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En homenaje y agradecido recuerdo de mi maestro

JOSÉ CARLOS CARMINIO CASTAGNO (1938 -2019),


quién me introdujo en el mundo de la teorías generales.
DERECHO NOTARIAL
HORACIO HÉCTOR VITALI

DERECHO NOTARIAL
(UNA SISTEMATIZACIÓN DE SUS
FUENTES TEÓRICAS Y LEGALES)
Fuentes teóricas
Generalidades del denominado “Derecho Notarial”. Función Pública y Teoría
del Estado. La actuación del notario como funcionario público (Teoría del Acto
Notarial). La labor notarial configuradora de actos y negocios jurídicos (Teoría del
Negocio Jurídico). Teoría del Acto notarial y Teoría del Negocio Jurídico (Relaciones
y diferencias). La invalidez e ineficacia de los actos y negocios jurídicos como
Teoría. La actividad del notario como técnico asesor (Quehacer profesional)

Fuente legal arquetípica


“El anteproyecto de ley de documentos notariales” (El monumental intento
de sistematización legislativa y sus notas, como síntesis teórica secular del
Notariado Latino)

Fuentes legales
Del Código Civil velezano al nuevo Código Civil y Comercial (Comentarios a la
luz de las fuentes teóricas y el Anteproyecto de ley de documentos notariales).
Las Leyes Orgánicas del notariado (Su importancia, función integradora y
complementaria al CCCN. Comentarios a la luz de las fuentes teóricas y el
Anteproyecto de ley de documentos notariales)

Premio
José María Moreno
Bienio 2017-2018
Vitali, Hector H.
Derecho notarial : una sistematización de sus fuentes teóricas y legales / Hector
H. Vitali. - 1a ed adaptada. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Di Lalla, 2020.
506 p. ; 22 x 15 cm.

ISBN 978-987-3913-22-8

1. Derecho Notarial . I. Título.


CDD 347.016

ISBN 978-987-3913-22-8

LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA

QUEDA HECHO EL DEPÓSITO QUE ESTABLECE LA LEY 11.723.

No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su almace-


namiento en un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma
o por cualquier medio electrónico, mecánico, fotocopia u otros métodos,
sin el permiso del editor, con la pena establecida por el artículo 172 del
Código Penal, al que de cualquier manera y en cualquier forma defraude
los derechos de propiedad intelectual que reconoce esta ley.

Diagramación de interior: Lorena Blanco


Índice General

PREFACIO.......................................................................................... 15
PRIMERA PARTE
(Fuentes teóricas)................................................................................. 19

Capítulo I - GENERALIDADES DEL DENOMINADO


“DERECHO NOTARIAL”............................................................. 21
1. EVOLUCIÓN DE LA FORMA ESCRITA, EL “NACIMIENTO”
DEL NOTARIADO, SU RAZÓN DE SER E IMPORTANCIA
HISTÓRICA..................................................................................... 22
1.1. El lado olvidado de la forma documental................................... 23
1.2. Soportes y medios como prueba del lento desarrollo de
la forma escrita............................................................................. 24
1.3. La oralidad, lo jurídico y su técnica............................................ 28
1.4. Los problemas de la lengua utilizada en el documento.............. 29
1.5. Los problemas del lenguaje técnico y sus operadores................ 32
1.6. El notario y cuatro indicios intradocumentales que abonan la
necesidad de su existencia histórica.............................................. 33
1.6.1. El problema de la fecha y el lugar.................................... 33
1.6.2. El problema de la identidad.............................................. 36
1.6.3. Un resabio de la oralidad: la presencia de testigos en los
documentos escritos............................................................... 38
1.6.4. La obligación de leer las escrituras................................... 41
1.7. Los Estados modernos, la codificación y el triunfo de la forma
jurídica escrita.................................................................................... 42
1.8. Necesidad de documentos auténticos.............................................. 43
8 derecho notarial

1.9. El documento escrito, los testigos y el juramento en la


Constitución LXXVI o Novela LXXIII del corpus Iuris Civile........ 43
1.10. Notas sobre los estudios de Eduardo B. Pondé............................. 48
2. EL DERECHO NOTARIAL. CONCEPTO................................... 49
2.1. Autonomía................................................................................... 50
3. PRINCIPALES FUENTES DEL “DERECHO NOTARIAL”...... 53
3.1. Leyes de fondo nacionales.......................................................... 54
3.2. Leyes Orgánicas del Notariado................................................... 55
3.3. Leyes procedimentales................................................................ 55
4. INTENTOS DE SISTEMATIZACIÓN TEÓRICA....................... 55
5. INTENTO DE SISTEMATIZACIÓN LEGAL: EL ANTEPRO-
YECTO DE LA LEY DE LOS DOCUMENTOS NOTARIA-
LES. REMISIÓN............................................................................. 57

Capítulo II - TEORÍA DEL ESTADO (NOCIONES SOBRE


FUNCIÓN PÚBLICA).................................................................. 59
1. EL CONCEPTO DE “PERSONA” PARA EL DERECHO: DE
LA PERSONA HUMANA Y LA PERSONA JURÍDICA SO-
CIETARIA AL ESTADO COMO PERSONA JURÍDICA DE
CARÁCTER NECESARIO............................................................ 59
1.1. Comienzo de la existencia de la persona humana y de la “per-
sona jurídica”................................................................................. 63
1.2. “Ser o no ser”, o lo categórico de la existencia de las personas
en el Derecho................................................................................. 65
2. EL ESTADO COMO “PERSONA JURÍDICA COLECTIVA”
DE CARÁCTER NECESARIO...................................................... 67
3. TEORÍA ORGÁNICA DEL ESTADO........................................... 71
3.1. Órgano........................................................................................ 73
3.1.1. Competencia del órgano .................................................. 74
3.2. Agente......................................................................................... 74
3.3. Concepto de Función.................................................................. 75
4. LA FUNCIÓN NOTARIAL COMO FUNCIÓN O POTESTAD
DEL ESTADO.................................................................................. 78
Índice General 9

5. EL CÓDIGO CIVIL COMO FUENTE Y LA DENOMINADA


“FUNCIÓN FEDANTE”................................................................. 79
5.1. La potestad “fedante” en el CCCN............................................. 80
6. FE PÚBLICA. NOCIÓN................................................................. 81
6.1. Agentes con potestad fedante...................................................... 82
6.2. Carácter univoco de la fe púbica ................................................ 82
7. DOCTRINA DEL 1º CONGRESO INTERNACIONAL DEL
NOTARIADO LATINO Y SU CONDICIÓN DE FUNCIONA-
RIO PÚBLICO................................................................................. 83

Capítulo III - TEORÍA DEL NEGOCIO JURIDICO Y


TEORÍA DEL ACTO NOTARIAL................................................. 87
1. INTRODUCCIÓN Y ADVERTENCIA......................................... 88
2. TEORÍAS EN LAS SOCIOTÉCNICAS Y TEORÍAS EN LAS
CIENCIAS........................................................................................ 91
3. GÉNESIS DEL NEGOCIO JURÍDICO. HECHO, ACTO Y
NEGOCIO JURÍDICO.................................................................... 93
3.1. Reseña al Negocio jurídico......................................................... 97
3.1.1. Efectos del Negocio jurídico............................................ 100
3.2. El Negocio Jurídico y su forma: La teoría representativa versus
la teoría constitutiva de la forma. Nuestra opinión........................ 101
4. RESEÑA A LA TEORÍA GENERAL DEL ACTO NOTARIAL.
¿INSTRUMENTO PÚBLICO VERSUS ACTO NOTARIAL?...... 108
4.1. Secuencia lógico jurídica del Acto Notarial............................... 111
4.1.1. Los hechos........................................................................ 111
4.1.2. La percepción de los hechos............................................. 114
4.1.2.1. Fenómeno y Nóumeno / Propiedades Primarias y
Secundarias, y la percepción de los hechos...................... 115
4.1.3. La declaración de los hechos............................................ 118
4.1.3.1. La forma instrumental y su incidencia.................... 118
4.2. Requisitos esenciales del acto notarial........................................ 118
4.2.1. Forma documental escrita. Remisión............................... 119
4.2.2. Autoría de funcionario público envestido de potestad
fedante. Remisión................................................................... 119
10 derecho notarial

4.2.3. Firma del oficial público................................................... 120


4.2.4. Falta de autoría y firma, como hipótesis invalidantes...... 120
4.4. Requisitos de validez del acto notarial....................................... 121
4.3.1. Competencia del órgano................................................... 121
4.3.1.1. Competencia territorial............................................ 122
4.3.1.2. Competencia material.............................................. 123
4.3.1.2.1. Competencia material y otros agentes con
igual función........................................................... 124
4.3.1.2.1.1. Competencia material por la
condición de los sujetos........................... 125
4.3.1.2.1.2. Competencia material y otros
agentes con distinta función ................... 126
4.3.1.2.1.3. Incompetencia del órgano
como factor invalidante........................... 127
4.4. El órgano notarial y su legitimación. Nuestra opinión .............. 128
4.5. Legitimación del agente.............................................................. 129
4.5.1. Ilegitimación del agente como causa invalidante............. 130
4.6. ¿Idoneidad del objeto o perceptibilidad fenomenológica de los
hechos? Nuestra opinión................................................................ 132
4.7. Habilidad del agente................................................................... 134
4.7.1. Inhabilidad del agente como causa invalidante................ 136
4.8. Causa lícita ................................................................................. 136
4.9. Forma. Algunas hipótesis invalidantes. Nuestra opinión............ 137
5. EFECTOS DEL ACTO NOTARIAL.............................................. 141
5.1. Autenticidad, valor probatorio y su incidencia en sede penal..... 142
5.2. Efectos Impropios. Invalidez e ineficacia del acto notarial........ 143
5.2.1. “Naturaleza” y extensión de la invalidez.......................... 143
5.2.2. Hipótesis invalidantes. Remisión..................................... 143
5.2.3. Falsedad ideológica.......................................................... 144
6. INSTRUMENTO PÚBLICO, ACTO DEL NOTARIO, ACTO
JURÍDICO Y ACTO NEGOCIAL.................................................. 146

Capítulo IV - TEORIA DE LA INVALIDEZ E INEFICACIA DE


LOS ACTOS Y NEGOCIOS JURIDICOS ................................... 149
INTRODUCCIÓN............................................................................... 149
1. NOTAS SOBRE LA TEORÍA DE LA INEXISTENCIA............. 152
2. LA INVALIDEZ E INEFICACIA Y LA TERMINOLOGÍA EN
JUEGO.............................................................................................. 155
Índice General 11

2.1. Ineficacia, el más genérico de los conceptos.............................. 156


2.2. Invalidez..................................................................................... 157
2.2.1. El problema de la invalidez y sus calificativos, en la
doctrina actual ....................................................................... 158
2.2.1.1. La mal llamada “nulidad” total o parcial................. 158
2.2.1.2. La mal llamada “nulidad” absoluta y relativa......... 159
2.2.1.2.1. La “invalidez absoluta o relativa” como
“fundamento de la sanción ”................................... 160
2.2.1.2.2. La “invalidez absoluta o relativa” como “ran-
go” de legitimación para decretarla o instarla............. 161
2.2.1.2.3. La “invalidez absoluta o relativa” como
“presupuesto excluyente o no de confirmación del
acto o negocio”....................................................... 162
2.3. El “vicio” y sus formas de manifestarse. La mal llamada “nuli-
dad manifiesta”.............................................................................. 163
2.3.1. El hecho que hace al vicio y la tipificación legal............. 164
2.4. El acto o negocio nulo o válido anulable.................................... 164
2.4.1. La excepcionalidad del acto nulo contra la masividad de
lo anulable.............................................................................. 166
2.5. Gráficos conceptuales................................................................. 167
2.6. Inoponibilidad............................................................................. 168
3. EL PRINCIPIO “PAS NULITE SANS TEXT” (NO HAY NU-
LIDADES SIN TEXTO EXPRESO).............................................. 169
4. VERDAD Y FICCIÓN DE LA IMPRESCRIPTIBILIDAD EN
LOS CASOS DE INVALIDEZ ABSOLUTA................................ 171
4.1. El criterio lógico para determinar la imprescriptibilidad............ 173
4.1.1. Lo patrimonial y lo extrapatrimonial................................ 173
5. LA INVALIDEZ E INEFICACIA EN EL NUEVO CCCN.
UNA REFORMULACIÓN TENTATIVA DEL CAPÍTULO IX. 174
6. COLOFÓN........................................................................................ 178

Capítulo V - EL NOTARIO COMO TECNICO ASESOR (La


labor profesionalista)....................................................................... 179
1. QUEHACER PROFESIONALISTA Y FUNCIONARISTA........ 179
1.1. Asesoramiento y labores como jurisperito.................................. 181
1.2. La calificación técnico jurídica de los hechos, actos y negocios
jurídicos. Importancia previa......................................................... 182
12 derecho notarial

2. CONFECCIÓN DE INSTRUMENTOS PRIVADOS. DERE-


CHO AL HONORARIO. RESPONSABILIDAD......................... 185
3. ESTUDIO DE TÍTULOS. NOCIÓN.............................................. 186
3.1. Los operadores jurídicos potencialmente involucrados.............. 186
3.2. ¿Obligación legal de los operadores jurídicos o carga para el
interesado? .................................................................................... 187
3.2.1. Calificar el título, estudiar el título y estudiar los títulos.
Diferencia............................................................................... 193
3.2.1.1. ¿Qué comprende el estudio? ................................... 194
3.3 Conclusiones................................................................................ 198
3.4. Estudio de títulos y adquisiciones a non domino Diseñando la
Buena fe del notario....................................................................... 200
3.4.1. Del artículo 1051 del Código Civil, al 392 del CCCN.
Consideraciones previas......................................................... 201
3.4.1.1. Lo nulo y lo anulable como categorías lógicas.
Remisión........................................................................... 201
3.4.1.2. De la Bona fides romana a la Buena fe actual......... 203
3.5. Análisis del artículo 392 CCCN................................................. 209

SEGUNDA PARTE
(Fuentes legales)................................................................................... 217

Capitulo VI - “EL ANTEPROYECTO DE LEY DE LOS


DOCUMENTOS NOTARIALES” COMO FUENTE
LEGAL ARQUETÍPICA (El gran intento de sistematización
legislativa)......................................................................................... 219
IMPORTANCIA DE ESTE CAPÍTULO........................................... 220
Procedimientos gráficos......................................................................... 233
Sello....................................................................................................... 234
Formación del Documento..................................................................... 234
Idioma.................................................................................................... 236
Sordomudos y Mudos Alfabetos............................................................ 238
Uso de Guarismos y Abreviaturas.......................................................... 238
Errores. Forma de Subsanación............................................................. 240
Fe de Conocimiento............................................................................... 250
Representaciones.................................................................................... 251
Testigos Instrumentales y de Conocimiento.......................................... 254
Otras Menciones.................................................................................... 254
Dación de Fe.......................................................................................... 255
Índice General 13

Lectura y Firma...................................................................................... 255


Notas y Actas Complementarias............................................................ 262
Testamento por Acto Público................................................................. 266
Concepto................................................................................................ 266
Clasificación........................................................................................... 268
Requisitos Legales................................................................................. 268
Actas de Requerimiento y Notificación................................................. 270
Actas de Presencia y Comprobación...................................................... 272
Actas de Notoriedad............................................................................... 273
Actas de Protocolización........................................................................ 274
Actas de Subsanación............................................................................ 278
Actas de Depósito y Consignación........................................................ 280
Actas de Protesto.................................................................................... 280
Actas de Remisión de Correspondencia................................................ 280
Actas Complementarias......................................................................... 281
Concepto. Requisitos............................................................................. 282
Facción................................................................................................... 284
Competencia de las Reglamentaciones Legales.................................... 285
Acta de Entrega de Testamento Cerrado................................................ 285
Formalidades.......................................................................................... 286
Certificados de Autenticación de Firmas e Impresiones Digitales......... 286
Certificados de Existencia de Personas.................................................. 288
Certificados de Fotografías y Reproducciones...................................... 289
Personas con Domicilio fuera del Distrito............................................. 289
Otros Certificados.................................................................................. 290
Copias.................................................................................................... 290
Testimonios............................................................................................ 292
Requisitos............................................................................................... 294
Copias Simples...................................................................................... 295
Efectos.................................................................................................... 296
Subsanación de Errores.......................................................................... 297
Derechos de las Partes y del Notario..................................................... 298
Reconstitución........................................................................................ 300
TÍTULO COMPLEMENTARIO........................................................... 307

Capítulo VII - DEL CÓDIGO CIVIL AL CÓDIGO UNIFICADO


(Comentarios a la forma jurídica en el CCCN, a la luz de las
fuentes teóricas)............................................................................... 309
1. EL NOTARIADO Y SU DEUDA CON EL CÓDIGO CIVIL...... 310
14 derecho notarial

2. SECCIÓN TERCERA. FORMA Y PRUEBA DE LOS ACTOS


JURÍDICOS. UNA MIRADA PRELIMINAR.............................. 313
3. SECCIÓN 4ª. INSTRUMENTOS PÚBLICOS............................. 323
4. SECCIÓN 5ª. ESCRITURA PÚBLICA Y ACTA.......................... 336
5. SECCIÓN 6ª. INSTRUMENTOS PRIVADOS Y
PARTICULARES................................................................................. 364

Capítulo VIII - FUENTES LEGALES PROVINCIALES. LAS


LEYES ORGÁNICAS DEL NOTARIADO (Estudio de la
Ley I, Nº 118 (Antes Ley 3743) Orgánica del Notariado de
Misiones. Comentada, concordada con sus fuentes legales, el
Anteproyecto de ley de documentos notariales y el Decreto
reglamentario Nº 1515/01)............................................................... 373
1. ¿QUÉ ES UNA LEY ORGÁNICA EN NUESTRO PAÍS? .......... 374
2. COMENTARIOS A LA LEY ORGÁNICA DE MISIONES
(LEY I - Nº 118. ANTES LEY 3743).............................................. 378

APÉNDICE - (Una síntesis gráfica de las fuentes teóricas y


legales)............................................................................................... 493
1. “MAPA GRÁFICO” DE LA OBRA............................................... 493
2. EXPLICACIÓN SINTÉTICA DEL “MAPA GRÁFICO”............ 495

BIBLOGRAFÍA Y MATERIAL CITADO..................................... 501


Prefacio
Este trabajo considera al Notario o Escribano Público como un funcio-
nario público que actúa fuera de la estructura burocrática del Estado, o si
se quiere: como un funcionario público no empleado. Y si bien conside-
ramos que cumple una tarea relevante como jurisperito asesor, esta labor
es un requisito necesario de idoneidad para acceder a la función pública.
En todo caso, la fe pública es un monopolio estatal y la forma descen-
tralizada con que el notariado de “tipo latino” la ejercita y dinamiza, se ha
debido a una razón de mercado, a una nervura en la que por un lado está
la necesidad de la presencia del Estado en determinados actos jurídicos
relevantes y por otro, el reconocimiento de que la lentitud burocrática no
debe ser un freno o “enemigo” del tráfico económico jurídico ágil. Desde
este punto de vista, qué duda cabe, el notario de registro es uno de los
funcionarios públicos más eficaces e ilustrados con que cuenta el Estado.
Esta suerte de “toma de partido” por la tesis funcionarista, no es más
que una consecuencia necesaria de la sistematización que aquí se desarrolla.
Una mirada rápida por el índice de la obra permite advertir que se des-
dobla en dos partes. Por un lado, tenemos una Primera Parte que consta
de cinco capítulos. En el primer capítulo, se intenta desentrañar a través
del método histórico y del paradigma indiciario la evolución de la forma
“documental escrita”, diseño formal jurídico sin el cual el notariado no
tendría razón de ser. Luego de ello, nos ocupamos de lo que en doctrina
se conoce como “Derecho Notarial”, su “autonomía” y sus fuentes, dando
nuestras apreciaciones críticas al respecto.
Los tres capítulos que siguen están avocados a teorías generales en
las que el notariado tiene pertenencia (Teoría del Estado), protagonismo
16 derecho notarial

(Teoría del Acto Notarial) e injerencia directa (Teoría del Negocio Jurídi-
co y Teoría de la Invalidez e Ineficacia de los actos y negocios jurídicos).
El Capítulo II, bien decimos, remarca la pertenencia al Estado, la cual
se explicita con los aportes de la Teoría General del Estado, determinan-
do así: “de dónde viene el notario”, la Función Pública que ostenta, el
órgano que conforma una escribanía pública, su competencia material y
territorial, la condición de agente de la función fedante o “factidiccional”,
los requisitos de acceso, la carrera notarial, la importancia del “número
clauso”, etcétera. De esta batería conceptual, surge una revisión crítica a
la definición dogmática que el 1º Congreso Internacional del Notariado
Latino, hace del notario, considerándolo un “Profesional del Derecho en-
cargado de una función pública…”.
Una vez que se ha determinado “de dónde viene el Notario”, llegamos
al Capítulo III, en el que nos avocamos al estudio de “que hace el notario”.
Para ello nos valemos de los aportes de la Teoría general del Acto Notarial,
teoría surgida de la labor de dos grandes notarialista: José Carlos Carminio
Castagno y Mario Antonio Zinny. Sin perjuicio de reconocerles a sus tra-
bajos un valor sistematizador importantísimo, nos hemos permitido tomar
posición acerca de algunos puntos teóricos que consideramos objetables.
Ahora bien, cuando el acto notarial es configurante de negocios jurídi-
cos causales, (v.gr: compraventas, donaciones, cesiones de derechos, tes-
tamentos, etc.) es menester darle entrada conceptual a otra teoría: la Teoría
general del Negocio Jurídico, la cual presenta presupuestos y elementos
distintos a los del Acto Notarial. A ello debemos sumarle el desarrollo
integrador del Capítulo IV en el que se analiza como una teoría, todo lo
referente a la Invalidez e Ineficacia de los actos y negocios jurídicos.
De este esfuerzo diferenciador es posible observar que, los requisitos
de validez y eficacia del Acto Notarial son diferentes a los del Negocio Ju-
rídico. Y si bien hay una interdependencia o “entramado” por la que la in-
validez de uno puede llevar a la del otro, hay casos en que ello no sucede,
pudiendo reconocer en la frondosa casuística, las siguientes hipótesis que
justifican el estudio y análisis de ambas teorías: a) Acto Notarial válido
con Negocio Jurídico nulo (V.gr.: dónde se declara la nulidad del negocio
por lesión –art. 332 del CCCN–, o por simulación –art. 333 del CCCN–);
b) Acto Notarial nulo que trae aparejado la nulidad del Negocio Jurídico
Prefacio 17

(V.gr.: Compraventa celebrada con un acto notarial nulo por incompeten-


cia territorial del escribano (Confr. Art. 290 inc. a. del CCCN); c) Acto
Notarial nulo o inexistente que no trae aparejado la nulidad del Negocio
Jurídico (V.gr.: Contratos en que las partes deciden excederse en la forma
–Confr. Art. 284 in fine del CCCN–, decretada la nulidad del acto notarial,
no afecta a la validez del negocio que no reclama escritura pública) y d)
Acto Notarial válido con Negocio Jurídico inoponible, (V.gr.: Donación
hecha en fraude de algún acreedor –Confr. art. 338 a 342 del CCCN–,
donde la donación es válida erga ommnes pero resulta inoponible a acree-
dor agraviado que acciona).
Llegamos por fin al Capítulo V donde en él trataremos lo atinente al
quehacer profesionalista y asesor del notario, el cual intentamos separar
con claridad de la labor como funcionario público. Hacemos hincapié en
lo atinente al estudio de títulos, diseñando un límite lógico y objetivo a
la buena fe del notario en este quehacer netamente profesionalista. Vin-
culado al estudio de títulos están las denominadas adquisiciones a non
domino, lo cual es objeto de análisis.
Luego llegamos a la Segunda parte, en la que nos ocupamos de las
fuentes legales. La primera objeción que se nos puede hacer es que en
ella dedicamos un capítulo, –el Capítulo VI– a un anteproyecto de ley, es
decir que tratamos como fuente legal algo que no ha sido ley. Y es verdad.
Pero también es cierto que al Anteproyecto de Ley de los documentos
notariales tiene un lugar emblemático, es fuente arquetípica, pues: a) En
lo normativo, el anteproyecto plasma las bases de lo que fueron el sinnú-
mero de reformas que recibió el Código Civil, ha nutrido al nuevo Código
Civil y Comercial, además de ser el cántaro en el que abrevaron casi la
totalidad de las leyes orgánicas notariales de las provincias; y b) En las
notas a cada artículo del anteproyecto se ve cristalizada toda la evolución
teórico práctica, tanto nacional, internacional y comparada del “notariado
de tipo latino”. En fin, estamos ante una obra monumental, imposible de
desconocer y que constituye material imprescindible en la formación de
los notarios en general y del de registro en particular.
En el Capítulo VII hacemos nuestros comentarios al nuevo CCCN, en
particular lo atinente a la forma jurídica. Si bien hoy abundan los códigos
comentados, nuestras meditaciones se hacen a la luz de las fuentes teóri-
18 derecho notarial

cas de la primera parte y remarcan con énfasis las influencias del Antepro-
yecto de Ley de los documentos notariales.
Por último el Capítulo VIII trata acerca de la fuente más importante con
la que cuenta el notariado junto al CCCN: las leyes orgánicas provinciales.
Estas leyes, de manera integradora y complementaria al CCCN, además
de la matrícula profesional, regulan, reglamentan y controlan la función
pública notarial, estableciendo los mecanismos y requisitos de acceso, por-
menorizan en detalle el ejercicio de la función, delimitan la competencia
material y territorial del órgano notarial, como deben llevarse los protoco-
los, las notarías, establecen resortes de supervisión, vigilancia y control de
la función, como así también crean tribunales administrativos especiales a
los que someter su responsabilidad como funcionarios públicos.
Si bien las leyes orgánicas son resorte de cada provincia, hemos optado
por comentar una del interior del país, evitando así caer invariablemente
en el centralismo que impone tomar la ley orgánica de la capital, por más
que ello hubiese repercutido en un mayor mercado editorial. No obstante,
más allá de algunas singularidades y regionalismos, estamos convenci-
dos que los comentarios que hacemos son de gran utilidad, pues en ellos
se perfilan lineamientos generales para casi todas las leyes orgánicas del
país. Por lo demás, nuestras apreciaciones tienen el elemento diferencial
de haber sido desarrollados a la luz de las fuentes teóricas de la primera
parte, y no desconocen en ningún momento las influencias del Antepro-
yecto de Ley de los documentos notariales.
A modo de síntesis y para cerrar. Este libro justifica y afianza el vín-
culo desburocratizado pero indisoluble que une al notario con el Estado,
buscando demostrar con historia, teorías generales, proyectos de ley y
exegesis normativa qué, por su perfil y características organizativas, de
los funcionarios públicos, el escribano público de registro es, sin lugar a
dudas, el que con mayor eficacia y eficiencia, facilita y dinamiza el diseño
formal de aquellos actos y negocios en los que el intercambio económico
demandan seguridad jurídica.

H.H.V.
PRIMERA PARTE
(Fuentes teóricas)
Capítulo i
GENERALIDADES DEL DENOMINADO
“DERECHO NOTARIAL”

1. Evolución de la forma escrita, el “nacimiento” del notariado, su razón


de ser e importancia histórica. 1.1. El lado olvidado de la forma documen-
tal. 1.2. Soportes y medios como prueba del lento desarrollo de la forma
escrita. 1.3. La oralidad, lo jurídico y su técnica. 1.4. Los problemas de la
lengua utilizada en el documento. 1.5. Los problemas del lenguaje técnico
y sus operadores. 1.6. El notario y cuatro indicios intradocumentales que
abonan su existencia histórica. 1.6.1. El problema de la fecha y el lugar.
1.6.2. El problema de la identidad. 1.6.2.1. El registro de personas como
la antesala del registro de bienes. 1.6.3. Un resabio de la oralidad: la
presencia de testigos en los documentos escritos. 1.6.4. La obligación de
leer las escrituras. 1.7. Los Estados modernos, la codificación y el triunfo
de la forma jurídica escrita. 1.8. Necesidad de documentos auténticos.
1.9. El documento escrito, los testigos y el juramento en la Constitución
LXXVI o Novela LXXIII del corpus Iuris Civile. 1.10. Nota sobre los es-
tudios de Eduardo B. Pondé. 2. El “Derecho Notarial”. Concepto. 2.2.
Autonomía. 3. Principales fuentes del Derecho Notarial. 3.1. Normas de
fondo. 3.2. Leyes Orgánicas del Notariado. 3.3. Leyes procedimentales. 4.
Intentos de sistematización teórica. 5. Intento de sistematización legal: El
anteproyecto de ley de documentos notariales.
22 derecho notarial

1. EVOLUCIÓN DE LA FORMA ESCRITA, EL “NACIMIENTO”


DEL NOTARIADO, SU RAZÓN DE SER E IMPORTAN-
CIA HISTÓRICA
Es bien sabido que el pasado se mezcla con el presente en una vorágine
que hace muchas veces imperceptible o al menos difícil de determinar la
lógica que inspiran lugares comunes o institutos necesarios de una actividad
o función como la de documentar los actos o negocios jurídicos cotidianos.
Siendo nuestra cultura una cultura gráfica, nos es imposible imaginar
que la humanidad durante un largo período contrató de forma oral y ritual,
ignoramos que la existencia de soportes y medios hoy masivos como el
papel o la tinta eran altamente escasos hasta avanzada la baja edad media
y ni hablar del analfabetismo masivo y de la Babel de dialectos por encima
del ilustrado latín de los textos existentes.
Saliendo ya de los medios, soportes e ilustración, y adentrándonos en
el contenido del documento, debemos preguntarnos por la fecha, el lugar,
la identidad de las personas en épocas donde no había un calendario único,
donde la geografía y los mapas eran un misterio y que alguien fuera quien
decía ser implicaba todo un desafío probatorio.
La forma jurídica escrita, como se verá, fue un subproducto medie-
val, nacida del desarrollo de la burguesía mercantil que demandaba de
manera creciente, mecanismos ágiles y perdurables de prueba. Para poder
alcanzar tal desarrollo, fue necesaria la aparición e “industrialización” del
papel, el afianzamiento de la gramática (no sólo del latín y el griego sino
de las distintas lenguas denominadas “vulgares”), la alfabetización, el cre-
cimiento de grandes ciudades, la conformación de los Estados nacionales,
entre otras razones.
En el 1200 saber leer y escribir era un don, algo extraordinario para
el grueso de la comunidad, y es por ello que nació el notariado medieval,
como una técnica de control que le diera a la nueva técnica del registro
documental jurídico escrito, un vuelo mayúsculo respecto de la oralidad
imperante con sus testigos, juramentos procesales y severos castigos ante
los falsos testimonios.
En plena Baja Edad Media en la que todo esto se insinúa, la propiedad
sobre tierras y la demarcación de límites territoriales se hizo cada vez más rí-
gida. El orden feudal necesitaba un espacio cierto de dominio para el vasallaje
Primera parte: Fuentes teóricas 23

del señor (sin descontar el interés por asegurar en ella una estratégica defensa,
tributos, urbanización, caminos, vías de accesos, etc.). Luego, la burguesía
mercantil en ascenso hará lo propio, definiendo su espacio de producción e
intercambio hasta llegar al asiento territorial de los Estados modernos.
En una transición imperceptible de las ceremonias sociales y colecti-
vas, con presencia de testigos y agentes del poder, se irá hacia la forma
documental, con testigos aún, pero siempre bajo la presencia o autoría de
un allegado o “funcionario” que expresase y asegurase el control del po-
der soberano sobre actos relevantes en lo económico o social. Nace así el
notariado y el instrumento oficial o público.
Sobre estas premisas, comenzamos a analizar los indicios materiales y
documentales que consolidan la forma jurídica documental por excelencia:
el instrumento público, presupuesto formal auténtico sin el cual la creación
de los registros públicos como los notariales, no habrían tenido viabilidad.

1.1. El lado olvidado de la forma documental


¿Es posible determinar cuándo nació la documentación escrita? Al me-
nos: ¿Es posible aproximarnos a su origen? Una vez alcanzado este punto
cabe preguntarse: ¿La “forma jurídica documental escrita” existió siempre?
El olvido que purifica, la lectura un tanto apresurada y una visión poco
meditada de las cosas, hace suponer que, desde la más remota antigüedad,
los contratos o negocios jurídicos en general, siempre tuvieron un registro
escrito o minúsculamente gráfico de su existencia, lo que no es cierto.
Todo ello se debe a que tenemos incorporada una visión gráfica del
mundo, y como “la ideología no puede leerse desde la ideología”, pregun-
tarse por la escritura, ‒no sólo en el Derecho, sino en las prácticas sociales‒,
es algo que hoy ha quedado en manos de filólogos, semiólogos y hasta ar-
queólogos. La literatura existente que permite desandar el dogma no es tan
escasa, aunque ha sido descuidada por la mayoría de los jurisperitos.
Hace 33.000 años que el hombre habla (algunos dicen que hace más
de 50.000), y apenas unos 3.500 que exhibe manifestaciones escritas.
Nuestras mentes piensan o articulan, desde el herramental proporcionado
por el lenguaje grafico en una dimensión generalmente subestimada. Para
entender el protagonismo de la escritura en general y en el Derecho en
particular, debemos respondernos a una batería de preguntas, algunas ya
24 derecho notarial

insinuadas, v.gr: ¿Cuándo nació el alfabeto? ¿Qué fue lo escrito? ¿Dónde


fue escrito? ¿Cuándo fue escrito? ¿Con qué y en qué soporte fue escrito?
¿Quién lo escribió? ¿Con qué lenguaje técnico? ¿Cómo escribieron –en el
sentido grafico–? ¿Había una sintaxis para desleer esos signos? ¿Para qué
fue escrito? ¿Quiénes eran los destinatarios de dichos textos?
Desarrollar esto significaría un trabajo que desbordaría el objeto del
presente; empecemos por el momento analizando el problema de soportes
y medios, pues ir de la parte al todo es un método eficaz en estos casos.

1.2. Soportes y medios como prueba del lento desarrollo de la forma


escrita
Observemos el siguiente cuadro e intentemos fundamentarlo:

CRONOLOGÍA APROX. DE LOS MATERIALES ESCRIPTOREOS


-3000 -2000 -330 476 1200 2003

-3300 -2200 -1100 0 751 1500


Tableta de arcilla y estilete
Papiro y tinta
Tableta de madera recubiertas de cera
Pergamino
Papel
Esquema 1

El primer material escriptoreo de que rinde cuenta la historia fue, en


un principio, la piedra. Monumentos arqueológicos como el denominado
Código de Hammurabi o la famosa piedra Roseta en Egipto así lo prue-
ban, pero por su propia naturaleza fueron poco masivos y sus funciones
más bien religiosas o rituales.
La arcilla fue otro de los soportes utilizados en Asiria y Babilonia,
también se han encontrado en Etruria y Grecia, la cual se trabajaba de
Primera parte: Fuentes teóricas 25

manera blanda para poder imprimir en ella con cualquier herramienta o


material incisivo. Era un medio sin duda más ágil, pero no obstante su
mayor maleabilidad, los usos que de ella se registran, evidencian la mani-
pulación con fines religiosos o contables, lo que mantiene su manejo por
un ámbito reducido o de elite. Su uso se extiende aproximadamente hasta
el año 200 a.C.
Otra evidencia palpable de la escasez de materiales escriptoreos está
dada por las tablillas de madera utilizadas en Roma. El soporte era una
madera dura ahuecada, la cual se rellenaba con cera o yeso y en ella se
escribía con un buril. Se han encontrado ejemplares que datan del 150
a.C. y otras que corresponden a plena edad media (pasado el año 1000)
encontradas en Alemania.
Decir papiro es decir Egipto. Era una planta indígena de oriente, de su
tallo se extraían láminas que permitían escribir con tintas sobre él. Como
soporte, si bien era el mejor, se presentaba áspero, escribir o grafiar sobre
este soporte era muy difícil. El Nilo y su fertilidad fueron su fuente más
prolífica, pero también hubo plantaciones en Siria, Palestina y Sicilia. Los
ejemplares que se han encontrado proceden en su mayoría de Egipto, el
clima húmedo no favorecía su conservación y los que sobrevivieron dan
muestra que fueron utilizados con fines hieráticos o sagrados.
El papiro llegó a ser usado hasta el año 400 d.C., y fue reemplazado
por el pergamino, el cual se obtenía de la piel de animales. La elaboración
de este soporte exigía un proceso laborioso y delicado, era un material que
requería ser estirado y pulido para escribir sobre él. Su antigüedad es im-
precisa y su masificación sin duda escasa; basta con pensar que un códice
de 200 páginas necesitaba alrededor de ochenta pieles.1 Que un material
como el pergamino haya reemplazado al papiro, prueba un punto de es-
casez de éste (además de su deficiencia en producirlo o conservarlo), que
hacía de aquel otro (si bien más resistente, también más costoso y menos

1 Dice Jean George: “La aparición del pergamino trajo consigo dos progresos decisivos;
por una parte, permitió la utilización de la pluma de oca que ofrecía posibilidades infinita-
mente más variadas que el vasto pincel de caña y, por otra parte, ya que se podían doblar los
folios y coserse, se llegó a una generalización de los “codex”, precursores de nuestros libros
formados por folios apilados los unos sobre los otros y encuadernados”. Confr. JEAN George.
La escritura, archivo de la memoria. Madrid: Aguilar Universal (Arqueología), 1989, p. 82.
26 derecho notarial

masivo) un material afectado a precisas actividades de índole religiosa,


diplomática o gubernamental, agregando por lo demás que convivió con
el papel hasta el año 1500 de nuestra era.2
Llegamos por fin al papel. Su invención en China data del 300 a.C.,
usando para su fabricación fibras vegetales (cáñamo, algodón, bambú,
morera, lino, tallos de trigo, etc.). Pero esta fecha tan remota no favo-
reció ningún desarrollo precoz, sino que debió esperar más de mil años
para hacerse fuerte como soporte indiscutible, gracias al mercadeo por el
Mediterráneo desde el Medio Oriente a Europa en la Baja Edad Media.
Un mapa de su recorrido y arribo a Europa nos lleva una fecha como la
del año 1238 en la que se establece el primer molino de papel en Játiva
(Valencia) por influencia árabe.3
¿Cómo es posible que con tan lento trajinar de soportes y medios, la
forma negocial escrita fuera prodigiosa o masiva?4

2 Sobre la edad de predominio del papel en los manuscritos antiguos y medievales


nos revela también Lynn Thorndike: “Excepto en lo que se refiere a los antiguos papiros,
la mayor parte de los manuscritos son del período medieval. Hasta los clásicos antiguos
han sido conservados, en su mayoría, en este medio. Muchas obras escritas durante la
Edad Media permanecen todavía en manuscritos y no han sido aún impresas, ni siquiera
estudiadas. Es muy verosímil que cuando ellas hayan sido más completamente examina-
das e interpretadas, nosotros conozcamos más de la civilización medieval. Los manuscri-
tos medievales fueron escritos, generalmente sobre pergamino o piel de carnero en vez de
papiro hasta el siglo XIV y XV en que empezó a usarse el papel.” Confr. THORNDIKE
Lynn. Breve historia de la civilización. Buenos Aires, Editorial Claridad, 1953, p. 338.
3 Apunta Le Goff: “Los molinos de papel, de los que existen testimonios desde
1228 en Jativa, España, no se difunden antes de finales del siglo XIII en Italia (Fabriano,
1268); el primer molino francés de papel es de 1338 (Troyes) y el primero alemán de 1390
(Nuremberg)”. Confr. LE GOFF Jaques. La civilización del occidente medieval. España,
Paidós, 1999, p. 186.
4 Sin desconocer que el valor de la propiedad sobre bienes como la tierra cedía ante
el saqueo. Las luchas militares y los grandes imperios reconocidos, desde el Eufrates y el
Tigris hasta la conformación de los Estados nacionales, se preocupaban de la conquista de
territorios en la medida que las riquezas muebles y la esclavitud de los asentados en ellos
aseguraran a los vencedores no la propiedad inmobiliaria en sí, sino el vasallaje. La pro-
piedad privada como concepto, hunde sus raíces en la idea de “dominium” romano, pero
fue necesario que existieran ciudades, fronteras, que el Estado territorial y el orgullo na-
cional tomen algún tipo de forma o sea al menos mínimamente intuido, para que la tierra
y su dominio puedan ser “exclusivo”, “absoluto” o “privativo” y por ende documentado
en lo negocial (escritura pública) y en lo material (relevamiento catastral).
Primera parte: Fuentes teóricas 27

Concluyendo: Si existía un desarrollo de soportes y medios de escritu-


ra no era más que áulico, y una vez dados éstos, había que saber dominar
el lenguaje o código con que impregnar el soporte, pero aún si ese lengua-
je era técnico jurídico, además había que saber desleerlo.
A nuestras mentes formadas y conformadas por lo escrito, les cues-
ta entender que civilizaciones monumentales como la mesopotámica, la
egipcia, la griega o la romana, por ejemplo, hayan construido imperios
con monumentos y palacios envidiables, por medio de la oralidad. La ora-
lidad sólo exige más ensayo y error que lo escrito, pero también debemos
decir que lo escrito tiene como presupuesto los fracasos y aciertos del pa-
sado oral. Sólo una mentalidad gráfica como la nuestra no lo admite, pero
no es más que una generalización apresurada y anacrónica, no es más que
la lógica de una actitud reduccionista y simplificadora.5

5 Nos enseña Ong: “En lugar del papel, hecho a máquina, de superficie uniforme
y los bolígrafos relativamente durables, el escritor antiguo contaba con un equipo tecno-
lógico difícil de manejar. Sus superficies para escribir eran ladrillos de arcilla húmeda,
pieles de animales (pergamino, vitela) raspadas para quitarles la grasa y el pelo, a menudo
alisadas con piedras pómez y blanqueadas con yeso, frecuentemente reprocesados me-
diante la eliminación de un texto anterior (palimpsestos). O bien disponía de la corteza
de árboles, el papiro (mejor que la mayoría de las superficies, pero aún áspero según los
criterios de la alta tecnología), hojas secas u otra vegetación, cera aplicada en capas a
tablillas de madera, a menudo unidos para formar dípticos usados en un cinturón (estas
tablillas de cera se utilizaban para hacer apuntes, cuando se deseaba usarlas nuevamente,
bastaba alisar la cera), varas de madera y otras superficies de madera y piedra de dife-
rentes tipos. No había papelerías en la esquina que vendieran cuadernos. No había papel.
Como herramienta de inscripción, los escribientes tenían varias clases de estilos, plumas
de ganso, que había que hender y aguzar una y otra vez con lo que aún llamamos “corta-
plumas”, pinceles (particularmente del Asia oriental), u otros diversos instrumentos para
grabar las superficies o extender las tintas y pinturas. Las tintas líquidas se mezclaban
de diversas maneras y se preparaban para el uso en cuernos bovinos huecos (tinteros de
cuerno) o en otros receptáculos resistentes al ácido, asimismo, por lo común en el Asia
oriental, los pinceles se mojaban y retocaban en bloques de tinta, secos, como se hace en
pintura o acuarela. Se necesitaban habilidades mecánicas especiales para manipular tales
materiales de escritura, y no todos los “escritores” las tenían adecuadamente desarrolladas
para dedicarse a esta actividad durante mucho tiempo. El papel hizo la escritura física-
mente más fácil. Sin embargo, el papel –fabricado en China probablemente en el siglo II
a. de C. y extendido por los árabes hasta el Oriente medio aproximadamente en el siglo
VIII de la era cristiana– se fabricó por primera vez en Europa apenas en el siglo XII”.
Confr. ONG Walter J. Oralidad y escritura. Tecnología de la palabra. México, Fondo de
cultura económica, 2006, p. 96.
28 derecho notarial

1.3. La oralidad, lo jurídico y su técnica


La sociedad de los primeros siglos de nuestra civilización era funda-
mental y masivamente una sociedad ágrafa, despreocupada de lo escrito
y sus prodigios; saber hablar con elocuencia ya era un don, decir era más
que escribir, pues escribir era algo altamente sofisticado.
En todo caso, la oralidad era el recurso comunicacional espontáneo
y natural, reflejo de los medios materiales y técnicos con que una civili-
zación contaba. Y era lógico: no se le podía pedir a una civilización que
pensase con lo que no tenía ni imaginaba. El pasado no se sustentaba en
un alfabetismo masivo, en la escritura masiva, ni siquiera en una unidad
idiomática y, por ende, era inconcebible la existencia profusa de soportes
y medios de escritura.
A nuestra cultura gráfica, que todo lo lee, desde un mensaje de texto
en el celular, carteles de neón, folletines, diarios, revistas, libros, etc., le es
imposible entender hoy que la oralidad, con rituales, presencia de testigos y
el juramento, fueron –en lo jurídico– una moderna tecnología en su tiempo,
la única entendida por una sociedad o civilización que ni siquiera intuía que
siglos después la alfabetización alcanzaría un grado tan alto de desarrollo,
que los soportes y medios junto con la imprenta masificarían el acceso al co-
nocimiento, haciendo del texto la nueva tecnología con que el mundo habría
de transformar y transformarse. Luego vendrían los registros por medio de
la imagen, la computación y los veloces modos actuales de comunicación
e intercambio, que (a no olvidarlo) tiene como base o sustento la escritura
y sus prodigios, pero este proceso es el que estamos nosotros tratando de
entender día a día a la fuerza, de manera “emergente”.6

6 No solo somos una cultura de lo gráfico, somos además una cultura de la ima-
gen. Hasta no hace más de medio siglo, las guerras, por ejemplo, seguían siendo un acto
heroico, sólo se sabía de vencedores y vencidos por alguna noticia extemporánea en un
periódico o la radio, pero la masacre y los genocidios sólo los dimensionaban quienes
lo habían padecido y sobrevivido. Hoy podemos acceder a todo ello en forma visual a
través de documentales y con una verosimilitud que espanta. Lo mismo sucede hoy con
los prodigios que brinda Internet, poniéndonos al instante en contacto con alegrías, es-
pectáculos, culturas, sufrimientos, catástrofes y dramas de otros países lejanos o no. Si
se medita, todo ello ha generado y genera minuto a minuto nuevas formas de conciencia,
por ejemplo, la de una omnipresencia del pasado y del presente sin mediación de otros ni
de un registro indirecto como el del relato oral o la escritura. Estamos mutando, el grueso
de la humanidad detesta hoy las guerras y cualquier manifestación de violencia. Es más
Primera parte: Fuentes teóricas 29

1.4. Los problemas de la lengua utilizada en el documento


¿Cuál era la lengua imperante en la Europa medieval? Probablemente
el latín, idioma que ya traía sus problemas, pues se había convertido desde
hace tiempo en una lengua áulica o monástica, no más; el resto o la masa,
hablaba dialectos de toda índole. El latín escrito era casi ilegible para al-
guien no avezado.7
Aun así, quien dominaba el latín era un descifrador de signos. Pensemos
en la evolución de su gramática y advertiremos que se escribía sin separar
las palabras unas de otras, con espacios en blanco o un punto entre medio,
de modo que el texto carecía de elementos formales distintivos de su sig-
nificado y estructura. Leer era un trabajo de búsqueda de sentido al texto
mediante una recreación muchas veces (o casi siempre) en voz alta, que
permitiera interpretar haciendo audible el texto (en cualquiera que fuese el
soporte).8 Ante los vacíos de una escritura que no había concebido aún la

pacífica de algún modo, vivimos pues una época de reformas y no de revoluciones, y todo
ello se lo debemos al lado positivo de poder recrear el pasado en imágenes como si fuera
hoy, a poder inmediatizar en imágenes el dolor real de la muerte, la miseria, la pobreza y
la violencia en cualquiera de sus formas. La imagen e Internet (que presupone y se apoya
en una sociedad grafica consolidada) es a nuestro tiempo lo que fue la imprenta en el
Renacimiento. El ensayo de la humanidad sigue su derrotero, el futuro dimensionará con
más claridad las virtudes y vicios de todas estas conquistas.
7 Nos dice Ong: “La otra gran influencia que en Occidente hizo sentir su efecto en la
estrecha relación entre escrituras y oralidad fue el latín culto, resultado directo de la escri-
tura. Alrededor de los años 550 y 700 d. de C., el latín hablado como lengua vernácula en
varias partes de Europa había evolucionado en las primeas manifestaciones del italiano,
el español, el catalán, el francés, y las otras lenguas romances. Para el año 700 d. de C.,
las personas que hablaban estos derivados de latín ya no entendían el antiguo latín escrito,
ininteligible, quizás, para algunos de sus bisabuelos. Su lengua hablada se había alejado
demasiado de sus orígenes. Empero, la educación y con ella la mayor parte del discurso
oficial de la Iglesia o del Estado, continuaban produciéndose en latín(…) Por dictado de
los estatutos escolares, el latín se había convertido en latín culto, una lengua dominada
completamente por la escritura, mientras los nuevos idiomas vernáculos romances deriva-
ron del latín del mismo modo que siempre se desarrollaban las lenguas: oralmente. El la-
tín sufrió una división entre el sonido y la vista”. Confr. ONG Walter J…. op. cit., p. 112.
8 Y al inversa, el único modo de construir una gramática del diálogo conversacional
es teniendo en permanente consideración las condiciones en que se produce esa totalidad
que llamamos “oralidad”, cuyos ejes principales de diferenciación respecto de la escritura
son la relevancia que adquieren los signos fonéticos, cinésicos etc., que los complemen-
tan y que encuadran a los sujetos coloquiales en relación con lo que se dice, junto con el
entorno de cooperación discursiva que requiere todo acto de comunicación interactivo.
30 derecho notarial

sintaxis en el programa gramatical, y que se crearía recién siglos después:


¿Que masividad y utilidad práctica en las contrataciones podía tener un re-
gistro escrito de estas características? ¿Cuán practica en lo negocial resulta-
ba un modo tan hermético de conservación de la información?
Esta forma de escribir el latín conocido como scriptio continua segui-
rá aplicándose durante la Alta Edad Media. Recién en los siglos VII y VIII
en zonas insulares como Inglaterra e Irlanda o continentales germánicos
(que empezaban a apartarse de la insuficiencia del latín), se comienzan
a generar formas de espaciar la ininterrumpida sucesión de letras.9 Pero
estamos ante un desafío de lenguas ajenas al latín, pues ésta debió espe-
rar hasta mediados del siglo X a que los monjes cristianos comenzaran a

Las operaciones necesarias para que el hecho conversacional pueda ser integrado en una
gramática o, más bien, en una lingüística del hablar, o bien cuando el escritor trata de
pasar la conversación a escritura se ve obligado a realizar sucesivamente una serie de ope-
raciones que, en síntesis, son las siguientes: i) referencias sobre los locutores y su entorno
pragmático; ii) situar el acto de elocución en el tiempo y el espacio; iii) hacer explícitas
referencias sobre lo consabido, lo no dicho o lo anticipado; iv) operaciones de predicación
mediante las cuales el esquema sintáctico conversacional se reordena para ser inteligible
en el mensaje escrito; y v) operaciones de relación entre lo dicho en la secuencia verbal,
organizada en estructuras oracionales, y el enunciador, lo que proporciona especial rele-
vancia a la modelización del discurso. Sobre el particular se puede consultar un interesan-
te trabajo de BUSTOS TOVAR José Jesús: De la oralidad a la escritura en la transición
de la Edad Media al Renacimiento: la textualización del diálogo conversacional. https://
cvc.cervantes.es/literatura/criticon/PDF/081-082/081-082_193.pdf
9 Dice Ong: “Los arcaicos hábitos mentales orales de pensar en voz alta propician el
dictado, pero también lo hacía el estado de la tecnología de la escritura. En el acto físico
de escribir, afirma en la Edad Media el inglés Orderic Vitalis, “todo el cuerpo participa”
(Clanchy, 1979, p. 90). A través de la Edad Media Europea, los autores a menudo contra-
taban amanuenses. Por supuesto, la composición por escrito –la ilación escrita de los pen-
samientos, particularmente las composiciones más breves– se practicaba en cierta medida
desde la antigüedad (…) Santo Tomás de Aquino, que escribía sus propios manuscritos,
organiza su Suma theologica con una estructura casi oral: cada apartado o “cuestión”
empieza con una relación de objeciones contra el punto de vista que será adoptado por
el autor, luego expone su opinión, y finalmente responde a las objeciones de orden. De
igual manera, un poeta antiguo escribía un poema imaginándose su declamación frente a
un público. Casi ninguno de los novelistas actuales escribe una novela imaginándose su
declamación en voz alta, aunque se preocupen por darle un matiz exquisito a los efectos
sonoros de las palabras. El conocimiento avanzado de la escritura propicia la composi-
ción verdaderamente escrita, en la cual el autor compone un texto que es precisamente
un texto, concentra sus palabras sobre el papel. Esto proporciona al pensamiento perfiles
distintos de los que posee el pensamiento que se posee oralmente.” ONG Walter J…. op.
cit., p. 96 y siguientes.
Primera parte: Fuentes teóricas 31

desarrollar la separación de palabras y una serie de reglas que permitieran


amenizar la difícil lectura de textos teológicos o litúrgicos.10
En el siglo XII, con el desarrollo y consolidación de las universidades,
las reglas de lectura se masifican, hay una puntuación variada, uso lógico
de las mayúsculas, desarrollos de tipologías gráficas, etcétera.11
Si todo esto es cierto, la mirada que debemos darle a la forma escrita
debe ser crítica. Admitirla como un hecho omnipresente en la técnica jurí-
dica, no es más que una ingenuidad anacrónica.

10 Medítense las reglas impuestas por San Isidro en el siglo VII, al cargo de Lector
de Iglesia (era el encargado en la liturgia de leer a los feligreses, pasajes bíblicos): “Quien
vaya a ser ascendido a este rango deberá estar versado en la doctrina y los libros, y conoce-
rá a fondo los significados de las palabras, a fin de que en el análisis de las sententiae sepa
dónde se encuentren los límites gramaticales: donde prosigue la lectura, donde concluye
la oración. De este modo dominará la técnica de la expresión oral (vim pronuntiationis)
sin obstáculos, a fin de que todos comprendan con la mente y con el sentimiento (sensus),
distinguiendo entre los tipos de expresión, y expresando los sentimientos (affectus) de la
sentencia: ora a la manera del que expone, ora a la que exhorta, ora adaptándose a los tipos
de expresión adecuada”. Confr. PARKES Malcolm y otros. Historia de la lectura en el
mundo occidental. La Alta Edad Media. Madrid, Taurus, 1997, p.131.
11 ¿Cómo plasmar en el papel, caracteres claros, limpios, bellos, de nobles propor-
ciones? La historia del diseño de las letras “de imprenta”, muestra que ha sido un desafío
que alcanzó el éxito de la mano de verdaderos artistas, imaginemos lo que ha sido para las
generaciones anteriores con una caja de herramientas rustica como una pluma de oca y un
“cortapluma”, estampar grafismos claros y legibles. Si se medita un poco, los autores de
obras escritas a mano y que hoy son incunables, deberían gozar de la fama de un Caravag-
gio, un Tiziano, un Velázquez o un Rembrand. Lo que sucede en realidad es que, así como
en la arquitectura el uso disimula el genio (salvo en la monumentalidad), en materia de
diseño, la utilidad desconoce el origen y desarrollo, que necesitó también del genio, pero
para la miniatura. Sobre el desarrollo de las tipografías de las “letras de imprenta”, puede
consultarse a SATUE Enric. El arte oculto en las letras de imprenta Discurso de ingreso
como académico electo de la Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jordi. Bar-
celona, 22 de junio de 2005. Demás está decir, que esta labor de copistas es un proceso de
transición hasta la creación de la imprenta, pero la imprenta se limitó a multiplicar mecá-
nicamente la labor previa de aquellos copistas y con ello a masificar la difusión de textos.
Enseña Albertine Gaur: “La llegada de la imprenta, no es una nueva forma de almacena-
miento de la información; es sencillamente un medio para multiplicar (idénticamente) la
información ya almacenada. Como tal, resulta útil y esencial sólo cuando se ha alcanzado
un cierto nivel de complejidad social y económica y cuando la información que ha de ser
multiplicada habla de materias más complejas que la simple proclamación de la propiedad
sobre una cosa. Como regla los sellos multiplican declaraciones, la imprenta multiplica
textos.” GAUR Albertine. Historia de la escritura. Madrid: Fundación Germán Sánchez
Ruipérez 1990, p. 228.
32 derecho notarial

1.5. Los problemas del lenguaje técnico y sus operadores


Resuelto el problema del lenguaje y sus sintaxis: ¿Cuál era el discurso
o contenido técnico jurídico de los documentos escritos? ¿Todos podían
comprenderlo o era menester un cuerpo ilustrado para interpretarlos?
La referencia más prolífica la encontramos entre los siglos XIII y XIV
en dos obras fundamentales e influyentes como Aurora de Rolandino Pas-
saggieri y el Ars Notariae de Salatiel Bonaniense, todas ellas escritas en
un latín más maduro. Ambas nacieron del seno del cuerpo de notarios más
conspicuos dados por la universidad de Bolonia.12
Estos documentos y formularios nos ubican de lleno en las puertas del
Renacimiento o definitivamente en él.13 Con ellos la forma escrita adqui-
rió visos de seguridad, dándole a un funcionario del poder que operaba
fuera de su estructura burocrática, probar la fecha del documento, la iden-
tidad de los contratantes mediante la técnica de la “fe de conocimiento”
(en épocas en que lo métodos identificatorios incontrastables no existían),
la capacidad, la titularidad de la cosa, su extensión, la certeza del pago, et-
cétera.14 El notario fue y sigue siendo por el momento, una técnica dentro
de la técnica de lo escrito.

12 Confr. PASSAGGERI Rolandino. Aurora. Ilustre Colegio Notarial de Madrid.


Reimpresión para el II Congreso internacional del Notariado Latino. SALATIEL BONA-
NIENSE. Ars Notariae. Barcelona: Editorial Anaya Beltrán, 1996.
13 Apunta Rafael Nuñez Lagos en la introducción a la obra de Rolandino: “Rolandi-
no fue, en efecto, el primer notario latino que con sus fórmulas y sus escritos traspasó los
límites de espacio y tiempo, las fronteras de su patria y de la Historia. Desde el siglo XIII
su valor universal es indiscutible; su influjo en los países latinos ha sido constante, decisivo
y trascendental.” y en cita nos dice: “Y no solo en Italia. En Francia recoge las fórmulas de
Rolandino el “Doctrinale floris artis notariae sive formularium instrumentorum” de Stepha-
nus Marcilletti; atribuido durante mucho tiempo a Juan de Grado. En España, el Código de
Alfonso X el Sabio, “Las siete Partidas”, contiene un formulario casi idéntico al de Rolan-
dino, y las glosas de Rolandino lo explican y aclaran. En Cataluña, donde rige el Derecho
romano, sobre su trazado –el de Rolandino– se escribieron las de Gali, Perera y Gibert y
la clásica Comes, en dos tomos en folio, y sobre el mismo sistema se fundó la Escuela de
Notaría establecida por el Colegio de Notarios. Este sistema de Rolandino, a través de leyes
y fórmulas de España –singularmente de las “Partidas”, vigentes en ultramar–, trasciende a
América, con aportaciones francesas al Canadá y Luisiana, y portuguesas al Brasil”. Intro-
ducción a la obra Aurora… op. cit., p. V. en romano.
14 Cuando uno lee la obra de Rolandino advierte que la escritura aún en el renaci-
miento era un oficio de pocos, no obstante encontrarse en tránsito hacia el dominio total
de la forma jurídica documental. Se aprecia que se encamina hacia el proceso de inver-
Primera parte: Fuentes teóricas 33

1.6. El notario y cuatro indicios intradocumentales que abonan la


necesidad de su existencia histórica
Que los registros escritos alcancen desarrollo no significa que por
igual lo alcancen en lo formal jurídico.
Sigamos aquilatando al documento auténtico. Es hora de hablar de
los problemas intradocumentales que presentaban las contrataciones en el
pasado. Nos detendremos en algunos lugares comunes que pasan desaper-
cibidos: la fecha, el lugar, la identidad, la presencia de testigos y la lectura
del documento.

1.6.1. El problema de la fecha y el lugar


¿Cómo se fechaba un documento en el siglo XII? ¿Se fechaban en
realidad? Nuestra cultura altamente gráfica, una vez más debe valerse de
indicios para comprender estos interrogantes.
La fecha es “fe-hecha”, pues bien, veamos lo que nos dice Ong sobre
el asunto: “Las primeras cédulas que certifican la posesión de tierra en In-
glaterra originalmente ni siquiera se fechaban, tal vez por toda una varie-
dad de motivos. Según Clanchy, acaso el de mayor peso haya sido que la
“fecha obligaba al que escribía a expresar una opinión respecto a su lugar

sión de la oralidad y la ritualidad para dar paso definitivo a la forma documental, que se
plasmará en la codificación. En cuanto a la fecha, el calendario cristiano era la regla, pues
las escrituras comenzaban con invocaciones como “En el año del Señor, mil… etc.”, la
identidad se lograba primero a través del reconocimiento a través del prenomen (nombre
de la persona por alguno de sus parientes, (v.gr. Antonio hijo o nieto de B.), cognomen
(da un nombre al persona mediante una referencia a toda su parentela, v.gr. Felipe de
Gonzaga) y agnomen (que es la designación de una persona atendiendo a un hecho o aso-
ciación, v.gr. Juan del Campo), en la que juegan necesaria importancia los patronímicos,
toponímicos, etc., y la presencia de testigos de conocimiento (no menos de tres) en caso
de que el notario no los conociera o no los pudiera identificar; en cuanto a la firma, se
discute si en presencia del notario era necesaria la misma, pues muchas veces no sabían
firmar o apenas hacían un signo cuyo valor aún por cotejo resultaba improbable, y apunta
Nuñez Lagos al respecto: “La “firma”, tal como hoy la entendemos, no es un concepto
de aplicación retroactiva. En Roma no había costumbre ni necesidad de firmar los docu-
mentos (Código Justinianeo, VII, 6, 1, 1; Instituciones, III, 23)”. “El Renacimiento trajo
una mayor divulgación del arte de escribir y muy especialmente la costumbre de suscribir
documentos de propia mano. Empieza a abrirse paso el concepto actual de firma. Pero
firmar es un hecho simple, sin solemnidad y no equivale a la “manufirmatio” medieval ni
a la autografía “sino cuando el que firma conoce el contenido de la escritura”. op. cit., en
romano p. XLV y XLIII.
34 derecho notarial

en el tiempo”, lo cual le exigía elegir un punto de referencia. ¿Cuál punto?


¿Había de ubicar el documento con referencia a la creación del mundo?
¿A la crucifixión? ¿Al nacimiento de Cristo? Los papas fechaban los do-
cumentos de esta manera, a partir del nacimiento de Cristo; sin embargo,
¿resultaba presuntuoso fechar un documento secular del mismo modo que
los hacían los papas? Hoy en día, en las culturas de alta tecnología, todo
el mundo vive cotidianamente dentro de un marco de tiempo computa-
do, reforzado por millones de calendarios impresos, relojes de pared y de
pulso. En la Inglaterra del siglo XII, no había relojes de pared ni de pulso
ni calendarios para la pared o escritorio. Antes de que la escritura se in-
teriorizara profundamente mediante la imprenta, la gente no consideraba
que estuviera situada, en todo momento de sus vidas, dentro de un tiempo
computado abstracto de cualquier tipo. Parece poco probable que la ma-
yoría de las personas en la Europa occidental del Medioevo o incluso en
el Renacimiento hubiera sabido habitualmente en qué año vivían, a partir
del nacimiento de Cristo o de otro punto cualquiera del pasado. ¿Por qué
tenían que saberlo? La indecisión en cuanto al punto desde el cual debían
hacerse cálculos comprueba la trivialidad de la cuestión. En una cultura
sin periódicos u otro material fechado regularmente que dejara una huella
en la conciencia, ¿qué sentido tendría para la mayoría de las personas
saber en qué año vivían? El número abstracto del calendario no estaría
relacionado con nada de la vida real. La mayoría de las personas no sabía
–y nunca trataba siquiera de descubrir– en qué año había nacido”.15
A pesar de lo extensa que pueda parecer la transcripción de este ar-
gumento, nos resulta por demás contundente y nos pone en la línea del
análisis, pues era necesario que, en los documentos de aquellos tiempos,
alguien dijera con carácter incontestable el hecho de la fecha y el lugar.
La idea de “protocolo” en Justiniano, si le damos crédito a la traducción
que nos ampara, refiere a la idea de la fecha y la autoridad que expide por
escrito. Así leemos: “(…)que los notarios no escriban los documentos en
papel en blanco, sino que al principio tenga (lo que se llama protocolo)
el nombre del que a la sazón sea gloriosísimo conde de nuestras sagradas

15 Confr. ONG Walter J…. op. cit., p. 98 y siguientes.


Primera parte: Fuentes teóricas 35

liberalidades, la fecha en que se hizo el documento y lo que en tales hojas


se escribe (…)”.16
Más contundente aún es la Constitución XLVIII o Novela XLVII, Ca-
pítulo I, que obliga a que en los actos fundamentales del poder en los
que hubiese un escribiente o notario, y algo escrito conste: “En el año tal
del imperio sacratísimo Augusto emperador, y después de esto escriban el
nombre del cónsul que hay en aquel año, y en tercer lugar la indicción, el
mes y el día. Porque de este modo se conservará íntegramente la fecha, y
con la memoria del imperio, el orden del consulado, y las demás circuns-
tancias consignadas en los documentos, se hará que éstos sean perfecta-
mente inalterables”.17
Piénsese en el mismo documento sin la autoría de un representante
del soberano o del Estado: ¿Qué queda? Nada. Es un documento que no
prueba lo que dice pues no es posible trasladar o “tercerizar” la certeza a
un órgano que opere por “sobre” las partes, con un poder que le dé a la
declaración escrita el carácter de verdad impuesta. Eso es a fin de cuentas
la fe pública, es fe (no evidencia) respecto de algo que pasó, es con-fianza
en los hechos cuya fugacidad sólo han podido retenerse mediante una de-
claración de alguien a quien debe creérsele indubitablemente hasta que se
le haga un juicio –redargución de falsedad– que destruya tal declaración.18

16 Confr. CÓDIGO DE JUSTINIANO. Constitución XLV o Novela XLIV. Capítulo II.


17 Confr. CÓDIGO DE JUSTINIANO. Constitución XLVIII o Novela XLVII. Ca-
pítulo I.
18 El notariado debe su existencia no a un “favor” político constitucional, sino que
surge como una necesidad emergente del sistema de leyes nacidas del orden constitucional
(ayer el Código Civil –art. 993–, hoy el CCCN –art. 296– junto con normas orgánicas y re-
glamentarias), y se justifica por una necesidad técnico pragmática de dar certeza y carácter
autentico a determinados hechos, actos o negocios jurídicos relevantes y que solo puede
lograrse a base de un poder formalizante o potestad formalizadora de un agente o funcio-
nario que por ser tal, está “por encima” –valga la imagen–, de la manifestación de voluntad
expresada privadamente, y como tal, incierta para el grueso social. La propia fe pública,
lleva consigo la idea de fe, lo que denota cierto valor de tipo religioso. Y es que en realidad
se tiene fe en aquello que no se ve o no se ha visto. Nadie ha visto a Dios, pero creemos en
él en la medida de nuestra fe. La fe pública opera de manera similar. Los oficiales públicos
dotados de potestad comprobatoria de hechos, al hacerlo coetáneamente en forma documen-
tal escrita, “fijan” dichos hechos. Así, el contenido del instrumento que ha sido evidencia
para su autor, ahora es fe o creencia de su veracidad para todos los operadores que se valen
de dicho instrumento; pero no es una verdad cualquiera, sino una presunción erga ommnes
de verdad. Razones de seguridad y certeza ameritan tales extremos.
36 derecho notarial

1.6.2. El problema de la identidad


Ya hemos resuelto como darle certeza con un acto de autoridad, el
hecho imperceptible del “cuándo” y el “dónde”, pero no menor es saber
el “quién”. Esta verdad acerca de la identidad de los sujetos no puede ser
leída con los parámetros actuales, con los cuales no sólo estamos todos
identificados, sino que ya nos es imposible pasar desapercibidos, o dónde
la intimidad es un derecho en extinción.
La “fe de conocimiento” que tanto fascinó al notariado, tenía como
razón de ser el hecho de la falta de mecanismos seguros de identificación
de las personas. Las pequeñas ciudades contaban con el concepto de “ve-
cino” que presumía que todos en el lugar de alguna manera se conocían y
el escribano o los funcionarios judiciales en los procesos, daban fe de que
quienes comparecían eran quienes decían ser. Ahora bien, ¿y si no se los
conocía? Entonces se buscaba a dos personas conocidas por el funcionario
y que les aseguraran que conocían a la persona desconocida forjando así,
por atestación, la identidad. La fe de conocimiento era una solución ágil
para las contrataciones o actos lícitos.
El verdadero problema de la lucha por técnicas cada vez más masi-
vas e independientes de identificación nació de la necesidad creciente de
perseguir los delitos e identificar a sus autores. Las sociedades pre capita-
listas eran una fuente incesante de marginalidad, la tipificación de delitos
aumentaba, y la identificación de sus autores y reincidentes fue un desafío.
Es la ilicitud la que disparó la búsqueda de formas cada vez más pre-
cisas de identificación.19 Muchos años después de la Revolución France-
sa, la forma de identificar a los criminales era a través de mutilaciones,
tatuajes o marcas imborrables en el cuerpo del condenado. Finalmente,
el ideario revolucionario hizo que se prohibieran estas prácticas cerca del
año 1830, comenzando así la búsqueda de nuevos métodos, forjándose la

19 Carlo Ginzburg, citando a Claude Lévi Strauss nos dice: “Cada sociedad advierte
la necesidad de distinguir a sus propios componentes; pero los modos de enfrentar esa
necesidad cambian según los tiempos y los lugares.” Cfr. GINZBURG Carlo, Mitos em-
blemas e indicios. Morfología e historia. Buenos Aires, Prometeo Libros 2013, p. 211 y
siguientes.
Primera parte: Fuentes teóricas 37

base para el desarrollo de mejores y más humanos mecanismos de identi-


ficación de personas.20
Nacen de este modo, en el siglo XIX las sociedades de antropología
en París (1859), Londres, Moscú (1864), Madrid (1865) y otras que im-
pulsaron investigaciones antropométricas de grandes poblaciones. Hacia
finales del siglo XIX y principios del XX los laboratorios de identifica-
ción estaban constituidos por gabinetes antropométricos y la metodología
se denominaba Bertillonaje (1879). Por este método, la identificación de
sujetos se hacía mediante sistema de fichas, que incluían los rasgos de la
frente, nariz, orejas, talla de pie y sentado, braza o envergadura, diáme-
tros antero-posterior y transverso de la cabeza, altura y anchura de las
orejas, longitud del pie y dedo medio de la mano, tatuajes, color del iris
izquierdo, marcas y estigmas particulares, señales y rasgos distintivos de
la fisonomía y otras partes del cuerpo; datos personales como edad, sexo
y lugar de nacimiento.21
A mediado de los años 50, ya en el siglo XX, estos gabinetes aún se
mantuvieron, hasta que se estableció la dactiloscopia y la ficha decadac-
tilar como único sistema de identificación que persiste aún hoy, acom-

20 Dice Carlo Ginzburg: “El surgimiento de relaciones de producción capitalista


había provocado –en Inglaterra aproximadamente a partir del 1720, en el resto de Europa
con el código napoleónico casi un siglo después–, ligada al nuevo concepto burgués de
propiedad, una transformación de la legislación que había aumentado el número de deli-
tos penados y la entidad de las penas. La tendencia a la criminalización de la lucha de cla-
ses fue acompañada por la construcción de un sistema carcelario fundado en la detención
a largo plazo. Pero la cárcel produce criminales. En Francia, el número de reincidentes
aumentó continuamente a partir de 1870, y hacia finales de siglo se acercó a un número
cercano a la mitad de los criminales sometidos a proceso. El problema de la identificación
de los reincidentes, problema que se planteó en aquellos decenios, constituyó el punto de
partida de un proyecto más grande, más o menos consciente de control generalizado y
sutil de la sociedad”. GINZBURG Carlo. op. cit., p. 211 y siguientes.
21 Aun así, el “método Bertillon” tenía sus falencias, como observa Carlo Ginzburg:
“A partir de 1879 un empleado de la prefectura de París, Alphonse Bertillón, elaboró
un método antropométrico (que luego ilustró en varios ensayos y memorias), basado en
la minuciosa medición del cuerpo que confluía en una ficha personal. Es claro que un
descuido de pocos milímetros creaba las premisas de un error judicial: pero el defecto
principal del método antropométrico de Bertillón era otro, es decir, el de ser puramente
negativo. El método permitía descartar en el momento del reconocimiento a dos indivi-
duos distintos, pero no permitía afirmar con seguridad que dos series idénticas de datos se
referían a un único individuo. Confr.: GINZBURG Carlo. op. cit., p. 213.
38 derecho notarial

pañada de las fotografías de frente y perfil. La introducción de la carta


dental, el desarrollo de parámetros para la evaluación de restos óseos etc.,
contribuyó a desarrollar un interdisciplinario sistema de identificación que
relegó la antropometría a un segundo plano.22
Hoy todos estamos identificados. La tendencia del sistema económico
y político globalizado, es forjar un camino irrevocable de información
que lleve a los distintos Estados al conocimiento de sus ciudadanos, sus
antecedentes, sus actividades, sus prácticas, sus riquezas.
En fin, la “fe de conocimiento” hasta no hace mucho fue la pompa con
que el notariado jactanciosamente buscaba justificar los miedos a la ines-
tabilidad de su existencia. Hoy ha sido reemplazada por más modernos y
precisos métodos de identificación. No obstante, fue en su momento un
recurso inteligente y eficaz para asegurar la identidad y, en consecuencia,
la certeza respecto del autor de los actos o negocios jurídicos.

1.6.3. Un resabio de la oralidad: la presencia de testigos en los


documentos escritos
La presencia de testigos en las escrituras públicas hunde sus raíces en
la cultura oral. No se justifica hoy por ejemplo en un documento como el
testamento (salvo por el efecto inercial de la vieja desconfianza romana
hacia el documento escrito).23

22 Pensemos en esta breve evolución de la lucha del hombre por identificar a los
miembros de su comunidad y se dimensionará una vez más a la hora de las contrataciones,
la importancia de un agente del poder, el concepto de “vecino” y la “fe de conocimiento”
como toda una técnica de individualización. El notario como un “testigo calificado”, de-
bía conocer a las partes y si no las conocía, debía buscar dos testigos que él conociera y
que a su vez conocieran a las partes, para que el documento contara con una autoría cierta.
Un mecanismo prodigios, una solución brillante en épocas en que no había otras solucio-
nes, robusteciendo así la forma documental, que ya se presentaba como superadora de
todas las formas jurídicas conocidas hasta el momento.
23 Medítese en el código civil derogado y la exigencia formal de la presencia de
tres testigos en los testamentos por acto público, cinco en el testamento cerrado, y un
dato curioso para los que no solían detenerse en las normas antecedentes es el originario
artículo 1001, texto que fuera derogado o reformulado por la Ley 9151 del 10 de octubre
de 1913. En dicho artículo, es posible leer en su última parte, sobre la necesidad de que
las escrituras, contasen con la presencia de testigos instrumentales. El artículo, luego de
enumerar todos los requisitos que debían contener las escrituras públicas, al final cerraba
diciendo: “La escritura hecha así con todas a las condiciones, cláusulas, plazos, las canti-
dades que se entreguen en presencia del escribano, designadas en letras y no en números,
Primera parte: Fuentes teóricas 39

En la antigüedad y luego en las modestas ciudades del alto Medioevo,


los testigos y la confesión pesaban más que lo escrito (cuando lo había).
Los testigos eran más creíbles porque podían ser cuestionados, compeli-
dos a defender sus afirmaciones y sancionados brutalmente de ser necesa-
rio, antes sus falsos testimonios en las confesiones.24
La tradición indoeuropea da testimonios de ello en toda organización
sometida a una necesaria oralidad. Los testigos y el juramento son me-
canismos mayúsculos en toda cultura y en nuestra era gráfica aún sigue
proyectando sus efectos y valor.
En cuanto a la expresión “terstis” o testigos, tiene una afinidad común
con el término “superstes” o supérstite. Como enseña Emil Benveniste:
“Etimológicamente testis es aquel que asiste como ‘tercero’ a un asunto en
que hay dos personajes interesados, y esta concepción se remonta al período
indoeuropeo común. Un texto sánscrito enuncia: ‘todas las veces que dos
personas estén presentes, Mitra está ahí como tercera’; así, el dios Mitra
es por naturaleza ‘testigo’. Pero superstes describe al ‘testigo’, bien como
aquel que ‘subsiste más allá’, testigo al mismo tiempo que superviviente.
Bien como ‘aquel que está sobre la cosa’, que está presente en ella”. 25
El testigo aseguraba la conservación mental de los hechos importan-
tes pasados en su presencia. Es por ello que los actos jurídicos se hacían
con fuertes rituales capaces de impresionar los sentidos y evitar así el
olvido. Eran testigos el propio pueblo en los anfiteatros o en las plazas
o asambleas públicas, luego fueron siete (incluyendo al representante o

debe ser firmada por los interesados en presencia de dos testigos cuyos nombres constarán
el cuerpo del acto, y autorizada al final por el escribano.” A esto a veces se le debía sumar
la presencia de los testigos a ruego en caso de no saber o no poder firmar, pues como decía
el mismo artículo: “Si alguna de las partes no sabe firmar debe hacerlo a su nombre otra
persona que no sea de los testigos del instrumento.” En conclusión, en épocas de Vélez
Sarsfield, una compraventa podía hacerse en presencia de una multitud: el escribano, las
partes, testigos instrumentales, testigos en caso de ser necesaria la fe de conocimiento y
testigos en caso de no saber firmar.
24 Estas afirmaciones nos recuerdan lateralmente cuando en el Fedro, Platón le hace
decir a Sócrates: “Porque es que es impresionante, Fedro, lo que pasa con la escritura, y
por lo que tanto se parece a la pintura. En efecto, sus vástagos están ante nosotros como si
tuvieran vida; pero, si se les pregunta algo, responden con el más altivo de los silencios.”
Confr. PLATON. Diálogos. T. I, España, Editorial Gredos, 1985, p. 405.
25 Confr. BENVENISTE Émile. Vocabulario de las instituciones indoeuropeas. Es-
paña, Taurus, 1983, p. 404.
40 derecho notarial

funcionario del emperador) en las exigencias formales de Justiniano26 o


Alfonso el Sabio de Castilla.27 Cuanto mayor era número, salvo epidemias
o catástrofes, mayor era la seguridad y conservación de la memoria acerca
del acto o el hecho importante a registrar. A fin de cuentas, el testigo era él
en sí mismo “prueba” y “registro” viviente de lo sucedido, pudiendo ser
compelido a declarar cuantas veces fuese necesario.28 Sumemos a lo ya
dicho el valor y peso del juramento y se verá que los dos constituían, las
caras de una misma moneda, un reaseguro de la reproducción de hechos
históricos rituales sin registros escrito alguno.
Como enseña una vez más Benveniste: “Es que el juramento no es
una institución autónoma, no es un acto que tenga significación en sí y se
baste a sí mismo. Es un rito que garantiza y sacraliza una afirmación. La
intención del juramento es siempre la misma en todas las civilizaciones.
Pero la institución puede revestir caracteres diferentes. En efecto, hay dos
articulaciones que lo caracterizan: 1) La naturaleza de la afirmación, que
adopta por este hecho una solemnidad especial; 2) El poder sacralizante

26 Las institutas de Justiniano nos hablan de siete testigos para los testamentos.
Confr. INSTITUCIONES DE JUSTINIANO. Edición Bilingüe. Con nota previa sobre
Justiniano y las Institutas por M. Ortolán. Editorial Heliasta SRL, Buenos Aires, 1976 ,
págs. 122 y 123.
27 En las Siete Partidas, ya adentrados en Siglo XIII, la forma escrita aún no es de
fiar y también se exige la presencia de siete testigos para los testamentos y tres para el
resto de los actos relevantes (siguiendo también a Justiniano), como por ejemplo las ven-
tas ante escribano. Confrontar LAS SIETE PARTIDAS DEL REY DON ALFONSO EL
SABIO. Cotejadas con varios códices antiguos, por la Real Academia de Historia. Tomo
II. Partida Segunda y Tercera. Editado por la Imprenta Real de Madrid. Año 1807. Partida
III. págs. 578 a 581 y p. 618.
28 En las Siete Partidas de Alfonso el Sabio de Castilla, puede leerse acerca del jura-
mento y sus consecuencias (Confr. LAS SIETE PARTIDAS DEL REY DON ALFONSO EL
SABIO. Op. cit., Tomo II. Partida segunda y tercera). Como se lee en la Partida II, Título XI,
se juraba ante Dios o alguna referencia a algún santo si se era cristiano (Ley XIX), si se era
judío de otra (Ley XX) o moro de otra (Ley XXI), lo que importaba trasladar la responsabili-
dad del falso testimonio al castigo divino, haciendo del hombre un mero ejecutor secular de la
voluntad de aquél. Es por ello que el juramento ante Dios era una ordalía anticipada, en el sen-
tido que quien mentía, le mentía a Dios haciendo del hombre un mero instrumento, un simple
brazo ejecutor de una “ley superior”. De este modo se habilitaban y legitimaban los más atro-
ces castigos posibles, haciendo del falso testimonio la materialización del falso juramento, en
otras palabras, juramento y testimonio eran indisociables, operaban de forma dialéctica como
herramientas probatorias. Las penas estaban a criterio del juzgador conforme a la entidad y
consecuencias producidas por la falsedad mentada en el pleito (Ley XLIII).
Primera parte: Fuentes teóricas 41

que recibe y solemniza la afirmación. (…) Puede definirse el juramen-


to como una ordalía anticipada. El que jura pone en juego algo esencial
para él, una posesión material, su parentesco, incluso su propia vida para
garantizar la veracidad de la afirmación”.29 En fin, se juraba ante Dios, y
quién mentía no le mentía al hombre, le mentía a algo sagrado y con ello
se legitimaba al hombre a ser un mero ejecutor material de aquél.
La humanización cada vez mayor del derecho muestra a las ordalías
como algo abominable e incivil, pero debemos intentar interpretarlas den-
tro de la lógica de una época que apenas intuimos.
En otros términos, los métodos y mecanismos que colaboran con la
oralidad en épocas ágrafas, y aún donde la escritura empezaba a ser re-
levante pero no dominaba las formas, fueron toda una modernidad en su
tiempo, toda una tecnología, todo un desarrollo al servicio de una huma-
nidad que debía esperar mucho (o ni imaginaba) que la escritura sería una
constante. Lo escrito, por su escasez de presupuestos técnicos y humanos,
hasta avanzado el Medioevo, no alcanzó a “pisar los talones” de la orali-
dad formal con sus hoy devaluados símbolos y rituales.

1.6.4. La obligación de leer las escrituras


Otro indicio a considerar es el de la obligación legal de leer las escri-
turas por parte del notario, previo a las firmas de los otorgantes.
En una época como la nuestra donde leer y escribir resulta un hecho
universalizado, ¿No es más lógico que el notario les de la escritura para su
lectura directa a los interesados?
La explicación es simple, estas normas nacieron en una época donde el
analfabetismo era masivo, y el notario (que dominaba la técnica de la lec-
tura y la escritura, sumado a un saber técnico jurídico) debía pues leerlas,
para que el lego o analfabeto pudiese saber lo que comprometía, otorgaba
y suscribía con su firma.
Esta normativa parte de la presunción de incultura o analfabetismo de
épocas anteriores, coetáneas y posteriores a la codificación.30

29 Confr. BENBENISTE Emil. Vocabulario de las instituciones indoeuropeas. op.


cit., p. 334.
30 Hay países en la actualidad, sobre todo en aquellos de alto analfabetismo, que
ante la declaración de no saber leer ni escribir, los jueces deben leerles las sentencias
42 derecho notarial

El Código Civil en el artículo 1001 lo establecía y el nuevo CCCN en


el artículo 305 inc. d., repite este requisito.

1.7. LOS ESTADOS MODERNOS, LA CODIFICACIÓN Y EL


TRIUNFO DE LA FORMA JURÍDICA ESCRITA
Del arsenal de meditaciones y datos desarrollados en este capítulo se
concluye que la humanidad ha ido por caminos crecientes de consolida-
ción de registros formales cada vez más ágiles, eficaces y perdurables.
Es en el Código Napoleón ‒que sirvió de fundamento a todos los có-
digos de Europa‒ donde es posible ver cristalizada la inversión histórica
de las formas. Es la era de la codificación la que crea normativamente una
pirámide que invierte el orden histórico. De este modo se pone en el piná-
culo al documento auténtico de autoría de un oficial público (art. 1317 y
sigs.), luego al instrumento privado (art. 1322 y ss.), siguen el instrumento
particular (art. 1328 y sigs.), la prueba de testigos (art. 1341 y sigs.), las
presunciones legales y judiciales (art. 1350 y ss.), la confesión de parte
(art. 1354 y ss.) y el juramento (art. 1357 y ss.).31
En este proceso de inversión de las formas, podemos observar enton-
ces el siguiente esquema comparativo:
a) En la Roma de Justiniano (S. VI) pasando por El “Libro del Prefec-
to” de León el Filósofo (886-912) y hasta Las Siete Partidas de Alfonso el
Sabio (1221-1284)32, el orden era el siguiente: 1. Testigos, 2. Juramento,
3. Documentos escritos, 4. Organización del notariado y afianzamiento
del instrumento auténtico.

enteras con sus vistos y considerandos, para que así tomen conocimiento íntegro de las
razones del fallo.
31 Seguimos para este análisis y referencia de artículos el CÓDIGO CIVIL FRAN-
CÉS. Traducido y anotado por D. Pio Taborda y Galindo. Imprenta de Don José María
Alonso. Madrid. Año 1850.
32 Si se compulsa la Siete Partidas, Partida III, Ley VIII, sobre Quántas maneras
son de prueba, no se establece un orden, todas parecen ser posibles. Comienza por los
testigos, sigue con las “cartas fechas por manos de escribanos públicos”, luego las presun-
ciones. Es decir que el orden es un tanto aleatorio, por tanto, el esquema que damos tiene
siempre a la voluntad del juzgador como determinante para alcanzar la verdad del caso.
Al menos eso es lo que se infiere de la Ley referida.
Primera parte: Fuentes teóricas 43

b) En la era de la codificación, el Código Civil Francés establece: 1. La


Escritura pública, 2. El instrumento privado y el particular, 3. La prueba
de testigos, 4. Las presunciones legales y judiciales, 5. La confesión de
parte, 6. El juramento.

1.8. NECESIDAD DE DOCUMENTOS AUTÉNTICOS


Por lo analizado precedentemente, podemos establecer que el hom-
bre consciente o inconscientemente ha ido por caminos que lo llevaron a
modos cada vez más seguros de conservación de información importante.
La ritualidad, que importó toda una técnica en su tiempo, fue superada
no sin algunos trasvasamientos por la forma jurídica escrita y sobre sus
hombros hoy caminamos hacia otras más sofisticadas mediante los méto-
dos y mecanismos que nos aportan los sistemas digitales.
La incorporación de la forma jurídica escrita, es fundamentalmente
un aporte de la codificación al Derecho en general. Es menester asegurar
formas documentales escritas auténticas que conserven la información ju-
rídica importante, y para ello crear un cuerpo de funcionarios u oficiales
públicos con potestad de generarla.

1.9. EL DOCUMENTO ESCRITO, LOS TESTIGOS Y EL JU-


RAMENTO EN LA CONSTITUCIÓN LXXVI O NOVE-
LA LXXIII DEL CORPUS IURIS CIVILE
No hay que suponer que el Corpus Iuris Civile de Justiniano es la
pieza donde lo escrito adquiere consolidación para las formas jurídicas.33

33 Confr. Código de Justiniano. Constitución XLV o Novela XLIV. Para el análisis


de los tópicos vinculados al Corpus Iuris, hemos compulsado el Cuerpo del Derecho Civil
Romano, obra a doble texto traducido al castellano del latino, publicado por los hermanos
Kriegel, Hermann y Osenbruggen, con las variantes de las principales ediciones antiguas
y modernas y con notas de referencias, por D. Idelfonso L. García del Corral. Jaime Moli-
nas Editor. España. 1898. La obra de traducción es monumental y como tal no se sustrae a
algunos errores. No ha sido fácil la tarea por cierto y es lo más granado con que contamos.
Lo contrario sería adentrarnos en el estudio de lenguas “muertas” como el latín, tarea
que no acometeremos, por cierto. Sólo hagamos algunas observaciones: a) el empleo de
la palabra “papel” es errónea, en latín se habla de “carta” pues como ya dijimos al co-
mienzo este no existía en el mundo romano ni de oriente ni occidente; b) La traducción
obedece a una interpretación literal a la cual no se le sustrae o resulta imposible sustraerle
el sentido contemporáneo de muchos de sus términos y nunca debemos olvidar que los
44 derecho notarial

No cabe duda que la escritura fue importante para sistematizar en un


cuerpo o registro documental que hoy consideramos “único”, el compen-
dio de leyes dispersas, de fallos y doctrina de casi mil años de un pueblo
y sus avatares. El digesto que Justiniano logra era lo que había sido un in-
tento fallido de otros emperadores, la evolución de escribas y de soportes
había madurado un poco, pero escritas eran sólo las leyes, todo lo demás
seguía “volcándose” en hechos, en la ritualidad, en solemnidades nunca
escritas, pero que encontraban sí, (y ahora con más orden y sistema) un
Corpus Iuris común en el que corroborar por mandato o interpretación, si
lo meramente factual, se ajustaba a él.34

textos nacieron para la dinámica de una realidad que inevitablemente nos es ajena. Una
tendencia de las traducciones es darle una ubicuidad con la lógica de una con-textualidad
actual y evidencia de ello es por ejemplo las analogías que, como dijéramos se hace de
términos como “carta” y “papel” que como soporte este último, en realidad no existía y
ello es mucho suponer.
34 Enseña R. Von Ihering del pasado romano: “La palabra es el elemento más im-
portante del acto formal. Las acciones y signos deben su origen a la vida y los usos,
pero la jurisprudencia es la que perfecciona a la palabra, siendo el sistema de fórmulas
el punto culminante del arte jurídico. Por otra parte, mientras que muchos actos y cos-
tumbres eran inútiles y no hacían más que de elemento decorativo, palabras y fórmulas
eran absolutamente obligatorias hasta el punto de que su omisión producía la nulidad de
los actos. También existe diferencia entre la fórmula y el formulario. La fórmula era la
forma exclusiva en que debía cumplirse un acto determinado, mientras que el formulario
quedaba abandonado a la libre elección de las partes y contenía una indicación de todos
los puntos y circunstancias materiales que debían observarse y de la redacción conforme a
las formas exigidas. El formulario tiene una ventaja ‒que ha sido reconocida en todas las
épocas‒ de ofrecer una redacción hecha por gente experta y llamar la atención sobre pun-
tos importantes. Pero, aparte de estas ventajas, reconocidas en todas las épocas, hay otras
que en ciertas épocas dan a los formularios un valor inestimable. Son aquellas en que el
arte de escribir y el conocimiento del lenguaje están poco extendidos y en los cuales el
derecho, sobre todo el dispositivo (el supletorio y subsidiario) se encuentra en su estado
más primitivo. El derecho actual completa de mil maneras la voluntad expresada por las
partes, supliendo como voluntad presunta muchos puntos no expresamente enunciados.
Pero en las épocas primitivas del derecho, las partes deben expresar por sí mismas toda su
voluntad. Poco importaba en Roma que un contrato o un testamento estuvieran completos
si se introducía en ellos una expresión que repugnaba a la estricta interpretación literal
de la época antigua; había que emplear el término exacto y para esto lo mejor era recurrir
a una fórmula ya aplicada con éxito en otros casos y que hubiera resistido la prueba de
interpretación a que la sometía la sutileza de los jurisconsultos (…) Para nuestros estudios
nos faltan fórmulas de muchos actos o sólo nos han llegado incompletas; por otra parte,
las únicas bases que poseemos acerca de las fórmulas y acciones del derecho privado,
son los relatos de los juristas clásicos del derecho nuevo, cuando ya el formalismo estaba
muy relajado, y se admitían desviaciones que no se consentían en la época antigua. Eso
Primera parte: Fuentes teóricas 45

La lectura que Pondé hace de la Constitución LXXVI o Novela


LXXIII, no logra convencernos de que en el siglo VI de nuestra era, la
forma escrita alcanzase alguna estatura valiosa, ni tampoco en ellas se
proyectan los “presupuestos genéticos del notariado latino”, como supone
sino que, por el contrario, puestos a leer el texto de la Novela sin aspira-
ciones notarialistas, sólo podemos presumir que lo escrito gozaba de un
disvalor considerable, no superaba en absoluto a la presencia de testigos,
a la confesión o al juramento.35
Esta nueva constitución o novela dicta una ley que tiene presente una
suerte de leading case con el cual valorar los documentos escritos. Al
parecer, la ambición y los falsificadores han existido desde tiempos in-
memoriales, como lo anuncia el prefacio al decir: “Sabemos que las leyes
nuestras quieren que se les dé fe a los documentos en virtud del cotejo de
las letras, y que algunos Emperadores, por ir ya creciendo la malicia de los
que adulteran los documentos, prohibieron tales cosas, creyendo que era
empeño de los falsificadores ejercitarse principalmente ellos mismos en la
imitación de las letras, porque la falsedad no otra cosa sino la imitación de
la verdad. (…) Pero vemos que su naturaleza requiere a menudo el exa-
men de la cosa, porque ciertamente que con frecuencia el tiempo produce
la desemejanza de letras (porque nadie que sea joven y robusto escribe
como el que es anciano y acaso tembloroso) y también muchas veces una

se ve en la diferencia entre los tiempos de Gayo y Ulpiano. Ulpiano conoce tres fórmulas
de institución de herederos, mientras Gayo sólo admite una; lo mismo ocurre con las
fórmulas para los legados que dan ambos autores. Esto que se ha visto después del descu-
brimiento de las Instituta de Gayo, debe servirnos para tratar con la mayor circunspección
los demás datos que encontramos en los juristas de la época posterior y ejercer la crítica
más severa sobre los materiales transmitidos.” (Confr. VON IHERING R, “Espíritu del
derecho romano”, en Revista de Occidente Argentina, Buenos Aires, 1947, p. 306). Ha-
cemos la observación, de que “formula” y “formulario” no denotan lo escrito, sino lo
hablado repitiendo expresiones fijas (fórmula) o más completas y extensas (formulario)
proporcionadas por jurisconsultos que aconsejaban al lego. Leer de otro modo el texto es
arribar al derecho romano con los elementos del derecho moderno.
35 Confr. PONDÉ E. Bautista, Origen e historia del notariado. Buenos Aires, Edi-
ciones Depalma, , 1967. También, PONDÉ E. Bautista. Leyes genéticas y configurativas
del notariado y del documento notarial, Rev. A.E.U. 63:415-44, 1977. Aclaremos de paso
que las Novelas o Nuevas Constituciones son obras tardías de Justiniano, surgidas luego
de su gran compilación (535 al 565 d.C.), las cuales no sólo derogaban los principios del
derecho sancionado en los tres primeros (Digesto, Instituciones y Código) sino que tam-
bién las Novelas más recientes solían aportar derogaciones a las más antiguas.
46 derecho notarial

enfermedad hace lo mismo. Y decimos ciertamente esto, porque el cambio


de pluma y de tinta quita la integridad de la completa semejanza, y no ha-
llamos por lo demás como decir cuántas novedades produce la naturaleza
y cuantas causas nos suministrará a los legisladores”.36
Sobre estas premisas, el Capítulo I establece las prioridades formales
e interpretativas en cuanto al depósito: “Así, pues, si alguien quiere hacer
con seguridad un depósito, no preste confianza a la sola escritura del que
lo recibe (…), sino llame al que da el depósito también testigos, en cuanto
sea posible honrados y fidedignos, y no menos de tres, a fin de que no es-
temos pendientes de la sola escritura y de su examen, sino que tengan los
juzgadores también el auxilio de los testigos (…). Porque si halláremos
también algunos testigos tales, no menos de tres, que sean fidedignos, no
denegamos tal fe; pues no establecemos esta ley para disminuir las prue-
bas, sino para hacer que las haya, y para que sean seguras”.
Como se observa, lo escrito es un expediente estrecho sobre el cual dar
crédito, pues no se puede estar “pendiente de la sola escritura y su exa-
men”, por sí misma no alcanza, y el abono surge del “examen” material y
el aporte de credibilidad que de ella dan los testigos.
En el Capítulo II, la ley establece las coordenadas para el mutuo,
exigiendo la misma requisitoria de que estén presentes no menos de tres
testigos: “(…) a fin de que, ya asistieran y atestiguaran con sus propias
subscripciones, ya si algunos otros testimoniaran que el documento se
hizo estando ellos presentes, el negocio adquiera crédito de ambos mo-
dos, no rechazándose en absoluto tampoco el examen de letras, pero no
siendo él solo suficiente, sino debiendo ser confirmado con la adición de
los testigos”.
El Capítulo III establece un orden axiológico en cuanto a la prueba,
estableciendo que si “(…) el cotejo de letras demostrara una cosa y otra
los testimonios, en este caso hemos, a la verdad, estimado que más bien
sea digno de fe lo que se dice de viva voz y bajo juramento, que no que
subsista por sí misma la escritura”.37

36 Op. cit., págs. 268 y 269.


37 Op. cit., p. 270.
Primera parte: Fuentes teóricas 47

Y aun así, quien se confiara a la fidelidad de lo escrito sin presencia de


testigos, no tendrá aquella más crédito que el juramento como lo prueba
el Capítulo IV cuando afirma: “Pero si alguno al hacer un depósito, o un
mutuo, o al contratar de otro modo se hubiera contentado con el solo es-
crito de aquel con quien contrata, en él mismo consistirá el saber que él lo
dejo todo pendiente de la fidelidad de aquel, y ciertamente que en cuanto
a la escritura no se considerará suficiente la fe, a no ser que con arreglo a
nuestra ley se le añada al documento requisito para ser creído o la presen-
cia de testigos , ante los que se hizo el contrato o acaso si él encontrare el
último refugio para esto, nos referimos al que consiste en el juramento.
Porque no invalidamos lo que se hizo; pues temiendo las falsedades y las
imitaciones, y no dando crédito a las que son meras escrituras, añadimos
esta formalidad para el negocio, no para privar de la fe en sus amigos a los
que en ellos creen, sino para combatir de muchos modos, en cuantos es
posible, la perfidia y la negación”.38
Y no se crea que lo escrito suple a los recaudos de la “vieja” oralidad,
como bien se deduce del Capítulo VIII cuando dice: “(…) Y esto lo de-
cimos respecto a los instrumentos hechos por escrito. Porque si alguien
hubiere querido hacer algún contrato no por escrito, es manifiesto que
obtendrá crédito o por medio de testigos, o de juramento, presentando
ciertamente el acto los testigos, para prestando juramento, o contradifi-
riéndolo el demandado, según hubiere dispuesto el juez el negocio. Más
para que nada de esto quede sin enmienda, es bueno añadir a la ley que,
si el contrato fuere hasta una sola libra de oro, no se observe de ningún
modo en esto tal formalidad, sino hágase la cosa conforme a la que hasta
entonces se hizo, a fin de que por exiguos negocios no sufra muy grandes
quebrantos los hombres”.39
Hasta aquí la desconfianza y pobreza formal de lo escrito por sobre los
testigos, el juramento y la confesión en épocas del último de los césares:
el emperador Justiniano.

38 Op. cit., p. 270.


39 Op. cit., p. 272.
48 derecho notarial

1.10. NOTAS SOBRE LOS ESTUDIOS DE EDUARDO B. PONDÉ


Los aportes de este autor a la comprensión histórica del nacimiento del
notariado han sido muy valiosos sin duda, pero creemos que parte de un
planteo sectorial que ha viciado profundamente su análisis.40
El autor busca justificar lo que se conoce como “notariado de tipo
latino”, una calificación o construcción moderna de los teóricos de este
“sector” del Derecho, que intenta por todos los medios poner al queha-
cer profesionalista por sobre el quehacer funcionarista de los notarios.
Todo el esfuerzo de Pondé se centra en demostrar que el escribano no es
un funcionario público y para él la prueba fehaciente está en que el nota-
rio nunca actuó dentro de la estructura burocrática de ningún poder.41 En
otras palabras, su obsesión por demostrar la tesis imperante en su época,
y que encontró eco en el Primer Congreso Internacional del Notariado
Latino de que “el notario es un profesional del Derecho a cargo de una
función pública”, resintió o condicionó la objetividad de su análisis.
Con una prosa apasionada y provocadora, afirma: “Yo tengo mi
espíritu y mi intelecto plenamente abierto a receptar todas las com-
probaciones históricas que ausculten y prueben la existencia de nor-
mas notariales de tipo latino con anterioridad al Imperio bizantino en
tiempos que imperó Justiniano I. Sólo pretendo que se acrediten las
exigencias veraces que encontré en la legislación justineanea y no an-
tes. Si así fuera, me uniré placenteramente al éxito de esa investigación
histórica que lograra profundizar más de lo que pude yo. Mas, en tanto
se trate de creatividades emocionales o de construcciones historicistas
sin más apoyo que devaneos imaginativos, terminantemente lo niego
y lo rechazo. Drásticamente afirmo: el notariado de tipo latino tiene su
origen en el siglo VI de la Era cristiana, en el Imperio bizantino y en

40 Confr. PONDE Bautista E., Origen e historia del notariado. Buenos Aires, Edi-
ciones Depalma, 1967.
41 Dice el autor: “Estimo que tiene singular importancia destacar que el Notario no
es un funcionario público aun cuando distintos textos legales así lo califiquen, porque
aceptar esta posición funcionarista implica alejarnos de lo que esencialmente es su activi-
dad cumplida entre personas privadas y con fundir su naturaleza jurídica.” Confr. PONDE
Bautista E., Leyes genéticas y configurativas del notariado y del documento notarial,
Rev. A.E.U. 63:415-44. 1977, p. 418. Esto ya lo había sostenido con notable “fanatismo”
en su obra Tríptico Notarial, Depalma, 1977, p. 227 y siguientes.
Primera parte: Fuentes teóricas 49

tiempos que gobernaba Justiniano I”. Más allá de lo categórico, apa-


sionado y el poco margen que deja a la crítica, nosotros creemos que
estas afirmaciones no son ciertas.
Nuestro análisis lo objeta, porque parte de distintos paradigmas indi-
ciarios, como es el que acarrean los problemas de soportes y medios, la
lengua utilizada, la lenta masificación de la educación, entre otros.
Desde tales ejes, así como descalificamos los criterios que buscan el
notariado en el antiguo Egipto, por el sólo hecho de que había escribas,
también descalificamos la creencia que el notariado tenga su origen en
el siglo VI de la era cristiana porque había tabeliones. Las condiciones
materiales y sociales para su nacimiento se encuentran con suerte en el
año 1200 de nuestra era y por sólo poner una fecha aproximada. Estudios
profundos de medievalistas como Clancy, han evidenciado, incontestable-
mente, que antes ha sido imposible darle a la forma escrita documental el
valor y la estatura que Pondé les atribuye a las traducciones que se han
hecho del Corpus iuris civil de Justiniano.42
Si bien las investigaciones y la prosa de este notable notarialista han
sido de suma importancia, estamos convencidos que muchos de sus jui-
cios, al menos desde nuestra perspectiva indiciaria, pueden ser fructífera-
mente revisados.

2. EL DERECHO NOTARIAL. CONCEPTO


Son muchas las definiciones que se han dado de Derecho Notarial.
Sin ahondar en ellas, podemos considerar que lo que se conoce como
Derecho Notarial comprende un conjunto de normas que regulan tanto,
órganos, procedimientos y efectos de la actuación de un funcionario pú-
blico que opera fuera de la estructura burocrática del Estado, con la po-
testad de declarar en forma coetánea, hechos sensorialmente percibidos
dotándolos de “fe pública”, “autenticidad” o valor de “verdad impuesta”.
Estos funcionarios públicos llamados notarios, escribanos públicos o
genéricamente oficiales públicos, producen desde el punto de vista formal
documentos que deben ser tenidos por ciertos o veraces hasta que sean

42 Confr. CLANCY M. T. Confr. From memory to written records. England 1066-


1307. Oxford, Publisher Blackwell, 1993, págs. 114 a 144 y 253 a 293.
50 derecho notarial

redargüidos de falso no por simple prueba en contrario, sino mediante un


procedimiento especial: la acción civil o criminal de falsedad. La piedra
de toque o norma angular fue el artículo 993 del Código Civil y hoy el
artículo 296 del CCCN.43

2.1. Autonomía
La palabra “autonomía” es de por sí equivoca. Remite a “autogobierno”,
“auto normarse”, puede ser tomada como sinónimo de “independencia” y
hasta de “libertad”. ¿Qué se quiere decir con esta palabra en realidad jurídica?
Si existe o no el Derecho Notarial de manera “autónoma”, es algo que
no nos preocupa realmente. No habremos de redundar en nuestra idea
de que las “autonomías”, si existen, son sólo didácticas, y que todos los
esfuerzos por explicar o justificar una “autonomía científica”, “jurídica” o
“legislativa” no tiene demasiado sentido y es bastante borrosa.
Quizás le debamos a Rodolfo O. Fontanarrosa el hablar de la “auto-
nomía” sin definirla, o bien trasladando el intento de “definirla” a cuatro
sentidos posibles: el científico y didáctico, el jurídico y el legislativo. Para
nosotros estas disquisiciones presentan oscuridades y objeciones.44
En primer lugar, estamos convencidos que el Derecho no es ciencia,
sino una sociotécnica. Para abreviar el camino admitamos que ambas teo-
rizan, pero sin teoría, ningún orden discursivo puede sobrevivir, hasta el
lenguaje vulgar necesita de conceptos y abstracciones para poder tener
anclaje y sentido en lo social.
En lo jurídico, es cierto que es posible coordinar o vincular la opera-
tividad de un conjunto de normas referidas a un tema dentro del campo

43 Para la tesis clásica, el Derecho notarial se lo define como el conjunto de normas


que regulan como “sistema” el fenómeno notarial, normas las cuales se encuentran dis-
persas en el ordenamiento jurídico vigente. En él se distinguen tres elementos: el subjetivo
(agente notarial o escribano), el objetivo (documento notarial del que se trate) y el diná-
mico (la técnica notarial empleada). Para esta tesis, el Derecho notarial es el conjunto de
normas que desarrollan y reglamentan la función notarial desde el punto de vista subjetivo
(del agente), objetivo (del documento), y dinámico (de la técnica notarial). Esta tesis aún
imperante en las cátedras y estudios notariales, ha sido superada en cuanto al rigor sis-
temático y teórico por las teorías generales que se avocan al estudio del “acto notarial”.
44 Confr. FONTANARROSA Rodolfo O. Derecho comercial argentino. 1:
Parte General. Buenos Aires, Zavalía Editor, 1997, p. 30 y ss.
Primera parte: Fuentes teóricas 51

general del Derecho, pero eso no crea un súper Derecho al que “aislar
jurídicamente”.
En cuanto a la autonomía legislativa, el autor, siguiendo a Scialoja,
refiere a que “las leyes relativas a dicha materia deban ser coordinadas
en un cuerpo separado de normas”.45 Con este criterio es posible crear la
autonomía de cualquier cosa, hasta de pequeños institutos jurídicos que
gocen de una ley especial.
¿A dónde se quiere llegar con esta “arborización” de “Derechos au-
tónomos”? A nuestro juicio se ha vuelto excesiva e innecesaria, cuando
no forzada o rebuscada y por qué no paradojal, como muestra la propia
experiencia unificadora del nuevo CCCN. ¿Qué van a decir ahora los “co-
mercialistas” y viceversa que dirán los “civilistas” respecto de la inde-
pendencia científica, legislativa y jurídica? ¿El código civil absorbió al
comercial o el comercial al civil? ¿Las teorías generales en materia de
sociedades del derecho civil doblegaron a las de derecho comercial o a la
inversa? ¿Qué nombre deben llevar las cátedras civiles y las comerciales
hoy? ¿Se mercantilizó el Derecho civil o civilizó el Derecho mercantil?46

45 Confr. FONTANARROSA Rodolfo O…. op. cit., p. 30.


46 Las fronteras entre lo Civil y Comercial son parte de la historia del derecho. El
derecho comercial nacido de la normativa estatutaria de las ciudades mercantiles del Nor-
te y Centro de Italia de los primeros siglos del milenio pasado –hay estatutos que datan
del 1160 en Pisa, de 1240 en Vercelli y Venecia, de 1260 en Siena, de 1400 en Florencia–
dominó la escena económica de todo el territorio de lo que hoy es Europa. Las ciudades
mercantiles italianas de este modo influenciaron normativamente el tráfico comercial
cuyo ejercicio estuvo en manos de la elite burguesa en ascenso, difundiéndose a lo largo
del tiempo por Inglaterra, Holanda, España, Portugal, y a su momento a toda América. El
derecho francés y la codificación tienen como plafón aquella normativa estatutaria. No
importa quién entra o quien sale, la sensación es que el derecho mercantil es como un hijo
pródigo, a quien sin duda hay que recibir nuevamente con la mayor de las alegrías, po-
niéndole la mejor de las túnicas, el mejor de los anillos y matando el mejor de los becerros
para la fiesta, aun a costa del celo de quienes lo pretenden lejos. Ha vuelto para quedarse,
confundido e indiferenciado junto a lo civil. La razón es obvia: la democratización cada
vez mayor de la actividad mercantil. La distinción entre lo Civil y Comercial es más una
meditación de gabinete que una realidad jurídica. Lo que ayer era estrictamente comercial
ha nutrido y nutre lo que era campo exclusivo de lo civil; y lo civil, como siempre, conti-
nuará nutriendo todo el árbol de las presumidas y jactanciosas “ramas” del Derecho, pues
las reglas y principios generales del derecho civil, (v.gr: lo relativo a persona, capacidad,
forma, obligaciones, derechos reales, etc.), inspiran no sólo a lo comercial en particular,
sino a todo el Derecho en general.
52 derecho notarial

Una cosa es cierta, es posible hacer una selección de normas jurídicas


afines y estudiarlas, “filtrarlas” en función de determinados presupuestos,
por ejemplo, en lo que a esta obra refiere, a la práctica de un grupo de
funcionarios u oficiales públicos, y aunarlas en un armazón teorético cog-
noscitivo. Si a este estudio reducido de normas, en las que están en juego
fuentes de todo tipo (leyes de fondo, de forma, nacionales, provinciales,
etc.), se la eleva o no al rango de disciplina “independiente” “autónoma”
del Derecho todo, es algo que nos parece un esfuerzo sin sentido o banal,
salvo en lo didáctico.
Claro está, que no se puede hablar de todo a la vez, y en consecuencia
resulta obvio y necesario discriminar y llegar a reducciones sistemáticas.
Todo ello es bueno, lo defendemos y desarrollamos en esta obra; pero el
orden normativo en sí mismo es la “sabia” que “nutre” este subsistema
social que es los que sin mucha meditación denominamos Derecho con
mayúsculas.47
Al respecto nos ilustra muy bien Fernando López de Zavalía cuando
dice: “Por supuesto que no podemos estudiarlo todo. Tenemos que des-
componer. Así nacen las materias particulares. Tenemos que admitir la
autonomía didáctica, pero sin perder de vista que cada uno de esos cursos
es parte de un todo orgánico. Porque, si no, en lugar de estar examinando
algo vivo, estamos manejando cadáveres…El Jurista no puede tener mio-
pía mental de creer que con su sola especialidad va a dar respuesta al caso.
Nadie puede ser buen civilista si no es mediano comercialista, mediano
penalista, mediano juslaboralista, por lo menos”.48

47 Nos oponemos a todo tipo de reduccionismo. Para hacer una síntesis de nuestra
visión, decimos que un sistema es un “objeto complejo”, cuyas partes elementales y de-
más componentes están interrelacionados. Esta expresión “objeto complejo” puede pare-
cer un contrasentido, pero por el contrario es la única manera de salir del reduccionismo
al que ha estado sometido el Derecho como término que parece expresar un “objeto” o un
“algo” en sí mismo. Precisamente por qué es algo complejo, irreductible a una definición,
concepto o alguno de sus elementos más caracterizantes (v.gr: las normas), es que el es-
tudio sistémico es el más adecuado. (Para una visión sistémica de la realidad social, ver
BUNGE Mario A. Tratado de Filosofía, Volumen 4, Ontología II: Un mundo de Sistemas.
Barcelona, Gedisa Editorial, 2012, págs 25 a 75 y 247 a 312).
48 Confr. LÓPEZ DE ZAVALÍA Fernando J. Curso introductorio al derecho regis-
tral. Buenos Aires, Víctor P. de Zavalía Editor, 1983, p. 35.
Primera parte: Fuentes teóricas 53

Recordando a Sebastián Soler, esto de las “autonomías” termina por


constituir una verdadera barbarie jurídica. Como bien decía: “Si un de-
recho positivo se caracteriza por constituir una unidad sistemática, el co-
nocimiento desgajado de unas cuantas piezas, es un conocimiento no solo
imperfecto sino con mayor probabilidad equivocado, frente a casos que
reclaman el juego de un número considerable de preceptos. Hay pues una
primera dimensión en la cual el conocimiento jurídico se enriquece, y
consiste sencillamente en su extensión”.49
En conclusión: más allá de lo equivoca, cuando no confusa que resulta
la palabra “autonomía”, de usarla, lo hacemos atendiendo a razones didácti-
cas, y la expresión “Derecho Notarial”, la utilizamos en un sentido elíptico,
como síntesis semántica sectorial que permite, dentro del sistema integral
normativo, una mejor comprensión y estudio de la actuación de determina-
dos oficiales públicos, en especial el notario, pero ahí hay que detenerse.

3. PRINCIPALES FUENTES DEL “DERECHO NOTARIAL”


El notariado ha nacido como consecuencia de la necesidad de dar en
forma escrita, autenticidad a un sinnúmero de actos y negocios jurídicos
relevantes para el orden normativo.
La evolución del notariado que hemos analizado precedentemente,
nos habla de un trasvasamiento que va de su protagonismo en el viejo
orden monárquico a su afianzamiento en el sistema republicano. Por su
parte, las formas documentales que tuvieron cristalización normativa en
el código civil velezano, de manera necesaria llevaron al afianzamiento
de leyes que regularon la actividad del notario dentro del nuevo régimen
político de los Estados modernos.
Así, leyes nacionales, provinciales, procedimentales, etc., terminaron
conformando las fuentes que dieron origen a una teorización del quehacer
funcionarista del notario.
Rompiendo la “autonomía legislativa” que pregonan los “autonomis-
tas”, tenemos el siguiente “arsenal” de normas que regulan directa e indi-
rectamente la actividad funcional de los notarios:

49 Confr. SOLER Sebastián. La interpretación de la ley. Barcelona, Ediciones Ariel.


1962, p. 188 y ss.
54 derecho notarial

a) Leyes de fondo nacionales: Código Civil y comercial; leyes regis-


trales, etcétera.50
b) Leyes de fondo provinciales: Orgánicas del notariado.51
b) Leyes de forma o procedimentales: v.gr: Leyes Orgánicas de Tribu-
nales, Códigos Procesales, Leyes orgánicas registrales, etcétera.

3.1. Leyes de fondo nacionales


Que un acto deba ser realizado con la intervención de un funcionario
público con potestad autenticante por razones de seguridad y certeza, co-
rre bajo la exclusiva discrecionalidad del legislador. Es éste el que decide
que la compraventa de inmuebles deba ser hecho por escritura pública y
que en caso de hacerse por instrumento privado se produce la denomina-
da “conversión sustancial”, o que las donaciones de inmuebles también
deban ser hechas por escritura pública pero sin posibilidad de dicha con-
versión, que las sociedades comerciales, en particular las sociedades anó-
nimas, particiones extrajudiciales de herencia, ciertos testamentos, ciertos
poderes, etc. deban constituirse en igual forma solemne.
La forma documental que exige la presencia de oficiales públicos, tie-
ne en cuenta el orden público y el interés general. Las normas que estable-
cen determinadas formas o formas tasadas, se fundan en la inderogabili-
dad por parte de la autonomía privada para decidir al respecto.
Tanto en el código velezano en su momento, como en el CCCN hoy,
el instrumento público es tomado como una de las posibles formas de los
actos o negocios jurídicos en general; lo que puede colegirse fácilmente
compulsando la normativa plasmada en la teoría general del acto jurídico
de los artículos 979 al 1011 del derogado código civil, u hoy, en el los
artículos 289 al 312 del CCCN.52

50 Ver nuestro desarrollo del tema en el Capítulo VII de esta obra.


51 Ver nuestro desarrollo del tema en el Capítulo VIII de esta obra.
52 Rezaba el artículo 979 del Código Civil derogado: “Art. 979. Son instrumentos
públicos respecto de los actos jurídicos: 1° Las escrituras públicas hechas por escribanos
públicos en sus libros de protocolo, o por otros funcionarios con las mismas atribuciones,
y las copias de esos libros sacadas en la forma que prescribe la ley; 2° Cualquier otro ins-
trumento que extendieren los escribanos o funcionarios públicos en la forma que las leyes
hubieren determinado; (…). (Lo remarcado en cursiva nos pertenece).
Primera parte: Fuentes teóricas 55

3.2. Leyes Orgánicas del Notariado


Las normas provinciales que organizan el notariado son necesarias,
pues regulan todo lo referente al acceso a la función, cómo deben llevarse
los protocolos, sus archivo y custodia, determinan el distrito que hace a
la competencia territorial, reglamentan actos distintos de los típicamente
negociales, como las actas de comprobación, las certificaciones de firmas,
copias, etcétera.
Lo propio hacen, en cuanto al control o poder de policía de la función,
mediante la organización de los Tribunales de Superintendencia.

3.3. Leyes procedimentales


Las normas procedimentales establecen requisitos para protocolizar o
incorporar actuaciones judiciales, como por ejemplo subastas judiciales
de inmuebles, adquisición del dominio por usucapión, etcétera.
Un papel vinculante tiene las leyes orgánicas de los tribunales, sus
acordadas tribunalicias, etc., que determinan los requisitos que deben
contener las actuaciones realizadas por los abogados o el actuario en los
expedientes, y por extensión, en las escrituras públicas cuando dichas ac-
tuaciones son realizadas con intervención notarial.

4. INTENTOS DE SISTEMATIZACIÓN TEÓRICA


Intentos de reducción sistemática de las complejidades normativas, ha
llevado a que insignes juristas se abocaran a la búsqueda de las generali-
dades por sobre las particularidades.
La visión “instrumentalista” clásica del notariado, partiendo del ele-
mento forma, es decir del soporte, “disecciona” el estudio, y así habla re-
dundantemente de la “corporalidad”; de su “autor”, mezclando el concep-
to de “competencia” que es privativo de funciones públicas –poniéndose
paradojalmente en discusión si el notario es o no funcionario público–,
incluyendo en dicho desbroce el asesoramiento, que es propio de la ac-
tividad que desarrolla el notario como jurisperito, no como funcionario;
luego analiza como “rito instrumental” todo en cuanto se refiere al acto
del notario que se refleja en el contenido instrumental; también se habla de
la impugnación del “documento” notarial, cuando en realidad nos estamos
56 derecho notarial

refiriendo a la invalidez o ineficacia no del instrumento sino del acto del


notario o del acto de los autorizantes o requirentes o de ambos.
En síntesis, la tesis documentalista o instrumentalista, rinde excesivo
tributo al aspecto material, se detiene en el resultado y en una suerte de
“retro ingeniería” va en busca de su autor, demás participantes y porme-
nores reglamentarios, viéndose obligado forzadamente a la pérdida de sis-
tematización, pues parte de uno de los elementos, el elemento forma y de
allí va al contenido el acto del notario, en vez de partir de este y llegar así
a su elemento terminal o continente: la forma instrumental.
Por este camino, además de la perdida de rigor sistemático, se vuel-
ve difícil comprender la diferencia entre acto del notario, del acto de las
partes; se hace difícil también determinar la invalidez parcial de invalidez
la total; asimismo establecer la diferencia entre el acto de las partes y el
acto del notario; se dificulta también establecer el carácter unívoco de la
función fedante o fe pública, –la que no es exclusiva de los notarios sino
de otros funcionarios con idénticas atribuciones aunque con competencias
materiales o territoriales distintas–, etcétera.53
La tendencia sistematizadora más prolífica se emparenta con las co-
rrientes que buscan partes generales en los códigos o teorías generales en
doctrina.54 Trabajos teóricos como “La teoría pura del Derecho” de Kel-

53 Hay otros funcionarios con potestad idéntica a la del notario, como los Oficiales del
registro civil a los fines de celebrar matrimonios, o los secretarios de juzgados para certificar
firmas o hacer subastas judiciales, por ejemplo. La diferencia no está dada en la potestad
sino en la competencia material, lo cual se verá al estudiar la teoría del Acto Notarial.
54 Martín Pérez, traductor de la Teoría General del Negocio Jurídico de Emilio Betti,
en apoyo a la tendencia a producir en los Códigos “Partes Generales” que logren unidad
de criterio y unívocas soluciones a través de conceptos y abstracciones, nos dice: “Ya em-
píricamente dice Heck que toda exposición en la vida corriente, no ya en la Ciencia, acos-
tumbra ser precedida de instrucciones generales que facilitan el acceso a determinaciones
más concretas. ¿Quiebra en el Derecho esta práctica común? Se invoca el inconveniente
del doctrinarismo, “pero no querrá suponerse que existe una suerte de nexo de causali-
dad entre él y la Parte general” (Barbero), aunque ofrezca ésta el terreno más propicio
para que tome arraigo. Aún más, el doctrinarismo aparece ligado, en la realización del
Derecho, a aquellas formas de solución por métodos predominantemente lógicos de los
casos jurídicos concretos, con la analogía como expediente principalísimo. Acertados o
recusables tales métodos, en la medida en que se los utilice parece han de encontrar pre-
cisamente en las doctrinas generales su freno y correctivo. Un código al que no se lleven,
en lo posible, normas de aplicación general, con la consiguiente fijeza sobre su esfera de
eficacia, estimulará siempre, dentro de las directrices lógico-positivas, el abuso de la ex-
Primera parte: Fuentes teóricas 57

sen, la “Teoría general del Negocio Jurídico” de Emilio Betti, la “Teorías


generales del Derecho” de Francesco Carnelutti, por solo citar las más
emblemáticas han sido de gran influencia para el notariado, dando lugar
a trabajos como la Teoría General de acto notarial o Acto notarial (dación
de fe).55 Haremos una reseña al desarrollo de estos trabajos teóricos en los
capítulos que siguen.

5. INTENTO DE SISTEMATIZACIÓN LEGAL: EL ANTE-


PROYECTO DE LA LEY DE LOS DOCUMENTOS NO-
TARIALES. REMISIÓN
Consideramos a este trabajo un verdadero “monumento” doctrinario
notarial. Nos preocupa sobremanera el lugar secundario o su referencia
meramente histórica, sin mayores apegos ni invitaciones a su lectura en
los libros de teoría notarial.
Quien lea el anteproyecto y disfrute el néctar de sus notas, aventajara
a cualquier operador jurídico en la materia. Allí está todo lo que Vélez
Sarsfield no dijo –ni podía pedírsele que dijese–. Allí se concentran lo me-
jor del pensamiento notarialista desde su organización política y cultural.

tensión analógica o, a la inversa, la falta de una aplicación clara y precisa de la ley cuando
se retroceda ante el procedimiento analógico (...). Ello, en lo que respecta a la inclusión
de doctrinas generales en lo Códigos. Para la Ciencia, libre de las estrictas finalidades de
los textos, parece evidente que no puede renunciar a conducir sus síntesis a través de la
generalización, por abstracción de los más esenciales rasgos del fenómeno singular. Te-
nemos presente la radical diferencia entre el Derecho y las ciencias meramente teoréticas,
con la proyección del primero a fines y valores que trascienden las simples metas del
conocimiento. Pero dentro del aspecto lógico sistemático del Derecho como ciencia, sin
desorbitarlo, nada hay que pueda descalificar los procedimientos de la metodología ge-
neral”. Confr. BETTI Emilio. Teoría General del Negocio del Jurídico. Madrid, Editorial
Revista de Derecho privado, 1959, p. XVII.
55 En abono a las teorías generales pueden consultarse entre otros: KELSEN Hans.
Teoría General del Derecho y del Estado. México, Imprenta Universitaria 1958.; CAR-
NELUTTI Francesco. General del Derecho. Perú, Ara Editores, 2006.; BETTI Emilio.
Teoría General del Negocio del Jurídico. 2da ed., Madrid, 1959.; SCOGNAMIGLIO
Renato. Contribución a la teoría del Negocio Jurídico. 1ra ed., Lima, Editorial Jurídica
Grijley, 2004; en nuestra doctrina LÓPEZ DE ZAVALÍA Fernando. Teoría de los Contra-
tos. Parte General. 2da ed., Buenos Aires, Ediciones Víctor P. De Zavalía S.A. 1975; parte
Especial, T. I., 1976. Sumemos a ello la tendencia de los códigos a crear partes generales.
58 derecho notarial

Es una obra ambiciosa, fruto de la labor de grandes doctrinarios; sus


notas evidencian una cultura y dominio de la literatura existente, cuya
estatura nos recuerda la mente de los juristas de la era de la codificación.
Porque no podíamos pasarlo por alto, nosotros, al contrario del resto
de los libros de doctrina notarial, hemos decidido transcribirlo y tratarlo
en forma íntegra en el Capítulo VI de esta obra.
Capítulo ii
TEORÍA DEL ESTADO
(Nociones sobre Función Pública)

1. El concepto de “persona” para el Derecho: de la persona humana y


la persona jurídica societaria al Estado como persona jurídica de ca-
rácter necesario. 1.1. Comienzo de la existencia de la persona humana y
de la persona jurídica societaria. 1.2. “Ser o no ser”, o lo categórico de
la existencia de las personas en el Derecho. 2. El Estado como persona
jurídica colectiva de carácter necesario. 3. Teoría orgánica del Estado.
3.1. Órgano. 3.1.1. Competencia del órgano. 3.2. Agente. 3.3. Concepto
de Función. 4. La función notarial como función o potestad del Estado.
5. El artículo 993 del Código Civil y la denominada “función fedante”.
5.1. La potestad “fedante” en el nuevo código. 6. Fe pública. Noción. 6.1.
Agentes con potestad fedante. 6.2. Carácter unívoco de la fe púbica. 7.
Doctrina del 1º Congreso Internacional del Notariado Latino y su condi-
ción de funcionario público.

1. EL CONCEPTO DE “PERSONA” PARA EL DERECHO:


DE LA PERSONA HUMANA Y LA PERSONA JURÍDICA
SOCIETARIA AL ESTADO COMO PERSONA JURÍDI-
CA DE CARÁCTER NECESARIO
Se dice y se dice bien, que persona para el Derecho, es todo centro de
imputación normativa, es el término de imputación unitario, es el “quién”
destinatario de las normas.
Pero es importante remarcar que decimos persona “para” el Derecho,
y la aseveración no es menor, pues el error de la doctrina durante años, ha
60 derecho notarial

sido la de no comprender que tanto la persona humana como la persona


jurídica societaria,1 deben encontrar su “ser”, no en el plano ontológico
fáctico general sino en el plano ontológico jurídico.
Existen “realidades jurídicas” o cuyo ser se dan sólo en el Derecho y
su “universo” de entidades y efectos sociales propios. La calificación de
“Jurídico” (hecho jurídico, acto jurídico, persona jurídica, etc.), delinea,
encuadra o recorta para sí sustratos de la realidad fáctica, redefiniéndo-
las para sus propios fines, para su propio campo teleológico. El camino
recorrido es muy prolífico comenzando por Hans Kelsen2, Francesco Fe-
rrara3 y Luis Recasens Siches4 entre otros, y a riesgo de plagiar la rica y
afortunada síntesis que del tópico han realizado estos conspicuos juristas,
consideramos que ya poco se puede aportar al concepto. Nos limitaremos
entonces a explicitar lo analizado por ellos, en una adecuación y orienta-
ción constante en lo que concierne a lo notarial.
Adelantemos que “persona jurídica colectiva”, o simplemente “perso-
na jurídica”, menta un sujeto de derecho distinto de los miembros que la
componen. El error del análisis de los “anticonceptualistas”, ‒y que por
ello llegan a conclusiones jurídicas equivocadas‒, es precisamente la de
buscar definir a la persona jurídica colectiva tomando referencias de las
nociones que da la Filosofía General, la Moral, la Metafísica y/o la Onto-
logía general,5 desvinculados del encuadre que el Derecho hace para sí, o

1 Desechamos la vieja expresión: persona jurídica “colectiva”, pues con el avance


doctrinario y normativo en toda Europa de las sociedades unipersonales, el carácter “colec-
tivo” ya no se presenta para algunos ordenamientos normativos como un requisito esencial
para tener existencia societaria. Hoy se habla de sociedades de personas y sociedades de
capital, siendo indiferente para estas últimas, tener pluralidad de sujetos como requisito
esencial de validez negocial. Lo que antes era un requisito esencial y hasta calificante del
acuerdo societario y de una terminología, hoy se ha convertido en un elemento accidental.
2 Sobre el tema ver: “Teoría Pura del Derecho”. Buenos Aires, Eudeba, 4ta ed.. 1ra
reimp.,, 2000, p. 102.
3 Ver: FERRARA Francesco. Teoría de las Personas Jurídicas. Madrid, Editorial
Reus S.A., 1929.
4 Ver: RECASENS SICHES Luis, Vida Humana Sociedad y Derecho -Hacia una
Fundamentación de la Filosofía del Derecho-. México, Editorial Casa de España en Mé-
xico,. 1939.
5 Si se analiza a la persona jurídica en su contrapunto con la persona física o hu-
mana, estamos incorporando al análisis cuestiones que tienen que ver con la Metafísica
General o la Ontología General, mas no con la ontología particular del Derecho. Como
Primera parte: Fuentes teóricas 61

bien atendiendo a elementos fácticos, o finalmente modulando el análisis


conforme a otras “regiones” del pensamiento o conocimiento.6
dijéramos antes, el Derecho capta para sí hechos y elementos de la realidad, delineándolos
y encuadrándolos para sus propios fines. Si bien el hombre es “una realidad substante de
fácil reconocimiento”, y la persona jurídica societaria demanda una subsunción a una es-
tructura típica prevista y delineada por cada ordenamiento jurídico; ambos, ‒persona física
y persona jurídica societaria‒, comparten el hecho de ser centros o términos de imputación
normativa, ambos son fieles destinatarios de las normas jurídicas por igual. Tanto la perso-
na física como la persona jurídica son persona “para” el Derecho porque el ordenamiento
jurídico así lo determina, porque el Derecho los ha captado para sí y los ha caracterizado
para sus fines prácticos y lícitos. Debemos entenderlo así, no hay otro modo. Pensemos en
un instituto como la esclavitud, que en Grecia, en la misma Roma y hasta hace poco más
de un siglo atrás en las colonias de países considerados civilizados, hacía que una persona
humana a pesar de ser una “realidad substante de fácil individualización”, en el plano ideal
jurídico fueran “cosas”. O los animales, por ejemplo, un perro, del cual podemos disfrutar
su vitalidad, es considerado “el mejor amigo del hombre”, lo lloramos si se muere, etc., sin
embargo, para el Derecho es y seguirá siendo una “cosa”, no obstante protegerlos nosotros
jurídicamente mediantes leyes de protección animal, etc. Reiteramos, es en el plano ideal
jurídico donde adquiere un sentido pertinente su conceptualización, donde debemos ubicar
su ser o no ser, sus capacidades, defensas y limitaciones; pero no estamos ante la pura ente-
lequia, pues es gracias a ello que en el plano corporal fáctico operativo estas ideas logran su
realización eficiente en las relaciones sociales a las que están sometidas.
6 Señala Luis Recasens Siches: “En este asunto se han mezclado cuestiones diversas, que
es preciso mantener separadas con toda exactitud. Estas cuestiones diversas pueden ser espe-
cificadas en las cuatro preguntas siguientes, que podemos referir tanto a las llamadas personas
físicas, como a las llamadas personas morales (colectivas): 1º. Qué quiere decir persona en
términos jurídicos; qué significa tener dentro de un ordenamiento jurídico la calidad de perso-
na; en suma, qué es ser persona en Derecho; concepto que se aplica lo mismo a los individuos,
que a los entes colectivos consagrados como personas. (Este es un tema de teoría general del
Derecho). 2º. Quienes sean los entes sobre los que recaiga esa calificación jurídica de persona;
es decir, preguntarnos, refiriéndonos a los entes individuales en Derecho, sobre cuáles son los
hombres a quienes el Derecho concede personalidad; y preguntarnos, refiriéndonos a las per-
sonas colectivas, cuáles son las entidades a las que el Derecho otorga la personalidad. (Esto lo
contesta cada ordenamiento positivo). 3º. En qué consiste el ser de esos entes (individuales y
colectivos) a los que el Derecho concede la personalidad; así por ejemplo, refiriéndonos a las
personas individuales, indagar en qué consiste la esencia de lo humano, sus modalidades y sus
manifestaciones (qué es lo que hice en páginas anteriores) ‒tema de antropología filosófica‒;
y por lo que atañe a las personas colectivas, esclarecer en qué consiste el ser de una asociación,
de una corporación, de una fundación (este es un tema de Sociología). 4º. Plantear desde un
punto de vista estimativo, p. e. en la política legislativa, la cuestión de a quién el Derecho debe
conceder la personalidad. Esto, por ejemplo, es lo que se hace cuando se critica la institución
de la esclavitud, afirmando que a todos los hombres debe corresponder la personalidad jurí-
dica; o cuando se discute si el Estado no debe admitir otras personas colectivas que aquellos
que él instituya, o si por el contrario debe concederla a todos los entes colectivos que surjan
espontáneamente. (Este es un tema de estimativa jurídica o de filosofía política).” Confr. RE-
CASENS SICHES Luis… op. cit., Capítulo IX, p. 159.
62 derecho notarial

Es en el estricto plano de la teoría general del Derecho donde las per-


sonas físicas como las personas jurídicas adquieren univoca entidad con-
ceptual: la de ser ambas por igual, centros de imputación de las normas
jurídicas. La diferencia fáctica de que la persona humana conforma una
totalidad centrada en torno a un cerebro, –con una autodeterminación ca-
paz de llevar adelante efectos causales– y que las “personas jurídicas” se
muestran como una suma de personas y bienes y que esos seres concretos
articulan la “voluntad societaria”, queda borrada para el Derecho.7
Como rezaba el artículo 30 del Código Civil argentino: “Son per-
sonas todos los entes susceptibles de adquirir derechos y contraer
obligaciones”.8 Y es precisamente eso, “persona” para el derecho: el
“quién”, el “destinatario”, el “término de imputación unitario” de la carga
de deberes jurídicos y derechos subjetivos actuales o potenciales.
Si ese “quién” es un hombre o un grupo de hombres,9 a los cuales,
por su organización bajo un estatuto, el Derecho hace que conformen un
7 Siguiendo el pensamiento de Luis Recasens Siches: “Las doctrinas de Ferrara y de
Kelsen han aportado un decisivo progreso en este tema. Ferrara ha visto claramente que
la personalidad jurídica (con independencia de su substrato real, que siempre tiene), tanto
por lo que se refiere al individuo, como al ente colectivo, no es una realidad, ni un hecho,
sino que es una categoría jurídica, un producto del Derecho, que éste puede ligar a cual-
quier substrato, y que no implica necesariamente una especial corporalidad o espirituali-
dad en quien la recibe. La personalidad es la forma jurídica de unificación de relaciones; y
como las relaciones jurídicas son relaciones humanas, y su fin es siempre la realización de
intereses humanos, la personalidad no sólo se concede al hombre individual, sino también
a colectividades, o a otro substrato de base estable, para la realización de obras comunes.
Las colectividades son pluralidades de individuos que persiguen un interés común, masas
cambiantes que se encaminan a un mismo fin; y el Derecho, al concederles personalidad,
unifica idealmente, jurídicamente, su actuación; con lo cual las dota de igual agilidad y
facilidad de movimientos que a un individuo”. Op. cit., p. 163.
8 Hoy lo mismo se infiere de los artículos 22 y 141 del CCCN.
9 O una sola persona, pues la admisión por el derecho europeo de las llamadas “so-
ciedades unipersonales”, y ahora en la normativa del CCCN, son la evidencia incontes-
table de que el Derecho, sumido en la voluntad legislativa, es la vida y la muerte de todo
centro de imputación normativa, es el orden jurídico vigente el que decide quién es o no
es persona jurídica, aún a gusto o disgusto de los que miran con disfavor a las sociedades
unipersonales, o tratándose de personas físicas, en el pasado esclavista han visto vender
en subastas públicas a seres humanos como “cosas”. Las resistidas y por eso “modernas”
sociedades de un solo socio, gozan de una juventud jurídica de apenas unas décadas,
desde los balbuceos de la doctrina alemana que un 4 de julio del año 1980 dictó la Ley
de Reforma de las Sociedades de Responsabilidad Limitada, que admitiera la sociedad
unipersonal originaria y sobrevenida, se desplegó con fuerzas sobre Francia (1985), Ho-
Primera parte: Fuentes teóricas 63

ente distinto de ellos, no quita que estemos siempre ante una “persona” en
sentido jurídico.10

1.1. Comienzo de la existencia de la persona humana y de la “persona


jurídica”
El nacimiento de todo sujeto de derecho reclama un punto inicial ca-
tegórico, pues de lo contrario ignoramos el momento en que comienza la
imputación normativa. Es necesario un punto decisivo, preciso, rotundo,
categorial, para saber cuándo estamos frente a una persona jurídica (sea
humana o societaria) pues si no “nace” no es y en consecuencia resulta
imposible saber cuándo activar la imputación de las normas del orden
jurídico imperante. En síntesis: no son posibles las aleatoriedades para “el
ser” destinatario principal y absoluto de las normas jurídica.
Comenzando por la persona humana, vemos que cada ordenamiento
jurídico determina el momento categorial del comienzo de su existencia
jurídica, que puede coincidir o no con su existencia física. Así, para el
Derecho argentino como para por ejemplo para el español, se es persona
desde la concepción en el seno materno, en tanto que, para la adquisición
irrevocable de los derechos, uno y otro ordenamiento los condicionan a

landa (1986), Bélgica (1987), y España (1995) y en casi toda la C.E.E., evidenciando que
es en el Derecho, en su propio campo ontológico, donde es dable admitir “personalidad”
a determinadas formas organizativas, traducido ello en una imputación diferenciada de
las consecuencias jurídicas producidas por los actos o negocios de sus agentes. (Sobre
el particular puede consultarse CARBAJO GASCÓN Fernando. La sociedad de Capital
Unipersonal. España, Aranzadi Editorial, 2002).
10 Lo remarcamos a fuerza de ser redundantes: ambos son personas “jurídicas” y
ambos son por igual “centros de imputación normativa”. La diferencia está dada por el
hecho de que la primera es una realidad factual de fácil reconocimiento (la individualidad
vista como “yo y no otro”), en tanto que en la segunda tal realidad es contra factual, es
decir, no permite una inmediatez que la haga “individualizable” o reconocible como una
unidad física inescindible, aunque en el plano ideal jurídico, ambas adquieren idéntica
calidad como “sujetos” para el Derecho. La persona humana goza antológicamente de
una ostensible apariencia unitaria, en tanto que la persona jurídica se presenta en como
un puzzle de bienes y personas sometidas a una reglamentación operativa orgánica. A
esta necesaria e ineludible “disgregación”, el Derecho le da unidad en su propio campo
ontológico, virtud unitiva que se explica, justifica y dinamiza sólo en el campo jurídico,
con incontestables efectos sobre la realidad económica y social.
64 derecho notarial

que nazcan con vida y sobrevivan desprendidos del seno materno un ins-
tante o 24 horas respectivamente.11
Y esto es muy importante, pues a nadie se le ocurriría negar la adqui-
sición de derechos de una “persona por nacer” o diría que no es persona
en tanto que no se haya inscripto su nacimiento en el Registro de Estado
Civil y Capacidad de las Personas.12

11 Ya el Código Civil en el artículo 70, rezaba con mejor técnica que los actua-
les artículos 19 y 21 del CCCN: “Desde la concepción en el seno materno comienza la
existencia de las personas; y antes de su nacimiento pueden adquirir algunos derechos,
como si ya hubiesen nacido. Esos derechos quedan irrevocablemente adquiridos si los
concebidos en el seno materno nacieren con vida, aunque fuera por instantes después de
estar separados de su madre”. Hoy lo mismo, palabras más, palabras menos, de la concor-
dancia de los artículos 19, 21, y 24 inc. a. del CCCN. En cuanto al derecho comparado, y
tomando como ejemplo el derecho español, su artículo 29 reza: “El nacimiento determina
la personalidad; pero el concebido se tiene por nacido para todos los efectos que le sean
favorables, siempre que nazca con las condiciones que expresa el artículo siguiente”. El
artículo 30 del cuerpo legal español, además nos dice: “Para los efectos civiles, solo se
reputará nacido el feto que tuviere figura humana y viviere veinticuatro horas enteramente
desprendido del seno materno.” Un estudio comparado de ambos ordenamientos jurídi-
cos, permiten aseverar lo siguiente: a) Una primera -aunque solo aparente diferencia-,
sería que el Derecho argentino se es persona desde la concepción, en tanto que para los
españoles, desde el alumbramiento; lo que no es más que una lectura apresurada y asiste-
mática, pues de la hermenéutica de otros artículos del Código Civil español, se avista que
también es la concepción el momento del reconocimiento de la personalidad, conforme el
propio artículo 29 (“… pero el concebido se tiene por nacido para todos los efectos que le
sean favorables …”) en articulación sistemática con los arts.: 627, 659 a 967 del cuerpo
legal; y b) Para el Derecho argentino, queda fija la personalidad si sobreviviera solo un
instante después de separado el bebé del vientre materno, en tanto que para el Derecho
español, es necesaria la sobrevivencia durante 24 horas fuera del vientre materno.
12 Nuestro ordenamiento jurídico, lo hemos dicho, determina la existencia del sujeto
de Derecho desde la concepción en el seno materno, y si ese ser recibe, por ejemplo, un
inmueble en donación, es dueño, no obstante que aún no sea más que un embrión en el
vientre de la madre, no tenga un nombre de pila asignado y obviamente no esté inscripto
en el Registro Civil. Clarificado esto, el Derecho no atina a decir que es un “ser en for-
mación”, “o persona humana en el iter constitutivo”, ni que a los tres meses es 33.33%
persona, a los 6 meses 66.66% persona y a los 9 meses 100% persona. Se dirá que suena
absurdo este planteo, pero parece ser la única manera de entender el carácter unívoco y
categorial de la existencia jurídica. Si no, medítese en la articulación lógica de los artícu-
los 19 y 21 del CCCN y veremos que algo no cierra, pues el artículo 19 dice “La existen-
cia de la persona humana comienza con la concepción” y el artículo 21 dice que “Si no
nace con vida se considera que nunca existió”. Esto es un contrasentido lógico, absurdo
en lo conceptual y falso en lo técnico jurídico. Considerar algo como existente y que por
la imposibilidad de sobrevida tomarlo como que “nunca haya existido” es una contradic-
ción en los términos. En lo técnico jurídico: la personalidad se tiene o no de una vez y de
Primera parte: Fuentes teóricas 65

Si de personas jurídicas hablamos, las mayorías de los ordenamientos


prevén como requisito de nacimiento y existencia: un negocio jurídico.
El Derecho argentino, a pesar que el CCCN y la Ley de sociedades, ad-
hieren a la tesis contractualista,13 habiendo más de un socio, técnicamen-
te requieren de un acuerdo; en el Derecho Español, adquieren existencia
mediando un negocio jurídico que puede ser plurilateral o unilateral de
organización. En cuanto a las sociedades unipersonales originarias, su
nacimiento como sociedad requiere de un negocio jurídico unilateral de
organización.

