Está en la página 1de 31

EL PADRE NUESTRO

Por Carlos Díaz Espejel

“Vosotros, pues, orad así …”


El Padre Nuestro es el
nombre de una oración
dada a conocer por
Jesús de Nazaret,
según los Evangelios
de Mateo (Mt 6, 9-13) y
de Lucas (Lc 11, 1-4).

El Padrenuestro es
considerada la oración
cristiana por excelencia.
Es una oración muy simple, natural, espontánea,
que en unos cuantos renglones:
• Se encuentra toda una filosofía de vida. La
doctrina de Jesucristo
• Es el resumen de todo el Evangelio (CIC)

• “Recorred todas las oraciones


que hay en las Escrituras, y no
creo que podáis encontrar algo
que no esté incluido en la
oración dominical.”
(San Agustín de Hipona).
El Padrenuestro es parte fundamental en los tres
Sacramentos de la iniciación cristiana:

➢ Bautismo
➢ Confirmación
➢ Eucaristía

En el bautismo y confirmación significa un nuevo


nacimiento a la vida divina.
En la liturgia de la Eucaristía es la oración de toda la
Iglesia.
El Padrenuestro, a primera vista se perciben dos
partes bien diferenciadas:

✓ Primera: donde Padre nuestro, que estás en el


predomina la alabanza cielo,
santificado sea tu nombre,
y la petición referida a
venga a nosotros tu reino;
lo que podríamos llamar hágase tu voluntad
“los intereses de Dios” en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada


✓ Segunda: presenta día; perdona nuestras ofensas,
peticiones más dirigidas como también nosotros
a nuestras necesidades perdonamos a los que nos
ofenden; no nos dejes caer en
la tentación, y líbranos del mal.
El Padrenuestro está estructurado:
• Invocación
• 7 peticiones
➢ En la primera parte, la serie de tres, que
se refieren a Dios usando el “tu”:
▪ “tu nombre”
▪ “tu reino”
▪ “tu voluntad”
➢ La segunda parte, con cuatro peticiones
del “nos”.
Muestran lo que debemos pedir para
nosotros, para mejorar nuestra vida
personal y la de nuestra sociedad.
Invocación:
“Padre nuestro, que estás en el cielo”
Lo identificamos, no es el padre terrenal, es el
Celestial.
Padre significa amor, preocupación por los hijos, entrega
generosa a ellos; se ha hecho a nosotros, es nuestro
Creador, pero también se ha entregado a nosotros.
Constituye la salvación eterna. El Cielo no significa un lugar,
un espacio y tiempo. Significa donde encontraremos a Dios.

En resumen:
Nos ponemos en presencia de Dios.
Nosotros nos reconocemos como hijos suyos y
tenemos el deseo y el compromiso de portarnos
como hijos de Dios.
El Padrenuestro está estructurado por la
invocación y las 7 peticiones:

Continuación… Invocación:
Se puede invocar a Dios como Padre según la propia
revelación bíblica en el Salmo 103(102):13: «Como el
padre se compadece de los hijos, así se compadece el
Eterno de los que le temen», lo ha revelado su propio Hijo
hecho hombre. Esta oración nos pone en comunión con
el Padre y con el Hijo. Al decirle nuestro, invocamos a la
nueva Alianza en Jesús, la comunión con la Santísima
Trinidad y la caridad divina extendida por la Iglesia en
todo el mundo. Que estás en el Cielo designa la majestad
de Dios y su presencia en el corazón de los justos. Según
los cristianos el mismo Dios lo revela en Salmo
103(102):19 «El Eterno estableció en los cielos Su trono».
Primera petición:
“Santificado sea tu nombre”
Al pedir esto, entramos en
el plan de Dios: la
santificación de su Nombre
fue revelado a Moisés
(YHVH) y revelado en
Jesús. “Bendiga todo mi
ser Su santo Nombre”
(Salmo 103(102):1).
Jesús mismo bendice al
Padre en Mt 11:25 “Bendito
seas, Padre, Señor de cielo
y tierra”.
El término "santificar" debe entenderse, no en su
sentido causativo, sólo Dios santifica (hace santo),
sino en un sentido estimativo; reconocer como
santo, tratar de una manera santa, se entiende a
veces como una alabanza y una acción de gracias
(Cf Salmo 111, 9; Lucas 1, 49).
Esta petición es enseñada por Jesús como algo a
desear profundamente y como proyecto en que
Dios y el hombre se comprometen. Estamos
sumergidos en el misterio íntimo de su Divinidad y
en el drama de la salvación de nuestra humanidad.
La santidad es propiedad sólo de Dios que la
transmite a los que ama
Se Segunda petición:
“Venga a nosotros tu Reino”
Es un Reino que se basa en lo que Jesucristo nos
reveló y que se construye con nuestra respuesta en
la conversión y en la fe (Mateo 4, 17; Marcos 1, 15).
El pecado nos aleja de él y nos cierra la entrada
(Gálatas 5, 19-21; I Corintios 6, 9-10; Efesios 5, 3-5).
El Reino de Dios representa la victoria sobre el mal
que será derrotado para siempre (Mateo 12, 26-28).
Esperamos el regreso de Cristo y la venida definitiva
del Reino de Dios. Oramos por el engrandecimiento
del Reino de Dios en cada persona en nuestra vida
cotidiana, con los actos comunes y corrientes.
“Su reino domina sobre todo” (Salmo 103(102):19).
Tanto en Mc 1:14 como en Mt 4:17, se afirma
claramente que su misión es proclamar el Reino de
Dios y la proximidad de los Últimos Tiempos.

Los Últimos Tiempos no equivalen al fin del mundo,


sino que comienzan los tiempos cuando Jesús
desciende a los infiernos y libera a los justos del
Antiguo Testamento.

Con su sacrificio, Jesús permite que los hombres


vayan a la presencia de Dios y no se queden
simplemente en el mundo de los muertos, esto es,
que el Reino de Dios venga en los Últimos
Tiempos.
Tercera petición:
“Hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo”
La voluntad de Dios sobre el hombre es que se salve
y goce eternamente de Él (Timoteo 2, 3-4).
La vida de Cristo sobre la tierra tiene sentido sólo
como redención del género humano. El plan de Dios
para el hombre en el cielo, tiene inicio en la tierra.
Guardar los Mandamientos de la Ley de Dios, seguir
sus caminos, mantenernos unidos a Él y servirle con
todo nuestro corazón y alma, y al prójimo como Cristo
nos amó.
Hacer la voluntad de Dios es amar a Dios sobre todas
las cosas.
Cristo hizo la voluntad de su Padre, de acuerdo a
su oración en el huerto de Getsemaní.
“Y adelantándose un poco, cayó sobre su rostro,
orando y diciendo: Padre mío, si es posible, que
pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero,
sino como tú quieras.” (Mt 26:39)

Jesús sabía que cumplir la Voluntad del Padre


implicaba mucho dolor para Él, sin embargo, Cristo
sabía que cumplir ese mandato era más importante
que todo, y espera que las personas imitemos su
ejemplo al cumplir la misión que nos encomendó el
Padre a cada uno, a pesar de cualquier obstáculo.
Cuarta petición:
Danos hoy nuestro pan de cada día

Hay tres conceptos acerca del pan de cada día:

• El sustento material
• La Palabra de Dios
• El Cuerpo de Cristo en el Sacramento de la
Eucaristía
•Sustento Material: Se refiere a los elementos
terrenales para nuestra subsistencia. Él “...sacia de
bienes tu existencia, y te rejuveneces como un
águila”. Salmo 103(102), 5.
Dios llena las necesidades personales de cada
individuo, que el Padre puede proveer de bienes
materiales y sustento a quien se comprometa con
sus mandatos, de manera consciente o
inconsciente.
“Al verla, los hijos de Israel se dijeron unos a otros:
¿Qué es esto?, porque no sabían lo que era. Y
Moisés les dijo: Es el pan que el Señor nos da para
comer.” Éxodo 16, 1.
Dios alimenta a Israel con maná en el desierto.
El Señor no desampara a su pueblo en el aspecto
material. La Iglesia es el Nuevo Israel, el nuevo
pueblo de Dios y si no desamparó a su pueblo,
Israel, en tiempos de Egipto, tampoco lo hará con
su nuevo pueblo, la Iglesia de Cristo.
•Palabra de Dios: Es nuestro pan de Vida.
“Y te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó
con el maná que no conocías, ni tus padres habían
conocido, para hacerte entender que el hombre no
sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede
de la boca del Señor.” Dt 8,3
“Pero Él respondiendo dijo: Escrito está: "No sólo de
pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de
la boca de Dios.” Mt 4,4
Las personas no solo somos un cuerpo que necesita
sustento material, somos una unidad cuerpo-alma. Así
como la comida alimenta al cuerpo, el alma necesita
lo propio y esto se da con la Palabra de Dios.
En esta petición pedimos alimento integral, para el
cuerpo y alma que son inseparables. No se puede
alimentar al cuerpo sin alimentar al espíritu.
La segunda cita es el pasaje donde Jesús es
tentado, en el desierto, por el demonio, quien le dice
que debe saciar el hambre de su cuerpo; Jesús le
responde que no sólo su cuerpo necesita alimento,
más bien su espíritu, demostrando una vez más la
coherencia de su mensaje con la de su actuar.

•Sacramento de la Eucaristía: Jesús instituyó a


sus apóstoles en la Última Cena para que la
transmitieran a los hombres de todos los tiempos y
de generación en generación.
Entonces Jesús les dijo: En verdad, en verdad os
digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y
bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que
come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna,
y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre,
permanece en mí y yo en él. Como el Padre que
vive me envió, y yo vivo por el Padre, asimismo el
que me come, él también vivirá por mí. Éste es el
pan que descendió del cielo; no como el maná que
vuestros padres comieron, y murieron; el que come
este pan vivirá para siempre.» Juan 6:53-58.
Jesucristo nos enseñó a pedir al Padre con la
certeza de que todo nos lo dará:

“En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al


Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le
habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para
que vuestro gozo sea colmado” (Juan 16, 23-24).

La solución a nuestros los problemas vendrá de Dios


que tocará los corazones de las personas.

Pedimos con un “nuestro” en solidaridad con


aquellos que no tienen, acercándonos a sus
necesidades y a sus sufrimientos, conscientes de
que somos hijos del mismo Padre.
Quinta petición:
Perdona nuestras ofensas como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

Esta petición empieza con una "confesión" en la que


afirmamos: nuestra miseria y su Misericordia divina,
la cual no recibimos si no perdonamos a nuestros
enemigos, como Jesús lo hizo en la Cruz, “Padre
perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Lc 23:34

Jesús sabe que el Padre perdona con amor:


“Él perdona todas tus iniquidades” Salmo 103(102):3.
“No ha hecho con nosotros conforme a nuestras
iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros
pecados.” Salmo 103(102):10
Dios perdona nuestras culpas en la medida que
sepamos perdonar.
Nuestra esperanza es firme porque, en su Hijo,
"tenemos la redención, la remisión de nuestros
pecados" (Colosenses 1, 14; Efesios 1, 7).

El signo eficaz e indudable de su perdón lo


encontramos en los sacramentos de su Iglesia
(Mateo 26, 28; Juan 20, 23).
Pero la misericordia de Dios, no dejamos que
penetre en nuestro corazón, mientras no hayamos
perdonado a los que nos han ofendido.
El Amor, como el Cuerpo de Cristo, es indivisible no
podemos amar a Dios a quien no vemos, si no
amamos a nuestro prójimo a quién vemos (IJuan 4,20).
Al no perdonar a nuestros semejantes, el corazón se
cierra; su dureza lo hace impermeable al amor
misericordioso del Padre.
En la confesión del propio pecado, el corazón se abre
a su gracia (CIC 2839-2840).
La misericordia se apoya en nuestra fe de la bondad
de Dios y en nuestra constancia de seguir su Ley.
Por gracia de Dios somos portadores de misericordia,
debemos hacer presente a Dios en nuestra
comunidad y predicar que el amor es más fuerte que
el pecado.
Sexta petición:

No nos dejes caer en tentación

Sabemos que somos débiles de espíritu, por eso


acudimos a Dios para que nos aleje de los caminos
que nos puedan conducir al pecado.

