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Cátedra Trabajo Social V.

Viejos institucionalizados , ¿Objetos rentables?

Los retos de la intervención profesional del Trabajo Social en el campo


gerontológico.

Teórico Práctico Turno Mañana.

Alumna: Beinaran Nerina Belén.

Legajo: 12511/2

Email: nbeinaran@gmail.com

Fecha de entrega: 17/02


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN………………………………………………………….pág 3

DESARROLLO ……………………………………………………………. pág 4


● HOGARES Y RESIDENCIAS PARA ADULTOS MAYORES
● LA INTERVENCIÓN SOCIAL PARA EL FOMENTO DE UN ENVEJECIMIENTO
ACTIVO.
CONCLUSIÓN……………………………………………………………...pág 17
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………..pág 18

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INTRODUCCIÓN.

En la medida en que vamos atravesando los años de nuestras vidas, vamos siendo cada vez
más conscientes de que en algún momento determinado, vamos a llegar a la famosa Tercera
Edad, a ser viejos, a ser “abuelos”, pareciera que esta etapa de la vida del ser humano es la
entrada a otro mundo, y esta entrada trae aparejada un sinfín de prejuicios, connotaciones
negativas y miedos, no solo por aquellas personas que llegan a este momento, sino por el
resto de la familia, los conocidos y por el resto de la sociedad.
Muchas veces nos hemos preguntado “¿Qué va a pasar cuando tal llegue a viejo? ¿Quién se
va a hacer cargo?”. Atribuyendo así que esa persona va a ser totalmente dependiente y
carente de decisiones racionales.
Lo cierto es que el mundo de la vejez es totalmente heterogéneo, en donde se ponen en juego
sentimientos, pensamientos, proyectos, necesidades y voluntades.
Esta monografía se constituirá en un escrito donde se ponen en tensión conceptos que hacen
al campo gerontológico, reflexionando sobre la intervención profesional de los trabajadores
sociales en tanto trabajadores del Estado y cómo se configura la figura del viejo dentro del
capitalismo contemporáneo, con el objetivo de poder pensar a futuro intervenciones que
rompan con las connotaciones negativas y se orienten a generar un envejecimiento activo
teniendo en cuenta las vivencias de los viejos, la participación de ellxs, sus deseos y
necesidades reales; en el marco de la institucionalización de los viejos en diferentes
establecimientos, tales como asilos, hogares y centros de día que hacen y configuran la vida
cotidiana de estos sujetos. Poniendo en reflexión interrogantes tales como ¿qué idea de
corporalidad se tiene en estos espacios? ¿Qué tipo de envejecimiento configuran estos
espacios? ¿De qué manera podemos intervenir para pensar en envejecimientos activos que
pongan de manifiesto la autonomía de los sujetos que se encuentran allí?
Para ello se tomarán diferentes aportes de autores especialistas en el tema, así como relatos y
experiencias de vida que nos permitan entender más de cerca cómo viven los viejos
institucionalizados.
Es por ley natural que todxs en su debido momento vamos a encontrarnos en esta etapa de la
vida, por lo que poder plantearnos actualmente la situación de los viejos y que mejoras e
intervenciones se pueden hacer, nos asegurará una base más esperanzadora para vivir esos
años para cuando nuestro momento llegue.

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DESARROLLO

El envejecer es un proceso dinámico, gradual, natural e inevitable. Este proceso es impreciso.


Nos vamos dando cuenta de él debido a que nuestro cuerpo va cambiando y va adquiriendo
otra mirada no solo por nosotros mismos, sino que la mirada del otro y la posterior exclusión
de la sociedad van marcando esta etapa a partir de una connotación más bien negativa,
generando muchas veces que los viejos no puedan construir un proceso de envejecimiento
que les permita vivir dignamente y ser activos en diferentes aspectos de sus vidas.
Es decir, como parte del imaginario social y colectivo circulan una gran cantidad de ideas
erróneas acerca del envejecer y la vejez, entrelazándose mitos y prejuicios que terminan
perjudicando la inserción del viejo en la sociedad. La vejez es una construcción social que en
la actualidad está considerada por muchos, como un símbolo de inutilidad e incluso estorbo.
Estos prejuicios incorporados en la mentalidad de la gente, funcionan de manera tal que
determinan ciertas actitudes negativas frente al proceso del envejecimiento, acentuándose aún
más con los viejos.
Estas ideas y prejuicios no surgen de la nada, sino que son producto del tipo de sociedad a la
que pertenecemos, una sociedad que tiene sus bases sobre la productividad y el consumo, con
adelantos tecnológicos que se renuevan constantemente, y donde la importancia de los
recursos están puestos en los jóvenes y en los adultos que pertenecen a la vida productiva. Es
decir, lo productivo cobra gran importancia dentro de las sociedades contemporáneas, por lo
que los viejos, al haber accedido a la jubilación, o al ya no ser aptos para realizar alguna
actividad laboral, instantáneamente se los considera como inútiles o como una carga.

