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Alumnos
Bullón Cornejo, Joaquín Antonio (18030246)
Cóndor Huamaní, Manuel (18030250)
Hurtado Huachaca, Melany (18030258)
Lavado Oblitas, Romina (18030394)
Poma Reyes, Renzo Ardasir (18030162)
Docente
Casas Navarro, Raymundo
Lima, 2020
Índice
1. Introducción 1
5. Conclusiones 10
6. Bibliografía 11
1. Introducción
Con tan solo ocho años de edad, Wittgenstein se hizo la siguiente pregunta: “¿Por qué
debería uno decir la verdad si puede serle beneficioso decir una mentira?” Esta reflexión
fue el comienzo para él de una vida llena de enigmas, dilemas que solo se apaciguaban si
encontraba una solución que considerara aceptable y satisfactoria. Podríamos decir que la
filosofía fue a su vida poco a poco, y no al revés.
El suicidio de sus dos hermanos, Hans y Rudolf, hizo que la visión de educación que
tenía su padre cambiara y dio la oportunidad a sus hijos menores, Paul y Ludwig, de seguir
sus propios deseos. Su familia, altamente dotada por la aptitud musical, generó en él una
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veneración inexplicable por la música. Fue quizá por ello que en un futuro recurrió a esta
cada vez que quisiera mostrar con ejemplos aspectos sobre la comprensión del conocimiento o
que sus escritos tuvieran contables referencias musicales, pero no solo fue el ámbito musical,
sino también el propio ambiente artístico en el que se encontraba los que hicieron que su
filosofía se vea inspirada en el arte y en la estética.
Tanto Frege como Russell influyeron mucho en la vida de Wittgenstein, llegando a ser
el protegido que Russell necesitaba. Buscó en él la aprobación respecto de si tenía algún
talento para la filosofía. Se podría asegurar que, incluso, le salvó la vida, porque encontró,
en su mentor, el ánimo para seguir con la filosofía y abandonar el caos del dilema que casi
lo llevó al suicidio.
Su paso por la Primera Guerra Mundial lo hicieron atravesar una profunda crisis, quizá
fue por ello que tuvo un interés por los escritos éticos y religiosos de Tolstoi. En 1918,
completó la escritura del Tractatus, con esta obra, asegura haber resuelto todos los problemas
filosóficos. La publicación se realizó dos veces, puesto que la primera edición no lo dejó
satisfecho.
Al creer Wittgenstein que ya no tenía más que hacer en filosofía, continúo con la carrera
de educación primaria, siguiendo los métodos del llamado “Movimiento de Reforma Escolar
Austriaco”, esto lo llevó a un nivel tal frustración que no podía sentirse realizado. Luego de
este episodio, pasó por varias etapas y cambios en lo que quería realizar, desde ser jardinero
hasta considerar convertirse en monje. En 1928, terminó la casa que construyó para su
hermana hasta en el más mínimo detalle, un año más tarde viajó a Cambridge para retomar
su trabajo en filosofía.
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En 1930, siendo ya miembro del Trinity College, empezó a replantearse y revisar las
ideas del Tractatus, proponiendo un nuevo método de realizar filosofía que serán publicados
después de su muerte.
Los contextos histórico e intelectual que lo rodearon, sin duda, nos ayudan a comprender
mejor cuál era la mirada que tenía frente a diversas situaciones y el caos de su vida, de su
propia naturaleza como él lo decía. Wittgenstein ha sido tomado como referente de inspiración
para diversos campos de estudio, no solo por su obra, sino también por su vida.
La idea de recolectar los trabajos viene de Kraus, quien juntó en un folletín críticas
hacia las teorías de otros autores. Es por ello que, con el Tractatus, Wittgenstein buscaba
imponer límites en el uso del lenguaje. Entre los autores de estos trabajos anteriores están
los reconocidos nombres de Karl Kraus, Adolf Loos, Otto Weininger, Arthur Schopenhauer,
Ludwig Boltzmann, Heinrich Hertz, Gottlob Frege, Bertrand Russell (de los más importantes
para Wittgenstein), Piero Sraffa y Oswald Spengler.
Un objetivo en común que Wittgenstein tenía con Kraus y Loos era que los tres bus-
caban delimitar sus teorías. Loos, por ejemplo, defendía su teoría que indicaba que todas
las palabras no tienen el mismo peso semántico, tal como se demuestra en las siguientes
proposiciones: «El tiempo vuela» y «La mosca vuela», pues «tiempo» y «mosca» no tie-
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nen el mismo peso porque las proposiciones no se asemejan en nada entre sí. Además, Loos
estaba en contra del decoro innecesario puesto que consideraba que la esencia era lo más
importante. Wittgenstein aprende eso de él, por lo que en su Tractatus hace uso de la lógica
proposicional, que es la versión más esencial del lenguaje.