1.2. “Ser o no ser”, o lo categórico de la existencia de las personas en


el Derecho
No advierte gran parte de la doctrina ni la jurisprudencia, acerca de
este carácter categórico que reclama el ser jurídico, sea persona humana
o societaria.
En todo caso, la personalidad se tiene o no se tiene, se afirma o se nie-
ga sin más, su ser no admite ni le caben restricciones ni condicionamien-
tos. Las diferencias en la persona jurídica, sea humana o societarias, se da
respecto de la capacidad o la legitimación, pero nunca respecto de su ser.
En lo que refiere a las sociedades comerciales, se ha hablado en tal
sentido de una “personalidad precaria”, simbiosis semántica falsa e im-
posible de articular. El motivo de tal expresión en materia societaria lo ha
dado el régimen de la irregularidad, el cual se lo ha hecho intercambiable
con el de existencia; triste error, por cierto, que es necesario desnudar.

manera unívoca, de allí en adelante nace la protección jurídica y por tanto decir que el
Derecho te protegió y como no nació con vida protegió “la nada”, es absurdo. Finalmente,
el nacer con vida es el requisito de irrevocabilidad legal de los derechos adquiridos, pero
no de una existencia ya determinada de manera univoca y categorial por el orden nor-
mativo. Atribuir como salida legal predicar que “nunca existió”, es desconocer la lógica
que pregonamos. En fin, el Derecho se limita a reconocerle categóricamente existencia y
condicionar la adquisición irrevocable de los derechos “patrimoniales” al hecho futuro de
que nazca con vida. “Ser o no ser”, al igual que en el drama de Hamlet de Shakespeare, es
lo que debe predicarse incontestablemente de la persona jurídica, sea humana o societaria.
13 El Libro y Sección dedicada a los contratos, es donde ubica Vélez Sarsfield en el
Código Civil a las sociedades civiles; por su parte la Ley 19.550 de Sociedades comer-
ciales, en los artículos 4º, 5º expresamente lo consideran un contrato, lo mismo que el
nuevo CCCN.
66 derecho notarial

Ya es hora de decirlo enfáticamente: la regularidad se resuelve en el


plano de la responsabilidad, no de la existencia; es más, hay responsabili-
dad porque “hay ser jurídico”, porque hay existencia, porque hay persona
jurídica. “Nada surge de la nada” decía Lucrecio, y nosotros por el mismo
principio decimos que no se responde solidaria e ilimitadamente con la
“nada”, con un ente que no existe o por actos previos a la conformación
societaria, sino que los propios fundadores son solidarios con “algo”, y
ese “algo”, –en los sistemas donde la existencia societaria nace de un con-
trato, acuerdo o acto unilateral–, es la persona jurídica societaria misma.
Las consecuencias del contralor por los organismos correspondientes
y la falta de inscripción en los registros afectados, es un problema de res-
ponsabilidad, no de existencia; pero no se deben confundir los requisitos
de existencia societaria, de los requisitos de responsabilidad.
La síntesis debe ser esta: 1) para la existencia y la imputación dife-
renciada solo hace falta un negocio jurídico; 2) para la ausencia de res-
ponsabilidad solidaria, es decir para poder terminar con la irregularidad
–que nada tiene que ver con la existencia–, es menester el control y la
inscripción.
Sea lo que sea una persona jurídica societaria, conforme a la regulación
que de ella hacen los diferentes ordenamientos jurídicos, está determinada
en su origen y existencia por un negocio jurídico, y su mayor o menor res-
ponsabilidad, por la “regularidad” dada por el contralor ante la Dirección de
Inspección de Personas Jurídicas o Inspección General de Justicia, y su pos-
terior inscripción ante el Registro Público de Comercio si así se lo exige.14

14 Es inadmisible predicar, ‒como lo hizo en su momento la exposición de motivos


de la ley 19.550‒, la posibilidad de una “personalidad precaria”, en referencia a las hipó-
tesis de sociedades de hecho o irregulares. En cuanto a la regulación que la LSC argentina
hacía de las “sociedades de hecho”, era precisamente por su carácter de hecho y no de
Derecho, en tal extremo, el ordenamiento salía en auxilio de una certera interpretación,
decretando no una pseudotipología societaria, sino precisamente, por carecer de tipo y por
ende no ser persona, determinar el régimen al cual estaba sometida tal unión informal de
personas y bienes, y la ausencia de la imputación diferenciada que implica no ser persona
jurídica societaria. En las sociedades “de hecho”, el accionar del aparente ser jurídico se
les imputa directamente a las personas que la invocan y el régimen de bienes no es más
que un mero condominio o una comunidad de bienes. Al menos esa debería ser su lógica,
más allá de los criterios que no aciertan en distinguir con claridad entre existencia y regu-
laridad, o lo que es igual: distinguir ser, de responsabilidad.
Primera parte: Fuentes teóricas 67

2. EL ESTADO COMO “PERSONA JURÍDICA COLECTIVA”


DE CARÁCTER NECESARIO
El Estado como persona jurídica y su conceptualización dentro de la
ontología del Derecho, ha sufrido el peso de las coyunturas políticas con sus
correspondientes ideologías y dogmatizaciones históricas y sociológicas.15
La evolución del concepto jurídico de Estado hasta llegar a la con-
cepción orgánica que pretendemos formular para fundar nuestro estudio,
podemos sintetizarla en las siguientes teorías:
1. La teoría de la ficción, de la cual Savigny es su mayor exponente,
y sostiene que la persona jurídica colectiva nunca puede ser un sujeto el
Derecho, que sólo la persona humana puede serlo. Ergo cuando el Dere-
cho admite que sea centro de imputación de normas, en realidad crea una
“ficción legal”.
Si no fuese porque esta posición aún sigue haciendo “ruido” en la
mala filosofía del Derecho que aún no encuentra su ontología ni su epis-
temología, podríamos limitarnos a su sola enunciación. Sin embargo, la
idea de que la ley está plagada de “ficciones” entendidas en un sentido

15 La doble frontera, sociológica y jurídica del Estado es difícil de separar. Ya lo


observaba Jellinek al decir: “La consideración sociológica del Estado tiene por objeto el
estudio del mismo como fenómeno social: aquellos hechos reales subjetivos y objetivos
en que consiste la vida concreta del Estado (...); la doctrina de los orígenes, transforma-
ción y decadencia de los Estados; la investigación de los supuestos sociales del Estado,
de su acción social (...). La segunda consideración tiene como objeto el aspecto jurídico
del Estado; pero el Derecho tiene una doble existencia: es de un lado ejercicio jurídico
efectivo, y, en tanto que tal, nos aparece como un poder social, que forma parte de la
vida concreta de la cultura de un pueblo; y, de otra parte, es un conjunto de normas, que
deben ser transformadas en actos. En este último sentido, el Derecho no pertenece al
mundo del ser, sino al del mundo del deber ser. En este sentido, constituye un conjunto
de conceptos y de proposiciones, que no sirven para conocer la realidad dada, sino para
enjuiciar normativamente la realidad (...). El conocimiento jurídico de un objeto es, pues,
fundamentalmente, distinto del conocimiento de los hechos reales que lo componen. La
concepción jurídica del Estado tiene como objeto el conocimiento de las normas jurídicas
que determinan y sirven de pauta a las instituciones y funciones del mismo, así como de
las relaciones entre los hechos reales de la vida del Estado con aquellos juicios normati-
vos, sobre los cuales se apoya el pensamiento jurídico. La concepción jurídica del Estado
se propone, por consiguiente, completar la doctrina social del mismo; pero no puede en
modo alguno confundirse una con otra”. Confr. JELLINEK. Teoría general del Estado.
trad. esp. de F. de los Ríos. Madrid, 1914. págs. 169-172, 224-228. Cita de cita, en RE-
CASENS SICHES Luis. Op. cit., p. 239.
68 derecho notarial

negativo como “mentiras útiles”, es posible leerla en trabajos doctrinales


recientes.16
Lo hemos dicho ya, cada concepto tiene razón de ser en su universo onto-
lógico correspondiente y por ende en su “región del lenguaje” y es ahí donde
tienen existencia, valor y eficacia operativa respecto a las cosas predicadas.
La realidad física no le dice nada a nadie acerca de las “cosas” o “se-
res” del Derecho, pero no por ello, no dejan de tener eficacia en la realidad
coactiva de la vida social. Aun así, hay que advertir, que Savigny hablaba
de “ficción legal” en un sentido positivo, como una “ficción valiosa”, en
cambio la doctrina actual, partiendo de una mala ontología jurídica, la
considera una “mentira legal”, lo que, reiteramos, nos parece un verdade-
ro desconocimiento de la ontología y epistemología jurídica.
2. La segunda teoría sobre el Estado es la de Von Gierke, también de-
nominada orgánica, pero en el sentido “antropomórfico” de la palabra; y
como se verá, es otro y distinto el sentido que nosotros pretendemos fijar
con la idea de “orgánico”.
Para Gierke el Estado es el desiderátum de toda forma de comunidad,
no perceptible como realidad substante para los sentidos, pero real para el
espíritu, que nos revela una existencia común a la humana. Este elemento
común es la unidad permanente, viva, la unidad que quiere y obra y en la
cual se encierra todo un pueblo.17

16 SAUZ Edgardo I. Mitos y ficciones jurídicas. Valoración. La Ley 15/11/2013.


Cita On line. AR/DOC/3831/2013. En dicho trabajo se podrá observar la confusión onto-
lógica, o lo que es igual: la aplicación lineal de la ontología general a la ontología jurídica.
17 Recasens Siches sintetiza los extremos de esta teoría diciendo: “Según esas te-
sis organicistas stricto sensu, el Estado constituye un organismo biológico -parejo a los
organismos animales- enormemente grande con tejido epitelial (las instituciones protec-
toras del patrimonio, de la salud, del orden interno, de la seguridad exterior); con tejido
óseo -constituido por la tierra, las calles, los edificios-; con tejido vascular -integrado por
las instituciones económicas-; con tejido muscular -compuesto por las organizaciones
técnicas del trabajo-; con tejido nervioso -representado por el gobierno, y por las redes
telegráficas y telefónicas, que transmiten sus órdenes-. Este organismo estaría sometido
a las leyes biológicas de la generación, nacimiento, crecimiento, desarrollo, enfermeda-
des y muerte; tendría sexo (habría Estados masculinos como John Bull, el Tío Sam; y
femeninos como la bella Francia), y subsistiría a través del cambio y perecimiento de sus
elementos componentes. A la altura de nuestro tiempo, no hace falta, en verdad, decir mu-
chas palabras para desechar por entero esas teorías organicistas.” RECASENS SICHES
Luis… op. cit., p. 232.
Primera parte: Fuentes teóricas 69

Aparece así el carácter orgánico del Estado como producto de fuerzas


sociales que se manifiestan también como un “individuo”, mostrándose
como un “organismo social humano” con vida común, propia, distinta de
la de sus miembros y que forma una unidad.18
Para concluir esta abstrusa teoría, advirtamos que encuentra amparo
en el idealista pensamiento hegeliano y su concepto del Estado.19
3. Arribamos ahora al pensamiento de Kelsen, que establece la iden-
tidad entre Estado y Derecho, tesis que nace como una reacción a las teo-
rías sociológicas del Estado. Recasens Siches la sintetiza así: “Todos los
problemas de la teoría general del Estado son planteados y resueltos por
Kelsen como cuestiones jurídicas, afirmando que éste es su único y pecu-
liar sentido. La teoría del Estado –dice Kelsen– no se ocupa ni de estudios
sociológicos (los cuales jamás pueden conducirnos a captar la esencia del
Estado), ni de disquisiciones de carácter político, esto es, de la justicia o
injusticia, conveniencia o inconveniencia de tales o cuales instituciones
(lo cual pertenece a la Ética y a la Política). Todos los temas de la teoría

18 En materia societaria, también ha tenido reflejo. Según la teoría de Von Gierke,


las personas jurídicas son organismos naturales dotados, a la par del hombre, de una
voluntad propia y titulares de un interés propio, distinto de aquel de sus miembros. El
comportamiento externo del grupo como un único sujeto es el resultado de su unificación
interior, mediante la adopción de una organización corporativa, que es la que permite
traducir una pluralidad de voluntades individuales en una nueva voluntad, transformando
así una colectividad de individuos en una individualidad nueva, dotada de voluntad pro-
pia. El reconocimiento estatal asume un valor meramente declarativo, ya que el Estado se
limita solamente a tomar acto de la existencia de estas “unidades sociales vivientes”, que
ya existen en la realidad prejurídica. Confr. PALMERO Juan Carlos. “La persona jurídica
en el proyecto de unificación de la legislación civil y comercial de la Nación”, en Revista
del derecho comercial y de las obligaciones. T. 20, Buenos Aires, Ediciones De Palma,
1987. p. 836.
19 La concepción hegeliana del Estado se sintetiza en las propias palabras de Hegel:
“El Estado es la realidad de la Idea ética; es el Espíritu ético en cuanto voluntad patente,
claro por sí mismo, sustancial, que se piensa y se conoce, y que cumple lo que él sabe y
como lo sabe. En lo Ético, el Estado tiene su existencia inmediata; y tiene su existencia
mediata, (…). Si se confunde al Estado con la Sociedad Civil y se pone su determinación
en la seguridad y la protección de la propiedad y la libertad personal, se hace del interés
de los individuos, como tales, el fin último en el cual se unifican; y en ese caso, ser miem-
bro del Estado cae dentro del capricho individual. Pero el Estado tiene una relación muy
distinta con el individuo; el individuo mismo tiene objetividad, verdad y ética sólo como
miembro del Estado, pues el Estado es Espíritu objetivo.” Confr. HEGEL Guillermo Fe-
derico. Filosofía del Derecho. Buenos Aires, Editorial Claridad, 1968, p. 212.
70 derecho notarial

general del Estado son cuestiones en torno a la validez o vigencia del


orden jurídico. Mostraré algunos ejemplos de cómo Kelsen desarrolla su
teoría general del Estado. El territorio, que era considerado por la mayor
parte de los autores como un elemento real del Estado, es sencillamente la
esfera espacial de la vigencia del orden jurídico, es decir, el espacio dentro
del cual tiene validez un sistema jurídico positivo. El pueblo, que era tam-
bién tenido por una de las realidades del Estado, es pura y simplemente la
esfera humana de vigencia del orden jurídico. El poder del Estado no es
más que la vigencia del Derecho. La soberanía queda reducida a una cuali-
dad lógica del orden jurídico como totalidad, a saber: esta cualidad de so-
beranía consiste en que se trata de un orden jurídico supremo y total, cuya
validez positiva no es derivable de ningún otro orden normativo superior.
Designar a un sistema jurídico como soberano significa precisamente que
se le quiere hacer valer como un orden total. Las cuestiones en torno a la
centralización y descentralización, en torno a las federaciones, y en torno
a las corporaciones autónomas, son problemas acerca de la articulación
espacial y material de la vigencia del ordenamiento jurídico. El objeto de
la doctrina sobre los poderes o funciones del Estado es la serie de los di-
versos grados escalonados de la producción del Derecho. Los órganos del
Estado son situaciones en la producción del Derecho. Las varias formas
de Estado son diversos métodos de producción del orden jurídico, al cual
se llama en sentido figurado ‘voluntad del Estado’”.20
Esta tesis no ha estado exenta de críticas, pero tuvo el mérito de in-
tentar, con sobrado éxito, comprender el lugar del Estado en el andamiaje
ontológico jurídico.21

20 RECASENS SICHES Luis… op. cit., p. 244.


21 Recasens Siches, a los fines de evitar que la idea se convierta en la realidad, criti-
ca el pensamiento radical o purista de Kelsen diciendo: “Así, pues, –en discrepancia con
Kelsen– subrayo que, para entender plenariamente el Estado, precisa darse cuenta de que
su expresión normativa en el ordenamiento jurídico está fundada inicialmente, mantenida
sucesivamente y condicionada en sus desarrollos, por una realidad social, por unos hechos
de vida humana colectiva. Esos hechos, a fuer de humanos tienen un sentido, es decir, una
dimensión de finalidad –motivaciones vitales y fines propuestos–; y consiguientemente
en ellos se albergan unas intencionalidades de valor. Cierto que, desde el punto de vista
estrictamente jurídico, el Estado se expresa tan solo como Derecho y a través del Dere-
cho. Pero aun cuando aislemos mentalmente esta expresión normativa y de ese modo
concibamos el Estado como el sistema del orden jurídico vigente, es de todo punto nece-
Primera parte: Fuentes teóricas 71

3. TEORÍA ORGÁNICA DEL ESTADO


De lo apuntado se colige, que no existe organización humana pasada, pre-
sente y ni lo habrá en el futuro, que no involucre un ejercicio de poder y una
delegación de potestades manifestada en una burocracia más o menos con-
solidada. El orden y la paz social dependen en mayor o menor grado de ello.
No nos interesa dilucidar el recóndito camino que llevó a la humanidad
a las distintas formas de organización que hoy presentan los Estados, lo
cierto es que no es “ficción legal” –en el sentido ontológico general–, ni una
“unidad social viviente” que ya existe en la realidad prejurídica –propio del
dogmatismo idealista hegeliano, ni del antropomorfismo vonguierkeano–.
El Estado “representa” semánticamente y de manera elíptica, alguna for-
ma de organización social, dentro del cual se desenvuelven actividades de
distintos tipos, en especial económicas y político organizativas, y en cada una
de ellas el Derecho suele ser presentado reductivamente como el “protago-
nista”. Es cierto que el Derecho tiene un poder reglamentario de la actividad
de los hombres que con su accionar realizan lo que metafóricamente denomi-
namos “voluntad del Estado”, y que no es más que el accionar burocrático.
Es cierto que en un Estado de libre mercado los códigos civiles y comerciales
dan el “diseño” de cómo debemos organizar la familia, obligarnos, contratar,
proteger nuestros bienes materiales, y que nos sucedan en los bienes cuando
nos morimos. Es cierto también, en materia penal, que es necesario velar por
bienes fundamentales como la vida, la integridad física, etc. En todo ello el
Estado “tiene” el monopolio burocrático de la administración de la justicia.
Los jurisperitos y los teóricos del Derecho, que han sido históricamente los
ideólogos de los sistemas constitucionalistas modernos, se han arrogado la
explicación del Estado como algo puramente jurídico, necesariamente jurí-
dico, en una actitud reduccionista, intentan explicarlo todo desde el Derecho,
de ahí a las “teorías puras” hay un solo paso.22

sario no seccionarlo de manera radical y definitiva de la realidad social que lo produce y


mantiene, ni de su relación con las ideas de valor, que le dan su peculiar sentido, a saber,
un sentido político”. Op. cit., p. 262.
22 La moderna ontología sistémica de las ciencias sociales permite poner negro sobre
blanco a los reduccionismos respecto de las instituciones sociales, dentro de ellas el Dere-
cho, su producción y puesta en práctica. Para “desintoxicarnos” de la “mirada” exclusiva
y hasta peligrosamente legalista, dejemos a Mario Bunge que tome la palabra. Para él, nos
obstante el valor de encuadre normativo que presenta una Constitución, esta promueve antes
72 derecho notarial

que nada la organización política del Estado: “El sistema político de una sociedad moderna,
a diferencia del de una sociedad primitiva, posee un subsistema destacado, a saber, el Esta-
do o Gobierno. A su vez, el Estado de una sociedad desarrollada se puede dividir en varios
subsistemas, tales como el sistema de defensa, el sistema de salud, el sistema educativo,
[legal] etcétera. Algunos de estos subsistemas constituyen un núcleo relativamente estable
(“técnico”, “apolítico”, “no ideológico”) que se mantiene prácticamente inalterado ante los
cambios de la dirigencia política. Para bien o para mal, muchos de estos subsistemas guber-
namentales crecen y se fortalecen hasta el extremo de escapar a casi toda forma de control.
Si posee fuerza física, como en el caso del ejército o la policía, puede acabar controlando
a todo el sistema político y, a través de éste, a toda la sociedad.” (Lo remarcado entre cor-
chetes nos pertenece). Confr. BUNGE Mario A. Tratado de filosofía. Volumen 4. Ontología
II: Un mundo de sistemas. Traducción al castellano de R. González del Solar. Barcelona,
Gedisa, 2012, págs. 282 y 283. En tanto el subsistema legal “nutre” digamos que “parasita-
riamente” a aquel subsistema político, nos enseña el mismo autor: “Un sistema legal es un
subsistema de cierta sociedad, vale decir, una parte de una comunidad humana en la que se
producen relaciones sociales de tipo M peculiares, tales como las de juzgar y dictar senten-
cia. Y eso que llamamos la Ley, con una mayúscula imponente, es la colección de todos los
sistemas legales. (…) De acuerdo con nuestra interpretación, por ende, una institución no es
ni un sociosistema individual ni un conjunto platónico de reglas, normas o fines que gobier-
na a la gente desde arriba. (…) El papel que desempeñan estas reglas es tan importante que
algunos filósofos y científicos sociales han llegado al extremo de identificar una institución
con el conjunto de sus normas o reglas. Aunque exagerado y decididamente platónico, este
enfoque contiene una pizca de verdad: resulta evidente que, a menos que se respeten ciertas
reglas, la institución (o, mejor dicho, cada uno de los subsistemas que la componen) declina
y hasta se extingue. (…) Las reglas institucionales no son más que la forma en que, según
se piensa (acertada o erróneamente), los subsistemas correspondientes funcionan de mane-
ra óptima en interés de la sociedad o de algún grupo social. Si se lo prefiere, esas normas
son prescripciones para hacer funcionar el subsistema en forma eficiente, vale decir, para
alcanzar los fines de sus miembros o, mejor dicho, de aquellos a quienes, se supone, ese
sistema debe beneficiar. No cabe duda de que, en su mayor parte, tales reglas institucionales
se pueden explicitar, del mismo modo que es posible hacer explícitas en cierta medida las
reglas para llevar a cabo adecuadamente una tarea o jugar un juego. Pero el hecho de poner
una regla por escrito no le confiere una existencia independiente: lo único que, tal vez hace,
es sugerir esa existencia, quizá porque cuando se la escribe en una placa de arcilla, una
losa de piedra o un papiro puede durar más que el autor. El juez recto e inclemente hace
cumplir las normas del mismo modo que un capataz hace cumplir las reglas de un manual
de operaciones. Podemos llamar ‘dirigidos por reglas’ a los actos que observan las reglas de
un juego institucional, a condición de que con ello no estemos proponiendo la tesis idealista
de que las reglas existen independientemente de quienes las crean, de quienes las hacen
cumplir y de quienes las cumplen; del mismo modo que las leyes naturales no existen aparte
de las cosas que las satisfacen. Las reglas de comportamiento social son inherentes a las
propias relaciones que se dan entre los miembros del sistema en cuestión. (Casi lo mismo
es válido para toda desviación de ese comportamiento: el delincuente puede estar fuera de
la ley, en el sentido de que no respeta el código jurídico, pero es tan miembro del sistema
legal como el juez, tanto que allí donde no existe la oportunidad de delinquir no es necesario
ningún sistema legal). En resumidas cuentas, las reglas institucionales, así como las pautas
Primera parte: Fuentes teóricas 73

Por una obvia necesidad pragmática, los “fines del Estado” –siempre
metafóricamente hablando–, se desarrollan y realizan a través de procesos
que articulan hombres de carne y hueso, dotados de conciencia, instalados
dentro o fuera de su estructura burocrática. En palabras de Recasens Si-
ches: “Esos hombres, en tanto que miembros del Estado y formando parte
de su realidad, actúan imbuidos por las representaciones de las formas de
comportamiento colectivo-estatales, y, por tanto, integrando de esa mane-
ra la realidad del Estado, y actuando a cuenta de éste y para éste”.23
Los sistemas republicanos y representativos intentan “despersonali-
zar” al máximo las relaciones de poder y así el Estado en su condición de
“persona jurídica” colectiva de carácter necesario, desarrolla funciones
exclusivas y para ello se vale de unidades abstractas permanentes, los ór-
ganos, a los que se les atribuye una competencia determinada, y en los
cuales es ineludible insertar personas humanas, agentes, encargados de
desenvolver las funciones antedichas.24
Intentemos seguidamente analizar cada uno de los elementos que hacen
a la posibilidad del desarrollo efectivo de funciones por parte del Estado.

3.1. Órgano
Para lograr manifestar lo que elípticamente o metafóricamente se de-
nomina la “voluntad de Estado” (funciones), éste necesita valerse de en-
tidades abstractas permanentes, que no son más que puestos o cargos,
dotados de potestades, sean de gestión, autoridad y/o mando.
Estos órganos pueden tener una o más personas actuando como agen-
tes. Por ello se los ha calificado de unipersonales o pluripersonales (cole-
giados). Como el órgano y la persona (agente) que desenvuelve su potestad

de violación de esas reglas y las reglas que castigan esas violaciones, están integradas en
la propia red de relaciones sociales que mantiene unido al sistema. Y la que las sanciona, o
castiga las desviaciones respecto de esas reglas, no es “la sociedad”, sino algunos miembros
de la sociedad, a saber, quienes tienen a cargo la regulación del funcionamiento del sistema
social. Cuando se conciben las reglas institucionales como pautas para el funcionamiento
óptimo –o, por lo menos, deseado– de los sistemas sociales, resulta más fácil comprender
cómo se originaron esas reglas, dónde fallan y cuáles de sus aspectos podrían mejorarse,
sino rechazarse de plano”. Confr. BUNGE, Mario A…. op. cit., págs. 256 a 259.
23 Confr. RECASENS SICHES Luis… op. cit., p. 259.
24 Confr. CARMINIO CASTAGNO… op. cit., p. 97.
74 derecho notarial

no establecen una relación jurídica, sino que se confunden, corresponde


como bien observa Carminio Castagno hablar con mayor rigor de órganos
simples o compuestos. Así, por ejemplo, el órgano “Juzgado de Primera
Instancia” es un órgano simple (uniorgánico), en tanto que su “Cámara de
Apelaciones”, al ser colegiado, es compuesto (pluriorgánico).

3.1.1. Competencia del órgano


La competencia es entendida como “…el ‘ámbito’ asignado por el or-
den jurídico al órgano para ejercer la función atribuida”.25
Así como la persona –sea humana o jurídica– es el “quién”, la compe-
tencia es el “dónde” en sentido pluridimensional referido (materia, territo-
rio, grado, monto, etc.). Y así como en las personas físicas, la capacidad es
“el ámbito asignado por el orden jurídico para ejercer relaciones de Dere-
cho”, en las personas jurídicas “es el ámbito en sentido pluridimensional
asignado al órgano para el ejercicio de la función atribuida”.
Con ello, se advierte que la función es única e inmensurable y que las
diferencias dentro de una misma función se dan en materia de competen-
cia. La clara distinción de este concepto es importante, pues colabora en la
dilucidación del de función, que trataremos más abajo (ver aquí, infra 3.3.).

3.2. Agente
A riesgo de caer en la deificación del Estado, es un hecho que las
entidades abstractas que constituyen sus “órganos” sólo puedan desen-
volver fines por medio de la actividad humana en su seno. La necesaria
presencia humana activa el principio de “imputación diferenciada” que no
es más que un encadenamiento que se cristaliza en un enlace reductible a
la siguiente secuencia: a) acto del agente, b) pertenencia a un órgano, c)
imputación al Estado.
La idea de “funcionario” subsume a la de agente y órgano a un tiempo.
Así, cuando vemos a un juez o un legislador, por ejemplo, hablamos de
que es un funcionario público, expresión que encarnan la del agente de un
órgano que con su accionar realiza “voluntad” (función) estatal.

25 Confr. CARMINIO CASTAGNO… op. cit., p. 48.


Primera parte: Fuentes teóricas 75

Debemos ahora hacer hincapié, en que siendo necesariamente una per-


sona física el agente del órgano, ésta para acceder al puesto o cargo debe
reunir requisitos tanto de “capacidad”, como de “idoneidad” y, según la
función de que se trate, determinada “habilidad”.
Estos presupuestos serán analizados oportunamente, como adelanto
podemos decir que, en cuanto a la capacidad de hecho se presume (mayo-
ría de edad) y como el ejercicio de la función no admite apoderamiento ni
representación, la falta de la mayoría de edad importa una imposibilidad
categorial de ejercicio del cargo, ergo estaríamos ante una “incapacidad
de Derecho”.
En cuanto a la idoneidad para ejercer la función notarial por ejemplo
(ver infra Capítulo III, 5.4.1.), está prevista por las leyes orgánicas que regu-
lan el acceso a la función, (Confr. Art. 43 a 54 Ley Orgánica de Misiones26).
Finalmente, en cuanto a la habilidad, una vez más tomando la actividad
del notario (ver infra Capítulo III, 5.4.2.), en tanto función que requiere
la valoración a través de los sentidos, hace que la falta de alguno de ellos
pueda privar o condicionar el acceso o el ejercicio pleno de la misma.

3.3. Concepto de Función


La denominada “división de poderes” se ha vuelto un concepto esque-
matizado y muchas veces cerrado, que sólo aprecia y aprehende parte de las
potestades o funciones del Estado: la legislativa, la ejecutiva o la judicial.27
Esa actitud esquemática, impide ver que el funcionamiento de este
subsistema social de relaciones que es Estado, ha demandado y deman-
da satisfacer necesidades que, si bien muchas veces es posible ubicarlas
dentro de la estructura de aquellos tres clásicos “poderes”, también tiene y
observa necesidades sociales que son desarrolladas por órganos con potes-
tades propias, que pueden, o no, estar dentro de su estructura burocrática.

26 Hacemos un estudio pormenorizado de la Ley en la segunda parte de esta obra,


Capítulo VIII.
27 Bien apunta Giorgio Del Vecchio respecto al uso de la expresión división de po-
deres: “Empleamos la denominación común e históricamente consagrada, si bien podría-
mos decir con mayor exactitud (teniendo en cuenta la unidad esencial del poder público),
distinción de las actividades del Estado.” Confr. Principio Generales del derecho. Perú,
ARA Editores, 2006, p. 70, cit. 6.
76 derecho notarial

Es importante esta advertencia pues hay una actitud refleja que diseña
al Estado como una “trama” burocrática, lo cual es falso, pues como se
verá respecto del notario, es un funcionario público –como muchos otros–
que se encuentra fuera de la estructura burocrática, no está a sueldo del
Estado, pero aun así ejercita una potestad o monopolio estatal.
En una primera aproximación, se puede afirmar que la idea de función
se condice con la de potestad o poder. Se habla de función jurisdiccional
o poder jurisdiccional, también de función ejecutiva o poder ejecutivo,
función legisferante o poder legislativo.
Tomando alguna de estas potestades intentemos remarcar la idea de
función. Pensemos en los jueces. La función jurisdiccional o la potestad
de “decir el derecho”, es única para todos ellos. Los jueces en lo civil y
comercial o en lo penal de una provincia cualquiera, son todos jueces
por igual, todos ejercer la misma potestad; pero un juez civil y comercial
que pretenda juzgar o dictar una sentencia en materia penal no genera un
problema en cuanto a la función –que es idéntica–, sino en cuanto a la
competencia material. Lo mismo podemos predicar respecto al territorio,
por ejemplo, un juez civil y comercial de una capital que pretenda sen-
tenciar en un caso de un juzgado en lo civil del interior de la provincia,
sigue siendo juez, pero es su incompetencia territorial lo que invalida la
sentencia. Ahora bien, un juez de una provincia que pretenda sentenciar
sobre un caso de otra provincia, aquí sí plantea un problema funcional,
pues no es funcionario de dicha provincia, en todo caso no se trata de un
problema de competencia territorial, sino de algo mucho más categórico,
no es juez en la provincia ajena, sólo lo es en la que se encuentra envestido
o nombrado.28

28 Aprovechamos el ejemplo para afianzar el carácter unívoco de toda función. Al


respecto Carminio Castagno criticando el juicio carnelutiano de que: “La competencia es
la medida de la jurisdicción” enseña: “Hemos sostenido –y esta opinión es unánime en
la doctrina– que la potestad jurisdiccional reconoce una medida única: la de su “inmen-
surabilidad”. Conceptuar la “competencia” en la forma consignada supra, implica una
palmaria contradictio in terminis: la de mensurar lo inmensurable, de la que deriva la in-
admisible posibilidad de órganos con mayor jurisdicción (“más jurisdiccionales” –o “más
jueces”–) que otros”. Y en cita apunta: “Por ese camino, además, podría concluirse en la
eliminación de los términos (“jurisdicción” o “competencia”), que quedaría subsumido en
el otro”. Confr. Teoría General… op. cit., págs. 52 y 53.
Primera parte: Fuentes teóricas 77

Vayamos más lejos aún y pensemos en el caso que, dentro de la misma


provincia, un gobernador pretenda dictar una ley, esto no plantea un pro-
blema de competencia material, sino funcional, pues su potestad o función
no es la de legislar sino de ejecutar las leyes.
Hasta ahora se han hablado de funciones claramente atribuidas por
la organización constitucional de nuestro país; pero la administración en
general se nutre de un ingente número de personas humanas que directa o
indirectamente colaboran con el accionar del Estado: ¿Cuál es el criterio
para determinar si este accionar de personas que parecen no estar adscrip-
tos a un órgano burocrático típico hace o no a una función pública, y por
ende quien la ejercita es un funcionario público?
La relación de empleo no puede serlo, pues es un dato lateral, ya que
existen funcionarios empleados (v.gr: juez, oficial del registro civil), em-
pleados no funcionarios (v.gr: un administrativo raso), funcionarios no em-
pleados (v.gr: escribano público o el presidente de una mesa de comicios).
Otro argumento es que los funcionarios tienen la potestad de ordenar
y decidir, en tanto que los empleados son meros ejecutores. Este criterio
también es pobre, pues si bien todos los funcionarios realizan actos de au-
toridad, hay empleados que tienen autoridad y no son funcionarios y hay
funcionarios no empleados que realizan actos de autoridad.
Para acortar el camino, consideramos que el elemento tipificante para
atribuir la calidad de funcionario público, es el nombramiento o investi-
dura estatal. Para entender lo apuntado nos hacemos estas preguntas: ¿Un
abogado graduado, que ha ganado el concurso para juez, desde cuándo
ejerce la jurisdictio? ¿Un diputado electo, desde cuándo es diputado? ¿El
presidente de la nación que ha triunfado en los comicios, desde cuándo es
presidente? La respuesta es unívoca: desde el nombramiento o investidu-
ra estatal. Antes de ello no hay sentencias, no hay leyes, no hay actos de
ejecución y en materia notarial, no hay escribano de registro.29

29 El notario graduado: ¿Desde cuándo es oficial o funcionario público? Desde


que adquiere un registro, y pasa por ello a ser “escribano de registro”, lo que deman-
da un decreto del gobernador de su provincia y una necesaria investidura estatal. Ya el
Código Civil en el artículo 982 y hoy el artículo 299 del CCCN lo expresan. Rezaba el
982 referido: “La falta en la persona del oficial público, de las cualidades o condiciones
necesarias para el nombramiento a las funciones de que se encuentre revestido, no quita
a sus actos el carácter de instrumentos públicos”. Hoy el artículo 299 del CCCN dispone:
78 derecho notarial

Concluimos entonces que: Función pública es la potestad que reali-


za el agente de un órgano dotado competencias, para que, el subsistema
técnico que es el Estado, logre por su inmediación, deliberación interna y
representación externa en la realización de sus fines.

4. LA FUNCIÓN NOTARIAL COMO FUNCIÓN O POTESTAD


DEL ESTADO
¿Existe una potestad de declarar hechos en forma coetánea de modo
tal que queden fijados en forma documental y con valor de verdad impues-
ta erga ommnes? Y de existir: ¿De quién deviene?
Así como la justicia en manos de los particulares es “vendetta” y la
paz social la repudia poniendo a un agente por “encima” de ellos “dicien-
do el Derecho” (jurisdictio); en materia de actos jurídicos relevantes o de
gran envergadura para la sociedad (v.gr: compraventas y donaciones de
inmuebles, cesiones de derechos hereditarios, testamentos por acto públi-
co, hipotecas, etc.), el orden normativo que diseñan los legisladores, por
razones históricas ya justificadas en el capítulo anterior, reservan para el
monopolio estatal, una potestad o función pública, que consiste en “decir
los hechos” (factidictio) o declarar en forma coetánea hechos fugaces en
el tiempo e inviste para ello agentes (escribano público u otros funciona-
rios con similar potestad), les dota de un órgano (escribanía con registro)
y un ámbito material y espacial para su ejercicio (competencias).
Por razones de certeza y seguridad en las contrataciones, hay actos que
nunca estuvieron y nunca pueden estar su realización sometidas a la sola
voluntad de los particulares, sino que es necesario que alguien esté por
“encima” de ellos, garantizando con el poder del Estado, la certeza de la
historicidad del acto o negocio relevante.

“Presupuestos. Es presupuesto para la validez del instrumento que el oficial público se


encuentre efectivamente en funciones. Sin embargo, son válidos los actos instrumentados
y autorizados por él antes de la notificación de la suspensión o cesación de sus funciones
hechos conforme a la ley o reglamento que regula la función de que se trata. Dentro de los
límites de la buena fe, la falta de los requisitos necesarios para su nombramiento e inves-
tidura no afecta al acto ni al instrumento si la persona interviniente ejerce efectivamente
un cargo existente y actúa bajo la apariencia de legitimidad del título”. (Lo remarcado en
cursiva nos pertenece).
Primera parte: Fuentes teóricas 79

El Estado, cómo el único capaz de inmediación en la certeza y seguri-


dad de las contrataciones o hechos relevantes, cuya fugacidad es menester
fijar en el tiempo, muestra aquí su presencia necesaria, y así, la potestad de
“decir los hechos” (facti-dictio) y fijarlos en el tiempo, sólo puede devenir
de él como tercero imparcial. 30
Este monopolio, de manera necesaria debe desarrollarse por medio de
una función pública con órganos y agentes a su cargo: los oficiales públi-
cos con potestad “fedante” o “factidiccional”: los escribanos de registro.

5. EL CÓDIGO CIVIL COMO FUENTE Y LA DENOMINADA


“FUNCIÓN FEDANTE”
El artículo 993 del Código Civil, –hoy recreado en el artículo 286
del CCCN–, es el antecedente que hace a la piedra de toque que permite
comprender la potestad que se ha denominado como “fedante” (o “facti-
diccional”, en la terminología de Carminio Castagno).
Nos decía el artículo 993: “El instrumento público hace plena fe has-
ta que sea argüido de falso, por acción civil o criminal, de la existencia
material de los hechos, que el oficial público hubiese anunciado como
cumplidos por él mismo, o que han pasado en su presencia”.
Posicionado en el documento, el legislador le atribuye “plena fe”, “en
realidad y de manera elíptica al acto de su agente–, esto es, que se tiene
por verdad impuesta o presume la existencia fáctica de los hechos que el
oficial público (agente) declara como por él mismo cumplidos, realizados
o percibidos. Esta “plena fe” o presunción de verdad de los hechos pasados
y declarados por escrito y en forma coetánea por un funcionario, no se da
simplemente porque la norma así lo exprese, sino por el mecanismo que
ésta prevé para destruir la veracidad de tales declaraciones; mecanismo para
nada sencillo, por cierto: la acción civil o la querella penal de falsedad.

30 El notariado debe su existencia, no a un “favor” político constitucional, sí no a


una necesidad emergente del sistema de leyes (antes el Código Civil, hoy el CCCN, junto
con normas orgánicas y reglamentarias), y se justifica por una necesidad técnico pragmá-
tica de dar certeza y carácter autentico a determinados hechos, actos o negocios jurídicos
relevantes y que solo puede lograrse a base de un poder formalizante o potestad formali-
zadora de un agente o funcionario que por ser tal, está “por encima” –valga la imagen–,
de la manifestación de voluntad expresada por instrumento privado, que como tal, -por
oposición a la escritura pública–, resulta incierta para el grueso social.
80 derecho notarial

Es aquí donde radica el verdadero poder del notario y de todo oficial


público con idéntica función o potestad: la de tenerse por veraces y ciertas
sus declaraciones escritas en la medida que sean coetáneas a los hechos,
hasta que sean desmentidas en juicio. Con ello, el ordenamiento jurídico
“congela” o “cristaliza” a través de uno de sus agentes y mediante un re-
gistro documental escrito, hechos fugaces que, por razones de certeza y
seguridad, deben ser conservados.

5.1. La potestad “fedante” en el CCCN


El CCCN en su artículo 296 dice: “Eficacia probatoria. El instrumento
público hace plena fe: a) en cuanto a que se ha realizado el acto, la fecha,
el lugar y los hechos que el oficial público enuncia como cumplidos por
él o ante él hasta que sea declarado falso en juicio civil o criminal; b)
en cuanto al contenido de las declaraciones sobre convenciones, disposi-
ciones, pagos, reconocimientos y enunciaciones de hechos directamente
relacionados con el objeto principal del acto instrumentado, hasta que se
produzca prueba en contrario”.
Analizándolo, podemos decir que se han aunado en este artículo el es-
píritu de los artículos 993, 994 y 995 del Código Civil, como así también
se ha traído, quizás inconscientemente, algo de la letra el artículo 94 del
Anteproyecto de Ley de Documentos Notariales.
Una vez más se habla de “plena fe”, lo que implica que las declara-
ciones del oficial público deben ser destruidas mediante un procedimiento
especial: la acción civil o querella criminal de falsedad, no alcanzando con
la simple prueba en contrario.
El inciso a., al hablar de la plena fe de “que se ha realizado el acto”
recrea al artículo 994 del código civil; en cuanto “a la fecha y lugar”, al
artículo 94 del Anteproyecto de Ley de Documentos Notariales, y una
vez más al 993 del Código Civil respecto a la plena fe de “los hechos que
el oficial público enuncia como cumplidos por él o ante él hasta que sea
declarado falso en juicio civil o criminal”.
La tesis que distingue el acto del notario del acto negocial por él for-
malizado, parte de considerar que el notario o el oficial público con po-
testad “fedante” declara hechos que pueden o no llegar a conformar una
categoría superior como la del acto jurídico o bien la de un negocio ju-
Primera parte: Fuentes teóricas 81

rídico. En síntesis, hay una relación de género a especie. El notario que,


por ejemplo, autoriza una compraventa, declara hechos, así: el hecho de
la fecha, del lugar, de la comparecencia, de que ha se ha hecho deslinde
del objeto, del pago del precio, de las diligencias previas, etc. Esa suma de
hechos declarados, pueden a un tiempo, ir conformando categorías supe-
riores como la de acto jurídico o la de un negocio jurídico; pero siempre
el notario de registro declara hechos pertinentes de la realidad, a través de
datos escritos.
Un detalle a considerar es que, el hecho de la fecha y el lugar no son
perceptibles, su veracidad obedece a razones de índole sociológica; pero
deben estar igualmente sometidos a la protección de la plena fe, pues como
bien se observa en las notas del Anteproyecto de Ley de Documentos No-
tariales sobre el tema: “¿Qué valor podría alcanzar la fijación auténtica
de un mero ‘hecho’ sin el necesario correlato del de su autor y del lugar y
fecha en que acaece? Con otras palabras: poco vale el ‘qué’ sin el soporte
del ‘quién’, ‘cuándo’ y ‘dónde’”.
Simplemente digamos, que siempre hay una norma que sustenta el
actuar de ciertos oficiales públicos (notarios, oficiales del registro civil,
secretarios judiciales, etc.) de tal manera que los instrumentos por ellos
producidos gocen de valor calificado, se tengan por cierto los hechos que
hacen a sus declaraciones y que, para invalidarlos, sea menester un proce-
dimiento especial y una sentencia judicial previa.

6. FE PÚBLICA. NOCIÓN
No sabemos si es necesario llegar a un concepto de lo que se conoce
como “fe pública”. En todo caso, consideramos correcto hacer algunas
consideraciones.
La idea de fe, ya denota cierto valor de tipo religioso. Y es que en rea-
lidad se tiene fe en aquello que no se ve o no se ha visto. Nadie ha visto a
Dios, pero creemos en él en la medida de nuestra fe.
La fe pública opera de manera similar. Los oficiales públicos dotados
de potestad comprobatoria de hechos, al hacerlo coetáneamente en forma
documental escrita, “fijan” dichos hechos. Así, el contenido del instru-
mento que ha sido evidencia para su autor, ahora es fe o creencia de su
veracidad para todos los operadores que se valen de dicho instrumento;
82 derecho notarial

pero no es una verdad cualquiera, sino una presunción erga ommnes de


verdad. Razones de seguridad y certeza ameritan tales extremos.

6.1. Agentes con potestad fedante


La potestad de declarar hechos en forma coetánea con autoridad de fe
pública o de verdad impuesta, ha sido asignada a varios funcionarios del
Estado.
La misma potestad la tienen, por ejemplo, el oficial del registro civil
que, en actos como el matrimonio, los hechos configurantes de dicho acto,
deben ser exteriorizados en presencia de aquél; lo propio decimos de los
secretarios judiciales, los cuales tiene asignada dicha potestad para actos
exclusivos, como por ejemplo, subastas judiciales, actas judiciales, certifi-
cación de firmas en la cartas poderes, etcétera. A estos dos agentes emble-
máticos, se suma el más importante en competencia material: el notario.
La diferencia entre ellos, como se verá, no está en la función –que es
la misma– ni en la pertenencia o no a la estructura burocrática del Estado
–dato lateral no esencial–, sino en la competencia material.
La doctrina en general y la notarialista en particular, han hecho un en-
cuadre erróneo de la función atendiendo a un elemento accidental, como
es el ámbito en que se despliega, y así la han calificado de administrativa,
judicial o notarial. Esto sin lugar a dudas no ha colaborado en la compren-
sión de la función fedante o factidiccional. Lo analizamos en el tópico
siguiente.

6.2. Carácter univoco de la fe púbica


Convencidos estamos, que las funciones públicas tienen un carácter
único e inmensurable, por tanto, decir que hay una función pública, según
el ámbito en que se brinda, es no comprender el concepto de función.
Lo hemos dicho, la potestad de decir los hechos, potestad fedante o
factidictio, es la misma para el oficial del registro civil, el secretario del
juzgado y el notario. El “qué” de su función es idéntico: percibir hechos
fugaces en forma coetánea a su acaecimiento y fijarlos en forma documen-
tal escrita, gozando de valor de verdad impuesta, en razón de la potestad
delegada por el Estado para ello.
Primera parte: Fuentes teóricas 83

En consecuencia, no hay una fe pública notarial, administrativa o judi-


cial, hay una sola fe pública nacida de la potestad delegada a varios órganos
tanto de la administración como fuera de ella. No corresponde determinar la
fe pública atendiendo al “dónde” se ejerce sino al “qué” se ejerce.
Desde esta perspectiva, la distinción que hace la doctrina clásica no
tiene relevancia, o peor aún, impide comprender con claridad la función
atribuida por igual a oficiales del registro civil, secretarios judiciales y no-
tarios. Redundando en lo dicho respecto de los jueces: así como los jueces
civiles, de paz y penales de una provincia tienen la misma función “juris-
diccional”, y no hay uno más juez que otro, en materia de potestad fedante
o factidiccional, la situación se repite: todos gozan de la misma función.
Si se quieren hacer diferencias, hay que buscarlas en la competencia
material asignada a cada uno de los agentes investidos. Se verá así que el
notario es el agente con mayor competencia material (pues casi la totali-
dad de los hechos entran dentro de la protección de su potestad fedante),
en tanto que el resto de los agentes gozan de la misma función, pero con
una competencia material acotada y muchas veces excluyentes.

7. DOCTRINA DEL 1º CONGRESO INTERNACIONAL DEL


NOTARIADO LATINO Y SU CONDICIÓN DE FUNCIO-
NARIO PÚBLICO
No es necesario aquí recrear el debate que Carminio Castagno ha dado
y que sin duda vence, haciendo incuestionable la condición de funcionario
público del notario latino.31
Simplemente advirtamos que el notario latino hace su mella en tres
hechos emblemáticos: 1. Actúa fuera de la estructura burocrática del Esta-
do; 2. Autofinancia los costos y costes de su actividad; 3. Su agente, como
jurisperito que es, desarrolla una labor asesora importante.
Estos hechos han generado el espejismo que desembocó en la llamada
“doctrina” del 1º Congreso Internacional del Notariado Latino, a saber: “El
notario es un profesional del derecho a cargo de una función pública”.32

31 Ver en op. cit., T. I., págs. 76 a 98.


32 La inspiración y letra de esta definición parece desprenderse literalmente de al-
gunos juicios expresados por ZANOBINI Guido en la obra: Primo tratatto completo di
Diritto Administrativo Italiano. A cura di V.E. Orlando, Volume Secondo, parte Terza
84 derecho notarial

La no pertenencia a la estructura burocrática del Estado, se debe a


razones históricas ya observadas al analizar la evolución del notariado,
en particular, a que el Estado siempre fue el “mediador” necesario de los
hechos jurídicos más relevantes.
Que mantenga funcionarios encargados de formalizar negocios fuera
de la estructura burocrática, se debe al golpe de timón que dio la burguesía
comercial y la ley de mercado. El afianzamiento de la propiedad privada,
el individualismo, la libertad de contratar, el avance de la denominada
“autonomía de la voluntad”, la eliminación del poder monárquico primero
y las restricciones al intervencionismo estatal después, llevó a que la diná-
mica de los negocios con formas solemnes, se agilizaran sin el “fantasma”
de la presencia burocrática del poder. La economía imponía medios ágiles
y el notariado fue su más disimulado agente técnico. El notario, que sa-
bía leer y escribir y tenía cierto dominio de las leyes, iba al lugar de los
negocios o debía estar cerca de los lugares donde el tráfico comercial se
producía. De ahí su perfil de agente del poder –oficial público o funciona-
rio público– a “extra muros” de la estructura burocrática del Estado. Este
perfil consolidado gracias a las necesidades del propio capitalismo y la
dinámica de sus contrataciones en una economía de libre mercado, parece
haber sido olvidado.
El segundo hecho diferencial, –que autofinancia los costos y costes de
su actividad–, también es usado para renegar de su condición de funciona-
rio público. La tesis de que, porque autofinancia su propia estructura ope-
rativa, no está a sueldo del Estado, ni está considerado dentro de los gastos
presupuestarios, hace que no sea funcionario público, es igualmente falsa.
Y la razón está en que los defensores de la tesis antifuncionarista se hacen
la pregunta equivocada, en vez de preguntarse ¿Cómo trabaja el notario?,
deberían preguntarse: ¿Qué hace el notario?

(Milano 1935), págs. 233 a 682. Obra citada por CARMINIO CASTAGNO José C….
op. cit., T. I., págs. 81 y 82. Zanobini sostiene que la denominación de “oficiales públi-
cos, está en manifiesto contraste con la idea de profesión liberal y del ejercicio privado
de funciones públicas” (“‘ufficiali pubblici’” è in aperto contrasto con l’idea di libera
professione e de esercizio privato di funzioni pubbliche”); o que “el notario en la opinión
común es un profesional, y es necesario reconocer que el ejercita sus funciones como un
privado” (“il notaro nell’opinione comune è un profesionista, e bisogna riconoscere que
egli esercita le sue funzioni come privato”). (La traducción nos pertenece)
Primera parte: Fuentes teóricas 85

En cuanto a la labor asesora, creemos que ha sido sobrestimada al


punto de poner el carro delante del caballo. Sin duda que un escribano
debe ser un técnico del Derecho, un jurisperito; pero ello no alcanza para
doblegar el peso de su función bajo el yugo de la actividad asesora. El
asesoramiento puede darlo cualquier otro profesional del Derecho; lo que
no puede hacer cualquier jurisperito que no goza de la investidura estatal
como oficial público con potestad fedante (escribano de registro), es de-
clarar hechos con carácter de verdad impuesta por más notario graduado
que sea y por más cocimientos de Derecho que se posea.
En fin, la definición del primer congreso ha dado relevancia a aspectos
laterales o accidentales de la función, ha perdido la lógica de lo esencial
y en consecuencia hoy el notariado latino sufre un “veletismo” que le ha
aportado y le aporta a diario, consecuencias negativas. Por sólo citar al-
gunas: a) Al darle relevancia al carácter de profesionalista, se han perdido
incumbencias que son privativas del notario o mejor decir de la seguridad
jurídica en la que debe “mediar” el Estado (v.gr: hoy se constituyen So-
ciedades de Responsabilidad Limitada por instrumento privado; se hacen
Cesiones de Derechos Hereditarios por acta administrativa judicial, entre
otras incumbencias); b) La minimización de la función en sí, el “qué”
(privativo del Estado) por el “cómo” (privativo del modo en que organiza
su estructura operativa el notariado latino), no ha permitido justificar tuiti-
vamente el número clauso de las notarías, propio de las funciones públicas
y no de la profesiones liberales en general;33 c) El desconocimiento de su

33 Si el número clauso y el carácter público de las notarías ya era entendido por el


notariado de tipo latino antes del 1º Congreso Internacional (que vino a confundirlo todo),
no lo sabemos con certeza; pero sin duda era comprendido por juristas relevantes para el
notariado como por ejemplo José María Moreno, quien ya en el año 1869 hizo un dictamen
ejemplar en referencia a la Ley 1494 “Sobre expropiación de escribanías”, que llevo a que
el referido jurista hiciera el “Informe sobre los derechos del Estado a la propiedad de los
registros notariales”. Los epígrafes ya invitan a la reflexión: ¿Expropiación de escribanías?
Sí, al parecer los notarios se “adueñaban” de los registros y los vendían al mejor postor, lo
que obligó a que los legisladores dictasen una disparatada ley para “recuperarlos”. Este ab-
surdo, sumado a la confusión imperante, es lo que llevó a José María Moreno a elaborar el
fulminante dictamen, que a nuestro entender ponía a la función notarial en su justo punto y
el número clauso en su correcta razón. Nos detenemos sólo en algunos pasajes por razones
de economía. Reza el dictamen: “No existiendo entre nosotros, con arreglo a nuestra Cons-
titución política, oficios vendibles y renunciables: y siendo una escribanía con registro una
verdadera oficina pública, su creación, su reglamentación y el número que debe establecerse
86 derecho notarial

condición de funcionario, ha llevado al notariado a un manejo oportunista


y tibio de su relación con el Estado, lo que le ha quitado autoridad moral
para el logro de mejores condiciones de trabajo y mayores privilegios en
sus gestiones permanentes con la administración, v.gr: Registros, Catas-
tros, organismos fiscales en general, en los que, en muchos casos, se nos
trata con desdén.

corresponden necesariamente al Estado y no puede por consiguiente pasar al dominio de


los particulares, como un bien o propiedad privada, porque no pueden ser objeto del do-
minio individual el ejercicio de puestos públicos, sujetos a la jurisdicción del poder social,
según la distribución de su autoridades constituidas. (…) En efecto, la circunstancia de ser
escribano recibido no autoriza al que lo posea, para establecer una oficina, porque su pro-
fesión no consiste precisamente en regentear un oficio público, sino en la autorización para
intervenir en las actuaciones judiciales, y prestar la autoridad de la fe pública a ciertos actos
solemnes o fehacientes que reúnan además las condiciones establecidas por la ley. No tiene
el escribano como tal más derecho a una oficina de registro que un abogado a un puesto en
la magistratura (…) En este sentido el Estado es el único dueño y propietario de todos los
oficios y empleos de la administración general; siempre lo ha sido, aún bajo el dominio de
los Reyes absolutos, por la naturaleza misma de las cosas, y continuará siéndolo con mayor
razón de acuerdo con los principios administrativos y políticos de nuestra Constitución so-
cial”. Confr. BAUTISTA PONDÉ Eduardo. Origen e Historia del Notariado. Buenos Aires,
Ediciones Depalma, 1967, p. 621 y siguientes.
Capítulo iii
TEORÍA DEL NEGOCIO JURÍDICO Y
TEORÍA DEL ACTO NOTARIAL

1. Introducción y advertencia. 2. Teorías en las sociotécnicas y teorías


en las ciencias. 3. Génesis del negocio jurídico. Hecho, acto y negocio
jurídico. 3.1. Reseña al Negocio jurídico. 3.1.1. Efectos del Negocio jurí-
dico. 3.2. El Negocio Jurídico y su forma: La teoría representativa versus
la teoría constitutiva de la forma. Nuestra opinión. 4. Reseña a la Teoría
General del Acto notarial. ¿Instrumento Público versus Acto notarial?
4.1. Secuencia lógico jurídica del Acto Notarial. 4.1.1. Los hechos. 4.1.2.
La percepción de los hechos. 4.1.2.1. Fenómeno y Nóumeno / Propieda-
des Primarias y Secundarias, y la percepción de los hechos. 4.1.3. La
declaración de los hechos. 4.1.3.1. La forma instrumental y su inciden-
cia. 4.2. Requisitos esenciales del acto notarial. 4.2.1. Forma documen-
tal escrita. Remisión. 4.2.2. Autoría de funcionario público envestido de
potestad fedante. Remisión. 4.2.3. Firma del oficial público. 4.2.4. Falta
de autoría y firma, como hipótesis invalidantes. 4.4. Requisitos de validez
del acto notarial. 4.3.1. Competencia del órgano. 4.3.1.1. Competencia
territorial. 4.3.1.2. Competencia material. 4.3.1.2.1. Competencia mate-
rial y otros agentes con igual función. 4.3.1.2.1.1. Competencia material
por la condición de los sujetos. 4.3.1.2.1.2. Competencia material y otros
agentes con distinta función. Una aventura notarial. 4.3.1.2.1.3. Incom-
petencia del órgano como factor invalidante. 4.4. El órgano notarial y su
legitimación. Nuestra opinión. 4.5. Legitimación del agente. 4.5.1. Ilegi-
timación del agente como causa invalidante. 4.6. ¿Idoneidad del objeto o
perceptibilidad fenomenológica de los hechos? Nuestra opinión. 4.7. Ha-
88 derecho notarial

bilidad del agente. 4.7.1. Inhabilidad del agente como causa invalidan-
te. 4.8. Causa lícita. 4.9. Forma. Algunas hipótesis invalidantes. Nuestra
opinión. 5. Efectos del acto notarial. 5.1. Autenticidad, valor probatorio y
su incidencia en sede penal. 5.2. Efectos Impropios. Invalidez e ineficacia
del acto notarial. 5.2.1. “Naturaleza” y extensión de la invalidez. 5.2.2.
Hipótesis invalidantes. Remisión. 5.2.1. Falsedad ideológica. 6. Instru-
mento público, acto del notario, acto jurídico y acto negocial.

1. INTRODUCCIÓN Y ADVERTENCIA
Una teoría general del acto del notario puede resultar un desafío un
tanto ambicioso o reiterativo según observa el propio José Carlos Car-
minio Castagno en su obra.1 Sin embargo, el logro está cumplido y desde
allí en adelante sólo ha quedado su puesta a prueba, valoración, revisión,
objetarla, mejorarla o ampliarla, por quienes nos sentimos interesados en
ella y en su valor docente y sistematizador.
Tanto José Carlos Carminio Castagno como Mario Antonio Zinny, son
tributarios de las teorías generales y en particular de la Teoría general del
negocio jurídico, y la toman como eje de sus estudios, no obstante, si se
profundiza en la lectura de sus trabajos, difieren en la forma de afrontar
la teorización y no siempre llegan a las mismas conclusiones, lo que nos
obliga a transitar críticamente los enfoques.2
El acto notarial para la mayoría de la doctrina notarial y los programas
de estudios universitarios, es un punto lateral frente al protagonismo que
se le da al estudio del documento.
Por el contrario, la teoría del acto notarial lo incorpora como su resul-
tado (elemento forma), manteniendo un rigor lógico y sistemático enri-
quecedor en la materia. Pero estas afirmaciones no están exentas de inte-
rrogantes, el más importante quizás sea este: ¿Por qué una labor como la
de una teoría general del acto del notario, tan singular y pormenorizada,

1 Confr. CARMINIO CASTAGNO José Carlos. Teoría general del acto notarial y
otros estudios. T. I. Edición del autor, 2006, p. 35.
2 Confr. CARMINIO CASTAGNO José Carlos. Teoría general del acto notarial
y otros estudios. T. I. Edición del autor. 2006. ZINNY Mario Antonio. El Acto Notarial
(Dación de fe). Buenos Aires, Ediciones Depalma, 2000.
Primera parte: Fuentes teóricas 89

no ha logrado tener resultados masivos y fértiles en el conocimiento jurí-


dico en general y el notarial en particular?
Quizás se deba a que el estudio de las teorías apuntadas no resulta fá-
cil, del mismo modo que no lo son obras como las de Emilio Betti o Luigi
Cariotta Ferrara sobre la teoría del negocio jurídico. Que el conocimiento
de una teoría no resulte fácil en una sociotécnica como el Derecho, se deba
quizás al interés pragmático que impera en esta región del conocimiento.3
Sin embargo, cuando uno se adentra en textos avocados a las teorías
generales y advierte las ventajas de la abstracción, del juego sistemático
y coherente de los conceptos, sentimos abordar el análisis normativo en-
contrando constantes en la diversidad, univocidad en la disparidad de la
casuística, seguridad y amparo ante los cambios legislativos como por
ejemplo el nuevo CCCN. Todo intento de teorización general, precisa-
mente por su generalidad, siempre sigue gozando de cierta lozanía, pues
solo requiere de un buen operador jurídico, con mayor o menor sagacidad,
que busque las “nuevas” normas que hacen al instituto y las afronte desde
la base conceptual propugnada. Por ello estamos convencidos que “No
hay nada más práctico que una buena teoría”, como sentenció Kurt Lewin.
No obstante, , el estado actual de la doctrina notarialista en torno a la
teoría del acto notarial no resulta victorioso, lo que no implica renunciar
–a pesar de las asperezas de su estudio– a las virtudes y legitimidad de sus
aportes conceptuales.
El desafío entonces es el de profundizar en el tema y ayudar a divul-
garlo, rompiendo la actitud cada vez más perezosa de los docentes y de

3 Como lo apunta Mario Bunge con mayor claridad: “En el dominio de la acción, las
teorías profundas o complicadas son ineficaces porque requieren demasiado trabajo para
conseguir resultados que por igual pueden obtenerse con medios más pobres, esto es, con
teorías menos verdaderas, pero más simples. La verdad profunda y precisa, que es un des-
iderátum de la investigación científica pura, no es económica. Lo que supone que el cien-
tífico aplicado maneja son teorías de gran eficiencia, o sea, con una razón imput/output
elevada: se trata de teorías que dan mucho con poco. El bajo coste compensará la baja cali-
dad. Y como el gasto exigido por las teorías menos verdaderas –que son generalmente más
sencillas–, la eficiencia tecnológica de una teoría será proporcional a su output y la sencillez
de su manejo. (…) Si el output o producto o producto técnicamente utilizable de dos teorías
rivales es el mismo, entonces la simplicidad relativa de su aplicación (o sea, su simplicidad
pragmática) será decisiva para la elección de una u otra por el tecnólogo (…)”. Conf. BUN-
GE Mario. La investigación, científica. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2004, p. 566.
90 derecho notarial

las editoriales, que hacen hincapié en la demanda de modelos escriturarios


por sobre la labor teórica, necesaria para conformar y comprender aque-
llos modelos.
Este capítulo destinado a hacer una reseña del negocio jurídico y del
acto del notario, presuponen del eventual lector una lectura previa de
obras como las de Emilio Betti, y en especial las de José Carlos Carminio
Castagno y Mario Antonio Zinny, únicos autores que se han abocado a la
tarea de desbrozar este aspecto dinámico del instrumento público. Hace-
mos esta advertencia, pues sobre esas sólidas bases, nuestra labor colabora
o contribuye modestamente en su comprensión.
Debemos confesar que para la consolidar la estructura de análisis de
este capítulo, debimos transitar varias redacciones. En un primer momento
comenzamos por un estudio comparado de ambas teorías, en un segundo
momento decidimos hacer una reseña de cada una por separado, primero
la de Zinny y luego la de Carminio Castagno, finalmente nos decidimos
por partir de la de este último autor como eje y en citas y comentarios ha-
cer pequeñas referencias a la de Zinny. La pregunta inmediata es: ¿Y por
qué? La razones a nuestro entender son muchas, pero las podemos reducir
a las siguientes: a) La teoría de Zinny se somete en forma esquemática a
la “teoría general del negocio jurídico”, teoría privatista que es imposible
encuadrar a una teoría de neto corte publicista como es la del acto del no-
tario; b) Zinny adopta la “tesis representativa” de la forma, es decir la que
postula que el documento representa la forma del comportamiento y lo
prueba; tesis de Francesco Carnelutti que bien puede llegar a tener anclaje
en materia procesal para intentar “desentrañar” la “verdad histórica”, en
nada colabora en el entendimiento de la forma jurídica.4
Por lo cual, no son todas loas para el análisis de Carminio Castagno,
el cual someteremos a objeciones. Si bien engarza el acto notarial a la
teoría orgánica del Estado, sin establecer condicionamientos ni encorse-
tamientos de la teoría general del negocio, creemos que su trabajo puede
ser simplificado, sin riesgos para la comprensión y logrando con ello una
mayor eficacia práctica.5

4 Sobre nuestra critica la “tesis representativa” de la forma, ver aquí supra 3.2..
5 Esto es advertido por Carminio Castagno, al decir: “Establecidos los “requisitos”
–de “esencia” y de “validez”– del acto notarial, nos proponemos ordenarlos acorde al
Primera parte: Fuentes teóricas 91

Amén de lo apuntado, ambos autores logran separar con claridad el


acto del notario del acto negocial de las partes, concluyendo en una distin-
ción entre acto notarial, instrumento público y negocio jurídico, puntos los
cuales parte de la doctrina, jueces y jurisperitos, hasta antes de la Teoría
general del acto notarial, no discriminaban.6
La lógica obliga a partir de la teoría más acorde a una función que
denota una innegable pertenencia al Estado, desde esta base se advertirá
con claridad los fundamentos que permiten fundar objeciones a la teoría
de Zinny.

2. TEORÍAS EN LAS SOCIOTÉCNICAS Y TEORÍAS EN


LAS CIENCIAS
Nosotros consideramos que las teorías en el Derecho no tienen la misma
relevancia que en otras regiones del lenguaje y conocimiento, como por
ejemplo, en el lenguaje y conocimiento de las ciencias y las tecnologías.
Pensemos en la teoría de la relatividad, o su par la teoría cuántica. Una
estudia las cosas gigantes, v.gr: estrellas y galaxias y la otra el estudio de
objetos más pequeños, v.gr: átomos y partículas. ¿Qué pasa con ellas en
materia del saber? Cada una en su campo es seguida por todos los que se
avocan a desarrollar investigaciones y conocimientos ciertos o contras-
tables sobre la realidad física. En todo caso, desde que esos paradigmas
teóricos se impusieron en su área de conocimiento, ningún operador cien-
tífico o tecnólogo pudo descalificarlos y por ende se alinearon de manera
necesaria a ellos. Se nos objetará que eso puede ser desmentido y cambiar
por alguna nueva teoría, lo que sin duda es cierto, pero también es cierto
que mientras eso no suceda, ningún físico puede sustraerse caprichosa-
mente de este saber último.
En cambio, en la sociotécnica del Derecho: ¿Qué necesario valor ve-
ritativo presentan las teorías de cualquier orden? Pensemos en la teoría

criterio clasificatorio que la moderna dogmática adopta con relación a otras figuras. El in-
tento, es obvio, reconoce los límites de lo “compatible”, e impone una constante remisión
a tópicos ya tratados.” Confr. CARMINIO CASTAGNO José C. Teoría General... op. cit.,
T. I. p. 129. Un de las “otras figuras”, es precisamente el negocio jurídico.
6 Confr. CARMINIO CASTAGNO José C. Teoría General.... op. cit., T. I. p. 164 y
ss.; ZINNY Mario A…. op. cit. p. 135.
92 derecho notarial

más emblemática que ha existido, la “Teoría pura del Derecho” de Kelsen,


que más que “teoría pura del derecho” debería haber sido traducida como
“Teoría del Derecho puro”, es decir, una teoría “despojada” de elementos
sociológicos, morales, políticos, etc. No obstante, las críticas y adhesio-
nes, y la influencia que ha producido en la comprensión de la lógica del
orden jurídico, su justificación, producción y aplicación, hoy ha sido des-
conocida por el CCCN, insertando normas procesales en materia de fami-
lia y en materia sucesoria y, aviniéndose a las presiones políticas, no lo ha
hecho respecto de las normas sobre responsabilidad del Estado.7
En todo caso, si las teorías en el Derecho fueran similares a la de las
ciencias “duras”, todos deberíamos someternos a ellas bajo sanción de estar
fuera de la lógica que gobierna dicho campo o región del conocimiento.
En fin, las teorías en el Derecho sirven para sistematizar, pero su ma-
yor rigor es el docente y puede llegar a imponerse como “verdad” opera-
tiva en la medida que el consenso social o colectivo lo haga pragmático.
Por el momento, la “Teoría del acto notarial” es una herramienta de
sistematización; una elaboración que busca explicar de manera orgánica
la labor del notario público; pero antes de estas teorías el notariado existía
y explicaba su quehacer, y aún hoy muchas facultades lo hacen, sin ella.
En todo caso, desde 1972 en que estos trabajos salieron a la luz, no
hubo una revolución en el pensamiento notarial. Ni el “notariado latino”,
ni nuestro país –que es dónde fueron engendradas– las incorporaron en los
planes de estudio de las facultades, salvo como un punto de sus progra-
mas. No somos ingenuos, las adoptamos para esta obra porque la conside-
ramos la mejor vía de acceso a la sistematización de pensamiento notarial

7 Con el pretexto de la “publitización” del Derecho, los redactores del CCCN, ha-
ciendo buena política, se han avenido a los caprichos de los gobernantes de turno para
lograr su ambicioso objetivo. A decir verdad, no fueron coherentes, pues cuando los pre-
sionaron para sacar del nuevo código las normas sobre responsabilidad del Estado, por
considerarlas de incumbencia de las provincias, fueron kelseneanos, pero para despa-
charse con normas procesales no. ¿Descalifica este oportunismo político a la teoría de
Kelsen? Creemos que no, pero prueba nuestra hipótesis acerca del carácter sociotécnico
del Derecho, muchas veces desentendido de la verdad o de la justicia, en aras de la paz
social o de resultados prácticos. En conclusión, podemos apartarnos o no de las teorías
sin mayores objeciones, salvo el del achaque del sector que mira el ordenamiento jurídico
desde el ideal teórico, aunque este nunca se alcance.
Primera parte: Fuentes teóricas 93

y porque tienen un rigor que no posee la visión clásica, con la que hemos
estudiado y aprendido el “universo” normativo de la labor notarial.
A pesar del empeño, hay que decir que el notariado en lo docente ha per-
vivido y de hecho puede pervivir sin la teoría del acto notarial, por lo tanto,
sería muy osado considerar que esta teoría es ahora el “Renacimiento” del
saber notarial, y que Zinny o Carminio Castagno son los Galileo y Newton
que han dado con el último y más acabado saber jurídico en la materia.
Va de suyo que hacemos extensivas estas meditaciones a toda otra
teoría de la que nos valemos para afrontar el análisis, a saber: a) Teoría
orgánica del Estado; b) Teoría general del acto notarial; c) Teoría general
del negocio jurídico.8

3. GÉNESIS DEL NEGOCIO JURÍDICO. HECHO, ACTO Y


NEGOCIO JURÍDICO
Se justifica este tópico, no sólo porque la materia con los que trabaja
el notario son precisamente hechos, que el objeto de este trabajo es el acto
del notario y que como consecuencia del acto del notario relatando hechos
de manera coetánea, suele conformar una categoría superior como la de un
negocio jurídico (v.gr: compraventa, testamento, etc.), sino además por-
que la delimitación de estos tres conceptos jurídicos son fundamentales
para el desarrollo de este trabajo, aunque no siempre han sido bien deli-
neados por la doctrina, y de ellos pende la ubicación conceptual de lo que
se conoce como “negocio jurídico”.
Debemos partir del concepto más genérico, el de “hecho jurídico”. Dice
Carminio Castagno: “Hecho, en síntesis, es lo que acontece, sucede, ocurre.
O mejor aún, empleando un vocablo a la vez omnicomprensivo y neutro (ya
que no denota referencia temporal, ni causalidad): es todo acaecimiento”.9
Pero esta definición reclama algunas aclaraciones, pues la idea de hecho sin
referencia a nada, sin conexión con algún objeto o ente factico, o contrata-

8 Como se verá en el Capítulo IV de esta obra, nosotros tratamos como una teoría a
todo el régimen vinculado a la invalidez e ineficacia, por lo cual cabría apuntarla como
una cuarta teoría: la Teoría general de la invalidez o ineficacia de los actos o negocios
jurídicos, que lo es al menos conforme al desarrollo y detalle conceptual con que hemos
decidido enfocarla.
9 Confr. CARMINIO CASTAGNO José Carlos. Teoría general… T. I, op. cit., p. 176.
94 derecho notarial

ble, nos resulta un tanto un juego lexicográfico.10 En todo caso, todo hecho
jurídico, es todo acaecimiento a algún ente u objeto valiosos para el orden
normativo en juego. Siendo el hombre el destinatario primario de las nor-
mas, “hecho jurídico” es todo lo que le acaece al hombre o a las cosas –sean
naturales o culturales– que presentan una relación o vínculo valioso con
aquel, según el orden normativo del que se trate.
Ahora bien, no todo cuanto acaece a los hombres y objetos a él vin-
culados, es materia de valoración y protección jurídica, o en todo caso,
no todo hecho es “hecho jurídico”. Por el misterio insondable del deam-
bular del hombre en el universo y sus legados culturales, el Derecho se
presenta como orden coactivo de la vida social y esa coacción se debe a
la valoración de determinados hechos.11 Por ejemplo, el hecho natural e
irrevocable de la muerte de una persona humana, genera consecuencias
jurídicas, como extinguir el centro de imputación normativa, revocar con-
tratos como los de mandato, aniquilar usufructos, activar la eficacia de
testamento, abrir la vocación sucesoria, etcétera.
“Hecho jurídico” entonces, es todo acaecimiento a los hombres o a las
cosas –sean estas últimas naturales o culturales– que tiene incidencia en
una situación preexistente jurídicamente valiosa, produciendo o configu-
rando nuevas situaciones jurídicas o efectos en el ámbito del Derecho.12

10 Nos enseña Mario Bunge: “Al tatar con los hechos debemos comenzar por exa-
minar el concepto de cosa, porque un hecho es todo lo que involucra una cosa. He aquí
la razón, tal como lo enunciara el gran sociólogo Durkheim (1988, p. 78): “todo objeto
científico es una cosa, con excepción quizás de los objetos matemáticos”. En una cos-
movisión científica, entonces, el mundo está constituido por cosas. Esta fue también la
concepción de los atomistas griegos e hindúes, de los nominalistas medievales y de los
materialistas de la Ilustración.” Confr. BUNGE Mario. A la caza de la realidad. España,
Editorial Gedisa, 2007, p. 32.
11 Enseña Emilio Betti: “Frente al comportamiento humano, el orden jurídico puede,
respondiendo a varias exigencias, sentir la necesidad de tomar posición, ponderándolo.
A diferencia de la moral (ante la que no existen actos indiferentes), el Derecho sólo se
propone resolver un círculo limitado de problemas. De los demás –de aquellos, podríamos
decir, que se mantienen fuera del campo de previsión de sus normas-, no se interesa.”
BETTI Emilio. Teoría General del Negocio Jurídico. Madrid, Editorial Revista de Dere-
cho Privado, 1959, p. 12.
12 Con esto modificamos la definición que da Carminio Castagno. Confr. CARMI-
NIO CASTAGNO José C… op. cit. T. I, p.182. Ver también CARMINIO CASTAGNO
José C. El concepto de Negocio Jurídico. Buenos Aires, Biblioteca del Colegio de Escri-
banos de Buenos Aires. Registro 22.760. Volumen 29.834. fecha 22/03/2000, p. 11. Con-
Primera parte: Fuentes teóricas 95

El “acto jurídico” por su parte, en una relación de género a especie,


es precisamente una especie de hecho jurídico, que lleva ínsito la volun-
tariedad del hombre, que tiene incidencia en una situación preexistente
jurídicamente valiosa, produciendo o efectos en el ámbito del Derecho.
Reiteramos ahora para la especie, lo dicho respecto de los hechos, y es
que no todo acto es jurídico, sino aquel acto voluntario del hombre que el
Derecho valora y califica para sí.
Damos paso ahora a la categoría del “negocio jurídico”. Mucho se
ha escrito, mucho se ha debatido en torno al concepto de este instituto, y
no es este el lugar donde revivir viejas rencillas y agudas meditaciones.13
Podemos decir que el negocio jurídico: es el acto jurídico por el cual
se autorregulan intereses, creando normas de Derecho privado. En otras
palabras, a través del negocio jurídico somos “legisladores” en una esfera
más acotada, creamos Derecho Objetivo en un campo más estrecho, la de
nuestros propios intereses, pero Derecho Objetivo al fin.
Por lo tanto, el elemento tipificante del negocio jurídico es la creación
de normas por los particulares, y el fundamento se halla en los artículos
958 y 2651 del CCCN (antes el artículo 1197 del derogado Código Civil).
Según la lógica de estas normas, las convenciones son una regla para las
partes, a la cual deben someterse como a la ley misma.
Su espíritu hunde raíces en una necesidad incontestable: la imposi-
bilidad que el legislador pueda prever y regular todos y cada uno de los
posibles intereses en juego, sea que nazcan de los contratos, testamentos,
acuerdos societarios, etcétera. Es por ello que los ordenamientos jurídicos
tributarios de la codificación francesa, se limitan a regular contratos típi-
cos con un mínimo general de normas supletorias, otorgando necesaria-
mente a los particulares la potestad de crear las suyas, según la singulari-
dad de los intereses en juegos, variables según las circunstancias. En otros
términos: todos los códigos regulan genéricamente negocios típicos como

fr. también, CARNELUTTI Francesco. Teoría General del derecho. Perú, Ara Editores,
2006, p. 249 y siguientes.
13 Ver CARMINIO CASTAGNO José C. El concepto de Negocio Jurídico. Buenos
Aires, Biblioteca del Colegio de Escribanos de Buenos Aires. Registro 22.760. Volumen
29.834. fecha 22/03/2000. También SCOGNAMIGLIO Renato. Contribución a la teoría
del Negocio Jurídico. Lima, Editorial Jurídica Grijley, 2004, P. 93 y siguientes.
96 derecho notarial

la compraventa, la locación, la donación, el testamento; pero jamás podría


ningún legislador establecer el contenido concreto de cada venta, cada
locación, cada testamento. En todo caso, la ley valora la función socioe-
conómica que cumple cada contrato típico, cada modalidad de testamento
o acuerdo, pero en cuanto a su contenido particular es imposible que el
legislador pueda preverlo y legislarlo, pues demandaría un código o ley
omnisciente, capaz de manejar una casuística monumental y anticipar la
constante evolución y cambio, y eso, sabemos muy bien que es imposible.
En fin, el orden normativo da estructuras negociales y deja campo abier-
to para que los particulares “legislen” dictando normas singulares (“auto-
nomía privada”) que son ley también o derecho objetivo a una escala más
acotada, pero derecho objetivo al fin. La doctrina, los operadores jurídicos
en general y el artículo 2651 del CCCN, llaman a esto “autonomía de la
voluntad”, lo que sin duda responde a un resabio del individualismo e iner-
cia del pensamiento de la Revolución Francesa. Lo correcto es hablar de
“autorregulación de intereses”, “autonomía normativa” (aunque resulte un
tanto tautológico), pues ni en el Derecho ni en la vida hay “autonomía de la
voluntad”, es una expresión elíptica o retorica que busca reafirmar la supre-
macía del individualismo y del proyecto político histórico de la burguesía en
ascenso. En realidad, y para decirlo de otra manera, todo cuanto se auto re-
gula en un contrato, en un testamento o cualquier negocio tipificado o no, no
implica hacer “lo que nuestra voluntad quiera” sin más, sino: lo que nuestra
voluntad quiera, con permiso de la ley”. En palabras del artículo 958 del
CCCN, nuestra voluntad puede manifestarse: “(…) dentro de los límites de
impuestos por la ley, el orden público, la moral y las buenas costumbres”.
Sintetizando: el género lo constituye el “hecho jurídico” que, si es
voluntario es “acto jurídico” y si como consecuencia de tal voluntariedad
hay autorregulación de intereses, estaremos ante un “negocio jurídico”.
Así, en una relación de género a especie: a) todo negocio jurídico y todo
acto jurídico es hecho jurídico; b) todo acto jurídico es hecho jurídico,
pero no es negocio jurídico; y c) todo negocio jurídico es hecho jurídico
y es acto un jurídico, pero calificado por ser un acto creador de nuevas
normas, cosa que no produce el mero acto jurídico no negocial.14
14 El hecho jurídico del “pago”, cuando es voluntario importa un acto jurídico, pero
no un negocio jurídico, pues no hay autorregulación de intereses, ahora bien, un “acuerdo
Primera parte: Fuentes teóricas 97

Hacemos una observación, y es que, en gran parte de la doctrina na-


cional, la claridad de la terminología italiana no ha prosperado. Así, en
el nuevo código el “hecho jurídico” (natural o humano) es el género (art.
257 del CCCN) y en eso somos coincidentes; en cuanto a lo que nosotros
consideramos como “acto jurídico”, el CCCN lo califica como “Simple
acto lícito” (art. 258) y lo que consideramos como “negocio jurídico” el
código lo define como “acto jurídico” (art. 259).

3.1. Reseña al Negocio jurídico


Más allá de la crisis que presenta la autorregulación de intereses (“au-
tonomía de la voluntad”), la “crisis del contrato” por el avance de los
contratos de adhesión, la normativa avocada a la defensa del consumidor,
etc., somos partícipes de la vigencia conceptual de esta teoría, por ser una
inigualable herramienta de labor didáctica y un excelente vehículo de in-
terpretación de normas jurídicas.15
La ventaja comparativa de toda Teoría General está dada por que se
organiza sobre una sólida base conceptual, que intenta con cierto rigor
lógico y sistemático generar una visión de los elementos estructurales de
un instituto u objeto relevante del Derecho. En pocas palabras, una teoría
puede postularse como un conjunto orgánico y sistemático de conceptos
conforme a un objeto determinado.

de pago” es un negocio jurídico, pues en él hay autorregulación de intereses. En otras


palabras, las consecuencias del simple acto jurídico del “pago” las atribuye mecánica-
mente la ley otorgándole efecto cancelatorio, en tanto que en un “acuerdo de pago”, las
consecuencias son atribuidas por la autorregulación de intereses, o lo que es igual: por las
normas de autonomía privada y por ende sus efectos dependerán del respeto que de ellas
hagan los particulares o de la interpretación que de ellas hagan los jueces a los fines de
lograr su justo cumplimiento.
15 Sobre su prolífico desarrollo se puede consultar: BETTI Emilio. Teoría General
del Negocio del Jurídico. 2da ed., Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado, 1959,;
DE CASTRO Y BRAVO Federico. El negocio Jurídico. Madrid, Editorial Civitas S.A.,
1985; SCOGNAMIGLIO Renato. Contribución a la teoría del Negocio Jurídico. Lima,
Editorial Jurídica Grijley, 2004; en nuestra doctrina LÓPEZ DE ZAVALÍA Fernando.
Teoría de los Contratos. Parte general. Buenos Aires, Ediciones Víctor P. De Zavalía
S.A. , 1975; CARMINIO CASTAGNO José Carlos. El concepto de Negocio Jurídico.
Buenos Aires, Biblioteca del Colegio de Escribanos de Buenos Aires. Registro 22.760.
Volumen 29.834. fecha 22/03/2000.
98 derecho notarial

Para quienes la ignoran o descalifican, se les escapa que sigue siendo


una herramienta inestimable de estudio y la docencia. Imaginemos nego-
cios jurídicos emblemáticos como la compraventa o el testamento y ob-
servaremos que en ellos es posible teorizar la existencia de las siguientes
constantes:
a) Los presupuestos negociales:16 1) Capacidad de las partes; 2) Ido-
neidad del objeto; y c) Legitimación.
En la prolífica actividad patrimonial de intercambio de bienes y servi-
cios, los hombres “negocian”, y para ello el Derecho “presupone”: 1) que
hay aptitud psicofísica de los sujetos para conocer la fuerza vinculante de
lo que realizan (capacidad de parte –Confr. arts. 22 a 50 del CCCN–); 2)
que el objeto sobre el cual manifiestan su interés, es apto para soportar la
fuerza vinculante de su intención negocial (idoneidad del objeto -Confr.
arts. 279, 1003 a 1011 del CCCN–), y; 3) que el vínculo entre los propios
sujetos capaces y entre los sujetos y el objeto idóneo, no está alcanzado por
alguna prohibición (legitimación –Confr. Art. 1001 y 1002 del CCCN–).
Sobre la legitimación nos detenemos un momento por su “juventud”
conceptual. Este concepto no contempla al sujeto en sí mismo, en su ap-
titud psicofísica (capacidad), sino que se detiene en la especial posición
en que se encuentran los sujetos negociales capaces, entre sí, o bien al-
guno o ambos sujetos capaces en su vinculación con el objeto que hace a
la regulación de intereses. Por ejemplo, la prohibición de contratar entre

16 López de Zavalía, en su Teoría General de los Contratos, analiza los presupuestos


de los contratos. Nos dice: “Llamamos “presupuestos” a aquellos requisitos que influyen-
do en el contrato, son extrínsecos a él. Su carácter extrínseco se manifiesta en que existen
independientemente del contrato, predicables de alguien o de algo, aunque ningún contra-
to se haya concluido, pero teniendo presente la posibilidad de su concertación futura, y en
que subsisten después de él para cualquier otra negociación, sin que, en ningún momento,
mirado el contrato como algo autónomo, queden incorporados a él. La belleza o fealdad
del contrato depende de ellos, pero es algo distinto de ellos. Así, por ejemplo, como el
artista que esculpió la estatua, queda fuera de ella con toda su potencia creadora de otras,
así también permanecen las partes con relación al contrato. Bajo la categoría de presu-
puestos ubicamos en consecuencia, todo lo anterior y extrínseco, como son la capacidad
y el poder de negociación del sujeto, y la idoneidad del objeto. (…). El nombre de pre-
supuesto, aún para la teoría normativa, nos parece feliz. Tomamos aquí al contrato como
algo autónomo, como “supuesto” a examinar, y advertimos que hay algo que se encuentra
“antes” que él: presupuesto”. LÓPEZ DE ZAVALÍA Fernando. Teoría de los Contratos.
Parte general. Buenos Aires, Ediciones Víctor P. De Zavalía S.A.,1975, págs. 51 y 52.
Primera parte: Fuentes teóricas 99

cónyuges no es un problema de capacidad, pues ambos son capaces jurí-


dicamente, sino de defecto de legitimación o ilegitimación, defecto que
puede conllevar a la invalidez del negocio.
b) Los elementos negociales son:17 1) Forma; 2) Contenido; y 3) Causa).
Podemos decir al respecto que: 1) La forma es el modo “como” se hace
reconocible el negocio en la realidad jurídica, el “diseño” en el cual se debe
“vaciar” la intención negocial (Confr. arts. 285, 286, 1015, 1017 y Conc.
Del CCCN); 2) El contenido es el “que” del negocio, referido siempre a las
normas de autonomía privada que crean los sujetos en su auto regulación
de intereses (Confr. 958 y 2651 del CCCN); y 3) La causa es el “por qué”
negocial (Confr. arts. 281 a 283 y 1012 a 1014 del CCCN). Sobre este úl-
timo, la teoría general del negocio la postula como: la función económico
jurídico-social típica que el negocio cumple y que el Derecho valora, para
prestarle su asistencia y protección. En las compraventas, por ejemplo, el
elemento causal es el intercambio de cosa por precio en una relación de
equivalencia entre las prestaciones; de allí que las compraventas que pre-
sentan un precio vil o irrisorio, adolecen de un defecto invalidante en la
causa. Lo mismo podemos decir de los negocios simulados.
Estos conceptos, en su generalidad, no están vacíos, no son pura espe-
culación, pues remiten necesariamente al orden normativo vigente; pero
estamos convencidos que no es lo mismo ir a la ley con herramientas
conceptuales, que sin ellas. Para usar una imagen, la estructura de la teo-
ría y sus conceptos, son como el esqueleto de un edificio que debemos
llenar con el contenido normativo. Además, el correcto estudio de estos
presupuestos y elementos son fundamentales, porque hacen a la existen-

17 Sobre el uso del término “elemento” podemos encontrar su noción en estas apre-
ciaciones de Roque Barcia: “La voz elemento, según Schmalfeld, es el nombre de las le-
tras líquidas l, m, n, con la desinencia to, equivalente a nuestro a, b, c, de que nos valemos
para significar las primeras nociones de una cosa. Fulano está en el a, b, c, quiere decir
que está principiando; como si dijéramos: está en la l, m, n; esto es, en los elementos.
Por elemento se entiende lo simple, lo que no ha entrado en ninguna combinación, y
esto explica también (y es una explicación más filosófica) que llamáramos elementos a
las primeras nociones de una ciencia o arte; porque realmente, siendo aquellas nociones
las primitivas, no pueden ser compuestas; no siendo compuestas, han de ser simples;
siendo simples, no han podido entrar en ninguna elaboración o combinación sucesiva, y
no habiendo entrado en ninguna combinación, son elementales.” Confr. BARCIA Roque.
Sinónimos Castellanos. Argentina, Editorial Sopena,1977, p. 449.
100 derecho notarial

cia, validez y/o eficacia del negocio; por tanto, una clara comprensión
conceptual, colabora con una buena inteligencia técnica, sea como asesor
o redactor del negocio jurídico.
Como se aprecia, la teoría encuentra generalidades y a ellas se avoca,
de tal modo que podemos afrontar con criterio unívoco el análisis de los
institutos en juego. Tan ventajosa resulta la labor de la teoría general, que
permite encarar con un mismo arsenal conceptual o instrumental, cual-
quier ordenamiento jurídico, tanto nacional como forastero, limitándonos
con ellas a buscar las normas que regulen el negocio en cuestión, agilizan-
do su estudio.
Una observación final, si bien la teoría general del negocio jurídico
“nutre” a la teoría general del acto notarial, de hecho no se confunden,
esta última no pondera por igual los conceptos de aquella y en concreto
los amplía, pues busca generalidades en un campo diferente. En todo caso,
los presupuestos y elementos de la compraventa, de la donación, del tes-
tamento, etc., no son iguales a los requisitos esenciales y de validez del
acto del notario. La teoría del negocio permite comprender el acto de las
partes y la teoría del acto notarial la del funcionario público autorizante.
Es por ello que ambas teorías interactúan, vinculándose necesariamente,
pero pudiendo hacerse una discriminación conceptual permanente.

3.1.1. Efectos del Negocio jurídico


Un negocio jurídico que cumple con todos sus presupuestos y elemen-
tos de manera acabada, termina configurando el título causal con el cual
hacer valer nuestro derecho.
Si además este título causal se le impone como elemento formal cons-
titutivo, la escritura pública, se establece entonces una necesaria conexión
con el acto notarial, el cual a su vez, deberá corroborar el cumplimiento de
sus requisitos esenciales y de validez, para satisfacer el elemento formal
necesario de aquel.
Por el contrario, existe la posibilidad de efectos impropios del nego-
cio, como consecuencia de la ausencia de alguno de sus presupuestos o
elementos, activando así el régimen de la invalidez o ineficacia negocial,
sea por inexistencia, nulidad, anulabilidad o inoponibilidad (Confr. Infra,
Capítulo IV).
Primera parte: Fuentes teóricas 101

3.2. El Negocio Jurídico y su forma: La teoría representativa versus la


teoría constitutiva de la forma. Nuestra opinión
Nos dice Zinny: “El documento (la escritura pública incluida) es prueba,
y no forma del comportamiento. (…) Y así, la forma consiste en hablar, es-
cribir, manipular, gesticular, entregar, edificar, etc. (…) La forma es en defi-
nitiva vida. Y como la vida, es esencialmente fugaz. La prueba, en cambio,
no es el comportamiento. Es la cosa (documento) o persona (testigo, perito)
que sirven para demostrar que el comportamiento tuvo lugar. En el ejemplo
del testador escribiendo su testamento, la acción de escribir es la forma, esto
es, es el propio testamento, es vida que transcurre. La hoja de papel escrito
donde el testamento consta (que no es la acción de escribir sino su resulta-
do) es, no ya la forma del testamento, sino su prueba”.18
Esta es la vos y la autoridad de Carnelutti, que ha confundido la fun-
ción de la forma en el campo negocial, con la función de la forma en el
campo probatorio procesal. En sus obras, el autor italiano se aboca pre-

18 ZINNY Mario Antonio. El Acto Notarial (Dación de fe). Buenos Aires, Ediciones
Depalma, 2000, p. 23. La expresión “teoría representativa” es engañosa, pues en un senti-
do retorico es posible considerar que la expresión por escrito de los hechos configurantes
de un acto o negocio “representan” los comportamientos y declaraciones. El error es creer
que estos son la “forma” jurídica, y en realidad estos comportamientos y declaraciones
son manifestación de la voluntad, pero no forma, en todo caso son la “manera” ‒no la
forma jurídica‒ de exteriorizar la voluntad, el “ser” del comportamiento y de la decla-
ración se encuentra hasta aquí en una etapa sociológica. Las ideas de “constituir” y de
“representar” tomadas del lenguaje común, invitan al engaño, en cambio llevadas a la
“región del lenguaje” ontológico jurídico, reclaman adecuación. La idea de “constituir”
tiene sinónimos como “componer”, “formar”, “fundar”, “erigir”, “instituir”, “establecer”;
por su parte la de “representar” lleva incita las ideas de “sustituir”, “relevar”, “suplantar”,
“imitar”, “reproducir”, “encarnar”, “mostrar”. Ambas ideas suenan muy atractivas, pero
el problema es dónde “anclar” la “forma”: ¿En los comportamientos y declaraciones o
en los “diseños” impuestos para que aquellos sean “en el Derecho”? ¿No será que ambos
con-forman un núcleo común indisociable, el “instrumento” como idea de instrumentar
u organizar con un fin partes dispersas, y/o “documento” – de docere- cuya etimología
es “enseñar” “mostrar”? Creemos que, para alcanzar la esfera ontológica del Derecho,
es menester que la “manifestación” –no la “forma”‒ del comportamiento se “formule” y
adquiera “sustancia jurídica” en los “diseños” –forma‒ que el orden normativo establece:
“instrumento público” (escritura pública), “instrumento público y testigos” (testamento
por escritura pública, acta de matrimonio), instrumento privado, escritura del acto (testa-
mento ológrafo), etc. Si así se dan, el “diseño” impuesto es la forma que “constituye” y
“patentiza” el acto o negocio en el Derecho. Va de suyo que esto prueba y en un sentido
elíptico “representa” algo de los “datos” sociológicos: los hechos pertinentes de los com-
portamientos y declaraciones configurantes de los actos y negocios jurídicos pretendidos.
102 derecho notarial

cisamente al juicio histórico y los mecanismos tendientes a “desleerlos”.


En este desafío por alcanzar la “verdad” histórica, se pierde la verdad
ontológica jurídica (que supone ser la histórica).
La forma jurídica no está prevista por el legislador pensando en el
proceso y la prueba, la forma es también un vehículo técnico del que se
vale el ordenamiento jurídico para que los hechos configurantes del acto
o negocio relevante, “sean” en el mundo jurídico. La prueba es su efecto
traslaticio, y si bien al Derecho le interesa la exteriorización de la volun-
tad, los comportamientos y declaraciones que involucra, deben hacerse
dentro de un “diseño” predeterminado para que sean jurídicos. Si se da el
modo impuesto para que esos comportamientos y declaraciones sean, por
carácter traslaticio, además probarán.
Intentemos explicarnos. El Derecho, no hace del notario un correspon-
sal de guerra que cámara y micrófono en mano intenta reflejar la realidad
fáctica; apenas goza de una potestad para decir en forma documental es-
crita, no “la vida misma” como pretende Zinny, sino un conjunto selectivo
y pertinentes de “datos” que la ley “reclama” como necesarios para que se
produzcan determinados efectos jurídicos.
En todo caso, el error de Carnelutti y Zinny se produce al ver o imaginar
la forma como pura exterioridad (como “comportamiento”) y no como “(…)
el conjunto de las prescripciones de la ley [no del comportamiento], respecto
de las solemnidades que deben observarse al tiempo de la formación del acto
jurídico; (…)”.19 (El texto agregado entre corchetes nos pertenece).
Nada nos dice que la forma “es la vida misma” “representada” y “pro-
bada” por el instrumento; porque al Derecho le importa muy poco “atra-
par la vida misma” a través de un registro, sea documental, testimonial,
fotográfico o audiovisual. La realidad jurídica no es la realidad factual
a “representar” en un instrumento, la realidad jurídica es la de “ciertos
hechos pertinentes”, convertidos en “datos” que deben ser volcados “en”
determinado vehículo instrumental impuesto (ese y no otro), en todo caso,

19 Es lo que con suma claridad predicaba el artículo 973 del Código Civil derogado
con una rica y esclarecedora nota: “La forma es el conjunto de las prescripciones de la
ley, respecto de las solemnidades que deben observarse al tiempo de la formación del acto
jurídico; tales son: la escritura del acto, la presencia de testigos, que el acto sea hecho por
escribano público, o por un oficial público, o con el concurso del juez del lugar”.
Primera parte: Fuentes teóricas 103

la realidad jurídica es “en” y “por” el instrumento o medio instrumental


designado y diseñado por la ley.
Tomemos el ejemplo del testamento, que el propio Zinny nos da: “(…)
del testador escribiendo su testamento, la acción de escribir es la forma,
esto es, es el propio testamento, es vida que transcurre. La hoja de papel
escrito donde el testamento consta (que no es la acción de escribir sino su
resultado) es, no ya la forma del testamento, sino su prueba.”
Muy bien, imaginemos ahora un director de cine, v.gr: Juan José Cam-
panella que, cámara en mano, en presencia de dos testigos (Soledad Villa-
mil y Guillermo Francella), filma a Ricardo Darín dictando su testamento
y hasta escribiéndolo en un pizarrón. Eso que es “la vida misma”, pura
forma, al decir de Zinny, hecho incontestablemente probado –y “repre-
sentado” – en un registro audiovisual, sin embargo, para el Derecho no es
un “objeto jurídico”, por ende, para el régimen de invalidez e ineficacia
negocial, se trata de un testamento “inexistente”.
Sencillamente, lo que sucede es que el testamento, –que es un instituto
jurídico que Zinny parece olvidar– es un acto que “en lo ontológico jurídi-
co” debe ser esencialmente documental escrito, sea que se exprese en for-
ma ológrafa o por acto público. Si la acción de testar no se da por escrito,
sino que se filma o se grava, y aunque esto último lo pruebe y represente
–¡y vaya si lo prueba y representa una filmación in situ! –, no hay testa-
mento, ergo, la forma documental escrita es “constitutiva” del testamento,
es decir que es un requisito de existencia, de validez y además de prueba.
Es la forma escrita forma para ser y, además, en el juicio testamentario,
será la forma que pruebe una selección de “datos” que tipifican el acto o
negocio jurídico testamentario y no “la vida misma”.
En cuanto a la posibilidad de pérdida del instrumento, Zinny acude a
un nuevo argumento retórico y de desapego a la ontología jurídica, al de-
cir: “Pero Carnelutti se atreve a sostenerlo porque al llegar al fondo de la
distinción entre forma y prueba pone en evidencia que lo impuesto como
forma “solemne” es la acción de escribir, y no lo escrito, es decir, no el
documento, que es sólo la obra resultado de esa acción y como tal se limi-
ta a probar el cumplimiento de la forma impuesta. Como lo demuestra el
hecho de que si el documento desaparece o se destruye es posible probar
por otros medios que la forma “solemne” (haber escrito) se cumplió. Y
104 derecho notarial

así, el negocio, pese a la desaparición o destrucción del documento sigue


siendo válido”.
Varias cosas hay que decir. Siguiendo la línea ontológica de Zinny y
Carnelutti, que se preocupan no de la “juridicidad” de la forma sino de la
“facticidad” de la misma, el analfabeto no podría jamás celebrar negocios
jurídicos escritos, o si para hacerlo debe recurrir al notario, es éste el que
escribe, relata y hace; en otras palabras, el negocio escriturario sería en
este caso para Zinny, una suerte de “protocolización” de la vida misma.
Cualquier notario sabe que en términos fácticos eso jamás sucede, por
ejemplo, en una compraventa habría que comenzar a relatar los hechos
desde que empieza el asesoramiento, hasta que las partes otorgan el ne-
gocio firmándolo. No es la pura factualidad la forma jurídica, es forma
jurídica aquella que relata un conjunto de factums pertinentes, en algún
tipo específico de registro previamente diseñado por el legislador.
En caso de extravío, pérdida o desaparición del instrumento o docu-
mento, puede ser probada la “existencia” y validez del negocio por cual-
quier medio, según Zinny. Nos interrogamos: ¿Probar qué, para rehacer
el documento? ¿Probar por cualquier medio, que la “vida misma fue” y
porque fue sigue siendo? Zinny no lo aclara, pero hay que ver de qué ne-
gocio estamos hablando, hay que ver para qué estamos probando, y aquí la
situación se pone un poco compleja. Si se pierde o destruye, por ejemplo
el protocolo del notario donde consta una venta, y es necesario vender o
hipotecar, el propietario intentará con la primera copia (que “reproduce”
al documento matriz y además lo “subroga” en sus efectos ‒confr. artículo
299 del CCCN, segundo párrafo‒), rehacer el “original” y éste en términos
ontológico jurídicos (no ontológico factual) es el “nuevo original” y con
él, el dueño del negocio válido (históricamente hablando) puede, ahora sí,
vender o hipotecar gracias a un instrumento que, en términos ontológico
“carnelutianos”, no es ni forma (vida misma) ni prueba (matriz), pero en
términos ontológicos jurídicos es “la forma” con la cual operar.
A contrario, pensemos en un testamento ológrafo que fue íntegramente
redactado de puño y letra por el testador y en el instante en que empieza
a firmar estampa algo que parece una firma pero es solo un rayón, pues al
intentar firmar muere de un infarto; ahora pensemos en un testamento por
acto público cuyo protocolo se quemó y sólo deambula una primera copia,
Primera parte: Fuentes teóricas 105

o con suerte una fotocopia certificada del presunto documento matriz.20 Para
la teoría representativa, esto no tiene solución lógica, pues en el primero
hay “vida misma” y en el segundo no hay nada, sin embargo el primero no
prueba nada ni tiene validez y el segundo que no se puede saber siquiera si
el hecho histórico existió, una vez reformulado, vale plenamente.
El error, debemos concluir aún a fuerza de resultar redundantes, se debe
a que Carnelutti –y Zinny siguiéndolo en un fervor reverencial– parten de
una ontología equivocada de la forma, considerándola como pura exterio-
rización de la voluntad; pero olvidan que ese presupuesto necesita un “en-
cuadre” o “molde” que lo hace reconocible y distintivo en el “mundo” del
Derecho, del mismo modo que las formas hacen reconocibles objetos y fe-
nómenos de la realidad objetiva en el mundo físico y del “ser” social.
Nosotros, en cambio, al igual que la doctrina notarial mayoritaria –
que Zinny considera que “no comprende” la forma–, nos ocupamos de la
forma “jurídica” entendida como el conjunto de solemnidades exigidas
al tiempo de la formación del negocio: “(…) la escritura del acto, la pre-
sencia de testigos, que el acto sea hecho por escribano público, o por otro
oficial público, o con el concurso del juez del lugar.”
Cuando la forma escrita esta jurídicamente impuesta para un hecho o
conjunto de hechos que conforman una categoría superior como la de un
negocio jurídico (v.gr: compraventa), si no se documentan como “manda”
el orden normativo, no hay tales hechos y por ende no hay negocio, y a
contrario, el documento sin los hechos que se pretenden configurar, es
puro soporte. Esta relación de cooperación entre “captación selectiva de
la exterioridad” y “registro documental escrito” es lo que se denomina en
doctrina: “forma constitutiva”.
Meditemos un momento en el artículo 301 del CCCN: “Requisitos. El
escribano debe recibir por sí mismo las declaraciones de los comparecien-
tes, sean las partes, testigos, cónyuges u otros intervinientes. Debe califi-
car los presupuestos y elementos del acto, y configurarlos técnicamente.
…” El notario debe recibir declaraciones –percibirlas- de los sujetos, y
“calificar” “configurando” –discriminar– los presupuestos y elementos, es
decir los requisitos de validez y de esencia. Como se aprecia, al Derecho
20 Y ni qué hablar de los instrumentos privados, pues la cosa es aún peor, ya que no
hay matricidad o lo que es igual: es el original el que circula en el tráfico jurídico.
106 derecho notarial

no interesa la “vida misma” como pretenden los granados juristas defen-


sores acérrimos de una teoría ontológicamente errada.
Es de lamentar, pero Carnelutti ha querido hacer sociología en estado
puro y no Derecho. El concepto de forma “para” el Derecho es autorefe-
rencial, pues toma de lo social apenas algunos factums pertinentes. Siendo
el Derecho una sociotécnica, donde su fuerza factual está dada por normas
imperativas que predican objetos conceptuales (constructos) y no siendo
asimilable el concepto de forma física al de forma jurídica, la mera exte-
rioridad de los comportamientos no puede ser considerada como forma
jurídica, aunque si un presupuesto necesario.
El orden jurídico crea para sus actos y negocios relevantes, v.gr: los
contratos, el testamento, etc., sus propios diseños, sus propias maneras de
“ser”. Las “cosas” del Derecho son “como el Derecho quiere que sean”, y
para ello, el legislador impone no sólo que la voluntad no quede in mente re-
tenta, sino que además se exteriorice factualmente y encuentre un “encaje”
o “molde” identificable dentro de alguna de sus categorías preestablecidas.
No basta la forma como mera “exteriorización”, como “comportamien-
to” o como “vida misma” en términos “carnelutianos” y decir que la dimen-
sión ritual, testifical, escrita, etc., sólo prueban. A contrario, la dimensión
ritual, testifical, el instrumento privado o público cuando está impuesto, no
sólo prueban, sino que además “constituyen” el “objeto jurídico” preten-
dido. De lo contrario, no se entiende que, estando aún vigentes todas las
formas históricas (ritual, confesión, testigos, escrita –instrumento privado,
público y registración constitutiva en algunos casos-) con que el Derecho
en su evolución se ha valido para dar existencia a actos como vender, donar,
ceder, testar, etc., hoy haya invertido el orden no sólo probatorio, sino de
validez y existencia. En otras palabras, existiendo todas estas formas: ¿Por
qué ahora sólo algunas sirven para con-formar el negocio?
Sólo algunas sirven, porque a la ontología jurídica no le alcanza con
probar hechos, actos o negocios, sino también configurarlos. Son, en tanto
suceden, es cierto, pero suceden “para el Derecho”, y son para el Derecho
en la medida que cumplen con el “modo de ser” que éste determina, y en
lo notarial es precisamente seleccionando un puñado de factums de mane-
ra documental escrita: eso y no otra cosa es la “forma constitutiva” de la
que tanto descreen Carnelutti y Zinny.
Primera parte: Fuentes teóricas 107

Hay que distinguir siempre la forma de “manifestación del compor-


tamiento” (necesaria exterioridad factual –“declaraciones” y “comporta-
mientos” –), de la forma “jurídica” en que dichas declaraciones y com-
portamientos deben cristalizarse. La relación entre ambos es inescindible
en términos jurídicos. Así, pueden darse las siguiente combinaciones: a)
declaraciones y comportamientos sin forma jurídica (v.gr: un matrimo-
nio actuado en una obra de teatro); b) puede haber forma jurídica con
declaraciones y comportamientos ante un funcionario con incompetencia
material (v.gr: un intento de celebración de “matrimonio” ante escribano
público y no ante el oficial del registro civil); c) pueden haber comporta-
mientos y declaraciones de contenido jurídico expresados en una forma
no jurídica (v.gr: un testamento filmado o gravado); d) pueden haber com-
portamientos y declaraciones y haber forma jurídica incompleta (v.gr: el
de un testamento por acto público en el cual comparece un solo testigo
y no dos como pide el artículo 2479 del CCCN, o dos pero uno de ellos
es menor de edad;21 e) puede haber forma del comportamiento que sea al
mismo tiempo forma jurídica (v.gr: especificación, que es un “comporta-
miento” o “acto efectual” por el cual un mármol intervenido por un artista
se convierte en una escultura u obra de arte).
En todo caso, no es “forma” el comportamiento y la declaración en sí
mismos, son los comportamientos y declaraciones “en forma” las que dan
vida, validez y prueba a los datos configurantes del acto o negocio de las
partes.
En términos adocenados y risueños, Zinny y Carnelutti hacen la torta
de cumpleaños con el relleno y se olvidan del bizcochuelo; y esto quizás
no fuese nada, lo peor de todo es el modo con que Zinny descalifica la
tesis constitutiva, usando toda la artillería de los argumentos de autoridad
que parece afianzar Carnelutti, como si Carnelutti no se equivocara o fuera
un “semidiós” inalcanzable al que sólo hay que adorar. Son numerosos
los errores en que ha caído Carnelutti (la teoría representativa es uno),
además de creer que el Derecho es ciencia y en tal afán hacer exagerados

21 En este ejemplo incontestable, le guste o no a Zinny, la presencia de dos testigos


es requisito de “forma” del comportamiento junto con las declaraciones del testador sin
el cual no hay testamento válido. En todo caso, si bien el documento prueba el comporta-
miento, no se constituyó el acto porque el comportamiento no se hizo “en” forma.
108 derecho notarial

esfuerzos dogmáticos por llevar las clasificaciones a extremos infértiles.


Además de ello, Zinny se apoya en argumentos retóricos falaces, nacidos
de una mala ontología jurídica que sublima la realidad sociológica o fác-
tica y minimiza la “realidad” jurídica, en otras palabras, no advierte que
el ser sociológico de los comportamientos y declaraciones sólo “es” en el
deber ser del “diseño” impuesto: la forma documental escrita.22
Para concluir, la realidad jurídica no desconoce el ser de la realidad
social ni lo niega, sino que para que ese ser sea jurídico, debe a un mismo
tiempo expresarse “en” las formas o “diseños” que el Derecho determina.

4. RESEÑA A LA TEORÍA GENERAL DEL ACTO NOTA-


RIAL. ¿INSTRUMENTO PÚBLICO VERSUS ACTO
NOTARIAL?
Hagamos un cotejo de la evolución teórica que registra el pensamiento
notarial, cotejo que debe darse entre la teorización clásica basada en el
instrumento, y la teorización moderna, basada en el acto del notario.

22 Dice el autor: “Pero esto, que la forma es acción u omisión, y que el documento
(instrumento, escritura, o lo que sea) no es la forma del acto sino su prueba, esto, señor
Zinny, ¿Cuándo y por quién o quiénes ha sido dicho?” Está dicho por Carnelutti hace 82
años, en 1914, en las páginas 110 a 118 de La prueba civil (traducción de la segunda edi-
ción italiana, Ediciones Arayú, Buenos Aires, 1955), y reiterado luego por Betti y Cariota
Ferrara. “Pero si está dicho con tanta autoridad y desde hace tanto tiempo, ¿por qué esta
definición de la forma, que la distingue netamente del documento, no está suficientemente
difundida, al menos entre nosotros? Tal vez porque no hemos leído demasiado a Carn-
elutti…”. Confr. ZINNY Mario A. Acto notarial… op. cit., p. 172. Con estos juicios de
incondicionalidad hacia Carnelutti, queda evidenciado el peso que tienen los argumentos
de autoridad sin más. No basta lo que hayan escrito Carnelutti o cualquier otro granado
jurista, eso es apenas el medio gráfico para tratar de desentrañar el proceso mental por el
cual llegaron a un determinado juicio, razonamiento o conclusión; pero siempre debemos
manejarnos con independencia de su peso o renombre. Todos podemos tener aciertos u
errores, quizás más aciertos que errores tenga Carnelutti en sus estudios, pero eso no sa-
nea sus equívocos. Por nuestra parte, apuntamos que no hay que engañarse, y el poco éxi-
to que tiene la “tesis representativa”, se debe a su parcialidad, a la visión procesalista pura
y por ende sectorial. Nadie desconoce el “grano” de verdad que contiene, pero tampoco
puede desconocer otro “grano” de verdad verdaderamente integrador: que las maneras del
comportamiento y las declaraciones deben darse en “la forma impuesta” y no otra y esto
termina por invadir (“constituir”) la primera integrando su ser al “ser jurídico”. En vez
de pensar sistémicamente, se ha pensado sectorialmente, y esto no puede tener éxito, no
hay que hacer un “lamento de incomprendido”, hay que hacerse las preguntas correctas,
o en todo caso, hay que hacerse algunas preguntas más si queremos entender y poner a la
forma “jurídica” en su correcto sitial ontológico.
Primera parte: Fuentes teóricas 109

Tomemos para ello como modelos: a) De la primera a la “Teoría ge-


neral del instrumento público” de Carlos Emérito González;23 y b) De la
segunda a la Teoría general del acto notarial de Carminio Castagno.
Si observamos el plan de la obra de C.E. González, claramente adver-
timos que estamos ante un libro que no teoriza sobre la función del notario
y el acto configurante del instrumento, sino que parte del resultado –el
instrumento público-, y nos dice cómo debemos operar para que éste llene
todos los requisitos exigidos por la ley. Sin duda esto es útil, pero es más
un resorte de la práctica, hasta de la teoría general del acto jurídico, antes
que de la teoría del acto del notario en sentido estricto.
No cabe duda que C.E. González sospecha que la actividad del notario
puede ser vista desde el instrumento o desde su instrumentador,24 cuando
afirma: “De los dos elementos que componen su todo, instrumento en lo
material, e instrumentador en lo intelectual, emana un concepto que le
caracteriza inevitable y substancialmente: Instrumento y fe pública son
inseparables, indisolubles, indivisibles, no puede haber instrumento sin fe
pública y no puede haber fe pública sin instrumento en que se manifieste.
De donde se deduce que, en la metodización, el análisis –como descom-
posición del todo en partes, para la explicación y comprensión del objeto-
actúa sobre hechos o seres concretos y pueda o deba comenzar el análisis,
por cualquiera de los dos componentes de ese objeto concreto: instrumen-
to o instrumentador (Teoría instrumental o Escribano-fe pública)”.25
C.E. González se inclina por la mirada instrumentalista, y con algo de
tinte romántico afirma: “Fluirá de su contenido nuestra vocación, sentida
profundamente, por la fe pública y su elemento jurídico sustancial: el ins-
trumento público. Es este, el continente de los más variados negocios ju-
23 Confr. GONZALEZ Carlos Emérito. Teoría general del instrumento público.
Buenos Aires, Ediar S.A., 1953.
24 Podríamos considerar al instrumentador como sinónimo de acto del notario,
pero debemos abstenernos de ello, ya que para C.E. González, el instrumentador parece
ser un “depositario” o “portador” de la fe pública, que la administra o dosifica de manera
individual, lo que denota su mirada privatista del asunto, y marca así su pertenencia a la
doctrina antifuncionarista. Redundamos, la fe pública no le pertenece a ningún individuo
en particular, salvo al Estado como persona jurídica de carácter necesario, y la única for-
ma de administrarla y gestionarla por este, es a través de la creación de un órgano estatal,
con pertenencia burocrática o no, y envestir en él a un agente a los fines de desplegarla.
25 GONZALEZ Carlos Emérito… op. cit., págs. 34 y 35.
110 derecho notarial

rídicos importantes que pueda celebrar el hombre, donde constan multitud


de derechos y obligaciones, en que los bienes, patrimonios enteros, y hasta
voluntades póstumas –ciclos finales de la existencia terrena- se concretan
sobre el papel llamado protocolo, configurados jurídicamente por el perito
del derecho, a quien el Estado da noble y augusta misión de la autenti-
cación, fe, credibilidad, certeza de cuanto ante él ocurriere: el escribano
público.(…) El estudio del instrumento público, es derecho civil, pese a
opiniones muy autorizadas que lo niegan. La mejor prueba de ello, es que,
en la casi totalidad de los países con instrumentación de tipo latino, le
legisla en el Código Civil. (…) La función notarial, ejercitada por el forja-
dor del instrumento, queda fuera del análisis civilista de este volumen. No
obstante, la relatividad impera. Hay correlación intensa entre la cosa y su
formador, como la hay entre la obra y su ejecutor. También así lo entendió
Vélez Sarsfield, alternando uno y otro, al tratar los instrumentos públicos
y el más típico de estos: la escritura pública. A esa función notarial nos
referiremos aquí sólo en la medida que sea necesario, para desentrañar el
espíritu de las normas sobre instrumentación”.26
En cuanto a que: “El estudio del instrumento público, es derecho civil,
pese a opiniones muy autorizadas que lo niegan.”, lo admitimos, pero no
sin objeciones. No cabe duda que la forma de los actos y negocios jurí-
dicos es patrimonio civilista, lo hemos sostenido y somos coincidentes,
pero deben reconocernos, que la manera de encarar el estudio de la labor
notarial, es errado, por razones que aportaba el propio Código Civil y hoy
aporta el CCCN y cualquier codificación pasada, presente y futura. ¿Cuál
es esa razón? Que ningún código estudia la teoría de los hechos, actos y
negocios jurídicos partiendo del estudio del instrumento privado¸ por el
contrario, el instrumento privado es apenas uno de los elementos de los
actos o negocios, el elemento forma. ¿Por qué entonces el notariado parte
del instrumento público y no del acto notarial, contrariando la lógica de
todos los códigos? La tesis instrumentalista yerra de arranque en el aná-
lisis; es como si en materia procesal en vez de hacer una teoría del acto
procesal, se hiciera la teoría del expediente judicial; o bien, como dijimos
anteriormente, los codificadores en vez de haber hecho la teoría del acto

26 GONZALEZ Carlos Emérito… op. cit., págs. 21 y 22.


Primera parte: Fuentes teóricas 111

jurídico, se hubieran abocado a hacer una teoría del instrumento privado.


Todo un dislate.
Para simplificar: ¿Dónde anclamos el estudio teórico: en el instrumen-
to o en el acto que le da vida? ¿En la función que es su causa o en el do-
cumento que es su resultado?
Más allá de nuestras objeciones a la tesis instrumentalista, no desme-
recemos sus valiosos aportes, por lo cual hemos decidido integrar ambas
miradas, pero priorizando la lógica del acto notarial por sobre el instru-
mento, lo que arroja mayor luz sistemática y evita la actitud sinecdótica
con que históricamente el notariado ha enseñado y enseña sus fundamen-
tos conceptuales.
Nosotros sostenemos que quien estudia la función notarial y en parti-
cular el acto de su agente, estudia necesariamente al instrumento, pues es
su elemento “forma”. Quien comprende la función y el acto de su agente
comprende el instrumento y lo profundiza, permitiendo, ‒junto con las
técnicas de redacción documental, las normas vigentes en lo civil y co-
mercial, las leyes complementarias y orgánicas‒, elaborar documentos
auténticos mucho más técnicos y eficaces.

4.1. Secuencia lógico jurídica del Acto Notarial


El acto notarial reconoce la siguiente secuencia: a) la existencia de he-
chos; b) su percepción; y c) la declaración escrita de los mismos. Cada ele-
mento de esta secuencia es pasible de algunas meditaciones, que permitirán
enriquecer su comprensión y figurar su importancia práctica. Veamos.

4.1.1. Los hechos


La idea de “hecho” hace suponer la presencia de “hechos objetivos”.
Esto no es del todo así, y con esto no queremos decir que desconozcamos
que estos existen. Lo que pretendemos afirmar, es que, en el ámbito de la
secuencia del acto notarial, la idea de “hecho” involucra también la idea
de “dato”. Intentemos explicarnos.
Las escrituras públicas expresan “hechos” a través de proposiciones,
que no son otra cosa que ideas e inferencias resultantes después de una
fase de observación de los hechos. Tomemos como ejemplo una escritura
de compraventa y “desmenucemos” algo de ella. Cuando en el encabe-
112 derecho notarial

zado se dice: “Escritura N.º 100. Compraventa de Fulano a Sultano. En


la ciudad de Paraná, Capital de la Provincia de Entre Ríos, el quince de
enero del año dos mil dieciocho”; ¿se habla de hechos objetivos o de datos
que permiten una información que se da por objetivada? Lo que llamamos
“hechos”, no son más que datos que nos obligan a un procesamiento de
ideas que llevan a una información pertinente conforme a un enfoque jurí-
dico. La Escritura Nº100 supone que se ha hecho el cotejo de la escritura
antecedente sobre la cual hay que guardar cronología; lo mismo respecto
del lugar y de la fecha que tampoco se presenta como un hecho objetivo,
sino como un dato. Sin embargo, estos datos, hacen plena fe.
Cuando se lee: “Comparece Fulano, DNI N.º…, CUIT/L…, argentino,
mayor de edad, domiciliado, etcétera. Y Por este acto Fulano vende a Sul-
tano, el inmueble Plano N.º ****, etcétera. Y por este acto abona la suma
de Pesos ****, en mi presencia y en efectivo, contados por el vendedor,
quien declara que es cantidad y moneda suficiente de pago”. Con estos
juicios están aseverando la existencia de hechos sí, pero para expresarlos
deben recurrir a un sinnúmero de ideas, conceptos y expresiones que la
“sustancien”. En otros términos, los hechos pertenecen al mundo de la
realidad física y social, y lo escrito se rige por las reglas del lenguaje, la
gramática, la semántica, la sintaxis, la semiótica, etcétera. En todo caso,
la idea no es la realidad, el hecho “se pierde” en el “dato”, la forma docu-
mental escrita transforma la recta real del hecho fáctico hacia el recurso
“residual” o semántico del dato.
La etimología de la palabra “dato” es “dado”, y por mal que nos pese,
el dato no es para nada “dado”. En la declaración de “hechos” por el nota-
rio, hay un sinnúmero de juicios que hay que producirlos laboriosamente
y por ende constituyen “datos acerca de hechos”. Como enseña Mario
Bunge: “Los objetos del conocimiento no se sitúan gratuitamente y ya
confeccionados en nuestros sentidos o nuestra inteligencia, sino que son
productos constructivos de unos y de otra, y los datos son a la vez el resul-
tado y el material en bruto de esa construcción”.27
Pero esto no desmerece el acto del notario, ni descalifica su valor ve-
ritativo en términos jurídicos. Al Derecho le interesa su declaración pues

27 Confr. BUNGE Mario. La investigación científica… op. cit., p. 613.


Primera parte: Fuentes teóricas 113

la toma como impersonal para todo aquello que pueda tener importancia
formal en el cuerpo de conocimiento o “región del lenguaje” que lo nutre
y le da sentido.
Este argumento además sirve para reforzar la tesis “constitutiva” de la
forma jurídica y descalificar la idea de que la forma es el comportamiento
y el documento lo “representa” y “prueba”. Los hechos “objetivos” no son
nada sin la idea, sin el “diseño” escrito prefijado por la ley y el “tamiz” de
la elocución de su autor. Es el notario público el que “convierte” dichos
comportamientos y declaraciones de las partes o requirentes, junto con los
suyos propios y los hechos objetivos de la realidad, en juicios pertinentes
de un lenguaje técnico jurídico y que son “datos” a los cuales hay que
interpretar o “desleer” para obtener la información denotada.
Aquí se observa la importancia de la idoneidad y buena formación
profesional del notario como jurisperito, pues el “desdoblamiento” de los
hechos objetivos, comportamientos, declaraciones de las partes, así como
los hechos y declaraciones propias del notario, en datos jurídicos pertinen-
tes, pasan necesariamente por su capacidad para “leerlos” y volcarlos por
escrito. Cuanto más se ignoran las relaciones del sujeto con el objeto y la
disociación que crea el mensaje lingüístico con la realidad fáctica, tanto
más imaginativos nos ponemos, en cambio cuanto más sabemos de dicha
relación sujeto/objeto, mayor es la información de que disponemos para
intentar la búsqueda y aprehender o “atrapar” la realidad útil de los hechos
o acontecimientos relevantes del acto.28

28 Enseña Bunge: “El conocimiento de los hechos se ha considerado como un caso


particular de la relación sujeto/objeto, a saber, la relación entre explorador y explorado.
En otras palabras, la cognición empírica involucra un ser sensible capaz de detectar seña-
les que provienen de un objeto de conocimiento. (…) La primera condición, posibilidad
de distinguir entre sujeto y objeto, depende de la posibilidad de separarlos, puesto que,
si los términos de la interacción no son separables, es imposible saber cuál es la contri-
bución de cada uno. En efecto, si los constituyentes del sistema sujeto/objeto estuviesen
ligados de manera demasiado estrecha, el sujeto podría pensar que es su creador (idealis-
mo) o que es una criatura inerme (empirismo). En el primer caso, no se preocuparía de
controlar sus ideas, en el segundo, no se atrevería a tener ninguna idea que fuese más allá
de aquellas sugeridas por su experiencia sensorial.” Confr. BUNGE Mario. A la casa de
la realidad. Op. cit., p. 51.
114 derecho notarial

4.1.2. La percepción de los hechos


La secuencia en la elaboración del acto notarial tiene a nuestros senti-
dos como la vía de acceso necesaria. Los hechos relevantes y pertinentes
‒hechos concretos consistentes en comportamientos, declaraciones, fenó-
menos fácticos, objetos, etc.‒ son la “materia” o referencia objetiva del
“dato” descrito en el instrumento público.
Sin embargo, hay que ser enfáticos en algo, y es que al Derecho no le
interesan las percepciones “puras” (si es que algo así existe), en todo caso
‒y por una mala ontología‒, le interesan a Carnelutti y a Zinny, lo cual
ha llevado al primero a elaborar su teoría representativa de la forma, y al
segundo a conjeturas acerca de sentidos “mayores” y “menores”.29 Las
percepciones “puras” pueden ser objeto de estudio de la biología, la física,
especializaciones como la neurofisiología, etc.; pero el Derecho es apenas
una sociotécnica, ni siquiera es una sociotecnología que busca apoyo en
las verdades de la ciencia para resolver sus problemas.
El plafón teórico que trasunta y sostiene el acto del notario es el de
las normas que regulan la forma jurídica como sistema. En dicho sistema,
el instrumento público presupone de su autor la capacidad perceptiva al
nivel más elemental, casi al nivel de la fenomenología; así, si el notario
afirma en un acta comprobación que hay una “mancha verde de humedad
en la pared”, basta el juicio del notario como “dato” de relevancia y pre-
sunción fáctica que el Derecho pondera en sí, sin necesidad de peritajes de
psicólogos, neurocientíficos, químicos, ingenieros, etc. Esa acta, con esa
declaración por el oficial público, tendrá valor conservatorio de una infor-
mación que acredita un agravio o daño material actual y dar así reaseguro
a futuras reparaciones. Lo mismo hay que decir respecto de la fecha y el
lugar, la identidad de los comparecientes, las declaraciones de las partes,
que se efectuó el pago, que el dinero se contó, etcétera.

29 La hipótesis que predica la existencia de “sentidos mayores” y “menores” que


defiende Zinny, se basa en los estudios de la Psicología General de William Stern, sin
advertir que la física es irreductible a la psicología, lo cual ya ha quedado demostrado.
Nada más intenten los psicólogos explicar el electromagnetismo, la física nuclear, o las
propiedades primarias de los objetos (lo analizamos más adelante, ver infra 4.1.2.1.), en
los términos de la percepción, la memoria, la emoción o cosas por el estilo, con los que se
vale la psicología para sacar conclusiones.
Primera parte: Fuentes teóricas 115

El juez y el resto de los destinatarios de dicho documento, lo conside-


ran autosuficiente gracias al peso de la “eficacia constitutivo-probatoria”
que le da al acto del notario el artículo 296 del CCCN y el fundamen-
to sociotécnico que justifica su existencia pragmática, sin necesidad de
contrastaciones empíricas o pruebas de campo. Que el notario mediante
su declaración asegure que, por ejemplo, hay una “mancha”, que es de
“X color”, que quien compareció es Primus o Secundus, que se compró,
se pagó, o cosas por el estilo, encuentran en la potestad fedante o facti-
diccional del autor, una certeza básica inmediata.
En fin, al Derecho le interesan las percepciones de un modo más ele-
mental, como hemos afirmado, casi fenomenista, y por eso se rescatan
todos los sentidos para la percepción por parte del notario, y no se hacen
pseudocientíficas distinciones a favor de los de la vista y el oído por sobre
los del gusto, el tacto y el olfato.
En todo caso, el principio rector es que todos los sentidos valen en la
medida del contexto, y si se desconfía, habrá que atender a la declaración
y la aptitud perceptiva, para luego intentar atacar y decretar así la nulidad
de algún dato en el que la percepción del sentido o los sentidos en juego,
han tenido un papel preponderante.

4.1.2.1. Fenómeno y Nóumeno / Propiedades Primarias y


Secundarias, y la percepción de los hechos
Como hemos afirmado, el acto del notario, tiene a la percepción sen-
sorial como “arcilla” con la cual trabajar. Pero la percepción nos pone en
relación directa con los fenómenos de la realidad, por ejemplo, podemos
afirmar que el sol “entra” al amanecer y “se va” al atardecer, pero en rea-
lidad su nóumeno, es que la tierra gira sobre su propio eje hacia el este en
forma permanente, y el sol no llega ni se va. Por tanto, la enunciación lin-
güística del fenómeno es metafórica, o si se quiere, falsa en relación con el
nóumeno, racionalización o comprensión lógica del fenómeno percibido.
Como enseña Bunge: “En el lenguaje corriente, los términos “fenó-
meno” y “hecho” son sinónimos. No así en la filosofía, donde la palabra
griega “fenómeno” (apariencia) quiere decir “un evento observable […],
un objetos o aspecto conocido a través de los sentidos en lugar de por me-
dio del pensamiento o la intuición no sensorial” (Webster’s New Collegiate
116 derecho notarial

Dictionary). Así pues, los colores, sonidos, sabores, olores y texturas son
propiedades sensoriales o fenoménicas, en tanto que las longitudes de onda,
peso atómico, composiciones químicas, órbitas planetarias, pensamientos
de otras personas y crisis políticas no son sensoriales o fenoménicas”.30
En cuanto a las propiedades primarias y secundarias de los objetos,
el realismo filosófico establece que hay dos tipos de propiedades: a) Las
primarias o independientes del sujeto (objetivas), y b) Las secundarias o
dependientes del sujeto (subjetivas). Así, a ciertas propiedades secunda-
rias o subjetivas percibidas, le corresponden sus respectivas cualidades
primarias u objetivas. Vemos algunos ejemplos en el siguiente esquema:

Propiedades Secundarias Propiedades Primarias


Lugar Posición
Sucesión percibida Tiempo
Volumen percibido Tamaño
Tono Frecuencia de sonido
Color Longitud de onda
Desplazamiento Viscosidad
Recuerdo Engrama
Temor Activación de la amígdala
Sensación térmica Temperatura
No hay Masa atómica
No hay Carga eléctrica
No hay Entropía
No hay Espín
Esquema 2

Además, hay algunas propiedades primarias que no tienen percepción,


como por ejemplo, la masa atómica, la carga eléctrica, la entropía, entre
otras. Así, por ejemplo, cuando a un notario declara que la pared “está de
30 Confr. BUNGE Mario. A la casa de la realidad. Op. cit., Pág. 66.
Primera parte: Fuentes teóricas 117

un color ocre incandescente”, nadie le puede redargüir de falso el hecho


que no declare su percepción en términos de longitud de onda, pues no
puede; o en este otro ejemplo, si declara que el calor en una habitación es
sofocante, porque la sensación térmica así lo percibe, no se le cuestionará
que es falso porque no precisó la temperatura, y en caso de querer hacerlo,
tendrá que valerse de un medio indirecto como un termómetro.
Hemos observado también que hay algunas propiedades primarias que
carecen de percepción, ‒o de intentar percibirlas es a riesgo de muerte‒,
como es una carga eléctrica y su alta tensión. Por lo tanto, el notario debe
limitarse a declarar todos aquellos hechos que entran en el campo fenome-
nológico y siempre en términos secundarios, dejando para los instrumen-
tos técnicos, ‒de ser necesario y posible‒, la determinación indiciaria de
dichas propiedades primarias. Si hay una temperatura que precisar, valdrá
un dictamen técnico de un profesional en la materia que sume a dicho dic-
tamen el uso de algún aparato de medición (v.gr: un termómetro), lo pro-
pio si de electricidad se trata (v.gr: un multímetro o tester), o del nivel de
acidez de alguna sensación gustativa (v.gr: un análisis químico), etcétera.
En síntesis, que el notario no declare los nóumenos o propiedades pri-
marias de sus percepciones: ¿Invalida la veracidad de lo declarado por
escrito? Si en un acta declarara que cuando comprobaba determinado he-
cho se le hizo visible gracias a que el “sol estaba saliendo”; a que hay una
sensación térmica muy alta en un lugar; que el color de una mancha es
gris claro; que los ruidos que se perciben aturden: ¿Se le podría redargüir
de falsedad por que usó un lenguaje metafórico, subjetivo o no científico?
Sin duda que no. Es más, para declarar los nóumenos y las propiedades
primarias, sería menester poner a experimentación, contrastación y medi-
ción permanente los hechos y, en consecuencia, serían inviables los fines
que persiguen la fe pública, que no es más que la conservación de una
información fenoménica de hechos fugaces.
Cerrando el tópico, al Derecho y sus operadores en general le inte-
resan las declaraciones del notario conforme a una percepción sensorial
elemental, fenomenológica, en todo caso, le alcanza con la descripción de
las propiedades secundarias de los hechos.
118 derecho notarial

4.1.3. La declaración de los hechos


¿Cómo debe expresarse la información de los “hechos” sensorialmen-
te percibidos? La forma impuesta por el legislador, la documental escrita,
lo que conlleva un acto de la inteligencia que “transforme” objetos, con-
ductas, declaraciones, etc., en “datos”.
Queda por tanto excluida del acto del notario la formalización por
otros medios que no sea la escritura y sus prodigios. No puede el escriba-
no realizar su acto por otros soportes en sustitución, v.gr: verbal, fonográ-
fico, visual, testigos, etcétera.
Sin forma documental escrita no hay acto notarial, la forma referida es
un requisito para ser (existencia), para la validez y para la prueba.

4.1.3.1. La forma instrumental y su incidencia


El elemento “forma” del acto notarial, puede ser aprehendido en dos
sentidos:

a) como requisito de existencia del acto notarial mismo, donde la forma


escrita excluye otros tipos de soportes;
b) como requisito de validez y prueba del acto o negocio que se pretende
(v.gr: compraventa o donación de inmuebles, testamento por acto
público, constitución de una sociedad anónima, cesión de derechos
hereditarios, partición extrajudicial de herencia, etc.
Respecto de esta última hipótesis, ya nos hemos adentrado al debate
surgido en la doctrina sobre el carácter representativo contra el constituti-
vo de la forma (ver Supra 3.2.).

4.2. Requisitos esenciales del acto notarial


Es fácil deducir que los requisitos esenciales son aquellos sin los cua-
les no hay acto notarial. Esto nos pone una vez más ante las puertas de la
ontología jurídica y el concepto de inexistencia, tan descalificado por los
filósofos del derecho.31

31 Sobre nuestra posición respecto de la inexistencia en el Derecho, ver infra, Ca-


pítulo IV, 1.
Primera parte: Fuentes teóricas 119

Los requisitos para que exista el acto notarial son los siguientes: a)
Forma documental escrita; b) Autoría de un oficial público o un funcio-
nario público con potestad fedante; y c) La firma del funcionario u oficial
público. Analicémoslos.

4.2.1. Forma documental escrita. Remisión


Así como no hay testamentos nuncupativos, ni audiovisuales, tampo-
co hay actos notariales por atestación o audiovisuales.
Desde que la forma documental escrita conquisto su lugar en el uni-
verso jurídico como el medio más eficaz de conservación de información
fugaz, han quedado relegadas el resto de las formas más primitivas (v.gr:
testigos, confesión, rituales, etc.) y en suspenso hasta el momento las más
modernas (v.gr: digitales).
Por lo apuntado, sin forma documental escrita, no hay acto notarial.
Respecto a la forma como requisito de validez del negocio jurídico, remi-
timos a lo ya analizado (ver supra, 3.1. y 3.1.1.).