“La institucionalización del curso de la vida, propia de la modernidad, no significó apenas


la institucionalización de las secuencias de la vida, sino también la constitución de
perspectivas y proyectos de vida, por medio de los cuales los individuos orientan y planifican
sus acciones individuales y colectivas.” (Ludi, 2011:39)

Es decir, la modernidad, sumado al capitalismo van construyendo perspectivas y proyectos de


vida deseables a cada etapa etaria de la vida de los sujetos, en este sentido, a los adultos
mayores, les tocó un plano de pasividad (debido a la jubilación y a la no tarea laboral luego
de obtenerla,convertido su tiempo en un tiempo de ocio, en el cual no hay producción). Esta
explicación funcionaba hace 50 años, pero hoy en día, al haberse expandido la expectativa de

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vida, es ilógico pensar que una persona de 60, 65 años que acceda a la jubilación, se dedique
al tiempo de ocio durante los 20 años próximos.
Las sociedades modernas muestran altos índices de población adulta mayor, denominado este
fenómeno envejecimiento poblacional. Como vemos, los progresos de la medicina y el
bienestar han logrado mejoras en la salud y las condiciones de vida de las personas de edad
avanzada. El promedio de vida se ha elevado con la ayuda de la ciencia, la tecnología y la
mejora en la calidad de vida.
El envejecimiento poblacional está asociado, por un lado, a la caída de la fecundidad y al
aumento de la proporción de adultos mayores en los países en desarrollo, sumado a la caída
de las tasas brutas de mortalidad. A esta situación se le debe agregar el aumento en la
esperanza de vida de las personas,con lo cual el panorama tiene no sólo una proporción más
elevada de personas mayores de 65 años, sino que además, son personas que vivirán en
promedio más años que en épocas pasadas.
Argentina se constituye como un país envejecido, teniendo en cuenta los datos arrojados por
el Censo del 2010, un 10,2% de la población tiene 65 años y más; es decir, existe una alta
proporción de personas mayores con relación a la población total. Este aumento en la
cantidad de población adulta mayor, conjuntamente con el aumento de la esperanza de vida,
da lugar a que en la actualidad la satisfacción de necesidades de los adultos mayores no se
articule solo a lo material como es la alimentación, vivienda, salud, etc. , sino también a otro
tipo de necesidades tales como: la necesidad de recrearse, de divertirse, de sentirse útiles, de
participar en las decisiones políticas y de mantener, crear y recrear redes sociales, todo lo cual
contribuye de manera importante en el mejoramiento de la calidad de vida en todos sus
aspectos.
En consonancia, el Dr. Salvarezza (2002) se apoya en los escritos de Butler (1970) para
argumentar el concepto de viejismo, como una actitud de discriminación y segregación sobre
la población vieja, como ese miedo que se tiene a envejecer y por lo tanto, el deseo de
alejarse cada vez más de los adultos mayores ya que éstos representan todo lo que no se
quiere ser.
De igual manera, indagando mucho más, podemos observar que el capitalismo ha encontrado
la forma de que estos adultos mayores sean productivos y aporten a producción de recursos, a
través de los sistemas de salud, el consumo de productos que tienen por objetivo la belleza y
el espíritu juvenil, como por ejemplo, las cremas “antiage”, etc., las agencias de turismos
para adultos mayores, y sobre todo, la institucionalización de ellos. Los adultos mayores
producen rentabilidad al sistema de salud y de cuidados a través de sus cuerpos.

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A través de los aportes de una especialista sobre el tema, tal como es Maria del Carmen Ludi,
nos permite comprender que la vejez se va configurando como una construcción
socio-cultural, que se va determinando por diferentes dimensiones, tales como las sociales,
económicas, políticas y culturales que atraviesan la vida cotidiana de los sujetos. Esto nos
permite pensar y reflexionar que el proceso de envejecimiento es complejo, y por ende, se da
de manera diferente en cada persona dependiendo de la trayectoria de vida, la estabilidad
económica, la cultura a la que pertenece y las relaciones sociales que frecuenta.
Como bien se menciona, los procesos de envejecimiento están atravesados por las diferentes
determinaciones que hacen a la vida cotidiana; entendiendo a ésta según lo expuesto por
Heller (1985) como la vida de todo hombre independientemente del lugar que ocupe en la
división sociotécnica del trabajo; en ella, se visualizan todos los sentidos,capacidades
intelectuales,sentimientos, pasiones, ideas, ideologías. Es así que la autora refleja que la vida
cotidiana es heterogénea, ya que cada individuo la vive a su manera, desde diferentes puntos
de vista que están relacionados a las actividades que realizan diariamente; y es jerárquica, es
decir, se coloca en torno a ciertas actividades que le otorgan jerarquía a las actividades que
realizan las personas, como por ejemplo, el trabajo; la vida cotidiana de las personas está
estructurada a partir del trabajo, y de allí, se articulan diferentes actividades y relaciones
sociales. Es necesario considerar este concepto central ya que es a partir de aquí como
analizamos e intervenimos como trabajadores sociales en la vida de los sujetos, y
específicamente, en este caso, sobre la vida cotidiana de los viejos que se encuentran
institucionalizados.

