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Strandgaard, S., Olesen, J., Skinhoj, E., y Lassen, N. A. (1973). Autorregulation of Brain Circulation
in Severe Arterial Hypertension. British Medical Journal, 1: 507-510
Resumen 5. ¨Neurovascular and Cognitive Dysfunction in Hypertension ¨.
Daniela Ivonne Reyes Platas
reciente en la presión sanguínea es realmente por una causa reversible. Mientras más detelladas
son las baterias neuropsicológicas y se consideran más efectos hipertensos específicos para
comparación, es mayor la evidencia del impacto de la hipertensión en la función ejecutiva,
velocidad motora y atención, lo dominios implicados clásicamente en enfermedades subcorticales,
como un enfermedad vascular típica o demencia vascular pura. La hipertensión crónica ejerce
mucha influencia en la estructura vascular del cerebro. Estos cambios reflejan una respuesta
adaptativa a la protección del torrente de microvasos de la presión transmural incrementada. Este
proceso con el tiempo se vuelve desadaptativo, resultando en patologías, dependiendo del
segmento del árbol cerebrovascular involucrado. El remodelado es un cambio estructural
importante inducido por la hipertensión y otros factores de riesgo vascular. La remodelación
hipertrófica lleva a un incremento de la estreches de las paredes y reducción del lumen vascular.
La hipertensión también induce cambios en la pared vasal, incluyendo la acumulación de material
amorfo consistente de una acumulación de músculo suave y colágeno, o infiltración de productos
en degradación. La remodelación y rigidez resulta de la interacción de mecanismos humorales y
factores celulares, que incluyen el estrés hemodinámico, disfunción enfothelial, inflamación
vascular, infiltración de células inmunes y deposición de calcio. La rigidez, remodelación
hipertrófica y eutrófica, resultan de acciones concertadas de factores mecáninos, celulares y
moleculares que convergen en la pared vascular para alterar su estructura y composición, tanto
como el balance entre el colágeno y la elastina. Tratando de proteger la corrientes microvasal del
mecanismo de estrés asociado a la presión elevada, estas respuestas se vuelven desadaptativas y
contribuyen a los efectos perjudiciales de la hipertensión en el cerebro. Dotado de reservas de
energía limitadas, el cerebro es altamente dependiente a la entrega oportunda de oxígeno y
glucosa a través del flujo sanguíneo para mantener su integridad funcional y estructural. Los
mecanismos neurovasculares sofisticados aseguran que la irrigación sanguínea llegue a las
regiones cerebrales y permitan los requerimientos metabólicos. Las neuronas, astrocitos y células
vasculares trabajan en conjunto para mantener la homeostasis del cerebro. La autorregulación
cerebrovascular se refiere a la habilidad de los vasos del cerebro para mantener un flujo sanguíneo
cerebral estable, a pesar de los cambios en la presión sanguínea dentro de cierto rango. La
hipertensión resulta en una adaptación crónica de la circulación cerebral a niveles altos de presión
sanguínea, tanto que el rango autorregulador del flujo sanguíneo es ms alto que en los individuos
normotensos. La implicación de este cambio es que si la presión baja a un nivel que podría ser
sano en personas no hipertensas, el cerebro podría estar más susceptible a la hipoperfusión. El
sistema vascular y estructuras cercanas son responsables de la limpieza de productos de desecho
generados por la actividad cerebral, incluyendo proteínas tóxicas. Una vía transvascular usa
transportadores abluminales que cargan soluciones a través de la pared vascular y drenan en el
circuito sanguíneo. Otras vías usan el espacio perivascular, un sitio de intercambio entre el fluido
intersticial y el fluido cerebroespinal, como conducto para cargar soluciones a la superficie
cerebral. Las células inmunes innatas y adaptativas entran al cerebro a través de rutas del plexo
coroideo, meninges y transvasculares y juegan un rol crítico en una amplia variedad de patologías.
La hipertensión crónica es el mayor factor de riesgo de evento isquémico y hemorrágico, lo que
está asociado don un incremento de las alteraciones cognitivas, especialmente cuando varios
ataques están implicados. Otras lesiones asociadas incluyen microinfartos y microhemorragias,
lesiones hemorrágicas o isquémicas microscópicas más comunes en la corteza cerebral. Se
correlaciona también con espacios perivasculares alargados, que se correlacionan con alteraciones
cognitivas. La expansión de los espacios perivasculares puede ser causado por acumulación de
fluido y proteínas. Las lesiones cerebrales más comunes asociadas con la hipertensión son las de la
materia blanca, especialmente en la corteza frontal. La hipoxia cerebral isquémica causada por
estenosis u oclusión de vasos que alimentan la materia blanca, son particularmente susceptibles al
efecto de la hipertensión. Se ha ligado la salud vascular con el mantenimiento de la materia blanca
y la reparación por los oligodendrocitos. Se ha identificado una población de oligodendrocitos
asociados específicamente con los vasos cerebrales sanguíneos, además la proliferación de
oligodendrocitos y supervivencia requiere factores de crecimientos vascular. Un desarrollo
detenido de los precursores de los oligodendrocitos puede causar que la materia blanca dañada se
re-mielinice fallidamente. El estrés oxidativo, la hipoxia isquémica, inflamación entre otros, son
factores vasculares críticos en el tratamiento de la salud de la materia blanca subcortical. Puede
haber diferencias regionales en el impacto de la hipertensión en la materia blanca y la materia
blanca del lóbulo frontal, puede ser más susceptible. La atrofia, el daño cerebral causado por
macroinfartos y microinfartos, así como hemorragias son determinantes para las alteraciones
cognitivas. El volumen y la localización de las lesiones en la materia blanca se correlacionan con el
grado y evolución temporal de una disfunción cognitiva. La atrofia cerebral puede contribuir para
la reducción de materia gris en regiones cerebrales críticas, como el hipocampo y la corteza
prefrontal. Las alteraciones morfológicas del espacio perivascular aumentan la posibilidad de
afectación de los sistemas de limpieza paravasculares y perivasculares, y tiene un rol en el daño de
la materia blanca. La hipertensión es un factor de riesgo para la enfermedad de Alzheimer. La
hipertensión induce alteraciones en la función neurovascular, que inducen lesiones cerebrales
asociadas con alteraciones cognitivas, sin embargo, aún falta por establecer si la disfunción
neurovascular por sí sola es suficiente para inducir alteraciones cognitivas.