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Pierre Bourdieu: Sociología del Estado (1)

(por Jan Doxrud

Pierre Bourdieu: Sociología del Estado (1) (por Jan Doxrud)


El presente escrito es un extracto de mi libro no publicado y en corrección ​“Derecho, Estado y
Democracia. Y otros ensayos políticos”. ​En lo que sigue, pasaré a examinar resumidamente los
planteamientos del sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002) en relación al
Estado.​Bourdieu comienza a abordar el concepto de Estado en 1984 en su “​Homo
Academicus”​ , donde lo define como una instancia oficial, reconocida como legítima, esto
es, como poseedora del monopolio de la violencia simbólica legítima. Posteriormente sale a
la luz un trabajo que lleva el título “La nobleza del Estado” que Bourdieu lo explica como sigue:
“​Cuando titulo mi libro La nobleza del Estado, ​es para decir que pueden adueñarse del Estado
gentes que usan el Estado como se usa un patrimonio y que tienen el Estado como
patrimonio…​Las grandes transgresiones de la moral pública están casi siempre vinculadas a
estrategias de reproducción: es para mi hijo, para mi tío, para mi primo​”​[1]​.
El sociólogo francés también abordó el tema del Estado en textos ​como“la ciencia del Estado”,
“los espíritus del Estado” y la “magia del Estado”​ , así como en el libro “La miseria del
mundo”.​Entremos en materia. En relación al análisis histórico de las relaciones históricas
entre la sociología y el Estado, señala Bourdieu​:
“…​corríamos el riesgo de aplicar al Estado una idea de Estado e insistía en el hecho de que
nuestras ideas, las estructuras mismas de la conciencia con la que construimos el mundo social y
este objeto en concreto que es el Estado, tiene muchas posibilidades de ser el producto del
Estado”​ ​[2]​.

Bourdieu se refiere a aquella falacia a la que se exponen los sociólogos, que consiste en
proyectar en el objeto su propia idea del objeto que es producto de ese objeto. Es por ello que
Bourdieu afirma más adelante: “Para no pensar en el Estado con un pensamiento del Estado, el
sociólogo debe evitar pensar la sociedad con un pensamiento producido por la sociedad”[3]. Pero
añade: “Ahora bien, a menos que se crea en ideas a priori, en pensamientos trascendentes que
escapan a la historia, podemos plantearnos que sólo contamos para pensar el mundo social con
un pensamiento que es el producto del mundo social en sentido muy amplio, es decir, desde el
sentido común al sentido común con conocimiento”[4]. Estamos, por ende, ante un problema
complejo ya que exige adoptar un enfoque que se pueda situar por encima de las capas de
conocimiento, pero por otro lado cabe preguntarse si es posible llevar a cabo tal empresa: pensar
los fenómenos sociales desde fuera de la sociedad en que estamos insertos.

Pasemos ahora a abordar directamente lo que el sociólogo francés entiende por Estado. El autor
da una definición provisional de Estado. Bourdieu entiende el Estado como un sector del campo
de poder, que denomina “campo administrativo” o “campo de la función pública”. Luego añade:
“…el sector en el que se piensa sobre todo cuando se habla del Estado sin más precisiones se
define por la posesión del monopolio de violencia física y simbólica legítima”[5].

Como podemos apreciar, Bourdieu rectifica la definición de Max Weber al añadir la “violencia
simbólica” lo cual no es algo trivial ya que, de acuerdo al sociólogo, el monopolio de la violencia
simbólica es la condición de la posesión del ejercicio del monopolio de la propia violencia física.
Sin embargo Bourdieu considera esta definición como una de carácter abstracta y, como tal, es
sólo una definición provisional destinada a ser adaptada y corregida. El autor también se refiere
al Estado como un principio oculto que sólo puede advertirse en las manifestaciones del orden
público, entendido en un doble sentido: físico y simbólico. Entendido de esta manera, el Estado
se presenta como lo contrario del desorden, de la anarquía o de la guerra civil, en resumen, de
aquel escenario pre-estatal descrito por Hobbes: bellum omnia contra omnes (guerra de todos
contra todos). Siguiendo dentro de esta concepción común del concepto de Estado, tenemos que
este último es el fundamento de la integración lógica y de la integración moral del mundo social.
Estos dos conceptos son tomados del sociólogo Emile Durkheim (1858-1917). La integración
lógica se refiere al hecho de que los agentes del mundo social tienen las mismas percepciones
lógicas, es decir, las mismas categorías de percepción, pensamiento y construcción de la
realidad. En lo que respecta a la integración moral, consiste en el acuerdo sobre un determinado
número de valores. Esta doble integración del cual el Estado es fundamento, viene a significar
que el Estado es el consenso fundamental sobre el sentido del mundo social. En palabras de
Bourdieu:

“Si ampliamos esta definición, podemos decir que el Estado es el principio de organización del
consentimiento como adhesión al orden social, a los principios fundamentales del orden social,
que es el fundamento necesario no sólo de un consenso sino de la existencia misma de las
relaciones que conducen a un disenso”[6].

Vamos añadiendo más contenido a la definición de Estado que va desarrollando Bourdieu a lo


largo de sus clases. Explica que cuando pensamos comúnmente en el concepto de Estado,
pensamos en una suerte de principio del orden público, entendido en sus formas físicas y
simbólicas inconscientes. Pero añade además que una de las funciones más generales del
Estado es la producción y canonización de las clasificaciones sociales. Destaca Bourdieu la
importancia de las estadísticas, la figura del censor, del Instituto Nacional de Estadísticas y
Estudios Económicos. La estadística no sólo es un instrumento que permite medir a la población
sino que también conocer a los gobernados. El Estado es un productor de identidad social, de
manera que hasta quien se rebela contra éste, se encuentra determinado por las categorías
mismas contra las que se rebela quien se rebela, explica Bourdieu. El Estado es presentado
también como un principio oculto o una suerte de “deus absconditus” del orden social. El estado
incluso produce la temporalidad por medio, por ejemplo, del calendario republicano y las
numerosas festividades cívicas. Esto significa nada menos que la temporalidad se encuentra
organizada en función de las estructuras del tiempo público. Teniendo en cuenta esto se entiende
la idea de Bourdieu de que el orden público (cuyo uno de sus principios es el Estado) no es sólo
la policía y el ejército, sino que el orden público también reposa en el consentimiento, “en el
hecho de que nos levantemos a la hora supone que aceptamos esa hora”. Este nuevo tiempo
público, que es de fecha reciente, supone también un uso social de la temporalidad, una
regulación colectiva que nosotros consideramos como algo normal y natural. En otras palabras,
hemos llegado a normalizar y naturalizar un particular tipo de tiempo, el “tiempo público”, cuando
en realidad es un tiempo que ha nacido y desarrollado con el nacimiento desarrollo del Estado.
En palabras de Bourdieu:

“Un mundo en que este tiempo público no sólo está constituido, instituido, garantizado por
estructuras objetivas– calendarios, relojes –, sino también, a la vez, por las estructuras mentales,
por personas que quieren tener un reloj y que tienen costumbre de mirarlo, que citan citas y
llegan a la hora. Esta clase de compatibilidad del tiempo, que supone a la vez el tiempo público y
una relación pública con el tiempo, es una invención relativamente reciente que se vincula a la
construcción de estructuras estatales”[7].

El autor se refiere también al Estado no sólo como un principio oculto, sino que también como
una “realidad ilusoria” colectivamente validada o una “ilusión bien fundada”. Al describir al Estado
como ilusión colectivamente validada, Bourdieu resalta el carácter abstracto y elusivo del Estado,
como algo que no se puede tocar. Esto se opone a la concepción
marxista-gramsciana-althusseriana del Estado, en virtud de la cual el Estado aparece como algo
más concreto, lo que permite a los marxistas decir “el Estado hace esto o lo otro”. El Estado sería
así un sujeto de acción, pero Bourdieu rotula tal concepción del Estado como una “ficción
peligrosa” que nos impide pensar el Estado. El sociólogo dedica algunos pasajes a la concepción
marxista del Estado describiéndola como una representación antagonista que invierte la
definición primaria del Estado, vale decir, en lugar de definirlo como un aparato orientado al bien
común, lo define como un órgano que tiene como objetivo principal el mantener las condiciones
sociales y económicas que favorecen a la clase dominante. Continúa explicando Bourdieu:

“…de Marx a Gramsci, a Althusser y otros, siempre se ha caracterizado al Estado por lo que hace
y por el pueblo por el que el Estado hace lo que hace, pero sin preguntarse sobre la estructura
misma de los mecanismos que supuestamente producen lo que fundamenta. Por supuesto, se
puede insistir más en las funciones económicas del Estado o en sus funciones ideológicas; se
habla de «hegemonía» (Gramsci) o de «aparatos ideológicos del Estado» (Althusser); pero el
acento se pone siempre en las funciones y se escamotea la cuestión del ser y del hacer de eso
que se denomina Estado”[8].