4.2.2. Autoría de funcionario público envestido de potestad fedante.


Remisión
No habremos de redundar en la Teoría orgánica del Estado, que fue
explicitada en el Capítulo II de esta obra. A modo de síntesis, en dicho
capítulo, ‒sumado a lo dicho en el Capítulo I en el que hablamos de la
evolución histórica del notariado‒, es posible determinar con claridad de
dónde proviene su labor y cuál es la justificación lógica de su existencia
como funcionario público.
Remitimos entonces a lo ya dicho. Solo afiancemos a los fines de este
tópico, que la función pública “factidiccional” o fedante del notario de
registro: Es la potestad monopólica del Estado, asignada a un órgano que
actúa fuera de la estructura burocrática, por la cual su agente declara me-
diante datos escritos, hechos pertinentes de la realidad, que han sido sen-
sorialmente percibidos en forma coetánea a su acaecimiento, y prueban
con carácter de verdad impuesta erga ommnes hasta que sean desmentidos
por una sentencia judicial surgida de una acción civil o querella penal de
falsedad. Palabras más, palabras menos, es lo que predicaba el artículo
993 del Código Civil y hoy lo hace el artículo 286 inciso a. del CCCN.
120 derecho notarial

Pues bien, no basta con ser escribano graduado, es menester ser fun-
cionario público con potestad fedante, para poder producir esta categoría
de instrumentos públicos que llamamos: escrituras públicas. ¿Cómo se
logra esta calidad?: a través de la creación del cargo u órgano estatal y el
nombramiento o envestidura como agente de dicho órgano.

4.2.3. Firma del oficial público


La firma, conforme a la definición teleológica que hace Carminio Cas-
tagno: Es toda grafía de propio cuño que acredita presencia, consenti-
miento, asentimiento y/o autoría.
Se deduce claramente que sin firma no hay autoría del opus por el no-
tario de registro. Demos este ejemplo un tanto trágico, de una escritura ya
impresa, leída, consentida y firmada por las partes, a la que el escribano
se apresta a firmar, pero no alcanza a hacerlo porque en el instante mismo
que apunta su bolígrafo Montblanc hacia la parte blanca que le queda
del protocolo, se lleva la mano al pecho y muere instantáneamente de un
infarto, logrando con igual inmediatez la incomodidad de sus deudos y la
desesperación del comprador que ve frustrarse la conformación del título
que hace al negocio causal.
¿Qué ocurrió en términos jurídicos? ¿Qué queda sin la firma del nota-
rio? No obstante estar en el protocolo, no obstante estar pagados los gastos
de escritura y consentido el negocio por las partes con su firma, no hay
instrumento público, sólo queda un instrumento privado que, en el mejor
de los casos, obligará a ir a otro escribano de registro y celebrar con éste,
el negocio en forma.

4.2.4. Falta de autoría y firma, como hipótesis invalidantes


El acto del notario para ser tal, reclama contar con investidura estatal
o nombramiento, momento desde el cual se pasa de escribano graduado a
escribano de registro. Para los casos de cese o suspensión en el cargo, la
validez se mantiene hasta la notificación fehaciente.
Para la teoría orgánica, habiendo suspensión notificada (cualquiera sea
la causa, v.gr: sanción, licencia, etc.), se produce una quita de la función,
ergo el escribano no produce actos notariales.
Primera parte: Fuentes teóricas 121

Tampoco hay acto, cuando el notario actúa fuera de su provincia, pues


en ese caso ya no es escribano público, ergo estamos ante una ineptitud
funcional, lo que provoca que no haya acto notarial público, pues no hay
escribano de registro fuera de la provincia que lo inviste.
Finalmente, como ya apuntáramos, no hay acto notarial cuando falta
la firma del notario, pues la autoría del acto se manifiesta o cristaliza con
la firma.
Decir que actos de esta naturaleza no son actos notariales, es lo correc-
to. Nosotros respondemos a los casos apuntados con la teoría de la inexis-
tencia, aunque resulte una elaboración de gabinete para los que descalifi-
can esta aplastante causal de invalidez. Para estos, decir en estos casos que
el acto jurídico “no existió” o no “hubo acto”, si bien es lógico en términos
conceptuales, a la hora de la solución de conflictos, como esta absorbido
por el régimen de las nulidades, resulta innecesario.
Como sea, la falta de autoría puede darse por: a) actuar sin investidura
estatal notificada; b) actuar fuera de su provincia; c) haber falsificado la
firma del notario; d) que el acto carezca de firma; e) que actúe cesanteado,
suspendido, o destituido.

4.4. Requisitos de validez del acto notarial


Son aquellos requisitos que, si bien no hacen a la existencia del acto del
notario, su ausencia o incumplimiento lo condicionan en la plenitud de sus
efectos propios, pudiendo causar su nulidad, anulabilidad o inoponibidad.
Requisitos de validez para Carminio Castagno, son: a) Competencia
del órgano; b) Legitimación del órgano; c) Legitimación del agente; d)
Idoneidad del objeto (Perceptibilidad del hecho); e) Habilidad del agente;
f) Causa lícita; g) Forma documental constitutiva.
Habremos de tratarlos, sin perjuicio de hacer algunas contribuciones
a su estudio.

4.3.1. Competencia del órgano


El órgano “notaría” o “escribanía” ‒denominados en forma imperso-
nal‒, constituye la entidad abstracta creada por el Estado para desempeñar
una función de la cual tiene el monopolio. Para ello dota de un registro pú-
122 derecho notarial

blico en el cual se asientan en forma documental escrita, datos pertinentes


de hechos y actos relevantes para el orden jurídico vigente, actos los cuales,
por razones de certeza y seguridad jurídica, es menester “fijar” en el tiempo.
El Estado, para poder garantizar el desenvolvimiento de esa función,
atribuye al órgano competencias, entendidas como el ámbito en sentido
pluridimensional dentro del cual puede ejercer la potestad o función atri-
buida. Esa dimensión pluridimensional, en lo que hace a la función nota-
rial, se desdobla en dos: territorial y material.32

4.3.1.1. Competencia territorial


La competencia en relación al territorio (ratione loci) importa una vez
más un argumento en abono del carácter de funcionario público del nota-
rio, pues ninguna profesión liberal tiene asignada una competencia de esta
naturaleza para su ejercicio. Es más, el concepto de competencia es propio
de la teoría del Estado y no se la concibe en ninguna teoría privatista.
Esta competencia es un presupuesto de validez del acto notarial que
tiene su anclaje en normas de fondo, y por delegación, en normas orgáni-
cas de cada provincia, las cuales se encargan de determinarla o circunscri-
birla (Confr. art. 290 del CCCN, y 38 y 45 de la LOM).
Debemos observar que el límite máximo lo constituye el territorio pro-
vincial, fuera del cual el notario debe abstenerse de actuar. Ya dentro de
cada territorio provincial, deberemos observar el eventual ámbito concre-
to de actuación asignado por el Estado a través de sus Leyes orgánicas.
Hay provincias que establecen distrito único, lo cual desactiva la posible
incompetencia territorial; hay otras que la establecen por departamentos y
otras que la establecen por municipio.

32 Descalificamos junto con Carminio Castagno, la llamada “competencia en razón


de la persona”, y su aspecto negativo –“incompetencia” en razón de la persona–, concepto
nacido de una lectura antifuncionarista del artículo 985 del código civil y hoy del artículo
291 CCCN. Para nosotros, que ubicamos a la función notarial dentro de la teoría orgánica
del Estado, sostenemos que estamos ante un problema de defecto de legitimación del
agente de la función, y no de competencia. La hipótesis será analizada más abajo (ver aquí
infra 4.3.1.2.1.2., también Confr. Teoría General…. Tomo I, Pág. 73 y sigs.) En cuanto
a la llamada “la incompetencia en relación al agente” que Carminio Castagno elabora
como hipótesis, no la contemplamos por considerarla de “laboratorio”, carente de base
normativa y de dudosa entidad práctica. (Confr. Teoría General…. T. I., págs. 142 y 143).
Primera parte: Fuentes teóricas 123

Una diferenciación técnica importante que logra la teoría orgánica, es


la de determinar que la “incompetencia territorial” sólo se da dentro de la
propia provincia cuando ésta establece un distrito delimitado de actuación.
En cambio, cuando un escribano de una provincia intenta actuar como fun-
cionario en otra, ya no violenta un problema de competencia territorial sino
de “ineptitud funcional”, pues no es funcionario fuera de su provincia.33
Otro dato importante a tener en cuenta es que, siendo la actividad del
agente la de percibir hechos sensoriales, nada obsta a que dentro de su
territorio perciba hechos que se producen fuera de él, hechos los cuales
gozarán de plena fe o autenticidad.34

4.3.1.2. Competencia material


La competencia en relación a la materia (ratione materiae) es el presu-
puesto de validez y eficacia el cual califica y diferencia al notario público
respecto del resto de funcionarios con igual potestad.
Para Carminio Castagno, el notario de registro es el funcionario pú-
blico con potestad “factidiccional” nato, y esto se debe precisamente a la
amplitud de actos que puede realizar en relación a los excluidos o asigna-
dos de manera específica a otros funcionarios.
En tal sentido tres han sido los intentos por determinar tal competencia:
a) Determinación por inclusión: intenta enumerar todos y cada uno de
los hechos y actos posibles que puede realizar el órgano. Este criterio tiene

33 Se puede comprender claramente con esta analogía de laboratorio: un juez penal


de una jurisdicción no puede dictar una sentencia en un juzgado de otra jurisdicción, por
razones de incompetencia territorial, no obstante, su calidad de juez; ahora bien, ese mis-
mo juez de una provincia, dictando sentencias en un juzgado de otra provincia, no es juez
en esta última, por tanto carece de función jurisdiccional, no de competencia, de allí que
técnicamente deba hablarse de “ineptitud funcional”. Nos limitamos con esto a fijar una
nota conceptual clarificadora, no obstante, lo cual, a la hora de invalidar al acto notarial en
que el notario actúa fuera de su provincia, el juez se limitará –con seguridad- a decretarlo
nulo por “incompetencia territorial”, en vez de inexistente por “ineptitud funcional”. Si
bien desde una perspectiva pragmática se logra el mismo resultado –dejar sin efecto el
acto–, no cabe duda que desde el punto de vista lógico jurídico, es más pulcra y esclarece-
dora la distinción que la teoría del acto notarial desarrolla, siempre inspirada en la teoría
orgánica del Estado y una visión publicista de la función.
34 Por ejemplo, un notario que actúe haciendo un acta de constatación del paso de un
barco por una vía fluvial limítrofe, llegado al límite de su competencia territorial, puede
seguir comprobando los hechos, en la medida que la percepción sensorial así lo permita.
124 derecho notarial

la desventaja, o peor aún, el riesgo, que bastaría que no se enumerase un


hecho, para quedar fuera de la competencia material del notario y desca-
lificar su intervención.
b) Determinación esencial: para esta modalidad, la actividad del órgano
debe limitarse a hechos en los cuales no se exprese contienda o “divergen-
cia” de voluntades, punto en el cual la actividad del órgano debe cesar.35
c) Determinación por exclusión: parte de considerar que el órgano no-
tarial puede desarrollar su potestad factidiccional respecto de todo hecho o
acto que no le haya sido asignado en forma exclusiva y excluyente a otro
oficial público. Este último criterio es el que ha triunfado y adhieren a él
tanto Zinny como Carminio Castagno.36
De los tres criterios intentados para determinar tal competencia, sólo
el de la determinación por exclusión es el más convincente y condice con
la actividad del notario de registro. Este criterio, lo reiteramos, parte de
considerar que el órgano notarial puede desarrollar su potestad factidiccio-
nal respecto de todo hecho o acto que no le haya sido asignado en forma
exclusiva y excluyente a otro oficial público o agente con igual función.

4.3.1.2.1. Competencia material y otros agentes con igual


función
Encontramos otros agentes a cargo de órganos con potestades auten-
ticantes, pero en distintas esferas de la administración burocrática, v.gr:
en la esfera judicial los secretarios de juzgados, cuando certifican firmas,
realizan actas o subastas judiciales, etc.; en sede administrativa el oficial
del registro civil en la celebración de matrimonios; las afectaciones a la
protección de la vivienda en sede registral; los cónsules para autenticar u
otorgar testamentos.
Esto ha llevado al equívoco de considerar que hay una fe pública no-
tarial, una administrativa, otra judicial y hasta una registral, atendiendo a
“de dónde” proviene el acto de potestad factidiccional o fedante.

35 Confr. MARTÍNEZ SEGOVIA Francisco. Función Notarial. Entre Ríos, Delta


Editora. 1997, p. 182 y siguiente.
36 Confr. ZINNY Mario A…. op. cit., p. 68 y siguiente; CARMINIO CASTAGNO
José C…. op. cit., T. I, p. 71 y siguiente.
Primera parte: Fuentes teóricas 125

Es una modalidad instalada ya en el notariado, la de calificar atendien-


do a factores laterales. Es una distinción que no aporta nada en lo concep-
tual, y por el contrario trae desajustes a la comprensión de la función que
siempre es univoca o lo que es igual, es la misma para todos.
En fin, ya los hemos dicho, las diferencias no están en la función, si
hay que buscarlas, debemos hacerlo en la competencia, sea material o
territorial, pero ahí hay que detenerse.

4.3.1.2.1.1. Competencia material por la condición de los


sujetos
Esta es una hipótesis no advertida hasta el momento por los cultores
de la teoría del acto notarial. Se la podrá objetar en cuanto a su denomi-
nación, pero sin duda estamos ante un caso de incompetencia material
vinculada a la condición de ciertos sujetos (capaces y/o presentes), a los
cuales la ley preventivamente sale en su amparo o auxilio. Nos referimos
al artículo 2371 inciso a) del CCCN que reza: “Partición judicial. La par-
tición debe ser judicial: a) si hay coparticipes incapaces, con capacidad
restringida o ausentes; (…).”
Para explicarnos, la partición puede ser judicial o extrajudicial, lo que
implica una potestad concurrente con los jueces para este tipo de actos.
Pero hay una condición para ello: que sean plenamente capaces y estén
todos presentes (Confr. art. 2369 del CCCN). Ahora bien, basta que falte
alguno de estos requisitos, para que la competencia material del notario
quede automáticamente desactivada, o lo que es igual: quede decretada su
incompetencia material.
No obstante, consideramos que ésta puede ser suplida con una pro-
rroga procesal de competencia, que conlleve el control y anuencia del
ministerio de incapaces y ausentes, sobre todo atendiendo a razones de
economía procesal y documental, como es en los casos de tracto abreviado
del artículo 16 de la Ley 17.801 o cuando hay actos en los cuales la forma
escrituraria es insoslayable (v.gr: constitución de usufructo, sometimiento
a propiedad horizontal, etc.)
126 derecho notarial

4.3.1.2.1.2. Competencia material y otros agentes con distinta


función
Traemos al análisis, la hipótesis que defendiera una parte del notaria-
do, en jornadas,37 congresos y libros,38 a los que se le sumaron algunos
ensayos que llegaron algún fallo judicial perdidoso para el notariado. Es
el caso de las llamadas “Sucesiones voluntarias ante escribanos” o simple-
mente “Sucesiones ante escribanos”.
La tesis sostenida era que, en los casos de juicios voluntarios no con-
tenciosos, por una forzada interpretación del Código Civil, los notarios
mediante el recurso de las actas de notoriedad, estaban legitimados para
abrir el juicio sucesorio, producir presuntos “edictos”, oficiar ante el Re-
gistro de la Propiedad el oficio de apertura de la sucesión, dictar la de-
claratoria de herederos, hacer el inventario y avalúo y finalmente partir y
adjudicar los bienes e inscribirlos.
En esta hipótesis aparece una frontera que obliga a repensar algunos
conceptos, pues esta propuesta del notariado estuvo sostenida por la inten-
ción de querer captar una incumbencia más para la competencia material,
sin advertir que se estaban arrogando potestades que no le correspondían
en términos funcionales.
En otras palabras, no estaba el notariado ante un problema dudoso de
competencia material, estaba ante un problema concreto de ausencia de
función. En todo caso, el notario no tenía ni tiene potestad para decir el
derecho, no ejerce ninguna jurisdictio. Una cosa es hacer el inventario y
la partición en juicio sucesorio, competencia material concurrente asigna-
da a los notarios por el código civil y hoy por el CCCN, y otra es dictar,
mediante una “acta de notoriedad”, ‒actas de dudosa fe pública (Confr.
nuestra posición infra Capítulo VIII, comentario al artículo 117 LOM.
También infra, Capítulo V, nota al artículo 51 del Anteproyecto de ley de
documentos notariales)‒, una sentencia declarativa amparándose en una
discutible lectura de normas y en eufemismos, como que el notario es el

37 V.gr: XXVIII Jornada Notarial Argentina. Año 2007. Tema III. También: XIII
Jornada Notarial Iberoamericana. Paraguay. Junio 2008.
38 Confr. PICASSO Esteban M. Sucesiones ante Escribano. Buenos Aires, Di
Lalla, 2007.
Primera parte: Fuentes teóricas 127

“Magistrado de la paz” o “A escribanía abierta juzgados cerrados” y ex-


presiones por el estilo.39
Este ensayo del notariado y su inevitable fracaso, fue la consecuencia
de hacer caso omiso a conceptos fundamentales, como los de función y
competencia material. De haberlos puesto en práctica, se habrían ahorrado
de exponer a los particulares a casos pilotos, y evitado ganarse el rechazo
de gran parte de la comunidad jurídica, en particular, la de los abogados.

4.3.1.2.1.3. Incompetencia del órgano como factor invalidante


El violentar la competencia territorial o material conlleva a la invali-
dez del acto del notario. Comenzando por la territorial, la más ostensible
y manifiesta la encontramos cuando el notario declara con veracidad que
actúa fuera de su distrito asignado. Esta hipótesis reclama del notario un
desconocimiento básico de su función.
La segunda variante está en actuar fuera de la competencia, ocultán-
dolo deliberadamente, lo que implica falsedad ideológica respecto de la
declaración del hecho del lugar. Una vez probado, se “desactiva” la com-
petencia y por ende cae el acto notarial en pleno. En este caso, si además el
acto del notario era configurante de un negocio jurídico, por ejemplo, una
compraventa, va de suyo que además ésta será nula por defecto de forma.
Debemos advertir sobre las vicisitudes que puede presentar esta in-
competencia:
1. La invalidez puede ser parcial, v.gr: un acta de comprobación en que
el escribano comienza a comprobar dentro de su departamento y luego
continúa en un departamento en el que no tiene competencia territorial.
En tal caso es válido todo lo actuado dentro de su territorio y será inválido
lo actuado fuera.
Hay un interrogante a la inversa: ¿Es posible empezar con un reque-
rimiento inválido –fuera de la competencia material– y luego, acorde a
las vicisitudes de la intervención, ingresar en territorio de competencia
dando validez parcial a estas comprobaciones? Creemos que la inversa

39 Si no hemos leído mal, la expresión “Magistrado de la paz” es repetido unáni-


memente por el notariado internacional. Confr. el “Informe del Notariado francés” al
Congreso Internacional del Notariado del año 2007 en Madrid.
128 derecho notarial

no es posible, no hay forma de convalidar la incompetencia ex post facto,


trasladando siempre el vicio y sin posibilidad de subsanación automática.
En otras palabras, en el primero hay rogación legitima que se invali-
da parcialmente por incompetencia; en el segundo hay rogación ilegitima
por incompetencia que invalida ab initio la actuación, y no se subsana al
adquirir competencia.40
2. Puede existir “prorroga legal” para ciertos tipos de actos notaria-
les, en tal caso la competencia se extiende a otros departamentos, sean
limítrofes o no. Habrá que atenerse a cada ley orgánica para determinar
la invalidez. Con esto se advierte la conexión que presenta el Derecho de
fondo nacional con las normas del Derecho provincial a tales extremos.
3. ¿Hasta dónde es válida la percepción desde dentro del distrito o
competencia asignada? Si la percepción se hace dentro del distrito o com-
petencia territorial asignada, aunque perciba hechos que se suceden fuera
de su distrito, por ejemplo, un incendio, ese hecho percibido y declarado
es válido y goza de autenticidad o plena fe.
En cuanto a la competencia material, el artículo rector hoy es el 290
inciso a) primera parte, ‒que recrea la misma expresión del artículo 980
del Código Civil‒, que obliga “a la actuación del oficial público dentro de
sus atribuciones.” Estas “atribuciones” no son otra cosa que la “materia” o
hechos sobre los cuales tiene potestad para intervenir, competencia que se
determina, como ya lo analizáramos: por exclusión (ver supra, 4.3.1.2.).

4.4. El órgano notarial y su legitimación. Nuestra opinión


Para Carminio Castagno la legitimación del órgano se produce a través
de la rogatio o rogación, ya que, es bien sabido que el agente del órgano
no actúa de oficio, por tanto, para que el órgano notarial se encuentre acti-
vado es menester que el acto sea rogado. Como la rogación queda acredi-
tada mediante la firma, bastaría la actuación del notario y la falta de firma
del requirente para encontrarnos ante un caso de ilegitimación del órgano.

40 Con este ejemplo podemos conectar rogatio con competencia territorial, pudien-
do en consecuencia interrogarnos: ¿Es legitimante una rogación hecha a un escribano
que está fuera de su territorio, para que actúe dentro de su territorio? Para nosotros es la
misma hipótesis, y que empiece a comprobar o no dentro de un territorio sin competencia
no subsana el vicio, por lo que nos afianzamos en que no lo legitima.
Primera parte: Fuentes teóricas 129

¿Cuál podría ser una hipótesis de esta naturaleza? De laboratorio se


puede pensar en los casos de exceso de confianza por parte del notario al
actuar bajo un requerimiento a distancia. Por ejemplo, se hace un requeri-
miento telefónico al notario para que notifique un despido, y el notario hace
la diligencia, notifica y resulta que el requirente antes de firmar muere. La
situación se torna irreversible para el notario, pues no contará con el requeri-
miento y ha procedido como si lo hubiese tenido. Por otra parte, de ser así, el
notario habrá declarado en la notificación, expresiones como, por ejemplo:
“Comparece Fulano, etc., y requiere mi intervención a los fines de notificar
a Sultano… etc.”, lo que, al faltar la firma del requirente, hará que la inva-
lidez sea absorbida por falsedad ideológica. En todo caso, habrá falsedad
ideológica en la declaración del hecho configurante de la legitimación. Si
en la desesperación, el notario para salvar el escollo falsifica la firma del
requirente, la invalidez ahora será absorbida por el de falsedad material.
El resto de las hipótesis posibles resultan inviables, v.gr: un requeri-
miento para comprobar el estado de un inmueble, y el requirente al momen-
to de cerrar el acta decide no firmar, en tal caso al notario le queda la salida
de no autorizar la escritura, poniendo un rotundo “no paso”. Lo mismo si se
trata de un negocio jurídico como por ejemplo una compraventa.
En fin, creemos que hay que tratar este defecto invalidante, pero va de
suyo que requiere una gran torpeza, descuido o exceso de confianza por
parte del notario para que se dé.

4.5. Legitimación del agente


El agente no es más que la persona humana, factor necesario “inserto”
en el órgano, dotado de idoneidad, “habilidad” psicofísica y legitimado a
través del nombramiento estatal para desplegar de manera eficaz y eficien-
te la función atribuida al órgano.
El problema práctico que se aprecia entre distinguir entre el agente
de la función y el órgano de la función en materia notarial, es que ambos,
-el concepto institucional y la persona física- operativamente se “confun-
den”, debido a que la idea de órgano y agente son datos conceptuales y no
fácticos, conceptos que por lo demás no siempre son claros y no siempre
son reconocidos por los que niegan la aplicación de la teoría orgánica del
Estado a la función notarial.
130 derecho notarial

Si se medita, lo mismo se advierte con los jueces. Es normal decir, por


ejemplo, que a X “lo condeno el juez tal” cuando en realidad lo juzgó el
Estado, y el juez con nombre y apellido es un agente de un órgano estatal,
v.gr: “Juzgado de primera instancia en lo Civil y Comercial”.
En materia notarial la cosa se empeora aún más por la apariencia
operativa que presentan las notarías, de ver al notario como si fuese un
“profesional cuentapropista”, siempre desdibujando y disimulando su
condición de funcionario investido. Dicho de otro modo, nadie piensa al
notario como el “agente” de un órgano; a todos se los suele reconocer por
el nombre del notario y las escribanías llevan pomposos carteles con los
apellidos de sus titulares. Esto no debe confundirnos, pues estamos obli-
gados a remarcar siempre la estructura orgánica a la que pertenece y le da
razón de ser en términos jurídicos a su quehacer funcionarista.
Por lo cual, en esta apariencia engañosa, el notario de registro es un
agente del Estado, y como tal, carga con un régimen de control de impar-
cialidad a través del artículo 291 del CCCN, que impone la sanción de
nulidad cuando el notario ha actuado como funcionario público en asuntos
en el que él, su cónyuge, su conviviente, o un pariente suyo dentro del
cuarto grado o segundo de afinidad, sean personalmente interesados.
A esto la doctrina privatista la ha catalogado como una “incompeten-
cia en relación a la persona”, pero en realidad no hay tal cosa para la teoría
orgánica, pues el Estado no tiene relaciones de parentesco, el que las tiene
es el agente de la función, por lo tanto lo que crea el presupuesto norma-
tivo del artículo referido, es prevenir sobre la posible parcialidad o interés
del notario en base a vínculos relativamente objetivos de parentesco o
afinidad, decretando en caso de desconocerlos, con una eventual nulidad
por defecto de legitimación del agente de la función.

4.5.1. Ilegitimación del agente como causa invalidante


Esta hipótesis de invalidez es altamente viable, y suele darse en situacio-
nes en que el notario actúa violando la imparcialidad, la cual el ordenamiento
jurídico la determina con un criterio objetivo en el artículo 291 del CCCN.41

41 Artículo 291. Prohibiciones. Es de ningún valor el instrumento autorizado por un


funcionario público en asunto en que él, su cónyuge, su conviviente, o un pariente suyo
dentro del cuarto grado o segundo de afinidad, sean personalmente interesados.
Primera parte: Fuentes teóricas 131

Este artículo “poda” el artículo 985 del código de Vélez. Es una norma
que atiende a la imparcialidad con que debe actuar el notario, sea respecto
a los contenidos del acto como así también en cuanto a los sujetos intervi-
nientes. Así visto, el legislador se inclina por una presunción objetiva del
interés del notario u oficial público atendiendo al parentesco por sangre o
afinidad, agregando además la nueva situación de la unión convivencial.
La norma mantiene el grado de consanguinidad, incorporando el se-
gundo por afinidad, coincidiendo así con lo que establece el artículo 3º, I,
3, del Anteproyecto de Ley de Documentos Notariales. Además, el artícu-
lo suma al conviviente a las causales de ilegitimación.
La “poda” a la que hemos hecho referencia, es haber eliminado del
presupuesto de hecho normativo el caso en que: “(…) si los interesados lo
fueren sólo por tener parte en sociedades anónimas, o ser gerentes o direc-
tores de ellas, el acto será válido”. La pregunta inmediata es: ¿Son válidos
o inválidos dichos actos ahora que no están expresadas las excepciones?
El vacío normativo nos llena de perplejidad, pues no logramos intuir si la
exclusión del presupuesto de hecho se hizo porque se lo presume impar-
cial atendiendo a que el principio de imputación diferenciada es una ob-
viedad (Confr. art. 143 del CCCN),42 o a contrario se ha pretendido excluir
la situación por considerarla siempre interesada en relación al notario u
oficial público.
La aclaración que daba el artículo 985 del Código Civil era de sumo
valor interpretativo, pues establecía en materia de instrumentos públicos
una excepción a un hecho que, en una analogía en materia procesal, se-
ría objeto de excusación o recusación de los jueces. El vacío actual hace
que debamos interpretarla de manera negativa, es decir, que el notario no
debe actuar, ya no sólo por tratarse de actos en que “(…) los interesados
lo fueren sólo por tener parte en sociedades anónimas, o ser gerentes o
directores de ellas” sino en todo tipo de sociedad, sean o no accionarias,
pues ahora no es posible establecer distingos.
Adoptamos una posición negativa ‒no obstante, no ignorar el princi-
pio de imputación diferenciada‒, debido a que, al no haber excepciones,
es posible que los abogados, según el interés que defiendan y atendiendo a
42 Artículo 143. Personalidad diferenciada. La persona jurídica tiene una personali-
dad distinta de la de sus miembros.
132 derecho notarial

tácticas dilatoria procesales, encuentren “letra” en el vacío normativo para


eventuales “chicanas”. Por tanto, si por ejemplo una sociedad otorga un
poder para juicios en la que es gerente o presidente el hermano o el primo
del escribano, ‒no obstante, la imputación diferenciada del actuar del pa-
riente del notario‒, es mejor abstenerse, pues en vez de dar una solución,
con seguridad habremos creado un potencial conflicto. Sin duda el nota-
riado habrá de extrañar las excepciones que Vélez se ocupó de remarcar.

4.6. ¿Idoneidad del objeto o perceptibilidad fenomenológica de los


hechos? Nuestra opinión
En materia negocial es admisible catalogar como “objeto” de los ac-
tos o negocios jurídicos, a determinados bienes o intereses que hacen al
“mundo” de lo jurídico, por ejemplo, no puede ser objeto jurídico de los
contratos, la herencia futura, bienes que están fuera del comercio (v.gr:
personas, sus órganos, determinados bienes del Estado, etc.), entre otros.
En materia negocial, la idoneidad del objeto es posible plantearla como
una problemática que pone en juego una autentica ontología jurídica, pues
es posible establecer “objetos jurídicos” aptos para soportar o no la fuerza
vinculante del negocio en cuestión. Ahora bien, ¿Es posible aplicar este
concepto en forma lineal a la teoría del acto notarial? ¿Nos manejamos
con la misma ontología?
Para Carminio Castagno, constituyen el objeto del acto notarial los
hechos y esos hechos deben poder ser percibidos, entonces hay idoneidad
del objeto en el acto notarial, cuando estos son perceptibles y a contrario
hay inidoneidad del objeto, cuando no puede ser percibidos.43
Si esta es la lógica del autor, consideramos que carga con un excesivo
tributo a la Teoría general del negocio jurídico, pretendiendo aplicar en
forma lineal la terminología promovida por aquella a la teoría del acto
notarial, lo que para nosotros resulta inviable. Intentemos explicarnos.
Si está en juego la perceptibilidad de hechos de la realidad, en conse-
cuencia, no podemos usar la lógica conceptual del derecho y su problemá-
tica para intentar conceptualizar algo que se dirime por la lógica concep-
tual de la física. Es aquí donde se justifica haber analizado previamente las

43 Confr. CARMINIO CASTAGNO José C… op. cit., T. I, p. 119 y siguiente.


Primera parte: Fuentes teóricas 133

diferencias entre fenómeno y nóumeno, propiedades primarias y secunda-


rias, etc., (ver supra 4.1.2.1.). En tal sentido los objetos no son idóneos ni
inidóneos para ser percibidos. Los objetos y muchas de sus propiedades
están ahí, y es el hombre el que no puede percibirlas a nivel fenomeno-
lógico. Es más, hay aromas que pueden percibir algunos animales, como
por ejemplo los perros, pero no el hombre. En todo caso, lo que no pueden
percibirse, en muchos casos, son las propiedades intrínsecas de ciertos
fenómenos de la realidad porque escapan a la capacidad sensorial humana
y no a la idoneidad o inidoneidad de los objetos en sí. En otros casos, se
trata de hechos improbables, ajenos a toda prueba empírica o fenoménica,
como por ejemplo, los juicios sobre presuntas experiencias paranormales.
En fin, no estamos ante un problema de idoneidad del objeto, como
predica la Teoría del negocio jurídico, la cual no podemos seguir, ni ade-
cuar conceptualmente a la del Acto notarial. Si hay que catalogar con al-
guna terminología a esta posible causal de invalidez, directamente habría
que llamarla por su nombre: posibilidad de perceptibilidad fenomenoló-
gica de los hechos.
Una vez más nos interrogamos sobre este requisito de validez: ¿Es un
problema del acto del notario o es un problema de la realidad objetiva, la
perceptibilidad? Si es un problema del acto del notario, hay que vérselas
con su agente y la capacidad para percibir. Ahora bien, si los hechos no
son perceptibles, el notario no debería intentar intervenir o declararlos. Si
lo hace y declara lo que no puede declarar por imperceptible: ¿Estamos
ante un problema de invalidez del acto o de una mera declaración que no
entra dentro de la plena fe que predica el artículo 286 inciso a. del CCCN?
Tomemos como modelo los hechos o fenómenos físicos que por sus
características son imperceptibles de manera directa, el ejemplo de un cable
por el que pasa alta tensión, digamos unos 360 voltios. Si un escribano de-
clarara que percibe los 360 voltios mediante el sentido del tacto, sabríamos
que miente, pues no podría haber sobrevivido para declararlo por escrito.
Pensemos ahora en un escribano que se dedicara a la parapsicología, tele-
quinesia, telepatía, clarividencia, experiencias extracorpóreas, precognición,
espiritismo, poltergeist o considerarse un adulto “índigo”, y fuera requerido
para detectar “espíritus malignos” en una casa. Si por ventura aceptara el re-
querimiento y conforme a “vibraciones extrasensoriales” “comprobase” que
134 derecho notarial

en dicha casa no hay “fantasmas”: ¿Debemos invalidar el dato declarado,


atendiendo a que “hechos” de esta “naturaleza” son inidóneos como objeto
de comprobación o percepción? Nosotros pensamos, que más que platearnos
el acto en términos de la teoría orgánica, convendría dar curso a un sumario
administrativo a través de la superintendencia del notariado a los fines de
determinar la idoneidad del agente para seguir dando fe pública.
Fuera de toda ironía, sacando los hechos imperceptibles pero legal-
mente permitidos por una necesidad lógica de fijar tiempo y espacio, como
son la fecha y lugar, el notario simplemente debe evitar volcar datos que
impliquen una declaración de hechos imposibles de percepción, ya sea: a)
Porque la relación sujeto/objeto se encuentra fenomenológicamente blo-
queada (v.gr: valencias o enlaces químicos); b) Porque la percepción por
algún sentido es solo posible poniendo en riesgo al ser humano (aspirar
gases letales, tocar cables con corriente eléctrica, etc.); o c) Porque trata
de percepciones ilusorias, como consecuencias de sesgos cognitivos (v.gr:
superstición, clarividencia, etc.).
Pero volvamos ahora acerca de la posible invalidez como consecuen-
cia de la imperceptibilidad fenoménica de los hechos. Declaraciones como
las antes enumeradas: ¿Realmente son invalidantes del acto, sean parcial o
totalmente, o carecen de valor de verdad impuesta?
Nos inclinamos por lo segundo. Consideramos que un abogado agudo,
o ni eso, con un poco de sentido común y una clara visión ontológicas
de las cosas, no se molestaría en redargüir de falsas estas declaraciones,
pues si relatan hechos imposibles de comprobar fenomenológicamente, le
alcanzará con descalificarlas por una simple prueba en contrario. ¿Y cuál
sería dicha prueba?: el sinsentido.

4.7. Habilidad del agente


Este presupuesto subjetivo de validez y eficacia del acto, refiere a la
aptitud psicofísica del agente del órgano, en especial la sensorial, pues
debe percibir los hechos objeto del acto notarial.
Atendiendo a la secuencia estructural del acto (hecho-percepción-de-
claración), la fase perceptiva es fundamental, ergo si el agente carece de
alguno de los sentidos o sufre alguna deficiencia en ellos, puede condicio-
Primera parte: Fuentes teóricas 135

nar o fulminar la validez o eficacia de la declaración, sea de algún hecho


o del acto íntegro según las circunstancias.
Sobre este punto, Zinny ha abierto una absurda discusión en torno a
la existencia de sentidos “mayores (vista y oído) y sentidos “menores”
(gusto, olfato y tacto), rescatando los dos primeros como de “incontesta-
ble” aptitud perceptiva y dejando los restantes para su despliegue con la
colaboración de testigos de abono, apoyos técnicos o tecnológicos, o sen-
cillamente descalificándolos; por el contrario, Carminio Castagno rescata
la totalidad de los sentidos para la secuencia perceptiva destruyendo la
base argumental de aquel.44
Nos afianzamos en que no sólo el criterio sostenido por Zinny es con-
ceptualmente errado, sino que además carece de sustento normativo.45
En fin, rescatamos pues todos los sentidos para la vocación percep-
tiva del agente del órgano y la validez del acto notarial, sin desconocer
que, en caso de pérdida total de la vista o el oído, produce la inhabilidad
absoluta del agente para el ejercicio de la función, y que en caso de la

44 Confr. ZINNY Mario A… op. cit., p. 44. Sobre la crítica demoledora a Zinny, a
esta hipótesis, Confr. CARMINIO CASTAGNO José C. Teoría general… op. cit., T. II,
p. 76 y siguiente.
45 Si se medita en los argumento de Zinny, sólo nos falta acudir a la “teoría ondulatoria
de la luz” para garantizar la capacidad perceptiva del ojo. ¿Por qué entonces no estudiar el
sentido de la vista desde la perspectiva del rayo luminoso, de que la luz consta de ondas y
que esas ondas pueden superponerse y hacer ecuaciones que garanticen que hemos perci-
bido bien con tan preciado sentido? No es así como piensa ni pensó el legislador, por ende,
menos puede hacerlo el intérprete para forjar una teoría, que además conspira contra lo
que el propio ordenamiento jurídico pretende proteger con mucho menos. Esta posición no
tiene relevancia para la acción y por otro lado, es falsa. Como contraejemplo pensemos en
el artículo 1973 del CCCN que dice: “Las molestias que ocasionan el humo, calor, olores,
luminosidad, ruidos, vibraciones o inmisiones similares por el ejercicio de actividades en
inmuebles vecinos, no deben exceder la normal tolerancia teniendo en cuenta las condi-
ciones del lugar y aunque medie autorización administrativa para aquéllas.” ¿Acaso estos
presupuestos de hecho no recogen para la actividad comprobatoria y conservatoria notarial
todos los sentidos? El humo se ve y se huele, pero no se escucha, el calor se siente, pero no
se ve, ni se escucha, los olores no se escuchan ni se ven, los ruidos se escuchan y no se ven,
las vibraciones fundamentalmente se sienten pero no se ven ni se escuchan. En fin, eso de
detenerse donde el ordenamiento jurídico no se detiene, es sin duda un error de análisis en
la teoría, lo cual no podemos consentir ni avalar, a riesgo de descalificar el sinnúmero de
actas notariales comprobatorias que fortalecen el tráfico jurídico gracias al uso de todos los
sentidos, incluyendo los que Zinny considera como “menores”.
136 derecho notarial

pérdida parcial o disfunción, tanto de la vista del oído, como de los res-
tantes sentidos, sólo acarreará la inhabilidad parcial para la percepción
de hechos a ellos vinculados.
Por ejemplo, el notario que perdiera el sentido del olfato, del gusto o
del tacto, no podría hacer actas de comprobación en las que deba probar
extremos vinculados a dichos sentidos. Lo propio con la pérdida parcial
o disfunción de la vista y tuviera que determinar en un acta cuestiones
cromáticas.
Hay que observar también, que la habilidad comprende no sólo cues-
tiones perceptivas sino demás discapacidades como por ejemplo ser mudo,
que lo limitan para el ejercicio de la función.

4.7.1. Inhabilidad del agente como causa invalidante


La persona física agente de la función, debe poseer cualidades psico-
físicas, –perceptivo, motriz y/o culturales‒, que le aseguren la facultad de
poder percibir y declarar los hechos sin vicios o deficiencias que la afecten.
La mayor o menor deficiencia condicionan y determinan su interven-
ción. Dijimos que la discapacidad que implica ser ciego, mudo o sordo,
imposibilitan para acceder como agente de la función o para continuar en
ella, si es sobreviniente.
Hay casos en que la percepción es deficiente, en tales hipótesis puede
suceder que el notario declare con o sin intención mendaz. Esto nos co-
necta de lleno con los problemas de falsedad ideológica, tópico que al ana-
lizarlo permitirá advertir como juegan la habilidad del agente en relación
con sus declaraciones. Lo dicho supone que no es lo mismo la falsedad
que la inhabilidad: en todo caso, hay hipótesis de falsedad ideológica que
involucra una declaración de inhabilidad, pero no toda declaración por
inhabilidad implica falsedad ideológica. (Ver infra 5.2.1).

4.8. Causa lícita


Seguimos a Carminio Castagno en cuanto a que la causa idónea del
acto notarial puede consistir en comprobar hechos lícitos, comprobar he-
chos que den lugar a acciones por ilicitud, configurar actos o negocios
lícitos, más nunca la de configurar ilícitos.
Primera parte: Fuentes teóricas 137

El notario, por tanto, tiene como tarea primordial, sobre todo cuando
tiende a dar forma a negocios jurídicos causales, la de configurar actos
lícitos. En cuanto a las actas de comprobación, por ejemplo, su función
es acreditar la existencia de hechos lícitos, o de situaciones o hechos que
pueden dar lugar a acciones por presuntos ilícitos. Ahora bien, en tanto si
de actos negociales o comprobatorios stricto sensu se trata, nunca puede
el acto notarial configurar ilícitos.

4.9. Forma. Algunas hipótesis invalidantes. Nuestra opinión


Ha quedado claro que la forma del acto notarial es la documental escrita.
Pero a los fines de la invalidez e ineficacia formal del acto del notario,
no ya del acto o negocio que este puede llegar a contener: ¿Qué debería
comprender? ¿Comprende el conjunto de detalles materiales que hacen al
soporte (hojas de protocolo, folios de actuación protocolar, folios autori-
zados, libros extraprotocolares, folios de actuación extraprotocolar, folios
de “concuerda”, usos de obleas, etc.), medios gráficos (tipos de medios:
manuscrito, máquina de escribir, computadoras, tinta, color, tipografía,
estilo, etc.)? ¿Comprende las reglas técnicas de redacción (contenidos exi-
gidos por el CCCN y por leyes orgánicas, idioma, numeración, epígrafes,
presencia de testigos, firma a ruego, espacios en blanco, numeración, sal-
vados, erroses, notas marginales, etc.), que en principio aseguran una ina-
tacable articulación de la declaración escrita del acto del notario? De todo
ello: ¿Qué es lo netamente invalidante y qué lo pasible de una sanción
disciplinaria, pero sin vocación como para acarrear la invalidez del acto?
Qué es protocolo lo dice el CCCN, pero quien reglamenta la función
con todos sus pormenores, ‒v.gr: las características de los folios, expe-
dición, forma y modo de coleccionarlos, conservarlos etcétera ‒, son las
leyes orgánicas provinciales. A su vez el CCCN le impone variados requi-
sitos a las escrituras y actas del art. 289 al 312: identidad, idioma, conte-
nidos, abreviaturas y números, recaudos en caso de discapacidad auditiva,
documentos habilitantes, forma de expedición, etc. En esta superposición
de normas nacionales y remisiones a normas provinciales, en las que se
suelen superponer requisitos: ¿Cuáles son invalidantes y cuales son mera-
mente sancionatorios a nivel de superintendencia?
138 derecho notarial

En una subsunción normativa, interesa determinar lo que dispone el


artículo 309 del CCCN respecto a la nulidad, y delimitar si sólo este artí-
culo es el que gobierna el problema de la invalidez por defecto de forma.
Reza el mencionado artículo: “Nulidad. Son nulas las escrituras que no
tengan la designación del tiempo y lugar en que sean hechas, el nombre
de los otorgantes, la firma del escribano y de las partes, la firma a ruego de
ellas cuando no saben o no pueden escribir y la firma de los dos testigos
del acto cuando su presencia sea requerida. La inobservancia de las otras
formalidades no anula las escrituras, pero los escribanos o funcionarios
públicos pueden ser sancionados”.
Este artículo reitera con exactitud casi meridiana el artículo 1004 del
código civil, no obstante ello, consideramos que peca de simplicidad y
reclama algunas meditaciones.
En primer lugar, respecto a la fecha y lugar, existe la posibilidad de
una data inferida, en casos en que el escribano la obvie.
Por su parte, una escritura sin la firma del escribano no es una escritura
nula, sino que no que es una escritura inexistente por falta de autoría del
oficial público, pudiendo pervivir como instrumento privado en la medida
que tenga las firmas de las partes.
Esta norma, al parecer refiere a los requisitos mínimos de validez y
existencia formal negocial, pero obvia algunos de carácter más general y
otros en los que se infiere la ineficacia formal, como por ejemplo el artícu-
lo 290 inciso b., artículos 294 y 295.46

46 “Artículo 290. Requisitos del instrumento público. Son requisitos de validez del
instrumento público: a) (…); b) las firmas del oficial público, de las partes, y en su caso,
de sus representantes; si alguno de ellos no firma por sí mismo o a ruego, el instrumento
carece de validez para todos”. “Artículo 294. Defectos de forma. Carece de validez el ins-
trumento público que tenga enmiendas, agregados, borraduras, entrelíneas y alteraciones
en partes esenciales, si no están salvadas antes de las firmas requeridas. El instrumento
que no tenga la forma debida vale como instrumento privado si está firmado por las par-
tes”. “Artículo 295. Testigos inhábiles. No pueden ser testigos en instrumentos públicos:
a) las personas incapaces de ejercicio y aquellas a quienes una sentencia les impide ser
testigo en instrumentos públicos; b) los que no saben firmar; c) los dependientes del
oficial público; d) el cónyuge, el conviviente y los parientes del oficial público, dentro
del cuarto grado y segundo de afinidad. El error común sobre la idoneidad de los testigos
salva la eficacia de los instrumentos en que han intervenido”.
Primera parte: Fuentes teóricas 139

Por tanto, decir que “…la inobservancia de las otras formalidades no


anula las escrituras, pero los escribanos o funcionarios públicos pueden
ser sancionados…”, debe contemplar y reconocer las hipótesis no inclui-
das pero mentadas en los artículos de referencia.
En todo caso, la forma es un elemento que hace a la existencia y vali-
dez del acto notarial, pero no todos los requisitos formales son invalidan-
tes. Ante esta virtualidad: ¿Cuáles son aquellos que no deben faltar para
que el acto goce de plena validez y cuáles son los que ante su ausencia
sólo generan sanción al escribano? La técnica legislativa no ha sido buena
en el CCCN. Sólo nos queda afianzar algunas hipótesis e interrogarnos
sobre otras.
Descartemos la forma escrita, que es constitutiva y descalifica la oral,
la fonográfica, fílmica, etc. La forma escrita es un requisito esencial y no
sólo de validez.
Según el artículo 309 del CCCN, la designación del tiempo y lugar en
que sean hechas, el nombre de los otorgantes, la firma del escribano y de
las partes, la firma a ruego de ellas cuando no saben o no pueden escribir y
la firma de los dos testigos del acto cuando su presencia sea requerida y la
de los representantes (según el art. 290 inc. b.); por el artículo 294, carece
de validez el instrumento público que tenga enmiendas, agregados, borra-
duras, entrelíneas y alteraciones en partes esenciales, si no están salvadas
antes de las firmas; por el artículo 295 la presencia de testigos inhábiles o
su ausencia también si bien son requisitos de la forma del negocio que se
pretende (v.gr: testamento) y que no obsta a la validez del acto del notario
que tiene sus propios presupuestos y elementos, así sea como “invalidez
parcial” (la invalidez de cada uno de los hechos configurantes del negocio
testamentario).
Hoy el régimen de invalidez e ineficacia parece haber “borrado” el
principio “pas nulite sans text” (no hay nulidad sin texto expreso), en con-
secuencia, no es fácil interpretar algunas hipótesis “fronterizas” de otros
artículos, v.gr: del artículo 300 cuando dice que el protocolo se forma
con los folios habilitados para el uso de cada registro, y luego delega en
las provincias la reglamentación de los mismos; en tales hipótesis cabe
preguntarse: ¿Es inválida la escritura en la que se ha asentado un acto o
negocio en un folio que no ha sido habilitado? ¿Qué sucede si no se da la
140 derecho notarial

unidad del acto prevista en el artículo 301? ¿Qué ocurre si se realiza ínte-
gramente en idioma extranjero porque el notario y las partes lo dominan a
la perfección (art. 302 a contrario)? ¿Qué ocurre si se utilizan abreviatu-
ras, iniciales, se dejan espacios en blanco, si el requirente tiene discapaci-
dad auditiva y siendo alfabeto no otorga minuta (arts. 303 y 304)?
Por la lógica del artículo 309 última parte podríamos considerar a es-
tas, como “otras inobservancias formales” no permiten anular “(...) las
escrituras, pero los escribanos o funcionarios públicos pueden ser sancio-
nados.” Redundamos en que la técnica legislativa no ha sido muy buena.
Con seguridad habrá que integrar, a futuro, el artículo 309 con la vasta
casuística que pueda presentarse.
Para cerrar, pensemos estos extremos con una hipótesis de eventual
inoponibilidad. Tomemos como ejemplo, el caso de un notario que es re-
querido para que haga un acta de notificación de despido, el empleador
hace el requerimiento y el notario en una diligencia aparte “notifica” al
empleado en su domicilio laboral denunciado ‒no digamos verbalmente‒
seamos más precavidos, notifica en un papel de hoja A4 con su firma y su
sello, pero no respetando la utilización de los folios de actuación previs-
tos reglamentariamente para las primeras copias, entregado al empleado
como “Copia del requerimiento” una hoja qualunque y no la que ordena
la reglamentación para que tengan toda la apariencia de un instrumento
público. ¿Hay notificación fehaciente? ¿Debe el empleado continuar tra-
bajando o presentarse a trabajar al día siguiente, o debe darse por eficaz-
mente despedido? ¿Ha cumplido el notario con los requisitos formales
exigidos para que el acto notarial sea válido y eficaz? ¿Puede objetar el
empleado, o el juez en su defecto, esa notificación? ¿No puede acaso cual-
quiera poner un texto, firmarlo y sellarlo con un sello apócrifo y con ello
hacer que el empleado no vaya a trabajar y luego despedirlo con causa?
Vemos en este ejemplo que la forma nacida de las requisitorias de
las leyes orgánicas, pueden llegar a integrar la validez y eficacia del acto
notarial.47

47 Consideramos que el acto notarial es válido, pues están dados sus presupuestos
y elementos, lo que sucede es que es invalida la diligencia de notificación. La pregunta
es si esta es nula o es inoponible. Creemos que estamos ante un acto notarial válido, pero
con una diligencia inoponible por defecto de forma. Baste este ejemplo para desmentir
Primera parte: Fuentes teóricas 141

5. EFECTOS DEL ACTO NOTARIAL


El acto del notario de registro que cumple con todos sus elementos
esenciales y de validez: ¿Qué efectos produce?
Un acto notarial “perfecto” presupone y supone:

a) Que el notario se encuentra investido es decir ha sido nombrado y


asignado un registro (legitimación subjetiva absoluta).
b) Ha actuado dentro de la competencia territorial y material asignada.
c) Ha sido rogado para actuar (legitimación subjetiva relativa).
d) Que no ha habido ningún defecto de legitimación del agente.
e) Que el agente goza de habilidad o de plenas facultades psicofísicas
para percibir los hechos;
f) Que la causa ha sido lícita;
g) Que el acto no reconoce defectos de forma;
h) Que el agente ha sido veraz en sus declaraciones (no ha habido
falsedad ideológica).
Logrado este acto tan “elegante”, el primer efecto que le asigna el
ordenamiento jurídico es el de la “autenticidad” entendida como valor de
verdad impuesta erga ommnes. Esta autenticidad la da el propio presu-
puesto de hecho normativo del artículo 296 del CCCN inciso a), mediante
un recurso técnico jurídico, consistente en prohibir la simple prueba en
contrario de las declaraciones del notario, y sólo permitir desmentirlas
mediante un procedimiento judicial especial: la acción civil o la querella
criminal de falsedad. En buen romance, hasta que un juez no decrete la
mendacidad total o parcial del acto, deben ser tenidas por ciertas todas y
cada de las declaraciones obrantes en el instrumento.
El segundo efecto es el probatorio de los hechos, actos o negocios jurí-
dicos involucrados. En los actos en que las formas son exigidas para ser y
valer, llevan por añadidura su función de probar. Cada “dato” escrito refe-
rido a hechos pertinentes de la realidad, y que el notario declara por como

el criterio de Zinny que considera que una “dación de fe” válidamente celebrada nunca
puede ser inoponible. Confr. ZINNY Mario A… op. cit., p. 133.
142 derecho notarial

por él realizado o pasado en su presencia, son considerados por imperio


legal como hechos que objetivamente existieron (“existencia material de
los hechos”, en la letra del art. 296 del CCCN).
Por último, el acto notarial “perfecto”, cuando es requisito de validez
o existencia formal, es configurante del negocio pretendido.

5.1. Autenticidad, valor probatorio y su incidencia en sede penal


Una observación a tener en cuenta es la fuerza probatoria en sede pe-
nal que presenta la “autenticidad” o valor de verdad impuesta.
Si los “hechos” que prueba el instrumento público deben ser tenidos
por auténticos hasta su redargución de falsedad, el juez penal podría con-
denar ante la declaración de un hecho que encuadra con un tipo penal
delictivo, afectando así el principio de defensa en juicio, la sana crítica y
libertad de valoración de las pruebas.
Para Carminio Castagno “…una cosa es la índole auténtica y otra la
entidad probatoria del “hecho”.48 En materia penal siempre primaran: a)
La garantía constitucional de defensa en juicio; b) El sistema procesal
penal de las “libres convicciones”.
Hay que decir entonces, que para el juez penal la escritura pública
tendrá la entidad y calidad probatoria que este le atribuya conforme a las
circunstancias del caso y su sana crítica. En todo caso, la fe pública no
le hará mella en su cotejo con otras pruebas v.gr: indicios, documentos
privados o particulares, confesiones, testigos, los cuales los pondrá en un
plano de igualdad a la hora de valorar los hechos.
En fin, en sede penal, el efecto autentico que dota el acto notarial al
instrumento público cede su valor y se pone en igualdad de plano que
cualquier otra prueba, v.gr: confesión, inspección, reconstrucción, peritos,
testigos, confrontación, careos, otros documentos y todo aquello que se
ofrezca como tal y sea conducente a recrear los hechos y alcanzar la ver-
dad histórica.

48 Confr. CARMINIO CASTAGNO José C. Teoría general… op. cit., p. 135 y


siguientes.
Primera parte: Fuentes teóricas 143

5.2. Efectos Impropios. Invalidez e ineficacia del acto notarial


En este punto habremos de remitirnos a nuestro esquema conceptual
en lo referente a la inexistencia, invalidez e ineficacia de los actos y nego-
cios jurídicos, del capítulo siguiente.49 Reconocidas dichas premisas con-
ceptuales, procedemos a determinar el tipo de invalidez y la extensión que
puede alcanzar el acto del notario público.

5.2.1. “Naturaleza” y extensión de la invalidez


Para que el acto notarial sea nulo requiere que, a un tiempo, el vicio
sea manifiesto, su tipificación legal sea rígida y que la invalidez sea ab-
soluta. Basta que el vicio sea oculto, o la tipificación legal sea flexible y
la invalidez relativa, para que estemos ante un acto anulable.
En lo que hace a la “naturaleza” de la invalidez, el carácter oculto
o manifiesto es algo verdaderamente dinámico, dependerá de cómo se
presenten las declaraciones, y en cuanto al carácter “rígido” o “flexi-
ble” del vicio dependerá de las hipótesis invalidantes en juego. En
cambio, no lo es el carácter absoluto o relativo de la invalidez, consi-
deramos que en materia de funciones públicas y tratándose de la se-
guridad jurídica que demandan determinados hechos, actos y negocios
jurídicos relevantes para el orden normativo, se pone en juego el orden
público y el interés general de la comunidad y no el mero interés de
los requirentes, partes y/o intervinientes en el acto del notario. En todo
caso, la invalidez debe ser considerada de carácter absoluta y por tanto
el acto es inconfirmable.
En cuanto a la extensión de la invalidez, puede ser total o parcial, en
la medida que cada “hecho” pueda ser aislado sin afectar a los demás o
el hecho invalidante no tenga carácter esencial.

5.2.2. Hipótesis invalidantes. Remisión


Los distintos requisitos de validez as hipótesis invalidantes fueron
analizados ya, y con ellos su costado negativo o hipótesis invalidantes,
por lo cual pasemos ahora a cubrir lo relativo a la falsedad.

49 Confr. Capítulo IV de esta obra.


144 derecho notarial

5.2.3. Falsedad ideológica


La mendacidad en el actuar del notario acarrea la nulidad, pero va de
suyo que la falsedad ideológica es necesaria para activar la casuística de
las distintas hipótesis antes mentadas. Es necesario por tanto estudiar la
falsedad no sólo para advertir cuando se está ante ella, sino además para
descalificar aquellas hipótesis de invalidez parcial o total del acto.
La lógica con que afronta el análisis Carminio Castagno es notable y
permite discriminar con exactitud el conjunto de hipótesis posibles, para
ello elabora un gráfico en el que se vuelca la secuencia del acto notarial:
hecho ‒percepción‒ declaración. En su teoría desarrolla 13 causales de
falsedad, contra 15 que establece en trabajos posteriores.50
Nosotros creemos que pueden ser limitadas a solo diez, por considerar
que cinco de ellas son de laboratorio y nos resulta imposible darles “an-
claje” material.51
Como bien se aprecia, la veracidad requiere de la coincidencia entre
el hecho pertinente de la realidad, la percepción sensorial y el dato escrito
(Caso 1); lo mismo si no hay hecho, nada se percibe y por tanto nada se
declara (Caso 2); puede también suceder que no exista hecho, se perciba
sensorialmente algo y esa falsa percepción se la vuelque como dato “real”
(Caso 3); es posible también que se dé un hecho en la realidad, se perciba
otro y se declare lo percibido erróneamente (Caso 4); esta la situación en
la que hay un hecho de la realidad, no se lo percibe y por ende no se lo
declara (Caso 5). Hasta aquí las hipótesis donde la falsedad no se hace
presente y el daño potencial de los casos 3, 4 y 5 se subsumen en la inha-
bilidad o defecto perceptivo del agente, cualquiera sea la razón del mismo
(v.gr: deficiencia psicofísica, ebriedad, alucinación, etc.).

50 Confr. CARMNIO CASTAGNO José C…. op. cit., T. I, p. 146 y T. II, p. 51.
51 Del gráfico del tomo II, p. 51, descartamos, las hipótesis 3, 5, 12, 13 y 15 por
inviables.
Primera parte: Fuentes teóricas 145

Verdad.
Caso Hecho Percepción Declaración Inhabilidad.
Falsedad

A A A Veracidad

- - - Veracidad

- A A Inhabilidad

A B B Inhabilidad

A - - Inhabilidad

Inhabilidad/ False-
A - A
dad x Suposición

Inhabilidad/False-
A - B
dad x Alteración
Falsedad x
- - A
Suposición
(Si es relevante)
A A - Falsedad x
Supresión
Falsedad x
10 A A B
Alteración
Esquema 3

Ahora bien, para que exista falsedad ideológica en sentido estricto, es


menester una intención mendaz del notario, sea que: exista un hecho, el
notario no lo perciba (sea por inhabilidad o ausencia) y declare igualmen-
te el hecho, en tal caso hay falsedad por suposición del hecho (Caso 6);
exista un hecho, no lo perciba (sea por inhabilidad o ausencia) y declare
otro hecho, lo que supone falsedad por alteración de los hechos (Caso 7);
sea que no haya hecho, no haya percepción (v.gr: ausencia del notario) y
sin embargo declare el hecho inexistente, lo que supone una vez más una
falsedad por suposición (Caso 8); sigue el caso en que hay un hecho, el
notario lo percibe y sin embargo se abstiene de declararlo y es relevante,
146 derecho notarial

lo que importa una falsedad por supresión (Caso 9); finalmente el caso en
que hay un hecho, hay percepción de ese hecho y se declara algo distinto,
lo que implica una falsedad por alteración (caso 10).

6. INSTRUMENTO PÚBLICO, ACTO DEL NOTARIO, ACTO


JURÍDICO Y ACTO NEGOCIAL
He aquí el tópico en el que es posible evidenciar las diferencias entre
el elemento forma como continente, el acto del notario como contenido y
el acto de las partes, sea este un simple acto lícito o el negocial.
No hay instrumento “público” sin acto del notario, es éste el que hace y
conforma aquel. Esta relación inescindible instrumento-acto, reclama para
su eficacia que este último cumpla con todos sus requisitos de esencia y de
validez, dentro de los cuales la forma documental escrita es insoslayable.
Si bien es cierto que el “instrumento público” es una de las posibles
formas de los actos jurídicos y la más relevante de los negocios jurídicos
en los que están involucrados bienes de gran valor económico patrimonial
(v.gr: inmuebles); la teoría del acto notarial no queda subsumida por la
teoría del negocio. La teoría que domina el acto del notario se conecta y
por momentos se superpone con la teoría que gobierna el negocio o el acto
de las partes. El notario, no sólo debe saber lo que hace (teoría del acto
notarial), sino que además debe saber lo que pretenden las partes, hacen
y deben cumplimentar (teoría del negocio jurídico), para de esa manera
lograr un opus válido y eficaz.
Como se aprecia, esta superposición de actos, admite también una su-
perposición teórica, esa es la gran conquista que festejamos, y si bien en
muchos casos la validez del acto de uno hace a la supervivencia de la del
otro, este punto de contacto no invalida ni descalifica el estudio diferencial.
Hasta antes de la teoría del acto notarial no era posible hacer distin-
gos, ahora sí es posible y por ello, es dable encontrar: a) Acto Notarial
válido con Negocio Jurídico nulo (V.gr: dónde se declara la nulidad del
negocio por lesión –artículo 332 CCCN‒, o por simulación –artículo 333
CCCN‒); b) Acto Notarial nulo o inexistente que trae aparejado la nulidad
del Negocio Jurídico (V.gr: Compraventa celebrada con un acto notarial
nulo por incompetencia territorial del escribano (Confr. art. 290 inc. a. del
CCCN, Conc. 22 in fine LOM) o inexistencia en caso de que actúe fuera
Primera parte: Fuentes teóricas 147

de su provincia –en este último caso el vicio es de ineptitud funcional o


falta de autoría de un oficial público, ya que el notario no produce ins-
trumentos públicos si actúa fuera de la Provincia que lo inviste‒); c) Acto
Notarial nulo o inexistente que no trae aparejado la nulidad del Negocio
Jurídico (V.gr.: Contratos en que las partes deciden excederse en la forma
-Confr. art. 284 in fine CCCN‒, decretada la nulidad del acto notarial,
no afecta a la validez del negocio que no reclama forma escrituraria); d)
Acto Notarial válido con Negocio Jurídico inoponible, (V.gr.: Donación
hecha en fraude de algún acreedor –Confr. art. 338 a 342 CCCN‒, donde
la donación es válida erga ommnes pero resulta inoponible a acreedor
agraviado que acciona).
En fin, la clásica mirada de la “teoría instrumentalista o documentalis-
ta” no hace distingos; en cambio, la “teoría del acto notarial” además de
elaborar un sistema, proclama la unidad del acto notarial con la del nego-
cio sólo cuando efectivamente se da, pero también multiplica el análisis al
hacer visible que esta unidad no siempre está asegurada. Esto supone una
revisión de las recetas clásicas y apura de manera incontestable nuevas
meditaciones en el quehacer funcional del notario.
Capitulo iv
TEORÍA DE LA INVALIDEZ E INEFICACIA
DE LOS ACTOS Y NEGOCIOS JURÍDICOS

Introducción. 1. Notas sobre la teoría de la inexistencia. 2. La invalidez e


ineficacia y la terminología en juego. 2.1. Ineficacia, el más genérico de los
conceptos. 2.2. Invalidez. 2.2.1. El problema de la invalidez y sus calificati-
vos en la doctrina actual. 2.2.1.1. La mal llamada “nulidad” parcial o total.
2.2.1.2. La mal llamada “nulidad” absoluta y relativa. 2.2.1.2.1. La “inva-
lidez absoluta o relativa” como “fundamento de la sanción”. 2.2.1.2.2. La
“invalidez absoluta o relativa” como “rango” de legitimación para decre-
tarla o instarla. 2.2.1.2.3. La “invalidez absoluta o relativa” como “presu-
puesto excluyente o no de confirmación del acto o negocio”. 2.3. El “vicio”
y sus formas de manifestarse. La mal llamada “nulidad manifiesta”. 2.3.1.
El hecho que hace al vicio y la tipificación legal. 2.4. El acto o negocio
nulo o anulable. ¿Por qué para el final? 2.4.1. La excepcionalidad del acto
nulo contra la masividad de lo anulable. 2.5. Gráficos conceptuales. 2.6.
Inoponibilidad. 3. El principio “pas nulite sans text” (no hay nulidades sin
texto expreso). 4. Verdad y ficción de la imprescriptibilidad en los casos
de invalidez absoluta. 5. La invalidez e ineficacia en el nuevo CCCN. Una
reformulación tentativa del Capítulo 9º. 6. Colofón.

INTRODUCCIÓN
Si se lee la exposición de motivos del nuevo CCCN y se avanza en
las clasificaciones y los conceptos, no mejora en absoluto al régimen del
Código Civil.
150 derecho notarial

Teníamos avanzada una crítica a los fundamentos que la exposición


de motivos dio para excluir la clasificación de actos nulos y anulables,
‒como si fuese un problema legislativo y no lógico‒, como así también
una clarificación a la incorrecta conceptualización del carácter manifiesto
u oculto, rígido o flexible que puede presentar el vicio; pero tuvimos que
desistir, pues el desarrollo de una crítica obligaba a detenerse incansable-
mente sobre la terminología utilizada y algo peor aún aunque ignorado,
los presupuestos ideológicos y formativos que inspiraron a los ignorados
autores del capítulo vinculado a la invalidez e ineficacia. De hecho, era
evidente que hablábamos lenguajes distintos.
En un mal comienzo, los anónimos legisladores decidieron abandonar
la clasificación de los actos nulos y anulables, descalificar las categorías
de vicio manifiesto u oculto, tipificación legal rígida o flexible, tratar a la
inoponibilidad oscuramente, y siempre con una terminología harto ambi-
gua y polisémica. Todo ello nos pareció de lamentar, pues la doctrina ya
estaba madura como para dar una conceptualización más clara del tema.
Los legisladores se limitaron a decir con soltura de cuerpo que: “Son
considerables los esfuerzos de la doctrina para establecer con una razo-
nable precisión, el criterio caracterizador de los actos nulos y anulables”,
para luego enumerar esos esfuerzos sin hacer un análisis que justifique
su descalificación. Sólo un argumento reduccionista o quizás simplista
utilizaron para desmerecer esos “considerables esfuerzos”, y es que: “…
la invalidez siempre requiere el pronunciamiento judicial si las partes o un
tercero pretenden prevalerse del acto y declarada la invalidez, sea el acto
nulo o anulable, vuelven las cosas al estado en que se hallaban antes del
acto anulado (…), con el corolario para las partes del deber de restitución”.
Para ellos, este argumento ha sido suficiente, y aquellas categorizaciones
que distinguen el vicio manifiesto u oculto, rígido o flexible, la invalidez
absoluta o relativa, total o parcial, al acto nulo o anulable, la sentencia en
uno y otro declarativa y constitutiva, etcétera, fueron decretadas innece-
sarias. Peor aún, según ellos: “Lo cierto es que no existen motivos serios
para defender la relevancia ontológica de la clasificación”.
Esta mirada puramente judicial del régimen, desconoce que las nuli-
dades no son un problema de incumbencia material exclusiva y excluyen-
te de la justicia. Más aún, no es cierto que las nulidades siempre deban
Primera parte: Fuentes teóricas 151

“sustanciarse” como predica el artículo 383 in fine. De ser esto verdad,


cabría interrogarse: ¿Qué sucede, por ejemplo, si le traen a un escribano
un contrato de prostitución para certificar las firmas? El escribano no las
certifica, por cierto, porque es nulo. Pero podría las partes argüir con el
mismo criterio de los legisladores, la letra de la exposición de motivos y
de la ley: “Mire escribano, Ud. limítese a lo suyo, pues ahora todo debe
sustanciarse, ergo, esto está en manos de los jueces y no suya decidir lo
nulo, Ud. no es juez, haga su trabajo y punto”.
Si se medita así, estamos desamparados. No tenemos los operadores
jurídicos capacidad para decretar nulidades donde el vicio es manifiesto,
la tipificación legal es rígida y la invalidez es absoluta. Lamentablemente
el nuevo CCCN ha desoído estas clasificaciones, o no las ha entendido,
y por tanto los “considerables esfuerzos” de la doctrina en desbrozarlos
para un mejor entendimiento del problema de la invalidez e ineficacia, han
caído en “saco roto”.
En todo caso, lo que o han logrado los legisladores con su mirada
reduccionista pro judicial, una mala conceptualización y en consecuencia
una oscura técnica legislativa, es que los actos nulos no existan, y que
sólo siempre sean anulables, aunque ellos nieguen estas categorías retóri-
camente en su exposición de motivos. Por lo demás, y como habremos de
demostrar, la categoría de actos nulos y actos anulables, no dependen del
capricho legislativo, sino que son una consecuencia lógica de todo el siste-
ma. Que algo pueda ser nulo porque el juez así lo sentencie, y porque sus
efectos sean retroactivos, no significa que el acto viciado lo sea, pues si se
medita, están en el tráfico jurídico produciendo efectos. Decir que algo es
nulo porque puede ser nulo es un contrasentido que anticipa algo que aún
no ha ocurrido y quizás nunca ocurra, en otros términos, no da respuesta
acerca de cómo es el estado de situación de ese acto en el impase que va de
su celebración y puesta en práctica hasta la sentencia que lo decrete nulo.
En todo caso, decir que porque algo puede ser nulo sea nulo, requiere más
precisiones que las que nos da el plexo normativo y los simplones argu-
mentos de la exposición de motivos.
En fin, hemos comprendido que, si queremos echar una tibia luz en el
universo oscuro de la invalidez y la ineficacia de los actos y negocios jurí-
dicos, es necesario transitar por aquellos caminos graduales de sistemati-
152 derecho notarial

zación y de conceptualización “despreciados” por los nuevos legisladores.


Optamos por ello.
Concretamente hemos decidido definir la terminología a emplear con
la mayor pulcritud y claridad posible, conformando así un esquema con-
ceptual con el cual afrontar el análisis. Una terminología nacida del propio
sistema, aunque ignorada por la propia anfibología legislativa y la pereza
intelectual. De esta metodología de trabajo surge de manera mecánica la
crítica al nuevo código, queda evidenciada la flaqueza conceptual y la
mala técnica legislativa.
El problema de la invalidez e ineficacia negocial es crucial para el
ordenamiento jurídico. Todo operador jurídico califica antes, durante y
después de celebrar un acto o negocio jurídico.
Muñidos entonces de los cuestionables conceptos de la exposición de
motivos, de lo más granado de la normativa vigente y de los –a nuestro
entender‒ más preponderantes estudios hechos en la materia, buscaremos
recomponer este “rompecabezas” que es la conceptualización del régimen
de la invalidez e ineficacia en los actos y negocios jurídicos.1

1. NOTAS SOBRE LA TEORÍA DE LA INEXISTENCIA


La noción de inexistencia ha sido resistida por gran parte de la doctri-
na. En primer lugar, porque parece un contrasentido hablar de inexistencia
del acto o negocio, pues no es lógico predicar la invalidez, ineficacia o
inoponibilidad de algo que no tiene existencia o ser.
Estamos convencidos que la categoría de inexistencia goza de una au-
tonomía particular. Para ello debemos fundamentar que hay hechos, actos o
negocios aparentemente jurídicos que, no obstante, tener representación en
la realidad corporal sensible, en el plano ontológico jurídico, carecen de ser.2

1 El estudio que seguimos es el de CARMINIO CASTAGNO José Carlos, en su


obra, Teoría general del acto notarial y otros estudios. T. I, Ediciones del autor, 2006. En
particular sus estudios: “Hacia una nueva concepción de los actos nulos y anulables”; p.
421 y sigs.; “Algo más sobre los actos nulos y anulables”, p. 429 y sigs.; y “Nuevamente
acerca de la prescriptibilidad de la acción de nulidad en supuestos de invalidez absolu-
ta”, p. 437 y sigs. También a LLAMBIAS Jorge J. Tratado de Derecho Civil. Parte Gene-
ral. T. II, Buenos Aires, Editorial Lexis Nexis. Abeledo Perrot, 2003, p. 493 y siguientes.
2 La inexistencia como categoría autónoma fue formulada por Zachariae y desarro-
llada en el Derecho francés por Aubry y Rau, como una necesidad de rehuir el principio
Primera parte: Fuentes teóricas 153

Bien decimos que hay dos planos ontológicos claramente diferencia-


dos a tener en cuenta: a) el de la realidad corporal sensible, ‒analizable
desde el campo de la ontología general‒ y; b) el de la realidad ideal jurídi-
ca –ceñida a la ontología jurídica en particular‒, muñida de sus construc-
tos que predican una referencia a un sinnúmero de relaciones sociales que
hacen a su “universo” de sentido y ser.
Cada uno de estos planos, más allá de sus confluencias, concurrencia o
interrelaciones, viven su realidad ontológica con independencia, tienen su
propio ser y en tal sentido es dable hablar de un ser jurídico.3
El argumento empírico por excelencia para descalificarla o minimizar
su autonomía, es que su inoperatividad está dada por el hecho de que los
casos de inexistencia quedan absorbidos o resueltos por el régimen de las
nulidades.

“pas de nullité sans texte” (“no hay nulidades sin texto expreso”) ante la hipótesis del
matrimonio entre personas de un mismo sexo. Como no había ninguna norma que lo
proscribiera, tal situación no encuadraba dentro del esquema de “pas de nullité sans tex-
te”. Advirtieron entonces, que había algo más radical que la nulidad y que ni siquiera era
menester decretar nulidad alguna, alcanzaba con desconocerlo jurídicamente. No se ne-
cesitaba ningún texto expreso, pues lo que en el plano de la realidad fáctica se daba como
un hecho en apariencias jurídico (matrimonio), en el plano ideal jurídico no era posible
reconocerlo, no existía. Obviamente que estamos hablando de un ejemplo histórico, el
cual ha sido superado por la evolución en los derechos, como lo evidencian hoy el matri-
monio igualitario o la ley de identidad de género. Más allá de su historicidad, creemos que
referenciarlo permite comprender el mecanismo lógico argumental con que se legitima la
teoría de la inexistencia: dándosele o no “entrada” a la ontología jurídica a determinados
hechos o actos.
3 Como bien advierte Carminio Castagno: “…es preciso descubrir que el “hecho”
‒tal cual se da en el mundo de la naturaleza‒ no coincide exactamente con su figura jurídi-
ca, ya que es “recortado” por el Derecho (que lo reduce a notas que considera esenciales, a
veces en combinación con otras). El hecho es, así elaborado por el Derecho (que desinte-
gra y recompone, ‒para sí‒, la realidad). Por ello, es que “factums” similares, en el plano
real, no lo sean en el jurídico (y a la inversa). Medítese en el hecho material de la entrega
de una cosa. Su sentido jurídico será diverso -sin duda- según sea voluntaria o no; a título
de préstamo o donación; realizada por el “dominus” o un tercero (y según éste se halle o
no legitimado), etc. Ocurre que la ciencia del Derecho es elaboración conceptual de se-
gundo grado, en el sentido de conformar sus nociones apoyadas en la de otras disciplinas.
Pero las delinea autónomamente (y de distinta forma), a punto tal de mantener conceptos
aún después de desechados por las otras ciencias (v.gr: el de “intervalo lúcido”). (Confr.
“El Derecho y los hechos”, en Teoría general del acto notarial y otros estudios, T. I, p.
185). Entre Ríos, Edición del Autor, 2006.
154 derecho notarial

El segundo argumento de los que niegan la categoría, es que no pue-


den admitir la idea de la inexistencia, pues perciben hechos en el plano
de la realidad corporal sensible, hechos que mal hacen en calificar de ju-
rídicos. No todo lo que sucede en la realidad, tiene reflejo en el Derecho.
Veamos estos ejemplos o contraejemplos, según como se los quiera
analizar:
a) Imaginemos un testamento filmado, donde el camarógrafo filma al
aparente testador, en presencia de dos testigos. Esa filmación, ese docu-
mento gráfico, sea digital o analógico, no obstante su existencia material,
en término corporal sensible u ontológico físico: ¿Es un testamento en
términos ontológicos jurídicos? ¿Qué debe hacer si alguien presenta ese
documento ante su juzgado? Para nosotros debe rechazarlo in limine, pues
no existe como documento jurídico (testamento).
En todo caso, a pesar de su pertenencia a la ontología general ‒como
cosa en el mundo‒ no es nada en la ontología jurídica. Aunque se lo pue-
da llamar “testamento”, no ingresó al “mundo jurídico”, pues el primer
requisito de existencia jurídica como testamento es la forma escrita docu-
mental, y dentro de ella sus dos variantes según el nuevo CCCN: ológrafo
o por acto público.
b) Ahora bien, pensemos en un documento que declara ser la última
voluntad de alguien, escrito de puño y letra, pero carece de firma. Nos in-
terrogamos si estamos ante un testamento, y creemos firmemente que no,
pues la firma es un requisito de existencia de todo documento bajo forma
privada, además de requisito de esencia del testamento ológrafo.4
c) Sigamos con otro ejemplo. Un presunto testamento hecho a máqui-
na y firmado. No obstante la firma, al no ser íntegramente de puño y letra
del testador, la presencia de la firma no salva su contenido y lo convierte
en un testamento nulo.

4 Si bien Carminio Castagno está a favor de la teoría de la inexistencia, no comparte


nuestro doble criterio ontológico. Él propone un neologismo para evitar la anfibología ex-
presiva del término inexistencia: prefiere hablar de inesencia, reservando así esta última
para calificar todas aquellas hipótesis o situaciones donde el acto o negocio carece de un
requisito esencial para ser tal; abonando la recepción legal de la categoría conceptual que
analizamos, en normas como la de los artículos 1012, 1326, 1185 del Código Civil hoy
derogado, entre otros. (Confr. Teoría general…. op. cit., T. I, p. 411 y siguientes).
Primera parte: Fuentes teóricas 155

d) Finalmente un testamento ológrafo que cumple correctamente con


la forma, si alguien considera que es falso o atacable, deberá probarlo, por
lo cual, será siempre anulable.
Podemos decir conforme a los ejemplos anteriores, que en la casuís-
tica normativa argentina, hay hipótesis de inexistencia stricto sensu, de
inexistencia por inesencia, y casos de actos nulos y de actos anulables.
En a) no hay nada, no se ha dado el presupuesto mínimo de apariencia
óntica jurídica (inexistencia stricto sensu); en b) no hay testamento oló-
grafo, por falta de un requisito esencial (inexistencia por inesencia); en
c) hay un testamento nulo por defecto de forma, y finalmente en d), si se
prueba que el testamento no era de puño y letra del testador o que no era
su firma, será oportunamente declarado nulo por el juez, hasta que esto no
suceda será un testamento válido, pero anulable.
Para decirlo de otra manera, la noción de inexistencia stricto sensu
permiten determinar lo que entra y lo que no entra en el ámbito de lo jurí-
dico, y la de inexistencia por inesencia permite determinar todos aquellos
elementos y requisitos que hacen a la esencia o ser de sus institutos.
Si hay por ventura un hecho en apariencia “jurídico”, la inexistencia
stricto sensu operará, no para decretar su nulidad, sino para desconocerle
plafón jurídico, en tanto que en la inexistencia por inesencia, habrá sanción
de nulidad o se le reconocerá una esencia jurídica distinta a la que presume.
Como sea, el ordenamiento jurídico resolverá con seguridad sus pro-
blemas a través del régimen de las nulidades, no obstante, sin perjuicio
de mayores desarrollos, nos parece importante y atinado transitar estas
disquisiciones, por atender a criterios lógicos.

2. LA INVALIDEZ E INEFICACIA Y LA TERMINOLOGÍA


EN JUEGO
Pasemos pues a establecer y explicar el criterio clasificatorio que im-
ponen las normas y el juego lógico y sistemático de su hermenéutica.
Cabe aclarar que hubo posturas que: a) no establecían ni establecen
distinciones, y si las hacen no son autónomas y combinables; b) otras que
sí las hacen, pero parcialmente y; c) la que sostenemos en este capítulo,
que establece “distinciones rigurosas y adecuadas correspondencias”, te-
156 derecho notarial

sis que nosotros denominamos pluridistintiva, y es sostenida por Carmi-


nio Castagno.5

2.1. Ineficacia, el más genérico de los conceptos


Los actos o negocios se realizan para desplegar efectos, para tener
eficacia. Su contrario, la ineficacia, es la no producción de efectos, la au-
sencia de consecuencias.
Esta “energía” o desenvolvimiento de los efectos pretendidos pueden
paralizarse: 1) ab origine, siendo el acto nulo;6 2) ab sententia, en las hi-
pótesis de actos anulables;7 3) en actos que siendo válidos, sus efectos re-
sultan ineficaces respecto de determinadas personas;8 4) en actos válidos,
en los cuales por pactos o acuerdos, su eficacia se encuentra paralizada;9
5) por la naturaleza del negocio, como en el caso del acto o negocio vá-
lido que no produce eficacia hasta que no se dé el presupuesto de hecho
que la activa.10

5 Confr. CARMINIO CASTAGNO José Carlos, La teoría de la invalidez y la in-


terpretación de la reforma al artículo 1051 del Código Civil, Publicado en la obra de la
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba en Homenaje a los Con-
gresos Nacionales de Derecho Civil (1927-1937-1961-1969), Tomo I, Córdoba, Editorial
Advocatus, 2009, págs. 615 a 648. Nosotros denominamos a su teoría como “pluridis-
tintiva” pues precisamente hace desbroces y distingos sin los cuales la comprensión del
fenómeno de la invalidez e ineficacia negocial, en particular la conceptualización de los
actos nulos y los anulables no puede ser establecida con claridad.
6 No despliega efectos un acto o negocio nulo, que es aquel que no produce desde su
inicio, todos somos “jueces” en alguna medida para desconocerlo o invalidarlo, en tal caso,
la invalidez e ineficacia recorren un camino paralelo, digamos que “van de la mano”.
7 Despliega efectos un acto o negocio anulable, aquí la invalidez e ineficacia no se
producen, pues, aunque el acto o negocio presenta un vicio que potencialmente lo pueda
hacer anular o invalidar, mientras la nulidad no sea decretada, estamos frente a un acto
válido.
8 En las hipótesis de fraude, en las cuales se aplica el principio de inoponibilidad,
que determina no la invalidez, sino simplemente la ineficacia del negocio o acto para los
que accionen.
9 Por ejemplo, un acto o negocio válido cuyos efectos o algunos de ellos están suje-
tos a condición suspensiva. El negocio es válido, pero ineficaz hasta que se dé el presu-
puesto de hecho que activa su vigor.
10 Por ejemplo, el testamento, que es un negocio válido pero ineficaz hasta la muer-
te. El negocio unilateral “vive”, pero sin el hecho de la muerte, su eficacia es solo latencia.
Primera parte: Fuentes teóricas 157

Las dos primeras (1, 2) importan, en su relación con el régimen de


las nulidades, causas de invalidez en sentido estricto y hacen al objeto
fundamental del presente estudio, en tanto que las tres restantes (3, 4, 5),
importan formas de invalidez en sentido lato, y salvo la 3 que toca la ino-
ponibilidad, el resto escapan al análisis del presente capítulo.
La ineficacia puede verse desde un lado negativo, en consonancia con
las distintas hipótesis de invalidez, o en un sentido positivo, como una
forma de ausencia de efectos aún en actos plenamente válidos.
Queda en claro entonces que, en sentido estricto, todo negocio inváli-
do es ineficaz, pero no todo negocio ineficaz es inválido.

2.2. Invalidez
La invalidez es también un concepto genérico, pero denota exclusiva-
mente negatividad.
Haciendo un paralelo entre el derecho civil como “derecho patrimo-
nial” por excelencia y su cotejo con el derecho penal, las distintas formas
de validez o ineficacias, se presentan como la forma de “castigo”.
La diferencia fundamental está, en que el derecho penal es por esencia
prohibitivo, en tanto que el derecho civil y comercial, por el contrario, es
permisivo, da riendas al principio autonormativo. Decimos con ello, que el
derecho civil deja en manos de los particulares la autorregulación de inte-
reses, limitándose a enmarcar institutos y estableciendo normas supletorias.
Ahora bien, este ejercicio auto normativo está sometido a un principio
de legalidad, se puede normar dentro de lo permitido, el derecho protege
que cada uno sea “legislador” de sus propios intereses, pero también el
orden normativo protege mediante normas que salvaguardan el orden pú-
blico, presentándose inderogables por la mera libertad de los particulares,
fulminando o permitiendo fulminar toda transgresión a los límites que
comprometen el interés general, o determinados intereses particulares.
La invalidez refiere así a la imposibilidad de subsistencia de un acto o
negocio en razón del ejercicio abusivo de la autonomía normativa de los
particulares.
El término invalidez en materia civil si bien denota en sí misma la
falta de eficacia, de fuerza o de valor de algo, tiene además, acoplado a
calificativos como absoluto o relativo, total o parcial, una significación
158 derecho notarial

cuantitativa y cualitativa que le es propia: a) cualitativo: 1) la de referir al


fundamento de la invalidez, 2) consecuentemente a ello la determinación
de los legitimados para decretarla o instarla y, 3) la posibilidad de confir-
mación o no del acto; b) cuantitativo: la separabilidad de los hechos, de
modo tal que la invalidez no recaiga sobre todo el acto o negocio.
Es aquí donde conviene mostrarse atento y abierto a los conceptos, a la
visión “pluridistintiva” a la que hemos hecho referencia, pues todos estos
conceptos empiezan a operar de manera articulada, como si de una partida
de ajedrez se tratara. Cada movimiento de piezas está en intima conexión
con las otras, el movimiento de una, implica una revisión de todo el juego.

2.2.1. El problema de la invalidez y sus calificativos, en la doctrina


actual
El proyecto de reforma utiliza el término invalidez en forma indis-
criminada, intercambiándolo con el de ineficacia, nulidad, anulabilidad,
etc., lo que evidencia una falta de claridad conceptual.
Si a ello sumamos que a la expresión “nulidad” se le adosan calificativos
como los de absoluta o relativa, total o parcial, las cuales redefinen o refor-
mulan en un sentido estricto a la invalidez, la confusión se vuelve aún mayor.
Tratemos de explicar esto, revisando la anfibología con que se maneja
la doctrina y el código.

2.2.1.1. La mal llamada “nulidad” total o parcial


La doctrina y el nuevo código hablan de nulidad parcial o total, cuan-
do en realidad lo que puede considerarse como parcial o total, es precisa-
mente la invalidez.
Lo decimos ahora y habremos de reiterarlo cuantas veces sea opor-
tuno: lo nulo, tiene carácter categorial. Decir que un acto es “nulo to-
talmente” o “nulo parcialmente”, “absolutamente nulo” o “parcialmente
nulo”, es fomentar la polisemia o algo peor. En otras palabras, del acto se
predica que pueda ser nulo o válido y de la invalidez que sea absoluta o
relativa, total o parcial.11

11 Lo nulo es categorial, o lo que es igual, el acto nulo no despliega efecto, y el acto


que adolece de un vicio que puede hacerlo decretar nulo, es válido, aunque potencialmen-
te sea anulable; pero lo potencialidad de su anulación no lo convierte en nulo. Como he-
Primera parte: Fuentes teóricas 159

Si estamos dispuestos, a ir por caminos cada vez más precisos de sig-


nificación, es menester predicar la expresión nulo o anulable para referir-
nos al acto y en consideración a la extensión de la sanción o invalidez el
carácter total y parcial. 12
La invalidez total o parcial dependerá de la naturaleza y estructura
del acto, de la divisibilidad de sus disposiciones, del vicio, del interés en
juego, etc., de modo tal que la posibilidad de subsistencia de sus partes
pueda o no sostenerse. Una invalidez total es la que no salva nada del acto
o negocio, una parcial salva al acto negocio principal, pero permite dejar
sin efecto, hechos o disposiciones accesorias que no terminan por afectar-
lo esencialmente. 13

2.2.1.2. La mal llamada “nulidad” absoluta y relativa


Similar situación encontramos respecto a la expresión equívoca: “nu-
lidad” absoluta o “nulidad relativa”.
Una vez más, el error de considerar a lo nulo como algo “vago”, pues
lo nulo es en sí mismo rotundo, concluyente, preciso, decisivo, categórico,
“absoluto”. Calificar de “nulo absoluto” o “nulo relativo” es inapropiado
desde el punto de vista lógico.

mos dicho antes: que un acto pueda ser nulo no lo convierte en nulo, ergo es válido hasta
que sea decretado nulo, a lo cual podemos sumarle la posibilidad no tan remota de que
ello nunca ocurra porque nadie acciona; sea subsanado por confirmación; o bien por la
buena fe en las adquisiciones a non domino, prevista en el artículo 392 del CCCN (antes
1051 del Código Civil).
12 El CCCN habla de “nulidad total” y “nulidad parcial”, en vez de “invalidez total”
o invalidez parcial”, lo que demuestra su flaco rigor conceptual. Nosotros, entre parén-
tesis, hacemos la aclaración del término que debería haber manejado de haber habido
pulcritud conceptual. Artículo 389. Principio. Integración. Nulidad (Invalidez) total es la
que se extiende a todo el acto. Nulidad (Invalidez) parcial es la que afecta a una o varias
de sus disposiciones. La nulidad (invalidez) de una disposición no afecta a las otras dispo-
siciones válidas, si son separables. Si no son separables porque el acto no puede subsistir
sin cumplir su finalidad, se declara la nulidad (invalidez) total. En la nulidad (invalidez)
parcial, en caso de ser necesario, el juez debe integrar el acto de acuerdo a su naturaleza y
los intereses que razonablemente puedan considerarse perseguidos por las partes.
13 Un ejemplo del CCCN es el siguiente: Artículo 2474. Sanción por inobservancia
de las formas. La inobservancia de las formas requeridas para otorgar el testamento causa
su nulidad total; pero, satisfechas las formas legales, la nulidad de una o de varias cláusu-
las no perjudica las restantes partes del acto. El empleo de formalidades sobreabundantes
no vicia el testamento.
160 derecho notarial

El carácter absoluto o relativo debe predicarse una vez más respecto a


la invalidez, y refieren a la “quita de valor” a la autonomía normativa de
los particulares en relación al acto o negocio, en aras de salvaguardar el
orden público y el interés general o particular según los casos.
Concretamente, en doctrina los calificativos de absoluto y relativo
aplicados a la invalidez, hacen referencia a: 1) los fundamentos de la san-
ción, 2) según dichos fundamentos, al rango de legitimación para instar
la acción de nulidad y, 3) también conforme a dichos fundamentos, a la
posibilidad o no de confirmación.
Detengámonos en estas tres hipótesis, pues su desbroce terminológico
conceptual, colabora de manera fundamental en la comprensión del régi-
men de las nulidades.

2.2.1.2.1. La “invalidez absoluta o relativa” como


“fundamento de la sanción ”
El Derecho por un criterio valorativo exclusivo y excluyente del legis-
lador, fulmina los efectos de los actos en los cuales se encuentra compro-
metido el orden público y el interés general. Ahora bien: ¿qué se entiende
por orden público y qué por interés general?
Una norma de orden público es aquella que no puede ser “derogada”
por la autonomía normativa privada o autorregulación de intereses (“au-
tonomía de la voluntad”).14 Por ejemplo las partes no pueden hacer pactos

14 En realidad, cabe hablar de normas “indisponibles”, pues la expresión “derogar”


es utilizada en un sentido impropio, como bien lo observa Coviello: “Derogación denota
en sentido propio supresión del valor obligatorio de la ley, realizada en forma general y
abstracta; mientras que es evidente que el particular no puede derogar nunca ni por ningún
motivo, una norma de derecho, así sea de orden privado. Toda norma jurídica tiene efica-
cia obligatoria, que sólo puede quitar la autoridad que pudo constituirla. Aquí en cambio,
la palabra derogación se emplea en un sentido muy impropio; la cual no es otra cosa que o
la renuncia de un derecho obtenido por aplicación de la norma, o la eliminación de aque-
llas condiciones de hecho que son el presupuesto necesario de la aplicación de la norma.
Ahora bien, es evidente que en cualquiera de las dos hipótesis, la norma conserva siempre
su eficacia obligatoria: esta permanece íntegra, más aún, se presupone, si se renuncia el
derecho que es su consecuencia; íntegra queda también, si se cambia el presupuesto de
hecho de su aplicabilidad, justamente porque su eficacia estaba condicionada a que aquel
cambio dejara de efectuarse.” Confr. COVIELLO Nicolás. Doctrina general del derecho
civil. Argentina, Librería El Foro, 2003, p. 15.
Primera parte: Fuentes teóricas 161

sobre herencia futura, no puede modificar por testamento la legítima de


los herederos forzosos, etcétera.
¿Qué ocurre cuando la autonomía normativa avanza igual sobre inte-
reses proscriptos? El primer interrogante que se hace el legislador es el de
determinar qué interés afecta este exceso auto normativo de los particulares.
Si se trata del interés general, el legislador hace una estimación de lo
que considera un bien público, colectivo o social, y no da margen para que
el egoísmo individual se imponga por sobre los de la sociedad a la cual
el Estado representa; estos valores colectivos se ven con claridad, cuando
por ejemplo la sanción se establece por razones de seguridad, salud, de-
fensa, medio ambiente, etcétera.15
No obstante, puede suceder que el interés salvaguardado sea su contra-
partida, el interés particular, es decir, intereses concretos o determinados,
por ejemplo, el de los menores, los dementes, etcétera.
Por tanto, la invalidez se funda en un límite a la autonomía normativa
privada, a la potestad legislativa de los particulares (orden público) velan-
do con mayor o menor rigor por el interés general o el interés particular.16

2.2.1.2.2. La “invalidez absoluta o relativa” como “rango”


de legitimación para decretarla o instarla
La segunda acepción que se hace la calificación de absoluta o rela-
tiva a la invalidez, es respecto a quienes se encuentran en la posibilidad
de decretar la sanción o instar a ello. Es una consecuencia necesaria del
régimen.

15 Hay que hacer la aclaración que el interés general no refiere a una cuestión de
número de personas o a un grupo organizado de ellos, así por ejemplo no son de interés
general las normas que salvaguardan los derechos de los trabajadores, a pesar de ser estos
numerosos.
16 Esta distinción está expresamente establecida en el CCCN, siempre usando una
terminología inapropiada que lo confunde todo. Nosotros, una vez más entre paréntesis,
hacemos la aclaración del término que debería haber manejado de haber habido pulcritud
conceptual. Artículo 386. Criterio de distinción. Son de nulidad absoluta (invalidez abso-
luta) los actos que contravienen el orden público, la moral o las buenas costumbres. Son
de nulidad relativa (invalidez relativa) los actos a los cuales la ley impone esta sanción
sólo en protección del interés de ciertas personas.
162 derecho notarial

El principio rector lo da que, en la invalidez absoluta, todos somos


potencialmente “jueces”, cualquiera se encuentra con capacidad para ful-
minar los efectos del acto, de no darle soporte legal al mismo.17
En la invalidez relativa, por el contrario, la acción tendiente a decretar
la invalidez solo está establecida a favor de quienes tiene un interés legí-
timo, por tanto, sólo unos pocos pueden accionar y será solo el juez de la
causa el encargado de decretar la nulidad del acto o negocio.18

2.2.1.2.3. La “invalidez absoluta o relativa” como


“presupuesto excluyente o no de confirmación del
acto o negocio”
También el calificativo de absoluta o relativa, dado a la invalidez, de-
notan una relación directa con la posibilidad de confirmar o no el acto o
negocio del que se trate.
Va de suyo pues, que estando en juego el orden público y el interés
general, no es posible su confirmación; en cambio, si está en juego el in-
terés particular, sí es admisible la renuncia a la acción de anulabilidad o
confirmación.19
Ahora bien, ¿qué es la confirmación? Eso ya ha sido definido, meridia-
namente, por Vélez Sarsfield en el artículo 1059 del Código Civil y su nota:
“La confirmación es el acto jurídico por el cual una persona hace desapa-
recer los vicios de otro acto que se halla sujeto a una acción de nulidad”.
Para Vélez, según la nota apuntada, la confirmación contiene virtual-
mente la renuncia a la acción de nulidad. Esto ha sido doctrinariamente

17 Artículo 387. Nulidad absoluta (Invalidez absoluta). Consecuencias. La nulidad


absoluta (invalidez absoluta) puede declararse por el juez, aun sin mediar petición de
parte, si es manifiesta en el momento de dictar sentencia. Puede alegarse por el Ministerio
Público y por cualquier interesado, excepto por la parte que invoque la propia torpeza
para lograr un provecho (…).
18 Artículo 388. Nulidad relativa (Invalidez relativa). Consecuencias. La nulidad
relativa (invalidez relativa) sólo puede declararse a instancia de las personas en cuyo
beneficio se establece. Excepcionalmente puede invocarla la otra parte, si es de buena fe
y ha experimentado un perjuicio importante (…).
19 Artículo 387. Nulidad absoluta (Invalidez absoluta). Consecuencias. (…) No
puede sanearse por la confirmación del acto ni por la prescripción. Artículo 388. Nulidad
relativa (Invalidez relativa). Consecuencias. (…) Puede sanearse por la confirmación del
acto y por la prescripción de la acción (…).
Primera parte: Fuentes teóricas 163

muy bien clarificado por Carminio Castagno al decir: “… con la renuncia


a la acción de nulidad, el acto (válido-anulable) se torna válido-inanu-
lable y la confirmación no agrega al acto un “plus” de validez ‒aspecto
que permanece invariable‒ sino simplemente elimina la eventualidad de
su anulación”.20

2.3. El “vicio” y sus formas de manifestarse. La mal llamada “nulidad


manifiesta”
En orden a los calificativos, tanto Vélez Sarsfield como la doctrina
que lo ha seguido y lo sigue, literalmente hablan de “nulidad manifiesta”,
cuando en realidad lo que es manifiesto u oculto, es el vicio invalidante.
Una vez más, remarcamos la lógica de los calificativos: 1) el acto puede
ser nulo o anulable, 2) la invalidez puede ser total o parcial, absoluta o re-
lativa y, 3) el vicio invalidante puede tener un carácter manifiesto u oculto.
El vicio se muestra o no, se patentiza o no, el calificativo de oculto o
manifiesto sólo a él remite. 21
Hablar de lo nulo “oculto” o nulo “manifiesto”, invalidez “oculta” o
invalidez “manifiesta”, es desnaturalizar los conceptos.

20 Confr. CARMINIO CASTAGNO. Teoría general…. op. cit., T. I, p. 433.


21 Para que las distinciones no resulten “de laboratorio”, pensemos con un ejem-
plo contundente. El Artículo 290 inciso a. del CCCN prevé como requisito de validez
del acto del notario lo siguiente: “Requisitos del instrumento público. Son requisitos de
validez del instrumento público: a) la actuación del oficial público en los límites de sus
atribuciones y de su competencia territorial, excepto que el lugar sea generalmente teni-
do como comprendido en ella; (…)”. El código enuncia el presupuesto de hecho como
causa de nulidad; pero puede ocurrir que el escribano para sortear la causa de invalidez,
declare que se encuentra dentro de su distrito, cuando en realidad está en otro o asta en
otra provincia. Nos interrogamos entonces: ¿Cómo es el vicio que hace a la invalidez?
Obviamente que es oculto, por lo tanto el acto, a pesar del vicio, si no se lo devela: es
válido. Es más, quizás el lector de este trabajo hoy sea propietario en base a un título que
adolece de un vicio de tal relevancia, o quizás sus padres, respecto a la casa que fue el
hogar conyugal de su familia adorada. De todas maneras, puede quedarse tranquilo, siem-
pre que haya sido comprador de buena fe y a título oneroso, pues si ello ocurre, acude en
auxilio el artículo 392 del CCCN que viene a sanearlo todo. Ergo, estaremos ante un acto
válido, plenamente válido, porque la imposibilidad de advertir el vicio, salvaguardan la
buena fe de todo operador jurídico. ¿Se advierte ahora la importancia del carácter oculto
o manifiesto del vicio invalidante?
164 derecho notarial

2.3.1. El hecho que hace al vicio y la tipificación legal


Lo propio a su vez podemos predicar del hecho tipificante del vicio.
De este hecho, podemos decir que puede estar expresamente tasado o sim-
plemente sugerido por la norma.
La presencia o no del carácter ostensible, manifiesto o explícito del
vicio o bien su carácter oculto o no manifiesto, marcará uno de los presu-
puestos lógicos del acto nulo o anulable.
Por ello, del vicio también podemos calificar que es de tipificación
rígida o flexible. En el primer caso el legislador dice concretamente en
qué consiste el vicio que hace a la nulidad, en el segundo sólo da pautas
valorativas y deja que el juez califique, valore y determine.22

2.4. El acto o negocio nulo o válido anulable


¿Por qué hemos dejado para el final su análisis? El interrogante de
por qué dejamos para el final la categorización de los actos nulos y de
los válidos anulables está dado por la simple y no menuda razón de que
es imposible entender ambas categorías si no se articulan el resto de los
conceptos vertidos precedentemente.
Pues bien: ¿Cuándo un acto es nulo y cuándo es válido anulable? Di-
gamos que el acto o negocio nulo es el que no produce efectos ab initio,
ope legis, sin necesidad de decisorio alguno judicial, en otras palabras,
frente a lo nulo, “todos somos jueces”, ningún operador jurídico debe ni
puede darle soporte al acto o negocio, cualquiera puede fulminar sus efec-
tos dando vigor en forma inminente a la invalidez.

22 El carácter flexible, claramente se aprecia en las hipótesis de los denominados


“vicios de la voluntad”. Reza el Artículo 276 del CCCN: “Fuerza e intimidación. La
fuerza irresistible y las amenazas que generan el temor de sufrir un mal grave e inminente
que no se puedan contrarrestar o evitar en la persona o bienes de la parte o de un tercero,
causan la nulidad del acto. La relevancia de las amenazas debe ser juzgada teniendo en
cuenta la situación del amenazado y las demás circunstancias del caso.” Léase con dete-
nimiento y se verá que la nulidad reclama una investigación y valoración por parte del
juez, y puede que la entidad del temor no sea más que pura paranoia, por tanto, el acto es
válido hasta tanto no se determinen los extremos que estipula de manera abierta la norma
en cuestión. En fin, mientras haya que investigar y valorar, el acto será válido, plenamente
válido. Se advierte una vez más la importancia de esta categoría conceptual, a la hora de
la determinación de la validez o invalidez del acto.
Primera parte: Fuentes teóricas 165

Ahora bien, ¿Cuáles son los presupuestos lógicos para un acto de tal
entidad? La lógica reclama para ello una correspondencia de tres de los con-
ceptos ya analizados: 1) Que la invalidez sea absoluta, pues está en juego el
orden público (“inderogabilidad” o indisponibilidad por la autonomía nor-
mativa privada), interés general (lo que denota: a) legitimación amplia: to-
dos somos “jueces”; y b) imposibilidad de confirmarlo); 2) Vicio manifiesto,
(el vicio debe ser ostensible, apreciable, pues ¿cómo ser “juez” de algo que
se desconoce?); 3) El hecho vicioso debe ser tasado rígida o expresamen-
te por el legislador –tipificación rígida del vicio‒ (si hay que determinarlo
mediante una investigación y valoración –tipificación flexible del vicio‒ la
competencia para ellos es exclusiva y excluyente de los jueces).
En conclusión, si el acto nulo reclama una razonable correspondencia
de elementos, la falta de alguno de ellos convierte al acto en anulable,
gozando de vigor o validez por ignorancia del vicio, por indeterminación
del mismo y/o por falta de interés legítimo para decretarla.
Pensemos en las hipótesis en que falta sólo uno de los elementos men-
tados para el acto nulo y se verá que serán siempre anulables, pues será
menester: 1) instar la nulidad sea por vía de acción o de excepción, (como
es en el caso en que está en juego el interés particular); 2) producir una in-
vestigación del hecho que hace a la invalidez, (vicio oculto y/o tipificación
legal flexible o sujeta al criterio valorativo judicial).
Si lo nulo reviste carácter categorial, rotundo, concluyente, preciso,
decisivo, categórico, absoluto; lo anulable a contrario, no obstante el vicio
amenazante, produce efectos, es un acto válido y eficaz hasta que el juez
decrete su nulidad. El acto anulable será nulo sólo ope sententia, mientras
tanto, deberemos reconocer y aceptar su total eficiencia o eficacia.23

23 Explica con claridad Llambías: “Desde que la ley no lo irrita, este acto vive una
existencia innegable hasta el pronunciamiento de la sentencia que lo destruye. Los derechos
transmitidos, en principio, se transmiten; las obligaciones pesan sobre el deudor y entran en
el patrimonio del acreedor; el vínculo obligatorio liga a las partes, en tanto no lo resuelva
la sentencia que anule el acto originario” LLAMBÍAS Jorge Joaquín. Tratado de Derecho
Civil. Parte General. T. II, Buenos Aires, Lexis Nexis-Abeledo Perrot, 2003, p. 556.
166 derecho notarial

2.4.1. La excepcionalidad del acto nulo contra la masividad de lo


anulable
Para que se produzca lo nulo, es necesaria la correspondencia de los
elementos calificantes ya observados, digamos entonces que se presenta
casi siempre en forma excepcional.
Hay que reconocer que el acto nulo es fundamentalmente la conse-
cuencia de la ignorancia o negligencia de los operadores en cuanto a los
derechos en juego, o algo peor, una gran complicidad o connubio de los
implicados en el acto o negocio, para violentar lo interdicto.
No es fácil coligar orden público e interés general, vicio manifiesto y
tipificación rígida en un acto o negocio para fulminarlo con la invalidez de
lo nulo. Medítense posibles ejemplos y se verá que la suma de dichos pre-
supuestos habla de actos o negocios dificilísimos, reclaman una ignorancia
supina del orden normativo, denotan actos aberrantes o inciviles, ponen a
los agentes más cerca del delito o de la responsabilidad penal que de la civil.
Vender bienes de dominio público debe ser rentable, pero no conocemos un
escribano que se apreste a semejante negocio, la compraventa de órganos,
de personas, la compraventa hecha por un escribano de extraña jurisdicción
que confiesa intradocumentalmente la violación al artículo 290 inciso a. del
CCCN, la donación hecha por instrumento privado, etc.: ¿Acaso estos ejem-
plos no denotan vocación delictiva o ignorancia?
2.5. Gráficos conceptuales.

INVALIDEZ INVALIDEZ
ACTO VICIO ACCIÓN
“cualitativa” “cuantitativa”

Manifiesto
Nulo u Relativa Absoluta Total Imprescriptible
Oculto

Orden Pú-
Rígido Orden Públi-
blico
Anulable o co e Interés Parcial Prescriptible
e Interés
Flexible General
Particular
Primera parte: Fuentes teóricas

accionar

Impreciso

Categórico
Se lo advierte
No hay que

Confirmable

Tasado por ley


Inconfirmable
Patrimoniales

Disociabilidad

No hay efectos
Produce efectos
Indisociabilidad

Hay que valorar

No se lo advierte
Hay que accionar
Extrapatrimoniales
167

Esquema 4. Conceptos fundamentales.


168 derecho notarial

VICIO VICIO INVALIDEZ

Manifiesto Tipificación Rígida Absoluta


(CONVERGENCIA) (CONVERGENCIA) (CONVERGENCIA)
Esquema 5. Convergencia de elementos que hacen al acto nulo.

VICIO VICIO INVALIDEZ EJEMPLOS

Oculto Tipificación Flexible Relativa Art. 276


(DIVERGENCIA) (DIVERGENCIA) (DIVERGENCIA) 425

Oculto Tipificación Flexible


Absoluta Art. 290/1/2/3
(DIVERGENCIA) (DIVERGENCIA)

Oculto Tipificación Rígida Absoluta Art. 290


(DIVERGENCIA) 403 Inc. d, e

Manifiesto Tipificación Flexible


Absoluta
(DIVERGENCIA) Art. 1010

Relativa
Manifiesto Tipificación Rígida
(DIVERGENCIA) Art. 28

Tipificación Flexible Relativa Art. 29


Manifiesto
(DIVERGENCIA) (DIVERGENCIA) 456

Esquema 6. Divergencia de elementos que hacen al acto anulable.

2.6. Inoponibilidad
Bien observa Llambías que la inoponibilidad configura una califica-
ción de los actos jurídicos que la ciencia jurídica no se había detenido a
sistematizar hasta hace poco tiempo.24
Los orígenes de esta figura parecen encontrarse en el derecho francés,
como una aguda observación de situaciones donde la potencia del acto o
negocio no se producía en toda su extensión; si bien el contrario el acto o

24 Confr. LLAMBÍAS Jorge Joaquín. Tratado… op. cit., T. II, p. 499.


Primera parte: Fuentes teóricas 169

negocio lograba mantenerse incólume entre las partes, respecto de terce-


ros con un interés legítimo, su eficacia era desconocida u obviada.25
Es una especie de ineficacia, restringida a determinados sujetos. El
negocio mantiene su validez, pero respecto de determinadas personas, no
puede esgrimirse su eficacia.
Digamos simplemente que la inoponibilidad, es la sanción por la cual
las partes de un acto o negocio válido y eficaz, no pueden invocarlo res-
pecto de ciertas personas. Al menos ese es el principio que impera hoy
respecto del fraude en el artículo 342 del CCCN.
La inoponibilidad se presenta como una auténtica forma de ineficacia,
pues no va por la nulidad del acto o negocio, la medida no afecta su vali-
dez, sino que logra simplemente hacerlo ineficaz. Se ve una vez más que
todo acto invalido es ineficaz, pero no todo acto ineficaz es invalido.

3. EL PRINCIPIO “PAS NULITE SANS TEXT” (NO HAY


NULIDADES SIN TEXTO EXPRESO)
El artículo rector que dominaba en materia de nulidades en el Código
de Vélez Sarsfield era el artículo 1037 al decir: “Los jueces no pueden
declarar otras nulidades de los actos jurídicos que las que en este Código
se establecen”.
¿Existe un artículo similar en el nuevo Código? Categóricamente debe-
mos sostener que no; sin embargo, en la parte general dedicada a los con-
tratos el artículo 960 ultima parte del CCCN abre una puerta inmensa a los

25 Llovera de Resk hace un desarrollo de la evolución de esta modalidad de inefica-


cia negocial. Observa que su origen histórico está en Francia, y que tiene como disparador
la obra de Japiot, Des nullites en matière d’ actes juridiques, de 1909, donde establece su
cotejo con la nulidad, sosteniendo que ella es “la ineficacia a la mirada de las partes”, en
tanto que la inoponibilidad “es la ineficacia a la mirada de terceros”. Según Llovera de
Resk, Japiot establece algunas diferencias fundamentales entre nulidad e inoponibilidad:
en cuanto a quienes pueden alegarla (en la nulidad, por una o ambas partes o por terceros,
en tanto que la inoponibilidad sólo por los terceros agraviados, nunca por las partes) y
en cuanto a la extensión (la nulidad produce la ineficacia entre partes y con relación a
terceros, intentando volver las cosas al estado anterior; en tanto que en la inoponibilidad
la ineficacia se produce sólo con relación al tercero protegido por la ley, quedando subsis-
tente de eficacia el acto o negocio entre partes y respecto al resto de los terceros). Confr.:
“Nulidad, inoponibilidad y teoría de la inexistencia”, en Revista Notarial del colegio de
Escribanos de Córdoba, 1981-II-118.
170 derecho notarial

jueces para decidir al respecto.26 Según como se lo interprete, los jueces


pueden ganar en potestad y así decretar nulidades a discreción. De ser así,
el principio de legalidad se debilitaría y la inseguridad conquistaría terreno.
El origen histórico de esta máxima no repetida por el nuevo código,
pero a nuestro entender omnipresente aún sin norma expresa, se basa en la
idea de “plenitud” que inspira el principio de codificación.
El nuevo código, al no repetir la fórmula y decir absurdamente “que
todas las nulidades deben sustanciarse”, intenta poner en manos de los
jueces la misma potestad que otrora tenían los reyes y, después de ellos, el
desorden de fuentes jurídicas anteriores a la codificación velezana.
Se dirá que el nuevo código distingue con claridad entre Derecho y
Ley, lo que no nos conmueve, pues esto si bien amplía el sistema de fuen-
tes para los jueces, no los legitima a dictar nulidades no establecidas ex-
presamente en cualquiera de las fuentes existentes.
En otras palabras, ampliar el sistema de fuentes no significa legitimar a
los jueces a convertirse en legisladores, en fin, no garantiza a ningún opera-
dor jurídico -incluido el juez- a amplios espacios de maniobra con los cuales
decidir sobre la validez o eficacia de los actos o negocios jurídicos.
Que sepamos, no hemos retrocedido al Medioevo. Por el contrario,
la máxima “pas nulite sans text” es al derecho privado en general, lo que
“nula poena sin lege” para el derecho penal, “nula tributo sin lege” para el
derecho tributario, etcétera.
Creemos que es una categoría implícita de todo el sistema, si no se lo
defiende y afianza legislativamente, deberá ser defendido y afianzado más
que nunca de la mano de la doctrina y la buena jurisprudencia, e imperar
aún sin una norma expresa en auxilio.
Su espíritu normativo no es más que una reafirmación del principio de
legalidad, tendiente a evitar que toda acción de la administración o toda de-
cisión de los tribunales, se convierta en el antojo o capricho de sus agentes,

26 Dice el artículo 960: “Facultades de los jueces. Los jueces no tienen facultades
para modificar las estipulaciones de los contratos, excepto que sea a pedido de una de
las partes cuando lo autoriza la ley, o de oficio cuando se afecta, de modo manifiesto, el
orden público.” Nosotros ampliamos este último párrafo y sostenemos que puede hacerlo
de oficio, cuando: a) en lo jurídico está en juego el orden público y el interés general; y b)
de hecho, el vicio es manifiesto y la tipificación legal es rígida. En los demás casos, debe
abstenerse de decretar nulidades a discreción.
Primera parte: Fuentes teóricas 171

sino en una directa aplicación de la Ley y el Derecho. Para usar una expre-
sión más romántica: no mandan los hombres ni las autoridades, sino la ley.
Esto y no otra cosa es el principio “pas nulite sans text”, un intento de ase-
gurar la eficacia del tráfico jurídico negocial evitando las actitudes creativas
de los jueces que lo autoricen a decretar nulidades a “gusto”.
En paralelo a lo apuntado, se discute acerca de si las nulidades deben
estar enunciadas en forma sacramentales o expresas o bien si alcanza con
que pueda inferirse en forma indubitable de la naturaleza del negocio o
por medios interpretativos que admitan su inferencia. Ante la inagotable
casuística, se nos hace difícil dar un juicio categórico acerca de la posibili-
dad de nulidades que puedan inferirse de los actos o negocios. Admitamos
que sí, apostemos entonces a la razonabilidad de los jueces, pero bajo la
consigna o principio de que, ante la duda, habrá que inclinarse por la va-
lidez del acto o negocio.
Un dato a sumar a lo dicho, es una cuestión jerárquica: la de reconocer
que sólo el legislador nacional puede determinar nulidades, no así el legis-
lador provincial y menos aún el juez.

4. VERDAD Y FICCIÓN DE LA IMPRESCRIPTIBILIDAD


EN LOS CASOS DE INVALIDEZ ABSOLUTA
Se dice que, en los actos o negocios sujetos a invalidez absoluta,
(aquellos donde el orden público y el interés general se aúnan), la acción
es imprescriptible. Este es el criterio que invoca el artículo 387 última
parte, por el cual un acto así “no puede sanearse por la confirmación del
acto ni por la prescripción”.
Nos hacemos estos interrogantes: 1) Si prescriben las acciones y las
penas nacidas de delitos de acción pública en el Derecho Penal: ¿Cómo
no habrían de prescribir las acciones civiles? 27; 2) ¿Existen posibles hipó-
tesis de actos nulos donde la prescripción sea viable?
En cuanto a lo primero, por principio parece inadmisible plantear la
imprescriptibilidad de las acciones y sanciones civiles si, el derecho penal,
con intereses tutelados más severos lo admite (salvo para los delitos de

27 Confr. ZAFFARONI Eugenio Raúl. Manual de Derecho Penal. Parte General.


Buenos Aires, Editorial Ediar, 1990, p. 650 y siguientes.
172 derecho notarial

lesa humanidad o los políticos con consecuencias penales del artículo 36


de nuestra Constitución Nacional).
En cuanto al segundo, hemos decidido aportar ejemplos que eviden-
cien la posibilidad de la prescriptibilidad de actos o negocios en el cual se
encuentre comprometido el orden público y el interés general. Tomemos
en un ejemplo que da José Carlos Carminio Castagno: para este autor es
imprescriptible la acción en el caso “(…) de infringirse una norma que, por
ejemplo, prohibiese a los extranjeros ser dueños de inmuebles sitos en deter-
minadas zonas del territorio argentino, por razones de seguridad nacional”.28
Nosotros pensamos distinto, y creemos que es prescriptible no obstante
estar en juego el orden público y el interés general. De darse la compra por
un ciudadano chileno de un inmueble fronterizo siendo el acto nulo (por
tratarse de una invalidez absoluta, vicio rígido y manifiesto), sea porque
el escribano autoriza tal escritura, sumado a que la comisión de fronteras
nada objetó o nadie acciona, hay que reconocer que, pasados los plazos
de prescripción adquisitiva, el ciudadano chileno adquiere por usucapión
y al Estado sólo le queda expropiar para salvaguardar el interés violenta-
do. A la imprescriptibilidad de la acción del acto en sí, se le superpone la
prescriptibilidad por usucapión, ergo, es prescriptible lo imprescriptible.
En igual sentido, pensando con un ejemplo como es el artículo 1002
inciso b. del CCCN, de la compra de bienes por el juez en procesos en los
que interviene o pasan ante su juzgado. Se trataría de un acto nulo, pues
la invalidez es absoluta, vicio rígido y manifiesto. Si por ventura ese acto
se produce y el secretario en un temor reverencial lo autoriza, o la compra
hecha por interpósita persona termina en una cesión de derechos a favor
del juez o de su cónyuge; pasado el plazo de prescripción veinteñal el
dominio se consolida en cabeza del juez, así, otra vez, es prescriptible lo
imprescriptible.
Lo común en estos dos ejemplos está marcado por una misma constan-
te, y es la posibilidad de que el acto se dé, sin óbice para que la prescrip-
ción de la acción de nulidad se pierda por el triunfo de otra: la prescrip-
ción adquisitiva. Como se aprecia, estamos ante hipótesis incontestables
de prescripción de la acción habiendo invalidez absoluta.

28 Confr. CARMINIO CASTAGNO. Teoría general… op. cit., T. I, p. 440.


Primera parte: Fuentes teóricas 173

4.1. El criterio lógico para determinar la imprescriptibilidad


Podemos distinguir dos frentes para entender la imprescriptibilidad de
las acciones en general, como para las acciones de invalidez en particular:
1) Lo patrimonial de lo extrapatrimonial en materia civil; 2) la impres-
criptibilidad de acción propia de un instituto y propias de la invalidez e
ineficacia de los actos jurídicos.29

4.1.1. Lo patrimonial y lo extrapatrimonial


En los “derechos patrimoniales” deben admitirse por principio la pres-
criptibilidad de las acciones; pero también es cierto que hay hipótesis don-
de admitirla sin más, resultaría a todas luces incivil, aberrante, cuando no
contrario al más preclaro sentido común. ¿Cuáles son estos casos?
Precisamente el Derecho Civil como “derecho patrimonial” por exce-
lencia, comprende un sinnúmero de hechos y actos jurídicos o institutos
de naturaleza extrapatrimonial que, por generar consecuencias patrimonia-
les, no son reductibles a esto último. Son imprescriptibles las acciones de
estado, como el matrimonio, la adopción, patria potestad, etc., los cuales
recogen las hipótesis más emblemáticas de imprescriptibilidad de la acción
por invalidez o ineficacia, todas ellas de contenido extrapatrimonial incon-
testable.30 Es la lógica que inspiraba Vélez en el artículo 4019 inciso 2º.
En cuanto a los “bienes que se encuentran fuera del comercio” conside-
ramos que estos cabalgan en la grupa de lo extrapatrimonial, pues si bien su
naturaleza permite ‒en una generalización apresurada‒ considerarlo como
patrimonial, el Estado goza de la potestad de excluir determinados bienes de

29 El Art. 4019 del código civil preveía la imprescriptibilidad de la acción en hipó-


tesis que nada tiene que ver con la invalidez o ineficacia, sino con la naturaleza misma de
algunos institutos. Pensemos en los casos de: “… 3ª La acción de división, mientras dura
la indivisión de los comuneros. 4ª La acción negatoria que tenga por objeto una servidum-
bre, que no ha sido adquirida por prescripción. 5ª La acción de separación de patrimonios,
mientras que los muebles de la sucesión se encuentran en poder del heredero. 6ª La acción
del propietario de un fundo encerrado por las propiedades vecinas, para pedir el paso por
ellas a la vía pública”. ¿Qué tienen que ver todas ellas con el régimen de la invalidez o
ineficacia de los actos o negocios jurídicos? Nada, por cierto. Hoy el CCCN en el artículo
2536, que es el concordante, no hace enumeraciones ni distingos, pero de hecho incluye
las hipótesis mencionadas.
30 El CCCN muestra en su articulado casos que corroboran nuestro criterio, como lo
evidencian los artículos: 424, 403, 634, entre otros.
174 derecho notarial

la “zona” de negociación económica. Dada la determinación como “fuera


del comercio” la imprescriptibilidad se impone, no obstante, cualquier acto
o negocio jurídico que intente incluir como objeto negocial alguno de di-
chos bienes. Es lo que se infería de artículo 4019 inc. 1º de Vélez Sarsfield.
La prueba empírica, demuestra excepciones a la pretensión legislativa
de categorizar la imprescriptibilidad allí donde hay invalidez absoluta. Los
legisladores y el resto de los operadores jurídicos no pueden desconocer o
ignorar la invalidez absoluta a la hora de determinar la imprescriptibilidad,
pero la imprescriptibilidad no es reductible a la invalidez absoluta.

5. LA INVALIDEZ E INEFICACIA EN EL NUEVO CCCN. UNA


REFORMULACIÓN TENTATIVA DEL CAPÍTULO IX
Hagamos una gimnasia legislativa y propongamos conforme a nuestro
revisión terminológica y conceptual una suerte de “parte general” para el
régimen de la invalidez. Hacemos la salvedad que, en la Sección Segunda,
como se verá, innovamos agregando un artículo que distingue lo nulo de
lo anulable y unificamos todas las categorías de invalidez, tanto la absolu-
ta como la relativa, la total y la parcial y el vicio en su carácter manifiesto
u oculto y su tipificación. Veamos:
De la invalidez e ineficacia de los actos jurídicos.

SECCIÓN 1ª
Disposiciones generales
ARTÍCULO 382. Categorías de invalidez e ineficacia. Los actos
jurídicos pueden ser invalidados en razón de alguna causa de nu-
lidad sea que se trate de un acto nulo o anulable, o en razón de su
inoponibilidad respecto de determinadas personas.
ARTÍCULO 383. Articulación. La invalidez o ineficacia –por anu-
labilidad e inoponibilidad‒ puede argüirse por vía de acción u opo-
nerse como excepción.
Cuando se trate de actos nulos previstos en la sección segunda, al
ser el vicio manifiesto, la tipificación rígida y estar comprendido
el orden público y el interés general, la invalidez será reputada,
aunque no se sustancie. Faltando alguno de los elementos referidos,
deberá necesariamente sustanciarse.
Primera parte: Fuentes teóricas 175

ARTÍCULO 384. Conversión. El acto inválido puede convertirse


en otro diferente válido, cuyos requisitos esenciales satisfaga, si el
fin práctico perseguido por las partes permite suponer que ellas lo
habrían querido si hubiesen previsto la invalidez.
ARTÍCULO 385. Acto indirecto. Un acto jurídico celebrado para
obtener un resultado que es propio de los efectos de otro acto, es
válido si no se otorga para eludir una prohibición de la ley o para
perjudicar a un tercero.

SECCIÓN 2ª
Nulidad, Invalidez y vicio. Criterios distintivos.
ARTÍCULO 386. Acto nulo y acto anulable. Criterio de distin-
ción. Es nulo el acto en el cual la invalidez es absoluta, el vicio
manifiesto y el tipo legal está expresamente tasado por la ley. Dado
estos tres requisitos, el acto se reputa nulo, aunque su nulidad no
haya sido juzgada.
Es anulable el acto en el cual, indistintamente o a un tiempo: 1) el vi-
cio no se patentice, (lo que requerirá investigación), 2) el hecho vicio-
so sea de tipificación legal flexible (lo que requerirá determinación)
y, 3) la invalidez sea relativa, (lo que requerirá ser instada la anula-
bilidad por parte interesada, ya sea por vía de acción u excepción).
Los actos anulables se reputan válidos mientras no sean anulados y
sólo se tendrán por nulos desde el día de la sentencia que los anule.
ARTÍCULO 387. Invalidez. Fundamentos. Son de invalidez ab-
soluta los actos que contravienen el orden público, la moral o las
buenas costumbres, afectando así al interés general. Son de invali-
dez relativa los actos a los cuales la ley impone la sanción sólo en
protección del interés de ciertas personas o el interés particular.
ARTÍCULO 388. Invalidez absoluta. Legitimados para decre-
tarla. Consecuencias. La invalidez absoluta legitima a toda la
comunidad para desconocer efectos al acto, en instancia judicial
puede declararse por el juez, aun sin mediar petición de parte, si es
manifiesta en el momento de dictar sentencia. Puede alegarse por el
Ministerio Público y por cualquier interesado, inclusive por la parte
que invoque la propia torpeza para lograr un provecho. No puede
sanearse por la confirmación del acto.
176 derecho notarial

ARTÍCULO 389. Invalidez relativa. Legitimación. Consecuen-


cias. La invalidez relativa sólo puede declararse a instancia de las
personas en cuyo beneficio se establece. Excepcionalmente puede
invocarla la otra parte, si es de buena fe y ha experimentado un per-
juicio importante. La parte que obró con ausencia de capacidad de
ejercicio para el acto, no puede alegarla si obró con dolo. Puede sa-
nearse por la confirmación del acto y por la prescripción de la acción.
ARTÍCULO 390. Invalidez total y parcial. Principio. Integra-
ción. La invalidez total es la que recae sobre la integridad del acto.
La invalidez parcial es la que afecta a una o varias de sus dispo-
siciones. La invalidez de una disposición no afecta a las otras dis-
posiciones válidas, si son separables. Si no son separables porque
el acto no puede subsistir sin cumplir su finalidad, se declarará la
invalidez total.
En la invalidez parcial, en caso de ser necesario, el juez debe inte-
grar el acto de acuerdo a su naturaleza y los intereses que razona-
blemente puedan considerarse perseguidos por las partes.

SECCIÓN 3ª
Efectos de la nulidad
ARTÍCULO 391. Restitución. La nulidad obliga a las partes a
restituirse mutuamente lo que han recibido en virtud del acto. Estas
restituciones se rigen por las disposiciones relativas a las relaciones
de buena o mala fe, según sea el caso.
ARTÍCULO 392. Hechos simples e ilicitud. Los actos jurídicos
nulos, aunque no produzcan los efectos de los actos válidos, dan
lugar en su caso a las consecuencias de los actos ilícitos, de los
hechos en general y a las reparaciones que correspondan.
ARTÍCULO 393. Efectos respecto de terceros en cosas registra-
bles. Todos los derechos reales o personales transmitidos a terceros
sobre un inmueble o mueble registrable, por una persona que ha re-
sultado adquirente en virtud de un acto anulable, quedan sin ningún
valor, y pueden ser reclamados directamente del tercero, excepto
contra el subadquirente de derechos reales o personales de buena fe
y a título oneroso. Los subadquirentes no pueden ampararse en su
Primera parte: Fuentes teóricas 177

buena fe y título oneroso si el acto se ha realizado sin intervención


del titular del derecho.
SECCIÓN 4ª
Confirmación
ARTÍCULO 394. Presupuesto y consecuencias. Hay confirma-
ción cuando la parte que puede articular la anulabilidad del acto
en razón de la legitimación dada por el carácter relativo de la in-
validez, manifiesta expresa o tácitamente su voluntad de tener al
acto por válido, después de haber tomado conocimiento del vicio
que amenazaba su invalidez. El acto de confirmación no requiere la
conformidad de la otra parte.
ARTÍCULO 395. Forma. Si la confirmación es expresa, el instru-
mento en que ella conste debe reunir las formas exigidas para el
acto que se sanea y contener la mención precisa del vicio que po-
tencialmente legitimaba para invalidarlo, de su desaparición y de la
voluntad de renunciar a la acción de anularlo.
La confirmación tácita resulta del cumplimiento total o parcial del
acto anulable realizado con conocimiento del vicio que potencial-
mente legitimaba a invalidarlo, o de otro acto del que se deriva la
facultad inequívoca de renunciar a la acción de anularlo.
ARTÍCULO 396. Efecto. La confirmación del acto entre vivos o
por causa de muerte, importa la renuncia a la acción de anularlo,
por tanto convierte al acto válido pero potencialmente anulable, en
definitivamente inanulable respecto del vicio saneado. La confirma-
ción no debe perjudicar los derechos de terceros de buena fe.

SECCIÓN 4ª
Inoponibilidad
ARTÍCULO 397. Inoponibilidad. Criterio de distinción. Efec-
tos. El acto o negocio no debe perjudicar a terceros, en caso con-
trario, estos podrán oponer a su respecto la ineficacia del acto o
negocio, a los fines de subsanar el perjuicio.
ARTÍCULO 398. Oportunidad para invocarla. La inoponibilidad
puede hacerse valer en cualquier momento, sin perjuicio del derecho
de la otra parte a oponer la prescripción o la caducidad.
178 derecho notarial

6. COLOFÓN
Todo cuanto hemos apuntado sobre este complejo problema de la in-
validez e ineficacia puede que no convenza a nadie. El aparente esque-
matismo y la abundancia conceptual con seguridad agotarán al lector no
habituado a esta forma de encarar la interpretación normativa.
Quizás a este estudio se lo considere como una tediosa gimnasia inte-
lectual, un ejercicio de contorsionistas. Aun así, estamos convencidos, que
importa un ponderable intento de orden al intrincado y disperso mundo de
la invalidez y la ineficacia de los actos y negocios jurídicos, y en particular,
de uno de sus problemas más emblemáticos: el régimen de las nulidades.
Por el momento, es lo más coherente, sistemático y consistente que
han escrito grandes juristas y nosotros, humildemente, recreamos –y atre-
vidamente ampliamos-, convencidos de que su entendimiento y asimila-
ción trae al buen operador jurídico una precisión superadora.
Este capítulo no es para un lector ansioso. A nosotros mismos nos ha
costado lecturas y relecturas, además de horas de vigilia, comprender y
asimilar la lógica profesada. Sin embargo, la eficacia técnica de los con-
ceptos y cierta coherencia permite afirmar que logran el rigor de una teoría
bastante acabada –siempre perfectible– con la cual afrontar los problemas
de la invalidez e ineficacia de los actos y negocios jurídicos. De ser así,
damos por compensado sobradamente el esfuerzo.
Capítulo v
EL NOTARIO COMO TÉCNICO ASESOR
(La labor profesionalista)

1. Labor profesionalista y funcionarista. 1.1. Asesoramiento y labores como


jurisperito. 1.2. La calificación técnico jurídica de los hechos, actos y nego-
cios jurídicos. Importancia previa. 2. Confección de instrumentos privados.
Derecho al honorario. Responsabilidad. 3. Estudio de títulos. Noción. 3.1.
Los operadores jurídicos involucrados potencialmente. 3.1. ¿Obligación le-
gal de los operadores jurídicos o carga para el interesado? 3.1.1. Calificar el
título, estudiar el título y estudiar los títulos. Diferencia. 3.1.1.2. ¿Qué com-
prende el estudio? 3.2 Conclusiones. 3.2. Estudio de títulos y adquisiciones a
non domino. Diseñando la Buena fe del notario. 3.2.1. Del artículo 1051 del
Código Civil, al 392 del CCCN. Consideraciones previas. 3.2.1.1. Lo nulo
y lo anulable como categorías lógicas. Remisión. 3.2.1.2. De la Bona fides
romana a la Buena fe actual. 3.3. Análisis del artículo 392 CCCN.

1. QUEHACER PROFESIONALISTA Y FUNCIONARISTA


Una parte importante del notariado, por razones de no tan difícil rastreo,
aunque sí de flaco valor argumentativo, sobrevalora la labor profesionalista
por sobre la función concreta que realiza y hace a su investidura estatal.
La definición acuñada por primer congreso del notariado latino fue su
bandera, nacida de una gran fortaleza político gremial y del reflejo dogmá-
tico hacia las doctrinas administrativistas de Zanobini.1

1 En la obra de Pelosi eso ha quedado evidenciado, y nos dice: “Estimo que la carac-
terización adecuada es la de profesional del derecho encargado de una función pública,
180 derecho notarial

La condición de “profesional del Derecho a cargo de una función pú-


blica” no es más que un eufemismo, una frase vaga, contraria a toda la
lógica sistemática de la moderna teoría del Estado, y de la lógica propo-
sicional, pues no existe función pública sin funcionario público. La fun-
ción pública en abstracto es un concepto, la función pública en concreto,
reclama un agente de la función capaz de activarla, es decir un funcionario
público. En fin, es en la metáfora del “a cargo de una función pública” a
donde hay que buscar el equívoco.
Que el notario esté fuera de la estructura burocrática del Estado, que
no se encuentre dentro de los gastos presupuestados y no dependa finan-
cieramente de aquel, no desmerece la condición de funcionario público.
Debe quedar claro que no descalificamos la labor asesora del notario
como jurisperito, pero tampoco se la debe sobrevalorar a punto de “apa-
gar” lo que tiene de protagónico la labor del escribano de registro. El
notario denominado “de tipo latino” nació de un monopolio estatal; y su
descentralización obedece a razones operativas de política económica, de
la burguesía comercial en ascenso en época de los reyes y del triunfo de
su proyecto en la economía contemporánea.
La seguridad jurídica de ciertos actos jurídicos, de ciertos contratos
relevantes, etc., reclamaban y aún hoy reclaman del Estado una “legión”
de jurisperitos a quienes delegarles algo de su potestad y, por comodidad
del tráfico, que operasen y operen de manera descentralizada. Eso es todo.
Después vendrían las argumentaciones y defensas de la condición de pro-
fesional del Derecho, por un complejo de inferioridad con los abogados en
épocas en que, para ser notario bastaba saber leer y escribir y conocer algo

según la feliz formula del Primer Congreso Internacional del Notariado Latino, celebrado
en Buenos Aires en el año 1948, la establecer el carácter, objeto y alcance de la función
notarial. Se aproxima al concepto dado por Zanobini, de que se trata del instituto del ejer-
cicio privado de la función pública.” Confr. PELOSI Carlos A. El documento notarial.
Buenos Aires, Astrea, 2012, p. 176. A esta posición sin duda política y dogmática, sosteni-
da por argumentos de autoridad no muy claros, que sigue siendo a nuestro entender, no tan
“felizmente” vencedora, se le suma la alemana que con un nuevo galimatías nos habla del
notario como “portador de una función pública”. Todas estas definiciones juegan con las
palabras, pero no pueden justificar el ejercicio incontestable de una función del Estado,
el concurso para acceder, el número clauso de los registros, la necesidad de investidura
estatal, el régimen de incompatibilidades, de licencias, de cese, suspensión, destitución, la
propiedad del protocolo y la necesidad de su archivo en el Estado, entre otras.
Primera parte: Fuentes teóricas 181

de leyes, luego rendir un examen ante los jueces, luego en una prolongada
transición alcanzar rango universitario como carrera independiente de la
de abogacía –en algunas facultades aún se mantiene este régimen–, hasta
alcanzar hoy la estatura de carrera de grado, posgrado o especialización,
luego de ser abogado.
Si se quieren analogías, los jueces también son “profesionales del De-
recho a cargo de una función pública”, los secretarios de juzgados igual,
los oficiales del registro civil igual, pero ninguno se define así, aunque
podrían hacerlo sin mucho valor conceptual, pues depender o no de la
estructura burocrática del Estado es algo no determinante, ni esencial de
las funciones públicas.
Habiendo investidura estatal, lo que define la condición de funcionario
público no es “dónde” se hace algo, sino “qué” se hace. Los registros nota-
riales son del Estado, y la condición de jurisperito es un requisito cada vez
más riguroso de idoneidad para ser agente de cargos de esta naturaleza,
eso es innegable, pero no “absorbe” a la función pública volviéndola una
abstrusa, “función privada” de funciones públicas, como mentaba Zanobi-
ni, pues ello es un sinsentido lógico semántico y operativo.

1.1. Asesoramiento y labores como jurisperito


El notario puede cumplir una labor meramente asesora, acorde a la
especialidad, al mayor o menor nivel de conocimientos que posea, y sin
perjuicio de ello, orientar en tácticas o estrategias de todo tipo, no sólo las
vinculadas a lo notarial.
Nada impide que un notario que ha alcanzado por concurso un re-
gistro, y que ha sido un avezado abogado en materia penal o en Derecho
laboral, por ejemplo, asesore en lo penal y lo laboral. Es sabido que por el
régimen de incompatibilidades no podrá litigar, tendrá cancelada su ma-
trícula como abogado, pero no le impedirá su legítimo derecho al cobro de
honorarios por la labor asesora.
También puede operar como referencista, haciendo estudio de títulos, o
asesoramiento para otros notarios que confían en su formación, guiando en
la defensa de sumarios administrativos, contenciosos registrales, etcétera.
Todo ello lo puede hacer, y a contrario, delegar en otros la labor, antes de
proceder a celebrar un acto propio de su función como escribano de registro.
182 derecho notarial

Pensemos por un momento en las leyes orgánicas que discriminan en


categorías como simplemente matriculados, escribanos de registros y ads-
criptos. Los primeros, aunque sean juristas de prestigios y demuestren
una idoneidad superior a cualquiera de los dos últimos, no pueden pro-
ducir instrumentos públicos, pues carecen de investidura estatal, carecen
de registro, en una palabra. Y a contrario, un inidóneo, que ni siquiera es
jurisperito, si está investido, produce instrumentos públicos (doctrina del
art. 292 segundo párrafo del CCCN).
Esto demuestra, que el quehacer profesionalista no es de la esencia de
la función notarial, pues puede ser delegado a terceros y por tanto pone a
la definición del primer congreso del notariado latino en crisis.

1.2. La calificación técnico jurídica de los hechos, actos y negocios


jurídicos. Importancia previa
Si se leen obras de ilustres notarialistas, esta labor de encuadre de los
negocios jurídicos, se la considera como “La forma notarial total como
resultado de un proceso”; “Realización notarial del Derecho” u “Opera-
ciones notariales de ejercicio”, eufemismos en los cuales se incluye un
desglose de actos previos que se cristalizan finalmente en un instrumento
público válido y eficaz.2
Esta distinción podrá considerarse pretendidamente teórica por el he-
cho de estar escrita por autores reconocidos en el ámbito notarial, pero
hay que decirlo, es fallidamente conceptual, aparentemente didáctica y
no aporta nada a la comprensión de la verdadera labor notarial, son meros
juegos de palabra que nos hablan de presuntos datos metajurídicos.
El análisis de estos estudios consiste en ir “desdoblado” en etapas
“formales menores” que van desde el asesoramiento ‒que como dijimos
puede provenir del propio notario o de otro jurisperito, o del propio requi-
rente si conoce el Derecho‒, hasta la redacción definitiva de la escritura,
la que ellos consideran que es la “forma total”; todo un dislate por cierto.

