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Todos los videos en YouTube de 10M con Jesús Vídeo explicativo realizado para el portal www.10minutosconjesus.org Únete en la web para recibir la meditación cada mañana por WhatsApp o, si lo prefieres, únete al canal de Telegram. https://www.youtube.com/watch?v=XVjfvht_S3M Señor mío y Dios mío creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracias para hacer con fruto este rato de oración, Madre mía Inmaculada, san José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí. Hace unos años tuve la suerte de hacer un curso de retórica, de cómo mejorar las habilidades para hablar en público, para exponer un tema delante de distintas personas. Y recuerdo, se me quedó muy grabado, que el profesor nos insistió mucho en la idea de no utilizar un tono ni imperativo ni negativo. Es decir, el típico que uno está dando una conferencia o una charla, o lo que sea, y dice: hay que, o tenemos que, o no sé qué, o no es bueno, o hay que evitar… Sino decir las cosas en positivo: has pensado cómo te ayudaría a hacer no sé qué o te has ilusionado al hacer o ¿por qué no procuras hacer estas cosas de este modo?... yo que sé, algo así más en positivo ¿No? De hecho es una técnica que a todos nos ayuda, y que intento poner en práctica en estos 10McJ cuando me toca hacer mi oración contigo, Señor, pero dirigida también pues a más personas. Y sin embargo, en el evangelio de hoy, se nos presenta una parábola, la del publicano y la del fariseo que van a orar. Y tú, Jesús, utilizas esa como contraposición ¿no? El fariseo es alguien que rápidamente a uno le pilla un poco de manía, porque empieza diciendo: ¡Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni tampoco como ese publicano! Vaya soberbia que tenía el fariseo. Y luego enumera sus méritos: Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que tengo, etc… Es como el típico tío pesado de clase que se te acerca y te dice: Oye yo he hecho esta parte del trabajo y tú has hecho un 2% menos Entonces me tienes que… déjame en paz, ¿No? no sé, es un poco chapa… Y luego por otro lado el Señor nos habla del publicano, que dice que se quedaba atrás de la iglesia, y que no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo, ¡Oh Dios, ten compasión de este pecador! Y luego acaba la parábola Jesús diciendo: “Os digo que este, el publicano, bajo a su casa justificado y aquél no, porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido” Pues aquí tú, Señor, utilizas un poco esta esta técnica ¿no? de decir cómo no hay que rezar, como no nos tenemos que dirigir a Dios, nuestro Señor. Y también luego pones el ejemplo positivo, de cómo al Señor realmente lo que le gusta, lo que le mueve, es un corazón que busca misericordia. Este evangelio nos habla de la oración. La oración es como la sangre que corre por nuestras venas, es el aire que respiramos los cristianos para poder vivir. Y al final hay muchos modos de rezar, tantos como personas. Si vamos un poco a lo general pues puedes pensar uno puedes rezar cantando, como decía San Agustín, el que reza y canta reza dos veces. Uno puede rezar sirviéndose del Evangelio, sirviéndose de un audio, como este, uno puede rezar simplemente callando, uno puede rezar mirando al Sagrario, mirando a Jesús, mirando a una imagen de la Virgen que le dé devoción, uno puede rezar de rodillas, uno puede rezar tumbado, uno puede rezar sentado, uno puede rezar de pie, etc… Hay modos y modos de rezar. Uno puede alabar, uno puede desagraviar, pedir perdón por los pecados propios y los de todo el mundo, uno puede dar gracias, uno puede pedir por distintas intenciones, etc… Al final, la oración es tan diversa como como diversos somos los hijos de Dios, que tenemos una cosa en común, todos los hombres y todas las mujeres, y es que somos hijos del mismo Padre, de Dios nuestro Señor. Y al final la oración se trata básicamente de eso, de descubrir en nuestro interior la mirada que tiene Dios hacia nosotros. Al final, cuando, lo puedes pensar eh, porque la oración es verdad que es un don, es un don sobrenatural que nos lo regala Dios, pero también es algo humano, es un diálogo entre dos personas que están vivas, entre Jesús, que está vivo, especialmente presente, realmente presente en el sagrario yen cada persona. Y solo cuando quieres a una persona de verdad pues vas más allá de sus defectos. Si tú a una persona no la quieres. incluso te cae mal, pues rápidamente piensas: es