HOGARES Y RESIDENCIAS PARA ADULTXS MAYORES

Lo cierto es que la institucionalización de adultxs mayores se ha convertido en una realidad


socialmente relevante, ya que en palabras de María Cristina De Los Reyes (2007)
“Las cifras del envejecimiento revelan en la Argentina, en consonancia con las tendencias a
nivel mundial, el incremento de la población en la franja de los mayores de sesenta años y el
aumento de la longevidad. En este contexto poblacional, especialmente por el aumento de los
diversos tipos de dependencia, se ha originado en la segunda mitad del siglo XX el
incremento de la institucionalización” (pág.23)

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Asimismo, la autora refiere que la institucionalización es una construcción histórica, social y
cultural en el que se ponen en juego diferentes significaciones que refieren tanto al viejo,
como a las familias de éstos y el concepto que se tiene de éstas instituciones.
Algunas de esas significaciones las hemos ido escuchando a lo largo del tiempo e incluso
hemos llegado a interiorizarlas vagamente, como por ejemplo, el supuesto abandono de las
familias de estos viejos al ingresarlos a alguna residencia u hogar, sobreentendiendo que si
están allí, es porque no tienen familias que los cuiden como debe ser; o que al ser ingresados
en estos lugares, los viejos se deterioran más fácilmente por lo que viven menos; entre otras.
Para ponernos en contexto, es necesario situar claramente a qué nos referimos al hablar de
instituciones como residencias y hogares. En este sentido “Hogar Geriátrico, Institución
Geriátrica, Residencia Geriátrica o Establecimiento Geriátrico: es el establecimiento
destinado fundamentalmente al alojamiento, para mantener el bienestar psíquico y social de
la población de más de 65 años de edad, cuya situación de salud no altere o ponga en riesgo
la normal convivencia. Puede o no contar con atención médica y si la tiene está destinada a
verificar o controlar problemas de salud para la eventual derivación de quien los padece.
Estos servicios “brindan” alojamiento para mantener el bienestar físico, psíquico y social en
salas, pabellones o sectores de los establecimientos asistenciales con internación general” 1
Estas instituciones tienden a ser complejas, ya que dentro de ellas habitan varias personas y
diferentes actores sociales con obligaciones, pensamientos, proyectos e ideales diferentes
entre sí. Asimismo, cada viejo que es ingresado a la institución tiene un contexto particular,
es decir, algunos ingresan por voluntad propia, otros debido a su situación de dependencia o
porque su salud requiere de mayores cuidados, los cuales sus familias no pueden garantizar.
Es por ello que el concepto de cuidado es sumamente importante para poder pensar
intervenciones sociales para con los adultos mayores. Investigando sobre la temática,
podemos decir que el cuidado es un concepto sumamente amplio que no sólo articula el
cuidado en tanto la persona requiere de alguien más debido a que tuvo o tiene alguna
enfermedad o patología que le impide valerse por sí mismo, sino que el cuidado también debe
abarcar otras circunstancias, como el apoyo, el acompañamiento, y la prevención. Tomando
los aportes de Las Políticas de Cuidado en Argentina (2018) el concepto de cuidado hace
referencia a :” [...] el “conjunto de actividades y relaciones orientadas a alcanzar los
requerimientos físicos y emocionales de niños y adultos dependientes, así como los marcos
normativos, económicos y sociales dentro de los cuales éstas son asignadas y llevadas a

1
https://www.monografias.com/trabajos10/anci/anci.shtml

7
cabo” (Daly & Lewis, 2000). Asimismo, hablar de cuidado implica tener en cuenta múltiples
dimensiones asociadas. Siguiendo a Batthyany (2004), en tanto producción de bienes y
actividades que permiten a las personas alimentarse, educarse, estar sanas y vivir en un
hábitat propicio, abarca tanto el cuidado material que implica un trabajo, el cuidado
económico que implica un costo y el cuidado psicológico que implica un vínculo afectivo.
Por otra parte, la especificidad del trabajo de cuidado está basada en lo relacional, ya sea
en el contexto familiar o por fuera de él. En el marco de la familia, su carácter a la vez
obligatorio y frecuentemente percibido como desinteresado, le otorga una dimensión moral y
emocional (Batthyany, 2013).”

