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PLAN DE TRABAJO
I. PLAN DE INVESTIGACIÓN
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2. ESTADO DE LA CUESTIÓN
Si bien estos últimos pensaban en el trastocamiento de la teoría del valor trabajo que
conllevaría la informatización de la producción, por cuestiones contextuales, no podían
prever el actual foco de interés que se ha posado sobre la generación de datos que
llevamos a cabo a través de nuestras aplicaciones digitales. ¿Cuáles serían las posibles
prolongaciones de sus debates en el contexto contemporáneo? El ejercicio de facultades
cognitivas, creativas e intelectuales se ha vuelto un requisito indispensable del trabajador
contemporáneo, al estar este último inmerso en un mercado laboral cada vez más
competitivo. La creatividad humana se enfrentaría sin embargo hoy en día a una situación
paradójica, ya que el mismo sistema capitalista que extrae de ella plusvalor, obstaculiza a la
vez su pleno desarrollo. El problema radica justo en la contradicción entre la automatización
de los procesos cognitivos que conduce a una restricción y empobrecimiento de la actividad
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humana, y un sistema de recolección de datos que depende de la singularidad de los
individuos. El biocapitalismo es por definición reticular, rechaza cualquier tipo de
esencialismo metafísico respecto de la identidad. Habría por un lado una tendencia a la
homogeneización que entraría en conflicto con el “yo” entendido como un sistema dinámico
de potencialidades. Esta creatividad, que Virno (2008) considera un rasgo
fundamentalmente humano, en lugar de seguir siendo un recurso productivo, podría
convertirse en una herramienta para la emancipación del género humano. ¿Por qué no
conducirla al desarrollo de nuevas tecnologías que nos permitan vivir un futuro sin trabajo,
en el que un ingreso básico universal les permita desarrollar sus capacidades ilimitadas sin
tener que preocuparse por trabajar cada vez más por menos dinero?
De una opinión distinta son Christian Fuchs y Sebastian Sevignani (2013). Como su
título sugerente ya lo indica, la fundamentación para considerar a las actividades digitales
que uno realiza en las plataformas publicitarias como “trabajo”, descansa en una distinción
entre work y labour que señala Engels en una nota al pie de El capital: “La lengua inglesa
tiene la ventaja de poseer dos palabras distintas para esos dos diferentes aspectos del
trabajo” (Marx, 2015: pp. 58). Los autores retoman esta distinción para hacer precisiones
terminológicas en los textos de Marx, donde aparecerían confundidos ambos términos bajo
la palabra “trabajo”. Work sería aquel trabajo que crea valores de uso, que es determinado
cualitativamente y hace parte de la naturaleza humana en todos los modos de producción
posibles, mientras que labour sería el trabajo abstracto que determina cuantitativamente el
valor de las mercancías en el modo de producción capitalista. Los autores luego pasan a
considerar si la información que generamos en las plataformas puede ser considerada como
producto de una forma especial de trabajo, la comunicación, entendida como medio de
producción particular, y no meramente como un aspecto del trabajo productivo en general.
Ellos consideran que la producción de información es un proceso que comporta tres
actividades distintas: la cognición, la cooperación y la comunicación. La publicación de
posteos, las interacciones sociales y la generación de redes de cooperación realizadas en la
plataforma constituirían entonces un triple proceso de trabajo. Los datos, que generamos en
una plataforma como Facebook, vendrían a ser el producto de un trabajo comunicativo que
satisface la necesidad humana de conexión con otros humanos (que aparecen en este caso
bajo la forma de usuarios), y que entonces podría ser considerado como una forma de work.
El problema radica justamente en el hecho de que todas estas actividades aparecen bajo la
forma de labour, porque en Facebook el producto de nuestro trabajo, su objeto y los medios
de producción del mismo están alienados respecto de los usuarios. Los datos que
generamos en la plataforma son apropiados por la misma, que las somete a un proceso de
valorización capitalista cada vez que los vende a empresas publicitarias. El problema radica
justamente en el hecho de que todas estas actividades aparecen bajo la forma de labour,
porque en Facebook el producto de nuestro trabajo, su objeto y los medios de producción
del mismo están alienados respecto de los usuarios. Los datos que generamos en la
plataforma son apropiados por la misma, que las somete a un proceso de valorización
capitalista cada vez que los vende a empresas publicitarias.
