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Infancia. Entre Educación y Filosofía - Walter Kohan
Infancia. Entre Educación y Filosofía - Walter Kohan
Infancia. Entre Educación y Filosofía - Walter Kohan
Entre
Educación y
Filosofía
Colección: Psicopedagogía
Walter Omar Kohan
Infancia. Entre
Educación y
Filosofía
Walter Omar Kohan
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Palabras liminares
Índice
Dedicatoria ..................................................................................... 9
Prefacio a la Edición en Castellano ........................................ 13
Prólogo. Apuntes para crear una tradición diferente ........ 17
Palabras liminares ...................................................................... 23
Parte I
I. Filosofías clásicas de la infancia ......................................... 31
Capítulo 1. El mito pedagógico de los griegos (Platón) ..... 37
Los trazos de un problema ........................................... 39
La infancia como pura posibilidad ............................. 46
La infancia como inferioridad ..................................... 54
La infancia como otro despreciado ............................ 61
La infancia como material de la política .................. 68
Capítulo 2. La infancia escolarizada de los modernos
(M. Foucault) .......................................................................... 73
La invención de una infancia ...................................... 75
La invención de una disciplina ................................... 81
La invención de una institución formadora ............. 88
La invención de un docente pastor ............................ 94
La invención de una pedagogía ................................ 103
Capítulo 3. ¿La filosofía educa a la infancia? .................... 109
El locus de la filosofía: la escuela infantilizada .... 111
Los límites de un preguntar ....................................... 116
La imagen de un pensar .............................................. 119
La infancia educada .................................................... 123
Parte II
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Walter Omar Kohan
Parte III
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Palabras liminares
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Pero, ¿qué es la filosofía hoy en día –quiero
decir la actividad filosófica–, si no es el
trabajo crítico del pensamiento sobre sí
mismo? ¿Si no consiste, en lugar de legiti-
mar lo que ya se sabe, en intentar saber
cómo y hasta dónde sería posible pensar de
otro modo? Hay siempre algo ridículo en el
discurso filosófico cuando quiere, del exte-
rior, dar la ley a los otros, decirles dónde
está su verdad, y cómo encontrarla...
M. Foucault, “Usage des plaisirs
et techniques de soi”.
In: Dits Écrits, Paris:
Gallimard, 1994, IV, p. 543.
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Prefacio
a la Edición
en Castellano
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Palabras
Prefacio a la edición liminares
en castellano
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Palabras liminares
Prólogo
Apuntes para crear
una tradición
diferente
Un día se encuentra en el museo ante el le-
gendario cuadro que representa el infanti-
cidio de Belén: un niño, en la nieve, extiende
sus brazos hacia su madre, que tiene un pie
vuelto hacia atrás, un pañuelo en la cabeza
y un delantal. El esbirro, cuyo índice se ar-
quea, se dispone a agarrarlo. Y, como si todo
ello estuviera sucediendo en ese instante, el
observador piensa literalmente: “¡esto no
puede ser!”, con el firme propósito, por su
parte, de crear una tradición diferente.
Peter Handke
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Jorge
WalterLarrosa
Omar Kohan
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Palabras liminares
Prólogo
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Jorge
WalterLarrosa
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Prólogo
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Palabras liminares
Palabras liminares
Yo jamás pienso exactamente lo mismo por
la razón de que mis libros son para mí ex-
periencias, y deseo que lo sean en un sentido
lo más pleno posible. Una experiencia es
algo de lo cual uno mismo sale transforma-
do. Si debiera escribir un libro para comu-
nicar lo que ya pienso, antes de haber
comenzado a escribir, no tendría jamás el
coraje de emprenderlo.1
Este proyecto nos lleva a reflexionar, repen-
sar sobre nuestra vida, nuestras ideas, concep-
tos, “cierto”, “errado”, provocando dudas,
cuestionamientos sobre nosotros mismos,
nuestra postura delante de la vida, nuestra
práctica en el salón de clase y en la educa-
ción como un todo. Y queda... la imposibili-
dad de continuar siendo lo que se era.2
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Palabras liminares
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Palabras liminares
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Palabras liminares
Parte I
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Filosofías clásicas de la infancia
I. Filosofías clásicas de
la infancia
Sabemos, desde Platón, que una política
pensable es una política justa. La dificultad
es la siguiente: la injusticia es clara, la justi-
cia es oscura. Quien sufre injusticia es testi-
monio irrecusable de ella. Pero, ¿quién
testimoniará la justicia?
A. Badiou1
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Filosofías clásicas de la infancia
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Filosofías clásicas de la infancia
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
Capítulo 1
El mito pedagógico de
los griegos (Platón)
Levantar acta del final de una edad de los
poetas, convocar como vector de la ontolo-
gía las formas contemporáneas del matema,
pensar el amor en su función de verdad, ins-
cribir las vías de un comienzo de la políti-
ca: estos cuatro rasgos son platónicos.1
1989, p. 75.
2 Véase Platón, Hipias Mayor 282b-c. Entre los historiadores de
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Walter Omar Kohan
este capítulo, hace notar que sólo en contadísimas ocasiones los grie-
gos distinguen entre varones y niñas en los testimonios referidos a los
niños. Su preocupación principal, al hablar de ellos, es caracterizar la
niñez frente a la adultez. En lo que sigue, como Golden, cuando nos
referimos a niños, incluimos varones hasta la edad de ser admitidos
como ciudadanos (17-18 años) y niñas hasta su casamiento. Véase, M.
Golden, Children and Childhood in Classical Athens, 1990, p. 3-4.
7 Las Leyes VII 788a.
8 Ibid. 788b-c.
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
1976/1973, p. 38.
10 G. Deleuze, F. Guattari, ¿Qué es la filosofía? 1993/1991, p. 33.
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
en griego, téknon, ligada al verbo tíkto (‘dar a luz’), que marca más
acentuadamente la filiación, y en los trágicos se encuentra usada para
reforzar el vínculo afectivo, generalmente, a propósito de la madre.
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
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tón 50e-51c.
20 M. Golden (op. cit., 1990, p. 14-16) da varios ejemplos y llega
a esta conclusión.
21 P. Chantraine cita sólo un ejemplo (Hp. Prorrh. 20,2) de pai-
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
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16-17.
36 Al libro I habrían seguido los libros II-IV, luego los libros
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reafirmada en IV 423e-424c.
48 “Parece difícil encontrar una mejor”, dice ‘Sócrates’, ibid. 376e.
49 Ibid. 377b-c.
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
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por lo que los pequeños son, sino por lo que ellos irán a
devenir, por lo que se generará en un tiempo posterior:
54 Ibid. IV 423e.
55 La República, IV 424a-b. B. Charlot ha fundamentado de qué
manera la concepción platónica se diferencia de la concepción moder-
na de la naturaleza, así como ha mostrado la complementariedad en-
tre educación y eugenesia aludida en este pasaje. Véase B. Charlot, op.
cit., 1977, p. 240-2.
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
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los griegos en general. Dice, literalmente, que los niños eran vistos
como “físicamente débiles, moralmente incompetentes y mentalmen-
te incapaces” (op. cit., 1990, p. 5). Cita, entre muchos otros, un pasaje
en que Isócrates haciendo un discurso sobre el rey de Chipre, Evágo-
ras, lo elogia por poseer, desde niño, belleza, fuerza física y prudencia,
pero afirma que cuando creció, estas virtudes se desarrollaron mucho
más aún, y aparecieron otras –valor, sabiduría, justicia–, como si éstas
no pudieran aparecer en edad temprana (Isócrates, Evágoras IX, 22-3).
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
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dicho popular, que asemejaba los ancianos a los niños. Véase M. Gol-
den, op. cit. p. 6.
71 Platón, Las Leyes IX 864d.
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
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El mito pedagógico de los griegos (Platón)
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La infancia escolarizada de los modernos (M. Foucault)
Capítulo 2
La infancia
escolarizada de los
modernos
(M. Foucault)
Si Foucault es un gran filósofo, lo es porque
se valió de la historia en provecho de otra
cosa; como decía Nietzsche, obrar contra el
tiempo y así sobre el tiempo a favor de un
tiempo futuro. Pues lo que se manifiesta
como lo actual o lo nuevo, según Foucault,
es lo que Nietzsche llamaba lo intempesti-
vo, lo inactual, ese acontecer que se bifurca
con la historia, ese diagnóstico que toma el
relevo del análisis por otros caminos. No se
trata de predecir sino de estar atento a lo
desconocido que llama a nuestra puerta.1
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La infancia escolarizada de los modernos (M. Foucault)
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14 Ibid., p. 17-18.