Esta definición nos permite traer en escena los aportes de Viviana Olasaguirre, Trabajadora
Social del Municipio de Punta Indio, partido de Buenos Aires, que expuso en el uno de los
Conversatorio que organizó la Facultad de Trabajo Social y que se titula Conversatorio:
Trabajo Social, estrategias de cuidado y personas mayores en contexto de pandemia. Viviana
expone que desde la subsecretaría de Desarrollo Social, del cual es parte, se crean
capacitaciones de cuidadores domiciliarios durante este contexto de pandemia, y que estas
capacitaciones son bajo una lógica de cuidado en relación a la concepción que se tiene del
viejo, es decir, la intervención de cada profesional va a estar determinada por el concepto que
se tiene sobre las personas adultas, por lo que el desafío de intervenir desde el cuidado
implica tener en cuenta la autonomía de las personas adultas mayores, sin infantilizarlos y
privarlos de ciertas actividades y tareas.
Teniendo en cuenta esta lógica, es necesario pensar e intervenir desde la perspectiva del
envejecimiento activo en tanto éste “(...) surge del mantenimiento de las capacidades físicas,
las funciones cognitiva e intelectual, la integridad afectiva y la participación” (Roqué,Mónica
Laura, 2010, pág. 27)
Explayándose sobre el concepto, podemos tomar las pautas de la Organización Mundial de la
Salud (2002), en tanto define el marco conceptual del envejecimiento activo como “… el
proceso de optimizar las oportunidades para la salud, la participación y la seguridad de
manera de realzar la calidad de vida a medida que las personas envejecen”. De esta manera,
este concepto articula tres pilares fundamentales, tales como salud, participación y
seguridad. 2

2
https://www.geriatricarea.com/2018/06/27/envejecimiento-activo-concepto-y-terminologia/

8
Salud “para fomentar el envejecimiento activo, es necesario que los sistemas sanitarios
tengan una perspectiva del ciclo vital completo y se orienten a la promoción de la salud, la
prevención de enfermedades y el acceso equitativo tanto a una atención primaria como a una
asistencia de larga duración de calidad”.
Participación en tanto los viejos tienen derecho a poder mantener una comunicación y una
relación con el resto de la sociedad a través de diferentes programas, actividades que
estimulen la integración social y el bienestar de todxs.
Seguridad en tanto se requiera la protección, dignidad y asistencia para aquellos adultos
mayores que así lo requieran, en este sentido, la OMS recalca que para lograr este grado de
seguridad, debe haber un trabajo intersectorial coordinado con medidas tanto desde el
servicio sanitario, como aquellas que son características de sectores sociales.
Considero que este término es fundamental para poder implementar estrategias de
intervención dado que al situarnos desde esta perspectiva, estaríamos rompiendo con la idea
de un adulto mayor pasivo, incapaz de decidir por sí mismo, sin autonomía e independencia,
es decir, siendo un objeto como tal. Fundamentamos esta idea tomando los aportes de Paula
Danel (2008) en tanto la autora explica que la construcción de la población objetivo, es decir,
la población sobre la que intervenimos, en este caso, personas mayores, tiene sus raíces en
una óptica asilar, en el cual aparece el viejo como un objeto de cuidado. Este escenario deja
ver que las personas que residen en estas instituciones se encuentran en una posición de
sumisión más que de participación activa y autónoma, es decir, muchas veces no se piensa al
viejo como portador de derechos; a esto, Paula Danel lo entiendo en tanto el viejo como
objeto garante de rentabilidad.
Dado esto, se pone nuevamente de manifiesto lo que expone Viviana Olasaguirre sobre la
formación de cuidadores, en tanto el rol que desempeñan los cuidadores va a estar basado en
la construcción social que posee la persona sobre la vejez.
La vejez tiene varias características, pero pareciera que la característica más acertada para
definir a los viejos que se encuentran institucionalizados es la de “vejez frágil”; este término
hace alusión a que el adulto mayor tiene una disminución de las reservas fisiológicas, lo que
termina por situarlo en un grado de vulnerabilidad que no solo lo condiciona a éste en tanto
sujeto, sino que también afecta al entorno, es decir, a su familia. Esta fragilidad lo hace
dependiente del cuidado de terceros y es por ello que muchas familias requieren la ayuda
profesional y más capacitada para el cuidado del adulto mayor. 3

3
https://gerontologia.maimonides.edu/2016/07/que-es-ser-un-anciano-fragil/

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LA INTERVENCIÓN SOCIAL PARA EL FOMENTO DE UN ENVEJECIMIENTO
ACTIVO.

