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NOCHES LÚGUBRES.
Ante este juicio de Glendinning, resultaría más lícito entender la obra como una
inspiración de la difunta pleiteada, que se manifestaba en distintas composiciones
literarias de su tiempo, tanto como cuento popular como de forma culta en diversos
textos elevados, incluyendo a Shakespeare, Boccaccio y Lope de Vega. Esta historia
popular habla de dos enamorados cuya unión es impedida por las figuras paternas,
acabando con la muerte de la amada. Ante esto, el relato sigue su curso con el amado
yendo a exhumar el cuerpo de su enamorada, acabando de forma diferente dependiendo
del relato. En algunos, la amada es encontrada aún con vida y, en otros, es al momento
de desenterrarla que resucita gracias al calor corporal de su amado.
Si bien hay críticos que niegan la fluencia de este autor en la obra, diversos
elementos ideológicos, filosóficos y los sentimientos que motivaron tanto a Young
como a Cadalso a componer sus respectivas obras, coinciden. Ambas experiencias
vitales comparten la muerte de sus correspondientes amadas. A esto se le suma la
incipiente fascinación de Cadalso por las meditaciones de Young sobre la condición
humana, la muerte, y entre otros tópicos, y se pone aún más en evidencia.
En lo que respecta a la Primera noche, Glendinning advierte que el motivo de la
amada desenterrada solo se adhiere a los sucesos de la primera Noche.
Glendinning verá que la Primera noche destaca por este sentimiento constante de
marginalidad, opuesto a la identificación con el prójimo. Se parte de un sentimiento
específico, el individuo, hasta uno más general, la humanidad.
Será en los albores de la Tercera noche que Tediato entenderá los males del
destino como una tiranía determinista a la que está sometida toda la humanidad. Tediato
verá a todos los hombres como iguales que no pueden escapar del sufrimiento, da igual
la desigualdad de oportunidades y condiciones de vida en que se hallen. Encontrará una
razón para vivir en la amistad fraternal que desarrolló hacia Lorenzo, por lo que
desechará la idea del suicidio.
Otro autor destacado de esta corriente sería Fray Diego González, quien
representa con frecuencia en su poética referencias mitológicas. Cosa de la que tampoco
se aleja Meléndez Valdés, quien ofrecerá un abanico amplio de poesía erótica. Pero no
se queda ahí, pues el propio Meléndez, junto a contemporáneos destacados como
Nicolás Moratín y Samaniego, escribieron dentro de esta corriente con una voz satírica,
festiva y en contra de la clerecía.
Luego compone sátiras en contra de las malas costumbres de los hombres y las
mujeres, como la infidelidad, modas deshonestas, ignorancia, afición al juego, etc.
Jovellanos tratará de reformar la poesía con este tipo de composiciones más didácticas.
Meléndez más tarde se le unirá con El filósofo en el campo, donde señala también los
vicios de las clases superiores hacia las ejecuciones.
Otra cuestión que abarca Carnero es la de las difíciles fronteras que se intentan
trazar en la Poesía Ilustrada y la Prerromántica, pues se encuentran afines a la
denominada reflexión filosófico moral para entender la virtud y la naturaleza del ser
humano. El tono empleado es didáctico y aparentemente cercano a la Poesía Ilustrada,
pero se difuminan con rapidez las líneas categoriales cuando hallamos un canto lóbrego
en forma de desahogo emocional. A esto lo denominará Jovellanos la moral filosofía.
Esta mezcolanza de estilos les resultaba todo menos una suerte de contradicción. Dentro
de este tipo de obras encontramos las epístolas de Jovellanos dedicadas a Batilo y a
Bermudo, junto con la de El Paular.
Otro núcleo temático de este emocionalismo del XVIII es aquella que rinde culto
a la noche como orientación a una meditación pesimista sobre el ser humano. Se teme a
la amenaza que representa la muerte y se expresa con imágenes de ruinas y sepulcros.
En esta corriente destacará el poeta Edward Young, cuyo estilo será el molde sobre el
que Cadalso compondrá su célebre obra Noches Lúgubres.
Cienfuegos, junto a Meléndez Valdés y Quintana, fue quien mejor otorgó una
gama considerablemente alta de referencias fúnebres a través de un patetismo que, de no
haber estado presente aquí, la retórica del Romanticismo del XVIII no existiría tal y
como la conocemos.
Senancour será otro autor que Carnero señalará como imprescindible para esta
etapa del primer Romanticismo del siglo XVIII, sobre todo por el retrato de la
irremediable soledad y sensación de aislamiento que se pone en relieve mediante sus
poemas más melancólico. De hecho, será posterior a la figura de Senancour la de José
de cadalso con sus famosas Noches Lúgubres, donde se halla la quintaesencia de todo lo
antes mencionado: la presencia de la naturaleza, la búsqueda del diálogo epistemológico
con Dios, la noche y los sepulcros, y la acentuación del célebre malestar de aquel
tiempo al que denominaron fastidio universal.
Bibliografía.
GLENDINNING, N. (1962). Vida y obra de Cadalso. (Madrid, Gredos, pp. 70-85).