Somos conscientes de que hay muchas tentaciones


que buscan alejarnos del amor de Dios.

Imploramos al Espíritu Santo que nos dé


discernimiento y fuerza, como Jesús las tuvo al ser
tentado en el desierto:
“… y le dijo: Si eres Hijo de Dios, lánzate abajo, pues
escrito está: "A sus ángeles te encomendará", y: "En
las manos te llevarán, no sea que tu pie tropiece en
piedra."
Jesús le dijo: También está escrito: "No tentarás al
Señor tu Dios." (Mateo 4:6-7)
Cristo enseña lo importante de Dios en nuestra vida:
“No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si
alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en
él. Puesto que todo lo que hay en el mundo -la
concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los
ojos y la jactancia de las riquezas- no viene del
Padre, sino del mundo. El mundo y sus
concupiscencias pasan; pero quien cumple la
voluntad de Dios permanece para siempre (IJuan 2,15-17).
Jesucristo nos pide que recemos para no caer en la
tentación (Mt 26, 41; Mc 14, 38; Lc 22, 40; 22, 46).

Dios no nos quita las tentaciones, pero nos da la


ayuda para superarlas y expresarle nuestro amor
prefiriéndolo a Él sobre todas las cosas.

La tentación es el camino que conduce al pecado,


rotura de la relación de amor entre Dios y nosotros.

Cuando le pedimos a Dios que no nos deje caer en


tentación, estamos afirmando la voluntad de amarlo
a Él sobre todas las cosas.
Séptima petición:
Y líbranos del mal

Pedimos a Dios que nos quite las dificultades del


camino. Pedimos que Jesús manifieste su victoria
sobre Satán y sus planes en contra de la Salvación
de los hombres.
“...y las fuerzas de la muerte no prevalecerán sobre
Ella (se refiere a la Iglesia).” Mt 16:18
Jesucristo ya ha vencido el mal que reinaba en el
mundo. Él nos apoya en esta lucha, Él es quien
vence en nosotros.
El orden de la obediencia al designio de Dios roto por
Satanás (ángel rebelde a Dios) volverá a restaurarse
en Cristo cuando llegue su venida final.
Hasta entonces, oramos a Dios para que nos libre de
las acechanzas del Maligno.
Al pedir ser liberados del Maligno, oramos para ser
liberados de todos los males, presentes, pasados y
futuros de los que él es autor o instigador.
Con la liberación de todos los males que nos
abruman, imploramos el don de la paz y la gracia de
la espera en el retorno de Cristo.
Orando así, anticipamos en la humildad de la fe la
recapitulación de todos y de todo en Aquel que “tiene
las llaves de la Muerte y del Hades”: (Apocalipsis 1,
18), “el Dueño de todo, Aquel que es, que era y que
ha de venir” (Apocalipsis 1, 8; Apocalipsis 1, 4)
(Catecismo de la Iglesia Católica 2854).

Para concluir la oración, usamos la palabra Amén,


que significa “Así sea” (Lc 1:38), refrendando lo que
contiene la oración que Dios nos enseñó.
Jesús no desea que la oración sea repetida de modo
mecánico, sino que por medio de ella establezcamos
un diálogo con el Padre.

Jesús nos dicta cómo debe ser la relación con Él.

Deben reconocer que es nuestro Creador y, por


tanto, nuestro Padre, y rendirle la honra que merece.

Debemos pedirle lo que necesitemos, pues el Padre


concede a quien le hace peticiones de manera
adecuada; y debemos pedir perdón por nuestros
pecados .

Todo esto con mucha fe.


GRACIAS

También podría gustarte