Sin embargo, este planteo podría caer bajo la égida de las críticas que otrora le
había hecho Baudrillard (1983) a Marx. Baudrillard consideraba que Marx pecaba de la
reducción de todas las dimensiones de la actividad humana al trabajo. En la diferencia entre
el trabajo alienado y el trabajo libre que el comunismo propiciaría (Marx, 1997), se
mantendría sin embargo vigente el ideal productivista, que sería un obstáculo para
considerar otros tipos de actividad humana que escapen a la acción meramente
instrumental.
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Le podríamos espetar una crítica semejante al denominado “marxismo humanista”,
que considera que la autorrealización del hombre se encuentra inextricablemente unida a la
actividad humana entendida esencialmente como “trabajo”. Por otro lado, surge otro
interrogante: ante un futuro de desempleo creciente y de acelerada automatización de la
producción, ¿Qué actividad humana podría pasar a desempeñar este papel?
Podríamos pensar en un panorama como el descrito por Nick Land (2011), donde el
capitalismo termina convirtiéndose en una máquina alienígena que gracias a las “high-
frecuency trading machines” puede realizar una serie infinita de operaciones financieras sin
la mínima intervención del humano. Deberíamos entonces sumergirnos en la teoría cyborg
de Donna Harraway, acompañados por las críticas al “productivismo” que hace Baudrillard
(1983). Si, como Baudrillard sostiene, el gran pecado que comete el marxismo es el de
encaramar al trabajo como actividad esencial y constitutiva del humano, si el modelo del
humano mismo está basado en esta actividad transhistórica productiva ¿cómo podemos
pensar en un futuro post-trabajo? Cuando la frontera entre trabajo y tiempo libre comienza a
desaparecer, ¿qué nos podrían enseñar al respecto los debates, planteados por el
feminismo, sobre las consecuencias políticas del reconocimiento de las labores domésticas
como trabajo socialmente reproductivo?
1 Srnicek y Williams son conscientes de estas críticas, y justamente trazan una distinción entre
velocidad y aceleración. La primera sería la aplicable al desarrollo tecnológico impulsado por el
capitalismo, donde las coordenadas posibles están ya prefijadas por la lógica del capital; mientras
que la aceleración implicaría cierta experimentación con las potencias latentes de las fuerzas
productivas.
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Haraway (1995) ya había detectado cierta tendencia a la feminización del trabajo que traía
aparejada la monetización creciente de actividades otrora relegadas a las mujeres, pero
cuyas cualidades venían a ser cada vez más requeridas para el conjunto de la fuerza
laboral.
Los usuarios de internet actualmente son los responsables de la generación de la
mayor parte del contenido que constituye a la world-wide-web. Pero nuestra generación de
datos ya ha dejado de limitarse a nuestras interacciones en páginas de internet o redes
sociales. Hoy en día, en la opinión pública, aparece cada vez más el tema del “internet de
las cosas”, o “IOT” en sus siglas en inglés. Con este término, los teóricos digitales se
refieren a la posibilidad de interconectar todo con todos. Personas, procesos de producción
industriales, hábitos de consumo, recursos naturales, junto con el resto de los aspectos de
la vida social y económica, van a estar conectados entre ellos, intercambiando
constantemente flujos de datos. Cada uno de estos flujos va a repartirse en distintos nodos,
ya sean casas, empresas o vehículos, generando series de Big Data, que a su vez van a
ser procesadas para desarrollar patrones de comportamiento, y generar algoritmos
predictivos, apuntando a reducir costos y mejorar la productividad y la eficiencia
termodinámica. De lo que se trata en definitiva es de optimizar nuestra vida cotidiana. El
medio en el que vivimos pasaría a convertirse en una realidad cifrada en datos digitales, y
las tecnologías se volverían extensiones de nuestros cuerpos, tejiendo ciertos
acoplamientos hombre-máquina impensados. Nuestros cuerpos estarían inmersos en un
flujo de datos que nos traspasarían, y nosotros mismos nos convertiríamos en simples
recipientes de esa información que producimos. Se produciría lo que algunos teóricos
llaman “la administración digital del mundo”, la realización plena de las sociedades de
control que tenía en mente Deleuze (1991). Tecnologías portables como los celulares
tienden a convertirse entonces en brújulas que nos sirven de guía para nuestras vidas. Nos
aconsejan productos, delimitan nuestros recorridos geográficos, controlan nuestro consumo,
nos permiten pagar por nuestros servicios, etc.