2 Confr.: BARDALLO, Forma Jurídica, “Cuadernos Notariales”, Nº2, p. 8.; La-


rraud, Curso de derecho notarial, p. 183; o MARTÍNEZ SEGOVIA. Función Notarial, p.
202. Cit. por ETCHEGARAY Natalio Pedro. Derecho Notarial aplicado. Buenos Aires,
Astrea, 2011, p. 17 y siguientes.
Primera parte: Fuentes teóricas 183

Estos caprichosos desdoblamientos, parecen desconocer la clara de-


finición de forma que daba Vélez Sarsfield en el artículo 973 que esta-
blecía: “La forma es el conjunto de las prescripciones de la ley, respecto
de las solemnidades que deben observarse al tiempo de la formación del
acto jurídico; tales son: la escritura del acto, la presencia de testigos, que
el acto sea hecho por escribano público, o por un oficial público, o con el
concurso del juez del lugar”.
La forma escrituraria del acto no es la suma de pequeñas formas par-
ciales. Podrá en sí misma comprender más de un elemento formal, por
ejemplo, el testamento por acto público requiere la escritura del acto, la
presencia de un notario u oficial público, y además la presencia de testigos
lo cual no es requisito para una compraventa inmobiliaria, pero de ahí a
suponer que todo ello es un desdoblamiento de pequeñas formas menores,
no es más que un invento retorico que corre por cuenta de quien lo afirma.
Sin duda que el notario que encuadra el negocio debe saber de la norma-
tiva vigente, sobre todo acerca de la forma jurídica, de los contratos, del régi-
men sucesorio si va a hacer un testamento, y de lo puntual en materia laboral
si va a realizar un acta de notificación notarial de un despido, por ejemplo.
Ahora bien: ¿Por qué todo esto, en manos de un notario, debe ser desdoblado
en una sistematización caprichosa como un “proceso” lleno de etapas?
Bardallo, por ejemplo, sostiene absurdamente la existencia de “for-
mas parciales” en el proceso de la “forma total”, lo que sólo está en la
imaginación teorética, pero no en la realidad jurídica. Para dicho autor
es “forma parcial”: 1) la “calificación”, por ejemplo, de un negocio como
compraventa, a esto lo llama forma “primaria o esencial”; 2.) la “legali-
zación” (“forma de validez”) que es adaptar la voluntad de las partes al
Derecho vigente; 3) la “legitimación” (“forma de eficacia”) estableciendo
los vínculos sujeto-sujeto, sujeto-objeto; 4) la “configuración” (“forma
concreta”) según el autor es una distinción de lo esencial, lo natural y lo
accidental del negocio; 5) la “documentación” (“forma material”), aquí
todo lo anterior queda materializado en el documento notarial; 6) la “auto-
rización” (“forma de autoridad”), luego de la firma de las partes, y después
la firma del notario que pone en vigor la fe pública en todo su poder legal.3
3 Ver, ETCHEGARAY Natalio Pedro. Derecho Notarial aplicado. Astrea. Año 2011.
Pág. 17 y siguientes.
184 derecho notarial

¿De dónde surgen estas categorizaciones formales parciales? Por su-


puesto que no lo explica, se limita a afirmarlo desdoblando “a capricho”
hechos obvios o necesarios y elevándolos a una suerte de nueva “teoriza-
ción” o “conceptualización” de la forma como si fuera un “origami” de
“formas parciales”.
Con otras variantes, Martínez Segovia considera “la forma como un
resultado de un proceso notarial de operaciones de ejercicio”, otro juego
de palabras que intenta sublimar la labor asesora, y desdoblarla en: una
“primera audiencia” (recepción de la voluntad, asesoramiento, configura-
ción e interpretación final), y una “segunda audiencia” (función autenti-
cante –lectura, otorgamiento por las partes, unidad de acto-; autorizante
–firma y sello–; conservadora –archivo, custodia y registración–).
¿A dónde llevan estas distinciones? A ninguna parte. Es más, podría-
mos seguir sumando “audiencias” si después de la primera se suman otras
que cambian el encuadre, sea modificándolo total o parcialmente.
Jamás hemos visto a un secretario de juzgado en una subasta judicial
pensar el incidente de subasta bajo estos esquemas, lo mismo un abogado
que confecciona un instrumento privado, un acuerdo de distribución de
bienes en una disolución de sociedad conyugal o adjudicación de bienes
en un sucesorio, o el oficial del registro civil cuando celebra un matrimo-
nio. No cabe duda que estas disquisiciones no son más que dobleces retó-
ricos, o descripción de obviedades necesarias, enunciadas con pretensión
o animosidad conceptual.
En fin, como cualquier jurisperito, el notario encuadra el negocio a
realizar, y debe saber, conforme al ordenamiento jurídico vigente y no
conforme a caprichosos esquemas, que el negocio a celebrar cumpla con:
a) los presupuestos necesarios de validez que son: la capacidad de las
partes (Arts. 22 a 50 del CCCN), que el objeto sea idóneo para soportar
la fuerza vinculante (v.gr: no se puede contratar sobre derechos persona-
lísimos (Confr. artículos 51 a 61 del CCCN), y las partes se encuentren
legitimadas para celebrarlo (v.gr: entre cónyuges no se pueden celebrar
compraventas –artículo 1002 inciso d. del CCCN–, los funcionarios y au-
xiliares de justicia y mediadores respecto de bienes de los procesos que
intervengan o hayan intervenido –artículo 1002 inciso b. del CCCN–, o el
tutor no puede compra bienes de sus pupilos –artículo 120 CCCN–); b) Se
Primera parte: Fuentes teóricas 185

den los elementos negociales a saber: la forma sea la establecida (art. 284,
285, 286 y conc. del CCCN), el contenido (autorregulación de intereses
–art. 2651 CCCN–, que tiene como límite lo dispuesto por el artículo 279
CCCN) y la causa típica (arts. 281 a 283 del CCCN).
Si el notario, además, después de encuadrar el negocio conforme a
estos presupuestos y elementos –que están sostenidos por una sólida base
normativa– es designado para formalizarlo, que es lo que generalmente
ocurre, deberá observar respecto de su propio acto –el acto notarial–, que
los requisitos de esencia y validez, estén en orden.
Si los presupuestos y elementos, tanto los del negocio, como los del
acto notarial, se aúnan sin vicios esenciales ni invalidantes, entonces lo-
graremos, sin lugar a dudas, un instrumento público negocial, eficaz e
inatacable.
Como se aprecia, en vez de estudiar calificaciones abstrusas, es me-
jor estudiar teorías generales, sean las del negocio jurídico o las del acto
notarial, y activarlas en la labor de cualquier jurisperito –el escribano en
particular–, para lograr así actos y negocios jurídicos más técnicos.

2. CONFECCIÓN DE INSTRUMENTOS PRIVADOS. DERE-


CHO AL HONORARIO. RESPONSABILIDAD
En el quehacer profesionalista, el notario puede, como mero jurispe-
rito, colaborar en la redacción de instrumentos privados de toda índole,
desde señas o arras, contratos preliminares, boletos de compraventa de
bienes en general, simples asociaciones, sociedades comerciales, con-
tratos de locación, de mutuo, depósito, fideicomisos, donaciones que no
requieran escritura pública, etc. Puede también diligenciar certificados,
consultas de visu, solicitar fotocopias de folios reales, hacer estudios de
títulos, etcétera.
Vemos aquí que su labor es idéntica al resto de los operadores jurídi-
cos que ejercen una profesión liberal, y como tal tiene derecho al cobro de
honorarios por ello.
La responsabilidad en estos casos si bien está sujeta a las reglas genera-
les, en la medida que pueda encuadrar en lo civil por daño, en lo penal por
delitos, en lo administrativo por incumplimiento por normas fiscales; en lo
que respecta a lo estrictamente disciplinario, la responsabilidad colegial se
186 derecho notarial

limita a lo meramente profesionalista, y no debe ser encuadrado dentro de


las tipologías o generalidades previstas de manera estricta a lo funcional.

3. ESTUDIO DE TÍTULOS. NOCIÓN


Si bien es posible dar una noción bastante clara de lo que comprende
el denominado “estudio de títulos”, no existe en cambio una delimitación
unívoca en cuanto a quienes son los obligados, el carácter y extensión de
este instituto.
Por el momento, adelantemos que el notariado se lo ha arrogado
como uno de sus orgullos mayores, como un blasón exclusivo que pinta
y repinta ante cuanto cambio legislativo, congreso, jornada civil o nota-
rial se presenta.
El “estudio de títulos” consiste en producir un dictamen que asegure o
acredite una legitimación subjetiva relativa objetiva inatacable, es decir,
una relación causal del sujeto o sujetos titulares respecto del objeto a dis-
poner –en general inmuebles– libre de vicios ostensible, lo que se logra
mediante la compulsa o análisis del título actual y los antecedentes –que
puede ser uno o más títulos– hasta alcanzar o cubrir el plazo de prescrip-
ción máximo previsto por el ordenamiento jurídico.

3.1. Los operadores jurídicos potencialmente involucrados


El notariado se ha arrogado el protagonismo en esta faena. Ello es el
fruto, una vez más, del complejo de inferioridad del notariado. ¿Por qué
decimos esto? Porque la ingenua doctrina “heroico sectorial” del notaria-
do la considera una “obligación funcional implícita”, lo que no surge de
ninguna norma expresa, por el contrario, un sinnúmero de situaciones de
hecho, tanto lógicas como normativas, sean del Código Civil derogado
como del CCCN vigente, evidenciaban y evidencian que no es una obli-
gación legal de los notarios, ni de ningún jurisperito.
Empecemos por “sacar el lazo” de exclusividad del notariado, pen-
sando en algunas hipótesis formalizantes compartidas. Por ejemplo, las
compraventas de inmuebles la realizan los notarios mediante actos entre
vivos y los secretarios de juzgados en las ventas forzadas por subasta ju-
dicial, lo que establece una misma potestad formalizante. Por su lado, no
Primera parte: Fuentes teóricas 187

es pertinente exigirles a los abogados que, al hacer hijuelas o al presentar


el título hipotecario para su ejecución, se aseguren que los antecedentes
estén en orden.
Pues bien: ¿Acaso hacen estudio de títulos los abogados de parte en
las causas que llevan, o los secretarios de juzgados, o jueces en los juicios
sucesorios o ejecutivos, quiebras, etc., que pasan por ante ellos? ¿Y los re-
gistradores, hacen estudios de antecedentes al inscribir los títulos, o cuan-
do intervienen en la afectación de un inmueble como “protección de la
vivienda” por actuación administrativa? ¿Por qué el notario sí y ellos no?
O es obligación para todos o no lo es para ninguno, ya que todos los
operadores jurídicos que trabajan con títulos de propiedad generando nue-
vos, deberían garantizar la legitimación subjetiva objetiva de modo que
aseguren títulos inatacables.
Ahora que el notario se ha puesto en plano de igualdad con el resto de
los operadores jurídicos que lidian con situaciones del género, se instala la
pregunta: ¿El estudio de títulos, es una obligación o una carga?
Para responder a este interrogante, deberemos compulsar la normativa
existente, y adentrarnos a otros interrogantes. Si lo logramos, por carác-
ter traslaticio, habremos intentado –el futuro dirá si con éxito– “separar
la paja del trigo”, de un instituto que ha fomentado un falso y, sin duda,
peligroso mesianismo notarial.

3.2. ¿Obligación legal de los operadores jurídicos o carga para el


interesado?
Debemos anticipar que, afianzando uno de los criterios, el otro queda
excluido. Si es obligación no es carga y si es carga no puede ser obliga-
ción. No obstante parecer de Perogrullo esta afirmación, los legisladores,
además, la estatura de su potestad, no siempre lo tienen muy en claro, y
como para muestra basta un botón, medítese en este artículo 10 de la Ley
orgánica Registral de Entre Ríos que reza: “La inscripción o anotación de
los actos mencionados en el artículo 7° es para las partes una carga y para
los notarios autorizantes o funcionarios intervinientes un deber legal. Para
estos últimos, el plazo para formular la solicitud será de cuarenta y cinco
(45) días contados desde la fecha de otorgamiento de la escritura pública
o del acto administrativo, de la autenticación de las firmas en los instru-
188 derecho notarial

mentos privados y de la expedición de testimonio, mandamiento u oficio


en las actuaciones judiciales (…)”.
Demos una noción de obligación y de carga. Nosotros asimilamos el
concepto de “obligación” al de “deber legal”. Las obligaciones o debe-
res legales, son imperativos que tienen por fuente a la ley (derecho
objetivo o “autonomía de la voluntad”), y en ellas la coacción de un
dar, hacer o no hacer, se encuentran implícitas, obedecen al concepto
de responsabilidad, y el daño que se cause genera una obligación de
reparación. Las cargas, en cambio, son facultades determinadas por la
ley, que demandan una conducta de realización optativa, normalmente
establecida en interés del propio sujeto y cuya omisión trae aparejadas
para él consecuencias desfavorables, como, por ejemplo, la preclusión
o la pérdida del derecho sustancial debatido en un proceso, la perdida
de la buena fe en determinadas circunstancias, la oponibilidad de un de-
recho, etcétera.
Veamos entonces la suerte que corre el argumento de los que consi-
deran al estudio de títulos una “obligación legal”. El primer argumento
a desmentir es el sostenido por Bueres, que nos dice: “Para nosotros, el
deber jurídico calificado de estudiar los títulos es primordial a efectos del
fiel y acabado cumplimiento del quehacer notarial. Se trata de una obliga-
ción funcional –y no de simple técnica notarial– que deviene inexcusable
para el profesional sin que sea menester una norma legal expresa o de una
estipulación contractual”. 4
Ya nos hemos afianzado en la igualdad del notario con el resto de
operadores jurídicos, lo que hace del argumento de Bueres un juicio no
excluyente, sino incluyente del resto de los jurisperitos.

4 También el autor comienza con un epígrafe que dice: “Estudio de títulos: Deber
funcional emanado virtualmente del ordenamiento jurídico”. Realmente nos asombra que
exista un deber emanado de una “virtualidad” jurídica. Dejemos la “emanaciones” y sólo
digamos que lo “virtual” o la “virtualidad” se opone a lo real. Suponer un “deber virtual”
legal es un absurdo, es lo más parecido a un deber moral, o quizás no sea más que una
sentencia o afirmación que hay que obedecer por puro “argumento de autoridad”. En
todo caso, no hay “emanaciones virtuales” que impongan deberes u obligaciones, una vez
más estamos ante afirmaciones semánticas sin sentido alguno. Confr. BUERES, Alberto.
Responsabilidad civil del escribano. Buenos Aires, Hammurabi, 1984, págs. 118 y 119.
Primera parte: Fuentes teóricas 189

Como primera objeción a este abstruso criterio, es considerar que no


es necesaria “una norma legal expresa o estipulación contractual” para
exigirlo. Si el estudio de títulos es una obligación o deber legal, debemos
necesariamente tener normas en auxilio que así lo impongan, o al menos
debe colegirse de normas que lo infieran como una obligación para el
notario o los operadores jurídicos en general. Además, de existir tales nor-
mas, ya lo hemos dicho, no sería justo que sólo se establezcan para ciertos
operadores jurídicos y queden excluidos otros que realizan labores o acti-
vidades idénticas o similares, aunque dentro de una competencia material
concurrente o exclusiva.
En el código civil no había una norma expresa que estableciera el estu-
dio de títulos y menos como una obligación legal para quien mediara con
negocios o actos transmisivos. Es más, existían normas que probaban que
no era una obligación legal.5

5 El artículo 3430 del código civil, afirmaba: “Los actos de disposición de bienes
inmuebles a título oneroso efectuados por el poseedor de la herencia, tenga o no buena fe,
son igualmente válidos respecto al heredero, cuando el poseedor ha obtenido a su favor
declaratoria de herederos o la aprobación judicial de un testamento y siempre que el tercero
con quien hubiese contratado fuere de buena fe. Si el poseedor de la herencia hubiese sido
de buena fe, debe sólo restituir el precio recibido. Si fuese de mala fe, debe indemnizar
a los herederos de todo perjuicio que el acto haya causado. Será considerado tercero de
buena fe quien ignorase la existencia de sucesores de mejor derecho o que los derechos del
heredero aparente estaban judicialmente controvertidos”. Hoy el artículo 2315 del CCCN
reza: “Actos del heredero aparente. Son válidos los actos de administración del heredero
aparente realizados hasta la notificación de la demanda de petición de herencia, excepto
que haya habido mala fe suya y del tercero con quien contrató. Son también válidos
los actos de disposición a título oneroso en favor de terceros que ignoran la existencia
de herederos de mejor o igual derecho que el heredero aparente, o que los derechos de
éste están judicialmente controvertidos. El heredero aparente de buena fe debe restituir
al heredero el precio recibido; el de mala fe debe indemnizar todo perjuicio que le haya
causado.” En ambos artículos, la buena fe del adquirente que imponen las normas, es la
“buena fe creencia”, no la buena fe diligencia. ¿En qué consiste la buena fe del que le
compra al heredero aparente? Como bien se interroga Carminio Castagno: “¿Debe acaso
hacer una investigación exhaustiva a los Registros Civiles –nacionales y extranjeros–
que descarte totalmente la posible existencia de eventuales herederos de mejor derecho,
matrimoniales y extramatrimoniales?” Y nosotros nos interrogamos: ¿Por qué no lo hacen
los abogados de parte, los secretarios y los jueces, si quieren sentencias declarativas
inatacables? En realidad, si la norma establece expresamente que “Son también válidos
los actos de disposición a título oneroso en favor de terceros que ignoran la existencia de
herederos de mejor o igual derecho que el heredero aparente, o que los derechos de éste
están judicialmente controvertidos”, es porque el límite es el propio expediente judicial y
190 derecho notarial

Hoy, si bien el CCCN habla del estudio del título y sus antecedentes
en el artículo 1138; no obstante, sus protagonistas, su posible dispensa
y extensión, no están bien delimitados, por lo cual nos permitimos estas
disquisiciones diferenciales:
a) Estamos convencidos que a la hora del encuadre del acto o negocio
jurídico en el que está incluido como objeto un bien registrable, es inelu-
dible establecer una clara legitimación subjetiva relativa objetiva, es decir
del sujeto disponente respecto del objeto a disponer. En otras palabras, es
de buen jurisperito tener “el título” vigente a la vista y calificarlo, pero no
“los títulos” antecedentes.
b) Si a esta calificación del título vigente se le quiere agregar el de otras
compulsas, como por ejemplo el documento matriz, deben darse las con-
diciones de posibilidad y pertinencia, activándose una relación contractual
con quien lo solicite, debiendo para ello afrontar los gastos y honorarios.
Interpretemos el artículo 1138 del CCCN: “Gastos de entrega. Excep-
to pacto en contrario, están a cargo del vendedor los gastos de la entrega
de la cosa vendida y los que se originen en la obtención de los instrumen-
tos referidos en el artículo 1137. En la compraventa de inmuebles también
están a su cargo los del estudio del título y sus antecedentes y, en su caso,
los de mensura y los tributos que graven la venta”.
Esta norma sienta un caprichoso principio, y es el de que los gastos
del estudio del título y sus antecedentes están siempre a cargo del ven-
dedor o transmitente interesado y no del adquirente o acreedor. En las
provincias de nuestro país, siempre es y ha sido al revés, son solicitados
por el comprador ‒o los Bancos en caso de otorgar hipotecas‒, nunca por
el vendedor.
¿Cuál es la razón lógica de esta obligación de pago por el vendedor,
prevista en la norma? Difícil determinarlo. Nos parece sí, una injerencia

no ir más lejos, ello demuestra que los operadores jurídicos que activan un sucesorio, los
actuarios que los diligencian y los jueces que dictan autos y sentencias, se valen para su
quehacer, de las pruebas que aportan las actas y partidas de los registros civiles, libretas
de familia, DNI, primeras copias de escrituras de poderes, cesiones de derechos, títulos de
propiedad, hijuelas antecedentes, etcétera. Para la Ley, o siendo modestos, para la lógica
del artículo, ese es el límite de la buena fe. Confr. para un mayor desarrollo: CARMINIO
CASTAGNO. Teoría General del acto notarial y otros estudios. Estudio de títulos y
responsabilidad notarial… op. cit., T. II, p. 269 y siguiente.
Primera parte: Fuentes teóricas 191

de legislador que violenta el verdadero ejercicio de la autorregulación de


intereses, que parece darlos al comienzo del artículo, legitimando un “ex-
cepto pacto en contrario”, para luego establecer una obligación excluyente
del vendedor. ¿En aras de qué?
Sostenemos y nos reafirmamos en que es infundada la obligación del
vendedor de afrontar los gastos del estudio de títulos, las mensuras e im-
puestos que grave la venta. Si se medita un poco respecto del estudio de
títulos, el verdadero interesado en la inatacabilidad del mismo no es el
vendedor, sino el comprador; en cuanto a la mensura lo mismo, y respecto
de los impuestos, habrá que discriminar cuales.
En cuanto al operador jurídico involucrado en un acto transmisivo,
debe limitarse a la calificación del título vigente inscripto, pero no más,
como lo analizamos más adelante (ver infra 3.1.1.2.). Obligar al pago del
estudio del título y sus antecedentes al vendedor, parece ponerlo a este
último en una obligación legal de hacerlo, y no sabemos por qué.
El vendedor que exhibe su título goza de buena fe, confía en la veraci-
dad que le asiste, y no se entiende que además tenga que ir hacia atrás en
el tiempo para verificar o reforzar el derecho del que goza legítimamente.
Si hay dudas, o si quien desea adquirir el bien desconfía del título y sus
antecedentes, deberá ser él quiere ordene y afronte la carga y los gastos
de su estudio.
Esta norma, a fin de cuentas, pone en sospecha la seguridad jurídica
de todos los títulos actuales, pasados y futuros. Es una norma paranoica,
contraria a la lógica que inspira la fe pública del propio Estado. En todo
caso, los legisladores del CCCN –que son legisladores del Estado–, han
puesto en duda la labor de los encargados de producir títulos auténticos,
y que son los oficiales públicos nombrados por el mismo Estado, sean
notarios, secretarios o funcionarios con atribuciones para producir títulos
transmisivos al dominio.
Si se admite el sinsentido de la norma, debemos concluir que el es-
tudio de títulos es una “obligación legal” para el vendedor –por eso debe
pagarlo– y por tanto no lo es para el escribano y el resto de los operadores
jurídico.
¿Y si decide no pagarlo que ocurre? ¿Y si el adquirente se aviene a
su voluntad de no pagar, lo dispensa de responsabilidad por el riesgo?
192 derecho notarial

¿Puede el vendedor imponer la obligación de pago al adquirente? ¿Y si


ninguno paga el estudio de títulos, se encuentra obligado el operado jurí-
dico interviniente a realizarlo a su cargo? Ya se verá que dicen los jueces.
Nosotros estamos convencidos, que no es obligación de ninguno en
particular el pago del estudio de títulos, sino de quien lo solicita, a lo que
debemos sumar la posibilidad del pacto en contrario, es decir, la autorre-
gulación de intereses está permitida para modificar la situación de afrontar
el gasto o dispensar el estudio a los fines de evitar encarecer los costos.
En cuanto a la hipótesis que el disponente y el potencial adquirente de-
cidan no hacerse cargo del estudio de títulos, sostenemos que el notario u
operador jurídico, mediante minuta consentida o no, o bien intradocumen-
talmente pueden dejar constancia de ello, debiendo en caso de algún vicio
que afecte la legitimidad del título, hacerlos responsables en la medida que
corresponda, pero excusando de responsabilidad al operador en cuestión.
Ergo, no hay obligación funcional de estudiar “los títulos”. Sostene-
mos sí, que el escribano o cualquier operador jurídico en actos de muta-
ción en la titularidad, deben calificar –no estudiar‒ “el título” que hace a la
legitimación subjetiva objetiva del disponente. Si además, alguno de ellos
–con seguridad el potencial adquirente–, quiere ir más lejos, al estudio
“del título” vigente sumará el de “los títulos” antecedentes, y si quiere el
de la compulsa de sus matrices, etc., deberá solicitarlo en forma expresa,
con derecho de cobro de gastos y honorarios a quien lo solicite; pero ni el
notario, ni ningún operador jurídico está obligado a hacerlo de facto y si
así lo hace sin haber sido requerido, no tiene derecho al cobro de la labor.
Queremos además hacer una objeción crucial y crítica a esta norma, y
es que sólo habla de “las compraventas de inmuebles”, lo que en una lectura
apresurada resulta estrecho. A poco que se medita, se advierte que la com-
praventa no es la única forma causal de adquisición del dominio, también la
hay por subasta judicial, y también hay actos procesales como las hijuelas
sucesorias. ¿Por qué estos operadores no habrían también de hacer el estu-
dio del título? ¿Acaso ellos no deben constituir un título inatacable para al
tráfico jurídico? Volviendo a argumentos vertidos con anterioridad: ¿Qué
tiene el secretario de juzgado o el abogado de parte en los juicios sucesorios,
que no tenga el notario en las compraventas, que los excuse de estudiar “los
títulos”? Nada, salvo una actitud discriminatoria entre jurisperitos.
Primera parte: Fuentes teóricas 193

En todo caso, si es una obligación, la calificación del título les com-


pete a todos por igual, y si quieren también su estudio y el del de sus
antecedentes mediante compulsas, rige la regla interpretativa que hemos
dado precedentemente. Las diferencias estarán en que, los secretarios de
juzgado lo deberían hacer de oficio con cargo al adquirente en las subastas
judiciales a la hora de liquidar los gastos por el martillero, en los suceso-
rios estarán a cargo de la sucesión y en las ventas ante notarios estarán a
cargo del vendedor o del arreglo a que se llegue en un eventual acuerdo
entre partes.

3.2.1. Calificar el título, estudiar el título y estudiar los títulos.


Diferencia
Nosotros consideramos que no es lo mismo calificar el título, que es-
tudiar el título en vigor y los títulos antecedentes.
El notario y cualquier operador jurídico, debe trabajar con la primera
copia del título a la vista por una simple razón, y es que es la única forma
de producir la legitimación subjetiva relativa objetiva, es decir, la del su-
jeto disponente respecto de bien objeto del negocio.
Así como el documento nacional de identidad, documento idóneo o la
afirmación de conocimiento por parte de un escribano (confr. art. 306 del
CCCN), es la forma o mecanismo de acreditar hoy la legitimación subje-
tiva absoluta, es decir del sujeto o persona jurídica como tal; o el Estatuto
constitutivo los es respecto a las personas jurídicas societarias (confr. art.
307 del CCCN); en materia negocial, la legitimación subjetiva objetiva
(sujeto con la cosa), la da el “título” que, precisamente y no obstante la
aparente tautología: acredita “titularidad”.
Entonces, así como el notario o cualquier operador jurídico, debe le-
gitimar a la persona que lo requiere o contrata identificándola, si esta a su
vez va disponer, debe al menos legitimar su relación con la cosa, y eso lo
logra con el título y su calificación.
Ahora bien, luego de ello, si hay un interés expreso del disponente,
del potencial adquirente, un tercero (v.gr: un Banco, o un acreedor hipo-
tecario, etc.), si desea precaverse de la legitimad del título y/o sus antece-
dentes, corre por cuenta de ellos solicitarlos. No es una obligación de los
notarios u operadores jurídicos producirlo.
194 derecho notarial

Por un imperio caprichoso de la norma, la obligación de esta labor


parece estar, en principio, a cargo del vendedor, lo que creemos que no
debería ser así.

3.2.1.1. ¿Qué comprende el estudio?


Corresponde ahora determinar la extensión del estudio del título y/o
sus antecedentes. En esto la doctrina notarialista se ha mostrado verdade-
ramente ingenua, por qué no decir, necia, le ha dado la espalda a la lógica
y se ha convertido en un “kamikaze” de la seguridad jurídica; lo cual ha
dado letra a los jueces para que se “frieguen” las manos, condenándonos
por responsabilidades propias, ajenas e históricas de los títulos.
Una cosa es estudiar la primera copia del título y otra es compulsar la
matriz del título y el resto de los antecedentes vinculados y sus matrices.
Estudiar el o los títulos, es en realidad estudiar la primera copias o mal
llamado testimonio, mas no compulsar la matriz.
Esta actitud de ir a la matriz ha nacido de una verdadera patología
notarial, y es la siguiente, –alguien debe decirlo–, que el notariado ha sido
un “perdonavidas” con sus pares a la hora del control de función notarial
mediante el ejercicio del poder de policía en los sumarios de superinten-
dencia. Muchos escribanos destituidos o de dudosa reputación, han ge-
nerado primeras copias sin matriz, haciéndoles firmar a las partes algún
documento similar pero no celebrando el negocio.
¿Por qué haría esto un notario? Lo haría porque, con tal actitud falsa-
ria, lograría un fraude que le daría una ventaja económica comparativa.
Al no haber matriz, –es decir, v.gr: en donde tendría que haber una com-
praventa hoy hay un poder–, permite al escribano codicioso, “meter en su
bolsillo” pingües e ilegitimas ganancias como ser: impuestos de sellos,
impuesto a la transferencia de inmuebles o ganancias en su caso, aportes
a caja notarial (cuando las hay), etc., además de sus honorarios. Y esto
lamentablemente ha pasado.
Hechas las condenas penales y/o los sumarios de la superintendencia,
los colegios se han limitado a destituir a los notarios criminales o malhecho-
res, pero jamás a sanear los títulos una vez que intervienen los protocolos,
para cerrarlos. Esta irresponsabilidad de los colegios en el control, esta ac-
titud “amiguista” y laxa, la despreocupación por la seguridad jurídica real,
Primera parte: Fuentes teóricas 195

este “esconder la mugre debajo de la alfombra”, ha llevado a que todos los


notarios se sientan paranoicos y busquen controlar el trabajo de todos los
escribanos que de alguna u otra forma han tenido injerencia en el título.
En fin, lo que debió y debe ser una responsabilidad de los encargados
del poder de policía de la función, hoy ha generado una suerte de nota-
riado maniático y “parapolicial”. Todas estas primeras copias sin matriz,
sobre todo tratándose de notarios destituidos, deben acarrear la responsa-
bilidad directa y concurrente: de los notarios falsarios, de los colegios que
ejercen la superintendencia y no se han ocupado de sanear los títulos, y del
Estado que es quien delegó el poder de policía.
Pero redundamos, el ir a la matriz no es más que una patología. La
normativa vigente y la lógica nos dicen otra cosa. La norma rectora del
análisis es el artículo 299 del CCCN que reza: “Escritura pública. Defini-
ción. La escritura pública es el instrumento matriz extendido en el proto-
colo de un escribano público o de otro funcionario autorizado para ejercer
las mismas funciones, que contienen uno o más actos jurídicos. La copia
o testimonio de las escrituras públicas que expiden los escribanos es ins-
trumento público y hace plena fe como la escritura matriz. Si hay alguna
variación entre ésta y la copia o testimonio, se debe estar al contenido de
la escritura matriz”.
¿Qué es esto de que: “la copia o testimonio de las escrituras públicas
que expiden los escribanos es instrumento público y hace plena fe como
la escritura matriz”? Significa que la primera copia subroga a la matriz,
en otros términos, es como tener la matriz, tan es así, que todos los ope-
radores jurídicos deben darle el valor de original, hasta la condena por re-
dargución civil o penal de falsedad. Hasta ese momento, la primera copia
hace fe por sí misma, tiene lo que se denomina fe pública originaria, y no
fe pública derivada de la matriz.
Tan cierto es esto, que los jueces, como corresponde, dan lugar a las
ejecuciones hipotecaria con las primeras copias, no con las matrices, y
hacen bien; realizan inventarios y avalúos que dan lugar a hijuelas con las
primeras copias y no con las matrices, y hacen bien; legitiman la actuación
de los apoderados con las primeras copias de poderes y no con la matriz, y
hacen bien; ejecutan bienes en subasta judicial con los primeras copias de
los títulos de propiedad y no con la matriz, y hacen bien.
196 derecho notarial

¿Por qué entones cuando hay que vender, el notario tiene que ir a la
matriz y no hace valer, como hacen todos, la primera copia? ¿Cómo es
posible que todos los operadores jurídicos confíen en los notarios, pero
cuando un notario recibe el título de otro notario, es el primero en descon-
fiar? ¿Cómo es posible que los que producen fe pública desconozcan la fe
pública de sus pares?
Normas concordantes con el artículo 299 apuntado son los artículos
306 y 307 del CCCN, que ameritan una lectura crítica para todos aquellos
que consideran que hay que compulsar matrices.6 Tanto el artículo 306
como el artículo 307 nos hablan de los documentos que permiten la iden-
tificación de las personas físicas, de los instrumentos que hacen a legiti-
mación de representantes o apoderados, de los documentos que permiten
la legitimación orgánica en la de las personas jurídicas societarias.
Si de personas se trata, se pide la “exhibición de documento idóneo”,
y si este es el DNI no se va al Registro Civil y capacidad de las personas
a compulsar el acta de nacimiento y demás documentos que nos aseguren
la identidad nacida del documento idóneo; si de un poder se trata nos
manejamos todos los operadores jurídicos con la primera copia del poder,
no compulsamos la matriz, sobre todo si esta es de un notario de otra
competencia territorial, de otra provincia o de otro país; si de legitima-
ción orgánica se trata, nos manejamos con la primera copia de la escritura
constitutiva de una Sociedad Anónima y no la matriz, sobre todo, si el
notario es de otra competencia territorial, provincia o país; o nos valemos
del instrumento privado con firma certificada en las Sociedades de Res-

6 “Artículo 306. Justificación de identidad. La identidad de los comparecientes


debe justificarse por cualquiera de los siguientes medios: a) por exhibición que se haga
al escribano de documento idóneo; en este caso, se debe individualizar el documento y
agregar al protocolo reproducción certificada de sus partes pertinentes; b) por afirmación
del conocimiento por parte del escribano”. “Artículo 307. Documentos habilitantes. Si el
otorgante de la escritura es un representante, el escribano debe exigir la presentación del
documento original que lo acredite, el que ha de quedar agregado al protocolo, excepto
que se trate de poderes para más de un asunto o de otros documentos habilitantes que
hagan necesaria la devolución, supuesto en el cual se debe agregar copia certificada por
el escribano. En caso de que los documentos habilitantes ya estén protocolizados en el
registro del escribano interviniente, basta con que se mencione esta circunstancia, indi-
cando folio y año”.
Primera parte: Fuentes teóricas 197

ponsabilidad Limitada (instrumento que nos habla de la usencia de matriz,


o sea que nos queda creer o creer).
Para el CCCN, mejor dicho, para los operadores que interpretamos
con armónica coherencia el artículo 299 que le atribuye a la primera copia
valor subrogatorio de efectos como si se tratara de la matriz, nos basta para
legitimar a la persona humana, a los apoderados y a los representantes de
sociedades, con los DNI o documentos idóneos o las primeras copias.
¿Acaso los secretarios de juzgados no certifican firmas en poderes ju-
diciales, con el DNI, y acreditan personerías con las primeras copias de
los Poderes especiales o generales hechos por escritura pública y lo propio
con las primeras copias de estatutos societarios? Sí, es así. ¿Los oficiales
del registro de la propiedad, cuando hacen la afectación como “protección
de la vivienda” por acta administrativa, hacen estudios de títulos y com-
pulsan matrices? No. Sin embargo, ambos hacen lo correcto.
Ahora cuando la misma labor la hacen los notarios, estos se inventan un
“deber” que nadie les impuso y crean una costumbre que termina por hacer
creer que ellos están obligados a más que los otros operadores jurídicos y
terminan siendo –por ingenuos‒ condenados en juicio, más que el resto.
En todo caso, alguien debe explicar porque la lógica del artículo 296
consagra que los instrumentos públicos hacen plena fe, son verdad impues-
ta, para todos los operadores jurídicos, salvo paradojalmente para los nota-
rios. Es triste decirlo, pero el “pez por la boca muere”, pues el notario, que
se jacta de ser el mayor defensor de la seguridad jurídica, a la hora de vender
o realizar un acto con un título de otro escribano, que a fin de cuentas produ-
ce la misma plena fe o autenticidad que los suyos propios, es el primero en
desconfiar y salir eyectado a compulsar antecedentes y matrices.
Precisamente para eso nació la fe pública, el notariado y la razón ló-
gica del artículo 296 y del artículo 299: para que la circulación y el tráfi-
co jurídico cristalizado en los instrumentos públicos fuera autosuficiente,
dieran buena y plena fe, a todos los operadores que se valieran de ellos. En
fin, la patología parece triunfar sobre el buen sentido.
Lamentamos decirles a los que niegan nuestro criterio, que el notaria-
do no está obligado a más, está obligado a lo mismo y sus escrituras no
valen más, valen los mismo que el resto de los títulos que producen los
demás operadores jurídicos y sin tanto injustificado esfuerzo adicional.
198 derecho notarial

Pero esto no es lo peor. Como bien observa José Carlos Carminio Cas-
tagno en su crítica a Bueres, si damos crédito a que la labor del notariado
debe ser propia de la de un semidiós todopoderoso y garantizar que el
adquirente no vea frustrado su derecho: “(…)el estudio de títulos debería
comprender, asimismo, los siguientes puntos (todos de posible comproba-
ción): que el lugar de otorgamiento se hallaba dentro del distrito; que el
nombramiento del autorizante era regular y que no estaba notificado de su
suspensión, destitución o reemplazo; que los interesados no eran parientes
suyos dentro del 4º grado; que tampoco lo eran los testigos, y que éstos te-
nían capacidad (por no ser menores, ni ciegos, ni dementes, ni fallidos, ni
incapacitados judicialmente para serlo) y vecinos; que el protocolo era tal
y que correspondía a ese Registro Notarial; que quien lo habilitó y expidió
era quien correspondía; que la minuta estaba traducida por traductor pú-
blico o por quien el Juez nombró; que los otorgantes eran mayores de edad
y del estado civil que se consigna; que –de tratarse de bien “propio” – el
inmueble no era sede del hogar conyugal y que no existían hijos menores
o incapaces; que la tradición que las partes declaran efectuada se realizó;
que el certificado registral fue expedido por autoridad competente y que
sus constancias coincidían con las de la matrícula y anotaciones persona-
les; que la legalización estaba en orden, en punto a formulario, contenido
y autoridad que la expidió, etcétera. Más aún: lo dicho debe extenderse a
todos los documentos que tengan que compulsarse, sean del mismo lugar,
provincia y nación o del extranjero (y estén donde estén). Y esto, dado
que se aspira a evitar que el adquirente “se vea frustrado en su derecho”.7
Sin duda, esto se debe a la necedad notarial, en la que se entremezclan
miedo, ignorancia, complejos de inferioridad, el cual intentan superar con
un errado y suicida heroísmo.

3.3 Conclusiones
De lo analizado precedentemente podemos concluir que:
a) El “estudio de títulos” consiste en producir un dictamen que asegure
o acredite una legitimación subjetiva relativa objetiva inatacable, es de-

7 CARMINIO CASTAGNO, José C. Teoría general…op. cit., T. II, p. 261 y si-


guiente.
Primera parte: Fuentes teóricas 199

cir una relación causal del sujeto o sujetos titulares respecto del objeto a
disponer –en general inmueble- libre de vicios ostensible, lo que se logra
mediante la compulsa del título vigente y/o el análisis de los anteceden-
tes –que puede ser uno o más títulos– hasta alcanzar o cubrir el plazo de
prescripción máximo previsto por el ordenamiento jurídico.
b) Es estudio de títulos y antecedentes es propio del quehacer pro-
fesionalista del notario, y puede ser realizado o delegada su labor a otro
operador jurídico.
c) La obligación de la calificación “del título en vigor” –que repro-
duce el instrumento que contiene el negocio causal, acto o simple hecho
jurídico en que se funda la “legitimación” del sujeto respecto del derecho
a disponer– les compete por igual al notario y a todo operador jurídico en
que intervenga como instrumentador o diligenciador de actos que impor-
ten una mutación o afectación del derecho real existente.
d) Que el vendedor o disponente esté obligado al pago del estudio del
título y sus antecedentes, salvo pacto en contrario, es una injerencia en la
autorregulación de intereses, que hace suponer que existe una obligación
del vendedor a estudiar los títulos. De lege ferenda sostenemos que debe
ser derogada o tomarse como no escrita.
e) Por acuerdo de partes puede establecerse la dispensa del estudio de
títulos antecedentes al notario o al resto de los operadores jurídicos, no así
la de calificar el título vigente pues este hace a la legitimación subjetiva
objetiva del disponente.
f) El estudio del título y el de los antecedentes comprende la compul-
sa sólo las primeras copias, hijuelas, acta de subasta judicial, etc., y no
la compulsa de los documentos matrices. En caso de destitución por au-
sencia de documentos matrices, los colegios notariales que no ejercieron
debidamente la superintendencia o indirectamente el Estado, son respon-
sables por no sanearlo, y no el notario que sólo se valió para el estudio, de
la primera copia, como ordena la ley.
g) El límite de la responsabilidad al mero estudio de títulos, tanto el
notario como el resto de los jurisperitos, responden según la siguiente ca-
suística, a saber: 1. Si cobraron el honorario correspondiente y no efectua-
ron el estudio del título; 2. Lo efectuaron mal; 3. Lo efectuaron mal otros
profesionales por ellos designados.
200 derecho notarial

h) Como escribano de registro autorizante del acto: A) Responde: 1.


Si formaliza un acto notarial público en el que, entre sus antecedentes,
consta un “Acto Nulo” por vicio manifiesto, tipificación legal rígida e
invalidez absoluta (no hay dispensa posible de las partes). 2. Si lo autoriza
constándole la existencia entre sus antecedentes de un supuesto de “Acto
anulable” por invalidez relativa”, o un supuesto de inoponibilidad, ambas
hipótesis, sin dispensa de parte interesada.
B) No responde: 1. Si lo autoriza constándole la existencia entre sus
antecedentes de un supuesto de “Acto anulable” por invalidez relativa”,
habiendo dispensa de la parte interesada, mediante minuta insistida. 2. Si
autoriza el acto sin efectuar el estudio de antecedentes del título vigente
por dispensa de partes, expresada en minuta insistida.

3.4. Estudio de títulos y adquisiciones a non domino Diseñando la


Buena fe del notario
Recordemos el artículo 1051 del Código Civil: “Todos los derechos
reales o personales transmitidos a terceros sobre un inmueble por una per-
sona que ha llegado a ser propietario en virtud del acto anulado, quedan
sin ningún valor y pueden ser reclamados directamente del poseedor ac-
tual; salvo los derechos de los terceros adquirentes de buena fe a título
oneroso, sea el acto nulo o anulable”.
Hoy esta norma encuentra recepción en el artículo 392 del CCCN que
habremos de analizar más adelante. El artículo dice: “Efectos respecto de
terceros en cosas registrables. Todos los derechos reales o personales trans-
mitidos a terceros sobre un inmueble o mueble registrable, por una persona
que ha resultado adquirente en virtud de un acto nulo, quedan sin ningún
valor, y pueden ser reclamados directamente del tercero, excepto contra el
subadquirente de derechos reales o personales de buena fe y a título onero-
so. Los subadquirentes no pueden ampararse en su buena fe y título oneroso
si el acto se ha realizado sin intervención del titular del derecho”.
El análisis de esta norma tiene importancia por qué el problema de
la buena fe ha sido vinculado con el estudio de títulos, y es de singular
relevancia respecto del notario y el resto de los operadores jurídicos que
tiene a su cargo una potestad formalizadora de hechos y actos jurídicos
transmisivos de bienes registrables.
Primera parte: Fuentes teóricas 201

El presupuesto de hecho que menta la norma, es lo que la mayoría de


la doctrina ha mal denominado como “transmisiones a non domino”. Esta
terminología es tautológica pues todas las “transmisiones” son a un non
domino. Este error fue advertido por Carminio Castagno quien propuso
cambiar la equivoca expresión por la de “Adquisición a non dómino” o
“Adquisición de alguien que no es dueño”.

3.4.1. Del artículo 1051 del Código Civil, al 392 del CCCN.
Consideraciones previas
Para analizar el artículo 392 del CCCN, debemos previamente desbro-
zar algunos conceptos estructurales que le dan sentido y lógica a la norma.
El primer concepto es el referido al de “acto nulo” en el CCCN y su
permanente enunciación en tiempo presente, lo que desoye una secuencia
temporal y es la de determinar si el acto que está viciado y aún no ha sido
declarado nulo es válido o no y de ser así, es una razón de peso para sal-
vaguardar la buena fe de todo operador jurídico.
El segundo concepto a dilucidar es el de “Buena fe”, el cual sigue
siendo objeto de debate en doctrina y de manejo discrecional por los jue-
ces. Anticipamos que no creemos que sea un concepto unívoco, pero si es
posible fijar pautas que permitan determina en qué consiste la “buena fe”
pretendida para el presupuesto de hecho normativo.

3.4.1.1. Lo nulo y lo anulable como categorías lógicas.


Remisión
Ya hemos desarrollado este tópico acabadamente en el capítulo prece-
dente, por lo que con seguridad habremos de redundar en lo que atañe al
tema de manera puntual.
En primer lugar, el concepto de “nulo” en el CCCN siempre es utiliza-
do como algo actual, amén de que las categorías de acto nulo y anulable
fueron suprimidas semánticamente del nuevo código, estas sobreviven y
sobrevivirán siempre debido a que no son categorías que dependan de la
buena o mala voluntad del legislador en mencionarlas, sino que son cate-
gorías lógicas necesarias del sistema de invalidez e ineficacia de los actos
y negocios jurídicos.
202 derecho notarial

Sólo por su atinencia, redundamos en estos ejemplos: a) ¿Cómo son


desde el punto de vista de la validez, los actos o negocios “jurídicos” en
los que consta por escrito, por ejemplo: un contrato de prostitución o de
ventas de personas, o una constitución de una sociedad anónima para la
venta estupefacientes? Son nulos, pues en ambos el vicio es manifiesto,
la tipificación legal es rígida, y la invalidez es absoluta por estar en jue-
go el orden público y el interés general. Por tanto, todos los operadores
jurídicos somos jueces ante actos de esa naturaleza, no es necesario que
deba “sustanciarse la invalidez”, como supone el presupuesto normativo
del artículo 383 que dice: “La nulidad puede argüirse por vía de acción u
oponerse como excepción. En todos los casos debe sustanciarse”.
En los ejemplos mentados no hay nada que sustanciar, pues todo ope-
rador jurídico sabe que no debe dar curso a semejante acto o negocio. Ima-
ginemos que se le pida a un notario que certifique firmas en esos contratos
y se le diga: –Mire escribano, usted limítese a lo suyo, que ahora todo
debe sustanciarse, ya veremos que dice el juez.
Lo nulo es siempre categorial, no hay nada que legitimar si el vicio
es ostensible, la tipificación legal es rígida, y la invalidez es absoluta.
Por tanto, en acto así, que como dijéramos reclama ignorancia o vocación
fraudulenta, despoja de buena fe a cualquier operador jurídico y en conse-
cuencia la referencia al “acto nulo” del artículo 392 hace que la excepción
se vuelva inviable, pues jamás puede haber tercero de buena fe, si el acto
es nulo, ya que ningún operador jurídico puede desconocerlo según nues-
tro criterio lógico de determinación.
Otra cosa son las hipótesis en los que el vicio es oculto: ¿cómo saber o
conocer algo que no se nos presenta ostensible? El acto por ende es válido,
de hecho lo es, les guste o no a los jueces o legisladores. Podrá ser decla-
rado nulo, pero mientras eso no suceda, el acto o negocio es plenamente
válido, y ahora sí la excepción del artículo 383 cobra pleno sentido. Si el
vicio es oculto, mediante pruebas habrá que hacérselo ostensible al juez y
recién ahí anularlo. Lo mismo si la tipificación legal del vicio es flexible
(v.gr: un acto realizado con violencia moral o física), hasta que no se le
pruebe al juez el vicio, el acto es válido, demostrado el vicio recién ahí
podrá ser declarado nulo. Lo propio si la invalidez es relativa es menester
la instancia de parte para que se active la acción de anulabilidad (Confr.
Primera parte: Fuentes teóricas 203

art. 388 del CCCN), antes de ello, los terceros y el juez deben aceptar la
validez del acto o negocio.
Ergo, y siempre redundado, lo nulo o lo anulable no dependen de la
voluntad del legislador, sino de la casuística. Que algo pueda ser anulado,
no significa que sea nulo. Decir que algo es nulo porque puede ser anulado
es un contrasentido lógico, es una contradicción en los términos, es rom-
per la línea del tiempo, es poner el carro delante del caballo.
Concluyendo, las categorías de lo nulo y lo anulable siguen vigentes,
por ser lógicas y necesarias para el correcto entendimiento de los proble-
mas de la invalidez o ineficacia de los actos o negocios jurídicos y sobre
todo para determinar la Buena Fe de todos los operadores jurídicos encar-
gados de hacer estudios de títulos. E aquí un primer límite a la buena fe
del notario y de cualquier operador jurídico al que se le asigne la tarea de
estudiar antecedentes: la posibilidad de conocer o no los requisitos que
hacen invalidez de un acto.

3.4.1.2. De la Bona fides romana a la Buena fe actual


La segunda consideración previa es la de estudiar la buena fe que, tan
mentada en los códigos, las sentencias y los textos jurídicos; pero que no
deja de ser un concepto un tanto borroso. El principio de la buena fe y del
abuso del derecho han sido puesto en alta consideración por el nuevo có-
digo y ha sido enunciado en diversos institutos, como son: el matrimonio,
las obligaciones, los contratos, la posesión en derechos reales, etc. (confr.
arts. 9 y 10 del CCCN).8

8 En esto sin duda está la marca de la evolución de la codificación europea, en


particular el código civil suizo. Nos dice María Salazar Revuelta: “Asimismo, el Código
civil suizo, en su artículo 2 se refiere a que cada uno está obligado a actuar según la buena
fe, tanto en el ejercicio de los propios derechos, como en el cumplimiento de las propias
obligaciones. De manera que, según el apartado 2 de este artículo: “El manifiesto abuso
del propio derecho no está protegido por la ley”. En el ordenamiento suizo observamos,
también, cómo los jueces hacen uso del principio de la buena fe para restablecer el equi-
librio contractual, gravemente alterado por circunstancias no previsibles (cláusula rebus
sic stantibus) e, igualmente, tutelar la confianza de la contraparte en los supuestos de “ve-
nire contra factum proprium”, así como imponer a las partes un deber de cooperación.”
Confr. “Formación en el Derecho Romano y en la tradición romanística del principio de
la buena fe y su proyección en el derecho comunitario europeo”, en Revista internacional
de Derecho Romano. (FALTA CIUDAD) Universidad de Jaén, España. abril 2015, p. 158.
204 derecho notarial

Pero: ¿Qué entendemos por buena fe? Para comprenderla debemos


hacer un viaje imaginario a Roma y muñirnos de la información que nos
dan los prodigios del Derecho Romano.
La fides es entendida entre los romanos, como “fidelidad a la palabra
dada”. Su significado más básico, ha sido traducido como “ser de palabra”
o “tener palabra”, esto es, “hacer lo que se dice” o “cumplir lo que se pro-
mete”, deriva de la propia etimología que ofrecen las fuentes, resumida en
la expresión fit quod dicitur, o lo que es igual: “ser fiel a lo que se dice”.
En la Roma antigua, y en épocas de una necesaria oralidad, la buena fe
debía gobernar la dinámica económica.9 En cuanto a la forma jurídica,
es la palabra la protagonista, es la forma oral la que predomina, y no la
documental escrita que habría de esperar muchos siglos hasta imponerse
definitivamente.10 No es casual que en esos tiempos la religiosidad y el
ritual gobernasen las relaciones jurídicas y se vieran obligados los magis-
trados y juristas a respetarlas.11 No debe sorprendernos que la buona fides

9 “En palabras de D’ORS, A., Derecho privado romano, 4ª ed. rev., Pamplona, 1981,
pp. 58-59: la fides ‘llega donde no alcanza la fuerza vinculante de la forma’”. Cit. de cit.,
MARÍA SALAZAR REVUELTA, María. “Formación en el Derecho Romano y en la tra-
dición romanística del principio de la buena fe y su proyección en el derecho comunitario
europeo”, en Revista internacional de Derecho Romano. Universidad de Jaén, España.
abril 2015, p. 120, cit. 18.
10 Ver Capítulo I de esta obra.
11 “Dionisio de Halicarnaso, 2,75, 3; Livio, 1, 21, 4; Plutarco, Numa 16, 1; Cicerón,
De off. 3, 29, 104; Nat., 2, 61. Estos autores de la literatura romana nos narran los cultos
a la diosa Fides, atribuidos a Numa, quien le elevó un santuario costeado por el populus
e instituyó en él sacrificios en su honor. Posteriormente, A. Atilius Calatino (cónsul dos
veces en el año 258 y 254 a.C.), a mediados del S. III a. C. habría consagrado un templum
a la Fides, sobre el Capitolio, muy cercano al de Júpiter Óptimo Máximo. Cicerón, en
esta misma línea de personificación y deificación de la fides, recuerda su culto a través
de un verso del antiguo poeta latino Ennio: O Fides, alma apta pinnis et iuris iurandum
Iovis. (Cicerón, De off. 3, 104). Vid. KOFANOV, L., Il carattere religioso-giuridico della
«fides» romana nei secoli V-III a. C: sull’interpretazione di Polibio 6, 56, 6-15, en AA.
VV., Il ruolo della buona fede oggettiva, cit., vol. II, p. 334, con referencias bibliográficas
sobre la fides romana del periodo arcaico, entre las que destaca a LOMBARDI, L., Dalla
“fides” alla “bona fides”, cit., pp. 90-131 o FIORI, R., Homo sacer: dinámica político-
costituzionale di una sanzione giuridico-religiosa, Napoli, 1996, pp. 148-156; 245-291;
314-318.” Cita de cita, SALAZAR REVUELTA, María. “Formación en el Derecho Ro-
mano y en la tradición romanística del principio de la buena fe y su proyección en el de-
recho comunitario europeo”, en Revista internacional de Derecho Romano. Universidad
de Jaén, España abril 2015, p. 119, cit. 14.
Primera parte: Fuentes teóricas 205

remitiera a la justicia romana conectada a la veneración de la divinidad


como reafirmación de contenido religioso, no asombra que en diversas
fuentes la fides es personificada en la diosa Fides.12
Así la bona fides se convertirá en la razón de numerosas acciones civi-
les, tales como: la actio commodati, depositi, fiduciae, pigneraticia, emp-
ti, venditi, locati, conducti, pro socio, mandati, negotiorum gestiorum,
tutelae, communi dividundo, familiae erciscundae, praescriptis verbis o
rei uxoriae.13 Estas acciones cobraban vigor gracias a la potestad de los
magistrados, apoyada a su vez por la labor de los juristas en la época re-
publicana.14 La ex fide bona dejaba al juez un amplio margen de maniobra

12 Otros autores consideran a la buena fe, un desprendimiento secularizado de las


mores en Roma. Nos dice SAN MARTÍN NEIRA, Lilian: “Sin embargo, el contexto en
que opera la fides  definida por Cicerón implica una posición igualitaria, ella goberna-
ba el cumplimiento de los acuerdos contraídos entre ciudadanos romanos de un cierto
rango social, es decir, la clase dirigente. Ello implicaba que en dichos acuerdos iban
incluidos “todos los deberes codificados por los mores, incluso si no habían sido expre-
sados mediante los verba de los contratantes”. Ahora bien, mientras que las relaciones
comerciales de la Roma antigua estuvieron limitadas al círculo de la sociedad romana,
donde la fides (credibilidad-fidelidad-capacidad crediticia) de cada sujeto era conocida,
clara y definida, cada uno empeñaba su fides real; pero, una vez que el tráfico jurídico se
intensifica, la fides, como respeto a la palabra dada, se hace insuficiente, pues no todas las
personas presentan el mismo grado de confiabilidad: la fides de un griego no es la misma
de un fenicio, y así sucesivamente. En consecuencia, a fin de precisarla y hacerla com-
prensible a todos, la fides se antepone el calificativo bona, “adjetivo que introdujo alguna
precisión en el sentido y, sobre todo, en las funcionalidades jurídicas del término fides”.
Nace entonces la noción de “bona fides”, concepto jurídico, no solamente ético, creación
de la experiencia jurídica, cuyas características más relevantes son su naturaleza unitaria
(en relación a la pluralidad semántica de la fides), jurídica y procesal.” Confr. SAN MAR-
TÍN NEIRA, Lilian. “La cláusula ex fide bona y su influencia en el quantum respondea-
tur como herramienta para recuperar el equilibrio patrimonial en derecho romano. Los
ejemplos de D. 19.1.13 pr. y D. 19.2.33”, en Revista de Derecho Privado, Universidad
Externado de Colombia, N.° 28, enero-junio de 2015, pp. 47 a 77.
13 Confr. SALAZAR REVUELTA, María, “Formación en el Derecho Romano y
en la tradición romanística del principio de la buena fe y su proyección en el derecho co-
munitarioeuropeo”, en Revista internacional de Derecho Romano. Universidad de Jaén,
España. abril 2015. p. 121.
14 Enseña SAN MARTÍN NEIRA, Lilian: “En derecho romano la disciplina del pro-
ceso, en particular la noción de acción, asumió una importancia crucial para el entendimien-
to del sistema jurídico romano: como dice Biondi, en Roma, la actio no es solo un genérico
medio de protección del derecho, sino más bien el fulcro de todo el ordenamiento jurídico,
no en el sentido universal de que no hay derecho sin acción, sino más bien en el sentido de
que el derecho se afirma, se desarrolla, se concibe, siempre en función de la actio. El dere-
206 derecho notarial

para apreciar la equidad de las obligaciones resultantes. La cláusula ex


fide bona otorga discrecionalidad para fijar los deberes contractuales na-
cidos de la intentio y condenar o absolver según los criterios del bonum
et aequum.15 Aparece así, la bona fides como base reguladora de los actos
o negocios jurídicos en épocas ágrafas, enriqueciendo lo acordado por las
partes e integrando el contenido y por ende la justicia de los contratos, que
hasta el momento no gozaban de registros documentales escritos.
La bona fides evoluciona, y se hace extensiva a todos los contratantes,
ciudadanos y peregrinos, nace el paradigma de la fides del bonus vir, es
decir, la forma en que el “probo y correcto ciudadano romano” cumplía
sus compromisos. Estas máximas encuentran paralelo en las que hoy se
podrían invocar como las de “un buen padre de familia”, “un buen hom-
bre de negocios”, etcétera. El bonus vir era la figura con la cual se debía
comparar las actitudes de los contratantes, a fin de determinar si había o
no cumplido cabalmente sus compromisos.

cho es la sombra, el reflejo de la actio. Y en ello está precisamente toda la originalidad del
derecho romano. En otras palabras, en el derecho romano existía un profundo ligamen entre
el derecho procesal y el derecho sustantivo, especialmente durante la vigencia del proceso
por fórmulas, en que cada obligatio tenía su actio correlativa, a la cual correspondía una
determinada fórmula, elemento fundamental del proceso. La fórmula tenía una estructura
más o menos fija, compuesta ordinariamente de cuatro partes: la demonstratio, la inten-
tio, la adiudicatio y la condemnation; y, como puede verse en las Instituciones de Gayo,
cada una de ellas cumplía un rol diferente, encaminado a dirigir la actividad judicial.” Confr.
SAN MARTÍN NEIRA, Lilian. “La cláusula ex fide bona y su influencia en el quantum
respondeatur como herramienta para recuperar el equilibrio patrimonial en derecho romano.
Los ejemplos de D. 19.1.13 pr. y D. 19.2.33”, en Revista de Derecho Privado, Universidad
Externado de Colombia, N.° 28, enero-junio de 2015, pp. 47 a 77.
15 La intentio, que en el lenguaje moderno puede identificarse con la pretensión,
describía la hipótesis presentada por el actor. La intentio  podía ser in ius concepta o
bien in factum concepta. A su vez, la intentio in ius concepta podía ser certa o incerta.
En la intentio certa se indicaba con precisión el objeto de la acción: una cosa determina-
da, una cierta cantidad de cosas pertenecientes a un género, una cierta suma de dinero;
la intentio incerta hacía una referencia imprecisa al objeto de la acción, de manera que
no era posible determinar a priori su cuantía, sino que se solicitaba “todo aquello que el
demandado deba dar o hacer” (quiquid dare facere oportet), fórmula que, si se trataba de
un iudicium bona fidei, era integrada con la expresión “ex fide bona” (de acuerdo a los
principios de la buena fe) y, en tal caso, las facultades del juez se veían ampliadas, pues
podía valorar el comportamiento exigido a ambas partes de acuerdo a la naturaleza de
la relación existente entre ellos, e incluso juzgar la subsistencia del vínculo obligatorio.
Primera parte: Fuentes teóricas 207

Para que existiera un comportamiento leal y honesto, no bastaba la


ejecución de lo pactado, sino que era necesario adoptar una actitud que
correspondiera a las costumbres de la “gente de bien”, a los usos del co-
mercio, en el cumplimiento de los propios compromisos; en fin, pensar no
solo en sí mismo, sino también en el bienestar del otro contratante.
Siendo el Derecho Romano fuente incontestable de la tradición jurí-
dica intermedia hasta la codificación moderna, los ordenamientos moder-
nos recibieron este concepto prácticamente sin alteraciones y se lo utilizó
como un elemento extra jurídico, que se sumaba e integraba a la interpre-
tación de las reglas jurídica. Serán los canonistas, los que revivan el aspec-
to ético de la conducta del sujeto. Elemento fundamental de la misma será
la recta conscientia, entendida como la convicción sincera de que el acto
que se está realizando es lícito y legítimo, y cuyas aplicaciones pueden
ser diversas en función de las diferentes situaciones jurídicas. Así, la bona
fides que surgió como algo privativo de los contratos, progresivamente se
la hará aplicable a todas las obligaciones, incluidas las no contractuales y
a situaciones fácticas como la prescripción adquisitiva.
Ya en la era de la codificación, que es consecuencia de un gran momen-
to económico político, el del ascenso de la burguesía al poder, el Código
Civil, no fue más –ni menos– que el segundo paso legal de la mecánica
del constitucionalismo.16 Producida la Revolución Francesa, el individuo
se afianza y toma protagonismo frente al Estado y en consecuencia se im-
ponía un cuerpo normativo que diseñara la “ingeniería jurídica” de cómo
debía vivir el “nuevo hombre libre”.17
16 Uno de los estudios más ricos e interesantes sobre la era de la codificación es
la obra de CARONI Pio, Lecciones de historia de la codificación. Madrid, Universidad
Carlos III de Madrid, 2013.
17 La era de la codificación expresaba un ansia de plenitud normativa, de certeza
ante la precariedad del poder soberano de los reyes, de unificación definitiva de fuentes
jurídicas, y por sobre todo un diseño de orden coactivo social acorde a los tiempos e in-
tereses que se afianzaban. Si se mira un código civil cualquiera y hoy el unificado, repite
con mínimas diferencias metodológicas el siguiente esquema: 1. Un Título preliminar que
habla de las leyes y los modos de contar los intervalos en el derecho; 2. Un Libro primero:
De las personas; pues es el centro de imputación normativa necesario, sea esta humana
o societaria; dentro de ello o aparte, la persona en las relaciones de familia (“Derecho
de Familia”), tomando a ésta como célula básica tanto humana como económica; 3. Un
Libro segundo: De las obligaciones y de los contratos; pues el nuevo Estado denominado
burgués hoy el de la economía de libre mercado, impone y necesita de la libertad de las
208 derecho notarial

El lastre sociológico e histórico que la institución de la buena fe arras-


traba, hizo mella en la era codificadora, y como la prioridad era dar paso
a la libertad comercial y “la autonomía de la voluntad”, prácticamente
todos los códigos que siguieron la tradición napoleónica, intuitivamente la
enunciarán como mecanismo de control ético jurídico, en particular para
los contratos.
Hoy la buena fe es un principio rector, y no hay código moderno en
el que no se la incluya en casi todos los institutos del derecho, tanto los
patrimoniales como los extrapatrimoniales.18
Pero las cosas han cambiado desde épocas romanas, una de ellas es
quizás que la buena fe en etapas ágrafas o de formas no escritas, reclamaba
una participación inevitable, necesaria de los jueces a la hora de integrar
e interpretar el contrato; pero la codificación trae consigo la reafirmación
de la forma jurídica documental escrita, y ahora el Verba volant scripta
manent de Cayo Tito (las palabras vuelan, lo escrito queda”) se resuelve
técnica y operativamente. Los jueces gozan ya de una prueba más peren-
ne, de un registro gráfico más estable e incontestable con el que interpretar
los actos o negocios jurídicos en particular. Su margen creativo y de in-
vención se acota, hay nuevas herramientas técnicas para la interpretación.
Entonces: ¿Qué es hoy la buena fe? ¿Es posible darle carácter unívoco o
se adapta a las distintas situaciones de los institutos en los que se la enuncia
y su casuística, quedando en manos de los jueces su determinación? ¿Hay

contrataciones y el juego de la autorregulación de intereses como pilar de su desarrollo y


expansión; 4. Un Libro tercero: De los derechos reales; que no es otra cosa que la regu-
lación jurídica pormenorizada de la garantía constitucional de la propiedad privada y sus
defensas; 5. Un Libro cuarto: El derecho sucesorio; que es la distribución y continuidad
en orden al parentesco de los bienes y derechos de quien desenvolvió en su vida los tres
Libros previos antes descriptos. Como afirma Pio Caroni respecto al fenómeno codifi-
cador: “La burguesía había “regalado” finalmente al país su propio programa, lo había
“generalizado” generosamente. De repente, todos habían quedados fascinados y quizás
también convencidos. El código uniforme sellaba ésta feliz metamorfosis, podía conver-
tirse en símbolo de esta nueva época.” Confr. CARONI Pío. Lecciones de historia de la
codificación… op. cit., p. 49.
18 En cuanto a lo extrapatrimonial, pensemos en lo que predica el artículo 427 del
CCCN, sobre la Buena fe en la celebración del matrimonio, que consiste en: “la ignoran-
cia o error de hecho excusables y contemporáneos a la celebración del matrimonio sobre
el impedimento o la circunstancia que causa la nulidad, o en haberlo contraído bajo la
violencia del otro contrayente o de un tercero”.
Primera parte: Fuentes teóricas 209

reglas generales de mínima a considerar para atribuir buena fe a los actos


jurídicos, en particular en aquellos en los que están en juego bienes registra-
bles en los que se orienten los operadores jurídicos en general y los jueces?
Estamos convencidos que puede diseñarse una buena fe objetiva respecto
del artículo que comenta, lo contrario sería una invitación a la apraxia.19

3.5. Análisis del artículo 392 CCCN


Reza el artículo: “Efectos respecto de terceros en cosas registrables.
Todos los derechos reales o personales transmitidos a terceros sobre un in-
mueble o mueble registrable, por una persona que ha resultado adquirente
en virtud de un acto nulo, quedan sin ningún valor, y pueden ser reclama-
dos directamente del tercero, excepto contra el subadquirente de derechos
reales o personales de buena fe y a título oneroso. Los subadquirentes no
pueden ampararse en su buena fe y título oneroso si el acto se ha realizado
sin intervención del titular del derecho”.
Para su recta comprensión debemos descomponerlo en partes más ele-
mentales, veamos: a) “Todos los derechos reales o personales transmitidos
a terceros sobre un inmueble o mueble registrable (…)”. El artículo 1051
de Código Civil sólo hacía referencia a bienes inmuebles, pero lo juris-
prudencia se encargó de hacer extensiva la norma a los bienes muebles
registrables, lo que ha venido a ser aclarado de manera expresa por el
nuevo CCCN.
Otro dato a tener en cuenta, es que los actos o negocios pueden referir
a derechos “personales” como a derechos “reales”. En nuestro sistema im-
pera el régimen del título y modo para la constitución de derechos reales,
es decir que al negocio jurídico hay que sumarle la entrega de la cosa y
como antes de la tradición no se constituye ningún derecho real, estaremos
ante un derecho personal.

19 Siempre existieron criterios objetivos de calificación de la buena fe, aún en épo-


cas más limitadas que las nuestras en cuanto a la forma. En esta prehistoria de la forma
jurídica documental escrita, la bona fides contemplaba una función ético-jurídica inte-
gradora de carácter maleable y se construía permanentemente; los jueces, encargados
de resolver el problema de la fides del vir bonus, no dejaron de ser “iuris prudentes” y
tomaron parámetros objetivos, como ser el “tipo contractual”, sobre cuya base se podían
equilibrar los diversos intereses, tenían en cuenta “el contenido” (la palabra dada), y la
causa o “propósito práctico” o función atribuida por la práctica habitual de los negocios.
210 derecho notarial

Respecto de las registraciones denominadas “constitutivas”, algunos


hacen sus reservas a los que consideran que la traditio no es necesaria,
como así también objeciones al sistema automotor y de caballos de pura
sangre de carrera, únicos bienes a los cuales se ha previsto la denominada
registración “constitutiva”.20 Por tanto, dentro de los derechos personales
quedan comprendidos los instrumentos privados en los que constan con-
tratos preliminares o contratos de escrituración (v.gr: los llamados “bole-
tos de compraventa”), y las escrituras públicas a las que le falta la traditio,
pues sin ella nos encontramos ante un derecho personal.
Esto último no estará exento de objeciones según la posición que se
tome respecto de lo que se entiende por tercero “subadquirente”. La idea de
“tercero” que menta el artículo, obviamente supone alguien que no ha sido
parte en el negocio anulado, ese es el denominado tercero “subadquirente”.
¿Qué entienden los legisladores por “subadquirente” de un derecho
personal o real? En un sentido restringido hacen referencia al dominio,
condominio, propiedad horizontal, conjuntos inmobiliarios, tiempo com-
partido, cementerio privado, superficie; pero en un sentido amplio la
expresión podría comprender adquisiciones a non dominio de derechos
reales de disfrute (usufructo, uso, habitación, servidumbre) y de garantía
(hipoteca, prenda o anticresis), siempre de buena fe y a título oneroso.
¿Qué pasa con el usufructo o servidumbre, onerosa y de buena fe ad-
quirida a non domino? Y en cuanto a la hipoteca: ¿Hay adquisición a non
dómino del derecho real de garantía del Banco que ha prestado dinero?
Ya se verá que la casuística es muy variada, pues puede comprender un
negocio en el que el propio hipotecante desconoce de muy buena fe que el
negocio sobre el que se asienta del derecho real de garantía adolecía de un
vicio que lo hacía anulable. Lo veremos más adelante, sólo anticipamos
el dilema, que con seguridad será objeto de tratamiento y resolución ju-
risprudencial. Nosotros nos animamos a dar una postura al respecto, y es
el hecho que debe defenderse la tesis amplia del concepto de “subadqui-
rente”, por razones de seguridad del tráfico jurídico, siempre que estemos
ante adquisiciones a non domino de buena fe y a título oneroso, y siempre
que en el acto anulado haya concurrido el titular del dominio.
20 Sobre el particular ver VITALI Héctor Horacio. Derecho Registral Inmobiliario,
Buenos Aires, Di Lalla Editora, 2015, Capítulos III y IV.
Primera parte: Fuentes teóricas 211

b) “(…) por una persona que ha resultado adquirente en virtud de un


acto nulo, quedan sin ningún valor, y pueden ser reclamados directamente
del tercero, excepto contra el subadquirente de derechos reales o perso-
nales de buena fe y a título oneroso”. En este punto nos introducimos de
lleno en el régimen de la invalidez e ineficacia negocial. Sobre nuestra
postura crítica a los defectos conceptuales que el nuevo CCCN nos remiti-
mos al capítulo anterior.21 Por lo pronto intentemos manejar ejemplos que
pongan de resalto las innumerables variantes que puede presentar el juicio
que hace al presupuesto de hecho normativo.
Evidentemente la pregunta que los legisladores no se han hecho es:
¿Cómo es el acto que aún no ha sido declarado nulo, porque adolece de un
vicio oculto –v.gr: lesión simulación o fraude, violencia física o moral–,
o la tipificación legal es flexible –v.gr: la venta de un inmueble sin asenti-
miento, en la que debe valorar el juez si el negocio afecto o no el interés
familiar–; o dónde la invalidez es relativa y es menester accionar (confr.
art. 388 del CCCN: “la nulidad relativa sólo puede declararse a instancia
de las personas en cuyo beneficio se establece”)? Si los codificadores res-
ponden que es “nulo”, es porque son adivinos, pues, ¿Quién determina
que hubo o no lesión, simulación, fraude o violencia? ¿Cómo es el acto si
la cónyuge dejo vencer el plazo de seis meses de caducidad para interpo-
ner la nulidad del acto? ¿Cómo es el acto si el legitimado para interponer
la acción de nulidad no la interpone?
Es tan válido, que lo todos operamos con esos negocios, nos valemos
de esos títulos, vendemos, compramos, donamos, subastan los secretarios
de juzgados con ellos, hacen hijuelas judiciales los abogados, etc. Son
válidos, por tanto, son “anulables”, no nulos. Podrán ser nulos sí, y en tal
caso tendrán efecto retroactivo al momento de su celebración, pero puede
que nada de eso suceda. Como hemos afirmado: porque existe la posibi-
lidad que “puedan ser declarados nulos”, no significa que “son nulos” y

21 Ya hemos demostrado que la exclusión de la categoría de actos nulos y anulables


del código es un dislate, pues no se trata de un problema semántico, sino de un problema
de lógica formal, y ontológico conceptual del régimen de la invalidez e ineficacia de todo
ordenamiento jurídico y no del Derecho argentino en particular. En todo caso, no es una
categoría normativizable, sino lógica, no se la puede eludir, por más que no se la mencio-
ne en el CCCN. En todo caso hay que preguntarse si la categoría aún subsiste por más que
los legisladores consideren que ahora “no está”.
212 derecho notarial

por ende decir que son válidos y nulos a un tiempo es una contradicción
en los términos.22
Hechas estas aclaraciones ya un tanto redundantes, consideramos que el
primer límite a la buena fe del subadquirente, es que el título antecedente –se-
gún nuestro criterio lógico– no puede ser un acto o negocio en el que conste
el vicio manifiesto, la tipificación legal sea rígida y la invalidez absoluta pues
ningún operador puede darle cabida a un acto nulo, en otras palabras, sólo es
predicable la buena fe si estamos ante un acto válido pero anulable.
Demos un ejemplo, tomemos por caso una escritura pública de com-
praventa en la que el escribano de manera manifiesta expresa que ha ac-
tuado fuera de su competencia territorial. Estamos entonces ante un vicio
manifiesto (contrario al art. 290 inciso a. del CCCN), la tipificación legal
es rígida (esta prevista en el mismo artículo como “requisito de validez”),
y la invalidez es absoluta (pues las normas que regulan la intervención
notarial están en juego el orden público y el interés general de garantizar
la seguridad de determinados negocios). De la mera calificación de ese
título surge el carácter nulo, todos somos “jueces” sin necesidad de subs-
tanciación, ergo el subadquirente que compra lo hace sobre la base de un
título nulo.
Ahora pensemos el mismo ejemplo, pero el escribano declara, para
eludir el problema de la incompetencia territorial, que actuó dentro de su
distrito, a sabiendas de que no es cierto. ¿Cómo es este título? El código y
los que no hacen distingos dirán que es nulo en el laboratorio, pero se val-
drán de él en la realidad, es más, puede que sean titulares conscientes de
que el escribano que les escrituró la casa, viajó de otro distrito o provincia
para firmar esa escritura que lo hace dueño. Ese acto es plenamente váli-
do sin duda, podrá ser anulado, quizás nunca se lo anule, pero el tercero
subadquirente que compra valiéndose de esa primera copia de escritura, es
de buena fe, y es de buena fe también el notario que califica la primera co-
pia y de ella no surge la invalidez, que dependerá necesariamente de que

22 Si queremos ser más precisos, estamos ante un oxímoron, un recurso retórico que
da por resultado algo ilógico e incoherente, será bueno para la literatura o el pensamiento
mágico, pero no para la lógica formal que reclama el pensamiento jurídico. El diccionario
de la RAE da como ejemplos: “un silencio atronador”, “una luminosa oscuridad”, o cosas
por el estilo.
Primera parte: Fuentes teóricas 213

alguien accione, pruebe y logre una sentencia que lo declare nulo, pero el
acto hasta minutos antes de la sentencia es válido, aunque anulable.
Pensemos este ejemplo más interesante: un escribano que autoriza una
escritura de compraventa con hipoteca a la que comparece un demente
interdicto, pero está tan bien medicado que es imposible saber que está
loco y del certificado registral inmobiliario solicitado, no surge ninguna
anotación personal por parte del curador que permita a los terceros con
interés registral saber de la interdicción.23 Se hace la escritura, y es un
buen negocio en términos económicos pues tan lúcido está el disponente
interdicto que vende bien. ¿Cómo es ese título? Los poetas defensores del
oxímoron dirán: nulo. Pero no es así, tan válido es que el comprador, que
es de buena fe por que ignora el vicio y no ha tenido herramientas diligen-
tes del curador para hacerlo conocer, compra bien, y el Banco que da el
préstamo e hipoteca el inmueble, hipoteca bien y es acreedor es de buena
fe, pues el Banco tampoco tiene como saber que al título sobre el que pesa
la garantía real le afectaba un vicio. Si el nuevo dueño no paga la hipoteca,
se ejecuta y sale a remate judicial y el comprador por subasta pasa a ser
tercero subadquirente. ¿Es de buena fe? Obvio que sí. ¿Cómo es la subasta
judicial en la que el secretario del juzgado se valió de un título en el cual
ignoraba que había sido otorgado por un demente interdicto, y luego de la
subasta el curador acciona por invalidez y se lo declara nulo? Plenamente
válida. ¿La ejecución hipotecaria fue acaso improcedente? Consideramos
que no. ¿Es un problema de estudio de títulos del escribano que hizo la
escritura a un demente interdicto sin tener forma de saberlo, del escri-
bano del Banco que hipotecó sin tener forma de saber del vicio, aunque
compulsara matrices, o del secretario de juzgado que estaba en iguales
condiciones? Consideramos que no. En fin, la compraventa, la hipoteca y
la subasta han sido válidas, y no hay estudio de títulos que nos salve de la
situación de ilegitimación no ostensible del interdicto.

23 Hacemos la aclaración para los que ignoran, que ningún escribano ni operador
jurídico está obligado a pedir un informe del estado psicofísico del disponente. Pero, aun
así, si el interdicto posee bienes muebles o inmuebles, el curador diligente debe hacer una
anotación en la sección de anotaciones personales denunciando las restricciones y condi-
ción legal del titular del dominio.
214 derecho notarial

Los ejemplos podrían seguirse hasta agotar al lector. Lo que debe-


mos reafirmar de nuestra argumentación, es que la buena fe sólo puede
edificarse sobre la base de una clara visión del régimen de invalidez e
ineficacia negocial, el cual nunca ha sido bien aprendido por la mala con-
ceptualización que se maneja en la doctrina y las facultades.
Si bien siempre hay un ancho margen de discrecionalidad de los jue-
ces, estos nunca deben olvidar que el carácter manifiesto o no del vicio,
su tipificación legal rígida o flexible, o el carácter absoluto o relativo de la
invalidez, son determinantes para saber si estamos ante un acto válido o
no. Los amantes de la prosa del realismo mágico que ven al acto viciado
ya nulo, deben entender categóricamente, que el acto anulable será nulo
solo ope sententia, mientras tanto, deberemos reconocer y aceptar su total
eficiencia o eficacia.
En cuanto al estudio de títulos, nos afianzamos en el criterio que si-
guen todos los operadores jurídicos: limitarnos a las primeras copias, pues
estas subrogan a la matriz, estas hacen fe pública como la matriz y por ello
debemos darle el valor que jurídicamente tienen.
Somos contestes en que la compulsa de las matrices es producto de la
patología notarial argentina, es algo que sólo pasa en nuestro país. Que el
notariado quiera hacer creer que con la compulsa a las matrices sus títulos
valen más que el de los demás, es falso, valen lo mismo. Mejor tarde que
nunca, hay que recuperar el sentido común; ya es hora que las nuevas ge-
neraciones de notarios dejen de absorber falsas nociones y malas prácticas.
c) “Los subadquirentes no pueden ampararse en su buena fe y título
oneroso si el acto se ha realizado sin intervención del titular del derecho”.
Esta aclaración nos habla de un presupuesto de hecho que en la prác-
tica puede presentar aristas, pues de muchas maneras el transmitente non
domino puede recibir el bien que luego es transferido al tercero subadqui-
rente y de buena fe.
Pensemos en esta casuística: 1) Que haya habido adulteración de do-
cumentación del presunto “vendedor” que lleve al engaño de los operado-
res jurídicos, en particular el comprador y el escribano, con consecuente
fraude al verus domino; 2) Que la operación haya sido realizada mediante
la presencia de alter egos –v.gr: mellizos o parecidos– que sorprenden la
buena fe del adquirente y el escribano, con fraude para el verus domino; 3)
Primera parte: Fuentes teóricas 215

Que la operación haya sido realizada mediante la presencia de alter egos


–v.gr: mellizos o parecidos– que sorprenden la buena fe del adquirente y
el escribano, sin fraude para el verus domino; 4) Que la operación fue rea-
lizada con connubio fraudulento del “disponente” apócrifo con el titular y
el escribano, con buena fe del adquirente, lo que supone que no hay fraude
al verus dómino; 5) Que la operación fue realizada con connubio fraudu-
lento del “disponente” apócrifo con el titular, el escribano y el adquirente,
sin fraude la verus dómino.
Nos interrogamos al respecto: ¿Basta que el acto se haya realizado sin
intervención del titular del derecho para fulminar la buena fe del adquiren-
te del título anulado y por carácter traslaticio el del subadquirente?
Independientemente del fraude o no al verus dómino debemos pregun-
tarnos qué tipo de invalidez negocial existe cuando falta la presencia del
titular del dominio. Las dos variantes que se nos presentan es que la sen-
tencia decrete al acto nulo o inexistente. Si bien la teoría de la inexistencia
ha sido descartada por gran parte de la doctrina y el CCCN, nosotros con-
sideramos su vigencia ontológica y la posibilidad de articulación al caso.
No obstante que el resultado es el mismo: la invalidez negocial, a la hora
de las consecuencias prácticas, no es igual la nulidad que la inexistencia y
lo vemos en las meditaciones que siguen.
En los casos de fraude por parte del verus domino y buena fe del ad-
quirente y subadquirente: ¿Pueden estos accionar a los fines de reformu-
lar el negocio anulado y el consecuente? El tema no es fácil, probado el
connubio con el verus domino y que este no sufrió agravio, el juez podría
condenar a reformular o rehacer la escritura. Vemos en esto el peso que
tiene la teoría de la inexistencia, pues desde el punto de vista formal no es
posible darle al negocio apócrifo con connubio del verus domino ningún
carácter legal sostenible, v.gr: “venta de cosa ajena”, “contrato preliminar
o boleto de compraventa”, “gestión de negocios”, pues no hay disponente,
este es apócrifo, ha falsificado su identidad, ergo no ha habido acto jurídi-
co subsanable en sí mismo.
Puede que en la realidad práctica existan innumerables títulos con dis-
ponentes apócrifos en los que jamás nadie accionó y por lo tanto válidos
hasta el momento. La inexistencia tiene ese costado ontológico que nos deja
perplejos: ¿Cómo que es inexistente si “existe” el acto, si ahí está en el tráfi-
216 derecho notarial

co, disimulando que realmente no es, produciendo una suerte de espejismo


jurídico? Lo que ocurre es que el negocio es válido porque el vicio es oculto
y a nadie se lo puede acusar de que ignore un acto tan bien organizado.
El problema se presenta cuando esto se descubre o se patentiza, pues las
consecuencias de que un acto lo celebre un no legitimado, v.gr: un demente
interdicto o no, un menor, etc. no es lo mismo que lo celebre un no dueño.
En el primer caso estamos ante una ilegitimación subjetiva relativa, en el
segundo estamos ante una ilegitimación subjetiva absoluta.
Sólo digamos que estamos ante una inexistencia por inesencia, o lo
que es igual, hay un documento en sentido corporal sensible que presenta
todas las características observables de un documento jurídico, pero desde
el punto de vista estrictamente negocial hay un requisito de esencia que
hace que el negocio sea inexistente, lo que trae aparejada una consecuen-
cia jurídica mayúscula: la imposibilidad de darle algún efecto propio o
derivado al negocio.
De producirse las pruebas de los ejemplos antes mentados, en los que
el verus dómino ha salido beneficiado por una estafa o enriquecimien-
to ilícito: ¿En qué debería resolverse la sentencia judicial que declare la
inexistencia por inesencia? Cualquiera sea la sentencia, penal o civil, las
facultades del juez siempre son discrecionales y la buena fe de todos los
que se vieron agraviados por el daño causado deberían verse reparados.
Si condena escriturar al verus dómino que estafó, debe hacer no un
“nuevo” negocio, sino “el negocio” o en su defecto otorgarlo el juez a costa
de aquél. Este acto, en su secuencia temporal será “el acto”, lo que hace
caer al acto del subadquirente de buena fe y a título oneroso. Pero el acto
del subadquirente sí ha sido válido en algún sentido jurídico, pues si bien
el “disponente” lo ha sido sobre un bien que no le pertenecía, puede su acto
valer como precontrato, contrato de escrituración, venta de cosa ajena, o
gestión de negocios, que legitime a realizar o reformular el título existente.
Lo advertimos, el tema no es fácil, lo cierto es que el presupuesto de
hecho del último párrafo del artículo que estudiamos no está exento de
potenciales vicisitudes y conflictos. En todo caso, admite ser objetado,
y es que los subadquirentes sí pueden ampararse en su buena fe y título
oneroso si el acto realizado sin intervención del verus domino fue con un
connubio fraudulento de este.
SEGUNDA PARTE
(Fuentes legales)
Capítulo vi
“EL ANTEPROYECTO DE LEY DE LOS
DOCUMENTOS NOTARIALES”
COMO FUENTE LEGAL ARQUETÍPICA
(El gran intento de sistematización legislativa)

Importancia de este capítulo. Título I. Disposiciones Generales. Art. 1. Ley


nacional y reglamentaciones locales. Art. 2. Competencia general del nota-
rio. Art. 3. Prohibiciones. Título II. Los documentos notariales. Capítulo I.
Requisitos Generales. Art. 4. Concepto. Art. 5. Clasificación. Art. 6. Grafía
y soportes. Art. 7. Sello. Art. 8. Formación del “documento”. Art. 9, 10, 11.
Idioma. Minutas. Dominio de lenguas extranjeras. Art. 13. Sordomudos,
mudos y analfabetos. Art. 14. Abreviaturas y guarismos. Art. 15. Subsa-
nación de errores. Capítulo II. Documentos Protocolares. Sección Prime-
ra. Protocolo. Art. 16. Conformación. Art. 17. Orden cronológico y demás
constancias. Art. 18. Falta de firma por alguno de los intervinientes. Falta
de conclusión del documento. Art. 19. Conservación. Art. 20. Retiro de la
notaría. Art. 21. Exhibición e interés legítimo. Sección Segunda. Escrituras
Públicas. Art. 22. Concepto y caracteres. Art. 23. Contenido. Art. 24. Fe de
conocimiento. Art. 25. Representaciones. Art. 26. Valoración por el notario.
Art. 27. Legitimación en el extranjero. Art. 28.- Representación voluntaria.
Facultades del notario. Art. 29. Testigos instrumentales y de conocimiento.
Art. 30. Capacidad y legitimación para ser testigos. Art. 31. Otras mencio-
nes por el notario. Art. 32. Dación de fe. Art. 33. Lectura y firma. Art. 34.
Suscripción de la escritura en momentos distintos. Art. 35, 36 y 37. Notas
y actas complementarias. Art. 38. Testamento por acto público. Sección
220 derecho notarial

Tercera. Actas. Art. 40. Concepto. Art. 41. Clasificación. Art. 42. Requi-
sitos legales. Art. 43. Actas protocolares complementarias. Art. 44. Actas
de requerimientos y notificación. Art. 45. Valor formal. Art. 46. Diligencia-
miento. Art. 47. Entrega del requerimiento. Art. 48. Ausencia de requerido.
Art. 49. Acta de presencia y comprobación. Art. 50. Constancias. Art. 51.
Actas de Notoriedad. Art. 51. Actas de protocolización. Art. 52, 53, 54, 55.
Requisitos y pormenores. Art. 56. Actas de subsanación. Art. 57. Extensión
de oficio. Art. 58. Acta de depósito y consignación. Art. 59. Acta de protesto.
Art. 60. Acta de remisión de correspondencia. Art. 61. Actas complemen-
tarias. Remisiones. Capítulo III. Documentos Extraprotocolares. Sección
primera. Disposiciones generales. Art. 62. Concepto y requisitos. Art. 63.
Facción. Art. 64. Competencia de las reglamentaciones locales. Art. 65.
Acta de entrega de testamento cerrado. Sección segunda. Certificados. Art.
66, 67. Formalidades. Art. 68, 69. Certificado de autenticación de firmas e
impresiones digitales. Art. 70. Certificado de existencia de personas. Art.71.
Certificado de fotografías y reproducciones. Art. 72. Certificado de docu-
mento de personas de otras competencias territoriales. Art. 73. Otros cer-
tificados. Capítulo IV. Traslados. Art.74. Tipos. Fundamento. Art. 75, 76.
Copias. Art. 77. Testimonios. Art.78, 79, 80, 81, 82. Requisitos. Art. 83, 84.
Copias simples. Art. 85, 86, 87. Efectos. Art. 88, 89. Subsanación de erro-
res. Art. 90, 91, 92, 93. Derechos de las partes y del notario. Capítulo V.
Efectos. Art. 94, 95. Efectos. Art. 96, 97. Invalidez. Título complementario.
Art. 98, 99 100, 101.

IMPORTANCIA DE ESTE CAPÍTULO


El 25 de noviembre de 1961 el Consejo Federal del Notariado Argen-
tino aprueba la creación del Instituto Argentino de Cultura Notarial que,
por su transformación en Academia Argentina del Notariado, constituirá
el antecedente directo de nuestra Academia Nacional del Notariado.
En el año 1964 en San Salvador de Jujuy, el Instituto Argentino de
Cultura Notarial elabora La Ley Notarial Nacional, destinada a ser incor-
porada al Código Civil reemplazando al título “De las escrituras públicas”.
Por tal motivo se siguió el sistema de notas al igual que Vélez Sarsfield,
participando en la elaboración de dichas notas: a) Villaba Welsh; b) Carlos
Pelosi y, c) Carminio Castagno).
Segunda parte: Fuentes legales 221

Esta obra, que hoy se la conoce como el Anteproyecto de Ley de los


Documentos Notariales, aunque no logró sanción legislativa, puede con-
siderarse el mejor exponente del largo camino de superación que el nota-
riado argentino ha recorrido, partiendo de los 15 artículos originarios del
Código Civil, hasta plasmar 97 artículos que, con sus documentados y
exhaustivos fundamentos constituye un sólido cuerpo integral de referen-
cia doctrinaria.
Extraordinaria ha sido la influencia de este Anteproyecto en la redac-
ción de las leyes notariales de cada Provincia y la de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, que fueron recogiendo cada uno de sus principios com-
patibles con la legislación de fondo y obtuvieron sanción legislativa, aun-
que circunscripta al ámbito local. Por ejemplo, la Ley 6200 del Notariado
de Entre Ríos, Ley 2212 de Chaco, Ley 9020 de la Provincia de Buenos
Aires, Ley 404 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Un reconocimiento legislativo nacional de los principios del Antepro-
yecto de Ley del Documento Notarial lo constituyó la sanción de la ley
26.140, modificatoria de los artículos 1001 y 1002 del Código Civil y la
influencia en distintos proyectos de reforma y varias normas del nuevo
código civil y comercial.
Se podrá objetar que, al no ser ley vigente, ni haberlo sido jamás, no
corresponde incorporarla como fuente legal stricto sensu. Si bien hay algo
de razón, sin embargo, opera como perfecta bisagra entre teoría y ley y por
ende este es el mejor lugar en el que alojar el capítulo.
Estamos convencidos, que quien lea este anteproyecto y sus notas, re-
coge los más prolíficos debates y conclusiones sobre todo cuanto hace a la
teoría de los instrumentos públicos notariales y es la impronta que llevan
casi todas las leyes orgánicas del país.
Nos resulta penoso que los libros de doctrina notarial se limiten a men-
cionarlo como un mero hecho histórico. No obstante ser parte de la historia
del notariado, sin duda mantiene una lozanía y vigencia referencial incues-
tionable. Muchas respuestas a la práctica notarial pueden encontrarse aquí,
y muchas explicaciones a los vacíos de normas de fondo y de normas orgá-
nicas provinciales pueden verse colmados en este frustrado anteproyecto.
Es más, tan “fresco” se mantiene que, haciendo las concordancias de
rigor, y algunos mínimos ajustes, podría haber sido utilizado íntegro en
222 derecho notarial

el CCCN vigente. Quizás por ello hemos decidido nosotros traerlo a esta
obra, pues permite hacer el cotejo permanente con los dos capítulos si-
guientes, avocados a comentarios a la forma en el nuevo CCCN y a una
Ley Orgánica, en particular la de Misiones, que sigue casi a rajatabla a la
Ley 404 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Otra de las razones de su transcripción, está en que sigue siendo un refe-
rente de lege ferenda para todo aquel desee abrevar en una fuente sólida del
pensamiento notarial, además de ser, sin duda, una sombra permanente a la
mezquindad sectorial, el desprecio, celo o indiferencia –vaya uno a saber–
de los legisladores del nuevo CCCN respecto a la madurez doctrinaria que
el notariado argentino ha mostrado en este arquetípico Anteproyecto.

TÍTULO I
DISPOSICIONES GENERALES

Artículo 1°. I. Los documentos notariales y las funciones inheren-


tes a su formación se ajustarán, en todo el territorio del país, a las
normas de esta ley. Las reglamentaciones locales establecerán las
de aplicación que correspondan.
II. Son reglamentaciones locales las leyes, decretos y demás ordena-
mientos que, en cada una de las provincias, el Distrito Federal, Te-
rritorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico
Sur, regulen la materia consignada en el apartado anterior.

Nota: Originariamente, el anteproyecto elaborado por el Instituto tuvo


un alcance más amplio, hasta quedar limitado a los documentos notariales.
Su objeto se concreta a la sustitución de las normas del Código Civil refe-
rentes a escrituras públicas y a la ampliación y sistematización del título que
las contiene. Comprende, también, algunas modificaciones del título que trata
de los instrumentos públicos aplicables sólo a los documentos notariales.
El anteproyecto recoge una importante experiencia legislativa acumula-
da en el país, a través de sus ordenamientos notariales, los que incorpora-
ron a sus textos figuras documentales no previstas específicamente por el
Código Civil, como las actas y los documentos extraprotocolares, exigi-
das por las necesidades del tráfico jurídico. También recepta la moderna
doctrina notarial.
Segunda parte: Fuentes legales 223

El parágrafo I del artículo que se comenta es bien claro en cuanto a


la jerarquía legislativa del ordenamiento que se proyecta. Ha de regir en
todo el territorio de la República y complementarse en tanto sea necesa-
rio o conveniente, con las normas locales atinentes a la formación de los
documentos notariales y, desde luego, al quehacer del notariado en cuanto
autor de tales instrumentos públicos.

Art. 2°. Compete al notario la formación y autorización de instru-


mentos públicos que contengan actos o negocios jurídicos, la com-
probación y fijación de hechos, las declaraciones de notoriedad y
demás funciones que ésta y otras leyes le atribuyan.

Nota: El texto originario de este artículo se inspiró en la declaración for-


mulada por el I Congreso Internacional del Notariado Latino, celebrado
en Buenos Aires en 1948.
Sin desconocer los indudables méritos de esa declaración, se ha preferi-
do una fórmula más sencilla y menos descriptiva, que en muy pocas pala-
bras sintetice la competencia funcional del notario. De más está decir que
este artículo es sólo programático y que su desarrollo integral se incluye
en los distintos capítulos del anteproyecto.
Bien claramente se comprenden en el texto del artículo 2° las tres direc-
ciones de la actividad documental del notario, ordenadas no sólo según
su importancia sino, también, conforme a su aparición en la cronología
notarial argentina. La primera de esas corrientes fluye hacia la escritura
pública, documento notarial por antonomasia; la segunda, hacia las actas
y documentos extraprotocolares; y la tercera, hacia una nueva figura, aun
sin contenido sustantivo, que es el documento declarativo de notoriedad.
Es claro que estas especies del documento notarial no constituyen com-
partimientos estancos, pues cada una de ellas incluye en su seno algunas
características o efectos que son también propios de las otras. Así, por
ejemplo, la escritura pública contiene comprobación y fijación de hechos
y también declaraciones de notoriedad, como las referidas al lugar y fecha
del acto y al conocimiento de los comparecientes.
Puede entonces inferirse que la distinción más significativa entre estas
distintas especies documentales hay que buscarlas, en definitiva, en el ob-
jetivo fundamental que persiguen los requirentes de la actuación notarial.
224 derecho notarial

La indagación del agente en cada situación que se le plantee, es la que le


permitirá elegir el cauce más adecuado a los fines buscados.
En este artículo aparece por primera vez la expresión “notario” que sus-
tituye a la de “escribano” o con mayor precisión, a la de “escribano pú-
blico”, de recibo hasta ahora en el Código Civil, en las leyes generales y
en los ordenamientos notariales del distrito federal y de las provincias, si
se exceptúan los correspondientes a Mendoza, San Juan y Santiago del
Estero, que inspiradas en el primitivo anteproyecto, han incorporado a su
texto, la denominación de “notario”.
Las razones que han inclinado al Instituto a adoptar este vocablo en
lugar del que ha sido tradicional en nuestro país, pueden comentarse bre-
vemente así: 1°) El sentido universal de la denominación “notario”, usada
en todo el mundo, incluso en los países que no poseen una organización
de tipo latino, con la única excepción del Uruguay y el Paraguay. 2°) La
neta distinción que así se logra entre el notario y los escribanos actuarios o
escribanos secretarios, los escribanos de Gobierno y los de Minas, ofician-
tes de la fe judicial y administrativos, respectivamente. 3°) La posibilidad
de utilizar, sin forzar el lenguaje, los derivados de “notario”, aplicados al
documento, a su actividad, a los colegios, al cuerpo, etcétera.

Art. 3°. Al notario le está prohibido actuar:


1. Si en el acto para el cual fuere requerido hubiere de intervenir
su cónyuge, sus parientes consanguíneos hasta el tercer grado
o sus afines hasta el segundo, cualquiera fuere el carácter en
que hubieren de hacerlo. Queda comprendido el parentesco por
adopción.
2. Si el acto o algunas de sus disposiciones interesaren personal-
mente al notario, a su cónyuge o a cualquiera de los parientes
determinados en el inciso anterior.
3. Si en el acto para el cual fuere requerido, hubiere de intervenir en
cualquier carácter o interesaren sus disposiciones a alguno de los
notarios habilitados para actuar contemporáneamente en el mismo
registro o a su cónyuge, padres, hermanos o hijos.
II. No regirá la prohibición si los interesados lo fueren sólo por
ser accionistas, directores, gerentes o síndicos de sociedades por
acciones.
Segunda parte: Fuentes legales 225

Nota: Esta norma tiende a afirmar la imagen de imparcialidad que debe


reflejar todo acto del notario y constituye una oportuna modificación del
actual artículo 985 del Código Civil.
Por de pronto, se ha procurado resolver problemas de interpretación so-
bre los alcances de esta incompetencia notarial en razón de las personas,
que algunos prefieren tratar como una cuestión de capacidad del agente.
Luego, se ha desarrollado el esquema conceptual primario, dando cabida
a una amplia casuística.
En relación al texto vigente, el grado de parentesco se limita al tercero
para el caso de consanguinidad y al segundo, en el de afinidad, y se inclu-
ye expresamente al cónyuge, tácitamente comprendido en el artículo 985.
De modo que, por razón de consanguinidad, la incompetencia está refe-
rida a los bisabuelos, abuelos, padres, hijos, nietos, bisnietos, hermanos,
tíos y sobrinos. Quedan excluidos, en consecuencia, los tatarabuelos, los
tataranietos y los primos.
Por razón de afinidad, la incompetencia se refiere a los suegros, yernos,
nueras, cuñados, padrastros, hijastros y hermanastros. Están comprendidos,
como lo señala expresamente el texto proyectado, los parientes por adop-
ción, y no se hace distinción alguna entre parientes legítimos y naturales.
La prohibición al notario es omnicomprensiva de todas las situaciones
en que los parientes actúen; sea por su propio derecho, ejerciendo la re-
presentación de personas colectivas o individuales, tanto de carácter ne-
cesario como voluntario; sea como habilitantes o integradores de la ca-
pacidad de otro sujeto, etc. En resumen, los parientes mencionados no
podrán intervenir en ningún acto notarial, sea cual fuere el motivo por el
que hubieren de hacerlo.
El inciso 2 del primer parágrafo de este artículo se refiere no ya a la mera
circunstancia de la intervención en el acto, sino al hecho de que estén in-
teresados en él y a más de los parientes enumerados, se agrega al notario
autorizante y a su cónyuge.
El tercer inciso extiende la incompetencia a los notarios actuantes en
un mismo registro, recogiendo así la conceptuación deontológica predo-
minante en nuestro país, pero reduciendo el ámbito de la limitación a los
cónyuges, padres, hermanos o hijos. Esto significa, por ejemplo, que el
notario titular no podrá autorizar escrituras en que intervengan o estén
interesados, el adscripto o su cónyuge, padres, hermanos o hijos.
226 derecho notarial

Finalmente, el segundo parágrafo exceptúa de la prohibición legal, los


casos en que los interesados, incluso el notario, lo fueren sólo por ser
accionistas, directores, gerentes o síndicos de sociedades por acciones.
Recoge de esta manera, la excepción vigente, agregando a los síndicos.
Debe entenderse que quedan incluidos los miembros de los consejos de
vigilancia, sustitutivos de las sindicaturas de estas sociedades.
El parentesco por adopción que hace comprender la parte final del inciso
1, apartado I, se refiere a la adopción plena y a la simple contempladas en
la Ley 19.134 que tanto en uno como en otro caso crea vínculo de paren-
tesco, si bien es más limitada la extensión de la simple. En consecuencia,
lo que habrá de tenerse en cuenta, en los casos de adopción, es si por este
medio se crea o no parentesco.

TÍTULO II
DE LOS DOCUMENTOS NOTARIALES
CAPÍTULO I
REQUISITOS GENERALES
Concepto y Clasificación

Art. 4°. Documento notarial es el instrumento público autorizado


por notario, en ejercicio de sus funciones, dentro de los límites de su
competencia y con las formalidades de ley.

Nota: 1) En la rúbrica de este Título, así como en todo el articulado se


utiliza la denominación “documento notarial” no obstante que el Códi-
go Civil emplee el vocablo “instrumento”, por estimar que este último
es más expresivo cuando se quiere hablar de prueba (Escriche, Joaquín.
Diccionario razonado de Legislación y Jurisprudencia. Voz instrumento;
Aguilar, Henoch G. “Instrumentos”, en Estudios jurídicos en homenaje al
profesor Enrique Martínez Paz, Editorial Perrot, Buenos Aires, 1957, p.
190; Alsina, Hugo. Tratado teórico y práctico de Derecho Procesal Civil y
Comercial. Ediar S.A. Editores, 2ª ed., Buenos Aires, 1961, T. III, p. 393;
Muñoz Sabaté, Luis. Técnica probatoria. Editorial Praxis, S.A., Barcelo-
na, 1967, p. 135); en tanto que en la base de la noción de documento está
la idea de docencia (Carnelutti, Francisco. Sistema de Derecho Procesal
Civil. Traducción de Niceto Alcalá Zamora y Castillo y Santiago Sentís
Segunda parte: Fuentes legales 227

Melendo. Editorial Uteha Argentina, Buenos Aires, 1944, T. II, p. 414, N.°
289). Ya en el Derecho Romano el término documento como el de instru-
mento y el correspondiente en alemán se refieren a dar a conocer algo (De
Castro y Bravo, Federico. El negocio jurídico. Instituto Nacional de Estu-
dios Jurídicos, Madrid, 1967, p. 308, nota 1). Según De Sarlo los clásicos
cuando usaron el término instrumento en sentido técnico quisieron decir
documento (De Sarlo, Luigi. Il documento soggeto di rapporti giuridici
privati. Valecchi Editores, Firenze, 1935, p. 47). Nuestro Código Penal,
en los artículos 292, 293 y 294 emplea indistintamente las palabras “do-
cumento” e “instrumento” y en doctrina notarial se acepta esta sinonimia
(González, Carlos Emérito. Teoría general del instrumento público. Ediar
S.A. Editores, Buenos Aires, 1953, p. 38). No es aplicable en nuestro me-
dio la terminología española en la que, por razones históricas, que arrancan
de la Escuela de Bolonia, se designa instrumento al documento producido
por notario, cuando comienza a distinguirse entre original y copia. Luego,
en el Título 19, Ley 1ª, Partida 3ª se expresa que instrumento público es el
hecho por mano de escribano público, en tanto que la carta podía ser he-
cha por éste o sellada con sello del Rey o por autoridad que fuere de creer.
Así quedaron consagradas las palabras “instrumento público” para men-
cionar exclusivamente el documento de que es autor el notario. El artículo
1216 del Código Civil español que entró a regir el 19 de mayo de 1889
prescribe que son “documentos públicos” los autorizados por un notario
o empleado público competente, con las solemnidades requeridas por la
ley. El artículo 1217 de dicho cuerpo legal dispone a su vez que los “do-
cumentos” en que intervenga notario público se regirán por la legislación
notarial. En cambio, el reglamento notarial habla de instrumento público,
como comprensivo de las escrituras, actas y, en general, todo documento
que autorice el notario, bien sea en original, en copia o en testimonio (art.
144 del vigente de 2 de junio de 1944). Sin embargo, la equivalencia entre
instrumento y documento se pone de manifiesto al expresar Núñez La-
gos que emplea la palabra instrumento en su sentido técnico específico de
documento público notarial, conteniendo relaciones jurídicas de Derecho
Privado, tal como fue concebido por glosadores y comentaristas (Núñez
Lagos, Rafael. “Los esquemas conceptuales del instrumento público”, en
Revista de Derecho Notarial, Madrid, N.°1-2, julio –diciembre 1952, ps.
49 a 151 –ver nota 13–). De tal manera, en España “instrumento público”
es sinónimo de documento notarial y especie del documento público, en
228 derecho notarial

tanto que, para nuestro derecho vigente, instrumento público es genérico


y escritura pública la especie. El proyecto incluye dentro del concepto de
documento notarial a todos los instrumentos cuya autorización se atribuye
a la competencia del notario. La locución “documento notarial” se consi-
dera que es la más dotada de precisión en la lexicografía notarial y la que
mejor se ajusta a la doctrina contemporánea, que ha abandonado el simple
concepto de prueba para abrir otras direcciones que acuerdan singular re-
levancia al documento autorizado por notario y que se proyectan en sus
efectos sustantivos y en su incidencia sobre la voluntad negocial (ver Cas-
tán Tobeñas, José. Función notarial y elaboración notarial del Derecho.
Instituto Editorial Reus, Madrid, 1946, p. 59 y ss). Es oportuno subrayar
que la ley nacional registral (Decreto / Ley 17.801/68), complementaria
del Código Civil, según lo dispone su artículo 42, utiliza también el vo-
cablo documento, incluso como sustitución de “título”, lo que ya hiciera
Vélez Sarsfield al reemplazar la palabra título que aparece en el Código
Civil francés por la de documento, en los artículos 877, 878, 879 y 884.
Asimismo, se utiliza el término documento en el artículo 3128 del Código
Civil, cuerpo que se vale en ocasiones de la palabra “acto” en lugar de
documento o instrumento, lo cual indica que la terminología usada por
el codificador no es inequívoca. Parece pertinente, entonces, que con un
criterio más avanzado y a tono con la expresada doctrina, se adopte el vo-
cablo “documento”, sin dejar de establecer que se trata de un instrumento
público, ya que el proyecto no puede desentenderse de las categorías y del
léxico que provee el mencionado Código.
2) El carácter de instrumento público de todo documento notarial surge
actualmente del artículo 979, incisos 1° y 2° del Código Civil y de su
fuente, artículo 688, incisos 1° y 2° del Esboço de Freitas. Empero, anti-
guos pronunciamientos judiciales y algunos autores habían negado esa ca-
lidad a ciertos documentos, especialmente a los extraprotocolares. La tesis
perdió consistencia con la sanción de las leyes notariales, pero subsisten
algunas reservas, aun en el sector notarial, por lo que consideramos indis-
pensable que la ley cierre toda discusión (el carácter de instrumento públi-
co de los documentos extraprotocolares en general ha sido reconocido por
la C. N. Civil, Sala C, en fallo del 22 de octubre de 1969 que se registra en
E.D., pág. 390, fallo 15.297; y con respecto a las certificaciones de firmas
entre otras decisiones, C. N. Civil, Sala A, 6 de abril de 1972, en J.A. de 19
/ 8 / 72, Síntesis de Fallos, pág. 15; C. N. Civil, Sala C, mayo 8 de 1973, en
Segunda parte: Fuentes legales 229

E.D., t. 50, pág. 428, fallo 23.220 y fallos que allí se citan, Cám. 1ª Civil y
Com. de San Isidro de 18 / 2 / 71, en J.A. de 23 / 6 / 72, sumarios de fallos
correspondientes al primer semestre 1972, por Instrumentos Públicos).
Sobre instrumentos públicos notariales ver González, Carlos Emérito, op.
cit., págs. 31 y sigs., Spota, Alberto G., Tratado de Derecho Civil, Buenos
Aires, Depalma, 1958, T. 1, Vol. 9, p. 315 y siguientes.
3) En cuanto al concepto del documento notarial, tenemos en cuenta
los comentarios que se han hecho respecto de la ausencia, en nuestro de-
recho positivo, de una norma que defina el instrumento público, por lo
que consideramos conveniente subsanar esa laguna en lo que concierne al
documento notarial. Sin dejar de reconocer que las leyes deben ser precep-
tivas y las definiciones son propias de la doctrina (Vélez Sarsfield, nota al
art. 495 del Cód. Civil. Bibiloni, Juan Antonio. Anteproyecto, Edic. 1929,
tomo I, pág. 98, nota al art. 1°) adherimos a la opinión de Colmo, quien
afirma: “Las definiciones puramente científicas o didácticas son las úni-
cas que no pueden tener cabida en un cuerpo legal, que no es un trabajo
de ciencia ni un instrumento didáctico y que, por lo mismo, no tiene por
qué andar basamentando y escalonando las ideas que contenga. Pero no
se puede tratar de tales definiciones, sino de las que convienen al Código,
de las definiciones legislativas, que cristalizan en una norma fundamental
la esencia de una institución, y a la cual habrán de subordinarse las de-
más normas parciales que contemplen los diversos aspectos de la misma”
(Colmo, Alfredo. Técnica legislativa del Código Civil argentino, 2ª ed.,
Abeledo - Perrot, Buenos Aires, 1961, pg. 262). La norma se limita a seña-
lar los elementos que caracterizan al documento notarial, es decir, los ex-
tremos, requisitos o condiciones de validez que fijan sus principios funda-
mentales, análogos a los exigidos para los demás instrumentos públicos.

Art. 5°. En el sentido de esta ley los documentos notariales se cla-


sifican en originales y traslados. Los originales son protocolares o
extraprotocolares, según se extiendan en el protocolo o fuera de él.

Nota: 1) En razón de su genuinidad los documentos notariales se divi-


den en originales y reproducciones o traslados. En las reproducciones hay
algunos elementos genuinos, pues el soporte material no es el mismo del
original y requiere autorización. Tienen corporalidad y formas extrínse-
cas propias, pero su contenido ideológico importa un transvasamiento del
230 derecho notarial

documento original. De ahí que se caracterizan por tener fe transcriptiva


o derivativa y sólo se producen frente a la existencia física de otro docu-
mento. Se consideran indirectos, en cuanto a la inmediación se refiere,
pues no se crean coetáneamente a los hechos autenticados (contenido)
sino como trasuntos de otros. Representan el hecho documento y no el
hecho natural o humano, en las múltiples maneras en que puede acaecer.
2) Técnicamente no deben identificarse documentos originales con do-
cumentos matrices. Estos se extienden en el protocolo, son retenidos, co-
leccionados y archivados, librándose reproducciones. Los extraprotocola-
res se entregan a los interesados tal como han sido creados, en uno a más
ejemplares, esto es, en originales. Los originales abrazan, entonces, a los
protocolares o matrices y a 1os extraprotocolares.
3) La expresión “traslados” se usa como genérica y comprensiva de las
diversas clases de reproducciones, tanto de la matriz como de otros docu-
mentos que no lo son e incluso los extractos o reproducciones hechas con
criterio selectivo (ver art. 77). Por consiguiente, no tiene el mismo signifi-
cado que le atribuye el codificador en la nota al artículo 997, donde se re-
fiere al antiguo concepto de traslado, anterior a la creación del protocolo,
pues la copia constituía un documento llamado original, que se extendía
sobre la base de la imbreviatura, es decir, de las notas primeras que sirvie-
ron como embrión de protocolo, cuando el Fuero Real mandó guardarlas
(libro 1°, título 8°, ley 2ª) y el traslado era la reproducción de ese original
y no de la matriz. Larraud entiende por traslado notarial “el documento en
que el escribano bajo su fe, y para el tráfico jurídico, reproduce total o par-
cialmente, y con las formas requeridas, la redacción o el contenido de otro
instrumento que tiene de manifiesto y al que se remite”. Manifiesta que, en
el estado actual del derecho positivo uruguayo, es de aceptación pacífica,
que son tres las especies de traslados notariales, copias, testimonios y cer-
tificados (Larraud, Rufino. Curso de Derecho Notarial, Depalma, Buenos
Aires, 1966, p. 443). Esto último es relativamente admisible para noso-
tros, toda vez que el certificado, para ser una especie del traslado, siempre
tendría que referirse al contenido de documentos, y en nuestro país se ha
dado mayor extensión al objeto del certificado notarial ya que por este me-
dio se pueden autenticar otros hechos de la realidad física. Así, según las
leyes notariales vigentes en Capital Federal y las provincias, los certifica-
dos pueden versar sobre la autenticidad de firmas e impresiones digitales,
existencia de personas, remisión de documentos por correo, autenticidad
Segunda parte: Fuentes legales 231

de fotocopias, constancia sobre recepción de dinero, cosas y valores, etc.


En este proyecto también se contempla la expedición de certificados que
no tienen fuente documental (ver arts. 68 a 73).
4) La reproducción del documento que el notario autoriza es una de las
facultades esenciales que determinan el contenido de la función notarial
(Sanahuja y Soler. Tratado de Derecho Notarial, Editorial Bosch, Barce-
lona, 1945, T. I, p. 235; T. II, p. 142. González Palomino, José. Institucio-
nes de Derecho Notarial, Madrid, 1948, T. I, p. 143. Definición del Primer
Congreso Internacional del Notariado Latino celebrado en Buenos Aires
el año 1948 sobre el carácter, objeto y alcance de la función notarial).
El Código Civil recoge esta división en el artículo 979, inciso 1°, al
reconocer carácter de instrumento público a las escrituras hechas por los
escribanos en sus libros de protocolo o por otros funcionarios con las mis-
mas atribuciones (notariales –y por excepción–) y a las copias sacadas en
la forma que prescribe la ley. Además, el artículo 1010 determina que la
copia hace fe como la matriz.
Vélez Sarsfield omitió mencionar las copias de los demás instrumentos
públicos (sólo las menciona en los incisos 4° y 10 del art. 979), por lo que
se las incluyó en el proyecto de la Comisión Reformadora de 1936. Este
vacío ha sido subsanado para las partidas del estado civil, pues el decreto
–Ley 18326/69 modificatorio del art. 5° del Decreto/ Ley 8204/63 esta-
blece que tanto el original como la copia de los asientos de los libros que
lleva el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas, tendrán
carácter de documento público, como así también las fotocopias o partidas
que se expidan sobre la base de dichos asientos originales o sus copias.

Art. 6°. Son protocolares matrices las escrituras públicas y las ac-
tas. Son extraprotocolares los certificados y las actas u otros do-
cumentos cuya facción fuera del protocolo autorice la legislación
de fondo, en tanto sus disposiciones no resulten modificadas por la
presente.

Nota: 1. El sentido de la clasificación que contiene este artículo se halla


parcialmente explicado en la nota al artículo anterior.
Cabe agregar que, en principio, el proyecto recoge la orientación actual
de la doctrina notarial, que estima necesaria cumplir con el principio de
232 derecho notarial

matricidad también en las actas, contrariamente a lo que sucede en las leyes


notariales vigentes, en las que han adquirido desarrollo las actas como do-
cumento extraprotocolar debido a la ausencia de reglamentación en la ley
de fondo. En la XIII Jornada Notarial Argentina celebrada en la ciudad de
Santa Fe, en setiembre de 1970, en el punto a) del despacho sobre documen-
to notarial extraprotocolar se recomendó suprimir de la categoría de los do-
cumentos extraprotocolares las actas, salvo aquellas que requieran facción
extraprotocolar por haberlo establecido expresamente las leyes nacionales.
Por consiguiente, agrega la declaración, sólo podrán extenderse fuera del
protocolo estas últimas y los certificados (ver Revista del Notariado, 1970,
p. 1674 y Revista Notarial, 1970, p. 1489). El proyecto acoge ese criterio,
como lo comprueban, además, el artículo 62 y siguientes.
2. Con arreglo al sistema del proyecto los documentos protocolares pue-
den ser:
a) Por naturaleza o autónomos, que también se denominan matrices y
comprenden las escrituras públicas y las actas cuya facción extraproto-
colar no esté legalmente admitida. Deben ser extendidos en el protocolo
como requisito de existencia. El protocolo es necesariamente un modo
originario e insustituible para crear la filiación protocolar. No se ponde-
ra, como en otras legislaciones, el destino del documento o persistencia,
es decir, que vaya posteriormente a integrar el protocolo. Excepto el su-
puesto de reconstitución (art. 93), no hay procedimientos supletorios ni
adquisición de esa genuinidad ex post facto o por otros medios. b) Com-
plementarios o accesorios. Tienen sus elementos gráficos incorporados a
las hojas o folios del protocolo, sea ocupando el espacio destinado a los
documentos autónomos (en líneas hábiles y dentro de márgenes) como
puede ser por hipótesis las notas de apertura y cierre (art. 16, inc. 3° in
fine), o bien y de modo especial en los márgenes o a continuación de los
documentos matrices, en la parte libre de la hoja del folio (art. 16, inc. 3°,
35, apartado I, 36 y 41, tercer párrafo).
El documento extraprotocolar ha sido definido como “El instrumento
público autorizado por notario, en original, fuera del protocolo con las
formalidades de la ley, en ejercicio de sus funciones y dentro de los límites
de su competencia; susceptibles de este tipo de facción por su contenido
o prescripción legislativa, sin perjuicio de la entrega, guarda, colección o
archivo de otros ejemplares voluntariamente o por mandato legal y de las
formas de anotación o registración, así como de reproducción que pueden
Segunda parte: Fuentes legales 233

reglamentarse” (ver Pelosi, Carlos A. “análisis de esta definición”, en Re-


vista del Notariado, 1970, p. 691 y ss.,). En el artículo 65 se receptan las
últimas notas apuntadas y se atribuye a las reglamentaciones locales el
dictado de normas sobre el particular.

Procedimientos gráficos
Art. 7°. I. Los documentos pueden ser manuscritos o mecanogra-
fiados.
II. El procedimiento utilizado en cada documento es exigible en su
integridad, excepto lo que complete o corrija el notario autorizante
de su puño y letra.
III. La tinta o estampado debe ser indeleble y no alterar el papel, y
los caracteres fácilmente legibles.
IV. Las reglamentaciones locales podrán facultar o encomendar a
los Colegios la determinación de otros procedimientos gráficos y las
condiciones para su empleo y adaptación.

Nota: 1. Antecedentes doctrinarios: De Vroe, Jean. “Redacción gráfica


de los originales y las copias de los documentos notariales”, en Revista
Internacional del Notariado, 1958, N.° 44, ps. 79 y 82; Navarro Azpeitía,
Fausto, “Adaptación de la actividad profesional del notario a los métodos
y procedimientos modernos, en especial en lo que concierne a la grafía de
los originales y de las copias”. Comunicación en el V Congreso Interna-
cional del Notariado Latino, en Revista de Derecho Notarial, Madrid, Es-
paña, N.° 21 - 22, julio - diciembre de 1958, ps. 273 y 92. Solari, Osvaldo
S., “Grafía de les originales y copias”, en Revista Notarial, 1958, N.° 719,
ps. 1287/91. Resolución aprobada por el y Congreso Internacional cele-
brado en Roma, el año 1958, sobre utilización de nuevas técnicas gráficas.
2. Antecedentes legislativos: Buenos Aires, artículo 40, Ley notarial.
Capital Federal, artículo 204, Ley 1893 y resolución del Tribunal de Su-
perintendencia del Notariado de 2/8/950 sobre implantación de la matriz
mecanografiada y resoluciones modificatorias que se registran en Revista
del Notariado, 1970, p. 85 y ss. Córdoba, arts. 44 y 45, inc. c., Ley Nota-
rial. Corrientes, art. 115 Ley Notarial. Chaco, arts. 87 y 88 Ley Notarial.
Chubut, arts. 66 y 67, Ley Notarial. Entre Ríos, arts. 75 y 78 in fine Ley
Notarial. Formosa, arts. 63 y 64, Ley Notarial. Jujuy, art. 213, Ley Orgáni-
234 derecho notarial

ca Tribunales. La Pampa, art. 81, Ley Notarial. La Rioja, arts. 78 y 79, Ley
Notarial. Misiones, arts. 80 y 86, Ley Notarial. Salta, art. 47, Ley Notarial.
San Luis, arts. 2° y 3° Decreto/Ley 901 / 57 que autorizó las escrituras
matrices mecanografiadas. Santa Fe, art. 254, Ley Orgánica Tribunales.
Tucumán, art. 58, Ley Notarial. Las leyes notariales de Mendoza, San
Juan y Santiago del Estero, que fueron sancionadas después de conocerse
el Anteproyecto de Ley Notarial nacional aprobado por el Consejo Fede-
ral en la asamblea del 15 de octubre de 1964 realizada en San Salvador de
Jujuy, en sus artículos 13, las dos primeras y 19, la última, adoptaron el
texto que contiene este proyecto.

Sello
Art. 8°. Toda vez que el notario autorice un documento o deba po-
ner su firma por aplicación de esta ley, junto a la signatura estam-
pará su sello, sobre cuyo tipo y registración normarán las regla-
mentaciones locales.

Nota: Este artículo no tiene antecedentes conocidos. Encierra una dis-


posición de carácter general que evita establecer o reiterar en cada caso
la necesidad de la firma y sello. Así, por ejemplo, en el art. 33, inciso 5,
queda sobreentendido que además de la firma deberá estamparse el sello
del autorizante.

Formación del Documento


Art. 9°. La formación del documento a los fines y con el alcance que
esta ley atribuye a la competencia notarial es función privativa del
autorizante, quien deberá:
1. Recibir por sí mismo las declaraciones, interpretar y adecuar
al ordenamiento jurídico las exteriorizaciones de voluntad de los
requirentes.
2. Tener contacto directo con las personas, cosas y hechos objeto de
autenticación.
3. Asesorar a quienes requieran su intervención obrando con im-
parcialidad, de modo que su asistencia se cumpla en un plano de
equidad y elegir las formas que aseguren la eficacia de los fines que
se persiguen.
Segunda parte: Fuentes legales 235

4. Estudiar los asuntos para los que fuere requerido en relación a


sus antecedentes y a su concreción en acto formal y a las ulteriori-
dades legalmente previsibles.
5. Examinar en relación al acto a instrumentarse la capacidad y
legitimación de las personas, individuales y colectivas y, en su caso,
los demás presupuestos y elementos del negocio y del acto.
6. Narrar las realidades físicas en concordancia con lo que vea,
oiga y perciba.
7. Hacer las menciones y calificaciones que, en razón de sus fun-
ciones, de la naturaleza del acto, de la clase de documento y de las
disposiciones legales sean necesarias para producir válidamente
los efectos propios de su intervención.

Nota: 1. Antecedentes Legislativos: art. 254, último párrafo, proyecto


Comisión Reformadora 1986. Reglamento Notarial español, arts. 1° y 48.
Código del Notariado de Portugal art. 47, último párrafo. Ley Notarial de
la Provincia de Buenos Aires, Título Preliminar. La mayor parte de las
disposiciones de este artículo fueron ya incorporadas, siguiendo el texto
del anteproyecto, por el art. 87 del Reglamento Notarial de la provincia
de Buenos Aires, el art. 15 de la Ley Notarial de Mendoza, art. 15 de la de
San Juan y art. 21 de la de Santiago del Estero.
2. Fuentes doctrinarias: Principios de inmediación y legalidad. Carminio
Castagno, José Carlos, “Teoría general del acto notarial”, en Revista del No-
tariado, año 1973, págs. 17 y 102. Carnelutti, Francisco, “La figura jurídica
del notario”, en Revista Internacional del Notariado, año 1950, págs. 126 /
30. Lavandera, Víctor, “Funciones notariales”, en Revista de Derecho Pri-
vado, Madrid, 1919, págs. 303/14. Lovato, A., “Il notario público ufficiale
e libero professionista nei notariati a tipo latino”, en Rivista del Notariato,
Milán, año 1955, págs. 155 y 74. Vallet de Goytisolo, Juan, “La misión del
notario”, en Revista Internacional del Notariado, año 1957, N° 33, págs.
5/24. Castán Tobeñas, José, Función notarial y elaboración notarial del
derecho, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1946, págs. 45/53. Larraud, Ru-
fino, Curso de Derecho Notarial, Depalma, Buenos Aires, 1966, págs. 135
/ 69. Martínez Segovia, Francisco, Función notarial. Estado de la doctrina
y ensayo conceptual, Ediciones Jurídicas Europa, América, Buenos Aires,
1961. Sanahuja y Soler, José María, Tratado de Derecho Notarial, Editorial
Bosch, Barcelona, 1945, T. I. págs. 25, 68, 81 y 88.
236 derecho notarial

Idioma
Art. 10. I. Los documentos notariales se extenderán en idioma na-
cional.
II. Cuando alguno de los comparecientes lo desconozca, el docu-
mento se redactará conforme a una minuta en la que aquél exte-
riorice su voluntad. La minuta será vertida al idioma nacional por
traductor público y donde no lo hubiere por intérprete que el nota-
rio acepte o por el propio notario si conociere el idioma y estuviere
habilitado al efecto. Ambos instrumentos, producidos o reconocidos
ante el notario y con su atestación, quedarán incorporados al pro-
tocolo. La traducción deberá transcribirse en el documento que se
otorgue.
III. Serán permitidas las expresiones aisladas en otra lengua, siem-
pre que se consigne a continuación y entre paréntesis su versión al
idioma nacional. Quedan exceptuadas de este requisito las palabras
técnicas de conocida significación en el lenguaje jurídico común.

Nota: 1. Antecedentes legislativos: Art. 999, Códígo Civil; art. 255, pro-
yecto Comisión Reformadora 1936; art. 160, Reglamento Notarial espa-
ñol; art. 64, Ley Notarial italiana; arts. 124, 125 y 126, Reglamento No-
tarial uruguayo. Regla 9 del texto coordinado para los países del derecho
latino proyectado en Acto Notarial Público, publicación del Colegio de
Escribanos de la Provincia de Buenos Aires, año 1961.
2. Se repite la expresión del art. 999 del Cód. Civil “idioma nacional”,
en lugar de castellano o español por las mismas razones que decidieron a
la Comisión Reformadora de 1936 (ver Mustápich, José María, Escrituras
Públicas, Edit. Guillermo Kraft Ltda., Buenos Aires, 1941, pág. 71). El
término “comparecientes” es utilizado para mayor amplitud y claridad.
Hay casos en que intervienen personas que no son otorgantes. Además,
técnicamente éstos no existen en las actas. (Ver Núñez-Lagos, Rafael, Los
esquemas conceptuales del instrumento público, Madrid, 1953, págs. 47
y 49). Entre el sistema de la minuta, según el régimen vigente y el gene-
ralmente empleado de extender el documento en el idioma oficial y en
el extranjero, nos inclinamos por uno intermedio. La minuta o extracto
no armoniza con la obligación de lectura integral. El reglamento espa-
ñol establece el procedimiento de la traducción verbal por el notario o
Segunda parte: Fuentes legales 237

la escritura a doble columna, en ambos idiomas. Como está redactado el


apartado I permite al interesado expresarse en cualquier idioma o dialecto
que conozca y no necesariamente en el de su país de origen, que puede
ignorarlo Se parte de la premisa que en nuestro país no existen dialectos.
Hemos considerado necesario afirmar la libertad del notario para la acep-
tación del traductor o intérprete. Si el rechazo fuere arbitrario, serán de
aplicación, por analogía, las normas locales para el supuesto de negativa
injustificada de la prestación de funciones. En el caso del intérprete se
excluye el nombramiento por el juez, previsto en el art. 999 del Códígo
Civil. Debe entenderse que la función del traductor o intérprete es amplia,
esto es, asistencia y además traducción literal del documento.

Art. 11. Cuando fuere necesario transcribir, relacionar o agregar


documento en lengua extraña, el notario actuará de la manera
indicada en el artículo precedente. Para las notificaciones, reque-
rimientos u otras diligencias que deban entenderse con Personas
que se hallen en el supuesto del artículo anterior, se aplicarán las
mismas normas, sin agregar ni insertar la minuta y la traducción.
Si se tratara de una letra de cambio u otro título circulatorio y
el acto a cumplirse a su respecto fuera de carácter urgente, el
notario podrá admitir que el requirente la traduzca bajo su res-
ponsabilidad.

Nota: Se ha buscado una solución, no prevista en otros ordenamientos


notariales, al problema que se plantea con personas que no son requiren-
tes, otorgantes, comparecientes o intervinientes. También se introduce una
novedad con respecto a las letras de cambio u otros títulos circulatorios.

Art. 12. A los efectos de la habilitación del artículo 10, apartado


II, los notarios acreditarán ante los Colegios respectivos el co-
nocimiento de lenguas extranjeras en las condiciones que éstos
determinen.

El artículo se inspira en la preocupación de Brenner (ver Brenner, Isidro,


“Reflexiones sobre el proyecto de reforma del Código Civil”, en Revista
del Notariado, 1937, p. 773).
238 derecho notarial

Sordomudos y Mudos Alfabetos


Art. 13. Si alguno de los requirentes fuere sordomudo o mudo que
supiere expresar su voluntad por escrito, el documento se extenderá
de acuerdo con una minuta cuya firma reconocerá el interesado ante
el notario cuando no la hubiere suscripto en su presencia. La minuta
será transcripta y agregada.

Nota: Antecedentes: art. 256, proyecto 1986. En cuanto a las expresio-


nes “Que supiere expresar su voluntad por escrito de modo inequívoco”
que se emplean en el proyecto de 1936, si bien se ha inspirado en el propó-
sito de no restringir los medios de darse a entender, en vista de probables
progresos de la ciencia médica (ver opiniones de Lafaille, Martínez Paz
y Rivarola, en Reforma del Código Civil. Observaciones y actas de la
Comisión, Kraft Ltda., Buenos Aires, 1957, T. 1, p. 206) tornan confusa
la redacción y se presta a equívocas interpretaciones por cuyo motivo no
se recogen totalmente en la norma proyectada. En éste, como en otros
artículos, se evita el empleo del vocablo “otorgante” porque nos estamos
refiriendo a documentos notariales en general. Nos parece conveniente la
transcripción de la minuta en todos los casos para soslayar el problema de
la discordancia que plantea Mustápich (Escrituras Públicas, cit. en nota al
art. 10, p. 100).

Uso de Guarismos y Abreviaturas


Art. 14. Todos los documentos serán escritos sin espacios en blanco
en su texto. No se emplearán abreviaturas, iniciales ni guarismos,
excepto en los siguientes casos:
1. Cuando figuren en los documentos que se inserten.
2. Cuando las expresiones numéricas se refieran a cantidades o da-
tos que no impliquen elementos esenciales del acto jurídico.
3. Cuándo se trate de fechas y constancias de otros documentos.

Nota: Antecedentes legislativos: art. 1001 del Códígo Civil; art. 259
Proyecto 1936; art. 92, inc. e. y art. 93 proyecto Negri; art. 13 Ley Nota-
rial francesa 1803; art. 33, Ley Notarial mexicana (D. F. y T.); art. 51. inc.
59 Ley Notarial italiana 1913; art. 62 Ley Notarial de Costa Rica.
Segunda parte: Fuentes legales 239

Quizá puede parecer que no se encuentra en este artículo la esperada


claridad para resolver los problemas presentados en materia de guarismos.
En rigor, no cabe alegar la existencia de situaciones difíciles derivadas de
la hermenéutica de los textos vigentes. El art. 1001 del Código Civil es
terminante al exigir la designación en letras únicamente respecto de las
cantidades que se entreguen en presencia del escribano. La inobservancia
de esta formalidad no anula las escrituras, pero el escribano puede ser
penado con una multa, conforme lo prescribe el artículo 1004 del Código
Civil. La controversia se ha planteado en la doctrina, que considera dema-
siado amplia la libertad que se acuerda en el uso de los guarismos. Así,
la y Jornada Notarial Bonaerense declaró “que si bien la ley no prohíbe
la utilización de guarismos en las escrituras públicas, salvo para el caso
previsto en el artículo 1001 del Código Civil, la práctica notarial, apoyada
en una secular tradición, se ha adherido al sistema de utilizar únicamente
letras. Que la doctrina nacional se orienta en el mismo sentido por razones
de costumbre y de seguridad. Que, a pesar de todo ello, es evidente que
determinadas partes de la escritura sería mejor escribirlas en guarismos
que en letras”. Pero agregó esta declaración: “Que es prácticamente impo-
sible hacer una enumeración justa y ordenada de los casos en que pueden
ser utilizados los guarismos”. (Ver Revista Notarial, año 1961 N.° 735,
p. 448). En cambio, el Consejo Directivo del Colegio de Escribanos de la
Capital Federal aprobó un dictamen de la Comisión Asesora de Consultas
Jurídicas, en el que se argumentó que el criterio de una mayor seguridad
resultante de consignar las cantidades en letras y no en guarismos ha per-
dido vigencia con la utilización de la escritura mecanografiada, resultan-
do, evidentemente, mucho más clara la lectura de las cifras consignadas
en guarismos que la de las escritas en letras (ver Revista del Notariado,
año 1971, págs. 203 y 05).
Bastaría examinar todos los textos legales que rigen la materia, así como
el de algunos proyectos, para concluir que son muchos los inconvenientes
que vedan todo intento de hacer una lista que enuncie clara y taxativamen-
te los casos en que se autoriza o prohíbe el uso de guarismos. Para dictar
una regla de absoluta certeza sería menester suprimir su empleo de modo
terminante. La única dificultad que podría encontrarse en la norma pro-
yectada radica en determinar cuándo las cantidades o datos representan o
no elementos esenciales del acto jurídico (y no del documento). La capa-
cidad técnica requerida para el ejercicio profesional supera con creces los
240 derecho notarial

conocimientos necesarios para establecer cuáles son tales elementos. El


proyecto de Negri, que parece ser el más claro, parte de un temperamento
simple, ya que prescribe el uso de letras siempre que se mencionen medi-
das, fechas o cantidades de cosas o de dinero y no distingue en consecuen-
cia los supuestos que representan datos accidentales o sin trascendencia.
Para los casos de duda que surjan en nuestro proyecto, debe recordarse
que la actuación del notario se halla gobernada por un principio cautelar
que promueve decisiones seguras.

Errores. Forma de Subsanación


Art. 15. El notario salvará de su puño y letra al final antes de la
suscripción y por palabras enteras que reproducirán lo escrito so-
bre raspado y las enmiendas, testaduras, interlineados u otras co-
rrecciones introducidas en el texto del documento, con indicación
de si valen o no.
Nota: 1. Antecedentes legislativos Artículo 1001 del Códígo Civil; artí-
culo 93 del Proyecto de Negri; artículo 209 de la Ley Orgánica Tribunales,
1893, Capital Federal; artículo 101 de la Ley Notarial de Colombia.
2. El proyecto sigue el procedimiento adoptado por el Código Civil de
salvar al final de la escritura lo escrito sobre raspado, etcétera. Por lo tan-
to, no se estima conveniente el sistema de las apostillas de la ley Notarial
francesa (arts. 15 y 16) y de sus continuadoras, consistente en consignar
al margen las palabras que deban ser salvadas en notas que serán firmadas
o rubricadas tanto por los notarios como por las partes signatarias, y si la
extensión de la nota exige que sea transportada al final del acto, deberá
no solamente ser firmada o rubricada como las escritas al margen, sino
que expresamente deberán ser aprobadas por las partes. Otras leyes, como
por ejemplo la de Honduras (art. 34) exigen que las adiciones, apostillas,
entrerrenglonaduras, raspaduras y testados se salvan al fin de las escrituras
matrices con aprobación expresa de las partes y firmadas por los que de-
ben suscribir el instrumento. El proyecto prevé la aprobación expresa de
las adiciones, variaciones y otros agregados completivos y rectificatorios
en el artículo 33, apartado I in fine.
3. Se ha procurado abarcar todas las variedades posibles de correcciones.
Al raspado, entrelineado y testado, que son las formas más conocidas y
típicas, se agregan “la enmienda” y “la corrección”, que son denominacio-
Segunda parte: Fuentes legales 241

nes más genéricas. A las enmiendas se refiere el artículo 989 del Códígo
Civil como también a las alteraciones, término éste que es más indicado
reemplazar por correcciones. No contempla en cambio las testaduras, que
es otra modalidad creada por razones de exigencias prácticas. Se refieren
a las enmiendas el artículo 259 del proyecto de la comisión reformadora
de 1936 y el artículo 153 del Reglamento Notarial español.
Podría objetarse que la enmienda se puede utilizar como arbitrio para
efectuar correcciones una vez encuadernado el protocolo. Al margen de
un inventario de todo lo que es posible hacer por los otros medios acepta-
dos, después de firmado el documento ‒porque esto pertenece al campo de
las irregularidades‒ y de la obligación que incumbe al notario de salvar de
modo invariable de su puño y letra, aquella presunción alcanza únicamen-
te a la escritura manuscrita. Frente a ello y al progreso que han adquirido
los procedimientos mecánicos y otros que la técnica puede proporcionar
en el futuro, es conveniente pensar que además de las figuras clásicas de
entrelineados, raspaduras y testados han aparecido ‒y pueden agregarse‒
otras no tipificadas, que es lícito denominar genéricamente enmiendas y
correcciones. En la escritura a máquina el estrechamiento de letras ga-
nando espacio al normal, la unión de las mismas mediante guiones y una
infinidad de variaciones fruto de las urgencias y hasta del ingenio del dac-
tilógrafo son enmiendas o correcciones.

CAPÍTULO II
DOCUMENTOS PROTOCOLARES
SECCIÓN PRIMERA
PROTOCOLO

Art. 16. I. El protocolo se integrará con los siguientes elementos:


1. Los folios originariamente movibles, habilitados para el uso ex-
clusivo de cada registro y numerados correlativamente en cada año
calendario.
2. El conjunto de documentos escritos en aquellos folios durante el
lapso mencionado, aunque no hayan sido firmados.
3. Las diligencias, notas y constancias complementarias o de refe-
rencia consignadas a continuación o al margen de los documentos
matrices y en su caso, las de apertura, cierre u otras circunstancias.
242 derecho notarial

4. Los documentos que se incorporen por imperio de las leyes o a


requerimiento expreso o implícito de los comparecientes y por dis-
posición del notario.
5. Los índices que deban unirse.
II. Las reglamentaciones locales dispondrán sobre las caracterís-
ticas de los folios, la necesidad de los índices y sus requisitos, así
como los demás relativos a la formación del protocolo y a los térmi-
nos, forma y modo de su colección en libros, volúmenes o legajos,
podrán establecer la división del protocolo exclusivamente sobre la
base del contenido o clase de los documentos.