15 Ibid., p. 11-12.
16 Ibid., p. 158.
17 Ibid., p. 65.
18 Ibid., p. 11.
19 Ph. Ariès ha centrado las consecuencias sociales de este pro-
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158-9.
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La infancia escolarizada de los modernos (M. Foucault)
1970, p. 44-5.
26 K. Hoskin, “Foucault a examen”, 1993, p. 34.
27 M. Foucault, Surveiller et punir, 1990/1975, p. 211. Repárese
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La infancia escolarizada de los modernos (M. Foucault)
gennaio 1976”. In: DE, III, p. 175 s.; “As malhas do poder”. In: DE, IV, p.
184-6.
32 M. Foucault, A verdade e as formas jurídicas, 1999/1974, p.
26-7.
33 Ibid., p. 27 y La voluntad de saber, 1990/1976, p. 110-1.
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La infancia escolarizada de los modernos (M. Foucault)
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les, en relación con ciertas cosas, lo que un sujeto puede decir depende
de la cuestión de lo verdadero y de lo falso.” (M. Foucault, “Foucault”.
In: DE, IV, p. 632). La verdad no es algo a descubrir, es un “conjunto de
procedimientos reglados por la producción, la ley, la repartición, la
circulación y el funcionamiento de los enunciados”. M. Foucault, “En-
tretein avec Michel Foucault”. In: DE, III, p. 159.
64 “The Subject and the Power”, 1983a, p. 208.
65 Esta conceptualización está inspirada en una propuesta por
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La infancia escolarizada de los modernos (M. Foucault)
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La infancia escolarizada de los modernos (M. Foucault)
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La infancia escolarizada de los modernos (M. Foucault)
78 Ibid., p. 71.
79 Ibid., p. 73 ss.
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93 Sh. Firestone, The dialectic of sex. The case for feminist revo-
lution, 1970.
94 Como consecuencia paradójica, niñas y niños de las clases
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La infancia escolarizada de los modernos (M. Foucault)
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¿La filosofía educa a la infancia?
Capítulo 3
¿La filosofía educa
a la infancia?
No concebir a la filosofía religiosamente.
Abrazar una filosofía por necesidades reli-
giosas significa comprenderla mal. Se bus-
ca una nueva fe, una nueva autoridad; pero
quien quiere fe y autoridad, las encuentra
más cómoda y seguramente en las religio-
nes tradicionales.
F. Nietzsche1
1877”. In: Humano, demasiado humano, Madrid: Akal, 1996, p. 415. Grifo
en el original.
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Sharp, 1991.
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¿La filosofía educa a la infancia?
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¿La filosofía educa a la infancia?
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¿La filosofía educa a la infancia?
en los diversos países de América latina y de Europa del Este que lle-
van adelante reformas educativas políticamente afines. En la Argenti-
na, inclusive, el programa de FpN llegó a ser recomendado para el
trabajo con los temas transversales en el nivel fundamental, en la últi-
ma Ley Federal de Educación. En varios países del Este europeo, el
programa tiene el apoyo de la Fundación Soros, con el consentimiento
de los respectivos Ministerios de Educación. Según Lipman, ese apoyo
es clave para la expansión del programa (cf. M. Lipman, “An interview
with Matthew Lipman”, 1999a, p. 161).
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¿La filosofía educa a la infancia?
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¿La filosofía educa a la infancia?
La imagen de un pensar
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podría desplegarse una crítica más extensa del modo en que Lipman
responde a la pregunta “¿qué significa pensar?”. Sería interesante estu-
diar en qué medida Lipman es un ejemplo más de alguien que afirma
una imagen dogmática del pensamiento en su propia filosofía y en su
programa pedagógico. No podemos desplegar aquí este proyecto, aun-
que demarcaremos las líneas principales de esa posibilidad.
14 Para Lipman, el pensar es un proceso natural, algo que todos
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¿La filosofía educa a la infancia?