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las máquinas que indague sobre las nuevas hibridaciones entre humanos y máquinas, que
supere las tan cuestionadas consideraciones del post-obrerismo. Pero el problema del
hombre también va a ser qué tipos de tecnologías podrán servirnos para emanciparnos de
la explotación económica, en una posible superación del horizonte biónico. Si el mundo se
convierte en un problema de códigos, y, como sostiene Haraway, “la operación clave es la
determinación de tasas, direcciones y probabilidades” (1995: p. 280), ¿se podrá tener la
esperanza del desarrollo de ciertos algoritmos rojos, que conduzcan a la humanidad a
desarrollar ciertas plataformas que paradójicamente la dirijan a su definitiva libertad del
yugo capitalista? ¿Y si ,en lugar del hombre nuevo cuya llegada pronosticaban los
comunistas de antaño la figura redentora de la humanidad fuera la de un hombre-máquina?
Desde el inicio de esta adscripción me fui familiarizando cada vez más con algunos
aspectos del denominado “problema sobre el cálculo” inaugurado por Von Mises y Hayek,
en un intento de desacreditar la posibilidad de una economía planificada estatalmente. Al
escribir sobre las posibilidades de ciertas plataformas liberadoras me basaba en el texto de
Nick Dyer-Whiteford (2013), “Red plenty platform”, donde el autor avizora un nuevo
comunismo cibernético. Gracias a los incrementos exponenciales de las capacidades de
cálculo de las nuevas computadoras, se podrían superar los escollos que hicieron fracasar
el proyecto sovietico y podrían inaugurar lo que Aaron Baastani (2018) llama “fully
automated luxury communism”. Lejos de las imágenes deprimentes del racionamiento ruso
o de las colas frente a los mercados para comprar artículos de primera necesidad en Cuba
o Venezuela, la economía planificada por supercomputadoras permitiría una sociedad
donde el trabajo sería completamente automatizado y la escasez reemplazada por la
abundancia. Baastani comparte con el aceleracionismo el entusiasmo por las capacidades
durmientes de las fuerzas productivas, pero a veces parecen caer en cierto tecno-utopismo
ingenuo. Quizás esto se deba a una falta de tematización del problema de la técnica.
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los obreros, dominados por ella. La ciencia se subordina al capital, y cualquier desarrollo
tecnológico se genera dentro del proceso capitalista. Frente a las ideologías objetivistas,
según las cuales el desarrollo tecnológico es objetivo y se produce por su propia lógica
interna, Panzieri sostiene que el uso capitalista de la maquinaria determina el mismo
progreso tecnológico. Tal como Marx sostenía en el capítulo XIII, hasta ahora todo
desarrollo tecnológico que podría haber facilitado el trabajo humano, fue dirigido hacia la
intensificación del mismo2. Lejos de mejorar las condiciones de trabajo, la máquina dicta al
humano sus propios ritmos inhumanos.
Por más que las críticas de Benanav me parecen acertadas, así como el entusiasmo
experimentador de cierto aceleracionismo fácilmente causa cierta simpatía, me parece que
debería dedicar algo más de tiempo a explorar esta tensión entre dos visiones de la
tecnología. Cuando leí a Benanav a la par con Panzieri no pude evitar pensar en El modo
de existencia de los objetos técnicos de Simondon (2018) y en La sociedad tecnológica de
Jacques Ellul (1980). Ambos autores, que de a poco voy leyendo, consideran que todo
desarrollo tecnológico responde a cierta lógica interna, pero no desde un idealismo ingenuo
como aquel contra el que se lanzaba Panzieri, sino desde una filosofía de la técnica. ellos
consideran que son las posibilidades mismas inscritas en el funcionamiento interno del
objeto técnico las que guían su progreso indefinido, que requiere un proceso de
transformación de sí mismo que si bien afectado por componentes externos, lo es sólo
secundariamente. ¿Todo avance tecnológico entonces responde a los intereses de las
clases dominantes, o es fruto de un proceso evolutivo endógeno? Benanav considera que la
respuesta está descontada. Las grandes compañías tecnológicas están en manos de
privados, a los que cada vez más se delegan experimentaciones en campos antes
monopolizados por el sector público. Ya sea en la planificación de la circulación urbana
cedida a Uber, o en la retirada de la exploración espacial por parte de la NASA, los gigantes
tecnológicos paulatinamente son encargados de administrar digitalmente aquellos campos
que el neoliberalismo va arrebatando a los Estados. Pero vale la pena examinar las
alternativas a esta posición tan tajante, que al detenerse en los aspectos estrictamente
económicos, quizás descuida un debate sobre la técnica que es fundamental para pensar el
capitalismo de las plataformas.