Nota: Este artículo contiene una definición analítica del protocolo, que
procura determinar el contenido del concepto a través de la enunciación
de los elementos físicos sustantivos y formales que concurren a la forma-
ción de aquél.
Se aparta, en consecuencia, de las definiciones nacionales y extranjeras
que lo definen de modo incorrecto, inspiradas en el régimen español, se-
gún el cual el documento forma parte del protocolo después de firmado y
autorizado, como lo dispuso la Ley de 1862 recogiendo la práctica notarial
de formación a posteriori, contra lo prescripto por la Pragmática de Alcalá
de 7 de junio de 1503. En nuestro sistema quedan también asentadas en
el protocolo las escrituras frustradas o los proyectos de escrituras y los
llamados “errores”. Es exacto que las escrituras o documentos autorizados
durante el año quedan en definitiva coleccionados en orden cronológico
pero la colección comprende asimismo las que no se otorgaron, esto es
las escrituras que se acostumbra denominar “sin efecto”. Esta califica-
ción es en parte admisible porque llevan número, que no se repite en la
siguiente, pero estrictamente no pueden ser llamadas escrituras públicas
porque entrañan la negación, el desvalor o polaridad. Más precisamente,
no son escrituras. En el sistema argentino, como en otros, el protocolo
existe, aunque no haya escrituras otorgadas, ni simplemente extendidas.
Precisamente ellas deben extenderse en el protocolo y no unirse o entrar a
formar parte del protocolo. Si forman parte o integran el protocolo es por
la incorporación de la grafía a su corporeidad y no por la unión ulterior,
cuando ya el documento público existe como tal.
Segunda parte: Fuentes legales 243

El artículo 70 del proyecto del Código Notarial para la Provincia de


Buenos Aires del año 1908 sigue una técnica similar a la que hemos em-
pleado, consistente en enumerar los elementos que concurren a la forma-
ción del protocolo. El artículo 68 del proyecto de Código Notarial para
el Uruguay de Solano Riestra, de 1898, llama protocolo a los cuadernos
en que se asientan las escrituras públicas, criterio éste que se aproxima
a nuestro pensamiento, en el sentido de que hay una acción previa de
protocolo cuando se forma a priori, sea mediante libros u hojas que se
utilizan separadamente, pero formando una unidad. Con idéntica orienta-
ción el artículo 14 de la Ley Notarial mexicana (D. F. y T.) determina que
el protocolo está constituido por los libros o volúmenes en los cuales el
notario debe asentar las escrituras públicas y las actas notariales. En suma,
el protocolo consiste en una universalidad jurídica formada por diversos
elementos que se describen en el artículo, cuya función final es la de con-
servar ordenadamente los documentos notariales, resguardar los derechos
que por ellos se crean, modifican o extinguen y facilitar su reproducción.
Si la norma aprehendiera sólo la idea de colección ordenada de los do-
cumentos, no se podría establecer la obligatoriedad de extenderlas en el
protocolo, como lo disponen acertadamente, entre otras, las leyes notaria-
les de Córdoba (art. 33) y Misiones (art. 71). En el protocolo no sólo se
extienden escrituras y actas sino además otros documentos protocolares,
pese a su rango inferior, que pueden llamarse accesorios o complemen-
tarios, como las diligencias, notas y constancias a que se refiere el inciso
3) del apartado I. Los documentos que se incorporan por mandato legal o
voluntariamente o por disposición del notario y los índices, contribuyen a
elaborar el concepto de protocolo. Esas peculiaridades y la necesidad de
organizar con orientación técnica y completa el diseño legislativo del pro-
tocolo, han sido los motivos por los cuales optamos por incorporar en la
norma una descripción que cumple los fines apetecidos, aunque no reúna
las condiciones lógicas inherentes a la definición. Esta misma caracteriza-
ción fue adoptada por la Ley Notarial de Mendoza (art. 16), Santiago del
Estero (art. 22) y San Juan (art. 16). Una más amplia explicación sobre el
tema se encontrará en los trabajos “La nueva ley notarial. Fundamentos
de algunas reformas” (Revista Notarial, año 1960, págs. 33/64 ‒ver págs.
34/43‒) y “Protocolo y documentos protocolares” (Revista del Notariado,
1966, págs. 726 a 64).
244 derecho notarial

La sustitución del vocablo “rubricados” por “habilitados” tiene por ob-


jeto no constreñir a un procedimiento rígido, quedando reservado a las
reglamentaciones locales, según sus particularismos los medios de habi-
litación e incluso la rúbrica posterior, tal como se realiza actualmente en
Mendoza. Por ello, el apartado II se corresponde con el régimen adoptado
por el Código Civil en el artículo 998, pues la opinión mayoritaria ha sido
que este artículo remite a las leyes locales.
Este mismo apartado II introduce una regla importante, como es la de
permitir la división del protocolo exclusivamente sobre la base del conte-
nido o clase de los documentos, como acontece, por ejemplo, con la Ley
Notarial de Córdoba que, en el artículo 34 autoriza, a opción del escriba-
no, a dividir en dos secciones el protocolo, que se individualizarán con las
letras A y B. En la primera, se extenderán todos los actos y contratos que
no sean los que taxativamente se enumera para la sección B, en la que se
pasarán únicamente actas, poderes, protestos, protestas, venias y demás
autorizaciones. Y la ley de Mendoza, en el artículo 17, dispone que cada
registro podrá llevar un protocolo auxiliar, en el que sólo se asentarán
actas, protestas y poderes y que estará sujeto a las mismas formalidades
que el protocolo general. Las únicas divisiones racionalmente posibles y
aceptadas por la legislación universal son éstas (verbigracia: protocolo
reservado, arts. 34 y 35 Ley Notarial española y art. 274 Reglamento es-
pañol; testamentos, protestos, etc., art. 10 Código Notarial de Portugal) o
la que tiene en miras facilitar el trabajo simultáneo por las dificultades que
ofrecen los libros (art. 15 Ley Mexicana para D. F. y T., hasta un máximo
de 10). Nuestro sistema no hace admisible este último temperamento y
menos aún la división entre titular y adscripto, que debe ser rechazado
terminantemente por múltiples razones, entre ellas las que se derivan de
los fundamentos del instituto de la adscripción y del principio de la unidad
del registro notarial (ver “La unidad del Registro Notarial”, por Alberto
Villalba Welsh, en Revista Notarial, año 1962, págs. 753/58).

Art. 17. Los documentos matrices se extenderán por orden crono-


lógico, iniciándose en cabeza de folio, sin que lo preceda ninguno
en blanco y llevarán cada año numeración sucesiva del uno en ade-
lante, expresada en letras. Se consignará además un epígrafe que
indique la clase y objeto del documento y el nombre de las partes,
con las simplificaciones que establezcan las reglamentaciones lo-
Segunda parte: Fuentes legales 245

cales. El sistema de este artículo se aplicará a cada protocolo si


hubiere más de uno.

Nota: Antecedentes legislativos: Artículo 1006 del Código Civil; ar-


tículo 193, Ley 1893, para la Capital Federal y disposiciones similares
de todas las leyes notariales argentinas. La formalidad de la numeración
correlativa está inspirada, según Salvat, en el mismo orden de ideas que
la sanción de nulidad establecida en el artículo 1005 antes citado, y con-
tribuye a hacer imposible la intercalación de escrituras públicas. Es un
requisito que el Código omitió, lo mismo que la unidad de acto (Salvat,
Raymundo M., Tratado de Derecho Civil Argentino. Parte general, 4.ª
ed., Buenos Aires, 1928, págs. 836 y 857).
La ley impone esta formalidad y la de consignar un epígrafe por razones
de buen ordenamiento, pero no sanciona con nulidad su inobservancia
porque no constituye parte ni requisito esencial del documento y su fina-
lidad difiere notoriamente de la que tiene en miras el orden cronológico.
En la Capital Federal se ha arbitrado el recurso, en caso de errores en la
numeración, de efectuar su corrección mediante nota marginal, previa au-
torización del Colegio. El artículo 176 de la Ley Notarial de Canadá (pro-
vincia de Quebec) declara válidos los documentos que padecen de error u
omisión en la numeración, y especifica el procedimiento para subsanarlo.
La Ley Notarial de Formosa (art. 61) prohíbe emplear el adverbio “bis” en
la numeración de las escrituras ni ninguna otra forma que implique repetir
la numeración y establece que la omisión debe comunicarse al Tribunal
de Superintendencia indicando la escritura anterior y posterior a la que se
hubiese autorizado.
La iniciación de los documentos en cabeza de folio fue una disposición
que se adoptó al implantarse la escritura matriz mecanografiada para con-
tribuir a la consecución de uno de los fines a que respondió. De este modo
se pueden efectuar cálculos para distribuir entre varias personas la facción
simultánea de distintos documentos. Se trata, pues, de una norma que se
encontrará en todas las reglamentaciones del sistema mecanografiado.

Art. 18. I. Si asentado un documento no se firmare o suscripto por


uno o más intervinientes no lo fuere por los restantes, el notario hará
constar la causa al pie mediante atestación que llevará su firma.
246 derecho notarial

II. Firmado el documento por todos, antes de la autorización por


el notario, podrá quedar sin efecto con la conformidad de cuantos
lo haya suscripto, siempre que ello se certifique a continuación o al
margen si faltare espacio, en breve acta complementaria que firma-
rán aquéllos y el notario.
III. Cuando por error u otros motivos no se concluya de escribir el
documento iniciado, el notario indicará tal hecho en nota firmada.
En este supuesto se repetirá la numeración en la escritura siguiente.

Nota: Con variantes en la redacción, las previsiones de este artículo se


hallan incorporadas a todas las leyes notariales argentinas.
En lo que atañe a los apartados I y II debe tenerse en cuenta que, en tanto
el documento no se haya autorizado por el notario, no se está en presencia
de un instrumento público. Ocurre en la práctica que comenzado el acto
de la suscripción, por diferentes motivos puede interrumpirse su prosecu-
ción (supuesto del apartado I) como también que después de haber sido
firmado el documento por todos sobrevengan inconvenientes que obligan
a retrotraer las cosas al estado anterior a la firma, situación que es posible
en tanto el documento no haya sido autorizado, que la rectificación sea
inmediata o simultánea y medie la conformidad en tal sentido de todos
los que han estampado su firma (supuesto del apartado II) Estas hipótesis
han sido contempladas por las leyes notariales de Buenos Aires (art. 37);
Córdoba (art. 49); Chaco (art. 95); Chubut (art. 70, inc. f.); Entre Ríos
(art. 81); Formosa (art. 71) La Pampa (art. 74) La Rioja (art. 82, inc. i. );
Misiones (art. 93); Río Negro (art. 73); Tucumán (art. 61). Han receptado
el texto de este artículo las leyes notariales de Mendoza (art. 19); Santiago
del Estero (art. 31) y San Juan (art. 19).
En la mayoría de las disposiciones citadas sólo se prevé el supuesto de
que firmada la escritura por una de las partes no lo fuere por las demás. Sin
perjuicio de que el término “parte” resulta equívoco, es necesario, como lo
hace este artículo, extender la solución a la eventualidad de que, firmado
el documento por todos, los interesados inmediatamente se rectifiquen.
Con respecto al apartado III, por lo general, los mismos artículos antes
mencionados de las leyes notariales han previsto el caso y disponen que
se consignará nota de “Erróse”. También contienen normación análoga en
lo atinente a cuándo debe repetirse la numeración.
Segunda parte: Fuentes legales 247

Art. 19. El notario es responsable de la conservación en buen estado


de los protocolos que se hallen en su poder y de su entrega al archivo
en los plazos que señalen las reglamentaciones locales.

Nota: Antecedentes legislativos: art. 200, Ley 1893 de Capital Federal;


art. 86 Proyecto de Negri; arts. 31 y 32 de la Ley Notarial de la Provincia de
Buenos Aires; art. 11, inc. a. de la Ley Notarial de la Capital Federal; arts.
41 y 42 de la Ley Notarial de Córdoba; arts. 40, inc. a. y 65 de la Ley Nota-
rial de Corrientes; art. 15, inc. b. de la Ley Notarial de Chaco; art. 16, inc. a.
de la Ley Notarial de Chubut; art. 34, inc. a. y art. 71 de la Ley Notarial de
Entre Ríos; art. 10, inc. 19 y art. 55 de la Ley Notarial de Formosa; art. 10,
inc. a. y art. 67 de la Ley Notarial de La Pampa; art. 17, inc. a. y art. 86, inc.
e. de la Ley Notarial de La Rioja; arts. 77 y 79 de la Ley Notarial de Misio-
nes; art. 10, inc. a. de la Ley Notarial de Neuquén; art. 10, inc. a. y art. 60 de
la Ley Notarial de Río Negro; art. 11, inc. a. de la Ley Notarial de San Luis;
art. 11, inc. a. de la Ley Notarial de Santa Fe y art. 251 de la Ley Orgánica
de Tribunales de Santa Fe; art. 20, inc. a. de la Ley Notarial de Tucumán. El
art. 20 de la de la Ley Notarial de Mendoza, art. 20 de la Ley Notarial de San
Juan y art. 32 de la Ley Notarial de Santiago del Estero son similares al 19
aquí proyectado, por haber sido tomados de este anteproyecto.

Art. 20. El protocolo podrá ser retirado de la notaría por los mo-
tivos que dispongan las leyes, para el cumplimiento de las obliga-
ciones relativas a su colección, y con conocimiento del Colegio por
razones de seguridad. La extracción de los folios corrientes será
permitida si para la prestación de funciones lo requiere la naturale-
za del acto o causas especiales.

Nota: Análogas disposiciones contienen todas las leyes notariales del


país. En esta norma se adiciona a las causales que permiten el retiro del
protocolo de la notaría, “razones de seguridad”, como podría ser el incen-
dio, la inundación. etc., pero en estos casos se deberá dar aviso al Cole-
gio. Adoptaron la misma redacción los artículos 21 de la Ley Notarial de
Mendoza; 21 de la Ley Notarial de San Juan y 33 de la Ley Notarial de
Santiago del Estero, excluyendo esta última “por razones de seguridad”.
Las tres leyes están inspiradas en este anteproyecto.
248 derecho notarial

Art. 21. I. Sólo será exhibido el protocolo por orden de juez com-
petente o a requerimiento de quien tenga interés legítimo y con
relación a los respectivos documentos. Se hallan investidos de tal
derecho:
1. Los sujetos instrumentales y negociales o sus representantes y
sucesores universales y particulares y los notarios y demás profesio-
nales que determinen las reglamentaciones locales.
2. En los actos de última voluntad y de reconocimiento de hijos extra-
matrimoniales, mientras vivan los otorgantes, ellos únicamente.
II. El notario deberá adoptar las providencias que juzgue pertinen-
tes para que la exhibición no resulte incompatible con su finalidad
ni contraria a sus deberes funcionales o a las garantías de los inte-
resados.

Nota: Son fuentes de este artículo: art. 85 del Proyecto de Negri; art. 43,
inc, f. de la Ley Notarial de la Provincia de Buenos Aires; art. 11, inc. c.
de la Ley notarial de la Capital Federal y disposiciones semejantes de las
demás leyes notariales, pero se ha procurado una más ajustada reglamen-
tación de las personas que tienen derecho a la exhibición del protocolo,
la que debe completarse con las prescripciones locales que se dicten al
respecto.

SECCIÓN SEGUNDA
ESCRITURAS PÚBLICAS
Concepto y Caracteres

Art. 22. A los efectos de esta ley, escritura pública es todo documen-
to matriz que contiene un acto o negocio jurídico.

Nota: Este artículo nos coloca nuevamente en el arduo tema de las de-
finiciones legales. Para Lafaille “muchas definiciones y reglas doctrina-
rias han orientado al intérprete y al juez y si bien el sistema no responde
a los cánones de una rigurosa técnica, desempeña todavía en nuestro
medio una verdadera función docente, que sería oportuno mantener en
una medida razonable” (ver Reformas del Código Civil. Observaciones
y actas de la Comisión antes citada, tomo I, págs. 35 y 36). Los ordena-
Segunda parte: Fuentes legales 249

mientos notariales que distinguen entre escrituras y actas se valen del fá-
cil y seguro recurso de definirlas o señalar su contenido para establecer
las diferencias esenciales existentes entre ambos géneros instrumentales
(art. 144 Reglamento español; arts. 32 y 58 de la Ley Notarial mexicana
[para D. F. y T.]; arts. 96 y 135 del anterior Reglamento Notarial uru-
guayo y art. 123 del vigente; art. 13 de la Ley Notarial de Colombia y
art. 26 de la Ley Notarial de Ecuador). El art. 403 del Código Orgánico
de Tribunales de Chile define la escritura pública en su aspecto formal.
De modo parecido lo hacen el art. 17 de la Ley Notarial española y art.
903 del Código Civil de Bolivia. Si se compara el concepto de escritura
pública de este artículo y el concepto de acta que se formula en el art. 40
se comprobará que el proyecto sigue las aguas de la mayoría de la doc-
trina nacional y extranjera al fijar el criterio para establecer la separación
entre escrituras y actas.

Art. 23. La escritura pública deberá expresar:


1. El lugar y fecha de su otorgamiento. Se agregarán otros datos cro-
nológicos cuando así lo exijan las leyes o lo estime el actuante.
2. Los nombres y apellidos, edad, estado civil, o, en su caso, las
denominaciones y razones sociales y el domicilio o vecindad de los
comparecientes y de las partes. Si por la naturaleza del acto u otras
causas no fuere necesario hacer constar el número de años, será
suficiente precisar que son mayores de edad. Cuando los sujetos
negociales fueren personas casadas, viudas o divorciadas, se con-
signará además en qué nupcias, el nombre del cónyuge, y, en su
caso, los datos relativos a la sentencia de divorcio o separación de
bienes; salvo que actúen representantes y éstos declaren ignorar los
nombres de los cónyuges. Tratándose de menores emancipados o le-
gitimados para el acto con arreglo a las normas del derecho civil o
comercial, se expresarán los respectivos antecedentes acreditativos
de esas circunstancias.
3. Cualquier otro dato identificatorio requerido por las leyes, a so-
licitud de los interesados o a criterio del notario.
4. El carácter en que intervienen los comparecientes que no son
partes.
5. La naturaleza del acto y la determinación de los bienes que cons-
tituyen su objeto.
250 derecho notarial

Nota: Antecedentes legislativos: Art. 1001 del Código Civil; art. 269 del
Proyecto Código Civil 1936; art. 92 del Proyecto Negri; arts. 156 a 164
del Reglamento español; art. 51 de la Ley Notarial italiana; arts. 11, 12 y
14 de la Ley Notarial francesa; art. 43 de la Ley mexicana (D. F. y T.); art.
410 C.O.T. de Chile; arts. 25 y 26 de la Ley Notarial de Colombia; art. 29
de la Ley Notarial de Ecuador; art. 27 de la Ley Notarial de Honduras; art.
44 de la Ley Notarial de Perú; art. 129 del Reglamento Notarial uruguayo,
etcétera. La expresión de las nupcias correspondientes a las personas ca-
sadas, viudas o divorciadas reconoce como antecedente en nuestro país, el
art. 38 de la Ley Notarial de la provincia de Buenos Aires. Han adoptado
similar redacción los arts. 24 de la Ley Notarial de Mendoza; 24 de la Ley
Notarial de San Juan y 38 de la Ley Notarial de Santiago del Estero que
han seguido al respecto las previsiones de este anteproyecto.

Fe de Conocimiento
Art. 24. El notario afirmará en la escritura que conoce a los otor-
gantes, basado en su convicción adquirida por los medios que esti-
me adecuados y actuando con la debida diligencia.
Si no pudiere emitir la afirmación a que se refiere el apartado ante-
rior, los otorgantes podrán justificar su identidad con dos testigos a
quienes el notario afirme conocer. Los testigos instrumentales, cuan-
do los hubiere, podrán serlo también de conocimiento.

Nota: Después de un detenido estudio se decidió mantener el sistema


de identificación de los otorgantes o comparecientes, por el conocimiento
personal del notario o mediante el único procedimiento supletorio de los
testigos de conocimiento, que es el régimen vigente de los artículos 1001
y 1002 del Código Civil y del artículo 259 del Proyecto de 1936, y ha
sido defendido por la casi totalidad de la más autorizada doctrina notarial
argentina. En las deliberaciones efectuadas en el seno del Consejo Aca-
démico del Instituto se pudo comprobar que en algunas partes del país es
frecuente la intervención de los testigos de conocimiento. El texto pro-
yectado avanza sobre los vigentes al estatuir el alcance del conocimiento
personal, tema que en la práctica profesional ha provocado confusiones.
Para ello ha recogido el concepto de que informa la declaración aprobada
en el II Congreso Internacional del Notariado, celebrado en Madrid el
año 1950, que se funda, esencialmente, en la circunstancia de que no hay
Segunda parte: Fuentes legales 251

medios tasados para afirmar el conocimiento personal de los otorgantes


por el notario.

Representaciones
Art. 25. I. Cuando los otorgantes actúen en nombre ajeno y en ejer-
cicio de representación, el notario procederá de la siguiente manera:
1. Si la representación es de derecho público y le consta por notorie-
dad, consignará tales extremos.
2. Si no se cumplen las condiciones del inciso anterior o es volunta-
ria, quien invoque representación o autorización que complemente
la legal, presentará documento fehaciente que la acredite, el cual
se agregará al protocolo. Si se tratara de poderes para más de un
asunto o de otros documentos habilitantes que deban devolverse o
de actas de personas colectivas, se anexará copia autenticada por
el notario u otro funcionario competente, obtenida por cualquier
procedimiento autorizado.
II. En todos los casos, el notario dejara constancia en la escritura
del procedimiento seguido y de los datos relativos al lugar y fecha
del documento, del nombre del funcionario que intervino y de cual-
quier otra mención que permita establecer la ubicación del original.
III. Si el documento hubiere sido otorgado, transcripto o incorporado
en original o reproducción en su registro, se limitará a tenerlo a la
vista y a expresar la fecha y el folio donde se encuentre.

Nota: El adelanto obtenido con la sanción de la ley 15875 modificato-


ria del artículo 1003 del Código Civil, que receptó el sistema impuesto
en la legislación moderna (como lo hiciera notar el diputado Angaroni
al tratarse en la Honorable Cámara de Diputados dicha reforma), viene a
quedar perfeccionado en este artículo. Ello así, pues se corrigen los defec-
tos y vacíos que se advierten en el texto del actual artículo 1003, pues no
hace referencia a las representaciones de derecho público ni a las actas de
personas colectivas ni a la autorización complementaria de la representa-
ción legal. También se amplía la noción de la copia que debe anexarse al
protocolo en el supuesto que corresponda la devolución del documento
acreditativo de la representación, admitiendo que ella sea autenticada por
otro funcionario competente y obtenida por cualquier procedimiento auto-
rizado, a tono con la interpretación de la doctrina notarial.
252 derecho notarial

Art. 26. En los supuestos del artículo anterior, el notario compro-


bará el alcance de la representación invocada. Hará en la escritura
una reseña de los documentos de los cuales surja con breve indica-
ción de las facultades del representante o, en su caso, de su aptitud
legal para el acto de que se trate y hará constar la declaración de
este sobre la vigencia y acerca de la autenticidad de los instrumen-
tos privados que hubiera presentado, que contengan actas de asam-
bleas o directorio de sociedades. Además, los datos referentes a las
inscripciones en los Registros Públicos cuando fueren obligatorias.

Nota: Mediante este artículo se completan las innovaciones introduci-


das en el anterior, respecto del texto vigente, con el propósito de estable-
cer un régimen acorde con la función que desempeña el notario y los datos
que deben consignarse en el texto documental. Por ello, se crea la obliga-
ción de comprobar el alcance de la representación invocada, presupuesto
indispensable en la intervención notarial y de efectuar una reseña de las
facultades del representante, sistema intermedio entre la transcripción y la
simple referencia y que se considera el más idóneo. Asimismo, se prevé la
necesidad de ciertas declaraciones sobre la vigencia y autenticidad de los
documentos que contribuyen a afianzar la seguridad que brinda el docu-
mento autorizado por notario y a poner a cargo de quien corresponde las
responsabilidades pertinentes.

Art. 27. Cuando el documento que contiene la representación ha


sido otorgado en el extranjero, será menester su previa protocoliza-
ción en un registro notarial del país por el procedimiento dispuesto
en esta ley, sin perjuicio de la legalización y otros requisitos que
correspondieren. No se requerirá a tal efecto resolución judicial.

Nota: Con este artículo se pone término a las dudas surgidas en la prác-
tica profesional acerca de la necesidad de protocolizar los poderes otor-
gados en el extranjero, que al presente no resulta obligatorio por cuanto
la protocolización sólo es exigida para los contratos hechos en país ex-
tranjero con el objeto de transferir el dominio de bienes raíces situados en
la República a efectos de realizar la tradición con efectos jurídicos (art.
1211 del Códígo Civil). Pero siempre se ha considerado conveniente, con
Segunda parte: Fuentes legales 253

mayor razón desde que fue suprimido el Registro de Mandatos de la Ca-


pital Federal y algunas provincias, que los poderes venidos del extranjero,
antes de circular en el país, tengan “matriz” por medio de su protocoli-
zación en un registro notarial, evitando así toda incertidumbre sobre su
existencia que se manifiesta a través de la copia legalizada, ya que, debido
a la distancia, no puede tenerse acceso al original. Como no se trata de
una obligación impuesta por la legislación sustantiva, la protocolización
se efectuará a requerimiento de los particulares, conforme se determina en
el artículo 52, sin necesidad de mandato judicial.

Art. 28. Al expedir copia de la escritura otorgada en ejercicio de


representación voluntaria, el notario podrá a su exclusivo arbitrio,
insertar en ella, después de producirse el documento matriz, el texto
íntegro o parcial de los documentos acreditativos, de lo que dejar
constancia en la nota a que se refiere el artículo 16, inciso 3 y en la
cláusula del artículo 79.

Nota: Como enseña Enrique Giménez Arnau (Instituciones de Derecho


Notarial, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1954, T. II, p. 111) el docu-
mento justificativo de la representación se hace constar en el instrumento:
1) Insertándolo en el cuerpo de la escritura; 2) Incorporándolo a ella, en
original o por testimonio; 3) Insertando lo pertinente, aseverando el no-
tario que en lo omitido no hay nada que lo amplíe, restrinja, modifique o
condicione la parte transcripta; 4) Aludiendo someramente a él, sin unirlo
a la matriz y acompañándolo a la copia que de la matriz se libre; 5) Ha-
ciendo una mera referencia en la matriz si el documento justificativo de la
representación figura en el protocolo que esté legalmente a cargo del nota-
rio autorizante para luego insertarlo en las copias que se libren del instru-
mento otorgado por el representante. Habida cuenta del sistema adoptado
en los artículos 25 y 26 (que se justifica, entre otras razones, por cuanto
la premura con que muchas veces debe extenderse la escritura matriz y
la actual dinámica de la contratación no permiten extensas transcripcio-
nes) es aconsejable autorizar al notario para que proceda en la forma que
prescribe este artículo y de tal manera en la copia, destinada a circular en
el tráfico jurídico podrá reproducirse, para la mayor completividad del
documento, lo que se ha omitido insertar en la matriz.
254 derecho notarial

Testigos Instrumentales y de Conocimiento


Art. 29. El notario podrá requerir, cuando lo juzgue pertinente, la
presencia y firma de dos testigos instrumentales cuyos nombres y
residencias se expresarán en el texto de la escritura.

Nota: También fue objeto de nuevo examen la conveniencia o no de


mantener el sistema de la intervención de dos testigos instrumentales
cuando se juzgue pertinente, tal como lo dispone el art. 1001 (texto según
la Ley 15.875) con la diferencia de que la opción es concedida solamente
al notario interviniente.

Art. 30. No podrán ser testigos de conocimiento ni instrumentales


los menores no emancipados, los dementes, los ciegos, sordos, mu-
dos y sordomudos, los que no supieran o no pudieran firmar, los que
no tengan residencia en la República, el cónyuge y los parientes del
notario a que se refiere el artículo 3°, ap. I, inciso 1 de esta ley, los
notarios que actúen en el mismo registro y las personas que tengan
en relación de dependencia, los fallidos no rehabilitados salvo el
caso de quiebra causal y los que por sentencia se hallen inhabilita-
dos expresamente.

Nota: Antecedentes legislativos: artículo 990 del Código Civil y artículo


244 del Proyecto 1936. En mérito de que los testigos sólo intervendrán en
casos excepcionales y de las facilidades de comunicación que existen en
la actualidad, no se ha considerado indispensable el requisito de la vecin-
dad. El Proyecto de 1936 lo suprimió. Tampoco se exige en España (arts.
181 y 182 del Reglamento Notarial); en Italia (art. 50 de la Ley Notarial
que exige residencia en la República únicamente para los extranjeros) y
Francia (Ley de 1902 modificatoria de la Ley de 1803).

Otras Menciones
Art. 31. El notario consignará, además:
1. Las menciones que correspondan relativas a los actos de ciencia
propia, y a los materiales que ha presenciado o ejecutado. El examen
a que se refiere al artículo 9°, inciso 5, de la capacidad legal de las
personas individuales no requiere constancia documental.
Segunda parte: Fuentes legales 255

2. La relación de los documentos que se le exhiban para fundar las


titularidades activas y pasivas de derechos y obligaciones invoca-
das por las partes.
3. Las advertencias y reservas que resulten obligatorias por apli-
cación de la presente o de otras disposiciones legales y las que a
su juicio estime oportunas respecto del asesoramiento prestado, de
las prevenciones formuladas sobre el alcance y consecuencia de las
estipulaciones y cláusulas que contiene el documento y de ulteriores
deberes de los interesados.

Nota: Este artículo no reconoce antecedentes legislativos, salvo el artí-


culo 194 del Reglamento español y otras disposiciones de ordenamientos
extranjeros que prescriben la obligación de consignar en el documento
ciertas advertencias y reservas. Se han sistematizado en el texto proyecta-
do las menciones relativas a algunas obligaciones que incumben al notario
y, por otra parte, se aclara expresamente que el llamado juicio de capaci-
dad no requiere constancia documental, como lo exige en cambio el artí-
culo 167 del Reglamento español, para concluir con el erróneo concepto
de que es obligatorio observar esa formalidad.

Dación de Fe
Art. 32. Para la declaración formal de certeza de los diversos he-
chos, actos y circunstancias que deben ser atestados por el notario,
bastará cualquier expresión de la que resulte esa afirmación.

Nota: Fuente: Artículo 189 del Reglamento español. La dación de fe no


requiere el empleo de palabras sacramentales. Debe evitarse la reiteración
en el contexto de los documentos de la fórmula ritual “doy fe”, pues la
atestación por el notario se produce con la mera afirmación de los hechos
que presencia o ejecuta.

Lectura y Firma
Art. 33. Redactada la escritura, presentes los otorgantes y, en su
caso, los demás concurrentes y los testigos cuando se los hubiese
requerido o los exigieren las leyes, tendrá lugar la lectura, firma y
autorización, con arreglo a las siguientes normas:
256 derecho notarial

1. Se leerá la escritura, y si correspondiera los documentos agrega-


dos, sin perjuicio de hacerlo el traductor o intérprete en los casos del
apartado II del artículo 10 y del derecho de los intervinientes de leer
por sí, formalidad ésta que será obligatoria para el otorgante sordo.
Quienes no sepan o no puedan leer, podrán imponerse de su conteni-
do por intermedio de persona designada al efecto y aceptada por el
notario, aunque fuere testigo o firmante a ruego. Será permitido efec-
tuar a continuación del texto las adiciones, variaciones y otros agre-
gados completivos y rectificatorios que se leerán en la misma forma.
2. Concluida la lectura, los otorgantes firmarán como también los
demás concurrentes y testigos que intervengan.
3. Si alguno de los comparecientes no supiere o no pudiere firmar, sin
perjuicio de hacerlo a ruego, otra persona, mayor de edad y de cono-
cimiento del notario, aquél estampará la impresión digital dejándose
constancia del dedo a que corresponde. Si por cualquier circunstan-
cia permanente o accidental no pudiere tomarse de ningún modo la
impresión digital, el autorizante lo hará constar y dará razones de tal
impedimento. El rogado no podrá al mismo tiempo firmar por más
de un compareciente, salvo que integren una misma parte. Se harán
constar los motivos manifestados por el otorgante que le impidan fir-
mar y el nombre y apellido del firmante a ruego. El firmante a ruego
puede ser otro de los comparecientes, salvo que sus intereses se con-
trapongan.
4. Se expresará también en el texto cómo y por quién fue hecha la
lectura, cuando no sea el notario y el interesado se hallare impedido
y las razones que diere del impedimento para leer por sí y las indi-
caciones sobre el procedimiento empleado.
5. El notario autorizará la escritura.

Nota: Antecedentes legislativos: Artículo 1001 del Códígo Civil; artícu-


los 259 y 260 del Proyecto 1936; artículos 193, 195 y 196 del Reglamento
español; artículo 56 y 57 de la Ley Notarial italiana; artículos 143 a 154
del Reglamento uruguayo; reglas 37 a 41 del texto coordinado antes ci-
tado. La prolija reglamentación que contiene este artículo viene impuesta
por la necesidad de contemplar los diversos supuestos que comprendan
las operaciones de lectura, firma y autorización de las escrituras, ya que al
presente muchas de las modalidades y situaciones especiales que pueden
Segunda parte: Fuentes legales 257

presentarse no tienen concreta regulación. Se recoge, pues, los casos más


frecuentes que la experiencia aconseja normar.

Art. 34. En los casos de pluralidad de otorgantes y en los que no haya


entrega de dinero, valores o cosas en presencia del notario, los inte-
resados podrán suscribir las escrituras en distintas horas del mismo
día del otorgamiento, siempre que no se modifique el texto definitivo
al tiempo de la primera firma dejándose constancia en el protocolo.

Nota: Antecedentes doctrinarios y legislativos: Declaración sobre el


tema “Unidad de acto” del II Congreso Internacional del Notariado Latino
(Madrid, 1950); artículo 192 de la Ley Notarial canadiense; artíulo 156 del
Reglamento uruguayo, que permite además dividir el acto, recibiendo los
asentimientos y las firmas en distintos lugares siempre que lo realice dentro
del mismo día del otorgamiento de la escritura (esto es posible debido a que
todo el territorio constituye un sólo distrito a los efectos de la competencia).
Es indudable que la solución de este artículo puede originar discrepan-
cias, según el criterio doctrinal que se tenga acerca de la unidad de acto
formal. Por ello parece conveniente extenderse en su fundamentación. La
resolución aprobada sobre el tema en el II Congreso Internacional del No-
tariado Latino estableció que en la mayoría de los actos jurídicos cuya
finalidad característica es la de producir efectos después del fallecimiento
de aquellos de cuya voluntad emanan es recomendable mantener el prin-
cipio de la unidad de acto, como formalidad constitutiva de validez. En
cambio, con respecto a los actos intervivos no es prudente fijar de manera
absoluta la obligatoriedad de dicho principio, no obstante, la excepcional
relevancia que le asigna la tradición jurídica universal, pues algunos tex-
tos legales admiten los otorgamientos sucesivos en el mismo instrumento
o no sancionan su nulidad cuando se ha otorgado con inobservancia de tal
requisito. Para esclarecer en forma debida la cuestión debe aclararse, en
primer término, que el tratamiento legislativo de la unidad de acto a que
se refiere este artículo comprende de modo exclusivo a los actos entre vi-
vos. Las formalidades específicas que conciernen a los testamentos siguen
regidas por el Código Civil (art. 39 del Proyecto). Corresponde estable-
cer luego, en qué consiste la unidad de acto. Para Núñez Lagos significa
“un solo texto leído, un solo texto consentido simultáneamente por todos
los comparecientes expresados como tales en la comparecencia; todos
258 derecho notarial

los comparecientes a uno y en el mismo texto. No es una unidad de acto


formalista sino funcional; la impone, frente a la lectura, el cosentir para
consentir” (Núñez Lagos, Rafael, Los esquemas conceptuales del instru-
mento público, Madrid, 1953, p. 93). ¿Cómo se cumple? Mediante la si-
multaneidad de las circunstancias que desde un momento determinado
han de concurrir en el otorgamiento de la escritura pública respondiendo
a una conjunción para elaborar un todo que se manifiesta en la unidad de
acción, de tiempo, de lugar y de personas. Es un todo divisible, semejante
a la unidad geométrica que forma la línea, como resultado de una sucesión
de puntos. La iniciación de las operaciones concatenadas que deben tener
lugar sin romper su continuidad ni intercalar otras ajenas, arranca desde el
momento en que se procede a leer la escritura y concluye con la autoriza-
ción del notario. La unidad se integra, por tanto, de la siguiente manera:
a) Copresencia de los interesados, del competente número de testigos (si
corresponde su intervención) y del notario. b) Lectura del documento. c)
Expresión de consentimiento de los otorgantes. d) Firma de los otorgantes
o de quien lo haga a ruego en su caso y de otros comparecientes. e) Firma
de los testigos instrumentales y de conocimiento, en su caso. f) Firma y se-
llo del notario. Hasta aquí, en somero examen, la construcción dogmática
y tradicional de la unidad del acto. La imposición del requisito y sus mo-
dalidades es cuestión de política legislativa, como acertadamente lo pre-
viene la resolución aludida. Así, en Francia, en los testamentos por acto
público, han de estar presentes los testigos desde que el testador lo dicta
(única forma admitida, artículos 971 y 972 del Código Civil). En nuestro
país, Bibiloni y la Comisión Reformadora de 1938 interpretaron también
que el dictado debía hacerse en presencia de los testigos y propugnaban,
en consecuencia, modificar el régimen actual, que reconoce la existencia
de un acto preparatorio del que no participan los testigos, conforme lo ad-
mite casi unánimemente la doctrina y la jurisprudencia. Según las épocas
y especiales circunstancias que operan en el medio ambiente el legislador
puede conceder mayor o menor relevancia a ciertas formalidades. Esto
explica la ley sancionada en Francia el 21 de junio de 1843 declarando
que no podían ser anulados los actos notariales otorgados después de la
ley de 25 de Ventoso del año XI, por no haber estado presente a la recep-
ción de los mismos el segundo notario o los dos testigos instrumentales.
En materia de escrituras públicas en general y no obstante algo más opi-
niones adversas, puede asegurarse que el Código Civil no exige la unidad
Segunda parte: Fuentes legales 259

de acto. Autoriza esta conclusión los términos del artículo 1001 que sobre
el particular se apartó de su fuente (art. 714 del Esboço de Freitas). Por
lo demás, su inobservancia no está sancionada con nulidad en el artículo
1004; de allí que Bibiloni proponía reformarlo, agregando entre las causa-
les de invalidez, la omisión de la firma de los otorgantes en presencia del
actuante y de los testigos.
Quienes postulan la más estricta unidad en los actos entre vivos deben
entender que con el texto proyectado suple el vacío de la ley de fondo,
por una depurada formulación legal del requisito. Reconoce Salvat que,
entre las formalidades enumeradas por el Código Civil, respecto del otor-
gamiento de las escrituras públicas, no figura la unidad de acto (Salvat,
Raymundo M., Derecho Civil Argentino. Parte General, 4ª ed., ps. 836
y 858). Igual criterio sustentó la Cámara Civil 2ª de la Capital con fecha
13 de abril de 1946 (LL, T. 43, p. 263, fallo 21.061). Fueron, pues, las
leyes que organizaron los poderes judiciales, las encargadas de instaurar
el requisito, siguiendo las huellas del artículo 210 de la Ley 1893, el cual
procede, seguramente, del artículo 81 del primer Reglamento Notarial es-
pañol de 30 de diciembre de 1862, que subsanó el vacío de la Ley Notarial
del mismo año. El Reglamento de 1874 decía: “La presencia de los testi-
gos, así instrumentales como de conocimiento, en su caso, se requiere so-
lamente para la lectura, consentimiento y firma de la escritura matriz que
tendrá lugar en su solo acto”. Reiteran la norma los reglamentos de 1917
y 1921, pero se modifica en el de 1935 con la supresión de la frase “que
tendrán lugar en un solo acto”. El vigente de 1944 se limita a prescribir en
el artículo 193 (texto según la reforma de 1967) que después de la lectura
los otorgantes deberán hacer constar su consentimiento al contenido de
la escritura. Las disposiciones contenidas en las leyes orgánicas de los
Tribunales, en lo que concierne al notariado, quedaron sin efecto con la
sanción de las leyes notariales. Subsisten parte de las comprendidas en la
Ley 1893, de Capital Federal y en la de Santa Fe. Esta última no incluye el
requisito. Ninguna de las leyes notariales, alojaron en sus textos preceptos
relativos a la unidad de acto. Sorpresivamente reaparece rediviva aquella
antigua disposición de la 1893 en la ley cordobesa en virtud de la reforma
introducida por decreto del Interventor Federal de 21 de octubre de 1960
y posteriormente en el artículo 82 de la ley de Entre Ríos y artículo 72 de
la Ley de Río Negro, con la variante que la Ley de Entre Ríos no establece
pena por su transgresión y la de Río Negro dispone que la sanción será la
260 derecho notarial

que imponga el Tribunal de Superintendencia (desde luego dirigida hacia


el notario y no contra el documento). La Ley de Córdoba, en cuanto de-
creta la nulidad de la escritura en caso de incumplirse la unidad de acto
es inconstitucional, toda vez que se trata de una materia de competencia
exclusiva de la ley de fondo.
Los principios jurídicos, cuando se recogen en los presupuestos norma-
tivos, no se enuncian en iguales términos. Adquieren categorías de manda-
tos y prohibiciones, según la estructura lógica del juicio hipotético y la en-
tidad del hecho abstracto y general que se radica en el esquema. En suma,
no describen la regla de conducta obligatoria como lo hace un principio
doctrinario, un aforismo, una máxima de derecho, etc. En el testamento
por acto público la unidad de acto resulta del artículo 3658 del Códígo
Civil al exigir, bajo pena de nulidad, que debe ser leído al testador en pre-
sencia de testigos, que deben verlo, y firmado por el testador, los testigos y
el escribano. Quienes alegan que la unidad de acto resulta también para las
escrituras públicas en general del artículo 1001, no podrán apelar a ningún
otro texto que tenga suficiente claridad, y el artículo 1001, desde luego,
no la tiene. En otro orden de cosas cabe consignar que el rito notarial no
ha experimentado toda la evolución que impone el más eficaz desenvolvi-
miento de la función, que ya no está teñido por un fondo exclusivamente
autenticador. El tradicionalismo tiene una porción estéril, que se refleja no
sólo en ciertas fórmulas escriturarias sino también en procedimientos téc-
nicos divorciados de la realidad, que por lo tanto no se cumplen y causan
deterioro al prestigio de la institución. Testimonio incontrovertible de lo
dicho ha sido en nuestro país la ficción de los testigos instrumentales. Es
que no se puede exigir lo que está desbordado por la fuerza aquí librada
de los fenómenos sociales. Los preceptos que regulan la actividad notarial
deben concebirse en función de los intereses que han de tutelar y de los
hechos sociales, jurídicos y económicos que trazan el contorno dentro del
cual encaja su quehacer. En cuanto se pretende distorsionar los elementos
condicionantes con fingidas o estrictas solemnidades, la misión del notario
queda abroquelada por las rémoras y el documento privado se enseñorea
en el campo contractual. Lo que ha de cuidarse celosamente es la verdad,
para que no se desnaturalice el ejercicio de la fe en la pendiente de los
comportamientos imaginariamente cumplidos. Giménez Arnau subraya
que en los contratos bilaterales el consentimiento de las dos partes existe
previamente, y su solemnización, con un criterio riguroso de unidad, es
Segunda parte: Fuentes legales 261

incompatible con las exigencias de los tiempos modernos. No se redacta


de una manera caprichosa el contrato que se somete a la autorización por
el notario, expresa, por lo que la formalización o ratificación formal de ese
consentimiento preexistente no debe ser afectada por la unidad de acto o
por la falta de unidad (Giménez Arnau, Enrique, Instituciones de Derecho
Notarial, T. II, Madrid, 1954, p. 79).
El otorgamiento sucesivo, que no debe ser identificado con las escrituras
de adhesión, es un medio arbitrado por la técnica notarial para conformar
la faz documental ‒que es sólo parte constitutiva del complejo contenido
del ejercicio profesional a la fisonomía de la hora que corre, caracterizada
por hombres cargados de obligaciones, que conciertan múltiples y varia-
dos negocios en lugares distantes‒. Si el notariado no actúa con la misma
rapidez con que se desplazan las riquezas y se mueven los contratantes y
pretende en todos los casos tenerlos presentes en solemne junta, quedan
paulatinamente socavados sus cimientos.
Hay otro problema serio, como es el número de intervinientes en algunos
actos jurídicos, al punto que en ocasiones no hay espacio suficiente en las
notarías para reunirlos. Acaso por ello Paz no consideraba lejana la dis-
posición legal que consagrara la posibilidad de autorización notarial con
un criterio similar al de los pactos multilaterales usado en las relaciones
internacionales. Este procedimiento lo preconizaba para cierta clase de con-
tratos, como sociedades, mandatos, locaciones, etc. Pensaba incluso, que
podía acordarse un término de varios días para completar todas las firmas.
Por supuesto, los testigos y el notario debían estar presentes en cada oportu-
nidad (Paz, José Máximo, Derecho Notarial Argentino. “De las escrituras
públicas”, Cía. Argentina de Editores, Buenos Aires, 1989, p. 238 y ss.).
La experiencia suministra un caudal de hechos peculiares que el Le-
gislador no puede desconocer ni el notariado subestimar en la opción de
remodelar o no su marco legal. Para no extendernos, extraemos de la rea-
lidad sólo tres casos: 1) Los grandes fraccionamientos de tierra y venta de
las parcelas resultantes, esto es, de loteos habidos durante los últimos 40
años, con la correspondiente formalización (e inscripción en todo el país,
después de la Ley 14.005) del contrato, demuestran las dificultades que
se oponen para reunir a las partes con ocasión de extenderse las escrituras
de transferencia de dominio cuando el precio ya se encuentra abonado.
Este problema se agudiza si el vendedor o vendedores deben concurrir a
suscribirlo simultáneamente con la constitución de obligaciones hipoteca-
262 derecho notarial

rias a favor de instituciones de crédito. 2) La instrumentación de algunos


actos relacionados con el régimen de la Ley 13.512 ha probado la existen-
cia de análogo inconveniente, como en el caso de poderes otorgados por
gran cantidad de consorcistas, reglamentos de copropiedad, divisiones de
condominio y adjudicación de unidades, etcétera. 3) En el proceso funda-
cional de sociedades (sobre todo entre los individuos de negocios y gran-
des industriales, absorbidos por tareas ingentes), se manifiesta una fuerte
tendencia, estimulada por los comercialistas, hacia el documento privado,
que puede circular para la firma y no los violentan con los apremios de
la unidad de acto que resulta inoperante cuando existe un estatuto que ya
ha sido objeto de deliberación y acuerdo. La idea de unidad debe girar, en
esos supuestos, sobre el eje que representa el notario, ante quien se han ex-
teriorizado las voluntades previamente, que las ha plasmado en sucesivos
contactos y en meditados lineamientos y luego recibirá personalmente la
declaración formal de consentimiento o conformidad.
El proyecto no favorece el abuso, puesto que obliga a que ello ocurra en
el mismo día, sin afectar, por ende, el orden cronológico de los documen-
tos que se extienden en el protocolo. En consecuencia, el proyecto se basa
exclusivamente en la idiosincrasia y prácticas que configuran la más viva
realidad y las encauza por los rectos senderos de la ley. La viabilidad de la
norma se ha hecho más ágil con la supresión de los testigos instrumentales.
Aclaramos, por último que, en la actual economía del Código Civil, la
inobservancia del requisito de la unidad del acto no es pasible de nulidad,
pero puede ser considerada como falsedad ideológica; aparte de constituir
una infracción disciplinaria cuando se halla prescripta en las leyes locales.
Dicha falsedad queda excluida en los supuestos de hecho previstos en este
artículo, aun cuando se omita la constancia documental antedicha.
Cabe señalar, finalmente, que para la aplicación de la norma basta intro-
ducir pequeñas modificaciones en la habitual redacción de la escritura, en
lo que a dicha constancia se refiere.

Notas y Actas Complementarias


Art. 35. 1. En la parte libre que quede en el último folio de cada
escritura, después de la suscripción y a falta o insuficiencia de este
espacio, en los márgenes laterales más anchos de cada folio comen-
zando por el primero, mediante nota que autorizará el notario.
Segunda parte: Fuentes legales 263

Con media firma, se atestará:


1. El destino y fecha de toda copia que se expida, cantidad de sellos
o fojas y todo otro dato tendiente a la individualización de la copia.
2. Los datos relativos a la inscripción cuando sea obligatorio para
el notario registrar la escritura.
3. Las citas que informan respecto de las rectificaciones, declara-
ciones de nulidad, de rescisión, resolución, revocación o de otra
naturaleza que emanen de autoridad competente.
4. A requerimiento de los interesados, los elementos indispensables
para prevenir las modificaciones, revocaciones, aclaraciones, recti-
ficaciones y confirmaciones que resulten de otros documentos otor-
gados en el mismo registro.
5. La referencia a las actas de subsanación del artículo 56 de esta ley.
II. Las reglamentaciones locales proveerán las normas pertinentes
sobre el procedimiento a seguir para efectuar las anotaciones a que
se refieren los incisos 3 y 4, cuando el documento se ha extendido en
otro registro o el protocolo se encuentra archivado.

Nota: Antecedentes legislativos: Art. 41, Ley Notarial 6191 de la Pro-


vincia de Buenos Aires; artículos 178, 238 y 244 del Reglamento Notarial
español y disposiciones análogas de leyes extranjeras y nacionales.
Se ha procurado incluir en este artículo la totalidad de las constancias
marginales que deben ser recogidas en el protocolo. Estas notas, que tam-
bién reconocen como antecedente el artículo 996 del Código Civil, han sido
definidas como “declaraciones oficiales del notario, constatadas en la matriz
principal, relativas a actos de los interesados en ella de publicidad o exhibi-
ción o al cumplimiento de deberes reglamentarios, verbigracia: expedición
de copias, exhibición de la matriz principal, pago de impuestos, partes re-
glamentarias, etc.” (García - Bernardo Landeta, Alfredo, “Formalismo ju-
rídico y documento notarial”, en Revista de Derecho Notarial, Madrid, N.°
36, abril - junio, 1962, p. 187) y también en el sentido de que es “el docu-
mento notarial extendido al margen de un instrumento que tiene por objeto
acreditar el cumplimiento de deberes reglamentarios, procurar la publicidad
de dicho instrumento o sustituir a otro documento” (Diez Gómez, Aurelio,
“Las notas notariales”, en Revista de Derecho Notarial antes cit. N.° 40,
abril - junio, 1963, p. 216). Con anterioridad, en nuestro medio fueron ca-
racterizadas de la siguiente manera: “Entiéndese por nota en el protocolo, en
264 derecho notarial

sentido estricto, la atestación o constancia hecha fuera del cuerpo o texto de


la escritura, al margen, o al pie de la misma, sobre hechos de diversa natura-
leza que tienen relación con su contenido o con determinadas obligaciones
que deben ser cumplidas principalmente por el escribano autorizante. En
sentido amplio se considera nota en el protocolo toda constancia asenta-
da en el mismo que puede o no referirse o vincularse al contenido de una
escritura (v. gr.: notas de apertura o cierre) y consignarse también en otros
espacios distintos a los indicados, es decir, en los documentos que se incor-
poran al protocolo y forman parte del mismo” (“Las notas en el protocolo”,
en Revista del Notariado, 1955, ps. 288 y 89).
La utilización del espacio sobrante al final de la escritura es consecuen-
cia de la implantación de la escritura matriz mecanografiada, que entrañó
la necesidad de iniciar las escrituras en la primera línea de la plana o ca-
rilla del sello inmediato siguiente al de la escritura anterior y terminó con
el antiguo régimen que obligara a extender las escrituras unas seguidas de
otras, sin interrupción, y sin dejar claros.
Es obvio que estas notas, que tradicionalmente han recibido esta deno-
minación, pero que son en rigor verdaderas certificaciones o atestaciones,
revisten el carácter de instrumentos públicos por reunir los presupuestos ne-
cesarios al efecto, aunque se trate de documentos secundarios o accesorios
La media firma es un modo abreviado de firmar, que se justifica por diversas
razones y se halla prevista ordinariamente para los documentos oficiales.
La Ley Notarial italiana en el artículo 51, inciso 12 ha establecido la firma
marginal, aunque sea tan sólo con el apellido, en las hojas del documento
cuando se ha extendido en más de una (con excepción de la que contiene la
suscripción final) para las partes, intérpretes, testigos y notario. La registra-
ción de la firma completa (art. 89) se hace a los efectos de la legalización de
los documentos reproducidos que en original llevan también la firma com-
pleta o de los extraprotocolares que requieren asimismo firma íntegra. Los
documentos detallados en este artículo son originales y de menor importan-
cia, pero nada obsta a que las reglamentaciones locales exijan la registración
de la media firma si así lo tienen por conveniente.
Las previsiones de este artículo han sido recogidas por la Ley Notarial
de Mendoza (art. 25); de San Juan (art. 25) y de Santiago del Estero (art.
40), todas las cuales han seguido este proyecto.
Segunda parte: Fuentes legales 265

Art. 36. Los espacios indicados en la parte inicial del artículo ante-
rior podrán asimismo ser utilizados para:
1. Asentar las actas complementarias de que trata el artículo 16,
inciso 3 de esta ley y simples constancias de notificaciones u otras
diligencias y recaudos relacionados con el contenido de las escritu-
ras respectivas.
2. Hacer constar, en el supuesto de omisión o error, cualquier circuns-
tancia relativa a recaudos fiscales, administrativos o registrales.

Nota: Este artículo funciona como continuación del anterior, en cuanto


reglamenta la utilización de los espacios marginales.
El inciso 2 tiene como antecedente legislativo el art. 42, inciso c. de la
Ley Notarial de la Provincia de Buenos Aires, que fue una avanzada en
la legislación notarial argentina, no sólo porque receptó y dio fuerza legal
a una práctica inveterada en la actividad notarial, sino, además, porque ‒
dentro de los límites de una ley local‒ introdujo un procedimiento que, en
alguna medida, cumplía los fines del acta de subsanación que se crea en el
artículo 56 de este proyecto, la que sólo podía ser instituida por la ley de
fondo por tratarse de un documento autónomo.
El inciso 1 se corresponde con lo dispuesto en el artículo 16, inciso 3 al
que hace mención.
También las disposiciones de este artículo han sido volcadas a la Ley
Notarial de Mendoza (art. 26); San Juan (art. 25, inciso 49) y Santiago del
Estero (art. 41).

Art. 37. Deberán reproducirse en las copias que se expidan pos-


teriormente, las notas a que se refieren el artículo anterior y los
incisos 3, 4 y 5 del art. 35. Las expresadas en este último inciso y en
el 2 del art. 56 se reproducirán también en las copias ya entregadas
en la forma que establezcan las reglamentaciones locales.

Nota: Se prosigue aquí el desarrollo de la materia a que se refieren los


dos artículos anteriores.
El artículo 996 in fine del Código Civil y sus antecedentes e interpreta-
ción doctrinaria justifica el deber de reproducción contemplada.
266 derecho notarial

Art. 38. Las notas o certificaciones sobre apertura, cierre u otros


deberes vinculados a la formación del protocolo, se ajustarán a los
requisitos que señalen las reglamentaciones locales.

Nota: Esta disposición se funda en la interpretación que la doctrina ha


elaborado en torno al artículo 998 del Código Civil, según la cual hay
aspectos vinculados a la formación del protocolo que deben ser normados
por las reglamentaciones locales.

Testamento por Acto Público


Art. 39. En los testamentos por acto público se observarán las for-
malidades instituidas por el Código Civil o leyes especiales, rigien-
do subsidiariamente las disposiciones de la presente.

Nota: Constituye una norma aclaratoria indispensable, desde un punto


de vista pragmático, para evitar toda duda al respecto.
En idéntico sentido dispone el artículo 143, segundo párrafo del Regla-
mento Notarial español que “Los testamentos y actos de última voluntad
se regirán, en cuanto a su forma y requisitos o solemnidades, por los pre-
ceptos de la legislación civil, acoplándose a los mismos la notarial, como
norma supletoria en todo cuanto no implique modificación de aquéllos”.
Por su parte, el artículo 60 de la Ley Notarial italiana establece: “Las
disposiciones de este capítulo se aplican también a los testamentos y a
los otros actos, en cuanto no sean contrarios a aquellos contenidos en el
Código Civil, Código de Procedimientos Civiles o en cualquier otra ley
del país y la completan”.

SECCIÓN TERCERA
ACTAS

Concepto
Art. 40. Esta ley denomina actas a los documentos que tienen por
objeto la autenticación, comprobación y fijación de hechos, exclui-
dos aquellos documentos cuyo contenido es propio de las escrituras
públicas y los que tienen designación específica.
Segunda parte: Fuentes legales 267

Nota: Nos remitimos a lo expuesto en las notas a los artículos 49 (punto


3) y 22, en lo que respecto a las definiciones y al artículo 22 acerca de la
división de los documentos matrices en escrituras y actas.
Puede asegurarse que la realización más trascendental de este proyecto
radica en la regulación legislativa de las actas, que viene reclamando en
forma unánime la doctrina notarial argentina, para colocar nuestro orde-
namiento a nivel de las más importantes legislaciones notariales, y cubrir
una necesidad impostergable. Aunque algunos preceptos aluden a las ac-
tas (v. gr.: arts. 752 y 753 del Código de Comercio; art. 66, Decreto/Ley
5965/63) y con la terminología de nuestro foro es común referirse a ellas
(v. gr.: actas de comprobación), la ausencia de textos que determinen sus
clases, objeto, características y requisitos, obliga a considerarlas, desde el
punto de vista formal, como escrituras, pues todos los documentos nota-
riales que por extenso y en orden cronológico se extienden en el protocolo
deben reputarse escrituras públicas (arts. 979, inc. 1°; 999, 1001 y 1005
del Código Civil) y por lo tanto rigen los requisitos formales que atañen
a esos documentos, cuando las actas se caracterizan, precisamente, por la
diversidad de formalidades y por las diligencias que las integran, en cuya
parte principalmente deben sujetarse a diferentes requisitos.
Sólo en el área de los documentos extraprotocolares las actas han po-
dido lograr algún desarrollo, en razón de las normas insertas en las leyes
orgánicas del notariado y por aplicación del artículo 979, inciso 2° del
Código Civil. Pero el proyecto excluye el acta extraprotocolar debido a
que actualmente se reclama la primacía del principio de matricidad para
estos documentos y porque de esta manera se eliminan las dudas y ob-
jeciones que por desconocimiento de la materia han suscitado las actas
extraprotocolares. El despacho aprobado sobre el tema “Documento no-
tarial extraprotocolar” en la XIII Jornada Notarial Argentina (Santa Fe,
septiembre de 1970) dispone (punto a) que debe suprimirse de esta cate-
goría las actas, salvo aquellas que requieran facción extraprotocolar por
establecerlo expresamente las leyes nacionales, y por consiguiente, sólo
podrán extenderse fuera del protocolo estas últimas y los certificados (ver
Revista del Notariado, 1970, p. 1674 y Revista Notarial, 1970, p. 1489).
La tipificación de las actas que contiene este artículo se complementa
con el segundo enunciado, teniendo en cuenta: a) que en las escrituras pú-
blicas también se autentican hechos, y b) que hay documentos notariales
con el mismo objeto que no son actas.
268 derecho notarial

Podrá parecer excesivamente detallista esta sección con respecto a las


dos primeras. Es forzoso tener en cuenta que por primera vez se discipli-
nan en nuestro país las actas por el medio idóneo, es decir, en la legisla-
ción de fondo. Con relación a las escrituras públicas existen ya conceptos
sedimentados, que hacen ocioso el detalle, sin perjuicio de los reparos
que merece el casuismo. Por lo contrario, en punto a las actas, ha sido
menester determinar sus distintas clases y los diferentes procedimientos a
seguirse, con alguna prolijidad, a fin de que en sectores ajenos al notariado
no se retacee después sus aplicaciones, en perjuicio de la validez o efectos
propios de esta clase de documentos.

Clasificación
Art. 41. Las actas pueden ser protocolares y extraprotocolares, en los
términos de los artículos 5° y 6°. Las primeras constituyen, para los
efectos de esta ley, documentos matrices, salvo cuando sean comple-
mentarias. Estas últimas se extenderán a continuación o al margen
de los documentos protocolares para asentar notificaciones y otras
diligencias relacionadas con los actos de instancias que contienen.

Nota: Sin perjuicio de considerar o no dentro del concepto de clasifica-


ción las diversas actas que por su objeto son motivo de reglamentación, este
artículo señala una diferencia o división de las actas con criterio formal, es
decir: a) Protocolares que a su vez se subdividen en actas propiamente di-
chas y actas complementarias. El concepto de estas últimas está dado por el
mismo artículo; b) Extraprotocolares, las que, según lo anotado en el artícu-
lo anterior, se limitan a los supuestos autorizados por la legislación de fondo
(ver art. 6° del proyecto), como sería el caso del artículo 1021 del Código
de Comercio y, para un sector de la doctrina notarial, el artículo 1035, inc.
2° del Código Civil y el artículo 3666 del mismo Código.

Requisitos Legales
Art. 42. Las actas que constituyen documentos matrices están su-
jetas a los requisitos de las escrituras públicas, con las siguientes
modificaciones:
1. Se hará constar el requerimiento que motive la intervención del
notario.
Segunda parte: Fuentes legales 269

2. No será necesario que el notario conozca o identifique a las per-


sonas con quienes deban entenderse las notificaciones, requeri-
mientos y otras diligencias.
3. Las personas requeridas o notificadas serán previamente infor-
madas del carácter en que interviene el notario, y, en su caso, del
derecho a contestar o a abstenerse de hacerlo.
4. Será suficiente la manifestación de los requirentes o interesados
para actuar en nombre ajeno.
5. El notario practicará las diligencias sin la concurrencia del re-
quirente cuando por su objeto no fuere necesario.
6. No requieren unidad de acto ni de contexto. Podrán extender-
se coetáneamente o con posterioridad a los hechos que se narren
y separarse en dos o más partes o diligencias, siguiendo el orden
cronológico.
7. Serán objeto de conformidad en cuanto a la exactitud del texto y
podrán autorizarse, aunque alguno de los interesados rehúse firmar,
delo que se dejará constancia.

Nota: Antecedentes legislativos: Artículo 197 del Reglamento Notarial


español; artículo 67 de la Ley Notarial mexicana (D. F. y T.) y artículo 159
del Reglamento Notarial uruguayo.
Este artículo es clave para caracterizar las actas notariales y establecer
sus diferencias con las escrituras públicas, en lo que respecta al formalis-
mo jurídico. Siguiendo el método empleado por los preceptos menciona-
dos y las enseñanzas de una copiosa doctrina, se enuncian los principios
que sufren modificaciones; los que sirven a la vez para disipar las dudas
existentes en la actualidad, acerca de cómo debe actuar el notario en las
diligencias en lo que atañe a la identificación de las personas con las cua-
les se practican y también con referencia al deber del notario de no inter-
venir clandestinamente. Es importante asimismo la regla que concierne
al momento en que puede extenderse el acta, pues, en la mayoría de los
casos, el procedimiento idóneo consiste en narrar los hechos con posterio-
ridad a su acaecimiento y permite, por lo tanto, que esta labor se realice en
la escribanía, al poner fin a la o las diligencias y con todos los resguardos
necesarios, y no en forma ambulante. Un antecedente sobre la no identifi-
cación de la persona con quien se practica la diligencia reside en el acta de
protesto (art. 66, Decreto/Ley 5965 / 963).
270 derecho notarial

Art. 43. Las actas protocolares complementarias se regirán, en su


aspecto formal, por las normas establecidas para las que constituyen
documento matriz, salvo lo dispuesto en el artículo 17 y las demás ex-
cepciones que resulten por su relación con el documento que comple-
mentan.

Nota: Las actas complementarias protocolares constituyen una creación


de este proyecto y se determinan, en este artículo, las necesarias previsio-
nes relacionadas con sus particulares requisitos formales.

Actas de Requerimiento y Notificación


Art. 44. El notario documentará en forma de acta los requeri-
mientos o intimaciones, las notificaciones de actos de conocimien-
to y decisiones de toda persona que lo solicite a los fines y con el
alcance que se atribuya.

Nota: Antecedentes legislativos Artículos 202 y 203 del Reglamento


Notarial español (texto según la reforma de 1967); artículos 160 a 154 del
Reglamento Notarial uruguayo, art. 66, inc. a. de la Ley Notarial mexi-
cana (D. F. y T.) y artículo 83 y siguientes, de la Ley Notarial de Austria.
Las disposiciones de los reglamentos español y uruguayo citadas, se
limitan a prescribir el procedimiento que ha de seguirse en esta clase de
actas, especialmente en las diligencias, circunstancias que están contem-
pladas en los artículos 46 a 48 de este proyecto, y, en cuanto al objeto lo
agotan en el requerimiento y la intimación, cuyas diferencias han sido
claramente especificadas por la doctrina. Pero de esta forma se restringe
el ámbito de las actas de notificación y la aptitud funcional del notario.
Al incluirse en el proyecto los “actos o participaciones de conocimiento”
y decisiones, se extienden las notificaciones a otros tipos de declaracio-
nes que importan la exteriorización de una representación o idea sobre
cualquier acontecimiento y comprende, desde luego, aquellas que la mo-
derna doctrina italiana denomina participaciones de exigencia, de noticia,
de previsión y de intención (ver Giampicolo, Giorgio, La dichiarazione
recettizia, Edit. Dott. A. Giuffré, Milán, 1959, págs. 46/49 y “Los actos
de conocimiento”, en Revista del Notariado, 1974, ps. 575/602). El artí-
Segunda parte: Fuentes legales 271

culo 83 de la Ley Notarial de Austria, de manera simplificada y amplia,


establece que el notario está facultado para documentar declaraciones de
una parte destinadas a otra, siempre que de la declaración deban resultar
efectos jurídicos.

Art. 45. Sin perjuicio de operarse los efectos jurídicos legales o


contractuales, en orden al carácter de la intimación o contenido de
la notificación, el documento no perderá su calidad de acta ni será
asimilado a la escritura pública cuando sea menester esta forma
para la validez de actos o negocios jurídicos.

Nota: Con los preceptos de este artículo se procura evitar las dificultades
que puedan presentarse a raíz de las encontradas opiniones que existen sobre
la suficiencia del acta, sin necesidad de recurrir a la escritura pública, para no-
tificar ciertas declaraciones, en particular de ofertas o respuestas a las mismas.

Art. 46. La diligencia encomendada se practicará en el domicilio o


sitio indicado por el requirente y si no fuere hallado el interesado,
podrá cumplirse la actuación con cualquiera de las personas que
atienda al notario, quien dejará constancia en el acta de la declara-
ción o respuesta que se formule como también de la negativa de la
persona con la cual se entienda a firmar y a dar su nombre y rela-
ción con el requerido u otros datos o informaciones.

Nota: Se disciplina la diligencia, parte principal del acta, con prescrip-


ciones similares a las contenidas en las normas mencionadas al anotar el
artículo 42.

Art. 47. A pedido del requirente, el notario podrá entregar en el acto


de la diligencia cédula comprensiva de los extremos que la motivan, o
copia simple una vez extendida el acta. Ambas llevarán su firma y sello.
Si el requerido no se hallare o si él o la persona con quien se entien-
da no quisiere recibirlas o firmar, se dejará constancia en el texto
del acta o mediante nota, sin perjuicio de las demás constancias
mencionadas en el artículo 36, inciso 1.
272 derecho notarial

Nota: Continúa, en este artículo, lo tocante al procedimiento del acta


que nos ocupa. Por razones de método se ha distribuido el material regla-
mentario en tres artículos.

Art. 48. Cuando el notario no encontrare a persona alguna en el


domicilio o sitio designado por el requirente, lo hará constar en el
texto del acta o en nota que insertará al pie o al margen de la misma.

Nota: Se cierran con este artículo las disposiciones que deben adoptarse
para normar lo relativo a la diligencia.

Actas de Presencia y Comprobación


Art. 49. El notario podrá ser requerido para autenticar hechos y
cosas que presencie, comprobar su estado, su existencia y la de per-
sonas. El requerimiento, las declaraciones que reciba y el resultado
de su actuación, se fijarán por medio de acta.

Nota: Antecedentes legislativos: artículos 199 a 201 del Reglamento


Notarial español; artículo 66, inciso c. de la Ley Notarial mexicana (D. F.
y T.). Ni el Reglamento español ni los demás ordenamientos que regulan
las actas se ocupan específicamente del acta de comprobación, quizá por-
que su objeto está comprendido en el concepto de actas en general (ver art.
40 de este proyecto). Ha parecido más apropiado referirse en este artículo
a ambas clases.

Art. 50. En los documentos a que se refiere el artículo anterior,


podrá dejarse constancia de las declaraciones y juicios que emitan
peritos, profesionales y otros concurrentes sobre la naturaleza, ca-
racterísticas y consecuencias de los hechos comprobados. Dichas
personas podrán ser identificadas mediante la exhibición de docu-
mentos extendidos con esa finalidad por autoridad competente, los
que se individualizarán en el texto documental.

Nota: Las normas que se incluyen en este artículo demuestran la con-


veniencia de prever específicamente lo que atañe al acta de comproba-
Segunda parte: Fuentes legales 273

ción. Como está vedado al notario autenticar sus propias apreciaciones


sobre determinados hechos que percibe (nota al art. 993 del Código Civil
y doctrina sobre la materia), corresponde a un buen ordenamiento notarial
prever la intervención de peritos y otros funcionarios a los efectos que se
indican en el texto proyectado.

Actas de Notoriedad
Art. 51. La comprobación y fijación de hechos notorios se efectuará
con sujeción al siguiente procedimiento:
1. En el acta inicial, el interesado expresará el hecho o hechos cuya
notoriedad pretenda acreditar y los motivos que tiene para ello,
hará referencia a los documentos y a todo otro antecedente o ele-
mento de juicio que estime pertinente a tal objeto y, en su caso, men-
cionará las personas que declararán como testigos, con indicación
de su domicilio. En actas posteriores podrá ampliar la información.
2. Si a juicio del notario, el requirente tiene interés legítimo y el he-
cho o hechos son susceptibles de una declaración de notoriedad que
no sea de competencia jurisdiccional expresa, así lo hará constar y
dará por iniciado el procedimiento.
3. Los testigos serán individualizados por el notario por los medios
admitidos por esta ley.
4. El notario examinará los documentos ofrecidos y podrá practicar
las pruebas y diligencias que a su juicio sean conducentes al propó-
sito del requerimiento, de todo lo cual dejará constancia en actas.
5. Finalmente, si a su criterio el hecho o hechos notorios han sido
acreditados, así lo declarará en acta, previa evaluación de todos
los elementos de juicio que haya tenido a su disposición. En caso
contrario, se limitará a dejar constancia de lo actuado.

Nota: Antecedentes doctrinarios: “Actas de notoriedad”, por Fausto Na-


varro Azpeitia, en Anales de la Academia Matritense del Notariado, Institu-
to Editorial Reus, Madrid, 1945, T. I, ps. 49/94; Sanahuja y Soler, José M.,
Tratado de Derecho Notarial, Edit. Bosch, Barcelona, 1945, T. II, p. 111
y ss.; Giménez Arnau, Enrique, Instituciones de Derecho Notarial, Edit.
Reus, Madrid, 1954, T. II, p. 229 y ss.; “L’atto di notorietá”, por Aristóteles
Morello, en Rivista del Notariato, Milán, 1964, ps. 655/90; y “Valore giuri-
274 derecho notarial

dico dell’atti di notorietá”, en “Il documento notariale”, por Andrea Giulia-


ni, en Rivista del Notariato antes cit., 1950, punto III, ps. 395/98.
Asimismo, las reglas sobre el tema, aprobadas por el II Congreso In-
ternacional del Notariado Latino, celebrado en Madrid el año 1950, que
comprenden: Aplicaciones del acta de notoriedad, funcionario competen-
te, requisitos, circunstancias de los testigos, contenido del acta, responsa-
bilidad de los testigos y del notario, fuerza probatoria y responsabilidad
del requirente. También, en alguna medida, la resolución aprobada en el
VII Congreso Internacional de México, celebrado el año 1965, respecto
del tema “El notario y la jurisdicción voluntaria”.
Antecedentes legislativos: artículos 209 y 210 del Reglamento Notarial
español (texto según la reforma de 1967). Cabe advertir que a la ley no-
tarial sólo le compete reglamentar el procedimiento que debe seguirse en
el trámite y formación del acta de notoriedad, la que será de aplicación
cuando otras disposiciones legales así lo dispongan. Por ejemplo, el Códi-
go Civil italiano admite el acta de notoriedad en los artículos 100 (para la
dispensa de publicidad en el matrimonio) y 229 (determinación del monto
de los bienes muebles que la mujer y sus herederos pueden repetir en
determinados casos), y en diversas normas jurídicas que rigen en dicho
país sobre materias diversas, se requiere o acepta el acta de notoriedad, a
pesar de que no se ha dictado la pertinente reglamentación notarial sobre
la forma, contenido y fines de este tipo de documento.

Actas de Protocolización
Art. 52. La protocolización de documentos públicos y privados de-
cretada por resolución judicial o requerida por los particulares a
los fines señalados en las leyes, para darles fecha cierta o con otros
motivos, se cumplirá mediante las siguientes formalidades:
1. Se extenderá acta con la relación del mandato judicial que la
ordena o del requerimiento y de los datos que identifiquen el docu-
mento, que podrá transcribirse. Será obligatoria la transcripción
cuando se trate de testamento ológrafo. Si estuviere redactado en
idioma extranjero, sólo se transcribirá la traducción.
2. Se agregará al protocolo el documento y, en su caso, las demás
actuaciones que correspondan.
3. No será necesaria la presencia y firma del juez que la dispuso.
Segunda parte: Fuentes legales 275

4. Al expedir copia del acta, si el documento protocolizado no ha


sido transcripto se lo reproducirá.

Nota: En el texto proyectado para este artículo se combinan las disposi-


ciones de la Ley 11.846, incorporada al artículo 1003 del Código Civil, con
los demás supuestos de protocolización, receptando el dilatado concepto
con que se emplea el vocablo en la terminología forense e incluso en la no-
tarial. Por consiguiente, comprende la inserción o transcripción y la anexión
o incorporación, y tanto el procedimiento instrumental que debe cumplirse
en las protocolizaciones de documentos decretadas por los jueces (acepción
técnica de protocolización) como el utilizado para dar fecha cierta a docu-
mentos privados (art. 1035, inc. 3°, Código Civil) o con otros fines.
La combinación se manifiesta en las reglas proyectadas, esto es:
a) En el inciso 1° se determina el contenido del acta con sujeción a la
Ley 11.846, extendiendo el procedimiento a los casos de requerimiento
por los particulares. Se establece la opción para transcribir o no el do-
cumento que se protocoliza, pero en los testamentos ológrafos se crea la
obligatoriedad de hacerlo, siguiendo el método impuesto en la práctica
notarial porque de este modo, entre otras ventajas, se facilita el posterior
trámite del proceso testamentario y se precave una eventual pérdida del
documento anexado.
b) La anexión de las demás actuaciones que correspondan se estatuye
en razón de que el artículo 3692 del Código Civil manda protocolizar
el testamento y las diligencias hechas, y lo mismo estaba previsto en el
artículo 717 del anterior Código de Procedimientos de la Capital, pero el
artículo 731 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación establece
que sólo debe incorporarse el testamento. Aparte de que este precepto se
halla en pugna con lo prescripto en la legislación de fondo, que no puede
modificar, correspondería anexar todo el expediente siempre que el juez
así lo disponga. Por otra parte, puede tratarse de supuestos distintos en los
que, por diferentes motivos convenga o sea pertinente agregar otras actua-
ciones vinculadas con el documento que en rigor se protocoliza.
c) El inciso 3° es ratificatorio del procedimiento que se aplica en las pro-
tocolizaciones ordenadas por los jueces, a tenor de la Ley 11.846.
d) La norma del inciso 4° es la común en todas las legislaciones que
reglamentan la materia.
276 derecho notarial

Art. 53. En los supuestos en que fuera necesaria la devolución de


los documentos, indistintamente se transcribirá o agregará al pro-
tocolo copia autenticada en la forma dispuesta por el apartado I,
inciso 2 del artículo 25.

Nota: Este artículo es complementario del 52, inciso 2° que ordena


agregar al protocolo el documento, pues en determinadas hipótesis o ex-
cepciones no puede quedar incorporado al protocolo. Por ejemplo, cuando
se protocolizan ciertos documentos privados que deben ser devueltos por-
que puede necesitarse el original para el reconocimiento procesal de las
firmas u otros motivos.

Art. 54. Cuando se trate de documentos privados que versen sobre


actos o negocios jurídicos para cuya validez se haya ordenado o
convenido la escritura pública, la protocolización no tendrá más
efectos que asegurar su fecha y su autenticidad de las firmas si con-
currieren los interesados a reconocerlas.

Nota: El artículo 257 del reglamento español ha previsto que los nota-
rios podrán dar testimonio de legitimidad de firmas (para nosotros auten-
ticaciones o certificaciones de firmas) de toda clase de personas, particula-
res y razones sociales puestas al pie de documentos privados que no sean
de los comprendidos en el artículo 1280 del Código Civil, esto es, los que
deben constar en documento público y cuya enumeración es semejante a
la del artículo 1184 de nuestro Código Civil.
Con análoga orientación el artículo 62 del Reglamento Notarial de la
provincia de Buenos Aires estatuye que el escribano podrá denegar la pres-
tación de funciones cuando sea requerido para autenticar firmas estampa-
das en documentos privados si versare sobre acto o negocios jurídicos que
requieran para su validez documento notarial u otra clase de instrumento
público y estuviere redactado atribuyéndole los mismos efectos y eficacia.
Las recordadas disposiciones tienen por objeto evitar la desvirtuación
del régimen legal en materia de formas, introduciendo prácticas del sis-
tema anglosajón o las confusiones que en personas inexpertas puede
originar la intervención notarial con otros fines que se le asignan erró-
neamente. Constituyen, pues, normas que tanto aseguran la protección
Segunda parte: Fuentes legales 277

de legítimos intereses profesionales como resguardan a la comunidad de


consecuencias dañosas.
El presente artículo, parcialmente inspirado en esos principios, se limita,
sin embargo, a determinar los efectos propios de la protocolización, pues
el instrumento privado que se protocoliza no pierde por esta circunstancia
su forma congénita y, naturalmente, tampoco puede reemplazar o sustituir
a la escritura pública. Para que se produjera esa transformación sería ne-
cesario elevar a escritura pública el documento privado, lo que supone un
procedimiento instrumental distinto.

Art. 55. En las actas que tengan por objeto reunir los antecedentes
judiciales relativos a títulos supletorios o a subastas públicas, se
relacionarán y transcribirán, en su caso, las piezas respectivas y se
individualizará el bien. Se insertarán las constancias sobre su an-
tecedente y las de cumplimiento de los recaudos fiscales y adminis-
trativos que conformen el texto documental del título y faciliten su
registración cuando sea necesaria. El acta será firmada exclusiva-
mente por el juez o por el interesado, de acuerdo con las previsiones
contenidas en el respectivo Código Procesal, y a falta de éstas se
considerará innecesaria la firma del juez.

Nota: Antecedentes legislativos: artículo 40 de la Ley Notarial de Men-


doza. En este artículo se consagra una práctica derivada principalmente
del artículo 1184 del Código Civil y la interpretación doctrinaria y juris-
prudencial que ha completado su sentido. Actualmente se entiende por
subasta pública toda venta efectuada en remate decretado por orden de
los jueces, sea en proceso contencioso o voluntario y se considera, ade-
más, que en tales casos no es necesario la escritura pública, aunque se
ha mantenido vigente, incluso en los Códigos Procesales, el criterio de
utilidad, para reunir las piezas que perfeccionaron el contrato. Como estas
llamadas escrituras judiciales no constituyen la forma requerida por el ar-
tículo 1184 para la transmisión del dominio y sólo autentican una relación
y transcripción de los antecedentes o actuaciones judiciales a que se ha
hecho mención, representan en rigor típicas actas, en las que también es
necesario describir el inmueble y dejar constancia del cumplimiento de los
recaudos fiscales y administrativos (certificados, nomenclatura catastral,
278 derecho notarial

etc.), a fin de que puedan ser inscriptas sin inconvenientes en el Registro


de la Propiedad y su copia circule en el tráfico jurídico con todos los ele-
mentos indispensables para acreditar los derechos del titular. El artículo
regula sus aspectos esenciales y si bien, como lo establece el artículo 52,
inciso 3° no será necesaria la presencia y firma del juez interviniente (para
dejar a salvo la independencia de los Códigos Procesales, o porque razo-
nes ocasionales lo hagan conveniente), admite la posibilidad de que sean
suscriptas por el juez si así lo ordenan las normas rituales. Se extiende
el artículo a los títulos supletorios en cuanto ellos emanen asimismo de
actuaciones judiciales.
La extensión que se atribuye al concepto de subasta pública mencionada
en el artículo 1184 del Código Civil se halla explicada detalladamente en
el trabajo “La escritura del artículo 585 del Código Procesal es aplicable a
todas las ventas judiciales”, publicado en Revista del Notariado, N.º 739
(enero - febrero 1975, ps. 157/85).

Actas de Subsanación
Art. 56. A instancia de parte interesada o de oficio, el notario podrá
extender actas con el objeto de subsanar los errores materiales u
omisiones padecidas en el texto de los documentos matrices, siem-
pre que:
1. Se refieran a datos y elementos determinativos o aclaratorios que
surjan de títulos, planos u otros documentos fehacientes que hayan
servido para la descripción de los bienes objeto del acto por expresa
referencia en el cuerpo del documento, en tanto no se modifiquen
partes sustanciales relacionadas con la individualización de los bie-
nes ni se alteren las declaraciones de voluntad jurídica.
2. Se trate de la falta de atestación respecto del conocimiento o
identidad de los intervinientes o de datos filiatorios en documentos
sobre actos entre vivos.
3. Las deficiencias que encuadren en lo dispuesto por el artículo 36,
inciso 2°, si no se opta por el procedimiento allí indicado.

Nota: Antecedentes legislativos: artículos 146 y 189 del Reglamento


Notarial español.
Segunda parte: Fuentes legales 279

Estas normas permiten subsanar por medio de acta notarial extendida


por propia iniciativa o a instancia de la parte que las hubiera originado:
a) Los defectos de forma u omisiones padecidas en los documentos nota-
riales intervivos; b) Omisión o error en la fe de conocimiento y cualquier
otro error u omisión no dolosos, imputables al notario autorizante. La falta
en nuestro país de preceptos similares y los inevitables errores u omisio-
nes que pueden padecer los documentos notariales (por razones muy com-
prensibles vinculadas a las condiciones en que se desarrollan los trabajos,
el personal que debe emplearse y la propia fatiga del escribano) dio origen
a una práctica que ha ido adquiriendo gran expansión, tendiente a lograr
un medio adecuado para subsanarlos sin necesidad de otorgar escrituras
aclaratorias o rectificatorias. Se trata de las notas o certificaciones margi-
nales en el protocolo contempladas también parcialmente en el artículo
36, inciso 2° de la presente.
En otro orden de cosas cabe hacer notar, con respecto al criterio de que
en las actas hay declaraciones de las partes y en los certificados sólo del
notario, que las actas de protocolización y de subsanación firmadas úni-
camente por el notario constituyen excepción a ese principio por expresa
disposición legal.

Art. 57. En las actas previstas en el artículo anterior, si no concurre


el interesado, sólo podrán ser extendidas de oficio por el notario
que actúe en el registro en que se halle el documento objeto de sub-
sanación. Si el defecto recae sobre la fe de conocimiento, por el
mismo notario.

Nota: En este artículo se completa la reglamentación de las actas de


subsanación a que se refiere el artículo anterior. Cuando comparezca el
interesado pueden ser autorizados por cualquier notario. Si en cambio
son extendidas de oficio por el notario, se distinguen dos supuestos: a)
es competente el notario que actúe en el mismo registro en que se otorgó
el documento que padece el error u omisión subsanable por este medio;
b) tratándose de la fe de conocimiento es indispensable que intervenga el
mismo notario ya que se trata de corregir el defecto de un dato vinculado
a su propia convicción.
280 derecho notarial

Actas de Depósito y Consignación


Art. 58. I. El notario podrá documentar en acta el depósito o cus-
todia de dinero, cosas, valores y documentos. Las circunstancias
atinentes al depositante, a los fines del depósito y a la individuali-
zación de lo depositado y estipulaciones de los interesados e igual-
mente si lo es por plazo o no. Se exceptúa el caso en que ello pueda
hacerse constar mediante certificado o recibo.
II. Su admisión es voluntaria y sujeta a las condiciones que se deter-
minen cuando no exista obligación legal.

Nota: Antecedentes legislativos artículos 216 a 220 del Reglamento es-


pañol, que contienen una prolija reglamentación de esta clase de actas. El
acta de depósito hace al notario interviniente parte del acto, puesto que
crea específicas obligaciones a su cargo. Debe considerarse, por consi-
guiente, una excepción a la prohibición del artículo 39, inciso 2°.
Por mandato legal o debido a las necesidades que se crean en las actua-
les características del tráfico de los negocios, estas actas se han hecho cada
vez más frecuentes y ello justifica que se las haya incluido en el proyecto.

Actas de Protesto
Art. 59. Las disposiciones de esta ley serán aplicadas a los pro-
testos en cuanto no se opongan a las contenidas en la legislación
especial sobre la materia.

Nota: Se trata de una norma de aplicación subsidiaria que armoniza la


legislación notarial con la relativa a los protestos.

Actas de Remisión de Correspondencia


Art. 60. En las actas que certifiquen la remisión de corresponden-
cia o documentos por correo, se hará constar el requerimiento, se
transcribirá la carta o relacionarán los documentos a despachar y se
colocarán en todos los casos dentro del sobre en presencia del notario
a quien se le entregará para que realice la diligencia encomendada.
Las reglamentaciones locales podrán autorizar otros medios de co-
municación escrita, oral, grabada u otras que la técnica cree.
Segunda parte: Fuentes legales 281

Nota: Actualmente, en casi todas las leyes notariales del país se halla
incluida entre las atribuciones que hacen a la competencia funcional de los
notarios, la de certificar la remisión de correspondencia o documentos por
correo (art. 46, inciso h., Ley 6191 de la provincia de Buenos Aires; art.
12, inc. j. de la Ley 12.990 de la Capital Federal [texto según Decreto/Ley
12454 / 57]; artículo 16, inciso i., Ley 97 de Chaco; artículo 36, inciso II,
Ley Notarial de Entre Ríos; artículo 61, inciso 3°, Ley 3058 de Mendoza;
artículo 60, inciso 3°, Ley 3718 de San Juan; artículo 68, inciso 3°, Ley
3662 de Santiago del Estero). Pero, en ninguna de las leyes notariales ni
en otros preceptos legales se ha reglamentado el procedimiento a seguir y,
especialmente, si el documento apto debe ser necesariamente protocolar o
puede ser extraprotocolar y en este último caso, si debe extenderse acta o
también es aceptable el certificado.
Asimismo, se ha creado la duda acerca de la necesidad de transcribir la
pieza escrita a enviarse por correo cuando se trata de una carta. Dichas
cuestiones se resuelven en este artículo al determinar que es imprescin-
dible crear un acta protocolar y que si el documento es una carta deberá
transcribirse y en cambio podrán relacionarse los documentos a despachar
que no constituyen estrictamente correspondencia, es decir, carta o papel
escrito que una persona dirige a otra con el objeto de comunicarle algo y
que ordinariamente se remite en sobre cerrado.
Además, se establecen las partes o elementos de esta clase de actas. (Ver
para mayores antecedentes “Remisión de correspondencia”, en Revista
del Notariado, 1973, ps. 2037/50).

Actas Complementarias
Art. 61. En las actas complementarias expresadas en el artículo 41
de esta ley regirán, además de las normas contenidas en el artículo
43, las que correspondan al carácter del acta por razón de la dili-
gencia a cumplirse. Podrán llevar igual o distinta fecha respecto de
la escritura que complementen. Las que menciona el apartado II del
artículo 18 no requieren expresión de fecha ni lugar, y comenzadas
al pie del documento matriz podrán continuar en el folio siguiente.

Nota: Este artículo contiene una norma aclaratoria, como surge de su


propio texto. Se admite para las actas complementarias, que puedan llevar
282 derecho notarial

distinta fecha del documento principal por cuanto no integran su entidad


material, sino que se extienden para dejar constancia de diligencias o del
cumplimiento de actos funcionales del notario que, por su naturaleza, pue-
den tener lugar en fecha posterior a la que lleva el documento matriz.

CAPÍTULO III
DOCUMENTOS EXTRAPROTOCOLARES
SECCIÓN PRIMERA
DISPOSICIONES GENERALES

Concepto. Requisitos
Art. 62. I. Son documentos extraprotocolares los mencionados en
el artículo 6°. Se observan en ellos los requisitos formales que con-
ciernen a las actas protocolares en cuanto sean compatibles con su
carácter y las reglas especiales que se establecen en este Capítulo.
II. Los certificados sólo contienen declaraciones o atestaciones del
notario. Tienen por objeto afirmar, de manera sintética, la existen-
cia o acaecimiento de hechos, documentos, casas o situaciones jurí-
dicamente relevantes percibidos sensorialmente por el notario.

Nota: Se acoge la actual tendencia de otorgar singular relevancia al


principio de matricidad y por ello se entiende que las actas deben ser pro-
tocolares, salvo cuando la legislación de fondo autorice su facción extra-
protocolar, como se ha expresado en el artículo 6° y en su nota.
También se recepta el criterio comentado en la parte final de la nota al
artículo 56, en el sentido de que los certificados configuran documentos de
ciclo cerrado, que sólo contienen declaraciones o atestaciones del notario
(ver “Los certificados notariales” en Revista del Notariado, 1971, p. 415
y ss., y Dávila, J., en Boletín del Ilustre Colegio Notarial de Granada, N.º
142, julio 1963, p. 640 y ss.).
Se ha dicho acertadamente que el certificado es un documento propio de
la actuación profesional del notario de difícil conceptuación y de muy va-
riada regulación legal y reglamentaria (Bardallo. Julio R., “Comprobación
notarial de hechos”, en Revista del Notariado, noviembre-diciembre 1969,
p. 1367/71 ‒ver p. 1424‒). Esta afirmación se comprueba por el distinto
Segunda parte: Fuentes legales 283

objeto que en la doctrina y la legislación notarial se atribuye al certificado.


Así, algunos autores han encasillado los certificados en la categoría de
traslados (Larraud, Rufino, Curso de Derecho Notarial, Depalma, Bs. As.,
1966, p. 443, que se apoya en el derecho positivo uruguayo). Para otros,
el hecho que se autentica en el certificado debe ser un texto documental.
Se ha asegurado asimismo que los certificados son los documentos que
contienen atestaciones de verdad o de conocimiento del autor, suficien-
tes para demostrar la existencia de determinadas condiciones, hechos o
situaciones (Camaño Rosa, Antonio, “Delitos contra la fe pública en el
derecho uruguayo”, en Revista de derecho español y americano, Instituto
de Cultura Hispánica, Madrid, octubre-diciembre 1967, año XII, II época,
ps. 61 / 96 ‒ver p. 8‒).
De otro lado se ha dicho que se basan en las constancias escritas de otros
documentos que fueron extendidos o redactados al acaecer los hechos o
actos, por lo que deben tener fuente documental, y así manifiesta Rafael
Núñez Lagos que el certificado notarial tiene como hechos a documentar
la videncia por el notario de meros documentos. Si el certificado notarial,
agrega, se refiere a hechos in rerum natura, no tendrá nombre de certifica-
do, será verdadera acta (“Clasificación y efectos de los documentos”, en
Revista de la Asociación de Escribanos del Uruguay, 1957, p. 96 y ss.).
Sostiene por su parte Julia Siri García que el certificado notarial tiene
por objeto hechos acaecidos respecto de los cuales no ha habido inmedia-
ción por parte del agente y cuya existencia éste ha verificado o comproba-
do a través de fuentes documentales o de otro tipo (“Comprobación nota-
rial de hechos; certificados notariales”, trabajo presentado al X Congreso
Internacional del Notariado Latino).
El examen de las leyes notariales argentinas permite comprobar que se
ha facultado a les escribanos para expedir certificados de diversa índole
y con proteico contenido. Ateniéndonos a la terminología utilizada por
dichas leyes y sin realizar las citas pertinentes, es común atribuir en ellas a
los notarios facultad para certificar: a) Firmas puestas en documentos pri-
vados; b) impresiones digitales en documentos privados; c) firmas socia-
les puestas en su presencia; d) vigencia de estatutos y contratos sociales;
e) existencia de personas y documentos; f) asientos en los libros de actas
o correspondencia de sociedades, asociaciones y particulares; g) remisión
de documentos por correo; h) sobre escrituras otorgadas, cuyos protoco-
284 derecho notarial

los conserve en su escribanía o a otorgarse en el registro en que actúe y


de sus agregados: i) endosos o la fecha de los mismos; j) autenticidad de
fotocopias; k) la vigencia y contenido de disposiciones legales; l) sobre
recepción de depósitos de dinero, cosas, valores y documentos.
El objeto encerrado en la explicitación que contiene este artículo acuerda
la necesaria amplitud a los actos que se narran en los certificados, dentro
de los siguientes límites: a) Debe tratarse de actos de percepción senso-
rial por el notario, fundamentalmente actos de vista, referidos a personas,
cosas, hechos “o situaciones jurídicamente relevantes”; b) debe cumplirse
con el principio de inmediación, pero se admite tanto la instantaneidad
como la percepción anterior. Con arreglo a este esquema, los certificados
pueden tener fe pública originaria, o fe pública derivada, cuando la cosa
es un documento y la atestación versa no sobre su exhibición sino respecto
de los hechos que constituyen el contenido de ese documento es decir su
texto, por lo que en este caso la inmediación se opera sobre el documento
y el certificado entra en la categoría de traslado o reproducción, pero no
produce la copia sino la copia de copia o el extracto (testimonio por exhi-
bición o por referencia, según el caso).

Facción
Art. 63. I. Serán entregados en original a los interesados en uno
o varios ejemplares. Si el documento se extendiera en más de una
hoja, deberán numerarse todas, y las que precedan a la última lle-
varán media firma y sello del notario. Al final, antes de la autoriza-
ción, se hará constar la cantidad de hojas.
II. Es optativo para el notario conservar un ejemplar.

Nota: Se refleja en este artículo una de las notas características del do-
cumento extraprotocolar consistente en que circulan en el tráfico tal como
han sido creados, fuera del protocolo. De tal modo se distingue del docu-
mento matriz, que es también original, pero está destinado, por naturale-
za, a ser coleccionado, conservado, archivado y reproducido (principio de
matricidad), lo que no debe ocurrir necesariamente con el original extra-
protocolar que constituye excepción a dicho principio. La entrega de do-
cumentos en original, aunque no es universal, está disciplinada en varias
legislaciones notariales con distintas denominaciones. El más conocido es
Segunda parte: Fuentes legales 285

el “brevet” en las leyes notariales de Francia, Bélgica y Canadá (provincia


de Quebec), contrapuesto a la “minuta”, que participa de las característi-
cas del documento matriz.
Por lo mismo que de este documento extraprotocolar no se expiden copias
o reproducciones a las partes suele presentarse muchas veces la necesidad
de extender varios ejemplares para que los intervinientes puedan disponer
de la documentación que necesitan. Por las razones antes expresadas no es
obligatorio para el notario conservar un ejemplar de ese documento, pero se
le otorga opción para que así lo haga si lo tiene por conveniente.

Competencia de las Reglamentaciones Legales


Art. 64. Las reglamentaciones locales dictarán las normas o res-
guardos para la anotación en libros, comunicación, inspección y
archivo de esta clase de documentos y de las constancias que exijan.

Nota: Como actualmente en casi todas las leyes notariales se halla pre-
visto la anotación de todos o parte de los documentos extraprotocolares en
libros llamados de intervenciones (provincia de Córdoba: de requerimien-
tos (Provincia de Buenos Aires); de registro de firmas (Capital Federal);
de rubricaciones (Provincia de La Pampa); de actos e intervenciones ex-
traprotocolares (provincia de Entre Ríos), etc., se deja librado a las regla-
mentaciones locales disponer lo atinente con dichos libros.

Acta de Entrega de Testamento Cerrado


Art. 65. El acta de entrega de testamento cerrado se extenderá con
arreglo a las formalidades instituidas por las leyes y subsidiaria-
mente a las que resultan de la presente con relación a los documen-
tos extraprotocolares.

Nota: Toda vez que las formalidades que han de observarse en el acta
de testamento cerrado están determinadas por los artículos 3666, 3667 y
3668 del Código Civil, se ha estimado conveniente hacer remisión a las le-
yes que las estatuyen y disponer que subsidiariamente regirán las normas
de esta ley, que conciernen a los documentos extraprotocolares para cubrir
cualquier laguna que pueda aparecer.
286 derecho notarial

SECCIÓN SEGUNDA
CERTIFICADOS

Formalidades
Art. 66. En los certificados se insertarán:
1. Los datos que prescribe el artículo 23, inciso 1 de esta ley.
2. Las circunstancias relacionadas con el requerimiento y con las
situaciones, cosas y personas objeto de atestación.
3. Destino para el cual se expide.

Nota: Como ya se ha visto al anotar el artículo 62, casi todas las leyes no-
tariales vigentes en el país autorizan la expedición de distintas clases de cer-
tificados, pero también se comprueba la ausencia de normas reglamentarias
que, en cumplimiento de lo prescripto por el artículo 979, inciso 29, Código
Civil, establezcan los requisitos formales a que debe ajustarse su formación.
Con los preceptos generales sobre documentos extraprotocolares y los
particulares referentes a los certificados, que contiene este proyecto, se
repara dicha omisión, y, además, se proveen disposiciones de carácter na-
cional, que es el criterio que ha de prevalecer al respecto.

Art. 67. No será necesario en los certificados la concurrencia ni las


firmas de los interesados, salvo que por su índole sea indispensable
cualquiera de dichos extremos.

Nota: La disposición de este artículo se compadece con lo expresado en


las notas a los artículos 56 y 62 según las cuales el certificado documenta
declaraciones o atestaciones del notario; de allí que no requieran compa-
recencia ni firmas de los interesados.
Uno de los casos excepcionales a que se hace referencia radica en las
certificaciones de firmas en los que, por su propia finalidad, deben figurar
las firmas que se autentican.

Certificados de Autenticación de Firmas e Impresiones Digitales


Art. 68. En los certificados que tengan por objeto autenticar firmas
e impresiones digitales, se hará constar, además:
Segunda parte: Fuentes legales 287

1. La afirmación de conocimiento a tenor del artículo 24 o que se ha


acreditado la identidad con dos testigos cuyos nombres y residencia
se insertarán, los que firmarán junto con el requirente.
2. Que la firma o impresión digital ha sido puesta en presencia del
notario autorizante, coetáneamente a la autenticación.

Nota: Se insertan en el texto legal requisitos fundamentales que han


de observarse en las certificaciones de firmas y que no siempre aparecen
claramente especificados en las leyes notariales vigentes, lo que ha posi-
bilitado la errónea creencia de que puede identificarse a los firmantes sólo
con documentos de identidad, cuando la ley no establece categóricamente
que ellos han de ser personas conocidas por el notario, formalidad que en
tales supuestos debía cumplirse por aplicación subsidiaria de los artículos
1001 y 1002 del Código Civil.
Asimismo, queda ahora explícitamente determinado que la certificación
de firma debe practicarse con observancia del principio de coetaneidad
que es esencial en la autenticación notarial, particularmente en la certifi-
cación de firmas, para que la garantía de la intervención notarial en este
tipo de actuaciones no sufra deméritos.

Art. 69. I. Se denegará la autenticación de impresiones digitales


o de firmas a ruego en documentos privados que deben llevar las
firmas de las partes conforme a lo establecido por el artículo 1012
del Código Civil.
II. En ningún caso se autenticarán firmas o impresiones digitales
puestas en documentos con espacios en blanco, salvo que éstos co-
rrespondieran a datos no esenciales.
III. El notario se excusará de actuar si el documento contuviera
cláusulas contrarias a las leyes, a la moral o a las buenas costum-
bres o si versare sobre negocios o actos jurídicos que requieran
para su validez documento notarial u otra clase de instrumento
público, y estuviere redactado atribuyéndole los mismos efectos y
eficacia. En el supuesto de hallarse redactado en lengua extranjera
que el notario no conozca, podrá exigir su previa traducción, de lo
que se dejará constancia en el certificado.
288 derecho notarial

Nota: El apartado I de este artículo tiene por objeto evitar que la actua-
ción del escribano sea totalmente pasiva y certifique una realidad que le
está permitido autenticar, como es que se estampe en su presencia impre-
siones digitales, y de tal modo el documento privado circule con la falsa
imagen de que es válido, por la certificación notarial, cuando en rigor
contraría lo dispuesto en el artículo 1012 del Código Civil.
A su vez, el apartado II procura afianzar la garantía que importa la in-
tervención del notario, prohibiendo la certificación de firmas puestas en
documentos que presenten las anomalías señaladas, ya que en esas con-
diciones el documento puede servir, después, para maniobras de distinto
género, que deben necesariamente impedirse cuando el notario ha podido
aportar el consejo y la seguridad propios de su función.
Los fundamentos del apartado III se han expresado en la nota al artículo 54.

Certificados de Existencia de Personas


Art. 70. I. En los certificados de existencia de personas se hará
constar su presencia en el acto de expedirse y que éstas son de co-
nocimiento personal del notario.
II. Cuando la identidad se acredite con dos testigos deberá exten-
derse acta protocolar y en ella se insertarán los nombres y residen-
cia de éstos, quienes firmarán junto con el propio.

Nota: Con respecto al texto del apartado I cabe señalar que en los certi-
ficados de existencia de personas se puede adoptar el régimen seguido por
la norma proyectada como también certificar que se ha visto a la persona
interesada en determinado momento y lugar. Ha parecido más convenien-
te el primer criterio, por la garantía que entraña. También se ha reputa-
do indispensable que se trate de personas conocidas por el notario, pues,
como expresa Giménez Arnau, es el único medio de que con veracidad
pueda afirmarse, de ciencia propia, que está viva la persona de que se tra-
ta (Giménez Arnau, Enrique, Instituciones de Derecho Notarial, Madrid,
1954, T. II, p. 265). Dicha circunstancia debe tener reflejo documental. Es
obvio que si el notario no conoce a la persona cuya existencia certifica,
ésta deberá acreditar su identidad con dos testigos de conocimiento.
En el apartado II se exige la redacción de acta en consonancia con lo
explicado en la nota al artículo 62, segundo párrafo, acerca de la distinción
Segunda parte: Fuentes legales 289

entre certificado y acta. Ello así, porque en el documento de certificación,


en tales condiciones, por lo menos deben comparecer los testigos de co-
nocimiento y declarar, bajo su responsabilidad, que conocen al interesado.

Certificados de Fotografías y Reproducciones


Art. 71. Cuando se trate de certificados extendidos al pie o al dorso
de fotografías y reproducciones en que el notario asevere que co-
rresponden a personas o documentos, cosas y dibujos identificados
por él, deberá expresar las circunstancias de identidad, materiali-
dad, características y lugar tendientes a determinar con precisión
la correspondencia de la fotografía o reproducción con la realidad.

Nota: Este artículo recoge calificada opinión doctrinaria existente al


respecto y su propio enunciado justifica la necesidad de adoptar los recau-
dos que se especifican.

Personas con Domicilio fuera del Distrito


Art. 72. Los certificados podrán extenderse con respecto a las cons-
tancias de libros y documentos de personas colectivas e individuales
que tengan su domicilio fuera del distrito del notario siempre que
la exhibición se efectúe en la notaria o en los lugares donde pueda
constituirse en el ejercicio de sus funciones o con respecto a hechos
que el notario pueda percibir desde su distrito manteniéndose den-
tro de su competencia territorial.

Nota: Antecedentes legislativos: La disposición que contiene este ar-


tículo reconoce como antecedentes legislativos el artículo 48 del Regla-
mento Notarial de la provincia de Buenos Aires. Tiene por objeto eliminar
toda duda sobre la licitud de la actuación del notario en los casos previs-
tos, toda vez que actúa dentro del distrito asignado para ejercer sus funcio-
nes (art. 980 del Código Civil) y se cumple el principio de que, siendo así,
puede intervenir en los asuntos que le incumplen cualquiera sea el domici-
lio de las partes, el lugar del cumplimiento de las obligaciones y ubicación
de los bienes objeto del acto, con la única excepción contemplada por el
artículo 3345 del Código Civil.
290 derecho notarial

Otros Certificados
Art. 73. Podrán documentarse, en forma de certificado:
1. Las constancias sobre recepción de depósitos unilaterales de di-
nero, cosas, valores, papeles y documentos.
2. Los cargos en escritos que deban presentarse a las autoridades
judiciales y administrativas, con sujeción, además, a las disposicio-
nes que los admitan.
3. La existencia de documentos que contengan representaciones y
poderes.
4. La existencia de leyes, decretos o resoluciones.

Nota: Este artículo tiene una finalidad ejemplificativa y, desde luego, su


enumeración no es taxativa.

CAPÍTULO IV
TRASLADOS

Art. 74. El notario autorizará copias, testimonios y copias simples.

Nota: La palabra traslado tiene una acepción multívoca, pero aquí ha


sido tomada en sentido genérico y comprende, por lo tanto, las distintas
especies de comunicación o conocimiento escrito del documento notarial.
Etimológicamente significa transferir o llevar a otro lado su contenido, y
como se reglamenta en los distintos artículos que componen este capítu-
lo, comprende las copias, testimonios y copias simples, que son especies
distintas de la reproducción y comunicación del documento notarial, sean
escrituras o actas.

Copias
Art. 75. Constituyen copias las reproducciones literales, completas
o parciales, de la matriz. Podrían comprender, también, los docu-
mentos agregados y actas complementarias.

Nota: Este artículo se corresponde con la terminología que emplea el


Código Civil para designar las reproducciones literales de la matriz, que
Segunda parte: Fuentes legales 291

ha venido siendo distorsionada por la errónea tendencia de calificar a estos


documentos reproducidos como testimonios, que son cosas distintas.
Se introduce la novedad de que esa reproducción pueda ser completa o
parcial y de que comprenda los documentos agregados y actas comple-
mentarias.
El principal antecedente de la copia parcial es el artículo 237 del Regla-
mento Notarial español, que ilustra a la vez sobre su campo de aplicación
(particiones de bienes, permutas, división de comunidad y otros análo-
gos), en los cuales se insertarán todo el contenido del documento con ex-
cepción de la parte o partes del mismo que hagan relación a la descripción
de los bienes adjudicados o adquiridos por otros interesados. Además, se
omitirá, cuando no interese al peticionario, en las copias extendidas para
el legatario a la persona a cuyo favor haya alguna disposición, no siendo
albacea o contador; y en los testamentos mancomunados cuando sea dis-
posición especial del otorgante que sobreviva.
Con respecto a los documentos agregados y actas complementarias pue-
de presentarse como ejemplo importante, los acreditativos de representa-
ción, que por la modificación introducida al artículo 1003 del Código Civil
mediante la Ley 15.875 y lo dispuesto en el artículo 25 del presente, no se
transcribe total ni parcialmente y deben anexarse al protocolo en original
o copia autenticada, salvo que hubiere sido otorgado, transcripto o incor-
porado en el mismo registro. En determinados supuestos puede resultar
conveniente que el tenor de esos documentos se traslade a las copias. Este
procedimiento está previsto en el art. 166 del Reglamento español para los
casos en que el documento figurase ya en protocolo legalmente a cargo del
notario autorizante, pues bastará con que éste haga la oportuna referencia
en aquélla para luego practicar la inserción en las copias.

Art. 76. Es primera copia la que, con los requisitos determina-


dos en esta ley, expide el notario por primera vez a cada uno de
los interesados.

Nota: Las copias se dividen en primeras y segundas o ulteriores, pero en


nuestra práctica profesional se han producido confusiones o dudas sobre
las copias que revisten la calidad de primeras, principalmente debido a
una resolución de las Cámaras Civiles de la Capital Federal, que, actuando
292 derecho notarial

como Órgano de Superintendencia, establecieron con fecha 11/10/1929


que los escribanos debían numerar correlativamente de uno en adelante
las copias que expidan de una misma escritura.
Con sujeción a los cánones que rigen en la materia, prescribe este artícu-
lo que es primera copia la que se expide por primera vez a cada uno de los
interesados. Así, en el caso más común de una compraventa inmobiliaria
con hipoteca a tercero, será primera copia la que se entrega por vez prime-
ra al comprador y el mismo carácter tiene la que se entregue al acreedor
hipotecario. Luego serán segundas copias respecto de cada una de las par-
tes, las que deban entregarse a requerimiento de ellas o por orden judicial,
según el caso, y para nada se tiene en cuenta la cantidad total de copias
expedidas del documento; la numeración o calidad toma en consideración
únicamente las expedidas respecto de cada una de ellos.

Testimonios
Art. 77. I. El notario puede expedir testimonios por exhibición o en
relación.
II. Es testimonio por exhibición el documento que reproduce en for-
ma literal, total o parcialmente, otro documento no matriz, público
o privado, exhibido al notario con ese objeto, del cual acreditara su
existencia, naturaleza y contenido, sin subrogarlo en su eficiencia
y efectos.
III. Es testimonio en relación o extracto, el documento en que el
notario reproduce con distintas palabras o resume con criterio se-
lectivo, el contenido de escrituras matrices y de documentos agre-
gados al protocolo o bien afirma o niega determinados extremos que
surgen de esos elementos documentales o de otros que se hallan en
su poder o custodia.

Nota: Mediante este artículo se erradica el mal empleo que se ha venido


haciendo en los textos legislativos y por los autores de la voz “testimonio”
y se la utiliza con su verdadera y técnica significación.
El uso de la palabra testimonio obedece a las siguientes causas, entre otras:
a) Como simplificación de la expresión “copia testimoniada” que se uti-
lizó en determinado momento en lugar de “copia autorizada” que emplea
Segunda parte: Fuentes legales 293

el artículo 1006 del Código Civil. Ello así, porque “testimonio” significa
la atestación del notario sobre la fidelidad del documento matriz.
b) Por el distingo que en el antiguo derecho español se hacía entre la
llamada primera copia, o copia original o primordial y también escritura
original (que no se identifica por la matriz) que era extraída directamente
del protocolo por el escribano autorizante, y las copias o traslados, que se
obtenían de esas copias a los que se llamó “testimonios por concuerda”.
Estos testimonios hacían el oficio de las actuales copias y su uso era muy
frecuente, pues, como perdida la carta original, antes de la creación del
protocolo, no quedaba matriz de donde librar copias, los interesados se
proveían de traslados literales o testimonios, a los que se solía dar la mis-
ma fuerza que a la carta primitiva.
Los autores y textos legales que proporcionan el concepto de testimonio
deben acudir al pleonasmo que importa definir el testimonio como co-
pia literal del documento matriz. Debe advertirse asimismo que nunca se
menciona al “testimonio simple”, sino la “copia simple”, circunstancia in-
dicativa de que la reproducción de la escritura matriz tiene lugar mediante
la “copia autorizada” o la “copia simple”. En rigor, la palabra testimonio
sirve para designar la copia de copia, amén de otros documentos notariales
en los que se asevera o se da fe de ciertos hechos que en el artículo 62 del
presente se denominan “certificados” conforme a la tradición argentina.
Por lo tanto, la voz testimonio, aun referida a lo notarial, tiene una signifi-
cación amplia, en contraposición con el preciso y reducido de copia. Sólo
como una especie de testimonio se puede designar como tal a la copia de
un documento, en razón, como se ha dicho, de que lleva al final la atesta-
ción sobre su fidelidad y procedencia.
Tratándose de la escritura matriz, el término correcto para indicar su
reproducción es copia o copia autorizada (para distinguirla de la copia
simple), y la voz testimonio se ha impuesto por el desuso, sin efecto dero-
gatorio, de aquélla, como consecuencia de las diferentes acepciones que
tiene la palabra testimonio y del descuido que muestra la tarea doctrinaria
y legislativa.
El término “testimonio” que por excepción figura en la última parte del
artículo 1003 del Código Civil corresponde al agregado que se hizo a di-
cho artículo por la Ley 11.846 que reglamenta el procedimiento a seguir
en la protocolización de documentos exigida por la ley; es procedente,
294 derecho notarial

porque el documento reproducido que expide el notario está constituido,


primordialmente, por la copia o transcripción del documento protocoli-
zado o anexado, es decir, copia de copia, y esto se designa técnicamente
como testimonio. El Reglamento Notarial español en los artículos 251 y
siguientes, ofrece una serie de normas en las cuales se contemplan de ma-
nera ajustada las diversas clases de testimonios notariales que existen, así
como su contenido y fines. Como ya se ha dicho, se excluyen los que en
nuestro medio se caracterizan como “certificados notariales”, pero en este
artículo se especifica el concepto de los testimonios por exhibición y en
relación. En cuanto a los primeros, también puede citarse el antecedente
del artículo 194 del Reglamento Notarial uruguayo.

Requisitos
Art. 78. En estos documentos podrá emplearse cualquier medio de
reproducción que asegure su permanencia indeleble en el tiempo
conforme a las reglamentaciones locales.
Estas determinarán los requisitos que deben contener el papel o
elemento material que pueda usarse para los traslados con el fin de
asegurar su autenticidad.

Nota: Se completa la reglamentación de los traslados proveyendo una


norma general sobre los procedimientos gráficos a emplearse y remitiendo
a las reglamentaciones locales los requisitos particulares.

Art. 79. Las copias llevarán, al final, cláusulas que identifique el


documento protocolado, asevere la fidelidad de la reproducción con
respecto al original, indique si se trata de primera o ulterior, a quién
se da y exprese el lugar y fecha de su expedición.

Nota: La refrendata o cláusula final de suscripción a que se refiere este


artículo, llamada ordinariamente concuerda, configura un requisito no
consagrado por el Código Civil pero que, atendiendo a su necesidad se
incorporó al artículo 220 de la Ley 1893 de la Capital Federal y a las leyes
de organización de los poderes judiciales sancionadas en las provincias y
fueron llevados después a la mayor parte de las leyes notariales. Figura
asimismo en los ordenamientos notariales extranjeros.
Segunda parte: Fuentes legales 295

Art. 80. En los testimonios la cláusula tendrá las referencias necesa-


rias para individualizar el documento del cual procede; si éste ha sido
exhibido o el lugar en que se encuentre; si se trata de transcripción fiel
o relato; la persona que lo solicitó, y el lugar y fecha de expedición.

Nota: Con respecto a los testimonios del artículo 77 se prevé aquí no sólo lo
relativo a la cláusula o atestación final o concuerda, sino además a las enun-
ciaciones que deben consignarse en consonancia con lo preceptuado en el
artículo 62, apartado III, y se incluyen en razón de que no están previstos
estrictamente en las normas anteriores que deban observarse tales requisitos.

Art. 81. En los documentos que consten de más de una hoja, todas
deberán numerarse. Las que procedan a la última llevarán media
firma y sello del notario, y en la cláusula final, se hará constar la
cantidad y características.

Nota: No necesita comentario alguno porque el texto del artículo es


suficientemente expresivo.

Art. 82. Las copias y los testimonios por exhibición podrán ser
fragmentarios, siempre que la parte no transcripta no altere o mo-
difique el sentido de la reproducción, de lo que se dejará constancia.

Nota: Constituye un complemento necesario a la posibilidad de que las


copias y los testimonios por exhibición pueden ser parciales o fragmen-
tarios en la reproducción del documento matriz o de otra clase, según el
caso. Así lo dispone de modo análogo la parte final del artículo 237 del
Reglamento español.

Copias Simples
Art. 83. En los casos previstos por las leyes y además por orden
judicial, los notarios deberán expedir copias simples de los docu-
mentos matrices y sus agregados. Podrán asimismo expedirlas para
usos registrales, administrativos o a requerimiento de quien acredi-
te interés legítimo.
296 derecho notarial

Nota: Las copias simples son una realidad de permanente presencia en


la práctica notarial argentina y están previstas en algunas leyes locales
sobre organización de la profesión.
Tanto en doctrina como en los textos legales han recibido diferente con-
ceptuación y en algunas leyes, incluso, se establece el valor probatorio de
ellas. Se hace necesario, en consecuencia, dedicar algunas previsiones a
esta híbrida categoría de documentos, cuyas notas es difícil encerrar en
una fórmula general. Deberá acudirse a la definición negativa, es decir,
establecer su diferencia con la copia o copia autorizada y señalar la antí-
tesis de lo determinado para ésta. Optamos por especificar los requisitos
del artículo 84 y enunciar en el presente los casos y fines de expedición.

Art. 84. Son aplicables a la expedición de las copias simples los


artículos 78, 79 y 81 con las siguientes salvedades:
I. No llevarán la mención relativa a la calidad de primera o ulterior.
II. Las reglamentaciones locales determinarán los procedimientos
gráficos a emplear.
III. En el anverso de todas las hojas llevarán, con caracteres bien
visibles, la leyenda “copia simple”.
IV. A continuación de la cláusula final, antes de la firma del notario,
se estampará la leyenda a que se refiere el inciso anterior y se ex-
presará el objeto y destino de la expedición.

Nota: Como se ha dicho en la nota al artículo anterior, se incluyen en el


presente, en forma positiva y negativa, los caracteres o requisitos princi-
pales que distinguen a las copias simples.

Efectos
Art. 85. Las copias hacen plena fe como la matriz. En caso de im-
pugnación por falsedad podrá usarse en la acción la prueba de co-
tejo con el original.
Si resultara alguna variación, prevalecerá el contenido de la matriz.

Nota: Concuerda con los artículos 1009 y 1010 del Código Civil, sus
antecedentes y la copiosa interpretación doctrinaria existente.
Segunda parte: Fuentes legales 297

Art. 86. Los testimonios y las copias simples acreditarán la existen-


cia y contenido del documento al cual se referirán sin subrogarlo en
su eficacia y efectos; no reemplazarán tampoco a las copias ni ten-
drán sus efectos y valdrán, exclusivamente, para el objeto y destino
para el cual se expidieron.

Nota: Se cubre la necesidad de establecer una norma con carácter de ley


de fondo, relativo al valor probatorio de los documentos que se mencionan
en el artículo. Se unifica así el mosaico legislativo que existe al respecto y
a que se ha hecho parcial referencia en la nota al artículo 83.
Es oportuno significar que la creación jurisprudencial de los Tribunales
de la Capital Federal, por la que se han admitido copias simples como
títulos aptos para iniciar juicios ejecutivos, distorsiona el régimen legal
imperante en materia de copias o copias autorizadas a las que no se pue-
den equiparar las copias simples. El articulado de la presente trata de re-
glamentar en forma prolija toda la problemática de la copia simple y uno
de los preceptos indispensables es el contenido en este artículo.

Art. 87. I. Los demás documentos que ostenten la apariencia gráfi-


ca de las copias y que estén suscriptos por notarios, pero que no se
ajusten a lo prescripto en este capítulo ni en el anterior, carecerán
de todo valor en el tráfico jurídico.
II. Podrán tener, sin embargo, carácter meramente informativo o de
referencia, si se cumple lo prescripto en el artículo 84 estampando
una leyenda que diga “copia informativa”.

Nota: Por vía indirecta se descalifican, en este artículo, los documentos


a los que no puede atribuirse validez y se recoge uno de los alcances que
doctrinariamente se han asignado a las copias simples, pero con el requi-
sito de la leyenda indicativa de esa condición.

Subsanación de Errores
Art. 88. El notario salvará las correcciones en la forma que estable-
ce el art. 15 de esta ley.
298 derecho notarial

Nota: Constituye aplicación para los documentos reproducidos de los


requisitos preceptuados para las matrices en el artículo 15 del presente.

Art. 89. I. Una vez autorizado el documento, si hubiera alguna dis-


cordancia con el original o el de su referencia, se subsanará mediante
certificación puesta por el notario, a continuación de su firma con una
llamada de advertencia marginal en la página en que exista el error.
II. Los documentos posteriores a los que se hubiera trasladado el
error deberán subsanarse por el procedimiento que corresponda a
su clase.

Nota: La práctica profesional ha demostrado que es necesario proveer


normas para los casos previstos en el artículo, por cuanto no se acierta, en
ocasiones, con el procedimiento idóneo que debe seguirse. Desde luego,
el sistema rige para las distintas clases de traslados y tiene alguna seme-
janza con el de la apostilla y remisiones previstos en el artículo 15 de la
ley notarial francesa (texto según la ley del 21 de febrero de 1926).

Derechos de las Partes y del Notario


Art. 90. I. El notario debe dar a los interesados que lo pidieren,
aunque integren una misma parte, copias y testimonios de los do-
cumentos originales que hubiese autorizado y de los documentos
anexos.
II. Las partes y sus sucesores tendrán derecho a requerir ulteriores
copias.
III. Cuando se trate de escrituras que versen sobre inmuebles o bie-
nes inscribibles, el notario para librarlas, deberá requerir informe
del registro respectivo, hacer constar en la cláusula de suscripción
el cumplimiento de ese requisito mencionando fecha y número de
ella y comunicar la expedición de la nueva copia al registro ins-
criptor.
IV. Cuando se trate de documentos que contengan mandatos será
necesario el requerimiento por el mandante.

Nota: Antecedente legislativo artículo 1006 del Código Civil y su fuen-


te. Además, las exposiciones doctrinarias e interpretaciones judiciales.
Segunda parte: Fuentes legales 299

Algunos autores han entendido que el derecho que otorga a las partes el
artículo 1006 del Código Civil importa que el notario sólo puede expedir
primera copia para todos (no cada uno en particular) los sujetos que in-
tegran la parte negocial (por ej., a la parte compradora y no a cada com-
prador cuando son dos o más) y esto ha originado frecuentes discusiones.
En el apartado I se pone término a estas encontradas opiniones al dispo-
ner que cada interesado tiene derecho a la expedición de copia y, por con-
siguiente, cuando la parte está formada por dos o más personas o sujetos,
cada uno de ellos puede solicitar copia.
El apartado II confiere asimismo el derecho de requerir ulteriores copias
que se condiciona únicamente en el apartado III. En efecto, no sólo se
vuelca en este apartado una disposición contenida en los Códigos Proce-
sales, y con anterioridad, por la literatura jurídica, sino que se recogen sus
postulaciones. De tal modo, ya no rige la obligación de exigir autorización
judicial en ningún caso y carece de importancia que en las escrituras haya
obligaciones de dar o de hacer.
Como lo ha sostenido Borda (Derecho Civil. Parte general, Editorial
Perrot, Buenos Aires, 1953, T. II, p. 193, N.º 1038); Negri (Ley Orgánica
del Notariado, Imprenta Mercatalli, Buenos Aires, 1933, p. 127) y Carmi-
nio Castagno, José Carlos (“Algo más sobre segundas o ulteriores copias”,
en Revista del Notariado, 1971, p. 455), es una situación muy particular lo
relativo a la segunda copia del título de propiedad; en tal supuesto parece
muy útil la intervención judicial o un pedido de informes al Registro de la
Propiedad para verificar si el bien continúa a nombre del solicitante, pues
ciertas operaciones como la compraventa mediante boletos, se hacen ante
la simple exhibición del título.
Un título de propiedad, subraya Negri, que en puridad de derecho no
implica obligación de dar o hacer, puede constituir un peligro, porque las
transacciones sobre inmuebles se hacen generalmente sobre la base de un
boleto privado, contra entrega de una seña, que se da por la simple exhibi-
ción de la escritura. La práctica ha demostrado hasta la evidencia, agrega,
que las segundas copias de escrituras en que se sancionan derechos perso-
nales pueden darse sin ningún género de precauciones.
En el apartado IV se resuelve una situación conflictiva originada en el pedi-
do de la copia por el mandatario a pesar de que podría estar revocado el man-
dato sin constar este hecho en nota marginal consignada en la escritura matriz.
300 derecho notarial

Art. 91. El notario autorizante, su adscripto, suplente o interino en


el registro o el titular del Archivo, en su caso, pueden expedir las
copias mencionadas mientras el protocolo se halle bajo su guarda.
Igual derecho tendrá su sucesor en el registro.

Nota: Se determina quién es el notario competente para expedir la co-


pia, a tono con lo sostenido por calificada doctrina y cubriendo la laguna
que existe en la legislación vigente.

Art. 92. Los testimonios, sea por exhibición o en relación, pueden


ser expedidos por otro notario aun cuando los protocolos o docu-
mentos se encuentren archivados o agregados a actuaciones judi-
ciales o administrativas.

Nota: En atención al carácter y objeto de los testimonios, explicados en


la nota al artículo 77, nada obsta para el procedimiento instituido en este
artículo y, por lo contrario, es conveniente incluir esas previsiones.

Reconstitución
Art. 93. I. Comprobada la destrucción, deterioro, pérdida o sustrac-
ción total o parcial de un protocolo, podrá solicitarse judicialmente
la protocolización de la copia que sirva de matriz, siempre que:
1. No sea nula o anulable de acuerdo con lo prescripto en el artículo 96.
2. Se ordene con citación de las partes interesadas o de sus suceso-
res a título universal o singular.
II. En caso de desaparición de documento notarial, su matriz y co-
pias, podrá recurrirse a la prueba supletoria que emane de constan-
cias registrales, publicaciones oficiales, publicaciones del texto do-
cumental, transcripciones en instrumentos públicos y otros medios
supletorios que las reglamentaciones locales autoricen.

Nota: Fuente de este artículo es el 1011 del Código Civil y sus antecedentes.
El artículo 1011 sólo se refiere al caso de pérdida del libro del protocolo,
pero la doctrina ha esclarecido que las causas pueden ser pérdida, destruc-
Segunda parte: Fuentes legales 301

ción, deterioro y sustracción. El procedimiento queda condicionado a los


requisitos necesarios, contenidos en los incisos 1° y 2° del apartado I.
En el apartado II se suple un vacío del Código que ya habían cubierto
las leyes de Registro de la Propiedad parcialmente, al admitir como título
supletorio las inscripciones en el Registro, pero que en este artículo se
amplía con otras posibilidades aptas al mismo fin, respetándose el derecho
de los poderes locales para incluir otros.

CAPÍTULO V
EFECTOS

Art. 94. Además de los efectos que para el documento notarial ema-
nan de las leyes, sus efectos probatorios son los previstos en los
artículos 993, 994 y 995 del Código Civil. La plena fe del artículo
993 se extiende al lugar, a la fecha y a la afirmación de conocimien-
to emitida por el notario (art. 24) y no basta para suspenderla la
mera argución de la falsedad, siendo necesario para ello la perti-
nente resolución judicial. Iniciada la acción de falsedad sólo podrá
decretarse la suspensión provisional de los efectos probatorios del
documento, o la del cumplimiento del acto a que se refiere si apare-
cen indicios evidentes de la existencia de la falsedad y justificada la
necesidad de evitar graves perjuicios.

Nota: En su virtud, son de aplicación a los documentos notariales las


prescripciones de los artículos 993 a 995 del Código Civil.
Pero además, se dispone que la “plena fe” se extiende al lugar, a la fecha
y a la fe de conocimiento que el notario consigna.
Y cabe señalar que esta ampliación del ámbito en vigencia de la au-
tenticidad stricto sensu, consagrada ya por la doctrina y jurisprudencia,
responde a muy sólidos fundamentos.
En efecto, si bien se comprende que la determinación de una ciudad,
persona, día, mes y año no se produce a través del mecanismo “percepti-
vo”, ¿qué valor podría alcanzar la fijación auténtica de un mero “hecho”
sin el necesario correlato del de su autor y del lugar y fecha en que acaece?
Con otras palabras: poco vale el “que” sin el soporte del “quién”, “cuán-
do” y “dónde”.
302 derecho notarial

El artículo dispone expresamente que el efecto de la “plena fe” no se


suspende por la mera argución de la falsedad, sino en virtud de resolución
judicial. De tal forma, alcanza consagración normativa la tesis sustentada
por parte de la doctrina al interpretar la expresión “hasta que sea argüido
de falso, por acción civil o criminal”, contenida en el artículo 993 del
Código Civil.

Art. 95. La legalización de documentos notariales argentinos pro-


bará la firma y sello del notario y que éste se halla en ejercicio de
sus funciones a la fecha del documento.
Las reglamentaciones locales podrán ampliar los elementos que re-
sultarán probados por la legalización y que expresara el texto de ella.

Nota: Dos posturas se han sostenido en el notariado nacional, respecto


del alcance de la “legalización”.
a) Cotejo de firma y sello del autorizante y control de que, a la fecha del
instrumento, se halle en funciones.
b) Además, juzgamiento de la regularidad formal y sustancial del acto,
acorde a los elementos que provee el propio documento.
El anteproyecto, en esta materia, adopta una posición ecléctica, remi-
tiendo a las reglamentaciones locales la posibilidad de ampliaciones.

CAPÍTULO VI
INVALIDEZ

El vocablo “invalidez” se emplea en su más estricto significado téc-


nico-jurídico en tanto género comprensivo de toda la patología del acto:
inexistencia, nulidad ‒absoluta y relativa‒, anulabilidad, etcétera.

Art. 96. Sin perjuicio de los casos previstos en el título III, sección
II, libro II del Código Civil (artículos 979 a 996) que no hubieren
sido modificados o dejados sin efecto por las prescripciones de la
presente ley, los documentos notariales son además respectivamente
nulos o anulables en los siguientes casos:
I. El documento notarial es nulo cuando:
Segunda parte: Fuentes legales 303

1. Careciere de las firmas de los comparecientes o de quienes deban


firmar a ruego.
2. No hubiera sido autorizado por el notario.
3. Hubiere sido autorizado contraviniendo lo dispuesto en el artícu-
lo 3°, y el vicio fuere manifiesto.
4. No hubiera sido extendido en el protocolo y fuera exigible ese
requisito, o no se hallare en la página de aquel donde según el orden
cronológico debía ser hecho.
5. No tuviera ni pudiera inferirse la designación del tiempo y lugar
en que fue hecho, o careciera del nombre de los otorgantes o de los
sujetos negociales.
6. Hubiere sido autorizado contraviniendo lo dispuesto en el artícu-
lo 10, apartados I y II.
II. El documento notarial es anulable cuando:
1. Estuviere viciado de falsedad en todo o en parte. La mera inicia-
ción de la acción no provoca la nulidad, siendo necesario para ello
la pertinente resolución judicial.
2. Contuviere palabras escritas sobre raspado, enmiendas, testa-
duras, interlineados y otras correcciones en partes esenciales no
salvadas en la forma prescripta en el artículo 15 de esta ley.
3. Hubiere sido autorizado contraviniendo lo dispuesto en el artícu-
lo 39, si el vicio no fuere manifiesto.

Nota: Se prescribe la aplicación de las normas referidas a los “instru-


mentos públicos” (siempre que no se hallen modificadas por algún precep-
to del Anteproyecto; verbigracia: el artículo 985 del Código Civil, modi-
ficado por el 3° del Ant.).
Luego de esa puntualización inicial, se agrupan en los apartados “I” y
“II” los supuestos de nulidad y anulabilidad, respectivamente.
I. Casos de “nulidad”:
1. a) Falta de firmas de los comparecientes: Se mejora la redacción de
los artículos 988 y 1004 del Código Civil, en tanto prevén la misma hipó-
tesis al sustituir los vocablos “parte” o “partes” por la palabra “compare-
cientes”, de mayor rigor técnico.
b) Falta de firmas de los que deben hacerlo a ruego: Similar a lo previsto
en el artículo 1004 del Código Civil.
304 derecho notarial

2. Documento no autorizado por notario: No obstante que en tal caso


el documento carece de naturaleza “notarial” (y por ello ‒acorde al pen-
samiento del codificador expuesto en la nota al artículo 987‒, no se halla
previsto en el Código Civil) se la incluye, intentando previsiones normati-
vas integrales, que alejen las posibles dudas interpretativas.
Comprende:
a) Documento sin firma del notario.
b) Con firma del notario no en ejercicio (Código Civil, art. 983).
3. Documento autorizado contraviniendo lo dispuesto en el artículo 32:
Se trata de la hipótesis de “ilegitimación” ‒por otras denominadas de in-
competencia por razón de las “personas” ‒ del notario autorizante, de na-
turaleza similar (si bien con sustanciales modificaciones) a las contempla-
das en el artículo 985 del Código Civil, cuando el vicio fuera ostensible.
4. a) Documento no extendido en el protocolo: El supuesto debe enten-
derse sin perjuicio de las normas locales que autorizan la habilitación de
folios ya utilizados en calidad de papel de protocolo.
La hipótesis se presenta similar a la descripta en el artículo 998 del
Código Civil, pero en razón de referir esta norma específicamente a las
“escrituras públicas” ‒se impone una aclaración. Se trata de la nulidad
del documento en tanto “protocolar”, sin excluir su posible validez como
documento notarial extraprotocolar.
El hecho de la “exigibilidad” de la facción protocolar refiere al negocio
jurídico contenido, cuyo régimen en punto a la invalidez – juega indepen-
dientemente del instrumento que lo contiene (si bien pueden existir zonas
de coincidencia).
b) Inobservancia del orden cronológico: Este requisito no se reduce a
la sola fecha (día, mes y año), sino que comprende asimismo la sucesión
“horaria” (cuando la hora, minutos y segundos del acto constan en los do-
cumentos) y representa una garantía más de control del ejercicio correcto
de la potestad fedante (contenida en el art. 1005 del Código Civil).
5. a) Documento sin designación de lugar o tiempo: Similar al caso pre-
visto en el artículo 1004 del Código Civil. Pero es menester poner de re-
salto que la mera ausencia de designación no conlleva a la nulidad, puesto
que es necesario, además, que no puedan inferirse ambos datos, como
resulta de la vinculación de este supuesto al posterior con la cópula “ni”
que figura en el texto.
Segunda parte: Fuentes legales 305

En lo que hace al fundamento de la norma, la fecha (día, mes y año, ya


que esas son las indicaciones de “tiempo” exigibles, y no las “horarias”)
se relaciona estrechamente con el requisito del “orden cronológico” para
los documentos protocolares y con la general necesidad de fijar temporal-
mente los hechos jurídicamente trascendentes; y el lugar, con la compe-
tencia notarial en razón del territorio.
b) Casos en que no puede inferirse la designación o tiempo: Como ya se
ha explicado, sólo en estos supuestos se da la sanción de nulidad. Como
ejemplos de “lugar inferido”: Ciudad capital del Departamento “X” de
esta provincia; y de “fecha inferida2 - día del sesquicentenario de la Revo-
lución de Mayo. Además, existe asimismo “fecha inferible” por conexión
con otros instrumentos, cuando el documento protocolar anterior y el pos-
terior al que se trata son de igual fecha.
c) Documento que carece del nombre de los otorgantes o sujetos nego-
ciales. El vocablo “nombre” incluye ‒obviamente‒ el apellido, y lógico es
que su omisión provoque la nulidad del documento, toda vez que la iden-
tificación de los sujetos constituye uno de los soportes de la autenticidad
de los hechos a ellos referidos. La norma ‒similar en su sanción a la del
artículo 1004 del Código Civil‒ agrega la expresión “sujetos negociales”
a la de “otorgantes”, empleada por aquél, logrando una mayor amplitud y
tecnicismo.
6. Documento autorizado contraviniendo lo dispuesto en el artículo 10,
apartados I y II. Falta de presencia o firma del traductor o intérprete: La
norma refiere al supuesto contemplado en el artículo 10, párrafo 2°, del
Anteproyecto, en caso de desconocimiento del idioma nacional por parte
de alguno de los comparecientes. De ello se infiere la obligatoriedad de la
presencia y firma del traductor o intérprete no sólo respecto del acto y do-
cumento de traducción sino, asimismo, en lo que hace al acto y documen-
to notarial (notas en que el anteproyecto se aparta del art. 999 del Código
Civil, su norma paralela). Pero además ‒y esencialmente– la diferencia
fundamental estriba en la sanción de nulidad en supuestos no incluidos en
las previsiones de invalidez del Código (de acuerdo al artículo 1004, últi-
ma parte): inobservancia del idioma nacional, falta de minuta o traducción
‒en la forma prescripta‒ o de su agregación. Y ‒valga como aclaración,
siquiera superabundante ‒ la exigencia de la incorporación al protocolo de
tales documentos conlleva a descartar la facción extraprotocolar para todo
acto a otorgar por quien desconozca el idioma nacional.
306 derecho notarial

II. Casos de “anulabilidad”:


1. Falsedad: Supone la discordancia entre la declaración del notario y los
hechos objeto de la misma, ya sea por alteración, suposición u omisión.
El vicio ‒como la propia norma lo indica‒ puede afectar la totalidad de
tales hechos o sólo alguno (o algunos), dando origen a la nulidad total o
parcial del documento, respectivamente. La causal aparece similar a la con-
templada en el artículo 989 del Código Civil, pero con la fundamental di-
ferencia de que el Anteproyecto en forma congruente con lo prescripto por
el art. 94 ‒dispone que la “nulidad” no se produce por el mero hecho de la
iniciación de la acción civil o criminal, sino que es menester la pertinente
resolución judicial. Hasta tanto, consecuentemente, el documento notarial
hace “plena fe” (excepcionando ‒ reiteramos‒ el artículo 993 del Código
Civil, que hace cesar tal efecto por la mera “argución” de la falsedad).
2. Alteraciones en el texto, en partes esenciales, no salvadas: Similar al
caso previsto en el artículo 989 del Código Civil reiterando “enmiendas”
e “interlineados”, suprimiendo “borraduras” y “alteraciones”, e incluyen-
do “sobre raspados”, “testaduras” y otras “correcciones”). Aun cuando se
coincide en que tales alteraciones deben recaer en “partes esenciales”, se
suprime la enumeración ejemplificativa contenida en el Código (“fecha,
nombres, cantidades, cosas, etc.”), por lo que la valoración en tal sentido
deberá ser hecha por el juez, lo que justifica su encuadre como supuesto
de “anulabilidad”. El paralelismo entre ambos preceptos se mantiene en
punto al hecho de que la causal prevista se confirma sólo en caso de que
tales correcciones no se encuentren salvadas, remitiendo el Anteproyecto
al artículo 15 del mismo acerca de su forma.
3. Supuesto que aprehende hipótesis de similar naturaleza a las previstas
en el apartado I, inciso 3°, si bien circunscripto a los casos en que tales
anomalías hacen menester una investigación de hecho.

Art. 97. La inobservancia de otras formalidades, entre las que se


incluye la falta de firma o condiciones para ser testigo cuando estos
hubieran sido requeridos, no invalida el documento notarial, pero
el notario podrá ser sancionado por la autoridad de superintenden-
cia y soportará la responsabilidad específica que corresponda, de
acuerdo con lo dispuesto en las reglamentaciones locales.
Segunda parte: Fuentes legales 307

Nota: Inobservancia de otras formalidades: El artículo consagra un


principio similar al del artículo 1004 del Código Civil (2ª parte), en tanto
la invalidez del documento notarial sólo se produce en los casos expresa-
mente previstos. Pero procede señalar que de entre éstos el Anteproyecto
excluye en forma expresa los supuestos de falta de firma de los testigos
(previsto en el art. 1004 del Código Civil) o de las condiciones para serlo
(sancionado de nulidad por el Código, acorde a una interpretación a con-
trario del art. 991). En sustitución de la multa “que no pase de trescientos
pesos” (Código Civil. art. 1004), el Anteproyecto somete a los escribanos
a las sanciones y responsabilidades que se hallen previstas en las regla-
mentaciones locales, para el caso de inobservancia de las formalidades,
aun cuando no provoquen la invalidez del documento.

TÍTULO COMPLEMENTARIO
Art. 98. Las actuales reglamentaciones locales conservarán su vi-
gencia en todo cuanto no se oponga a las prescripciones de la pre-
sente ley.
Art. 99. Quedan subrogadas las normas del libro II, sección segun-
da, título IV (artículos 997 a 1011 del Código Civil) y derogada toda
disposición que se oponga a la presente, en cuanto resulte incom-
patible con ella.
Art. 100. La presente ley entrará en vigencia a los 6 meses de su
publicación.
Art. 101. Comuníquese al Poder Ejecutivo, etc.
Capítulo vii
DEL CÓDIGO CIVIL AL CÓDIGO UNIFICADO
(Comentarios a la forma jurídica en el
CCCN, a la luz de las fuentes teóricas)

1. El notariado y su deuda con el Código Civil. 2. Sección Tercera. For-


ma y prueba de los actos jurídicos. Una mirada preliminar. 1. Artículo
284. Libertad de formas. 2. Artículo 285. Forma impuesta. 3. Artículo
286. 4. Artículo 287. Instrumentos privados y particulares no firmados.
5. Artículo 288. Firma. 2. Sección 4ª. Instrumentos públicos. 1. Artículo
289. Enunciación. 2. Artículo 290. Requisitos del instrumento público. 3.
Artículo 291. Prohibiciones. 4. Artículo 292. Presupuestos. 5. Artículo
293. Competencia. 6. Artículo 294. Defectos de forma. 7. Artículo 295.
Testigos inhábiles. 8. Artículo 296. Eficacia probatoria. 9. Artículo 297.
Incolumidad formal. 11. Artículo 298. Contradocumento. 3. Sección 5ª.
Escritura pública y acta. 1. Artículo 299. Escritura pública. Definición.
2. Artículo 300. Protocolo. 3. Artículo 301. Requisitos. 4. Artículo 302.
Idioma. 5. Artículo 303. Abreviaturas y números. 6. Artículo 304. Otor-
gante con discapacidad auditiva. 7. Artículo 305. Contenido. 8. Artículo
306. Justificación de identidad. 9. Artículo 307. Documentos habilitantes.
10. Artículo 308. Copias o testimonios. 11. Artículo 309. Nulidad. 12. Ar-
tículo 310. Actas. 13. Artículo 311. Requisitos de las actas notariales. 14.
Artículo 312. Valor probatorio. 4. SECCIÓN 6ª. Instrumentos privados y
particulares. 1. Artículo 313. Firma de los instrumentos privados. 2. Artí-
culo 314. Reconocimiento de la firma. 3. Artículo 315. Documento firma-
310 derecho notarial

do en blanco. 4. Artículo 316. Enmiendas. 5. Artículo 317. Fecha cierta.


