionarios de la época (no
solo en la Francia de 1789; también en la independencia de Estados Unidos -1776- y, ya
en las primeras décadas del siglo siguiente, en los
procesos independentistas de las que fueran colonias En el Río de la Plata, la primera
traducción del Contrato Social
españolas en América Latina). es encomendada por Mariano
Moreno en 1811, luego de la
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Clase escrita por la docente Paula Delfino Revolución de Mayo.
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OBJETIVO DEL LIBRO: ¿PARA QUÉ EL “CONTRATO SOCIAL”?

Rousseau comienza el texto explicitando su propósito: “averiguar si, en el orden civil,


existe alguna regla de administración legítima y segura, que tome a los hombres tal cual
son y a las leyes como pueden ser.” (Rousseau, 1998: 41). En esta búsqueda, se propone
atender a la vez a la justicia y la utilidad “a fin de la justicia y la igualdad no se encuentren
separadas.” (Ibídem). Es importante tener esto presente: busca delinear un modelo
político que renueve una sociedad civil que, como ya vimos en el Discurso, se ha
corrompido (“desnaturalizado”).

No propone un retorno al estado natural, no hay vuelta atrás. Como vimos, la cultura
terminó imponiéndose y no es posible regresar a ese estadio primitivo. No obstante, en
tanto la civilización no resultó más que una esclavitud para la humanidad (“el hombre ha
nacido libre y por todas partes se encuentra encadenado”), se propone encontrar una vía
que permita tornar legítimo ese cambio, volver legítima la sociedad que surge luego de la
salida del estado natural (que ha sido fruto de un pacto fraudulento, inicuo, en que los
ricos engañaron a los pobres) a través de una nueva asociación entre los hombres. Esto
supone también una profunda crítica al modelo de pacto propuesto por John Locke (en
el cual, según Rousseau, los pobres, creyendo asegurar su libertad, estaban corriendo
hacia sus cadenas).

Por ello, Rousseau destaca la necesidad de hacer un nuevo pacto, que funde
nuevamente un orden colectivo, común. Su propuesta es la República, fundada en un
Contrato Social nuevo. Es importante destacar esto, en tanto se trata de una propuesta
para refundar una sociedad ya existente, no de una explicación del surgimiento del
Estado como podemos encontrar en Hobbes o en Locke.

¿Por qué un nuevo pacto? Porque, según Rousseau, el orden social nace de las
convenciones, no por naturaleza ni por la mera fuerza. Puede darse el caso de un poder
que se constituya valiéndose únicamente de la fuerza y del temor que inspira, pero esto
no constituye un poder legítimo porque el pueblo, en cuanto pueda, se sacudirá el yugo.
Rousseau, moderno al fin de cuentas, entiende que el fundamento de lo social y político
se halla en las convenciones: la fuerza no crea derecho.

CONTRATO SOCIAL: CARACTERÍSTICAS

Como ya dijimos, Rousseau busca fundar un orden social nuevo. Para ello, plantea la
siguiente fórmula:

“Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con toda la


fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual
cada uno, uniéndose a todos, obedezca tan solo a sí mismo, y quede
tan libre como antes”. (Rousseau, 1998: 55)
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Las cláusulas de este contrato, dice, se reducen sólo a una: la enajenación total de cada
asociado y todos sus derechos, a toda la comunidad. El contrato es una instancia de
entrega total de cada uno a la comunidad que se constituye en ese acto. Por eso permite
recuperar, ahora bajo la forma civil, la igualdad natural que se ha perdido entre los
hombres. Se busca recomponer el vínculo social a partir de una condición igual para
todos, entendiendo a los miembros como iguales. Veremos un poco más adelante que
esa igualdad es condición para la libertad.