2 Habría quizás que interrogarse sobre esta nueva clase de subjetividad que presuponen las
plataformas. Porque si bien el biocapitalismo cognitivo tiene razón cuando dice que la vida misma es
puesta a trabajar, incluyendo desde sus prestaciones comunicativas e intelectuales hasta a aquellas
afectivas, en el caso del capitalismo de plataformas el sujeto es entendido estrictamente como
usuario.
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reproductivo, entre trabajo y ocio, entre la esfera de la intimidad y aquella de lo público,
entre lo humano y lo maquínico, parecieran estar difuminándose a ritmos cada vez más
acelerados. Nociones decimonónicas como la teoría del valor trabajo parecen desvanecerse
en el aire, y es tarea de nuestros tiempos tratar de reconfigurarlas. El ideal productivista que
encaramaba al trabajo como actividad fundacional, en el pasaje del mono al hombre, se
difumina en un escenario de creciente desempleo y automatización de la producción. El
desenvolvimiento de la teoría del valor trabajo, tal como había sido trabajada por el
autonomismo italiano y por el biocapitalismo cognitivo, parece llegar a una etapa crítica.
Habría que llevar estos planteos a sus últimas consecuencias, y cuestionar si el apelativo de
“trabajo” puede ajustarse a las nuevas actividades digitales. La cuestión no se revuelve en
la respuesta simple sobre si vale la pena monetizar nuestras existencias en la red, sino que
pareciera ser más fructífero tratar de sopesar las ventajas políticas que esta reivindicación
podría despertar, además de las reconceptualizaciones teóricas que tal demanda implicaría.
Consecuentemente, nociones como explotación y alienación deberían ser
revisitadas, al estar tradicionalmente asociadas con la producción industrial tradicional, para
ver si resisten una trasposición al campo de las actividades en red que los usuarios
desarrollan libremente.
Asimismo, habría que proponer nuevas redefiniciones del ser humano, en base a los
entrelazamientos entre humanos y máquinas, que las plataformas digitales posibilitan.
El mismo desarrollo tecnológico así como su supuesta neutralidad deben ser
puestos en tela de juicio. Ambos tienen que enfrentarse a una serie de planteos ético-
políticos que desentrañan las potencialidades que las nuevas tecnologías encierran, y que
ahora no estarían siendo explotadas.
3. OBJETIVOS ESPECÍFICOS
Quizás este último objetivo, el “D”, no recibió el desarrollo que se merece, probablemente
por cuestiones de tiempo. Sigue siendo imprescindible como tema de investigación, así que
en caso de ser renovado, este proyecto tenderá a reflotarlo para darle el tratamiento que
merece.
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La renovación de la adscripción seguirá investigando los objetivos anteriores, a los cuales
se sumarían los siguientes:
E. Analizar las críticas a la división clásica entre trabajo intelectual y manual frente a la
posibilidad de la automatización del trabajo intelectual
F. Indagar cuáles son las críticas a los planteos emancipatorios que avizoran la plena
automatización del trabajo en un contexto de estancamiento productivo y baja
demanda de mano de obra
G. Sopesar los argumentos a favor de la supuesta neutralidad de la técnica y aquellos
que pregonan su supeditaciòn a factores exógenos.
4. METODOLOGÍA
5. CRONOGRAMA DE ACTIVIDADES
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
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Exposición en Jornadas y Congresos x x x
6. BIBLIOGRAFÍA
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WILLIAMS, A. y SRNICEK, N. (2017b), Inventar el futuro: postcapitalismo y un mundo sin
trabajo, Barcelona, Malpaso.
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- Se asistirá a algunas de las clases teóricas y de TPs, en especial aquellas con temas
vinculados a la presente investigación, que podrían permitir hacer aportes específicos,
sea en la clase, sea a posteriori con sugerencias para los docentes.
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