En este sentido, nos preguntamos si estos viejos ingresa a estas instituciones siendo
caracterizados como frágiles y dependientes de terceros, ¿De qué manera debemos intervenir
para poder generar procesos de envejecimiento activo que generen en cada caso particular, un
sentimiento de viveza, de utilidad, de importancia en los viejos que habitan el espacio?
Sabiendo que muchos de ellos se encuentran con alguna patología física o mental que muchas
veces les impiden el habla, la movilidad, la comunicación, y pareciera que solo existen en
cuerpo, ¿cómo dejar de ver y operar sobre simplemente cuerpos?
Considero que para poder generar estos procesos de envejecimiento activo debemos tener en
cuenta el derecho de la vejez es decir, “Derecho de la vejez''. Las personas mayores como
sujetos protegibles (ZURITA MARTÍN, 2015) por el derecho, necesitados especialmente de
amparo jurídico en atención a su evidente vulnerabilidad frente a los demás, lo “demás” –y
quizá también frente a sí mismo–, incluye a las personas mayores autosuficientes,
semidependientes y dependientes, en relación a su papel en tanto sujetos de derecho de la
sociedad en que viven. Frente a esta situación el Derecho, y el derecho de la vejez en
particular, está orientado a fortalecer la situación de los de más edad como sujetos de
derecho en sentido pleno. Para ello, procura integrar su tutela, en el marco de un régimen
humanista (DABOVE CARAMUTO, 2002), a partir del reconocimiento del anciano como
agente moral autónomo. En este aspecto, importa entender el envejecimiento como un
proceso complejo múltiple, bio-psico-social biográfico. La especial protección que requiere
el grupo de las personas envejecientes ha de cumplirse con una premisa que emplace al
anciano como el “otro” en tanto persona, y por tanto, valiosa e investida de una dignidad
intrínseca; en la convivencia, sin la aceptación del otro junto a mí, no hay socialización y sin
socialización no hay humanidad (TAMER, 2008).” (Davone, Fernández Oliva, Nawojczyk,
2017).

Asimismo, el trabajo social se configura a partir de diferentes perspectivas teóricas y


posicionamientos ideológicos. Por lo que nos debemos plantear dos lógicas que en la mayoría
de los casos, se encuentran conviviendo, en tensión, en las diferentes instituciones en las
cuales trabajamos. Por un lado, podemos hablar de la lógica de tutela, en donde el lugar del
otro es más bien pasivo, convirtiéndolo en alguien carente de algo, o que no puede realizar
alguna actividad o relacionarse por sí solo, por lo que requiere de ayuda de terceros para

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volver a convivir en sociedad. En este sentido, podríamos retomar los aportes de Netto (2002)
en tanto distingue que son los argumentos de Comte los que fundamentan el accionar del
Estado para el enfrentamiento de las refracciones de la cuestión social, la cual la entiende
como una cuestión moral, es decir, como un problema de integración social, asimismo el
autor da cuenta que el orden social es natural, por lo que el desbalance de este orden tendría
sus base en problemas de índole moral. Durkheim va a retomar el planteo de Comte
entendiendo como histórico los procesos sociales, la estratificación social y la desigualdad
social, y asimismo, como natural, por lo que, al alterarse este orden natural, se estaría dando
paso a problemas de carácter sociopáticos. Por lo que si los problemas tienen esta índole de
sociopáticos, es necesario proveer acciones sociales y profesionales que tengan como
objetivo mediar la relación entre el Estado y la sociedad y así lograr la integración y la
cohesión social.
Dado esto, considero importante destacar los aportes de Iamamoto (1992) en tanto
“es a través de la utopía conservadora que atraviesa desde nuestros inicios a la profesión a
partir de su origen en el capitalismo monopolista, que se considera que el trabajador social
juega un rol de ayuda, de servir a la comunidad, a partir de ideales, perspectivas, prejuicios
y estereotipos, donde se le otorga un rol más bien tutelar al trabajador social, es decir,
agente moralizador y de control. Es por ello que la clientela tiende a ser infantilizada y
estigmatizada por el profesional, descalificada frente de sí misma por sus condiciones de
vida y por su manera de enfrentar y resistir a la vida.” (Iamamoto; p-155)

Por otro lado rescatamos la lógica de derechos en tanto el sujeto que caracteriza nuestras
intervenciones, es considerado como sujeto activo, con derechos, que participa en diferentes
ámbitos, como en el diseño de políticas, en la toma de decisiones, sabiendo que su opinión
tiene valor.

