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demográficos y económicos.
De acuerdo con cifras oficiales, la población del país en 1989 era de 8,94 millones de
habitantes, estimada con base en una tasa de crecimiento poblacional cercana al 3%
anual. En la Ciudad de Guatemala, incluido Mixco, se concentra el 15,5% de la población
total, y en el Departamento de Guatemala más del 21%. Excluyendo ese departamento,
las zonas de mayor densidad poblacional son el altiplano, con 173 hab/km2, y la costa sur
con 126 hab/km2.
La distribución sectorial del PIB ha tenido algunas variaciones en los últimos veinte años.
Como es característico de las economías en desarrollo, el producto agrícola ha venido
perdiendo participación, aunque en forma relativamente lenta; de 27,3% en 1969 pasó a
25,6% en 1988. El sector comercio, que participaba con el 28,3% en 1969 cayó a 24,6%
en 1988. Las disminuciones en esos sectores no se han visto compensadas por una
mayor participación de las actividades productivas. Es así como la industria
manufacturera ha mantenido prácticamente inalterada su contribución al PIB durante el
período 1969-1988. Los servicios, como la Administración Pública, el transporte y los
servicios privados han ganado en participación en los últimos años.
El crecimiento de la economía estuvo por encima del 5% anual durante la década de los
setenta, cuando la agricultura y la industria manufacturera mostraron su mayor
dinamismo. Sólo la crisis energética mundial del año 1975 afectó el desarrollo de esos
sectores productivos durante algunos años, aunque el efecto fue relativamente puntual.
La gran apertura de los mercados centroamericanos y la ampliación del interno, así como
el comportamiento favorable de la demanda externa posibilitaron el dinámico
comportamiento de la economía guatemalteca en ese período.
Este crecimiento de la inflación también tuvo origen en las medidas económicas que tomó
el gobierno en el campo cambiario, para corregir la sobrevaloración de la moneda
nacional y proteger la situación de reservas del país. En 1983 se tomaron medidas
cuantitativas para racionar el uso de las divisas, que no fueron suficientes para evitar la
caída de las reservas internacionales. Así, a finales de 1984 se devaluó el quetzal y se
creó un mercado paralelo para permitir su libre fluctuación. Para las exportaciones se creó
un régimen especial según producto y destino. Dada la relativa apertura de la economía
nacional, donde las exportaciones representan alrededor del 18% del PIB, la transmisión
de la devaluación sobre la inflación interna fue directa.
Los indicadores económicos son más alentadores en 1990, y parecen evidenciar que el
país se ha sobrepuesto a la recesión. El producto está creciendo a tasas superiores al 3%
anual. La inflación, de acuerdo con las cifras oficiales, ha caído al 12% anual. El déficit del
gobierno central se coloca a niveles por debajo del 2% con relación al PIB. Sin embargo,
la balanza comercial continúa registrando déficit, con la excepción del año 1986, y las
reservas continúan su tendencia decreciente.
Sector agropecuario
Las únicas exportaciones no agropecuarias con importancia relativa son llantas y cámaras
de caucho y petróleo, aunque su valor ha venido decayendo en los últimos años.
Tenencia de la tierra
Así, parecen subsistir dos economías. La primera, indigente y con una evolución adversa,
concentra gran parte de la población del campo. La otra es la agricultura comercial, cuya
mano de obra proviene principalmente de las zonas montañosas y sin embargo no tiene
mayores efectos distributivos sobre la llamada economía campesina.
Producción agropecuaria
El café continúa siendo el principal producto agrícola tanto por su participación en el PIB
(sectorial) como por su generación de divisas. Este producto se ha convertido en una
fuente estable de recursos externos gracias a las cuotas establecidas por el Acuerdo
Internacional del Café. Su evolución actual, por fuerza del acuerdo, es impredecible
puesto que dependará de la respuesta de la oferta ante el mercado libre.
Con relación a las demás exportaciones tradicionales, como algodón, azúcar y banano, su
evolución ha dependido básicamente del comportamiento del mercado internacional y las
condiciones externas. Durante el período 1983-87 tanto el azúcar como el algodón vieron
disminuir en más de un 50% el valor de sus exportaciones; sólo el banano mostró durante
ese mismo período un aumento sostenido tanto en volumen como en valor.
Los productos agrícolas más promisorios, por lo menos durante la década de los ochenta,
han sido las llamadas exportaciones no tradicionales. Dentro de éstas se destacan las
legumbres y en particular el brócoli, la coliflor y las arvejas verdes. En el periodo 1983-
1987 ese renglón de exportación registró un crecimiento del 30%, con un valor que en
1987 superaba el de las exportaciones de algodón y constituía más de la mitad del
banano.