La novedad que introduce nuestro autor, entonces, es que el contrato social que propone
conforma una asamblea en la cual prima la igualdad: cada miembro es un ciudadano
pleno del cuerpo colectivo que se conforma a partir de esa “unión perfecta”. Como
dijimos, hay una fuerte reminiscencia de la forma política de la Grecia Clásica en
Rousseau, y la asamblea que surge del contrato social que propone es la forma de
plasmar el ideal democrático en la práctica política de una sociedad que se ha
desnaturalizado gravemente para fines del Siglo XVIII.

Como consecuencia del contrato, entonces, “Cada uno de nosotros pone en común su
persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y nosotros
recibimos además a cada miembro como parte indivisible del todo”. (Rousseau, 1998: 57)

Visión Holista
El TODO es cualitativamente diferente, y éticamente superior a
la mera suma de partes. No se trata de una simple agregación
de individuos, sino de la conformación de un COLECTIVO: un
cuerpo político y, fundamentalmente, una entidad moral. El Contrato es el
acto fundacional del cual emerge un YO COMÚN, una República.

A partir del contrato, la Asamblea pasa a ser la encarnación de ese yo común, el pueblo.
Esa Asamblea es quien hace la Ley; en el modelo rousseauniano la Asamblea es el
soberano. Y para ello, la guía, es la Voluntad General. Antes de pasar a este punto, nos
referiremos brevemente a un aspecto intrínseco a la construcción social.

LA DUALIDAD HOMBRE-CIUDADANO, O LA TENSIÓN ENTRE LAS PARTES Y EL TODO

El contrato social sustituye la igualdad natural por la condición de igualdad y libertad


social o civil; moral, en términos de Rousseau (recordemos que, para él, la moralidad es
propia de la condición social del hombre; no de la naturaleza y, de hecho, en muchas
ocasiones Rousseau utiliza ambos términos como antitéticos). El contrato, entonces,
vuelve a todos los individuos iguales por derecho.

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Dado que el modelo político propuesto es eminentemente democrático, y que del cuerpo
soberano participan todos los miembros del Estado, Rousseau considera a los hombres
bajo una doble condición:

➢ Son Ciudadanos en tanto que partícipes de la autoridad soberana y


hacedores de ley.

➢ Son Súbditos en tanto, una vez elaboradas y sancionadas las leyes, se hallan
sujetos a ellas, a las cuales han contribuido a crear.

Rousseau es consciente de que, de la mano de una sociedad profundamente desigual, los


hombres poseen pasiones e intereses egoístas, y velan ante todo por su propio bienestar.
De hecho, ese proceder ha conducido a (y es resultado de) esa sociedad que busca
reformular, reconstruir. Si todos los hombres sólo persiguen su interés particular, no
hay sociedad posible, no hay comunidad. Volvemos al punto inicial: la sociedad se ha
desnaturalizado tanto, se ha vuelto tan viciada, que es necesario refundarla. Esta
refundación debe incorporar una dimensión de reconocimiento de lo común, en
aras de garantizar la vida colectiva.

Pero en su propuesta de nuevo cuerpo político, Rousseau enfatiza que el Soberano, el


cuerpo colectivo, se conforma redirigiendo las fuerzas sociales existentes, vale decir, los
hombres existentes. Es necesario que se encaucen y encausen tras un interés común,
formando una asociación y una vida común.

Teniendo esto presente, no pretende que los hombres resignen sus intereses particulares,
pero sí los distingue del interés común, alertando que es éste el que debe primar al
momento de la elaboración de Ley. Veremos que esto, lejos de someter a los hombres,
permite su libertad.

¿Qué ocurre con las mujeres en la propuesta de Rousseau?


El modelo rousseauniano es muy radicalizado al plantear la ciudadanía y
la participación que permite que los no propietarios sean incorporados
plenamente al soberano. No obstante, no parece incorporar a las
mujeres en ese cuerpo político. Sin embargo, hubo voces que se alzaron
al respecto, destacando la necesidad de incorporar a las mujeres en pie
de igualdad a la construcción de la vida política. Al respecto, pueden echar un vistazo a la
Declaración de la Mujer y de la Ciudadana, escrito en 1791 por Olympe de Gouges:
http://www.derechoshumanos.unlp.edu.ar/assets/files/documentos/los-derechos-de-la-
mujer-y-de-la-ciudadana.pdf
Otra mujer, Mary Wollstonecraft, escribía para la misma época su Vindicación de los
derechos de la mujer, denunciando el lugar subordinado que la sociedad le asignaba a las
mujeres.