La primera lógica se inscribe dentro de la matriz tecnológica, es decir, basada en las


concepciones positivistas que han marcado la historia del Trabajo Social desde sus inicios,
situandolo en un binarismo (pragmatismo-teoricismo), relegando así a una visión más bien
tecnicista, es decir, a tal problema le corresponde tal respuesta, sin hacer un análisis y un
recorrido más profundo sobre el problema.
La segunda lógica, está inscripta en una perspectiva crítica en la cual se pone en juego la
tensión el binarismo antes mencionado, entendiendo a la cuestión social como compleja, y

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por ende, se pone en cuestionamiento las intervenciones y los modos de operar de las
instituciones en tanto dadora de respuestas a los problemas sociales.
En este sentido, es necesario, como futuros trabajadores sociales enmarcados en la temática
gerontológica, contribuir a procesos de reflexión crítica en lo relacionado a la vejez y a los
procesos de envejecimiento, generando así cada vez más espacios a un envejecimiento activo
que contemple la situación particular de cada viejo reforzando la autonomía, participación,
sociabilidad de cada uno de ellos, asimismo dando lugar a un proyecto ético-político crítico,
tal como propone Marro (2017) en tanto señala que la construcción de proyectos
profesionales es la búsqueda múltiple y cotidiana de construir colectivamente una dirección
social crítica de la práctica en el sentido de enfrentamiento y superación del conservadurismo
también expresado en prácticas y perspectiva que operan en las instituciones y en los
profesionales que integran esas instituciones.
El art 4 de la Ley N° 27.072 Ley Federal del Trabajo Social orienta sobre los principios
fundamentales para nuestro ejercicio en pos de hacer frente a los desafíos de la vida y el
aumento del bienestar, algunos de estos son: “justicia social, los derechos humanos, la
responsabilidad colectiva y el respeto a la diversidad”.
Es por ello que la conformación de equipos interdisciplinarios juega un rol fundamental para
poder analizar, problematizar diferentes situaciones de la vejez, con el afán de generar
procesos de intervención que tengan en cuenta los diferentes determinantes sociales,
políticos, económicos y culturales de cada sujeto. Asimismo, estas prácticas nos dan base
para pensar en rasgos identitarios, representaciones y significados diferentes atribuidos a la
vejez.
Es decir, debemos trabajar junto a los viejos, contemplando sus deseos, necesidades,
entendiendo que son actores sociales y políticos, que tiene capacidad para participar y en
muchos casos, ser partícipes de la toma de decisiones en lo relacionado a ellos; con el
objetivo de no seguir reproduciendo viejas concepciones, como el viejismo anteriormente
mencionado.
Un caso concreto es el del Hogar y Centro de Día CIRANDA; tuvimos la oportunidad de
charlar con Sara, la Trabajadora Social de la institución la cual comentaba que este lugar es
un espacio comunitario de ciudadanía en donde se reproduce la vida cotidiana de los sujetos
ingresados. En este espacio se realizan diferentes actividades culturales que están atravesados
por un eje de inclusión. Asimismo Sara nos comentó que tanto el Hogar como el Centro de
Día articula diferentes niveles de acercamiento con las familias de las personas que se

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encuentran allí, ya sea a través de llamadas, videollamadas, red de apoyo, con el objetivo que
los adultos mayores no se desvinculen con sus familias.
Una cuestión muy importante, como comentamos anteriormente, es que generalmente los
viejos que ingresan a estas instituciones tienen por característica una vejez frágil; los sujetos
de CIRANDA no están exentos, como bien refiere Sara, los sujetos sienten como sus cuerpos
se van contrayendo, por lo que la realización de ciertas actividades les permite ser activos y
seguir una rutina para fortalecer sus diferentes capacidades.
Es por ello que tanto el Hogar como el Centro de Día cuentan con un equipo técnico que está
conformado por psicóloga, un médico clínico, un fisiatra, un kinesiólogo, talleristas y
enfermeras. Asimismo, es interesante rescatar lo que nos comentaba Sara, en el sentido de
que es muy difícil poder generar un espacio interdisciplinario con los diferentes profesionales
ya que muchos de ellos se rigen por el Modelo Médico Hegemónico, por lo que el equipo se
convierte en más bien un intercambio entre disciplinas, pero no constituye una
interdisciplinariedad.
De igual manera, el ejemplo que acabamos de dar de Sara, y el modo de operar dentro de la
institución CIRANDA en cuanto a la forma de trabajar y tratar con los viejos que se
encuentran allí, tiene sus bases a partir de la perspectiva que se tiene allí, que es la del
envejecimiento activo, que rompe con la concepción del viejismo y al mismo tiempo, se
contrapone a los ideales y estereotipos que rondan respecto a la institucionalización de los
adultos mayores y sobre todo a las consideraciones que se tiene sobre la etapa de la vejez
dentro de la sociedad; esta forma de accionar estaría rompiendo con lo que anteriormente
habíamos destacado de Iamamoto sobre ese lugar/rol tutelar que le corresponde al Trabajo
Social como agente moralizador y de control.
Dando ejemplos más claros de cómo dentro de la institución CIRANDA se rompe con los
estereotipos y prejuicios y se torna a establecerse un envejecimiento más activo; podemos
rescatar que desde la institución se trabaja con diferentes extensiones universitarias, una de
ellas, es la de capacitación de adultxs mayores para el uso de la tecnología, con el objetivo de
que puedan aprender lo básico y tengas otro medio de comunicación con sus familias, esto es
sumamente importante, porque actualmente, debido a la situación de pandemia, no se puede
ingresar al Hogar y el Centro de Día se encuentra cerrado por protocolo. Entonces, el hecho
de que muchos viejos tengan la posibilidad de adquirir un conocimiento que les permita otro
medio de comunicación, es sumamente importante para seguir fortaleciendo un
envejecimiento activo en ellxs. Otro ejemplo, el hecho de que dentro del Hogar, tiene la
televisión y las radios a disposición, es decir, pueden acceder libremente a ellas, y estar al