Weininger, por su parte, propuso una teoría de dualidad, es decir, el ser homosexual. Con
esta teoría defendía que uno puede ser hombre de cuerpo y mujer de mente, pues él se sentía
mujer por ser judío. Weininger afirmaba que era algo característico de los judíos el tomar
cosas de lo que es ajeno. Así, el hombre tenía el deber de elegir entre lo bueno y lo malo,
y lo suyo (consciente) y lo ajeno (inconsciente). En ese sentido, Weininger y Wittgenstein
pensaban que lo lógico y lo ético son lo mismo y, por ello, la meta de Wittgenstein era ser
lógico puesto que sabía que lo ético, lo bueno y lo consciente debían ser elegidos.
En el caso de Hertz, quien era físico, Wittgenstein compartía su visión sobre la repre-
sentación de los problemas. Hertz decía que dependía de cómo se proponga algo para que
parezca un problema o una solución. Es por ello que, en el Tractatus, Wittgenstein buscaba
esclarecer el lenguaje, pues no consideraba los trabajos como suficientemente claros.
Frege trabajó en una lógica más formal y más simbólica para practicar la deducción,
por lo que usaba el método de Aristóteles sobre las proposiciones, pero utilizaba símbolos.
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Defendía esta idea al explicar que los símbolos engloban mejor la realidad, pues son más
generales y, a partir de ellos, se pueden formar leyes. Asimismo, Frege afirmaba que las
palabras tenían referencia y sentido, donde la primera es el objeto del que se habla mientras
que la segunda es cómo se presenta aquel objeto. Solo en el Tractatus, Wittgenstein compartía
todo lo propuesto por Frege, pues después lo rechazó y solo se quedó con el núcleo de la idea:
los significados son algo global y no dependen de cada persona, sino de su empleo.
Con respecto a Russell, Wittgenstein heredó su idea sobre el atomismo lógico. De esa
forma, ambos consideraban que la realidad podía ser explicada por medio del lenguaje lógico
y, para ello, cada proposición lógica debía descomponerse en lo mínimo posible y, así, verificar
si es verdadera; sin embargo, Wittgenstein abandonó la idea al final.
Es así como se puede apreciar que Wittgenstein escogió aspectos específicos sobre estos
autores y los incorporó a sus estudios; no obstante, más que a sus estudios, estos aspectos
impactaron mayormente en su ideología, es decir, el por qué tocaba esos temas de la manera
en que lo hacía.
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la manifestación concisa y concentrada de un pensamiento. En el Tractatus, los aforismos
están numerados de manera rigurosa. Al inicio del libro, el mismo Wittgenstein da una
breve explicación de cómo ha de interpretarse su sistema de enumeración. El autor dispuso
sus aforismos de tal manera que determinasen el peso lógico-argumentativo de sus enunciados
dentro de la estructura general de la obra. Si tomamos como base la estructuración del autor,
podemos decir que el Tractatus se constituye de siete tesis y son las siguientes:
En el presente trabajo, vamos a centrar nuestra atención en la teoría figurativa del lenguaje;
para ello no vamos a limitarnos a hacer referencia a algunas de las tesis fundamentales del
Tractatus (mencionadas arriba), sino más bien consideraremos que es menester una revisión
holística del texto.
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En opinión del propio autor, las proposiciones que versan sobre temas filosóficos (en adelante,
las llamaremos simplemente filosofemas) no son nada más que contrasentidos lingüísticos.
De este modo los problemas de la filosofía no serían stricto sensu “problemas” sino “pseudo-
problemas”. En la proposición 4.003 Wittgenstein manifiesta lo siguiente:
La mayor parte de las proposiciones e interrogantes que se han escrito sobre cuestiones filosóficas
no son falsas, sino absurdas (. . . )
Mencionado esto, se podría decir que Wittgenstein adopta la versión fuerte del método
lingüístico de la filosofía, por ello el Círculo de Viena considera al Tractatus como una obra
fundamental y claramente alineado a los ideales filosóficos de dicha escuela.
En la proposición 4.0031, Wittgenstein precisa cuál es, desde su punto de vista, la esencia
de la filosofía:
El presupuesto vertebral de la crítica del lenguaje es la idea según la cual la forma lógica apa-
rente de la proposición puede no ser su forma lógica real, como pensaban Russel y Frege. El
lenguaje natural camufla la forma lógica de las proposiciones y disfraza, por ende, el pensa-
miento, puesto que el lenguaje no es más que la manifestación sensoperceptiva de este. Aquí
nace la pretensión de Wittgenstein de depurar el lenguaje y deducir su forma lógica, todo
mediante las herramientas de la lógica matemática moderna, sin embargo, no debe desde-
ñarse que el objetivo que subyace a este análisis y a todos los presupuestos wittgensteinianos
es la demarcación de aquello que puede ser dicho con sentido mediante el lenguaje.
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manifiesta sensoperceptivamente mediante el lenguaje, por ello mediante la especificación de
la naturaleza del lenguaje habremos de conocer la naturaleza del mundo.
4.3. Lenguaje
La teoría pictórica del lenguaje versa sobre la función descriptiva del lenguaje y su capacidad
para figurar el mundo. La proposición es, pues, el objeto del análisis crítico y el punto de
partida de las investigaciones sobre el lenguaje. Todas las proposiciones son resultados de
operaciones veritativas con proposiciones atómicas. Proposición 5.001:
Es a través de las operaciones lógicas que se forman las proposiciones. Todo lenguaje se
encuentra constituido de únicamente de proposiciones atómicas, puesto que las proposiciones
pueden ser analizadas por medio de ellas.