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¿La filosofía educa a la infancia?
La infancia educada
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¿La filosofía educa a la infancia?
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¿La filosofía educa a la infancia?
Parte II
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La infancia educa a la filosofía
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La infancia educa a la filosofía
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La infancia educa a la filosofía
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
Capítulo 4
La infancia de un
tiempo (Heráclito)
Los 2500 años que nos separan de Heráclito
son algo peligroso. Nuestra interpretación
de los fragmentos de Heráclito, para ver algo
aquí, precisa de la más enérgica autocríti-
ca. Por otra parte, precisa también de cierto
atrevimiento. Debe arriesgarse algo, porque
de lo contrario, no se tiene nada en la mano.
Siendo así, no hay nada que objetar contra
una interpretación especulativa. En esto
debemos presuponer que sólo podremos vis-
lumbrar a Heráclito si nosotros mismos pen-
samos. Pero se trata, ciertamente, de una
cuestión a cuya altura todavía no estamos.1
1986/1966, p. 51.
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
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12 Teet. 160d.
13 Teet. 180c-d.
14 hoi pánu palaioì ánthropoi (...) tôn nûn hoi polloì tôn so-
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
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La infancia de un ser
1981, p. 49.
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
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fragmento llama al 54: “la armonía invisible [es] más poderosa que la
visible”.
37 Marcovich (op. cit., 1967, p. 106-7) restringe esta extensión al
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La infancia de un lógos
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
los dioses de Homero y Hesíodo en los fragmentos 11, 14, 15, 16. Para
el de Colofón existe una única divinidad no antropomórfica. Véase los
fragmentos 23, 24, 25 y 26.
50 Véase el único fragmento conservado de Anaximandro DK
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
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“death” are two halves of a thing (here, “the bow”), as inseparable and
essential for the thing as are its “name” and its “function”. (“Heracli-
tus: Some Characteristics”, 1982, p. 175)
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
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60 “Le dieu vit de la mort des hommes, et le même arc, qui les
bajo.
62 Estos mismos atributos se dicen de “uno lo sabio” en 22 DK
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La infancia de un tiempo (Heráclito)
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
Capítulo 5
La infancia de un
filósofo (Sócrates)
Elogiar a la Filosofía es hablar, antes que
nada, de Sócrates, patrono de todos los filó-
sofos y de la Filosofía, así como de sus aman-
tes; es referirse a aquel cuya vida y muerte
manifiestan por excelencia la actitud pro-
pia del filósofo y de la Filosofía. 1
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La infancia de un enigma
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
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notas del verano de 1875 decía: “He de confesar que me siento tan cer-
ca de Sócrates, que casi siempre estoy en lucha con él”. Véase R. Safrans-
ki. Nietzsche. Biografía de su pensamiento. Trad. Cast. Barcelona:
Tusquets, 2001, p. 141 ss.
8 Véase G. Sorel, Le procès de Socrate. Paris, 1889, p. 5-7.
9 B. Russell, A história da filosofia occidental. Trad. port. São
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
1922, passim.
15 Estos datos están confirmados por diversas fuentes indepen-
1954, p. 98.
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cuidar.
19 P. Waerdt, “Introduction” y “Socrates in the Clouds”, 1994,
p. 7 ss.
20 Aves 1280-4. Entre los discípulos están, por ejemplo, Quere-
y este sólo una vez en los Memorabilia (II.6.1). Diógenes Laercio testi-
monia una presunta rivalidad entre ambos (Vidas e doutrinas de filóso-
fos ilustres III, 34). Jenofonte menciona repetidas veces a Antístenes en
el Banquete y a Aristipo en Memorabilia. Platón menciona Antístenes y
Aristipo sólo para confirmar su respectiva presencia y ausencia al mo-
mento de la muerte de Sócrates (Fedón 59c) y Esquines para confirmar,
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
el Asia Menor (véase, Clay, op. cit., 31-2). Jenofonte no volvió a Atenas
antes del 394 a.C. Véase T. Brickhouse, N. Smith. Socrates on Trial,
1989, p. 1.
26 Véase Clay. op. cit., p. 42, n. 43. El propio Jenofonte se declara
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
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quien empezó: se volvió Sócrates, al mismo tiempo que hizo que Só-
crates se volviera filósofo”. (op. cit. 1993/1991, p. 67).
38 El Sócrates de Platón es tan complejo y multifacético que se
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
La infancia de un preguntarse
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en Delfos, no dice ni oculta, sino que indica por medio de signos (se-
maínei)”, fr. 93.
46 Apología 21c-d.
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
47 Apología 22a-c.
48 Apología 22d-e. Estos tres grupos encarnan los principales
sustentaderos del estado de cosas socio-político en esos tiempos en
Atenas. No en vano, los tres acusadores tienen relación con ellos: Me-
leto acusa a Sócrates en nombre de los poetas, Anito en nombre de los
artesanos y políticos y Licón en nombre de los oradores (24a).
49 Apología 21d.
50 parádeigma, Apología 23b.
51 Apología 23b.
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Walter Omar Kohan
52 Banquete 175d-e.
53 erésomai autòn kaì exetáso kaì elénxo, Apología, 29e.
54 Menón 84a-b.
55 Laques 188b.
56 La mayoría de los primeros diálogos de Platón llevan el nom-
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
fusión, que intentan decir su verdad y no pueden. Los títulos son ex-
presivos. Muestran que Sócrates no habla. Pero engañan si hacen pen-
sar que el otro sí dice su verdad. Nada de eso. Sócrates no los deja.
Quiere que hablen de la verdad o de sí mismos, y allí se acaban las
palabras. Al final de todas estas conversaciones sólo quedan pregun-
tas. Sócrates y todos los otros callan sus respuestas. Los otros porque
no pueden, después de dejar ver que no saben lo que creen saber. Só-
crates porque no quiere, después de mostrarles que lo más propio del
saber filosófico son sus preguntas. Sócrates sabe preguntar y pregun-
tarse. Los otros no saben responderle.
´
57 andréia, es tema del Laques; sophrosyne, es tema del Cármi-
des; y philía, es tema del Lisis.
58 Así lo comenta Pierre Hadot: “El verdadero problema no es,
entonces, saber esto o aquello, sino ser de una u otra manera” (P. Ha-
dot, O que é a filosofia antiga?, 1999/1995, p. 56).
59 to medèn éxhein sophón, ... oudén... mathòntes, ...par hautõn.
Teeteto 150c-d.
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60 Laques 187e.
61 méte tõn heautoû medenòs epimeleîsthai, prìn heautoû epime-
lethíe, Apología 36b.
62 Menón 80c.
63 autòs exetázontes, Teeteto 155a.
64 Véase Nubes 98; 144ss.; 156ss.; 171ss.; 177ss.; 188ss.; 193ss.;
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
La infancia de un filosofar
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71 Apología, 29e-30a.
72 Apología, 30b.
73 O. Matos, Filosofia e Educação. A Polifonia da razão. São
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
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Walter Omar Kohan
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
85 Apología 38c.
86 Apología 38d-e.
87 Apología 39c-d.
88 Apología 37b; 40b-c.
89 Apología 29c-30c.
90 emoû ouk àn poiésantos álla, Apología 30b,
91 Apología 30c.
´
92 sigôn dè kaì hesuchían ágon... adynaton, Apología 37e.
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
97 Apología 28e.
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98 Banquete 223d.
99 Fedón 117c.
100 Véase DK 22 B 62 y supra Cap. 4.
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
La infancia de un politizar
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
108 Véase supra “La infancia del preguntar” y Apología 29a ss.
109 Apología 34c-35d.
110 didáskein kaì peíthein, Apología 35c.
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
Sócrates 30a.
126 Quien fue tal vez el discípulo más cercano de Sócrates, An-
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La infancia de un filósofo (Sócrates)
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La infancia de un enseñar y aprender (J. Rancière)
Capítulo 6
La infancia de un
enseñar y aprender
(J. Rancière)
Sigue el eco, la imagen reflejada de lo posi-
ble y olvidado: la posibilidad y necesidad
de hablar y escuchar.
No el eco que se apaga paulatinamente o la
fuerza que decrece después de su punto más
alto.
Sí el eco que rompa y continúe.