6. Artículo 318. Correspondencia. 7. Artículo 319. Valor probatorio.

1. EL NOTARIADO Y SU DEUDA CON EL CÓDIGO CIVIL


Es necesario en este tópico hacer algunas observaciones que suelen
pasar inadvertidas por el jurisperito no avezado en los estudios de la labor
notarial.
En primer lugar, es en el Código Civil en donde se visualiza con plena
claridad el fundamento normativo que ha dado y da existencia al notario
de registro. Vélez Sarsfield, en el Libro II, Sección II, Titulo II de los Ac-
tos Jurídicos, al diseñar la forma en que estos deben observar “al tiempo”
de su celebración, “resucitó” al notariado del letargo medieval. Al impo-
ner a los actos jurídicos más relevantes para el Estado, que el “(…) el acto
sea hecho por escribano público, o por un oficial público (…).”1, ponía
otra vez en escena a la vieja y siempre monopólica potestad “fedante”
o “autenticante” del Estado, remozada ahora de visos republicanos en el
juego del libre mercado de un capitalismo en ascenso. Es cierto también
que la introduce siguiendo los lineamientos del Código Civil Francés, en
una época en que nuestro país carecía de una movilidad económica en lo
que respecta al capital inmobiliario. Sin embargo, no habría de tardar mu-
cho tiempo en dinamizarse a través del mejoramiento de la organización
nacional, las “oleadas” inmigratorias y la democratización al acceso a la
propiedad privada.
Después de la Constitución Nacional, ‒que es el cuerpo legal organi-
zativo por excelencia‒, en un orden axiológico inmediato el Código Civil
es la gran Ley del Estado, que impone en lo jurídico, el “diseño” de la
organización social del individuo. En ese accionar de individuos libres,
sobre todo en tanto contratan, testan, se asocian, otorgan mandatos, cons-
tituyen derechos reales, etc., el legislador les impones para ello, agotar
instancias formales en las que el Estado debe estar involucrado o presente.
Se aprecia entonces que no debemos buscar en la Constitución Nacio-
nal la creación del notario público, pues no todas las funciones públicas
tienen su fuente allí. Algunas pueden tenerla en otras leyes, una de las

1 Confr. art. 973 del Código Civil.


Segunda parte: Fuentes legales 311

cuales fue la Ley 340 que promulgó el Código Civil. Desde el momento
que el Código Civil estableció la necesidad de este nuevo funcionario pú-
blico, año a año, las provincias fueron creando cargos, fueron otorgando
registros, a veces en base a la idoneidad y buen nombre, otras como un
desprendimiento de los secretarios de los tribunales a los que se le daba la
opción de acceder a un registro por parte del Estado.
“A golpes de sol y de agua”, el notariado argentino iba encontrando
su lugar fuera de la estructura burocrática del Estado, quizás porque los
nombramientos se hacían a ilustrados que, porque sabían leer y escribir y
tenían alguna pericia en el derecho, se les concedía un registro para que
actuaran en sus propios hogares, lo cual terminó convirtiéndose en una
razón práctica: la ventaja que significaba que el notario autorizante como
operador formal, estuviera en el centro del tráfico jurídico y no dentro de
lento trajinar de las burocracias estatales.
Con el tiempo, el notario se convertiría en un funcionario atípico, un
jurisperito que ejerciendo una función pública, mantendría su condición
de funcionario no empleado, reclamando e imponiendo un número clauso
que garantizase su autosuficiencia económica, creando Colegios a los que
el Estado les delegaría mediante Leyes Orgánicas, el control del régimen
de acceso, la matriculación, la organización de la función detallando los
pormenores de su ejercicio, estableciendo reglamentos para su actuación,
ejerciendo el control de sus agentes, la vigilancia de los registros y sus
protocolos, y mediante un tribunal administrativo especial, el juzgamiento
de los escribanos de registro.2
Pero Vélez miraba a la escritura pública como una de las posibles for-
mas de los actos jurídicos al decir en el artículo 979: “Son instrumentos
públicos respecto de los actos jurídicos: 1º Las escrituras públicas hechas
por escribanos públicos en sus libros de protocolo, o por otro funcionario
con las mismas atribuciones, y las copias de esos libros sacadas en la for-
ma que prescribe la ley;”. Sin embargo, en el inciso 2º del mismo artículo,
Vélez dejaba abierta la puerta para que el notario realizara mucho más que
actos jurídicos negociales. Al decir que también son instrumentos públi-
cos: “2º Cualquier otro instrumento que extendieren los escribanos o fun-
2 Todo esto será objeto de análisis en el capítulo que sigue, en el que nos avocamos
al estudio comentado de la Ley orgánica de Misiones.
312 derecho notarial

cionarios públicos en las formas que las leyes hubieren determinado;”3


las provincias, ‒que son las que organizan sus funciones y establecen las
competencias material de sus funcionarios‒, permitieron a través de las
Leyes Orgánicas, que los notarios pudieran: a) en lo protocolar: hacer
“actas” de distinto tipo, y b) en lo extraprotocolar: certificados o certifica-
ciones de firmas, fotocopias, etcétera.
Si se medita desde esta amplitud el Anteproyecto de Ley de documen-
tos notariales, se comprenderá que fue el gran intento por poner “todo”
dentro del Código Civil: las escrituras negociales, las actas y los certi-
ficados. Si bien no se logró el cometido, sin lugar a dudas ha sido una
herramienta arquetípica, que influenció a casi todas las leyes orgánicas
del país y al nuevo CCCN, al introducir en él la regulación de las actas
notariales.4
Hoy ya no está el Código Civil, hoy nos encontramos en manos de la
letra que nos imprime un nuevo código. El CCCN, en el Libro Primero,
Parte General, al llegar al Título IV se ocupa de los Hechos y actos jurídi-
cos. En el Capítulo 5 se avoca a los Actos jurídicos y en la Sección 3ª a la
Forma y prueba del acto jurídico, en la Sección 4ª a los Instrumentos Pú-
blicos, en la Sección 5ª a las Escrituras y actas, y finalmente en la Sección
6ª a los Instrumentos privados y particulares.
Pues bien, en este capítulo habremos de ocuparnos de las Sección 3ª a
la 6ª. Como se verá, el análisis se asemeja al desarrollo que presentan los
códigos comentados, pero nos apartamos de ellos en el hecho que pone-

3 Esta remisión que Vélez hace, diciendo: “(…) en las formas que las leyes hubieren
determinado”, refiere a las leyes provinciales, pues estaba muy claro para el legislador
del Código Civil, que era una competencia no delegada a la Nación organizar la función
pública notarial. En nuestro sistema federal, es una competencia exclusiva y excluyente
de las provincias organizar sus funciones y designar a sus funcionarios. En todo caso, lo
que hizo el derecho de fondo fue determinar la forma escrituraria, los requisitos mínimos
que debían tener esos instrumentos públicos, y delegar a las provincias la organización
del órgano notarial, los requisitos de acceso, de idoneidad, la competencia territorial, y
en lo que respecta a la competencia material: determinar que otros actos ‒amén de los
negociales‒, los notarios de registro pueden ejecutar.
4 Si no las hubiese regulado, nada habría cambiado tampoco, debido a que el nuevo
CCCN, en el artículo 289, inciso a. y b., reitera con más economía de palabras, el artículo
979 incisos 1º y 2º de Vélez.
Segunda parte: Fuentes legales 313

mos a prueba, o bien tomamos como hipótesis de trabajo, las herramientas


teóricas desarrolladas en la primera parte avocada a las fuentes teóricas.
Una observación final. Es muy probable que reiteremos reflexiones
hechas en otras partes de esta obra, pero razones de rigor y oportunidad
nos obligarán a redundar en ellas.

2. SECCIÓN TERCERA. FORMA Y PRUEBA DE LOS ACTOS


JURÍDICOS. UNA MIRADA PRELIMINAR
El concepto de “forma jurídica”, tiene su fuente en el lenguaje natural,
como la mayoría de los conceptos jurídicos. Si se piensa en la forma y el
significado que presenta en la realidad fáctica, poco nos aporta a nues-
tro universo de sentido.5 Hablar de “forma jurídica”, es como hablar de
“color jurídico” o de “olor jurídico”, lo que podría resultarnos un dislate.
Forma podrá tener el papel en que asentamos nuestros escritos, forma
puede tener el diseño de la letra utilizada, pero la forma en el derecho es
algo sin dudas diferente.
La noción fenoménica que presenta el pensamiento jurídico, pone a
la forma como un mecanismo de individuación de hechos, hasta el punto
tal de confundirlos con ellos. Nosotros consideramos a la forma, como
“diseños” que establece el legislador, en los cuales se deben “vaciar” las
intenciones. En esos “diseños” se vuelcan “datos” (información) de he-
chos pertinentes de la realidad concreta.
Todo legislador sabe, o al menos intuye, que las leyes que gobiernan
la realidad social son la mutabilidad y el cambio. Ante tal situación, es
menester crear mecanismos que tengan por función “fijar” o “paralizar”
de algún modo esa fugacidad. El mecanismo o artefacto consiste en pres-
cribir “solemnidades” para las conductas, su función es precisamente “dar
forma” (constituir) el acto jurídico y, además, probarlo.
La forma jurídica, en materia de actos y negocios –que es la que más
nos interesa‒ puede ser entendida entonces, como el “diseño” que el orden

5 Sobre las ambigüedades que presenta la noción de forma, puede consultarse a


FERRATER MORA José. Diccionario Filosófico. T. 2º. Madrid, Alianza Editorial. 1979,
p. 1269 a 1274. En ella es estudiada: 1. En sentido filosófico general y particularmente
metafísico; 2. En sentido lógico; 3 En sentido epistemológico: 4. En sentido metodológico
y, 5. En sentido estético.
314 derecho notarial

normativo impone, para “vaciar” las intenciones y comportamientos, vol-


cados por escrito mediante datos pertinentes, constituyendo de ese modo
el “objeto” jurídico pretendido (v.gr: la venta, la donación, el matrimonio,
el testamento, la locación, el acta de notificación, de comprobación, etc.).
Vélez Sarsfield siguiendo a Mackeldey y Ortolan, parece haber enten-
dido muy bien este fundamento pragmático de la “forma” en el Derecho.
En el derogado artículo 973 definía: “La forma es el conjunto de las pres-
cripciones de la ley, respecto de las solemnidades que deben observarse al
tiempo de la formación del acto jurídico; tales son: la escritura del acto, la
presencia de testigos, que el acto sea hecho por escribano público, o por
un oficial público, o con el concurso del juez del lugar”,
La nota por cierto no deja de ser menos enriquecedora: “973. MAC-
KELDEY, §165. ORTOLAN dice: “El número y calidad de las personas
auxiliares que deben concurrir al acto jurídico (como en algunos casos el
defensor de menores), el tiempo y lugar en que debe verificarse, los escritos
u otros medios a propósito para conservar la memoria. Todos estos elemen-
tos se hallan comprendidos en la idea de la forma. Entre los actos jurídicos,
unos tienen una forma rigurosamente establecida, de la que toman su vali-
dez, y fuera de la cual no existen. Las prescripciones de la ley pueden recaer
sobre tal o cual elemento constitutivo de la forma, o sobre muchos de ellos,
o sobre todos a un tiempo. Otros actos no exigen para su existencia, ningu-
na forma especialmente prescripta, con tal que se hayan verificado y que
puedan justificarse. Los progresos de la civilización, agrega, espiritualizan
las instituciones, las desprenden de la materia, y las trasladan al dominio
de la inteligencia. Esta tendencia se manifiesta eminentemente cuando se
observan los actos jurídicos. Con tales actos una civilización adelantada, se
asocia inmediata y principalmente a lo que es espiritual, a la voluntad, a la
intención; no pide a la materia sino lo que es indispensable para descubrir y
asegurar la voluntad. En las sociedades poco adelantadas era preciso impre-
sionar profundamente los sentidos para llegar al espíritu. La voluntad, como
todo lo que no tiene cuerpo, es impalpable, penetra en el pensamiento, desa-
parece y se modifica en un instante. Para encadenarla, era preciso revestirla
de un cuerpo físico; pero ¿cuáles serán esos actos exteriores que darán a
los actos jurídicos una forma sensible? La analogía serviría de regla. Estos
actos se hallarán en una analogía cualquiera con el objeto que se quiere con-
Segunda parte: Fuentes legales 315

seguir con el derecho que se quiere crear, modificar, transferir o extinguir.


De aquí se llegó al símbolo, porque el símbolo no es otra cosa que la ana-
logía representada en cuerpo y acción. Así un terrón del campo (“gleba”),
la teja arrancada del edificio (“tegula”), se presentarían para verificar sobre
este símbolo del inmueble litigioso las formalidades prescriptas. Los actos
exteriores iban acompañados de palabras. En éstas reinaba el mismo espíri-
tu. Estas palabras eran fórmulas consagradas, y en ellas sólo podían usarse
la lengua nacional. Muchas veces una expresión sustituida a otra, alteraba
los efectos del acto, y lo hacía nulo. Se dirigían interrogatorios solemnes
a las partes, a los testigos y a los que intervenían en el acto, y éstos a su
vez debían responder solemnemente. Las interrogaciones y las respuestas,
y aquellas fórmulas austeras, precisas y muchas veces inmutables, expresa-
das en alta voz, no dejaban duda alguna acerca de la voluntad, y grababan
profundamente en el ánimo las consecuencias del acto que se hacía o al cual
cooperaban. Tal ha sido hasta los últimos tiempos uno de los caracteres del
Derecho civil romano, en cuanto a las formas de los actos jurídicos”. (“Ge-
neralización del Derecho Romano 2, núm. 54 y 55)”.
Vayamos ahora al estudio de las normas del CCCN.

Art. 284. Libertad de formas. Si la ley no designa una forma deter-


minada para la exteriorización de la voluntad, las partes pueden
utilizar la que estimen conveniente. Las partes pueden convenir una
forma más exigente que la impuesta por la ley.

Comentario. Ni el ideario liberal de la Revolución Francesa ha podido


con las históricas necesidades lógicas de la presencia del Estado en la se-
guridad de las contrataciones económicamente relevantes.
El artículo reitera, mutatis mutandi, el artículo 974 del Código Civil de
Vélez que ya tenía como fuente la L. 1, tít. 1, lib. 10, de la Novísima Reco-
pilación de las Leyes de España, que era la Ley única Título 16 del Ordena-
miento de Alcalá. Esta antigua fuente nos habla del orden público o interés
colectivo que está en juego a la hora de las contrataciones. Para esta fuente:
“(…) no hay prometimiento sin cierta solemnidad de Derecho”.
Si bien el epígrafe del nuevo artículo nos habla de “libertad de formas”,
inmediatamente debe acudir al expediente de “si la ley no designa una
forma determinada”, pues por principio siempre habrá una forma en la que
316 derecho notarial

la intención se exteriorice con mayor o menor entidad, pero esta mayor o


menor entidad despliega el amplio espectro de las jerarquías formales. En
todo caso, la idea de “libertad de formas” debe entenderse elípticamente.
Es como si dijera: “cuando el orden jurídico no establece una forma “ta-
sada” para el negocio o el acto de que se trate, recién ahí las partes podrán
decidir sobre la forma o diseño a emplear”.
Hay formas para la existencia del acto, otras esenciales para que el acto
sea el pretendido, y formas sin las cuales el acto válido no puede ser pro-
bado en juicio. Esta diferenciación es fundamental para comprender la
Sección 3ª, de la que nos ocupamos. Meditemos estos ejemplos o con-
traejemplos: a) Un “testamento” nuncupativo o verbal no existe, pues
un requisito de existencia del testamento es la forma documental escrita
(Forma “para ser”). Dentro de la forma escrita existen variantes: ológrafa
o por acto público, ambas igualmente válidas; b) Un matrimonio o una do-
nación de inmuebles por instrumento privado son nulos pues se requiere
la presencia del oficial del registro civil en el primero y la de un escribano
público de registro en la segunda (escritura pública) para que el acto cum-
pla con uno de sus elementos esenciales de validez (Forma “para valer”), a
lo cual hay que añadirle que el instrumento privado de donación no admite
lo que se denomina “conversión sustancial”, pues nadie puede obligar me-
diante un contrato preliminar o promesa de contrato a casarse, ni a donar;
c) Una “compraventa” de inmuebles hecha por instrumento privado, no es
compraventa, es otro contrato típico: es un contrato preliminar, es decir,
un contrato que no obliga a entregar la cosa ni a pagar el precio sino a
cumplir con el contrato en forma, efecto que se conoce como “conversión
sustancial”.
Al igual que en a), la forma de escritura pública es un requisito esencial
de existencia para la compraventa inmobiliaria, lo que ha llevado a algu-
nos a sostener que la compraventa de inmuebles hecha por instrumento
privado (en nuestra jerga “boleto de compraventa”) es una compraventa
nula, a lo cual hemos contestado que no es una compraventa nula, sino
que no es compraventa un negocio así, es simple y llanamente otro con-
trato típico, llámese “contrato preliminar”, “promesa de contrato”, “pre
contrato”, “pre título”, o como se lo quiera llamar; pero decir que es una
compraventa algo que claramente es otra cosa, es un contrasentido, es
como decir que una cesión de derechos es una compraventa, ‒se venden
o donan las cosas y se ceden onerosa o gratuitamente los derechos‒. En
Segunda parte: Fuentes legales 317

síntesis, lo que puede ser nulo o anulable es la compraventa inmobiliaria


“en forma” (por escritura pública) y lo propio para el contrato preliminar.
Predicar al preliminar de compraventa inmobiliaria como “compraventa
nula” es sublimar el término compraventa y minimizar el carácter preli-
minar o pre contractual del mismo; d) Finalmente hablemos de “la forma
para la prueba”, lo que nos pone en parte ante el frondoso universo de lo
procesal. Recordemos al derogado Código Civil cuando regulaba la fianza
(art. 2006) y el mutuo (art. 2246), contratos para los cuales no había forma
tasada, podía celebrarse en cualquier forma, hasta verbalmente, pero si se
lo quería probar en juicio y el mutuo superaba un monto determinado, sólo
podía probarse por escrito. Si faltaba la forma, tenía la protección que la
ley daba a las obligaciones naturales. Vemos con esto último que validez
y prueba no siempre operaron de manera lineal.

Art. 285. Forma impuesta. El acto que no se otorga en la forma


exigida por la ley no queda concluido como tal mientras no se haya
otorgado el instrumento previsto, pero vale como acto en el que las
partes se han obligado a cumplir con la expresada formalidad, ex-
cepto que ella se exija bajo sanción de nulidad.

Comentario. Nos encontramos ante una remisión indirecta al 1183 y


1185 del Código Civil velezano. Según lo apuntado en el comentario al
artículo anterior, cuando la forma jurídica está “tasada” por la ley, signifi-
ca que ha sustraído de la autorregulación de intereses, autonomía privada
o bien de la dogmáticamente denominada “autonomía de la voluntad”, la
potestad de decidir la forma respecto al acto o negocio bajo sanción, sea
de inexistencia, invalidez y/o ineficacia probatoria.
Estamos ante la valoración que el legislador hace de la seguridad de
ciertos actos o negocios. Al proscribir cualquier forma y determinar una,
ha considerado el interés general, la seguridad y certeza de contrataciones
relevantes. En lo que respecta al instrumento público, el legislador impone
que ciertos actos de envergadura, se realicen con la presencia de un fun-
cionario del Estado, sea que pertenezca a su estructura burocrática (oficial
del registro civil, escribano mayor de gobierno, secretario de juzgado) o
no (escribano público); reclamando a veces la presencia de testigos (tes-
tamento por acto público); en determinados instrumentos privados que la
318 derecho notarial

forma documental escrita sea de puño y letra y firma del interesado (tes-
tamento ológrafo).
Pero también el legislador ha ponderado en la norma la falta de cumpli-
miento de la forma estipulada, y establece para algunos casos que, cele-
brados en una forma de “menor” jerarquía (v.gr: “boleto de compraven-
ta”), puedan valer como actos o negocios que obligan a cumplir con “la
expresada formalidad” que la ley categóricamente impone para ser, valer
o probar. El cumplir con “la expresada formalidad” es otra expresión elíp-
tica que debe leerse correctoramente como “cumplir con el acto o negocio
jurídico en forma”, pues la forma no es una mera “vestimenta” o “acto
integrativo” como algunos suponen, la forma cuando está “tasada” por la
ley: es “constitutiva” del acto o negocio pretendido.

Art. 286. Expresión escrita. La expresión escrita puede tener lugar


por instrumentos públicos, o por instrumentos particulares firmados
o no firmados, excepto en los casos en que determinada instrumen-
tación sea impuesta. Puede hacerse constar en cualquier soporte,
siempre que su contenido sea representado con texto inteligible,
aunque su lectura exija medios técnicos.

Comentario. Este artículo merece algunas meditaciones, sobre todo la


segunda parte. La primera, remite al orden jerárquico formal: instrumento
público, privado de fecha cierta, privado sin fecha cierta y particulares; en
los cuales el carácter documental escrito es incontestable. Hasta allí estamos
en plena coincidencia con el epígrafe del artículo: “expresión escrita”.
Menudo problema en cambio trae la segunda parte, y es el hecho de que
la expresión escrita pueda “hacerse constar en cualquier soporte”, garan-
tizando inteligibilidad y posibilidad de lectura por medios técnicos. Me-
ditemos este ejemplo: supongamos un “testamento filmado” en el que el
“testador” con la presencia de “testigos”, expresa sus mandas de manera
escritas en un pizarrón de modo que filmado quede claramente legible.
¿Cómo interpretar esta mediación fílmica de lo escrito? ¿Cómo es este
“testamento”: inexistente, nulo o anulable? Para la primera parte del artí-
culo no quedan dudas que es inexistente, para la segunda, por su amplitud
no lo sabemos. Consideramos nosotros categóricamente que estamos ante
un acto o negocio jurídico inexistente, no obstante, la presencia material
Segunda parte: Fuentes legales 319

de un soporte cuyo “… contenido sea representado con texto inteligible,


aunque su lectura exija medios técnicos.” Si bien la categoría de inexis-
tencia ha sido absorbida por la nulidad, no dudamos que, desde el punto de
vista lógico, se mantiene incólume, por tanto, un “testamento” así no es un
testamento, en estricta ontología jurídica: es un acto jurídico inexistente.

Art. 287. Instrumentos privados y particulares no firmados. Los ins-


trumentos particulares pueden estar firmados o no. Si lo están, se
llaman instrumentos privados. Si no lo están, se los denomina ins-
trumentos particulares no firmados; esta categoría comprende todo
escrito no firmado, entre otros, los impresos, los registros visuales o
auditivos de cosas o hechos y, cualquiera que sea el medio emplea-
do, los registros de la palabra y de información.

Comentario. Las categorías conceptuales de este artículo tienen como


factor tipificante la firma o no de las partes, independientemente del con-
tenido. Un mismo texto firmado o no, puede ser instrumento privado o
instrumento particular respectivamente.
Podemos sostener entones que un “boleto de compraventa” firmado por
las partes es un preliminar bilateral. Ahora bien, el mismo documento fir-
mado por una de las partes, ¿es una oferta?; y sin la firma de las partes:
¿Qué es? Sobre el instrumento privado no tenemos dudas acerca de su
valor, pero al no haber determinado las consecuencias mínimas de las si-
tuaciones para los instrumentos particulares, hace a la caracterización su-
perflua o inútil, en todo caso, no mejora la técnica del código civil.6
Debemos concluir que la firma es un requisito de existencia, no de vali-
dez de todo instrumento privado, sin firma no habrá instrumento privado
y como instrumento particular serán los jueces los que lo calificarán a los
fines que crean convenientes, pero jamás para darle la entidad y jerarquía
propia de la especie más relevante: los instrumentos privados. Lo contra-
rio sería festejar y legitimar situaciones anónimas como jurídicas.

6 Es consecuencia de la lógica que inspira al nuevo código, la de darle a los jueces


amplias potestades de determinación a los elementos probatorios; no obstante, creemos
que la técnica no ha sido buena. Sobre el particular ver nuestro comentario a los artículos
313 a 319 en este capítulo.
320 derecho notarial

Art. 288. Firma. La firma prueba la autoría de la declaración de


voluntad expresada en el texto al cual corresponde. Debe consistir
en el nombre del firmante o en un signo. En los instrumentos genera-
dos por medios electrónicos, el requisito de la firma de una persona
queda satisfecho si se utiliza una firma digital, que asegure indubi-
tablemente la autoría e integridad del instrumento.

Comentario. Analicemos ahora el requisito de existencia del instrumen-


to privado: la firma. Vélez Sarsfield y el nuevo código siguen sin aportar
nada a la definición y conceptualización de este requisito de “ser” o exis-
tencia de los instrumentos particulares.
Es fundamental lograr un concepto jurídico claro, pues los artículos re-
miten a ella como algo que se infiere con simpleza, lo que no es así.
Ya en Vélez se evidenciaba falta de claridad y contradicciones en cuanto
al concepto de firma, como lo prueban la lectura de los artículos 1012, 1014,
3633, y el artículo 3639 y su nota. Así, el 1012 establecía el carácter esencial
de la firma para la “existencia” de todo acto en forma privada, y que “(…)
no puede ser reemplazada por signos ni por las iniciales de los nombres y
apellidos”. Esto último se sabe que no es ni ha sido cierto ni para el propio
Vélez, pues hay quienes en épocas del gran codificador firmaban usando
las iniciales de los nombres y apellidos o algún signo. Por tanto, esta carac-
terización primaria de la firma hubiese valido para decretar la invalidez de
numerosos instrumentos privados, particulares firmados y públicos. Por su
parte, el artículo 1014 autorizaba la validez de los signos o iniciales como
“verdadera firma” si son reconocidas voluntariamente.
Peor aún era el artículo 3633, donde desfilaban todas las situaciones
posibles, tanto negándolas como afirmándolas a un tiempo. Decía: “En
los testamentos en que la ley exige la firma del mismo testador, debe ésta
escribirse con todas las letras alfabéticas que componen su nombre y ape-
llido. El testamento no se tendrá por firmado cuando sólo se ha suscripto
el apellido, o con letras iniciales, nombres y apellidos, ni cuando en lugar
de suscribir el apellido propio se ha puesto el de otra familia a la cual no
pertenece el testador. Sin embargo, una firma irregular e incompleta se
considerará suficiente cuando la persona estuviese acostumbrada a firmar
de esa manera los actos públicos y privados”.
Segunda parte: Fuentes legales 321

Este criterio era a todas luces falso. Ya existían testamentos en épocas del
código civil que, sin estar “acostumbrado” el testador a firmar, sea en ins-
trumentos privados o públicos, no se estampaban todas las letras alfabéticas
que hacía al nombre y apellido, sólo el apellido, las iniciales, el apellido de
casada algunas mujeres, o signos, y a pesar de ello, eran considerados vá-
lidos. Veamos ahora la nota al artículo 3639, en la que siguiendo el criterio
de Demante dice: “La firma no es la simple escritura quo una persona hace
de su nombre o apellido; es el nombre escrito de una manera particular, se-
gún el modo habitual seguido por la persona en diversos actos sometidos a
esta formalidad. Regularmente la firma lleva el apellido de la familia, pero
esto no es de rigor si el hábito constante de la persona no era firmar de esta
manera. Los escritores franceses citan el testamento de un obispo, que se
declaró válido, aunque la firma consistía únicamente en una cruz seguida de
sus iniciales, y de la enunciación de su dignidad”.
En fin: ¿Dónde anclar el concepto de firma? ¿En el nombre y apellido?
¿En la habitualidad? ¿En signos, signos e iniciales, signos e iniciales y
el cargo que se ostente? ¿Pueden firmar con el pie o con la boca quienes
no tengan manos? Quiénes habitualmente cambian la firma o firman de
manera distinta: ¿Firman si no estampan el nombre y apellido completo?
Sin lugar a dudas, la mejor definición de firma en nuestra doctrina es la
de José Carlos Carminio Castagno, y que ha dado con las notas esenciales,
trayendo así la solución a los intentos conceptuales que hacen mella en un
arsenal de elementos accidentes o sin entidad. Para dicho autor, el concep-
to de firma debe apuntar a la función teleológica o finalista que cumple,
así enseña que: “Es toda grafía del propio cuño (y no “puño” porque hay
quienes firman con el pie o la boca) por la cual se manifiesta presencia,
consentimiento y/o autoría”.
Se advierte entonces que no es la habitualidad (ni puede serlo) el ele-
mento caracterizante, por lo demás arto caprichoso o aleatorio, sino la
existencia de una grafía, cualquiera, v.gr: el apellido, el nombre, iniciales,
sobrenombres, apellidos ajenos o signos; que estas grafías sean puestas
con las manos, los pies, la boca, el muñón, etc., en tanto que con ella se
pueda fácilmente acreditar alguno o todos los fines apuntados precedente-
mente: presencia, consentimiento, asentimiento y/o autoría.
Si la firma dependiera de un único mecanismo motriz, quienes no tienen
manos no podrían firmar y sin embargo lo hacen válidamente con la boca
322 derecho notarial

o los pies, por ejemplo. Si el criterio lo dejamos en la habitualidad, basta-


ría cambiar la firma, firmar poco, o no haber firmado nunca, para invalidar
cualquier trazo. Si la caracterización viene dada por reproducir el nombre
y apellido completo, los signos, iniciales, sobrenombres, apellidos ajenos,
no serían considerados firmas válidas, las consistentes en garabatos, ini-
ciales, seudónimos, apellidos de casados, etc., lo que de hecho no sucede.
Sin duda, la definición teleológica es la que debe salir triunfante, y es
con ella que corresponde analizar el artículo 288 que nos ocupa. En primer
lugar, no necesariamente debe consistir en “el nombre” o “un signo”, sino
también en cualquier grafía o expresión (por ejemplo “Acepto este docu-
mento”, un sobrenombre, un apodo, un seudónimo, etc.), que acreditan no
sólo la “autoría de la declaración de la voluntad”, sino que además pueden
acreditar la presencia, el consentimiento o el asentimiento.
Un desarrollo especial exige la firma digital. Con ella entramos en el
campo de los modernos mecanismos de que se vale la tecnología para lo-
grar actos o negocios a distancia por Internet o computadoras, lo que trae
el problema de validación del contenido y autoría de la manifestación de
voluntad.
Técnicamente no consiste en estampar “una grafía del propio cuño”,
sino en la de generar una cadena de “imputs” y “outputs” en un sistema
cibernético de validaciones encriptadas. En términos teleológicos, es sin
dudas también firma, según la definición a la que adherimos.
Como primera medida necesitamos un “Certificado electrónico”, que es
un archivo de naturaleza digital, expedido por una autoridad de certifica-
ción (v.gr: el Estado, Cámara de Empresarios, Colegio de escribanos, etc.)
que garantiza que las personas físicas o jurídicas que están operando por
su intermedio, son quienes dicen ser, controlando y asegurando con ello la
articulación del negocio de manera cibernética. La autoridad certificadora
es quien está como aval de que los datos corresponden al propietario. El
certificado digital se parece entonces a un documento oficial de identifica-
ción como un pasaporte o un documento de identidad.
El certificado requiere como primera medida apersonarse físicamente a
la entidad certificadora, quien genera dos claves, una pública y otra pri-
vada. La clave pública viene explicitada en el certificado digital, la clave
privada queda en custodia del propietario del certificado.
Segunda parte: Fuentes legales 323

Concluyendo, un certificado digital es un archivo que contiene una clave


pública y su poseedor una clave privada, con la clave privada podemos fir-
mar cualquier documento, con la clave pública es posible verificar la firma
e intercambiar información de forma confidencial con la certificadora y
todos aquellos que se encuentren suscriptos a la misma. Si además opera-
mos con alguno de ellos, la entidad certificadora activará los mecanismos
de encriptamiento tendientes a asegurar que el acto o negocio que estos
celebren sean indubitables en cuanto al contenido y autoría.
La firma digital, está precisamente diseñada para poder ser usada a dis-
tancia, y sin la presencia física ostensible, principalmente cuando la co-
municación está hecha por dispositivos electrónicos e Internet. Su presen-
te y futuro es promisorio, pues la firma digital tiene una probabilidad de
error muy baja en comparación con la firma convencional. No obstante,
el anclaje normativo que da el artículo, ya desde hace tiempo que la firma
digital gozaba valor legal para un amplio espectro de actos y negocios.

3. Sección 4ª. Instrumentos públicos


Apuntamos ya que para Vélez el instrumento público era una de las
posibles formas de los actos jurídicos (entendido como negocio jurídico),
como bien lo enunciaba en el encabezado al artículo 979. Era la forma
jurídica por excelencia.
Creemos que se ha sacado el encabezado referido, atendiendo a que
los legisladores del nuevo CCCN han incluido las actas en la nueva nor-
mativa, y como sabemos, las actas entran dentro de la especie de actos
jurídicos no negociales.

Art. 289. Enunciación. Son instrumentos públicos:


a. las escrituras públicas y sus copias o testimonios;
b. los instrumentos que extienden los escribanos o los funcionarios
públicos con los requisitos que establecen las leyes;
c. los títulos emitidos por el Estado nacional, provincial o la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, conforme a las leyes que autorizan su
emisión.
324 derecho notarial

Comentario. El presente artículo tiene como fuente el artículo 979 del


código velezano, el cual históricamente fue objeto de unánimes críticas.
De los diez incisos del 979, el nuevo artículo ha logrado razonablemente
reducirlos a tres, aunque la vigencia del inciso tercero denota que la idea
de instrumento público no está clara para sus autores.
El Estado en su división de funciones, usando la terminología de Del
Vecchio, no solo resguarda la potestad de legislar, ejecutar y decir el dere-
cho, sino además la de “hacer declarar” con carácter auténtico o de verdad
impuesta, la existencia o acaecimiento de determinados hechos relevantes
para el Derecho. Sustrae así de la autonomía privada, la posibilidad de
formalizar actos sin la presencia de determinados oficiales públicos: los
escribanos de registro.
En cuanto a lo que predica la norma cuando dice: “o los funcionarios
públicos con los requisitos que establecen las leyes”; no significa que todo
documento emanado de la administración pública es instrumento públi-
co; sólo aquellos investidos de potestad autenticante entran dentro de la
protección de actual artículo 296. Sin embargo, hay una tendencia a con-
siderar lo contrario, lo cual debe ser aclarado, acudiendo a la siguiente
clasificación de los instrumentos públicos: a) por la protección penal; b)
por su origen, c) en sentido estricto.7
En cuanto al uso del término “testimonio” es erróneo, usar el término
“copias” es y ha sido el correcto. Ya lo hacía Vélez Sarsfield con pulcritud,
pues “copia” es toda reproducción de un documento matriz; “testimonio”,
en cambio, es la declaración de un testigo, y el notario no es testigo del
instrumento sino su autor.
En cuanto al inciso c. del artículo, debemos reconocer que se mantiene
un viejo error, pues “los títulos emitidos por el Estado nacional, provincial
o la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, conforme a las leyes que autori-
zan su emisión”, no entran dentro del sentido y la lógica del artículo 296.
En todo caso, son instrumentos de circulación pública, también lo son por
su origen y gozan de la protección penal, pero no emanan de un oficial
público con potestad autenticante, ergo, mal han hecho los legisladores en
mencionarlos dentro de las formas de los actos jurídicos.

7 Esta es la clasificación hecha por Carminio Castagno. Sobre la clasificación de


los instrumentos públicos puede consultarse a Carlos A. Pelosi, El Documento Notarial,
Buenos Aires, Astrea, 2012, P.102 y siguiente.
Segunda parte: Fuentes legales 325

Art. 290. Requisitos del instrumento público. Son requisitos de va-


lidez del instrumento público:
a. la actuación del oficial público en los límites de sus atribuciones y
de su competencia territorial, excepto que el lugar sea generalmen-
te tenido como comprendido en ella;
b. las firmas del oficial público, de las partes, y en su caso, de sus
representantes; si alguno de ellos no firma por sí mismo o a ruego,
el instrumento carece de validez para todos.

Comentario. Aquí se concentran los artículos 980 y 981 del código de


Vélez. Para lograr un documento auténtico es necesario que el oficial pú-
blico actúe dentro de la competencia material y territorial asignada.
En cuanto a la competencia material, el notario es quien goza de las más
amplias potestades. Su determinación en la mayoría de las leyes orgánicas
del país está dada por exclusión, en el sentido que los notarios pueden au-
tenticar todo tipo de hechos, salvo aquellos que sean reservados en forma
exclusiva a otros funcionarios con las mismas atribuciones o potestades
autenticantes, como por ejemplo el oficial del registro civil para los matri-
monios, el secretario de juzgado para las subastas judiciales, los cónsules
para ciertos actos, o concurrentes con otros funcionarios como por ejem-
plo la afectación como protección de la vivienda por actuación adminis-
trativa ante los registros de la propiedad, las particiones de herencia, que
pueden hacerse judicial o extrajudicialmente, etc.
En cuanto a la competencia territorial, cada provincia la determina a
través de sus leyes orgánicas, pudiendo extenderse a todo el territorio pro-
vincial o a un distrito determinado, por ejemplo, el departamental o el
municipal. Hay una excepción y es que el distrito sea tenido como parte de
la competencia territorial del notario, en tal caso el acto es eficaz.8
En cuanto al inciso b., consideramos que hay que hacer distinciones. Se
habla de las firmas, luego de lo cual habría que poner “dos puntos”, y co-
menzar a interrogarse si la falta de la firma del escribano es un requisito de
validez o de existencia del instrumento público. Si no hay firma del escri-
bano, pero están las de las partes o sus representantes, habrá instrumento
privado, es decir, habrá otro acto o negocio (v.gr: preliminar bilateral), en

8 Es lo que Vélez Sarsfield consideraba como “error comunis facit ius” en la nota al
artículo 981, citando al Digesto L. 3, Tit. 14 Lib. 1.
326 derecho notarial

la medida que pueda subsistir como tal. Esto último en concordancia con
el artículo 294 ultima parte.
En cuanto a la falta de la firma de alguna de las partes, decir que hay
“invalidez del instrumento” es un error. Habrá “invalidez” del acto nego-
cial pretendido, pero el acto notarial y por tanto el instrumento público es
válido. Ese es el gran aporte que ha logrado la teoría general del acto no-
tarial, la de posibilitar discriminar el acto de las partes del acto del notario
en un mismo instrumento. En todo caso, el acto de las partes está regulado
por la teoría general de acto jurídico, y el acto del escribano por la del acto
notarial, y a la teoría de la invalidez e ineficacia hay que adecuarle la cau-
sal de invalidez a la casuística que cada una de las teorías referidas prevé
como posible patología.
La falta de firma de las partes no invalida el acto del notario, sólo in-
valida el negocio por ellos celebrados, y a la inversa, habiendo firma de
las partes, pero faltando la del notario, se invalida el acto del notario y
el negocio, pues no hay forma escrituraria constitutiva, pudiendo valer,
como ya se dijo, como contrato de escrituración o instrumento privado
que obliga a cumplir con la forma.

Art. 291. Prohibiciones. Es de ningún valor el instrumento autori-


zado por un funcionario público en asunto en que él, su cónyuge, su
conviviente, o un pariente suyo dentro del cuarto grado o segundo
de afinidad, sean personalmente interesados.

Comentario. Este artículo “poda” el artículo 985 del código de Vélez.


Es una norma que atiende a la imparcialidad con que debe actuar el no-
tario, sea respecto a los contenidos del acto como así también en cuanto
a los sujetos intervinientes. Así visto, el legislador se inclina por una pre-
sunción objetiva del interés del notario u oficial público atendiendo al pa-
rentesco, agregando además la nueva situación de la unión convivencial.
La norma mantiene el grado de consanguinidad, incorporando el segun-
do por afinidad, coincidiendo así con lo que establece el artículo 3º, I, 3,
del Anteproyecto de Ley de documentos Notariales.
La “poda” a la que hacemos referencia, se debe a la falta de mención
dentro del presupuesto de hecho, a la excepción de: “(…) si los interesa-
Segunda parte: Fuentes legales 327

dos lo fueren sólo por tener parte en sociedades anónimas, o ser gerentes
o directores de ellas, el acto será válido”.
La pregunta inmediata es: ¿Hoy son válidos o inválidos dichos actos?
El vacío normativo nos llena de perplejidad pues no logramos intuir si
la exclusión del presupuesto de hecho se hizo porque al requirente se lo
presume imparcial o a contrario se ha pretendido excluirlo de la situación
por considerarlo interesado.
La aclaración que hacía el artículo 985 del código civil era de sumo
valor, pues establecía una excepción similar a lo que en materia procesal
sucede con los jueces, por ejemplo, como es la causa de excusación o
recusación.
No obstante que nosotros consideramos que el principio de “imputación
diferenciada” se impone en todas las hipótesis de representación orgáni-
ca, (confr. art. 143 del CCCN), nada obstaba a mantener el presupuesto
normativo expreso de excepción, pues si al cotejo con el antecedente legal
le sumamos la libertad de interpretación dada a los jueces, nos vemos
invitados a la apraxia.
Es otra palabras, si bien nosotros defendemos la imputación diferencia-
da del actuar de los representantes de las personas jurídicas en general,
el sometimiento a la valoración constante de la casuística por los jueces
alimenta una paranoia que llevará a la inclinación por la negativa, es decir,
a que el notario se abstenga de actuar, ya no sólo por tratarse de actos en
que “(…) los interesados lo fueren sólo por tener parte en sociedades anó-
nimas, o ser gerentes o directores de ellas”, sino en todo tipo de sociedad,
sean o no accionarias, pues ahora no es posible establecer distingos.

Art. 292. Presupuestos. Es presupuesto para la validez del instru-


mento que el oficial público se encuentre efectivamente en funcio-
nes. Sin embargo, son válidos los actos instrumentados y autoriza-
dos por él antes de la notificación de la suspensión o cesación de
sus funciones hechos conforme a la ley o reglamento que regula la
función de que se trata.
Dentro de los límites de la buena fe, la falta de los requisitos ne-
cesarios para su nombramiento e investidura no afecta al acto ni
al instrumento si la persona interviniente ejerce efectivamente un
cargo existente y actúa bajo la apariencia de legitimidad del título.
328 derecho notarial

Comentario. Este artículo remite con algunas modificaciones a los ar-


tículos 982 y 983 del Código Civil, con la diferencia que la primera parte
refiere al 983 y la segunda al 982.
Al igual que en el código civil, el nuevo código conserva la necesidad de
la investidura estatal para el ejercicio de la función pública autenticante,
pero lo enuncia en la segunda parte a contrario, al decir: “(…) la falta de
los requisitos necesarios para su nombramiento e investidura (…)”.
Hubiese sido más claro seguir al Código Civil, pues la lectura del artícu-
lo que comentamos nos obliga como en la “rayuela” a leer sólo el primer
párrafo y luego “saltar” a la segunda parte que salvaguarda el principio de
apariencia, para volver a al primer párrafo.
La segunda parte recrea, mutatis mutandi, el artículo 982 del código civil
al que le agrega los “(…) límites de la buena fe”, que es un presupuesto
lógico necesario. El principio de apariencia salvaguarda la buena fe de quie-
nes actúen frente a un funcionario público investido sin reunir las condicio-
nes para su nombramiento. El instrumento producido en tales condiciones
será válido, no obstante, la responsabilidad civil y/o penal de quien invistió
a alguien sin idoneidad para el cargo y a quien a sabiendas lo ejerza.
Volviendo al segundo párrafo de la primera parte del artículo, el texto
repite lo dicho en el artículo 983 del Código Civil, determinando que,
siempre dentro de los límites de la buena fe, antes de la notificación por
parte del Estado, los funcionarios suspendidos, cesanteados, destituidos,
reemplazados, etc., producen instrumentos públicos válidos.

Art. 293. Competencia. Los instrumentos públicos extendidos de


acuerdo con lo que establece este Código gozan de entera fe y pro-
ducen idénticos efectos en todo el territorio de la República, cual-
quiera sea la jurisdicción donde se hayan otorgado.

Comentario. No sabemos con claridad de que “competencia” nos habla


el epígrafe. Pues los instrumentos públicos no tienen competencia, sino
que el órgano encargado de ejercer la potestad fedante es el que tiene una
competencia material y territorial.
En realidad, la norma apunta a la validez extraterritorial del instrumento
público, que es distinto de la competencia territorial propia del órgano
autorizante.
Segunda parte: Fuentes legales 329

En cuanto al uso del término “jurisdicción” es inapropiada, pues la ju-


risdictio es la facultad de los jueces de “decir el Derecho”, y los notarios
y funcionarios con idénticas funciones, no tienen “jurisdicción”, sino que
tienen competencia territorial o “distritos” en los que actúan.
En rigor de verdad, este artículo reproduce lo dispuesto en el Título VI,
artículo 68 de la Ley 24.441 de “Financiamiento de la vivienda y la cons-
trucción”, que preveía un procedimiento especial de ejecución ‒propio del
Derecho feudal‒, donde los Bancos financistas, a la hora de la ejecución
podían proponer escribanos de cualquier provincia para que actúen en
cualquier otra, violentando la lógica del propio código, que por remisión
impide la actuación de los notarios o funcionarios fuera del distrito que le
fuera asignado.
Decimos que es propio del Derecho feudal, pues es allí donde se dan
los primeros pasos para la construcción del juicio ejecutivo moderno. En
aquellas épocas, se preveía la posibilidad de un “contencioso voluntario”,
en que las partes se obligaban ante un notario y testigos a obtener del juez
ordinario el denominado praeceptum de solvendo, de manera que este
contencioso voluntario fuese la base del contencioso jurisdiccional. Esto
fue recreado de un modo furtivo por el procedimiento de la Ley 24.441,
norma cuya constitucionalidad fue muy discutida.
Consideramos entonces, y a los fines de aventar futuros malentendidos,
que la norma no autoriza a que los notarios actúen en otras provincias, ni
garantiza la validez del acto notarial y el instrumento en que se formaliza
dicho acto si ha actuado fuera de su competencia territorial, y lo mismo si
ha actuado dentro de la propia provincia en la que fue envestido, pero fue-
ra del distrito asignado (si este fuera departamental o municipal, quedando
siempre a salvo los casos de prorroga legal).
En todo caso, que gocen de validez en todo el territorio de la república
los instrumentos celebrados en la forma prevista por la ley, no significa
que los notarios puedan actuar en toda la república, pues inmediatamen-
te los instrumentos públicos no serían extendidos de acuerdo con lo que
establece la ley, es decir: a lo que prescriben el propio CCCN y las leyes
orgánicas.

Art. 294. Defectos de forma. Carece de validez el instrumento pú-


blico que tenga enmiendas, agregados, borraduras, entrelíneas y
330 derecho notarial

alteraciones en partes esenciales, si no están salvadas antes de las


firmas requeridas. El instrumento que no tenga la forma debida vale
como instrumento privado si está firmado por las partes.

Comentario. Una vez más el epígrafe es fallido. En todo caso estamos


ante “Defectos en la ‘forma’ de salvar enmendados, agregados, testados e
interlineados”. Un defecto de forma también sería no utilizar los folios de
actuación previstos por las legislaciones locales, usar sólo números y no
letras en el precio de una compraventa, y la lista podría seguir.
Además, el artículo no hace referencias a qué se entiende por “parte
esencial”. ¿El número de escritura, la fecha, el lugar, un nombre, un nú-
mero de documento, la cosa, el precio? Bueno hubiese sido que los legis-
ladores lo explicitaran.
Quizá ello no sea nada comparado con la peligrosidad de la norma respec-
to a los salvados. Si bien recuerda al artículo 989 del Código Civil, difiere
con este último en que decreta la nulidad del acto, en cambio Vélez sólo la
anulabilidad. Al decretar la nulidad, los autores han mostrado la ignorancia
de la labor notarial en particular, y de la lógica de utilizar enmendados,
testados y salvados en general. Si bien el artículo 989 no era un dejo de pul-
critud y se inspiraba en las Leyes de Partidas, el nuevo código lo empeora.
Debemos ser categóricos en algo, y es que no es cierto que sean nulas,
pues de sostener tan abstruso criterio, estamos ante un recurso dado por
la ley para destruir instrumentos públicos a discreción. Imaginemos una
escritura en la que hay un interlineado, un enmendado o un testado, no
salvados. ¿Vale el texto originario o es nulo todo el instrumento? Sin duda
que vale el instrumento y no vale lo testado, enmendado o interlineado,
por no estar salvado al final, pero el documento goza de pleno valor en su
textualidad originaria. Lo contrario sería permitir que cualquiera fraguara
archivos notariales interlineándolos, testándolos o enmendándolos, anu-
lando así, escrituras perfectas.
No son nulas, en el mejor de los casos podrán ser declaradas nulas en la
medida que el interlineado del notario responda a la veracidad de la parte
“esencial” por sobre la textualidad originaria y no haya sido salvado. Pero
si no fue puesto por el notario, es obvio que no lo debe salvar, pues lo des-
conocía o fue puesto por mano extraña, ergo vale el texto original.
Segunda parte: Fuentes legales 331

El contraejemplo a la norma ya lo dio el propio Vélez Sarsfield en el


artículo 3640 y su nota explicativa, al hablar de los testamentos ológra-
fos. Nos dice el artículo: “Si hay algo escrito por una mano extraña, y si
la escritura hace parte del testamento mismo, el testamento será nulo, si
lo escrito ha sido por orden o consentimiento del testador”. Siguiendo el
análisis, nos interrogamos: ¿Y si no fue por orden y consentimiento del
testador? Obviamente habrá que investigarlo, ergo será anulable.
Y ahí va la nota argumentando una vez más a nuestro favor: “Lo escrito
contra la voluntad del testador en vida de él o después de su muerte, no
podrá traer la nulidad del acto, porque no se puede dar a un tercero la fa-
cultad de anular por ese modo un testamento regular”. Mutatis mutandi,
apliquemos este criterio a las escrituras públicas y se verá el retroceso que
acarrea la norma del nuevo código.
La última parte hace referencia a la conversión formal que enunciaba
también el artículo 987 del Código Civil. En caso de defecto o invalidez
del acto instrumentado en forma pública, puede valer como instrumento
privado si está firmado por las partes, es decir, vale como contrato preli-
minar que obliga a cumplir “con el contrato en forma”.
En cuanto a cómo deben hacerse los salvados, debemos remitirnos artí-
culo 305 inciso e), que establece que deben ser realizados de puño y letra
del escribano antes de la firma, lo que permite suponer que, se puede en-
mendar, testar e interlinear a máquina, pero salvar al final de puño y letra.

Art. 295. Testigos inhábiles. No pueden ser testigos en instrumentos


públicos:
a. las personas incapaces de ejercicio y aquellas a quienes una sen-
tencia les impide ser testigo en instrumentos públicos;
b. los que no saben firmar;
c. los dependientes del oficial público;
d. el cónyuge, el conviviente y los parientes del oficial público, den-
tro del cuarto grado y segundo de afinidad.
El error común sobre la idoneidad de los testigos salva la eficacia
de los instrumentos en que han intervenido.
332 derecho notarial

Comentario. El epígrafe “Testigos inhábiles” es sin lugar a dudas equí-


voco. Quizás hubiese sido mejor utilizar el término de la última parte del
artículo “idoneidad”, y hablar de “Testigos inidóneos”, pues sólo la segun-
da parte del inciso a. y la hipótesis del inciso b. permite hablar de “testigos
inhabilitados”.
Es inhábil para intervenir en un instrumento en sentido estricto, el que
no sabe o no puede firmar; pero: ¿Qué inhabilidad posee un dependiente
del escribano, su cónyuge o conviviente, sus parientes en grados determi-
nados? Ni hablar de los de la primera parte del inciso a) que se encuentran
en una situación de incapacidad de hecho o de Derecho.
En estricta lógica, en el inciso a. hay incapaces e inhabilitados; en el
inciso b) sí estamos ante una inhabilidad para firmar, y en los incisos c. y
d. estamos ante hipótesis de defectos de legitimación o ilegitimación para
ser testigos.
Siguiendo estos lineamientos, el epígrafe al artículo debería ser el si-
guiente: “Testigos incapaces, inhabilitados, inhábiles e ilegitimados”. De
este modo en vez de tomar a la parte por el todo, se lograría anticipar y
demostrar en los distintos incisos, que se conocen y se siguen con pulcri-
tud las categorías conceptuales.

Art. 296. Eficacia probatoria. El instrumento público hace plena fe:


a. en cuanto a que se ha realizado el acto, la fecha, el lugar y los
hechos que el oficial público enuncia como cumplidos por él o ante
él hasta que sea declarado falso en juicio civil o criminal;
b. en cuanto al contenido de las declaraciones sobre convenciones,
disposiciones, pagos, reconocimientos y enunciaciones de hechos
directamente relacionados con el objeto principal del acto instru-
mentado, hasta que se produzca prueba en contrario.

Comentario. Se han aunado en esta norma el espíritu de los artículos


993, 994 y 995, del Código Civil, como así también, quizás inconscien-
temente, a algo de la letra el artículo 94 del Anteproyecto de ley de docu-
mentos notariales.
Que el “instrumento público” haga “plena fe”, no es más que una expre-
sión elíptica o quizás sinecdótica. En realidad, lo que realmente significa
es: que se tienen por verdad impuesta la declaración documentada hecha
Segunda parte: Fuentes legales 333

por el escribano u oficial público, de los hechos que han pasado en su


presencia o él mismo ha realizado, sea que se trate de hechos materiales,
comportamientos o declaraciones.
Es una presunción de verdad, que sólo puede ser destruida mediante un
procedimiento especial: la acción civil o querella criminal de falsedad.
El inciso a. al hablar de la plena fe de “que se ha realizado el acto” remi-
te al artículo 994 del Código Civil; en cuanto “a la fecha y lugar”, recrea el
artículo 94 del Anteproyecto de ley de documentos notariales, y respecto a
la plena fe de “los hechos que el oficial público enuncia como cumplidos
por él o ante él hasta que sea declarado falso en juicio civil o criminal”,
remite una vez más al artículo 993 del Código Civil.
La tesis que distingue el acto del notario, del acto negocial por él forma-
lizado, considera que el notario declara hechos pertinentes que pueden o
no llegar a conformar una categoría superior como la del acto jurídico o
bien la de un negocio jurídico. El notario que, por ejemplo, autoriza una
compraventa, siempre declara hechos, v.gr: el hecho de la fecha, del lugar,
de la comparecencia, de que ha se ha hecho deslinde del objeto, del pago
del precio, de las diligencias previas, etc. Esa suma de hechos declarados
puede a un tiempo ir conformando categorías superiores, como la de acto
jurídico o la de un negocio jurídico; pero siempre se declaran hechos.
El artículo en forma expresa, habla de la fecha y el lugar, viene a cubrir
con ello el vacío dejado por el anterior 993 del Código Civil, datos los cua-
les, la doctrina y la jurisprudencia los consideraba protegidos por la plena
fe. Freitas, en cambio, en el artículo 689 de su Esbozo establecía que “Los
instrumentos públicos tendrán fe y probarán plenamente no sólo de la fecha
(…)”; lo que denotaba una preocupación acerca de su veracidad.9
La aclaración no es menor, pues el hecho de la fecha y el lugar no son
perceptibles, su veracidad obedece a razones de índole sociológica, pero
deben estar sometidos a la protección de la “plena fe”, pues como bien se
observa en la notas o comentarios del Anteproyecto de ley de documentos
notariales: “¿Qué valor podría alcanzar la fijación auténtica de un mero
‘hecho’ sin el necesario correlato del de su autor y del lugar y fecha en que

9 Confr. A. T. de Freitas, Código Civil Obra Fundamental del Código Civil Argen-
tino, T. I Traducción castellana, A. García Santos, J. Roldan, Buenos Aires, 1909, p. 294.
334 derecho notarial

acaece? Con otras palabras: poco vale el ‘qué’ sin el soporte del ‘quién’,
‘cuándo’ y ‘dónde’”.10
El inciso b. importa una clara remisión al artículo 995 del Código Ci-
vil, que si bien habla de plena fe, es unánime en doctrina en considerar
que hace simplemente fe, y que dichos hechos o declaraciones pueden ser
destruidas por simple prueba en contrario, es decir, no hace falta ningún
procedimiento especial que conlleve a la declaración judicial de falsedad.
Las declaraciones que hacen las partes o comparecientes respecto del
acto principal no hacen plena fe, en todo caso lo que hace plena fe es del
hecho de que las partes o comparecientes declararon, más en cuanto al
contenido de dichas declaraciones no, en consecuencia, pueden ser des-
truidas por simple prueba en contra.

Art. 297. Incolumidad formal. Los testigos de un instrumento públi-


co y el oficial público que lo autorizó no pueden contradecir, variar
ni alterar su contenido, si no alegan que testificaron u otorgaron el
acto siendo víctimas de dolo o violencia.

Comentario. Nuevamente el epígrafe es errado. Todo se debe a una ac-


titud sinecdótica de los legisladores, a esa manía de tomar a la parte por
el todo. Los testigos y el escribano autorizante que contradicen, varían
o alteran un instrumento, en realidad lo que puede contradecir, alterar o
variar, es el contenido del instrumento.
En conclusión, estamos ante una situación de “incolumidad sustancial”.
El artículo recrea lo preceptuado en el artículo 992 del Código Civil y su
lógica puede comprenderse claramente de la lectura de su nota, que dice:
“Si el oficial público o los testigos instrumentales pudiesen, por sus decla-
raciones ulteriores, contradecir o alterar el contenido de un acto, no habría
derecho alguno seguro, constituido por instrumento público. Cuando el
acto expresa que el precio de la venta ha sido mil pesos, por ejemplo,
no podría jamás argüirse, con la declaración del oficial público o de los

10 Carminio Castagno considera objetivamente que el hecho de la fecha y del lugar


conforman una dispensa necesaria del Derecho, importan un hecho notorio que por razo-
nes de seguridad jurídica es necesario considerarlos dentro de la verdad impuesta o plena
fe de las declaraciones del notario. Lo propio, como apuntáramos, observa el Anteproyec-
to de ley de documentos notariales en su artículo 94.
Segunda parte: Fuentes legales 335

testigos, que hubo una equivocación en la designación del precio. No se


sabría cuándo hablaban la verdad: si cuando bajo su firma asentaron lo
que consta en el acto, o cuando ante el juez declaran que aquello no era
cierto. Por otra parte, cuando las partes hacen extender un acto, es de la
primera importancia que ellas y el oficial público lo redacten de manera
que más tarde no venga a ser el origen de un proceso. Al lado de este deber
de orden público, está la sanción de la ley que no permite probar con las
mismas personas, que dan formas al acto, que no ha sido ejecutado fiel-
mente, lo que pudo evitar el autor del acto, el oficial público y los testigos,
si hubiesen cumplido sus primeros deberes”.

Art. 298. Contradocumento. El contradocumento particular que al-


tera lo expresado en un instrumento público puede invocarse por las
partes, pero es inoponible respecto a terceros interesados de buena fe.

Comentario. Este artículo recuerda al artículo 996 del Código Civil,


con la diferencia de que no hace referencias a contra-instrumento público
o contra-escritura y que su contenido este anotado en la escritura matriz y
en la copia por la cual hubiese obrado el tercero.
Siempre el artículo velezano resultó un tanto oscuro, pues si en la forma
escrituraria está en juego la seguridad jurídica, la constitución y autenti-
cidad de los hechos configurantes de determinados contratos o negocios,
no se entiende que se extienda un contradocumento, sea público o privado
que lo desmienta y se deje constancia de ello en la matriz y en la primera
copia que la subroga en efectos.
Ante el negocio manifiesto celebrado en forma y su contradocumento
que opera furtivo, la ley se inclina para salvaguardar a los terceros con in-
terés legítimo y de buena fe. La buena fe es la que surge de la compulsa de
la propia copia de escritura, que subroga en todos sus efectos a la matriz,
a lo que hay que sumar el certificado registral.
Ahora bien, salvado el interés de los terceros, la ley da valor entre partes
al contradocumento, a los fines de resarcir los daños que la parte agravia-
da hubiese sufrido como consecuencia de las ventajas que daba el acto o
negocio celebrado por escritura pública y lo hacía titular.
El artículo habla de contradocumento “particular”, el cual podría inter-
pretarse como referencia exclusiva al “instrumento particular”, descali-
336 derecho notarial

ficando así al “instrumento privado”. Consideramos que ha sido un fallo


terminológico poco meditado que admite una lectura correctora e integra-
dora de los instrumentos privados, lo que amerita hablar de “contradocu-
mentos privados y particulares”.
Nos detenemos un instante aquí para hacer una objeción más a los que
piensan que el “boleto de compraventa” es la venta. Meditemos en la hi-
pótesis de un “boleto” como contradocumento, y no obstante ello, el titu-
lar por escritura, desconociéndolo, vende, da en usufructo o hipoteca por
escritura pública a un tercero de buena fe. Si el “boleto” fuera realmente la
venta como algunos suponen, bastaría la existencia de uno con fecha cier-
ta y posesión, para invalidar los actos dispositivos correctamente formali-
zados, y la letra de que “(…) puede invocarse por las partes, pero es ino-
ponible respecto a terceros interesados de buena fe”, sería pura retórica.
Se advierte con ello una vez más, que la forma “tasada” por el legislador
para vender inmuebles –escritura pública– es de orden público, excluyendo
de la potestad de los particulares decidir sobre ella, y cuando dicen que “ven-
den” por instrumento privado (“boleto”), el orden normativo le asigna otra
consecuencia, la de valer como contrato que obliga a cumplir con la forma,
bien entendida esta expresión: como “cumplir con el contrato en forma”.
Pensar en contrario a lo apuntado, es considerar que el “boleto” no pue-
de ser jamás un contradocumento, y en todo caso, la de reconocerle a la
clandestinidad del instrumento privado y particular, más valor que al instru-
mento público, poniendo en riesgo la seguridad jurídica y control que da el
acto del notario y su resultado (escritura pública) por sobre la inseguridad
del acto celebrado sólo por las partes y su resultado (instrumento privado).

4. Sección 5ª. Escritura pública y acta


La diferenciación entre “escrituras” y “actas” ha sido un viejo anhelo del
notariado, que parece tener anclaje por fin en el nuevo código.
Es una disquisición más bien didáctica, en el mejor de los casos, técnica,
pero no explica el verdadero quehacer de la actividad “fedante” –o “facti-
diccional” en la terminología de Carminio Castagno–.
Lo hemos apuntado ya, los notarios u otros funcionarios autorizados
para ejercer las mismas funciones, siempre comprueban “hechos” que
pueden configurar categorías superiores, como los del acto jurídico o del
negocio jurídico, como bien lo expresa el artículo 22 del anteproyecto de
Segunda parte: Fuentes legales 337

Ley de Documentos Notariales. Por eso la definición de acta que se hace


en el artículo 310, –análisis al que remitimos–, conspira con el entendi-
miento claro de lo que es el acto del notario.
La distinción solo tiene asidero atendiendo a que ahora se ha incorpo-
rado la regulación normativa de las actas, lo cual históricamente fuera
considerado por las leyes orgánicas provinciales amparados en el artículo
979 inciso 2º del Código Civil derogado.
Los actos negociales y las actas de comprobación fueron sin duda los
documentos más emblemáticos de la actuación notarial, pero decir que en
las escrituras hay un acto o negocio jurídico y en las actas se comprueban
hechos, no condice con la propia definición que el nuevo código hace en
el artículo 296.
Tomando al instrumento público del artículo 296 como género, debe-
mos sostener que en sus especies, sea “acta pública” o “escritura pública”,
en ambas se autentican por escrito datos referidos a hechos, los cuales
pueden contener hechos jurídicos del artículo 257 del nuevo código, los
simples actos lícitos del artículo 258, o los actos jurídicos del artículo
279 que comprenden actos jurídicos en sentido estricto (v.gr: una acta de
notificación de despido) y en mayor medida los actos jurídicos en sentido
lato, que en la terminología italiana (no la nacional) se denomina negocio
jurídico (v.gr: compraventa, donación, testamento, etc.).
En fin, el logro legislativo es importante y bienvenido; pero no quería-
mos empezar los comentarios a la sección, sin los “ajustes” que hace a la
terminología la teoría del acto notarial.

Art. 299. Escritura pública. Definición. La escritura pública es el


instrumento matriz extendido en el protocolo de un escribano públi-
co o de otro funcionario autorizado para ejercer las mismas funcio-
nes, que contienen uno o más actos jurídicos. La copia o testimonio
de las escrituras públicas que expiden los escribanos es instrumento
público y hace plena fe como la escritura matriz. Si hay alguna va-
riación entre ésta y la copia o testimonio, se debe estar al contenido
de la escritura matriz.

Comentario. Hay que aclarar en cuanto a la redacción, que decir “(…)


en el protocolo de un escribano público (…)”, no es igual que decir “(…)
338 derecho notarial

en el protocolo por un escribano público de registro (…)”, pues no es


“dónde” se hace sino “quién” hace o autoriza el acto, lo que da vigor al
instrumento. Pensemos si no en un acto “en el protocolo” de un escribano,
pero que ese acto sea apócrifo.
Que la copia subrogue en sus efectos a la matriz, no es más que una re-
petición del artículo 1010 del Código Civil. No obstante, esta diferencia
entre matriz y copia, es oportuno sumar otras, como la que hay entre matriz,
primera copia y sus fotocopias, o entre aquellas y sus copias simples. Admi-
tidas, podemos distinguir: a) documento matriz o madre (original); b) pri-
mera copia (subroga al original); c) copia certificada (que prueba existencia
y contenido, pero no subroga) y; d) simple copia, por ejemplo, la fotocopia
que carece de certificación notarial. Esto ha sido tratado en los artículos 85,
86 y 87 del anteproyecto de Ley de Documentos Notariales.11
Nos detenemos un instante en la sentencia: “La copia o testimonio de
las escrituras públicas que expiden los escribanos es instrumento público
y hace plena fe como la escritura matriz.” Pues bien, esta potestad subro-
gatoria de la primera copia es de la esencia de la fe pública. ¿De qué val-
dría el protocolo como registro inamovible, que permanece en poder del
notario, si no existiese un documento capaz de reemplazarlo con el mismo
valor? Tener la primera copia es tener el protocolo, eso es lo que se preten-
de decir. Es por ello que la primera copia, goza de fe pública originaria y
no derivada como algunos suponen. Vale como el original.
En cuanto a que en las variaciones que puedan surgir entre matriz y co-
pia, debe prevalecer la matriz, concuerda con el artículo 1009 del Código
Civil. Este principio reclama también su discurso, pues la “prevalencia”
del contenido de la matriz por sobre la de la primera o ulterior copia puede
darse no solo para la reformulación de la primera copia, sino también para
decretar la nulidad del instrumento matriz, según el caso.

Art. 300. Protocolo. El protocolo se forma con los folios habilitados


para el uso de cada registro, numerados correlativamente en cada

11 Esto merece algunas acotaciones diferenciales: a) que la primera copia tenga fuer-
za subrogatoria significa que la copia vale como la matriz; b) una fotocopia certificada de
la matriz no tiene fuerza subrogatoria, sólo prueba la existencia del documento matriz y
su contenido, en consecuencia, no habilitan, tomando como ejemplo una fotocopia de una
hipoteca, a iniciar la ejecución hipotecaria; c) una copia simple, vale como instrumento
particular.
Segunda parte: Fuentes legales 339

año calendario, y con los documentos que se incorporan por exigen-


cia legal o a requerimiento de las partes del acto. Corresponde a la
ley local reglamentar lo relativo a las características de los folios,
su expedición, así como los demás recaudos relativos al protocolo,
forma y modo de su colección en volúmenes o legajos, su conserva-
ción y archivo.

Comentario. En nuestro país el protocolo se forma con los folios ha-


bilitados y no con los folios autorizados, es decir que el notario cuando
compra los cuadernos de protocolo, independientemente de que autorice
una escritura o acta, ya es protocolo. Es decir que el protocolo se forma a
priori. Hay países como España, por ejemplo, en el cual el protocolo se
forma a posteriori, es decir que es el producto de los folios autorizados, es
decir de las escrituras realizadas.
En los protocolos a priori, las escrituras frustradas, sea porque no fueron
autorizadas o erradas, forman por igual el protocolo, debiendo consignar-
se en ellas las leyendas de “sin efecto”, “no paso” o “erróse”.
La terminología de la norma al decir que el “protocolo se forma”, debe
entenderse en forma elíptica, como “el libro de protocolo se forma” ade-
más de los folios de protocolo en sentido estricto, con los documentos
que por imperio legal o requerimiento de partes se incorporen. Hay que
distinguir pues el protocolo en sentido estricto, del “libro de protocolo”,
que se forma con el protocolo en sentido estricto más toda la documental
agregada, incluido los índices que se anexan al finalizar el año y son una
consecuencia de un control y recuento de lo actuado.
A la pregunta si el notario, ‒que es autor del documento‒, puede incor-
porar a su criterio otros documentos o decidir sobre la incorporación de
documentos a pedido de parte; sin duda que sí. Esto ya lo enunciaba con
mayor precisión el artículo 16. I, 4 del Anteproyecto de ley de documentos
notariales: “Los documentos que se incorporen por imperio de las leyes
o a requerimiento expreso o implícito de los comparecientes y por dispo-
sición del notario”. El anteproyecto además adicionaba los índices que
debían unirse.
En cuanto a las leyes locales, éstas tienen, por derivación, la tarea de
reglamentar todo lo atiente al protocolo. Mutatis mutandi se reproduce así
lo mismo que en el artículo 998 del código civil, que hablaba de “libro de
340 derecho notarial

registro” “numerado, rubricado o sellado” (habilitados), según las “leyes


en vigor”. Estas leyes en vigor no son otras que las leyes orgánicas de las
provincias. En otras palabras: que es protocolo lo dice la ley nacional,
pero son las leyes provinciales las que determinan las características de
los folios, la necesidad de índices, requisitos, formación, términos, forma
y modo de coleccionarlos, volúmenes o legajos, formas de división, con-
servación y archivo, entre otros.
Como se verá seguidamente, esta derivación permanente a normativas
locales crea una articulación que vincula la validez y eficacia de los instru-
mentos públicos al juego armónico de normas de fondo y normas locales.

Art. 301. Requisitos. El escribano debe recibir por sí mismo las


declaraciones de los comparecientes, sean las partes, sus represen-
tantes, testigos, cónyuges u otros intervinientes. Debe calificar los
presupuestos y elementos del acto, y configurarlo técnicamente. Las
escrituras públicas, que deben extenderse en un único acto, pueden
ser manuscritas o mecanografiadas, pudiendo utilizarse mecanis-
mos electrónicos de procesamiento de textos, siempre que en defi-
nitiva la redacción resulte estampada en el soporte exigido por las
reglamentaciones, con caracteres fácilmente legibles. En los casos
de pluralidad de otorgantes en los que no haya entrega de dinero,
valores o cosas en presencia del notario, los interesados pueden
suscribir la escritura en distintas horas del mismo día de su otor-
gamiento. Este procedimiento puede utilizarse siempre que no se
modifique el texto definitivo al tiempo de la primera firma.

Comentario. La norma pone en palabras, algo de la lógica de la acti-


vidad de todo oficial púbico con potestad fedante, en concordancia con
el artículo 296 que establece la eficacia probatoria en cuanto a los datos
escritos referidos a hechos percibidos, que han pasado en presencia del
oficial público o que declara por sí mismo realizados. Esa es precisamente
la “plena fe” a la que aspira la seguridad jurídica del orden normativo en
los instrumentos públicos. La certeza dada por la potestad atribuida a un
oficial público encargado de declarar en forma coetánea datos escritos
relativos a hechos sensorialmente percibidos.
Segunda parte: Fuentes legales 341

En cuanto a la calificación de los presupuestos y elementos, se entiende


que son los del negocio jurídico. En estricta teoría del negocio jurídico,
los “presupuestos” son la capacidad de las partes o interesados, la idonei-
dad del objeto y la legitimación, en cuanto a los “elementos” refiere a la
forma, el contenido y la causa del negocio.
Respecto de la denominada “unidad del acto”, la doctrina notarial sigue
su eterno debate, requisito que no era discutido en el código civil, respecto
a la figura del testamento cerrado. En dicho testamento, por imperio del
artículo 3667 se establecía que, “la entrega y suscripción del testamento
cerrado debe ser un acto sin interrupción por un acto extraño, a no ser por
breves intervalos, cuando algún accidente lo exigiere”. La nota al artículo,
siguiendo al código Frances, de Chile, de Nápoles, Holanda y Luisiana,
decía que era una exigencia “la unidad de tiempo y acción, porque de otra
manera el pliego que contuviese el testamento podría ser cambiado”.
Una norma similar la encontramos en el artículo 34 del Anteproyecto
de ley de documentos notariales. Para la doctrina notarialista, la “unidad
de acto” supone: 1) Copresencia de las partes en sentido material e instru-
mental y los testigos que determine la ley, y obvia presencia del notario;
2) Lectura del documento o instrumento; 3) Expresión de la voluntad, sea
consintiendo o asintiendo los otorgantes, interesados y testigos; 4) Firma
de los mismos o a ruego en su caso y firma del notario.
Todos estos presupuestos de la unidad, denotan un solo texto leído, con-
sentido o asentido de manera simultánea, expresados en el cuerpo que
hace al contenido negocial, y “con-firmado”, precisamente mediante la
firma de los comparecientes. Hacemos la aclaración que la confirmación
o consentimiento puede darse para actos de retractación de un negocio
existente, como es en la hipótesis de un distracto.
Vemos que la unidad del acto refiere a la unidad temporal, en el sentido
que, es en presencia del oficial público que las partes, sus representantes,
testigos, cónyuges u otros intervinientes deben comenzar y terminar el
acto notarial.
Ahora bien, esta regla que no establece sanción, se presenta rígida en
la medida que exista pluralidad de otorgantes y obligación de entrega de
dinero, valores o cosas en presencia del notario. En caso de que este presu-
puesto de hecho no se dé, los interesados pueden suscribir la escritura en
342 derecho notarial

distintas horas del mismo día de su otorgamiento. Esta disquisición sólo


en cuanto al precio, dinero, valores o cosas en presencia del notario resulta
meramente ejemplificativa pues conforme al párrafo final, la unidad de
acto, como unidad temporal garantiza la incolumnidad del contenido.
En otras palabras, las partes que otorgan el acto lo hacen sin distancia-
mientos que pongan en duda el texto firmado por los comparecientes. Así
como en los testamentos cerrados se podría cambiar el pliego sin unidad
de tiempo y acción, en los negocios podría modificarse el contenido. Con-
sideramos a esta norma como meramente orientadora, pudiendo darse una
falta de unidad del acto que no acarre consecuencias, en tanto no produzca
daño a las partes o comparecientes.
Que quede claro que estamos hablando de las denominadas escrituras
públicas, es decir, aquellos instrumentos en los que consta un negocio
jurídico, pues en las actas, como se verá más adelante, el requerimiento y
la diligencia pueden separarse sin resentimiento para la eficacia y validez
del acto del notario.

Art. 302. Idioma. La escritura pública debe hacerse en idioma na-


cional. Si alguno de los otorgantes declara ignorarlo, la escritura
debe redactarse conforme a una minuta firmada, que debe ser ex-
presada en idioma nacional por traductor público, y si no lo hay,
por intérprete que el escribano acepte. Ambos instrumentos deben
quedar agregados al protocolo.
Los otorgantes pueden requerir al notario la protocolización de un
instrumento original en idioma extranjero, siempre que conste de
traducción efectuada por traductor público, o intérprete que aquél
acepte. En tal caso, con el testimonio de la escritura, el escribano
debe entregar copia certificada de ese instrumento en el idioma en
que está redactado.

Comentario. Concuerda en parte con los que disponía el artículo 999


del Código Civil. Por idioma “nacional” se entiende que es, el que en se-
mántica o teoría del lenguaje se entiende como “lenguaje natural”, v.gr: el
castellano, el inglés, el alemán. El idioma nacional es pues: el castellano.
Se sobreentiende pues, que la forma debe ser documental escrita y el texto
debe ser en idioma castellano.
Segunda parte: Fuentes legales 343

¿Qué se entiende respecto de la ignorancia por parte de alguno o más


otorgantes del idioma nacional? Una lengua puede: a) no hablarse, ni leer-
se, ni escribirse; b) hablarse, pero no leerse, ni escribirse; c) hablarse, leer-
se, pero no escribirse; d) leerse, escribirse, pero no hablarse; y e) leerse,
pero no escribirse, ni hablarse.
Esta hipótesis ‒aunque suene irónico‒ es dable que se den no solo respecto
de extranjeros sino también de nativos, al menos algunas hipótesis. De todas
estas combinaciones, veamos cuales son las que condicionan la validez del
acto del notario, obligando a articular los presupuestos de hecho de la norma.
Las hipótesis a) b) c) y e) sin duda obligan al notario a elaborar una minuta
en idioma extranjero firmada (por el otorgante) y traducida al idioma nacio-
nal por traductor público o intérprete que el escribano acepte, agregando
ambos textos al protocolo. Nosotros preferimos hablar de “traducida al idio-
ma nacional” antes que “expresada en idioma nacional”, pues es aquello,
lo que hace el traductor, en tanto que “expresarse” admite todo tipo de len-
guajes además del escrito. El artículo 10 II y III del Anteproyecto de ley de
documentos notariales utiliza la palabra traducción y reza: “…expresiones
aisladas en otras lenguas…” lo que evidencia una mayor pulcritud técnica.
Consideramos que el hecho de que pueda leerse, como es el caso de c)
y e) no libera de la conformación de una minuta, por más que el notario
se la facilite para la lectura directa, pues la ley no hace distinciones. Res-
pecto de la hipótesis mentada en d) es viable la elaboración de una minuta
en nuestro idioma, con una aclaración expresa de los extremos apuntados
(que lo escribe, lo lee, pero no lo habla), debiendo dicho ejemplar ser ob-
viamente adjuntado al protocolo.
La última parte refiere a la solicitud de incorporar al protocolo la traducción
del texto en idioma extranjero.12 Con ello se pretende una suerte de “matrici-
dad” del texto traducido, pero al expedir la primera copia de la escritura, se
deberá anexar una copia certificada del texto en el idioma extranjero.

Art. 303. Abreviaturas y números. No se deben dejar espacios en


blanco, ni utilizar abreviaturas, o iniciales, excepto que estas dos
últimas consten en los documentos que se transcriben, se trate de

12 Nosotros hablamos de “incorporar”, pues se incorpora a pedido de parte, como es el


caso, y se “protocoliza” a pedido del juez. Además, sobre el concepto de “protocolización”
puede consultarse el artículo 52 del Anteproyecto de ley de documentos notariales y su nota.
344 derecho notarial

constancias de otros documentos agregados o sean signos o abre-


viaturas científicas o socialmente admitidas con sentido unívoco.
Pueden usarse números, excepto para las cantidades que se entre-
gan en presencia del escribano y otras cantidades o datos que co-
rresponden a elementos esenciales del acto jurídico.

Comentario. Esta es una norma en parte de seguridad y en parte me-


ramente instructiva. Claro está, que los espacios en blanco podrían ser
llenados extemporáneamente por el propio notario o terceros, lo cual debe
ser evitado. En cuanto a que las abreviaturas e iniciales deben evitarse,
no obsta a que el notario realice previamente al texto de la escritura, una
especificación de las abreviaturas que ha de utilizar, máxime cuando se
trata de textos de mucha extensión, como por ejemplo sometimientos a
propiedad horizontal, inventarios, descripciones técnicas o cosas por el
estilo. En el caso de transcripciones literales de documentos agregados
que ya contengan abreviaturas e iniciales, es obvio que deben respetarse,
pues hay que mantener la literalidad.
Históricamente, ‒y aún hoy lo practican algunos notarios‒, se suelen
agregar a los números su expresión en letras, o directamente ponen los
números expresados en letras, lo que es verdaderamente un exceso formal
que hace engorrosa y densa la lectura y comprensión, pues es más fácil
leer los números que las palabras que expresan los números. Si bien los
números son signos o abreviaturas científicas socialmente admitidas con
sentido unívoco, es de buena técnica que, para el precio, saldos, valores,
etc., se use su expresión en letras y entre paréntesis el signo $, €, U$S,
etc., y la expresión numérica. Creemos que el hecho de que se entreguen
en presencia del escribano o no, es secundario.
En cuanto a qué entienden los legisladores por “elementos esenciales
del acto”, pensamos que hacen referencia al número de escritura, la fecha,
el lugar, la comparecencia, la cosa, entre otros. El número de escritura se
debe expresar en letras y puede adicionarle entre paréntesis el número,
igual la fecha, no pudiendo abreviarse el lugar, ni inicializarse los nom-
bres. No obstante, la obviedad, es de práctica no poner en letras los nú-
meros de documentos, pasaportes etc., pues es una mera transcripción,
además de ser signos o abreviaturas científicas o socialmente admitidas
con sentido unívoco. Lo mismo con los datos de los informes o certifi-
Segunda parte: Fuentes legales 345

cados expedidos por Catastro, y que llevan una prolífica carga de signos,
símbolos, abreviaturas y demás nomenclaturas técnicas, las cuales son
transcriptas por el notario.

Art. 304. Otorgante con discapacidad auditiva. Si alguna de las


personas otorgantes del acto tiene discapacidad auditiva, deben
intervenir dos testigos que puedan dar cuenta del conocimiento y
comprensión del acto por la persona otorgante. Si es alfabeta, ade-
más, la escritura debe hacerse de conformidad a una minuta firma-
da por ella y el escribano debe dar fe de ese hecho. La minuta debe
quedar protocolizada.

Comentario. ¿Qué entienden los legisladores por discapacidad auditi-


va? ¿Estamos hablando de lo que en la terminología del código civil hacía
referencia a los “sordomudos”, los cuales pueden o no darse a entender
por escrito? Aun así, las discapacidades auditivas pueden tener tan in-
numerables manifestaciones que hubiese sido importante definirlas a los
efectos de saber a qué atenerse a la hora de calificar la capacidad o no del
compareciente, o bien definir cuándo se da el presupuesto de hecho que
obliga a activar los mecanismos previstos por la norma, a saber: la presen-
cia de testigos o eventuales minutas.
Nosotros, para acortar los complejos caminos de especialistas, nos limi-
tamos a las hipótesis de sordos y sordomudos. Respecto de estos últimos
la propia comunidad prefiere que se los denomine como “sordos” y no
sordomudos.
Los más afectados son los sordos de nacimiento, pues el hombre apren-
de a hablar por imitación y normalmente este aprendizaje se realiza duran-
te los primeros años de la vida, en los que el niño oye a las personas que
le rodean y trata de repetir los sonidos. Pero si existen anomalías auditivas
de cualquier tipo que dificulten el aprendizaje, entonces el niño hablará
deficientemente o no hablará en absoluto. El sordo registra visualmente
los movimientos de labios, las expresiones y gestos de su interlocutor,
pero no tiene sensaciones sonoras, al menos al nivel de la intensidad en
que se le está hablando. Mal podrá, pues, aprender unos sonidos que no
oye, que no existen para él, con la consecuencia obvia de que, por que no
oye, no habla. Es en esta instancia en la que nace entonces lo que impro-
346 derecho notarial

piamente denominamos sordomudo. Salvo casos congénitos, es la sordera


sumada a una deficiente dedicación, educación o tratamiento pedagógico
adecuado en la temprana edad, lo que vuelve un sordoparlante potencial
en un sordomudo irrecuperable. En estos casos, los matices diferenciales
se deben más, a la ignorancia, incomprensión, dejadez o abandono por
parte de los adultos encargados de la educación y cultura del sordo, que a
las derivadas de la propia naturaleza de la deficiencia física o funcional.
De este paisaje, una cosa resultará obvia e insubsanable para la persona
afectada: carecerá de lenguaje. Siendo éste el vehículo de comunicación
social y de transmisión de la cultura, su falta se hará notar en un doble
aspecto. Por un lado, ante la imposibilidad de ser bien comprendido, de
poder expresar las ideas propias claramente y de comprender a los demás,
puede suceder que se dé una cierta introversión del sujeto que lo lleven
a manifestar rasgos antisociales en el sentido de inhibirse de la vida en
comunidad. Por otro lado, como el lenguaje en sí mismo es vía de pene-
tración de los conceptos, de las ideas abstractas, en suma, el instrumento
principal en el desarrollo intelectual del sujeto, su carencia se habrá de
notar forzosamente.
Estudios en la materia distinguen, una sordera prelocutiva (cuando la
sordera aparece antes de la adquisición del lenguaje, es decir antes de los 2
años de edad); perilocutiva (cuando se inicia antes de finalizar el proceso
de adquisición de la lengua, entre los 2 y los 5 o 6 años) y, postlocutiva
(cuando aparece después de que este proceso está bien consolidado, a par-
tir de los 6 años en adelante). Estas diferencias no son menores para el De-
recho, pues en las dos últimas distinciones, tratándose de personas adultas
y con un desarrollo comunicacional y cultural alto, pondrán al operador
jurídico en general y al notario en particular, ante situaciones valorables
desde el punto de vista negocial.
Hechas estas observaciones saquemos algunas conclusiones. Adverti-
mos que, en las sorderas prelocutivas, por lo general se actúa a través de
curadores, lo que nos lleva a ocuparnos de situaciones perilocutivas y pos-
locutivas. Sin duda que hay un ámbito discrecional para la valoración del
notario u oficial público interviniente, pues deberá calificar en cada caso
y en la medida que lo advierta, la capacidad para comprender la fuerza
vinculante del negocio y su contenido por parte del otorgante.
Segunda parte: Fuentes legales 347

La casuística puede ser infinita. Pensemos en el caso de una persona que


ha sido sana auditivamente durante toda su vida y que por un accidente o
enfermedad se ha quedado sordo. ¿Entra o no dentro del presupuesto de
hecho normativo? ¿Qué ocurre si declara que ha quedado sordo pero que
ha leído íntegramente la escritura y presta entera conformidad al negocio?
¿Qué ocurre si no hay testigos ni minuta? ¿Qué ocurre si el otorgante no
confiesa que sufre de una discapacidad auditiva? ¿Se vincula de manera
lineal esta norma con lo dispuesto por el artículo 305 inciso d. que obliga
a dejar constancia intradocumental de la lectura?
Creemos que estamos ante una norma de protección del discapacitado
cuando este acusa una deficiencia grave y ostensible, tanto para el notario
como el resto de los comparecientes, de modo tal que con la presencia de
testigos y/o minuta, se pueda asegurar la inatacabilidad del negocio que
celebren.
En casos leves o no ostensibles de discapacidad, una lectura lineal del
texto normativo, pone al discapacitado auditivo en una situación que, en
vez de socializarlo le profundiza su condición de discapacidad por el pro-
pio peso de la ley, y a contrario, un discapacitado auditivo de mala fe que
ocultara su condición podría victimizarse eternamente, alegando que no se
le requirió testigos o minuta alguna, poniendo al negocio celebrado en una
constante situación amenazante de estabilidad o certeza.
Sobre esta solución dada por el nuevo código, es de lamentar que no se
haya seguido el criterio previsto por el artículo 33. 1. del Anteproyecto de
Ley de Documentos Notariales, que prevé: “Se leerá la escritura y si co-
rrespondiera los documentos agregados, sin perjuicio de hacerlo el traduc-
tor o intérprete en los casos del apartado II del artículo 10 y del derecho
de los intervinientes a leer por sí, formalidad ésta que será obligatoria para
el otorgante sordo”.
Sin duda, y como bien lo advierte irónicamente Carminio Castagno, la
solución de pedir que deban “(…) intervenir dos testigos que puedan dar
cuenta del conocimiento y comprensión del acto por la persona otorgan-
te” es un dislate. Apunta con agudeza Carminio Castagno: “Este párrafo
me llevó a preguntar: ¿cómo pueden los “dos testigos […] dar cuenta
del conocimiento y comprensión del acto” por parte del otorgante?, ¿por
telepatía? Y, además y muy importante: ¿de qué manera puede el notario
348 derecho notarial

verificar la idoneidad de dichos testigos para tal afirmación (o sea, que son
sujetos “telepáticos”)?13

Art. 305. Contenido. La escritura debe contener:


a. lugar y fecha de su otorgamiento; si cualquiera de las partes lo
requiere o el escribano lo considera conveniente, la hora en que se
firma el instrumento;
b. los nombres, apellidos, documento de identidad, domicilio real
y especial si lo hubiera, fecha de nacimiento y estado de familia de
los otorgantes; si se trata de personas casadas, se debe consignar
también si lo son en primeras o posteriores nupcias y el nombre del
cónyuge, si resulta relevante en atención a la naturaleza del acto; si
el otorgante es una persona jurídica, se debe dejar constancia de su
denominación completa, domicilio social y datos de inscripción de
su constitución si corresponde;
c. la naturaleza del acto y la individualización de los bienes que
constituyen su objeto;
d. la constancia instrumental de la lectura que el escribano debe
hacer en el acto del otorgamiento de la escritura;
e. las enmiendas, testados, borraduras, entrelíneas, u otras modifi-
caciones efectuadas al instrumento en partes esenciales, que deben
ser realizadas de puño y letra del escribano y antes de la firma;
f. la firma de los otorgantes, del escribano y de los testigos si los
hubiera; si alguno de los otorgantes no sabe o no puede firmar, debe
hacerlo en su nombre otra persona; debe hacerse constar la mani-
festación sobre la causa del impedimento y la impresión digital del
otorgante.

Comentario. Analicemos uno por uno los incisos. En cuanto al inciso


a., la fecha y el lugar puede ser suplido por declaraciones indirectas que
prueben en forma indudable tales extremos, como por ejemplo referencias
a hechos públicos y notorios de fechas patrias. También se debe ponderar
situaciones de lo que se conoce como “data inferida”, en los casos, por

13 Confr. CARMINIO CASTAGNO José C. “Algunas omisiones al Código Civil y


Comercial”, Especial para la Revista del Notariado, en homenaje al sesquicentenario de
la fundación del hoy Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires.
Segunda parte: Fuentes legales 349

ejemplo, en que por un lapsus, el oficial público ha olvidado poner la


fecha y el lugar, pero la escritura antecedente y la subsiguiente son de la
misma fecha, ante lo cual solo queda inferir que la escritura sin fechar es
del mismo día.
En cuanto a la hora, no es un requisito obligatorio, y su fijación o no, no
hace la validez del acto ni del instrumento. Creemos que es un agregado
que no colabora en nada.
En cuanto al inciso b., se ha ampliado lo dispuesto por el 1001 del Códi-
go Civil, al solicitar documento de identidad, fecha de nacimiento, nom-
bre del cónyuge, denominación completa en el caso de personas jurídicas
y datos de inscripción ante los organismos de contralor. La solicitud del
documento de identidad es lo correcto, pues siempre ha sido un mecanis-
mo eficiente de acreditación de la identidad, aunque el notariado se jacte
de la “fe de conocimiento”.
En cuanto al nombre del cónyuge, si bien el Código Civil solo pedía
la acreditación de estado (casado, soltero, viudo, etc.), fue una exigencia
de las leyes orgánicas provinciales acreditarlo extensivamente. Hoy se lo
incorpora, lo que también fue un anhelo del artículo 23 del Anteproyecto
de ley de documentos notariales. En cuanto a la relevancia del acto, es
menester poner el estado civil, las nupcias y con quién, atendiendo a to-
das las hipótesis de asentimiento conyugal o consentimiento en caso de
codisposición.
En cuanto a que deben constar el domicilio real o especial si lo hubiera,
creemos que la partícula “o” hace referencia a uno de los dos. En con-
secuencia, debe constar sí un domicilio, o los dos si así lo requieren los
otorgantes, pero basta con la acreditación de uno de los dos.
Una lamentable confusión que advertimos es el solicitar en las personas
jurídicas societarias los “(…) datos de inscripción de su constitución si
corresponde (…)” Como bien se expresa, la constitución de la existencia
de la sociedad es un hecho distinto del de su contralor e inscripción en
el registro público de comercio. El derecho necesita un momento cate-
gorial de existencia del sujeto, y ese no es otro que el de la firma de los
estatutos constitutivos; y otro acto para decretar su regularidad, que es el
de contralor e inscripción por ante el registro correspondiente. En sínte-
sis, es necesario el acuerdo constitutivo para ser persona y la inscripción
para determinar la extensión de la responsabilidad. La inscripción que es
350 derecho notarial

un posterius, resuelve un problema de responsabilidad y no de existencia


societaria. En todo caso, la falta de regularidad es una ventaja para los
acreedores de la sociedad no inscripta, pues en vez de responder sólo ésta,
responden además los socios en forma ilimitada y solidaria. En fin, la falta
de inscripción de la persona jurídica, no obsta, ‒al menos para nosotros‒,
a la validez del acto, ni es un requisito necesario ni ineludible que conste
en el texto escriturario, dato por lo demás subsanable mediante notas mar-
ginales o complementarias.
En cuanto al inciso c., creemos que no trae mayores complicaciones su
interpretación. Por naturaleza del acto se entiende como la “fatispecie” o
tipo legal. Bien sabido es que las partes por lo general conocen el interés
socioeconómico que persiguen, los cuales técnicamente son individuali-
zados por el Derecho con tipos legales a los cuales los ha nominado a lo
largo de la historia, por ejemplo, la compraventa, la donación, la cesión
de derechos, la locación, etc. En cuanto a la individualización del objeto,
dependerá de la propia naturaleza del acto.
El inciso d. pide dejar acreditado intradocumentalmente la lectura por
parte del escribano a los comparecientes. En una época como la nuestra
donde leer y escribir resulta un hecho masivo, uno se interroga: ¿No sería
más lógico que el notario les diese la escritura para su lectura directa por
los interesados?
La explicación es simple, y se ve más claramente en materia testamen-
taria, pues por ejemplo el testamento por acto público puede ser otorgado
por un ciego, ergo la lectura se hace incontestable. Salvando esta hipóte-
sis, la ley no hace distinciones y la mantiene en razón de que también pue-
de haber situaciones en las que intervienen incultos, analfabetos o cuasi
alfabetizados, lo que hace de la lectura un medio de asegurar la mediación
del oficial público entre los intereses contrapuestos o concurrentes de los
otorgantes. Con la lectura, el notario unifica la “conciencia” común del
acto que se celebra y da certeza final del contenido documental.
El inciso e. está sin duda mal expresado, por lo cual procedemos a aclarar
su sentido. Ya hemos dicho que los legisladores no explican que entienden
por “partes esenciales”, lo que se convierte en un cómodo expediente que
dejan a la suerte y bondad de los operadores jurídicos. En las enmien-
das, testados, borraduras e interlineados pueden hacerse en el cuerpo de
escritura y tanto a mano como por medios mecánicos (v.gr: máquina de
Segunda parte: Fuentes legales 351

escribir), lo que no puede hacerse por medios mecánicos es su “salvado”


antes de “la firma” según reza la letra del inciso. El texto parece decir
que la enmienda, testado, borradura e interlineado también debe hacerse
a mano, lo que no es cierto. Sí es obligatorio salvar dichos textos a mano
y antes de “las firmas” y no de “la” firma, pues parecería referir a la firma
del notario solamente, y es antes de las firmas de las partes que hay que
salvar de manera manuscrita, sobre todo si se trata de partes esenciales,
como por ejemplo el precio, el objeto, etcétera.
Finalmente nos queda el inciso f. La firma no es un requisito de validez,
sino de existencia, tanto en los instrumentos públicos como privados. Si
bien el nuevo código absorbe la teoría de la inexistencia dentro del régi-
men de las nulidades, el planteo lógico del problema no debe dejar de ser
formulado. Por ejemplo, en un estatuto constitutivo de una sociedad de
más de tres socios, donde uno de los otorgantes no firma, no obsta a la
validez de la sociedad; a la inversa, estando las firmas de los comparecien-
tes, pero faltando la del escribano, no es instrumento público, pero podrá
subsistir como instrumento privado.
En cuanto a la denominada “firma a ruego”, se recepta el mecanismo
técnico que soluciona la imposibilidad de estampar la firma por parte de
alguno de los otorgantes, sea porque no sabe firmar o no puede. Para ello
se solicita la comparecencia de otra persona que firma por quien no puede
o no sabe y en su nombre. Creemos que dejar constancia de la causa del
impedimento es un exceso, basta decir que no puede hacerlo porque no
sabe o porque sufre un impedimento físico permanente o circunstancial.
En cuanto a la impresión digital que debe estampar el otorgante, no se
especifica cuál. Habiendo diez dedos en las manos, queda claro que no
deben estamparse los diez, bastando la elección de uno de los dedos por
parte del notario, especificándose o dejando constancia del dedo utilizado
y de qué mano.

Art. 306. Justificación de identidad. La identidad de los compare-


cientes debe justificarse por cualquiera de los siguientes medios:
a. por exhibición que se haga al escribano de documento idóneo;
en este caso, se debe individualizar el documento y agregar al pro-
tocolo reproducción certificada de sus partes pertinentes;
b. por afirmación del conocimiento por parte del escribano.
352 derecho notarial

Comentario. En estricta técnica jurídica, justificar la identidad importa


un ejercicio de legitimación subjetiva absoluta, es decir: del individuo
como tal. Que uno sea quien dice ser es un tema que históricamente ha
transitado por un escarpado camino.
El inciso a., estipula la exhibición de documento idóneo, el cual puede
consistir en el documento nacional de identidad, pasaporte, o cualquier
otro medio que a criterio del oficial público tenga aptitud acreditativa de
la identidad del sujeto.
De difícil inteligencia es la obligación de “individualizar el documento
y agregar al protocolo reproducción certificada de sus partes pertinentes”.
¿Con qué objeto? ¿Controlar al escribano acerca de si identificó fehacien-
temente? ¿Por qué no es exigido a los secretarios de juzgado, a los oficia-
les del registro civil o a los registros inmobiliarios cuando otorgan una
afectación a la vivienda? ¿Qué ocurre si el documento exhibido es apócri-
fo y de una facción tan perfecta que hace imposible su detección? ¿En tal
caso, la fotocopia prueba que era falso? ¿Y si era falso, quien responde, el
falsificador o el escribano? Estamos convencidos que el falsificador. En
fin: ¿Qué sentido o razón tiene este requisito? ¿Por qué no pedirlo tam-
bién para la primera copia del título de propiedad, cheques cuando el pago
se hace con valores o los billetes sean en moneda extranjera o nacional?
Pensando con la misma lógica, el inciso b., cuando la identidad surge por
afirmación del escribano: ¿No convendría sacar una foto del comparecien-
te y agregarla al protocolo?
Peor aún y yendo al extremo opuesto, supongamos una escritura donde
el escribano declara que el compareciente no ha acreditado documento
idóneo alguno y que además no lo conoce, y resulta que la persona es
quien dice ser. ¿Cómo es esa escritura y el acto contenido? No cabe duda
que válido.
De igual modo: ¿Qué sucede si el escribano no agrega la fotocopia certi-
ficada del documento que consideró idóneo, sea el DNI, pasaporte, el car-
net de conductor o el carnet del club social, y es quien dice ser realmente?
No sucede nada. Como mucho, una sanción disciplinaria colegial, como
consecuencia del incumplimiento de ‒en el mejor de los casos‒ una carga
o, ‒en el peor‒, de un deber legal producto de un exceso formal superfluo.
Esta es la lógica, más aún si la ponemos en concordancia con el criterio
del artículo 309 que se comenta más adelante. No siendo causa de inefi-
Segunda parte: Fuentes legales 353

cacia ni invalidez del acto del notario, ni del negocio que contenga: ¿Para
qué se pide? Sinceramente los ignoramos.
Se dirá que los estatutos constitutivos de sociedades son a las perso-
nas jurídicas lo que el DNI a las personas físicas, por tanto, así como se
debe conservar copia certificada de los estatutos hay que hacer lo propio
con el DNI. El tema es que la diferencia esgrima en que de los estatutos
deben agregarse copia certificada porque permiten conocer de la persona
jurídica lo que son en cuanto a su tipo, objeto, capital, accionar, órganos
de deliberación interna, de representación externa, etcétera. Atribuirle al
DNI la misma función es absurdo, ergo pedir el agregado de su fotocopia
es burocratizar sin objeto la labor notarial. Ni siquiera puede ser una emu-
lación de la política exigida para la documentación habilitante que prevé
y comentamos en el artículo siguiente, el cual se inspira en otra lógica, y
es que los poderes están dirigidos a terceros, son actos unilaterales recep-
ticios destinados a probar las facultades delegadas.
El inciso b. admite la “identificación” por la “afirmación” de que el nota-
rio conoce al compareciente. Esto no debe confundirse con la “fe de cono-
cimiento”, que era un recurso técnico mediante el cual, cuando el notario
no conocía al compareciente, se debían buscar dos testigos conocidos por
el notario y que a su vez conocieran al compareciente, para lograr así la
certeza de quien comparecía, era quien decía ser. Esta última modalidad
tiene su fuente en la Ley I, Tº 23, Lº 10 de la Novísima Recopilación, épo-
cas en que no existían formas certeras de identificación, más que las del
conocerse, hecho que aseguraba la vecindad.14
Si bien en Derecho la idea de conocer no es la misma que la de identificar,
se puede afirmar que la fe de conocimiento en lo documental, fue la antesala
para la incorporación de los modernos mecanismos de identificación.
Sin duda que la fe de conocimiento fue un recurso valioso, uno de los
más preciados orgullos del notariado latino, pero a medida que los medios

14 Para darnos una idea, debemos pensar que la Novísima Recopilación de las le-
yes de España son del año 1805, y fueron ordenadas por Carlos IV. Estaba dividida en
XII libros, y reformaban la Recopilación publicada por Felipe II en el año de 1567. La
Novísima incorporaba las pragmáticas, cédulas, decretos, órdenes, resoluciones reales
y providencias no recopiladas. Ya en el Espéculo (Año 1255) de Alfonso X de Castilla
(1221-1284) se lee: “Conoscer debe el escriuano los omes entre quien face carta, por sí o
por otros, que sepan decir quien son. E otrosi debe preguntar e saber los nomes dellos, a
donde son e do viven.”
354 derecho notarial

de identificación avanzaron, se volvió un verdadero arcaísmo. En época


del Código Civil, el conocimiento por el escribano y la fe de conocimiento
por testigos eran las únicas herramientas existentes de acreditación de la
individualidad de las personas.
No obstante aparecer los registros civiles seculares, y luego la creación
de los documentos de identidad obligatorios, el viejo artículo 1002 sobre-
vivió. Si bien el notariado seguía utilizando este recurso medieval, incor-
poraba de hecho el documento de identidad. Lo propio hacían el resto de
los funcionarios con potestades similares, v.gr: el secretario de juzgado o
el oficial del registro civil que, desde su vigencia, no dudaron un instante
acreditar la identidad con los documentos que estos últimos expedían.
La pegunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿Desapareció o no
la fe de identificación? Consideramos que sí. Es más, cuando existía era
un mecanismo de identificación por atestación de terceros, lo que ponía
en duda la plena fe de la identidad, pues la plena fe estaba dada por el
hecho de que el escribano conocía a los testigos y que estos “declaraban”
que los comparecientes eran quienes decían ser. En todo caso, la fe de
conocimiento no hacía plena fe de la identidad, ‒plena fe que, al faltar, no
obligaba a redargüir de falso‒, sino que hacía plena fe de que los testigos
declaraban que el compareciente era quien decía ser, hecho declarado por
atestación que admitía y admite simple prueba en contrario, por la lógica
del artículo 296 inciso b.

Art. 307. Documentos habilitantes. Si el otorgante de la escritura es


un representante, el escribano debe exigir la presentación del docu-
mento original que lo acredite, el que ha de quedar agregado al pro-
tocolo, excepto que se trate de poderes para más de un asunto o de
otros documentos habilitantes que hagan necesaria la devolución, su-
puesto en el cual se debe agregar copia certificada por el escribano.
En caso de que los documentos habilitantes ya estén protocolizados
en el registro del escribano interviniente, basta con que se mencione
esta circunstancia, indicando folio y año.

Comentario. Este artículo es reflejo del 1003 del Código Civil velezano. Lo
que se conoce como documentación habilitante no es otra cosa que la exhibi-
ción o entrega de elementos que hacen a la legitimación. La legitimación es
Segunda parte: Fuentes legales 355

un concepto moderno, acuñado por las teorías procesalistas y las teorías ge-
nerales del negocio jurídico. Ha sido definida como la aptitud de una persona
(sea física o jurídica) para cumplir determinado rol en una situación jurídica
concreta en relación con otros sujetos y/u objetos determinados.
El artículo que analizamos refiere a las situaciones de legitimación in-
directa o de segundo grado, es decir aquellas que surgen del mandato. La
legitimación la da el acto unilateral de apoderamiento, el cual precisamen-
te está dirigido a los terceros con quienes el apoderado debe vincularse.
Estos apoderamientos pueden ser dados para varios actos o actos determi-
nados, en tal caso la primera copia o el documento legitimante debe ser
exhibido conservando copia certificada o el ejemplar original en la medida
que el actuar del apoderado se agote o no con su utilización.
A diferencia de la legitimación subjetiva absoluta que se produce al exhibir
por ejemplo el documento de identidad y sólo acredita la existencia e identi-
dad del sujeto, los poderes o mandatos se presentan para acreditar la potestad
en cuanto el objeto extensión y límites del accionar de los representantes.
La retención o no de la primera copia depende de las características del
poder y de las circunstancias del acto. Por medio de dicho documento exó-
geno, el notario califica la legitimidad del apoderado y la autosuficiencia del
instrumento que autoriza. La incorporación del original, como lo prevé la
norma, asegura que no se produzca una nueva contratación sobre el mismo
bien y con iguales fines, y en el caso de poderes más amplios, asegura un
eventual cotejo en caso de estar controvertido el actuar del apoderado.
Debemos hacer la observación que el artículo no prevé las situaciones
de otorgantes con representación por Derecho público y cuyo cargo se
ostenta por notoriedad; así también no se hace referencia a los poderes
otorgados en el extranjero. Al respecto, el Anteproyecto de ley de docu-
mentos notariales se mostraba más completo, como se puede colegir en
sus artículos 25 al 28.15

15 Reza la parte pertinente del Anteproyecto: “Art. 25. I. Cuando los otorgantes ac-
túen en nombre ajeno y en ejercicio de representación, el notario procederá de la siguiente
manera: 1. Si la representación es de derecho público y le consta por notoriedad, consig-
nará tales extremos. (…)”. Por su parte el artículo 27 dice: “Art. 27. Cuando el documento
que contiene la representación ha sido otorgado en el extranjero, será menester su previa
protocolización en un registro notarial del país por el procedimiento dispuesto en esta ley,
sin perjuicio de la legalización y otros requisitos que correspondieren. No se requerirá a
tal efecto resolución judicial”.
356 derecho notarial

Una observación final que se deduce de la interpretación del artículo, es


la que corrobora que el estudio de títulos no comprende la compulsa de
los documentos matrices. Si bien se utiliza la expresión “original”; para
los que estamos al tanto de la dinámica documental notarial, lo que en el
artículo se denomina “original” no es otra cosa que la “primera o ulterior
copia” del poder, estatuto societario, etc., pues es eso precisamente lo que
circula en el tráfico jurídico y debe ser tenido como el “original”, pues
conforme al artículo 299 del mismo CCCN, subroga a la matriz –es decir
al “original” ‒, en todos sus efectos.

Art. 308. Copias o testimonios. El escribano debe dar copia o testi-


monio de la escritura a las partes. Ese instrumento puede ser obteni-
do por cualquier medio de reproducción que asegure su permanen-
cia indeleble, conforme a las reglamentaciones locales. Si alguna
de las partes solicita nueva copia, el escribano debe entregarla,
excepto que la escritura contenga la constancia de alguna obliga-
ción pendiente de dar o de hacer, a cargo de otra de las partes. En
este caso, se debe requerir la acreditación en instrumento público
de la extinción de la obligación, la conformidad del acreedor o la
autorización judicial, que debe tramitar con citación de las partes
del acto jurídico.

Comentario. El Anteproyecto de ley de documentos notariales, bajo el


epígrafe “traslados” incluía tanto a las copias, testimonios y copias sim-
ples (Confr. art. 74 y sigs.).
Vélez Sarsfield, con claridad meridiana hablaba de “copias” (salvo en
la última parte del artículo 1003), sean estas primeras o ulteriores, y es lo
correcto, pues “copia” es la reproducción de todo documento matriz. Eso
y no otra cosa expiden los notarios de sus protocolos: copias.
La expresión “testimonio”, implica la declaración de un testigo, y con-
sideramos que es conceptualmente inadecuado su uso en materia instru-
mental notarial. Sin embargo, es utilizada la expresión para designar lo
que se conoce como “copia certificada”.
Sobre estos distingos, hay que remarcar que la copia subroga en sus efectos
al documento matriz, en tanto que la copia certificada solo prueba la existen-
cia del documento, pero sin la fuerza subrogatoria de efectos y eficacia.
Segunda parte: Fuentes legales 357

El medio “indeleble” del que habla la norma, es siempre el documental


escrito, y las reglamentaciones locales en general prevén un sistema de
folios especiales para la expedición de copias, copias por concuerda, cer-
tificación de firmas, con una celosa reglamentación en los mecanismos de
certificación de copias.
Para la expedición de ulteriores copias, habiendo prestaciones o contra-
prestaciones pendientes, será menester la acreditación del cumplimiento
de la obligación a que refiera. Creemos que la acreditación por instrumen-
to público siempre, puede resultar un exceso formal. Pensemos en el pago
del precio en cuotas, hecho mediante cheques de pago diferido y constan-
cias bancarias de acreditación de la totalidad de los mismos. ¿Es necesaria
además una escritura de recibo?
En cuanto a lo tuitivo de la norma, nos interrogamos: ¿Qué ocurre si se
expide una segunda copia a favor del comprador habiendo cheques pen-
dientes de pago? Nada absolutamente. ¿Cuál es el riesgo? Ninguno por
supuesto. ¿Hay que hacer una escritura de recibo de pago parcial? ¿Con
que objeto? En todo caso: ¿Se puede o no se puede emitir una segunda o
ulterior copia sin dar curso a tan inútil e irrazonable procedimiento?
Algo por el estilo se observa en la mala práctica que tienen los Bancos
de retener los títulos de propiedad cuando otorgan una compraventa con
hipoteca o simplemente una hipoteca. Los Bancos se “guardan” el título
causal del domino, olvidando que dicho título es al inmueble, lo que el
documento de identidad a las personas, es como que nos retengan el DNI.
Mal que les pese, esto deja desamparado al deudor hipotecario del título
con que defenderse ante una usurpación o intrusión en su inmueble, o
bien a merced del Banco. Nos interrogamos: ¿Se le puede prohibir al pro-
pietario con un interés legítimo, solicitar una segunda copia de escritura
no obstante existir incontestables obligaciones pendientes para el deudor
hipotecario? ¿Qué riesgo hay en emitir una segunda copia? Consideramos
que ninguno. ¿Qué valor y sentido tendría la conformidad del acreedor o
la autorización judicial? Realmente lo ignoramos.
Y si la segunda copia la solicita el acreedor: ¿Se lo convoca al deudor
para que preste conformidad? La única hipótesis de riesgo posible sería
el caso de un acreedor hipotecario que, conforme lo estipulen en la propia
escritura de hipoteca, den por cancelada la misma mediante entrega de la
primera copia por parte del acreedor, práctica desconocida en la actuali-
dad o al menos hasta el momento.
358 derecho notarial

Salvo esta excepcional hipótesis, el procedimiento exigido resulta ar-


bitrario, y estamos convencidos que es un deber legal emitir segundas o
ulteriores copias por parte del notario, sin necesidad de citación y licencia
o asentimiento de parte o contraparte, ni de intervención judicial que la
autorice.
El espíritu de la norma no es más que una triste reiteración distraída de
los artículos 1007 y 1008 del Código Civil, los cuales han sido repetidos
durante siglos sin la más mínima meditación siguiendo la Novísima Re-
copilación española para los inveterados procedimientos ejecutivos y que
en nada condicen con los actuales.16

Art. 309. Nulidad. Son nulas las escrituras que no tengan la de-
signación del tiempo y lugar en que sean hechas, el nombre de los
otorgantes, la firma del escribano y de las partes, la firma a ruego
de ellas cuando no saben o no pueden escribir y la firma de los dos
testigos del acto cuando su presencia sea requerida. La inobser-
vancia de las otras formalidades no anula las escrituras, pero los
escribanos o funcionarios públicos pueden ser sancionados.

Comentario. Reitera con exactitud casi meridiana el artículo 1004 del


Código Civil. Creemos que esta norma peca de simplicidad y reclama
algunas meditaciones. Hemos hablado de la posibilidad de una data infe-
rida, en casos en que el escribano obvie la designación de tiempo y lugar.
A contrario también es nula la escritura que consigna el lugar que no se
corresponde con el distrito asignado para el ejercicio de la función asigna-
da, es decir: nulidad por incompetencia en relación al territorio.
Por su parte, una escritura sin la firma del escribano no es una escritura
nula, sino que es una escritura “inexistente” por falta de autoría del oficial
público, pudiendo pervivir como instrumento privado en la medida que
tenga las firmas de las partes y ellos así lo computen como tal.
Esta norma, al parecer refiere a los requisitos mínimos de validez y exis-
tencia del instrumento, lo que consideramos un tanto escueto, pues es cier-
to que la fecha y el lugar hacen a la validez, es cierto que la firma de las
partes hacen a la validez del negocio que se celebre, y es necesaria la firma

16 Confr. CARMINIO CASTAGNO, José C. Teoría General…. Algo sobre las se-
gundas y ulteriores copias. Tomo II Pág. 299. Entre Ríos, Edición de Autor, 2006.
Segunda parte: Fuentes legales 359

del notario no ya para la validez sino la existencia del acto notarial; pero
también es una requisito de validez que actúe dentro de su competencia
material asignada (por ejemplo los notarios no pueden celebrar matrimo-
nios, no obstante se den todos los presupuestos anteriores), tampoco pue-
den celebrar actos con grados de parentescos prohibidos, etcétera.
Por tanto, decir que la inobservancia de las otras formalidades no anula
las escrituras, pero los escribanos o funcionarios públicos pueden ser
sancionados, supone y sólo supone legitimar situaciones de invalidez o
ineficacia incontestables, lo que una vez más muestra cierta ignorancia en
torno a las patologías que pueden presentar el acto del notario y su ele-
mento terminal: el instrumento público.

Art. 310. Actas. Se denominan actas los documentos notariales que


tienen por objeto la comprobación de hechos.

Comentario. En estos comentarios redundaremos en cosas ya dichas,


valga la advertencia, pues puede cansar al eventual lector. La distinción
entre escrituras y actas tan promovida por la doctrina notarialista, es útil
para incorporar al código de fondo actos notariales reconocidos y valida-
dos por su utilidad por toda la comunidad jurídica, como son las actas de
comprobación; sin embargo, desconoce en parte que tanto en las escri-
turas como en las actas siempre se comprueban hechos, según la lógica
de la potestad “fedante” asignada a estos funcionario, y lo que expresa el
artículo 296 y expresaba meridianamente el 993 de Vélez (“… existencia
material de los hechos...”).
Lo hemos afirmado, pero nada obsta a redundar. La potestad asignada
por el Estado a determinados oficiales públicos, es precisamente la de de-
clarar en forma de datos escritos, respecto a hechos que acecen y perciben
en forma coetánea, lo que por su potestad adquieren carácter auténtico o
de verdad impuesta, de modo que el resto de los operadores jurídicos o
no (jueces, abogados, terceros, etc.) los deban tener por ciertos. Y hacen
“plena fe”, precisamente porque no se tiene la evidencia, ya que esta la
tuvo el oficial público en su momento, las volcó en datos escritos y ahora
pervive con valor de verdad y certeza, hasta que se las declare mendaces
mediante un procedimiento especial y diferenciado: la acción civil o que-
rella criminal de falsedad.
360 derecho notarial

En fin, siempre se declaran datos pertinentes relativos a hechos “jurí-


dicos”, los que a su vez pueden conformar categorías superiores en su
especie, sea la de “acto jurídico” o la de “negocio jurídico”; pero siempre
el notario declara por escrito, datos referidos a hechos.
Un ejemplo claro de la oscuridad conceptual que se tiene de la idea de
“hecho”, lo evidencian las “actas” en las cuales hay un “acto jurídico”. A
poco que se medite, la definición del artículo no da respuesta ni encuadre
a las “actas de notificación”, cualesquiera sean, como por ejemplo de des-
pido, de cesión de derechos, de intimación, salvo que tomemos al acto de
notificar, como una especie del género hecho, y en tal caso coincidimos.
Visto así, en las escrituras los hechos que se comprueban conforman una
categoría superior como la de un “negocio jurídico” (v.gr: compraventa,
donación, testamento, cesión, etc.), en algunas actas los hechos que se com-
prueban pueden conformar una categoría también superior como la del acto
jurídico (v.gr: notificación, intimación, despido, etc.), y a su vez, en las actas
de comprobación en sentido estricto, el notario se limita a comprobar he-
chos (v.gr: estado de ocupación de un inmueble, material, etc.).
En síntesis, los oficiales públicos con potestad fedante siempre declaran
hechos, género que puede incluir a sus dos especies: al acto jurídico y al
negocio jurídico. Así se produce una relación de género a especie: 1) Todo
negocio jurídico es acto jurídico y hecho jurídico; 2) Todo acto jurídico
es hecho jurídico, pero no necesariamente es negocio jurídico, y 3) Todo
hecho jurídico es fuente de actos o negocios jurídicos, pero en sí mismo
no es acto, ni negocio jurídico.
Sin esta aclaración, la definición de “acta” resulta una tanto borrosa, y
en términos teóricos no contribuye a la comprensión del quehacer funcio-
nal del escribano, salvo, como apuntáramos, al de incorporar las actas a la
estructura del CCCN, viejo anhelo notarialista ya expresado con mucha
más claridad y coherencia en el Anteproyecto de ley de documentos nota-
riales (Ver. art. 40 a 61 del dicho Anteproyecto).

Art. 311. Requisitos de las actas notariales. Las actas están sujetas
a los requisitos de las escrituras públicas, con las siguientes modi-
ficaciones:
Segunda parte: Fuentes legales 361

a. se debe hacer constar el requerimiento que motiva la interven-


ción del notario y, en su caso, la manifestación del requirente res-
pecto al interés propio o de terceros con que actúa;
b. no es necesaria la acreditación de personería ni la del interés de
terceros que alega el requirente;
c. no es necesario que el notario conozca o identifique a las per-
sonas con quienes trata a los efectos de realizar las notificaciones,
requerimientos y otras diligencias;
d. las personas requeridas o notificadas, en la medida en que el
objeto de la comprobación así lo permita, deben ser previamente
informadas del carácter en que interviene el notario y, en su caso,
del derecho a no responder o de contestar; en este último supuesto
se deben hacer constar en el documento las manifestaciones que se
hagan;
e. el notario puede practicar las diligencias sin la concurrencia
del requirente cuando por su objeto no sea necesario;
f. no requieren unidad de acto ni de redacción; pueden extenderse
simultáneamente o con posterioridad a los hechos que se narran,
pero en el mismo día, y pueden separarse en dos o más partes o
diligencias, siguiendo el orden cronológico;
g. pueden autorizarse aun cuando alguno de los interesados rehúse
firmar, de lo cual debe dejarse constancia.

Comentario. Este artículo reproduce el artículo 42 del Anteproyecto de


Ley de Documentos Notariales y el criterio seguido por la mayoría de las
leyes orgánicas notariales del país.
Sigue los lineamientos establecidos para las escrituras públicas, ha-
ciendo más laxo el régimen de legitimación tanto para los requerimientos
como para las personas que en su consecuencia puedan ser requeridas. En
cuanto al requerimiento, basta que exista la manifestación y ostensible
interés legítimo del requirente o un tercero por quien actúa.
En cuanto al requerimiento del inciso a, basta que exista la manifesta-
ción y ostensible interés legítimo del requirente o un tercero por quien
actúa. El inciso b., si bien no es necesaria la acreditación de la personería
362 derecho notarial

ni del interés, la lógica manda que el notario valore y califique los extre-
mos de la comprobación, pues por ejemplo, si ha de comprobar el estado
material y/o de ocupación de un inmueble, es menester acreditar extremos
que legitimen el acto (v.gr: titularidad del inmueble, calidad de locatario,
comodatario, etc.), de modo tal que el notario no culmine configurando
un ilícito.
Según el inciso c., el requerido con quien trate el notario, por ejemplo,
en un acta de notificación, no necesariamente debe ser identificado, al
menos en los términos del artículo 306.
El inciso d., prohíbe la clandestinidad de la actuación del notario, obli-
gando a identificarse como tal, a explicitar los motivos de su intervención
y a invitar a firmar al requerido o personas con quien trate.
El inciso e., distingue el requerimiento de la diligencia, pudiendo hacer-
se esta última sin la presencia del requirente, en la medida que el objeto
del requerimiento lo permita.
El inciso f. prevé, conforme a la naturaleza de la comprobación, que
no es necesaria la unidad de acto, ni de redacción. Ya se ha dicho que
la unidad de acto pretende: un sólo texto leído, un solo texto consentido
simultáneamente, por todos los interesados, y que debe ser expresado en
la comparecencia. Esto, si bien es admisible, -y con sobradas excepcio-
nes-, para la categorización hecha de las escrituras públicas, se atenúa, o
por qué no, no es exigido para las actas de comprobación. Así es posible
iniciar una comprobación de hechos y continuarla en distintos momentos,
hasta su total cierre. Aclaramos que la expresión “…en el mismo día,” que
establece la norma, es la del día de cierre, pues puede ocurrir y de hecho
ocurre, que al notario se lo requiera para hacer una comprobación a la
hora 23, y que el hecho a comprobar se dé a la hora 24. Si interpretamos la
norma en sentido literal, quedaría excluida de la potestad comprobatoria
de hechos todo cuanto ocurre a la hora 00.00, lo cual sería absurdo.
Finalmente, el inciso g. habla de que no quita validez al acto que algu-
no de los interesados rehúse firmar. Obvio que no se está hablando del
requirente, pues sin requerimiento no hay acto notarial, pues este no se
presta de oficio, sino que habla de los eventuales requeridos que, invita-
dos a firmar, no quieran hacerlo. En tal caso, si no firman, deberá dejarse
constancia de ello.
Segunda parte: Fuentes legales 363

Art. 312. Valor probatorio. El valor probatorio de las actas se cir-


cunscribe a los hechos que el notario tiene a la vista, a la verifi-
cación de su existencia y su estado. En cuanto a las personas, se
circunscribe a su identificación si existe, y debe dejarse constancia
de las declaraciones y juicios que emiten. Las declaraciones deben
referirse como mero hecho y no como contenido negocial.

Comentario. Es una norma, redúndate en parte, y aclaratoria de lo dis-


puesto por el artículo 296. Si el notario ha comprobado hechos pasados en
su presencia y ha declarado otros actuados por él mismo, entonces hacen
plena fe hasta la acción civil o querella criminal de falsedad.
Obviamente que, en cuanto a la identidad de las personas ante quienes
actúe (los eventuales requeridos), si estos no se identifican, como así tam-
bién el contenido de sus declaraciones, no harán plena fe en sí mismas,
sino que gozarán de lo que se conoce como fuerza probatoria preventiva,
es decir, que harán plena fe del hecho de que el escribano actuó ante una
persona que dijo ser “tal”, y que declaro “tal o cual cosa”, pero dicha plena
fe no puede nunca alcanzar la veracidad de la identidad de la persona, ni
la verdad de los contenidos de lo declarado al notario.
En cuanto a que las “(…) declaraciones deben referirse como mero
hecho y no como contenido negocial”, nos asaltan algunas dudas. Imagi-
nemos que un requirente hace un acta de oferta y solicita su notificación
a determinada persona. El notario hace la diligencia y el requerido se
identifica y presta su consentimiento a la oferta aceptándola en todos sus
términos. ¿No importa acaso una comprobación de un hecho, y en su es-
pecie un acto jurídico que termina conformando una categoría superior,
la del negocio jurídico? ¿No hay acaso un ostensible “contenido nego-
cial” en todo lo actuado? ¿Por qué no podrían caber dentro de la potestad
comprobatoria, tales hechos? ¿Acaso se corre el riesgo de que el “acta”
se convierta en “escritura”? En fin, esta última parte del artículo muestra
lo inútil de la clasificación y diferenciación atendiendo a datos acciden-
tales, entre escrituras y actas. Como se aprecia, la realidad del actuar del
escribano, debido a su competencia material amplia, desborda todo tipo
de “encajes”.
364 derecho notarial

5. Sección 6ª. Instrumentos privados y particulares


Agotaremos el análisis de esta sección, porque presenta facetas vin-
culadas a la actividad del notario. Sin duda, forma parte del grupo de
documentos que el notario, tanto en su quehacer funcional como en el pro-
fesionalista, debe conocer para reconocerlos, instrumentar y/o asesorar.

Art. 313. Firma de los instrumentos privados. Si alguno de los fir-


mantes de un instrumento privado no sabe o no puede firmar, puede
dejarse constancia de la impresión digital o mediante la presencia
de dos testigos que deben suscribir también el instrumento.

Comentario. No obstante, lo dicho respecto de la firma en los comen-


tarios al artículo 288, cabe determinar el alcance de este artículo. Si con-
forme al artículo 287, los instrumentos privados son los firmados y los
particulares no, cabe objetar si la impresión digital suple a la firma.
Nosotros consideramos definitivamente que no, pues la razón tuitiva por
la cual el código civil proscribía la impresión digital en los instrumentos pri-
vados, era que la impresión digital puede ser estampada en situaciones invo-
luntarias, por ejemplo, estando dormido, alcoholizado, drogado, etcétera.17
Habiendo un escribano público, la situación encuentra un “vehículo” de
seguridad, la certeza de que ese hecho se produjo en un acto consciente y
voluntario de su actor. En cambio, bastaría un connubio fraudulento con
dos testigos y encontrarse alguien profundamente dormido, alcoholizado
o drogado, para prescindir de conciencia, intención y libertad y producir
instrumentos privados válidos, v.gr: un preliminar bilateral de compraventa.

17 Recordemos los fallos dictados históricamente y que corroboran nuestra posición:


Cam. 2ª Civil y Com. San Isidro, 30 julio 1970, Kulczynsky v/ Myziuk: Aunque resulte
probado que la impresión digital pertenece a la demandada, cuya condición de analfabeta
consta, de la sola identificación de tal signo no puede deducirse jurídicamente la voluntad
consciente o consentimiento indubitable, requeridos por la ley para revestir un acto bajo
forma privada de consecuencias jurídicas (artículo 944, Código civil). Cam. 1ª Civil y
Com. San Isidro, 15 febrero 1970, Míguez v/ Avila: De conformidad con lo dispuesto por
el artículo 1012 Código civil, la firma es esencial para la configuración del instrumento
privado, la que no puede ser reemplazada por la impresión digital del supuesto otorgante,
según así lo ha decidido nuestra Suprema Corte en diversas oportunidades, entre otras en
Salas v/ Martínez; ni puede ser firmado a ruego, según también lo ha resuelto el mismo
Tribunal en Plaininger v/ Baccolo.
Segunda parte: Fuentes legales 365

Consideramos entonces que los instrumentos privados son los firmados,


y habiendo impresión digital con o sin testigos, es un instrumento parti-
cular. Y esto debemos articularlo con el artículo 315, pues por los riesgos
que apuntamos antes, de darle el valor de “firma”, sería como “firmar”
un documento en blanco pero peor, pues la buena fe de los terceros de un
documento firmado en blanco debe ser salvaguardada, pero: ¿Debe ser
salvaguarda cuando los terceros están frente a un documento no firmado,
sino con una impresión digital? ¿Pueden alegar los terceros la misma bue-
na fe que en un documento firmado?
En la letra de estos dos artículos, legitimar la impresión digital, autoriza
a organizar un fraude inatacable, en la medida que se le dé el mismo valor
que a la firma. Estamos convencidos, acorde a los argumentos vertidos
y el espíritu de la última parte del artículo 314, que se le debe atribuir la
eficacia de un instrumento particular y activar así la lógica y protección
que da el artículo 319.
Una duda que puede instalarse, es la de si las firmas a ruego, son de
exclusiva incumbencia protocolar, o lo que es igual: ¿Puede el notario
certificar las firmas de los testigos y dejar constancia de que quien no sabe
firmar estampó en su presencia la huella digital, para convertir el docu-
mento en un instrumento privado?
No obstante, la analogía a lo protocolar con la que se puede pensar el
ejemplo dado, creemos que la firma a ruego no ha sido reglamentada para
el artículo en cuestión, lo que es de lamentar, pues fue una verdadera am-
bición de los proyectos de unificación de los códigos civiles y comerciales
el establecer la posibilidad de la firma a ruego con intervención notarial en
los instrumentos privados.
Creemos que, certificar las firmas a ruego en documentos privados, no
obsta a que el juez objete el carácter de “instrumento privado”, mante-
niendo su condición de “instrumento particular”. Sin duda la presencia
notarial reforzara la certeza de la autoría, pero aun así, sigue siendo una
salida analógica.
Los notarios que se avengan a intervenir en ellos tienen dos alternativas,
una más poderosa que la otra:
a) La analógica, es decir, la de certificar las firmas dejando constancia de
que el imposibilitado ha estampado la huella digital en su presencia, debien-
do –también analógicamente‒, leer el texto íntegro del documento, explici-
366 derecho notarial

tar por qué no puede firmar, acreditar la huella de qué dedo y de qué mano
es la que se estampa en el documento. De todo ello deberá dejar constancia
en la certificación, del mismo modo que lo hace en el protocolo.
b) La de protocolizar el documento, llenando los requisitos que exige la
legislación para la firma a ruego notarial.

Art. 314. Reconocimiento de la firma. Todo aquel contra quien se


presente un instrumento cuya firma se le atribuye debe manifestar si
ésta le pertenece. Los herederos pueden limitarse a manifestar que
ignoran si la firma es o no de su causante.
La autenticidad de la firma puede probarse por cualquier medio. El
reconocimiento de la firma importa el reconocimiento del cuerpo
del instrumento privado. El instrumento privado reconocido, o de-
clarado auténtico por sentencia, o cuya firma está certificada por
escribano, no puede ser impugnado por quienes lo hayan recono-
cido, excepto por vicios en el acto del reconocimiento. La prueba
resultante es indivisible. El documento signado con la impresión
digital vale como principio de prueba por escrito y puede ser im-
pugnado en su contenido.

Comentario. Reconocer la firma es reconocer la presencia, consenti-


miento y/o autoría de un instrumento privado. La norma que analizamos
confunde, incluyendo además un sinnúmero de situaciones que no condi-
cen con el epígrafe.
Que los herederos puedan limitarse a manifestar que ignoran si la firma
es o no de su causante, resulta obvio, pues nadie está obligado a declarar
en su contra y menos sobre algo que puede verdaderamente ignorar, y
aun ignorando por simple cotejo o exhibición, no puede asegurar, máxime
atendiendo a que la autenticidad de la firma es tarea de peritos.
Probar la autenticidad de la firma por cualquier medio, no deja de ser
algo riesgoso. Los Bancos suelen certificar firmas por cotejo, lo que es
una barbaridad, si los jueces admitieran no hacer distingos, la amplitud de
la norma se vuelve una amenaza. Hay casos de reconocimiento de firmas
falsas, con intención de afectar a terceros.
En fin, es una mala lectura y reproducción del artículo 1033, el cual en
épocas de Vélez Sarsfield no se contaba con mecanismos seguros de iden-
Segunda parte: Fuentes legales 367

tificación de las firmas, siendo el cotejo y comparación de letras el único


mecanismo posible en aquellos tiempos. Hoy, con los medios técnicos
existentes, reiterar anacrónicamente y sin más la razonable lógica del có-
digo civil resulta inaceptable.
Decir que el “(…) reconocimiento de la firma importa el reconocimiento
del cuerpo del instrumento privado”, en primer lugar, no observa coheren-
cia con el artículo 315, que habla del documento firmado en blanco.
En cuanto a la autenticidad de la firma, cuando “(…) está certificada
por escribano,” no cabe incluirla en este artículo, pues por el 286, el ins-
trumento privado cuyas firmas han sido certificadas, no necesitan recono-
cimiento, y su fecha cierta y autoría cierta, solo puede ser destruido por
acción civil o querella criminal de falsedad previa.
En cuanto al reconocimiento que ha sido hecho mediando violencia físi-
ca o moral, dolo, etc., resulta lógico que el acto de reconocimiento puede
ser impugnado aún por quien ha hecho el reconocimiento.
Decir que “La prueba resultante es indivisible”, no aclara a qué prueba
hace referencia, si a la de la existencia del documento o a la del contenido
del documento. Por ejemplo, puede haber un reconocimiento de la firma
en un instrumento privado firmado en blanco, y además un reconocimien-
to y prueba de valor parcial de dicho documento. ¿No existe acaso inva-
lidez parcial y total en la clasificación de la invalidez negocial según el
artículo 389? Habrá que ponerse de acuerdo.
En cuanto a que “El documento signado con la impresión digital vale
como principio de prueba por escrito y puede ser impugnado en su conte-
nido.”, corrobora y refuerza nuestro comentario al artículo 313, es decir:
que no estamos ante un instrumento privado, sino ante un instrumento
particular.

Art. 315. Documento firmado en blanco. El firmante de un docu-


mento en blanco puede impugnar su contenido mediante la prue-
ba de que no responde a sus instrucciones, pero no puede valerse
para ello de testigos si no existe principio de prueba por escrito. El
desconocimiento del firmante no debe afectar a terceros de buena
fe. Cuando el documento firmado en blanco es sustraído contra la
voluntad de la persona que lo guarda, esas circunstancias pueden
probarse por cualquier medio. En tal caso, el contenido del instru-
368 derecho notarial

mento no puede oponerse al firmante excepto por los terceros que


acrediten su buena fe si han adquirido derechos a título oneroso en
base al instrumento.

Comentario. El artículo subsume los artículos 1015 a 1019 del código


civil. Se puede firmar un instrumento privado en blanco, no siendo impug-
nable mediante la prueba testifical, salvo principio de prueba por escrito,
v.gr: alguna misiva, correo electrónico, etcétera. El desconocimiento no
debe afectar a terceros por razones obvias, pues daría lugar a connubios
capaces de poner a cualquier documento en situación de incertidumbre.
Si se le ha sustraído, la prueba del hecho es amplia. Al igual que en la
situación anterior, el desconocimiento sumado a la prueba de la sustrac-
ción es oponible a terceros, excepto los de buena fe y a título oneroso,
excluyendo la buena fe y a título gratuito.

Art. 316. Enmiendas. Las raspaduras, enmiendas o entrelíneas que


afectan partes esenciales del acto instrumentado deben ser salvadas
con la firma de las partes. De no hacerse así, el juez debe determi-
nar en qué medida el defecto excluye o reduce la fuerza probatoria
del instrumento.

Comentario. Al igual que en los instrumentos públicos, nada se dice


sobre lo que se entiende por parte esencial del acto instrumentado. Sea
como sea, se debe seguir el criterio para los instrumentos públicos, con
la diferencia que el salvado puede hacerse a máquina, de puño y letras de
cualquiera de las partes o de un tercero, siendo si necesario que se haga
“antes” o “con” las firmas de las partes.
El salvar “antes” de las firmas es posible, lo importante es que el salvado
se dé en todos los ejemplares. Va de suyo que, existiendo el principio de
doble ejemplar o de tantos ejemplares como partes haya, es menester que
los salvados se den en todos los instrumentos, pues colabora en la labor
interpretativa en caso de conflicto.
Salvar “con” las firmas de las partes, supone algunas diferencias técni-
cas, pues sí el documento ha sido firmado y luego se hace un interlineado,
testado o enmienda, esta debe ser explicitada y vuelto a firmar por las
partes, es decir que las partes deberán repetir sus firmas.}
Segunda parte: Fuentes legales 369

Art. 317. Fecha cierta. La eficacia probatoria de los instrumen-


tos privados reconocidos se extiende a los terceros desde su fecha
cierta. Adquieren fecha cierta el día en que acontece un hecho del
que resulta como consecuencia ineludible que el documento ya
estaba firmado o no pudo ser firmado después. La prueba puede
producirse por cualquier medio, y debe ser apreciada rigurosa-
mente por el juez.

Comentario. Este artículo, a diferencia de los artículos 1034 y 1035 del


Código Civil se muestra tautológico y luego hace referencia a una situa-
ción aleatoria: “(…) que el documento ya estaba firmado o no pudo ser
firmado después”. ¿Cuáles es esa situación?
Hablar de la “fecha cierta” sin decir que es la fecha cierta y cuando pue-
de producirse, es no decir nada. Volvamos entonces a Vélez Sarsfield para
aclarar los conceptos y evitar una potencial arrogancia y caprichosidad de
los jueces.
Reconocer un instrumento privado no es reconocer la fecha expresada
en ellos, pues puede darse que el documento posea una fecha deliberada-
mente antedatada y baste el reconocimiento para hacerla oponible a situa-
ciones en conflicto con otros documentos de fecha cierta más recientes. En
todo caso, la fecha del instrumento privado reconocido es “cierta fecha”.
En tal sentido, el espíritu del artículo 1034 se mantiene, mal que le pese a
los legisladores del nuevo código, pues es una categoría que se sustenta en
la lógica y por encima de la existencia o no de una norma.18
Reconocido el instrumento privado, adquieren “fecha cierta” por alguno
de los siguientes extremos: 1 ) La muerte de una de las partes, o de algu-
no de los testigos que lo firmó, ya que este hecho prueba que a ese día el
documento existía, en tal sentido no pudo haber sido firmado después, y si
acusa una fecha anterior, constituye “cierta fecha”, teniéndose por “cierta”
la de la muerte.
2) La incorporación o protocolización notarial del instrumento privado
da fecha cierta, y es la del día de su incorporación o protocolización.

18 Decía Vélez: “Artículo 1034. Los instrumentos privados, aun después de reco-
nocidos, no prueban contra terceros o contra los sucesores a título singular, la verdad de
la fecha expresada en ellos”.
370 derecho notarial

3) La certificación o ratificación de las firmas, le da no solo fecha cierta,


sino autoría cierta al instrumento particular. La fecha cierta será la de la
certificación o ratificación en su caso.
4) La incorporación del instrumento privado a un expediente judicial
o la intervención del mismo por algún organismo público en general que
acredite de manera indubitable que a ese día el instrumento existía.
Todo esto ya lo decía, palabras más palabras menos, el artículo 1035 del
código civil. Una aclaración que constituye una máxima incontestable de
la teoría documental, y que debe ser remarcada respecto a estas tres úl-
timas hipótesis, es que: “Lo que nace privado, muere privado”. Decimos
esto porque hay una tendencia doctrinaria que consideraba y aún conside-
ra que la incorporación de un instrumento privado a un expediente judicial
u otro trámite de la administración pública, lo convierte en instrumento
público, lo que es un dislate.19
En síntesis, el instrumento privado incorporado a un instrumento públi-
co sigue siendo privado, lo único que adquiere es fecha cierta, y la fecha
que conste en el instrumento será siempre “cierta fecha”.

Art. 318. Correspondencia. La correspondencia, cualquiera sea


el medio empleado para crearla o transmitirla, puede presentar-
se como prueba por el destinatario, pero la que es confidencial no
puede ser utilizada sin consentimiento del remitente. Los terceros
no pueden valerse de la correspondencia sin asentimiento del desti-
natario, y del remitente si es confidencial.

Comentario. No hay mucho para decir. El artículo 1036, del código ci-
vil rechazaba el reconocimiento de las cartas misivas. El nuevo código,
en cambio, las admite cuando son presentadas por el destinatario salvo
confidencialidad, en la que se necesitará el consentimiento de quien la re-
mite. Esta apertura se debe sin duda a la proliferación de medios o canales
de comunicación. En cuanto al uso correspondencia de terceros, requiere
siempre el asentimiento del destinatario y el consentimiento del remitente
si es confidencial.

19 Criterio sustentado por Alberto Spota en: Carácter de instrumentos públicos de


las actuaciones administrativas, nota a fallo, en JA, 1955-1, p. 119. Citado por Carlos A.
Pelosi, Op. cit., Pág. 113.
Segunda parte: Fuentes legales 371

Art. 319. Valor probatorio. El valor probatorio de los instrumentos par-


ticulares debe ser apreciado por el juez ponderando, entre otras pautas, la
congruencia entre lo sucedido y narrado, la precisión y claridad técnica del
texto, los usos y prácticas del tráfico, las relaciones precedentes y la con-
fiabilidad de los soportes utilizados y de los procedimientos técnicos que se
apliquen.

