Está en la página 1de 2

10M- SEREMOS DICHOSOS SI SABEMOS DARNOS A LOS DEMAS CON

GENEROSIDAD
Extraído del audio “ Sin medida “ (31-10-2022) FPM
https://www.youtube.com/watch?v=wLIRqeEiSaQ
https://www.ivoox.com/31-10-2022-sin-medida-10-minutos-jesus-audios-mp3_rf_95134079_1.html
https://www.ivoox.com/podcast- 10-minutos-jesus_sq_f1633739_1.html

Todos los textos de audio de 10MCJ https://www.textos-audios10mcj.org/


Todos los videos en YouTube de 10M con Jesús
Vídeo explicativo realizado para el portal www.10minutosconjesus.org
Únete en la web para recibir la meditación cada mañana por WhatsApp o,
si lo prefieres, únete al canal de Telegram.
https://www.youtube.com/watch?v=XVjfvht_S3M

Señor mío y Dios mío creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda
reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracias para hacer con fruto este rato de oración, Madre mía
Inmaculada, san José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.
Hoy nos cuenta san Lucas que un fariseo importante invitó a su casa a Jesús, y en un momento del
encuentro, quizá ya en la sobremesa Jesús le daba este consejo:
–Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los
vecinos ricos: porque corresponderán invitándote y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte;
te pagarán cuando resuciten los justos.
Hoy, Jesús, nos propones también a nosotros esta reflexión. No te limites a hacer favores, a tener detalles
de amistad tan solo con tus amigos o familiares o vecinos que tienen posibilidad de hacer algo similar por
ti. Anímate a tratar así también a otros que conozcas menos o que no puedan corresponderte,
porque no sepan hacerlo, no les sale, o porque no tengan los medios que tú tienes.
Tú, Jesús, nos hablas de pobres, lisiados, cojos y ciegos. Todos ellos son personas necesitadas porque
tenían que vivir de la limosna. Por sus limitaciones no podían trabajar y vivían de la compasión que los
demás tuviesen con ellos.
Jesús, pones el listón muy alto. Ya nos cuesta, a veces, querer bien a los amigos y a los familiares. Porque
nos cuesta comprender y disculpar. Nos cuesta convivir, a veces, con sus defectos. Y nos propones tener
detalles de afecto con personas que conocemos poco o con personas que no van a corresponder a
nuestras acciones.
Qué ocasión tenemos tú y yo de vivir este ideal cristiano cada día, haciendo de tu estudio o de tu trabajo
un servicio. Ofreciendo horas de trabajo realizado con esfuerzo por personas que no conoces
personalmente, pero que entiendes que pueden estar necesitadas de tu oración. O desempeñando tu
oficio pensando en las personas que se beneficiarán de ellos, aunque desconozcas quiénes serán.
Hoy Jesús nos da este consejo. Seremos dichosos, nos dice. Y pensando en tu vida aquí en la tierra,
Jesús, me doy cuenta que no se corresponde con ese refrán que dice: Consejos vendo que para mí no
tengo.
Qué ejemplo nos das, Jesús, cada vez que participamos –yo cada vez que celebro– la Misa. Allí, igual que
en la Cruz en el Gólgota, cada día, en cada altar, ofreces tu oración y tu vida –tu Cuerpo y tu Sangre– por
intenciones que abarcan el mundo entero. Allí, junto a ti, nos enseñas a rezar por los vivos y por los
difuntos. Nos enseñas a encomendarnos a los ángeles y a los santos que gozan ya de tu presencia en el
Cielo. En primer lugar nuestra Madre Santa María.
Allí comprobamos cómo presentamos unas ofrendas sencillas, un poco de pan y un poco de vino y tú las
acoges, y las transformas en tu Cuerpo y tu Sangre, que presentas al Padre, a Dios Padre, por la salvación
del mundo. Tu Cuerpo entero y toda tu Sangre, que después nos ofreces en la comunión como ofrenda
para nuestro bien: nuestra fuerza y nuestro consuelo.
Y esto es una muestra de lo que haces con nuestras peticiones: las escuchas y las haces tuyas.
Y ahora me pides vivir de este mismo modo, yo, con los demás. Sin miedo a ser generoso. Sin miedo a no
ser reconocido o correspondido… Como tú… Es tremendo…
Decía san Bernardo que el momento de la Cruz es como si Dios hubiese vaciado sobre la tierra un saco
lleno de su misericordia; un saco que se desfondó en la Pasión.
Una sola gota de su Sangre hubiera bastado para limpiar todos nuestros pecados, para purificar todos
nuestros corazones. Tan grande es el amor que alberga tu Corazón, Jesús. Sin embargo, nada es
suficiente cuando se trata de amar.
La escritora Mónica Miller se hace una pregunta en un libro que ha escrito sobre la teología que encierra la
película de Mel Gibson sobre la Pasión de Cristo. Se pregunta: Si santo Tomás tiene razón al componer el
himno eucarístico Adoro Te devote y decir allí que una sola gota de la sangre de Cristo bastaría para librar
al mundo de todos sus crímenes y pecados, ¿por qué entonces Jesús nos dio seis litros –toda su sangre–
en lugar de una sola gota? La respuesta que ella misma da es: Porque tenía seis litros para dar.
Aprendo mucho de una vecina, ya mayor, viuda desde hace bastantes años y con dos hijos mayores,
porque siempre tiene detalles con los demás: a una amiga le pasa la revista que compra cada mes, a otra
va a visitarla con frecuencia porque está sola, con otras amigas queda para tomar un café, a otra le ayuda
con la compra, a otra le compra medicinas en la farmacia, a otra la acompaña al médico… Aunque luego
cuando ella tiene que ir al médico ninguna se ofrece para acompañarla, o ninguna se acerca a su casa
para escucharla un rato y ayudarla con sus cosas. Es genial, y todo un ejemplo.
Y, como ella, padres y madres de familia, educadores, catequistas, que dan de su tiempo con generosidad
y sin depender de verse o no correspondidos.
Es, como considerábamos antes, el trabajo bien realizado, conociendo a los que se beneficiarán de ello o
no… Es el esfuerzo en el estudio sin necesidad de un premio… Es la ayuda en casa sin que se note… Son
iniciativas de voluntariado con personas que quizá no sepan dar las gracias…
Dinero hace falta, comida hace falta, pero muchas veces lo que los demás necesitan o agradecen es
nuestro tiempo. Un bien muy escaso hoy en día, para estar, escuchar, comprender.
Te miramos a ti, Jesús, y es lo que nos ofreces continuamente. Ahí te tenemos, siempre, en el sagrario,
disponible…
Es verdad que uno da cuando tiene; cuando es consciente de que tiene. Tú y yo tenemos un tesoro
valiosísimo: la fe. Hoy eres tú, Jesús, el que nos enseñas que seremos dichosos si sabemos darnos
con generosidad; si sabemos vivir de amor.
Y es que, como hemos oído tantas veces, con el amor sucede lo contrario que con el dinero: cuanto mas
se da, más se tiene. Y este es tu deseo, Jesús, vernos ricos. Pero de lo que de verdad vale la pena,
nuestra capacidad de querer, de entregarnos a los demás.
Te doy gracias Dios mío por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en
esta meditación, te pido la ayuda para ponerlos por obra, Madre mía Inmaculada, san José mi padre y
señor, Ángel de mi guarda interceded por mí.

También podría gustarte