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tanto de la situación del momento, esto es importante rescatarlo ya que muchas veces se
tiende a querer resguardar la salud mental y la estabilidad emocional de los viejos y por ende
se omite información. De esta manera, no se infantiliza al viejo y se le da la oportunidad de
decidir libremente si quiere o no, ver y enterarse de las noticias.
En consonancia con esto, considero que la intervención del trabajo social debe darse bajo esta
lógica de derecho, cuidado y sobre todo, estímulo de la autonomía, con el fin de no convertir
a ese adulto mayor como alguien infantil, que requiere la constante ayuda de alguien más, y
que, bajo la lógica capitalista, no aporta nada a la sociedad, sino que nuestra intervención
debe reforzar esos procesos de autovalimiento y autonomía que se van desarrollando en, por
ejemplo, los talleres y actividades que se dan en el marco de algún club de día, en actividades
diarias, como por ejemplo, acceder al banco desde una plataforma virtual, o sacar plata de un
cajero. Acciones que sin duda, muchas veces, tendemos a hacerlas nosotros “los jóvenes” ya
que las personas adultas mayores no entienden. Por tanto, poder intervenir fortaleciendo estos
procesos de autonomía, de intereses personales y de necesidades diferenciadas, nos ayudará a
poder establecer una definición de vejez, de adultos mayores, que rompa con aquellas
estereotipaciones que se vinculan meramente con la estructura salarial del capitalismo, y por
ende, poder rescatar la singularidad y la noción de utilidad y validez que muchos adultos
mayores perdieron.
Esto, expresa Netto, se convierte en un desafío profesional, en tanto desde nuestro espacio
profesional debemos identificar los trazos moralistas que nombramos anteriormente, como
por ejemplo, la infantilización de los adultos mayores, para poder pensar estrategias y
acciones de intervención que se articulen a las realidades de los sujetos.
Asimismo, me parece fundamental traer a cuestión los aportes de Weber (2010) sobre la
problematización como herramienta desnaturalizadora. La problematización
“...se constituye en una herramienta fundamental para la profesión de Trabajo Social en tres
aspectos fundamentales: remite a una perspectiva de conocimiento; nos permite reconocer y
poner en cuestión nuestros propios saberes/nociones y abre la posibilidad a la construcción
de un campo de conocimiento más autónomo. Nos habilita comprender la construcción
socio-histórica de los problemas que se nos presentan en la práctica profesional,
de-construir las demandas que históricamente se nos plantean en nuestras inscripciones
socio-ocupacionales y hacer una elucidación, una reflexión acerca de nuestras prácticas
profesionales.” (p.71)
Por lo que el proceso de problematización no es algo abstracto, sino que es histórico y
relacional a partir de poner en tensión los propios esquemas de percepción, esquemas que se