Comentario. Estamos ante una norma meramente interpretativa de los


instrumentos particulares. Entran aquí los casos de instrumentos en los que
se estampa la huella digital, pues sin duda son instrumentos particulares.
En cambio, para los instrumentos privados, en particular aquellos que
refieran a un negocio jurídico, se rigen por las normas interpretativas ge-
nerales de los contratos previstas en los artículos 1061 al 1068 del nuevo
código.
Capítulo viii
FUENTES LEGALES PROVINCIALES
LAS LEYES ORGÁNICAS DEL NOTARIADO
(Estudio de la Ley I, Nº 118 (Antes ley 3743)
Orgánica del Notariado de Misiones. Comen-
tada, concordada con sus fuentes legales, el
Anteproyecto de ley de documentos notaria-
les y el Decreto reglamentario Nº 1515/01)

1. ¿Qué es una ley Orgánica en nuestro país? 2. Comentarios a la Ley


Orgánica de Misiones (Ley I - Nº 118. Antes Ley 3743). Título I. Princi-
pios Generales. Capítulo I. Función Notarial. Capítulo II. Inscripción.
Capítulo III. Inhabilidades e incompatibilidades. Capítulo IV. Fianza y
registro de firma y sello. Título II. Capítulo único. Pasantías. Título III.
Atribuciones, deberes y competencia de los notarios. Capítulo I. Atribu-
ciones y deberes. Capítulo II. Clasificación según competencia material.
Capítulo III. Simplemente Matriculados. Capítulo IV. Adscriptos. Capí-
tulo V. Notarios de registro. Título IV. Registros Notariales. Capítulo I.
Creación y vacancia de los registros. Capítulo II. Notarios titulares y
adscriptos. Capítulo III. Acceso a la titularidad. Capítulo IV. Comisión
evaluadora. Capítulo V. Designación por el poder ejecutivo. Capítulo VI.
Designaciones en reparticiones del estado. Título V. La Superintendencia
del notario. Capítulo I. Tribunal de superintendencia. Capítulo II. Potes-
tad disciplinaria del notariado. Título VI. El Colegio Notarial. Capítulo I.
Organización Y Funcionamiento. Capítulo II. Deberes y atribuciones. Tí-
tulo VII. Responsabilidades. Capítulo I. Responsabilidad de los notarios.
374 derecho notarial

Capítulo II. Medidas disciplinarias. Título VIII. Notarios. Capítulo único.


Requisitos Generales. Título IX. Documentos Notariales. Capítulo úni-
co. Requisitos Generales. Título X. Documentos Protocolares. Capítulo
I. Protocolo. Capítulo II. Escrituras Públicas. Capítulo III. Actas. Título
XI. Documentos Extraprotocolares. Capítulo I. Disposiciones Generales.
Capítulo II. Certificados. Capítulo II. Traslados. Título XII. Inspectores
Notariales. Título XII. Aranceles. Título XIV. Intervención del Colegio.

1. ¿QUÉ ES UNA LEY ORGÁNICA EN NUESTRO PAÍS?


Sin hacer historia y tomando como referencia el derecho comparado,
bajo la denominación de “Ley Orgánica” se encuentran ciertas leyes que,
no sin grandes polémicas en cuanto a su justificación jerárquica, parecen
gozar de cierta prerrogativa “cuasi constitucional” atendiendo a que “re-
fuerzan” alguno de los contenidos de la carta magna y por tanto requieren
ciertos requisitos de creación, aprobación o modificación.
Tomemos como ejemplo el artículo 46 de la Constitución de Francia
que reza: “Las leyes a las cuales la Constitución confiere el carácter de or-
gánicas serán votadas y modificadas en las siguientes condiciones. El pro-
yecto o la proposición no serán sometidos al debate y a la votación de la
primera asamblea que lo haya recibido, sino después de quince días de su
presentación. Se aplicará el procedimiento del artículo 45. No obstante, si
no hubiere acuerdo entre las dos asambleas, el texto no podrá ser aprobado
por la Asamblea Nacional en última lectura sino por mayoría absoluta de
sus miembros. Las leyes orgánicas relativas al Senado deberán ser votadas
en los mismos términos por las dos asambleas. Las leyes orgánicas no
podrán ser promulgadas sino después de declarada por el Consejo Consti-
tucional su conformidad con la Constitución”.
Leamos ahora el artículo 81 de la Constitución Española, que dice:
“1. Son leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fun-
damentales y de las libertades públicas, las que aprueben los Estatutos
de Autonomía y el régimen electoral general y las demás previstas en la
Constitución. 2. La aprobación, modificación o derogación de las leyes
orgánicas exigirá mayoría absoluta del Congreso, en una votación final
sobre el conjunto del proyecto”.
Segunda parte: Fuentes legales 375

Como bien observa Ángel Garrorena Morales: “En el caso de las leyes
orgánicas, hay que advertir que la utilización que de este término se ha
hecho dentro de la tradición jurídica occidental no ha sido ni excluyente
respecto de otros significantes ni tampoco unívoca en su significado. Es
cierto que, en su acepción más genérica, dicha expresión se ha venido
utilizando y se utiliza para definir aquellas leyes materialmente importan-
tes, básicas, que ‒de forma expresa o no‒ apoyan su origen en la propia
Constitución, cuyos preceptos prolongan y desarrollan; han sido y son,
pues, leyes para la inmediata aplicación del texto constitucional. Pero la
verdad es que ‒lo cual reduce su intensidad como significante‒ no siem-
pre el término utilizado para describir este sector de la legalidad ha sido
el de “leyes orgánicas”; en algunos, en bastantes casos, se ha hablado de
“leyes especiales”; otras veces la expresión a que se ha recurrido ha sido
la de “leyes secundarias” o, con mayor precisión, la de “legislación cons-
titucional secundaria”; y el artículo 69 de la Carta francesa de 1830, por
ejemplo, prefirió acuñar el término “leyes separadas” (lois séparées). Si
de ahí pasamos a comprobar alguna de sus fluctuaciones de sentido, po-
dremos constatar que estas leyes suelen desarrollar habitualmente precep-
tos constitucionales de la parte orgánica, lo cual explica y hace coherente
su propia denominación. Pero no es imposible hallar paralelas remisiones
a ley orgánica para contenidos dogmáticos, ni tampoco lo es encontrar en
la doctrina apoyos que justifiquen esta utilización; por ampararme en un
testimonio de calidad, recordaré que el maestro Hauriou solía hablar de
“leyes orgánicas de los derechos individuales” para referirse a aquellas
que “organizan” y hacen eficaz el disfrute de tales libertades, cuestionán-
dose incluso, aunque veladamente -aprovecho para dejarlo aquí indicado-,
el problema de su jerarquía”. 1
Toda esta parafernalia forastera parece no hacer mella en nuestro orde-
namiento jurídico, en el cual, por Ley orgánica se entienden aquellas des-
tinadas a dar “organización” a entes encargados de la satisfacción directa
o indirecta a alguno o parte de los fines del Estado. Por ejemplo, hay leyes
orgánicas para los registros públicos, pero también por Ley orgánica se
crean los Colegios, Círculos o Consejos de profesionales y es aquí donde
1 Confr. GARRORENA MORALES Ángel. De las leyes orgánicas y de su espuria
naturaleza jurídica. Sitio web: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/26600.pdf.
376 derecho notarial

habremos de detenernos e interrogarnos: ¿Qué razones obligan a crear por


Ley estas entidades, si es suficiente el recurso de la organización privada
a través de una simple asociación?
La razón es de peso: el poder policivo o de Superintendencia que tiene
el Estado respecto de las profesiones. Ahora bien: ¿Qué se entiende por
poder de policía o Superintendencia? Dando una mera noción, el “poder
de policía”, puede entenderse como la potestad delegada a las autoridades
públicas de fijar límites a la actividad de los gobernados con el objeto de
prevenir y mantener el orden público.
Si bien en un principio esta potestad estuvo limitada a salvaguardar
únicamente la seguridad, salubridad y tranquilidad públicas contra los ata-
ques y peligros que pudieran afectar a la comunidad; sin embargo, a lo
largo de la historia se ha ido extendiendo a diferentes ámbitos.
En lo que hace al ejercicio profesional, el prolífico acceso a la capa-
citación y estudio a través de la educación pública y privada, la cada vez
más amplia formación universitaria y la libre asociación con fines útiles
que garantizan los Estados modernos, ha permitido ver en estas organi-
zaciones intermedias -nacidas con la misma espontaneidad con que na-
cieron los gremios medievales- un medio por el cual vehiculizar algo de
la potestad policiva o de control que necesariamente el Estado debe tener
sobre el ejercicio de las actividades profesionales. En otras palabras, el
Estado Social de Derecho no solo intenta garantizar el acceso e igualdad
de educación, sino que también ha respetado la libre organización de las
profesiones a través de asociaciones, pero sin desconocer que deben estar
sujetas a control.
Quizás se vea con mayor rigor en profesiones vinculadas a la salud
(v.gr: médicos, bioquímicos, farmacéuticos, etc.), y se lo minimice en
otras como por ejemplo abogados, martilleros, etcétera. Sin embargo, en
todas ellas, en la medida que es necesario garantizar la idoneidad técnica
y formación y evitar el intrusismo, el control se vuelve insoslayable.
En la práctica, el Estado ha logrado delegar el poder policivo de control
de idoneidad, mediante una mixtura que, saliendo de su rol de vigilante
directo, trasladando a una asociación civil afín, creada por Ley, la activi-
dad la administración complementaria de alguna o parte de sus funciones.
Decimos alguna o parte, pues en el caso de las actividades vinculadas a
Segunda parte: Fuentes legales 377

la salud, por ejemplo, los colegios aseguran el control de la matrícula y


buena praxis, pero por razón de seguridad mayor, no les delega la Superin-
tendencia de la Salud, la cual sigue desarrollándose dentro de organismos
que mantienen su pertenencia la estructura burocrática del Estado.
Por lo afirmado precedentemente, se advierte que la noción clásica
de poder de policía admite una relectura, comprendiendo el de garantizar
los requisitos mínimos necesarios para el desarrollo normal de la vida en
sociedad y además la delegación de potestades a entidades privadas con-
sustanciales a los fines sociales a proteger por aquél.
Redundando y reafirmando la idea, dos caminos tiene el Estado para
asegurar el control policivo, sea total o parcial: asumirlo por sí o dele-
garlo a entidades afines. Tomando como ejemplo el Colegio de Aboga-
dos, que, si bien es una asociación civil, su creación por Ley provincial
obedece, entre otras, a la necesidad de garantizar la matriculación a nivel
provincial, evitar con ello el riesgo del intrusismo o usurpación de título
y asegurar el control de idoneidad de los matriculados. Si fuera una mera
asociación civil, creada por un grupo de profesionales y no por Ley, no
sería obligatoria la matriculación y el consecuente control.
Pasemos ahora a las Leyes orgánicas notariales. Si bien el notariado
sigue la regla general del resto de las asociaciones profesionales, presenta
un dato diferencial con ellas, atendiendo a que no sólo organiza una pro-
fesión liberal, sino –y con estricto rigor‒ una función pública monopólica
del Estado. En tal sentido, junto con el control de la matrícula profesional,
el Estado le delega la potestad de organizar, reglamentar esa organización,
vigilar, controlar, fiscalizar y juzgar a los funcionarios públicos a los cuales
les ha delegado la denominada “función fedante”. Esto es lo que en la jerga
notarial se conoce como poder de policía o superintendencia de la función.
Pero hay que remarcarlo, ningún otro Colegio, Círculo o Consejo u or-
ganización gremial ostenta tal cantidad y calidad de facultades, atendien-
do a que el resto no regula función pública alguna. Las leyes orgánicas
del notariado además del control de la matrícula, organizan una función
pública, establecen los mecanismos de acceso, las causas de incompatibi-
lidad, la competencia territorial y material, los contenidos de su labor en el
protocolo, reglamentan y legitiman la actuación extraprotocolar, vigilan la
actividad, mantiene la fiscalización permanente del ejercicio funcional, la
378 derecho notarial

inspección de las escribanías y sus protocolos y el ejercicio de la potestad


disciplinaria de la función a través de un tribunal administrativo especial
con control directo del Estado, junto con el de ética; pero distinto al del
resto de las asociaciones gremiales profesionales, que sólo poseen un tri-
bunal de ética.
Este carácter diferencial, que no siempre es advertido a primera vista,
se corrobora a medida que se estudian y analizan los detalles técnicos de las
Leyes orgánicas notariales. Los comentarios a esta ley, así lo corroboran.
Remarcamos nuevamente a modo de observación final al tópico, que
es muy probable que reiteremos reflexiones hechas en otras partes de esta
obra, pero razones de rigor y oportunidad nos obligarán a redundar en ellas.

2. COMENTARIOS A LA LEY ORGÁNICA DE MISIONES


(LEY I - Nº 118. ANTES LEY 3743).
TÍTULO I
PRINCIPIOS GENERALES
CAPÍTULO I
FUNCIÓN NOTARIAL

ARTÍCULO 1°. La presente Ley tiene por objeto regular y organi-


zar el ejercicio de la función notarial en el ámbito de la Provincia.

Comentario: Este artículo sigue de manera incompleta la letra del artículo


1º primer párrafo de la Ley 404/00 que dice: “Esta ley regula el ejercicio de
la función notarial y de la profesión de escribano y organiza su desempeño
en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires” (Lo subrayado es nuestro). Se
aprecia en esta última el carácter “bifronte” de la actividad notarial, tanto
como funcionario público y como profesional del derecho o jurisperito.
Paradojalmente, la ley orgánica 404/00 regula de manera exclusiva y ex-
cluyente al “notario de registro”, es decir al notario que goza de investidura
estatal y por tanto al que ostenta la función pública fedante, excluyendo de
la matricula a todo aquel notario que, teniendo el grado académico, carece
de registro o investidura estatal (Confr. artículos 3, 4 y 5 de la Ley 404/00).
A contrario, la Ley de Misiones habla solo de la “función notarial”, pero
sin embargo incluye en la normativa a aquellos que no poseen registro:
Segunda parte: Fuentes legales 379

los “simplemente matriculados”. Estas apreciaciones, como se verá más


adelante, tienen relevancia respecto de la categoría de “simplemente matri-
culados” y “pasantes” ‒que de hecho también son “simplemente matricu-
lados” ‒ sometiéndolos al mismo régimen que los “escribanos de registro”,
lo cual es un error. Ya fuera de estos comentarios comparativos, podemos
afirmar que toda la teoría de los instrumentos públicos tiene su fuente legal
en el CCCN, de la misma manera que antes la encontrábamos en el Código
Civil. De la lógica del artículo 297 inc. a., ‒antes 993 del Código Civil‒,
se deduce la existencia de funcionarios públicos con potestad para declarar
hechos con carácter auténtico o de verdad impuesta, verdad que sólo puede
ser desmentida mediante un procedimiento especial: la acción civil o de-
nuncia penal de falsedad. A estos funcionarios, el legislador les delega la
autoría de un “diseño” formal, la “escritura pública”, en la que las partes
o los requirentes deben “vaciar” su voluntad o hacer ostensible su interés.
Los lineamientos generales de dichos instrumentos los da el CCCN, pero
por ser una competencia no delegada (artículo 121 de la Constitución Na-
cional), está a cargo de las provincias tanto el nombramiento o investidura,
el control de sus funcionarios, como así también la organización del órgano
notarial, sus atribuciones, competencia material y territorial, requisitos de
acceso, organización del protocolo, reglamentación de su expedición y uso,
control, inspección, juzgamiento, etc. Esta es la razón de la existencia de
leyes orgánicas y constituye una de las fuentes legales más importantes
luego del CCCN.

Art. 2°. El control y gobierno de la matrícula profesional estará a


cargo del Colegio Notarial y supervisado por el Tribunal de Super-
intendencia.

Comentario: El Colegio Notarial de Misiones se presenta como una


persona de Derecho privado (confr. Título IV, artículos 64 a 72 de esta
Ley), con una doble legitimación, tanto para actuar como tal (asociación
civil) y como persona de Derecho público (en ejercicio de la Superinten-
dencia). Es común, por la naturaleza de la función pública que controlan,
observar un idéntico carácter “bifronte” en el resto de los Colegios de
Notarios o Escribanos del país. La matriculación, como requisito previo
de acceso y control, se debe hacer ante el Colegio Notarial, hecho que
380 derecho notarial

consiste en acreditar el grado académico habilitante para el ejercicio de la


actividad. Esto se logra mediante la presentación del diploma acreditativo
del título de notario o especialización en derecho notarial, etc. (Confr. ar-
tículo 3 inc. c.). Si bien la norma utiliza la expresión “matrícula profesio-
nal”, podemos hacer distingos. La “función notarial” –como dijimos en el
comentario al art. 1º‒, presenta dos frentes: uno netamente funcionarista y
otro profesionalista. Es al “notario de registro” al que, sin duda, se avoca
fundamentalmente esta ley, es decir, al notario en ejercicio de la función
pública. No obstante, es de destacar que no todas las leyes orgánicas hacen
el distingo entre la actividad funcionarista y la actividad profesionalista.
Esta ley es una de ellas, y por momentos parece confundirlo todo al exigir
iguales requisitos al notario “simplemente matriculado” que al “notario de
registro”. (Confr. nota a los arts. 25 a 35 de esta ley). Es más, la terminolo-
gía no ayuda a aclarar los conceptos, ya que en un mismo artículo se suele
utilizar las expresiones “profesión”, “cargo” o “función” para el “escriba-
no de registro”, como si fueran indistintas. Consideramos que esto se debe
a la posición profesionalista por sobre la funcionarista que prima en la ley.
(Confr. nota al art. 22 de la presente ley orgánica).

CAPÍTULO II
INSCRIPCIÓN

Art. 3°. Para inscribirse en la matrícula profesional los notarios


deberán reunir los siguientes requisitos:
a) ser argentino nativo o naturalizado con no menos de diez (10)
años de naturalización;
b) ser mayor de edad;
c) tener título de escribano o abogado con orientación o especiali-
zación notarial, expedido por Universidad Nacional o legalmente
habilitada por autoridad competente. Se admiten los títulos expedi-
dos por universidades extranjeras, si por las leyes o tratados tuvie-
ren validez en la República Argentina o hubieren sido revalidados
por Universidad Nacional;
d) tener residencia inmediata y continua en la Provincia no inferior
a cinco (5) años. A tal efecto, se computará como residencia el tiem-
po que permaneciere fuera del territorio provincial para realizar
Segunda parte: Fuentes legales 381

sus estudios universitarios, si antes hubiese residido en él durante


tres (3) años como mínimo y en las condiciones establecidas prece-
dentemente;
e) poseer antecedentes de buena conducta y moralidad, probados
por medio de constancias o información sumaria judicial, otorgada
únicamente en la jurisdicción judicial, asiento de su domicilio;
f) constituir ante el Tribunal de Superintendencia una fianza equi-
valente a pesos tres mil ($3000), la que podrá ser de carácter real
o personal.

Comentario: Creemos que, si no se interpreta correctoramente este ar-


tículo, se corre el riesgo de caer en la inconstitucionalidad. Es un artículo
que tiene en miras la matriculación para acceder a un registro, es decir,
para lograr el acceso a la función pública notarial a través de la creación o
cobertura de la vacancia de un cargo. Lleva en su letra la influencia de los
artículos 8 y 13 de la Ley 404/00, que como dijimos, está prevista exclusi-
vamente para los “escribanos de registro”, desconociendo la categoría del
“simplemente matriculado” que esta ley que comentamos, sí prevé. Dicho
lo cual, nos interrogamos: ¿Y si alguien sólo posee el título académico de
notario y desea ejercer la labor como “simplemente matriculado” por care-
cer de los requisitos de los incisos a) y d)? ¿Se le va a negar el acceso a la
matrícula? Si existe la categoría del “simplemente matriculado”, con una
“competencia material” –expresión mal empleada (Confr. nota a los artícu-
los 25 a 35 de esta Ley)‒ meramente profesionalista: ¿Por qué pedirle los
mismos requisitos para aquellos que quieren ser “escribanos de registros” o
“adscriptos”? Así planteada la norma, se aprecia que la terminología no es
la correcta. Más que decir que “para inscribirse en la matrícula profesional
los notarios deberán reunir los siguientes requisitos”, debería decir, “para
inscribirse en la matricula a los fines del ejercicio de la función de “notario
de registro” o “adscripto”, los profesionales deberán acreditar los siguien-
tes requisitos”; y al hablar de los “simplemente matriculados”, establecer
que para esta actividad meramente profesionalista, no será menester los re-
quisitos propios exigidos para el acceso a la función como escribanos de
registros o adscriptos (v.gr: incisos a. y d. del art. 3º; art. 4º segunda parte,
6º a 11º, entre otros). Por su parte, el Decreto reglamentario 1515/01 pres-
cribe: “Artículo 1º.- Reglamenta artículo 3º: Los requisitos exigidos por el
artículo 3º de la Ley N.º 3743, deberán ser acreditados, mediante las formas
382 derecho notarial

que se determinan para cada inciso: Inc. a.- Partida de Nacimiento o Carta
de Ciudadanía, en su caso; Inc. b.- Documento Nacional de Identidad; Inc.
c.- El respectivo diploma emitido por Universidad Nacional o debidamente
habilitada en la forma de ley. Se admitirán los Títulos expedidos por Uni-
versidades Extranjeras, revalidados por Universidad Nacional en la forma
establecida en la ley. Se considerará orientación o especialización válida las
especializaciones de posgrado en derecho notarial dictados por la Universi-
dad Notarial Argentina o cualquier otra Universidad Pública o Privada del
País, siempre que hayan sido debidamente autorizados por el Ministerio de
Educación y la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Univer-
sitaria (COENAU). Inc. d.- La residencia exigida por este inciso, deberá
ser acreditada con informe de la Secretaría Electoral u otros instrumentos
públicos que, a juicio del Colegio Notarial, acrediten fehacientemente dicho
domicilio. Inc. e.- Las Constancias o Información Sumaria Judicial deberán
estar otorgadas con una antelación no mayor a los ciento ochenta (180) días
a la fecha de puesta en posesión del cargo”.

Art. 4°. Los requisitos indicados en el Artículo precedente deberán


ser justificados ante el Colegio Notarial que deberá expedir cons-
tancia de la presentación. Probados dichos extremos, dentro del
plazo de treinta (30) días, su presidente, o en ausencia de éste un
miembro del Consejo Directivo, recibirá al aspirante el juramento
de práctica y procederá a inscribirlo en la matrícula profesional,
debiendo registrar su firma y sello en el libro que se llevará al efec-
to. Las resoluciones que se dicten son apelables ante el Tribunal de
Superintendencia.

Comentario: Este es otro artículo previsto para el acceso a la función


notarial, es decir para la obtención de un cargo como escribano de registro.
Una vez más sostenemos que no contempla las hipótesis de acceso a la ma-
trícula para aquellos que sin poseer el resto de las condiciones establecidas
para el ejercicio de la función, soliciten por ello mismo, el acceso a la ma-
tricula a los fines de ejercer la “competencia material” como “simplemente
matriculados”. Remarcamos entre comillas la expresión “competencia ma-
terial” pues está mal empleada. Consideramos que el término “competen-
cia” es propio de las funciones públicas y mal hace esta ley al aplicarlo al
“simplemente matriculado” (Confr. nota a los artículos 25 a 35 de esta Ley).
Segunda parte: Fuentes legales 383

Art. 5. La inscripción en la matrícula profesional será cancelada en


los siguientes casos:
a) a pedido del propio matriculado, siempre que no tuviere proceso
disciplinario pendiente de resolución;
b) como consecuencia de la aplicación de sanciones que la ocasio-
nen;
c) por disposición del Tribunal de Superintendencia, fundada en Ley.

Comentario: Esta norma copia al artículo 11 de la Ley 404/00. Cree-


mos que no merece más comentario que advertir que la cancelación en
la matrícula no puede darse ni aún a pedido del propio matriculado si se
encuentra en posesión de un registro, ya que con el nombramiento o inves-
tidura estatal, la matriculación es automática, debido al necesario control
que se logra a través del ejercicio de la Superintendencia asignada a los
colegios notariales. La Ley 404/00 es más clara al respecto, pues prevé
que el “escribano de registro” queda automáticamente matriculado desde
el nombramiento. Reza el artículo 15 de la Ley 404/00: “La colegiación
es inherente a todo escribano de registro. Se produce o cancela automáti-
camente con la adquisición o pérdida de tal carácter, ya que es inseparable
del ejercicio de la función notarial en esta demarcación” (ver también ar-
tículo 3 última parte de la Ley 404/00). La posibilidad de la asignación de
un registro sin matriculación, al menos como hipótesis de laboratorio, pa-
rece surgir del artículo 292 última parte, del CCCN. En cuanto al inciso a.
cabe aclarar que, habiendo un sumario, alguna actuación administrativa o
cualquier otro procedimiento vinculado, tanto al quehacer profesionalista
como al funcionalista, la desmatriculación podría tomarse como un me-
canismo elusivo de responsabilidad disciplinaria. Por lo apuntado al prin-
cipio de esta nota, si se es “escribano de registro”, la desmatriculación es
inviable, o lo que es igual, opera de manera automática si es que por algún
oscuro motivo no se produjo. Los incisos b. y c. en un sentido negativo,
establecen la perdida de la matricula como consecuencia de sanciones que
lo ameriten, tanto si las sanciones provienen del cuerpo directivo para los
“simplemente matriculados”, o del Tribunal de Superintendencia para los
“escribanos de registros” y “adscriptos”.
384 derecho notarial

CAPÍTULO III
INHABILIDADES E INCOMPATIBILIDADES

Art. 6°. No pueden ejercer el notariado:


a) quienes adolezcan de deficiencias físicas y/o mentales que los
inhabiliten para el ejercicio profesional;
b) los incapaces y los inhabilitados en los términos del Artículo 152
bis del Código Civil;
c) los encausados por cualquier delito, desde que se hubiera decre-
tado la prisión preventiva y mientras ésta dure, siempre que no fuera
motivada por hechos involuntarios o culposos;
d) los condenados por delitos de acción pública o privada, mientras
dure la condena. Los condenados dentro o fuera del país por su
participación dolosa, mientras duren la condena y sus efectos. La
inhabilitación será perpetua y definitiva en el supuesto que el delito
fuera cometido en el ejercicio de la función notarial. En los demás
casos, el Colegio Notarial, a requerimiento del interesado, se pro-
nunciará sobre la rehabilitación para el ejercicio de la profesión;
e) los fallidos o concursados no rehabilitados;
f) los sancionados disciplinariamente, por el tiempo que dure la san-
ción en el caso de suspensión y privación del ejercicio profesional;
g) los notarios suspendidos en el ejercicio de sus cargos en cual-
quier jurisdicción de la República, por el término de la suspensión.

Comentario: Sigue al artículo 16 de la Ley 404/00, si bien con un orden


aleatorio distinto en los incisos. Esta última dice que “no pueden ejercer
las funciones notariales” pues está avocada exclusivamente al “escribano
de registro”, en cambio la Ley de Misiones sólo dice que “no pueden
ejercer el notariado”, utilizando así reiteradamente la expresión “ejerci-
cio profesional” para lo que es neto ejercicio funcionarista. Ya veremos
que por no discriminar coherentemente entre “escribanos de registros”
y “simplemente matriculados”, a estos últimos se les impondrá absurda-
mente el mismo régimen de incompatibilidades que a aquellos. El término
“inhabilidad”, está empleado en un doble sentido: i) como falta congénita
o sobreviniente de una aptitud psicofísica para el ejercicio de la función
notarial; ii) como falta de alguna condición legal que, tanto de hecho,
como de derecho, hagan inviable el ejercicio de la función pública nota-
Segunda parte: Fuentes legales 385

rial. Dicho esto, analicemos los distintos incisos. El inciso a. nos habla de
las hipótesis de falta o perdida de aptitudes físicas como psíquicas para
ejercer la “función pública” notarial, no para el “ejercicio profesional”
expresión que indistintamente usa el artículo. Va de suyo que el notario,
por imperio del artículo 296 inciso a. del CCCN, declara hechos “senso-
rialmente percibidos”, por ende, la percepción a través del uso de los cin-
co sentidos es un recurso biológico esencial para volcar mediante “datos”
escritos, hechos pertinentes de la realidad. Un escribano sordo, ciego o
mudo, no podrían ejercer la función notarial, sea que dicha inhabilidad
sea congénita o sobreviniente. Sí pueden ejercerla, ‒con restricciones a la
hora de hacer actas de comprobación de hechos, por ejemplo‒, aquellos
que acusen alguna minusvalía en alguno de los sentidos, sea congénita
o sobreviniente. En cuanto al inciso b., hace referencia al artículo 152
bis del Código Civil, hoy modificado por los artículos 32, 48 y 49 del
CCCN entre otros. El Código Civil planteaba la posibilidad de inhabilitar
a aquellos que se encontraban en situación de embriaguez habitual, uso
adictivo de estupefacientes, “disminuidos” en sus facultades y los “pródi-
gos”, nombrándoles un curador. Como sea, no obstante, el favor con que
el nuevo código regula la situación, va de suyo que la función pública
notarial es indelegable, y cualquiera sea la inhabilitación por incapaci-
dad, no puede ser suplida mediante el nombramiento de un representante,
sea legal o necesario. En cuanto al inciso c., estamos, ante algo más que
una inhabilidad, nos encontramos en realidad ante una “imposibilidad de
hecho”, no obstante, la norma hace una aclaración irrelevante, y es que
esta situación “no fuera motivada por hechos involuntarios o culposos”.
El inciso d. conserva la misma tesitura que lo dicho precedentemente, sea
que la condena se haya producido dentro o fuera del país, con el agravante
que, si se trata de un delito contra la función notarial, ‒y nosotros creemos
que de cualquier otra función pública‒, debe acarrear la inhabilitación
perpetua y definitiva para el ejercicio de la función notarial, pues también
constituye una función de igual naturaleza. En cuanto al inciso e., siempre
se presenta como un tema delicado, pues hay que atender a la casuística.
Puede tratarse de un comerciante fallido no rehabilitado que luego decide
ejercer la función notarial ganando un concurso para acceder a un registro.
El fallido, según entendemos, es aquel que en virtud del auto declarativo
de la quiebra ha sido desapoderado de pleno derecho de sus bienes a la
fecha de la declaración de la quiebra y de los que adquiera hasta su reha-
386 derecho notarial

bilitación. Dicho desapoderamiento impide que ejercite los derechos de


disposición y de administración, pero por ello no pierde su capacidad jurí-
dica, ni su capacidad de obrar, sólo se deslegitima al fallido para contratar
sobre los bienes de la masa del concurso. Y si bien los quebrados no pue-
den establecer acuerdos con sus acreedores y los concursados sí; en reglas
generales, tanto los quebrados como los concursados, no son incapaces,
sino que sufren un defecto de legitimación para actuar. En fin, llevar al
extremo esta inhabilidad, puede entrar en conflicto con el legítimo dere-
cho constitucional a trabajar, o a ejercer una función pública basado en
el requisito nacido de la idoneidad. El inciso f. presenta una hipótesis de
inhabilidad legal, nacida de la sentencia del Tribunal de Superintendencia
que produce un cese temporal de la función, de modo tal que el “escribano
de registro” o su “adscripto”, al ser ‒cualquiera de ellos‒ inhabilitado, no
producen instrumentos públicos desde el momento en que es notificado
fehacientemente de dicha decisión. Finalmente, el inciso g. es meramente
preventivo, y contempla la hipótesis de notarios que, viniendo de otras
provincias, hubiesen sufrido sanciones e intentasen en Misiones ejercer
el notariado. En este caso, las sanciones extraterritoriales cobran eficacia
en el territorio en el cual pretenden lograr investidura estatal como escri-
banos de registro. Consideramos que este inciso no es aplicable para las
hipótesis de la matriculación a los fines de ejercer como “simplemente
matriculado”, lo que no obsta a que las autoridades le puedan denegar la
Colegiación como tal.

Art. 7°. El ejercicio del notariado es incompatible con:


a) el desempeño de cualquier empleo, cargo o función, que pudiere
afectar su imparcialidad, la adecuada atención de sus tareas o lo
obliguen a residir permanentemente fuera de la localidad asiento
del registro;
b) el ejercicio habitual del comercio y de la banca, por cuenta pro-
pia o ajena;
c) el ejercicio de las profesiones de abogado, procurador, martille-
ro, contador o cualquier otra profesión liberal;
d) el ejercicio del notariado en otras jurisdicciones;
e) el desempeño de las funciones de inspector notarial en la Pro-
vincia.
Segunda parte: Fuentes legales 387

Comentario: Este artículo reproduce, palabras más, palabras menos, el


artículo 17 de la Ley 404/00 que, reiteramos, está previsto para el acceso
a la función notarial, no para la categoría del “simplemente matricula-
do”. Digamos por fin, que el ejercicio funcionarista notarial, como la de
cualquier funcionario público, sufre las restricciones que imponen las in-
compatibilidades. Es una norma que exprime con claridad su condición
de funcionario público, no obstante, su no pertenencia a la estructura bu-
rocrática del Estado, ni estar a sueldo de este. La razón de la existencia de
un régimen de restricciones al ejercicio de la función pública, que com-
prende tanto las incompatibilidades, inhabilidades, prohibición de actuar
en determinado grado de parentesco que garantice imparcialidad (Confr.
art. 291 CCCN), etc., se debe al postulado de las revoluciones liberales
del siglo XVIII y la búsqueda permanente por “despersonalizar” al Es-
tado. La Revolución Francesa invirtió la ficción de que el Estado era el
Rey (recordemos la famosa frase de Luis XIV: L’etat c’est moi) y que
su poder provenía de un “derecho divino”, por otra que es que el pue-
blo “gobierna y delibera a través de sus representantes”. De esta premisa
nacieron las teorías que intentaron justificar o legitimar el ejercicio del
“poder del Estado”. La más airosa o de mayor éxito fue la “teoría orgánica
del Estado”, en la que éste “expresa su voluntad” por medio de “funcio-
nes” o potestades, valiéndose de entidades abstractas (órganos), atribuidos
reglamentariamente de competencias (materia, territorio, grado, etc.), en
los que “inserta” de manera necesaria e ineludible una persona humana
(“órgano individuo” o “agente” de la función), encargado de dinamizar
todo este andamiaje o estructura reglamentaria. Como esos agentes son
hombres de carne y hueso, con sus particulares intereses y pasiones, es
menester clarificar esta esfera de lo individual en su relación con la esfera
de lo público que siempre debe tender al afianzamiento del interés general.
Las leyes orgánicas del notariado son fiel expresión de un fin reglamen-
tario de dicha función pública. Surgen así las normas sobre la idoneidad
para el acceso (formación universitaria, concursos, número clauso, etc.),
requisitos de habilidad tanto psicofísica como moral, un régimen de prohi-
biciones que garanticen la imparcialidad y el régimen incompatibilidades
que analizamos en este artículo, etc. En el régimen de incompatibilidades
se advierte un fin de exclusividad, propio de toda función pública. Si se
medita un poco, la situación de un “escribano de registro” es similar a la
de un juez. Su condición es inamovible y vitalicia en tanto ejerza su fun-
388 derecho notarial

ción o potestad como un agente que expresa en su accionar la “sabiduría”,


la “ecuanimidad” y la “impersonalidad” de la Ley. Es para controlar las
pasiones, para garantizar la imparcialidad, para asegura la mayor eficacia
y eficiencia en el ejercicio de las facultades, que los legisladores elabo-
ran normas de control de las potestades públicas. Respecto al inciso a. se
fundamenta precisamente en la imparcialidad y la exclusividad propia de
una función de “carrera”, que reclama: i) mediar intereses o estar en el
centro de intereses contrapuestos o distintos, declarando por escrito datos
que hacen a hechos pertinentes de la realidad y que son tenidos por ciertos
o auténticos; ii) permanencia o residencia en el lugar de sus funciones.
Respecto al inciso b., una vez más la exclusividad, lo que presupone que
el número clauso de los registros y sus mecanismos de acceso, aseguran
al notario investido satisfacción económica, pudiendo así renunciar a rea-
lizar actividades paralelas. El inciso c. nos dice que no puede ejercer la
profesión de abogado, procurador, martillero, contador o cualquier otra de
corte liberal una vez que se lo nombra “escribano de registro”, en otras pa-
labras, las incompatibilidades nacen con el nombramiento y no antes, por
lo cual hasta tanto no accedan a un registro notarial, a la función, en una
palabra, pueden ejercer dichas profesiones. En cuanto al inciso d) el uso
de la palabra jurisdicción está mal empleado, ‒“jurisdictio” es la potestad
de “decir el Derecho”‒, en realidad se hace referencia a la hipótesis de
nombramiento de un escribano de registro en más de una provincia, lo que
pone en conflicto el principio de exclusividad que demanda la función.
Finalmente, el inciso e) nace para evitar el conflicto de ser “juez” y parte,
controlador y controlado en la labor que llevan los inspectores de protoco-
lo en las distintas provincias. En otras palabras, el inspector de protocolos
no puede ser “escribano de registro” y viceversa.

Art. 8. Exceptúese de las disposiciones del artículo anterior:


a) los cargos o empleos que impliquen el desempeño de funciones
notariales, siempre que el empleador no sea parte de los actos en
que intervenga;
b) los cargos de carácter electivo;
c) el ejercicio de la docencia;
d) los cargos o empleos de índole puramente científica o artística,
dependientes de academias, bibliotecas, museos u otras institucio-
nes análogas;
Segunda parte: Fuentes legales 389

e) el cargo de síndico de sociedades anónimas y el carácter de ac-


cionista de las mismas;
f) el ejercicio de la abogacía o procuración en causa propia, de sus
ascendientes, descendientes o cónyuge.

Comentario: En toda regla sobre incompatibilidades hay excepciones.


Respecto del inciso a. hace referencia a los casos en que una “escribano
de registro” puede actuar en alguna repartición pública en ejercicio de
una potestad fedante diferenciada (v.gr: escribano mayor de gobierno) o
como mero asesor técnico (v.gr: jefaturas en registros públicos) siempre
que las reglamentaciones propias de la repartición en la que participa no
impongan, a contrario, la incompatibilidad. Dada la hipótesis en favor
de la compatibilidad, se establece un defecto de legitimación para actuar,
queriendo con esto decir que, en ese ejercicio de potestades o tareas dentro
de la estructura burocrática del Estado, no se deben superponer funcio-
nes y/o labores técnicas de control de sus propios actos como “notario
de registro”. El inciso b. refiere al ejercicio de cargos electivos, como
consecuencia de actividad política democrática republicana. El inciso c.
no admite mayores comentarios. En cuanto al inciso d. nada obsta a que
un escribano desempeñe tareas de investigación de cualquier tipo, sean o
no notariales; lo propio si es artista, sea literato, músico, pintor, escultor,
etcétera. Creemos que hacer descripciones en cuanto academias, bibliote-
cas, museos, etc., es meramente ejemplificativa y busca reafirmar la com-
patibilidad de las labores –institucionales o no‒ de tipo investigativas,
artísticas, recreativas o que tiendan al bien social. En tal sentido, podrían
contemplarse como compatibles la participación en clubes sociales o ins-
tituciones de bien público. Del inciso e. se justifica lo dicho para el inciso
d., pues quien puede intervenir en actividades como sindico o socio de
sociedades accionarias, más aún puede intervenir en entidades sin fines
de lucro. Va de suyo que la intervención o participación del notario en
este tipo de actividades, sean del inciso e. o d., imponen el deber de abs-
tenerse de actuar como “notario de registro” en actos en que aquellas se
vean involucradas. Respecto del inciso f., nos asalta la duda respecto de la
posibilidad del ejercicio de la abogacía o procuración en causa propia, de
ascendientes, descendientes o cónyuge, y es más, creemos que la norma
no es viable, por varias razones: i) entra en contradicción con los requi-
sitos de acceso a la función, el cual es objetivo, y no hace distingos entre
390 derecho notarial

causa propias, de ascendientes, descendientes o cónyuges; ii) porque para


poder abogar es menester matricularse en el Colegio de Abogados, lo que
nuevamente entra en conflicto con los requisitos de acceso a la función,
por más que se trate de causa propia, de sus ascendientes, descendientes o
cónyuge. Consideramos que, si se hace el correcto distingo entre quehacer
profesionalista y quehacer funcionarista, este inciso no tiene sentido. En
fin, es un inciso que no presenta claridad, y corre el riesgo que, de ponerse
en práctica, genere conflictos con la actividad profesional de los abogados
y procuradores, sin perjuicio de decretar la nulidad de toda intervención
en tal rol. Con igual criterio podría un juez o secretario entender en un
caso en el que trate de causa propia, de sus ascendientes, descendientes o
cónyuge, lo que resulta inadmisible.

Art. 9°. Las incompatibilidades que expresa el Artículo 7, han de


entenderse para el ejercicio simultáneo del notariado con las fun-
ciones y cargos declarados incompatibles. Sin perjuicio de ello, el
Colegio Notarial podrá, en casos excepcionales, conceder licen-
cias no mayores de un (1) año, renovables por única vez por causa
justificada, para que los notarios puedan desempeñar tales cargos,
siempre que tengan antigüedad no menor de un (1) año en el ejerci-
cio de la función y que durante su transcurso no ejerzan funciones
notariales de ningún género. Si se tratase de funciones o cargos
electivos o de representación política, la licencia será por el tiempo
de su mandato.

Comentario: ¿No estamos hablando de las incompatibilidades? ¿Las


incompatibilidades no se instituyen precisamente en razón de evitar ac-
tividades simultáneas? Por ende, es tautológico decir que: Las incompa-
tibilidades que expresa el Artículo 7, han de entenderse para el ejercicio
simultáneo del notariado con las funciones y cargos declarados incom-
patibles. Realmente no entendemos que pretende regular el artículo. Ana-
licemos los distintos incisos del artículo 7 al que remite la norma: a) el
desempeño de cualquier empleo, cargo o función, que pudiere afectar su
imparcialidad, la adecuada atención de sus tareas o lo obliguen a residir
permanentemente fuera de la localidad asiento del registro. La primera
parte de este inciso esta solucionada por las excepciones pertinentes del
artículo 8. En cuanto a la segunda parte, si como consecuencia de algu-
Segunda parte: Fuentes legales 391

na otra labor se hace imprescindible la residencia permanente fuera del


asiento de registro que impida el adecuado ejercicio de la función pública,
no nos parece un problema de incompatibilidad sino de imposibilidad ma-
terial de ejercerla. Por ende, ni siquiera el recurso de la licencia lo salva,
pues la misma se solicita en casos de “residencia transitoria” que la justifi-
que. b) el ejercicio habitual del comercio y de la banca, por cuenta propia
o ajena. Si se aplica el principio normativo, se podría ejercer el comercio
y ser banquero además de “escribano de registro”, siempre que el accionar
de este último no entre en conflicto con aquellas actividades. En caso de ir
por la negativa, que es lo correcto: ¿De qué valdría pedir licencia por un
año para poder ejercerlas? c) el ejercicio de las profesiones de abogado,
procurador, martillero, contador o cualquier otra profesión liberal. La
misma lógica de lo dicho precedentemente, ahora la aplicamos para este
inciso. ¿Podría un “escribano de registro” o su “adscripto”, que además
es abogado, contador público, ingeniero, odontólogo, etc., actuar como
tales en tanto este accionar no entre en conflicto la función pública nota-
rial? ¿La incompatibilidad no resguarda precisamente que no se pueda, ni
simultánea, ni conjuntamente ejercer la función de notario de registro con
la de cualquier profesión liberal? ¿Cómo resolver el conflicto de matri-
culaciones ante los diversos colegios profesionales para poder ejercer las
profesiones apuntadas? En caso de ir por la negativa, que es lo correcto:
¿De qué valdría pedir licencia por un año para poder ejercerlas? d) el
ejercicio del notariado en otras jurisdicciones. Para evitar redundar en
cosas ya dichas, entendemos por “jurisdicciones” a los otros distritos terri-
toriales, que en el caso de Misiones son municipales. Pero en estos casos,
no estamos ante un problema de incompatibilidad, sino de incompetencia
territorial que nada tiene que ver con las inhabilidades. Ahora bien, si
pretendemos entender “jurisdicción” como otra provincia, la cosa es aún
peor, pues hay que vérselas con la posibilidad fáctica de tal hipótesis, lo
que a nuestro entender resulta inviable (Confr. Arts. 10 y 11 de esta ley), y
de darse, no vemos que tiene eso que ver con las incompatibilidades, pues
en tal caso no sería posible el acceso a un registro en Misiones. En caso de
existir otro nombramiento furtivo en otra provincia y advertirlo después,
o ser sobreviniente, habilitaría el ejercicio de la Superintendencia de la
función a los fines de sancionarlo hasta con la destitución si es necesario.
Pedir licencia por un año nos resulta absurdo: ¿O se lo piensa premiar
con un año de licencia para que decida qué provincia más le gusta? e) el
392 derecho notarial

desempeño de las funciones de inspector notarial en la Provincia. En este


inciso es posible “mechar” algo, como por ejemplo la hipótesis de otorgar
licencia para ejercer la función de inspector a un “escribano de registro”.
En tal caso, y de manera provisional o limitada en el tiempo sería viable el
ejercicio de la función antedicha, manteniendo en suspenso las actividades
funcionales como “escribano de registro”. Pero esta lógica convalida que
el régimen de incompatibilidades se mantiene incólume, de lo contario:
¿Para qué pedir licencias? No hacerlo sería violentar el espíritu del Título
XII de esta ley. En fin, no se entiende la lógica que inspira este artículo, ni
que tiene que ver con el régimen de incompatibilidades.

Art. 10. Todo notario, antes de ejercer su profesión, deberá comuni-


car la fecha y lugar de inicio de su actividad y presentar por escrito
declaración jurada de no hallarse comprendido en las inhabilida-
des e incompatibilidades establecidas en los artículos 6 y 7 de la
presente, con especial aclaración de las excepciones previstas en
el artículo 8 de la presente. Todo cambio de situación con respecto
a la declaración jurada, debe ser comunicada al Colegio Notarial
dentro de los treinta (30) días de producido.

Comentario: En este artículo se observa una vez más el vicio retórico de


hablar de “profesión” cuando en realidad, son exigencias para el ejercicio
de la “función notarial” como titular de un registro. Y esto es importante
aclararlo, pues para el ejercicio de las labores como “simplemente matri-
culado” o para ejercer pasantías, las inhabilidades pueden relativizarse, y
las incompatibilidades no se activan, pues son propias del ejercicio de la
función, ergo ni los “simplemente matriculados”, ni los “pasantes” deben
demostrar tales extremos.

Art. 11. Comprobada la falsedad de la declaración jurada o el in-


cumplimiento en la comunicación del cambio de la situación del no-
tario con respecto a la declaración formulada, el Colegio Notarial
aplicará la sanción que corresponda, la que no podrá ser menor a
tres (3) meses de suspensión, teniendo el afectado recurso de apela-
ción ante el Tribunal de Superintendencia.
Segunda parte: Fuentes legales 393

Comentario: Esta es una norma instructiva para el ejercicio de la Super-


intendencia del Colegio notarial. Redundando, va de suyo que comprende
a los “escribanos de registro” y “adscriptos”, “interinos” o “suplentes”,
mas no a los “simplemente matriculados”, ni “pasantes”.

CAPÍTULO IV
FIANZA Y REGISTRO DE FIRMA Y SELLO

Art. 12. Los notarios, al tomar posesión de su cargo como titulares


o adscriptos de registro, deberán constituir, ante el Tribunal de Su-
perintendencia, una fianza por la suma de pesos cinco mil ($5000),
sin perjuicio de la establecida en el Artículo 3 inciso f. de la presen-
te, la que podrá ser de carácter real o personal y deberá mantenerse
vigente hasta los dos (2) años siguientes al cese de sus funciones.
Dicha fianza será inembargable por causas u obligaciones ajenas al
ejercicio de sus funciones.

Comentario: Se observa la exigencia de un doble juego de fianza, una


de $3000 al matricularse y otra de $5000 al momento del nombramiento o
investidura estatal. Puestos a meditar sobre esta última, quien en definitiva
“solicita” la fianza al matriculado, valga la metáfora, es el propio Estado
que inviste al “notario de registro”. La Superintendencia surge de una de-
legación del Estado a la asociación colegial, en tal sentido el Colegio ope-
ra como persona de Derecho Público cuando desenvuelve dicho poder. A
fin de cuentas, la responsabilidad del Estado siempre está presente en for-
ma objetiva y directa ante la labor de sus funcionarios. Nos queda la duda
acerca de la “inembargabilidad” de los bienes que hacen a la fianza, por
causas ajenas al ejercicio de sus funciones. De hecho, la fianza llamada
elípticamente “real”, es aquella que tiene como acreditación de solvencia
la denuncia de bienes, lo que no obsta a que puedan ser embargados; en
todo caso, una ley orgánica no puede decretar la inembargabilidad de esos
bienes “denunciados” y que apenas son un potencial respaldo material de
una concreta garantía personal. En fin, la lógica con que hay que interpre-
tar el sentido del artículo, es que si por alguna razón, el bien o los bienes
denunciados y que hacen a la llamada “fianza real” sufren algún tipo de
394 derecho notarial

desapoderamiento o embargo por causas ajenas al ejercicio funcionarista,


deberán presentarse otros y al mismo fin.

Art. 13. La fianza constituida por los notarios responderá al pago


de:
a) los daños y perjuicios ocasionados a terceros a cuyo pago fuere
condenado el notario por sentencia firme con motivo del ejercicio
de sus funciones;
b) las sumas a cuyo pago fuera declarado responsable por incum-
plimiento de las Leyes Fiscales;
c) las multas que le fueran impuestas por el mal desempeño de sus
funciones.

Comentario: Esta norma es meramente enunciativa y tiende a remarcar el


objeto y los fines primordiales de la fianza. Establece un orden axiológico
presuntamente de máximos a mínimos, aunque en realidad pueden darse
de manera indistinta o concurrentemente. No obstante lo predicado por el
artículo, nosotros consideramos que la responsabilidad del Estado por el
accionar de los Escribanos es objetiva y directa, y que la fianza es solicitada
por este en razón de ello.2 En este sentido el Estado es el único dueño y pro-
pietario de todos los oficios y empleos de la administración general; siempre
lo ha sido, aún bajo el dominio de los Reyes absolutos y continuará siéndolo
con mayor razón de acuerdo con los principios administrativos y políticos
de nuestra Constitución Nacional. Es el Estado el que nombra al notario de
registro, es el Estado el que lo controla y dirige a través de los colegios me-
diante la delegación de la Superintendencia y es el Estado, por ende, quien
debe responder por el actuar de sus agentes en salvaguarda de la seguridad

2 Tomemos el ejemplo de una locación. La fianza la pide el locador en reaseguro del


pago de los alquileres y de la integridad del inmueble. Con el Estado pasa lo mismo, a través
de las Superintendencia del Colegio Notarial, solicita afianzar la concesión del registro pú-
blico y el servicio delegado. Pero en estricta teoría orgánica, independientemente de cómo
se organiza la función notarial –fuera de su estructura burocrática y a través de un funciona-
rio no empleado–, el Estado sigue siendo el responsable objetivo y directo del accionar de
sus agentes, de los cuales el notario de registro sin duda es uno. Sobre el particular, y con-
cordante con nuestra posición teórica, puede consultarse a GALLI BASUALDO Martín. La
Ley 26.944 de Responsabilidad del Estado y el Código Civil y comercial de la Nación. En
el CCCN analizado, concordado y comparado. T. 3. Leyes complementarias. Dirección a
cargo de Alberto J. Bueres. Buenos Aires, Hammurabi, 2015, p. 101 a 160.
Segunda parte: Fuentes legales 395

jurídica afianzada. En todo caso, la fianza no está es para cubrir los daños
a potenciales requirentes, ni al Colegio Notarial; la fianza la pide el propio
Estado a su agente, precisamente porque ha descentralizado una función
monopólica, un servicio público –siempre que consideremos a la función
notarial un servicio–, y por tanto, como “sabe” que debe responder objetiva
y directamente, la fianza intenta dar una cobertura indirecta al riesgo creado.

Art. 14. Los notarios, al inscribirse en la matrícula, deben registrar


su firma y sello en el Colegio Notarial y en el Tribunal de Superin-
tendencia. No podrá variarse el sello ni la firma registrada sin auto-
rización del Colegio Notarial. Si el Notario observase que su firma
ha variado sensiblemente y de manera permanente, deberá solicitar
nuevo registro de ella.

Comentario: La matriculación es esencial para el nombramiento como


“escribano de registro”, y es éste el que debe registrar su firma y sello a
los fines de ejercer la función atribuida. Ahora bien, el escribano “simple-
mente matriculado” o el “pasante”, no tienen que registrar firma y sello
alguno, ni rendir cuentas de los cambios que produzcan en las firmas o el
sello que utilicen mientras no gocen de nombramiento estatal.

TÍTULO II
CAPÍTULO ÚNICO
PASANTÍAS

Art. 15. Denomínase “pasante”, a quien habiéndose inscripto en la


matrícula conforme al Artículo 3 de esta Ley, realice una práctica
habitual con un titular de registro, en las actividades relacionadas
con el ejercicio de la función notarial.
Art. 16. La pasantía será de un (1) año a contar desde la fecha de
su inscripción en el “Libro de Pasantes” que al efecto llevará el
Colegio Notarial. Se dejará constancia en dicho libro de los días y
horarios a los que deberá sujetarse el pasante, los que no podrán
ser inferiores a tres (3) días semanales y cuatro (4) horas diarias.
No podrán tener más de tres (3) faltas mensuales, bajo apercibi-
miento de no computarse dicho mes.
396 derecho notarial

Art. 17. Los períodos de pasantía son acumulativos, siempre que


no transcurriera un intervalo de más de dos (2) meses entre cada
período y podrá efectuarse en distintas notarías de la Provincia.
Art. 18. El titular de registro deberá informar al Colegio Notarial
toda vez que el pasante cese total o parcialmente la pasantía en el
registro a su cargo, debiendo este hecho ser verificado por el ins-
pector notarial dentro del término de diez (10) días hábiles, quien
dejará la debida constancia.
Art. 19. El vínculo entre titular y pasante no generará obligaciones
de pago para ninguna de las partes y no configurará existencia de
relación laboral alguna durante el lapso establecido por esta Ley.
Art. 20. El inspector notarial constatará que el pasante realice su
práctica en forma real y efectiva de acuerdo a los horarios y días
denunciados, de conformidad a lo dispuesto por la presente Ley,
debiendo labrar actas de cada constatación que efectuare.
Art. 21. El interesado en realizar la pasantía la solicitará al Cole-
gio Notarial, quien, mediando el consentimiento del notario, en el
plazo de treinta (30) días le comunicará la notaría en la que se lle-
vará a cabo la práctica. Sin perjuicio de lo establecido en el párrafo
anterior, el matriculado podrá proponer una notaría para el ejer-
cicio de su práctica con el consentimiento del titular del registro.
Alternativamente el Colegio Notarial implementará cursos anuales
teóricos prácticos para quienes deseen cumplimentar la pasantía a
que refiere este título. El Colegio Notarial tiene a su cargo la im-
plementación de los cursos y la designación de los notarios titula-
res de registro y/o profesores en derecho notarial, que los dictarán.
Para aprobar dichos cursos se exigirá una asistencia mínima del
setenta y cinco por ciento (75%). Cumplido el período de pasantía
o habiendo aprobado el curso anual fijados en esta Ley, el Colegio
Notarial expedirá constancia que así lo acredite.

Comentario al capítulo: Conforme a la definición del artículo 15, el


“pasante” es el escribano “simplemente matriculado” que actúa bajo la
tutoría de un escribano de registro, en las condiciones establecidas en los
artículos 16 a 21. Comienza con estos artículos el juego discrecional del
estado en cuanto a los mecanismos de acceso a la función pública notarial.
Misiones adopta como paso previo un sistema de pasantías. Estos artícu-
Segunda parte: Fuentes legales 397

los prescriben los requisitos de la misma a los fines de hacer “carrera”


notarial, y que debe sumarse al concurso de antecedentes y oposición para
acceder al cargo mediante el otorgamiento de un registro (confr. artículo
34 inc. b. de esta Ley). En todo caso, son las normas de política de acce-
so a la función previstas por el Estado de Misiones, hacer comentarios a
sus pormenores no aportaría nada, salvo a redundar en ellas sin mayor
sentido. El Decreto 1515/010 reglamenta a los artículos 18º y 21º y dice:
“Artículo 3º. Reglamenta artículo 18º: Mensualmente el Notario titular
del Registro en el cual se realice la pasantía remitirá al Colegio Notarial
un informe circunstanciado sobre la práctica del pasante y los progresos
realizados, detallando además las faltas en que hubiese incurrido en dicho
período.” “Artículo 4º. Reglamenta artículo 21º: Previo a la expedición de
la constancia a que refiere el último párrafo del artículo 21 de la Ley, el
Colegio Notarial, mediante tres (3) de sus consejeros, examinará los cono-
cimientos teórico - prácticos adquiridos por el pasante, en una audiencia
con duración no mayor de una hora. Para el caso de considerarse necesario
podrán fijarse nuevas audiencias examinadoras con intervalos de noventa
(90) días entre cada una de ellas”.

TÍTULO III
ATRIBUCIONES, DEBERES Y COMPETENCIA
DE LOS NOTARIOS
CAPÍTULO I
ATRIBUCIONES Y DEBERES

Art. 22. El notario titular de registro o adscripto es el profesio-


nal del derecho a cargo de una función pública instituido por el
Estado para hacer constar y garantizar la autenticidad de los he-
chos cumplidos por él o pasados en su presencia en ejercicio de sus
funciones, así como para dar forma, perfeccionar y autenticar las
relaciones jurídicas extrajudiciales. Todo ello en los casos en que
su intervención fuera requerida y de conformidad con las leyes, sus
reglamentaciones y con las instrucciones particulares que reciba.

Comentario: Esta “definición”, si es que es posible llamarla así, es un


“empaste” que recoge a un tiempo: i) la calificación que hace del nota-
398 derecho notarial

riado el 1º Congreso del año 1948; ii) algo del artículo 993 del Código
Civil; iii) la expresión “así como” considera a la “forma” como algo ajeno
o que no tiene que ver con el actuar del notario previsto en el artículo
993 parafraseado; iv) la novedosa idea de “relaciones jurídicas extrajudi-
ciales” y; v) un último párrafo haciendo referencia al requerimiento y un
actuar –como no puede ser de otra manera– en fiel cumplimiento de las
leyes, reglamentos e instrucciones de los requirentes. Mejor hubiese sido
no decir nada, pero como se aprecia, esta presunta “definición”, o más
precisamente algunos de sus pasajes, declama un lineamiento profesiona-
lista de la función notarial, y en los hechos la regula, ordena, reglamenta,
controla, custodia y juzga con pluma funcionarista al igual que el resto de
las leyes orgánicas del país. Pero la crítica mayor a esta mirada disociada
de los hechos, es que la indiferenciación práctica y lógica hace someter al
“simplemente matriculado” se debe someter por igual a los lineamientos
rigurosos que demandan el “escribano de registro” y el “adscripto”. La
pregunta recurrente es: ¿Por qué para esta ley exige lo mismo al “simple-
mente matriculado” que al “escribano de registro”? Por la sencilla razón
de que se ha seguido de manera incondicional el encuadre que del notario
hace el 1º Congreso del Notariado Latino del año 1948 al decir: “El no-
tario es un profesional del derecho a cargo de una función pública”. Por
ello somos partidarios de discriminar en forma permanente su quehacer
profesionalista de su quehacer funcionarista, sin perjuicio de que pueda
sumar ambas en muchas de sus intervenciones, pero sin descalificar por
uno u otro extremo de manera reduccionista. Aun así, de hacerlo, las evi-
dencias (v.gr: el régimen de incompatibilidades, licencias, concurso, nú-
mero clauso, investidura estatal, etc.) demuestran que la balanza se inclina
a nuestro favor, es decir: hacia su condición de funcionario público. Creer
que a los notarios el Estado les da un registro como a quien le da una “pa-
tente de corso” es no entender el funcionamiento del sistema republicano.
Para sinterizar: decir que es un profesional del derecho es simplemente
afirmar su condición de jurisperito, la imagen o metáfora a cargo de, debe
ser interpretada como una conjunción copulativa “y”, y la referencia a la
función pública, obliga a interrogarnos si es posible la existencia de una
función pública sin un funcionario público. Como la respuesta afirmativa
se impone, nos queda por concluir que el notario de tipo latino: Es un fun-
cionario público y jurisperito o profesional del derecho. Con este carácter
“bifronte”, es posible deslindar su quehacer de tal modo que: a) Pueda
Segunda parte: Fuentes legales 399

ejercer una labor asesora sin ejercer la función pública con derecho al co-
bro de honorarios por ello; b) Pueda ejercer la función pública y asesorar
profesionalmente; c) Pueda ejercer la función pública con asesoramiento
profesional de terceros; d) Haga un mero ejercicio de la función sin ase-
soramiento alguno. Estas distinciones tienen importantes consecuencias a
la hora de los permanentes deslindes materiales o fácticos a los que está
sometida la labor notarial, y que son relevantes parar determinar el ámbito
de la responsabilidad.

Art. 23. Para el cumplimento de sus funciones específicas los nota-


rios titulares de registro y los adscriptos tienen los siguientes debe-
res y atribuciones:
a) intervenir profesionalmente cada vez que su actuación fuera re-
querida, siempre que no se encuentre impedido por otras obligacio-
nes profesionales de igual o mayor urgencia;
b) conservar en buen estado los protocolos, registros y documentos
a su cargo, mientras se hallan en su poder;
c) expedir a las partes interesadas testimonios, copias, certificados
y extractos de los actos autorizados en la oficina a su cargo;
d) mantener el secreto profesional;
e) exhibir los protocolos y registros:
1) a requerimiento de quienes tuvieren interés legítimo en relación
con los respectivos documentos. Los testamentos y reconocimientos
de hijos sólo podrán ser exhibidos a sus otorgantes;
2) a requerimiento de otro escribano en los casos y con las formali-
dades que establezcan los reglamentos;
3) por orden judicial.
f) participar, como mínimo una vez cada dos (2) años, en los cursos
de perfeccionamiento y actualización de carácter obligatorio que
realice el Colegio Notarial, bajo apercibimiento de ser multado o
suspendido en sus funciones hasta el término de seis (6) meses.

Comentario: La norma establece que: a) la prestación de la función es


obligatoria ante cualquier requerimiento. Esto denota que no se presta de
oficio, o lo que es igual, el órgano notarial debe ser “instado” y, como todo
servicio público, no puede proscribirse salvo razones fundadas. b) Como
el protocolo pertenece al Estado, y debe volver al Estado, el agente de la
400 derecho notarial

función debe velar por la seguridad del mismo. Los incisos c) y d) no ame-
ritan mayores comentarios. En cuanto al inciso f), impone la capacitación
con carácter obligatorio a instancia del Colegio Notarial, hecho que nos
parece loable e importante; lo que es objetable del artículo es la posibili-
dad de someter el cumplimiento de la capacitación a una evaluación final
documentada y pasible de sanción por la Superintendencia. Por su parte
el Decreto 1515/01 reglamentario, se ocupa de los incisos e) y f) de la si-
guiente manera: “Artículo 5º.- Reglamenta artículo 23º- Inc. e): Cuando el
notario que tenga bajo su guarda el protocolo, en los supuestos previstos en
los Apartados 1 y 2 del Inciso e) del Artículo 23º de la Ley, impugnare la
justificación del interés legítimo invocado por el interesado o el notario que
requiere su exhibición, se podrá recurrir tal medida ante el Colegio Notarial.
Efectuada la presentación ante el Colegio Notarial, éste requerirá al notario
un informe circunstanciado de la situación; podrá, si lo creyere necesario
ordenar la producción de las pruebas ofrecidas por las partes o de oficio. La
resolución que adopte el Colegio será irrecurrible.” “Artículo 6º. Reglamen-
ta artículo 23º - inc. f): todo cambio en la legislación de fondo vinculada en
forma directa con el ejercicio de la función notarial generará la realización
de cursos de actualización profesional a que se refiere el artículo 23 inc. f)
de la Ley, que se dictarán a instancias del Colegio Notarial el que podrá im-
poner la concurrencia obligatoria de sus miembros, y fijará los aranceles que
abonarán los cursantes. Los cursos serán dictados por Profesores Universi-
tarios y por Profesionales con reconocidos antecedentes, a quienes, en caso
de ser notarios de registro, se les dará por aprobado el curso que dictaren.
El contenido de los mismos será determinado por el Colegio Notarial, de-
pendiendo, de las novedades legislativas y jurisprudenciales producidas. El
Colegio Notarial determinará, para cada caso, la duración de los cursos en
atención a los temas abarcados. El Colegio Notarial es la autoridad compe-
tente para regularlos y efectuar su planificación con diversidad de horarios
y fechas para compatibilizarlos con la cantidad de postulantes e integración
del cuerpo docente. Será necesaria una asistencia obligatoria al setenta y
cinco por ciento (75%) de las clases. Se efectuará una evaluación final del
curso, que quedará documentada”.

Art. 24. Los notarios deberán fijar su domicilio profesional y resi-


dir habitualmente en el lugar asiento de su registro o adscripción,
comunicándolo por escrito al Tribunal de Superintendencia y al Co-
Segunda parte: Fuentes legales 401

legio Notarial. Todo cambio de domicilio o ubicación de la notaría


deberá ser comunicado por escrito a ambos cuerpos dentro de los
quince (15) días de producido. Los notarios están obligados a con-
currir a su oficina y no podrán ausentarse de su domicilio por más
de treinta (30) días sin autorización del Colegio Notarial. En caso
de enfermedad, ausencia u otro impedimento transitorio, el titular
de registro que no tuviera adscripto podrá proponer al Colegio No-
tarial el nombramiento de un suplente para actuar en su reemplazo,
bajo la responsabilidad del proponente. El suplente deberá ser titu-
lar o adscripto de registro.

Comentario: Este artículo es otra prueba en favor de la condición de fun-


cionario público del “escribano de registro”. ¿A qué profesión liberal se le
puede exigir residencia habitual, concurrir a su notaria, no ausentarse por
más de 30 días, nombrar reemplazante adscripto en caso de enfermedad, im-
pedimento transitorio, y todo ello sometido al control de la Superintenden-
cia del Estado a instancias del Colegio Notarial? Que sepamos, a ninguno.

CAPÍTULO II
CLASIFICACIÓN SEGÚN COMPETENCIA MATERIAL

Art. 25. Los notarios se clasifican según la competencia material


que se le atribuya en:
a) simplemente matriculados;
b) adscriptos;
c) titulares de registro.

Comentario: Esta mal llamada “competencia material” de los escriba-


nos, en realidad hace mención a la distinción entre notarios matriculados
que poseen registros (“escribano de registro”), aquellos que son nombra-
dos para actuar en el registro de un titular (“adscriptos”) y aquellos que
carecen de registro (“simplemente matriculados”). En estricta teoría orgá-
nica del Estado, la “competencia” es el ámbito dentro del cual el agente
nombrado puede desempeñar la función atribuida. En materia notarial esta
competencia se da en relación a la “materia” y al “territorio”. Respecto de
ésta última, la “competencia material” del notario busca diferenciarse de
402 derecho notarial

la de otros funcionarios públicos que gozan de igual potestad para declarar


hechos con carácter auténtico, como por ejemplo los secretarios de juzga-
do, oficiales del registro civil, algunos cónsules o embajadores, etc. Todos
ellos, suelen gozar de igual potestad fedante, pero respecto de hechos y
actos que concurren o excluyen al “notario de registro”. Por ejemplo, el
oficial de registro civil puede celebrar matrimonios, pero no puede hacer
compraventas, en tanto que el “notario de registro”, a la inversa, puede
hacer compraventas, pero no autorizar matrimonios. En las subastas judi-
ciales, el secretario de juzgado tiene potestad exclusiva para celebrar ese
tipo de compraventas, de las cuales está excluida el “notario de registro”.
En fin, es algo que se dirime entre funcionarios públicos, no entre “titula-
res de registro”, “adscriptos” o “simplemente matriculados”. Aplicar por
analogía esta terminología no hace más que confundir, además de no tener
atinencia con lo que se está tratando. Es más, seguidamente advertiremos
que tanto el “escribano de registro” como el “adscripto”, tienen la mis-
ma “competencia material”, ergo la diferencia no está dada en relación
a ninguna “competencia”, sino a la pertenencia autónoma o vinculada a
un registro notarial. Nosotros descalificamos el uso de la expresión, por
carecer de rigor técnico. En todo caso, tanto el epígrafe como el artículo
de marras, en una lectura correctora debería decir a secas: “CLASIFICA-
CION DE LOS NOTARIOS A LOS FINES DE ESTA LEY”; y el artículo
25 erradicar el encabezado actual y comenzar diciendo: “Los notarios se
clasifican a los fines esta ley en: …”

CAPÍTULO III
SIMPLEMENTE MATRICULADOS

Art. 26. Los notarios que no siendo titulares de registro o adscriptos


se encuentren matriculados, podrán expedir referencias sobre estu-
dios de títulos, bajo su responsabilidad, firma y sello; practicar in-
ventarios, particiones, tasaciones, o cualquier otra diligencia que le
fuera encomendada por los jueces, autoridades administrativas y/o
particulares.

Comentario: El escribano “simplemente matriculado” es el jurisperito


que aún no goza de investidura estatal, ergo no posee el cargo de escribano
Segunda parte: Fuentes legales 403

de registro. Como tal no produce instrumentos públicos, o lo que es igual,


no crea ningún tipo de documento auténtico o que goce de la prerrogativa
del artículo 296 inc. a. Por lo tanto, el escribano graduado, puede hacer
todo tipo de labor propia de un jurisperito. Decir que puede hacer “es-
tudios de títulos, bajo su responsabilidad, firma y sello” no tiene ningún
sentido aclararlo, también lo pueden hacer los abogados. Redundamos en
que es de lamentar que esta ley haga el distingo a esta “categoría” de no-
tarios y aun así les imponga iguales exigencias que a los “escribanos de
registros” y “adscriptos”. Nosotros que sí hacemos el distingo y ponemos
énfasis en ello, decimos que el escribano que no posee registro, por no
ejercer la función notarial, por no producir instrumentos públicos: i) no
se le puede imponer el régimen de inhabilidades e incompatibilidades; ii)
pueden ejercer cualquier actividad profesional o técnica mientras no haya
sido nombrado “escribano de registro”; iii) no está sometido al tribunal de
Superintendencia, quedando limitada su responsabilidad a lo meramente
Colegial asociacional (Tribunal de ética).

CAPÍTULO IV
ADSCRIPTOS

Art. 27. Cada titular de registro podrá tener hasta dos (2) adscrip-
tos; los que serán designados y removidos por el Poder Ejecutivo a
simple propuesta del titular, en las condiciones y con los requisitos
que establece la presente Ley.
Art. 28. Los adscriptos, mientras conserven tal carácter, actuarán
en el respectivo registro con la misma extensión de facultades que el
titular y simultánea e indistintamente con él, en las oficinas de éste,
bajo su dirección y responsabilidad, reemplazándolo en los casos
de ausencia, enfermedad o cualquier otro impedimento transitorio.
El titular es responsable directo del trámite y conservación del pro-
tocolo y responderá de los actos de sus adscriptos, en cuanto sean
susceptibles de su apreciación y cuidado. Los adscriptos deberán
ser removidos por el Poder Ejecutivo a sola solicitud del titular.
Art. 29. En caso de renuncia, remoción, incapacidad total, falle-
cimiento o jubilación del titular, se desempeñará como interino el
adscripto de mayor antigüedad, hasta tanto se provea la vacante.
404 derecho notarial

Art. 30. Los notarios titulares podrán celebrar con sus adscriptos
toda clase de convenciones para reglar sus derechos en el ejerci-
cio común de la actividad profesional, debiendo ser presentados los
convenios celebrados al Colegio Notarial para su homologación.
Art. 31. Quedan terminantemente prohibidas y se tendrán por
inexistentes toda convención que implique haber abonado o deber
abonar un precio o contraprestación por la adscripción; como asi-
mismo, las que estipulen una participación del titular del registro en
los honorarios que correspondieren a su adscripto, sin reciprocidad
equivalente, o las que generen la presunción de que se ha negociado
en alguna forma con la misma, sin perjuicio de las penalidades que
correspondan a los contratantes por transgresión a esta Ley. Todas
las convenciones entre el titular y el adscripto deben considerarse
hechas sin perjuicio de las disposiciones de la presente Ley.
Art. 32. En caso de renuncia o remoción de un adscripto, el Colegio
Notarial deberá pronunciarse respecto al cumplimiento por parte
del cesante de sus obligaciones como notario, elevando los antece-
dentes al Poder Ejecutivo, a sus efectos.

Comentario al capítulo: Antes de hacer la crítica a la adscripción, nos


preguntamos por la supuesta diferencia de “competencia material” de este
notario con la del “escribano de registro”. Si se medita el artículo 28 se ve
que no hay ninguna, pues los “adscriptos, mientras conserven tal carácter,
actuarán en el respectivo registro con la misma extensión de facultades que
el titular y simultánea e indistintamente con él, en las oficinas de éste, bajo
su dirección y responsabilidad, reemplazándolo en los casos de ausencia,
enfermedad o cualquier otro impedimento transitorio” (Lo remarcado en
cursiva nos pertenece). En fin, salvo estar bajo la tutela del titular del re-
gistro y ser nombrados o removidos a discreción por este último, ambos
hacen exactamente lo mismo. En todo caso, no hay “competencia material”
que distinguir. En cuanto a nuestra critica a la adscripción, consideramos
que, a la luz de la teoría orgánica del Estado, se convierte en un “engendro
argentino”, conforme la calificación que de este instituto hiciera José Carlos
Carminio Castagno.3 La adscripción consiste en el nombramiento de otro
escribano en un único registro notarial. Es como si un juez nombrara un

3 Confr. Teoría general… op. cit., T. II, p. 21 y siguientes.


Segunda parte: Fuentes legales 405

conjuez, un secretario un co-secretario, un diputado un co-diputado o cosas


por el estilo. Según el autor referido, esta “deformidad” institucional nació
en el año 1886 por disposición del artículo 180 de la Ley de Organización
de los Tribunales de la Capital Federal Nº1893, hecha Ley N.º 5015 de la
Provincia de Buenos Aires y luego copiada sistemáticamente por todas las
leyes orgánicas del país. Comenzando por el ingreso a la función, esta es
“a propuesta” del titular del registro. No hay concurso para ser adscripto,
lo que sin duda es crear un privilegio medieval contrario a todo sistema
republicano que se precie de tal. Cuando se reclama concurso, se lo hace en
condiciones menores que para los titulares, sin razón alguna que amerite tal
mengua, salvo la de considerarlo en situación de minusvalía. La creación de
la figura de “adscripto” por los Colegios Notariales, pueden tener razones
de diversa índole: i) una ingenua salida intermedia que intente poner límite
al avance sobre el número clauso; ii) un mecanismo elusivo para tener un
secretario o secretaria calificados, que si bien no son gratis suelen ser mu-
cho más económicos que uno/a sueldo y sin riesgos legales en lo laboral ni
previsional; iii) una forma velada –con notas de pasado nobiliario- de lograr
el acceso al registro a hijos, sobrinos o parientes, en una suerte de “vocación
sucesoria” con el titular (Confr. art. 48 y Decreto reglamentario 1515/01
artículo 18). Un tema aparte que nadie puede explicar con coherencia, es
el problema de la responsabilidad; según se prevé, el titular responde por
el adscripto, pero no a la inversa, pudiendo este conservar el registro ante
la destitución de aquel. Otra violación a la lógica del sistema republicano
del acceso a las funciones públicas es que, así como la adscripción es a
propuesta del titular, su desadscripción también es a propuesta del titular.
Como se aprecia, la adscripción ha nacido como una construcción sectorial,
sumada a una no menos oportunista concepción privatista de la función no-
tarial, contrariando con ello la lógica de todo el régimen organizativo y re-
presentativo de nuestro Estado republicano. En cuanto a la reglamentación
del Decreto 1515/01, este se ocupa del artículo 28 y nos dice: “Artículo 7º.
Reglamenta artículo 28º: No son actos susceptibles de apreciación y cuida-
do por parte del titular, en los términos del artículo 28º de la Ley, los que no
pueda verificar ni controlar, como tampoco los que importen un juicio de
valor o una afirmación personal del adscripto”. Es una norma reglamenta-
ria que en realidad no reglamenta nada, salvo la de intentar establecer una
responsabilidad subjetiva por sobre lo que consideramos que debería haber
una responsabilidad objetiva. El adscripto es al titular, lo que el apoderado
406 derecho notarial

al sustituto. El nombramiento del adscripto es a propuesta del titular del


registro, ergo sobre él pesa la responsabilidad del nombramiento de manera
objetiva, sin perjuicio de subrogarse en los derechos del agraviado y repe-
tirlos del adscripto. En fin, habrá que atenerse a la casuística y esperar a que
los jueces acepten esta limitante reglamentaria. Sobre la posibilidad de re-
nuncia del adscripto el Decreto reglamentario 1515/01 refiere: “Artículo 8º.
Reglamenta artículo 32: Ante la presentación de un pedido de renuncia por
parte de un adscripto el Colegio Notarial dispondrá la inspección del proto-
colo correspondiente al registro del renunciante. Si la renuncia al cargo de
adscripto estuviere fundada en la obtención de la titularidad de otro registro
o en la designación como adscripto en otro registro por parte del renuncian-
te, las sanciones a que pudiere dar lugar la inspección de aquel protocolo le
serán aplicadas aun cuando esté en ejercicio de sus funciones en el nuevo
registro.”. Creemos que aquí hay que aplicar los principios generales, que
impiden considerar la desadscripción por renuncia como factor elusivo de
responsabilidad. La pertenencia a la matrícula y la superintendencia no se
pierden por la renuncia ni por la desmatriculación, la cual se conservará
hasta agotada la sentencia definitiva y notificación y cumplimiento efectivo
de la sanción correspondiente.

CAPÍTULO V
NOTARIOS DE REGISTRO

Art. 33. Para ejercer las funciones de titular o adscripto de un re-


gistro es menester recibir la investidura notarial.

Comentario: Es una copia textual del artículo 12 de la Ley 404/00 al


cual hacemos extensivo este comentario. Creemos que en este afán por
“esquivar” la incontestable actividad funcionarista del “escribano de re-
gistro” y su necesidad de nombramiento estatal, se acuña expresiones
retóricas como por ejemplo “investidura notarial”. ¿Qué es eso? La úni-
ca investidura que conocemos en la historia es como caballero, y la que
sobrevive en la teoría administrativa, es la “investidura estatal”, y que
puede comprender entre muchos otros funcionarios, a jueces, ministros,
legisladores, etcétera. En un sentido elíptico podríamos así hablar de “in-
vestidura judicial”, “investidura ministerial” o “investidura legislativa”.
Segunda parte: Fuentes legales 407

Como sea, hasta que el Estado no nombra “escribano de registro” a un


notario graduado, no hay funcionario público, y por más grado académico
de notario que posea, no produce instrumentos que hagan fe pública. La
investidura o nombramiento, como bien lo enuncia el artículo 292 del
CCCN, proviene del Estado, y se resuelve en la asignación y delegación
de una función monopólica de este a un agente.

Art. 34. Son requisitos de la investidura:


a) estar matriculado en el Colegio Notarial;
b) haber realizado la pasantía establecida en la presente Ley;
c) haber sido designado titular o adscripto de un registro notarial;
d) declarar bajo juramento no hallarse comprendido en las inhabi-
lidades e incompatibilidades conforme prescriben los Artículos del
6, 7 y 8 de esta Ley;
e) registrar o ratificar en el Colegio Notarial la firma y sello que
utilizará en su actividad funcional;
f) ser puesto en posesión de su cargo por el presidente del Colegio
o, en ausencia de éste, por un miembro del Consejo Directivo, de
conformidad con las disposiciones del reglamento notarial.

Comentario: Sigue literalmente al artículo 13 de la Ley 404/00. No es


necesario comentar cada uno de los incisos, si creemos que es necesario
ordenarlos en función de lo que se pretende con ellos, lo que obliga a revi-
sar también la terminología: i) los incisos a., b., c. y d., son presupuestos de
la investidura estatal o nombramiento por el Poder Ejecutivo; ii) el inciso
e. es una consecuencia de la toma de posesión del cargo que se hace a ins-
tancias del Colegio Notarial, conforme lo estipula el inciso f. Se deduce de
este artículo que es posible desdoblar el nombramiento o investidura esta-
tal de la mano del Poder Ejecutivo, de la toma de posesión del cargo ante
el Colegio Notarial. Para decirlo en términos lógicos y cronológicos: para
tomar posesión de algo, ‒y ese “algo” es el cargo de funcionario público‒,
es menester que ya exista el nombramiento. Sobre el particular nos dice el
Decreto reglamentario 1515/00: “Artículo 9º. Reglamenta artículo 34º: La
posesión en el cargo a que alude el inciso f) del artículo 34º de la Ley, se
formalizará en un acta inserta cuyo original quedará archivado en el Colegio
Notarial y el duplicado en el protocolo correspondiente al registro en que
actuará el notario, quien la suscribirá en presencia de dos testigos, el Presi-
408 derecho notarial

dente del Colegio y ante el Secretario de la Institución, quien actuará como


autorizante. Si fuere necesario, cualquier miembro del Consejo Directivo,
podrá reemplazar en tales actos al Presidente o al Secretario”.

Art. 35. Las escrituras públicas y demás actos protocolares sólo


podrán ser autorizados por los notarios titulares de registro o ads-
criptos. A ellos compete, además:
a) certificar firmas e impresiones digitales;
b) certificar la existencia de personas físicas y la vigencia de per-
sonas jurídicas;
c) certificar copias simples o fotoestáticas;
d) expedir referencias sobre estudios de títulos, bajo su responsabi-
lidad, firma y sello;
e) practicar inventarios, particiones, tasaciones, o cualquier otra
diligencia que les fuera encomendada por los jueces, autoridades
administrativas y/o particulares;
f) labrar actas para comprobar hechos y/o reservar derechos;
g) certificar la remisión por correo de los documentos de interés
jurídico, debiendo rubricar y sellar el original y entregar copia del
mismo al interesado;
h) redactar toda clase de actos o contratos civiles y/o comerciales;
i) actuar como secretarios de tribunales arbitrales;
j) poner cargo a los documentos que deban ser presentados a las au-
toridades judiciales o administrativas, cuando le fueren presentados
fuera de horas hábiles;
k) recibir en depósito testamentos o cualquier otro documento, valo-
res, u objetos, expidiendo constancia de su recepción;
l) intervenir en todos los actos, documentos y contratos en que sea
requerida su intervención profesional, como asesores y/o peritos
notariales.

Comentario: El problema que plantea la falta de rigor conceptual lleva


a una redacción confusa de la norma que analizamos. Decir que “Las es-
crituras públicas y demás actos protocolares sólo podrán ser autorizados
por los notarios titulares de registro o adscriptos” es una obviedad. Está
bien decir que: “A ellos compete además” todo otro acto extraprotocolar
de los incisos a, b, c, f, g, j. De eso se trata la función. Lo que no está bien
Segunda parte: Fuentes legales 409

es la enumeración del resto de los incisos d, e. –salvo en lo que refiere a


las “particiones” extrajudiciales de herencia–, h, i, k, l. que lamentable-
mente no se corresponden con la lógica de la actuación funcionarista. En
todo caso, avalando la confusión conceptual, se hace una mezcla de tareas
que tienen que ver con lo estrictamente funcionarista y otras que no. Por
ejemplo, es del quehacer estrictamente funcionarista y entran dentro de
la protección del artículo 296 inciso a, lo establecido en los incisos: a,
b, c, f, g, j. El resto de los incisos –d, e, h, i, k, l –, es propio del queha-
cer profesionalista, y por tanto concurrente con la labor de los escribanos
“simplemente matriculados”.

TÍTULO IV
REGISTROS NOTARIALES
CAPÍTULO I
CREACIÓN Y VACANCIA DE LOS REGISTROS

Art. 36. Los registros y protocolos notariales pertenecen al Esta-


do Provincial. Los mismos llevarán una numeración correlativa en
toda la Provincia tomando como base la ya existente.

Nota: Es el artículo 32 de la Ley 4040/00. No está demás aclarar que la


función pública fedante es monopolio del Estado y que los registros y el
protocolo en que ella se cristaliza son del Estado y vuelven al Estado. El
resto del texto no merece mayores comentarios.

Art. 37. Compete al Poder Ejecutivo la creación, cancelación y de-


claración de vacancia de los registros notariales, lo que deberá ser
comunicado al Tribunal de Superintendencia y al Colegio Notarial.

Comentario: Toma letra del artículo 31 de la Ley 4040/00. Siempre co-


rroborando el carácter de función pública, la creación del órgano notarial,
que materializa su accionar en un registro de actos y negocios jurídicos,
tiene su origen o razón de ser en un monopolio del Estado. En el caso del
notariado, su dependencia es con el Poder Ejecutivo, que es el que crea,
cancela, suspende y establece las vacancias. La comunicación al órgano
de policía de la función (Superintendencia) es a los fines de control. La
410 derecho notarial

intermediación del Colegio Notarial, es consecuencia del modo descentra-


lizado o fuera de la estructura del Estado con que se organiza el notariado
de tipo “latino”.

Art. 38. Los registros se crearán con asiento en distrito notarial


determinado, el que coincidirá con los municipios en que se divide
la Provincia. Los notarios de registro ejercerán sus funciones dentro
de los límites que correspondan al distrito notarial del registro de su
actuación con prescindencia del domicilio de los requirentes y de la
ubicación de los bienes objeto del acto. La competencia territorial
se extenderá excepcionalmente, previa resolución del Colegio No-
tarial, cuando:
a) el notario tuviere que autorizar actos complementarios o practicar
notificaciones relacionadas con documentos pasados ante su registro;
b) se carezca de servicio notarial en un distrito por vacancia o falta
de registro;
c) estuviesen imposibilitados de intervenir los notarios de un distri-
to por impedimentos físicos, legales o éticos, debidamente acredi-
tados.
d) cuando se trate de autorizar escrituras en las cuales una de las
partes sea una institución del Estado Nacional, Provincial o ban-
caria que tenga su domicilio en un distrito distinto al asiento de su
registro notarial.

Comentario: El artículo trata de la “competencia territorial” del “no-


tario de registro”. En estricta teoría orgánica, la competencia –en senti-
do amplio– es el ámbito asignado al órgano notarial para desempeñar la
función o potestad de decir los hechos con carácter autentico o de verdad
impuesta. La competencia territorial o ratione loci puede variar de una
provincia a la otra. Comparando leyes, por ejemplo, en Mendoza es en
toda la provincia, en Entre Ríos es departamental, con prorrogas legales
para actuar en departamentos limítrofes en algunos actos. En Misiones la
situación cambia, vemos que la competencia territorial se define por mu-
nicipios, estableciendo las prórrogas legales en cuatro incisos. La lógica
que inspira la competencia departamental o municipal, –no en los casos
de distrito único o provincial que no trae conflictos–, es que los notarios
ejercerán sus funciones dentro de los límites que le correspondan al dis-
Segunda parte: Fuentes legales 411

trito físico político municipal del registro asignado, con prescindencia del
domicilio de los requirentes y de la ubicación de los bienes objeto del
acto, como bien enuncia el artículo y que en buen romance quiere decir
que el escribano de registro puede, dentro de su distrito o territorio asigna-
do, hacer todo tipo de actos aunque los requirentes o bienes sean de otros
municipios, departamentos o provincias, siempre que para el acto que ce-
lebren, los requirentes o autorizantes se apersonen al lugar del asiento en
que se encuentra el registro.
El Decreto reglamentario 1515/01 nos dice: “Artículo 10º. Reglamenta
artículo 38º: Se consideran comprendidos en la excepción dispuesta en el
artículo 38 inciso a. de la Ley 3743, los actos propios de su función, que
los notarios deban extender ante instituciones bancarias o de crédito pú-
blico, organismos de la administración pública y/o entidades autárquicas
o descentralizadas; y las actas notariales cuya diligencia deba realizarse
fuera del distrito notarial, siempre que el requerimiento se otorgue en el
lugar asiento del Registro y el objeto se encuentre enclavado en el distrito
notarial de su jurisdicción. Al efecto el notario requerirá al Colegio Nota-
rial la autorización pertinente, quien deberá expedirse dentro de las 24 hs
de interpuesta la solicitud de extensión de competencia. El requerimiento
del notario interesado como así la autorización o denegación del Colegio
Notarial, podrán realizarse por los medios idóneos, eficaz y fehaciente que
determine el Colegio”.
Hacemos algunas observaciones al artículo reglamentario: i) En primer
lugar, esta demás la expresión “distrito notarial de su jurisdicción”, es el
“distrito notarial correspondiente a su municipio.”; ii) No nos satisface
que el Colegio Notarial deba expedirse “a priori” dentro de las 24 hs. para
autorizar la prorroga legal fuera del distrito. Este artículo reglamentario
refuerza torpemente la letra del artículo 38 que establece que: “La com-
petencia territorial se extenderá excepcionalmente previa resolución del
Colegio Notarial (…)”. Este “dilema kantiano” al que expone la labor del
“escribano de registro” o su “adscripto”, trae sus riesgos, pues si existe
alguna emergencia, esperar la autorización fundada del Colegio Notarial,
más que dar seguridad es proscribirla. Consideramos que debe ser inter-
pretada a la luz de las circunstancias y permitir siempre la posibilidad de
legitimar a posteriori la prorroga legal de competencia territorial. Demás
está decir que la consecuencia de actuar con o sin autorización, se resuelve
en una sanción de tipo disciplinaria, pero en absoluto le quita validez a la
412 derecho notarial

intervención notarial, pues las normas orgánicas no tienen potestad para


decretar la invalidez o ineficacia a los actos o negocios jurídicos, siempre
que, como dice el artículo 290 inciso a. del CCCN se dé: “La actuación
del oficial público en los límites de sus atribuciones y de su competencia
territorial, excepto que el lugar sea generalmente tenido como compren-
dido en ella (…)”. Para nosotros, de confirmarse (a priori o a posteriori)
las hipótesis de los incisos a. al d. del artículo, los Colegios Notariales
no pueden denegar la prorroga legal de competencia territorial, pues los
diferentes presupuestos de hecho de los incisos, son “indicadores” para la
letra de artículo 290 inciso a. ya referido, del CCCN.

Art. 39. La solicitud de creación de registro notarial deberá ser


interpuesta por el notario interesado ante el Colegio Notarial, el
que en el plazo de treinta (30) días y previa observación de todos los
requisitos y su opinión fundada, elevará el expediente al Poder Eje-
cutivo para su resolución en un plazo máximo de noventa (90) días.

Comentario: Esta norma no es clara. Enunciada así, parecería que la


creación de registros es potestativa de algún interesado. Consideramos
que, en principio, la creación surge de una convocatoria del Estado, en
nuestro caso, del Poder Ejecutivo cada vez que existe la necesidad o va-
cancia de algún registro, conforme lo establecen los artículos 40 y 41 si-
guientes. En la hipótesis de “desidia” del Estado y determinada la nece-
sidad o establecida la vacancia por el propio Colegio Notarial o algún
escribano interesado, es legítimo entonces sí instar al Poder Ejecutivo
para que se cubra esa necesidad o vacancia.

Art. 40. El Poder Ejecutivo creará un (1) Registro por cada cuatro
mil (4000) habitantes o fracción no inferior a dos mil quinientos
(2500). Para ello se tendrá en cuenta el censo demográfico expedi-
do por los Institutos de Estadísticas y Censos nacional o provincial.
A tal efecto se considerarán anualmente las proyecciones demográ-
ficas emanadas de dichos institutos.

Comentario: Esta norma se conecta en forma directa con el número


clauso, tan mal defendido por el “notariado latino” bajo el desamparo
Segunda parte: Fuentes legales 413

de considerarse un “profesional liberal”. ¿Por qué existe una norma así?


Precisamente porque, tratándose de una función pública, de un monopolio
estatal, no pueden crearse tantos cargos con sus correspondientes regis-
tros, como escribanos graduados existen. Del mismo modo ocurre con la
judicatura: no puede haber tantos jueces como abogados graduados lo de-
seen. La función notarial, en tanto servicio público descentralizado de la
estructura burocrática y de los gastos presupuestados estatales, se debe au-
tofinanciar, así se crea este mecanismo técnico que lo permite: el número
clauso. En otras palabras, deben darse condiciones socioeconómicas para
la creación de un nuevo cargo. Esto, además, tiene anclaje con el régimen
de incompatibilidades que denota exclusividad, y para tenerla, el Estado
debe garantizar una “supervivencia” económica que dignifique la función
y evite una codiciosa corruptela competitiva.

Art. 41. Los notarios titulares de registro deberán jubilarse al cumplir


los setenta (70) años de edad, bajo apercibimiento de ser removidos.

Comentario: Esto es parte de la política jubilatoria adoptada por la Ley,


debiendo por tanto dejar la vacante al cumplir una determinada edad. Esto
resultaría inviable si se tratara de una profesión liberal.

Art. 42. La vacancia de Registro se producirá por las siguientes causas:


a) fallecimiento del titular;
b) remoción;
c) renuncia;
d) incapacidad o inhabilitación sobreviniente;
e) jubilación.
En estos casos el Poder Ejecutivo deberá proceder a designar a los
nuevos titulares dentro del plazo de noventa (90) días de producida
la misma.

Comentario: Aquí se enuncian las causales de vacancia, las que una vez
más denotan el carácter monopólico estatal de la función y la necesidad
de garantizar el servicio notarial por reemplazos a través de un régimen
controlado, no “liberal”. En fin, otro dato a favor del carácter público de
la función notarial del “escribano de registro”.
414 derecho notarial

La Reglamentación del Decreto 1515/00 nos dice: “Artículo 11º. Regla-


menta artículo 42º: Producido algunos de los hechos a que refiere el artí-
culo 42 de la Ley, el Colegio Notarial, lo comunicará al Poder Ejecutivo a
fin de que declare la vacancia del registro e instruirá al Inspector Notarial
para que realice un inventario de la siguiente documentación: 1) La can-
tidad de protocolos, folios de actuación notarial y libros; 2) La cantidad
de folios del año corriente; 3) Fecha y folio de la última escritura; 4) Ex-
pedientes judiciales y documentos en depósito; 5) Toda otra circunstancia
que se considerare relevante. Si hubiere adscripto en condiciones de con-
tinuar como interino, el inventario se realizará con su intervención y las
existencias inventariadas se le entregarán bajo recibo. En los demás casos,
el Colegio Notarial incautará dichas existencias y las mantendrá bajo su
guarda hasta su entrega al nuevo titular o al archivo, según el caso. La nota
de cierre de los protocolos incautados, serán firmadas por dos miembros
del Consejo Directivo del Colegio Notarial. Mientras el protocolo se halle
bajo la guarda del Colegio Notarial, a pedido de parte interesada, el Con-
sejo Directivo podrá autorizar a un Notario de Registro, la expedición de
las copias, certificados, extractos o traslados de ley, previo cumplimiento
de los requisitos que correspondieren. El Colegio proveerá todo lo necesa-
rio para regularizar, en cuanto le fuere posible, la situación del protocolo
que correspondiere a un registro vacante. Los gastos en que incurriere es-
tarán a cargo de quien hubiere sido su titular o sus sucesores universales”.

CAPÍTULO II
NOTARIOS TITULARES Y ADSCRIPTOS

Art. 43. Compete al Poder Ejecutivo la designación y remoción de


los notarios como titulares o adscriptos de un registro notarial en la
forma y modo previstos en esta Ley.

Comentario: Así planteada, es una norma redundante si se la coteja con


el artículo 37 ya comentado. En cuanto a la “forma y modo previstos” por
la ley, ya veremos que no está exento de críticas (Confr. comentarios a los
artículos 46 y 54 de esta Ley). Es un artículo que toma letra de la primera
parte del artículo 31 de la Ley 404/00, obviando el resto, que establece,
ante la posibilidad que se cree un registro sin el control por parte del Co-
Segunda parte: Fuentes legales 415

legio Notarial, un procedimiento o mecanismo de impugnación de tales


designaciones. Es una solución a la potencial hipótesis del artículo 292
del CCCN (antes 982 del Código Civil). Nos dice la última parte omitida
del artículo 31 de la Ley 404/00: “Todo registro creado en contravención
a sus disposiciones no surtirá efecto legal de ninguna especie. El Colegio
podrá, si lo estimare necesario, solicitar una resolución en tal sentido del
Tribunal de Superintendencia cuyo fallo será inapelable. Denunciada la
ilegalidad de un registro, su creación quedará en suspenso hasta el fallo
del Tribunal de Superintendencia”.

Art. 44. Los notarios titulares de registros no podrán ser separados


de sus cargos mientras dure su buena conducta. La suspensión, re-
moción o pérdida del cargo sólo podrán ser declarada, previa las
actuaciones legales de comprobación que fueran pertinentes, por
las causas y formas previstas por la Ley.

Comentario: Otro dato a favor del carácter de funcionario público del


“escribano de registro”. Además de hablar como corresponde de “cargo”,
la función notarial es prácticamente “ad vitam”, –no obstante, el límite de
los setenta años para jubilarse (confr. art. 41) –. Del mismo modo lo es,
salvo un “juri de enjuiciamiento”, para los jueces. Es por eso que es tan
“codiciado” el cargo de “escribano de registro”, y es tan “duro” su acce-
so, porque es un monopolio estatal, es una función del Estado delegada
“selectivamente” conforme a estrictos controles y cumplimiento de requi-
sitos de idoneidad (antecedentes y oposición), limitaciones y condiciona-
mientos (régimen de incompatibilidad) y control (Superintendencia de la
función) por el propio Estado que gestiona la creación de dichos cargos.

Art. 45. Los notarios de registro tendrán jurisdicción en toda la


Provincia, autorizando los actos en el asiento de su oficina.

Comentario: ¿Complementa este artículo a artículo 38 de esta Ley? Por


la terminología empleada se podría pensar que no, pero debemos admi-
tir lo contrario. Por el artículo 38 referido, sabemos que los registros se
crean con asiento en un “distrito” territorial determinado, que coincide
con los municipios en que se divide la Provincia. En un uso correcto de
416 derecho notarial

los conceptos, los notarios tienen “competencia territorial” o un “distrito


de actuación”, pero no “jurisdicción”. Iurisdictio tienen los jueces. Esta
norma reitera con otras palabas el artículo 38, que dice: “Los notarios de
registro ejercerán sus funciones dentro de los límites que correspondan al
distrito notarial del registro de su actuación con prescindencia del domi-
cilio de los requirentes y de la ubicación de los bienes objeto del acto.”
Ya lo hemos dicho, el escribano de registro puede, dentro de su distrito
o territorio asignado, hacer todo tipo de actos, aunque los requirentes o
autorizantes sean de otros departamentos o provincias, siempre que para
el acto que celebren, los requirentes o autorizantes se apersonen al lugar
del asiento en que se encuentra el registro. No obstante, lo tajante del
artículo, se comprende que deberá tenerse en cuenta el régimen previsto
de prorrogas legales a la competencia territorial (Confrontar artículo 38
última parte y sus incisos).

CAPÍTULO III
ACCESO A LA TITULARIDAD

Art. 46. Producida la vacancia de un registro o habiéndose crea-


do uno nuevo, la designación del titular recaerá en alguno de los
concursantes incluidos en la lista respectiva que elevará el Colegio
Notarial al Poder Ejecutivo de la Provincia, como resultado de un
concurso de oposición y antecedentes.

Comentario: Producida la creación o vacancia de un registro, convo-


cado el llamado a concurso, será titular del cargo “el mejor” que hubiese
triunfado en el concurso de antecedentes y oposición, que es el mecanis-
mo de acreditación de idoneidad para acceder. Esa es la lógica con que
se debería interpretar racionalmente este artículo y que debería inspirar
cualquier ley orgánica del notariado que se precie de republicana. Pero la
norma de manera “amañada” dice que: “la designación del titular recaerá
en alguno de los concursantes incluidos en la lista respectiva que elevará
el Colegio Notarial al Poder Ejecutivo de la Provincia, como resultado
de un concurso de oposición y antecedentes.” ¿Cómo es eso que “recaerá
en alguno de los concursantes incluidos en la lista”? Esta norma pretende
mantener un último control por el Poder Ejecutivo en el acceso a cargos
Segunda parte: Fuentes legales 417

emblemáticos, pudiendo con ello dar lugar a que accedan a los registros
personas de flaca idoneidad, aunque privilegiado favor político. Nosotros
nos afianzamos en que se debe elegir al vencedor de la lista. De lo contra-
rio, en correspondencia con el artículo 54 de esta Ley y a cuyo comentario
remitimos, todo se torna una “pantomima” de concurso, un manifiesto
fraude a la idoneidad y al mérito que debe inspirar el acceso a esta función
pública como a la de cualquier otro funcionario de carrera.

Art. 47. Corresponde al Poder Ejecutivo reglamentar la organiza-


ción de los concursos en todo lo previsto por esta Ley, siempre que
tal reglamentación no se oponga a los principios generales y parti-
culares en ella establecidos.

Comentario: Hace referencia a los artículos 12 a 16 del Decreto regla-


mentario 1515/01. El artículo 12, –paradojalmente a lo que hemos co-
mentado en el artículo 46 y comentaremos en el artículo 54 de esta Ley–,
prevé dos pruebas, una escrita y otra oral, que se rinden ante la Comisión
Evaluadora, con un temario de cinco temas que se dará con una anticipa-
ción de veinte días a la fecha de inicio de las pruebas de oposición. Estas
pruebas llevarán una calificación entre uno y diez puntos. El artículo 13
determina que la prueba escrita “consistirá en la redacción y/o confección
de documentos”, en realidad quiere decir la confección de una “escritura
pública” la que deberá expresar todos los requisitos previos, coetáneos y
posteriores a su celebración, según la naturaleza del acto o negocio jurí-
dico que el escribano autorice. El tiempo asignado para redactarlo es de
cuatro horas. El tema será elegido por sorteo y será el mismo para todos
los postulantes. El artículo 14, por razones de seguridad establece requisi-
tos de permanencia, tanto los que no hubiesen terminado no podrán salir
de la sala y lo que terminen no podrán permanecer en ella. Obviamente
que en caso de necesidad justificada, los que estén rindiendo podrán salir
con razones fundadas y deberá ser acompañado por uno o más miembros
de la Comisión Evaluadora. No podrán salir de la sala más de dos postu-
lantes por vez y de ser necesario, nunca juntos. El artículo 15º reglamenta
la prueba oral, consistente en una disertación y coloquio individual con
duración no mayor de una hora. El tema se determina una vez más por
sorteo, tema sobre el cual el postulante disertará libremente por un tiempo
no superior a los treinta minutos, sin perjuicio de responder a las pregun-
418 derecho notarial

tas que realizare cualquier miembro del jurado. La media hora restante
serán afectadas por la Comisión Evaluadora a examinar los conocimien-
tos del postulante sobre los demás temas que componen el programa. La
prueba oral es pública para estudiantes de ciencias jurídicas, abogados,
escribanos y otras personas que tengan interés especialmente de índole
académico, no pudiendo estos hacer uso de artefactos, aparatos, equipo
eléctrico o electrónico de comunicación. El artículo 16 prevé que la Co-
misión Evaluadora pueda solicitar la colaboración de las personas e ins-
tituciones que garanticen el normal desarrollo de las pruebas; así también
“pautas para mantener el orden, la transparencia, el decoro y la igualdad
de oportunidades entre todos los aspirantes”. Sobre el carácter “inapela-
ble” de la calificación, no es más que una pretensión que siempre tiene
sus ribetes, y por lo tanto habrá que atenerse a la casuística. En todo caso,
podemos admitir que no hay un órgano revisor previsto en la norma, y por
tanto en tal sentido se lo puede considerar inapelable, pero ello no obsta
a que pueda ser impugnado mediante alguna acción judicial en la medida
que el concurso en cuestión agravie intereses legítimos de alguno o varios
de los concursantes.

Art. 48. El Colegio Notarial ajustará su procedimiento a las si-


guientes pautas:
a) anualmente, si corresponde, durante el mes de mayo, llamará a
inscripción para cubrir la titularidad de los registros notariales que
se hallen vacantes;
b) el llamado será publicado en el Boletín Oficial y en un diario de
circulación provincial, durante tres (3) días, debiendo mediar entre
la fecha de la última publicación y el cierre de la inscripción un
plazo de treinta (30) días. El llamado a concurso deberá especificar
el número y lugar asiento de los registros a concursar, el día y hora
del cierre de la inscripción al concurso;
c) sólo podrán participar en el concurso quienes se encuentren ma-
triculados en el Colegio Notarial;
d) en su presentación, cada concursante indicará los antecedentes
computables, el registro de su preferencia y subsidiariamente, qué
registros notariales aceptaría, indicando el orden de prelación;
e) por cada concursante se formará un legajo al que deberán incor-
porarse los antecedentes computables con su respectivo puntaje y el
Segunda parte: Fuentes legales 419

resultado de las oposiciones, lo que determinará el puntaje definiti-


vo. El puntaje obtenido en un concurso de oposición será válido por
el plazo de tres (3) años, sin perjuicio de la facultad del interesado
de presentarse a un nuevo concurso en ese lapso.

Comentario: Es un artículo que no amerita mayores comentarios, sal-


vo el inciso e) última parte, reglamentado por el artículo 17 del Decreto
1515/01, que dice: “En todos los casos en que el concursante, se hubie-
se presentado a un nuevo concurso, de conformidad a lo dispuesto en el
artículo 48 inciso e., último párrafo de la Ley; se tomará como válido el
último puntaje obtenido”.
Esto invita a la reflexión. Supongamos que alguien obtuvo un ocho (8)
en un examen anterior, y dentro de los tres años se convoca a un nuevo
concurso, entonces para esta persona habría varias opciones: i) Si no hay
otros concursantes deja todo como está, por lo cual resultará ganador sin
tener que pasar por ninguna evaluación; ii) Si hay otros, arriesgar a que
la nota actual sea superada por otro concursante; iii) Volver a concursar
para superar su propio objetivo alcanzando por ejemplo un diez (10); iv)
Si presentado para evaluación en el nuevo concurso saca una nota menor,
se tendrá como válida la superior del anterior concurso. ¿Ese es el espíritu
del presupuesto de hecho normativo, de mantener por tres años la nota?
No nos resulta clara. Es más, puede ser utilizada como un privilegio que
habría que erradicar de la Ley. Cada concurso debe ser concluyente, cada
concurso debe agotarse como instancia de evaluación, y en el mejor de los
casos, computarse las notas obtenidas como referencia en los antecedentes
y ahí finiquitar la situación.

Art. 49. Facúltase al Poder Ejecutivo a fijar mediante decreto re-


glamentario las pautas de valoración de los antecedentes, las que
deberán considerar, entre otros, los siguientes aspectos: antigüedad
como adscripto, antigüedad en la matrícula, perfeccionamiento y
antecedentes académicos.

Comentario: El Decreto reglamentario 1515/01, en su artículo 18 esta-


blece que: “Los puntos por antecedentes serán asignados de la siguiente
forma: a) Tres (3) puntos por título de doctor en Derecho Notarial. b) Dos
420 derecho notarial

(2) puntos por cada año de antigüedad como adscripto del registro cuya
titularidad se concursa, hasta un máximo de veinte (20) puntos. c) Un (1)
punto, por cada año de antigüedad en el ejercicio de la función notarial en
la Provincia de Misiones, hasta un máximo de diez (10) puntos. d) Setenta
y cinco centésimos (75/100), por cada año de antigüedad en el ejercicio
de la función notarial en cualquier otra demarcación del país. e) Cincuenta
centésimos (50/100), por cada año de antigüedad en la matrícula notarial
en la Provincia de Misiones. f) La Comisión Evaluadora podrá también
acreditar otros antecedentes, tales como concurrencia a congresos, semi-
narios, jornadas, convenciones o talleres, presentación de trabajos de in-
vestigación y cursos de especialización o actualización, hasta un máximo
de tres (3) puntos. En los casos donde operare cómputo de tiempo, las
fracciones de más de 6 (seis) meses se contarán como un (1) año”.
Algunas objeciones. El inciso a., en cuanto al título de doctor en “Derecho
Notarial”, debe interpretarse en un sentido omnicomprensivo de doctorado
en Derecho o Ciencias jurídicas. Es más, puede que ni siquiera exista el
título de doctor en Derecho Notarial, lo que no amerita a descalificar este
máximo lauro académico que es ser “Doctor” en alguna rama del saber ju-
rídico. En otras palabras, la referencia a que tipo de doctorado se tiene es
realmente equívoca, debiendo bastar todo título de “doctor” en Derecho o
Ciencias Jurídicas o alguna materia de Derecho. En cuanto a los incisos c. y
d.: ¿Cómo debe interpretarse la expresión “ejercicio de la función notarial”?
¿Hace referencia al aspirante que antes fue “escribano de registro”? De ser
así: ¿Cómo es posible que el adscripto del inciso b. goce de más mérito en
la puntuación por antigüedad que un “escribano de registro”? Este inciso
denota un intento furtivo por favorecer o aventajar, sin mucha “lógica repu-
blicana”, los antecedentes del adscripto (confr. nota al Capítulo IV).

CAPÍTULO IV
COMISIÓN EVALUADORA

Art. 50. El Superior Tribunal de Justicia conformará, dentro de los


cinco (5) días de la fecha del cierre de la inscripción al concurso,
una comisión evaluadora que estará integrada por:
a) un (1) representante del Poder Ejecutivo, designado por el mismo;
b) un (1) representante del Poder Judicial, designado por el Supe-
rior Tribunal de Justicia;
Segunda parte: Fuentes legales 421

c) un (1) Consejero del Colegio Notarial, designado por el Consejo


Directivo;
d) un (1) profesional del derecho, catedrático en derecho notarial,
de Universidad Nacional designado por la misma Universidad.
La resolución de designación será inapelable.
Las funciones en la Comisión Evaluadora de los representantes in-
dicados en los incisos a), b) y c) serán de carácter honorario. Los
gastos y honorarios del profesional mencionado en el inciso d) se-
rán a cargo del Colegio Notarial.

Comentario: Esta norma, que no trae mayores consecuencias interpreta-


tiva, está reglamentada por el artículo 19, del Decreto 1515/01, que reza:
“La Comisión Evaluadora funcionará con la presencia de al menos tres (3)
de sus miembros. En todos los casos, se pronunciará por mayoría de votos,
que se computarán a razón de uno por cada institución representada. El
representante del Poder Judicial tiene doble voto en caso de empate. El
resultado se consignará en un acta que suscribirán todos los presentes en
el momento de su redacción”.
En cuanto a lo “inapelable” de la designación, no impide la posibili-
dad de impugnarlas, en la medida que existan conflicto de intereses, que
permitan una recusación o llamen la atención sobre una excusación no
operada por alguno de los miembros del tribunal.

Art. 51. La Comisión Evaluadora realizará un concurso de oposi-


ción y antecedentes que se efectuará conforme al programa que, en
cada caso, propondrá dicha comisión, con una anticipación de vein-
te (20) días a la fecha de exámenes, debiéndolo pone a conocimiento
de los concursantes.

Comentario: Dato procedimental que no amerita cometarios ni regla-


mentación.

Art. 52. Las decisiones de la comisión evaluadora son irrecurribles.


Sólo se admitirá recurso de reconsideración por vicios de procedimien-
to, en la forma y dentro del plazo que determine la reglamentación.
422 derecho notarial

Comentario: Hay que ponerse de acuerdo, son o no son recurribles.


Decir que son irrecurribles y luego admitir un recurso de reconsideración,
es hacerlas recurribles. En fin, son revisables conforme lo establece el ar-
tículo 20 reglamentario que dice: “Los concursantes podrán, dentro de las
48 hs de culminado los exámenes escritos y orales, interponer el recurso
de reconsideración previsto en el artículo 52º de la Ley; debiendo men-
cionarse y fundarse los vicios de procedimiento, que creyere, en que se ha
incurrido. La Comisión Evaluadora resolverá en el término de cinco (5)
días, contados desde la presentación. Esta resolución será irrecurrible”.
Una objeción al artículo reglamentario es lo perentorio del plazo de 48
hs. Sin duda nos resulta muy exiguo para examinar la complejidad de un
concurso de esta naturaleza.

Art. 53. Concluido el concurso de oposición y antecedentes, el Co-


legio Notarial remitirá al Poder Ejecutivo, dentro del plazo de quin-
ce (15) días, una lista de todos los concursantes por estricto orden
de puntaje. Las conclusiones y antecedentes del concurso deberán
obrar en el Colegio Notarial a disposición de los concursantes.

Comentario: Esta norma parece ajustarse coherentemente a un régimen


de concursos por antecedentes y oposición. El Colegio Notarial remite la
lista “por estricto orden de puntaje”, pero seguidamente veremos lo que el
Poder Ejecutivo hace con ese “orden estricto”.

CAPÍTULO V
DESIGNACIÓN POR EL PODER EJECUTIVO

Art. 54. Recepcionada la lista, el Poder Ejecutivo, dentro de los no-


venta (90) días procederá a otorgar la titularidad de los registros entre
cualesquiera de los integrantes de la lista. La designación efectuada
por el Poder Ejecutivo deberá ser comunicada al Colegio Notarial para
que éste proceda a poner en posesión de los registros a los designados,
previo cumplimiento de los recaudos establecidos en la presente Ley.

Comentario: Dijimos ya que el objetivo del concurso de antecedentes y


oposición ante el Estado para el acceso a los registros a crearse o vacantes,
Segunda parte: Fuentes legales 423

es lograr que se incorporen los agentes o funcionarios más capacitados e


idóneos. Sin embargo, en este artículo se advierte la síntesis de una situa-
ción aberrante: la manipulación y manejo sectorial del acceso a la función
púbica notarial. El llamado a concurso está establecido en el artículo 48,
y el tribunal o comisión evaluadora en los artículos 50 al 53. En estos ar-
tículos, se nos dice que una vez “(…) concluido el concurso de oposición
y antecedentes, el Colegio Notarial remitirá al Poder Ejecutivo, dentro del
plazo de quince (15) días, una lista de todos los concursantes por estricto
orden de puntaje, debiendo las conclusiones y antecedentes del concurso
obrar en el Colegio Notarial a disposición de los concursantes”. Hasta
acá vamos muy bien, pero he aquí una sorpresa o una trampa, según se
mire: el Capítulo V que analizamos, nos habla de la Designación por el
Poder Ejecutivo y tras cartón el artículo 54 reza: “Recepcionada la lista,
el Poder Ejecutivo, dentro de los noventa (90) días procederá a otorgar la
titularidad de los registros entre cualesquiera de los integrantes de la lista.
La designación efectuada por el Poder Ejecutivo deberá ser comunicada al
Colegio Notarial para que éste proceda a poner en posesión de los regis-
tros a los designados, previo cumplimiento de los recaudos establecidos
en la presente Ley”. ¿Qué paso aquí? Sí, lo que acaban de leer: “(…) el
Poder Ejecutivo, dentro de los noventa (90) días procederá a otorgar la
titularidad de los registros entre cualesquiera de los integrantes de la lista”
(Los subrayados nos pertenecen). Ignoramos si en los hechos ha sucedido,
sucede o sucederá, que el Poder Ejecutivo, desoyendo la lógica del mérito
en los antecedentes y la puntuación en la oposición, haya designado, de-
signa o designará a “cualquiera” de la lista. ¿Para qué entonces el Decreto
1515/01 dice en su artículo 12 reglamentando el 47 de esta ley que: “La
Comisión Evaluadora calificará cada una de las pruebas, escrita y oral,
entre uno (1) y diez (10) puntos” y que “La calificación será inapelable.”?
¿Es lo mismo un 1 que un 10? Un concurso no vinculante es, sin duda, una
patología aberrante, propia del manejo feudal y el maniqueísmo político,
una verdadera trampa para la buena fe y la meritocracia con la que sueñan
los más capaces e idóneos y por qué no decir, la mayoría de nosotros. Este
artículo hay que impugnarlo de plano. Cuatro cosas se pueden hacer con
él: i) Interpretarlo con lógica, razonabilidad y sentido común; ii) Apostar
a una norma reglamentaria que, haciendo una interpretación correctora,
desoiga la expresión “entre cualesquiera”; iii) Modificarlo; iv) Declararlo
inconstitucional.
424 derecho notarial

CAPÍTULO VI
DESIGNACIONES EN REPARTICIONES DEL ESTADO

Art. 55. Desde la promulgación de esta Ley, las designaciones de


notarios para las reparticiones del Estado, autárquicas o depen-
dientes del Poder Ejecutivo, bancos oficiales, municipalidades y
dependencias de los mismos, sean esas designaciones de carácter
definitivo o transitorio, sólo podrán ser hechas por concurso en las
condiciones que cada una de esas reparticiones o instituciones es-
tablezcan. Desde igual fecha, las designaciones de notarios hechas
de oficio por los jueces, se realizarán por sorteo de una lista que
formará anualmente el tribunal correspondiente.

Comentario: El principio que inspira esta norma es que entre funcio-


narios públicos no puede haber diferencias, o lo que es igual: “nadie es
más escribano público que otro”. Para el Estado y sus reparticiones, en
la medida que demanden la presencia de una agente de la función no-
tarial, no pueden discriminar ni establecer prioridades ni privilegios en
las designaciones. Si de reparticiones públicas se trata, debe primar un
concurso y si es trabajo “a granel”, debe hacerse al igual que en tribu-
nales: de oficio una lista que permita un sorteo y por qué no, un orden
cronológico en la distribución de las tareas. Este artículo ha recibido
una peligrosa reglamentación en el artículo 21 del Decreto 1515/01, que
dice “El Organismo Público que llamará a concurso para la designación
de notarios en su ámbito, deberá solicitar al Colegio Notarial y a la Co-
misión Evaluadora, la elaboración del programa del concurso, el cual
será acorde con las funciones de dicha Repartición. Asimismo, solicitará
a la Comisión Evaluadora la realización del examen teórico-práctico y
la asignación de puntajes, siendo de uso las normas de los artículos 12
al 16 precedentes, cuando resultaren aplicables. Los honorarios que co-
rrespondiere al representante mencionado en el inciso d. del artículo 50
de la Ley, será a cargo del Organismo Público. La designación recaerá
entre cualesquiera de los concursantes”. Si el cupo es limitado, vemos
que replica la formación de una comisión evaluadora del artículo 50 de
la Ley, lo que no está mal, lo aberrante es que reproduce la consigna
feudal y discrecional de los agentes del Poder Ejecutivo al decir una vez
más que: “La designación recaerá entre cualesquiera de los concursan-
Segunda parte: Fuentes legales 425

tes”. Sobre esto último, remitimos a las críticas ya hechas en artículos


precedentes (confr. Nota al artículo 54 y concordantes).

TÍTULO V
LA SUPERINTENDENCIA DEL NOTARIO
CAPÍTULO I
TRIBUNAL DE SUPERINTENDENCIA

Art. 56. El Superior Tribunal de Justicia desempeñará la función de


Tribunal de Superintendencia del notariado.

Comentario: Conforme el encabezamiento del Título, la Superintenden-


cia parece estar acotada al Tribunal, pero debemos aclara que no se limita
a ello, pues como venimos desarrollando hasta el momento y veremos más
adelante, incluye también normas de organización, control, inspección, et-
cétera. La forma en que se organiza el denominado “notariado latino”, obe-
dece a razones históricas lamentablemente poco meditadas. Su protagonis-
mo fuera de la estructura burocrática del Estado, con las características de
funcionario no empleado y autofinanciamiento, atendía a que era más eficaz
y eficiente “insertar” dentro de la dinámica del tráfico de los negocios a un
agente del Estado. En otras palabras, espontánea e intuitivamente se creó
una “legión” de documentadores que, ejerciendo una función pública mo-
nopólica estatal, se involucraban en la vida económica, facilitando la seguri-
dad del tráfico y los negocios imponiéndoles una forma o “diseño” jurídico
tasado: la escritura pública. Como un efecto de esta descentralización de
potestades, se delegó la organización, control, fiscalización y sanción disci-
plinaria a través de un tribunal exclusivo: el Tribunal de Superintendencia
del notariado, que en Misiones está a cargo del Superior Tribunal de Justicia
de la Provincia. Para entender este título y sus capítulos, debemos tener en
claro que el Colegio Notarial presenta un carácter “bifronte”, organizándose
como asociación (Confrontar Título VI de esta ley) y como órgano primario
de control de la función pública notarial (Confrontar este título). Pero hay
que tener en cuenta un dato más a la hora de analizar la responsabilidad no-
tarial en general, y es que no sólo la organización del Colegio Notarial, sino
también el ejercicio de la notaria presenta un aspecto “bifronte” abrazando
a un tiempo o indistintamente una actividad o quehacer profesionalista y/o
426 derecho notarial

funcionarista. Huelga decir que el notario que no posee registro, no está


sometido a la Superintendencia de la función ni a su tribunal, al igual que el
“notario de registro” que solo asesora, pero sin ejercitar la función pública.
Para expresarlo de otro modo, la Superintendencia es de la función pública,
y no del quehacer profesional, el cual está sometido al tribunal estrictamente
privado Colegial (Tribunal de ética). Estamos convencidos que, cuando el
notario es “simplemente matriculado”, no puede ser sometido al tribunal de
Superintendencia, lo mismo el escribano de registro y adscripto que hacen
meras labores asesoras.

CAPÍTULO II
POTESTAD DISCIPLINARIA DEL NOTARIADO

Art. 57. La potestad disciplinaria del notariado corresponde al Tri-


bunal de Superintendencia y al Colegio Notarial.

Comentario: Lo apunado en la nota precedente permite una interpre-


tación más precisa de esa norma. La responsabilidad disciplinaria puede
darse: i) como consecuencia del ejercicio funcionarista, lo que abre por
intermedio del Colegio Notarial la vía de la Superintendencia; o ii) como
consecuencia del quehacer profesionalista, lo que abre la vía de respon-
sabilidad meramente Colegial, sin intervención de la Superintendencia.

Art. 58. Corresponde al Tribunal de Superintendencia:


a) ejercer el control legal sobre la actuación notarial, Colegio No-
tarial, Archivo, y todo cuanto tenga relación con el notariado y con
el cumplimiento de la presente Ley; a cuyo efecto ejercerá su acción
por intermedio del Colegio Notarial, sin perjuicio de su interven-
ción directa, toda vez que lo estimare conveniente y en los casos en
que esta Ley así lo disponga;
b) conocer en única instancia, previo sumario y dictamen del Cole-
gio Notarial, en los asuntos relativos a la responsabilidad profesio-
nal de los notarios, cuando la pena aplicada consista en suspensión
por más de seis (6) meses;
c) conocer en general, como tribunal de apelación y a pedido de
parte, de todas las resoluciones del Colegio Notarial y especial-
Segunda parte: Fuentes legales 427

mente de los fallos que éste pronunciara en los asuntos relativos


a la responsabilidad profesional de los notarios, cuando la pena
aplicada sea de suspensión por seis (6) meses o un término menor.

Comentario: Si bien esta norma no discrimina entre “escribano de re-


gistro” y “simplemente matriculado” (sin registro), nosotros considera-
mos que siempre debemos hacerlo, pues las diferencias legales y prácticas
existen. Se observa además una competencia “jurisdiccional disciplinaria”
del tribunal de Superintendencia según la pena. Si es mayor a seis meses
entiende en única instancia el Superior Tribunal de Justicia a través del
Colegio Notarial; si es menor a seis meses interviene el Colegio Notarial
y el Superior Tribunal de Justicia como tribunal de apelación.

Art. 59. Los miembros del Tribunal de Superintendencia podrán ser


recusados y deberán excusarse cuando se encuentren comprendidos
en alguna de las causales establecidas en el Código Procesal Civil
y Comercial de la Provincia.

Comentario: Esta es una norma de carácter general que no amerita ma-


yores comentarios en sí misma. Sí nos interesa hacer mención a la refe-
rencia al Código Procesal Civil y Comercial de Misiones, el cual prevé
la excusación “sin expresión de causa” y “con expresión de causa.” La
primera es excepcional, en tanto que la segunda puede tener -mutatis mu-
tandi- como fundamentos legales y según la propia letra del artículo 17
del Código Procesal referido: “1) el parentesco por consanguinidad dentro
del cuarto grado y segundo de afinidad con alguna de las partes, sus man-
datarios o letrados; 2) tener el Juez o sus consanguíneos o afines dentro del
grado expresado en el inciso anterior, interés en el pleito o en otro seme-
jante, o sociedad o comunidad con alguno de los litigantes, procuradores
o abogados, salvo que la sociedad sea anónima o cooperativa; 3) tener el
Juez pleito pendiente con el recusante; 4) ser el Juez acreedor, deudor o
fiador de alguna de las partes, con excepción de los bancos oficiales; 5)
ser o haber sido el Juez autor de denuncia o querella contra el recusante,
o denunciado o querellado por éste con anterioridad a la iniciación del
pleito; 6) ser o haber sido el Juez denunciado por el recusante en los tér-
minos de la Ley IV – N.º 24 (Antes Ley 2818), siempre que el Jurado de
428 derecho notarial

Enjuiciamiento dispusiera dar curso a la denuncia; 7) haber sido el Juez


defensor de algunos de los litigantes o emitido opinión o dictamen o dado
recomendaciones acerca del pleito, antes o después de comenzado; 8) ha-
ber recibido el Juez beneficios de importancia de alguna de las partes; 9)
tener el Juez con alguno de los litigantes amistad que se manifiesta por
gran familiaridad o frecuencia en el trato; 10) tener contra el recusante
enemistad, odio o resentimiento que se manifiesta por hechos conocidos.
En ningún caso procede la recusación por ataques u ofensas inferidas al
Juez después que comience a conocer del asunto”.

Art. 60. Las resoluciones del Tribunal de Superintendencia se to-


man por simple mayoría de votos y son irrecurribles. Sólo se admi-
tirá recurso de reconsideración en la forma y dentro del plazo que
determine la reglamentación.

Comentario: Toma algo de la letra del artículo 121 de la Ley 404/00,


que nada dice sobre el carácter irrecurrible de las resoluciones del Tribu-
nal. Por pura lógica en la redacción, en vez de decir que las resoluciones
del tribunal de Superintendencia son irrecurribles, simplemente hubieran
dejado la última parte, quedando más o menos así: “Las resoluciones del
Tribunal de Superintendencia se toman por simple mayoría de votos. Sólo
se admitirá recurso de reconsideración en la forma y dentro del plazo
que determine la reglamentación”. Por su parte el artículo 22 del Decreto
1515/01 reglamentario dice: “El notario que no considere satisfecho su
derecho o cuando fuere rechazado la apelación en el caso del inciso c.
del artículo 58º de la Ley, podrá interponer recurso de reconsideración
dentro del plazo de diez (10) días computados desde el día siguiente de
la notificación, ante el mismo Órgano que dictó el fallo. Solo se admiti-
rá el recurso de reconsideración por inobservancia o errónea aplicación
de la ley sustantiva, o inobservancia del procedimiento regular, o cuando
versare sobre hechos ocurridos después del avocamiento del Tribunal de
Superintendencia y que por razones de tiempo no pudieron ser puestos a
conocimiento del Tribunal. El Tribunal resolverá el recurso en los mismos
términos y modalidad establecido en el artículo 61º de la Ley”.

Art. 61. Elevado el sumario, en los casos del inciso b. o el expedien-


te condenatorio del inciso c. del Artículo 58 de la presente, el Tri-
Segunda parte: Fuentes legales 429

bunal de Superintendencia ordenará de inmediato las medidas de


prueba y de descargo si las considerase convenientes y pronunciará
su fallo en el término de noventa (90) días contados desde la fecha
de entrada del asunto al Tribunal.
Art. 62. El Colegio Notarial actuará como fiscal en los asuntos que
se tramiten ante el Tribunal de Superintendencia.

Comentario a los artículos 61 y 62: Son normas técnico procedimenta-


les que no admiten mayores comentarios.

TÍTULO VI
EL COLEGIO NOTARIAL
CAPÍTULO I
ORGANIZACIÓN Y FUNCIONAMIENTO

Art 63. El Colegio de Escribanos de Misiones, institución civil crea-


da por Decreto/Ley 1652/56, a partir de la sanción de la presente
se denominará COLEGIO NOTARIAL DE LA PROVINCIA DE MI-
SIONES, el cual continuará ejerciendo la representación exclusiva
del notariado en la Provincia y funcionará con el carácter, derechos
y obligaciones de las personas jurídicas. Tiene su domicilio en la
ciudad capital de la Provincia.
Art. 64. Sin perjuicio de la competencia acordada al Tribunal de
Superintendencia, la dirección y vigilancia del cumplimiento de la
presente Ley, así como lo relativo a la aplicación de la misma, co-
rresponderá al Colegio Notarial.
Art. 65. El Colegio Notarial contará con los siguientes recursos
para atender al cumplimiento de sus fines y funciones:
a) las cuotas que abonarán los notarios al matricularse y mensual-
mente durante el ejercicio de la profesión;
b) con el importe que abonarán los notarios de registro por cada
escritura que autoricen;
c) los derechos de legalizaciones;
d) los fondos provenientes de los servicios específicos que prestare
a sus asociados;
e) la venta de hojas y demás documentaciones notariales;
430 derecho notarial

f) las donaciones y legados que recibiera;


g) las multas que determine la presente Ley y demás conceptos que
se establecerán para el efecto.
Art. 66. Son órganos permanentes del Colegio Notarial: la Asam-
blea General, el Consejo Directivo, el Órgano de Fiscalización y el
Tribunal de Ética.
Art. 67. El Colegio Notarial será dirigido y representado por un
Consejo Directivo constituido de acuerdo a las siguientes bases:
a) estará compuesto por un (1) presidente, un (1) vicepresidente, un
(1) secretario, un (1) prosecretario, un (1) tesorero, un (1) proteso-
rero, tres (3) vocales titulares y dos (2) suplentes que reemplazarán
a los titulares en caso de impedimento y en el orden en que fueran
elegidos según el número de votos;
b) se renovará parcialmente cada año;
c) para ser electo presidente, vicepresidente, secretario, prosecre-
tario, tesorero y protesorero, se requerirá una actividad profesio-
nal como titular o adscripto no menor de cinco (5) años y de tres
(3) años para los demás cargos del Consejo Directivo. Asimismo,
para todos los cargos indistintamente, se requerirá no encontrarse
sumariado, ni haber sido sancionados por mal desempeño de sus
funciones o por faltas a la ética, ni mantener deudas por cualquier
concepto con el Colegio Notarial;
d) elección a simple pluralidad de votos mediante votación directa,
secreta y obligatoria, salvo impedimento debidamente justificado;
e) los miembros del Consejo Directivo duran dos (2) años en sus
funciones, renovándose el mismo por mitades cada año, pudiendo
ser reelectos por un (1) solo período consecutivo;
f) los cargos del Consejo Directivo son honorarios.
El estatuto reglamentará el funcionamiento y la renovación parcial
del Consejo Directivo y determinará las atribuciones y deberes de
sus miembros.

CAPÍTULO II
DEBERES Y ATRIBUCIONES

Art. 68. Las asambleas serán ordinarias o extraordinarias. Serán


convocadas por edictos por lo menos con diez (10) días de anticipa-
Segunda parte: Fuentes legales 431

ción y estarán formadas por los colegiados que representen a la mi-


tad más uno de los asociados en condiciones de votar que se reúnan
en el local día y hora fijados en la convocatoria. Trascurrida media
hora para la constitución de la asamblea, el quórum se constituirá
con el número de colegiados presentes. Actuarán como presidente
y secretario los miembros de la Comisión Directiva. Las asambleas
extraordinarias serán convocadas cuando así lo disponga la Co-
misión Directiva o lo soliciten por escrito por lo menos el diez por
ciento (10%) de los colegiados y solo podrán tratarse los asuntos
que figuran en el orden del día. La asamblea ordinaria tendrá lu-
gar una (1) vez al año dentro de los cuatro (4) meses posteriores al
cierre del ejercicio económico financiero, y será de su competencia:
a) aprobar la memoria y balance anual que la Comisión Directiva
presente;
b) elegir al órgano de fiscalización, un titular y un suplente, quienes
durarán dos (2) años en sus funciones;
c) elegir a los integrantes del Tribunal de Ética, el que estará con-
formado por tres (3) miembros, y establecer las normas referentes a
la ética notarial;
d) considerar todos los asuntos del Colegio cuya competencia no
haya sido atribuida a la Comisión Directiva y los relacionados al
interés de la profesión en general.
Art. 69. Son deberes y atribuciones esenciales del Colegio Notarial:
a) sancionar sus estatutos de acuerdo a las disposiciones de la pre-
sente Ley;
b) ejercer la representación gremial de los notarios;
c) velar por el decoro profesional, por la mayor eficacia de los ser-
vicios notariales y por el cumplimiento de los principios de ética
profesional;
d) vigilar el cumplimiento por parte de los notarios de la presente
Ley, de las resoluciones del mismo Colegio, así como de toda dis-
posición emergente de las leyes, decretos o reglamentos que tengan
atinencia con el notariado;
e) intervenir ante las autoridades administrativas, legislativas y ju-
diciales para expresar su opinión sobre proyectos de leyes, decretos,
reglamentos, resoluciones o en demanda de normas que tuvieren
relación con el notariado o con los notarios en general;
432 derecho notarial

f) aplicar las medidas disciplinarias establecidas en esta Ley;


g) llevar permanentemente depurado el padrón de la matrícula y
registro profesional y publicar periódicamente los inscriptos en el
mismo; sellar los cuadernos de protocolos, poseer registro de rúbri-
cas y sellos, realizar la estadística de los actos notariales y legalizar
los documentos notariales;
h) encomendar a los inspectores notariales la inspección periódica
de la oficina de los notarios a los efectos de comprobar el cumpli-
miento estricto de todas las obligaciones notariales;
i) someter a aprobación del Poder Ejecutivo las reformas que se
propongan al reglamento notarial;
j) dictar resoluciones de carácter general tendientes a unificar los
procedimientos notariales y mantener la disciplina y buena corres-
pondencia entre los notarios;
k) tomar conocimiento de todo juicio sumario promovido contra un
notario, a efectos de incorporar a sus antecedentes y responsabilidad;
l) instruir sumario de oficio o por denuncia de terceros sobre los
procedimientos de los notarios, sea para juzgarlos directamente o
para elevar a tal efecto las actuaciones al Tribunal de Superinten-
dencia cuando correspondiere;
m) informar al Poder Ejecutivo de los antecedentes disciplinarios y
méritos de los notarios aspirantes a titulares o adscriptos de registro;
n) colaborar con las autoridades cuando le fuere requerido para el
estudio de proyectos normativos;
ñ) presentarse en demanda de cualquier resolución que tenga ati-
nencia con el notariado a los notarios en general;
o) evacuar las consultas sobre asuntos notariales a las autoridades
públicas, los notarios o las instituciones análogas;
p) expender las hojas de protocolo, de actuación notarial, libros y
demás documentación necesaria para la función notarial;
q) legalizar con exclusividad las firmas de los notarios de la Pro-
vincia en los documentos que autoricen. El Consejo Directivo podrá
delegar esta función en notarios colegiados;
r) actuar como órgano de conciliación en las cuestiones que se sus-
citaren entre los notarios, a pedido y con la conformidad de los
interesados;
Segunda parte: Fuentes legales 433

s) promover la fundación de escuelas post universitarias e institutos


de investigación y estudio de las disciplinas relacionadas con la
función notarial;
t) auxiliar a los notarios en el ejercicio de sus funciones mediante
dictámenes e informes en consultas que formularen;
u) establecer servicios asistenciales y de previsión social para los
notarios, con la autorización de la asamblea, con arreglo a la regla-
mentación que al respecto se dicte;
v) organizar el dictado de cursos obligatorios de actualización no-
tarial, al menos cada año, en la forma y modo que establezca el
reglamento.
Art. 70. En ejercicio de su capacidad de aplicar medidas discipli-
narias el Colegio Notarial podrá imponer a los notarios las penas
de apercibimiento, multa de pesos cien ($100) a pesos cinco mil
($5000) y, suspensión hasta de seis (6) meses. En caso que la gra-
vedad de la infracción hiciere a su juicio pasible al notario de una
pena mayor, elevará las actuaciones al Tribunal de Superintenden-
cia para que éste proceda conforme correspondiere.
Art. 71. Para el mejor cumplimiento de sus fines el Colegio Notarial
podrá constituir delegaciones locales donde lo estime conveniente y
designar comisiones auxiliares del Consejo Directivo. Las delega-
ciones y comisiones auxiliares del Colegio Notarial funcionarán en
la forma y con las atribuciones que determine el reglamento.
Art. 72. Los delegados deberán contar con una antigüedad no me-
nor a cinco (5) años como titular o adscripto de registro y serán
electos por los notarios que ejercieren dentro de los límites territo-
riales de cada delegación, en la forma y modo dispuestos para los
miembros del Consejo Directivo.

Comentario a los Capítulos I y II: Ya hemos dicho que el Colegio No-


tarial es una asociación civil y por tanto la forma de organización de esta,
sea de sus órganos de deliberación interna como de representación exter-
na, dependerán de cada estatuto en particular. No es tarea nuestra explicar
ni justificar estos extremos, salvo en aquello que sea estrictamente vincu-
lante al quehacer funcionarista. En todo caso, son normas que hacen a la
organización política respecto a cómo se conforma la institución civil ten-
434 derecho notarial

diente a desplegar el amplio abanico del resto de normas que hacen a la or-
ganización, control, fiscalización, inspección y juzgamiento de la función
notarial. Las asociaciones en general poseen una estructura organizativa
determinada por sus fines, y un aspecto a observar en ellas, en particular
en los Colegios Notariales, es su conflictiva adecuación al sistema demo-
crático. Decimos “conflictiva”, porque los Consejos Directivos ostentan
-como casi todas las organizaciones intermedias (sindicatos, colegios de
profesionales en general)-, un modus operandi “verticalista”, donde en
los hechos, el control o participación de las minorías se encuentra pros-
cripto. Salvo en lo que respecta a las deliberaciones infrecuentes (“una
vez al año” confr. artículo 68) del órgano asambleario, en la deliberación
diaria de los Consejos Directivos estos gobiernan con poder absoluto y
sin control de las minorías. Supongamos una elección de autoridades en
la que existan tres listas y una venza con el 31% y las otras queden con el
30% y el 29% respectivamente; estas últimas, no obstante, su manifiesta
representatividad numérica mayoritaria, carecen de representatividad ins-
titucional. Cabría preguntarse: ¿Quién es realmente la minoría aquí? Esta
aparente libertad electoral que consolida un poder absoluto, no es real-
mente democrática. Por el contrario, sólo garantiza que quien venza haga
lo que le plazca sin posibilidad de sopesar sus resoluciones con el control
de una oposición legítima. Además, y esto es lo peor, desalienta la par-
ticipación institucional, principio básico de la democracia. La democra-
cia no es aritmética, es además control por la oposición; pero: ¿Para qué
participar si se sabe que, aunque se tenga número, el sistema los excluye
de plano? Se nos objetará con razón analógica presidencialista diciendo:
–“Una cosa es la democracia electoral que produce la Asamblea y otra es
democratizar el Consejo directivo, que es a fin de cuentas el órgano de
conducción y representación del Colegio, el cual surge de aquella y no tie-
ne por qué recrearla en cada acto de conducción”. Esta analogía propia de
la democracia electoral de la política nacional tiene algo de inconsistente
en las organizaciones gremiales y se debe a que las organizaciones gre-
miales reconocen como antecedente, no las democracias, sino las monar-
quías medievales. Es allí donde nacieron. Una cosa es el poder de decisión
del presidente del Colegio, y otra la deliberación del “Consejo directivo”
colegiado, que de hecho admite un reflejo de la voluntad colectiva expre-
sada en la asamblea. Una segunda objeción pragmática que se nos podría
hacer es la siguiente: –“Parlamentar y someter a discusiones permanente
Segunda parte: Fuentes legales 435

cada uno de los decisorios del Consejo directivo, sería el cuento de nunca
acabar y haría perder dinámica y operatividad a Colegio”. Esta “cantine-
la” la hemos venido escuchando durante años, y esconde una intención de
ejercicio un tanto autoritario del poder, o si se quiere suavizar los térmi-
nos, un ejercicio verticalista del mismo. Creemos que la democratización
de los Consejos Directivos de todas las entidades intermedias, deberían
dar asistencia a la discusión de temas emblemáticos, como por ejemplo los
relativos al ejercicio de la Superintendencia y a los que tengan que ver con
decisorios trascendentales de la conducción y que hacen a la incumbencia
de la totalidad del cuerpo, por lo que las minorías bien harían en tener voz
y voto. Además, en estas hipótesis decisorias, al dar participación a los
representantes de la minoría, los de la mayoría verían descansar mucho
de su responsabilidad. Otra variante podría ser que se establezcan elec-
ciones departamentales o municipales y cubrir los cargos en proporción al
número de electores por departamento o municipio. En fin, es cuestión de
pensar y abrir el juego democrático operativo y real a estas organizaciones
que, en la práctica, recogen y recrean estructuras gremiales verticalistas
medievales, nacidas para la defensa de intereses en los que las democra-
cias aún no habían triunfado. Si bien los colegios profesionales viven otro
momento histórico, aun así, siguen emulando las anquilosadas estructuras
operativas de agremiaciones ancestrales. La democratización de los Con-
sejos directivos de los Colegio Notariales es de suma importancia, pues la
organización gremial lleva “atada” de manera inexorable y fundamental,
el ejercicio de la Superintendencia de una función pública.

