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Los poderes de policía existen solo cuando existe una necesidad urgente de
proteger los valores constitucionales y ninguna ley lo hace, es decir cuando las
consideraciones administrativas en un caso particular requieran que el gobierno
tome una posición para apoyar los valores constitucionales, y no existe una
legislación previa que proporcione una base para ello. Si hay normas legislativas,
no será el poder de policía el que se ejercerá, sino el poder de mando y control.
Esta es la diferencia entre el poder policial y la gestión. El primero es la concreción
administrativa de los principios constitucionales, y el último es la implementación
administrativa de disposiciones abstractas. El poder de policía se crea sin ley y la
gestión administrativa se trata como ley vigente. De ello se concluye que el poder
de policía se caracteriza por la regularidad. Según la lógica de esta concepción, la
presunción de que se ejercen facultades de policía es una presunción que
necesariamente se cumple en una relación general de obediencia. Si no se
reconoce la exigibilidad en el caso concreto, tampoco se reconocerá el ejercicio de
los poderes de policía, las actuaciones administrativas que no se basen en
disposiciones legislativas claras.
Finalmente, vale la pena señalar el cambio de ideología. En estos aspectos,
muchos creen que el concepto de "poder de policía" es incompatible con la
ideología del estado de derecho. En el pasado se asoció con un estado
polipolítico, es decir, con el uso arbitrario del poder estatal, donde la actividad
estatal no está regulada por la ley. La asociación ahora está enterrada. Es casi
imposible pensar en la ley como un estado policial, al menos en países que se
rigen verdaderamente por una constitución que ha sido superada por el desarrollo
cultural humano. Es por ello que vale la pena preguntarse cuál es la función
ideológica real de esta teoría hoy.