A pesar de las limitaciones de esta concepción, Bourdieu destaca lo seductor que resulta ser
estas doctrinas, especialmente para aquellos imbuidos del anarquismo o asistemismo, ya que
tales doctrinas denuncian la disciplina impuesta por el Estado y los mecanismos por los cuales el
Estado logra sutilmente establecer su poder sobre la sociedad. A la larga, el debate se reduce a
la función del Estado (error funcionalista): por un lado un Estado divino, y por otro, un Estado
diabólico.

Bourdieu aborda también los dos sentidos del concepto de Estado:

1) Estado en el sentido burocrático de gestión de intereses colectivos: Estado-administración.

2) Estado en el sentido de resorte en el que se ejerce la autoridad de este aparato:


Estado-territorio.

El Estado (1), es decir, el Estado como administración y una forma de gobierno, sería una
definición restringida, mientras que Estado (2), esto es, el Estado como territorio y el conjunto de
los ciudadanos, sería el Estado entendido en un sentido amplio.

En lo que respecta al debate de si es el Estado el que forma la nación o es la nación la que forma
el Estado, Bourdieu ofrece su visión personal al respecto. El sociólogo explica que el Estado (1)
se hace haciendo el Estado (2). Esa sería la fórmula simplificada. Luego añade el autor:

“De manera más rigurosa, la construcción del Estado como campo relativamente autónomo que
ejerce un poder de centralización de la fuerza física y de la fuerza simbólica – y que por ello se
constituye como campo de luchas – , es inseparable de la construcción del espacio social
unificado que es de su competencia”[9].

Bourdieu señala que pensar que el Estado, en calidad de territorio y conjunto de agentes, es el
fundamento del Estado como gobierno es el resultado de una percepción ingenua que lleva
justamente a esa forma de fetichismo y, como tal, invierte el proceso real. El nacionalismo,
explica el autor, se nutre, entre otras cosas, de la constatación de la unidad lingüística para
posteriormente llegar a la conclusión de la necesidad de la unidad gubernamental o de legitimar
las peticiones de unidad gubernamental con respecto a la unidad territorial.

Me detendré en el tema de la concentración del capital de acuerdo Bourdieu. El sociólogo explica


la lógica de la génesis del Estado apelando a la gradual concentración de distintas formas de
capital. El autor califica al Estado de “unificador teórico” que adopta un punto de vista central y
elevado que es el de la totalización. El Estado se construye a lo largo de la historia concentrando
distintos tipos de capital. Bourdieu da suma importancia al capital simbólico, lo cual, aclara el
autor, no significa que adopte una postura idealista o que lleve a cabo una inversión del modelo
infraestructura/superestructura, ya que él rechaza tal dicotomía y se muestra a favor de una
“teoría materialista de lo simbólico”. En cuanto al capital simbólico, este se sitúa en orden del
conocimiento y el reconocimiento, por ejemplo, la fuerza bruta va siempre acompañada de un
reconocimiento que trasciende la simple sumisión. En cuanto al capital social y cultural, estos
implican lo simbólico:

“…al que posee el capital cultural de la elocuencia, de la inteligencia, de la ciencia se le percibe


espontáneamente como poseedor de una autoridad legítima. Por esa razón, los poderes de tipo
tecnocrático tienen una autoridad de un tipo diferente que los poderes puramente militares en la
medida en que su autoridad reposa sobre una especia de capital espontáneamente reconocido
como legítimo. Se reconoce a los dirigentes que tienen una autoridad vinculada a la ciencia o a la
cultura como dignos de ejercer su poder en nombre de una competencia que aparece como
fundada en naturaleza, en virtud o en mérito. El capital social, como el capital de relaciones, está
predispuesto espontáneamente a funcionar como capital simbólico. El capital simbólico es el
capital que posee por añadidura todo poseedor de capital”[10].