TÍTULO VII
RESPONSABILIDADES
CAPÍTULO I
RESPONSABILIDAD DE LOS NOTARIOS

Art. 73. Por mal desempeño de sus funciones profesionales, los no-
tarios incurren en las siguientes responsabilidades:
a) profesional;
b) administrativa;
c) civil;
d) penal.
436 derecho notarial

Comentario: Estas son las responsabilidades a las que puede estar afec-
tado conjunta o indistintamente el “notario de registro” y el “adscripto”. La
penal nacida de la comisión de delitos tipificados, dentro de los cuales están
fundamentalmente los de falsedad ideológica y material, delitos contra la
función pública, etc. La civil ha sufrido los embates de un notariado omni-
potente que ha asumido responsabilidades propias y ajenas, lo que ha reper-
cutido en una prolífica doctrina y jurisprudencia de trato diferencial contra
el notariado. En cuanto a la administrativa o fiscal, la labor notarial presenta
una vinculación mayúscula con el Estado, sea como agente de percepción,
de retención, etc., lo que lo ha convertido también en un eslabón sensible y
frágil a esta responsabilidad. Finalmente, la disciplinaria, que es el género
que comprende además lo profesional, como veremos seguidamente.

Art. 74. La responsabilidad profesional emerge del incumplimiento


por parte de los notarios de la presente Ley, del reglamento nota-
rial, de las disposiciones que se dictaren para la mejor observan-
cia de éstos, de los principios de ética profesional en cuanto esas
transgresiones afecten a la institución notarial, los servicios que
le son propios o el decoro del cuerpo. Su conocimiento compete al
Tribunal de Superintendencia y Colegio Notarial en la forma y con-
diciones previstas por esta Ley.

Comentario: No nos convence una vez más la terminología. Más que


responsabilidad profesional, habría que hablar de responsabilidad discipli-
naria a secas, lo que involucraría según los casos, separada o concurren-
temente, a la funcionarista y la profesionalista. La responsabilidad disci-
plinaria no ha sido estudiada con rigor, ni ha logrado grandes desarrollos
en su análisis de mano de los propios pares. No obstante, su revisión en
instancias judiciales posteriores, se ha vuelto una herramienta de dudosa
constitucionalidad, sobre todo si se atiende a la entidad de las sanciones
posibles (apercibimiento, multas, suspensión o destitución). ¿Hasta dón-
de los colegios profesionales de manera autónoma y sin un régimen de
normas tipificadas, pueden establecer sanciones pecuniarias, suspender o
destituir? Mucho se ha dicho de la independencia de las cuatro responsa-
bilidades, que considera que cada una está sujeta a tipificaciones legales y
procedimientos propios; pero esto no les quita vinculación ni hace que de-
ban desentenderse. Estos interrogantes habrán de tener su desarrollo, sólo
Segunda parte: Fuentes legales 437

nos limitamos a anticiparlo, pues es hora de que las Superintendencias


de los colegios comiencen a revisar el concepto de responsabilidad dis-
ciplinaria, se preocupen por elaborar códigos o normas con tipos legales
claros que hagan una determinación del hecho y la sanción, establecer su
potencial vinculación o armonización a las sentencias de otras instancias
–v.gr: civil, penal y/o administrativa–, sin las cuales aquellas, creemos
que pueden resultar improcedentes o abusivas. En cuanto al carácter de la
potestad disciplinaria que ejerce el Colegio Notarial a través del Tribunal
de Superintendencia, es la misma que ejerce el Estado sobre sus funcio-
narios, sólo que opera por delegación a un tribunal especial y mediante un
procedimiento especial. Por tanto, los principios que regulan la actividad
del notario son los mismos que regulan los sumarios o procesos a que está
sometido cualquier funcionario de la administración. Aquí una vez más
hace eco la disputa retórica acerca de si el “notario de registro” es o no
un funcionario público, discusión sobre la que hemos tomado posición,
encuadrándolo como funcionario público no empleado. Los términos en
que se viene articulando el ejercicio de la potestad disciplinaria por parte
de las Superintendencia de muchos colegios del país, pone en juego una
cornisa por la que transitan a un tiempo, el abuso del Derecho y la incons-
titucionalidad. Para entender los fundamentos de semejante afirmación,
debemos cotejar la entidad de las sanciones posibles a que está sujeto
esta clase de responsabilidad, la existencia o no de tipos legales, la enun-
ciación que estos tipos hacen de los presupuestos de hechos a sancionar,
si realmente hay independencia de otras acciones (penales, civiles o ad-
ministrativas) con la activación de la responsabilidad disciplinaria y sus
consecuencias. Si bien la superintendencia de los colegios notariales se
arroga la incumbencia total de la problemática relativa tanto al ejercicio
funcional como al profesional, no está demás poner énfasis en la diferen-
cia de encuadres materiales que hacen al quehacer notarial. Creemos que
a la hora de las sanciones funcionales o como consecuencia de procesos
nacidos de cuestionamientos al ejercicio como “escribano de registro”, la
actividad del tribunal de superintendencia es idéntico al de una instancia
administrativa, no es ni más ni menos que una instancia administrativa;
ahora bien en materia profesionalista, el colegio actúa como un tribunal
meramente disciplinario desconectado de la función superintendencial,
salvo en las hipótesis en que se sumen a un tiempo en la labor notarial
ambos quehaceres: el funcionarista junto con el asesor o profesionalista.
438 derecho notarial

Art. 75. La responsabilidad administrativa deriva del incumpli-


miento de las Leyes Fiscales y serán competentes los tribunales que
determinen las leyes respectivas.

Comentario: En general, el notario opera como agente de percepción, de


retención o de información. Es responsable de sus declaraciones juradas de
impuestos de sellos provinciales, en lo nacional por impuestos a las trans-
ferencias de inmuebles, ganancias, etc.; es responsable por la Ley penal
tributaria N.º 27.430/17, de los delitos de evasión simple (art.1), evasión
agravada (art. 2), aprovechamiento indebido de beneficios fiscales (art. 3),
apropiación indebida de tributos (art. 4), obtención fraudulenta de benefi-
cios fiscales (art. 8), entre otros delitos, sancionando con pena de prisión a
los autores de tales hechos. En razón de alguno de estos tipos legales puede
ser castigado penalmente el notario que, mediante declaraciones engañosas,
ocultaciones maliciosas o cualquier otro ardid o engaño, sea por acción o
por omisión, evadiere total o parcialmente el pago de tributos al fisco nacio-
nal, obtuviere con iguales medios un reconocimiento, certificación o autori-
zación para gozar de una exención, desgravación, diferimiento, liberación,
reducción, reintegro, recupero o devolución tributaria al fisco nacional. Lo
propio por leyes referentes al lavado de dinero (Ley 25.246) que modificó
al CP, incluyendo tipos delictivos referidos al lavado de dinero y el deber
de informar a la Unidad de Información Financiera (UIF) operaciones sos-
pechosas de acuerdo con los usos y costumbres de la actividad que se trate.
Aunque resulte una obviedad, remarcamos el carácter bifronte del quehacer
notarial, por lo que, una vez más el notario puede desdoblar su responsabi-
lidad en todo cuanto tenga que ver con lo estrictamente profesional, para lo
cual tiene una responsabilidad independiente y distinta a la que tiene como
funcionario público. En aquella, por ejemplo, paga profesiones liberales,
ingresos brutos, declara bienes personales, ganancia, etc., en tanto que en
lo estrictamente funcional responde como agente de retención, de informa-
ción, etc. La responsabilidad administrativa que irradia riesgos directos con
otras responsabilidades como por ejemplo la penal, civil o disciplinaria, es
fundamentalmente la de carácter funcionarista, salvo que, por razones de
responsabilidad profesional llegue, por ejemplo, a un concurso, quiebra,
insolvencia, y esto conlleve a la responsabilidad penal, civil, o amerite un
sumario o actuaciones tendientes a determinar alguna vinculación de tipo
disciplinaria.
Segunda parte: Fuentes legales 439

Art. 76. La responsabilidad civil de los notarios deriva de los daños


y perjuicios ocasionados a terceros por incumplimiento de la pre-
sente Ley o por mal desempeño de sus funciones, de acuerdo a lo
establecido en las leyes generales.

Comentario: Siguiendo la economía que exige este trabajo, no habre-


mos de adentrarnos en los pormenores de la “teoría de la responsabilidad”,
la cual damos por supuesta. Más allá de la casuística, nos interesa delimi-
tar la “naturaleza” de la responsabilidad civil en su doble quehacer, tanto
profesionalista como funcionarista. El notario, en un ejercicio regular de
su quehacer puede causar daño y por lo tanto tendrá la obligación legal de
repararlo. Si se considera de manera reduccionista que es un “profesional
del derecho”, o a contrario –y de igual manera reduccionista–, que es un
“funcionario público”, comienzan los debates en torno a si la relación
con los requirentes es contractual o extracontractual y si estamos ante una
obligación de medios o de resultados. La forma en que se encuentra es-
tructurada la labor del “notariado latino” da “letra” para orientar las velas
hacia uno u otro destino, lo cual no nos satisface, pues no aporta seguridad
a nuestro desempeño. Siempre seremos contestes en discriminar nuestra
labor, de manera tal que podamos advertir: i) si nos limitamos al mero
asesoramiento; ii) al asesoramiento sumado al quehacer funcionarista; iii)
un mero quehacer funcionarista sin necesidad de asesoramiento; o iv) fun-
cionarista con asesoramiento de terceros.

Art. 77. La responsabilidad penal emana de la actuación del nota-


rio que incurriere en delito, siendo competentes los tribunales esta-
blecidos por las leyes penales.

Comentario: La responsabilidad penal emerge de la actuación del es-


cribano en cuanto pueda considerarse delictuosa, y de ella entenderán los
tribunales competentes en materia penal. La fe púbica que emana de acto
notarial que se “cristaliza” en el instrumento público, se halla protegida
por el código penal en los artículos 292 al 297, más no en todos ellos. Los
más emblemáticos son el artículo 292 primer y segundo párrafo y el artí-
culo 293 primer párrafo. El notario, en el ámbito de su función, incurre en
responsabilidad penal en caso de que sea autor, coautor instigador o partí-
440 derecho notarial

cipe de algunos de los delitos tipificados en dicho cuerpo legal. Son partí-
cipes “los que tomasen parte en la ejecución del hecho o prestasen al autor
o autores un auxilio o cooperación sin los cuales no habría podido come-
terse” (confr. 45 del CP). Son instigadores “los que hubiesen determinado
directamente a otro a cometerlo” (confr. 45 del CP in fine). También son
punibles, “los que cooperen de cualquier otro modo a la ejecución del he-
cho y los que presten una ayuda posterior cumpliendo promesas anteriores
al mismo” (confr. 46 del CP). Los delitos tipificados que se encuentran
más relacionados al ejercicio de la actividad notarial son: la falsedad ideo-
lógica (confr. art. 293 del CP) y material (confr. art. 292del CP), la estafa
(confr. arts. 172 y 173 del CP), la destrucción o supresión de documentos
(confr. art. 294 del CP) y la omisión en su actuación como funcionario
público (confr. art. 249 del CP), entre otros casos. En cuanto a la violación
del secreto profesional (confr. arts. 156 y 157 del CP), consideramos que
tiene que ver más con su actuación como jurisperito y como consecuencia
del deber de guardar confidencialidad de todo cuanto haga a su quehacer,
como le sucede a cualquier otro profesional, sea del derecho o no. Siem-
pre afianzándonos en nuestra postura acerca del carácter “bifronte” del
quehacer notarial, hay que discriminar si los delitos contra la fe pública
se realizan en ejercicio de la función o no. Si se realizan en ejercicio de
la función pública, se activan: i) el agravamiento de la pena del artículo
298 del CP; y ii) la pérdida del instituto de la “suspensión del proceso a
prueba” (Probation) del artículo 76 bis párrafo séptimo del CP. Sobre esto
último hay posiciones encontradas o dispares en cuanto al encuadre de la
función. Aun así, hay tendencias que buscan eliminar la diferencia que el
artículo 76 bis estatuye en su parágrafo séptimo, por violatoria a garantías
constitucionales. 4

4 Sostiene Marina Panick Postan: “Tras haber realizado un análisis pormenorizado


sobre el alcance y la finalidad que posee la suspensión del proceso a prueba a nivel local y
en algunos países del mundo, puede concluirse que la exclusión de los funcionarios públicos
de acceder al instituto, resulta violatoria a los principios de igualdad, y pro homine. Aque-
llos, emanan de la Constitución Nacional -artículo 16-, y de los tratados internacionales
que han sido equiparados en virtud de lo normado por el artículo 75 inciso 22 a la norma
fundamental. (…) Cabe destacar en lo que respecta a la aplicación del principio “pro ho-
mine”, que la Corte recientemente, se ha referido a éste en el precedente “Arriola”, donde
ha plasmado que: de acuerdo con el artículo 5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos y el artículo 29 de la Convención Americana, siempre habrá de preferirse la
interpretación que resulte menos restrictiva de los derechos establecidos en ellos. Así, cuan-
do determinadas normas ofrezcan mayor protección, estas habrán de primar, de la misma
Segunda parte: Fuentes legales 441

Art. 78. Ninguna de las responsabilidades enunciadas debe consi-


derarse excluyente de las demás, pudiendo el notario ser llamado a
responder de todas y cada una de ellas simultánea o sucesivamente.

Comentario: En la medida que el quehacer notarial en su conjunto oca-


sione agravios en lo civil, lo administrativo, lo penal y/o lo disciplinario, y
siempre que con precisión se determinen la “fronteras” de los presupues-
tos de hechos normativos o los tipos penales, nada obsta a que en cada una
de ella reciba las sanciones pertinentes, pudiendo por tanto, a un mismo
tiempo, tener que responder en todas, en algunas, o simplemente respecto
de una sola de ellas.

Art. 79. En toda acción judicial o administrativa que se suscite con-


tra un notario, sea de orden personal o por razón de sus funciones
profesionales, deberá darse conocimiento al Colegio Notarial para
que éste a su vez adopte o aconseje las medidas que considere opor-
tunas. A tal efecto los jueces, de oficio o a pedido de parte, deberán
notificar a dicho Colegio toda acción intentada contra un notario
dentro de los diez (10) días de iniciado.

Comentario: Todos los tribunales, tanto judiciales como administrati-


vos, deben hacer un “pase” de información respecto de las actuaciones a

manera que siempre habrá de preferirse en la interpretación la hermenéutica que resulte


menos restrictiva para la aplicación del derecho fundamental comprometido. Viene al caso
citar un fragmento del párrafo 52 de la Opinión Consultiva nº5, solicitada por el gobierno
de Costa Rica, “...si a una misma situación son aplicables la Convención Americana y otro
tratado internacional, debe prevalecer la norma más favorable a la persona humana”. Es en
virtud de tal principio que entiendo que debe rechazarse la tesis restrictiva, la cual como ya
se ha desarrollado sostiene que la sola presencia de un funcionario público en la comisión
del ilícito haría expansiva su prohibición a todos los coimputados. Parecería entonces que
la condición de funcionario público no solo perjudica y afecta el derecho al trato igualitario
de tales agentes, sino que también alcanza a los derechos de quienes participan intencional
o accidentalmente de la comisión de un delito común. (…) En suma, la suspensión del
proceso a prueba sólo debería ser denegada por las autoridades jurisdiccionales cuando los
requisitos objetivos previstos por los artículos 76 bis y 76 ter no se encuentren satisfechos.
Ningún condicionamiento de tipo subjetivo debería ser admitido en perjuicio del imputado,
respetando el principio pro homine.” Confr. PANICK POSTAN, Marina. Análisis crítico
de la exclusión de los funcionarios públicos del instituto de la probation. Revista Jurídica
USES. Sitio Web. http://dspace.uces.edu.ar.
442 derecho notarial

que se encuentra sometido un notario matriculado, a los fines del resguar-


do de la seguridad jurídica por la que vela el Colegio Notarial. Va de suyo
que puede hacerlo también el propio notario afectado a un proceso o bien
el actor agraviado por la actuación del notario. Obviamente que tratán-
dose de “escribanos de registro”, la importancia de estas notificaciones,
permiten al Colegio Notarial activar su potestad de control a los fines de
asegurar la integridad de los protocolos y la información que en ellos se
encuentra y que hacen, tanto a la seguridad jurídica de los actos o nego-
cios en ellos expresados, como así también de la información obrante en
ellas por declaraciones marginales y enlegajamiento de documental. Esta
norma se encuentra en concordancia con el artículo 81 de la presente ley.

CAPÍTULO II
MEDIDAS DISCIPLINARIAS

Art. 80. Sin perjuicio de las responsabilidades establecidas en los


Artículos precedentes, los notarios que incurran en irregularidades
en el ejercicio de sus funciones están sujetos a las siguientes sancio-
nes disciplinarias:
a) apercibimiento;
b) multa de pesos cien ($100) a pesos cinco mil ($5000);
c) suspensión de hasta dos (2) años;
d) destitución del cargo.

Comentario: Es una norma que apunta incontestablemente al “escriba-


no de registro” y “adscripto” y no al “simplemente matriculado”. Estos
últimos, como apuntáramos, no están sometidos a la Superintendencia de
la función pública notarial, solo están sometidos a la responsabilidad pro-
fesional y su tribunal de ética. Ahora bien, si meditamos en la entidad de
las sanciones posibles sin referencia alguna a qué tipo de falta refieren, a
“golpe de vista” algunas de ellas nos parecen excesivas o desproporciona-
das, y nos interrogamos: ¿Pueden, por ejemplo, las violaciones a normas
disciplinarias menores y su reincidencia, llevar a suspensiones por varios
años o destitución? ¿No será que para ello debe haber una dependencia
con otras responsabilidades de gravedad, como las civiles, penales y/o
administrativas? ¿No será que tamañas sanciones disciplinarias no tienen
Segunda parte: Fuentes legales 443

su fundamento en una interacción con aquellas? Sin perjuicio de admitir


una casuística que nos contradiga, creemos que, en la generalidad de los
casos, las suspensiones por más de seis meses y destituciones, en gene-
ral tienen en sus “espaldas” una sanción penal, civil o administrativa que
activa una sanción disciplinaria de alta gravedad. A contrario: ¿Una mera
sanción disciplinaria, sea casual o reiterada, amerita sanciones de tamaña
entidad (por ejemplo, suspensión hasta dos años o destitución)? Este es un
punto un tanto oscuro de la responsabilidad disciplinaria y sus sanciones.
No obstante que la instancia de superintendencia termine en una revisión
judicial, resulta excesivo que meras faltas disciplinarias que no causen
daño civil, ni penal, ni administrativo, ameriten sanciones severísimas del
ámbito disciplinario. Anticipando algo del análisis que hacemos en la nota
del artículo siguiente, las normas disciplinarias de algunos colegios, in-
clusive las del de Misiones, prevén sanciones por “peligro abstracto”, sin
determinación o definición de utilidad de la sanción, se enumeran normas
de “tipicidad abierta” o “en blanco” en la que todo es posible, desde el
no pago de la cuota asociacional, prohibición de hacer propaganda, no
mantener el secreto profesional, sacar los protocolos fuera de la escriba-
nía sin pedir autorización, hasta cuestiones interpretativas de normas de
fondo, sean civiles, administrativas o penales. En todo caso, a nuestro
entender, las sanciones severas como por ejemplo suspensión hasta dos
años o destitución y eliminación de la matrícula, necesitan de una condena
civil, penal o administrativa –lo que implica agotar una instancia judicial
previa–, y que cause daño o redunde en una condena por un delito propio
de la actividad funcional.

Art. 81. Denunciada o establecida la irregularidad el Colegio ten-


drá las más amplias facultades, en el ámbito de su competencia,
para decretar de oficio las medidas que estimare conveniente para
el esclarecimiento de los hechos a través del cuerpo de inspecto-
res notariales y hacer comparecer a notarios a prestar declaración.
Procederá a instruir un sumario, el que deberá ser efectuado con
intervención del inculpado, quien podrá ser asistido o representado
por otro notario o por un abogado matriculado en la Provincia.
Podrá delegar la instrucción en uno de sus miembros o en un abo-
gado de la matrícula. El Colegio debe concluir el sumario en el
término de noventa (90) días, pudiendo ampliar este plazo hasta un
444 derecho notarial

período más cuando las circunstancias del caso lo exigieren. Toda


vista o traslado será por el plazo de cinco (5) días a partir de su
notificación. Todos los plazos se computarán por días hábiles. Las
notificaciones se practicarán personalmente, por telegrama cola-
cionado, carta documento o acta notarial. El plazo para apelar las
resoluciones del Colegio será de diez (10) días.

Comentario: Sin sobreabundar en esta norma, que describe el procedi-


miento que llevan a cabo las autoridades del Colegio Notarial como órga-
no sumariante, es de destacar el presupuesto de hecho que permite la asis-
tencia o colaboración en la defensa de otro escribano. Esto suele ser loable,
ya que muchas de las vicisitudes y pormenores de las defensas, encuentra
en un par al mejor consejero o asesor técnico. El procedimiento se activa
sobre la base de una determinación de la responsabilidad basada en “nor-
mas” o enunciados de normas que muchas veces hacen difícil establecer
si son puramente disciplinarias. En todo caso, para activar el procedimien-
to sumarial es importante contar con reglas de conductas, sean genéricas,
dispersas o codificadas, que sirvan de referencia para condenar a los que
actúan mal. En las leyes orgánicas encontramos normas genéricas de pro-
hibición y normas de orientación. Admitidas estas: ¿Qué debe asegurar y
garantizar todo cuerpo de normas deontológicas o disciplinarias? Intente-
mos una enunciación meramente orientativa: a) Justificación. Una de las
primeras críticas que reciben las reglas y códigos deontológicos es su jus-
tificación. En todo caso, habiendo normas civiles, penales y administrati-
vas de rango parlamentario, parece sobreabundante arremeter con normas
de carácter disciplinarias de rango meramente colectivo convencionales.
Es más, cuando meditamos en la dimensión de las posibles sanciones, es
muchas veces difícil establecer la entidad de la sanción en relación con la
entidad del precepto comprometido. Por ejemplo, la posibilidad de desti-
tuir a un notario no parece que pueda tener origen en normas deontológi-
cas en sí mismas, sino que suelen ser la consecuencia derivada de sancio-
nes de índole penal o civil de gran entidad, que tornan imposible la
pertenecía al cuerpo profesional y continuar en el ejercicio funcional. To-
memos este ejemplo como interrogante: ¿Si alguien es denunciado ante el
Colegio de escribanos por falsedad ideológica o material, puede la super-
intendencia del Colegio arrogarse la facultad de destituir sin redargüir de
falso en lo civil y/o penal? Nosotros dudamos que pueda alguien ser des-
Segunda parte: Fuentes legales 445

tituido por falsedad ideológica o material con independencia de una redar-


gución civil o criminal, pues es competencia exclusiva de estos tribunales
dirimir dichas cuestiones. Es más, creemos que la sustanciación del proce-
so civil o penal de hechos susceptibles de infracción disciplinaria que de-
mandan esclarecimiento y/o enjuiciamiento, obligan a la suspensión del
procedimiento disciplinario colegial hasta tanto no concluya el proceso
penal, sin perjuicio de tomar medidas preventivas según la entidad del
caso. Determinada la falsedad, la destitución se producirá no por la false-
dad misma, sino porque las conductas que llevaron a la falsedad contras-
tan con las normas disciplinarias que velan por la buena práctica profesio-
nal y funcional y en consecuencia hacen incompatible su pertenencia al
cuerpo de notarios. Lo contrario sería atentar contra el principio non bis in
idem. Para que podamos destituir en sede disciplinaria, –no obstante, la
conexión incontestable– deben existir dos agravios distintos: uno nacido
de actos merecedores de una condena civil o penal por incumplimiento del
mandato negativo del precepto de esa naturaleza; y por otro, el de la nor-
ma disciplinaria, genérica o expresa, referida a los deberes propios como
miembro del cuerpo notarial. De este modo, la destitución como notario
en lo disciplinario, no importaría una doble sanción, no supondría vulne-
ración al principio non bis in idem, puesto que se lo destituye porque la
sentencia civil o penal activa las sanciones disciplinarias que hacen que no
pueda ser depositario de la fe pública y por ende no pueda pertenecer más
al cuerpo de notarios de registro. Como vemos, el problema es determinar
que comprenderían en términos de “Derecho objetivo” las normas disci-
plinarias. En general tienden: a asegurar mediante la “policía de la función
notarial” el recto ejercicio de la misma, a evitar la responsabilidad del
Estado en el accionar de los agentes notariales; delimitar la competencia
material y territorial de acción, y custodiarlas; promover la solidaridad;
definir el comportamiento correcto del profesional con sus clientes y con
otros profesionales; determinar horarios mínimos de atención; evitar la
competencia desleal; garantizar el servicio público notarial –siempre que
se lo considere un servicio público–; garantizar el cumplimiento del régi-
men de incompatibilidades; establecer mecanismo que den seguridad de
los protocolos; inspeccionarlos permanentemente y garantizar su integri-
dad; controlar la habilidad y capacidad psicofísica de los que ejercen la
función; dar respuestas a la posibilidad de no prestación de servicios am-
parados en objeción de consciencia; asegurar independencia e imparciali-
446 derecho notarial

dad; promover la integridad y la honestidad del notario; asegurar el secre-


to profesional; regular los mecanismos de publicidad de la función sin
desvalorizarla; establecer controles para evitar el intrusismo; asegurar el
respeto y trato cordial con el resto de los colegas y con las autoridades;
asegurar una justa retribución económica; promover una formación y ca-
pacitación continuada; etc. b) Legalidad: La legalidad del poder de Super-
intendencia y su organización está dado por las propias leyes orgánicas del
notariado, y que hacen que opere como un tribunal administrativo ad-hoc.
Estas leyes orgánicas, a su vez, permiten por mecanismos de deliberación
interna (Asambleas) crear los códigos de ética, como así también regla-
mentar un sinnúmero de normas de conducta genéricas o abiertas previs-
tas en la propia ley orgánica. Sin embargo, creemos que el principio de
legalidad debería espejarse mediante un cuerpo ordenado y sistemático de
normas, evitando que estas aparezcan dispersas o informes. Las reglas
disciplinarias deben ofrecer seguridad jurídica mediante un sistema cohe-
rente, con enunciaciones en forma de normas o reglas de conductas con
presupuestos de hecho claros, y en lo posible, la estimación de sanciones
en cada una de ellas. En fin, las normas deontológicas no pueden ser un
catálogo de deberes morales, sino que deben aparejar consecuencias, im-
poner deberes amparados en presupuestos de hecho valiosos para el cuer-
po notarial de modo que queden obligados a su cumplimiento, por lo que
no pueden reducirse a consejos acerca de un comportamiento “deseable”.
c) Publicidad. Este requisito se puede conectar de manera mecánica con
el de legalidad. El “anonimato” normativo en materia deontológica cons-
pira con el legítimo derecho al ejercicio regular de los deberes profesiona-
les y funcionales. Una buena propaganda y difusión con carácter esencial-
mente preventivo, cursos de formación en deontología, etc., es una tarea
obligada de los Colegios. Estamos sometidos a un permanente evolucio-
nismo moral, que suelen sobrepasar en velocidad al proceso de adecua-
ción o revisión de las normas deontológicas. La adecuada publicación de
las distintas normas adoptadas por los colegios, deben permitir su conoci-
miento, su legitimidad y su posible impugnación en un proceso declarati-
vo acerca de su validez. Los mecanismos de publicidad pueden ser inter-
nos y no necesariamente por boletines oficiales o diarios de gran tirada,
siendo suficiente la notificación fehaciente a los miembros del cuerpo. d)
Tipicidad. Entramos en la necesidad de la predeterminación normativa de
las conductas ilícitas y sanciones correspondientes. La tipicidad cumple
Segunda parte: Fuentes legales 447

varias funciones, dentro de las cuales podemos destacar: i) Da garantías.


Asegura que los colegiados no sean perseguidos por acciones o conductas
no definidas o no dictadas con anterioridad a la comisión de algún hecho.
Es una consecuencia de la máxima constitucional que nadie está obligado
a hacer lo que la ley no manda ni puede ser privado de lo que esta no pro-
híbe. ii) Da fundamento a la responsabilidad, a la sustanciación de un
proceso administrativo, como así también a la imposición de una sanción
o la determinación de alguna medida de seguridad. iii) Cumple una labor
clarificadora e indicativa. Con la descripción de los presupuestos de hecho
y sus posibles sanciones, se puede anticipar el comportamiento ideal y
evitar el prohibido, además de establecer un efecto disuasivo a los desti-
natarios. La pregunta inmediata es: ¿Cómo deben enunciarse los presu-
puestos de hechos de las normas disciplinarias? Sin duda estamos ante un
tema difícil de resolver. Se puede tomar una posición rígida o flexible. La
tendencia es a la flexibilización, permitiendo el uso de conceptos jurídicos
indeterminados, amparados en razones que postulan “criterios” lógicos,
técnicos, o de la práctica habitual que permiten ver con “suficiente” certe-
za y seguridad, la naturaleza o características esenciales de las conductas
constitutivas de la infracción genéricamente tipificada o enunciada. Lo
propio respecto a la determinación de la sanción correspondiente. Como
ya dijimos, los Colegios son asociaciones que presentan una estructura
política, a la que se le suma por delegación la Superintendencia, y como la
matriculación es obligatoria -y automática cuando se asigna un registro
notarial-, una flaca tipificación puede crear un riesgo sancionador que im-
plique discrecionalidad por parte de las autoridades del Colegio Notarial.
Las leyes orgánicas no suelen ser todas iguales, varían de una provincia a
otra y si bien establecen normas genéricas y códigos de éticas que intentan
ceñir la responsabilidad, también es de observar que muchos de esos re-
quisitos son tan generales que con facilidad pueden ser utilizados para
exceder lo meramente reglamentario y avanzar sobre zonas de vedada in-
jerencia, como es la administrativa, la penal o la civil. Otro dato a consi-
derar es que el “notario de registro” está sometido a la inspección de pro-
tocolos de manera permanente, inspección que culmina con un acta y un
dictamen sobre cuestiones de fondo (civiles, penales y registrales), y de
forma (cumplimiento de reglamentos de folios, de organización del proto-
colo, etc.), y hasta cuestiones vinculadas aportes a las Cajas Notariales –
cuando estas existen–, pago de cuotas sociales, etc. Este punto diferencial
448 derecho notarial

de control que tienen los Colegios notariales por sobre el resto de las co-
legiaciones profesionales, hace que la labor de control disciplinaria corra
el riesgo de ser invasiva a otras esferas de responsabilidad. Es por ello que
el ejercicio del control disciplinario demanda siempre un esfuerzo adicio-
nal para alcanzar una mayor discriminación de los hechos implicados; a
riesgo de caer en un ejercicio abusivo de potestades. Asumiendo que los
notarios están sometidos a las cuatro esferas de responsabilidad (civil,
penal, administrativa y disciplinaria), que cada una de ellas opera en for-
ma diferencial y que hay una tendencia a legitimar la flexibilización en el
principio de tipificación de las infracciones y en la determinación de la
sanción correspondiente en materia disciplinaria, decidimos hacer estas
apreciaciones a modo de conclusión: a) habiendo tipos penales “abiertos”,
“flexibles” o “en blanco”, deberá discriminarse con claridad el encuadre
respectivo de responsabilidad; b) habiendo una acción civil, penal o admi-
nistrativa en curso, el sumario disciplinario debe quedar en suspenso a la
espera de la sentencia respectiva, sin perjuicio de la facultad de tomar
medidas preventivas de toda índole; c) Dada la sentencia respectiva, esta-
blecer la entidad, vinculación, dependencia o independencia con las nor-
mas disciplinarias ya que: i) puede haber responsabilidad y sanciones dis-
ciplinarias sin responsabilidad civil, penal o administrativa; ii) puede
haber responsabilidad penal, civil o administrativa sin responsabilidad
disciplinaria; y iii) puede haber responsabilidad penal, civil o administra-
tiva que traiga aparejada además la responsabilidad disciplinaria.

Art. 82. Concluido el sumario, el Consejo Directivo deberá expe-


dirse dentro de los treinta (30) días siguientes. Si la pena aplicable,
a su juicio, fuere de apercibimiento, multa o suspensión hasta seis
(6) meses, dictará la correspondiente resolución de la que se dará
inmediato conocimiento al interesado a los efectos de la apelación.
En caso de no producirse esta o desestimarse el cargo, se ordenará
el archivo de las actuaciones. Si el notario sancionado apelare den-
tro de los diez (10) días de notificado, se elevarán dichas actuacio-
nes al Tribunal de Superintendencia, a sus efectos. La apelación se
concederá con efecto suspensivo.

Comentario: Se dirimen en instancia colegial sin intervención del Su-


perior Tribunal de Justicia, los sumarios que: i) sancionen con penas no
Segunda parte: Fuentes legales 449

superiores a seis (6) meses; ii) sanciones consentidas (no apeladas). A


contrario, en penas mayores a seis meses o no consentida la sanción, se
dará intervención en alzada al Superior Tribunal de Justicia.

Art. 83. Si terminado el sumario, la pena aplicable, a juicio del


Colegio Notarial, fuera superior a seis (6) meses de suspensión,
elevará las actuaciones al Tribunal de Superintendencia, el cual de-
berá dictar su fallo dentro de los noventa (90) días de recibido el
sumario. En tal caso, el Colegio Notarial podrá solicitar además la
suspensión preventiva del notario inculpado.
Art. 84. Las sanciones disciplinarias se aplicarán con arreglo a las
siguientes normas:
a) el pago de las multas deberá efectuarse en el plazo de quince (15)
días a partir de la notificación, respondiendo por la misma la fianza
otorgada por el notario;
b) las suspensiones se harán efectivas fijando el término durante el
cual el notario no podrá actuar en su profesión;
c) la destitución del cargo, importará la cancelación de la matrícula
y la vacancia del registro, procediéndose al secuestro de los proto-
colos si se tratara de un notario titular.
Art. 85. De la suspensión y destitución deberá darse conocimiento
al Poder Ejecutivo.

Comentario a los artículos 83, 84 y 85: Sacando la hipótesis de multas


y suspensiones menores a seis (6) meses, en el resto las suspensiones y en
las destituciones opera el Tribunal de Superintendencia (Superior Tribunal
de Justicia) en forma directa. En las suspensiones, quedando firme la sen-
tencia, el agente del órgano debe ser fehacientemente notificado y desde
ese momento, deja de producir instrumentos públicos. El cese temporario
de la función por falta de agente, pone al órgano notarial en suspenso, sin
posibilidad de producir instrumentos públicos por el tiempo de la sanción
y hasta la notificación fehaciente de la restitución del cargo por el cum-
plimiento de la pena. En todo caso, se requiere notificación para cesar y
notificación para reiniciar la función. La pregunta inmediata que debemos
hacernos es: ¿Qué pasa si hay un adscripto en dicho registro? Creemos
que por lógica debería cesar junto con el titular. De hecho, la jurispruden-
cia en una concepción privatista de la función notarial, considera que la
450 derecho notarial

sanción es personal y por lo tanto el adscripto puede continuar regentean-


do el registro en ausencia del titular. Creemos que esto conspira contra
la teoría orgánica del Estado sobre la que se edifican la idea de toda fun-
ción pública. Consideramos que conforme al artículo 29 de esta ley, debe
nombrarse al “adscripto”, –y si hay más de uno, al más veterano–, como
“escribano interino” hasta tanto se cumpla la sanción. En el caso de las
destituciones, sin duda se requiere una notificación fehaciente por parte
del Estado para desafectar el órgano notarial estableciendo su vacancia. El
artículo 25 del Decreto reglamentario 1515/01 establece para este artícu-
lo: “Las sanciones firmes de destitución y de suspensión contra un notario,
se harán conocer por medio de publicación o circular del Colegio Notarial
y en el Boletín Oficial. Todo ello sin perjuicio de las publicaciones y noti-
ficaciones que el Consejo Directivo estimare corresponder”.

TÍTULO VIII
NOTARIOS
CAPÍTULO ÚNICO
REQUISITOS GENERALES

Art. 86. Los notarios titulares de registro, antes de tomar posesión


de sus cargos, deberán comunicar fehacientemente al Colegio Nota-
rial el domicilio en que instalarán su notaría u oficina, a efectos de
lograr la habilitación correspondiente, que éste acordará cuando el
lugar y ámbito elegidos reúnan las condiciones mínimas de seguri-
dad, de conformidad con las normas que al respecto dictare.
Art. 87. En ningún caso se admitirá que un notario titular de regis-
tro tenga más de un domicilio profesional. Se considera domicilio
único el caso de unidades que formen parte del mismo edificio o
que sean fincas o unidades linderas entre sí. Los notarios adscriptos
deberán compartir la oficina de sus titulares. En un mismo local
podrán funcionar dos (2) o más notarías.
Art. 88. Ninguna persona física o jurídica podrá efectuar anuncios
que hagan suponer la existencia de una notaría, ni ejercer funciones
que correspondieren exclusivamente a competencia de los notarios.
Si la infracción se cometiere con la cooperación o en la oficina de
un notario de la Provincia, se le aplicarán las sanciones discipli-
Segunda parte: Fuentes legales 451

narias que correspondieren. Si se tratare de un notario de extra-


ña jurisdicción, se remitirán las actuaciones al Colegio al que éste
perteneciere, al mismo efecto. Todo anuncio sobre la existencia de
una notaría sólo podrá realizarse por los medios y en la forma que
autorice el Colegio Notarial.

Comentario al Título VIII: El epígrafe de este Título no anticipa lo


que se va a normar. Ello se debe a que han copiado mal, parte del Ca-
pítulo IV de la Ley 404/00, en particular los artículos 53, 54 y 55. La
Ley de referencia no dice “Notarios”, sino “De las notarías”, que no es
lo mismo. En todo caso, más que “Notarios” el epígrafe al Título debería
leerse correctoramente como: “Notarías. Requisitos generales”. De lo que
verdaderamente se ocupa el Título es de: i) la conformación material del
asiento de la escribanía, que se lo tiene como domicilio a los fines del ejer-
cicio funcional, asegurando la exclusividad del mismo, salvaguardando
que en él se garantice el decoro, la protección y seguridad a los protoco-
los, etc.; ii) controlar la práctica de una competencia leal en el ejercicio
de la función delegada por el Estado, lo que excluye una propaganda que
suponga que un escribano sea mejor funcionario que otro. La vigilancia
de la propaganda en las notarías por parte de la superintendencia, prueba
una vez más el carácter público y unívoco de la función, y que todos los
notarios de registro la brindan por igual, con independencia de la mayor o
menor idoneidad, capacidad, formación o estilo personal de cada agente
de la función. Se han omitido trascribir en esta Ley tres artículos de la Ley
404/00, los artículos 56, 57 y 58, que establecen presunciones, procedi-
mientos, sanciones y activación de denuncias penales de ser necesario,
para las hipótesis de competencias desleales entre notarios.

TÍTULO IX
DOCUMENTOS NOTARIALES
CAPÍTULO ÚNICO
REQUISITOS GENERALES

Art. 89. En el sentido de esta Ley, es notarial todo documento que


reúna las formalidades legales, autorizado por notario en ejercicio
de sus funciones y dentro de los límites de su competencia.
452 derecho notarial

Comentario: Como esta Ley presenta una posición privatista del no-
tariado, todo podría caber en esta pseudo definición. “En el sentido de
esta Ley”, sería también notarial un contrato de locación, o un “boleto”
de compraventa celebrado por un escribano “simplemente matriculado”,
pues para “esta ley”, goza de “competencia”. En fin, queda claro que esta-
mos hablando de “escribanos de registro” y “adscriptos”, por lo demás, es
un artículo meramente descriptivo y carente de valor preceptivo.

Art. 90. Todos los documentos deberán ser escritos sin espacio en
blanco en su texto. No se emplearán abreviaturas ni iniciales, excepto
cuando consten en los documentos que se trascriben, se trate de cons-
tancias de otros documentos o sean signos o abreviaturas científica o
socialmente admitidos con sentido unívoco. Se expresarán en letras el
precio o monto de la operación, las cantidades entregadas en presen-
cia del notario, condiciones de pago y vencimiento de obligaciones.

Comentario: Más allá de algunas diferencias en la redacción, es igual


al artículo 61 de la Ley 404/00. Reconoce como antecedentes el 1001
del código civil, el artículo 14 del Anteproyecto de ley de documentos
notariales. Hoy está reproducida en el artículo 303 del nuevo CCCN, a
cuyos comentarios hechos en el capítulo anterior, remitimos. Esta norma
encuentra, además, reglamentación en el Decreto 1515/01, artículo 26,
que dice: “Al efecto de lo dispuesto en el artículo 90 de la Ley, no se con-
siderarán espacios en blanco los dejados en las actas entre el requerimien-
to, su otorgamiento y autorización y el comienzo de la diligencia y el de
las subsiguientes que pudieren formalizarse al pie del documento matriz”.
En buen romance, la reglamentación aclara, –y esto es para el caso de las
actas–, que entre el requerimiento y la diligencia puede haber una separa-
ción temporal que evidencie en el texto los dos momentos, lo que conlleva
a la existencia de espacios en blanco entre el requerimiento que se cierra
con la firma del requirente y la diligencia –que es de “ciclo cerrado” – y
lleva solamente la firma del notario.

Art. 91. Los documentos podrán ser extendidos en forma manuscri-


ta, mecanografiada o informática, pudiendo utilizarse cualquier otro
medio apto para garantizar su conservación e indelebilidad que haya
Segunda parte: Fuentes legales 453

sido aceptado por el Colegio Notarial. Los documentos podrán ser


completados o corregidos por un procedimiento diferente al utilizado
en su comienzo, siempre que fuere alguno de los autorizados. Si se
optare por comenzar en forma manuscrita, ésta deberá ser empleada
en todo el instrumento. La tinta o la impresión deberán ser de color
negro o azul negro, indeleble y sin componentes que puedan alterar el
papel. Los caracteres deberán ser fácilmente legibles.

Comentario: Es transcripción del artículo 62 de la Ley 404/00, con el


agregado de los medios “informáticos”. Es una norma que hoy está reci-
clada en el artículo 301 segundo párrafo del CCCN. Este artículo demues-
tra que está tan reglamentada la función del notario, que se necesita de
una norma para lograr pasar de un medio de escritura a otro. Para pasar
de la matriz manuscrita a la de máquina de escribir, el notariado necesito
transitar leyes, resoluciones, etc., para legitimarla. El artículo 7° del Ante-
proyecto de ley de documentos notariales es el antecedente común a esta
norma orgánica y sus fuentes. Véase la nota al artículo 7° antes referido,
y en particular lo referente a los “Antecedentes legislativos” y se podrá
apreciar el “calvario” que el notariado ha seguido para permitir la implan-
tación de la matriz mecanografiada en los libros de protocolo. Por su parte
el Decreto 1515/01 reglamenta esta norma diciendo: “Artículo 27. Re-
glamenta el artículo 91. El soporte del documento podrá ser de cualquier
naturaleza admitida por la legislación vigente y aprobada por el Colegio
Notarial, siempre que garantice perdurabilidad, accesibilidad, significado
unívoco y posibilidad de detectar cualquier modificación que se introdu-
jere a posteriori de las firmas de las partes y del escribano autorizante.
La confección material del documento puede ser delegada por el notario
por cuanto su formalización se torna efectiva al autorizarla él mismo. Se
prohíbe la utilización de elementos o procedimientos de impresión que
puedan sobreponerse a la grafía impresa en los documentos y no garanti-
cen la perdurabilidad de la redacción del mismo y su eventual corrección”.
Comentando el artículo del Decreto reglamentario, podemos decir que
los datos que hacen al texto escriturario deben extenderse a “mano alza-
da”, a máquina de escribir o por medio de sistemas digitales o cualquier
otro procedimiento que garanticen conservación mediante medios indele-
ble del texto documental. Queda claro que el carácter indeleble excluye
las tintas de bolígrafos que puedan ser borradas, las impresoras láser, et-
454 derecho notarial

cétera. Es decir, lo que se busca es que la impresión, sea ésta manuscrita,


mecánica o con impresora, actúe por capilaridad sobre el papel.

Art. 92. Al final del documento y antes de la suscripción, el notario


salvará de su puño y letra, reproduciendo cada texto por palabra
enteras, lo escrito sobreraspado, las enmiendas, testados, interli-
neados u otras correcciones introducidas en el texto, con expresa
indicación de si valen o no.

Comentario: Es una reproducción textual del artículo 63 de la Ley


404/00, que tiene como fuente el artículo 1001 del Código Civil y el ar-
tículo 15 del Anteproyecto de Ley de Documentos Notariales. La norma
nos habla de la técnica o procedimiento para hacer los testados, interlinea-
dos y enmendados. Los mismos pueden hacerse a máquina o a mano, pero
deberán siempre salvarse al final de la escritura y antes de las firmas, de
cuño y letra del notario, haciendo constar si valen o no valen.

Art. 93. Toda vez que el notario autorice un documento o estampe


su firma por aplicación de esta Ley, junto con la signatura, pondrá
su sello. El Colegio Notarial normará sobre su tipo, características,
leyendas y registración.

Comentario: Es una reproducción textual del artículo 64 de la Ley


404/00, que tiene su fuente en el artículo 8° del Anteproyecto de Ley de
Documentos Notariales. La firma del notario, más que un requisito de
validez es un requisito de existencia del acto notarial. En otros términos:
sin firma del notario, no hay instrumento público. El sello, en cambio, más
allá de la reglamentación que de él se haga, puede ser puesto después de
la firma, y aún mucho después que el acto se hubiese celebrado, sea por
olvido o descuido del notario en sellarlo oportunamente. En todo caso, el
sello acredita el cargo que ostenta el agente de la función, pero no hace a
la validez del acto.

Art. 94. El Colegio Notarial reglamentará el procedimiento de soli-


citud, entrega y uso de las hojas de actuación notarial, así como la
de los libros que correspondieren ser usados por los notarios.
Segunda parte: Fuentes legales 455

Comentario: Es copia del artículo 65 de la Ley 404/00. Esta norma en-


cuentra reglamentación en el artículo 29 del Decreto 1515/01 que dice:
“El reglamento que el Colegio Notarial debe dictar de acuerdo con lo esta-
blecido en el artículo 94 de la Ley, deberá incluir el registro de la venta de
las distintas clases de hojas de actuación notarial y libros, con indicación
de la fecha de entrega e individualización del notario o registro para el
cual se expidieren, previa verificación de la pertinencia del pedido en los
casos que corresponda. Hasta tanto se diseñen, impriman y estén en con-
diciones de ser distribuidas las nuevas hojas de protocolo y de actuación
notarial, de conformidad a las disposiciones de la Ley 3743, los notarios
podrán utilizar las hojas actualmente en uso y las que hubiesen sido habili-
tadas por el Colegio Notarial conforme a la legislación anterior”. Algunas
provincias dictan un “Reglamento de Folios de actuación notarial”, como
es el caso de Entre Ríos. En dicha reglamentación se suelen establecen los
folios que se utilizan para el protocolo, los folios de primeras copias, de
concuerda, los folios de actuación extraprotocolares, etc., junto con los
pormenores reglamentarios que hacen a las formas de expedición, autori-
zación, características, etcétera.

TÍTULO X
DOCUMENTOS PROTOCOLARES
CAPÍTULO I
PROTOCOLO

Art. 95. Las hojas de protocolo serán provistas por el Colegio No-
tarial a solicitud, indistintamente, del notario titular adscripto, in-
terino o suplente, en su caso. Sus características serán fijadas por
el Colegio.

Comentario: Es reproducción literal del artículo 66 de la Ley 404/00.


El protocolo notarial, los folios específicos, quién y cómo se habilitan,
elementos que lo componen, lineamientos de mínima de cómo debe ex-
tenderse, conservación, guarda, exhibición, retiro, etc., son resorte de las
leyes orgánicas provinciales. Como se observa, el registro notarial se or-
ganiza sobre la “columna vertebral” del protocolo, y recibe una celosa
reglamentación. En este artículo se prescribe quién expide las hojas (Co-
456 derecho notarial

legio Notarial) quienes se encuentran legitimados para solicitarlas (Escri-


bano titular del registro, adscriptos, interino o suplente) y quien fija las
características de dichos folios.

Art. 96. El protocolo se integrará con los siguientes elementos:


a) los folios habilitados para el uso exclusivo de cada registro y
numerados correlativamente en cada año calendario;
b) los documentos que se incorporaren por imperio de la Ley o a
requerimiento de los comparecientes o por disposición del notario;
c) los índices que deban unirse.

Comentario: Reproduce casi in extenso el artículo 67 de la Ley 404/00,


que toma a su vez parte de la letra del artículo 16 del Anteproyecto de
Ley de documentos notariales. En nuestro país, el protocolo se forma con
los folios “habilitados” y no con los folios “autorizados”, lo que significa
que el notario cuando compra los cuadernos de protocolo, independiente-
mente de que autorice una escritura, ya es protocolo. Para ser sintéticos:
el protocolo se forma a priori. Hay países como España, por ejemplo, en
el cual el protocolo se forma a posteriori, o sea que son el producto de
las escrituras autorizadas. En los protocolos a priori, las escrituras frus-
tradas, sea porque no fueron autorizadas o erradas, forman por igual el
protocolo, debiendo consignarse en ellas las leyendas de “sin efecto”, “no
paso” o “erróse”. La terminología de la norma al decir que el “protocolo
se integra”, debe entenderse en un sentido elíptico como “los cuadernos de
protocolo, se integran, además, con los documentos que por imperio legal
o requerimiento de partes se incorporen”. Hay que distinguir entonces “el
cuaderno de protocolo” del “libro de protocolo”. El “libro de protocolo”
se forma con el “cuaderno de protocolo” más toda la documental agrega-
da, incluido los índices que se anexan al finalizar el año y son una conse-
cuencia de un control y recuento de lo actuado.

Art. 97. Los documentos matrices deberán ordenarse cronológica-


mente, iniciarse en cabeza de folio y llevar cada año calendario
numeración sucesiva del uno en adelante. No podrán quedar folios
en blanco. Deberá consignarse, además, un epígrafe que indique el
objeto del documento y el nombre de las partes.
Segunda parte: Fuentes legales 457

Comentario: Es reproducción del artículo 68 de la Ley 404/00. La cro-


nología impide intercalar escrituras, y además es la única manera de ga-
rantizar la secuencia temporal. Por tanto, no es posible salvar las rupturas
de cronologías con agregados de “bis” o cosas por el estilo. Ahora bien, de
suceder: ¿Cómo subsanar un eventual error involuntario? Creemos que,
en caso de error o ruptura involuntaria de la cronología, se debe comuni-
car inmediatamente al Colegio Notarial con una breve explicitación de las
causas del error, y dejar constancia de la misma mediante notar marginal
y en la nota de cierre. Nada obsta a que, en caso de sospechas, se abra una
actuación administrativa a los fines de investigar los hechos. Por “cabeza
de folio” debe entenderse el primer renglón de la hoja de protocolo, e
incluye el epígrafe del que se hace mención al final de este artículo. El
epígrafe consistirá en una referencia acotada del tipo de acto que se auto-
riza. Como bien observa el Anteproyecto de Ley de documentos notariales
en el artículo 17, la ley impone la formalidad del epígrafe por razones
de buen ordenamiento, pero no hace a la anulabilidad su inobservancia
porque no constituye parte ni requisito esencial del documento y su fina-
lidad difiere notoriamente de la que tiene en miras el orden cronológico.
La norma establece que a cada cuaderno y de manera sucesiva, el notario
debe estamparle una numeración del uno en adelante, que permita asegu-
rar la cronología pretendida. En cuanto a que no pueden quedar folios en
blanco, quiere decir que en los que no se autorice acto alguno, deben ser
cruzados y anulados para su uso.

Art. 98. El notario es responsable de la conservación y guarda de


los protocolos que se hallen en su poder, y de su encuadernación
y entrega al archivo en los plazos y condiciones que señalen las
reglamentaciones.

Comentario: Es copia textual del artículo 69 de la Ley 404/00, que no


es más que una reproducción del artículo 19 del Anteproyecto de Ley
de documentos notariales. Estamos ante la presencia de las normas que
tienden a asegurar el cuidado, custodia y conservación de los protocolos.
Encuentra además reglamentación en el Decreto 1515/01, en el artículo
30, que lleva un “cordón umbilical” con el 28 del mismo decreto, que nos
dicen: “Artículo 30. Reglamenta artículo 98: La conservación y custodia
de los protocolos hasta su oportuna entrega al archivo, deberá cumplirse
458 derecho notarial

mediante la guarda en armarios metálicos cuyas características fijará pe-


riódicamente el Colegio Notarial, procurando que resulten ignífugos y con
cerradura, los que, salvo los casos previstos en el artículo 99 de la Ley,
deberán encontrarse permanentemente en la notaría. El protocolo debe
encuadernarse durante el transcurso del año siguiente al de su cierre, en
tomos que no excedan de veinte centímetros de espesor. En el lomo de
cada tomo se indicará: a) el número del registro al que corresponde; b)
el nombre del notario titular y adscripto o adscriptos que integren dicho
registro; c) el número del primero y último folio que contiene; d) la fecha
de la primera y última escritura del tomo. El protocolo encuadernado de-
berá ser entregado bajo recibo al Archivo de Protocolos Notariales en las
fechas que al efecto establezca el Colegio Notarial”.
Por su parte el artículo 28 reza: “En caso de pérdida, destrucción o
sustracción de una o más hojas del protocolo, el notario responsable de
su guarda lo comunicará de inmediato al Colegio Notarial, con expresa
mención del estado de utilización en que se encontraban las mismas, sin
perjuicio de la denuncia policial y/o judicial que correspondiere. Cuando
corresponda la reproducción del documento extraviado, destruido o sus-
traído, el notario deberá realizar de inmediato las diligencias necesarias
para obtener el mismo o su reproducción, en su caso, informando cada
treinta (30) días al Colegio Notarial de los trámites realizados y acompa-
ñando copia certificada el nuevo acto, en caso de obtenerse”.

Art. 99. El protocolo sólo podrá ser retirado de la notaría en los


siguientes casos:
a) por disposición de la Ley;
b) por orden judicial;
c) por razones de seguridad;
d) para proceder a su encuadernación;
e) por resolución del Consejo Directivo, cuando las inspecciones
deban ser realizadas en la sede del Colegio Notarial.
En los casos de los incisos a), b), c), y d), el retiro deberá ser co-
municado al Colegio Notarial, dentro de las cuarenta y ocho (48)
horas de producido.

Comentario: Salvo algunos agregados y variantes en el orden, está ins-


pirado en el artículo 70 de la Ley 404/00. Las hipótesis que cita el artículo,
Segunda parte: Fuentes legales 459

demandan una comunicación en el término de 48 horas de producido el re-


tiro del protocolo de la escribanía. Se entiende que el plazo en horas, -que
suman un total de dos día-, se computan teniendo en cuenta días hábiles
(confr. artículo 37 del Decreto reglamentario 1515/01). La importancia de
la comunicación está, en que, de no darse y producirse un siniestro con
los protocolos, puede agravar la situación de defensa ante un sumario o
responsabilidad disciplinaria. Sobre el particular reglamenta el Decreto
1515/01 respecto del inciso e.: “Artículo 31º. Reglamenta artículo 99º.
Entiéndese que las inspecciones deben ser realizadas en la sede del Cole-
gio Notarial, cuando se hubiesen frustrado dos (2) inspecciones anteriores
por razones o motivos atribuibles al notario. En tal caso, el Colegio No-
tarial, por resolución fundada, resolverá la fecha y hora en que el notario
deberá concurrir a la sede del Colegio, indicando la documentación que
deberá entregar para su inspección”.

Art. 100. El notario podrá trasladar el protocolo transitoriamente,


cuando fuere necesario por naturaleza del acto o por causas debi-
damente justificadas o cuando la escritura debiere suscribirse fuera
de la notaria, pero dentro del distrito notarial asignado, por así
solicitarlo los otorgantes.

Comentario: Reproduce el artículo 71 de la Ley 404/00. Esta norma


hace excepción a la regla genérica de que “los protocolos no salen de la
escribanía”, y da salvaguarda a los casos en que el notario debe autorizar
el negocio fuera de la notaría de manera ineludible. De todas maneras,
creemos que en este artículo las dos primeras hipótesis están bien enuncia-
das y la última no. Veamos: i) en cuanto a la “naturaleza del acto”, puede
entenderse actas de comprobación, notificaciones, diligencias, etc., fueras
de la escribanía; ii) “(…) causas debidamente justificada” es, por ejemplo,
la firma de una escritura en algún Banco, poderes a personas con dis-
capacidades para hacerse presentes en la notaría, firmas de escrituras de
viviendas sociales, etc.; iii) en cuanto a que “(…) la escritura debiera sus-
cribirse fuera de la notaría pero dentro del distrito notarial asignado (…)”,
aquí el análisis amerita un lectura correctora, pues pedir que el escribano
suscriba el acto fuera de la notaría pero dentro del distrito asignado, pare-
ce excluir las prórrogas legales del artículo 38 de esta Ley. Creemos que
debe entenderse por “distrito asignado” tanto el municipal y aquellos que
460 derecho notarial

constituyen objeto de prorrogas a la competencia, pues en ellos también el


notario puede llevar su protocolo para suscribir un acto o negocio jurídico.

Art. 101. Las tareas periciales que requirieren la consulta de proto-


colo que se encuentre encuadernado o de documentos agregados a
él, deberán ser cumplidas sin desplazamiento de los protocolos fue-
ra de la notaría respectiva. Cuando el documento que se encontrare
en las condiciones indicadas en el párrafo anterior deba necesa-
riamente ser exhibido o consultado en sede judicial, por excepción
podrá requerirse al notario el desglose de las fojas y la documen-
tación objeto de las pericias en cuyo caso, hasta la reinserción de
los originales, el notario agregará la orden judicial con copia de la
documentación y fojas desglosadas o la remisión del tomo de proto-
colo correspondiente, dando aviso al Colegio Notarial.

Comentario: Salvo por una modificación al final, que obliga a dar avi-
so al Colegio Notarial, reproduce textualmente el artículo 72 de la Ley
404/00. Es una hipótesis que detalla o amplifica las posibilidades enuncia-
das en el artículo 99 incisos a. y b., ya analizado. El principio rector es que
los protocolos “no salgan de la notaria”, pero en caso de ser esto inevita-
ble, deben darse los recaudos exigidos por el artículo que analizamos: i)
desglose de fojas con agregado de una copia de la documental remitida;
ii) envío del protocolo.

Art. 102. El protocolo deberá ser exhibido en los supuestos contem-


plados en el Artículo 23 inciso e) de la presente.

Comentario: Sigue la secuencia cronológica de la Ley 404/00, pues es


una clara referencia a su artículo 73, con la diferencia que ésta, en vez de
remitir a otro artículo, hace mención explícita de una casuística mucho
mayor, a saber: “Artículo 73. Ley 404: El protocolo deberá ser exhibido
en los siguientes supuestos: a) Por orden de juez competente. b) A requeri-
miento de quienes tuvieren interés legítimo en relación con los respectivos
documentos. Se consideran interesados: I. Los sujetos instrumentales y
negociales, sus representantes o sucesores. II. Los profesionales que lo
justificaren para el cumplimiento de tareas relacionadas con estudios de
Segunda parte: Fuentes legales 461

títulos. III. En los actos de última voluntad, solamente el otorgante. IV. En


los reconocimientos de hijos extramatrimoniales, sólo el hijo reconocido.
c) A los inspectores del Colegio de Escribanos en ejercicio de sus fun-
ciones.” Por su parte, el artículo de la ley que comentamos, remite a los
supuestos del artículo 23 inciso e. que dice: “e) exhibir los protocolos y
registros: 1) a requerimiento de quienes tuvieren interés legítimo en rela-
ción con los respectivos documentos. Los testamentos y reconocimientos
de hijos sólo podrán ser exhibidos a sus otorgantes; 2) a requerimiento
de otro escribano en los casos y con las formalidades que establezcan los
reglamentos; 3) por orden judicial”.
Salvo decir que hubiese sido bueno copiar literalmente el artículo 73 de
la Ley 404/00, es una norma que no merece mayores comentarios.

Art. 103. En los documentos que no se concluyeren se procederá del


siguiente modo:
a) si asentado un documento no se firmase, el notario consignará al
final tal circunstancia, mediante nota que llevará su firma y sello;
b) si firmado el documento por uno o más intervinientes no lo fuere
por los restantes, el notario hará constar la causa al pie, mediante
atestación que llevará su firma y sello. Los que lo hubiesen firmado
podrán requerir que se asiente la constancia que estimasen perti-
nente en resguardo de sus derechos;
c) firmado el documento y antes de la autorización por el notario, po-
drá dejarse sin efecto el acto solamente con la conformidad de todos
los firmantes expresada en nota complementaria, a continuación, o al
margen si faltare espacio, que firmarán aquellos y el notario;
d) en los casos expresados no se interrumpirá la numeración;
e) cuando por error u otros motivos no se concluyere la redacción del
documento iniciado, el notario indicará tal hecho en nota firmada.
En este supuesto se repetirá la numeración en la escritura siguiente.

Comentario: Es idéntico al artículo 74 de la Ley 404/00. Es una norma


clara, que prescribe cómo actuar ante casos de que el acto no se autorice,
sea porque: i) no se firma; ii) alguno o algunos deciden no hacerlo; iii) ha-
biéndolo hecho desisten del negocio; iv) o hay un error que impide autori-
zarla. Del inciso a) al d), hace referencia a las hipótesis donde el negocio
462 derecho notarial

“no paso”, en tal caso la numeración no se interrumpe, siguiendo la crono-


logía. En el inciso e., la referencia es a los casos de los conocidos “erróse”,
ante lo cual se permite repetir la numeración en la escritura siguiente.

Art. 104. El protocolo será iniciado con una nota en la que constará
el día de la apertura, el año a que correspondiere y el número del
registro notarial al que perteneciere. Será cerrado con nota de igual
tenor que expresará la fecha de cierre, el último folio utilizado y el
número de escrituras que contuviere. Las hojas que quedaren en
blanco después de la nota de clausura deberán se inutilizadas con
línea contable, firma y sello del notario a cargo del registro.

Comentario: Reproduce el artículo 75 de la Ley 404/00. Tanto la “nota


de apertura” como la “nota de cierre o clausura” con todos los pormenores
que explicita la norma, son notas porque son escrituras de “ciclo cerrado”,
es decir que carecen de comparecientes.

Art. 105. El primer tomo de los protocolos del año, llevará al princi-
pio un índice alfabético de los documentos matrices que contuviere,
con expresión de apellidos y nombres completos de las partes, objeto
del acto, número, fecha y folio. Además, cada notario a cargo de un
registro notarial, deberá confeccionar y conservar, sin límite de tiem-
po, un índice general de las escrituras autorizadas en cada año.

Comentario: Reproduce el artículo 76 de la Ley 404/00. El objeto de


los índices obviamente se debe a razones de economía en la búsqueda de
los actos autorizados. Resulta una buena medida que el notario guarde
para sí un índice, de tal modo que pueda a su vez tener una herramienta de
búsqueda, en particular de aquellos protocolos los cuales ya no mantiene
la custodia por haber sido archivados.

CAPÍTULO II
ESCRITURAS PÚBLICAS

Art. 106. Además de los requisitos formales, de contenido y de re-


dacción impuestos por la legislación de fondo y por la presente u
otras leyes especiales, las escrituras públicas deberán expresar:
Segunda parte: Fuentes legales 463

a) el orden de las nupcias y el nombre del cónyuge, cuando los suje-


tos negociales fueren casados, divorciados o viudos;
b) tratándose de personas jurídicas, la denominación o razón social,
la inscripción de su constitución, si correspondiere y el domicilio;
c) cualquier otro dato identificatorio requerido por la ley, por los
interesados o por el notario cuando éste lo considere conveniente;
d) el carácter que invistan los comparecientes que no son partes en
el acto o negocio documentado;
e) las menciones que correspondieren relativas a los actos de cien-
cia propia del notario y a los que hubiere presenciado o ejecutado;
f) la naturaleza del acto y la determinación de los bienes que cons-
tituyan su objeto;
g) la relación de los documentos que se exhibieren al notario para
fundar las titularidades, activas y pasivas, de derechos y obligacio-
nes, invocadas por las partes;
h) la aseveración de la fidelidad de las trascripciones que se efec-
tuaren;
i) las advertencias y reservas que resultaren obligatorias por apli-
cación de la presente u otras disposiciones legales; y las que el no-
tario, a su juicio, estimare oportunas.

Comentario: Reproduce con algunas muy pequeñas variantes y quitas


el artículo 77 de la Ley 404/00. Es una norma que recibe la influencia
indirecta del artículo 23 del Anteproyecto de Ley de documentos notaria-
les, este último del artículo 1001 del código civil. El CCCN lo articula de
manera dispersa en varios artículos, v.gr: artículos 305, 307, entre otros.
A este requisito formal, la ley orgánica que comentamos adiciona, –sin
riesgo para la validez–, otros que lo complementan. No obstante, el reen-
vió que hace el encabezado de este artículo, el incumplimiento de los re-
quisitos pretendidos por la ley orgánica, –salvo que el CCCN también las
prevea–, no afectan a la validez del negocio, y pueden dar lugar a sancio-
nes disciplinarias. La ley es clara en cuanto a cuáles son esas exigencias
adicionales, por lo cual no amerita mayores comentarios.

Art. 107. Cuando los otorgantes actúen en nombre ajeno y en ejer-


cicio de representación, el notario deberá proceder de acuerdo con
lo establecido en el Código Civil y dejar constancia en la escritura
464 derecho notarial

de los datos relativos al lugar y fecha de otorgamiento del docu-


mento habilitante, del nombre del funcionario que intervino o fo-
lio del protocolo, demarcación y número del registro notarial, si el
documento constare en escritura, y de cualquier otra mención que
permita establecer la ubicación del original y los datos registrales,
cuando fueren obligatorios. Además, el notario deberá comprobar
el alcance de la representación invocada y hacer constar la decla-
ración del representante sobre su vigencia.

Comentario: Con algunas variantes de forma, es el artículo 78 de la Ley


404/00. Estamos ante el acto de control de la legitimación subjetiva para
actuar. Si bien hay una remisión al código civil, va de suyo que hoy es al
CCCN (confr. Art. 307). No queda claro, sin embargo, el uso de la copula
“o” cuando hace referencia al “(…) nombre del funcionario que intervino
o folio del protocolo, demarcación y número del registro notarial (…)”;
pudiendo entenderse que es uno u otro, es decir que bastaría el nombre del
notario o bien el folio de protocolo, demarcación y número de registro.
Creemos que el notario que se vale de una documentación habilitante,
debe relacionar los datos que le den autosuficiencia a su título y garantizar
con ello la posible búsqueda o rastreo de dicho documental.

Art. 108. Redactada la escritura, presentes los otorgantes y, en su


caso, los demás concurrentes y los testigos, cuando se los hubiese
requerido o lo exigiere la ley, tendrá lugar la lectura, firma y auto-
rización, con arreglo a las siguientes normas:
a) el notario deberá leer la escritura, sin perjuicio del derecho de
los intervinientes de leer por sí, formalidad ésta que será obligato-
ria para el otorgante sordo;
b) antes de efectuar las correcciones, en su caso, se podrán realizar,
a continuación del texto, las adiciones, variaciones y otros agrega-
dos completivos o rectificatorios, que se leerán en la forma prevista;
c) si alguno de los comparecientes no supiere o no pudiere firmar, sin
perjuicio de hacerlo a ruego otra persona, estampará su impresión
digital, dejándose constancia el notario del dígito a que correspon-
diere y los motivos que le hubiere imposibilitado firmar, con sujeción
a la declaración del propio impedido. Si por cualquier circunstancia,
permanente o accidental, no pudiere tomarse de ningún modo la im-
Segunda parte: Fuentes legales 465

presión digital, el autorizante lo hará constar y dará razones del im-


pedimento. El notario expresará nombre y apellido, edad estado civil
y vecindad del firmante a ruego y dará fe de conocerlo.

Comentario: Con algunas variantes, reproduce el artículo 79 de la Ley


404/00. Es una norma clara que no amerita mayores comentarios. Regula el
deber legal de leer el texto escriturario y la firma a ruego. Respecto de esta
última, hay que aclarar que además del digito, hay que especificar la mano
de la cual se estampa y la identidad del firmante a ruego debe regirse por
los lineamientos identificatorios que hoy exige el artículo 306 del CCCN.

Art. 109. En los casos de pluralidad de otorgantes en los que no


hubiere entrega de dinero, valores o cosas en presencia del notario,
los interesados podrán suscribir la escritura en distintas horas del
mismo día de su otorgamiento, dejándose constancia de ello en el
protocolo. Este procedimiento podrá utilizarse siempre que no se
modificare el texto definitivo al tiempo de la primera firma.

Comentario: Reproduce el artículo 80 de la Ley 404/00. Es una nor-


ma de control que no hace a la validez negocial, hoy plasmada en el
CCCN (confr. artículo 301 última parte). Es una clara referencia a lo
que en doctrina notarial se conoce como “unidad del acto”, la cual aún
hoy mantiene el debate en cuanto a su valor como requisito de eficacia
del acto notarial. Remitimos a nuestro comentario al artículo 301 del
CCCN, hecho en el capítulo precedente.

Art. 110. En la parte libre del último folio de cada escritura, después
de la autorización o en los márgenes de cada folio, mediante nota
que autorizará el notario con media firma, se atestará:
a) el destino y fecha de toda copia que se expidiere;
b) los datos relativos a la inscripción registral de la escritura;
c) las citas que informaren respecto de rectificaciones, declara-
ciones de nulidad, rescisiones, resoluciones, revocaciones u otras,
emanadas de autoridad competente;
d) las diligencias, notas, constancias complementarias o de referen-
cia, notificaciones y demás recaudos relacionados con el contenido
de las escrituras respectivas;
466 derecho notarial

e) la subsanación de errores u omisiones en el texto de los documen-


tos autorizados, que:
1) se refieren a datos y elementos aclaratorios y determinativos ac-
cidentales, de carácter formal o registral, y que resultaren de títu-
los, planos u otros documentos fehacientes, referidos expresamente
en el documento, en tanto no se modificare partes sustanciales rela-
cionadas con la individualización de los bienes objeto del acto ni se
alteraren la declaración de las partes;
2) se tratare de la falta de datos de identidad de los comparecien-
tes en actos entre vivos, excepto aquellos exigidos por las leyes de
fondo;
3) se tratare de recaudos administrativos, fiscales o registrales.
En las copias que se expidieren posteriormente deberán reproducir-
se las notas a que refiere este Artículo.

Comentario: Palabras más palabras menos, es copia del artículo 81 de la


Ley 404/00, que a su vez lleva una clara influencia de los artículos 35, 36
y 37 del Anteproyecto de ley de documentos notariales. Nos encontramos
frente a las auténticas “notas complementarias”. Estas son de ciclo cerra-
do, pues las efectiviza el propio notario sin necesidad de comparecencia
alguna. Hacemos la aclaración para evitar confundirlas con las “actas o es-
crituras complementarias”, que si reclaman requerimiento y comparecen-
cia. Una vez celebrado el acto o negocio jurídico, otorgado y autorizado,
aún se mantiene “vivo” para el notario, quien deberá continuar actuando
en relación al mismo, sea dejando constancia de la emisión de primeras o
ulteriores copia, o inscribiendo, corrigiendo o rectificando datos –no esen-
ciales pero útiles o aclaratorios–, etcétera. En fin, los márgenes libres son
el lugar indicado para acreditar los extremos a los que hace referencia este
artículo. El Decreto 1515/01 dispone reglamentariamente sobre la posibi-
lidad de “dispensa” de registración: “Artículo 32º.- Reglamenta artículo
110º: La dispensa de inscripción de actos notariales que requieran regis-
tración impuesta por las leyes, deberá ser solicitada al notario por la parte
interesada y constar por escrito, bien en el mismo documento o bien en
nota separada, en cuyo caso deberá ser adjuntada al protocolo respectivo”.
Segunda parte: Fuentes legales 467

CAPÍTULO III
ACTAS

Art. 111. Las actas que constituyen documentos matrices deben ex-
tenderse en el protocolo. Cuando fueren complementarias se escri-
birán a continuación o al margen de los documentos protocolares
para asentar notificaciones y otras diligencias relacionadas con los
actos que contuvieren.

Comentario: Reproduce el artículo 84 de la Ley 404/00. La distinción


entre escrituras y actas tan promovida por la doctrina notarialista, fue útil
para intentar incorporar al código de fondo actos notariales validados por
toda la comunidad jurídica como eran las actas de comprobación. La nota
al artículo 40 del Anteproyecto de Ley de Documentos notariales decía:
“Puede asegurarse que la realización más trascendental de este proyecto
radica en la regulación legislativa de las actas, que viene reclamando en
forma unánime la doctrina notarial argentina, para colocar nuestro orde-
namiento a nivel de las más importantes legislaciones notariales, y cubrir
una necesidad impostergable. Aunque algunos preceptos aluden a las ac-
tas (y. gr.: arts. 752 y 753 del Código de Comercio; art. 66, Decreto/Ley
5965 / 63) y con la terminología de nuestro foro es común referirse a ellas
(v. gr.: actas de comprobación), la ausencia de textos que determinen sus
clases, objeto, características y requisitos, obliga a considerarlas, desde el
punto de vista formal, como escrituras, pues todos los documentos nota-
riales que por extenso y en orden cronológico se extienden en el protocolo
deben reputarse escrituras públicas (arts. 979, inc. 1°; 999, 1001 y 1005
del Cód. Civil) y por lo tanto rigen los requisitos formales que atañen a
esos documentos, cuando las actas se caracterizan, precisamente, por la
diversidad de formalidades y por las diligencias que las integran, en cuya
parte principalmente deben sujetarse a diferentes requisitos.”
Hoy el nuevo CCCN, siguiendo al anteproyecto citado, incorpora a las
actas (Confr. Libro I, Parte General, Título IV, Sección 5º, artículos 310
a 312). Más allá de la distinción que se intenta hacer, diciendo que las
“escritura” contienen un acto jurídico (o negocio jurídico para la doctrina
468 derecho notarial

italiana) y las “actas” comprobaciones de hechos; es de advertir que, en


estricta lógica, en ambos se comprueban hechos. Ya lo hemos comentado
en el capítulo precedente al hablar precisamente de las actas. Para noso-
tros, todas son “escrituras públicas”; en unas, los hechos que se comprue-
ban pueden conformar una categoría superior como es la de un “negocio
jurídico” (confr. artículo 259 del CCCN), (v.gr: compraventa, donación,
testamento, cesión, etc.), en otras los hechos que se comprueban pueden
conformar una categoría de grado “inferior” como la del simple acto lícito
(confr. artículo 258 del CCCN) (v.gr: actas de notificación, intimación,
despido, etc.), y finalmente están aquellas en las que la comprobación del
notario se limita a meros hechos (Confr. artículo 257 del CCCN) (v.gr:
estado de ocupación de un inmueble, su estado material, etc.), que son las
actas de comprobación en sentido estricto.

Art. 112. Las actas que constituyen documentos matrices estarán


sujetas a los requisitos de las escrituras públicas, con las siguientes
modificaciones:
a) se hará constar el requerimiento que motivare la intervención del
notario y que, a juicio de éste, el requirente tiene interés legítimo;
b) no será necesaria la acreditación de personería ni la del interés
de terceros que alegare el requirente;
c) no será necesario que el notario conozca o identifique a las per-
sonas con quienes debiere entender las notificaciones, requerimien-
tos y otras diligencias;
d) las personas requeridas o notificadas serán previamente infor-
madas del carácter en que interviene el notario y, en su caso, del
derecho a no responder o de contestar, en este último supuesto se
harán constar en el documento las manifestaciones que se hicieren;
e) el notario practicará las diligencias sin la concurrencia del re-
quirente cuando por su objeto no fuere necesario;
f) no requieren unidad de acto ni de redacción. Podrán extenderse
simultáneamente o con posterioridad a los hechos que se narraren,
pero en el mismo día, y separarse en dos (2) o más partes o diligen-
cias, siguiendo el orden cronológico;
g) podrán autorizarse aun cuando alguno de los interesados rehusa-
re firmar, de lo cual se dejará constancia.
Segunda parte: Fuentes legales 469

Comentario: Este artículo reproduce el artículo 83 de la Ley 404/00,


que a su vez reformula al artículo 42 del Anteproyecto de Ley de docu-
mentos notariales. Sigue los lineamientos establecidos para las escrituras
públicas, haciendo más laxo el régimen de legitimación tanto para los
requerimientos como para las personas que en su consecuencia puedan
ser requeridas. En cuanto al requerimiento del inciso a, basta que exista
la manifestación y ostensible interés legítimo del requirente o un tercero
por quien actúa. En cuanto al inciso b., si bien no es necesaria la acre-
ditación de la personería ni del interés, la lógica manda que el notario
valore y califique los extremos de la comprobación, pues por ejemplo, si
ha de comprobar el estado material y/o de ocupación de un inmueble, es
menester probar los extremos que legitimen el acto (v.gr: titularidad del
inmueble, calidad de locatario, comodatario, etc.), de modo tal que el no-
tario no culmine configurando un ilícito. Según el inciso c., el requerido
con quien trate el notario, por ejemplo, en un acta de notificación, no ne-
cesariamente debe ser identificado, al menos en los términos del artículo
306 del CCCN. El inciso d., prohíbe la clandestinidad de la actuación del
notario, obligando a identificarse como tal, a explicitar los motivos de su
intervención y a invitar a firmar al requerido o personas con quien trate.
El inciso e., distingue el requerimiento de la diligencia, pudiendo hacerse
esta última sin la presencia del requirente, en la medida que el objeto del
acta lo permita. El inciso f. prevé, según la naturaleza de la comprobación,
que no es necesaria la “unidad de acto”, ni de redacción. Finalmente, el
inciso g. habla de que no quita validez al acto que alguno de los interesa-
dos rehúse firmar. Obvio que no se está hablando del requirente, ya que
sin requerimiento no hay acto notarial, sino que habla de los eventuales
requeridos que, invitados a firmar, no quieran hacerlo. En tal caso, si no
firman, deberá dejarse constancia de ello.

Art. 113. Las actas protocolares complementarias se rigen, en su


aspecto formal, por las normas establecidas para las que constitu-
yen documento matriz, salvo lo dispuesto en el Artículo 97 de la pre-
sente y las demás excepciones que resultaren por su relación con el
documento que complementaren. Comenzadas al pie del documento
matriz, podrá continuar en la hoja siguiente.
470 derecho notarial

Comentario: Textual del artículo 84 de la Ley 404/00. Algo hemos di-


cho ya, que las “actas complementarias” deben distinguirse de las “notas
complementarias”. Las primeras requieren comparecencia y se elaboran
siguiendo los lineamientos de toda actuación protocolar, en tanto que las
notas complementarias son agregados de “ciclo cerrado” que se hacen
marginalmente a un acto protocolar ya autorizado.

Art. 114. El notario documentará en forma de acta los requerimien-


tos e intimaciones, las notificaciones de actos de conocimiento y las
declaraciones de toda persona que lo solicitare.

Comentario: Repite el artículo 85 de la Ley 404/00. Es una norma ob-


via, descriptiva, por lo cual nos ahorramos de hacer comentarios.

Art. 115. La diligencia se practicará en el domicilio o sitio indicado


por el requirente; si la persona que debiere ser requerida, intimada o
notificada no fuere hallada, podrá cumplirse la actuación con cual-
quier persona que atendiere al notario; éste dejará constancia en el
acta de la declaración o respuesta que formulare el interpelado y, en su
caso, su negativa a dar su nombre, a firmar, a recibir copia simple del
acta, si así lo hubiere solicitado el requirente, o a brindar otros datos e
informaciones. Si el requerido no se hallare o si éste o la persona con
quien se entendiere la diligencia no quisiere recibirla, o nadie respon-
diere, se dejará constancia en el texto del acta o mediante nota.

Comentario: Reproduce el artículo 86 de la Ley 404/00. Es una norma


instructiva. Creemos que, para los casos de intimaciones o notificaciones,
es posible dejar copia del acta de notificación en lugar seguro como cons-
tancia fehaciente de dichos extremos. Una de las ventajas incontestables de
la notificación notarial es precisamente la de superar a las intimaciones o
notificaciones que suelen hacer mediante “cartas documentos” los correos
autorizados. Si los que las diligencian no encuentran al destinatario o este
niega su presencia, todo cae en “saco roto”; en cambio la actuación notarial
permite superar estos escollos acreditando extremos que los empleados de
correo no suelen sortear. En fin, para el caso de actas donde se hacen reque-
rimientos, notificaciones o intimaciones, consideramos que entra dentro de
Segunda parte: Fuentes legales 471

las potestades del notario, dejar en lugar seguro y a resguardo, a modo de


“cédula” del Derecho procesal, copia del requerimiento con la intimación,
notificación, etc., quedando ellas fehacientemente producidas.

Art. 116. A requerimiento de quien invoque interés legítimo, el nota-


rio podrá autenticar hechos que presencie y cosas que perciba, com-
probar su estado, su existencia y la de personas. Las actas que tuvie-
ren por objeto comprobar la entrega de documentos, efectos, dinero
u otras cosas y cualquier requerimiento, así como los ofrecimientos
de pago, deberán contener, en lo pertinente, la trascripción o indi-
vidualización inequívoca del documento entregado, la descripción
completa de la cosa, la naturaleza y características de los efectos, los
términos del requerimiento y, en su caso, la contestación del requeri-
do. Se podrá dejar constancia de las declaraciones y juicios que emi-
tan peritos, profesionales y otros concurrentes, sobre la naturaleza,
características, origen y consecuencias de los hechos comprobados.
Será suficiente que tales personas se identifiquen mediante la exhibi-
ción de documentos expedidos por autoridad competente.

Comentario: Sigue al artículo 87 de la Ley 404/00. Es un vademécum


de hechos posibles que pueden recaer en un acta de comprobación. Va de
suyo que las actas suelen perseguir en muchos casos un fin conservatorio
de información de hechos fugaces o relevantes que es menester fijar su
existencia en el tiempo. De los funcionarios con potestad fedante, el nota-
rio es el que mayor competencia material acapara, por lo cual esta norma
es meramente enunciativa. Si de comprobación de hechos de ciencia se
trata, el escribano podrá atenerse a dictámenes técnicos o de peritos en la
materia a comprobar. Estos dictámenes no harán plena fe por sí mismo,
pero sí de la existencia de una intervención técnica que abona los extre-
mos comprobados y volcados en datos escritos por el notario.

Art. 117. La comprobación y fijación de hechos notorios podrá


efectuarse cuando las disposiciones legales expresamente lo autori-
zaren, con los alcances y efectos que ellas determinaren. Las actas
se realizarán con sujeción al siguiente procedimiento:
a) en el acta inicial, el interesado expresará los hechos cuya no-
toriedad pretendiere acreditar y los motivos que tuviere para ello;
472 derecho notarial

hará referencia a los documentos y a todo antecedente o elemento


de juicio que estimare pertinente a tal efecto. En su caso, menciona-
ra las personas que declararán como testigos. En actas posteriores
podrá ampliar la información;
b) si, a juicio del notario, el requirente tiene interés legítimo, y los
hechos, por ser no materia de competencia jurisdiccional, son sus-
ceptibles de una declaración de notoriedad, así lo hará constar y
dará por iniciado el procedimiento;
c) el notario examinará los documentos ofrecidos y podrá practicar
las pruebas y diligencias que, a su juicio, fueren conducentes al pro-
pósito del requerimiento, de todo lo cual dejará constancia en el acta;
d) finalmente, si a su criterio, los hechos hubieren sido acreditados,
así lo expresará en el acta, previa evaluación de todos los elementos
de juicio que hubiere tenido a su disposición. En caso contrario, se
limitará a dejar constancia de lo actuado.

Comentario: Es la misma letra del artículo 88 de la Ley 404/00. Esta


norma refiere a las “actas de notoriedad”, pormenorizando su contenido y
los pasos que debe seguir el notario en su elaboración y redacción. Hemos
dicho ya, que las actas de notoriedad han sido cuestionadas en cuanto a
su eficacia probatoria, en el sentido que no gozan de la protección de au-
tenticidad que predica el artículo 296 inciso a., sino más bien la del inciso
b. En todo caso, gracias a la presencia de testigos de abono que declaran
hechos históricos y que hacen al objeto del requerimiento, se logra alcan-
zar una presunción iuris tantum de veracidad. Aun así, no deja de ser un
recurso valioso para dar soluciones a pretensiones jurídicas.

Art. 118. La protocolización de documentos públicos y privados de-


cretada por resolución judicial, se cumplirá mediante las siguientes
formalidades:
a) se extenderá acta con la relación del mandato judicial y de los
datos que identifiquen el documento, el cual puede trascribirse. Si
estuviere redactado en idioma extranjero sólo se transcribirá la tra-
ducción. La trascripción será obligatoria cuando fuere ordenada
por norma legal o resolución judicial;
b) el documento se agregará al protocolo, cuando ello fuere posible,
con las actuaciones que correspondan;
Segunda parte: Fuentes legales 473

c) no será necesaria la presencia y firma del juez que la hubiere


dispuesto;
d) si el documento protocolizado no hubiere sido trascripto, se lo re-
producirá en la copia del acta o se agregará a ella copia autenticada
de aquél. En las actas que tuvieren por objeto reunir los anteceden-
tes judiciales relativos a títulos supletorios o a subastas públicas,
se relacionarán y transcribirán, en su caso, las piezas respectivas y
se individualizará el bien. Se dejará constancia de sus antecedentes
y del cumplimiento de los recaudos fiscales y administrativos que
conformen el texto documental del título y faciliten su registración
cuando fuere necesario. El acta será firmada por el juez y por el
interesado cuando así lo dispusieren las normas procesales.
Art. 119. La incorporación o trascripción de documentos públicos
o privados requerida por los particulares se cumplirá mediante las
siguientes formalidades:
a) se extenderá acta con la relación del requerimiento y con los da-
tos que identifiquen el documento, el que podrá transcribirse, aun
cuando solo se requiriere su incorporación al protocolo. Si tuviere
redactado en idioma extranjero sólo se trascribirá la traducción;
b) al expedir copia del acta, si el documento incorporado no hubiere
sido trascripto, se lo reproducirá o se anexará a aquella, copia au-
tenticada del mismo, con constancia de su incorporación;
c) cuando se tratare de documentos privados que versen sobre ac-
tos o negocios jurídicos para cuya validez se hubiere ordenado o
convenido la escritura pública, la incorporación o trascripción al
protocolo no tendrá más efecto que asegurar su fecha y, en su caso,
el del reconocimiento de firmas.

Comentario a los artículos 118 y 119: Siguen a los artículos 89 y 90 de la


Ley 404/00. En cuanto a las protocolizaciones e incorporaciones, debemos
decir que técnicamente no son lo mismo. Se protocoliza a pedido del juez
y se incorpora a pedido de parte. En uno y otro caso como se ve, cambia el
requerimiento y esto tiene consecuencias prácticas, pues si es a pedido del
juez, el requerimiento lo podrá acreditar la firma del juez o bien la resolución
que ordena la protocolización (v.gr: un testamento ológrafo), en cambio, en
las incorporaciones es menester la comparecencia y firma del requirente par-
ticular (v.gr: protocolización de subastas judiciales). El inciso c., predica la
474 derecho notarial

lógica de que: “Lo que nace privado, muere privado”; o lo que es igual, la
protocolización o incorporación de un documento privado, no lo convierte
en público, sigue siendo lo que era antes de ser protocolizado o incorporado
un instrumento privado, y lo único que adquiere es “fecha cierta”. Salvo estas
aclaraciones conceptuales, los artículos no ameritan mayores comentarios.

Art. 120. Las disposiciones de esta Ley serán aplicables a las actas
de protesto en cuanto no se opusieren a las contenidas en la legisla-
ción especial sobre la materia.

Comentario: Sigue al artículo 91 de la Ley 404/100. Las “actas de pro-


testo” han caído en desuso, son una suerte de “fósiles jurídicos” que nos
recuerdan la regulación que se hacían de los títulos valores (letras de cam-
bio, pagarés o cheques) en el Derecho Mercantil. Era un procedimiento
de cobro pre ejecutivo por el cual el acreedor hacía el requerimiento de
“protesta” por inmediación del notario y éste en la diligencia lo “protes-
taba” intimando al pago; si el deudor expresaba su negativa a hacerlo
efectivo, habilitaba la vía ejecutiva o “de regreso” contra el librador. Por
obvias razones de economía esto ha sido suprimido, por lo que hoy todos
los pagarés son títulos ejecutivos “sin protesto”.

Art. 121. En las actas que certifiquen la remisión de corresponden-


cia o documentos por correo, se hará constar:
a) el requerimiento;
b) la recepción por el notario de la carta o los documentos;
c) la trascripción de la carta o la relación de los documentos;
d) la colocación, dentro del sobre, de la carta o de los documentos
a despachar;
e) que el sobre cerrado queda en poder del notario para realizar la
diligencia encomendada.
Practicada la diligencia, el notario dejará constancia de su cum-
plimiento. También hará constar en la carta o documento que la
remisión del mismo se efectúa con su intervención.

Comentario: Copia al artículo 92 de la Ley 404/00. Esta es una norma


técnica, que explicita los pasos a seguir en caso de tener que hacer envíos
Segunda parte: Fuentes legales 475

de correspondencia o documental importante por la vía postal. De tal en-


vío se confecciona un acta notarial, la cual debe especificar los requisitos
o extremos que prescribe el artículo. Es una norma clara y bastante meti-
culosa, por lo que no amerita mayores comentarios.

TÍTULO XI
DOCUMENTOS EXTRAPROTOCOLARES
CAPÍTULO I
DISPOSICIONES GENERALES

Art. 122. Los documentos extraprotocolares deberán ser extendidos


en las hojas de actuación notarial que para cada caso determine
el Colegio Notarial, excepto en los supuestos cuya facción en otro
soporte documental fuere impuesta por las leyes de fondo. Serán
entregados en original a los interesados.

Comentario: Reproduce el artículo 93 de la Ley 404/00. La interven-


ción extra protocolar y el libro de registros de dichas intervenciones, es
una herramienta técnica indiscutible de la actividad notarial. Encontró
fundamento –al igual que las actas– en el viejo 979 inciso 2º del Código
Civil, refundido hoy en el artículo 289 inciso b) del CCCN que reza: “Son
instrumentos públicos: a. las escrituras públicas y sus copias o testimo-
nios; b. los instrumentos que extienden los escribanos o los funcionarios
públicos con los requisitos que establecen las leyes (…)”. En estos libros,
los escribanos deben, en un orden al menos cronológico: intervenir extra
protocolarmente sea certificando firmas, copias, huellas digitales, etc., y
luego hacer el acta donde se registra la intervención. A diferencia del pro-
tocolar, en el cual el original es la matriz y lo que circula es la primera o
ulterior copia, el libro extra protocolar no es un documento matriz, pues
en él sólo se deja constancia de la intervención extraprotocolar, siendo el
original el que circula o se encuentra en el trafico jurídico. En buen ro-
mance: en el protocolo, en caso de discordancia entre matriz y copia, hay
que atenerse en principio a la matriz; en el extra protocolar es precisamen-
te al revés, en caso de discordancia entre el original que circula (v.gr: un
boleto con firmas certificadas), hay que atenerse a dicho documento y el
libro de intervenciones nunca suple al original sino que sólo hace mención
476 derecho notarial

a lo que tenga de público dicho documento privado, que no es otra cosa


que la intervención notarial. La información de los artículos del presente
capítulo, refieren a la forma y requisitos que debe contener el libro de re-
gistro de intervenciones.

Art. 123. Si el documento se extendiere en más de una hoja deberán


numerarse todas, y las que precedieren a la última llevarán media
firma y sello del notario. Al final, antes de la autorización, se hará
constar la cantidad de hojas y sus características.

Comentario: Este artículo reproduce el artículo 94 de la Ley 404/00,


que a su vez tiene su fuente en el artículo 63 del Anteproyecto de Ley de
documentos notariales, salvo por un segmento, el II, que prevé la opción
del notario de resguardar un ejemplar de lo actuado. Se refleja en este ar-
tículo una de las notas características del documento extraprotocolar con-
sistente en que circulan en el tráfico tal como han sido creados, a la inversa
de lo que sucede con el protocolo. Por la naturaleza de estos documentos,
no se expiden copias o reproducciones a las partes, y muchas veces es
menester certificar tantos ejemplares como partes hallan. A diferencia del
Anteproyecto, nada dice la norma sobre conservar un ejemplar, lo que
consideramos atinado, no corresponde conservar uno, no obstante lo cual,
de considerarlo necesario, según la naturaleza y pormenores del acto, el
notario puede tomar el recaudo de guardad una fotocopia certificada.

Art. 124. El acta de entrega de testamento cerrado se extenderá con


arreglo a las formalidades instituidas por la ley aplicándose subsi-
diariamente las que resultaren de la presente.

Comentario: Reproduce el artículo 95 de la Ley 404/00, que toma como


fuente el artículo 65 del Anteproyecto de Ley de documentos notariales.
Estaba prevista para dar solución a las formalidades que exigía testamento
cerrado en el Código Civil (arts. 3666, 3667 y 3668). Sobre la posibilidad
de redactar actas de comprobación extraprotocolares para el “testamento
cerrado” y hacerla extensivas a cualquier otro tipo de acta, es un tema de
política legislativa de las normas orgánicas. Si bien la forma prevista por
Vélez Sarsfield para el testamento cerrado ha sido eliminada del CCCN,
Segunda parte: Fuentes legales 477

consideramos que aún puede ser aplicada siempre que, siguiendo la mis-
ma tesitura de la normativa velezana, el testador asegure que dentro del
sobre cerrado donde conste el testamento, éste sea ológrafo, asegurando
así cualquier ataque de defecto formal. Más allá de lo testamentario, las
actas extraprotocolares suelen ser una solución importante y hasta im-
prescindible en determinadas situaciones. En la provincia de Entre Ríos,
por ejemplo, se cobran aportes a la Caja Notarial por dichos actos, lo que
denota su posibilidad pragmática.

CAPÍTULO II
CERTIFICADOS

Art. 125. Los certificados sólo contienen declaraciones o atesta-


ciones del notario y tienen por objeto afirmar de manera sintética
la existencia de personas, documentos, cosas, hechos y situaciones
jurídicas, percibidos sensorialmente por el notario.

Comentario: Este artículo es copia del artículo 96 de la Ley 404/00, que


a su vez reproduce textualmente el artículo 62, II del Anteproyecto de Ley
de documentos notariales. Más allá del enriquecedor comentario que el
Anteproyecto hace de esta norma respecto de la naturaleza y legitimidad
de estas intervenciones notariales, es un hecho que están incorporadas al
quehacer funcionarista de manera incontestable. Si bien el principio de
matricidad es el que gobierna y da estructura al sistema notarial de tipo
latino, la facción extraprotocolar se presenta como algo necesario y suma-
mente útil. Es cierto también que su regulación legal y reglamentaria varía
de una provincia a otra, por lo que podría dar lugar a cuestionar su legi-
timidad, lo que creemos que no es así, pues más allá de la mecánica que
adopten las distintas técnicas reglamentarias, el funcionamiento puede
considerarse unificado a la hora de imprimir autenticidad a las interven-
ciones extraprotocolares, como bien observa el comentario del Antepro-
yecto de ley de documentos notariales. (Confr. Artículo 62 última parte).

Art. 126. Deberán expresar:


a) lugar y fecha de su expedición, nombre, apellido, registro nota-
rial y cargo del autorizante;
478 derecho notarial

b) las circunstancias relacionadas con el requerimiento;


c) el objeto y destino de la atestación.
No será necesaria la concurrencia ni las firmas de los interesados,
salvo que, por la índole del certificado, dichos requisitos fueren in-
dispensables.

Comentario: Es la letra del artículo 97 de la Ley 404/00, que tiene su


fuente en el artículo 66 concordante con el artículo 23 del Anteproyec-
to de Ley de Documentos Notariales. Siempre debemos tener presente
que el anteproyecto se elaboró como una medida tendiente a unificar
criterios de mínima en todo el país, con independencia de las potestades
atribuidas a las provincias. Esta norma es clara y no merece mayores
comentarios.

Art. 127. En los certificados que tuvieren por objeto autenticar


firmas e impresiones digitales, además de expresar los nombres y
apellidos de los firmantes y el tipo y número de sus documentos de
identidad, se hará constar la afirmación de conocimiento de los mis-
mos y que las firmas o impresiones digitales han sido puestas en pre-
sencia del notario autorizante. En caso de autenticación de firmas
o impresiones digitales puestas en documentos total o parcialmente
en blanco, el notario deberá hacer constar tales circunstancias. En
el supuesto de documentos redactados en idioma extranjero que el
notario no conociere, deberá dejar constancia de ello o podrá exigir
su previa traducción, dejando también la constancia respectiva. El
Colegio Notarial reglamentará el procedimiento a aplicar para la
certificación de firmas e impresiones digitales y los documentos a
utilizar para formalizar los requerimientos.
Art. 128. Salvo disposición legal expresa, el notario denegará la
autenticación de impresiones digitales en los documentos privados
que, conforme con las normas legales, deban ser firmados por las
partes. También se excusará de actuar cuando estimare que el con-
tenido del documento es contrario a la ley, a la moral y a las buenas
costumbres; o si versare sobre actos jurídicos que requirieren, para
su validez, documento notarial u otra clase de instrumento público
y estuviere redactado atribuyéndole los efectos de éstos.
Segunda parte: Fuentes legales 479

Comentario a los artículos 127 y 128: Sigue en su redacción a los artí-


culos 98 y 99 de la Ley 404/00, que tiene como fuente los artículos 68 y
69 del Anteproyecto de Ley de Documentos Notariales. La Ley Orgánica
de Misiones, siguiendo la línea de análisis de estas fuentes, determina los
requisitos fundamentales que han de observarse en las certificaciones de
firmas y que no siempre aparecen claramente especificados en todas las
leyes notariales. Va de suyo que las certificaciones de firmas deben seguir
idéntico lineamiento que, en lo protocolar, es decir que debe observarse
el principio de “coetaneidad” a la hora de hacer la autenticación nota-
rial. En cuanto a la certificación de impresiones digitales, hoy encuentra
anclaje esta norma en lo dispuesto en el artículo 313 del CCCN. Lo pro-
pio respecto de los “documentos en blanco”, hoy regulados en el artículo
315 del CCCN, casos en los cuales es discrecional del notario valorar
su intervención, pudiendo abstenerse de autenticar o certificar firmas o
impresiones digitales en documentos que no den garantías. En tales casos
prima el consejo y asesoramiento que garanticen la seguridad del tráfico
documental propios de su función. En cuanto al idioma, creemos que no
se deben certificar firmas ni impresiones en aquellos documentos en que
no se puede tener un conocimiento cierto del contenido del texto.

Art. 129. En los certificados de existencia de personas se hará cons-


tar su presencia en el acto de expedirse el certificado y que fueron
individualizadas por el notario.

Comentario: Este artículo reproduce el artículo 100 de la Ley 404/00,


que tiene fuente en el artículo 70, I del Anteproyecto de Ley de documentos
notariales. Si bien se puede certificar la existencia de personas como dicta
el artículo que analizamos, también podría certificarse que se ha visto a la
persona interesada en determinado momento y lugar; no obstante, se adopta
el primer criterio, es decir la certificación de existencia por presencia física
al momento de autenticar. Sobre el problema de que la persona “sea conoci-
da” por el notario como exigía Giménez Arnau, (Giménez Arnau, Enrique,
Instituciones de Derecho Notarial, Madrid, 1954, T. II, p. 265) cómo único
medio que a ciencia propia se puede asegurar la veracidad de la existencia,
creemos que hoy resulta un exceso y basta con identificar con algunas de
las modalidades que prevé el artículo 306 del CCCN. Si el notario tiene
480 derecho notarial

dudas respecto a la identidad, puede optar por abstenerse o bien activar la


mecánica del párrafo II del Anteproyecto y hacer un acta de notoriedad de
facción protocolar, con la testación del hecho mediante testigos. El párrafo
II referido dice: “Cuando la identidad se acredite con dos testigos deberá
extenderse acta protocolar y en ella se insertarán los nombres y residencia
de éstos, quienes firmarán junto con él”.

Art. 130. Cuando se tratare de certificados extendidos al pie o al


dorso de fotografías y reproducciones, en que el notario asevera que
corresponden a personas, documentos, cosas y dibujos identificados
por él, deberá expresar las circunstancias de identidad, materiali-
dad, características y lugar, tendientes a determinar con precisión
la correspondencia de la fotografía o reproducción con la realidad.

Comentario: Reproduce el artículo 101 de la Ley 404/00, que toma su


letra del artículo 71 del Anteproyecto de Ley de documentos notariales.
Está reglamentado por el Decreto 1515/01 que nos dice: “Artículo 33. Re-
glamenta artículo 130: Las constancias que el notario debe consignar para
la certificación de fotografías y reproducciones, establecidas en el artículo
130 de la Ley, deberán hacerse constar en hoja de actuación notarial unida
mediante el sello profesional a las fotografías o reproducciones, debiendo
individualizarse en éstas, con firma y sello del notario, el número de la
hoja en que obran tales constancias. Los requisitos establecidos en los
incisos b. y c. del artículo 126 de la Ley (las circunstancias relacionadas
con el requerimiento y el objeto y destino de la atestación), sólo deberán
ser observados, respecto de dichos certificados, cuando fuere necesario
según la índole de los mismos”. Es una norma clara en sí misma, como en
lo reglamentario, por lo que no ameritan mayores comentarios.

Art. 131. Podrán autenticarse en forma de certificado:


a) los cargos en escritos que deban presentarse a las autoridades
judiciales y administrativas, con sujeción a las disposiciones que
los admitan;
b) la existencia de documentos que contuvieren representaciones y
poderes;
c) la existencia de leyes, decretos y resoluciones.
Segunda parte: Fuentes legales 481

Comentario: Es textual del artículo 102 de la Ley 404/00, que se inspira


en el artículo 73 del Anteproyecto de Ley de documentos notariales. Es
una norma meramente ejemplificativa. En cuanto a los “cargos” a escritos
judiciales, importa una potestad autenticante concurrente con los secre-
tarios de los juzgados, las que se activan ante alguna imposibilidad de
actuación de estos últimos. No obstante, habrá que atender a las acordadas
tribunalicias o disposiciones procesales que admitan esta extensión de la
competencia material del notario.

Art. 132. Podrán extenderse certificados respecto de las constan-


cias de libros y documentos de las personas colectivas o individua-
les, que tuvieren domicilio fuera del distrito del notario, siempre que
la exhibición se efectuare en la notaría o en lugares donde el notario
pueda constituirse en el ejercicio de sus funciones.

Comentario: Copia el artículo 103 de la Ley 404/00, que a su vez toma


letra del artículo 72 del Anteproyecto de Ley de Documentos Notariales.
El anteproyecto hace el siguiente comentario atendiendo a los anteceden-
tes legislativos en que se inspira y dice: “La disposición que contiene
este artículo reconoce como antecedentes legislativos el artículo 48 del
Reglamento Notarial de la Provincia de Buenos Aires. Tiene por objeto
eliminar toda duda sobre la licitud de la actuación del notario en los casos
previstos, toda vez que actúa dentro del distrito asignado para ejercer sus
funciones (art. 980 del Código Civil) y se cumple el principio de que, sien-
do así, puede intervenir en los asuntos que le incumplen cualquiera sea el
domicilio de las partes, el lugar del cumplimiento de las obligaciones y
ubicación de los bienes objeto del acto, con la única excepción contem-
plada por el artículo 3345 del Código Civil”. Por lo cual, la referencia
al Código Civil, mutatis mutandi, el fundamento que inspira al CCCN
es el mismo: siempre se debe actuar dentro de la competencia territorial
asignada. Antes de pasar a la reglamentación, hay un detalle más que que-
remos comentar y es que el artículo 103 de la Ley 404/00 no incluyó en
su texto lo que si adiciona el artículo 72 último párrafo del Anteproyecto
de Ley de documentos notariales que reza: “(…) o con respecto a hechos
que el notario pueda percibir desde su distrito manteniéndose dentro de
su competencia territorial”. Aunque no se haya transcripto, consideramos
482 derecho notarial

que es importante interpretarlo, pues en la práctica sucede y puede dar


lugar a intentos de descalificación de las comprobaciones por parte del
notario que, actuando dentro de su distrito, perciba y compruebe hechos
que suceden fuera del mismo. En tales hipótesis la actuación es válida y
protegida por la plena fe del artículo 296 inciso a. del CCCN. Por su parte,
el Decreto reglamentario 1515/01 nos dice: “Artículo 34. Reglamenta ar-
tículo 132: En los certificados de reproducciones de constancias de libros
y documentos de personas jurídicas o físicas que estuvieren rubricados,
deberá indicarse a quién pertenece el libro o documento, qué autoridad lo
rubricó y la fecha e individualización de la rúbrica salvo que surgieren de
la propia reproducción”.

CAPÍTULO III
TRASLADOS

Art. 133. El notario autorizará copias, testimonios y copias simples.

Comentario: Toma su letra del artículo 104 de la Ley 404/00. Ambos,


en fin, reproducen literalmente el artículo 74 del Anteproyecto de Ley de
documentos notariales. En este último se hace referencia a la acepción
“traslado” y nos dice: “La palabra traslado tiene una acepción multívoca,
pero aquí ha sido tomada en sentido genérico y comprende, por lo tanto,
las distintas especies de comunicación o conocimiento escrito del docu-
mento notarial. Etimológicamente significa transferir o llevar a otro lado
su contenido, y como se reglamenta en los distintos artículos que compo-
nen este capítulo, comprende las copias, testimonios y copias simples, que
son especies distintas de la reproducción y comunicación del documento
notarial, sean escrituras o actas”.

Art. 134. Constituyen copias, las reproducciones literales de la ma-


triz. Podrán expedirse copias parciales a pedido de parte, dejándo-
se constancia de tal modalidad.

Comentario: Es el artículo 105 de la Ley 404/00. Vélez Sarsfield, con


claridad meridiana hablaba de “copias” (salvo en la última parte del ar-
tículo 1003 del Código Civil), sean estas primeras o ulteriores, y es lo
Segunda parte: Fuentes legales 483

correcto, pues “copia” es la reproducción de todo documento matriz. Eso


y no otra cosa expiden los notarios de sus actos protocolares: copias. La
expresión “testimonio”, es utilizada por el notariado como sinónimo de
“copia”, sin embargo, “testimonio” implica la declaración de un testigo,
y consideramos que es conceptualmente inadecuado su uso en materia
instrumental notarial.

Art. 135. Es primera copia la que, con los requisitos determinados


en esta Ley, expida el notario por primera vez a cada una de las
partes que así lo requiere. Es copia de ulterior grado la que, con
los mismos requisitos que para la primera, expida el notario a cada
una de las partes, en los casos en que fuere procedente y a solicitud
de la misma.

Comentario: Reproduce el artículo 106 de la Ley 404/00. El primer pá-


rrafo es literal del artículo 76 del Anteproyecto de Ley de documentos no-
tariales. Bien dijimos que “copia” es la reproducción de todo documento
matriz, y por imperio del artículo 300 del CCCN goza de fuerza probatoria
originaria, en otras palabras: es como tener la matriz a los efectos de la
validez erga ommnes. Y no puede ser de otra manera, pues en eso consiste
la “fe pública”, en la posibilidad de que el “diseño” escriturario matriz,
encuentre en la copia una herramienta de circulación con igual fuerza su-
brogatoria de efectos. Por el contrario, desconocer dicha fuerza en las co-
pias, obligaría a deambular con los protocolos. En cuanto a lo práctico, se
expiden primeras copias, y si es necesario expedir más de una porque así
lo requiere la situación, se puede recurrir al recurso de enunciar, por ejem-
plo: “primera copia-primer ejemplar”, “primera copia-segundo ejemplar”,
etc., según la cantidad de interesados con vocación a una copia. Luego de
ello se expedirán ulteriores copias: segundas, terceras, etcétera.

Art. 136. Las copias llevarán al final cláusula que identifique el


documento matriz, con mención del folio, notario autorizante, ca-
rácter en que actúa y número de registro, y que asevere la fidelidad
de la reproducción con respecto al original, indique si se trata de
primera copia o de ulterior grado, para quién se expide y el lugar y
fecha de su expedición.
484 derecho notarial

Comentario: Es el conocido “concuerda” que se hace al pie de las co-


pias y permite de hecho, individualizar la ubicación de la matriz para su
eventual compulsa, como así también la atestación por el escribano de
todo aquello que no puede visualizarse del documento matriz como por
ejemplo las firmas. Esta norma reproduce en parte el artículo 79 del Ante-
proyecto de Ley de Documentos Notariales.

Art. 137. El notario autorizante, su adscripto, interino, suplente o


sucesor en el registro y el titular del archivo, en su caso, podrán
expedir las copias mencionadas mientras el protocolo se halle bajo
su guarda.

Comentario: Reproduce el artículo 108 de la Ley 404/00. Hace refe-


rencia a quienes están legitimados para expedir copias. En cuanto a que
pueden expedirlas mientras estén bajo su guarda, nos resulta un tanto in-
justificado desde el punto de vista lógico. Obvio que los escribanos men-
cionados deben estar en ejercicio de sus funciones, pero aún nos “hace
ruido” el que no pueda expedir copias una vez que los protocolos están
archivados o fuera de su guarda. Nada obsta a que haciendo las diligencias
y compulsas de rigor pueda expedir nuevas copias.

Art. 138. El notario podrá expedir testimonio por exhibición o en


relación. Es testimonio por exhibición el documento que reproduce
literal, total o parcialmente, otro documento no matriz, público o
privado, exhibido al notario con el objeto de acreditar su existencia,
naturaleza y contenido, sin subrogarlo en su eficacia. Es testimonio
en relación o extracto, el documento en el que el notario reprodu-
ce conceptualmente o resume, con criterio selectivo, el contenido
de escrituras matrices y de documentos agregados al protocolo, o
asevera determinados extremos que surgen de esos elementos docu-
mentales o de otros que se hallen en su poder o custodia.

Comentario: Es copia del artículo 109 de la Ley 404/00 salvo su última


parte. La fuente es el artículo 77 del anteproyecto de Ley de Documentos
Notariales. El uso técnico que predica el Anteproyecto sobre el concepto
de “testimonio” y que es reproducido por esta norma, nos resulta un es-
Segunda parte: Fuentes legales 485

fuerzo analógico el cual no nos convence. La razón es muy simple, y es


que, si existe una expresión concreta para los “certificados”, bien hacemos
en utilizar la expresión de “copia certificada” en vez de la de “testimo-
nio”, que goza ya de una acepción clara en Derecho. Sólo en un abuso
de los términos podemos admitir la palabra “testimonio”. Tomemos los
comentarios que hace el Anteproyecto de ley de documentos notariales y
luego demos nuestra opinión: “El uso de la palabra testimonio obedece a
las siguientes causas, entre otras: a) Como simplificación de la expresión
“copia testimoniada” que se utilizó en determinado momento en lugar de
‘copia autorizada’ que emplea el artículo 1006 del Código Civil. Ello así,
porque ‘testimonio’ significa la atestación del notario sobre la fidelidad
del documento matriz. b) Por el distingo que en el antiguo derecho espa-
ñol se hacía entre la llamada primera copia, o copia original o primordial
y también escritura original (que no se identifica por la matriz) que era ex-
traída directamente del protocolo por el escribano autorizante, y las copias
o traslados, que se obtenían de esas copias a los que se llamó ‘testimonios
por concuerda’. Estos testimonios hacían el oficio de las actuales copias
y su uso era muy frecuente, pues, como perdida la carta original, antes de
la creación del protocolo, no quedaba matriz de donde librar copias, los
interesados se proveían de traslados literales o testimonios, a los que se
solía dar la misma fuerza que a la carta primitiva (…)”.
Como sea, tanto por que se le exhiba un documento y su fotocopia lo re-
produzca, o porque transcriba literalmente un texto en forma total o parcial,
el notario da certeza de que lo tuvo a la vista, los cotejo y/o los transcribió
total o parcialmente. Pero todo ello no lo hace como testigo, lo hace en
ejercicio de su potestad de declarar hechos sensorialmente percibidos con
carácter autentico, del mismo modo que lo hace en el protocolo; sin embar-
go, nunca decimos que el notario es testigo de los actos y comportamientos
de las partes o requirentes. En todo caso, el criterio utilizado por el Antepro-
yecto y sus fundamentos no nos conmueve, es más, si fuera cierto: ¿Cómo
deberíamos llamar a las declaraciones de los testigos en un testamento o
en un acta de notoriedad? No es posible equipararlos, salvo a riesgo de no
dejar para los testigos una expresión para sus declaraciones. Testimonio es
toda declaración de un testigo, y el notario no es testigo, es autor de un opus,
de allí que se hable de escribano “autorizante”. Sobre estos distingos, hay
que remarcar que la “copia” subroga en sus efectos al documento matriz,
en tanto que la “copia certificada” (sea por exhibición o transcripción) sólo
486 derecho notarial

prueba la existencia del documento, pero sin la fuerza subrogatoria de efec-


tos y eficacia. Expliquémoslo con un ejemplo, con una “copia certificada”
del protocolo o de la primera copia de una hipoteca, no es posible iniciar
una ejecución hipotecaria, sólo prueba que existen; si se quiere habilitar la
vía ejecutiva, el título para ello es la “copia”, sea primera o ulterior, pues
conforme a la doctrina del artículo 299 segundo párrafo del CCCN, tener la
“copia” es como tener el documento matriz.

Art. 139. El testimonio llevará al final una cláusula que contenga


las menciones necesarias para individualizar el documento al que
se refiere, si éste ha sido exhibido o el lugar en que se encuentra, si
se trata de trascripción fiel o de relato, la persona que lo solicita y
el lugar y fecha de expedición.

Comentario: Es copia de la última parte del artículo 109 de la Ley


404/00. Resulta una norma obvia, pues la copia certificada refiere a un ori-
ginal el cual ha sido exhibido, compulsado o cotejado, de lo cual el notario
debe hacer la relación correspondiente, junto con los demás pormenores
que aseguren certeza.

Art. 140. Los testimonios podrán ser expedidos por otro notario, aun-
que los protocolos o documentos se encontraren archivados o agre-
gados a actuaciones judiciales o administrativas, siempre que fuere
expresamente autorizado para ello por quien tuviere su guarda.

Comentario: Es copia del artículo 110 de la Ley 404/00. Los notarios


de registro que fueren autorizados, podrán expedir copias certificadas de
otros protocolos distintos al suyo. Se entiende que estas copias certifi-
cadas prueban la existencia, pero no subrogan a la matriz. Remitimos al
ejemplo de la última parte al comentario del artículo 138 de esta Ley.

Art. 141. Constituyen copias simples todas las otras reproducciones


literales, completas o parciales, de los documentos matrices que los
notarios expidieren en los casos previstos por la ley, por orden judi-
cial o a requerimiento de quien acreditare interés legítimo. Las copias
simples deberán llevar en el anverso de todas las hojas, con caracte-
Segunda parte: Fuentes legales 487

res visibles, la leyenda “copia simple”. La cláusula final contendrá


igual mención y expresará el objeto y destino de la expedición.

Comentario: Copia el artículo 111 de la Ley 404/00. Las “copias sim-


ples” a diferencia de las primera o ulteriores copias (que subrogan a la ma-
triz), y las copias certificadas (que prueban existencia, pero no subrogan
en sus efectos a los documentos certificados), sólo conforman un princi-
pio de prueba por escrito. A la “copia simple” el notario no la expide en
ejercicio funcional, ergo la copia simple no hace plena fe, como lo hace
la primera copia subrogando a la matriz; ni hace plena fe de la existen-
cia como lo prueba la copia certificada. Primera copia y copia certificada
deben ser redargüidos de falso, las “copias simples” no, pues se expiden
sin los requisitos de las primeras copias ni de las copias certificadas. El
artículo 84 del Anteproyecto establece las observancias de mínima de las
copias simples, a saber: “I. No llevarán la mención relativa a la calidad
de primera o ulterior. II. Las reglamentaciones locales determinarán los
procedimientos gráficos a emplear. III. En el anverso de todas las hojas
llevarán, con caracteres bien visibles, la leyenda “copia simple”. IV. A
continuación de la cláusula final, antes de la firma del notario, se estam-
pará la leyenda a que se refiere el inciso anterior y se expresará el objeto
y destino de la expedición”.

Art. 142. Si a instancia o aceptación de parte interesada se expidieren


copias y testimonios por exhibición parciales, deberá indicarse que la
parte omitida no altera ni modifica el sentido de la reproducción.

Comentario: Es copia del artículo 112 de la Ley 404/00. Es una norma


que impone una exigencia formal adicional a la expedición de copias y
copias certificadas de partes pertinentes o parciales. Consideramos que no
amerita mayores comentarios, por los demás, es una norma que, faltando
tales extremos aclaratorios, no le quita validez al acto del notario. Repro-
duce el artículo 82 del Anteproyecto de Ley de Documentos Notariales, a
cuyo comentario remitimos.

Art. 143. Los testimonios y las copias simples valdrán exclusiva-


mente para el objeto y destino que se expidieron.
488 derecho notarial

Comentario: Es copia del artículo 113 de la Ley 404/00. Es una norma


sin valor prescriptivo por lo que no merece comentarios.

Art. 144. En estos documentos podrá emplearse cualquier sopor-


te material y medio de reproducción que asegure su permanencia
indeleble en el tiempo, conforme con las reglamentaciones que al
efecto estableciere el Colegio Notarial.

Comentario: Es una norma sin valor prescriptivo por lo que no merece


comentarios.

Art. 145. El notario salvará las correcciones al final del documento.


Una vez autorizado el traslado, si hubiere alguna discordancia con el
original o con el de su referencia, ella se subsanará mediante certifi-
cación puesta por el notario a continuación de su firma, con una lla-
mada de advertencia marginal en la página en que existiere el error.

Comentario: Es copia del artículo 115 de la Ley 404/00. En buen ro-


mance, cualquiera sea el traslado al que se haga referencia, siempre el
notario cuenta con el recurso de notas o atestaciones marginales al tras-
lado expedido. Este artículo reproduce palabras más, palabras menos, al
artículo 89 del Anteproyecto de Ley de documentos notariales. Dice su
comentario: “La práctica profesional ha demostrado que es necesario pro-
veer normas para los casos previstos en el artículo, por cuanto no se acier-
ta, en ocasiones, con el procedimiento idóneo que debe seguirse. Desde
luego, el sistema rige para las distintas clases de traslados y tiene alguna
semejanza con el de la apostilla y remisiones previstos en el artículo 15
de la ley notarial francesa (texto según la ley del 21 de febrero de 1926)”.

Art. 146. El notario deberá dar a los interesados que lo pidieron, aun-
que integraren una misma parte, copias y testimonios de los documen-
tos originales que hubiere autorizado y de los documentos anexos.

Comentario: Es copia del artículo 116 de la Ley 404/00. Este artículo


reproduce parcialmente el artículo 90 del Anteproyecto de Ley de docu-
mentos notariales. El principio del “doble ejemplar” para los contratos,
Segunda parte: Fuentes legales 489

no está exceptuado para el notario, quien a fin de cuentas es uno de los


autores formales más conspicuos en materia negocial. Esta norma remi-
te a ello, y hoy al artículo 308 del CCCN. Sin embargo, el notario debe
valorar la calidad que ocupa en el negocio o el interés que les asiste a los
fines de determinar si corresponde el traslado, que tipo o bien ninguno. El
artículo referido del Anteproyecto es más amplio, ambicioso y rico en las
prescripciones, pues dice: “II. Las partes y sus sucesores tendrán derecho
a requerir ulteriores copias. III. Cuando se trate de escrituras que versen
sobre inmuebles o bienes inscribibles, el notario para librarlas, deberá re-
querir informe del registro respectivo, hacer constar en la cláusula de sus-
cripción el cumplimiento de ese requisito mencionando fecha y número de
ella y comunicar la expedición de la nueva copia al registro inscriptor. IV.
Cuando se trate de documentos que contengan mandatos será necesario el
requerimiento por el mandante”.

TÍTULO XII
INSPECTORES NOTARIALES

Art. 147. Los inspectores notariales serán designados y removidos


por el Poder Ejecutivo a propuesta del Colegio Notarial. Gozarán
de la remuneración que fijará y abonará el Colegio Notarial y esta-
rán sometidos a su autoridad y contralor.
Art. 148. El Colegio podrá disponer la creación de un Cuerpo de
Inspectores. Para desempeñar el cargo de jefe del Cuerpo de Ins-
pectores se requiere haber desempeñado función notarial como ti-
tular o adscripto por cinco (5) años y no haber tenido sanciones
disciplinarias graves durante su desempeño. Para ser auxiliar del
Cuerpo de Inspectores se requiere estar matriculado en el Colegio
Notarial y haber cumplido la pasantía y los cursos teóricos prácti-
cos que a ese efecto implemente el Colegio.
Art. 149. El número de inspectores, que será fijado por el Colegio
Notarial de manera de garantizar la realización en forma y tiem-
po de las inspecciones ordinarias y extraordinarias requeridas, no
será inferior a tres (3). Las inspecciones de registros se llevarán a
cabo ordinariamente al menos una (1) vez al año. Las inspecciones
extraordinarias en averiguación de denuncias o hechos irregulares
que hubiesen llegado a conocimiento del Consejo Directivo o de los
490 derecho notarial

órganos jurisdiccionales se realizarán cuantas veces fueran necesa-


rias. Las inspecciones de los libros de protocolos se realizarán en
las oficinas del notario.

Comentario a los artículos 147, 148 y 149: El Decreto 1515/01 regla-


menta: “Artículo 35. Reglamenta artículo 147: El Colegio Notarial tie-
ne a su cargo la dirección y organización de la Oficina de Inspección de
Protocolos la que funcionará bajo su exclusiva dependencia. Dentro del
plazo de ciento ochenta (180) días a partir de la vigencia de la presente
reglamentación deberá dictar el Reglamento de Inspección de Protocolos,
el que luego de dictado deberá ser comunicado al Poder Ejecutivo”.
Queda claro que el control de protocolos es una de las tareas primaria a
las que debe avocarse el Colegio Notarial en ejercicio del poder de policía
de la función.

Art. 150. En toda inspección deberá labrarse un acta que firma-


rá el inspector y el notario, si éste se negare, así se hará constar.
Si del acta resultaren observaciones el notario podrá contestarlas
por escrito dentro de los cinco (5) días siguientes a la fecha de la
inspección. Si no lo hiciere, el Consejo Directivo estará a las cons-
tancias del acta, sin perjuicio de disponer las medidas preliminares
que estimare pertinentes.

Comentario: Nos dice el Decreto 1515/01: “Artículo 36º. Reglamenta


artículo 150º: La inspección de los protocolos comprenderá la de toda
la documentación accesoria, incluida la referente al cumplimiento de las
obligaciones fiscales y la de documentación notarial que corresponda al
normal ejercicio de la función, aún aquella que no hubiere sido utilizada”.

Art. 151. Las inspecciones incluirán también el contralor de las pasan-


tías debiendo en cada caso labrar un acta respecto a los temas que trate
con el pasante, sus respuestas, faltas y en general su desenvolvimiento
profesional. Así también el contralor de los notarios matriculados.

Comentario: Es una norma que se excede en potestades. El control por


los inspectores comprende a la labor funcionarista, es decir a la del “escri-
Segunda parte: Fuentes legales 491

bano de registro”, su “adscripto”, “interino”, etcétera. Extender a los que


no son “escribanos de registros”, como los “pasantes” o “simplemente
matriculados” es algo que carece de sentido, al menos en lo que a la ins-
pección estrictamente apunta.

Art. 152. Será considerada falta grave oponerse o dificultar las


inspecciones, demorar o posponer la realización de las mismas en
las fechas y horas establecidas, negarse a firmar el acta sin causa
justificada o no tratar con el respeto o la consideración debida al
inspector notarial.

Comentario: Es una norma genérica o abierta que refiere a la responsa-


bilidad deontológica notarial, tanto en lo ético como disciplinario.

TÍTULO XIII
ARANCELES

Art. 153. Los notarios que actúen dentro de la jurisdicción de la


Provincia, percibirán sus honorarios de conformidad a las disposi-
ciones vigentes en la materia.

Comentario: El hecho de no recibir remuneración por el Estado ha sido


el “caballito de batalla” de los que sostienen la tesis profesionalista de la
actividad notarial. Si bien el título habla de “arancel”, el artículo habla de
“honorarios”. El titular de un “registro notarial”, al igual que, por ejem-
plo, el de un “registro automotor”, debe cobrar “aranceles”. Lo reiteramos
una vez más, que esto resulta lógico en razón que el Estado delega o des-
centraliza su función, creando un órgano que actúa fuera de su estructu-
ra burocrática para prestar un “servicio público”. Todos los factores que
afianzan la condición de funcionario público del notario: número clauso,
acceso por concurso, incompatibilidades, estabilidad, creación de regis-
tros según vacancia por muerte, destitución, renuncia, creación de regis-
tro atendiendo al número poblacional, etc., es la evidencia que le Estado
“muestra preocupación” por la autonomía financiera de este agente des-
centralizado. Aunque parezca una batalla semántica, creemos que se debe
velar por un “arancel” antes que por un honorario (salvo labor asesora o
492 derecho notarial

profesionalista), y reglamentarlo con carácter de orden público. En fin, de-


bería estar tasada la labor de los escribanos, del mismo modo que la está la
del registro automotor, el prendario, etc., que cobran una tasa retributiva
por un servicio de naturaleza pública.5

TÍTULO XIV
INTERVENCIÓN DEL COLEGIO

Art. 154. Corresponde al Colegio Notarial adoptar las medidas que con-
sidere necesarias para la más uniforme y exacta aplicación de esta Ley.

TÍTULO XV
DISPOSICIONES GENERALES Y TRANSITORIAS

Art. 155. El Poder Ejecutivo actualizará los montos contemplados


en los Artículos 3 inciso f., 12, 70 y 80 de la presente Ley cuando lo
estime necesario.
Art. 156. El cargo de Inspector Notarial previsto en el Presupuesto
–Poder Judicial– Planta Permanente Magistrados y Funcionarios,
se mantendrá hasta el cese por cualquier causa del funcionario que
actualmente lo ocupa. Posteriormente se estará a lo previsto en el
Artículo 147 de la presente.
Art. 157. Los notarios que a la fecha de sanción de esta Ley revistan
el carácter de “matriculados y colegiados”, por haber cumplido
los requisitos que exigían las leyes y decretos reglamentarios sobre
la materia, vigentes con anterioridad, conservarán sus derechos y
atribuciones y estarán sometidos a las obligaciones que esas nor-
mas y la presente Ley les imponen.
Art. 158. Quienes, a la fecha de sanción de esta Ley, hubieran sido
puestos en posesión de sus cargos como “titulares o adscriptos”,
conservarán sus derechos y atribuciones como tales y estarán some-
tidos a las obligaciones que la presente Ley les impone.
Art. 159. Comuníquese al Poder Ejecutivo.

5 Sobre el particular Confr. CARMINIO CASTAGNO, José C. “Notario Función


pública y arancel”, en, Teoría del acto notarial y otros estudios. T. II, P. 9 y siguientes.
Entre Rías, Edición del Autor, Año 2006.
Apéndice
(UNA SÍNTESIS GRÁFICA DE LAS
FUENTES TEÓRICAS Y LEGALES)

1. “MAPA GRÁFICO” DE LA OBRA


Si se analiza el estudio de la Teoría del acto notarial, es posible adver-
tir que en ella se subsumen o confluyen y articulan otro grupo de teorías:
a) La teoría orgánica del Estado o de la administración como presupuesto
del acto notarial; b) La teoría general del negocio jurídico cuando el acto
del notario lo configura y; c) La teoría interpretativa de la invalidez e inefi-
cacia, cuando el acto del notario adolece de alguna causa invalidante. Si a
ello le sumamos las referencias normativas que les dan sustento, tenemos
que, poniendo a la teoría general del acto notarial en el centro, es posible
elaborar el “mapa gráfico” que exponemos en el Esquema 7.
494 derecho notarial

B
A

C
F

E
Segunda parte: Fuentes legales 495

2. EXPLICACIÓN SINTÉTICA DEL “MAPA GRÁFICO”


En A, presentamos al Estado, que en términos jurídico conceptuales,
es una persona jurídica como cualquier otra, –sea humana o societaria–,
con las características de: ser “necesaria”; ostentar “potestades” o fun-
ciones monopólicas; que dichas potestades nacen de una fuente primaria
que es la Constitución Nacional, la cual ordena dictar códigos, entre ellos
el Código Civil, el que por Ley 340 estableció formas tasadas o impues-
tas para actos y negocios jurídicos relevantes, creando así la necesidad
de funcionarios públicos con Potestad o Función fedante (“Facti-dictio”).
Esta función consiste en: Declarar hechos en forma coetánea a su acae-
cimiento, dotándolos de autenticidad o valor de verdad impuesta, hasta
tanto sean redargüidos de falso por acción civil o querella criminal de
falsedad y no por simple prueba en contrario (confr. art. 993 del CC, hoy
296 del CCCN). Actualmente, dicha labor ha sido es recreada por la Ley
26.994 que dictó el Código Civil y Comercial (Sobre el análisis de los
artículos 284 a 312, ver Capítulo VII de esta obra).
Pero como esas funciones son ejercidas por funcionarios públicos in-
vestidos por las Provincias, la Constitución por el artículo 121, delega a
aquellas la organización de las funciones públicas, una de ellas es la fun-
ción fedante. Para ello, los Estados provinciales a través de Leyes orgá-
nicas, transfieren a los Colegios Notariales la organización de la función,
tanto el control de la matrícula, los mecanismos de acceso, la delimitación
de la competencia territorial, las incompatibilidades, la propaganda, los
requisitos que debe llevar el protocolo y lo extraprotocolar, vigilar y velar
por el correcto accionar del agente de la función, así mismo juzgarlos
mediante de un tribunal administrativo especial, etc. (Sobre el estudio por-
menorizado de una LO, ver Capítulo VIII de esta obra).
En B, nos avocamos a sintetizar la Teoría Orgánica del Estado que
intenta explicar y justificar su existencia, como así también legitimar su
accionar (Capítulo II de esta obra). Ya hemos afirmado que el Estado os-
tenta Funciones monopólicas, las cuales son univocas, y que la función fe-
dante notarial nace del CCCN y es organizada por las provincias a través
de leyes orgánicas, mediante una delegación de la Superintendencia de la
función a los Colegios Notariales. Para llevar a cabo la función, el Estado
crea órganos que son entidades abstractas, que en forma impersonal los
496 derecho notarial

denominamos Notarias o Escribanías. Estas están dotadas de competen-


cia, que en lo notarial le es atribuida genéricamente por el artículo 290
del CCCN que la discrimina en: material y territorial. La competencia
material se determina por exclusión, en tanto que la territorial la institu-
yen las provincias a través de sus LO (confr. art. 38 y 45 LOM). Pero no
hay función ni órgano que pueda desarrollar sus competencias, sin una
persona humana capaz de ponerlas en práctica. Nace así el agente de la
función u órgano individuo, que de manera personalizada los denomina-
mos Notarios o Escribanos. Por razones pragmáticas atinentes a la propia
función, el agente debe acreditar: a) Habilidad (confr. art. 6 inc. a. y b.
LOM); b) Idoneidad (confr. art. 43 a 54 LOM); c) Por razones propias
de la naturaleza de la función, esta demanda, Exclusividad (confr. art. 7
LOM); d) un ejercicio Ad vitam (confr. art. 44 LOM), y e) una actuación
fuera de la estructura burocrática del Estado (lo que le da la condición de
Funcionario no empleado –Confr. Art. 153 LOM–).
Hasta aquí, tanto lo explicitado en A y en B nos permiten determinar
de dónde viene la función fedante notarial. Ahora bien, en C nos avoca-
mos a explicitar qué hace el notario investido en ejercicio de la función
atribuida. Para sistematizar la labor del notario de registro, se elabora la
Teoría general del Acto Notarial (confr. Capítulo III de esta obra). El acto
notarial presenta una Secuencia que involucra: a) hechos pertinentes de
la realidad, los cuales se seleccionan conforme al requerimiento, el cual
puede incluir meras comprobaciones de hechos, o configurar actos o ne-
gocios jurídicos (confr. art. 257 a 264 CCCN); b) percepción coetánea de
los hechos, lo cual se logra a través de los cinco sentidos (confr. art. 296 y
312 del CCCN); c) Declaración de los hechos, la cual debe ser documen-
tal escrita, excluyendo la forma verbal o audiovisual (confr. art. 289 incs.
a. y b., 299 a 312 del CCCN).
Advertida la secuencia, en el acto notarial es posible discriminar los
siguientes requisitos:
a) De esencia, es decir aquellos sin los cuales no hay acto notarial,
lo que nos pone de lleno ante la teoría de la inexistencia; esos requisitos
esenciales son: a.1) Forma documental escrita, de lo cual hemos hecho
referencia al hablar de la secuencia del acto (ver supra); a.2) Legitimación
orgánica del funcionario público con potestad fedante, lo que implica
Segunda parte: Fuentes legales 497

nombramiento e investidura estatal (confr. art. 292 del CCCN); a.3) Firma
del oficial público, que es lo que acredita su presencia y autoría en el acto.
b) Requisitos de validez, que si bien no afectan a la existencia del acto,
la ausencia de cualquiera de ellos lo condicionan en su validez y eficacia;
esos requisitos de validez son: b.1) Competencia material y territorial del
órgano (confr. art. 290 del CCCN); b.2) Legitimación del órgano, para
lo cual es menester que el agente sea requerido o instado, pues no actúa
de oficio (confr. art. 22 in fine de la LOM); b.3) Legitimación del agen-
te, que refiere a la legitimación subjetiva relativa, es decir, la del agente
en relación a determinadas personas y que permite presumir una falta de
imparcialidad objetiva en su actuación (confr. art. 291 del CCCN); b.4)
Perceptibilidad fenoménica de los hechos por parte del agente de la fun-
ción, de tal manera que permitan traducirse en datos pertinentes de una
realidad probable (confr. arts. 296 y 312 del CCCN); b.5) Causa licita,
que se traduce en que el notario no puede realizar actos configurantes
de ilícitos (confr. art. 279 y 271 del CCCN); b.6) Ser la Forma negocial
constitutiva exigida por la ley para que el acto pretendido por las partes
conforme el título causal (v.gr.: compraventa o donación de inmuebles,
partición extrajudicial de herencia, cesión de derechos hereditarios, esta-
tuto constitutivo de ciertas sociedades, etc.) (confr. art. 285, 286, 1015 y
1017 y conc. CCCN).
En D, y en estrecha conexión con el requisito b.6) antes referido a
la Teoría del Acto Notarial, está la Teoría del Negocio Jurídico, el cual
reclama para su plena eficacia, que se den sus propios presupuestos y ele-
mentos.
Son elementos del negocio: a) La forma, que son los “diseños” que
impone el legislador bajo pena de nulidad, una de ellas es la escritura
pública y requiere la autoría de un notario o escribano de registro para que
se configure (Ver supra b.6) ya analizado); b) El contenido, que son las
normas que dictan los particulares (“autonomía de la voluntad”) (confr.
958 y 2651 del CCCN); la causa, que es la función socioeconómica y
jurídica típica y lícita que el negocio cumple (confr. art. 281 a 283 1012 a
1014 del CCCN).
Son presupuestos: a) La capacidad de parte, entendida como aptitud
psicofísica o de ejercicio (confr. art. 22 a 50 del CCCN); b) La idoneidad
498 derecho notarial

del objeto, entendida como la aptitud de los intereses y prestaciones en


juego para “soportar” la fuerza vinculante del negocio (confr. art. 279,
1003 a 1011 del CCCN); d) La legitimación, entendida como “la idonei-
dad de un ente para asumir determinado “rol” en una situación jurídica
concreta con sujetos y objetos igualmente determinados”6 (confr. art. 1001
y 1002 del CCCN).
Siempre que los requisitos de esencia y de validez del Acto Notarial,
como así también los presupuestos y elementos del Negocio Jurídico se
produzcan con total normalidad, tanto uno como el otro producen sus
efectos propios: a) En el Acto notarial: a.1) Producir autenticidad o valor
de verdad impuesta erga ommnes; a.2) Como consecuencia lógica de la
autenticidad, los datos semánticamente declarados por el notario prueban
que los hechos han tenido existencia material; a.3) Si el acto notarial es re-
querido como consecuencia de una forma solemne impuesta “al momento
de la celebración del acto o negocio”, tiene pues un efecto configurante
del mismo; b) En el Negocio Jurídico por su parte, el efecto propio es el
de conformar el título causal (confr. art. 1892 del CCCN).
Hasta aquí todo transita “elegantemente”; pero puede suceder, a con-
trario, que tanto el acto del notario como el negocial padezcan de algún
vicio invalidante. En tal caso, hablamos de los efectos impropios, lo que
nos lleva a su lectura a través de la última teoría, identificada en E: la
Teoría de la Invalidez e Ineficacia de los Actos y Negocios Jurídicos (con-
fr. Capítulo IV de esta obra y art. 382 a 397 del CCCN). Como se puede
observar, tanto los requisitos de validez y eficacia del Acto Notarial son
diferentes a los del Negocio Jurídico. Si bien hay una interdependencia
por la que la invalidez de uno puede llevar a la del otro, hay hipótesis
en que ello no sucede, pudiendo reconocer en la frondosa casuística, las
siguientes hipótesis: a) Acto Notarial válido con Negocio Jurídico nulo
(v.gr.: dónde se declara la nulidad del negocio por lesión –art. 332 del
CCCN–, o por simulación –art. 333 del CCCN–); b) Acto Notarial nulo o
inexistente que trae aparejado la nulidad del Negocio Jurídico (v.gr.: Com-
praventa celebrada con un acto notarial nulo por incompetencia territorial
del escribano (confr. art. 290 inc. a. del CCCN, conc. 22 in fine LOM) o
6 Definición dada por CARMINIO CASTAGNO José C. Teoría General…. op. cit.,
págs. 56 y 57.
Segunda parte: Fuentes legales 499

inexistencia en caso de que actúe fuera de su provincia –en este último


caso el vicio es de ineptitud funcional o falta de autoría de un oficial pú-
blico, ya que el notario no produce instrumentos públicos si actúa fuera
de la Provincia que lo inviste–); c) Acto Notarial nulo o inexistente que
no trae aparejado la nulidad del Negocio Jurídico (v.gr.: Contratos en que
las partes deciden excederse en la forma –Confr. Art. 284 in fine CCCN–,
decretada la nulidad del acto notarial, no afecta a la validez del negocio
que no reclama forma escrituraria); d) Acto Notarial válido con Negocio
Jurídico inoponible, (V.gr.: Donación hecha en fraude de algún acreedor
–Confr. Art. 338 a 342 CCCN–, donde la donación es válida erga ommnes
pero resulta inoponible a acreedor agraviado que acciona).
Por fin, en F, conectado por unas líneas intermitentes al Acto Notarial,
está la labor asesora o como jurisperito del notario, actuación que puede
darse conjunta, separada o indistintamente con la labor como funcionario
público (confr. Capítulo V y art. 20 LOM).
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