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Y DE SACRIFICIO
Jn 17. Es una larga oración de Jesús en voz alta. Por ella podemos intuir qué diría al
padre en sus largas horas de oración. Analizando brevemente este texto vemos que pide para sí
mismo la glorificación:
1. Versículos 1-5: 1Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a
tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. 2Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida
eterna a todos los que tú le has dado. 3Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú
has enviado, Jesucristo. 4Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. 5Ahora,
Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese.
La suprema glorificación del Padre es la Pasión de
Cristo, seguida de la Resurrección, y Él la desea para que el
Padre sea glorificado en su obra Redentora. No pide para sí
una gloria barata, sino el cumplimiento perfecto en Él de la
voluntad del Padre.
2. Versículos 9-11: 9Por ellos ruego; no ruego por el mundo,
sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; 10y todo lo mío es tuyo
y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. 11Yo ya no estoy en
el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida
en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. La
unión de los miembros del Cuerpo Místico se basa en la vida
de la gracia; por tanto pide que sean uno en Dios, en Cristo,
por cuanto estén en posesión de la vida de la gracia, insepa-
rable de la caridad, del amor que busca siempre y en todo el
bien de los demás. El grado de esta caridad sobrenatural da
la medida de gracia que tiene un alma. Este amor establece
entre los miembros del Cuerpo Místico esa profunda unidad
en Dios Uno y Trino.
3. Versículos 20-24: 20No ruego sólo por éstos, sino también
por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, 21para que todos
sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en
nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 22Yo les he dado
la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: 23yo
en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca
que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a
mí. 24Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria,
la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Lo mismo pide para todos los que, a
través de los siglos, creeríamos en Él. Debemos hacer notar que Cristo tiene la gloria de ser Hijo
de Dios y con su obra redentora nos la comunica Cfr. Jn 1, 12: Pero a todos los que la recibieron les dio po-
der de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre ). Ahora bien, si somos hijos, hemos de vivir como
vivió el Hijo y tener perfecta unión de caridad, a imagen de la unidad trinitaria. Debiéramos
ahondar en estas verdades en la oración. Finalmente pide que los suyos estén donde Él está, pide
para nosotros la vida eterna.
ORA EN LA CRUZ
De las siete palabras que Cristo pronunció en la cruz, tres son una oración.
1. Lc 23, 34: Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.» Se repartieron sus vestidos,
echando a suertes. El texto indica que Jesús decía; no dijo, luego se puede pensar que repetía una y
otra vez.
2. Mt 27, 46: Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá
sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» Así, con estas mis-
mas palabras, da comienzo el Salmo 22, que es una profecía de la Pasión. Segura-
mente seguiría recitándolo en voz baja y al pronunciar las primeras palabras en
voz alta quiso llamar la atención de los que allí se encontraban para que se dieran
cuenta de que se estaba cumpliendo la profecía de ese Salmo. Los Salmos se
enunciaban por las primeras palabras, que no por números como lo hacemos no-
sotros ahora.
3. Lc 23, 46: y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíri-
tu» y, dicho esto, expiró. Jesús, que entró en este mundo orando, muere orando dán-
donos ejemplo de cómo debemos nosotros orar hasta en la hora de nuestra muer-
te. Toda su vida fue una vida de oración. Es lo que debiera ser la vida del cristiano.
LA ORACIÓN
Orar es hablar con Dios, Nuestro Padre Celestial, para alabarle, darle gracias y pedirle
toda clase de bienes. San Juan Damasceno decía que “la oración es la elevación del alma a Dios”, “la
petición a Dios de las cosas convenientes”. Santo Tomás, recogiendo las dos definiciones anteriores,
enseña que “la oración es la elevación de la mente a Dios para alabarle y pedirle cosas convenientes a la
eterna salvación”.
Como la oración es una elevación de la mente a Dios, el que está completamente distraído,
el que no cae en la cuenta de que está hablando con Dios, en realidad no hace oración.
La Iglesia ha enseñado siempre a orar. No para cambiar la providencia divina, que es
absolutamente inmutable, sino para obtener de Dios lo que desde toda la eternidad ha
determinado conceder a la oración. Como si el Señor hubiera dicho desde toda la eternidad:
“Concederé tal cosa si se me pide, y si no, no”.
La oración eleva y engrandece nuestra dignidad de personas humanas. Nunca es más
grande el hombre que cuando está de rodillas orando. El trato humilde, amoroso y confiado con
Dios proporciona al alma gozo y consuelo espiritual.
NECESIDAD DE LA ORACIÓN
La oración no sólo es conveniente para el hombre, sino que es absolutamente necesaria. La
oración es como la respiración y alimento del alma.
El mandato divino consta expresa y repetidamente en la Sagrada Escritura: “Vigilad y
orad” (Mt 26, 41); “pedid y recibiréis” (Mt 7, 7); “orad sin intermisión” (I Tim 5, 17); “permaneced
vigilantes en la oración” (Col 4, 2).
Es doctrina común y absolutamente cierta en teología que la oración es necesaria para la
salvación de los adultos. San Alfonso María de Ligorio,
dice: “El que reza, se salva ciertamente, y el que no reza,
ciertamente se condena. Si dejamos a un lado los niños, todos los
demás bienaventurados se salvaron porque rezaron, y los
condenados se condenaron porque no rezaron. Y ninguna otra
cosa les producirá en el infierno más espantosa desesperación que
pensar que les hubiera sido cosa muy fácil el salvarse, pues lo
hubieran conseguido pidiendo a Dios sus gracias, y que ya serán
eternamente desgraciados porque pasó el tiempo de la oración”.
“Dios no manda imposibles, y al mandar-nos una cosa,
nos avisa que hagamos lo que podamos y pidamos lo que no podamos y nos ayuda para que podamos” (San
Agustín).
La oración más excelente es el Padrenuestro; también podemos hacer oración a la Virgen,
a los ángeles y a los santos, para que intercedan por nosotros ante Dios. Las principales oraciones
a la Virgen María son el Avemaría y la Salve.
EFICACIA DE LA ORACIÓN
Si oramos conseguiremos de Dios todo lo que necesitamos para ser santos y salvarnos. La
oración es de eficacia infalible, como afirma Cristo Nuestro Señor: “Pedid y se os dará, buscad y
hallaréis, llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama se le
abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le da una piedra, o si le pide un
pescado le da una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,
¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!” (Mt 7, 7-11).
“Todo cuanto con fe pidiereis en la oración yo lo haré” (Mt 21, 22). “Cualquier cosa que pidiereis en mi
nombre, eso haré, para que sea glorificado el Padre en el Hijo. Si algo me pidiereis en mi nombre, Yo lo
haré” (Jn 14, 13 y 14).
Para que nuestra oración tenga eficacia infalible se requiere que uno pida algo para sí
mismo, que lo que pida sea necesario o conveniente para la salvación y que lo pida en nombre de
Jesucristo.
Podemos y debemos orar también por todas las personas capaces de alcanzar la gloria
eterna, sin excluir ni a herejes ni a excomulgados, ni a nuestros enemigos. La caridad cristiana -y a
veces la justicia- nos urge esta obligación: “Orad unos por otros para que os salvéis” (Sant 5, 16).
Para que nuestra oración sea agradable a Dios hemos de orar con la reverente atención
que se debe a la Majestad divina; con la humildad del pobre pecador necesitado; con la confianza
del hijo para con el Padre y con la perseverancia que tanto inculcó Nuestro Señor Jesucristo.
Anexo 1
LA DISTRIBUCIÓN DEL TIEMPO
ENTRE LOS ROMANOS Y LOS JUDÍOS
2) DIVISIÓN DE LOS MESES: Conforme a su origen lunar, el mes tenía tres fechas fundamenta-
les relacionadas con las fases de la luna y que servían de punto de partida para los otros días:
Las Calendas...............................................el primer día de cada mes.
Las Nonas...................................................el quinto día de cada mes.
Las Idus......................................................el día trece de cada mes.
- Las Nonas y las Idus de marzo, julio y octubre eran, respectivamente, el 7 y el 15.
Para el día anterior y posterior a las tres fechas indicadas se emplean, respectivamente, los
adverbios pridie y postridie antepuestos al nombre del día en acusativo. Ejemplos:
Pridie Idus Iulii............................... Catorce de Julio.
Postridie Kalendas Iunii............. Dos de Junio.
3) INDICACIÓN DE LAS DEMÁS FECHAS: Para indicar cualquiera de las divisiones del mes se
usa el ablativo seguido del mes en genitivo:
Kalendis ianuarii.................................... El primero de Enero.
Nonis aprilis............................................ El cinco de abril.
Los días comprendidos entre esas fechas se citan a base de ellas. Se cuenta desde la fecha
de que se trata la inmediata de esas tres, incluyendo la de partida y la de término, y se pone en
ablativo ordinal seguido de la fecha que encontremos con ante. Así, para fechar en latín el 8 de
enero, diremos: de 8 a 13 hay 5, con la de partida, 6; tendremos, pues: (die) sexto ante Idus ianuarii.
Inversamente, para expresar en español una fecha latina, se resta el día que nos dan de la
fecha inmediata superior; al resultado se le añade una unidad, si se trata de Nonas e Idus, y dos,
tratándose de Kalendas.
19 de Julio; porque de 13 a 30 son 17, y 2 que se
Decimo tertio Kalendas iulii......................
le añaden, son 19.
4) DIVISIÓN DEL DÍA: El día entre los romanos constaba de 24 horas y comenzaba a mediano-
che. La hora era la doceava parte del tiempo transcurrido entre la salida y la puesta del sol. Por
eso en Diciembre la hora llegaba a no tener más que 45 minutos, y, en cambio, en junio era de 75
minutos.
Naturalmente, no tenían una noción exacta del tiempo. Las referencias a éste son expresio-
nes imprecisas. mane, por la mañana; ante meridiem, antes del medio día; post meridiem, después del
medio día. La sexta hora del día terminaba a las doce del día, y la sexta de la noche, a media no -
che. La noche estaba dividida en cuatro vigilias de tres horas cada una.
CALENDARIO HEBREO
Los descubrimientos de manuscritos en la costa occidental del mar Muerto han ofrecido al
mundo científico de hoy dos posibilidades verdaderamente transcendentales. Primera, un acervo
de documentos, valiosísimos, múltiples y antes insospechados. Segunda, sólidos fundamentos
para replantear problemas antiguos y formular otros nuevos.
Consecuencia importante del segundo punto, es la revalorización de noticias, fragmenta-
rias e inseguras, ya de antiguo conocidas, y su reelaboración, por la accesión de nuevos datos, en
síntesis mucho más fundadas.
Un caso ejemplar de este fenómeno es el cuidadoso estudio, llevado a cabo actualmente,
de los sistemas judíos de calendario. Se daba por supuesto que, en torno al comienzo de nuestra
era, estaba en vigor exclusivamente el calendario lunar. Por otra parte, varios pasajes bíblicos, so-
bre todo neotestamentarios, se encuadraban difícilmente en los esquemas conocidos de la medi-
ción del tiempo. Aun recurriendo al uso griego o romano. El mundo semita antiguo va revelando
sus secretos, si bien con lentitud y parsimonia. En las hondas corrientes de su cultura y su menta-
lidad hay que buscar las soluciones a muchos problemas bíblicos.
Sin duda no carecerá de utilidad presentar esbozado, a título puramente informativo, lo
que hasta hoy se ha dicho acerca del calendario solar judío antiguo.
1 23 2 24 3 25 4 26 5 27
6 28 7 29 8 1 9 2 10 3 11 4 12 5
13 6 14 7 15 8 16 9 17 10 18 11 19 12
20 13 21 14 22 15 23 16 24 17 25 18 26 19
Tu biShe-
vat
27 20 28 21 29 22 30 23 31 24
1 25 2 26 3 27 4 28 5 29
6 1 7 2 8 3 9 4 10 5 11 6 12 7
13 8 14 9 15 10 16 11 17 12 18 13 19 14
Taanit
Bejorot
20 15 21 16 22 17 23 18 24 19 25 20 26 21
Pesaj Pesaj Pesaj Pesaj Pesaj Pesaj Pesaj
27 22 28 23 29 24 30 25
Pesaj (d)