4.4. Nombres
Los nombres representan los objetos, cuando estos se actualizan en la realidad, es decir,
existen de manera efectiva en ella, entonces, es una proposición verdadera, caso contrario, es
falsa.
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4.5. Sentido
Para que un acto de figuración se lleve a cabo, debe existir una forma común entre la
figuración y lo figurado de tal manera que una sea la figuración de la otra. La proposición
(i.e. la figuración) representa el hecho (i.e. lo figurado). Esa forma común, la relación entre
ambos componentes es la “forma lógica” o forma de la realidad.
La figuración lógica de los hechos es el pensamiento (la proposición) que está dotado de
sentido. A la proposición en tanto entidad física, Wittgenstein la denominará signo proposi-
cional. Lo que hace que una proposición sea una figuración de un hecho es que esta obedece
al método de proyección. Este método establece la relación proyectiva entre los signos pro-
posicionales del lenguaje y la realidad.
Tractatus, 3.11:
Usamos el signo sensoperceptible (signo sonoro o escrito, etc.) de la proposición como proyección
del estado de cosas posible.
Los resultados de este ligamiento entre lenguaje y realidad son puestos de manifiesto en los
siguientes correlatos:
Los hechos del mundo se dividen en estados de cosas y las proposiciones se dividen en
hechos más simples.
Los hechos son una vinculación lógica de los objetos y las proposiciones elementales
son vinculaciones de nombres.
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Los objetos son irreductibles en la realidad de la misma manera que los nombres en el
lenguaje.
La diferencia entre decir y mostrar consiste fundamentalmente en aquello que puede ser
dicho por el lenguaje y aquello que solo puede ser mostrado. Si una proposición es algo que
puede ser dicho con sentido, entonces aquello que se escapa de las lindas de la proposición
solo puede ser mostrado. Aquello que es inefable solamente puede ser mostrado, mas no
dicho. Lo místico trata no de cómo el mundo es, sino lo que el mundo de hecho es. Tanto la
ética como la estética se encuentran entre las cosas que meramente se muestran.
Tractatus, 6.552:
5. Conclusiones
Resulta imposible ignorar el efecto del ambiente en el que Wittgenstein creció sobre su
obra, habiéndose podido beneficiar tanto de la posición y capacidades de su familia, así como
del contacto con situaciones más tabúes en la trágica decisión de sus hermanos.
Solo nos queda especular sobre el camino que hubiera tomado en sus reflexiones de no
haber enfermado y fallecido de forma tan súbita.
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Como condensación de su visión figurativa de las cuestiones filosóficas, el Tractatus
refleja cómo para Wittgenstein el lenguaje toma el papel protagónico en la filosofía, la forma
en que esta es consecuencia de de la estructura isomorfística de la realidad y el pensamiento
y la labor que el sentido cumple bajo la lógica.
El tratar de sintetizar tal obra en estas pocas páginas podría en sí mismo plantear
una interesante cuestión sobre el sentido de tal esfuerzo, pero, en la realidad, no se le hace
justicia al trabajo que este filósofo realizó en vida, ni a la importancia de este en lo que ahora
llamamos Filosofía del Lenguaje.
6. Bibliografía
La bibliografía que hemos consultado para la elaboración del trabajo (Audi, 2004; Car-
mona Escalera, 2019; De Arruda Junior, 2017; Defez i Martín, 2001; Hadot y col., 2007;
Pinto, 1998; Tomassini Bassols, s.f.; Wittgenstein y col., 2001) se presenta en la sección que
sucede a este apartado.
Referencias
Audi, R. (2004). Diccionario Akal de filosofía [OCLC: 936717818]. Madrid, Akal.
Carmona Escalera, C. (2019). Ludwig Wittgenstein la consciencia del límite [OCLC: 1108143521].
De Arruda Junior, G. F. (2017). 10 liçoes sobre Wittgenstein (1.a ed.).
Defez i Martín, A. (2001). Pensamiento y lenguaje en el primer Wittgenstein. Publicat en
Ágora. Papeles de Filosofía, 19, 153-167. http://www.infofilosofia.info/defezweb/
DefezW03.pdf
Hadot, P., Anscombe, G. E. M., Arranz, M. & Gabriel, G. (2007). Wittgenstein y los límites
del lenguaje [OCLC: 427501720]. Valencia, Pre-Textos.
Pinto, P. R. M. (1998). Iniciação ao silêncio: uma análise do Tractatus de Wittgenstein como
forma de argumentação [OCLC: 253727631]. São Paulo, Ed. Loyola.
Tomassini Bassols, A. (s.f.). Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein: una relación incom-
prendida. http://www.filosoficas.unam.mx/~tomasini/ENSAYOS/R&W.pdf
Wittgenstein, L., Pears, D. & McGuinness, B. (2001). Tractatus logico-philosophicus. London,
Routledge.
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