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dan bajo imaginarios sociales de la sociedad y que corresponde a un modelo económico,
político, social y cultural. A través de esta perspectiva podemos aportar a la construcción de
un campo profesional más autónomo capaz de, en un futuro, aportar perspectivas y
estrategias de intervención diferentes a las políticas sociales que configura el Estado.
En consonancia, Netto expresa que “En el ámbito del ejercicio profesional, la autonomía
absoluta se encontraría reflejada en la capacidad del Trabajador Social de intervenir acorde
con un posicionamiento ético-político anclado en un proyecto societal superador del sistema
imperante, teniendo como único horizonte los fines últimos de la profesión;
independientemente de los intereses de la clase dominante. Tal autonomía no se da en la
práctica real, situación por la cual surge la llamada autonomía relativa, que cobra vital
importancia al momento de definir la Intervención, intentando conjugar libertad y coacción,
descubriendo las tensiones, en tanto “no hay ninguna situación histórica que ponga límites a
las acciones profesionales y que no ofrezca, además, posibilidades y alternativas” (Netto,
2004, p. 10).
Es decir, los trabajadores sociales gozan de una relativa autonomía, al mismo tiempo, las
instituciones en las cuales trabajamos también gozan de relativa autonomía, es decir, no todas
son mero reflejo de los intereses dominantes o actúan bajo las perspectivas y estereotipos
dominantes. Esto conlleva a que se permita un grado de crítica a las prácticas e
intervenciones tradicionales.
Es por ello que considero relevante tener en cuenta lo expresado por Barroco (2009)
retomando a Netto (1999) en tanto los proyectos profesionales presentan la autoimagen de la
profesión, eligen valores que lo legitiman socialmente y priorizan sus objetivos y funciones,
formulan los requisitos, tantos teóricos, institucionales como prácticos, para su ejercicio, al
mismo tiempo que prescriben normas para el comportamiento de los profesionales y
establecen las pautas para su relación con los usuarios de sus servicios, con otras profesiones
y con diferentes instituciones sociales, y especialmente con el Estado.
Por lo que la construcción de un proyecto ético-político contribuye a romper con el
conservadurismo impregnado en diferentes determinaciones y ámbitos de nuestra vida social,
sobre todo dentro de nuestro espacio laboral, generando espacios de crítica y reflexión para
con las intervenciones que viene realizando el Trabajo Social, que como hemos expuesto, se
encuentra atravesado por una lógica conservadora asignándose un papel más bien tutelar
dentro del orden burgués. Poder generar estos espacios de crítica y reflexión nos permitirán ir
entrelazando y construyendo procesos colectivos y un pluralismo profesional con el objetivo
de constituir a futuro, intervenciones más íntegras para los sujetos sociales que la requieran.

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Asimismo, este proyecto ético-político no solo rompería con el ethos dominante que deviene
del pensamiento conservador burgués, sino que otorga las pautas para establecer un nuevo
ethos que se caracteriza por contraposición al conservadurismo, y se afianza en la libertad,
adquiriendo nuevos valores y referencias que rechazan el rol tradicional.

CONCLUSIÓN.

El adulto mayor ha sido vulnerado durante mucho tiempo no solo por su condición física,
sino que el entramado social, político, económico y cultural ha contribuido a las
connotaciones negativas y a la vulnerabilidad de éste, reforzando la concepción de viejismo
que anteriormente expusimos. Actualmente, esta concepción sigue vigente en muchos
ámbitos, generando así que esas vulnerabilidades se pongan en juego, reforzando aún más las
desigualdades y la salud tanto física como mental para todos aquellos adultos mayores que se
encuentran en Hogares, Instituciones Médicas o en sus propias casas, debido a que se los
infantiliza y se los considera inscriptos dentro de una vejez frágil, aunque no podemos negar
que la concepción de envejecimiento activo está ganando cada vez más terreno dentro de las
instituciones y sobre todo en la sociedad, entendiendo que los viejos tienen la capacidad de
poder vivir dignamente fortaleciendo sus capacidades y adquiriendo otras.
Esta nueva realidad nos lleva a pensar, como trabajadores sociales, dispositivos colectivos,
junto con otros profesionales y con el entorno familiar, que logren superar las desigualdades
latentes, junto con el desafío de desnaturalizar las concepciones moralizantes y negativas que
se tiene en torno a la vejez y al mismo tiempo, es necesario pensar estrategias de
acercamiento, como los talleres de formación para cuidadores, la constante comunicación con
la familia y el adulto mayor para poder romper con las concepciones sobre vejez que se ha
instalado debido a la lógica productiva, entendiendo las particularidades de cada sujeto, las
capacidades que tienen y reforzando así una construcción de intercambio, sin llegar a pensar
y a actuar en base a lo que uno, como profesional, considera acorde para este grupo etario,
sino que esa construcción esa en conjunto con ellos, dándole espacio de debate y decisión en
un terreno político que luego va a repercutir en la vida cotidiana de cada sujeto.

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Debemos ampliar la visión de intervención colectiva desde el derecho humano, entendiendo
que la vida de los adultos mayores debe ser vivida con dignidad, por lo que las políticas y
contribuciones de índole económica no bastan para otorgarles un piso de vida donde no rigan
la discriminación, las desigualdades y se llegue a infantilizarlos, es decir, todas las políticas
deben estar vinculadas a neutralizar esos factores en el corto-mediano plazo para integrar los
derechos y cambiar este panorama. A esto también hay que sumarle los factores de pobreza,
discriminación y escasa inclusión social, todas aquellas determinaciones sociales que han
llevado a reforzar un concepto arraigado a connotaciones negativas como el viejismo.

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BIBLIOGRAFÍA.

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