El eco de lo propio pequeño, lo local y par-
ticular, reverberando en el eco de lo propio
grande, lo intercontinental y galáctico.
El eco que reconozca la existencia del otro
y no se encime o intente enmudecer al otro.
El eco que tome su lugar y hable su propia
voz y hable la voz del otro.
El eco que reproduzca el propio sonido y se
abra al sonido del otro.
El eco de esta voz rebelde transformándose
y renovándose en otras voces.
Un eco que se convierte en muchas voces, en
una red de voces que, frente a la sordera del
Poder, opte por hablarse ella misma sabién-
dose una y muchas, conociéndose igual en
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La infancia de un enseñar y aprender (J. Rancière)
Acerca de Sócrates
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15 La República I 337e.
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16 Ibid. I 338b.
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La infancia de un enseñar y aprender (J. Rancière)
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que ver con lo que para él hay de más bajo en el ser hu-
mano (el cuerpo, el placer) y el sometimiento a ellos de
los valores en su concepción más elevados (los del alma),
para Rancière, el problema es cómo pensar una sociedad
exhaustivamente desigual. En tanto para Sócrates la des-
igualdad es un supuesto, para Rancière es un problema.
Sócrates parte de la desigualdad buscando transformar
personas que continuarán siendo desiguales, y qué bue-
no que lo sean. Rancière, en cambio, parte de la igualdad
para pensar una política que la tenga como principio. Por
eso Sócrates es, para Rancière, el antiemancipador: por-
que trabaja a favor de la desigualdad, para perpetuarla.
No estamos tan seguros. Creemos que la desigual-
dad es un problema, pero la igualdad también lo es. Esta-
mos muy próximos del problema de Rancière (digamos,
“cómo pensar una sociedad exhausta de desigualdad”),
pero menos próximos de su solución. La igualdad como
presupuesto de una filosofía de la enseñanza puede trans-
formarse en una interrupción del pensamiento. En este
sentido, aunque no parte de la igualdad y sabe de ante-
mano lo que los otros deben saber, percibimos en Sócra-
tes un maestro emancipador en la medida en que trabaja
para ampliar el campo de lo problematizable, de aquello
que, a favor del problematizar filosófico, puede ser siem-
pre de otra manera. El saber de ignorancia, la invitación a
la inquietud sobre sí, son filosófica y políticamente mucho
más abiertos que cualquier pretendido saber positivo de
transmisión. Ese saber puede siempre abrir espacios de
libertad, cualquiera sea la pretensión que lo impulsa.
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La infancia de un enseñar y aprender (J. Rancière)
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de 2001”. In: Marcha del color de la tierra. México, DF: Rizoma, 2001,
p. 344.
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La infancia de un pensar (G. Deleuze)
Capítulo 7
La infancia de un
pensar (G. Deleuze)
Estoy también convencido de que no se le
puede rendir mejor homenaje a la filosofía
de Gilles Deleuze que utilizarla para sus pro-
pios fines, ponerla a prueba con algún obje-
to nuevo y desconocido, aun corriendo el
riesgo de que la prueba y la ilustración
cojeen.1
1994, p. 35.
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La infancia de un pensar (G. Deleuze)
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lo mismo que yo? Teet.: ¿Tú, qué entiendes? Sóc.: Un discurso que el
alma recorre en sí misma acerca de lo que quiere investigar. Desde
luego, te lo puedo describir sólo como uno que no lo sabe. Tal como me
lo imagino, el alma, mientras piensa, no hace otra cosa que dialogar
consigo misma, en cuanto se pregunta y se responde a sí misma, afir-
ma y niega.” (trad. cast. de Manuel Balasch. Barcelona: Anthropos,
1990).
8 Los propios Deleuze y Guattari dan testimonio de la actuali-
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La infancia de un pensar (G. Deleuze)
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hay partes intituladas “La imagen del pensamiento”, que será algunos
años después el título del célebre capítulo III de Diferencia y Repeti-
ción (1968, la citaremos, según la traducción de Alberto Cardín (Gijón:
Júcar, 1988), como DR), una de sus tesis de doctorado y preocupación
principal también de la Lógica del Sentido (1969). La preocupación
por la imagen del pensamiento presupuesta en el propio pensar acom-
paña el recorrido de sus textos con Guattari, su crítica conjunta del
psicoanálisis y su gran afirmación sobre la propia tarea en ¿Qué es la
filosofía? (1991). También está presente marcadamente en sus textos
sobre Cine (1983-5), en su lectura de Foucault (1986), en sus Diálogos
(1977) y en Conversaciones (1990). Recientemente aparecido, un libro
de textos inéditos (Lîle déserte et autres textes, 2002) incluye un ensayo
sobre “Nietzsche et l´image de la pensée”, publicado en 1986).