que, no sé, es que es un pesado, es que habla mucho, es que le huelen los pies, o es que es un vanidoso… Sin embargo, si le quieres le exculpas. Contaba San Josemaría, que siempre me ha hecho mucha gracia, aquella madre que un día le echaron un poco en cara, le afearon, la conducta de su hijo, que se metía el dedo en la nariz, y una señora pues le dijo a esa madre: Oye, que tu hijo se mete el dedo en la nariz que eso es una cosa un poco sucia, y la madre decía, es que va a ser investigador, Pues así nos mira el Señor a nosotros, como si fuéramos investigadores Esa mirada de Dios es la que da sentido a nuestra vida y por tanto, por supuesto también a nuestra oración, al final el hombre es un ser humano que está herido por el pecado original y la auténtica curación, la única curación, es la que tiene que ver con el amor, es volver a nuestros orígenes, volver a Dios. Te voy a poner algún ejemplo, que leí hace poco de un libro que me gustó, de un sacerdote italiano que se llama Fabio Rosini, y que habla de situaciones en las que sangramos por dentro, en las que no dejamos que entre el amor. Fíjate, porque probablemente con alguna te identifiques, yo en muchas, la verdad, Dice: --“Quizá no consigues decir que no a unas personas que te rodean, y te ves atrapado en la sensación de no tener el lujo de decepcionar a alguien, y eso, que es una esclavitud, no es amor” --O por ejemplo: “A veces nos vendemos por un ápice de reconocimiento por parte de los demás, vendemos la verdad, vendemos nuestra identidad, vendemos no sé --O quizá nos interesa algo y arrancamos pues muy fuertes en quinta marcha y pasamos por encima de los demás --O tampoco nos abrimos al amor, por ejemplo: cuando estamos siempre descontentos con nosotros mismos pensando que todo lo hacemos mal. Y también si estamos todo el rato, o todo el día, quejándonos de nuestro aspecto físico como…, no sé, cómo los narcisistas --O por ejemplo; tampoco nos abrimos al amor, estamos cerrados a él, cuando nunca nos desprendemos de nuestro pasado, de lo que nos ha ocurrido, de las heridas que tenemos --O a veces tampoco nos abrimos el amor si somos posesivos e invadimos el espacio de los demás --O por el contrario si vamos por nuestra cuenta, fingimos los sentimientos, y tenemos un corazón frío --O nos cerramos al amor cuando estamos siempre discutiendo con los demás o si nos enfadamos fácilmente --O si nos vemos en la necesidad de gustar continuamente a todo el mundo. O de hacernos las víctimas para lograr que se compadezcan de nosotros, o si vamos por la vida sin mostrarnos, con el freno de mano puesto. --O si estamos constantemente hablando mal de todos --O si no aceptamos las críticas, si exageramos o adornamos los acontecimientos para que los demás tengan una buena imagen de nosotros --O si nunca nos mojamos con nadie y somos personas tan equilibradas que nos convertimos en aburridas, y que nunca nos posicionamos ni siquiera ante la verdad. --O si preferimos morir antes que pedir ayuda, o si tenemos vergüenza de nosotros mismos, o si procuramos pasar tan desapercibidos en todas partes que no nos mostramos ante los demás. --O si nunca nos abrimos del todo, ni siquiera en la dirección espiritual, en la confesión etc… Hay muchas más. Este autor enumera unas cuantas actitudes más, pero pensaba que ayudan que en el fondo cuando leemos esta parábola, cuando el Señor, cuando tú Jesús, nos expones la parábola del fariseo y del publicano, todos decimos pues yo quiero ser como el publicano, y sin embargo cuanto bien nos hace a veces escarbar un poco en nuestro interior, o preguntarle al Señor: ¿Señor, yo que tengo de fariseo en mi comportamiento, en mis actitudes, en mis convicciones profundas? Quizá nos cuesta mucho reconocerlo, pero es que realmente todos tenemos un punto de fariseo. Y lo vamos a tener en la tierra hasta que el Señor nos vaya sanando, en la oración, en los sacramentos, donde nos da especialmente su gracia, y donde él nos puede ayudar, nos da la gracia para para vencer a estas tentaciones, a esta enfermedad, que es la de no abrirse al amor, la de quedarse encerrado en nosotros mismos… Pues le pedimos a Jesús y a su Madre Santísima que nos haga almas de oración para abrirnos al don de la gracia, al don dela oración Te doy gracias Dios mío por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación, te pido la ayuda para ponerlos por obra, Madre mía Inmaculada, san José mi padre y señor, Ángel de mi guarda interceded por mí.