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Es un hecho comprobado que la transición de la escuela secundaria a la vida universitaria

puede ser traumática en la mayoría de casos ya que se pierde la constante estabilidad que se
adquiere en los años de estudio básicos, mas al llegar a esta bifurcación del proceso evolutivo
se obtienen ciertas libertades que antes no se poseía al definir los perfiles de lo que se quiere o
no. Las pretensiones ahora cobran vital importancia, pero también aparece una problemática
que afecta a la mayoría de jóvenes quienes viven este proceso.

El régimen de estudio universitario requiere mucha lectura, incluso en las carreras numéricas.

La adaptación a este cambio suele ser compleja y no bien tomada por muchos, por ello
hallamos altos índices de deserción en los primeros semestres académicos universitarios, es
cuestión de cultura y de involucrarse en los nuevos procesos educativos de esta etapa
académica.

Para Castañeda y Henao (2010) la lectura es una actividad mental compleja de capacitación
donde se graban datos, conceptos, emociones y el lector debe interpretar, confrontar,
rechazar, resumir y elaborar conceptos que contienen los textos. Ahora bien, dichos textos
pueden ser densos según la especialidad y si no hay una cultura o estimulación previa desde la
escuela básica, la lectura puede resultar vaga e imprecisa en el momento de rescatar los
detalles importantes de la misma. Sintetizar adecuadamente los conceptos, generar una
comprensión con su respectivo análisis y síntesis no será un trabajo sencillo sin las
herramientas previamente mencionadas.

Todas estas carencias generan desconcierto en el nuevo universitario quien naturalmente se


siente desarraigado y desentendido de lo que fuere su zona de confort en los años anteriores
ya que su lectura era corta y muy obvia de interpretar. En la educación universitaria sus
lecturas son mucho más exigidas y por ende el estudiante deja de realizar las lecturas
solicitadas y no se prepara adecuadamente.

Para Anaya-Durand y Anaya-Huertas (2010) el maestro debe generar motivación en sus


estudiantes, más allá de solo usar temporalmente la autoridad o la misma inseguridad de sus
estudiantes para obtener beneficios en sus promedios o distinciones sobre sus otros
compañeros. En tal sentido, el estudiante se desmotiva y ello genera desidia cuando los
estudiantes se convierten en profesionales sin pasión. El problema radica en el mal empleo de
las estrategias pedagógicas que generaron un aprendizaje precario que no cumple con los
propósitos de los cursos universitarios.

El desinterés por la lectura deriva en un mal aprendizaje que impedirá un óptimo desarrollo a
lo largo de la carrera profesional. Pero no es algo irreversible. El dejar de asumir posturas de
autoeducación del estudiante puede mejorar estos escenarios y así asegurarles herramientas o
pautas para conseguir los resultados esperados académicamente. El gran interés que debe
manifestarse está en los procesos del estudiante, que se sienta acompañado en el desarrollo
de su entendimiento y la interpretación de las lecturas asignadas al principio, ya que aún
pueden existir dudas sobre la correcta elección de la carrera profesional y eso aunado a una
compresión lectora deficiente generan más dudas. Es esto último lo que se pretende evitar.

Mejorar la calidad de egresados universitarios parte de formar de carácter prioritario a


profesionales capaces de leer y redactar adecuadamente, que puedan sintetizar y procesar la
información que obtienen de los textos sugeridos y sean investigadores, productores de su
propio texto y a su vez lo puedan comprender, interpretar y otras cosas más que lleven a una
adecuada difusión del conocimiento. Citando nuevamente a Anaya-Durand y Anaya-Huertas
(2010), proponen que el maestro trabaje en una región segura de nivel de exigencia que no
genere desaliento y bajas notas, pero sí promover expectativas suficientes para promover un
mejor rendimiento en los alumnos.

La labor de la universidad es mantener la motivación personal del estudiante para no perderse


y mantenerse firme en el deseo de estudiar y conseguir resultados adecuados para alcanzar un
aprendizaje real. El problema eje radica en la difícil misión de adaptarse al ritmo de
aprendizaje que sugieren las lecturas universitarias y esto muchas veces desmotiva a los
estudiantes, por tanto, el acompañamiento guía en este proceso es fundamental.

En conclusión, la adaptación temprana al ritmo de aprendizaje universitario es básico, ya que


la universidad es un espacio de interminable conocimiento que brinda las herramientas clave
para la vida profesional. Una adecuada motivación brinda de cierto modo la autonomía que
tanto se estimula en esta etapa, junto a una guía eficiente que acompañe este proceso
proveerá las pautas para enfrentar esta transición bien llamada cambio. Caso contrario se
incide en la desmotivación desde los primeros ciclos académicos y en un espiral de simplismo
sólo se querrá aprobar en lugar de aprender, desdeñando todos los recursos que esta
maravillosa etapa académica otorga al estudiante.

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