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La infancia de un pensar (G. Deleuze)
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La infancia de un pensar (G. Deleuze)
14 Ibid., p. 114.
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1994, p. 19.
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25 DR, p. 268.
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29 F, p. 125.
30 F, p. 124-6.
31 DR, p. 236.
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La infancia de un pensar (G. Deleuze)
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¿Qué es a filosofía?, R. Machado dice “No creo que haya varias filoso-
fías de Deleuze. Esta es una de las hipótesis que he buscado confirmar.
Es verdad que hasta ahora privilegié en mis análisis sus escritos de la
década del 60. (...) Pero no me parece que haya ruptura entre los estu-
dios que analicé –sin dejar de relacionarlos a todos los otros– y lo que
ha hecho más recientemente Deleuze. (Deleuze e a filosofía, 1990, p.
181.)
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38 QF, p. 54.
39 QF, p. 62; destacado en el original.
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40 QF, p. 41-2.
41 P. Hallward (“The limits of individuation, or how to distin-
guish Deleuze and Foucault”, 2000), a partir de las categorías de “sin-
gular” y “específico”, traza una distinción entre Deleuze y Foucault: el
primero tendría una concepción singular del individuo y el segundo,
una concepción específica, siendo lo singular no específico lo que trans-
ciende todas las relaciones. Dice Hallward: “La diferencia esencial entre
Deleuze y Foucault, entonces, puede ser afirmada muy simplemente:
Deleuze busca escribir una filosofía sin límites (a través de la intuición
inmediata de lo ilimitado, o puramente creativo; al contrario, Foucault
escribe una filosofía del límite en cuanto tal (en los límites de la clasi-
ficación, en el filo del vacío que se extiende hasta más allá de cualquier
orden de reconocimiento o normalización)”. (p. 93). Aunque no pode-
mos analizar aquí las diferencias entre las filosofías de Deleuze y
Foucault, nos interesa afirmar que estos pasajes que acabamos de ana-
lizar de ¿Qué es la filosofía? tornan problemática la atribución a Deleu-
ze de una filosofía “sin límites”.
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La infancia de un pensar (G. Deleuze)
1994, p. 76.
43 QF, p. 39-40.
44 QF, p. 46.
45 QF, p. 32-3.
46 QF, p. 61.
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47 QF, p. 83.
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La infancia de un pensar (G. Deleuze)
48 QF, p. 84.
49 QF, p. 65-6.
50 Nietzsche es tal vez quien operó con más personajes concep-
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51 QF, p. 24.
52 J. Ferrero, “El año del doble siete”. Archipiélago, Madrid, n.
17, 1994, p. 15.
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La infancia de un pensar (G. Deleuze)
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La infancia de un pensar (G. Deleuze)
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Epílogo
Parte III
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Epílogo
Epílogo
De la mayoridad a la
minoridad: educación,
filosofía y afirmación
de la infancia
Sólo con la ayuda de un personal adecua-
do podremos conseguir que el mundo ente-
ro vuelva a la infancia.1
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Epílogo
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Epílogo
8 Las ideas que siguen están tomadas del primer capítulo del
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11 Ibid., p. 13-25.
12 Ibid., p. 37-48; p. 59.
13 Ibid., p. 64.
14 Ibid., p. 66.
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Epílogo
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Epílogo
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22 Ibid., p. 79-80.
23 Agamben llama a este pensamiento de política. Cf. ibid., p. 81.
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Epílogo
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Epílogo
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Epílogo
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Epílogo
28 Ibid., p. 72.
29 Ch. Katz, “Criançeira. O que é uma criança”, 1996, p. 90.
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Epílogo
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Referencias Bibliográficas
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Bibliográficas
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