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LA VOLUNTAD GENERAL COMO CONDICIÓN DE LIBERTAD

Acaso uno de los conceptos más esquivos de nuestro autor: ¿qué es la Voluntad General?

En este caso, proponemos comenzar al revés, señalando lo que no es Voluntad General. Y


entonces diremos que

➢ No es la voluntad de cada uno


➢ No es la voluntad de la mayoría
➢ No es la voluntad de todos

La Voluntad General es la voluntad del soberano, del cuerpo colectivo, de la


asamblea. Esa voluntad, ese querer, es quien dirige al Estado, inspirando la Ley. Es lo que
el pueblo quiere para sí mismo, su bienestar, su vida buena. Sin embargo, como
advertimos en el acápite anterior, los miembros del soberano son también particulares,
que poseen una voluntad particular. No necesariamente ambas voluntades coinciden en
todo momento.

“En efecto, cada individuo puede, como hombre, tener una


voluntad contraria o no conforme con la voluntad general que
tiene como ciudadano; su interés particular le puede hablar de
modo muy diferente que el interés común; su existencia absoluta y
naturalmente independiente puede hacerle considerar lo que debe a la causa
común como una contribución gratuita, cuya pérdida será menos perjudicial
para los demás de lo que el pago es oneroso para él; y […] gozaría de los
derechos del ciudadano sin querer cumplir los deberes del súbdito, injusticia
cuyo progreso causaría la ruina del cuerpo político.” (1998: 61)

Por eso la voluntad general no es la voluntad de la mayoría (porque sería la voluntad


de una parte del pueblo) ni la voluntad de todos (porque todos supone todas las
individualidades, una mera suma de particularidades, pero no el bien del pueblo, común).
Vemos entonces que esa doble perspectiva de los hombres que ya señalamos tiene
fuerte impacto a la hora de pensar cómo hacer viable la convivencia y la construcción
política común. Podemos plantear, a modo de ejemplo, lo siguiente: como miembro del
cuerpo social, del Soberano, un hombre puede desear que exista educación pública,
gratuita y de calidad. Sin embargo, para que exista tal cosa, es necesario que luego ese
mismo individuo, en su condición de súbdito, abone los impuestos que le correspondan,
en tanto son la vía a través de la cual un Estado sustenta sus actividades. Hay múltiples
ejemplos de tensiones posibles entre la voluntad general y las voluntades particulares,
derivadas de la doble condición de hombres y ciudadanos o, lo que es lo mismo, entre
interés individual e interés general.

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Voluntad General
≠ Voluntad de Todos

Es la voluntad del cuerpo, del todo. Es la mera suma de voluntades particulares

Tiende al bien común Tiende al privilegio y la parcialidad

¿Es necesario que la voluntad sea unánime? No. No es necesario que todos los
individuos piensen exactamente igual, ya que la voluntad general surge de la
deliberación sana y de las diferencias con un pueblo suficientemente informado (a la
manera de un diamante en bruto que requiere ser pulido, cuyo esplendor no siempre se
ve de inmediato). “Lo que generaliza la voluntad es menos el número de votos que
el interés común que los une” (Rousseau, 1998: 76), nos dice en el Capítulo IV del
Libro II. Y entonces podemos apreciar que el secreto para entender la voluntad general
es vencer la tentación cuantitativa y pensarla como el espíritu que guía al pueblo para
vivir una buena vida de manera común; una especie de piso de consensos o
denominador común.

El pacto establece tal igualdad entre los ciudadanos que todos se comprometen bajo las
mismas condiciones y deben gozar todos de los mismos derechos. Por ende cada ley,
cada acto de soberanía, cada acto auténtico de la voluntad general, obliga o favorece
por igual a todos los ciudadanos.

