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1) una economía de base agraria, con una artesanía controlada por los gremios y
un importante desarrollo del capitalismo comercial;
3) una sociedad estamental, dividida entre nobles, clérigos y miembros del Tercer
Estado;
Aunque los ilustrados no eran revolucionarios, pusieron las bases del pensamiento
revolucionario y del posterior liberalismo político:
Son algunas de las ideas que siguen formando las bases de nuestra actual democracia.
La Revolución Francesa fue un acontecimiento tan importante que se suele usar como
punto de partida de la Edad Contemporánea. Sus principales causas fueron:
el malestar de las clases populares por las malas cosechas y los altos precios de
los alimentos;
el malestar de la floreciente burguesía por la discriminación que suponía para
ella la sociedad estamental;
la existencia de una alternativa política al absolutismo, planteada teóricamente
por la Ilustración y demostrada en la práctica por la revolución americana;
los problemas financieros de la monarquía, que llevaron a Luis XVI a intentar
que los estamentos privilegiados pagaran un nuevo impuesto, lo que hizo que
estos exigieran que se convocaran Estados Generales para discutir el asunto.
Pero los Estados Generales de 1789 fueron utilizados por los representantes del Tercer
Estado para reclamar un nuevo tipo de asamblea que representara a la Nación entera y
en el que cada representante tuviera un voto. El rey no logró impedirlo y los Estados
Generales fueron sustituidos por una Asamblea Nacional. En medio de un clima de
gran tensión política en toda Francia, la Asamblea Nacional logró:
desmontar el feudalismo;
someter la Iglesia al Estado;
convertir Francia en una monarquía constitucional;
proclamar la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano.
El estallido de una guerra civil y de una guerra exterior, la crisis económica y las
diferencias entre los revolucionarios hicieron que la revolución se radicalizara,
sobre todo a partir de 1792. El rey fue ejecutado y Francia se convirtió en una
República teóricamente democrática, pero en la que se implantó un régimen de terror
como forma de asegurar el triunfo de la revolución.
El Terror acabó creándose tantos enemigos que en 1794 una reacción moderada acabó
con el régimen, ejecutó a su lider, Robespierre, e impuso el sufragio censitario. La
incapacidad de este régimen para asegurar la paz interna y externa acabó provocando un
golpe de Estado en 1799, que puso a Napoleón Bonaparte en el poder.
En el exterior, libró las guerras napoleónicas contra las principales potencias del
período, en especial el Reino Unido. Tuvo mucho éxito y logró crear un gran imperio,
consiguiendo de esa forma extender por toda Europa los ideales revolucionarios.
Pero en 1815 cayó derrotado.
España fue muy afectada por estos acontecimientos. En 1808 Napoleón, que en teoría
era aliado del rey de España, Carlos IV, aprovechó la disputa entre este y su hijo,
Fernando VII, para colocar en el poder al propio hermano de Napoleón, José I
Bonaparte.
Una parte de los españoles (los afrancesados) lo aceptó, pero otra parte (los patriotas)
no. Por eso empezó una sangrienta guerra de independencia, que fue también una
guerra civil entre españoles.
Como los patriotas no tenían a su rey con ellos, decidieron convocar las Cortes en
Cádiz. Un sector de los patriotas, los liberales, lograron que estas Cortes proclamaran
una constitución inspirada en los principios de la Revolución Francesa. De esa
forma la guerra de independencia se convirtió en una revolución política. La
Constitución de 1812 fue la primera constitución española.
La industrialización en España es más lenta y débil que en los países del noroeste
europeo. Solo coge fuerza a partir de mediados del siglo XIX.
Uno de los problemas es que las actividades que requerían mucha inversión, como la
minería o los ferrocarriles, acaban dominadas por empresas extranjeras.
Tras la derrota del Imperio Napoleónico (1815), los países que vencieron la guerra
establecieron en Europa el régimen de la Restauración, cuyo objetivo era restablecer el
absolutismo y garantizar el equilibrio entre las grandes potencias. Para ello trazaron un
nuevo mapa europeo.
En la primera mitad del siglo XIX predominaron las revoluciones liberales, cuyo
objetivo era establecer regímenes liberales o profundizar en ellos. Hay tres grandes
oleadas revolucionarias:
oleada revolucionaria de 1820;
oleada revolucionaria de 1830;
oleada revolucionaria de 1848.
Al final del período el liberalismo había logrado triunfar en buena parte de la Europa
occidental, quedando el absolutismo limitado a la Europa Central y Oriental.
En la segunda mitad del siglo XIX el principal motor del cambio fue el nacionalismo,
cuyo objetivo era:
Durante el siglo XIX España experimentó dos grandes procesos relacionados con este
ciclo de revoluciones: