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La Necesidad de la Oración – Bosquejo para Sermones

Este es el Bosquejo para Sermones titulado «La Necesidad de la Oración» que nos enseña
porque tenemos que orar y las bendiciones que nos trae…

I. El Señ or les refirió a sus discípulos una pará bola sobre la necesidad de orar siempre y no
desmayar

1. Norman Harrison dice:

«Nunca oraremos como es debido hasta que lo veamos como una necesidad indispensable
para la vida».

2. Norman Harrison enumera estas razones para la oración:

a) Para honrar a Dios como nuestro Padre (Mt. 7:7–11).

b) Para desarrollar nuestro oficio de sacerdotes (1 P. 2:5, 9).

c) Para aprovechar este maravilloso privilegio como creyentes (Jn. 16:24).

d) Para cumplir nuestra obligación con respecto a nuestros hermanos (Ef. 6:18).

e) Para buscar y salvar las almas de los hombres (1 Ti. 2:4).

f) Para luchar y vencer a los poderes del mal (Ef. 6:11, 12; 1 P. 5:8, 9).

g) Para crecer personalmente en la gracia y la santidad (1 Ti. 4:7; 2 P. 3:18).

II.      No podemos obtener nada de Dios sin oració n

1. Dios ha prometido todo aquello que es necesario y beneficioso para nosotros, pero la
oración es esencial si estas promesas han de ser reales en nuestras experiencias.

2. Cristo mismo manifestó total dependencia de Dios en la oración. Con Él, la oración no
era rutina, sino un deseo fuere y vehemente.

III.      La oració n es un arma espiritual

1. Es un arma de defensa:

a) Contra la debilidad, enfermedad, o accidente (Stg. 5:13–16).

b) Para la mente, contra el engaño y el desánimo (Mr. 1:32–39).

c) Para el espíritu, contra malos estados de ánimo, celos o dureza.


d) Para la voluntad, contra el miedo paralizante o la terrible indecisión.

e) La vida de oración de Daniel pone de manifiesto estos hechos.

2. La oración es un arma de ofensiva:

a) La oración secreta está a menudo relacionada con la acción pública.

b) Dios manifiesta Su propósito a Sus hijos a través de la oración.

c) La oración es el secreto de la inspiración.

d) Sin la oración el hombre está inerme.

Conclusió n

Los cristianos tienen una vida de oración débil porque a menudo están muy engreídos con
su conocimiento, suficiencia y la verdad es que sin Él o apartados de Él no somos nada.

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a
Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres
Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento,
soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar.
Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

Jesús ejemplo de oración.

Los cristianos debemos orar por muchos motivos. Somos sus hijos y debemos expresarle
nuestra adoración porque fuimos rescatados por Él y debemos demostrarle y decirle nuestro
amor. Como pecadores que somos debemos suplicar todos los días por su perdón; somos
deudores por habernos dado su preciosa salvación y por tal razón  debemos alabarle y
adorarlo en acción de gracias.

Pero hay un motivo especial, que aclara e ilumina todos los anteriores, y es que Jesús,
nuestro Señor, pasó la vida en una actitud de oración permanente con el Padre, y en su
enseñanza nos invitó frecuentemente a orarle a Dios. Por eso oramos los cristianos, porque
Jesús, nuestro salvador y Señor oró y nos pidió que le oremos al Padre sin cesar.

 1 Tesalonicenses 3:10: ORANDO de noche y de día con gran insistencia, para que veamos
vuestro rostro, y completemos lo que falte a vuestra fe?

 1 Tesalonicenses 5:17: Orad SIN CESAR.
Podemos ver el ejemplo que nos da Jesús en los momentos más difícil de su vida, Él no
perdió la comunicación con el Padre.

Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad
conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío,
si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a
sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar
conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad
está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre
mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez
y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se
fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. (Mateo 26:38-43)

Los evangelios aluden con insistencia a la oración de Jesús. A veces transcriben las
palabras mismas con que Jesús se dirigía al Padre y a veces solo mencionan el hecho de su
oración.

Estudio bíblico: Perseverantes en la oración - Lucas 6:12-13


Perseverantes en la oración
(Lc 6:12-13) "Y aconteció en aquellos días, que fue al monte a orar, y pasó la noche orando a
Dios.Y como fue de día, llamó a sus discípulos, y escogió doce de ellos, a los cuales también
llamó apó stoles."

Perseverar en oración; la base para que el Señor pueda bendecir nuestro


trabajo en su obra
El Señ or Jesú s quería escoger a sus apó stoles de entre la multitud de sus discípulos, y es
interesante que tanto Mateo como Marcos y Lucas mencionan este suceso. Pero solamente
Lucas nos cuenta que el Señ or pasó la noche en oració n antes de la elecció n de sus apó stoles.

En esta escena se iba a tomar una decisió n de gran alcance. Se trataba del futuro del "Reino de
Dios", de los apó stoles que en los tres añ os siguientes (y también después de la ascensió n de
Jesú s), habrían de llevar el Evangelio primeramente a Judea y Galilea, pero después también
má s allá de las fronteras de Israel, al mundo entero. Los nombres de estos hombres serían
escritos eternamente en el muro de la ciudad celestial (Ap 21:14).

El hecho de que el Señ or, como hombre dependiente de Dios, subió al monte para permanecer
allí tranquilo y apartado en oració n durante una noche, muestran la gran responsabilidad
vinculada con la elecció n de los colaboradores má s estrechos.

Nos asombramos ante la sumisió n del Hijo de Dios bajo la voluntad del Padre, que se
manifiesta aquí en el monte, y vislumbramos cuá nta responsabilidad implicaba la elecció n de
los apó stoles.

Al mismo tiempo vemos có mo el Espíritu Santo nos muestra aquí unos principios
fundamentales, que son de gran importancia para nosotros como colaboradores en la obra del
Señ or. Nos pueden preservar de muchos desarrollos equivocados y desengañ os, si es que
hacemos caso de ellos.

Consideremos primero las circunstancias exteriores relacionadas con el llamamiento de los


apó stoles:

Poco antes el Señ or había sanado en un día de reposo al hombre de la mano seca, mientras
que los escribas y fariseos estaban al acecho para poder acusarlo. Siendo testigos de esta
curació n maravillosa, sus corazones, sin embargo, se endurecieron y "se llenaron de enojo"
(Lc 5:11), de modo que acto seguido só lo discutían un tema: "¿qué haremos con este Jesú s?".
Los capítulos que siguen muestran có mo estos hombres religiosos, llenos de envidia y odio,
comenzaron a preparar en forma intencionada la eliminació n de Jesú s. Pero el Señ or Jesú s se
retiró para orar.

En Lucas 5 Jesú s había hablado del vino viejo y nuevo, y de los odres viejos y nuevos. Ahora
está preparando doce "nuevos odres" para el vino nuevo, para la proclamació n de las buenas
nuevas. Y para poder hacerlo, se aparta de la disputa teoló gica y sube al monte para orar allí.
Especialmente en el Antiguo Testamento hallamos que los montes son a menudo el lugar de
encuentro con Dios o el lugar de la revelació n divina. Recordaremos ciertas escenas de
sacrificio y oració n; nos vienen a la mente los montes Moría, Nebo, Ebal y Carmelo,
relacionados con hombres de oració n como lo fueron Abraham, Moisés, Josué y Elías.

Ya hemos visto que también nuestro Señ or a menudo se retiraba a un monte para dormir allí
(Lc 21:37), para estar solo (Jn 6:15) o, como en este caso, antes de elegir a sus apó stoles, para
orar.

Lejos del ajetreo cotidiano, sin tener a nadie cerca, só lo en la comunió n con el Padre. É ste era
un tiempo que el Señ or, como hombre, necesitaba para su ministerio y sus decisiones. Con ello
nos deja claro a nosotros, sus seguidores, que con mucho má s motivo tenemos necesidad de
retirarnos a un lugar solitario para orar y hallar orientació n y direcció n, para que no nos
quememos ni suframos dañ os en nuestro caminar.

La comunidad de Herrnhut tenía una pequeñ a cabañ a en una colina llamada "Hutberg". Allí se
retiraba Zinzendorf a menudo, y sus hermanos también, para orar a veces hasta la
medianoche. Quizá s nació de estas experiencias en los añ os de avivamiento el bello himno que
citamos aquí:

"Para que Dios nos pueda guiar

es necesaria la quietud;

es fá cil confundir la voluntad del Padre

con nuestra propia elecció n

cuando todavía caminamos a nuestro aire.

El que quiera la vida, que muera;

quien no muere, no vive.

No nos brillará luz verdadera

mientras nuestra carne no muera."22

En la quietud de la noche, el Señ or Jesú s permaneció en oració n. No solamente una hora, ni


dos, sino hasta que llegó la mañ ana. A pesar de que como Dios sabía a quienes iba a escoger de
entre los discípulos, pasó la noche en oració n.

¿Oró ya en esa noche por Pedro, que después lo negaría con juramento y maldiciendo? ¿O
quizá también por Juan, quien tras muchas décadas en el exilio escribiría el Apocalipsis? ¿O
por Jacobo, hermano de Juan, el primer discípulo que sufrió la muerte como má rtir? ¿O por
Judas, el que lo iba a entregar?
No lo sabemos. Pero nos avergü enza que É l, quien todo lo sabe, pasó la noche en oració n, y
nosotros que no sabemos qué decisiones para el futuro son las correctas y lo que éste nos
traerá , pensamos que eso de permanecer en oració n está de sobra o que se puede descuidar.

Cuando se hizo de día, Jesú s llamó a la multitud de sus discípulos y escogió a doce de entre
ellos, "a los cuales también llamó apó stoles" (Lc 6:13).

Evidentemente los llamó con tal autoridad que, por parte de los otros discípulos, no surgió
ninguna protesta. Nadie se quejó por no haber sido tomado en cuenta, o porque a otro le había
sido dada la preferencia.

Después, el Señ or descendió del monte con sus discípulos a una meseta donde se hallaba
reunida una gran multitud que habían venido de las inmediaciones, "para oírle, y para ser
sanados de sus enfermedades" (Lc 6:17). Y, antes de predicar el Sermó n del Monte, leemos la
breve nota, pero de gran contenido: "salía de él virtud, y sanaba a todos" (Lc 6:19). La fuerza
espiritual va siempre relacionada con la oració n perseverante.

¿Qué podemos aprender de esto?


1. Antes de tomar decisiones importantes deberíamos retirarnos en quietud para orar con
perseverancia a fin de conocer la voluntad de Dios.

Así como nuestro Señ or pasó la noche en oració n (un cuadro de paz interior, sin el agobio de
compromisos y citas) y subió para ello al monte (un cuadro de la paz exterior), nosotros
también deberíamos escoger una hora y un lugar donde podamos retirarnos para orar con
perseverancia. Afortunado quien pueda retirarse lejos del televisor, internet, teléfono mó vil o
fijo y otros tantos intrusos, para entrar en un lugar o cuarto de quietud.

El misionero Hudson Taylor (1832-1905) se encontraba en la crisis de su vida. Una seria


enfermedad lo había obligado a interrumpir su obra misionera en China en 1860 y regresar
como invá lido a Inglaterra. Los médicos opinaban que jamá s podría fortalecerse otra vez
como para poder volver a la China. Ahora llevaba ya cinco añ os viviendo míseramente en una
callejuela trasera en Londres con su joven familia. Tenía tan só lo 33 añ os y la gran necesidad
de los millones de chinos que jamá s habían escuchado el evangelio, acongojaba su alma.
Faltaban colaboradores dispuestos a salir para China a pesar de los peligros y dificultades, en
obediencia y confiando en las promesas de Dios.

En esos cinco añ os había orado mucho por China en silencio, pero entonces llegó el domingo
del añ o 1865 cuando, "en gran angustia espiritual", salió a la playa de Brighton y entregó
nuevamente su vida y la obra en China a Dios.

Ese día anotó en su diario: "Allí mismo le pedí a Dios veinticuatro obreros, dos para cada una
de las provincias que no tenían misionero, y dos para Mongolia. Escribí la petició n en el
margen de la Biblia que llevaba conmigo y regresé a casa, lleno de paz; una paz que hacía
meses no había conocido. Tenía la seguridad de que Dios iba a bendecir su obra y que yo
participaría de esa bendició n..." 23
Añ os má s tarde, Taylor oró por otros 100 obreros para China y, al final de su vida, oró por
1000 hombres y mujeres entregados a Dios; y Dios contestó todas estas oraciones.

Su hija y su yerno que lo acompañ aron muchas veces durante sus viajes por China, recordaron
má s tarde sus vivencias, cuando mes tras mes viajaban con él por el norte de China. Eso se
hacía en carros y carretillas, y las noches las pasaban en deplorables albergues, donde a
menudo só lo había un gran dormitorio para trabajadores y viajeros a la vez. Entonces, con
algunas cortinas intentaban hacer un pequeñ o rincó n separado para ellos y su padre:

"Y luego, después de que el sueñ o había producido por fin cierta medida de quietud,
escuchá bamos un fó sforo encenderse y veíamos el parpadeo de la vela que indicaba que
Hudson Taylor, aunque cansado, estaba estudiando aquella pequeñ a Biblia que siempre tenía
a mano. El tiempo que por lo general dedicaba a la oració n era de las dos a las cuatro de la
madrugada, cuando podía estar má s seguro de no ser molestado en su espera en Dios. El
parpadeo de esa vela significaba para nosotros má s que todo lo que habíamos oído y leído
sobre la oració n en secreto. Significaba una realidad; no era predicarlo, sino practicarlo." 24

2. Noches de oració n - ¿las conocemos só lo de la Biblia y de los libros antiguos?

El ejemplo de nuestro Señ or debería ser razó n suficiente para grabarnos con cincel en nuestra
mente la necesidad y el valor de la oració n perseverante y durante noches enteras. Cuando se
trate de decisiones importantes y de gran alcance, o también de necesidades candentes,
deberíamos ejercitarnos y practicar personalmente, como obreros y también como iglesia la
oració n perseverante.

(Is 62:6-7) "Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no
callará n jamá s. Los que os acordá is de Jehová , no ceséis, ni le deis tregua, hasta que confirme,
y hasta que ponga a Jerusalén en alabanza en la tierra."

De Ana, la profetisa, leemos que "no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con
ayunos y oraciones" (Lc 2:37).

Es asombroso que el apó stol Pablo relata có mo ora por otros "noche y día". Es interesante que
en contra del habla comú n menciona primero la noche y con ello pone un énfasis:

(1 Ts 3:10) "Orando de noche y de día con grande instancia, que veamos vuestro rostro, y que
cumplamos lo que falta a vuestra fe"

(2 Ti 1:3) "Doy gracias a Dios, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones de noche y
de día."

Y si, ademá s, tenemos en cuenta que está escrito que Sataná s, como "acusador de nuestros
hermanos", "los acusaba delante de nuestro Dios día y noche" (Ap 12:10), entonces no nos
costará mucho reconocer la necesidad de la intercesió n perseverante a favor de nuestros
hermanos.
Es conmovedor leer có mo en los primeros añ os de la comunidad de Herrnhut se hacían
vigilias "en las que debían participar todos los hombres entre 16 y 60 añ os". Orando y
cantando querían representar delante del Señ or a la iglesia que estaba durmiendo, "para que
el maligno no tuviera poder para dañ arlos."25

En el siglo pasado el Señ or usó de manera especial a Bakht Singh (1903-2000) para fundar
cientos de nuevas iglesias en la India y Pakistá n. Este hombre fue sobre todo un hombre de
oració n y de la Biblia.

La historia de su vida avergü enza y alienta a la vez: un cristiano cultivado, pero sencillo, que
renunció a todas sus posesiones, a pesar de que sus padres eran muy ricos. Ademá s, viajaba
mucho como evangelista aunque tenía un defecto en el habla, pero por esta causa aprendió a
confiar en Dios en toda circunstancia.

Cuando en 1938 salió para Madrá s, siendo un joven evangelista, para llevar a cabo una
evangelizació n durante tres meses, el Señ or puso en su corazó n orar con sus colaboradores y
otros hermanos "diecinueve noches seguidas, interrumpido só lo durante dos días".

"Todos ellos perseveraron en oració n y oraban para que Dios obrara de forma poderosa.
Como resultado de estas noches de oració n, el Señ or obró en muchas partes del sur de la
India, especialmente en Madrá s, donde nació la iglesia "Jehová -Shammah" y otras iglesias
neotestamentarias."26

Paul Marsh cuenta có mo en los añ os 50 tenía el cometido de llevar a Bakht Singh de la ciudad
de Lahore a la frontera cerca de Wagha. Debía recogerlo a las 7.30h de la mañ ana, pero halló
que a esa hora todos los hermanos estaban orando. Pensando que quizá s se había equivocado
de hora se disculpó por llegar tarde. La respuesta fue ésta: "No te preocupes, no has llegado
tarde. Acabamos de terminar nuestro culto de oració n que comenzó anoche después de la
reunió n."

El comentario de Paul Marsh al respecto: "Los hermanos habían estado orando durante unas
10 horas. Eso era típico para la persona y el carácter de Bakht Singh."27

3. ¡No tendremos fuerza espiritual ni autoridad para la obra, si no oramos seriamente!

La fuerza espiritual y nuestra eficacia no dependen de nuestro talento sino, sobre todo, de
nuestra comunió n con el Señ or y nuestra vida de oració n.

Ya sea que tengamos un "don para servir" o un "don para hablar" o que aú n no hayamos
descubierto el don que nos ha sido concedido, sin oració n perseverante no recibiremos poder
espiritual ni experimentaremos eficacia.

Las experiencias del pasado y los conceptos actuales prometedores del éxito no pueden suplir
la falta de fuerza espiritual y autoridad. Recargar las baterías diariamente mediante la oració n
y la lectura de la Biblia es algo imprescindible para poder hacer frente a nuestras tareas en la
familia, la escuela, el trabajo y en la iglesia. Nada puede sustituir los tiempos de oració n
prolongados y regulares.
Spurgeon escribió lo siguiente: "Si no somos má s negligentes que otros, eso no puede
servirnos de consuelo; los cortos alcances de los demá s no son para nosotros una excusa.
¡Cuá n pocos de nosotros podemos compararnos al Sr. Joseph Alleine! Cuando Joseph Alleine
disfrutaba de salud se levantaba constantemente a las cuatro de la mañ ana o antes, y se sentía
muy apenado cuando oía a los herreros o a otros artesanos en sus respectivos talleres, antes
que él estuviese en comunió n con Dios. "¡Có mo me avergü enza ese ruido! ¿No merece mi Amo
má s que el amo de ellos?" Desde las cuatro hasta las ocho pasaba el tiempo en oració n, en
santa contemplació n y en cá nticos de Salmos. A veces suspendía la rutina de sus tareas en las
iglesias y dedicaba días enteros a la oració n y la meditació n".28

Para que no haya malos entendidos: No se trata de que alguien ahora ponga su despertador
una hora antes, estimulado por las costumbres de oració n de ciertos personajes conocidos,
para amonestarnos a orar. El orar hay que aprenderlo y practicarlo. ¡Orar só lo se aprende
orando!

Las fuertes emociones, las movilizaciones y las llamadas a la oració n, en el mejor de los casos,
só lo podrá n motivar a orar a corto plazo. La solicitud en la oració n muy pronto desaparecerá.
Es mejor comenzar dando pequeñ os pasos para entrenar "los mú sculos de la oració n", que
obligarse en forma poco realista y terminar frustrado y resignado.

Nadie que pretenda llegar a corredor de marató n comenzará directamente corriendo un


marató n. Primeramente aguzará sus mú sculos y sus pulmones corriendo distancias má s
cortas, y con el tiempo aumentará la intensidad y los kiló metros a correr. Nadie que piense
dedicarse al salto de altura comenzará sus primeros ejercicios intentando saltar los dos
metros. Se empieza má s bajo, segú n la capacidad del momento, para poco a poco ir subiendo
el listó n.

De la misma manera, es prudente comenzar al principio reservando diez minutos para la


oració n, pero aprovechá ndolos concentrá ndonos bien. El que practique esto fielmente
durante algú n período de tiempo, notará que pronto no le bastan los 10 minutos. Los
crecientes motivos para orar, para dar gracias a Dios, para alabarlo, pedirle o interceder por
otros, poco a poco reclamará n má s tiempo y el tiempo de oració n se irá alargando por sí solo.

4. Así como el Señ or perseveró durante la noche en oració n, nosotros deberíamos ejercitarnos
en orar persistente y perseverantemente.

(Hch 1:14) "Todos estos perseveraban uná nimes en oració n"

(Ro 12:12) "Constantes en la oració n"

(Ef 6:18) "Orando en todo tiempo con toda oració n y sú plica en el Espíritu, y velando en ello
con toda perseverancia y sú plica por todos los santos."

(Col 4:2) "Perseverad en la oració n, velando en ella con acció n de gracias."


Cuando Pedro se hallaba en la cá rcel, la iglesia de Jerusalén "hacía sin cesar oració n a Dios por
él" (Hch 12:5). Este tiempo de oració n evidentemente duró hasta muy pasada la medianoche,
porque cuando Pedro fue despertado por el á ngel, fue a la casa de María, la madre de Juan
Marcos "donde muchos estaban reunidos orando" (Hch 12:12).

Cuando en nuestra iglesia una joven madre de tres hijos enfermó tan gravemente de
septicemia (infecció n/intoxicació n de la sangre causada por la multiplicació n incontrolable de
bacterias) que había que contar con su muerte29, nosotros como iglesia experimentamos de
forma conmovedora lo que es la oració n perseverante.

Cuando esto ocurrió , comenzamos a reunirnos todas las tardes para orar durante unas tres
semanas. Orá bamos por este asunto: que Dios conservara la esposa al esposo, la madre a los
niñ os y que conservara para la obra del Señ or a esta valiosa hermana.

Dios oyó nuestras oraciones. Recuerdo muy bien que después de estas tres semanas
terminamos nuestras reuniones de oració n diarias con sentimientos diversos: pensá ndolo
bien habría todavía muchos motivos de oració n y ocasiones para orar juntos diaria y
perseverantemente. Pero...

Georg Mü ller (1805-1898) al final de su vida relató sus experiencias con la oració n
perseverante: "El punto má s importante es no desistir jamá s, hasta que venga la respuesta. Yo
he orado todos los días durante 52 añ os por dos hombres, hijos de un amigo mío desde la
juventud. Hasta el día de hoy no se han convertido, ¡pero se convertirá n! ¿Có mo podría ser de
otra manera? Tenemos la promesa inconmovible del Señ or y en ella me apoyo. La gran falta de
los hijos de Dios es que no continú an orando. Si deseas algo para la honra de Dios, debes orar
hasta que lo recibas."30

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