Pero cuando se forman intrigas y facciones, asociaciones parciales a expensas de la


grande, el resultado ya no es general. Una de esas asociaciones podría imponerse y la
opinión no sería ya general sino particular. Por eso no debe haber sociedades parciales
en el Estado, cada ciudadano debe opinar por sí mismo, para que la voluntad sea
siempre general y el pueblo no se engañe. Hay aquí un fuerte reconocimiento al rol que
desempeña el consenso para la vida con otros, en tanto deliberación informada de los
ciudadanos de la cual emana, finalmente la Ley. Lo que hay de común entre los
distintos intereses de los miembros forma el vínculo social. “Sacad de esas mismas
voluntades los más y los menos que se anulan mutuamente y, como suma de las
diferencias queda la voluntad general.” (Rousseau, 1998: 72) (Libro II-Cap 3)

En pocas palabras, diremos que la voluntad es general por su sujeto


(todos los ciudadanos participan) y por su objeto (legisla sobre
cuestiones generales).

Rousseau nos dice que la voluntad general es siempre recta por ser común, y siempre
tiende a la utilidad pública, al bien de la República. El soberano siempre quiere su
propio bien, pero no siempre lo ve, y si bien al pueblo no puede corrompérsele, sí se
puede engañarle, y entonces parece querer su mal. Por eso va a hacer mucho hincapié
en evitar la formación, al interior del pueblo, de facciones y grupos que pretendan hacer
pasar su propio interés como interés general, su voluntad particular como general. Si las
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hubiera, que sean muchas y se contrarresten mutuamente, evitando que alguna se


imponga, para que de las pequeñas diferencias surja el bien común. De lo contrario, la
ley emanaría de la voluntad particular, lo cual es peligroso para la supervivencia del
cuerpo político.

La Ley es un acto de soberanía, y a la vez la soberanía es el ejercicio de la voluntad


general, que surge de la deliberación y del compromiso de los ciudadanos hacia la
República. Hay un fuerte gesto en el autor en pos de una ciudadanía activa y
comprometida con la vida política, en tanto vida de la comunidad. Los ciudadanos
deben involucrarse plenamente en la cosa pública y por ello, veremos enseguida, no
admite representantes en esta tarea: son los miembros del soberano quienes deben por
sí mismos elaborar las leyes.

La soberanía es inalienable e indivisible. ¿Qué significa que es inalienable? Que no


puede enajenarse, concedérsele a un tercero. En Rousseau, el contrato social conforma
un Soberano es tanto ser colectivo (el todo social), que no puede ser representado: la
voluntad no puede transmitirse. Nuevamente encontramos un guiño hacia la
democracia ateniense, en la cual los ciudadanos toman la palabra en el ámbito público,
en la cual no hay representación. Así, en Rousseau, cada miembro es soberano en tanto
forma parte del todo q hace la ley: “En Rousseau no se precisa árbitro, ni tercer hombre,
pues […] los individuos no establecen el contrato más que con ellos mismos […]. El
soberano no es otro que los mismos individuos” (Althusser, 2012: 339)

Acto de soberanía: convención del cuerpo con cada uno de sus miembros;
legítima por tener como base el contrato social; equitativa porque es común
a todos; útil, porque su fin es el bien común; y sólida, por tener como
garantía la fuerza pública y el poder supremo. Mientras los súbditos
obedecen sólo a estas convenciones, no obedecen más que a su propia voluntad.

LIBERTAD Y OBEDIENCIA

¿Cuál es la originalidad de esta propuesta política? Rousseau pone en el centro de la


escena la tensión entre igualdad y libertad. Allí donde existe absoluta desigualdad
no puede haber libertad real, la libertad se vuelve una ficción. ¿Cómo puede ser el
hombre verdaderamente libre? ¿Cómo librar de su esclavitud a esos hombres que,
habiendo nacido libres, hoy sin embargo se encuentran encadenados por la sociedad
que ellos mismos construyeron?

Ante todo, haciendo a todos partícipes de la vida política, de la elaboración de la Ley, de


las regulaciones sociales. Con ello, la humanidad gana otro tipo de libertad, la libertad
moral. Contrariamente a lo que podríamos pensar, la libertad no reside en hacer
constantemente lo que uno quiere, siguiendo deseos, apetitos o pasiones. Recuperando

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una vez más una perspectiva que podemos rastrear en la Grecia Clásica en Rousseau el
hombre se hace dueño de sí cuando obedece la ley que él mismo se ha dado, cuando es
capaz de ordenar su conducta y sus actos con arreglo a un mandato que no le viene
dado, “pues el impulso del exclusivo apetito es esclavitud y la obediencia a la ley que
uno se ha prescripto es libertad.” (Rousseau, 1998: 62) (Libro I-Cap 8). Sobrevuela la
noción de autonomía: darse a sí mismo normas. Unas décadas más tarde, esta idea será
desarrollada por un gran exponente del pensamiento idealista alemán, Immanuel Kant, y
también recuperada por otro notable filósofo, también alemán, llamado Georg Hegel.

Por ello, porque ser partícipes de la elaboración de la ley nos hace libres,
obedecerla es parte constitutiva de esa libertad. De ahí que Rousseau afirme que
quien la transgreda debe ser conminado a cumplirla por todo el cuerpo social, que no
es más que obligarlo a ser libre, es decir, a ejercer plenamente esa libertad, ese darse
normas a sí mismo que implica ser ciudadano. “… quienquiera que se niegue a obedecer
la voluntad general será obligado a ello por todo el cuerpo. Esto significa tan sólo que
se lo obligará a ser libre, pues esa es la condición que, entregando cada ciudadano a la
patria, lo protege de toda dependencia personal” (Rousseau, 1998: 61) (Libro I-Cap 7)

PROPIEDAD Y DOMINIO REAL

Si en el Discurso la mirada respecto de la propiedad privada (posesión, usurpación)


resulta sumamente crítica, en tanto es a partir del momento en que un hombre cercó un
terreno y dijo “esto me pertenece” que el género humano se encaminó hacia su
desdicha, en el Contrato aparecen otras consideraciones en torno al tema. La propiedad
nunca deja de ser un concepto central en la obra de Rousseau. En efecto, el objetivo
primario del autor en el Contrato Social, el de construir una sociedad de hombres libres,
no puede darse allí donde impera la absoluta desigualdad, y por eso la propiedad es
uno de los aspectos que deben ser regulados por la comunidad, porque allí donde
un hombre es tan rico como para poder comprar a otro, y otro tan miserable para
necesitar venderse, no hay posibilidad de ejercicio de la libertad, y ésta se
convierte en una farsa.

La condición de entrega total, sin reservas, de cada uno al colectivo en el momento


del contrato social, indica que cuando se conforma la sociedad, cada miembro se
da a ella tal como se encuentra en ese momento, con todas las fuerzas y bienes
que posee. Es decir que, si bien nadie resigna sus propiedades (sino que incluso, por el
contrario, lo que hasta entonces eran posesiones pasan a ser legítimas, con lo cual el
concepto deja de ser “posesión” para ser “propiedad”), sí es verdad que el Estado, la
comunidad, parece asumir una preeminencia en última instancia, con lo cual el planteo
se distancia con mucho de la concepción lockeana. El derecho de cada particular sobre
sus bienes está subordinado al derecho de la comunidad sobre todos los bienes.
Rousseau sostiene la necesidad de regulación de la propiedad para evitar, o al menos

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morigerar desigualdades extremas, que pondrían en peligro la continuidad de cualquier


Estado. Dice Rousseau: “Las leyes son siempre útiles para los que poseen y perjudiciales
para los que nada tienen, de ello se sigue que el estado social tan sólo es ventajoso para
todos los hombres cuando todos tienen algo y ninguno de ellos tiene demasiado.”
(Rousseau, 1998: 66) (Libro I-Cap 9)