Regresemos al tema de la concentración de los diferentes clases de capital. Bourdieu destaca la


acumulación de capital militar, económico y simbólico, que forman un todo, de manera que son
interdependientes. Paso seguido, introduce otro concepto: el de metacapital. Este metacapital es
engendrado por la acumulación de diferentes especies de capital y tiene la propiedad de ejercer
poder sobre el capital. Para Bourdieu el Estado es “meta”, queriendo decir con ello que el Estado
es un poder por encima de los poderes. ¿Qué se quiere dar entender cuando se señala que un
capital tenga poder sobre otras clases de capital? Bourdieu, siguiendo la obra del economista
francés François Perroux (1903-1987), señala que hay que distinguir dos estados de capital: el
poseedor del capital cultural y el poseedor de un capital que da poder sobre ese capital. Un
ejemplo de lo anterior es el de la persona que se licenció en geografía (poseedor de capital
cultural) y el editor de libros de geografía (poseedor del capital que da poder sobre el capital
anterior). Es en este sentido en que hay que visualizar al Estado el poseedor de un capital que
ejerce un poder sobre los demás capitales. Escribe Bourdieu:

“El Estado, en la medida en que acumula clases de capital en gran cantidad, se encuentra dotado
de un metacapital que permite ejercer un poder sobre todo capital…El Estado, como poseedor de
un meta-capital, es un campo en cuyo interior luchan los agentes para poseer un capital que da
poder sobre los otros campos”[11].

El hecho es que el Estado comienza un proceso de acumulación de diferentes tipos de capital,


comenzando por uno que constituye una condición necesaria para la continuación de su
expansión: el capital de la fuerza física. Este monopolio de la fuerza implica la desposesión de
aquellos que no están con el Estado. El uso de la fuerza por parte de señores desaparece
gradualmente ante el “poder público”. En un primer momento la concentración de la fuerza física,
en la primera fase del Estado dinámico, se erigirá en contra del poder feudal. El Estado se irá
constituyendo gradualmente, señala Bourdieu, en un doble contexto: exterior e interior. Con esto
se quiere decir que el Estado se constituye en relación con otros Estados, actuales o potenciales,
de manera que parte del capital físico lo necesitará para llevar a cabo guerras territoriales. En
segundo lugar, el Estado se constituye en relación a un contexto interno, esto es, a los
contrapoderes representados por aquellos príncipes que niegan a someterse y a acceder al
sistema de recaudación de impuestos. Este panoramafavorece la creación, por un lado, de un
ejército profesional para resguardarse en el plano de las relaciones interestatales y, por otro lado,
la policía, destinadas al mantenimiento del orden interno. Añade el sociólogo francés que esta
acumulación de capital físico va acompañado de una acumulación de capital simbólico debido al
trabajo de movilización, construcción de la adhesión, reconocimiento y legitimidad por parte del
Estado, en otras palabras, los integrantes del Estado deberán sentirse como parte del Estado.
Mencioné anteriormente la fiscalidad o fuerza física para recaudar dinero:

“…el Estado se construye como instancia metacampo contribuyendo a la constitución de los


campos. Por ejemplo, en el campo económico, el sistema contributivo está vinculado a la
construcción de un capital económico central, de un tesoro en cierto modo central que da al
poseedor de este tesoro un poder: tiene el derecho a acuñar moneda, tiene derecho a fijar los
cursos, tiene el derecho a tomar decisiones económicas, etc. La constitución de este poder
económico central da al Estado el poder de contribuir a la construcción de un espacio económico
autónomo, a la construcción de la nación como espacio económico unificado”[12].

Los impuestos, que por definición no son voluntarios, están vinculados a los gastos de guerra y
se transforma paulatinamente en una recaudación de tipo burocrática. En palabras de Bourdieu:

“Es evidente que el desarrollo del impuesto racional y formal se acompaña del nacimiento de una
administración fiscal y de un conjunto de construcciones, que supone ponerlo por escrito: la
acumulación de capital económico es inseparable de la acumulación de capital cultural, de la
existencia de escribas, de registros, de inspecciones”[13].

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