El Estado, con respecto a sus miembros, es dueño de todos sus


bienes por el Contrato Social que, en el Estado sirve de base a todos
los derechos. (Rousseau, 1998: 63) (Libro I-Cap 9)

Al considerar la propiedad de los particulares, la concepción rousseauniana parece


emparentada con la de Hobbes: cada uno puede disponer de sus bienes, pero el Estado
tiene preeminencia en última instancia. La propiedad privada no aparece como intocable
sino, por el contrario, como un aspecto a regular.

No hay idea de socialización ni eliminación de la propiedad, pero sí de cierta


equiparación, a los fines de evitar que unos tengan tanto que pueden comprar a otros,
y otros tan poco para necesitar venderse. Digámoslo una vez más: allí donde existe
extrema desigualdad, no hay posibilidad efectiva de ejercicio de la libertad; donde hay
dependencia hay esclavitud. La propiedad, en pos de reducir la enorme brecha existente
entre ricos y pobres, se regula a través de la autoridad soberana, de la misma
comunidad, valiéndose de impuestos “proporcionales” a las riquezas (hoy diríamos
progresivos, es decir, que paga más quien más posee), y gravámenes a la posesión de
bienes de lujo, a las importaciones de artículos superfluos, entre otras cuestiones.
(Rousseau, 1985)

ESTADO Y GOBIERNO. ¿Y LA DEMOCRACIA?

Si en los primeros capítulos Rousseau nos mostró el espíritu de su propuesta política,


hacia la segunda mitad del Contrato Social delinea la arquitectura institucional del
modelo. Y entonces, allí donde vimos que el poder legislativo no es más que la
comunidad de miembros de una República, elaborando la ley a partir de la voluntad
general, ahora veremos qué piensa con respecto a otra institución fundamental: el
gobierno.

Haremos una primera aclaración: en Rousseau, Estado y Gobierno no son lo mismo.


El Estado (o República) refiere al cuerpo colectivo común que hace la Ley. El Gobierno,
en cambio, es el ejercicio legítimo del poder ejecutivo, y su sentido es la aplicación de la
ley; y el autor lo llama poder del príncipe o magistrado, concibiéndolo como un hombre
o cuerpo encargado de la administración. Si para la elaboración de las leyes la

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representación no debe tener lugar, sí la tiene al momento de ser aplicada: “El poder
puede transferirse, pero no la voluntad.” (Rousseau, 1998: 67) (Libro II-Cap 1)

El Gobierno es un cuerpo intermedio entre súbditos y soberano para su recíproca


correspondencia. Rousseau pone el ejemplo de una recta imaginaria:

Súbditos……………………..Gobierno……………………..Soberano

El gobierno o príncipe es el encargado de la ejecución de las leyes y del mantenimiento


de la libertad civil y política y desempeña un rol de administración y ejecución de la ley
elaborada por el soberano. El poder del gobierno emana del soberano, a través de
funcionarios que ejercen en su nombre la misión que éste les ha depositado, y que él
puede modificar, retirar o limitar cuando lo considere. Este cuerpo intermedio realiza
actos particulares propios de la aplicación de la ley. En suma, el gobierno recibe del
soberano las órdenes que deben cumplir los súbditos.

Es importante que cada uno de esos actores (soberano, gobierno,


súbditos) sea lo que debe ser. Si el soberano quiere gobernar, o el
ejecutivo dar leyes, o los ciudadanos desobedecer, aparece el desorden,
se desintegra el Estado y sobreviene el despotismo o la anarquía.

A simple vista, podría suponerse que lo más conveniente sería que el poder legislativo y
el poder ejecutivo estuviesen en las mismas manos, pensando que quien hace la ley es
quien mejor sabe cómo interpretarla y ejecutarla. Sin embargo, esto no es así para
Rousseau, porque el pueblo debe legislar sobre aspectos generales, mientras que la
aplicación de la ley se da, necesariamente, sobre casos particulares: Ley es lo que
estatuye la voluntad general, el pueblo en su conjunto sobre el pueblo en su
conjunto; no particulariza sino que considera a los súbditos y las acciones en abstracto.
Ningún objeto particular forma parte del poder legislativo. En cambio, la aplicación de
la ley concierne a situaciones o casos particulares. A modo de ejemplo, Rousseau
señala que la ley puede determinar que habrá distintas clases de ciudadanos, pero no
decir quiénes integrarán una u otra; o establecer un tipo de gobierno, pero no nombrar
a quienes lo conforman. Si el Soberano (el cuerpo común) ordena algo respecto de un
asunto particular no estaríamos frente a una ley sino un decreto; no sería entonces un
acto de soberanía sino de gobierno: “No hay nada más peligroso que la influencia de los
intereses privados en los asuntos públicos, y el abuso de las leyes por parte del
gobierno es un mal menor que el de la corrupción del legislador, consecuencia
infaltable de los puntos de vista particulares.” (Rousseau, 1998: 120) (Libro III-Cap 4)

Rousseau distingue tres formas de gobierno posibles de acuerdo con el número de sus
miembros:

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➢ Democracia: todo el pueblo o la mayor parte ejerce la función ejecutiva, y por


ende la cantidad de ciudadanos magistrados es mayor que la de ciudadanos
particulares
➢ Aristocracia: un pequeño número de hombres ejerce el rol gubernativo, y allí los
ciudadanos magistrados son menos que los simples ciudadanos
➢ Monarquía o gobierno real: hay en este caso un magistrado único, del cual todos
los demás reciben su poder.

¿Por cuál de éstas se inclina Rousseau como mejor forma de gobierno? Podríamos creer
que, dado que el modelo político que propone es de índole plenamente democrática,
optaría por un gobierno que adopte esta misma forma. Pero el autor nos dice que no es
conveniente, que allí donde quienes hacen la ley, la aplican y la cumplen son los
mismos o casi los mismos, hay más probabilidad de inestabilidad y más
propensión a guerras civiles y al caos.

“No ha existido ni jamás existirá la verdadera democracia: es


contrario al orden natural que la mayoría gobierne y la minoría
sea gobernada.” (Rousseau, 1998: 120) (Libro III-Cap 4)

“Si hubiera un pueblo de dioses, se gobernaría democráticamente.


[Sin embargo] Un gobierno tan perfecto no conviene a los
hombres.” (Rousseau, 1998: 122)

Por lo tanto, en pos de la salud del Estado, lo mejor será hallar alguna forma intermedia
entre la monarquía y la aristocracia, en la cual sean menos los que ejerzan la función
ejecutiva.

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ALGUNAS PREGUNTAS PARA REPASAR…

• ¿Quiénes integran el cuerpo social como ciudadanos según Rousseau?


• ¿Quién es el Soberano?
• ¿Qué es la voluntad general? ¿Por qué no es voluntad ‘mayoritaria’ ni ‘de todos’?
• ¿Por qué es necesario que la comunidad regule la propiedad privada en última
instancia?
• ¿Cuál es la función del gobierno?

BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA

Rousseau, J J (1998) (1762) El contrato social. Buenos Aires: Losada.


Sanles, A. (2000). “J. J. Rousseau: la Igualdad como condición necesaria de la
Democracia”. En Forster, R. y Jmelnizky, A. (Comps.). Dialogando con la filosofía política:
de la antigüedad a la modernidad. Buenos Aires: Eudeba.

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA PARA LA ELABORACIÓN DE ESTA CLASE

Althusser, L (2012) Política e historia. De Maquiavelo a Marx. Buenos Aires: Katz.


Deleuze, G (2016) Curso sobre Rousseau. La moral sensitiva o el materialismo del sabio.
Buenos Aires: Cactus
Rousseau, J J (1985) (1755) Discurso sobre la Economía Política. Madrid: Tecnos.

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